TEMAS DE COMPOSICIÓN ARQUITECTÓNICA ARQUITECTURA Y ÉTICA Juan Calduch Título: Temas de Composición Arquitectónica: Arquitectura y ética Autor: Juan Calduch I.S.B.N.: 84-8454-320-X Depósito Legal: A-82-2004 Edita: Editorial Club Universitario – Telf.: 965 67 61 33 C/ Cottolengo, 25 – San Vicente del Raspeig (Alicante) www.ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma – Telf.: 965 67 19 87 C/ Cottolengo, 25 – San Vicente del Raspeig (Alicante) www.gamma.fm Reservados todos los derechos. De conformidad a lo dispuesto en el artículo 534 bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización. El contenido de este libro corresponde a uno de los temas del curso de Composición II impartido en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alacant. Es, por lo tanto, en ese contexto y para esa finalidad, como hay que entenderlo. A los alumnos de ese curso va dirigido y dedicado. ÍNDICE 1.- INTRODUCCIÓN: EL PAPEL SOCIAL DE LA ARQUITECTURA. ..................................................................................... 7 2.- ÉTICA Y MORAL ............................................................................... 15 2.1.- Bien, bondad, bueno...................................................................... 19 2.2.- Los grandes sistemas éticos. ......................................................... 21 2.2.1.- Las éticas del deber.................................................................. 23 2.2.1.1.- El estoicismo. .................................................................... 24 2.2.1.2.- Las éticas religiosas........................................................... 25 2.2.1.3.- La ética ilustrada. Rousseau y Kant. ................................. 28 2.2.1.4.- Habermas y la ética del discurso. ...................................... 31 2.2.1.5.- Los límites de las éticas del deber. .................................... 33 2.2.2.- Las éticas de la felicidad. ......................................................... 34 2.2.2.1.- El hedonismo..................................................................... 35 2.2.2.2.- El utilitarismo. ................................................................... 38 2.2.2.3.- Ética y relaciones de poder................................................ 40 2.2.3.- El nihilismo............................................................................... 42 2.3.- El problema moral en la sociedad actual. ................................... 43 3.- ÉTICA FRENTE A ESTÉTICA ......................................................... 49 3.1.- Las conexiones entre verdad, belleza y bondad.......................... 51 3.1.1.- Los vínculos entre verdad y belleza. ........................................ 52 3.1.2.- Los vínculos entre bondad y belleza......................................... 57 3.2.- Arte y vida...................................................................................... 64 3.3.- Actividad moral y actividad artística: praxis y poiesis. ............. 67 3.4.- Los juicios de valor: éticos y estéticos.......................................... 72 3.5.- Los límites éticos de la estética. .................................................... 77 4.- LA ARQUITECTURA BAJO LA ÓPTICA DE LA ÉTICA. .......... 81 4.1.- El compromiso ético del arquitecto. ............................................ 84 4.1.1.- La arquitectura como servicio. ................................................ 86 4.1.2.- El compromiso profesional del arquitecto. .............................. 91 4.1.2.1.- Ética personal y vocación profesional............................... 93 4.1.2.2.- Papel vocacional y perfil deontológico. .......................... 102 4.2.- La actividad arquitectónica: trabajo y acción comunicativa. . 107 4.2.1.- Rol profesional y oficio. ......................................................... 108 4.2.2.- El “buen profesional” y el “buen arquitecto”....................... 112 4.3.- La obra de arquitectura: moralidad y belleza. ......................... 