Bautismo del Señor Después del Bautismo de Jesús, el cielo se abrió Lc 3,15-16.21-22 ANTÍFONA D E ENTRADA (Mt 3,17) Apenas se bautizó el Señor, se abrió el cielo, y el Espíritu se posó sobre él como una paloma. Y se oyó la oz del Padre que decía, este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. ORACIÓN COLECTA Dios todopoderoso y eterno, que en el Bautismo de Cristo, en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo; concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, la perseverancia continua en el cumplimiento de tu voluntad. o también Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne; concédenos, poder transformarnos internamente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros semejante en su humanidad PRIMERA LECTURA (Is 40, 1-5. 9-11) "Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres" Lectura del Profeta Isaías "Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados." Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos ha hablado la boca del Señor-." Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: "Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres." SALMO RESPONSORIAL (Sal 103) R/."Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!" Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. R/. Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros, el fuego llameante, de ministro. R/. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes. R/. Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes. R/. Escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R/. SEGUNDA LECTURA (Ti 2, 11-14; 3, 4-7) "Nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo" Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a Tito Querido hermano: Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras. Mas, cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mc 1,11) R/.Aleluya, aleluya Los cielos se abrieron y se oyó la voz del Padre: Ese es mi Hijo, el amado, escuchadle. EVANGELIO (Lc 3, 15-16. 21-22) Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo Lectura del Santo Evangelio según san Lucas En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego." En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto” ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS, Recibe, Señor, los dones que te presentamos en este día que manifestaste a tu Hijo predilecto, y haz que estas ofrendas de tu pueblo se conviertan en aquel sacrificio con el que Cristo purificó el pecado del mundo. PREFACIO Jesus el Mesías En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracais siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque en el Bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo: hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba en tre nosotros, y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús; para que los homb es reconociesen en él al Mesías enviado a anunciar la salvación a los pobres. Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros te aclamamos, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Jn 1,32-34) Este es de quien decía Juan: Yo lo he visto y he dado testimonio de que es el Hijo de Dios. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Alimentados con esto dones santos te pedimos, Señor, humildemente que escuchemos con fe la palabra de tu Hijo para que podamos llamarnos, y ser en verdad, hijos tuyos. LECTIO Con la liturgia de este domingo, que contempla el acontecimiento profundo y significativo del Bautismo de Jesús, se cierra el tiempo litúrgico de Navidad y comienza el Tiempo Ordinario. El Bautismo de Jesús es una nueva epifanía. Se abrieron los cielos y apareció una estrella cuando nació Jesús. Se abrieron de nuevo en el Bautismo y se oyó una voz: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Es acontecimiento epifánico y teofánico, porque como en la Encarnación, en la Trasfiguración y en Pentecostés, Dios se manifiesta como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este acontecimiento teofánico irrumpe ya desde la antífona de entrada inspirada en Mt. 3, 16-17. El Espíritu de Dios se posa sobre Jesús mientras la voz del Padre lo reconoce como Hijo predilecto. En el año litúrgico del ciclo C la “maravilla” del actuar salvífico de Dios es anunciada con las palabras de Is. 40,1-5. 