José Cerezo Mir

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MEDIDAS DE SEGURIDAD APLICABLES
A LAS PERSONAS EXENTAS DE
RESPONSABILIDAD PENAL POR PADECER
UNA ANOMALÍA O ALTERACIÓN PSÍQUICA
José Cerezo Mir
Catedrático de Derecho Penal en la UNED
A mi querido amigo y compañero Marino Barbero Santos
En el art. 101, apartado 1º del Código penal está prevista la posibilidad de aplicar medidas de seguridad a las personas que sean declaradas exentas de responsabilidad criminal por padecer una anomalía o alteración psíquica. De acuerdo con dicho precepto: “Al sujeto que sea declarado exento
de responsabilidad criminal conforme al número 1.º del artículo 20, se le
podrá aplicar, si fuere necesaria, la medida de internamiento para tratamiento
médico o educación especial en un establecimiento adecuado al tipo de anomalía o alteración psíquica que se aprecie, o cualquier otra de las medidas
previstas en el apartado 3 del artículo 96. El internamiento no podrá exceder
del tiempo que habría durado la pena privativa de libertad, si hubiera sido
declarado responsable el sujeto, y a tal efecto el Juez o Tribunal fijará en la
sentencia ese límite máximo” En el apartado tercero del art. 96 se incluye
un elenco de medidas no privativas de libertad: la prohibición de estancia
y residencia en determinados lugares, la privación del derecho a conducir
vehículos a motor y ciclomotores, la privación de licencia o del permiso de
armas, la inhabilitación profesional, la expulsión del territorio nacional, de
extranjeros no residentes legalmente en España y se hace una remisión a las
demás medidas previstas en el artículo 105 del Código. Estas son la sumisión a tratamiento externo en centros médicos o establecimientos de carácter
socio-sanitario, la obligación de residir en un lugar determinado, prohibición
JOSÉ CERZO MIR
de acudir a determinados lugares o visitar establecimientos de bebidas alcohólicas, la custodia familiar, el sometimiento a programas de tipo formativo,
cultural, educativo, profesional, de educación sexual y otros similares y la
prohibición de aproximarse a la víctima o comunicarse con ella o con su
familia 1.
Para la aplicación de las medidas de seguridad es preciso que concurran
los requisitos establecidos en el art. 95, es decir “que el sujeto haya cometido
un hecho previsto como delito” y “que del hecho y de las circunstancias personales del sujeto pueda deducirse un pronóstico de comportamiento futuro
que revele la probabilidad de comisión de nuevos delitos”. Se trata, por tanto,
de medidas postdelictuales, cuyo fundamento es la peligrosidad criminal, de
acuerdo con lo previsto en el art. 6, apartado1º:” Las medidas de seguridad
se fundamentan en la peligrosidad criminal del sujeto al que se impongan,
exteriorizada en la comisión de un hecho previsto como delito” 2.
Para la aplicación de las medidas de seguridad es preciso, por tanto, en
primer lugar, que el que padezca una anomalía o alteración psíquica “haya
cometido un hecho previsto como delito”, es decir haya realizado una acción
u omisión típica y antijurídica, pues al ser un inimputable no puede obrar culpablemente 3.
Se plantea la duda de si el término delito está utilizado en sentido
estricto, por contraposición a las faltas o bien en sentido amplio, comprensivo
de los delitos y faltas 4. Según la opinión mayoritaria la palabra delito está utilizada aquí en sentido estricto, no siendo posible, por tanto, aplicar medidas de
Esta última introducida por la Ley Orgánica 14/1999, de 9 de junio de modificación del Código Penal
de 1995, en materia de protección a las víctimas de malos tratos, y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
2
Véase, a este respecto, mi Curso de Derecho Penal Español, Parte General, I, Introducción, 5ª ed.,
Tecnos, Madrid, 1996, págs. 34 y ss..
