Nuestra Señora de Ilije - Santuario de Torreciudad

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NUESTRA SEÑORA DE ILIJE
DOMINIQUE KHOURY-HÉLOU
MARTÍN IBARRA BENLLOCH
La capilla patriarcal de Ilije es uno de los lugares más importantes del
Líbano. Tiene una existencia milenaria y fue sede del patriarcado maronita
desde el año 1120 al 1445.
Para llegar a esta capilla, el trayecto más frecuente es la carretera que une
Beirut con Trípoli. A la altura de Jbeil –la antigua Byblos–, nos desviamos
en dirección a la villa de ‘Amchit y desde allí nos dirigimos hacia la
montaña. Veinte kilómetros más adelante se halla Mayfouq, el término
municipal de Ilije.
El nombre de “Ilije” significa “el valle” del dios Él. En la actualidad, la
capilla pertenece a la diócesis maronita de Jbeil-’Amchit. Desde un punto de
vista pastoral, la capilla de Ilije depende del monasterio de Mayfouq. Ambos
están atendidos por la “Ordre Libanais des Moines” (o Monjes Baladitas). La
capilla se encuentra en buen estado de conservación y se celebra la santa Misa
regularmente. A esta capilla acuden numerosos peregrinos y turistas,
principalmente del Líbano, aunque también de otros muchos lugares1.
1. Los patriarcas de Ilije
Es ocioso recordar que desde tiempos apostólicos se predicó en esta tierra
del Líbano, tan estrechamente ligada en su historia a la zona que en la
actualidad ocupa Siria. Recordemos que el primer lugar donde se les llama
1. La base de este artículo es la publicación de HADI y MADELEINE MURR, Guide aux Trésors et
Mystères de Notre Dame d´Ilije. Patriarcat Maronite de 1120 à 1445, ed. Gloires Mariales,
Beyroutn 2006. Con anterioridad, escribieron La chapelle aux mille contes: Récits sur Notre Dame
d’Ilije de 1360-1365 à 1440-1405, ed. Gloires Mariales, Beyrouth 2002. Sobre los Maronitas,
cfr. YOUSSIF DEBSM, Histoire détaillée des Maronites, ed. Lahd Khater, Beyrouth 1987, 4º edic.
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cristianos es en Antioquia del Orontes, que fue una sede fundada por san
Pedro (Hch XI,19-26). Este hecho hace que los maronitas consideren a san
Pedro como su primer Patriarca.
Después de la paz constantiniana, el monaquismo cobró una
importancia extraordinaria en todo Oriente. En todo el Líbano del norte y
también en la Siria norte se establecieron los monjes, a los que
consideramos nuestros ancestros. Algunos historiadores remontan el inicio
del “maronitismo” a san Marón, un eremita del siglo IV. Otros lo hacen con
san Juan Marón, el primer patriarca del siglo VIII. Éste último es
considerado como uno de los fundadores de la nación libanesa actual.
A la hora de estudiar los patriarcas de Ilije, que ocupan el período de
1120 a 1445, resulta fundamental el estudio que realizó el patriarca
Doueihy, cuyo patriarcado se extendió del año 1670 al 1704. Él fue quien
elaboró por primera vez una lista de los patriarcas maronitas, desde san Juan
Marón hasta las Cruzadas. Y la lista de los patriarcas de Ilije está casi
completa, a pesar de que ofrece datos escuetos2.
Un estudio posterior del historiador Daou ha establecido la lista de
patriarcas maronitas que consideramos definitiva, basándose en tres
documentos. El primero es el ya citado de Doueihy, el segundo del
historiador As-Sem’aani y el tercero de un manuscrito que perteneció a
Elias Hayek à Bejjé (Jbeil), que data del año 1766 y fue escrito por el
sacerdote Georges Saad3.
La lista de los patriarcas entre san Juan Marón (707) y Juan VI de Homs
(938) es de 49, los cuales se van desplazando entre Siria y Líbano, en
función de las circunstancias políticas y religiosas del momento. A partir de
Juan VI de Homs, los patriarcas se asientan en Yanouh. El último de estos
patriarcas, coincidió con la llegada de los cruzados (1100), a los que
recibieron los maronitas con entusiasmo. Más adelante, este entusiasmo
cedió un tanto, pues los maronitas tuvieron que sufrir sus injerencias, a la
vez que las incursiones devastadoras de los árabes. Un momento de gran
2. Cfr. DOUEIHY, Série Des patriarches Maronites, ed. Chartouini, Beyrouth 1902; idem, Annales,
ed. Tawtel, Beyrouth 1951; idem, Annales, ed. Fahed, Beyrouth 1976.
