Domingo, 13 Enero, 2013 - El Bautismo de Jesús y su manifestación como Hijo de Dios - Lucas 3,15-16.21-22 Oración inicial ¡Señor, nuestro Dios y nuestro Padre! Te pedimos el conocimiento del misterio del bautismo de tu Hijo. Concédenos comprenderlo como lo comprendió el evangelista Lucas: como lo comprendieron los primeros cristianos. Concédenos Padre, contemplar el misterio de la identidad de Jesús como lo has revelado en el momento de su bautismo en las aguas del Jordán y que está presente en nuestro bautismo. ¡Señor Jesús! Enséñanos en esta escucha de tu palabra qué cosa signifique ser hijos, en Tí y contigo. Tú eres el verdadero Cristo porque nos enseña ser hijos de Dios como tú. Danos una profunda conciencia de la acción del Espíritu que nos invita a una escucha dócil y atenta de tu palabra. ¡Espíritu Santo! Te pedimos que calmes nuestras angustias, los temores, los miedos para ser más libres, sencillos y mansos en la escucha de la voz de Dios que se manifiesta en la palabra de Cristo Jesús, nuestro hermano y redentor. ¡Amén! PARA UBICARNOS El relato del bautismo de Jesús que la liturgia de este domingo nos invita a meditar toca una pregunta crucial de nuestra fe: ¿Quién es Jesús? Tal pregunta ha recibido en el tiempo de Jesús y durante toda la historia una infinidad de respuestas que muestran el intento por parte del hombre y del creyente de acercarse al misterio de la persona de Jesús. En nuestro recorrido meditativo, sin embargo, queremos llegar a la fuente más genuina y más digna de atención, la palabra de Dios. Lucas cuando describe la escena del bautismo de Cristo en las aguas del Jordán, no está interesado en comunicarnos detalles históricos o concretos sobre tal acontecimiento, sino que pretende darnos a nosotros los primeros elementos para comprender la identidad de Jesús. El pasaje lucano contiene dos declaraciones sobre la identidad de Jesús: - La primera está provocada por la reacción del pueblo a la predicación y al bautismo de conversión de Juan: ¿No será quizás éste el mesías? (3,15). Juan responde que hay una diferencia substancial entre el bautismo con agua dispensado por él y aquel en “ Espíritu Santo y fuego” administrado por Jesús (3,16). - La segunda proviene del cielo y es pronunciada durante el bautismo de Jesús. Al fondo de la escena está el pueblo de los bautizados, de los que sobresale la figura de Jesús, que uniéndose a ellos, se hace bautizar (3,21). El centro focal de la escena no está en la acción bautismal, sino en los hechos que le acompañan: se abren los cielos, el Espíritu desciende sobre él y se oye una voz que anuncia la identidad de Jesús. (3,22). ¿Quiénes somos nosotros, los Menesianos? ¿Qué es un Hermano Menesiano? ¿Qué es un Laico Menesiano? Parece fundamental que estemos de acuerdo en las claves de la respuesta si queremos vivir juntos y cumplir juntos la misión que el Señor nos confía. La respuesta nos la da el mismo evangelio: También nosotros somos hijos e hijas de Dios. También nosotros hemos sido bautizados en el Espíritu Santo. Juan María nos sueña así: « Te agradezco tu felicitación y del fondo de mi corazón, te deseo también un buen año, es decir, un año en el que haga progresos en la ciencia pero más aún en la virtud. Mi deseo más ardiente es que todos mis Hermanos lleguen a ser santos. Ésta es mi esperanza más dulce. Compréndanlo bien : Lo que queremos ante todo, por encima de todo, es ganar el cielo llevándoles de la mano hasta él. Ánimo, pues queridos hijos, vayamos juntos, con paso rápido y firme hacia el lugar del eterno descanso y de la eterna alegría. Cuando hayamos llegado se nos habrán olvidado las fatigas del camino » (JMLM Autographe. AFIC. 100.01.014.). Tengamos confianza, querido hijo. Recibamos las pruebas que Dios nos envía con sumisión llena de amor. Animémonos unos a otros a caminar totalmente a su servicio ». (JMLM al Hno Ambroise . Autographe. AFIC. 88.01.012. 15 Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, 16 declaró Juan a todos: «Yo os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 21Todo el pueblo se estaba bautizando. Jesús, ya bautizado, se hallaba en oración, se abrió el cielo, 22bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; en ti me complazco.» El Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los “bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. Hablaba con dos Hermanos de las dificultades para vivir como Hermanos Menesianos y concluiamos que nos falta vigor espiritual para vivir alegres y confiados en las actuales situaciones congreacionales, sociales, culturales, de Familia mensiana. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu. Estos últimos años ha ido creciendo la decepción y la desilusión entre nosotros fruto de la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. No nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los “signos de los tiempos”. Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría y la ilusión entre nosotros, para dar paso a la resignación. De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la decepción ante la Congregación y la Familia Menesiana. La tentación de la mediocridad vital y de la resignación no está lejos de nosotros. Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe y de nuestra vocación. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son “espíritu y vida”. Dentro de unos años- ya en realidad - nuestras comunidades serán muy pequeñas y ancianas. Qué importante es cuidar lo esencial del Evangelio vivido con color menesiano. Mantengamos vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico. Es tiempo de volver a lo esencial de nuestro ser: “Hombres/mujeres seducidos por Jesús y su evangelio. Menesianos que participan en la misma misión de Jesús: Anunciar la Buena Noticia a los pobres” (Ver Regla de Vida) Para esto no hay edades ni situaciones. A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Volver a ser hombres y mujeres entregados a Dios Solo, caminando con Dios Solo. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos. Si nos dejamos mover por el Espíritu encontrado en el diálogo fraterno, en la oración verdadera, en el Evangelio… si tenemos el Evangelio como referencia y sentido de todo… encontraremos caminos nuevos y audaces para ser menesianos y nuevas vocaciones llegarán. PARA ORAR: ¿Dónde me encuentro vocacionalmente: ilusionado, fiel, creativo, resignado, mediocre, nada, no sé…? Lee el evangelio de hoy en primera persona: Como y con Jesús tú también eres hijo amado de Dios. ¿Qué puedes aportar tú para reavivar la vida en tu comunidad? Concreta y ora. El pueblo estaba en expectación. La búsqueda y la expectación son sentimientos que acompañan a los orantes. Cuando alguien se acerca a Jesús y le sigue, siempre ocurren cosas nuevas. La oración, aunque sea de quietud y silenciosa, no consiste en quedarse con los brazos cruzados. En el encuentro con Jesús se prepara un futuro nuevo; incluso las crisis son oportunidades para abrir la vida a una nueva identidad. Cuando tú, Jesús, eres el Señor de nuestra vida, todo cambia; tu modo de vivir es el nuestro. Viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él les bautizará con Espíritu Santo y fuego. Lo que transforma nuestra vida en algo nuevo no es el agua, o sea, nuestra voluntad de querer cambiar las cosas, sino el Espíritu en el que Jesús nos bautiza y sumerge. Orar es mirar, enamorados, la humanidad de Jesús, en quien se nos da todo. El mayor regalo que nos hace Jesús es mostrarnos su humanidad; en ella se nos revela nuestra verdadera humanidad. El bautismo es un canto a la humanidad vivida al estilo de Jesús. Te damos gracias, Padre, por Jesús, tu Hijo querido. En Él aprendemos a conocerte y amarte. Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él. Jesús sale del agua y ora. Al quedar Jesús bautizado, inundado, marcado por el Espíritu, se manifiesta en Él la humanidad nueva. Orar es la gran suerte de tener la humanidad de Jesús delante, al lado, dentro de nosotros. Ese es nuestro bautismo: Verle vivir, cómo se atreve a llamar hermanos a todos, a dar la vida por ellos, cómo se hace pobre entre pobres, libre, esclavo de un amor al hombre, razón de su vivir y llanto. Su nombre es Jesús, su ley el amor, su gran pasión el perdón, su ambición la paz, su terreno la verdad. Cuando te miramos Jesús, cuando te escuchamos y te hablamos , nos comunicas tu amor y a nosotros nos brota responder amándote. Vamos juntos. Y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto. En esta voz está el sí de amor de Dios al mundo. La oración, como dimensión esencial de nuestro bautismo, nos permite oír esta voz en Jesús, en quien está Dios de forma humana y resplandece de forma incomparable. Renunciando a su forma divina de ser Dios, asume la forma humana de ser Dios. Así, todo acontecimiento de Jesús es una invitación a la fe. ¡Qué aprendizaje tan fascinante para nosotros! Jesús, tú nos invitas a un diálogo de amor con el Padre, en el que encuentramos nuestra identidad más honda, fuente de vida e ilusión fuerza para la creatividad y la fidelidad. Gracias