SI YO NO TENGO AMOR... Colección Dame de beber Retiros predicados por el presbítero Manuel F. Pascual 1. El mirar de Dios es amar 2. Lo reconocieron al partir el pan 3. Si yo no tengo amor... 4. Certezas en la oscuridad Como un hombre cualquiera * Camino a Damasco * Andar en tu Presencia * El arte de vivir * * En preparación Pbro. Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... 12 meditaciones Pascual, Manuel F. Si yo no tengo amor. - 1a ed. – Buenos Aires : Guadalupe, 2004. 176 p. ; 21x14 cm. - (Dame de beber , 3) ISBN 950-500-456-7 1. Catolicismo-Espiritualidad I. Título. CDD 248 Diseño y composición: Alberto Azzolini y Adrián Broggini Foto de Tapa: archivo Editorial Guadalupe Editorial Guadalupe Mansilla 3865 1425 Buenos Aires, Argentina Tel. / Fax.: (11) 4826-8587 Internet: http://www.editorialguadalupe.com.ar E-mail: ventas@editorialguadalupe.com.ar Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Todos los derechos reservados Impreso, en la Argentina ©Editorial Guadalupe, 2004 ¡Gracias! a todos los que me ayudaron a ser y a hacer EL AUTOR Una guía para el Lector A fin de poder identificar en forma sencilla y rápida las diversas meditaciones de este volumen, hemos impreso, en el margen derecho de las páginas impares, una serie de “manchas”, en forma escalonada hacia abajo, que señalan con claridad el número de la meditación de la que se trata en esas páginas. 1. Si yo no tengo amor... 1 2. La gratuidad del amor 2 3. Lo incndicional del amor 3 4. El amor es progresivo: la mostaza y la levadura 4 5. Los últimos recursos del amor: vulnerabilidad, sufrimiento y muerte 5 6. La libertad: condición y creación del amor 6 7. Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado 7 8. El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo 8 9. María eligió la mejor parte 9 10. Amar desde lo que somos y podemos 10 11. Amar aunque... 11 12. Lo imposible para los hombres es posible para Dios 12 7 A modo de Introducción “Sin la certeza del amor no hay enamorados ni aventura posible” La certeza del amor es algo que brota de la experiencia. Es difícil creer que el amor existe cuando no se lo ha probado y, si se ha probado, se puede creer. Y cuando se lo cree se pueden tener experiencias todavía más profundas del amor; es como un círculo sin fin. La experiencia y la fe se llaman una a otra. Y esa primera experiencia es una experiencia humana, que no es algo previo a nuestra experiencia del Amor de Dios sino que es parte de nuestra experiencia de Dios a través de personas, padres, que nos fueron puestos en la vida, y desde los cuales podemos lanzarnos juntamente a Él. Y cuando uno tiene certezas va teniendo confianza implícita, no siempre consciente, de que la vida tiene sentido. Y por eso empieza la pasión por tratar de leer la realidad, es decir, de tratar de entenderla. Nunca fui amigo de los libros, ni me imaginé que iba a estar escribiendo uno, porque pese a pertenecer a una familia con mucha cultura, lo que deseaba era leer la vida y no quedarme en los libros. Así que el objetivo humilde que pretendo con estos libros es justamente no quedarse en ellos sino que sean un medio que ayude a leer la verdad de uno mismo y la realidad toda. 1 La EDITORIAL GUADALUPE. cree conveniente, con la venia del Autor, publicar aquí «A modo de Introducción» al presente volumen el texto íntegro de la «charla» que pronunció el Pbro. Manuel F. Pascual en la XXX Feria Internacional del Libro, el 7 de mayo de 2004 en Buenos Aires, con motivo de la presentación, por parte de la EDITORIAL GUADALUPE, de cuatro nuevos volúmenes, dos de ellos de autoría del Pbro. Pascual. 9 Siempre me dije con pasión: no me quiero morir mirando el mundo por los ojos de otro, ni tampoco quiero saber quién es Dios porque leí sobre Él, sino quiero tener experiencia de Dios, de la vida, y del hombre. Y, justamente, cuando uno se atreve a leer la realidad y a vivir con los ojos abiertos, se encuentra con la crudeza de la vida que nos invita -cuanto más profunda es esa mirada-, a buscar una experiencia y una idea mucho más elevada de Dios, capaz de soportar la realidad sin desvanecerse. Y, al revés: cuanto más profunda es la experiencia de Dios, más coraje da para mirar la realidad tal cual es, con todas sus sombras, con todas sus deficiencias y con todas sus maravillas. San Juan de la Cruz -me atrevería a decir-, es uno de mis amigos. También él fue un escritor a la fuerza, a la fuerza por dos sentidos. Primero porque se encontró con el amor y, ante el amor, como ante lo inefable, sucede algo extraño: no puede callar aunque nunca lo va a saber decir. Ese es el problema del que conoce el amor: cómo callarlo y cómo decirlo. Y, en segundo lugar, la gente conocida le pidió siempre que escribiera, que explicara, ese poeta, ese hombre que rompió el silencio en lenguaje lleno de belleza para decir lo que no se puede decir pero que no todos pueden leer y, por eso, le pidieron que escribiera y explicara. Me atrevería a decir que mis libros son el fruto del pedido de muchos, incluso de los aquí presentes, sin los cuales no lo hubiera hecho nunca. ¡Qué lindo cuando uno escribe y los que lo leen o lo escuchan dicen: “eso que está diciendo es lo que me pasa a mí, pero usted lo pudo decir”. Esto quisiera: que estos libros fueran un amigo en la soledad; en esos momentos en los que uno dice ¿quién me puede entender?, y que el libro fuera un amigo, una compañía o una luz en la oscuridad. El amor es un don para todos y creo que en los que hemos tenido la gracia de tener fe y experiencia de amor hay algo 10 que nos lastima, y es que haya otros hombres que atraviesen la vida no habiéndolo experimentado y, por eso, quienes tienen esa experiencia, creo que tienen una deuda: poner a disposición