3
Es preciso examinar, por tanto, si concurre una causa de justificación, pues en caso afirmativo no es
posible imponer medidas de seguridad. No cabe, por tanto, el sobreseimiento libre, de acuerdo con el
art. 637 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, una vez comprobada la enajenación del procesado, y la
aplicación de medidas de seguridad sin comprobar si concurre una causa de justificación; véase, en este
sentido, J. TERRADILLOS BASOCO, Tratamiento jurídico-penal de la enajenación, en Comentarios
a la Legislación Penal, La reforma penal de 1983, tomo V, Vol. 1º, Edersa Madrid, 1985, pág. 143
y “Enfermedad mental, peligrosidad social y Derecho Penal”, en Psiquiatría legal y forense, I, Colex,
Madrid, 1994, págs. 106-107. La aplicación de medidas de seguridad es, en cambio, compatible, a mi
juicio, con la concurrencia de una causa de inculpabilidad basada en la inexigibilidad de otra conducta,
pues el fundamento de las penas y de las medidas de seguridad es diferente. Las medidas de seguridad
están únicamente en función de la peligrosidad del delincuente; de otra opinión Mir Puig, adiciones a la
trad. de la 3ª ed. del Tratado de Derecho Penal, Parte General, de Jescheck, I, BOSCH, Barcelona, 1981,
pág. 618; Derecho Penal, Parte General, 5ª ed., Barcelona, 1998, pág. 595-596 (nº 53) y Terradillos,
Tratamiento jurídico-penal de la enajenación, págs. 142-143, por estimar que el sujeto en ese caso no
revela una mayor peligrosidad que otras personas. Pero la apreción de la eximente de anomalía o alteración
psíquica supone que la enfermedad o trastorno mental guarda relación con la comisión del delito.
4
Véase, a este respecto, mi Curso de Derecho Penal Español, Parte General, II Teoría jurídica del delito,
6ª ed., Tecnos, Madrid, 1998, pág. 17.
1
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Medidas de seguridad aplicables a las personas exentas de responsabilidad penal por padecer...
seguridad si la persona que padece una anomalía o alteración psíquica hubiera
cometido una falta5.
Esta interpretación no es obligada, pues el Código utiliza también la
palabra delito en sentido amplio, comprensivo de los delitos –graves y menos
graves– y las faltas 6. Es cierto que en el nuevo Código penal se establece, en
el art. 6º, que: “Las medidas de seguridad no pueden resultar ni más gravosas
ni de mayor duración que la pena abstractamente aplicable al hecho cometido,
ni exceder el límite de lo necesario para prevenir la peligrosidad del autor”;
y que, de acuerdo con este criterio, en el art. 101 se prevé que solo cabe
aplicar medidas de seguridad privativas de libertad si la infracción penal está
castigada con pena privativa de libertad y la duración de la medida no puede
exceder de la de la pena que le hubiera sido impuesta al sujeto de haber obrado
culpablemente. De esta regulación, equivocada, del principio de proporcionalidad 7 solo cabe deducir que la medida de internamiento no será aplicable a las
personas que padezcan una anomalia o alteración psiquica que cometan faltas,
pues éstas se castigan únicamente con penas de arresto de fin de semana o
multa. Esta regulación es inoportuna desde el punto de vista politico-criminal
y se basa en una concepción equivocada del principio de proporcionalidad,
pues las medidas de seguridad no han de guardar necesariamente proporción
con la gravedad de la infracción penal cometida, sino con la gravedad de las
Véase, en este sentido, por ejemplo, Luis GRACIA MARTIN, en L. GRACIA MARTIN-M.A.Boldova
Pasamar-M.C. ALASTUEY DOBÓN, Las consecuencias jurídicas del delito en el nuevo Código penal
español, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pág. 380, y en Lecciones de consecuencias jurídicas del delito,
