Tratamiento jurídico-penal de las conductas atentatorias contra la

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Tratamiento jurídico-penal de las conductas atentatorias contra la
seguridad vial. Actualidad Jurídica Aranzadi Nº 792 - 11 de febrero de 2010
Por D.ª Cristina Díaz Sastre. Magistrada suplente de la Audiencia Provincial de
Palma de Mallorca, Secciones Penales. Abogada no ejerciente y profesora asociada de
Derecho penal en la Universidad de las Islas Baleares
I. Introducción
Con la LO 15/2007, de 30 de noviembre (RCL 2007, 2180), de Modificación del Código
Penal (RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) y de la Ley sobre Tráfico, Circulación de
Vehículos a Motor y Seguridad Vial (RCL 1990, 578, 1653) (BOE nº 288 de 1 de
diciembre de 2007), y en lo que aquí concierne, además de cambiarse la denominación de
los delitos contra la seguridad del tráfico, pasándose ahora a denominarse «delitos contra la
seguridad vial» para acomodarse a la terminología administrativa, hallamos modificaciones
tanto en la Parte General, para dar mayor cobertura al denominado «permiso y licencia de
conducción por puntos», como en la Parte Especial, modificándose algunas conductas
típicas e incorporándose nuevas figuras delictivas, como la conducción careciendo de
permiso o licencia y el quebrantamiento de condena o resolución administrativa, así como
la negativa a someterse a las pruebas de alcoholemia, que pasa a constituirse en un delito
autónomo al suprimirse la referencia al delito de desobediencia en su primitiva redacción.
Se define asimismo cuándo se reputa temeraria la conducción en supuestos de excesos de
velocidad, estableciéndose asimismo una presunción de peligrosidad en la conducción en
casos de ingesta de alcohol cuando las tasas superan las concentraciones que se disponen en
el actual artículo 349.2 (RCL 1995, 3170#A.349) del Código Penal.
El contenido básico de dicha modificación persigue, de una parte, incrementar el control
sobre el riesgo tolerable por la vía de la expresa previsión de excesos de velocidad que se
han de tener por peligrosos o de niveles de ingesta alcohólica que hayan de merecer la
misma consideración. Y de otra, como veremos, las penas y consecuencias se han
incrementado notablemente, en especial, en lo concerniente a la privación del permiso de
conducir, que, para el caso de que la pena impuesta en sentencia sea superior a dos años,
comportará siempre la pérdida de vigencia del mismo o licencia, y el condenado deberá
volver a realizar las pruebas para su obtención.
Asimismo, se adiciona la posibilidad de decretar el comiso del vehículo a motor o
ciclomotor al considerarse instrumento del delito, siendo otra novedad que a la alternativa
de multa, se le añade siempre la de trabajos en beneficio de la comunidad.
Se ofrece una específica regla para salvar el concurso de normas cuando se hubiera
ocasionado, además del riesgo prevenido, un resultado lesivo. Extremos todo ellos que
pasarán a ser analizados a continuación.
II. La nueva rúbrica del Capítulo IV, del Título XVII, del Libro II del Código Penal
introducida por la Ley Orgánica 15/2007, de 30 de noviembre: los delitos contra la
seguridad vial
La primera modificación del Código Penal (RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777) sufrida por
dicha Ley, como ya se ha dicho, la hallamos en la propia rúbrica del Capítulo IV, del Título
XVII, del Libro II (RCL 1995, 3170#C.IV\TIT.XVII\LB.II) del Código Penal, antes
regulador de «Los delitos contra la seguridad del tráfico», que actualmente pasan a
denominarse «Los delitos contra la seguridad vial», a fin de unificar la terminología penal
con la administrativa contemplada en la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a
Motor y Seguridad Vial (RCL 1990, 578, 1653) (en adelante LTSV).