116 5.- CONCLUSIÓN: LA VALORACIÓN DE LA ARQUITECTURA. ................................................................................................................... 123 5 1.INTRODUCCIÓN: ARQUITECTURA. EL PAPEL SOCIAL DE LA La arquitectura es un hecho que tiene una indudable e insoslayable repercusión social: construye los sitios donde vive la gente1. Su consideración en nuestra cultura como obra de arte hace que, a su carácter útil, se añada su valor estético. Y esto ha supuesto que, a lo largo de la historia, se haya escorado con frecuencia hacia el ámbito de las estéticas utilitarias donde belleza y utilidad son inseparables. Otto Wagner se hacía eco las ideas griegas sobre el Kalós-kai-Agazós (la belleza como perfección de la obra para sus fines útiles) cuando escribe: “No puede ser bello aquello que no es práctico”2. Pero esta postura conduce casi de manera inevitable a defender una actitud de compromiso social del arquitecto no tan sólo desde un punto de vista personal sino también profesional. Sólo aquellas obras que sirvan a intereses comunes, que sean capaces de reflejar valores compartidos y que den un servicio general, están justificadas. Gran parte de los arquitectos del Movimiento Moderno asumían este talante moral. Sus obras sólo podían tener una justificación ética y una valoración arquitectónica a partir de estos principios. Hendrik Petrus Berlage es, tal vez, uno de los más rotundos defensores de estas ideas. La arquitectura, como arte social, construye aquellos edificios que reflejan esos valores comunes. Y el arquitecto está obligado a ponerlos de manifiesto. Tiene el deber de actuar en esa dirección. Por eso, según Berlage, una nueva arquitectura no podrá florecer 1 ROTH, Leland, la define como el arte inevitable puesto que “nos afecta constantemente, configura nuestra conducta y condiciona nuestro estado de ánimo psicológico”, en ENTENDER LA ARQUITECTURA. SUS ELEMENTOS, HISTORIA Y SIGNIFICADO, Gustavo Gili, Barcelona, 1999 pág. 1 (edición original en inglés, 1993). Este mismo calificativo lo utiliza también el poeta José María VALVERDE cuando dice: “...ésta es la única arte ‘del espacio’ necesaria e inevitable, porque vivimos dentro de ella y porque no podemos dejar de verla al circular por ahí...” en ARQUITECTURA Y MORAL. PASAJE AUTOBIOGRÁFICO, IVAM, València, 1992, pág. 20. 2 WAGNER, Otto, LA ARQUITECTURA DE NUESTRO TIEMPO. UNA GUÍA PARA LOS JÓVENES ARQUITECTOS, El Croquis, Madrid 1993 (1ª edición en alemán 1896), pág. 64. 7 mientras no existan unos nuevos valores sociales compartidos por todos. Para Berlage: “La arquitectura puede, pues, definirse como arte social, incluso el único arte verdaderamente social. (...) La arquitectura es, pues, un arte exclusivamente social”3. Todo esto condujo a que durante gran parte del siglo XX los arquitectos asumieran el papel de vanguardia colectiva considerándose como abanderados de esa nueva sociedad que se quería hacer surgir. Las éticas del deber derivadas del pensamiento ilustrado invadieron el mundo de la arquitectura. En los momentos más candentes de esta postura Walter Gropius terminaba su libro sobre la Bauhaus con esta frase: “La necesidad ética de la nueva arquitectura no puede ya ponerse en duda. Y la prueba –si es que hay que dar pruebas- reside en el hecho de que en todos los países la juventud ha encontrado en ella motivo de inspiración”4. Por su parte, Le Corbusier asignaba un papel directamente político y contrarrevolucionario a la arquitectura5. Frente a la transformación violenta y, en su opinión, catastrófica de la sociedad por medio de la revuelta social, él proponía la arquitectura como solución para todos los problemas. Ésta se convertía así, en un arma de transformación política con profundas repercusiones en la responsabilidad del arquitecto como reformador. 