Derechos Sexuales y Diversidad de Géneros Ponencia de Mabel Alicia Campagnoli UNLP-UBA En la última década se ha consensuado, a través de Conferencias Internacionales sobre Derechos Humanos, una definición de Derechos Reproductivos (DDRR) (1), a la vez que se ha reconocido la necesidad de incluir a estos en un conjunto más amplio, el de los Derechos Sexuales (DDSS). Por tal motivo, muchas veces se habla de Derechos Sexuales y Reproductivos, pero no se ha logrado una delimitación del alcance de los DDSS. Teniendo en cuenta la línea abierta por los DDRR consideramos que la conceptualización de los DDSS es problemática en tanto puede entramparnos en una visión sustancialista de individuos en lugar de abrir el juego a una concepción por fuera de lo normativo. Los protagonistas principales de este proceso de conceptualización son los movimientos feministas, de mujeres, LGTTBIT, (2) que visibilizan en la arena política todo lo que se juega en la normatividad del género, incluyendo la propia vida: “Algunas personas me han preguntado para qué sirve incrementar las posibilidades del género. Generalmente contesto que la posibilidad no es un lujo; es tan crucial como el pan. […] Una de las tareas principales de los derechos internaciones de gays y lesbianas [por ej] es afirmar en términos claros y públicos la realidad de la homosexualidad, no como una verdad interna, ni como una práctica sexual, sino como uno de los rasgos definitorios de la inteligibilidad del mundo social. (…) insistir en que la misma afirmación pública de la homosexualidad pone en tela de juicio lo que se considera como una realidad y lo que se considera como una vida humana” (Butler, 2002: 52). La conceptualización de los derechos sexuales El avance internacional en la construcción de los Derechos abrió el juego para la conceptualización de los DDSS. La misma aparece como progresista en tanto se inscribe en los Derechos Humanos y no se reduce a los DDRR. Además, porque intenta manifestar la autonomía de las personas antes que los intereses del Estado. Es decir, significa el giro desde una perspectiva geopolítica-poblacional a otra enmarcada en la salud como derecho de las personas (Equipo latinoamericano de justicia y género, 2005). Si bien, a diferencia de los DDRR, los DDSS no tienen una definición precisa, podemos rastrear aproximaciones que permitan delinearla. La nueva concepción los enfoca como derechos humanos básicos, conectados con la libertad sexual, el derecho a la intimidad/privacidad y el derecho a la salud, entre otros. En este sentido, incluye a los DDRR y entiende la salud -como lo hace la OMS- en sus aspectos físico, psíquico y social. Así, una sexualidad sana supone: 1) la aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva y para regularla de conformidad con una ética personal y social; 2) la ausencia de temores, sentimientos de vergüenza y culpabilidad, de creencias infundadas u otros factores psicológicos que inhiban la reacción sexual, impidiendo la plenitud del placer y 3) la ausencia de trastornos orgánicos, de enfermedades y deficiencias que entorpezcan la actividad sexual y reproductiva. 1 En base a estas consideraciones las/los juristas consideran imprescindible distinguir en los seres humanos la esfera de la biología -donde cabe hablar de sexo y de reproducción- de la esfera de la subjetividad o lo psicológico -donde se ubican el placer y la maternidad/paternidad- (Palma, 2002). Asimismo también es preciso distinguir la sexualidad y el placer de la reproducción o procreación. Además, los derechos sexuales no se limitan como vulgarmente se cree a tener relaciones con quien se quiera, sino que abarcan derechos humanos básicos que incluyen: 1) el total respeto por la persona; 2) el derecho al más elevado estándar de salud sexual y reproductiva; 3) el derecho a la información necesaria y a los servicios de salud, con total respeto a la confidencialidad y 4) el derecho a decidir libremente lo concerniente a la sexualidad y a la reproducción libre de discriminación, coerción y violencia (Dunlop, 1995). Sin pretensión de enumeración exhaustiva la Dra. Libertino (2001) sugiere pensar como derechos sexuales -incluyendo reproductivos y/o vinculados a la maternidad/paternidad, aunque diferenciados entre sí- los siguientes: - el derecho al libre ejercicio de la