III. La reforma afectante a la Parte General: la pena privativa del derecho a conducir y a la
obtención del permiso (el artículo 47.1 y 47.3 del CP)
El anterior artículo 47 (RCL 1995, 3170#A.47) del CP (RCL 1995, 3170 y RCL 1996, 777)
se disponía en dos párrafos y ahora se ha introducido un tercero ex novo. El primero regula
la pena privativa del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores que conlleva la
inhabilitación al penado para ejercitar ambos derechos (conducir tanto vehículos a motor
como ciclomotores), cuyo arco punitivo va de más de 1 año hasta 6 años en la infracción
más gravemente penada. Dicha pena afecta tanto a quienes ya estaban autorizados con
anterioridad a la condena, como a quienes, sin poseer aún la habilitación oficial para
conducir, quieren obtenerlo durante el período de condena. En el primer caso (quienes ya
disponían del permiso o licencia), al condenado no se le priva del permiso de conducir,
pues éste, pese a su condena, seguirá poseyendo la autorización para hacerlo, únicamente se
le priva de la posibilidad de utilizarlo durante el tiempo de condena. En el segundo caso
(quienes no poseen la habilitación oficial para conducir y quieren obtenerla durante el
período de condena), la pena impide al condenado la obtención de habilitación durante el
tiempo de la condena, de ahí que podamos afirmar que, en este supuesto, dicha pena no
sólo afecta al ejercicio, sino también a la obtención del derecho mismo.
Desde el día 2 de diciembre de 2007 en que entró en vigor dicha reforma, a dicho precepto
se le adiciona un tercer párrafo, ex novo, a través del cual se añade un nuevo efecto a la
pena de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores, cual es la
pérdida definitiva de los efectos del permiso, eso sí, sólo en los casos en que la pena
impuesta privativa del derecho a conducir sea superior a dos años. Con ello, lo que se ha
pretendido es obtener así la cancelación definitiva del permiso sobre la base tanto de la
gravedad de la pena impuesta como por la pérdida de facultades y aptitudes en la
conducción que comporta estar durante ese período sin conducir, debiendo así el
condenado, tras el cumplimiento de la pena, someterse nuevamente a las pruebas para su
obtención para conseguir así su reeducación.
IV. La reforma afectante a la Parte Especial. Conductas típicas
1. Los excesos de velocidad y la conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas,
drogas, estupefacientes y psicotrópicos (el artículo 379.1 y 2 del CP)
Para comenzar con el análisis de dicho precepto, debemos señalar que es unánime la
doctrina en el sentido de que nos hallamos ante un delito de peligro abstracto basado en la
potencial actitud lesiva inherente a la conducta tipo que en él se describe, y cuya realización
no depende de la verificación de un resultado concreto para la vida o integridad de las
personas. Señala Muñoz Conde que el delito no exige la demostración de una puesta en
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peligro concreto, bastando tan sólo con la conducción en tales circunstancias. Sí debe
existir, dado el bien jurídico (valor colectivo de la seguridad del tráfico, ahora seguridad
vial, que constituye, a su vez, una dimensión o concreción de la genérica seguridad
colectiva y un punto de referencia para conectar con los bienes individuales objeto de tutela
que son la vida e integridad física de las personas cuya afectación constituye el resultado
que se trata evitar mediante este tipo penal), una situación de riesgo abstracto o genérico
para la circulación, aunque no se haya creado un peligro concreto para bienes individuales.
A partir de la reforma, el artículo 379 (RCL 1995, 3170#A.379) del CP (RCL 1995, 3170 y
RCL 1996, 777), que se disponía en un único párrafo, pasa ahora a estar formado por dos,
siendo el antiguo tenor del artículo 379 (RCL 1995, 3170#A.379) del CP el que conforma
el segundo párrafo, que castiga las conductas de quienes van al volante bajo los efectos del
alcohol o drogas, correspondiéndose el primero y nuevo párrafo el que regula y castiga los
excesos de velocidad en los términos que en él se expresan, contemplado antes en el párrafo
2º del artículo 381 (RCL 1995, 3170#A.381) del CP.
En cuanto a la conducta descrita en el primer párrafo del art. 379 (RCL 1995, 3170#A.379)
del CP cuando se conduce un vehículo de motor o ciclomotor a una velocidad excesiva, se
castiga la conducción llevada a cabo con exceso de velocidad, entendiéndose por tal cuando
se superan los límites de velocidad establecidos en el propio precepto: conducir
sobrepasando la velocidad permitida en 60 km/h en vías urbanas y en 80 km/h en
interurbanas.