3 BERLAGE, Hendrik Petrus, ARCHITETTURA, URBANISTICA, ESTETICA (scritti scelti a cura di Herman van Bergeijk), Zanichelli editore, Bologna 1989 (1ª edic. 1985), págs. 219-220. (traducción mía). Esta misma idea la plantea Francesc Pi i Margall, el cual, según LITVAK, Lily “...considera como arte supremo la arquitectura (... y añade comentando las opiniones de este político catalán...) Es también la arquitectura el arte más fundamentalmente social que existe”. Más adelante aludiendo a la estética del anarquismo español del siglo XIX dice: “En estas consideraciones, así como en la apología que Pi y Margall hace de la arquitectura, se pueden ver perfilados otros de los lineamientos de la estética anarquista: el valor utilitario del arte, y la consideración del artista como ser práctico, histórico y social...” en LA MIRADA ROJA. ESTÉTICA Y ARTE DEL ANARQUISMO ESPAÑOL (1880-1913), Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988, págs. 28 y 29. 4 GROPIUS, Walter, LA NUEVA ARQUITECTURA Y LA BAUHAUS, Lumen, Barcelona, 1966 (1ª edición en inglés 1935), pág. 121. 5 Esta idea va implícita en el título “Arquitectura o revolución” de la última parte del libro (VII) de LE CORBUSIER, VERS UNE ARCHITECTURE, Éditions Vincent, Fréal & Cie, Paris 1958 (ampliada y revisada de la primera redacción de 1920 editada por G. Grés, París, 1923). En ese apartado escribe: “La rueda social, profundamente perturbada, oscila entre una mejora de importancia histórica o una catástrofe. El instinto primordial de todo ser vivo es el de asegurarse una morada. Las diversas clases activas de la sociedad ya no tienen una morada conveniente, ni el obrero ni el intelectual. Es una cuestión de construcción la clave del equilibrio roto hoy: arquitectura o revolución” pág. 227 (traducción mía). Y el libro termina declarando de manera rotunda ese carácter contrarrevolucionario de la arquitectura diciendo: “Arquitectura o revolución. Se puede evitar la revolución.” (pág. 243). 8 Para cumplir esta alta misión que los mismos arquitectos se autoatribuían como educadores sociales, con una postura ética claramente didascálica6, era necesario mantener un estricto código deontológico y profesional donde la honestidad, el rigor y la veracidad fueran las normas que marcasen las pautas de conducta frente a la falacia, el capricho o la mendacidad. Aspectos técnicos, constructivos o formales se transformaban de este modo en cuestiones susceptibles de valoración moral. El ornamento es un delito para Adolf Loos7. Tanto por ser superfluo e inútil, como porque malgasta los esfuerzos y el trabajo de los artesanos y despilfarra los caudales públicos. Y según Auguste Perret la sinceridad constructiva8 no sólo es el fundamento de la belleza arquitectónica y de la rectitud moral del arquitecto, sino que su trasgresión es un crimen que merece el repudio general. Escribe: “El que disimula un pilar, un elemento portante, sea en el interior o el exterior, se priva del más noble elemento de la arquitectura, de su más legítimo, de su más bello ornamento. La arquitectura es el arte de hacer cantar el punto de apoyo. El que disimula una columna, un pilar, un elemento portante cualquiera, comete una falta, el que hace una falsa columna comete un crimen”9. 6 Esta postura didáctica es planteada abiertamente por AIZPURUA-AZQUETA en 1930 cuando dicen: “A las masas se las educa con la arquitectura y el cine (...) La nueva arquitectura es de las masas, y viene a ellas para redimirlas. (...) ¿Cómo queréis construir vuestras ideas, si no educáis a las masas?” en ¿Cuándo habrá arquitectura? (La Gaceta Literaria, 1 de marzo de 1930) recogido por BRIHUEGA, Jaime, MANIFIESTOS, PROCLAMAS, PANFLETOS Y TEXTOS DOCTRINALES (LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS EN ESPAÑA 1910-1931), Cátedra, Madrid, 1979. 7 Véase LOOS, Adolf “Ornamento y delito” en ESCRITOS I (1897/1909), El Croquis, Madrid, 1993 (conferencia de 1908) donde dice: “El enorme daño y la desolación que produce el resurgimiento del ornamento en el desarrollo estético podrían saltarse fácilmente (...) pero será un delito contra la economía nacional pues, con ello, se echa a perder el trabajo humano, dinero y material. (...) el ornamento no sólo es producido por delincuentes sino que es un delito, porque daña considerablemente la salud del hombre, los bienes nacionales y, por tanto, el dearrollo cultural” págs. 349, 350. 