sexualidad, sin discriminaciones ni violencia de ningún tipo - el derecho al placer sexual - el derecho sobre el propio cuerpo (que es más abarcativo que lo sexual o lo reproductivo) - el derecho a la educación sexual - el derecho al acceso a la información y a los servicios de anticoncepción - el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en condiciones de seguridad e higiene -no como método de planificación familiar- el derecho a la maternidad/paternidad voluntaria y responsable -como función social- el derecho al acceso a la información y al tratamiento, en su caso, frente a la esterilidad - el derecho a la maternidad/paternidad adoptiva - el derecho de la embarazada y/o de la pareja a una orientación durante el embarazo y hacia el parto y la crianza del hijo/a - el derecho a la atención y asistencia materno-infantil integral, humanizada y gratuita incluyendo los controles prenatales, la asistencia hacia el trabajo de parto, el parto y el puerperio- el derecho de la mujer embarazada al ejercicio de su sexualidad... Todos estos derechos, aunque diferentes, están íntimamente conectados porque la salud sexual comienza por una vida sexual sana y la paternidad/maternidad -cuando se la elige- se sustenta en las otras dos. Estas nuevas definiciones logradas desde ámbitos internacionales (Cumbres, OMS) priorizan a las personas y sus libertades antes que a los Estados. Es así que se alejan de los lemas vernáculos de “gobernar es poblar” o de la natalidad como cuestión de “doctrina de seguridad nacional” por la que el Estado prohibía la regulación de la fecundidad. De este modo, el ejercicio de los DDSS no debe confundirse con políticas demográficas. Esto constituye el logro de la nueva conceptualización. Problemática 2 Sin embargo, algunas cuestiones de la nueva concepción resultan problemáticas. Hablar en términos de DDSS tal como fue planteado en el ítem anterior en su manifestación, por ejemplo, de “derecho al libre ejercicio de la sexualidad” o de “aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva y para regularla”, supone un sujeto previo al derecho, constituido en su identidad y orientando su salud sexual a través de decisiones. Tal noción de DDSS remite a una concepción de los sujetos basada en el sexo, a una identidad genérica que, sea en su versión culturalista o biologicista, implica una coherencia entre sexo, género, deseo y orientación sexual: en principio varones o mujeres (“maternidad/parternidad”) pero también los términos “pareja” o la prescripción de “ausencia de trastornos orgánicos, de enfermedades y deficiencias que entorpezcan la actividad sexual y reproductiva” introducen una normatividad que pide lo que Butler denomina “géneros inteligibles”. Esto significa que el uso del lenguaje de derechos, en particular de los DDSS, exige un precio, ya que coincide “con un conjunto de supuestos acerca de la naturaleza del individuo poseedor de esos derechos, lo cual está a su vez íntimamente ligado a un conjunto de supuestos sobre el género” (Poovey, 1999: 25). En especial, al supuesto de que la coherencia es una propiedad que pertenece a los sujetos humanos. Con lo cual, se invisibiliza que la coherencia es un atributo que pertenece a nuestras ideas sobre el género y a muchas de las institucionalizaciones de estas ideas. Dicha coherencia, entonces, sería el efecto de un conjunto de instituciones sociales que diferencian a la gente sobre la base de un sistema binario de géneros. Para lograr su propia coherencia interna, este sistema de género homogeiniza falsa e inadecuadamente cada término de la oposición binaria en referencia a la base supuestamente natural del sexo biológico (Butler, 1990). Como la misma autora señala, esto se debe a que el poder jurídico inevitablemente “produce” lo que afirma sólo representar; es decir, el derecho produce y luego oculta la noción de “un sujeto anterior al derecho” con el fin de invocar esa formación discursiva como una premisa fundacional naturalizada que después legitima la hegemonía reguladora de las leyes (Butler, 2001). En este sentido no es suficiente investigar cómo las personas pueden estar más cabalmente representadas en el derecho, habría que entender cómo las mismas estructuras de poder mediante las cuales se busca la emancipación producen y restringen la categoría de “persona” en