de los mismos autores, Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, págs. 310-311, y Agustín JORGE BARREIRO,
El sistema de sanciones en el Código penal español de 1995, en “La reforma de la Justicia penal”,
(Estudios en homenaje al Prof. Klaus Tiedemann), Universidad Jaime I, Castellón de la Plana, 1997,
págs. 109-110. Este era ya el criterio de la opinión dominante acerca del sentido de la palabra delito en
la regulación de las medidas de seguridad aplicables a los enajenados, en el párrafo segundo del nº 1º
del art. 8º del viejo Código. Véase, en este sentido, ANTÓN ONECA, Derecho Penal, Parte General,
pág. 297; Córdoba Roda, en Córdoba Roda-Rodríguez Mourullo, Comentarios al Código Penal, I, Ariel,
Barcelona, 1972, pág. 222; Terradillos, Tratamiento jurídico-penal de la enajenación, pág. 142 y Carlos
Mª ROMEO CASABONA, Peligrosidad y Derecho penal preventivo, Bosch, Barcelona, 1986, pág. 137,
y “El tratamiento jurídico del enfermo mental en el Consejo de Europa y sistema de garantías en el
Derecho español”, en Psiquiatría legal y forense, II, Colex, Madrid, 1994, pág. 804, (publicado también
en Actualidad Penal nº 26 y 27); el Tribunal Supremo admitió, sin embargo, en la trascendental sentencia
de 31 de marzo de 1993 (A. 3154), de la que fue ponente el ilustre magistrado D. Enrique Bacigalupo
Zapater, la aplicación de medidas de seguridad (se trataba de la de internamiento) a los autores de una
falta (considera asimismo que la aplicación de la medida de internamiento a los inimputables autores de
una falta puede fundamentarse en el art. 211 del Código civil).
6
Véase mi Curso de Derecho Penal Español, Parte General, II, pág. 17.
7
Que se basa en el criterio sugerido por Quintero Olivares y Muñoz Conde; véase G. QUINTERO
OLIVARES y F. MUÑOZ CONDE, La reforma Penal de 1983, Ediciones Destino, Barcelona, 1983,
págs. 82-83, al que se adhirió Terradillos, en Tratamiento jurídico-penal de la enajenación, págs. 161-162,
aunque en su último trabajo sobre la materia, Enfermedad mental, peligrosidad social y Derecho Penal,
págs. 108-109 se inclina, de lege ferenda, por prescindir de las medidas de seguridad para los enajenados,
que deberían ser objeto exclusivamente de un tratamiento médico bajo control judicial.
5
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infracciones cuya comisión aparezca como probable en el futuro, es decir con
la peligrosidad del delincuente 8.
La gravedad de la infracción penal cometida es sólo un indicio, que
puede ser confirmado o desvirtuado por otros, para enjuiciar la peligrosidad
del delincuente. Aunque éste haya cometido una falta, puede aparecer como
probable que cometa delitos de considerable gravedad en el futuro.
Para la aplicación de las medidas de seguridad es necesario, en segundo
lugar, “que del hecho y de las circunstancias personales del sujeto pueda deducirse un pronóstico de comportamiento futuro que revele la probabilidad de
comisión de nuevos delitos”, es decir que se aprecie en el sujeto una peligrosidad criminal.
No debería establecerse un límite de duración de la medida de internamiento, sino que la misma debería estar en función de la persistencia de
la peligrosidad del sujeto. Hay que tener en cuenta, a este respecto, que la
peligrosidad puede desaparecer aunque el sujeto no se haya curado aún de su
anomalía o alteración psíquica. El criterio decisivo debería ser, pues, la eliminación de la peligrosidad y no la curación 9
Con la actual regulación puede suceder que el sujeto deba ser puesto
en libertad, por haberse llegado al limite de duración del internamiento, pese
a ser todavía peligroso. Los inconvenientes, desde el punto de vista político
Véase, a este respecto, mi Curso de Derecho Penal Español, Parte general, I, Introducción, págs. 37-38.