8 Para Sigfrid GIEDION, la sinceridad es una meta alcanzada por la arquitectura moderna. La IV parte de su libro ESPACIO, TIEMPO Y ARQUITECTURA, Hoepli, editorial Científico-Médica, Barcelona, 1955 (edición original en inglés, 1941) la titula precisamente: Hacia la sinceridad en arquitectura. 9 Cita de Auguste Perret de una conferencia con el título L’Architecture (13 mayo 1935) publicada por la Revue d’Art et d’Estethique, junio 1935 y recogida en: CHAMPIGNEULLE, Bernard, PERRET, Arts et Metiers Graphiques, París 1959, pág. 158 (traducción mía). Según TZONIS, Alexander para los funcionalistas: “... las leyes de la belleza, que son las leyes de la estabilidad, se corresponden con las leyes de la moralidad” y citando a John Ruskin (Modern Peinters, 1847) añade: “Las impresiones producidas por la belleza... no son ni sensuales ni intelectuales, son morales” en HACIA UN ENTORNO NO OPRESIVO, Blume, Madrid 1977 pág. 100 (edición original en inglés 1976). 9 Es quizás este aspecto de compromiso militante del arquitecto y de servicio social de la arquitectura lo que caracteriza de un modo especial la etapa de las vanguardias históricas en las primeras décadas del siglo XX. Pero a mediados del pasado siglo, las reflexiones empezaban a matizarse ante la evidente ingenuidad y simplismo de muchas de estas manifestaciones10. En un artículo de 1969 titulado Equívocos “progresistas” de la arquitectura moderna, Oriol Bohigas escribía: “Estando de acuerdo en que el diseño es primordialmente una actitud de servicio, tenemos el peligro (...) de provocar el paso de lo ‘servicial’ a lo ‘servil’, enmascarándolo también en otra tesis de pretendido progresismo. Hay, evidentemente, las correspondientes tesis más o menos vanguardistas en favor del consumismo y en favor de la tecnología”11. Un peligro que el propio Bohigas denunciaba abiertamente en una reciente conversación cuando decía: “...la arquitectura ha dejado de permanecer en aquella contradicción entre creación y acto de servicio para pasar a ser simplemente esto último, pero no en favor de los intereses generales, sino en favor de las estructuras comerciales del consumo. (...) Quizá por eso tiene un cierto punto de inmoralidad”12. Abandonadas las ínfulas redentoristas de las vanguardias, la arquitectura se replegaba a una postura menos tensa o comprometida, intentando seguir haciendo bien las cosas pero sin darles una trascendencia que no les 10 SENABRE LLABATA, Carmen, escribe al respecto: “Del compromiso de aquella vanguardia heroica para alcanzar la fusión entre el arte y la vida y transformar la sociedad, apenas se salvó la rebelión formal y pequeños rescoldos entre las cenizas, que algunos intentan avivar” en “Ética y estética en el mundo contemporáneo” pág. 206, incluido en CORTÉS, José Miguel G., CRÍTICA CULTURAL Y CREACIÓN ARTÍSTICA. COLOQUIOS CONTEMPORÁNEOS, Conselleria de Cultura, Educació i Ciència, València, 1998. 11 BOHIGAS, Oriol, CONTRA UNA ARQUITECTURA ADJETIVADA, Seix Barral, Barcelona 1969, pág. 17. 12 En ESPAÑOL, Joaquim (editor), INVITACIÓN A LA ARQUITECTURA, RBA libros, Barcelona 2002, pág. 19. Esta es también la opinión de CALATRAVA, Santiago que, tal vez recordando el ambiente de la Escuela de Arquitectura de València a finales de los años sesenta cuando era estudiante, dice: “Actualmente, en cierto modo hemos perdido el idealismo de los años sesenta, cuando la arquitectura se implicaba mucho más con los problemas sociales. De hecho, hoy ignoramos estos problemas (...) Creo que es algo muy dramático” en CONVERSACIONES CON ESTUDIANTES, Gustavo Gili, Barcelona, 2003 (edición original en inglés, 2002) pág. 78. 