¿Cómo actuar ante situaciones de alerta por fenómenos meteorológicos adversos? La Consejería debe señalar el alcance de la medida a adoptar, haciéndolo de manera clara y sin que quepan interpretaciones interesadas, así como a qué personal a su servicio o administrado afecta la misma. Ante situaciones de este tipo es la Consejería quien está más cercana a la fuente de información del riego existente y, además, quien debe asumir políticamente e institucionalmente la responsabilidad, tanto civil como penal, en caso de ocurrir una desgracia en un centro escolar. Las normas utilizadas actualmente generan un alto grado de confusión a la hora de ser aplicadas 04 de marzo de 2013 En Canarias se han venido sucediendo durante estos últimos años situaciones de riesgo, tanto para bienes materiales como para personas, que han provocado la declaración de alerta por condiciones climatológicas adversas. En ellas la Consejería de Educación, Universidades y Sostenibilidad del Gobierno de Canarias ha decidido la suspensión de la actividad lectiva de los centros escolares para evitar desgracias o poner en riesgo a los miembros de la Comunidad Educativa. Sin embargo, las normas dictadas han originado un alto grado de confusión a la hora de ser aplicadas manifestándose a través de numerosas consultas a la Federación de Enseñanza de CC.OO. Canarias que con la responsabilidad que tiene con los equipos directivos y el profesorado de los centros pretende dar una respuesta válida en derecho que aclare las mismas. 1.- Ante el aviso especial del Instituto Nacional de Meteorología de fenómenos meteorológicos adversos es la Dirección General de Protección Civil y Emergencias quien comunica a las Delegaciones y Subdelegaciones de Gobierno afectadas por tal evento, siendo éstas las que se ponen en contacto, en el caso de Canarias, con la Consejería de Presidencia, Justicia y Seguridad del Gobierno de Canarias que, a su vez, pone en conocimiento de la ciudadanía y del resto de Consejerías tal eventualidad para que cada Consejero, en el uso de sus competencias, adopte las medidas que crea pertinentes y las comunique de manera clara y sin que quepan dudas, a los responsables de cada departamento atendiendo, en lo posible, a las recomendaciones realizadas por la Dirección General de Protección Civil. De esta manera se acciona el plan de emergencias correspondiente. Igualmente ocurre en Ayuntamientos, Cabildos y entes públicos dependientes de las Administraciones Públicas, estableciéndose para ello un nivel de alerta conforme a la situación generada y comunicada. 2.- Por tanto, las medidas que deben adoptarse serán dadas por la Consejería competente a modo de recomendación a la población civil y empresas privadas y, en forma de orden, a los diferentes departamentos, unidades, etc., que dependan orgánicamente de ella, incluyendo, en el caso de Educación, tanto centros escolares concertados, privados o públicos, así como aquéllos en que se pueda generar un riego potencial para la vida humana. En clara referencia a la Consejería de Educación, ésta es la que debe señalar el alcance de la medida a adoptar, haciéndolo de manera clara y sin que quepan interpretaciones interesadas, así como a qué personal a su servicio o administrado afecta la misma. Esto debe ser así por cuanto ante situaciones de este tipo es la Consejería quien está más cercana a la fuente de información del riego existente y, además, quien debe asumir políticamente e institucionalmente la responsabilidad, tanto civil como penal, en caso de ocurrir una desgracia en un centro escolar. Desgracia no sólo de alumnos sino también del personal del centro, tanto profesores como trabajadores de los distintos servicios. Esto se justifica no sólo por lo que pudiera acaecer dentro del centro escolar sino “in itinere”, es decir, cuando se da traslado al alumnado del centro a su casa o viceversa o el traslado del trabajador desde su domicilio al centro de trabajo o al contrario. 3º.- Esto que se ha explicado hace comprensible que los equipos directivos de los centros no adopten ese tipo de medidas por su propia cuenta sin que les venga una orden terminante, clara y por escrito de sus superiores jerárquicos, emanada de la propia Consejera de Educación, Universidades y Sostenibilidad del Gobierno de Canarias, ya que esa responsabilidad, tanto civil como penal, en caso de desgracia personal, de no atender tales medidas y actuar por su cuenta y riesgo o suplantando la autoridad de quien debe dictarla, sería compartida y deberán asumir su parte de culpa o toda ella. 4º.