Desarrollo de fenotipos atópicos: determinantes genéticos y ambientales U l r i c h Wa h n Los trastornos atópicos se engloban dentro de los problemas sanitarios pediátricos crónicos más prevalentes, con una incidencia comprendida entre el 10 y el 20% (dermatitis atópica/asma) y entre el 20 y el 30% (rinoconjuntivitis alérgica) en diferentes regiones del mundo. Los síntomas pueden presentarse desde la lactancia hasta la adolescencia. En la mayoría de los casos, la dermatitis atópica es la primera manifestación clínica. Tiene su máxima incidencia durante los primeros meses de vida y su máxima prevalencia durante el primer y el segundo años de vida. Más adelante, las manifestaciones más habituales son los síntomas alérgicos de las vías respiratorias superiores o inferiores, que llegan a manifestarse durante la primera década de la vida. La aparición de anticuerpos IgE específicos a alérgenos alimentarios y ambientales es un rasgo distintivo de la atopia en la infancia. La IgE actúa como mediador de la sensibilización y, subsiguientemente, del desarrollo de síntomas clínicos de alergia. Las respuestas IgE a la leche de vaca y al huevo de gallina, típicas de los lactantes, son los primeros marcadores inmunológicos de atopia. Pueden observarse en alrededor del 6% de los niños europeos, en quienes aparecen durante el primer año de vida. Sóo una minoría de esos niños sensibilizados presentará síntomas alérgicos en la piel (urticaria, dermatitis atópica), en el tubo digestivo (cólicos, vómitos) o en las vías respiratorias (rinitis, asma). A las respuestas IgE de los lactantes a las proteínas alimentarias les siguen frecuentemente respuestas IgE a los alérgenos interiores o exteriores, que deben considerarse como un factor pronóstico de la aparición de asma persistente en la infancia. Un cierto número de extensos estudios del genoma, basados en la clonación posicional en familias nucleares con hermanos afectados, ha permitido el descubrimiento de diversas regiones genómicas y, por último, de genes, tanto para el asma como para la dermatitis atópica. 1 Además, en numerosos estudios de genes candidatos se han descrito polimorfismos en los genes de proteínas potencialmente significativas (citocinas, receptores, etc.), dando a entender que la manifestación de fenotipos atópicos, incluyendo el asma, no está regulada por un solo gen, sino más bien por un gran número de genes que modifican los fenotipos clínicos. Además de los factores genéticos, la exposición ambiental a los alérgenos del interior o de la superficie de microbios o productos microbianos son obviamente capaces de contribuir a la manifestación patológica durante la primera década de la vida. En consecuencia, se han realizado estudios de intervención encaminados a la prevención de la atopia y del asma, en los que evitando factores de riesgo (exposición a alérgenos, dieta de eliminación) y suministrando factores potencialmente protectores (probióticos, lipopolisacáridos), se intenta reducir la incidencia de atopia y asma durante los primeros años de vida. Hasta la fecha no se disponen de resultados concluyentes que proporcionen pruebas suficientes para la puesta en práctica de intervenciones profilácticas en el medio extrahospitalario. 2 Alergia alimentaria a proteínas A n n a N o w a k - We g r z y n La alergia alimentaria se define como una reacción adversa del sistema inmunitario a la proteína alimentaria como consecuencia de una tolerancia oral deficiente. Se han identificado y caracterizado numerosos alérgenos alimentarios, lo que ha contribuido a nuestro conocimiento de cómo estas proteínas inducen respuestas inmunitarias sesgadas con respecto a Th2. Los alérgenos alimentarios tradicionales o de tipo 1 inducen sensibilización alérgica en el tubo digestivo y son responsables de reacciones sistémicas. Los alérgenos alimentarios de tipo 1 son estables al calor y a los ácidos. Son glucoproteínas hidrosolubles cuyo tamaño oscila entre 10 y 70 kD. Es el caso de las proteínas de la leche de vaca, de la clara del huevo y del cacahuete [1]. En contraste, los alérgenos alimentarios de tipo 2 son lábiles al calor y vulnerables a la digestión. Los alérgenos alimentarios de tipo 2 presentan una gran homología con las proteínas de los pólenes (por ejemplo, Mal d 1 en la manzana y Bet v 1 en el polen del abedul), y aparece sensibilización en las vías respiratorias como consecuencia de la sensibilización a los alérgenos polínicos de reacción cruzada (síndrome de alergia oral) [2]. La cocción puede reducir la alergenicidad de las frutas y verduras ya que destruye los epítopos alergénicos estructurales de los alérgenos homólogos del polen. Por el contrario, las temperaturas elevadas (por ejemplo, la tostación) pueden incrementar la alergenicidad de determinados alérgenos, como el cacahuete, a través de la inducción de productos finales glucosilados y de uniones covalentes, que dan lugar a nuevos antígenos o a una mejora de la estabilidad (tabla 1). En los últimos años se han identificado proteínas vegetales de transferencia de lípidos inespecíficos (nsLTPs) como alérgenos principales en las frutas y verduras [3]. En contraste con la alergia alimentaria relacionada con el polen, la sensibilización a las nsLTPs de los alimentos vegetales aparece independientemente de la polinosis del abedul y causa frecuentemente reacciones sistémicas y graves. Las LTPs vegetales pertenecen a la superfamilia de las prolaminas y son notablemente resistentes a la temperatura elevada y relativamente 3 Tabla 1. Factores que determinan las respuestas inmunitarias Th2 a las proteínas alimentarias Factor Ejemplos Específico de proteínas alimentarias Estabilidad a temperaturas La tostación de cacahuetes ocasiona la elevadas formación de trímeros de Ara h 1 de mayor alergenicidad e incrementa en Ara h 2 la actividad inhibidora de la tripsina; alergenicidad conservada de nsLTPs en alimentos vegetales Estabilidad a pH bajo y El ovomucoide del huevo y el Ara h 2 del proteasas cacahuete poseen actividad inhibidora del tripsinógeno; las nsLTPs son resistentes a la pepsina y tripsina debido a su estructura compacta Actividad coadyuvante El Ara h 1 del cacahuete es un ligando para el DC-SIGN y puede sesgar las células dendríticas hacia el fomento de respuestas Th2 Homología con otros Reactividad cruzada del 50% entre nueces alérgenos alimentarios arbóreas Homología con alérgenos Las frutas rosáceas (manzana, melocotones, ambientales almendras, ciruelas) y la soja presentan reacción cruzada con el alérgeno principal del polen de abedul, Bet v 1 La ␣-livetina de la yema de huevo presenta reacción cruzada con las proteínas de aves (seroalbúmina del pollo) en el síndrome ave-huevo en personas expuestas a aves (periquitos, palomas) El aguacate, la castaña, el plátano, el kiwi, la papaya, el higo, el melón, la granadilla, la piña, el melocotón y el tomate presentan reacción cruzada con el látex Exposición ambiental a Asma profesional del panadero a la harina de niveles elevados de trigo inhalada o a las proteínas del huevo; proteínas alimentarias síndrome huevo-huevo, en el cual los adultos previamente tolerantes al huevo presentan síntomas en el momento de ingerir huevos tras la aparición de asma por huevo en el ámbito profesional Específico del hospedante Atopia Tendencia a generar respuestas de anticuerpos IgE a proteínas ambientales y alimentarias no patógenas Incremento de la Debido al desarrollo (lactantes, niños pequeños) permeabilidad intestinal Infecciones gastrointestinales víricas Fármacos: tacrolimus, aspirina Alcohol 4 Tabla 1. (continued) Factor Ejercicio Antiácidos Ejemplos Ejercicio (disminución de la perfusión sanguínea esplácnica) Activación de la transglutaminasa tisular y formación de complejos de n-5 gliadina de elevado peso molecular (una fracción del gluten soluble en alcohol), poseedores de una mayor alergenicidad Desarrollo de IgE a la avellana y reacciones clínicas a la ingestión de avellanas en adultos que reciben tratamiento antiácido inaccesibles a las proteasas. Teniendo en cuenta la elevada prevalencia de sensibilización a las nsLTPs en los países mediterráneos, donde no existe polen de abedul, es probable que la sensibilización a las nsLTPs aparezca a través de la vía gastrointestinal. Los hidratos de carbono complejos son potentes inductores de respuestas Th2. Los efectos biológicos de los antígenos de los hidratos de carbono dependen del reconocimiento de estos antígenos por proteínas que se unen a los hidratos de carbono (lectinas). Shreffler y cols. [4] propusieron que el principal alérgeno del cacahuete, Ara h 1, puede ser un ligando para el DC-SIGN en las células dendríticas. El DC-SIGN se une a una proteína de 65 kD del extracto de cacahuete en una forma dependiente del calcio, mientras que no se observa precipitación alguna de proteínas a partir de un extracto de cacahuete químicamente desglucosilado. La espectrometría de masas confirmó que el ligando DC-SIGN del cacahuete era el Ara h 1, que es activado por células dendríticas humanas, tal como se determina por el fenotipo y la estimulación de las células T. Estos resultados preliminares dejan entrever que el Ara h 1 es un ligando para el DC-SIGN y puede desempeñar un papel en la diferenciación de células dendríticas para fomentar respuestas Th2 al alérgeno del cacahuete. Dado que los alérgenos alimentarios están sometidos a una extensa digestión química y proteolítica antes de la absorción y la captación por las células del tejido linfático asociado al intestino, se ha supuesto que en la alergia alimentaria de tipo 1 las respuestas inmunitarias se orientan frente a epítopos secuenciales. No obstante, el análisis de los epítopos que se unen a la IgE con el empleo de tecnología de membranas de SPOT reveló que los sujetos alérgicos a la leche de vaca, al huevo y al cacahuete, que carecen de anticuerpos IgE frente a determinados epítopos secuenciales de los alérgenos principales, tienen más probabilidad 5 6 Tabla 2. Pautas diferenciales de reconocimiento de epítopos en sujetos con alergia a la leche de vaca, cachuete y clara de huevo Estudio Alérgeno Población de pacientes y métodos Resultados Jarvinen K y cols: J Allergy Clin Immunol 2002;110:293–297 Leche de vaca 10 pacientes con alergia persistente a la leche de vaca y 10 pacientes que subsiguientemente superaron su alergia láctea; 25 decapéptidos de ␣(s1)-caseína, ␣(s2)-caseína, -caseína, ␣-lactoalbúmina y -lactoglobulina, comprendiendo los epítopos nucleares, sintetizados sobre una membrana de SPOTs; para el inmunomarcado se utilizaron sueros de pacientes individuales Beyer K y cols: J Allergy Clin Immunol 2003;112:202–207 Cacahuete 15 pacientes con alergia sintomática a los cacahuetes y 16 pacientes sensibilizados pero tolerantes. 