10 corresponde. Y sin embargo, esto no supone abandonar el compromiso moral del arquitecto con su medio social13. Pero la situación adquiere una mayor complejidad si consideramos que, frente a las estéticas utilitarias, en La crítica del juicio Kant defiende una total autonomía de la obra de arte, ajena a cualquier utilidad e independiente de cualquier vinculación ética. La búsqueda de la verdad por un lado, o el juicio del gusto por otro, nada tienen que ver con la valoración moral de las acciones. Bondad, verdad y belleza discurren por cauces separados. Y es un grave error mezclarlos. El arte no sólo es amoral sino que Oscar Wilde nos dice sin ambages que es inmoral14. Un problema que se presenta de una manera particularmente grave en el caso de la arquitectura dado su carácter de arte impuro que en ningún caso puede renunciar a la utilidad15. Es a partir de esta consideración de la arquitectura como arte por donde se han introducido las éticas hedonistas o emotivistas en las etapas más recientes. El abandono al consumismo que denunciaba Bohigas puede asumirse, desde estas posturas éticas, sin ningún remordimiento moral. El servicio es, directamente, al que paga y no a la sociedad. Captar por donde discurren ahora esas demandas es lo que deben hacer los arquitectos olvidando cualquier tentación de mejora social, sin tener que cargar por eso con ninguna mala conciencia. Esto es lo que parece deducirse de las palabras de Rem Koolhaas cuando se queja de que en el mundo profesional de los arquitectos: “Todo el conjunto de la profesión, su educación y su ética, está todavía fuertemente enraizado en un análisis muy nostálgico. Una 13 Esta es, en cierta medida, la postura de SIZA VIEIRA, Álvaro cuando dice: “Los mitos de ruptura total, de la bondad de apagar la Historia, para materializar la nueva ciudad de un mundo de progreso e igualdad, ya no iluminan nuestro trabajo” en el DISCURSO DE AGRADECIMIENTO A SU INVESTIDURA COMO DOCTOR HONORIS CAUSA DE LA UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE VALÈNCIA (27 de febrero de 1992). En este mismo sentido se pronunciaba PERRAULT, Dominique en una entrevista diciendo: “Una ciudad admite muy pocos edificios espectaculares, los demás la construyen. Mi opción es personal. Por supuesto estética –no me gustan las obviedades- pero también ética: no me parece necesario que la técnica demuestre nada”. En el periódico EL PAÍS, suplemento BABELIA, 26.04.2003, pág. 20. 14 WILDE, Oscar, en INTENCIONES, Taurus, Madrid, 2000 (primera edición en inglés 1891) escribe: “Todo arte es inmoral” (pág. 98) “La estética está por encima de la ética. Pertenece a una esfera más espiritual” (pág. 127) “... la esfera del arte y la esfera de la ética son absolutamente independientes. En cuanto se confunden vuelve a reinar el caos” (pág. 113) “... ni el arte ni la ciencia saben qué es eso de la aprobación o la censura moral”(pág. 154). 15 Esta es, precisamente, la idea de KANT, Inmanuel que en LA CRÍTICA DEL JUICIO, Espasa-Calpe, Madrid 1981 (2ª edición en castellano; edición original en alemán 1790) al referirse a la arquitectura escribe: “...un cierto uso del objeto del arte es lo principal y a él, como condición, subordínanse las ideas estéticas” pág. 229. 11 profesión que, en esencia, sólo se queja, nunca será capaz de realizar una contribución positiva”16. Una contribución positiva, se entiende, a partir de asumir previamente la nula incidencia de la arquitectura, para bien o para mal, en los cambios urbanos y sociales. En este sentido añade: “El papel del arquitecto en todos estos fenómenos es casi insignificante y lo único que los arquitectos hacen, de cuando en cuando, es crear edificios más o menos bien hechos en esas circunstancias dadas. Está increíblemente sobrevalorado el poder de la arquitectura en cuanto al bien que puede llegar a hacer e, incluso al revés, en cuanto al mal causado o el que podría llegar a causar ”17. En vez de lamentar la pérdida de lo que él llama el dominio público, los arquitectos deberían centrar su atención en interpretar esos cambios sin entrar a juzgarlos. Asumirlos tal como se presentan y dar la respuesta adecuada que se les