3. P. BOUTROS DAOU, L’histoire des Maronites, Beyrouth 1985.
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Colofón escrito por el patriarca Irmya, del siglo XII. Evangelario de Rabboula.
peligro se vivió con la primera incursión realmente devastadora de los
Mamelucos de Egipto en 1367, a las que siguieron otras muchas. La
situación volverá a ser de una gran opresión para los maronitas. La caída de
Constantinopla en 1453, vio el inicio de una nueva época de persecución
contra los cristianos en todo el Oriente. Los Otomanos, tan crueles como los
Mamelucos, no fueron nada tolerantes con los cristianos.
El primer patriarca que se asienta en Ilije es Boutros I de Byblos. Su
sucesor, Gregorio de Halate, recibió al cardenal Gulelmos enviado por el
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papa Inocencio II.
El séptimo patriarca, Jeremías de ‘Amchit, reside en Ilije y en
Yanouth. Restaura la iglesia y declara a Nuestra Señora de Ilije como
milagrosa en el año 1207. El papa Inocencio III le invita en 1213 a
participar en el Concilio Ecuménico que se debía reunir en san Juan de
Letrán el 11 de noviembre de 1215. Jeremías fue a Roma y participó en
el Concilio. Volvió al Líbano con la bula papal Quia Divinae Sapientiae, de
3-I-1215, que reconocía los privilegios a la Iglesia Maronita. Jeremías
restauró tanto el cuadro de la Virgen de Ilije como el monasterio.
Posiblemente escribió los textos más bellos de la liturgia maronita, en los
que se inspiró más tarde el patriarca Doueihy. Es muy celebrado por un
milagro que se le atribuye, el de la hostia suspendida en el aire, que relata
Doueihy.
El duodécimo patriarca, Daniel de Hadchit, recibió la bula de
confirmación del papa Nicolás III, en 1280. También se opuso con un
ejército a un ataque de los Mamelucos al norte del Líbano. Mucho peor fue
la situación ochenta años más tarde. El patriarca Gabriel de Hejoula tuvo
que hacer frente a otra incursión de los Mamelucos, siendo apresado y
asesinado en abril de 1367, después de torturas inauditas. En la actualidad
se le conoce como Cheikh Mass’oud, conservándose su tumba en la
mezquita de Taylan, en Bab el Raml, Trípoli. Los fieles cristianos y también
los musulmanes veneran su memoria.
2. La capilla de Ilije
Muy probablemente, la capilla de Ilije se asiente sobre los restos de un
templo fenicio. Una tradición dice que el apóstol san Pedro pasó por la
montaña de Ilije, y que la habría transformado en iglesia. Pero no hay
pruebas documentales de ello.
4. Cfr. J. LASSUS, Sanctuaires Chrétiens de Syrie, Paris 1947; ALFRED y MAY MURR, Le Christ a
aussi vécu au Liban, Beyrouth 2005; LINA NEHMÉ, Baalbek la Phénicienne, Visite aux temples
d’époque romaine, ed. Aleph et Taw, Beyrouth 2001.
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Inscripción siríaca del siglo XII. Entrada principal.
Comparando la capilla patriarcal de Ilije con otras iglesias siriacas
antiguas de Siria del norte, encontramos muchos elementos comunes4.
Uno de estos es el bêma o exedra, un estrado semicircular. El patriarca
Doueihy habla extensamente de éste en su obra de liturgia maronita. Las
iglesias maronitas dirigían sus altares hacia Oriente. El ábside central se
abría al altar y se situaba hacia el Este, mientras que el bêma se situaba de
ordinario de cara al altar y dirigido hacia el Oeste. Sobre los doce asientos
que se colocaban detrás del altar, se sentaban los miembros del clero. Se
celebraba sobre el estrado del bêma, en medio de la nave, la primera parte
de la misa y se leía el Evangelio y un pasaje de la Sagrada Escritura.
También se decía el sermón. Cuando había finalizado la liturgia de la
Palabra, los celebrantes se dirigían al altar en el ábside o santo de los
santos, para celebrar la parte eucarística. Los catecúmenos debían
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permanecer en la parte del bêma, pues no tenían permitido asistir a la
Eucaristía.
El bêma es, por tanto, una particularidad de la iglesia maronita y no se
puede entender su liturgia sin él. También resulta un indicio muy
esclarecedor cuando se le encuentra en alguna iglesia. A pesar de la política
destructiva de los vecinos musulmanes, todavía se conservan cuarenta y
cinco iglesias en Siria del norte con su gran bêma. Éste aparece igualmente
en las iglesias maronitas patriarcales del Líbano, como la de Yanouth o la
de Ilije.