10 de estos 16 pacientes habían “superado” su alergia. Ocho péptidos que representaban a los epítopos secuenciales inmunodominantes Ara h 1, 2 y 3, sintetizados sobre membranas de SPOTs e inmunomarcados con sueros de pacientes individuales Cinco epítopos que se unen a la IgE (2 en ␣(s1)-caseína, 1 en ␣(s2)-caseína y 2 en -caseína) no fueron reconocidos por ninguno de los pacientes con alergia transitoria a la leche de vaca, en contraste con la mayoría de los pacientes con alergia persistente. La presencia de anticuerpos IgE frente a, por lo menos, 1 de 3 epítopos (aminoácido [AA] 123–132 en ␣(s1)-caseína, AA 171–180 en ␣(s2)caseína y AA 155–164 en -caseína) identificó a todos los pacientes con alergia persistente a la leche de vaca Independientemente de sus niveles de IgE específicas de los cacahuetes, por lo menos el 93% de los pacientes sintomáticos, pero sólo el 12,5% de los tolerantes, reconoció uno de los epítopos “predictivos” en Ara h 1 o 2. La unión acumulada de IgE a los péptidos del cacahuete fue significativamente mayor en pacientes con alergia a los cacahuetes que en pacientes tolerantes Jarvinen K y cols: J Allergy Clin Immunol 2003;111:S351 Clara de huevo 11 niños con alergia al huevo transitoria y 7 niños con alergia persistente; decapéptidos centrales de cada uno de los epítopos principales que se unen a la IgE de ovomucoide sintetizados sobre una membrana de SPOTs; el inmunomarcado se efectuó con sueros de pacientes individuales Shreffler W y cols: J Allergy Clin Immunol 2004;113:776–782 Cacahuete 77 pacientes con alergia a los cacahuetes y 15 controles; para el inmunoanálisis de microrredes se utilizaron 20 péptidos de aminoácidos superpuestos que cubrían toda la secuencia de Ara h 1, 2 y 3 Aunque ambos grupos presentaban un margen comparable de niveles de IgE específicas del huevo, ninguno de los pacientes con alergia al huevo transitoria presentaba anticuerpos IgE frente a los epítopos de ovomucoide AA 1–10, 11–20, 47–56 y 113–122. Por el contrario, los 7 pacientes con alergia al huevo persistente reconocieron por lo menos 4 de esos epítopos inmunodominantes La mayoría de pacientes (97%) presentaba IgE específicas para, como mínimo, uno de los alérgenos recombinantes, y el 87% presentaba IgE detectables para epítopos secuenciales. El análisis de pacientes individuales reveló una heterogeneidad notable en el número y las pautas de reconocimiento de epítopos. Se halló una considerable diversidad de epítopos en pacientes con antecedentes de reacciones más graves 7 8 Tabla 2. (continued) Estudio Alérgeno Población de pacientes y métodos Resultados Lewis SA y cols: Clin Exp Allergy 2005;35:767–773 Cacahuete 40 pacientes alérgicos a cacahuetes fueron sometidos a OFC al cacahuete a dosis bajas de DBPC; se analizaron la IgE de cacahuete en suero (CAPFEIA) y las pautas de unión de la IgE (inmunotransferencia) a las proteínas del cacahuete Se identificaron 17 bandas de unión de la IgE entre 5 y 100 kD con 8 uniones en más del 50% de los pacientes. El número total de bandas se correlacionó significativamente con la puntuación de OFC y las IgE del cacahuete. El análisis por grupos fue incapaz de revelar cualquier asociación entre una proteína particular o un modelo de proteínas de conseguir tolerancia a dichos alimentos que los sujetos cuyos anticuerpos IgE se orientan frente a esos epítopos (tabla 2). En estudios subsiguientes, Shreffler y cols. [5], del Instituto de Alergia Alimentaria Jaffe de la Facultad de Medicina Mount Sinai de Nueva York, utilizaron microrredes peptídicas para caracterizar respuestas humorales a alérgenos principales del cacahuete. La intensidad de la reacción en los pacientes se correlacionaba con la heterogeneidad (intensidad de la unión de la IgE y número de epítopos reconocidos) de sus respuestas inmunitarias frente a los alérgenos del cacahuete [5]. La sensibilización in vitro de células efectoras (basófilos y línea de células de la leucemia basofílica de la rata, SX38, transinfectados con FcRI humano) con los anticuerpos IgE más diversos confería una mayor reactividad a los alérgenos específicos. En conjunto, estos datos dan a entender que la pauta de reconocimiento de epítopos (estructural frente a secuencial, número de epítopos reconocidos), así como la intensidad de la IgE, son determinantes importantes de la gravedad y la duración de la alergia alimentaria. Bibliografía 1 2 3 4 5 Sicherer SH, Sampson HA: 9. Food allergy. J Allergy Clin Immunol 2006;117 (suppl Mini-Primer):S470–S475. Vieths S, Scheurer S, Ballmer-Weber B: Current understanding of cross-reactivity of food allergens and pollen. Ann NY Acad Sci 2002;964:47–68. Breiteneder H, Mills C: Nonspecific lipid-transfer proteins in plant foods and pollens: an important allergen class. Curr Opin Allergy Clin Immunol 2005;5: 275–279. Shreffler WG, Charlop-Powers Z, Castro RR y cols: The major allergen from peanut, Ara h 1, is a ligand of DC-SIGN. J Allergy Clin Immunol 2006;117:S87. Shreffler WG, Beyer K, Chu TH y cols: Microarray immunoassay: association of clinical history, in vitro IgE function, and heterogeneity of allergenic peanut epitopes. J Allergy Clin Immunol 2004;113:776–782. 9 Hipoalergenicidad: un principio para el tratamiento de la alergia alimentaria Kirsten Beyer La alergia alimentaria afecta a un porcentaje aproximado del 6 al 8% de niños y del 1 al 2% de adultos. A pesar de la enorme diversidad de la alimentación humana, son pocos los alimentos responsables de la inmensa mayoría de reacciones alérgicas alimentarias. Actualmente, el tratamiento de elección de la alergia alimentaria es evitar por completo el alimento responsable. Durante la lactancia y la infancia es necesario suministrar un sustituto lácteo hipoalergénico alternativo en niños con alergia a la leche de vaca. La leche de otra fuente animal, como la leche de cabra, no puede recomendarse como sustituto general en la alergia a la leche de vaca debido al problema de la reactividad cruzada. Por el contrario, una fórmula a base de soja puede proporcionar una alternativa segura en niños con alergia a la leche de vaca; no obstante, la soja es de por sí un alérgeno potente y podría aparecer una sensibilización que produjera reacciones alérgicas. Durante muchos años se han utilizado leches para lactantes hipoalergénicas en la alergia a la leche de vaca. Las leches para lactantes hipoalergénicas son elaboradas por hidrólisis enzimática de diferentes fuentes, como la caseína bovina o el suero de leche, seguido de una transformación adicional, como el tratamiento térmico y/o la ultrafiltración [1]. Los productos resultantes han sido clasificados como leches para lactantes “extensamente” o “parcialmente” hidrolizadas en consonancia con el grado de hidrólisis proteica. Se han descrito reacciones anafilácticas no sólo con el uso de leches para lactantes parcialmente hidrolizadas sino también con el de leches extensamente hidrolizadas; en consecuencia, la reducción de la alergenicidad debe evaluarse tanto in vitro como in vivo. Especialmente con miras a su empleo en pacientes alérgicos a la leche de vaca, las leches para lactantes hipoalergénicas deben ser sometidas a estudios clínicos. Las pruebas cutáneas deben constituir el primer paso, seguido de pruebas 10 de provocación [2]. Una leche para lactantes hipoalergénica adecuada debe ser tolerada por un mínimo del 90% de lactantes con alergia a la leche de vaca confirmada, con una confianza del 95%, en provocaciones alimentarias a doble ciego, controladas con placebo. Además, es preciso demostrar el valor nutricional de los productos. Las leches para lactantes hipoalergénicas podrían también basarse en mezclas de aminoácidos. Estas dietas elementales pueden considerarse no alergénicas; no precisan de estudios clínicos siempre y cuando la producción esté suficientemente controlada para garantizar la ausencia de contaminación [2]. La inmunoterapia específica mediante inyecciones se utiliza corrientemente para el tratamiento de alergias inhalatorias; no obstante, en el caso de la alergia alimentaria se han descrito efectos secundarios alérgicos graves. En consecuencia, la eliminación estricta sigue siendo todavía la única opción. Sin embargo, aparecen frecuentemente fallos de la dieta que, en ocasiones, causan reacciones graves. En consecuencia, se están explorando actualmente varios tratamientos nuevos [3, 4]. Uno de los enfoques más prometedores es la inmunoterapia con proteínas mutadas. En el curso de los dos últimos años, los alérgenos alimentarios han sido mejor caracterizados [5] y se han identificado lugares de unión de las IgE. La alteración en las secuencias de aminoácidos en estos lugares de unión de las IgE a través de la sustitución de un único aminoácido ha reducido o eliminado completamente la unión de las IgE. Para los alérgenos principales del cacahuete se han introducido tales mutaciones en las secuencias del ADNc y se han expresado satisfactoriamente en forma de proteínas recombinantes hipoalergénicas [3]. En ratones sensibilizados al cacahuete, el uso de esas proteínas modificadas confirió cierta protección; no obstante, si se utilizaban solas, parecían inadecuadas para el tratamiento de la alergia al cacahuete [4]. Sin embargo, la administración conjunta de proteínas de cacahuete modificadas y Listeria monocytogenes destruida por el calor como coadyuvante, confería una protección muy superior [4]. Otro enfoque prometedor parece ser la administración rectal de proteínas mutadas con Escherichia coli destruida por el calor como coadyuvante. Este moderno enfoque inmunoterápico tiene la ventaja de que no es necesaria la costosa purificación de las proteínas diseñadas, generadas en E. coli, debido a que se administra en un entorno repleto de E. coli [4]. Bibliografía 1 Host A, Halken S: Hypoallergenic formulas – when, to whom and how long: after more than 15 years we know the right indication! Allergy 2004;59:45–52. 