de los demás lo más profundo de sí para que otros la tengan. Ya sea brindando amor, luz, sabiduría o lo poco que tenemos. El que ofrece y pone a disposición de los otros el corazón y lo mejor de sí, puede despertar vida pero quedando inevitablemente expuesto. Decía el título, “sin la certeza del amor no hay enamorados” y del enamorado, normalmente, pensamos que es una persona ciega, que no ve. En cambio la experiencia es totalmente al revés. El que está enamorado es el que puede ver lo profundo y lo que vale la pena. Y si no hay enamorados -usando el lenguaje de las parábolas-, no se puede descubrir el tesoro escondido, lo que vale la pena de la vida. Sólo el amor es capaz de descubrir eso y quiere justamente consagrarse, gastarse en desenterrar esos tesoros que encierra el corazón de cada hombre y la realidad. Las paradojas que tienen el amor y el enamorado son muchas. Es fácil de decir pero difícil de vivir. El que vive enamorado o vive ante el amor, va a empezar a experimentar situaciones extrañas como esta: nunca más vulnerable y nunca tan seguro. Quien vive de amor está a merced del otro y, al mismo tiempo, nunca tan vulnerable y nunca tan seguro por haber encontrado lo que al hombre le da firmeza y sentido. Nunca más luminoso; el amor es lo que da sentido a la vida, y nunca más oscuro, porque nunca vamos a terminar de entender por qué nos aman, ya sea Dios u otro. El amor es un misterio. Pacifica y desinstala, elimina el temor; cuando nos aman perdemos el miedo pero nos nace otro miedo, el miedo a perder. Cuando uno encontró amor, encontró lo que le da vida a la vida y no lo quiere perder. El amor invita a abrazar, el enamorado abraza la realidad -no lo ideal- y, paradójicamente, es aquel que quiere transformarlo todo pero partiendo de lo que es. Sólo los 11 verdaderos enamorados engendran la verdadera aventura de la transformación que siempre parte de lo real. Decía que “sin certeza del amor no hay enamorado ni aventura posible”. ¿Y cuál es la aventura que todos tenemos? La aventura de ser humanos. Y, aunque parezca extraño, es un punto de llegada poder decir: la aventura humana es posible. Ser hombre no es algo absurdo; es algo precioso. Pero esta aventura de ser hombre sólo se la puede hacer ante el amor de Dios y ante el amor de los demás. Sólo así el hombre se puede atrever a escuchar lo infinito de su sed de felicidad, de amor, de perduración. Si hay que silenciar los grandes gritos para poder vivir, la aventura humana no es posible ni vale la pena. El primero de los libros “El mirar de Dios es amar”, es un comentario meditado al Cántico Espiritual de SAN JUAN DE LA CRUZ y, podríamos decir, que se resume en un grito: “¿Adónde te escondiste?”. Al que fue herido por el amor divino o humano, se le despierta pasión por conocer y poseer en plenitud al ser amado. Y, justamente, quien tenga experiencia de Dios, va a experimentar con estas otras palabras este gemido en su corazón y en su vida: “¿Adónde te escondiste?”. Después de que te conocimos en la Encarnación, después que vimos que sos capaz, por nosotros, de morir en la Cruz, te quiero conocer. ¿Dónde estás, dónde te escondiste? Ese es el gemido y el clamor de nuestro corazón. Y el segundo libro, “Lo reconocieron al partir el pan”, pretende ser una comprensión, una meditación -nada más y nada menos-, del gesto que es el testamento de la Persona y de la obra de Jesús. En la Última Cena, en la Eucaristía, Jesús nos regaló su Persona y ahí nos regaló su acción amorosa. Podríamos decir que en ella, con la paciente artesanía del amor, Jesús está transformando el corazón del hombre, de su Iglesia y del mundo. Siempre me inquietó una pregunta que es la más elemental que nos hacen a todos los cristianos: “¿por qué van a Misa y viven igual o peor que los demás?”. 12 Entonces o el sacramento es ineficaz o no sabemos cómo disponernos y vivirlo para que su acción amorosa pueda actuar en nosotros. Por lo tanto este libro pretende ser un humilde aporte para entender el sentido profundo, mucho más allá de los ritos en el sentido pequeño de la palabra, el sentido hondo de ese gesto de Jesús que da mucha luz, no sólo para lo religioso sino también para lo humano, ya que es el encuentro profundo de Jesús con sus amigos donde, si sabemos mirar, podríamos aprender a vivir, a orar y encontrar encarnada la pedagogía amorosa de Dios para con nosotros. Alguien podría pensar que los destinatarios de los libros, en una mirada superficial -y lo digo con todo cariño y respetoson, aparentemente, las religiosas. Pero me atrevería a decir que cuando hablo con una de ellas -o les predico-, en realidad estoy hablando con un ser humano; nunca pienso que estoy ante una Hermana sino ante un ser humano que tiene pasión por vivir en plenitud y que, por eso, se consagró -nada más y nada menos-, a encontrar y comunicar el amor. Creo que estos libros son para todo hombre que tenga inquietud. Y, me atrevería a decir más, tal vez sólo los entienda quien tenga sed y esté buscando, padeciendo, o se haya enamorado. Una de las introducciones termina con estas palabras; son palabras surgidas de la vida hecha oración. Nunca pensé que estos escritos iban a ser libros. Más bien eran oración que se transformaron en retiros para ayudar a rezar y ayudar a vivir. Que esta palabra no tenga otro destino que el que tuvo la Palabra en María, en la Virgen. La Palabra en María se hizo carne. ¡Qué triste sería que quedaran en libros y no en palabra hecha vida, más aún, en palabras que se hagan pan. Es decir, que los que los lean y los vivan se hagan, a su vez, pan; o, dicho en el lenguaje del título, personas que, con su amor y con su vida, permitan, a quienes los traten, sospechar el Amor de Dios y les brinden, a los que no tuvieron 13 la dicha de haber encontrado el amor, esa certeza que enamora y que anima a ser hombres. PBRO. MANUEL F. PASCUAL XXX Feria Internacional del Libro Buenos Aires, 7 de mayo de 2004. 