pide. Eso es, por lo tanto, la contribución positiva a la que alude. Pero no debemos engañarnos. Aceptar sin más de manera acrítica este pragmatismo ético que nos propone Koolhaas supone, en definitiva, compartir la posición moral y política de quienes lo promueven. Por el contrario, más allá de la conciencia personal del arquitecto y de sus intenciones –que tienen un interés secundario-, de lo que se trata es de conocer la utilidad de la obra arquitectónica en esas circunstancias. Se abre así de nuevo la posibilidad de un juicio moral sobre la arquitectura en la medida de que es posible determinar en qué sentido es o no útil, para quién y cómo. Separar la valoración moral relativa a las actuaciones o intenciones de los arquitectos, del juicio sobre las prácticas arquitectónicas, y del resultado de esas prácticas, es, en mi opinión, imprescindible si queremos conocer qué papel juega hoy la arquitectura en nuestro medio social. Y puesto que en su historia reciente parece que la arquitectura y la conducta de los arquitectos han oscilado desde las éticas del deber a las éticas utilitarias pasando por el hedonismo, el emotivismo y el pragmatismo entre otras, se hace necesario 16 KOOLHAAS, Rem, CONVERSACIONES CON ESTUDIANTES, Gustavo Gili, Barcelona, 2001, (edición inglesa 1996) pág. 41. 17 Ibídem, pág. 41. 12 intentar encuadrar de un modo general estas diferentes posturas morales antes de centrarnos en la manera en que se han filtrado en el mundo de la arquitectura por un lado, y en el de la práctica profesional de los arquitectos, por el otro. 13 2.- ÉTICA Y MORAL La palabra ética deriva del vocablo griego éthos el cual tenía un doble significado pues aludía a lo que somos en la medida en que desempeñamos un específico papel social, es decir, en tanto en cuanto tenemos un determinado comportamiento en relación con los demás18. Pero no como algo ajeno o superpuesto a nosotros mismos, sino como algo esencial: somos, precisamente, aquello que manifestamos con nuestra conducta respecto a los otros. Como miembros de una sociedad tenemos un rol que está socialmente establecido en virtud de la posición que disfrutamos (en el medio familiar, en el entorno laboral, en los círculos de amistad, etc.) y, por consiguiente, debemos asumir ese papel que nos corresponde. Si pretendemos ser coherentes en nuestra vida, cuidar de nosotros mismos, alcanzar nuestra meta vital, nuestra propia realización como seres humanos, todo esto supone que debemos responder a lo que nuestro entorno social espera de nosotros comportándonos con los demás de la manera debida tanto mediante nuestros actos concretos como con nuestra conducta en general. Ambos aspectos iban inseparablemente unidos en el ideal ético griego. De aquí que la ética estuviera inevitablemente ligada a la polis, a las relaciones políticas de los ciudadanos como conjunto social. Refiriéndose a esta idea Foucault escribe: “el cuidado de sí es ético en sí mismo; pero implica relaciones complejas con los otros”. Y añade que para los griegos: “El que se cuidaba de sí mismo como es debido se encontraba precisamente por eso en condiciones de conducirse como se debe en relación con los otros y para con los otros”19. 18 FOUCAULT, Michel dice que entre los griegos “el éthos era la manera de ser (...y...) la manera de comportarse”, en “La ética del cuidado de sí mismo como práctica de la libertad” (1984) en ESTÉTICA, ÉTICA Y HERMENÉUTICA, Piadós, Barcelona 1999, pág.. 398. En este sentido éthos se vincula a la idea de destino. 19 Ibídem, págs. 399-400. 