SI ERES ENTRENADOR... La cuestión de si el objetivo de los entrenadores de formación es formar jugadores o construir equipos sale cada cierto tiempo a debate en las charlas de baloncesto. Hoy en día, con cambios constantes en todos los aspectos de la vida, es cada vez más difícil construir equipos. Incluso a nivel profesional. Formar jugadores requiere tiempo y paciencia. Construir equipos aún más. Creo que en esencia la prioridad debería ser formar jugadores para que puedan expresar su talento allá donde vayan. Sin embargo, los jugadores están obligados a desarrollar su creatividad dentro de un equipo y al mismo tiempo que aprenden técnica individual tienen que aprender otras virtudes imprescindibles para desenvolverse con acierto dentro de cualquier grupo. Creo, pues, que no es posible formar buenos jugadores pensando solamente en el aspecto individual sino que es necesario que sepan desarrollarse dentro de un equipo. Construir equipos no es nada sencillo, especialmente si temporada tras temporada hay un excesivo movimiento de jugadores dentro de éste. Con tanto trasiego que hay en la actualidad en todo tipo de conjuntos, especialmente en categorías de formación y en niveles modestos, desde mini hasta seniors, hemos de tener muy claro cuales son nuestras prioridades con el grupo mientras nos dedicamos a formar jugadores. Queremos que aprendan a desenvolverse en un entorno competitivo, pero al mismo tiempo (y aunque parezca mentira) respetuoso con su manera de ver las cosas. Y en eso los entrenadores somos los auténticos responsables. Prefiero también dar la máxima importancia a la técnica individual por encima de los sistemas, que suelen ser “pan para hoy 1 pero hambre para mañana”, y que aprendan a expresarla introduciendo conceptos de juego colectivo, como saber cuando, cómo y por dónde moverse si no tienen el balón, cómo encontrar los espacios adecuados, cómo jugar por parejas, etc. Son conceptos que van a poder aplicar en cualquier equipo con el que jueguen más adelante. La formación ha de ir por delante del simple hecho de querer ganar partidos y competiciones, y aún más si sabemos (o intuimos) que los jugadores que en un momento determinado tenemos la suerte de entrenar van a estar con nosotros poco tiempo, tal vez una sola temporada. El objetivo ha de ser de participar en su formación facilitándoles recursos que puedan aplicar allí donde jueguen. Ganar siempre será la consecuencia de algo, en este caso, del trabajo bien hecho, de la paciencia. 2 LA TEORÍA La facultad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante. Muriel Barbery, La elegancia del erizo 3 1 ENTENDER LA COMPETICIÓN DE FORMACIÓN "Hay al menos dos clases de juegos. Unos podrían llamarse finitos; los otros, infinitos. Un juego finito se juega con el objetivo de ganar; un juego infinito con el objetivo de continuar jugando" James P. Carse, Finite and Infinite Games Es evidente que las cosas que hacemos de modo consciente o bien las hacemos porque estamos obligados a ello o bien porque nos gusta hacerlas, porque disfrutamos haciéndolas. Hay personas que esperan con impaciencia la llegada del fin de semana para poder dedicarlo a su ocupación favorita. Pueden disfrutar más o menos con su trabajo habitual, pero lo que en realidad les motiva es lo que hacen fuera de éste, ya se trate de cultivar su jardín, dedicarlo al excursionismo o a cualquier otra actividad. También hay algunas, las menos, que han conseguido hacer de su gran pasión su trabajo diario y otras que, con grandes recursos, consiguen diversión y goce de las actividades más insignificantes. Cuando una actividad nos gusta y podemos llevarla a cabo convenientemente es cuando mejor nos sentimos y más satisfacción obtenemos, simplemente por el hecho de realizarla y sin esperar nada a cambio, más que el aprendizaje y la mejora continuada. “…Tras muchos años compitiendo en un deporte que amo, por el que yo mismo y mi familia hemos hecho muchos sacrificios, después de muchos años para llegar donde ahora estamos, he visto que este deporte ha cambiado mucho, hasta el punto de que no lo estoy disfrutando, ya no tengo la pasión que tenía. Por eso, llegados a este punto, es mejor retirarme ahora”. 4 Son palabras de Casey Stoner, el campeón de motociclismo. Suponemos que dejar de divertirse a casi 300 kilómetros por hora ha de resultar un tanto peligroso. No importa el dinero ni la fama. Pasarlo bien es lo cuenta. Si no lo consigo, si no logro la diversión que quiero, la competición es inútil. De manera similar se expresan los hermanos Mauro y Mirco Bergamasco, jugadores italianos de rugby: “El objetivo común a los 30 jugadores no es vencer sino divertirse. Si el objetivo prioritario fuese distinto, el rugby sería una práctica bastante arriesgada”. Si queremos formar jugadores competitivos es imprescindible que se diviertan, que disfruten mientras realizan la actividad, desde el primer momento en que empiezan su formación. A más diversión, cuanto mejor lo pasen practicando aquello que más les gusta, más posibilidades de aprendizaje, de mejora. Y cuanto mejor sea el aprendizaje más dominarán el juego y mejor lo pasarán. Hace