14 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” “Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. (1 Corintios 13, 3) Esta lectura nos sirve para tomar no sólo el tema de esta primera meditación, sino el tema del retiro, que lo podríamos titular “Si yo no tengo amor…”. A veces ayuda comprender la génesis de un retiro. ¿Qué es lo que estaba detrás? Cuando uno se detiene y se pregunta ¿qué es lo esencial? Incluso teniendo presente qué es lo que las personas van a buscar, en última instancia, cuando recurren al sacerdote, a la Iglesia y qué es lo que finalmente nosotros les trasmitimos que, en definitiva, es lo esencial. Recogiendo eso, recogiendo el pedido que está detrás de todos los que se nos acercan y al mismo tiempo cuál es la respuesta de fondo a esos que se nos acercan y que, en definitiva, somos nosotros mismos también podemos ver lo que estaba detrás. Quien lea o escuche el corazón humano, el nuestro, el de los otros, quien lea las primeras páginas de la Biblia, del Génesis, sabrá que el único fracaso, es la soledad. ¿Y esto por qué? Porque justamente nuestro destino, nuestra vocación, aquello que nos hace justamente humanos es haber sido 15 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... creados para la comunión. Nuestra vocación más profunda es la comunión, y la soledad es la antítesis de la comunión. Por supuesto que en la vida acumulamos muchos fracasos pero no son fatales si hay comunión. Podríamos tener muchos éxitos pero si no llegamos a la comunión con Él y con los otros lo esencial nuestro no lo habremos realizado, no lo habremos desplegado. El amor es creador, y vaya si lo es: Dios justamente es Amor y es el Creador. El amor es artesano; por eso, si no nos hemos dejado convertir, si no nos estamos dejando convertir en un amable amante, es que nos hemos resistido al amor. Fíjense: “amable-amante”. Los hombres somos amables, Dios nos está amando, pero Dios nos quiere convertir en amantes, no sólo en amables, sino en amables que se convierten en amantes. Nos habremos dejado amar si el amor ha podido realizar su obra en nosotros y, justamente, el arte de Dios, el arte de amar en Dios, consiste en hacernos a nosotros capaces de amar. La señal de que no nos hemos resistido al amor es que podemos amar. Dios está actuando porque nos está haciendo parecidos, nos está haciendo a su imagen y semejanza. Si nuestro amor no ha sido capaz de gestar amables es que no hemos sabido amar. No nos dejamos amar si Dios no nos convierte en ser capaces de amar y, si nuestro amor no es capaz de gestar amables en los que nos rodean, es que nosotros no los hemos sabido amar. Nuestro amor también tiene que ser artista de los otros. Cuando uno vive un tiempo en un lugar, tarde o temprano, es responsable de su contexto. Los otros también son lo que nosotros hacemos con ellos, ahí viene el gran desafío. La sal tiene que salar, la luz tiene que iluminar, los testigos del amor tienen que volver amable su contexto, su entorno. Vivir es vivir ante alguien, vivir no es estar ahí y nada más, es vivir ante alguien. La vida es frente a Dios, frente a los otros; la vida no es aislarse. Vivir no sólo es vivir ante alguien, 16 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” sino vivir para alguien: uno vive cuando vive para alguien, uno vive cuando vive por alguien. Para alguien amanecemos, para alguien trabajamos, por alguien sufrimos y hasta para alguien morimos. La vida pierde fuerza, nos cuesta levantarnos cuando no hay un para alguien, cuando no hay amor, cuando no hay tensión amorosa hacia Dios o hacia el prójimo nos cuesta vivir para nosotros mismos. En cambio, quien es reclamado por el amor de otro, quien se sabe reclamado para amar a otro, ese tendría razones para amanecer, para vivir y hasta para morir. ¡Qué maravilla que hasta la muerte puede ser humana! La muerte que parece que es lo que más nos deshumaniza, nos quita la vida, hasta la muerte se hace humana cuando llega a ser lenguaje de amor. La muerte puede ser también un acto de amor humano para otro, una ofrenda. Piensen cuántas citas bíblicas que hay atrás. “Para el Señor vivimos, para el Señor morimos, nadie vive sólo para sí...”. Nosotros no hemos inventado el amor para poder sobrevivir, sino al contrario es el amor el que nos inventó a nosotros y todo lo que existe… Me acuerdo -y lo repito siempre porque me dolió oír un día por radio, hace no mucho tiempo-, que el premio Nóbel de literatura, Saramago, un portugués del que no recuerdo el nombre, que es un hombre genial, lo que decía: el hombre es tan genial que creó el amor para poder sobrevivir. Y él no cree en Dios, él no cree y dice: el hombre es tan genial que creó el amor para poder sobrevivir... Me permito decir, con toda humildad, que este hombre no es tan genial porque no se dio cuenta o no se pudo dar cuenta que, justamente, no es que el hombre creó el amor para sobrevivir, sino que lo que existe ha sido creado por el amor, que es distinto. ¡Qué distintas perspectivas de vida! ¿Nosotros vivimos distinto a los que no creen esto? Creer que todo lo que existe, existe por obra del amor, nos obliga a ser testigos y estar en el mundo con otra calidad de vida y ni hablemos como consagrados... 