Véase también, en este sentido, la trascendental sentencia del Tribunal Supremo de 29 de octubre de 1993
(A. 7987), de la que fue ponente el ilustre magistrado D. Carlos Granados Pérez, en la que se declara: “La
medida de internamiento prevista en el art. 8, 1 del (viejo) Código Penal, cuando el enajenado hubiera
cometido un hecho que la ley sancionare como delito, no puede ser entendida como una pena que se
mide por la culpabilidad del agente. Muy al contrario, partimos de una situación en la que está ausente la
capacidad de culpabilidad y el internamiento y su duración vendrán determinados por la peligrosidad que
represente el enajenado para la sociedad así como la evolución de su enfermedad, sin que sea decisivo la
mayor o menor gravedad del delito cometido. De ahí que no pueda establecerse, en la aplicación de esta
medida de seguridad, la misma duración que la que correspondería a la pena a imponer si se tratase de un
sujeto penalmente imputable”... “La indeterminación temporal de esta medida de seguridad de ningún modo
supone dar al enajenado peor trato de quien no lo es. Pues claro lo ha dejado el Tribunal Constitucional que
en sus SS. 12/1988 (RTC 1988/12) y 24/1993 (RTC 1993/24) expresa la conformidad de la indeterminación
temporal establecida en el art. 8, 1 del Código Penal con la Constitución, añadiendo que “no consagra
una privación de libertad indefinida en el tiempo y dejada a la plena disponibilidad del órgano judicial
competente... resulta obligado el cese del internamiento mediante la concesión de la autorización precisa,
cuando conste la curación o la desaparición del estado de peligrosidad que motivó el mismo, correspondiendo
al Tribunal Penal realizar los pertinentes controles sucesivos a tal fin”. Véase también, en el mismo sentido,
la sentencia anterior de 22 de enero de 1993 (A. 299).
9
Véase, en este sentido, en relación con la duración de la medida de internamiento, en el viejo Código
penal, en el que no se establecía para ella un límite fijo, Córdoba Roda, en Córdoba RODA-RODRÍGUEZ
MOURULLO, Comentarios al Código Penal, I, pág. 226. De otra opinión, RODRÍGUEZ DEVESASERRANO GÓMEZ, Derecho Penal Español, Parte General, 18 ed., Dykinson, Madrid, 1995, pág. 599
(que consideraban que la decisión del cese de la medida debe ser competencia de tribunales médicos
estatales) y Sainz Cantero, Lecciones de Derecho Penal, Parte General, III, Culpabilidad. Punibilidad,
Formas de aparición, Bosch, Barcelona, 1985, pág. 37 (que condicionaba la imposición y la duración de la
medida de internamiento a la peligrosidad del sujeto o a su necesidad para curarle).
8
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Medidas de seguridad aplicables a las personas exentas de responsabilidad penal por padecer...
criminal, de este criterio no se salvan con la posibilidad, prevista en la Disposición adicional primera, del Código penal, de que el Ministerio Fiscal pueda,
cuando una persona sea declarada exenta de responsabilidad criminal por aplicación de la eximente 1ª del art. 20, instar la declaración de incapacidad de la
misma ante la Jurisdicción civil y, en su caso, su internamiento conforme a
dicha Jurisdicción. La aplicación de las medidas de seguridad postdelictuales,
para hacer frente a la peligrosidad criminal, debe ser competencia exclusiva
de la Jurisdicción criminal, pues hay que atender no sólo a los aspectos sanitarios, sino especialmente a la exigencias de la prevención del delito 10.
El internamiento debe tener lugar , según el art. 101, “ en un establecimiento adecuado al tipo de anomalía o alteración psíquica que se aprecie”.
Deberá tener lugar, por tanto,en un establecimiento psiquiátrico 11 o en un
centro de educación especial, en los supuestos de retraso mental.
Está sin resolver, sin embargo, el problema del tratamiento de los psicópatas, en caso de que se les aplique una eximente completa o incompleta
de anomalía o alteración psíquica, pues su internamiento en un sanatorio psiquiátrico no es necesario e incluso sería contraproducente y el tratamiento
ambulatorio puede ser insuficiente 12.