un par de temporadas jugamos los cuartos de final del campeonato Sub-21. Fueron dos partidos intensos. En el primero ganamos en la pista contraria por 18 puntos. En el partido de vuelta iniciamos la segunda mitad con 20 puntos en contra en el marcador. Poco a poco fuimos elevando nuestro nivel de esfuerzo y conseguimos ganar por un punto de diferencia. Aunque un resultado de -17 hubiera valido para pasar a la semifinal, el deseo era ofrecer lo mejor de nosotros mismos y ganar el partido si podíamos. Uno de los mis jugadores, al acabar, se dirigió al mejor jugador del equipo contrario, que había defendido buena parte del encuentro y, tras felicitarle, le dijo: "me lo he pasado muy bien jugando contigo. A ver si tenemos suerte y volvemos a coincidir más adelante". Un segundo aspecto que marca la pasión por el juego y su grandeza, resulta del hecho de compartir, incluso ya desde bastante antes del encuentro. La posibilidad y la experiencia de compartir con los demás jugadores - propios y ajenos - todos y cada uno de los 5 momentos, técnicos, tácticos y emocionales del juego, deberían ya por si mismos invitar a desear competir. Pero, ¿cómo hemos de entender esta diversión? ¿cómo podemos crear este círculo virtuoso? Mihaly Csiksentmihalyi, en su libro Fluir, introduce el concepto de flujo o del estado de flujo en las actividades humanas. Es el “estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera que las personas la realizarán aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla”. Más adelante nos explica cuáles son los elementos del disfrute: por ejemplo, enfrentarse a tareas que tenemos al menos una oportunidad de conseguir; ser capaces de concentrarnos en lo que hacemos; la concentración será posible porque la tarea emprendida tiene unas metas claras y nos ofrece retroalimentación inmediata; las experiencias agradables permiten a las personas ejercer un sentimiento de control sobre sus acciones y el sentido de la duración del tiempo se altera. La combinación de estos y otros elementos ocasiona un sentimiento profundo de disfrute. Sin profundizar demasiado en la materia basta decir que cualquier actividad física, como el baloncesto, por sencilla que sea, llega a ser agradable cuando es transformada para producir flujo. Siguiendo a Csiksentmihalyi, “los pasos esenciales en este proceso son: a) establecer una meta general y tantas submetas realistas como sea posible, b) encontrar maneras de medir el progreso desde el punto de vista de las metas elegida; c) concentrarse en lo que uno hace y realizar distinciones cada vez más precisas en los desafíos involucrados en la actividad; d) desarrollar las habilidades necesarias para interactuar con las oportunidades disponibles; y e) elevar el nivel si la actividad nos aburre”. Si los jugadores, a medida que se desarrollan, van siendo capaces de crear su propio estado de flujo, los entrenadores deberíamos ser capaces de ayudarles a mantenerlo creando las condiciones adecuadas en nuestro 6 entrenamiento. Profundizaremos un poco más en el tema cuando hablemos de motivación. Competir, competición, competitivo… son palabras que usamos a diario en cualquier contexto y muy especialmente en el deportivo. Como entrenadores queremos tener y, se supone, formar jugadores competitivos que permitan a nuestro equipo jugar en el nivel más alto posible. Se suele decir que un equipo es competitivo cuando sus componentes juegan casi siempre al límite y luchan por ganar a toda costa. Ganar, para quedar campeón de algo o mantener una determinada categoría, se convierte en el objetivo más importante. El auténtico aprendizaje suele quedar en segundo término o desaparecer. El esfuerzo malentendido por conseguir la victoria se desvía del que debería ser siempre el objetivo principal: la mejora individual y, por ende, colectiva. No hemos de olvidar que nos estamos refiriendo siempre al baloncesto de formación. Algunos entrenadores parecen vivir en una lucha permanente con sus jugadores. Una lucha en la que todos acaban perdiendo. Ahora bien, ¿qué significa competir? ¿Se puede entender la competición de un modo diferente al habitual? Competir significa enfrentarse a desafíos. Edmund Burke afirmaba que “quien lucha con nosotros fortalece nuestros nervios y agudiza nuestra habilidad. Nuestro antagonista es nuestro ayudante”. Ahora bien, cuando ganar es prioritario en nuestra mente la diversión tiende a desaparecer. La competición solo es agradable cuando es un medio para perfeccionar nuestras habilidades; cuando se convierte en un fin en sí misma, deja de ser divertida. Competir, del latín cum petere, "buscar con", "dirigirse (a) con", "esforzarse con". No se trata de esforzarse “contra”, sino “con”. La verdadera competición implica buscar algo, la mejora del juego, la excelencia, con alguien. Es el esfuerzo conjunto de dos personas o equipos por saber cuál es 7 su nivel en una disciplina determinada y en un momento concreto. Solamente el esfuerzo de uno de los participantes por dar lo mejor de sí mismo puede hacer que el otro también intente dar lo mejor de sí mismo, al aceptar el reto de enfrentarse a unas determinadas