11 2 3 4 5 12 Muraro A, Dreborg S, Halken S y cols: Dietary prevention of allergic diseases in infants and small children. Part I: Immunologic background and criteria for hypoallergenicity. Pediatr Allergy Immunol 2004;15:103–111. Pons L, Palmer K, Burks W: Towards immunotherapy for peanut allergy. Curr Opin Allergy Clin Immunol 2005;5:558–562. Li XM: Beyond allergen avoidance: update on developing therapies for peanut allergy. Curr Opin Allergy Clin Immunol 2005;5:287–292. Beyer K: Characterization of allergenic food proteins for improved diagnostic methods. Curr Opin Allergy Clin Immunol 2003;3:189–197. El concepto de hipoalergenicidad para la prevención de la atopia Andrea von Berg El riesgo de alergia viene determinado por la interacción entre factores genéticos y factores ambientales. En consecuencia, el objetivo principal de la prevención de la alergia primaria es intentar reducir los factores de riesgo ambientales. El desarrollo de la alergia alimentaria y, especialmente, de la alergia a la leche de vaca, se asocia muy frecuentemente a la exposición precoz a la leche de vaca. Por lo tanto, la prevención primaria se centra en evitar la sensibilización precoz a la leche de vaca o a sus componentes por medio de una intervención alimentaria. Dado que en la etapa inicial de la lactancia es cuando aparece frecuentemente la primera expresión del tipo respondedor inmunitario atópico, las medidas contrarreguladoras de prevención de la alergia primaria deben aplicarse muy prematuramente en la vida, o incluso prenatalmente. Los intentos para evitar la sensibilización precoz por medio de una dieta materna pobre en alérgenos durante el último trimestre del embarazo no han producido efectos beneficiosos. Así, se ha confirmado recientemente en un estudio en el que la exclusión alimentaria rigurosa de huevos, comenzando antes de las 20 semanas de gestación, no evitó el tránsito transplacentario ni el tránsito a la leche materna de alérgenos del huevo. En este estudio se ha podido demostrar que la ovoalbúmina en la sangre y en la leche maternas no guardaba relación con la ingestión alimentaria materna ni con la predisposición atópica. Tal como se ha demostrado en un metaanálisis reciente, la alimentación materna puede proteger a los niños frente al desarrollo de enfermedades atópicas, especialmente en niños con elevado riesgo de alergias. No obstante, parece que el fenotipo específico en la historia familiar del niño modifica adicionalmente el efecto de la alimentación materna en esos niños con riesgo elevado. Los resultados del estudio Alemán de Intervención Nutricional en Lactantes (GINI) demostraron claramente que en niños con historia familiar positiva de dermatitis atópica, la prevalencia de dermatitis atópica en la descendencia que 13 tomaba exclusivamente leche materna era significativamente mayor que en niños con otros fenotipos atópicos, como asma o rinitis alérgica, en sus parientes inmediatos. Dado que se ha detectado la presencia de proteína de leche de vaca natural en la leche materna, el efecto de dietas maternas con eliminación de alérgenos durante la lactancia ha sido investigado en algunos estudios con resultados incongruentes. Las normas nacionales e internacionales de nutrición de lactantes se concentran, por lo tanto, en la lactancia materna prolongada durante 4 a 6 meses y la introducción tardía de alimentos sólidos en todos los niños para evitar la aparición de enfermedades alérgicas. En niños con riesgo elevado, las recomendaciones incluyen el suministro de hidrolizados proteicos en caso de lactancia materna insuficiente durante los 4 a 6 primeros meses de vida. En la mayoría de los estudios preventivos se han utilizado leches para lactantes hidrolizadas basadas en la proteína de la leche de vaca como complemento de la leche materna o sustituto de la misma, con miras a la prevención de la alergia primaria en niños con riesgo elevado. Las leches para lactantes hidrolizadas como sustituto lácteo, inventadas fundamentalmente para lactantes con alergia a la leche de vaca, fueron adaptadas posteriormente para la prevención de la alergia primaria. El sentido de introducir hidrolizados con el fin de prevenir las enfermedades alérgicas se centra en la reducción de la antigenicidad y la alergenicidad de las proteínas lácteas. Entre los factores que influyen sobre la alergenicidad de una proteína destacan la complejidad molecular, la solubilidad y estabilidad y su concentración. Diferentes tratamientos de los alimentos pueden alterar su antigenicidad. Por ejemplo, el tratamiento térmico de la proteína de la leche de vaca puede afectar a los epítopos estructurales y facilitar su hidrólisis. Asimismo, para producir las leches para lactantes menos alergénicas, la proteína de la leche de vaca puede modificarse por hidrólisis enzimática con destrucción progresiva de los epítopos secuenciales. En función del grado de hidrólisis enzimática, los hidrolizados proteicos ultracalentados y ultrafiltrados se clasifican en leches para lactantes parcialmente hidrolizadas (pHF) o extensamente hidrolizadas (eHF). El perfil de pesos moleculares de las pHF está comprendido entre 3.000 y 10.000 Daltons, y en las eHF más del 90% de los péptidos deben tener un peso molecular inferior a 3.000 Daltons. La alergenicidad residual de una leche para lactantes, definida por la capacidad de las moléculas (alérgenos) para iniciar una respuesta alérgica, es influida por el peso molecular, la complejidad química, que difiera mucho o poco respecto a los proteínas propias, la dosis y otros 14 factores, como la vía de exposición y factores genéticos específicos de la especie todavía desconocidos. Una manera de clasificar la alergenicidad de las leches para lactantes puede basarse en el perfil de los pesos moleculares. Ha podido demostrarse que leches para lactantes que contenían considerables proporciones de péptidos con un peso molecular ⬎6.000 Daltons revelaban resultados de las pruebas de punción cutánea significativamente más positivos cuando se comparaban con leches para lactantes extensamente hidrolizadas o con una leche para lactantes con aminoácidos. La alergenicidad de una leche para lactantes es evaluable por medio de varias pruebas in vitro e in vivo. Entre los métodos más adecuados para determinar la alergenicidad residual de las leches para lactantes hidrolizadas destacan las pruebas de inhibición de RAST o EAST y las pruebas de punción cutánea, mientras que se ha demostrado que el contenido en proteínas de la leche para lactantes y el peso molecular por sí solos no son pronósticos del resultado clínico. Con arreglo a los datos de la literatura se ha comprobado el siguiente orden decreciente de leches para lactantes con respecto a su alergenicidad: leche para lactantes a base de leche de vaca, leche para lactantes a base de suero de leche parcialmente hidrolizado, leche para lactantes con caseína parcialmente hidrolizada, leche para lactantes con caseína extensamente hidrolizada y leche para lactantes basada en aminoácidos. Hidrolizados para la prevención Aunque las leches para lactantes extensamente hidrolizadas fueron inventadas fundamentalmente para el tratamiento de la alergia/intolerancia a la leche de vaca, se adaptaron posteriormente para incluir la prevención a la alergia. En consecuencia, las normas sobre nutrición de lactantes con riesgo de alergia recomiendan la utilización de leches para lactantes hidrolizadas, tanto extensa como parcialmente, como complemento de la lactancia materna o como sustituto de la misma en el curso de los 4 a 6 primeros meses. Considerando conjuntamente los resultados de los estudios de intervención con eHF, pudo demostrarse un efecto protector en relación con la prevalencia y la incidencia acumulada de manifestaciones alérgicas, principalmente dermatitis atópica y alergia alimentaria. Se han demostrado efectos similares en varios estudios con pHF. En general, no resulta posible comparar estos estudios de intervención alimentaria por diferencias metodológicas en el diseño y en la realización de los estudios. Únicamente en dos estudios se efectuó una comparación directa entre eHF y pHF, demostrando que con respecto a la 15 reducción de la dermatitis atópica y la alergia alimentaria, principalmente la alergia a la leche de vaca, las eHF fueron, aunque por muy poco margen, significativamente superiores a las pHF. No obstante, a partir de los resultados del estudio GINI, en el que se compararon leches para lactantes a base de suero láctico parcialmente hidrolizado (pHF), leches para lactantes a base de suero láctico extensamente hidrolizado (eHF) y una leche para lactantes con caseína extensamente hidrolizada (eHF-C) con a una leche para lactantes normal a base de leche de vaca sin hidrolizar en niños con riesgo elevado de enfermedades atópicas, resultó evidente que el efecto de cada leche para lactantes era distinto según el fenotipo alérgico específico de la familia próxima del niño. Mientras que la incidencia de dermatitis atópica en niños sin casos de dermatitis atópica en la familia se redujo con los tres hidrolizados, e incluso significativamente con la pHF, en niños con un miembro familiar próximo con dermatitis atópica sólo con la eHF pudo observarse una reducción significativa de la incidencia de dermatitis atópica. Este dato puede tener implicaciones con miras a la relación entre coste y beneficio, dado que la pHF es mucho más económica que la eHF. El empleo de la eHF debe reservarse a lactantes con riesgo máximo de presentar dermatitis atópica. Hasta la fecha no se ha podido demostrar que la intervención alimentaria precoz con hidrolizados produzca un efecto preventivo sobre las alergias respiratorias. En conclusión, se ha demostrado que el concepto de hipoalergeneicidad para la prevención de la atopia en niños con riesgo elevado de presentar enfermedades atópicas es eficaz en la prevención de la dermatitis atópica y de la alergia alimentaria durante los primeros años de vida. 16 El concepto de inducción de tolerancia oral a los alimentos Gideon Lack La mayoría de los humanos desarrollarán y mantendrán durante toda su vida una tolerancia oral a los alimentos ingeridos. No obstante, durante las dos últimas décadas la prevalencia de alergias alimentarias, en general, y de alergia al cacahuete, en particular, ha aumentado en los países occidentales. Aunque los humanos pueden volverse alérgicos a cualquier alimento, sólo unos pocos alérgenos alimentarios participan con mayor frecuencia en la alergia alimentaria mediada por la IgE. Si bien se ha demostrado que los factores genéticos son importantes para el desarrollo de las alergias alimentarias, es improbable que los factores genéticos por sí solos puedan explicar el reciente incremento de la prevalencia de alergias alimentarias, como la alergia al cacahuete. La sabiduría convencional indica, en consecuencia, que la exposición precoz a proteínas alimentarias alergénicas durante periodos de “vulnerabilidad inmunitaria”, como el embarazo, la lactancia o la infancia conduce a las alergias alimentarias, y que las estrategias de prevención deben, por lo tanto, encaminarse a eliminar las proteínas alimentarias alergénicas durante esos periodos. Los estudios realizados con el propósito de reducir el desarrollo de alergia alimentaria mediada por IgE en lactantes a través de medidas de supresión alimentaria de uno o más alimentos alergénicos, en uno o más de los períodos de supuesta vulnerabilidad inmunitaria, no han tenido éxito. Dos son las explicaciones que pueden dar cuenta del fracaso de tales estudios: (a) Puede aparecer una sensibilización a los alérgenos alimentarios a través de vías distintas de la exposición oral; ésta es una hipótesis respaldada por modelos de múridos en los que se demuestra que la sensibilización al cacahuete puede acontecer a través de las vías cutánea o intranasal. Análogamente, en estudios realizados en humanos se da a entender que la aplicación de preparados tópicos que contienen aceite de cacahuete a un lactante con eccema durante los seis primeros meses de vida se asocia a un riesgo elevado de presentar 17 alergia al cacahuete (IP ⫽ 6,8). Sin embargo, dichos preparados tópicos no se utilizan uniformemente en todos los países con elevada prevalencia de alergia al cacahuete, y la retirada del cacahuete de tales preparados no se ha relacionado con una disminución de la tasa de alergia al cacahuete en el Reino Unido. Por lo tanto, para prevenirla puede ser necesaria la eliminación completa de la proteína del cacahuete del entorno, lo cual, en la práctica, resulta difícil de lograr. (b) Existen indicios que pueden hacer pensar que la exposición precoz a dosis elevadas de cacahuetes puede inducir tolerancia oral a este fruto seco. En primer lugar, en los estudios en los que se eliminan los cacahuetes durante periodos de “vulnerabilidad inmunitaria” no se evita la aparición de la alergia. En segundo lugar, se dispone de estudios de experimentación animal que demuestran que la exposición oral precoz a dosis elevadas de alérgenos alimentarios confiere tolerancia, tanto inmunológica como clínica, a los alérgenos alimentarios. Por último, en el mundo en vías de desarrollo, donde no existe la recomendación de eliminar los cacahuetes y donde el cacahuete es una fuente importante de proteína alimentaria, las observaciones clínicas revelan tasas bajas de alergia al cacahuete en niños con asma y eccema. En consecuencia, se necesita y se precisa examinar nuevas estrategias para prevenir la alergia alimentaria a través de la inducción de la tolerancia oral mediante estudios de intervención aleatorizados y controlados. 