Además, las iglesias maronitas se caracterizan por una serie de elementos
arquitectónicos, de los que citaremos algunos. El primero, están
construidos con piedras grandes, a veces enormes, a menudo esculpidas. El
segundo, el espacio de la iglesia se divide siempre en tres naves
longitudinales. El tercero, las naves son separadas entre sí por arcos que
soportan columnas o pilares. El cuarto, la nave central es más larga y
elevada que las laterales. Lo mismo sucede con los ábsides. El quinto, el
santuario se abre por su extremo oriental. A la nave central corresponde el
Vista general del monasterio.
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Este. El sexto, el santuario se abre sobre la nave central por una arcada. El
séptimo, el santuario está siempre obligatoriamente dirigido al Este.
Se puede considerar a los maronitas como los creadores de una
arquitectura religiosa propia: la basílica –o capilla patriarcal–. Es una
arquitectura que debe bastante a sus ancestros los Fenicios; no es ni bizantina
ni romana, ni griega, ni árabe.
La capilla de Ilije es un ejemplo importante de la arquitectura maronita.
Pero es asimismo un ejemplo muy particular. Es un conjunto que se divide
en dos partes bastante bien definidas. La primera comprende las tres naves,
los tres ábsides, el altar, el bêma. La segunda conduce al “pabellón del
patriarca” y a un salón lateral que desemboca en un pasadizo secreto estrecho
que conduce fuera de la capilla.
La geometría de la iglesia es más o menos rectangular. Las fachadas Oeste
y Este son más largas que la Norte y Sur. En la fachada Oeste se encuentra
la plaza y la entrada principal. El arco de la puerta de entrada se haya
construido con grandes piedras. Examinándolas con detalle, encontramos
que algunas de ellas se hallan esculpidas. Una de ellas con figura de toro, que
bien pudiera ser una representación del dios pagano Baal. También se
encuentra un sol que, como se sabe, es uno de los símbolos del dios Él. No
es difícil aventurar que la mayor parte de las piedras del templo fenicio,
sirvieran para construir la nueva iglesia. Encima del arco de entrada, se
encuentra una placa con una gran cruz y la lista de los patriarcas de Ilije.
Cuando penetramos en el interior, nos dirigimos hacia el bêma, subiendo
cinco escalones. Una vez ahí, divisamos un pequeño ventanuco y una escalera
que conduce a la habitación del patriarca. También se accede a la nave
principal. Cuando se pasa hacia ella, se deja a mano izquierda el baptisterio.
El altar de la nave principal es una roca maciza, casi rectangular, de 95
cm. de largo y 75 cm. de ancho. Esta roca está recubierta por una piedra rectangular
blanca, con una pequeña cavidad, que pudo servir en la época pagana para las
libaciones. Encima del altar se encuentra una cruz, que se apoya en la pared. Encima
suyo, una copia del cuadro de Nuestra Señora de Ilije, del siglo XIX. Si miramos desde
el altar, observamos una ventana que va directa a la habitación del patriarca: él podía
asistir a la santa Misa desde su estancia, sin necesidad de bajar. Se accedía a ella a través
de una escalera que todavía se conserva.
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3. El cuadro de Nuestra Señora
Para los libaneses, el cuadro de Nuestra Señora de Ilije es un tesoro
inestimable. La última restauración data de la década de 1980. En esta
restauración tomaron parte las hermanas del Carmelo de la Madre de Dios,
Harissa, con la colaboración de la facultad de Bellas Artes de la Universidad del
Espíritu Santo de Kaslik USEK, bajo la dirección del P. Antoine Lammens5.
El lienzo tiene unas dimensiones de 150 x 110 cm. Se han descubierto
siete capas de pintura diferentes, lo cual nos puede dar una idea de su
importancia.
La tradición habla que en el año 1207 la Virgen de Ilije fue proclamada
milagrosa por el patriarca Jeremías de ‘Amchit. Después el monasterio fue
quemado por los extranjeros y el icono logró salvarse de las llamas. La
tradición afirma que la santísima Virgen colaboró en la detención de este
fuego. Los análisis del lienzo nos muestran, efectivamente, unos signos
evidentes de partes quemadas –a la derecha de la cabeza del Niño, por
ejemplo– que, sin embargo, son mínimas.
En una de las pruebas realizadas con el lienzo se descubrió que era del
siglo XIII o anterior. En 1982 se realizaron pruebas en laboratorios de París
y Londres. Los resultados de las cromatografías y de las radiografías
confirmaron la naturaleza y el estilo de la técnica empleada en el cuadro.
Los materiales utilizados eran bien distintos, apareciendo al menos siete
niveles de pintura. Esto obligó a los expertos a solicitar la documentación
histórica que pudiera arrojar más luz sobre los diferentes avatares que había
sufrido este icono de Nuestra Señora. Más tarde, se le hicieron pruebas con
fotografía en ultravioleta o con rayos X en algunas zonas del cuadro. La
pintura más antigua se remonta al comienzo del siglo XI. Por eso en la
actualidad se sostiene que este cuadro pudo ser anterior al primer patriarca
de Ilije (1120-1130).