17 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Por lo tanto la única realización, en la vida, llega a ser haber sido amado y haber podido amar. Cuando uno quiere evaluar su vida, hace una pregunta: ¿he vivido bien? No tenemos que medirla por lo que alcanzamos sino por si nos hemos dejado amar o si pudimos amar. Qué espanto el del hombre que pone su meta en otra cosa, y que tal vez después de muchos esfuerzos termina desolado al sentarse en tronos vacíos. Y cuidado que esto no le pasa, entre comillas, sólo al mundo cuando aspira al consumismo; a nosotros también nos pasa. Nos ha sucedido que, después de mucho trabajo y esfuerzo, el día que nos callamos, el día que nos quedamos solos ante Dios, tuvimos que reconocer que apostamos mal, que llegamos a tronos vacíos, a lugares que no son vida. El hombre maduro no es el que prescinde de todos y se arregla solo; ese aprendió a ser inhumano, ese no es el hombre maduro. El hombre maduro, al contrario, es el que llega a aceptar la necesidad del amor. El que no tiene temor en reconocerse necesitado de los otros y de Dios, y esa es, justamente, la grandeza del hombre: aquel que necesita de Dios para alcanzar su plenitud. Los hombres no podemos hacer equilibrio en nosotros mismos, no tenemos dentro nuestro todo lo necesario para vivir, necesitamos de lo que está fuera, del otro, de los otros, de Dios. Qué curioso, sólo se hace equilibrio en el amor, así como sólo hacemos equilibrio cuando pisamos piso firme. El corazón humano hace equilibrio cuando encuentra alguien que lo ama; así se hace firme y, sin embargo, paradójicamente, el amor que nos hace firmes nos pide abandonar toda seguridad. El amor es como una aventura que nos hace salir, es quedarse a merced de otro, a merced de los otros. El piso no soy yo, el piso es él; ya no hago equilibrio en mí, el equilibrio está en él, dependo de su amor, dependo de su libertad. Para quien ha encontrado el amor ya no importan los “adónde” sino los “con quien”. Cuando uno ha descubierto lo esencial, ya no importa tanto dónde 18 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” vivo, sino con quién vivo. El lugar para vivir es el otro, más que los lugares. Hay un amor con minúscula, y que no nos debe avergonzar, porque somos humildes creaturas, un amor que necesita todo aquello y a todos aquellos que nos ayudan a ser y desplegarnos. Por ejemplo en estos días necesitamos de la estufa y necesitamos también de los otros, esa es nuestra humildad. Pero el misterio está en que hay un amor que excede la necesidad; es cierto que necesitamos cosas pero hay un amor que excede la necesidad. Ese amor es el origen de todo, en Dios el amor es el punto de partida, la gratuidad del amor de Dios; sin necesidad creó el mundo y a todos nosotros. En Dios la gratuidad es el punto de partida, ama porque ama; en el hombre es punto de llegada. Nosotros empezamos con un amor-necesidad y qué lindo si un día, como santa Teresa, como tantos decimos: “Señor, ya no me mueve para quererte, ni el cielo que me tienes prometido, ni el temor al infierno”, etc.; ahora te quiero porque te quiero. Los humanos tenemos una estructura relacional. ¿Qué quiere decir? Que nuestro ser tiene capacidad de relación con los otros y con Dios y con las cosas. Somos capaces y tenemos necesidad de darnos y de acogernos. Esta estructura relacional es física y espiritual. Por ejemplo, si miramos al hombre y a la mujer, ellos expresan este misterio: estamos creados para complementarnos. Lo mismo que observamos en el plano físico nos pasa en un plano más profundo. También nuestra psicología necesita del otro, nuestro corazón, nuestra alma, todo nuestro ser clama por el encuentro de amor para alcanzar plenitud. Pero, al mismo tiempo, porque es comunión y no fusión, a la cual estamos invitados, siempre hay una carga de soledad y particularidad que serán irreductibles; cada uno de nosotros es un único. Por más que encontremos amor siempre seremos alguien y no una mezcla, y esto que nos deja aparentemente solos, es justamente, la dignidad de la persona y lo que nos 19 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... permite encontrarnos pero no perdernos. Acá encontramos una señal de la buena amistad; ella me hace cada vez más libre y más yo, y no una mezcla. El amor siempre tiene una tensión, solos y en comunión, y esa soledad lejos de aislarnos es una soledad que nos capacita para entrar en comunión con el otro como un único, un distinto. ¡Qué misterio: somos un único! Por eso es tan difícil comunicarse. Hay tantas experiencias humanas como hombres existen. No es tan raro que aunque estemos mirando lo mismo, viendo lo mismo, escuchando lo mismo, en realidad estamos viendo, escuchando y viviendo cosas distintas. Sentimos distinto, somos distintos. Pero esto lo podemos ver tanto como un imposible de unir o como la riqueza de una comunión, en la cual, juntos, podemos ver mucho más, sentir mucho más que si estuviéramos aislados. Sin embargo, vivir en comunión, no significa sólo vivir juntos; no basta vivir en sociedad, no es suficiente la cercanía física, no basta no pelearse. La comunión es más, no es suficiente dialogar sobre algo, ni siquiera es suficiente que hablemos; depende sobre qué hablemos, podemos conversar mucho de cosas superficiales; eso tampoco es comunión, la comunión es poner a la persona en comunión, mi corazón, mis sentimientos, mis anhelos, mis dolores, mis sueños, mis angustias. Ni basta siquiera tener fe en algo o en alguien lejano; yo creo en los otros, pero en los que están lejos, no en los que están cerca, en los que forman parte de mi vida, de mi cercanía. No nos es posible mantener desnudo nuestro fondo, en la intemperie nuestro corazón, si no estamos dispuestos a un encuentro sin defensas. Si yo no estoy dispuesto a la comunión, a un encuentro sin defensas, no voy a vivir con mi corazón encontrable. Porque no estoy dispuesto a que me encuentren, entonces lo voy a abrigar en el mal sentido de la palabra, lo voy a proteger. Sólo quien esté dispuesto al encuentro sin defensas se animará a vivir con su fondo expuesto para que lo conozcan, aunque lo hieran. 