18 Enteropatía crónica: base molecular Frank M. Ruemmele Durante las dos últimas décadas se han realizado progresos importantes en el conocimiento de la fisiopatología de la diarrea crónica e intratable de la lactancia, que han permitido una nueva perspectiva conceptual de este grupo heterogéneo de enfermedades gastrointestinales. El cuadro clínico de diarrea crónica y persistente grave con inicio en el curso de los primeros días o semanas de vida se describió inicialmente como “diarrea intratable de la infancia”. Basándose en datos clínicos, biológicos y moleculares han aparecido diferentes grupos de trastornos. Tras la exclusión de trastornos diarreicos osmóticos que reflejan malabsorción y malaasimilación (como la deficiencia de disacaridasas, los trastornos del páncreas exocrino y las enfermedades por malabsorción de ácidos biliares o proteínas) (normalmente, la diarrea cesa tras el reposo intestinal completo), pueden distinguirse dos tipos principales de enteropatías crónicas: las enfermedades diarreicas constitutivas congénitas y las enfermedades diarreicas inmunoinflamatorias. (1) Las enfermedades constitutivas se caracterizan por trastornos intrínsecos de los enterocitos. Basándose en características morfológicas e histológicas, hasta la fecha se han identificado tres enfermedades diferentes: la enfermedad por inclusión de las microvellosidades (o atrofia de las microvellosidades), la displasia epitelial intestinal (o enteropatía en penacho) y la llamada diarrea sindromática (o fenotípica). La mayoría de los niños con un trastorno constitutivo, congénito, de los enterocitos, son hijos de parejas consanguíneas. El observar a varios hermanos afectados dentro de una sola familia da a entender contundentemente la participación de una base genética evidente, probablemente en forma de transmisión recesiva autosómica. No obstante, el gen o los genes que participan en estos trastornos congénitos de los enterocitos no han sido identificados todavía. La enfermedad por inclusión o atrofia de las microvellosidades se caracteriza por inclusiones de las microvellosidades en el polo apical de los enterocitos junto a 19 microvellosidades ausentes o atróficas en enterocitos maduros fácilmente visibles con el microscopio electrónico. Estas alteraciones son secundarias a un trastorno intrínseco de los entericitos, que afecta al reciclado de la membrana y a procesos de endocitosis y exocitosis. Contrariamente a la atrofia de las microvellosidades, en la displasia epitelial intestinal se sospecha la existencia de un trastorno de la fijación de la membrana basal de los enterocitos. Esto es causa de los penachos celulares epiteliales característicos (enterocitos redondeados superpuestos, sin contacto con la membrana basal). La observación de una organización patológica de los desmosomas respalda en gran medida la hipótesis de interacciones anormales intercelulares y entre célula y matriz, que causan la displasia epitelial intestinal. La fisiopatología de la diarrea fenotípica o sindromática sigue sin conocerse a ciencia cierta. (2) Aunque las enteropatías diarreicas inmunoinflamatorias, que se inician en el curso de los primeros meses de vida, pueden compartir cuadro clínico con las enteropatías congénitas y constitutivas, lo más frecuente es que presenten también otros síntomas extraintestinales. Un grupo importante dentro de esta entidad son las enteropatías autoinmunes, que se inician con mayor frecuencia a la edad de 6 a 10 semanas en forma de enteropatía con pérdida de proteínas grave y que persiste a pesar de un reposo intestinal completo. Aunque la enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa) es un diagnóstico diferencial extremadamente raro, es preciso tenerlo en cuenta. Cuando se observó que los niños varones presentan con mayor frecuencia una forma particular de enteropatía autoinmune, asociada a dermatopatía atópica y diabetes mellitus, se identificó una pérdida, patógena, de la mutación funcional del gen FOXP3 localizado en Xp11.23-q13.3. Las consecuencias moleculares y funcionales de las mutaciones de FOXP3 se están investigando intensivamente en la actualidad y apuntan a una intensa desregulación inmunitaria con pérdida de las funciones inhibidoras de las células T reguladoras. Esto causa un incremento del estado de activación de las células T y reacciones inflamatorias importantes en tejidos diferentes. En el intestino, el resultado es la muerte celular apoptótica de los enterocitos junto a un intenso desarreglo de la barrera epitelial intestinal y la homeostasis de la mucosa. Aunque en niños y niñas existen otras formas de enteropatías autoinmunes, su base molecular es mucho menos conocida. Una forma diferente, menos grave, de enteropatía inmunoinflamatoria cursa como alergia inducida por alimentos. Este trastorno concreto se caracteriza por una pérdida de la tolerancia a los antígenos 20 alimentarios, probablemente secundaria a una desregulación de las células T reguladoras en combinación con una alteración en la función de barrera epitelial. Se ha identificado un aumento de la expresión de CD23 en enterocitos, inducido por la interleucina-4, como mecanismo clave de la captación, dependiente de la IgE, de alérgenos a través del epitelio intestinal. Este fenómeno desencadena subsiguientemente una importante reacción inflamatoria, relacionada con antígenos, que produce atrofia de las vellosidades y alteraciones epiteliales. En conclusión, la mejora constante de la atención médica a bebés y lactantes con trastornos diarreicos que constituyen potencialmente un riesgo para la vida, permite la identificación de cascadas fisiopatológicas bien diferenciadas que causan enfermedades completamente diferentes. Con el creciente conocimiento de la base molecular de estos diversos trastornos, en los próximos años aparecerán nuevas estrategias terapéuticas que concederán esperanzas renovadas a estos niños gravemente enfermos y a sus familias. 21 Enteropatía crónica: aspectos clínicos Tr o y G i b b o n s y G e o r g e J . F u c h s La enfermedad diarreica sigue siendo una causa importante de morbilidad y mortalidad durante toda la infancia. La enteropatía crónica que causa diarrea persistente es especialmente nociva, si bien las causas principales difieren entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, en cuyo contexto los determinantes principales se relacionan con el estado socioeconómico y nutricional. Desde una perspectiva global, la enteropatía crónica, que se manifiesta a través de la diarrea persistente sindrómica, representa una cuota desproporcionada de más de 2,5 millones de muertes por año de niños menores de 5 años debido a todas las enfermedades diarreicas. La diarrea persistente postinfecciosa aparece en lactantes y niños pequeños en relación con diversos patógenos víricos y bacterianos intestinales causantes de enfermedad diarreica infecciosa aguda (tabla 1). Aparece tras un episodio grave único o, más corrientemente, episodios repetidos, bien diferenciados, de diarrea aguda causada por patógenos diferentes, que persiste mucho tiempo después de que el agente infeccioso causal sea detectable. Determinados patógenos intestinales causan enteropatía crónica, que cursa con diarrea acuosa prolongada y profusa, a menudo con retraso del crecimiento y malnutrición [1]. Los niños con inmunodeficiencia primaria o secundaria, incluyendo VIH/SIDA, son propensos a los mismos patógenos que causan diarrea persistente en el niño inmunocompetente, así como a patógenos oportunistas que, en raras ocasiones, causan enfermedades en niños normales [2]. Esta enteropatía se caracteriza por diarrea recurrente o persistente, que a menudo se mueve en un círculo de anorexia, ingestión alimentaria inadecuada, pérdidas catabólicas para combatir la infección y pérdidas catabólicas procedentes del tubo digestivo. La combinación de inmunodeficiencia, malnutrición y enteropatía crónica, así como sus propiedades capaces de reforzarse mutuamente, son una causa global importante de mortalidad y morbilidad en la infancia. 