5. Cfr. MARIE ANTOINETTE CHAMI, L’icône de la Vierge d’Ilije, une authentique œuvre d’art,
“L’Orient”, 1-X-1984, p. 4; JEAN DIAB, Le Tableau de Notre Dame d’Ilige datant du Xie
s. restauré par une spécialiste du Louvre, “La Revue du Liban”, 1361 (21/28-XII-1985);
P. ANTOINE LAMMENS, s.j., Icônes restaurées, Publications de l’Académie Libanaise des Beaux
Arts ALBA, 1998.
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Lienzo de Nuestra Señora de Ilije.
Los pigmentos empleados concuerdan mucho con los comunes en los
frescos sirios. El estilo y la técnica lo confirman. El cuadro debió ser objeto
de la devoción popular durante los siglos en los que el patriarcado maronita
se estableció en Ilije. Es lo único que puede explicar todos los cuidados
recibidos y su altísima estima.
Nos detendremos a continuación, en una breve descripción del icono,
con algunos detalles de interés. Comenzaremos por la cara del Niño Jesús.
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Su rostro ha sido muy corregido en la versión actual. Ahora mira de
frente, con ojos simétricos, cabello bien peinado y recogido. Esto es lo más
propio del arte siríaco primitivo. Con anterioridad, la cara estaba
ligeramente dirigida hacia su derecha, un tanto despeinado, con un estilo
más propio del arte bizantino.
La Virgen tiene cuatro elementos que han sufrido retoques importantes:
la túnica, las manos, las estrellas y el rostro.
La Virgen de Ilije aparecía con un vestido rojo y una túnica negra. Al
realizar la última restauración se vio claramente el color vivo del rojo del
vestido, símbolo de la realeza. Y que la túnica había sido primitivamente
de color azul.
Si dirigimos nuestra atención a las manos de la Virgen, podemos
observar que hay tres capas diferentes de pintura, lo que nos habla de tres
tradiciones artísticas diferentes. Antes de la última restauración, la mano
izquierda de la Virgen cogía una parte de los pies del Niño; ahora se ha
tapado. La mano izquierda aparecía con los dedos juntos; ahora se han
Detalle de las manos.
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Detalle de la cabeza.
separado. Esto se ha hecho porque se observó que en la representación más
primitiva, los dedos índice y corazón estaban separados, como si quisiera
dar su bendición. También se han tapado ahora los pies del Niño, que antes
de la última restauración aparecían, con el detalle de que se advertía “un
tercer pie”.
Quizás uno de los elementos más interesantes sea el de las estrellas.
Encontramos dos: una en la espalda, otra en el velo. En la espalda derecha
de la Virgen adivinamos una corona de estrellas, en el velo otra. Algunos
suponen que la estrella sobre la frente de la Virgen es un símbolo de su
virginidad, mientras que la de la espalda lo es de su fortaleza. Al examinar
con más detalle la estrella de la espalda, se ha podido observar a través de
los rayos X y de las pruebas micromatográficas que la estrella que
observamos se trata en realidad de la unión de tres estrellas diminutas. Esto
tiene una utilización muy precisa en la iconografía mariana bizantina. Sin
embargo, parece que estas tres estrellas se pueden datar en torno al siglo
XVII, siendo anterior la representación de una única estrella en una capa de
pintura anterior.
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En lo referente al velo de la Virgen, tanto sus bordes, como sus líneas
interiores o la estrella han sufrido diferentes retoques con el paso de los
siglos. La más primitiva es de estilo siríaco, con otra posterior de estilo
bizantino y otra de estilo latino del siglo XVII. En la última restauración
se han dejado sólo los elementos siríacos.
El semblante de la Virgen, en la pintura del siglo XVII que llegó hasta
nuestros días, se asemejaba mucho a la Madonna Salus Populi Romani. En
algunos rasgos también a la Madonna Della Strada. Aunque se parecen
mucho, la representación actual que corresponde a la primitiva siríaca, es
mucho más frontal que las otras.
En último lugar debemos decir algo de los dos ángeles que se encuentran
en la parte superior del icono, que nos recuerdan al sol y a la luna. Esta
iconografía es muy rica en contenidos. En nuestro cuadro, el sol aparece a la
derecha y la luna a la izquierda. El sol en el lado del Niño, la luna en el de
la Virgen. Lo mismo sucede en otros muchos iconos famosos, como en el de
la Virgen de Vladimir. Los ángeles miran al frente y no tienen alas.
Dominique KHOURY-HÉLOU
Doctor en Matemáticas
BEYRUTH-LÍBANO
Martín IBARRA BENLLOCH
Doctor en Historia
INSTITUTO MARIOLÓGICO DE TORRECIUDAD
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