20 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” Los humanos somos un grito infinito, casi podríamos definir al hombre como un grito infinito de amor. Un hombre es un grito infinito de amor. Ese lloro que hace el niño recién nacido, que parece que se muere si no encuentra a la mamá, eso lo sigue haciendo nuestro corazón toda la vida aunque no se note. Somos un grito infinito que está deseando encontrar a Dios, al Padre, que está deseando encontrar el hogar. A los humanos nos duele el infinito espacio de acogida que Dios nos puso en el corazón, tenemos un espacio infinito de acogida, por eso nada nos llena, por eso no tenemos donde reclinar la cabeza, por eso la vida nos resulta insuficiente aunque hayamos alcanzado muchas cosas, aunque tengamos incluso muchos amigos. Tenemos un infinito espacio de acogida, y al mismo tiempo nos hiere nuestro infinito deseo y necesidad de darnos. No sólo tenemos infinito deseo de acoger sino infinito deseo de darnos. ¿Por qué somos así? Es que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, de un Dios que se nos reveló como misterio de comunión, y no como soledad. Si Dios nos creó a su imagen y semejanza, Dios es espacio de infinita acogida y tiene infinita capacidad de darse, eso es la Trinidad, por eso somos así. Existir, estar en este mundo, es un sinónimo de ser “amable”. ¿Por qué? porque no existiríamos si Dios no nos amara, si Dios no nos hubiera hecho con amor, si Dios no nos hubiera hecho buenos. Somos amables. Existir es sinónimo de estar siendo amado. Uno a veces dice: “Señor, dame una prueba de tu amor, ¿Vos me querés?” ¡Cómo no me va a querer si existo! A veces nos parece que no es suficiente existir. Sólo haber sido sacado de la nada, sólo estar aquí, es un sinónimo de que me están amando, y que soy amable. Dios es garantía de posibilidad, es decir nos podemos animar a esta aventura, que es vivir porque Dios se animó. ¿Por qué puedo tomar mi vida en serio? Porque Dios se la tomó en serio. Dios es garantía de posibilidad de la vida. 21 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Dios es garantía de que vivir es posible ya que Él empezó, Él cree que mi vida vale la pena. El hombre es garantía de realidad, su existencia y su amor, el amor de los otros hacia nosotros, las personas que nos aman al ser reales nos confirman, nos afirman, nos invitan a desplegarnos. Las personas que nos aman son como embajadores de ese Dios que nos ama, que nos garantiza que vivir vale la pena, pero las personas, con su amor, nos confirman, nos afirman y nos invitan a desplegar nuestra vida. Todo el que nos ame bien, aunque no nos diga nunca estas palabras nos va a estar diciendo “por favor florecé, desplegate, crecé, sé feliz”. El amor es un don; los dones no se compran, no se ganan, pero sí se consienten, hay que recibirlos. Me hacen un regalo, lo puedo rechazar o recibir. El amor es un don, pero hay que consentirlo. Dejarse amar es la mejor forma de amar a Dios que nos quiere regalar la vida y su amor. Dejarse amar es la manera más fina del culto. Lo dejo a Dios ser Dios cuando le permito que me ame. Cuando dejo que me amen le permito al hombre que sea hombre y a Dios que sea Dios. Porque nada hace más humano a un hombre que poder amar. Cuando, a los que me quieren, yo los dejo que me quieran, les estoy haciendo el regalo más grande, les estoy permitiendo hacer lo mejor que pueden hacer, que es amar, y lo mismo a Dios. La vida, en definitiva, es una entrega progresiva; la oferta es Dios mismo. Vivir es ir dejándolo a Dios que se nos vaya dando hasta que un día se nos regale en plenitud en la eternidad. Dicho más fácil: ¿para qué vivimos? Para ir diciéndole a Dios que sí en su deseo de dársenos. En este mundo lo hacemos en la fe dejándolo que conduzca nuestra vida y se nos vaya entregando. Lo que hizo María, la hermana de Marta: lo dejó a Jesús darse. Vivir es dejar a Dios que se nos vaya dando. Un Dios que no se nos quiere imponer, que se nos quiere ofrecer. Convivir es ir dejando que los demás se nos den, es ir dándonos a aquellos que viven con nosotros. De parte de Dios la vida es un ir dándose. De parte del 22 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” hombre es un consentimiento cada vez más profundo y libre: consentir que Dios se nos regale. ¿Qué es crecer en la vida espiritual, qué es crecer en santidad? Crecer en capacidad de acogida de un Dios que se nos da; eso es crecer en santidad. Lo mismo en el plano humano, ¿quién sabe amar? No sólo el que da sino el que se da. Dar es darse, recibir es recibirse. Sabe vivir no el que recibe cosas de los demás, sabe vivir el que recibe a los demás. Amar bien es ir despertando la conciencia en el otro, ayudarlo a ir superando el temor que todo hombre tiene a ser despreciado o no valorado, ¿Por qué los hombres están –estamos- a la defensiva y nos cuesta dejarnos encontrar? Tenemos miedo a que nos desprecien, que no nos valoren; tememos muchas heridas. Por lo tanto quien nos ame bien nos animará a ir superando ese temor. Lógico un poco de temor, ilógico si es tan fuerte que, por protegerme, me muero en soledad. Amar a los demás y amarlos bien es ir gestando en los demás, es ir despertando la capacidad de acoger algo tan sagrado, tan único como es una persona que se ofrece, un Dios que se dona... Dicho más fácil: habré amado bien a alguien cuando, al lado mío, aprendió qué importante es recibir a los otros y recibir a Dios. No esperar de la vida cosas, triunfos y logros sino esperar de la vida encuentros, amor, recepción de Dios. Eso es haber enseñado a vivir. Hay una pregunta ineludible a esta altura de la vida de cada uno de nosotros: ¿para quién