- Por otro lado, el profesorado debe tener en cuenta que en sus retribuciones no figura ningún complemento de peligrosidad, aunque sea de manera temporal, para cuando surgen este tipo de situaciones y se les pudiera obligar, en la orden dictada, a permanecer en sus puestos de trabajo, independientemente de que se les dé una cobertura por medio de aseguradora que pueda cubrirles los daños, tanto personales como materiales que sufran en su persona o en sus efectos personales, incluyendo el medio de locomoción individual que haya empleado para acudir al puesto de trabajo. 5º.- En este sentido, el profesorado debe tener muy presente lo estipulado en el artículo 145 y 146 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, modificada por la Ley 4/1999, de 13 de enero, y que dicen: “Artículo 145. Exigencia de la responsabilidad patrimonial de las autoridades y personal al servicio de las Administraciones Públicas. 1. Para hacer efectiva la responsabilidad patrimonial a que se refiere el Capítulo I de este Título, los particulares exigirán directamente a la Administración pública correspondiente las indemnizaciones por los daños y perjuicios causados por las autoridades y personal a su servicio. 2. La Administración correspondiente, cuando hubiere indemnizado a los lesionados, exigirá de oficio de sus autoridades y demás personal a su servicio la responsabilidad en que hubieran incurrido por dolo, o culpa o negligencia graves, previa instrucción del procedimiento que reglamentariamente se establezca. Para la exigencia de dicha responsabilidad se ponderarán, entre otros, los siguientes criterios: el resultado dañoso producido, la existencia o no de intencionalidad, la responsabilidad profesional del personal al servicio de las Administraciones públicas y su relación con la producción del resultado dañoso. 3. Asimismo, la Administración instruirá igual procedimiento a las autoridades y demás personal a su servicio por los daños y perjuicios causados en sus bienes o derechos cuando hubiera concurrido dolo, o culpa o negligencia graves. 4. La resolución declaratoria de responsabilidad pondrá fin a la vía administrativa. 5. Lo dispuesto en los párrafos anteriores, se entenderá sin perjuicio de pasar, si procede, el tanto de culpa a los Tribunales competentes. Artículo 146. Responsabilidad penal. 1. La responsabilidad penal del personal al servicio de las Administraciones públicas, así como la responsabilidad civil derivada del delito se exigirá de acuerdo con lo previsto en la legislación correspondiente. 2. La exigencia de responsabilidad penal del personal al servicio de las Administraciones públicas no suspenderá los procedimientos de reconocimiento de responsabilidad patrimonial que se instruyan, salvo que la determinación de los hechos en el orden jurisdiccional penal sea necesaria para la fijación de la responsabilidad patrimonial.” Asimismo, el Código Civil, en su artículo 1902, establece: “El que por acción u omisión cause daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado.” Y el artículo 1089 del mismo texto legal señala: “Las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasicontratos, y de los actos y omisiones ilícitos en que intervenga cualquier género de culpa o negligencia.” Por tanto, es evidente que los ilícitos penales también originan o generan obligaciones civiles. Así el Código Penal en su artículo 109.1 dice: “La ejecución de un hecho descrito por la Ley como delito o falta obliga a reparar los daños y perjuicios por él causados, en los términos previstos en las leyes.” Este artículo debe incardinarse con el 27 del mismo cuerpo legal que prescribe: “Son responsables criminalmente de los delitos y faltas los autores y los cómplices” y con el 28, que define quién es autor: “Además de quienes realizan el hecho por sí o por medio de otro, del que se sirven como instrumento, se consideran autores: 1º) los que toman parte directa en la ejecución del hecho. 2º) los que inducen directamente a otros a ejecutarlos. 3º) los que cooperan a la ejecución del hecho con un acto sin el cual no se hubiere efectuado.” Asimismo ningún docente está obligado a dar conformidad mediante su firma a ninguna orden dada por un superior o vincularse a la misma cuando de ella se puedan derivar daños propios, a terceros, o contravengan la normativa vigente, nacional o comunitaria, más cuando se pretenda hacer recaer con dicha firma toda la responsabilidad o parte de ella en quien no debe soportarla legalmente, o poniendo en riesgo su vida al obligarle a realizar una acción a sabiendas de que se puede producir el hecho dañoso, salvo que la orden sea clara y terminante por quien tiene la responsabilidad de dictarla, la Consejera de Educación, Universidades y Sostenibilidad, en este caso, que asumirá la responsabilidad de sus consecuencias, sean personales o materiales, civiles o penales, o ambas a la vez. A veces ese exceso de celo profesional de que por permanecer en el centro estamos cumpliendo con nuestro trabajo hace que se actúe erróneamente generando un peligro mayor que el que se pretende paliar. Con CC.OO., tú ganas