15 Aristóteles empieza su Ética a Nicómaco diciendo: “Todas las artes y todas las investigaciones, e igualmente todas las acciones y proyectos, parecen tender a un bien; por eso se ha definido correctamente el Bien como aquello hacia lo que tienden todas las cosas”20. Buscar mi propio bien, cuidar de mí mismo para alcanzar mi meta vital de acuerdo con mi carácter y con mi rol en mi medio social es, en definitiva, intentar realizarme como persona, ser capaz de llevar una vida buena. En última instancia se trata, como decía Aristóteles, de buscar el bien supremo que me es propio, mi eudaimonia (ȟȪįĮȚµȠȞȓĮ) palabra que se traduce por felicidad. Pero el sentido actual de este vocablo no hace justicia al significado del término griego porque eudaimonia, según MacIntyre: “... incluye tanto la noción de comportarse bien como la de vivir bien. (...) Refleja el firme sentimiento griego de que la virtud y la felicidad, en el sentido de prosperidad, no pueden divorciarse por entero”21. Aristóteles en su ética quiere señalarnos la forma de vida necesaria para alcanzar la felicidad (o mejor, la eudaimonia) correspondiente a nuestro propio bien, que confluye con el bien general de la polis en la que discurre mi existencia22. Eso presupone que ser bueno y comportarse bien coinciden, son la misma cosa. En realidad, ser bueno es el resultado del buen comportamiento a lo largo de todas nuestras acciones. Y por consiguiente, no se ve alterado porque en algunas ocasiones concretas la conducta no sea la debida. E incluso en sentido contrario, alguna buena acción no exculpa una mala vida. La ética se ocupa, por lo tanto, de definir el bien, lo que es bueno. Cada una de las acciones y proyectos individuales que integran una vida se juzgan como éticamente correctos o no (buenos o malos en definitiva) si tienden o se alejan de ese bien23. Y, en consecuencia, la vida en su conjunto se juzga como feliz o infeliz si consigue o no esa meta. 20 Citado por MAcINTYRE, Alasdair, en HISTORIA DE LA ÉTICA, Paidós, Barcelona, 1976 pág. 64 (edición original en inglés 1966). 21 Ibídem, pág. 66. 22 El concepto de virtud (ȐȡİIJȒ) está ligado a este comportamiento. Según MAcINTYRE, A. en la cultura griega primitiva “un hombre que cumple la función que le ha sido socialmente asignada tiene ȐȡİIJȒ”, o sea, es virtuoso. Ibídem, pág. 17. 23 En la cultura griega primitiva el único juicio ético posible es en virtud de las acciones. No tienen cabida los juicios sobre las intenciones, la voluntad, las inclinaciones, etc. En este sentido una “buena intención” al hacer“una mala acción” no exculpa de las consecuencias ni tiene el carácter de atenuante que hoy le daríamos. 16 Los principios fundamentales que marcan la vida en una sociedad particular, que señalan lo que ella entiende por bien general, se concretan en normas de conducta. A su vez cada sociedad se dota también de mecanismos de autodefensa para garantizar el bien común mediante la promulgación de leyes. Si la ética centra su interés en los principios que delimitan el bien, por su parte la moral representa el marco normativo básico referido al comportamiento con el prójimo24, mientras que el derecho y la política establecen la estructura formal que define las relaciones entre los miembros de esa sociedad. La conexión entre estos aspectos (principios, normas y conducta) la señala Habermas refiriéndose a los juicios morales al escribir: “Los juicios morales (...) en un sentido amplio sirven para justificar acciones a la luz de normas válidas o la validez de normas a la luz de principios dignos de reconocerse”25. Estos tres aspectos forman el entramado sobre el que proyecta el individuo su conducta y sus juicios morales. Cada uno de los individuos que pertenece a una sociedad concreta asume esas normas, basadas en los principios éticos y se ve sometido a las leyes que rigen la vida en común. El rechazo de esas prescripciones supone la autoexclusión de esa sociedad y conlleva inevitablemente la marginación (si se vulneran las normas de conducta, la moral) o el castigo (cuando se incumplen las leyes). En la medida que pertenecemos a la estructura de una sociedad (como miembros de una familia, de un entramado laboral, de una ciudad, de un estado, etc.) esto significa que asumimos y aceptamos tanto sus normas de conducta moral que presuponen unos principios éticos, como que acatamos sus leyes. Y lo hacemos libremente. La libertad es la base misma sobre la que se levanta la