22 Tabla 1. Causas de enteropatía crónica en niños Comentarios Infección intestinal Giardia lamblia Aparecen IMA, Isospora y Microsporida en Cryptosporidium parvum personas con VIH con tratamiento Cyclospora cayetanensis inadecuado E. coli enteroagregante (EaggEC) E. coli enteropatógena (EPEC) Complejo intracelular de Mycobacterium avium Isospora belli Microsporida Inmunodeficiencia Inmunodeficiencias Las inmunodeficiencias primarias primarias son causas infrecuentes, mientras que (infección intestinal las inmunodeficiencias secundarias, incluyendo el incluyendo las causadas por infección por sobrecrecimiento del VIH y malnutrición, son causas intestino delgado) principales en todo el mundo Inmunodeficiencias secundarias Malnutrición proteicoenergética y de micronutrientes, VIH Respuesta inmunitaria anormal Celiaquía Enteropatía por alergia alimentaria Trastornos autoinmunes Enteropatía autoinmune Enfermedad de injerto frente a hospedante Enfermedad inflamatoria intestinal idiopática Enfermedad de Crohn Más corriente en países desarrollados Diarrea persistente congénita (¿trastornos estructurales?) Enfermedad por inclusión de Rara microvellosidades Enteropatía en penacho Diarrea congénita por cloruros Deficiencias congénitas de disacaridasas (lactasa, sacarasa-isomaltasa) Malabsorción congénita de ácidos biliares Diarrea persistente sindrómica De importancia máxima en todo el mundo (asociada a malnutrición) 23 La causa de diversas enteropatías crónicas es una respuesta inmunitaria anormal del hospedador. La celiaquía está causada por una sensibilidad permanente al gluten en individuos genéticamente predispuestos [3]. Anteriormente considerada rara en niños en países en vías de desarrollo, pruebas más recientes ponen en entredicho este punto de vista. Mientras que los síntomas pueden ser variables, la expresión clínica clásica de la celiaquía en niños consiste en lo siguiente: enteropatía malabsortiva persistente, malnutrición, dolor abdominal, vómito y distensión abdominal. Pueden predominar síntomas extradigestivos. El diagnóstico se sospecha por la presencia de un nivel elevado del anticuerpo IgA a la transglutaminasa tisular recombinante humana y/o endomisio y se confirma por el cuadro histológico del intestino delgado. Determinados trastornos gastrointestinales inducidos por proteínas alimentarias afectan al intestino delgado y causan diarrea persistente: síndrome enterocolítico, enteropatía y gastroenteritis eosinofílica. Se definen fundamentalmente por sus mecanismos fisiopatológicos subyacentes y sus características clínicas. Aunque la provocación alimentaria oral a doble ciego, controlada con placebo, sigue siendo el patrón de oro para establecer el diagnóstico, la historia clínica, las pruebas inmunológicas y la biopsia intestinal también desempeñan papeles importantes. La enteropatía autoinmune y los trastornos diarreicos persistentes congénitos de la enfermedad por inclusión de las microvellosidades, la enteropatía en penacho, la diarrea por cloruros congénita y las deficiencias congénitas de disacaridasas son trastornos poco frecuentes de la respuesta inmunitaria, la estructura epitelial o los mecanismos de transporte intestinal [4]. Estos procesos se presentan en forma de diarrea grave y prolongada cuyo desenlace es habitualmente la muerte en la primera lactancia o infancia. La enfermedad de Crohn es un trastorno inflamatorio crónico que puede afectar a cualquier parte del tubo digestivo. La enteritis de Crohn se manifiesta frecuentemente en forma de diarrea, fiebre, sangre oculta o manifiesta en las deposiciones, dolor abdominal, úlceras aftosas, pérdida de peso y malnutrición, así como en forma de manifestaciones extraintestinales. La patogenia es compleja e implica una interrelación entre la predisposición genética y los factores ambientales. La diarrea persistente sindrómica se refiere a un proceso de enteropatía crónica y diarrea en lactantes y niños pequeños en los países en vías de desarrollo, normalmente asociado a malnutrición, frecuentemente en una relación espiral descendente, a modo de círculo vicioso (fig. 1). Mientras que la diarrea persistente representa menos del 10% de todos los episodios diarreicos en los países en vías de desarrollo, supone del 30 al 50% de toda la mortalidad por diarrea. Un 24 Deterioro de la inmunidad Factores predisponentes • Socioeconómicos • Destete precoz • Ayuno prolongado Infección Sensibilización frente a antígenos alimentarios Lesión de la mucosa Malnutrición Sobrecrecimiento del intestino delgado Insuficiencia pancreática Malabsorción de hidratos de carbono Desconjugación de ácidos biliares Malabsorción de ácidos biliares Malabsorción de grasas Diarrea persistente Infección intestinal Fig. 1. Esquema conceptual de la patogenia de la diarrea persistente sindrómica. tratamiento alimentario algorítmico y unas orientaciones clínicas simples son eficaces en la mayoría de los niños [5]. La lactancia materna debe mantenerse en niños que no han sido destetados, además de suministrarles las dietas terapéuticas descritas en el algoritmo. El aporte complementario de cinc propicia la recuperación y puede prevenir la mortalidad, mientras que el aporte complementario combinado de cinc y vitamina A evita sinérgicamente la diarrea persistente. Bibliografía 1 2 3 Ochoa TJ, Salazar-Lindo E, Cleary TG: Management of children with infectionassociated persistent diarrhea. Semin Pediatr Infect Dis 2004;15:229–236. Johnson S, Hendson W, Crewe-Brown H y cols: Effect of human immunodeficiency virus infection on episodes of diarrhea among children in South Africa. Pediatr Infect Dis J 2000;19:972–979. Hill ID, Dirks MH, Liptak GS y cols: Guideline for the diagnosis and treatment of celiac disease in children: recommendations of the North American Society for Pediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2005;40:1–19. 25 4 5 26 Murch SH: Toward a molecular understanding of complex childhood enteropathies. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2002;34(suppl 1):S4–S10. International Working Group on Persistent Diarrhea: Evaluation of an algorithm for the treatment of persistent diarrhea. Bull World Health Organ 1996;74:478–489. Transición de la nutrición parenteral a la nutrición enteral Peter J. Milla La capacidad para proporcionar por vía parenteral nutrientes suficientes para mantener el crecimiento de lactantes y niños afectos de insuficiencia intestinal o inmadurez intestinal funcional grave representa uno de los avances terapéuticos más importantes en pediatría en el curso de las tres últimas décadas [1]. No obstante, persisten ámbitos de incertidumbre concreta con respecto al paso desde la nutrición parenteral hasta la nutrición normal. En el momento de considerar cuándo y cómo reintegrar a un niño a la nutrición enteral es preciso tener en cuenta un cierto número de factores generales, así como situaciones gastrointestinales específicas. La nutrición parenteral constituye una forma de soporte nutricional que conlleva potencialmente un riesgo para la vida, y la prioridad dominante es que el niño abandone la nutrición parenteral lo antes posible. Los lactantes y los niños que presentan un episodio agudo de insuficiencia intestinal grave con un intestino previamente normal, por ejemplo, tras una intervención quirúrgica o durante un ciclo de quimioterapia, pueden tolerar la reintroducción rápida de una alimentación normal cuando la función intestinal se ha recuperado. Por otra parte, los niños con enfermedad intestinal primaria necesitarán frecuentemente la introducción de nutrición enteral adaptada según la naturaleza y la actividad de la enfermedad subyacente. En todos los niños, los factores siguientes son cruciales con miras al éxito de la introducción de la nutrición enteral: (1) deben aportarse en la medida de lo posible nutriciones enterales mínimas apropiadas para prevenir la atrofia intestinal [2]; (2) fomentar la adaptación y tratar agresivamente la enfermedad gastrointestinal subyacente [3–6]; (3) reducir el riesgo de insuficiencia hepática asociada a la nutrición parenteral [2,7]. Los aspectos prácticos siguientes pueden garantizar el éxito: (1) propiciar la participación de un dietista experimentado y un equipo de soporte nutricional; (2) introducir un solo cambio en el tratamiento cada 27 vez para evaluar la tolerancia, por ejemplo, cuando se incrementa el volumen de la nutrición enteral, la concentración de la solución nutricional debe permanecer constante; (3) mantener el acceso venoso central hasta que el niño sea alimentado completamente por vía enteral; (4) en pacientes con insuficiencia intestinal grave, los volúmenes nutricionales deben incrementarse lentamente con arreglo a la tolerancia. Algunos niños pueden pasar correctamente a la nutrición enteral mediante bolus; otros pueden necesitar una nutrición continua. La ventaja principal de la nutrición continua consiste en que la alimentación puede controlarse más fácilmente y ajustarse a la capacidad absortiva del intestino. Los niños que recuperan rápidamente la función intestinal pueden ser alimentados correctamente con alimentos normales. En recién nacidos con intestino corto pero normal, la leche materna extraída es la forma nutricional preferida para optimizar la adaptación. Aunque cuando se utiliza la nutrición continua, la leche de la propia madre debe ser pasteurizada, puede suministrarse fresca si se aporta por vía oral o mediante bolus a través de sonda. Los niños con enfermedad gastrointestinal que causa insuficiencia intestinal requieren habitualmente una nutrición enteral pediátrica especialmente formulada cuando se efectúa el cambio. La nutrición elemental, con proteínas hidrolizadas o con proteínas enteras se selecciona con arreglo a la capacidad del niño para tolerar los constituyentes nutricionales o la disponibilidad en caso de utilizar leche materna extraída. En presencia de cualquier posibilidad de inflamación intestinal persistente debe utilizarse un hidrolizado proteico apropiado o una leche para lactantes a base de aminoácidos. Puede intentarse una reducción de la cantidad de nutrición parenteral tan pronto como el niño se haya estabilizado, es decir, se hayan reducido al mínimo las pérdidas intestinales causadas por vómitos y diarreas y se haya alcanzado un estado nutricional optimo. En niños que son estables y medran con la nutrición parenteral a domicilio, la calidad de vida de la familia puede mejorar considerablemente si se suprime una de las infusiones nutricionales parenterales cada semana, permitiéndoles una noche de vida normal [8]. Si se tolera, pueden efectuarse reducciones adicionales disminuyendo la nutrición parenteral por la noche durante varias semanas o meses. Bibliografía 1 2 28 Heird WC, Driscoll JM, Schullinger IN y cols: Intravenous alimentation in pediatric patients. J Pediatr 1972;80:351–372. Williamson RC: Intestinal adaptation (first of two parts). Structural, functional and cytokinetic changes. N Engl J Med 1978;298:1393–1402. 3 4 5 6 7 8 Levine GM, Deren JJ, Steiger E y cols: Role of oral intake in maintenance of gut mass and disaccharide activity. Gastroenterology 1974;67:975–982. Greene HL, McCabe DR, Merenstein GB: Protracted diarrhea and malnutrition in infancy: changes in intestinal morphology and disaccharidase activities during treatment with total intravenous nutrition or oral elemental diets. J Pediatr 1975;87:695–704. Johnson LR, Copeland EM, Dudrick SI y cols: Structural and hormonal alterations in the gastrointestinal tract of parenterally fed rats. Gastroenterology 1975;68:1177–1183. Feldman EJ, Dowling RH, McNaughton J y cols: Effects of oral versus intravenous nutrition on intestinal adaptation after small bowel resection in the dog. Gastroenterology 1976;70:712–719. Andorsky DJ, Lund DP, Lillehei CW y cols: Nutritional and other postoperative management of neonates with short bowel syndrome correlates with clinical outcomes. J Pediatr 2001;139:27–33. Bisset WM, Stapleford P, Long S y cols: Home parenteral nutrition in chronic intestinal failure. Arch Dis Child 1992;67:109–114. 