Por lo que atañe al segundo párrafo de dicho precepto, debemos señalar que en el
Anteproyecto de reforma del Código Penal únicamente se refería a la tasa de alcohol en
sangre, con exclusión de la medición por aire espirado, si bien, para equiparar dicho
precepto a la normativa administrativa, se adicionó la referencia a la concentración por litro
de aire espirado. Estamos ante un delito autónomo dentro de los delitos contra la seguridad
vial, que, con independencia de los resultados lesivos, sanciona, entre otros supuestos, esa
conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, requiriéndose no sólo la presencia de
determinada concentración alcohólica, sino que la ingesta haya producido un efecto
negativo en el conductor con lesión del bien jurídico protegido.
Reseñable es también la alusión que se hace en el precepto en su apartado 2, segundo
párrafo, cuando esa conducción bajo los efectos de drogas tóxicas, estupefacientes,
sustancias psicotrópicas o alcohol se lleva a cabo con una tasa de alcohol en aire espirado
superior a 0,60 miligramos por litro o con tasa de alcohol en sangre superior a 1,2 gramos
por litro, formulándose al parecer una presunción iuris et de iure de influencia del alcohol o
una presunción de peligrosidad conectada con el primer párrafo. Con ello, y dado que en el
primer inciso de apartado segundo de dicho precepto la punibilidad no descansa en una
determinada tasa de alcohol en sangre o aire espirado, salvo excepciones, basta con
demostrar una merma de facultades y/o capacidades físico-psíquicas del conductor como
consecuencia de la ingesta; con el segundo inciso, las cifras señaladas expresan en todo
caso una merma en la capacidad de conducir, previéndose así el tipo penal articulado sobre
concretas tasas de impregnación alcohólica, sin que ello implique que las conducciones
bajo los efectos del alcohol por debajo de esos 0,60 miligramos por litro o 1,2 gramos por
litro en sangre sean atípicas, sino que, con la reforma, lo que se ha pretendido es que la
conducción bajo los efectos de las sustancias que allí se enumeran se desdoble en dos tipos
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penales: el tradicional delito de peligro potencial de conducir bajo la influencia de bebidas
alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas [artículo 379.1 (RCL
1995, 3170#A.379)], y el novedoso de conducir por encima de esas tasas (artículo 379.2 del
CP).
Por último, en cuanto a la penalidad, la conducta descrita en los dos párrafos de dicho
precepto lleva aparejada la misma pena de prisión de tres a seis meses, y su alternativa de
multa de seis a doce meses, y la privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores por tiempo superior a un año y hasta cuatro años, no sufriendo modificación
alguna respecto a la señalada en el antiguo 379 (RCL 1995, 3170#A.379), a excepción de
que actualmente dicha condena lleva aparejada siempre la de trabajos en beneficio de la
comunidad de treinta y uno a noventa días, al haberse eliminado de su anterior redacción la
expresión «en su caso».
2. El delito de conducción temeraria (artículo 380.1 y 2 del CP)
El actual artículo 380 (RCL 1995, 3170#A.380) del CP (RCL 1995, 3170 y RCL 1996,
777) (dispuesto en dos párrafos) se corresponde con el antiguo artículo 381 (RCL 1995,
3170#A.381) de mismo texto punitivo, manteniéndose su redacción y las penas a imponer.
La conducción temeraria es, en principio, un ilícito administrativo que el art. 65.5.2.c)
(RCL 1990, 578#A.65) de la LTSV (RCL 1990, 578, 1653) tipifica como infracción muy
grave. No obstante, cuando la temeridad es manifiesta, es decir, patente, clara y con ella se
pone en concreto peligro la vida o la integridad de las personas, ese ilícito se convierte en
penal y da lugar al delito previsto en el actual artículo 380 (RCL 1995, 3170#A.380) del
CP.
Dicho precepto requiere la concurrencia de los siguientes requisitos:
a) La conducción de un vehículo a motor o de un ciclomotor con temeridad manifiesta. El
término temeridad constituye un concepto jurídico indeterminado sometido a la valoración
judicial, y supone la conducción prescindiendo de las más elementales normas que regulan
el tráfico, de modo que el número de probabilidades de que se produzca un resultado lesivo
es elevado, según Luzón Cuesta. La temeridad de tal conducción ha de resultar manifiesta,
o sea, apreciable, patente y notoria, esto es, evidente o apreciable, en relación con las reglas
que regulan la circulación (velocidad, maniobras de circulación, señales de tráfico, etc.) por
cualquier observador.