ética26. Aquel que no es libre en sus acciones no puede ser juzgado éticamente. El comportamiento de los animales no es susceptible de valoraciones éticas o morales. Tampoco lo son aquellas acciones que hacemos porque son inevitables y, por lo tanto, no dan origen a 24 No sólo con el prójimo sino también, de un modo más general, con la sociedad en su conjunto e incluso con el medio natural. La palabra moral procede del latín mores que se traduce por costumbres. Para una definición más ajustada véase la voz: moral en HÖFFE, Otfried (ed.) DICCIONARIO DE ÉTICA, Grijalbo-Mondadori, Barcelona 1994, pág. 190 y sig. (edición original en alemán 1977). 25 HABERMAS, Jürgen, ESCRITOS SOBRE MORALIDAD Y ETICIDAD, Piadós / ICE / UAB, Barcelona, Buenos Aires, México, 1998 (edición original en alemán 1991), pág. 100. 26 FOUCAULT, Michel escribe: “¿Qué es la ética sino la práctica de la libertad, la práctica reflexiva de la libertad? (...) La libertad es la condición ontológica de la ética. Pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad”. Op. cit., pág. 396. 17 responsabilidad. Por esta misma razón, entre los griegos, los esclavos eran ajenos a cualquier consideración ética. Si lo expuesto hasta ahora refleja de un modo muy genérico la urdimbre sobre la que se levanta la ética desde la antigüedad griega, lo cierto es que los conceptos empleados (bien, felicidad, sociedad, libertad, conducta, etc.) han tenido una larga e intensa historia que ha hecho derivar el pensamiento ético con el transcurso del tiempo. En general la ética griega se preguntaba ¿qué he de hacer para vivir bien? Y en este “vivir bien” se entendía tanto alcanzar mi propia felicidad como actuar respecto a los demás, en todo momento, de acuerdo con mi posición y papel social. En definitiva, ser consecuente con mi propio carácter, con mi éthos. Las éticas modernas, especialmente las del deber, han experimentado un sustancial desplazamiento respecto a estas cuestiones y su pregunta fundamental sería ¿qué debo hacer para actuar correctamente? Está claro que en esta cuestión, actuar correctamente desde un punto de vista personal o social es algo muy distinto a vivir bien27. El lugar que ocupa el individuo actual en su medio social ya no es el papel del ciudadano en la polis griega. La idea de felicidad se tiñe con los significados asignados al concepto de placer y en esta tesitura el éthos entra en colisión con el pathos entendido como la manifestación de las pasiones o los deseos. Desde esta perspectiva el conflicto entre bueno y malo pierde su carácter social (político) y se interioriza en el propio individuo produciendo la escisión entre lo público y lo privado con sus secuelas sobre la doble moral. Lo que soy, lo que puedo ser y lo que debo ser discurren por cauces diferentes y con frecuencia enfrentados28. No es entonces raro que el concepto de bien personal (lo bueno para mi) pueda entrar en colisión con la idea de bien general (lo bueno para todos). Los principios sobre los que se asienta el consenso mutuo compartido que cimienta la estructura social, han derivado lejos de los ideales griegos de justicia, prudencia y valentía que eran las virtudes éticas en aquel tiempo sobre las que se apoyaban las acciones humanas, y ahora tienden a valorar el éxito, el poder o el dinero conseguidos a cualquier precio. La mezcla de grupos sociales distintos, con diferentes normas morales, diluye y enturbia el conocimiento nítido de los 27 En relación con estas cuestiones MAcINTYRE, A. escribe: “...la noción de lo que nos conviene, de lo que nos resulta provechoso, es lógicamente independiente del concepto de lo que es justo y correcto en nuestras acciones. (...) Hacer lo que queremos y lograr lo que queremos es algo muy distinto de hacer lo que debemos”. Op. cit., pág. 90. 28 SAVATER, Fernando escribe: “El mundo no es sólo lo que es, sino también, puesto que el hombre lo habita y lo anima, lo que puede ser y lo que debe ser” en INVITACIÓN A LA ÉTICA, Anagrama, Barcelona 1982, pág. 62. 18