29 Enteropatía crónica y nutrición S i l v i a S a l v a t o r e e Yv a n Va n d e n p l a s El patrón de oro de una nutrición optima en la salud y la enfermedad durante la lactancia es la leche materna. La enteropatía define anomalías de la mucosa del intestino delgado, visibles con el microscopio óptico, de diversas etiologías, que pueden desglosarse en procesos agudos y en procesos crónicos [1]. Las dietas terapéuticas perfeccionadas han proporcionado progresos importantes en la nutrición de lactantes y niños con enteropatía crónica alimentados con leches para lactantes. Las infecciones agudas desempeñan un papel primordial en la aparición de la enteropatía. Varias infecciones incrementan la permeabilidad de la mucosa e inducen la expresión local de moléculas coestimulantes que permiten la penetración de antígenos en la mucosa, la activación de las células T y el posible trastorno de la tolerancia oral. La malnutrición inicial no sólo aumenta la gravedad de una infección gastrointestinal debida a una respuesta inmunológica alterada sino que deteriora también la recuperación de la mucosa dañada, con reducción enzimática intestinal y pancreática secundarias. En consecuencia, la rehabilitación nutricional óptima se considera la piedra angular del tratamiento de la diarrea (persistente) [2]. Lactobacilos específicos (Lactobacillus casei DN-114 001, Lactobacillus plantarum 299v) y Saccharomyces boulardii influyen beneficiosamente sobre el incremento de la permeabilidad intestinal y la agresión por invasión de patógenos bacterianos. No obstante, la administración de Lactobacillus GG no benefició a niños de Malawi afectados de enteropatía tropical. La celiaquía y la alergia a la proteína de la leche de vaca pueden considerarse ejemplos clave de enteropatía crónica. El trigo, el centeno y la cebada contienen péptidos de gluten, ricos en prolina y glutamina, que confieren resistencia a las enzimas digestivas y a la activación del sistema inmunitario en sujetos genéticamente predispuestos. La proteína de la leche de vaca, la soja, el trigo, la avena, el arroz, los huevos y el pescado pueden causar enteropatía en niños seleccionados. Aparecen alergias alimentarias múltiples, incluso 30 durante la lactancia materna, y se describe crecientemente que este cuadro se debe a un deterioro del desarrollo de la tolerancia oral. El enfoque alimentario de la enfermedad alérgica está evolucionando desde la eliminación pasiva de alérgenos hasta la estimulación activa del sistema inmunitario inmaduro con objeto de sustentar la instauración de tolerancia [3]. El aporte complementario de probióticos puede proporcionar señales de maduración para el tejido linfático, mejorar el equilibrio entre citocinas proinflamatorias y citocinas antiinflamatorias, reducir la carga de antígenos alimentarios modificando macromoléculas y normalizar la microecología intestinal alterada en individuos alérgicos. Los nucleótidos alimentarios forman bloques de ARN, ADN, ATP y, en consecuencia, una leche para lactantes con aportes complementarios puede mejorar el crecimiento y la inmunidad, favorecer una maduración óptima, la recuperación y el funcionamiento de tejidos que se dividen rápidamente, como la mucosa del tubo digestivo. En estudios con lactantes se ha demostrado que la adición de nucleótidos reduce la incidencia de diarrea e infecciones de las vías respiratorias superiores (aunque no de las inferiores), afecta la actividad de los linfocitos citolíticos, incrementa la IgA sérica y la maduración de las células T, así como el nivel de anticuerpos tras la vacunación con Haemophilus influenza de tipo B (pero no la hepatitis B) [4]. En lactantes con grave retraso intrauterino del crecimiento, los nucleótidos intensifican el crecimiento alcanzado. El aporte complementario de nucleótidos en la nutrición del lactante puede considerarse muy seguro; en consecuencia, la relación entre coste y beneficio tiene una gran importancia. La adición de nucleótidos a la nutrición del lactante debe tomarse en consideración en lactantes “de riesgo”, como el lactante prematuro y el lactante inmaduro, o después de una lesión intestinal grave. No obstante, la nutrición enteral enriquecida con glutamina no mejoró la tolerancia nutricional ni el resultado a corto plazo en los recién nacidos de muy bajo peso, y los datos aleatorios y controlados disponibles no demuestran beneficios clínicamente significativos en lactantes prematuros. Los lípidos alimentarios adecuados son extremadamente importantes, no sólo con respecto al valor calórico sino también a los efectos inmunomoduladores. Los lípidos pueden evitar la sensibilización alérgica regulando por disminución la respuesta inflamatoria (ácidos grasos n-3 pero no n-6), al tiempo que protegen la barrera epitelial, regulan la función inmunitaria y modifican la adherencia de microbios a la mucosa, contribuyendo de este modo a interacciones hospedadormicrobio. Los triglicéridos de cadena media parecen poseer mayores propiedades antivíricas y antibacterianas (frente al virus del sarcoma 31 de Rous, el virus del herpes simple, Haemophilus influenza y estreptococos del grupo B) que los triglicéridos de cadena larga. Con arreglo a una reciente revisión de Cochrane, no hay pruebas de que existan diferencias entre los triglicéridos de cadena media y los triglicéridos de cadena larga sobre el crecimiento a corto plazo, la intolerancia gastrointestinal y la enterocolitis necrosante [5]. Bibliografía 1 2 3 4 5 32 Walker-Smith JA, Murch SH: Diseases of the Small Intestine in Childhood, ed 4. Oxford, Isis Medical Media, 1999. Bhutta ZA, Ghishan F, Lindley K y cols: Persistent and chronic diarrhea and malabsorption: Working Group Report of the Second World Congress of Pediatric Gastroenterology, Hepatology, and Nutrition. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2004;39(suppl):S711–S716. MacDonald TT, Monteleone G: Immunity, inflammation, and allergy in the gut. Science 2005;307:1920–1925. Buck RH, Thomas DL, Winship TR y cols: Effect of dietary ribonucleotides on infant immune status. Part 2: Immune cell development. Pediatr Res 2004; 56:891–900. Klenoff-Brumberg HL, Genen LH: High versus low medium chain triglyceride content of formula for promoting short term growth of preterm infants. Cochrane Database Syst Rev 2003;1:CD002777. Mucosa sobrecargada Geoffrey Davidson, Stamatiki Kritas y Ross Butler El revestimiento mucoso del tubo digestivo consiste en una monocapa de células epiteliales que proporciona una barrera entre el entorno externo y el medio interno del organismo. De la adhesión que mantiene unidas a estas células son en gran medida responsables las uniones compactas entre las células y, si este sistema se quiebra por algún mecanismo, el organismo queda expuesto a los materiales extraños, bien sean proteínas, microorganismos o toxinas. La sobrecarga ha sido definida como una amenaza aguda para la homeostasis del organismo. La sobrecarga fisiológica puede ser inducida por ejercicios, como correr grandes distancias. Se ha comprobado que así se daña físicamente al intestino, causando erosiones hemorrágicas de la mucosa y colitis isquémica. Se ha dado a entender que la isquemia de la mucosa gastrointestinal es el factor principal de sobrecarga, al que contribuye posiblemente la deshidratación y cambios en la temperatura corporal. El empleo de la permeabilidad intestinal como marcador ha demostrado que los trastornos de la función de barrera son similares a los que se observan en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (EII) en fase de remisión. Ha despertado un interés considerable el efecto del estrés psicológico sobre la función gastrointestinal. Entre los trastornos gastrointestinales asociados a sobrecarga destacan los siguientes: enfermedad por reflujo gastroesofágico, dispepsia funcional, enfermedad ulcerosa péptica, síndrome del intestino irritable y EII. El factor liberador de corticotrofinas es un mediador importante de la respuesta a la sobrecarga, y el bloqueo de esta respuesta por un inhibidor seleccionado resultó eficaz en la reducción de la respuesta a la sobrecarga. El estrés psicológico puede asociarse a un aumento de la motilidad del colon, un incremento del agua, los electrolitos y la secreción mucosa colónica y un aumento de los mediadores mastocíticos. Se dispone de pruebas muy contundentes de que la sobrecarga asociada a efectos vitales adversos se relaciona con una mayor tasa de recidivas de EII. En este proceso se produce un incremento de la permeabilidad 33 intestinal, que puede ser significativo en su patogenia, dado que la permeabilidad es también anormal en los parientes de primer grado de pacientes afectos de EII. El síndrome del intestino irritable es un proceso corriente que puede representar una enfermedad relacionada con el estrés. En estudios recientes se deja entrever la existencia de una inflamación de baja intensidad que puede predisponer a un incremento de la permeabilidad y contribuir a la alteración de la motilidad en diferentes zonas del intestino. Aunque la diarrea infecciosa también da lugar a mucosa sobrecargada en relación con todos los patógenos intestinales, la fisiopatología puede diferir. Los agentes causantes de sobrecarga en la diarrea secretora, por ejemplo, Vibrio cholera, son toxinas, mientras que en la diarrea osmótica, por ejemplo, rotavirus, el daño está relacionado con la penetración celular, la lisis y la sustitución rápida por enterocitos inmaduros. Muchos de estos microorganismos interactúan con las proteínas de oclusión de la zónula, alterando la distribución de ocludina y perturbando la barrera de las células epiteliales. La subnutrición, la deficiencia de nutrientes y las infecciones recurrentes, tanto gastrointestinales como de otro tipo, causan en los niños de los países en vías de desarrollo una enteropatía progresiva que, a su vez, interfiere con el desarrollo de su crecimiento y su potencial a largo plazo. En estudios realizados en niños aborígenes australianos se ha demostrado una notable lesión de la mucosa, incluso en aquéllos sin diarrea compatible con una enteropatía progresiva. Se ha demostrado un trastorno de la función de la barrera intestinal en pacientes con eccema atópico y síntomas alérgicos gastrointestinales. La celiaquía es otro proceso en el que desataca una predisposición genética relacionada con las moléculas HLA-DQ2 y HLA-DQ8, que estimulan la proliferación de células T y la excreción de citocinas inflamatorias. La permeabilidad intestinal aumenta en la enfermedad activa, así como en parientes no afectados. La malnutrición, tal como se ha indicado previamente, es un problema importante en los países en vías de desarrollo, y el círculo que comprende infección, subnutrición y retraso del crecimiento se agrava por deficiencias de micronutrientes, especialmente cinc, folato y vitamina A. La deficiencia de cinc por sí sola puede actuar como factor en la enteropatía, lo que no debe sorprender si se tiene en cuenta que la enfermedad por deficiencia de cinc, la acrodermatitis enteropática, cursa con alteraciones en la mucosa. La evaluación del estado de salud de la mucosa gastrointestinal ha demostrado ser problemática, dado que las técnicas invasivas, si bien son útiles, proporcionan datos limitados y no permiten una evaluación 34 funcional. Las pruebas no invasivas basadas en heces, orina y aliento son prometedoras, dado que permiten una evaluación funcional. Muchas de estas pruebas pueden realizarse conjuntamente y son biomarcadores que pueden mejorar nuestra capacidad para definir una mucosa sobrecargada. 