Como vemos, la nueva redacción del art. 65 (RCL 1990, 578#A.90) de la Ley 17/2005, de
19 de julio (RCL 2005, 1527) (permiso y licencia de conducción por puntos), ha
introducido el adverbio «manifiestamente» en relación con el carácter temerario de la
conducción, cuando de infracción muy grave se trate, de modo que, en principio, el
concepto de conducción manifiestamente temeraria es presupuesto coincidente en la vía
sancionadora administrativa y en la penal.
Asimismo, el apartado segundo, por remisión al precepto anterior, nos facilita la definición
de cuándo la conducción se reputa temeraria, al tratar la circulación con excesos de
velocidad y con una tasa de alcohol en aire espirado superior a 0,60 miligramos por litro o
con tasa de alcohol en sangre superior a 1,2 gramos por litro. Con ello, podemos afirmar
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que son dos las circunstancias que cualifican tal temeridad: el elevado nivel de ingesta
etílica y de la influencia del mismo en la conducción, a lo que debemos aunarle la elevada
velocidad con que se circula, que debe ser claramente desproporcionada para las
circunstancias del lugar y la vía, estableciéndose así una presunción iuris et de iure en
relación con la concurrencia de los dos elementos típicos esenciales del delito descrito en el
párrafo primero (temeridad manifiesta y resultado de peligro) cuando concurre la
conducción con altas tasas de alcohol y el exceso desproporcionado de velocidad respecto
de los límites establecidos.
b) Que con tal modo de conducir se ponga en peligro concreto la vida o la integridad de las
personas, requiriendo la efectiva creación de una situación de riesgo como consecuencia de
la realización de la conducta, referido a bienes jurídicos individuales (vida e integridad
física), esto es, personas que se encuentren en la zona por donde se produzca la conducción,
bien como conductores de otros vehículos o como peatones, por lo que no se refiere a una
persona concreta y determinada, sino a los usuarios de la vía pública. Aquí la simple
conducción temeraria –que de por sí entraña una conducción peligrosa– no es suficiente
para completar el tipo, es necesario que la acción peligrosa se materialice en un resultado
de peligro concreto.
En cuanto al tipo subjetivo, este delito únicamente contempla su comisión dolosa, al no
hallarse en precepto alguno la incriminación imprudente (artículo 12 (RCL 1995,
3170#A.12) CP), ya que el dolo del autor debe abarcar los dos elementos del tipo: el modo
de conducir y el resultado de peligro.
3. La conducción temeraria con manifiesto desprecio por la vida de los demás: la
conducta del conductor suicida (artículo 381 del CP)
En el anterior artículo 381 (RCL 1995, 3170#A.381) del CP (RCL 1995, 3170 y RCL 1996,
777) se castigaba la conducción temeraria; ahora, dicho precepto está conformado por tres
párrafos, de los cuales, los dos primeros se corresponden con el anterior artículo 384 (RCL
1995, 3170#A.384) del CP (conducción temeraria cualificada por el consciente desprecio
hacia la vida de los demás), y el tercero con el antiguo artículo 385 (RCL 1985,
1578#A.385) del mismo texto punitivo (cuando el vehículo es considerado instrumento del
delito). Así, los dos primeros párrafos del actual artículo 381 (RCL 1995, 3170#A.381) del
CP regulan y castigan las conductas de los llamados «conductores suicidas», esto es, los
que, mediando apuesta, circulan por una autopista o autovía a gran velocidad y en el
sentido contrario al debido, comprometiéndose a continuar la marcha aunque viesen venir a
otros de frente que circulan correctamente. Así:
a) En el primer párrafo se contempla la conducta cuando se pone en manifiesto peligro la
vida de los demás; en él se ha sustituido «con consciente desprecio por la vida de los
demás» por «con manifiesto desprecio por la vida de los demás». Este supuesto vendría a
ser el tipo agravado del siguiente párrafo y requiere que se haya llegado a producir la
concreción del riesgo, configurándose a través de dos elementos típicos: el objetivo,
constituido por la conducción temeraria descrita en el actual artículo 380 (RCL 1995,
3170#A.380) del CP, que requiere, además, la creación de un peligro concreto para la vida
o integridad de la personas, y el subjetivo, constituido por el manifiesto desprecio por la
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vida de los demás (factor de agravación de la pena), requiriéndose, en todo caso, la
concurrencia de un elemento específico del injusto consistente en ese «manifiesto
desprecio», esto es, con claro y patente desprecio, que es lo que constituye un mayor
contenido de la antijuridicidad. Se exige que, como mínimo, el sujeto obre con dolo
eventual no sólo respecto a la situación de peligro creada, sino también al resultado lesivo
que pueda derivarse de la misma, esto es, que el autor, aun no queriendo directamente dicho
resultado, lo asuma como altamente probable.