tanto sujeto del derecho. En particular, la categoría generizada en varones y mujeres con su correspondiente homogeneidad. En este sentido, la noción de DDSS podría concebirse formando parte de la “matriz de inteligibilidad de los géneros” por intentar establecer líneas de conexión causales o expresivas entre sexo biológico, géneros culturalmente construidos y el efecto de ambos en la manifestación del deseo sexual. Los enunciados con que intentábamos abarcar la definición de DDSS en el ámbito del derecho, suponen la idea del sexo como una sustancia, como un ser idéntico a sí mismo en términos metafísicos. Esta apariencia se logra con un discurso que oculta el hecho de que “ser” de un sexo o un género es fundamentalmente imposible (Butler, 2001). Esto se debe a que el género es una complejidad cuya totalidad se pospone permanentemente, nunca aparece completa en una determinada coyuntura en el tiempo. 3 Podríamos sentirnos tentadas/os de abandonar el lenguaje de los derechos y del género para salvar estas dificultades. Sin embargo, abandonar sin más el terreno de los derechos nos dejaría desamparadas/os, fundamentalmente en la coyuntura política de nuestro país, en el marco de una Ley Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable de dificultosa aplicación y con la vigencia del artículo 86 del Código Penal (penalización del aborto). Del mismo modo, abandonar el ámbito del género podría dejarnos desamparadas/os de una identidad humana: “cuando luchamos por nuestros derechos no estamos sencillamente luchando por derechos sujetos a mi persona, sino que estamos luchando para ser concebidos como personas. […] Debemos utilizar este lenguaje para afirmar el derecho a condiciones de vida aceptables de manera que se afirme el rol constitutivo de la sexualidad y el género en la vida política y debemos también someter nuestras propias categorías a la exploración crítica” (Butler, 2002: 63). Por tal razón intentaremos una postura moderada. Según lo expuesto vimos que el problema está en sostener una concepción individualista, la que aparecía como auspiciosa al inicio, al permitir un planteo desde las personas y no desde el Estado. Pero, vemos la insuficiencia de que la misma acentúa los modos en que los sujetos son individuos, autónomos, centrados. Habría que intentar construir una conceptualización que diera lugar a los modos en que cada persona tiene intereses conflictivos y lazos complejos con otras, que tienen tanto intereses similares como diferentes. Es decir, sería deseable una conceptualización que no homogeinice las identidades sino que permita introducir la heterogeneidad. Diversidad de Géneros La cuestión pasaría, más bien, por intentar una resignificación de los derechos basada en una concepción no individualista del género. Para el pasaje a esta postura moderada tomaremos de gozne a la misma Butler: se trata de afirmar “identidades que alternadamente se instituyan y se abandonen de acuerdo con los objetivos del momento; un conjunto abierto que permita múltiples convergencias y divergencias sin obediencia a un telos normativo de definición cerrada”. (2001: 49). En función de este objetivo, sin embargo, no seguiremos la propuesta radical de abandonar las nociones de sujeto y de derecho sino que, como transición, buscaremos resignificarlos. Para esto aludimos a la propuesta de género como posicionalidad (Alcoff, 1989). Según esta autora, el género es relevante si se lo toma como una posición desde la que actuamos políticamente. Para explicar esta afirmación considera que “cuando el concepto mujer [por ej] se define no sólo por un conjunto particular de atributos sino por una posición particular, las características internas de la persona así identificada no son denotadas tanto como el contexto externo en que se la sitúa” (1989: 14). La situación externa determina la posición relativa de la persona, así como la posición de un peón en un tablero de ajedrez se considera segura o peligrosa, poderosa o débil, según sea su relación con las otras piezas. En cambio, la definición esencialista hace su identidad independiente de su situación externa. La definición posicional, por otro lado, hace su identidad relativa a un contexto siempre cambiante, a una situación que incluye una red relativa de elementos involucrando a otros, las condiciones económicas objetivas, instituciones e ideologías culturales y políticas. La posición de las mujeres (así como de las personas en general) resulta entonces relativa, no innata pero tampoco “indecidible”. 