35 Nutrición en niños con hepatopatía colestásica E . L e o n i e L o s , S a b i n a L u k o v a c , A n n i e k We r n e r, Ti e t i e D i j k s t r a , H e n k j a n J . Ve r k a d e y E d m o n d H.H.M. Rings La hepatopatía colestásica (HPC) en niños afecta negativamente al estado nutricional, al crecimiento y al desarrollo, con la consecuencia de un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad. Esta constatación es ilustrada por el hecho de que el desenlace clínico de niños afectados por HPC a la espera de trasplante hepático es pronosticado en parte por su estado nutricional, que se integra en el modelo pediátrico de hepatopatía en fase terminal. La conservación del estado nutricional llega a ser más importante a medida que aumenta el número de pacientes en la lista de espera de trasplantes hepáticos y se prolonga la duración del tiempo de espera de un órgano de donante. La ingestión alimentaria deficiente es un factor importante del fundamento fisiopatológico de la malnutrición en niños con HPC. En estos niños, a menudo se incrementa el gasto de energía. Además, su estado nutricional puede deteriorarse adicionalmente por la reducción de la absorción de macronutrientes, entre los que destacan la grasa, los hidratos de carbono y las proteínas. A una edad temprana, la grasa representa la fuente energética alimentaria más importante (hasta el 50% de la energía total ingerida). Los ácidos grasos esenciales y los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga son indispensables para el desarrollo y la función correctos de diferentes órganos. En la HPC podría afectarse también la absorción de micronutrientes, incluyendo la absorción de las vitaminas liposolubles A, D, E y K. Se dispone de estrategias nutricionales para optimizar la alimentación de niños afectos de HPC. La nutrición en la lactancia consiste predominantemente en leche materna y leches para lactantes. En niños con HPC, la ingestión de energía alimentaria suele incrementarse hasta niveles del 120 al 150% de la ingestión de energía diaria recomendada. La adaptación de la dieta implica el incremento de la concentración y la cantidad ingeridas. Además, hasta el 60% de los 36 componentes lipídicos, particularmente triglicéridos de cadena larga, son sustituidos por triglicéridos de cadena media, cuya absorción puede realizarse con relativa independencia de la presencia de componentes biliares en la luz intestinal. El contenido en hidratos de carbono puede incrementarse por el aporte complementario de leches para lactantes con dextrinomaltosa. Los niños alimentados con leche materna reciben adicionalmente leches para lactantes y aceite rico en triglicéridos de cadena media, mientras que en los niños mayores la nutrición con leches para lactantes se prolonga frecuentemente y se suministran líquidos de alto valor energético. Aunque la ingestión adecuada de ácidos grasos esenciales y ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga no es monitorizada frecuentemente en los pacientes con HPC, se procura suministrar grandes cantidades de esos ácidos grasos en la alimentación. La absorción adecuada de vitaminas liposolubles durante la HPC puede lograrse habitualmente incrementando considerablemente las dosis administradas diariamente, muy por encima de las recomendaciones normales para los grupos de edad. Los niveles séricos de vitaminas liposolubles se monitorizan periódicamente con objeto de poder adaptar dichas dosis. No obstante, los pacientes afectos de HPC constituyen un grupo heterogéneo en el que varían las manifestaciones clínicas de su enfermedad. Esto hace que un enfoque alimentario individualizado sea crucial para estos niños. Se conoce en parte la base biológica que subyace a las manifestaciones clínicas de la HPC. La obstrucción o la ausencia de conductos biliares, que se observa frecuentemente en la HPC, propicia la acumulación de ácidos biliares en los hepatocitos con la subsiguiente insuficiencia hepática. En consecuencia, se interrumpe la circulación enterohepática de ácidos biliares. La ausencia resultante de ácidos biliares en la luz intestinal ocasiona el deterioro de la micelización y, por lo tanto, se reduce considerablemente la absorción de las grasas y de los nutrientes liposolubles. Otra característica de la HPC es el elevado nivel de ácidos biliares en el suero, que puede causar lesión tisular secundaria. Al respecto, no todo los aspectos del metabolismo y la absorción de los nutrientes en niños con HPC son bien conocidos y estudiados. En modelos animales y en humanos, los estudios con triglicéridos y ácidos grasos marcados con isótopos estables han proporcionado una información esencial acerca de la absorción de las grasas en condiciones fisiológicas y colestásicas. Prevemos que en el futuro puedan utilizarse pruebas basadas en otros macronutrientes marcados con isótopos, es decir, hidratos de carbono y proteínas, para evaluar adicionalmente el estado nutricional de niños con HPC y, en consecuencia, disponer de tratamientos nutricionales individualizados. 37 Necesidades de nutrientes en lactantes prematuros Ekhard E. Ziegler El conocimiento preciso de las necesidades de nutrientes en lactantes prematuros es sumamente importante para la prevención de la insuficiencia del crecimiento postnatal y para fortalecer el desarrollo neural. Los métodos por los cuales pueden estimarse las necesidades de nutrientes corresponden a dos categorías: métodos factoriales y métodos empíricos. Cada una conlleva sus ventajas e inconvenientes. Los métodos factoriales proporcionan estimaciones de las necesidades de proteínas, energía y un cierto número de otros nutrientes. Los métodos precisos utilizados pueden variar; sin embargo, a pesar de ello generan resultados bastante similares (tabla 1). Los métodos factoriales permiten también la estimación de los nutrientes adicionales necesarios para un grado determinado de crecimiento alcanzado, pero no pueden indicar en qué medida el crecimiento alcanzado es realmente posible. Los métodos empíricos proporcionan estimaciones de las necesidades de proteínas y energía, pero no de otros nutrientes. A menudo suministran una indicación del grado de crecimiento alcanzado posible, además de proporcionar estimaciones de las necesidades de proteínas y energía. Las ventajas del crecimiento alcanzado superan cualquier posible inconveniente relacionado con el mismo. En consecuencia, deben suministrarse siempre los nutrientes necesarios para el crecimiento alcanzado. 38 Tabla 1. Ingestiones de nutrientes necesarias para obtener un incremento de peso similar al del feto Peso corporal, g Incremento del peso fetal, g/día g/kg/día Proteína, g Pérdida inevitable Crecimiento (acumulación) Ingestión requerida Parenteral Enteral Energía, kcal Pérdida Gasto en reposo Gasto diverso Crecimiento (acumulación) Ingestión requerida Parenteral Enteral Proteína/energía, g/100 kcal Parenteral Enteral 500–700 700–900 13 21 16 20 20 19 24 18 26 16 29 14 1,0 2,5 1,0 2,5 1,0 2,5 1,0 2,4 1,0 2,2 1,0 2,0 3,5 4,0 3,5 4,0 3,5 4,0 3,4 3,9 3,2 3,6 3,0 3,4 60 45 15 29 60 45 15 32 65 50 15 36 70 50 20 38 70 50 20 39 70 50 20 41 89 105 92 108 101 119 108 127 109 128 111 131 3,9 3,8 4,1 3,7 3,5 3,4 3,1 3,1 2,9 2,8 2,7 2,6 Modificado de Ziegler, Thureen, Carlson: Clin Perinatol 2002;29:225. 900–1.200 1.200–1.500 1.500–1.800 1.800–2.200 39 Evaluación nutricional en lactantes prematuros Ian J. Griffin Si el objetivo de la evaluación nutricional de lactantes prematuros consiste en identificar la provisión subóptima (o excesiva) de proteínas, energía y micronutrientes, la mayoría de los métodos actualmente disponibles son deficientes. Las evaluaciones antropométricas, como las mediciones del peso, están limitadas por el efecto engañoso del estado de los líquidos, una limitación particularmente importante en los primeros días tras el nacimiento. Las mediciones del crecimiento lineal, como la distancia vértice-talón y la distancia rodilla-talón, son relativamente imprecisas y, en consecuencia, lentas para responder a los cambios nutricionales (tabla 1). La evaluación del crecimiento del lactante prematuro está entorpecida por la falta de un estándar de referencia adecuado. El peso, la longitud, el perímetro craneal y el perímetro braquial pueden compararse con diagramas generados basándose en cohortes de lactantes prematuros. No obstante, reflejan las prácticas nutricionales de dichas cohortes. Dado que la mayoría de los lactantes con peso muy bajo al nacer abandonan el hospital por debajo del percentil 10, el empleo de esos diagramas como “patrones” casi garantiza que los lactantes prematuros tendrán un crecimiento deficiente. Los percentiles de crecimiento basados en datos de recién nacidos prematuros tienen ciertas ventajas. No obstante, estos datos no pueden ser considerados como norma general, dado que el nacimiento prematuro constituye siempre un acontecimiento anormal. Además de las limitaciones técnicas y metodológicas, los percentiles se hallan restringidos actualmente a las meras mediciones del peso (tabla 2). Los métodos de evaluación de la composición corporal están limitados en gran medida al ámbito de la investigación. No está claro si la composición óptima del crecimiento postnatal es aquella que se asemeja al crecimiento fetal o al crecimiento postnatal del lactante a término. Las evaluaciones nutricionales bioquímicas son de utilidad muy 40 Tabla 1. Tasas de crecimiento a partir de tres estudios extensos del peso al nacer de lactantes prematuros en comparación con los datos de Lubchenco y cols. [1] Referencia Tamaño de la muestra Tasa de crecimiento, g/kg/día, 27 a 34 semanas Lubchenco y cols. [1] Hoffman y cols. [2] 5.635 1.164.871 Arbuckle y cols. [3] 1.087.629 Alexander y cols. [4] 3.134.879 14,9 11,2 (niñas afroamericanas) 13,7 (niños afroamericanos) 15,4 (niñas de raza blanca) 15,7 (niños de raza blanca) 16,3 (niños) 16,9 (niñas) 20,0 Tabla 2. Tasa de crecimiento requerida para que un lactante de 1.000 gramos y 27 semanas alcance a un lactante a término con una edad corregida de 44 semanas, en función del tiempo necesario para recuperar el peso al nacer Tiempo necesario para recuperar el peso al nacer, días Tasa de crecimiento requerida, g/kg/día 7 14 21 28 13,32 14,21 15,24 16,42 limitada en lactantes prematuros de menor riesgo, y en aquéllos cuya ingestión nutricional es probablemente satisfactoria. La determinación de la fosfatasa alcalina, el nitrógeno ureico en sangre y la prealbúmina pueden desempeñar un papel en la identificación de individuos cuya ingestión de minerales o proteínas es insuficiente, especialmente en situaciones en las que la insuficiencia es probable (restricción grave de líquidos) o en las que la ingestión es de difícil evaluación (uso de leche materna). Bibliografía 1 2 Lubchenco LO, Hansman C, Dressler M y cols: Intrauterine growth as estimated from liveborn birth-weight data at 24 to 42 weeks of gestation. Pediatrics 1963;32:793–800. Hoffman HJ, Stark CR, Lundin FE Jr y cols: Analysis of birth weight, gestational age, and fetal viability, US births, 1968. Obstet Gynecol Surv 1974;29: 651–681. 