A diferencia de lo que sucede con el delito de conducción temeraria previsto en el actual
artículo 380 (RCL 1995, 3170#A.380), ya no es suficiente en el tipo subjetivo un dolo de
peligro referido a la acción peligrosa en sí, sino que es preciso un elemento subjetivo
específico del injusto constituido por el manifiesto desprecio por la vida de los demás, lo
que, además, impide que el resultado lesivo pueda imputarse a título de imprudencia, pues
el mismo también viene abarcado por el dolo eventual, de ahí que ese manifiesto desprecio
por la vida de los demás sea un elemento que, añadido a un alto grado de probabilidad o de
conformidad con el resultado, decida por la calificación de dolo respecto del peligro y del
resultado y no por la simple imprudencia.
En cuanto a la penalidad, reseñar que se han endurecido las penas, pasando la pena
privativa de libertad cuando se pone en manifiesto peligro la vida o la integridad de uno a
cuatro años a la actual pena de prisión de dos a cinco años, doblándose la pena de multa,
que antes iba de seis a doce meses y en la actualidad abarca de doce a veinticuatro,
manteniéndose, eso sí, la de privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores de seis a diez años.
b) En cuanto a la conducta descrita en el segundo párrafo, caso de no ponerse en peligro
concreto la vida o la integridad de las personas, basta aquí un potencial o abstracto riesgo.
Aquí, el tipo objetivo está constituido por dos elementos, uno referido, al igual que el
anterior párrafo, a esa conducción temeraria, y otro consistente en que no se haya puesto en
peligro la vida o la integridad de las personas. El tipo subjetivo, al igual que en el anterior
apartado, está constituido por el dolo, que debe abarcar la conducta de conducir de forma
temeraria y con manifiesto desprecio por la vida de los demás.
Aquí se mantiene la duración de la pena de prisión de uno a dos años, manteniéndose tanto
la pena de multa como la de privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores del anterior art. 384 (RCL 1995, 3170#A.384) (multa de seis a doce meses y
privación del derecho a conducir de seis a diez años).
c) Por último, el tercer párrafo del actual precepto [anterior artículo 385 (RCL 1995,
3170#A.385) del CP] a efectos de comiso, considera el vehículo a motor o del ciclomotor
como instrumento de la comisión del delito, lo que supone su pérdida en cuanto
consecuencia accesoria de la pena según lo dispuesto en el artículo 127 (RCL 1995,
3170#A.127) del CP.
4. Reglas concursales (artículo 382 del CP)
Se regula una cláusula concursal aplicable en aquellos supuestos en que, a raíz de la
comisión de cualquiera de las conductas descritas en los preceptos a que se remite
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(conducir a velocidad superior en 60 km/h en vía urbana, o en 80 km/h en interurbana,
conducir bajo influencia del alcohol o sustancias psicotrópicas o estupefacientes, conducir
con tasa de alcohol en aire espirado superior a 0,60 miligramos por litro o con tasa de
alcohol en sangre superior a 1,2 gramos por litro, conducir con temeridad manifiesta y
conducir con manifiesto desprecio por la vida de los demás), se ocasiona un resultado
lesivo constitutivo de delito, más allá del riesgo prevenido, descartándose los supuestos en
los que el resultado lesivo es constitutivo de falta.
Antes, el concurso de infracciones comportaba que el delito castigado con mayor penalidad
absorbía a los sancionados más levemente; sin embargo, ahora el delito más gravemente
penado consume al del menor sanción, si bien la pena del más grave debe ser aplicada en su
mitad superior, exasperándose así la pena a imponer. Se abandona con ello la decisión del
legislador de considerarlo como un supuesto de concurso de normas, pasando así a
apreciarse la existencia de un concurso ideal de delitos, que ya se había postulado por la
mayoría de la doctrina en cuanto al anterior artículo 383 (RCL 1995, 3170#A.383) del CP.