Sería conveniente introducir en nuestro Código penal la medida de
seguridad de internamiento en un centro de terapia social para el tratamiento
de los psicópatas 13. No hay que olvidar que entre los delincuentes habituaEn favor de la fijación de un límite máximo de duración de las medidas de seguridad aplicables a las
personas que padezcan una anomalía o alteración psíquica, especialmente la de internamiento, en aras de
las exigencias de la seguridad jurídica, ROMEO CASABONA, Peligrosidad y Derecho penal preventivo,
págs. 137-138 y “El tratamiento jurídico del enfermo mental en el Consejo de Europa y sistema de garantías
en Derecho español”, en Psiquiatría legal y forense, II, pág. 806.
11
Sobre el problema de si el internamiento tiene que tener lugar en un centro psiquiátrico penitenciario
(actualmente los de Alicante y Sevilla, o el servicio de Psiquiatría del Hospital General Penitenciario de
Madrid), véase J. L. GÓMEZ COLOMER, en J. C. CARBONELL MATEU, J. L. GÓMEZ COLOMER
y J. B. MENGUAL I LULL, Enfermedad mental y delito. Aspectos psiquiátricos, penales y procesales,
Civitas, Madrid, 1987, pág. 150 (que considera, acertadamente, que con arreglo a las disposiciones vigentes
el internamiento debe tener lugar en un centro penitenciario) y Luis GARRIDO GUZMÁN, “Tratamiento
penitenciario de la enajenación mental”, en Psiquiatría legal y forense, II, Colex, Madrid, 1994, págs. 37 y
ss. (según el cual, el lugar adecuado para el cumplimiento de la medida de internamiento de estos enfermos
son los Hospitales Psiquiátricos Provinciales).
12
En la práctica, en nuestro país, los psicópatas reciben un tratamiento especial, en una sección del Sanatorio
Psiquiátrico penitenciario de Alicante; véase, a este respecto, L. GARRIDO GUZMÁN, Tratamiento
penitenciario de la enajenación mental, págs. 40 y ss.
13
Véanse ya, en este sentido, mis artículos, El tratamiento de los semiimputables, Anuario de Derecho
Penal y Ciencias Penales, 1973, fasc. 1º, págs. 32 y ss. (incluido en mi libro, Problemas fundamentales
del Derecho Penal, Tecnos, Madrid, 1982, págs. 153 y ss.), “Consideraciones político-criminales sobre
el Borrador de Anteproyecto de Código Penal, Parte General”, de octubre de 1990, en Presupuestos para
la reforma Penal, Universidad de La Laguna, 1992, págs. 33 y ss. (incluido en mi libro, Estudios sobre
la moderna reforma penal española, Tecnos, Madrid, 1993, págs. 176 y ss.), mi Lección inaugural del
Curso Académico 1993-1994, en la Universidad de Zaragoza, Consideraciones político-criminales sobre
el Proyecto de Código Penal de 1992, págs. 39 y ss. y mi artículo, Consideraciones politico-criminales
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les hay muchos psicópatas disociales. La introducción de esta medida, tiene,
pues, una gran trascendencia político-criminal que rebasa el campo de aplicación de la eximente completa o incompleta de anomalía o alteración psíquica 14.
Los centros de terapia social han sido creados en varios paises europeos, habiendo servido al principio como modelo el fundado por el Dr. Stürup,
un psiquiatra danés, en Herstedvester, Copenhague. En estos establecimientos se somete a los delincuentes a un tratamiento con métodos psiquiátricosociales (combinando la terapia individual y de grupos). Se trata de desarrollar
con medios psiquiátricos, psicológicos y pedagógicos la voluntad y la capacidad del delincuente de llevar una vida sin conflictos con la ley penal. Se
trata de conseguir la cooperación activa de los delincuentes en su proceso de
readaptación. Los establecimientos están dirigidos por un psiquiatra y tienen
un reducido número de internos (unos doscientos y en Alemania menos, de
veinte a sesenta), divididos en pequeños grupos. La relación del número de
internos con el del personal es aproximadamente de dos a uno y el personal
está formado por un equipo de psiquiatras, psicólogos, pedagogos y asistentes
sociales 15.