41 3 4 42 Arbuckle TE, Wilkins R, Sherman GJ: Birth weight percentiles by gestational age in Canada. Obstet Gynecol 1993;81:39–48. Alexander GR, Himes JH, Kaufman RB y cols: A United States national reference for fetal growth. Obstet Gynecol 1996;87:163–168. Nutrición agresiva precoz en lactantes muy prematuros Patti J. Thureen A pesar de los numerosos progresos realizados durante la última década en la nutrición de los lactantes prematuros, el aumento de la supervivencia de los recién nacidos de bajo peso está dando lugar a una nueva frontera de soporte nutricional extrauterino de esos lactantes vulnerables. El lactante con peso extremadamente bajo al nacer posee reservas de energía endógenas de sólo 200 kcal aproximadamente, suficientes para mantener el balance energético durante sólo 3 a 4 días sin un suministro de energía exógeno. No obstante, numerosos médicos albergan todavía dudas sobre la introducción de tasas elevadas de sustratos en una fase precoz de la vida, debido a los problemas de intolerancia y toxicidad. Tanto a nivel nacional como internacional, las prácticas nutricionales actuales parecen dar lugar a una insuficiencia del crecimiento postnatal significativa en neonatos muy prematuros. La optimización del soporte nutricional en estos lactantes es crucial para evitar desenlaces adversos del crecimiento y neurológicos. Una recomendación corriente con respecto a la nutrición postnatal en lactantes muy prematuros consiste en duplicar el crecimiento fetal humano normal en el útero en la misma edad gestacional, lo que se interpreta corrientemente como la consecución de tasas de incremento del peso fetal. La multiplicación de la composición corporal del feto de la misma edad gestacional que el lactante prematuro puede ser un objetivo nutricional más deseable. No obstante, las prácticas nutricionales actuales en lactantes prematuros (ingestiones energéticas elevadas de lípidos y glucosa acompañadas de ingestiones bajas de proteínas) contrastan significativamente con los suministros de nutrientes que recibe el feto que crece normalmente (captación elevada de aminoácidos con captaciones sólo suficientes de glucosa y lípidos). Desafortunadamente, los estudios prospectivos, con buenos controles, que validan regímenes nutricionales para neonatos muy prematuros, son poco frecuentes. Está llegando a ser más evidente que esta subnutrición postnatal debe contrarrestarse con una combinación de 43 nutrición parenteral y enteral precoz en mayores cantidades que las que se han utilizado previamente. Este procedimiento ha recibido el nombre de “nutrición agresiva precoz”. El empleo de este enfoque de nutrición intravenosa, generalmente con mayores ingestiones de aminoácidos que las utilizadas previamente, se inicia en las primeras horas después del nacimiento y, seguidamente, se administra conjuntamente con una nutrición enteral inicialmente escasa, de instauración lenta, comenzando el primer día de vida. La función de la nutrición intravenosa es alcanzar una nutrición máxima, rápida, y que la nutrición enteral precoz prepare el intestino y estimule la homeostasis hormonal normal. Evidentemente, es preciso incrementar la investigación con objeto de desarrollar estrategias nutricionales de base científica para conseguir postnatalmente las tasas de crecimiento normales en el útero. Dentro los ámbitos de investigación importantes destacan, entre otros, los siguientes: determinación de los límites superiores seguros de ingestión de aminoácidos, identificación de marcadores para la toxicidad de las proteínas, determinación de las ventajas y los riesgos de diversos niveles de ingestión de hidratos de carbono y lípidos, descripción de los efectos beneficiosos y los efectos adversos y mecanismos de acción de la insulina cuando se utiliza como coadyuvante nutricional, mejor caracterización del efecto de diversas enfermedades neonatales y respuesta de sobrecarga neonatal sobre el metabolismo nutricional, desarrollo de estrategias de nutrición enteral que permitan su instauración más rápida al tiempo que se reduce el riesgo de enterocolitis necrosante y el conocimiento de los beneficios y los riesgos de la sobrenutrición y la subnutrición en el lactante con peso extremadamente bajo al nacer. Sólo después de haber abordado estos tipos de cuestiones pueden estudiarse prospectivamente los desenlaces del crecimiento y el desarrollo a largo plazo en relación con la nutrición. Bibliografía 1 2 3 4 5 44 Ehrenkranz R, Younes N, Lemons J y cols: Longitudinal growth of hospitalized very low birthweight infants. Pediatrics 1999;104:280–289. Latal-Hajnal B, von Siebenthal K, Kovari H y cols: Postnatal growth in VLBW infants: significant association with neurodevelopmental outcome. J Pediatr 2003;143:163–170. Thureen PJ, Melara D, Fennessey PV y cols: Effect of low versus high intravenous amino acid intake on very low birth weight infants in the early neonatal period. Pediatr Res 2003;53:24–32. te Braake FWJ, Van den Akker CHP, Wattimena DJL y cols: Amino acid administration to premature infants directly after birth. J Pediatr 2005;147: 457–461. Sabita U, Thomas EL, Hamilton G y cols: Altered adiposity after extremely preterm birth. Pediatr Res 2005;57:211–215. Nutrición de lactantes prematuros después del alta: más preguntas que respuestas Richard J. Cooke El retraso del crecimiento postnatal es inevitable en los lactantes prematuros; cuanto más pequeño y más inmaduro sea el lactante tanto mayor será el grado de retraso del crecimiento en el momento del alta del hospital. En varios estudios se ha demostrado que la deficiencia del crecimiento es mayor en los lactantes prematuros alimentados con una leche estándar para lactantes a término que en los alimentados con una leche para lactantes enriquecida con nutrientes después del alta del hospital. Esta constatación no debe sorprender, dado que las leches para lactantes a término se diseñan para satisfacer las necesidades del lactante a término y no las del lactante prematuro de crecimiento más rápido. En tanto se dispone de pruebas contundentes de que los lactantes alimentados con leche materna no crecen tan satisfactoriamente como los alimentados con leches para lactantes, no existen ensayos aleatorizados y controlados que comparen el crecimiento en lactantes alimentados con leche materna que recibieron o no aportes complementarios de nutrientes. Si la leche materna madura se diseña para satisfacer las necesidades del lactante a término, los lactantes alimentados con leche materna pueden beneficiarse también del aporte complementario de nutrientes. Siguen pendientes las respuestas a varias preguntas sobre el soporte nutricional de lactantes prematuros después del alta. ¿Cuál es la composición ideal de una leche para lactantes después del alta? Teniendo en cuenta la considerable heterogeneidad del estado nutricional de los lactantes prematuros en el momento del alta del hospital y la diferencia en las tasas de crecimiento y en la composición entre niñas y niños, no está claro que una sola leche pueda satisfacer las necesidades nutricionales de todos los lactantes. 45 En estudios en los que lactantes fueron alimentados con una leche para lactantes enriquecida con nutrientes para una edad corregida de ⱖ6 meses, se observaron ventajas evidentes, mientras que en aquellos a los que se les suministró la leche para lactantes enriquecida con nutrientes para una edad corregida ⱕ2 meses no se observaron efectos sobre el crecimiento. Hay dudas de que esto sea reflejo de la duración de la alimentación. Es preciso realizar estudios adicionales para explorar esta cuestión. Hasta la fecha, se ha dedicado una escasa atención al papel y/o los efectos de las alimentaciones complementarias en estos lactantes. Las alimentaciones complementarias influirán en los efectos de cualquier estudio encaminado a examinar el crecimiento en el momento del alta de lactantes prematuros. No obstante, pueden ser también un coadyuvante importante que ayude a satisfacer las necesidades nutricionales de esos lactantes con riesgo elevado. También son imprescindibles estudios adicionales para examinar esta cuestión. 46 Ponentes Dr. Kirsten Beyer Children’s Hospital Charité Humboldt University Augustenburger Platz 1 DE–13353 Berlin Alemania E-Mail Kirsten.Beyer@charite.de Prof. George J. Fuchs University of Arkansas for Medical Sciences 800 Marshall Street, Slot 512-7 Little Rock, AR 72202 EE.UU. E-Mail fuchsgeorgej@uams.edu Prof. Richard J. Cooke Division of Neonatology University of Tennessee Center for Health Sciences Newborn Center 853 Jefferson Avenue Memphis, TN 38163 EE.UU. E-Mail rcooke@utmem.edu Prof. Ian J. Griffin Section of Neonatology Department of Pediatrics Baylor College of Medicine 1100 Bates Street Houston, TX 77030 EE.UU. E-Mail igriffin@bcm.tmc.edu Prof. Geoffrey Davidson Centre for Paediatric and Adolescent Gastroenterology Children, Youth and Women’s Health Service Women’s and Children’s Hospital 72 King William Road North Adelaide, SA 5006 Australia E-Mail geoff.davidson@ cywhs.sa.gov.au Prof. Gideon Lack Department of Paediatric Allergy and Immunology St. Mary’s Hospital Praed Street London W2 1NY Reino Unido Current E-Mail gideon.lack@kcl.ac.uk Prof. Peter J. Milla Gastroenterology and Autoimmunity Unit Institute of Child Health 30 Guildford Street London WC1N 1EH Reino Unido E-Mail p.milla@ich.ucl.ac.uk 47 Prof. Anna Nowak-Wegrzyn Division of Allergy and Immunology Department of Pediatrics Mount Sinai School of Medicine One Gustav Levy Place, Box 1198 New York, NY 10029 EE.UU. E-Mail anna.nowak-wegrzyn@ mssm.edu Dr. E.H.H.M. Rings Division of Pediatric Gastroenterology Beatrix Kinderkliniek University Medical Center Groningen PO Box 30.001 NL–9700 RB Groningen Holanda E-Mail e.h.h.m.rings@ bkk.umcg.nl Dr. Frank M. Ruemmele INSERM EMI 0212 Pediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition Hôpital Necker – Enfants Malades 149, Rue de Sèvres FR–75743 Paris Cedex 15 Francia E-Mail frank.ruemmele@ nck.ap-hop-paris.fr Dr. Patti Thureen Department of Pediatrics University of Colorado Health Sciences Center 4200 E. 9th Avenue Denver, CO 80262 EE.UU. E-Mail patti.thureen@uchsc.edu 48 Prof. Yvan Vandenplas Department of Pediatrics AZ-VUB Laarbeeklaan 101 BE–1090 Brussels Bélgica E-Mail yvan.vandenplas@ az.vub.ac.be Dr. Andrea von Berg Abteilung für Kinderheilkunde Marien Hospital Wesel Pastor-Janssen Strasse 8–38 DE–46483 Wesel Alemania E-Mail Forschung1@ marien-hospital-wesel.de Prof. Ulrich Wahn Charité Medizinische Fakultät der Humboldt-Universität zu Berlin Campus Virchow-Klinikum Augustenburger Platz 1 DE–13353 Berlin Alemania E-Mail ulrich.wahn@charite.de Prof. Ekhard E. Ziegler Department of Pediatrics University of Iowa 200 Hawkins Drive Iowa City, IA 52242-1082 EE.UU. E-Mail ekhard-ziegler@uiowa.edu