4 En función de esto, la autora conjuga posicionalidad con política de la identidad en el sentido de “reconocer la propia identidad siempre como una construcción aunque también como un necesario punto de partida” (1989: 14). Así entendido, el concepto de política de la identidad no presupone un conjunto predeterminado de necesidades objetivas o implicaciones políticas, sino que problematiza la conexión entre la identidad y la política. Entonces, al concebir el género como posicional en la perspectiva de política de la identidad, asumirlo como punto de partida no implica aludir a una sustancia, a algo dado (sea el sexo como asentamiento o el género mismo sustancializado) sino que se concibe al sujeto como no esencializado y emergente de una experiencia histórica. Visión que es consonante con la de Butler: “Los géneros no pueden ser ni verdaderos ni falsos, ni reales ni aparentes, ni originales ni derivados. Sin embargo, como portadores creíbles de esos atributos, los géneros también pueden volverse total y radicalmente creíbles” (Butler, 2001: 172). Esta visión moderada, permitiría una conceptualización de los DDSS operativa para realizar demandas en la sociedad que no queden entrampadas en la lógica binaria homogénea. Pues, reconocer los derechos de este modo, ayudaría a asegurar que las personas no sean sometidas a: -intervenciones médicas no deseadas o mutilaciones corporales (como la de los genitales femeninos o la “corrección de sexo” en recién nacidas/os); -relaciones sexuales no deseadas, incluyendo embarazos e hijos no deseados; -violencia física, psicológica y sexual en la comunidad o en el trabajo (incluyendo desde el acoso sexual hasta la violación); -violencia doméstica, física, sexual y psicológica (incluyendo las violaciones maritales y el incesto); -discriminación y violencia basada en la orientación sexual; -transmisión de enfermedades sexualmente transmisibles y VIH/SIDA; -violencia sistemática contra las mujeres como arma de guerra. Resulta, por tanto, un instrumento útil mientras no abandonamos una crítica profunda a la cultura androcéntrica y sus trampas metafísicas. Notas (1) “El derecho de todas las parejas e individuos a decidir libre y responsablemente el número de hijos, el espaciamiento de los nacimientos, y a disponer de la información y los medios para ello; El derecho de alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva; El derecho a adoptar decisiones relativas a la reproducción sin sufrir discriminación, coerción ni violencia” (Rosas, 1996: 71). (2) Lésbico, gay, travesti, transexual, bisexual, intersexo, transgénero. Bibliografía Alcoff, Linda (1989) [1988] “Feminismo cultural versus pos-estructuralismo: la crisis de la identidad en la teoría feminista” en Feminaria. Año II. Nº4; Bs As, noviembre de 1989; pp. 1-18. Butler, Judith (2002) “Al lado de uno mismo: en los límites de la autonomía sexual” en Butler, Judith (2006) [2004] Deshacer el género. Bs As, Paidós. 5 Butler, Judith (2001) [1990] El género en disputa. México, Paidós. Butler, Judith (1990) [1987] “Variaciones sobre sexo y género. Beauvoir, Wittig y Foucault” en Benhabib, Seyla y Cornell, Drucilla (comps): Teoría Feminista y Teoría Crítica; Valencia, Alfons El Magnànim. Dunlop, Joan (1995): "Derechos sexuales: por qué son esenciales para la Salud de la mujer". Ponencias presentadas en el panel: "Mujer, salud y violencia", Beijing, OMS. Equipo latinoamericano de justicia y género (2005): Informe sobre Género y Derechos Humanos; Bs As, Biblos. Lubertino, María José (2001) “Los Derechos Reproductivos en la Argentina” en www.ispm.org.ar/documentos/main.htm (septiembre 2005) Palma, Zulema (2002 ) “Servicios de Salud Sexual y Reproductiva: propuestas y realidades” www.mujeresaloeste.org.ar/salud/s29bis-4.html (septiembre 2005) Poovey, Mary (1999) [1992] “La cuestión del aborto y la muerte del hombre” en Feminaria. Año XII. Nº22/23; Bs As, julio de 1999; pp. 23-35. Rosas, María Isabel: “Derechos sexuales y reproductivos: ejes de una estrategia de desarrollo” en AAVV: AAVV: La muralla y el laberinto. 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