la vision tras el sermon o la lucha de jacob con el angel

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LA VISION TRAS EL SERMON O LA LUCHA CON EL ANGEL
DE PAUL GAUGUIN
Este cuadro fue pintado en el año 1888 mientras Gauguin se encontraba por segunda vez en
Pont-Aven con su amigo Emile Bernard, ambos fueron miembros muy activos del Grupo de
Pont-Aven. Mide 73 cm de alto por 92 de ancho y se encuentra en la National Gallery of
Scotland en Edimburgo, Reino Unido.
Es un cuadro que Gauguin quería regalar al cura de Nizon para su iglesia pero éste lo rechazó
por ser demasiado provocador. Desesperado el pintor vuelve a Pont-Aven con sus amigos
Emile Bernard y Charles Laval. Expuesto en 1889 en Paris recibe una inesperada y calurosa
acogida, sobre todo del crítico de arte Albert Aurier. Desde aquel ese momento Paul
Gauguin por fin será reconocido como el “inventor de un nuevo estilo”. En esa época
conocía a Van Gogh y habían estado juntos una temporada en Arles. Pintó “La Visión tras el
sermón” tres años antes de emprender su viaje a Tahiti.
Aparte de ser una obra característica del Grupo de Pont-Aven por sus colores muy vivos y
planos y por las bretonas esta obra marca un paso decisivo en la vida del pintor en el sentido
de que se aleja totalmente y definitivamente del Impresionismo con el cual Gauguin tenía
muchos lazos. ya que hasta el año 1886 exponía sus obras junto a los impresionistas.
“La lucha de Jacob contra el Ángel” representa un episodio bastante complejo de la Biblia y
corresponde al capítulo 32 del Génesis. Es un tema bastante popular en arte y pintores como
Rembrandt o Delacroix se apropiaron de la escena aunque la trataron de una manera muy
distinta. En la obra de Rembrandt, la lucha parece más bien una caricia mientras que en la de
Delacroix la lucha es violenta, vigorosa e intensa.
Jacob lucha toda la noche contra un ángel, el ángel representa al mensajero de Dios, un
portavoz que divulga su palabra. Se puede pensar que en realidad Jacob lucha contra la
palabra de Dios. Esa lucha no fue fácil, duró toda la noche y ninguno salió victorioso. Cuando
la lucha se acaba al amanecer Jacob pide al ángel su bendición pero el ángel da a Jacob el
nombre de “Israel” en reconocimiento de su entrega en el combate. Pero de esta lucha
Jacob no sale ileso porque se queda cojo. Hay distintas interpretaciones de esa lucha pero
quizá ¿es la lucha que cada uno debe llevar antes de emprender una etapa importante de su
vida, contra Dios, contra los hombres y contra sí mismo?
En el cuadro que nos interesa el titulo “La Lucha de Jacob contra el Ángel” ocupa solo un
pequeño espacio en el lado derecho del segundo plano. El Ángel está representado con dos
alas amarillas –el amarillo siendo el color de la “luz”- y un vestido azul oscuro que contrasta
con el suelo rojizo pero que se confunde con el vestido verde oscuro del otro contrincante.
El ángel es el símbolo de una existencia superior a la condición humana. En este plano en el
lado izquierdo Gauguin sitúa una vaca bastante pequeña que representa la vida terrestre,
un símbolo de la vida material. Por otra parte las patas de la vaca y las piernas de los dos
luchadores se corresponden (unas piernas/patas bien sentadas y otras dobladas). Aparte de
introducir un cierto sentido del humor, algo sarcástico en la composición, ese efecto de
simetría casi perfecta funciona como un juego de espejos por ambos lados del árbol.
Gauguin nos dice que el sentido de la visión transciende lo real pero es conveniente
apoyarse en ello. Lo que une estos dos ámbitos es el color rojo que abrasa la pradera, color
insólito pero que Gauguin seguirá utilizando mucho en sus composiciones ulteriores. Por
último se destaca una cierta violencia en la lucha porque el ángel agarra a Jacob por el cuello
y el brazo haciendo que éste se doble.
En el primer plano hay un grupo de mujeres bretonas que salen de la iglesia y piensan en el
sermón que acaban de escuchar. Gauguin pinta a las mujeres con sus amplias cofias blancas,
típicas de Bretaña, de espalda o de perfil, unas contemplando la escena y otras recogidas.