cualidades técnicas e intentar superarlas o mejorarlas, si es posible. Si por cualquier motivo una de las partes deja de competir, la competición, así entendida, ya no es posible. Para que una persona o un grupo de personas pueda competir es necesario que ambas partes sigan las “reglas del juego” y busquen, a través de la competición, la mejora y la excelencia personal. Para sacar el mayor partido posible a cualquier competición hay que concentrarse en el proceso de la actividad, en la mejora y en disfrutar al máximo de ella y del esfuerzo que conlleva, en lugar de hacerlo en el resultado, ya sea de las acciones que se van sucediendo o del resultado final. Cuando un atleta juega “fuera" del reglamento, hace trampas o utiliza recursos antideportivos, está descompitiendo en lugar de competir. De nuevo con Csiksentmihalyi, podemos afirmar que lo que cada persona debería buscar al competir es hacer efectivo su potencial y esto se lleva a cabo con más facilidad cuando los demás nos fuerzan a hacerlo lo mejor que podamos. “La competición mejora la experiencia únicamente mientras la atención está enfocada primariamente sobre la actividad en sí misma. Si las metas extrínsecas - como vencer al adversario, querer impresionar al auditorio o pretender un buen contrato profesional - son lo que a uno le preocupa, entonces es probable que la competición se convierta en una distracción, en lugar de ser un incentivo para enfocar la conciencia sobre lo que sucede”. Tomando, en cierta manera, la idea de Carse, me atrevo a proponer el primer concepto que debería marcar nuestro aprendizaje como jugador y/o como entrenador en el mundo del baloncesto. 8 [1] Podemos jugar a baloncesto con dos objetivos: a) ganar; b) continuar jugando, para disfrutar y aprender. Del mismo modo, como entrenadores, podemos entrenar a baloncesto con dos objetivos: ganar o continuar entrenando, para disfrutar y aprender. SI ERES JUGADOR... "Nuestras mejores intenciones se ven a menudo obstaculizadas por fuerzas externas, fuerzas que nosotros mismos pusimos en marcha hace mucho tiempo. Las decisiones – sobre todo las equivocadas – crean su propio impulso, y a veces cuesta mucho frenar ese impulso, como sabrá todo atleta. Incluso cuando prometemos cambiar, incluso cuando lamentamos y nos arrepentimos de nuestros errores, el impulso de nuestro pasado sigue arrastrándonos hacia abajo, por el camino del error. El impulso gobierna el mundo. El impulso dice: un momento, no tan deprisa, aquí todavía mando yo. Como a un amigo mío le gusta decir, citando un poema griego antiguo: las mentes de los dioses eternos no se cambian de pronto". Son palabras de André Agassi1, el que fuera excelente tenista, que nos narra a través de "Open", sus memorias. Ser cada vez mejor jugador significa estar dispuesto a cambiar de manera constante. Trabajar para perfeccionar cada gesto, cada detalle, la actitud, la pasión con la que afrontas cada entrenamiento y cada partido. El cambio es 1 Véase André Agassi, Open, memorias. Duomo ediciones, Barcelona 2014. 9 inevitable a la vez que complicado. Abandonar viejos hábitos y no dejarse llevar por el desánimo ni la excusa, superar el "impulso del pasado" es una tarea al alcance de pocos, pero vale la pena. Inténtalo, seguro que lo consigues. [1] Lo primero que necesitas para llegar a ser un buen jugador es "ser entrenable". Ser entrenable puede significar muchas cosas. Cada entrenador tendrá su propia definición. Una cosa es que te guste mucho el baloncesto, que te apasione, que lo vivas con intensidad y otra bien distinta es que estés capacitado para que alguien te entrene y pueda ayudarte a progresar. Si realmente estás dispuesto a jugar a baloncesto, la pasión por el juego, el "pensar" en baloncesto, se presupone. De lo contrario, de poco te van a servir otro tipo de cualidades. Hablamos de querer jugar dentro de lo que se supone ha de ser un equipo de baloncesto. Sin embargo, ser entrenable tiene matices diferentes. Significa llegar con tiempo a los entrenamientos, preparado física y mentalmente, escuchar siempre al entrenador, intentar poner en práctica lo que dice (si no lo ves claro luego puedes comentárselo, pero evita hacerlo en el entrenamiento), respetar sus decisiones, respetar a tus compañeros, evitar distracciones hacia la grada, no tocar el móvil hasta que haya acabado toda la sesión, etc. Estos y otros muchos detalles son los que hacen que un jugador sea entrenable. De entre todos estos aspectos hay uno que reviste una importancia fundamental: el saber escuchar. En este caso al entrenador. Piensa que mientras más capaces seáis los jugadores de escuchar con atención menos necesidad de hablar tendrá el entrenador. Sin embargo, saber escuchar no significa únicamente entender lo que nos están diciendo, sino ser capaces de intentar llevarlo a la práctica con concentración y esfuerzo, y aceptar la manera de ver las cosas del que nos habla y nos exige. Cualquier aclaración que necesites, 10 pídela en el momento oportuno. A veces será en el mismo momento, otras al término del entrenamiento. Cada entrenador marcará sus ideas sobre la "entrenabilidad". Adáptate a ellas. 11