9-11. Dios se manifiesta como liberador y salvador de su pueblo. El signo de su venida, según el profeta, es la cancelación abundante de la culpa. Su voz es semejante a la del Bautista, sus palabras fuertes acaban en expresiones de ternura y compasión. Este modo grandioso del manifestarse de Dios lo encontramos presente, también, en el salmo 103, que es la celebración de la obra de sus manos y evoca las aguas sobre las cuales El abita y en las que bullen una inmensidad de criaturas. Además de la dimensión cósmica del salmo, el agua evoca a la del Jordán, que purifica y renueva. También en la segunda lectura, Tt. 2,11-14; 3,4-7, encontramos el tema del agua que regenera y renueva. El texto celebra la gracia de Dios y su salvación, afirmando que es puro don, pura misericordia, gracias al agua bautismal, que nos hace herederos de la vida eterna. Este texto que hemos escuchado el día de Navidad, nos pone frente a la manifestación de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Evangelista Lucas (3,15-16,21.22) nos narra el acontecimiento: El texto evangélico contempla dos hechos importantes: La declaración del Precursor y el Bautismo de Jesús. La voz del Padre es un momento central del texto porqué abre nuestro corazón y nuestra inteligencia hacia el núcleo verdadero y profundo de nuestra vida: ¿De quién somos? ¿A quién pertenecemos? ¿Nos sentimos hijos amados? Preguntas fundamentales en la vida de todo ser humano. La espera del Mesías induce también al pueblo a interrogarse sobre la identidad de Juan, el cual niega ser el Esperado. Juan responde movido por una intuición interior diciendo que, el que vendrá es “más fuerte” porqué no bautizará sólo con agua sino con “Espíritu y fuego”. El Bautismo que dará el Mesías será un Bautismo bien diverso del que da Juan. En el Evangelio de Lucas vemos que el Espíritu está muy presente y ritma los acontecimientos de la vida de Jesús y de la Iglesia naciente. En este contexto Jesús va junto con los demás para ser bautizado y enseguida acontece la manifestación sobre El del Padre y del Espíritu. Es interesante notar en esta breve perícopa, el hecho de que el Hijo de Dios se acerca al bautismo en actitud de oración y solidaridad, con la humanidad pecadora. Lucas nos lo describe como un orante que entra en empatía con el pueblo y participa de su condición pecadora, sin haber pecado. La oración y la solidaridad no son un dilema, no hay conflicto entre el estar con el hombre y el estar con Dios, somos para Dios y para los hombres. Mientras oraba...”el cielo se abrió” Dios se revela. Se hace cercano, sale de su silencio y se hace presencia que da y que habla. El Espíritu se posa sobre El, Jesús oye la voz del Padre y advierte la llamada: El es “el Hijo predilecto en el que se complace”.Jesús es el Hijo y el Ungido. Nuestro Bautismo es un baño en Cristo, que nos cristifica y nos llena de su Espíritu, de sus sentimientos. El bautizado es por tanto un hijo, un ungido y un siervo, bautizado para servir a Dios y a los hombres como Jesús. Apéndice FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA Y ADMINISTRACIÓN DEL BAUTISMO HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Capilla Sixtina Domingo 8 de enero de 2012 Queridos hermanos y hermanas: Es siempre una alegría celebrar esta santa misa con los bautizos de los niños, en la fiesta del Bautismo del Señor. Os saludo a todos con afecto, queridos padres, padrinos y madrinas, y a todos vosotros, familiares y amigos. Habéis venido —lo habéis dicho en voz alta— para que vuestros hijos recién nacidos reciban el don de la gracia de Dios, la semilla de la vida eterna. Vosotros, los padres, lo habéis querido. Habéis pensado en el bautismo incluso antes de que vuestro niño o vuestra niña fuera dado a luz. Vuestra responsabilidad de padres cristianos os hizo pensar enseguida en el sacramento que marca la entrada en la vida divina, en la comunidad de la Iglesia. Podemos decir que esta ha sido vuestra primera elección educativa como testigos de la fe respecto a vuestros hijos: ¡la elección es fundamental! La misión de los padres, ayudados por el padrino y la madrina, es educar al hijo o la hija. Educar es comprometedor; a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se la realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano. En la primera lectura que hemos escuchado, tomada del libro del profeta Isaías, Dios se dirige a su pueblo precisamente como un educador. Advierte a los israelitas del peligro de buscar calmar su sed y su hambre en las fuentes equivocadas: «¿Por qué —dice— gastar dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura?» (Is 55, 2). Dios quiere darnos cosas buenas para beber y comer, cosas que nos beneficien; mientras que a veces nosotros usamos mal nuestros recursos, los usamos para cosas que no sirven o que, incluso, son nocivas. Dios quiere darnos sobre todo a sí mismo y su Palabra: sabe que, alejándonos de él, muy pronto nos encontraremos en dificultades, como el hijo pródigo de la parábola, y sobre todo perderemos nuestra dignidad humana. Y por esto nos asegura que él es misericordia infinita, que sus pensamientos y sus caminos no son como los nuestros —¡para suerte nuestra!