sobre el nuevo Código penal de 1995, La Ley, año XVII, nº 4063, 21 de junio de 1996, pág. 5 (incluido en
Estudios Jurídicos, En memoria del Prof. Dr. D. José Ramón Casabó Ruiz, primer volumen, Universidad
de Valencia, Instituto de Criminología, Valencia, 1997, págs. 390 y ss.).
14
Debería preverse también su aplicación a los delincuentes condenados por un delito doloso grave,
realizado con un móvil sexual, si existe el peligro de que sigan cometiendo en el futuro otros delitos
relacionados con el instinto sexual, tal como estaba previsto en el antiguo art. 65 del Código Penal alemán
(derogado por la Ley de 20 de diciembre de 1984). Por otra parte, me parece preferible la regulación del
internamiento en un centro de terapia social como medida de seguridad que como modalidad de ejecución
de las penas privativas de libertad (como sucede actualmente en Alemania en los arts. 9º y 123 y ss.
de la Ley de ejecución de penas), pues de lo contrario no sería aplicable a los psicópatas a quienes se
aplique excepcionalmente la eximente completa de anomalía o alteración psíquica y en los demás casos la
duración del tratamiento estaría condicionada por la duración de la pena. En el Anteproyecto de Código
penal suizo elaborado por la Comisión de expertos está prevista la introducción del tratamiento en un centro
de terapia social como medida de seguridad; véase, a este respecto, JESCHECK-WEIGEND, Lehrbuch
des Strafrechts, Allgemeiner Teil, 5ª ed., Duncker-Humblot, Berlin, 1996, pág. 813, nota 76 (Tratado de
Derecho Penal, Parte General, trad. de la 4ª ed., por Jose Luis Manzanares Samaniego, Comares, Granada,
1993, pág. 739).
15
Véase, sobre estos centros, mi artículo, El tratamiento de los semiimputables, págs. 32 y ss. (incluido en mi
libro, Problemas fundamentales del Derecho Penal, págs. 153 y ss.), mi Lección inaugural, Consideraciones
político-criminales sobre el Proyecto de Código Penal de 1992, págs. 39 y ss.; L. GARRIDO GUZMÁN,
“El tratamiento de psicópatas y los establecimientos de terapia social”, en Criminología y Derecho Penal al
servicio de la persona, Libro Homenaje al Profesor Antonio Beristain, Instituto Vasco de Criminología, San
Sebastián, 1989, págs. 1054 y ss.; Hilde KAUFMANN, en Kriminologie III, Strafvollzug und Sozialtherapie,
Kohlhammer 1977, págs. 152 y ss. (trad. castellana por Juan Bustos Ramírez, Criminología, ejecución penal y
terapia social, Buenos Aires, Depalma, 1979, págs. 238 y ss.); H. SCHÜLER SPRINGORUM, Problemática
de los establecimientos de terapia social, en La reforma penal. Cuatro cuestiones fundamentales, Instituto
Alemán, Madrid, 1982, págs. 121 y ss. y Die sozialtherapeutischen Anstalten -“ein kriminalpolitisches
Lehrstück?”, en Gedächtnisschrift für Hilde Kaufmann, Walter de Gruyter, Berlín, Nueva York, 1986, págs.
167 y ss.
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Medidas de seguridad aplicables a las personas exentas de responsabilidad penal por padecer...
El éxito de estos centros ha sido discutido, pero predominan, sin duda,
los juicios favorables 16. Desgraciadamente en el nuevo Código penal no está
prevista la aplicación de la medida de internamiento en un centro de terapia
social. No figura en el catalogo de medidas del art. 96.