Abajo, en el lado izquierdo, hay otra mujer recogida con las manos juntas y los ojos cerrados
a la cual responde casi de manera simétrica el cura en la misma actitud en el lado derecho.
Los dos parecen tan recogidos que nos da la impresión de que la visión es más bien interior,
de adentro. El sacerdote y la mujer de la izquierda tienen los rasgos bien definidos, así como
la mujer que está mirando la lucha, mientras que las demás mujeres en el lado izquierdo
tienen los rasgos borrosos, incluso escondidos por las hojas del árbol. El tratamiento distinto
de las caras de las mujeres indica quizá que hay unas que se han encontrado a sí mismas y
otras que no. Esas están en el primer plano y por supuesto parecen más grandes.
Detrás, en un espacio separado por el árbol está la visión de la cual hablamos antes, el
mundo imaginario de la lucha. El contraste entre ambos mundos se articula pictóricamente
eludiendo tanto el naturalismo como el impresionismo. Las dos escenas son autónomas
como lo es cada una de las figuras respecto de las demás y en relación al paisaje. Van por
grupos de tres pero no se miran, no comunican.
Otro elemento destacable es el árbol que parte en dos triángulos la composición. El árbol
simboliza la conciliación de los contrarios, tanto el medio para acercarse al cielo como el
retorno a la tierra. En este cuadro se ve claramente la influencia de las estampas japonesas
que Gauguin había descubierto y la admiración que él tenía por HOKUSAI, quien fue un gran
maestro de ese arte.
Aunque nos narra un acontecimiento en un marco temporal, la sensación visual que
tenemos es la de una presentación que escapa al tiempo.
Según Gauguin “en este cuadro, el paisaje y la lucha sólo existen en la imaginación de
quienes rezan. Lo real está en el triángulo inferior, lo místico en el de arriba”.
Según Laval “esto es el triunfo de la imaginación sobre el naturalismo”. (extractos de un
dialogo entre Laval, Emile Bernard, Moret y Gauguin)
En una carta que Gauguin escribió a Van Gogh a final de septiembre de 1888 explica: <<
acabo de dar fin a un cuadro religioso muy mal hecho pero que me ha interesado en gran
medida y que me gusta. Quería donarlo a la iglesia de Pont-Aven. Naturalmente no les ha
interesado nada de nada. En él se ven dos grupos de mujeres bretonas rezando, vestidas con
ropas intensamente blancas y con tocados blanco-amarillentos muy luminosos. Un manzano
cruza el lienzo de color violeta oscuro. Las hojas, pintadas en grandes grupos, como nubes,
son verde esmeralda; los espacios situados entre ellas están coloreados por la luz del sol
amarillo verdoso. La tierra es bermellón puro. El ángel está vestido de color azul ultramar
fuerte y Jacob de verde botella. Las alas del ángel son amarillo cromo puro; su cabello es de
un color cromo diferente; los pies anaranjados. Siento que en estas figuras he obtenido una
simplicidad enormemente rústica y supersticiosa. A mi juicio, en este cuadro el paisaje y la
lucha sólo existen en la imaginación de las personas que están rezando como consecuencia
del sermón y, por ello, hay tal contraste entre las propias personas y la lucha, y el paisaje,
que no es realista y está desproporcionado”.
Me gusta este cuadro porque la narración de este episodio mezcla elementos fruto de la
imaginación del artista con elementos temporalizados pero que en realidad si lo parecen no
lo son tanto. El tratamiento del color es otro aspecto muy destacable que corresponde a una
ruptura total y drástica con lo que se hacía antes y que influire en la evolución de la pintura
anunciando el fauvismo del siglo XX. Lo que llamó mi atención a primera vista fue el rojizo
totalmente desconectado de la naturaleza y también la mezcla de lo profano con lo
religioso.
Para acabar citaré a Gauguin mismo: “no copies demasiado del natural, el arte es una
abstracción, cógela de la naturaleza soñando delante de ella y piensa más en la creación que
en el resultado”.
Hasta el momento del fallo del concurso "Escribir el arte" no se publicarán los nombres de
los autores de los textos.
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