vivimos?, si vivir es vivir para alguien, por alguien, ¿para quién vivimos? ¿Ante qué mirada nos exponemos? Es casi lo mismo que dejarse preguntar por Jesús: ¿quién dicen ustedes que soy? Lo podemos traducir: Yo soy Aquel para quien vivís, por quien vivís. Sin amor la única salida en la vida es la desesperación o la hipocresía. No tanto en el sentido moral -“sos un hipócrita, 23 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... un falso”-, sino en el sentido literal; si no existiera el amor habría que vivir con una máscara, con una careta, el espanto de tener que criar una imagen amable, el titanismo desesperado de vivir conformando las expectativas de los otros. Si los demás no me pueden amar como soy tengo que vivir tratando de embellecer mi careta para que sea como los demás esperan que sea. Es muy triste vivir así; eso no es vivir y, lamentablemente, como no sabemos amar, también muchos tienen que vivir y muchos, muchas veces, tenemos que vivir aparentando para recibir migajas de amor. Esto hace que uno se pregunte ¿es amor si aman lo que yo les mostré para que me amen y no lo que soy? Por eso alguien desde afuera podría decir: “pero si a vos todos te quieren”. ¿Pero me quieren a mí o al personaje que tuve que ser para que me aprueben? ¿A quién rechazan cuando me rechazan?, ¿a quién aman cuando me aman?, ¿es a mí o a la imagen que les dejo ver? Me rechazan, pero ¿a quién rechazan?, ¿al que sos o al que les mostrás? Cuántas veces uno habla con alguien y este dice: “A mí no me quiere nadie”. Y cuando uno conoce a esta persona resulta que es muy buena en su fondo, pero ¿qué les muestra a los demás?. Uno puede tener en su comunidad, en su entorno un aspecto agrio, agresivo, hosco, resentido, de persona herida pero ¿soy ese yo? Claro que se rechaza a ese, pero yo no soy ese, ese es el que les muestro, no el que soy. ¡Qué tragedia la de poder morir sin haber nacido, sin haber sido dado a luz! Vivir escondido, a la defensiva, agrediendo, lleno de angustia, en permanente tensión. Eso es sobrevivir, no vivir. El punto de partida para que pueda haber amor -lo dice el Génesis-, es dejarse encontrar… (Génesis 3). ¿Dónde estás Adán? Te quiero encontrar, dejame encontrarte como sos. El punto de partida es dejarse encontrar aunque si es demasiado rápido puede fracasar, como en el caso de Adán. ¿Sabés las veces que fui auténtico y me golpearon..? Hasta le pasó a Dios. Pensemos en Adán; Dios y Adán empezaron con una calidad de amor demasiado alta, demasiado pronto, 24 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” a tal punto que Adán ni se llegó a dar cuenta qué regalo era ser imagen y semejanza de Dios, vivir en el Paraíso, estar en amistad con Dios, no se dio cuenta porque era tan común que creyó que eso no era tan importante. El anciano Simeón, a diferencia de Adán, ha esperado mucho, ha sufrido mucho pero sabe valorar lo que significa estar en comunión con Dios: “Ahora Señor puedes dejar a tu servidor irse en paz…” (Lucas 2, 29). Había pasado la vida a la intemperie, en la esperanza y por eso valoraba el encuentro con Jesús. A veces uno lo tiene todo tan de entrada que ni se da cuenta de que lo tiene. Qué curiosa suerte la del hombre, la nuestra, que parece que sólo aprende a valorar después, con la perspectiva del tiempo, con el dolor de la ausencia. Qué buena era esa persona…, me di cuenta cuando se fue; qué linda era mi casa… y cuando estaba no la valoraba; qué bueno era ese amigo… y cuando estaba cerca hasta lo desprecié. El desnudo demasiado prematuro, ya sea físico o psicológico, nos deja solos, porque normalmente no sabemos apreciar el misterio ofrecido… ¿dónde seguir buscando si ya miramos todo, oímos todo y no hemos visto ni escuchado? Dicho más claro, en ciertas relaciones prematrimoniales: a la semana no hay misterio. Por supuesto que sigue habiendo misterio, porque no se conocen todavía, pero creen que se agotó el misterio porque ya lo vi todo, lo sé todo y no es así. Lo mismo nos pasa en la vida comunitaria, supongamos que alguien, todos, seamos muy sinceros de entrada, a lo mejor ni nos damos cuenta que estamos ante el fondo del otro, y por eso lo pisoteamos, lo herimos. Normalmente hace falta un camino progresivo, deseos de comunión, deseos de amistad profunda, deseos de desnudez de corazón, pero tengo que tener en cuenta que vivimos en un mundo con un hombre herido que no sabemos normalmente valorar y que muchas veces nos han pisoteado no porque desprecien 25 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... nuestro fondo, sino porque ni se dieron cuenta que estábamos ofreciendo el fondo. Esto lo digo para que no nos cerremos y nos animemos a volver a exponernos, pero con mayor inteligencia, con mayor prudencia. Si podemos mirar es para ver que nos miran con amor. ¿Por qué los hombres podemos mirar, por qué Dios nos regaló esa capacidad, para qué nos regaló la vista? Para mirar que nos miran con amor. En todo paisaje buscamos un rostro; en todo paisaje siempre estamos buscando un rostro. El hombre tiene la mirada para ver rostros más que paisajes y, si miramos paisajes, es porque estamos buscando un rostro, el Rostro del Señor. Todo paisaje, en el fondo, es como un vestigio del Rostro de Dios, por eso nos deja con hambre. Uno ve un paisaje hermoso y queda como diciendo, me mostraste y me ocultaste, me dejaste con sed. Y no sólo un paisaje; hasta los rostros humanos son también paisajes en los cuales estamos buscando otro Rostro. Somos sacramento de Él. Si podemos oír es para escuchar que alguien pronuncia nuestro nombre con amor. Cuando un hombre pudo al fin escuchar, cuando escuchó que alguien pronunció su nombre con amor: ahora mis oídos pueden irse en paz, escucharon lo que tenían que escuchar, es para dejarnos decir, lo que nosotros no podríamos saber de ninguna manera si los demás no tuvieran el deseo de comunicarse; eso que nosotros no podemos alcanzar, en el fondo, es lo único que añoramos. Dicho más claro, en el fondo, lo que nosotros deseamos, es conocer a Dios y a los demás. Y eso nunca lo sabríamos estudiando, eso sólo lo podemos saber si los demás se nos quieren comunicar. Tenemos oídos para dejarnos decir lo que no podemos alcanzar explorando, sino escuchando. A Dios, por más que lo investiguemos toda la vida, sólo llegaremos a la corteza del árbol. A Dios, si lo escuchamos, le conoceremos el corazón. Hay que escucharlo, que significa: estar a merced de su libertad de darse. 