— y que siempre podemos volver a él, a la casa del Padre. Nos asegura, además, que si acogemos su Palabra, esta traerá buenos frutos a nuestra vida, como la lluvia que riega la tierra (cf. Is 55, 10-11). A esta palabra que el Señor nos ha dirigido mediante el profeta Isaías, hemos respondido con el estribillo del Salmo: «Sacaremos agua con gozo de las fuentes de la salvación». Como personas adultas, nos hemos comprometido a acudir a las fuentes buenas, por nuestro bien y el de aquellos que han sido confiados a nuestra responsabilidad, en especial vosotros, queridos padres, padrinos y madrinas, por el bien de estos niños. ¿Y cuáles son «las fuentes de la salvación»? Son la Palabra de Dios y los sacramentos. Los adultos son los primeros que deben alimentarse de estas fuentes, para poder guiar a los más jóvenes en su crecimiento. Los padres deben dar mucho, pero para poder dar necesitan a su vez recibir; de lo contrario, se vacían, se secan. Los padres no son la fuente, como tampoco nosotros los sacerdotes somos la fuente: somos más bien como canales, a través de los cuales debe pasar la savia vital del amor de Dios. Si nos separamos de la fuente, seremos los primeros en resentirnos negativamente y ya no seremos capaces de educar a otros. Por esto nos hemos comprometido diciendo: «Sacaremos agua con gozo de las fuentes de la salvación». Pasemos ahora a la segunda lectura y al Evangelio. Nos dicen que la primera y principal educación se da mediante el testimonio. El Evangelio nos habla de Juan el Bautista. Juan fue un gran educador de sus discípulos, porque los condujo al encuentro con Jesús, del cual dio testimonio. No se exaltó a sí mismo, no quiso tener a sus discípulos vinculados a sí mismo. Y sin embargo Juan era un gran profeta, y su fama era muy grande. Cuando llegó Jesús, retrocedió y lo señaló: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo... Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 7-8). El verdadero educador no vincula a las personas a sí, no es posesivo. Quiere que su hijo, o su discípulo, aprenda a conocer la verdad, y entable con ella una relación personal. El educador cumple su deber a fondo, mantiene una presencia atenta y fiel; pero su objetivo es que el educando escuche la voz de la verdad que habla a su corazón y la siga en un camino personal. Volvamos ahora al testimonio. En la segunda lectura, el apóstol san Juan escribe: «El Espíritu es quien da testimonio» (1 Jn 5, 6). Se refiere al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios, que da testimonio de Jesús, atestiguando que es el Cristo, el Hijo de Dios. Esto se ve también en la escena del bautismo en el río Jordán: el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma para revelar que él es el Hijo Unigénito del Padre eterno (cf. Mc 1, 10). También en su Evangelio, san Juan subraya este aspecto, allí donde Jesús dice a los discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo» (Jn 15, 26-27). Para nosotros esto es confortante en el compromiso de educar en la fe, porque sabemos que no estamos solos y que nuestro testimonio está sostenido por el Espíritu Santo. Es muy importante para vosotros, padres, y también para los padrinos y las madrinas, creer fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, invocarlo y acogerlo en vosotros, mediante la oración y los sacramentos. De hecho, es él quien ilumina la mente, caldea el corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el amor de Jesús. La oración es la primera condición para educar, porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que en cualquier caso nos corresponde y debemos realizar. Los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, nos permiten realizar la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con él y renovados continuamente por su perdón. La oración y los sacramentos nos obtienen aquella luz de verdad gracias a la cual podemos ser al mismo tiempo suaves y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y hablar en el momento adecuado, reprender y corregir de modo justo. Queridos amigos, invoquemos, por tanto, todos juntos al Espíritu Santo para que descienda en abundancia sobre estos niños, los consagre a imagen de Jesucristo y los acompañe siempre en el camino de su vida. Los confiamos a la guía materna de María santísima, para que crezcan en edad, sabiduría y gracia y se conviertan en verdaderos cristianos, testigos fieles y gozosos del amor de Dios. Amén. Exhortación Final (Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 443) Hoy te bendecimos a boca llena, Señor Dios nuestro, porque en el bautismo de Jesús realizaste signos visibles que anunciaban el nuevo bautismo en el agua y Espíritu, e hiciste descender tu voz desde el cielo para que el mundo creyese que tu Palabra, Cristo Jesús, habitaba entre nosotros. Así lo ungiste con el Espíritu como Mesías elegido y enviado a anunciar la salvación a los pobres. ¡Gracias! Gracias, Señor, también por nuestro propio bautismo que nos incorpora a Cristo, a su muerte al pecado y a su resurrección a la vida nueva que de ti recibimos por medio de Jesús, tu hijo y nuestro hermano mayor. Amén. ORACION DE ALABANZA La Palabra, el agua y el Espíritu: Tres fuerzas que crean y que lavan, que liberan y que sacian. Tres fragrancias que recrean, vivifican, Embriagan y fecundan. Tres signos que perdonan y transforman, Santifican y embellecen. El Espíritu, el agua y la Palabra, las tres encontrarás en una sola casa. El agua, el Espíritu y la Palabra, los tres compenetrados son sacramentos que salvan. La Palabra, el agua y el Espíritu, en una sola fuente: el Corazón de Cristo.