Asimismo, se contempla la obligada imposición del resarcimiento de la responsabilidad
civil que se hubiera originado como consecuencia de ese resultado lesivo exigido en dicho
precepto, constitutivo de delito, como hemos expuesto anteriormente. Finalmente, queda
suprimida toda referencia a la exclusión de las reglas de determinación de las penas
contenidas en el artículo 66 (RCL 1995, 3170#A.66) del CP.
5. El delito autónomo de negativa al sometimiento a pruebas de alcoholemia (artículo
383 del CP)
Dicho delito se corresponde con el antiguo artículo 380 (RCL 1995, 3170#A.380) del CP,
en el que se castigaba la negativa al sometimiento a pruebas de alcoholemia, suprimiéndose
ahora la remisión que antes se hacía del delito de desobediencia grave del artículo 556
(RCL 1995, 3170#A.556) del CP, para ahora constituirse en un delito autónomo en el que,
pese a que la conducta sea la misma, para la aplicación de la pena ya no se debe acudir al
artículo 556 (RCL 1995, 3170#A.556) del CP, sino que la misma se ha fijado de forma
autónoma, lo que hace que no dejemos de estar ante una forma específica de desobediencia
que afecta al orden público, pero sí le otorga cierta sustantividad y autonomía, que impide
una traslación automática de requisitos de un tipo a otro. Dicha reforma obedece a que el
legislador ha resuelto sancionar penalmente estos comportamientos de forma específica,
porque ha entendido que ello contribuiría de manera mediata a procurar una mayor
seguridad en el tráfico, facilitando la investigación de posibles comportamientos
consistentes en conducir vehículos a motor o ciclomotores bajo la influencia de bebidas
alcohólicas o sustancias nocivas.
Por otro lado, hay que destacar que se ha mantenido la misma pena privativa de libertad
(prisión de seis meses a un año), si bien ahora se contempla la de privación del derecho a
conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo superior a uno y hasta cuatro años,
siendo ésta la novedad introducida por la LO 15/2007, de 30 de noviembre (RCL 2007,
2180).
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Con el nuevo artículo 383 (RCL 1995, 3170#A.383) del CP podemos afirmar la
compatibilidad del castigo simultáneo por las previsiones de los actuales artículos 379.2
(RCL 1995, 3170#A.379) y 383 (RCL 1995, 3170#A.383) del CP. No existe concurso de
leyes entre el art. 379 y el art. 380 (RCL 1995, 3170#A.380), y puede añadirse también el
art. 381 (RCL 1995, 3170#A.381). Tampoco puede apreciarse progresión delictiva entre las
conductas tipificadas en ambos preceptos, distintas e independientes. La comparación del
artículo 380 (RCL 1995, 3170#A.380)CP 1995 con el artículo 379 (RCL 1995,
3170#A.379)CP 1995 ignora la entrada en juego en el artículo 380 CP 95 de un nuevo bien
jurídico, el propio de los delitos de desobediencia, que no queda comprendido o consumido,
cuando menos no totalmente, en la protección de la seguridad del tráfico que procura la
interdicción de la conducción bajo la influencia del alcohol o de las drogas del artículo 379
(RCL 1995, 3170#A.379) CP 1995. Por ello, el legislador ha elevado a la categoría de
delito autónomo la negativa a someterse a la práctica de las pruebas legalmente previstas
para la comprobación de los hechos descritos en el artículo 379 CP 1995, con lo que, si
además de aquella negativa se aprecian en el sujeto síntomas evidentes de estar
conduciendo bajo los efectos de bebidas alcohólicas, se incurrirá en dos infracciones
distintas motivadas por dos conductas igualmente diferentes, que no pueden quedar ni
comprendidas ni absorbidas la una por la otra, sino que serán penadas de modo
independiente.