26 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” Si podemos hablar es para agradecer, para hacer inteligible nuestro gemido. Los hombres somos un gemido infinito. Las palabras son para hacer entendible el gemido infinito de amor. Aprender a hablar no es aprender a decir palabras; aprender a hablar es aprender a expresarle a los demás y a Dios nuestro infinito deseo de ser amados y de comunicar nuestro ser. Si podemos caminar, si podemos andar, si nos podemos trasladar, justamente es para llegar hasta donde está el otro. Es para salir de nuestro encierro. Si podemos pensar es para entender que el amor no se entiende, no se puede entender. ¿Quién de nosotros entendió? El que entendió que el amor no se entiende y que, sin embargo, es el que explica todo. Si ustedes quieren entender el amor se van a pasar la vida razonando sin poder terminar de comprender por qué los quieren; si se dejan querer terminarán comprendiendo todo. Si podemos amar es porque nos han amado, si podemos amar es porque alguien un día nos amó. Paradójicamente el amor es lo único que buscamos y al mismo tiempo el amor nos da miedo. ¿Por qué? El amor es el único que nos puede ayudar a ser nosotros mismos, sólo quien encuentra amor puede llegar a ser él mismo. Pero es cierto también que el amor me puede convertir en otro. Parece que estoy diciendo cosas contradictorias. El amor es el único que me puede llegar a permitir ser yo mismo, pero el amor me puede convertir en otro. ¿Por qué? porque todavía no soy yo mismo si no tengo amor. Y lo que estoy defendiendo no es lo que yo soy. Uno está a veces defendiendo este ser precario que todavía no llegó a ser él mismo. Por eso sólo el amor me puede permitir ser el que tengo que ser, por eso el amor me da miedo, porque me puede convertir en otro que el que ahora soy. ¡Qué paradoja! No estoy conforme con lo que soy, y a su vez tengo miedo de dejar lo que soy porque es lo que conozco, es lo que tengo, es lógico, y sin embargo, si me dejara amar me dejaría convertir en otro que es en 27 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... definitiva el que yo soy. Por eso el amor nos da miedo, porque nos pone en estado de vulnerabilidad, nos hace arcilla en manos del artista. Dejarse amar es quedarse sin medidas, ya que el amor las desconoce por eso hace flexible a quien lo toca. Justamente por eso, una señal de que a alguien lo tocó el amor, es la flexibilidad y no la dureza. Cuando uno es muy duro, justo, justiciero, en el fondo, no se quedó sin medidas. Los que han sido amados, y tocados por el amor sin medida, los que han sido tocados por la misericordia, ya no saben dónde está lo justo, son más amplios que lo justo. ¡Qué lindo si fuéramos más flexibles, más compasivos, señal de que nos tocó a nosotros el amor y nos dejó distintos. El amor requiere intimidad y soledad. El amor requiere eso para poder ser vivido en profundidad, ya sea el amor humano o el amor divino. Hay cosas que requieren intimidad, no podemos hacerlo en plena calle. El enamorado es un gran distraído porque es el único que se da cuenta de lo que está pasando… El enamorado está percibiendo, además de lo que pasa, lo más profundo, no se agota en el quehacer. Hay maneras de trabajar que nos dejan vacíos, porque estuvimos tan ocupados en lo que estábamos haciendo que nos desconectamos de nuestro fondo y del fondo de las cosas, de las personas. Hay maneras de estar ocupados, al modo del enamorado, del santo, del profundo, que es estar en lo que estamos, pero siempre conectados con nuestro fondo, siempre saliendo desde lo más profundo de nosotros y entrando en lo más profundo de la realidad y del otro. El enamorado abraza todo presente y circunstancia, porque lo sabe a Dios detrás. El enamorado no está tratando de zafar de lo que hace y zafar del presente y de la circunstancia que le toca vivir, sino abraza este presente y esta circunstancia, pero a su vez todo siempre le queda chico y siempre le parece pobre… Al que ama todo gesto de amor le parece insuficiente. Quien haya intuido el infinito Amor de Dios, 28 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” siempre sentirá que lo que él le devuelve es poco aunque esté haciendo mucho. Todo presente es poco, todo presente le queda chico, por más que este libro sea muy lindo, esta experiencia, este paisaje, esto que estoy viviendo, no es Dios, me habla de Dios, no es Dios, me queda chico. El amor es inefable, ese es el dolor del artista, del amante, del santo; que ningún gesto, que ninguna realidad le alcanza para expresar lo que intuyó, lo que sabe, lo que vive. Nosotros nos maravillamos cuando vemos una gran obra de arte y decimos “qué envidia, cómo sabés decir lo que querés”. Y el artista es el que se siente como mudo, como diciendo no dije nada de lo que quería decir, de lo que quería expresar. Es tan poco lo que se puede expresar, es tanto lo que se vislumbró… Y aunque sea doloroso, ¡qué hermoso es vivir así! ¡Qué lindo si viviéramos así, que todo lo que hacemos nos parezca poco! Lo voy a decir mal, qué