Marino Barbero Santos y J. Mª Morenilla Rodríguez habían solicitado
la inclusión de la medida de internamiento en un centro de terapia social en
el Anteproyecto de 1979, que dio lugar al Proyecto de Código penal de 1980
17
, pero la ponencia redactora no aceptó su propuesta. Tampoco prosperó mi
sugerencia, en el seno de la Comisión General de Codificación, de introducir
dicha medida, en los siguientes términos: “El internamiento en centro de terapia social para menores de veintiún años que presenten graves anomalías en
su personalidad que guarden relación con la comisión del delito y en los que
pueda apreciarse la probabilidad de que se conviertan o sean ya, delincuentes
habituales o profesionales de criminalidad grave. La duración del internamiento no podrá exceder de cinco años” 18. El límite de veintiún años era
puramente convencional. Se trataba de reducir el campo de aplicación de la
medida, dado el elevado coste económico de los centros de terapia social,
haciéndola viable en la práctica. En la Propuesta de Anteproyecto de nuevo
Código Penal de 1983 se incluía el internamiento en un centro de terapia social
en el catálogo de medidas de seguridad (art. 86,2,5ª) y se preveía su aplicación, como única medida de seguridad privativa de libertad, a los delincuentes
habituales (art. 100). La aplicación de esta medida de seguridad a todos los
delincuentes habituales resultaría inviable en la práctica, dado el elevado coste
de los centros de terapia social y nuestras posibilidades económicas 19. La aplicación de esta medida de seguridad carecería, además, de justificación, si el
delincuente habitual no presentaba una grave perturbación de su personalidad
que hubiera influido en la comisión del delito 20.
Véase, por ejemplo, H. SCHÜLER SPRINGORUM, Problemática de los establecimientos de terapia
social, págs. 127 y ss., Die sozialtherapeutischen Anstalten - ein kriminalpolitisches Lehrstück?, págs. 168
y ss.; G. KAISER, Kriminologie, 3ª ed., C. F. Müller Verlag, Heidelberg, 1996, par. 92, nº 16, pág. 991; G.
STRATENWERTH, Schweizerisches Strafrecht, Allgemeiner Teil, II, Strafen und Massnahmen, Verlag Stämpi,
Berna, 1989, par. I, nº 52, págs. 38-39; JESCHECK-WEIGEND, Lehrbuch des Strafrechts, Allgemeiner Teil,
pág. 813 (Tratado de Derecho Penal, Parte General, pág. 739), Rudolf EGG, Sozialtherapeutische Behandlung
und Rückfälligkeit im längerfristigen Vergleich, Monatsschrift für Kriminologie und Strafrechtsreform, fasc.
6º, 1990, págs. 358 y ss. y R. ORTMANN, Zur Evaluation der Sozialtherapie, Z.Str.W. tomo 106, 1994, fasc.
1º, págs. 782 y ss..
17
Véase su Dictamen, “La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social y su reforma, publicado” en Doctrina
Penal, nº 6 (abril-junio 1979), págs. 217 y ss. y en Marino BARBERO SANTOS, Marginación social y
Derecho represivo, Bosch, Barcelona, 1990, págs. 155 y ss, especialmente págs. 168 y 170.
18
Véase mi Lección inaugural, Consideraciones político-criminales sobre el Proyecto de Código Penal de
1992, págs. 39-40.
19
La misma objeción se formuló en Alemania a una propuesta similar del Proyecto Alternativo de Código
Penal; véase JESCHECK, Die kriminalpolitische Konzeption des Alternativ-Entwurfs eines Strafgesetzbuches,
Allgemeiner Teil, Z.Str.W., 1968, fasc. 1º, págs. 79 y ss. y GRÜNWALD, Das Rechtsfolgensystem des
Alternativ-Entwurfs, Z.Str.W., 1968, fasc. 1º, págs. 114 y ss.
20
Véase, en este sentido, Grünwald, lug. cit., nota anterior.
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