6. La conducción careciendo de permiso o licencia y el quebrantamiento de condena o
resolución administrativa (artículo 384 del CP)
Este es un precepto ex novo, a tenor del cual se castiga la conducción careciendo, bien de
permiso para conducir vehículos a motor, bien de licencia para conducir ciclomotores. Se
distinguen dos párrafos: en el primero se regula la conducta propia de conducir en casos de
pérdida de vigencia del permiso o licencia por haber perdido los puntos asignados
legalmente, dándose así consistencia al «permiso por puntos», conducta que lleva aparejada
una pena privativa de libertad que va de tres a seis meses o la alternativa de multa de doce a
veinticuatro meses, y en todo caso trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a
noventa días; y, en su segundo párrafo, se contempla el que conduzca tanto en el supuesto
de que haya sido privado de forma cautelar o definitivamente del permiso o licencia por
resolución judicial, como en el supuesto de que no lo haya obtenido nunca, castigándose
tales conductas con las mismas penas dispuestas en el párrafo que le precede, apartado que
entró en vigor el día 1 de mayo de 2008.
Este nuevo precepto se refiere al quebrantamiento de condena y al de resolución
administrativa, que antes no estaba contemplada como delito, si bien, como vemos, se
sanciona como si fuera un puro delito de quebrantamiento, sin exigirse aquí una conducción
peligrosa. Se equipara el quebrantamiento de una resolución administrativa al de una
resolución judicial, siendo ello de gran trascendencia, habida cuenta de que, si bien antes de
la reforma podíamos acudir al artículo 468 (RCL 1995, 3170#A.468) del Código Penal
(quebrantamiento de condena), ello sólo era aplicable cuando lo que se quebrantaba era una
resolución judicial, que no administrativa.
7. Otras conductas originadoras de un grave riesgo para la circulación (artículo 385)
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El tenor de dicho precepto se corresponde al antiguo artículo 382 (RCL 1995, 3170#A.382)
del CP, regulador de conductas que originan un grave riesgo para la circulación, en el que
se describen dos conductas: una activa, «colocando en la vía obstáculos (…)»; y otra
omisiva, «no restableciendo la seguridad de la vía (…)». Estamos ante un delito de peligro
abstracto o hipotético, pero no basta con la mera realización de la conducta típica, sino que
se exige que de ella se derive un grave riesgo para la circulación, sin concreción alguna de
ese riesgo, bastando, por tanto, que las conductas tengan entidad suficiente para suponer ese
potencial riesgo para la vida e integridad de las personas.
En lo que atañe al primer ordinal, en el que se comete el delito mediante una acción,
además de que se ha suprimido la referencia «alterando la seguridad del tráfico», que
devenía superflua por constituir una innecesaria repetición del enunciado, se indica que la
misma puede ser cuando, de forma dolosa, se coloquen en la vía impedimentos físicos o
materiales de cualquier clase o especie que puedan sorprender a los usuarios de ella y
supongan un riesgo grave para la circulación rodada («obstáculos imprevisibles,
derramando sustancias deslizantes o inflamables o mutando, sustrayendo o anulando la
señalización o por cualquier otro medio »). Cláusula que el legislador, como ya hizo en el
anterior artículo 382 (RCL 1995, 3170#A.382) del CP, deja abierta, a fin de que en ella se
puedan incluir otros comportamientos que alteren la seguridad del tráfico de forma general,
como señala Muñoz Conde, si bien parece ser que no se han incluido aquí la destrucción,
sustracción, daño o inutilización de aparatos de control de velocidad. Se pueden incardinar
aquí conductas como la de arrojar piedras sobre la vía pública, tirar piedras sobre otros
vehículos, etc.
En cuanto a la conducta omisiva contemplada en el nº 2 del actual 385 (RCL 1995,
3170#A.385) del CP, consiste en el incumplimiento de la obligación de restablecer la
seguridad de la vía cuando ésta se haya alterado. Se trata de un delito de comisión por
omisión sobre el deber jurídico de restablecer la seguridad para la circulación. Vemos, por
tanto, que, con la modificación operada con la LO 15/2007 (RCL 2007, 2180), además de
retocarse la antigua redacción, se añade a la alternativa de multa, ya prevista, la de trabajos
en beneficio de la comunidad de diez a cuarenta días, manteniéndose la misma duración de
la pena privativa de libertad (seis meses a dos años) y la de la multa (de doce a veinticuatro
meses).
RECOPILACION DOCUMENTACION PROFESIONAL: PL ZARAGOZA saguerri@terra.es
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