lástima si somos religiosos cansados, “estoy fatigado, todo lo que hacemos, cuánto trabajo, no doy más, no sabés todo lo que…”. En cambio: ¡qué lindo si estuviéramos enamorados! Diríamos: “qué poco que hago, qué poco que vivo”. El amor no cansa, nunca es suficiente. Cuidado que hay cansancios legítimos, pero no ese cansancio del que perdió el para quién vivo, para quién amanezco, la tensión que da el amor, la vitalidad que da el amor. Darse cuenta de los otros y celebrarlos, es señal de haber sido encontrado…, de haber encontrado el amor. Darse cuenta de los otros, el que se da cuenta que hay otros, que no vive solo. Darme cuenta y celebrarlos. Por eso el servicio de la mirada, que es una forma de celebrar al otro. Saber mirar con amor es una manera de celebrar. Saber decir “buen día” con amor, estar en la mesa y mirarlo, y no sólo decirle: “¿me pasás el pan?”. Mirar es nuestra dulce deuda con los demás. Nuestra deuda más preciosa. ¿Cuál es la deuda que nos ha dejado el amor de 29 1 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Jesús? Traducir el amor en el servicio de la mirada. Nuestra atención a los otros es la dulce deuda que nos dejó el amor de Jesús. Aunque el hombre se vista y se esconda, aunque los humanos nos escondamos y nos vistamos, nos resistamos al amor, el Padre, nuestro Padre Dios, se revela y se entrega en Jesús. Adán se escondió, nosotros vivimos protegiéndonos de Dios por temor y Dios no se protege del hombre por amor. Los hombres nos protegemos de Dios por temor, nos cuesta dejarnos encontrar por Él, y Dios porque nos ama, no se protege del hombre, nos entregó su propio Hijo Jesús, desarmado, para que nosotros comprendamos el amor. Y Dios derrama su Espíritu en nuestro corazón, que está tan herido, tan lastimado, que es tan desconfiado. Dios derramó su Espíritu en nuestros corazones. El amor de Dios no pone condiciones, las crea, las suscita. Nuestro mérito es Jesús, no nos dijo “cuando seas bueno te voy a amar”. Dios nos regaló al Bueno para poder amarnos, nos regaló un hermano bueno para que nos hagamos dignos del amor. Por eso nuestro único mérito consiste en dejarnos amar. Aprender a vivir es darse cuenta de la centralidad del amor, san Pablo se dio cuenta, había vivido mucho, había observado a muchos cristianos y un día se dio cuenta que el amor es lo central. Es lo central en el mensaje de Jesús. Si no tengo amor nada soy, aunque entregue mi cuerpo a las llamas, aunque dé todos mis bienes a los pobres, aunque me maten, si no tengo amor no sirve para nada. Una campana hueca que suena. Aprender a vivir es darse cuenta de la centralidad del amor, es llegar a suplicar con el Espíritu, sin despreciar sino por haber entendido al mundo y a la historia, “¡Ven Señor Jesús!”(Apocalipsis). ¿Quién aprendió a vivir? El que le dice a Dios: “Ven Señor Jesús” que, dicho de otra manera significa, “Señor, por supuesto que necesito cosas para vivir, no estoy cansado de la vida, pero te quiero a Vos, te busco a Vos”. 30 1ª meditación “Si yo no tengo amor...” Eso es decirle “Ven Señor Jesús”. No necesariamente significa el fin del mundo, sino “Ven Señor Jesús: lo que necesita mi corazón es a Jesús para vivir”. Ya desde la Anunciación la encontramos a María centrada en el amor. A Pablo le llevó muchos años, tal vez a nosotros también. María se había centrado en el amor y aceptado conscientemente su vértigo infinito. El vértigo es eso que nos da cuando miramos un abismo. El amor es un vértigo porque es un abismo. María aceptó el vértigo infinito del Amor de Dios que significa: “sé donde está la baranda, pero no sé donde termina el abismo”. Ella aceptó saltar, estaba dispuesta al vértigo infinito de decirle que sí al infinito Amor de Dios. 31 1 2ª meditación “La gratuidad del amor” “Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor, tan sólo conseguiría desprecio” (Cantar de los Cantares 8, 7) El amor es gratuito. En la meditación anterior nos fuimos metiendo en el tema de la centralidad del amor y, de a poco, vamos a empezar a mirar matices, aspectos, detalles del amor. Justamente esta nota, esta característica tan maravillosa que tiene el amor, es decir, la gratuidad. La gratuidad es el origen de todo. ¿Recuerdan esa expresión tan clásica que les gusta emplear a los santos: todo es gracia, que es lo mismo que decir, todo es amor gratuito de Dios? Cuando la teología se pone a razonar, a querer entender justamente el por qué de la creación, de la salvación, de la encarnación, de toda la obra de la historia de la salvación, no llega a otro punto de conclusión sino de que no hay otro fundamento, otra base, otro pilar para este universo sacado de la nada, para este hombre que es tomado de la tierra, que el amor gratuito de Dios. Y, en el plano humano, la gratuidad, el amar de este modo, como ama Dios, es la única actitud que respeta al otro en cuanto otro, al no convertirlo en instrumento. Cuando yo te amo si me das o te amo para lograr esto o para alcanzar aquello, en el fondo estamos instrumentalizando al hombre, 33 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... lo estamos usando como una cosa. El que ama con gratuidad es el único que lo respeta y que le permite ser otro, distinto, y no simplemente algo ni siquiera alguien para mí. Es lo que hacen los niños cuando juegan despreocupados: la gratuidad. Si uno le preguntara a un chico, ¿por qué jugás? Porque me gusta jugar, no lo hago para algo, juego, juego, porque me gusta jugar. No sé para qué sirve jugar, pero me gusta, juego. Dicho de modo más profundo, es lo que hacen los santos cuando viven la gratuidad, aman porque aman. No hacen algo por una segunda intención, hacer esto para ver si logro aquello. No, amo. ¿Y por qué amás? Porque amo. Volvieron a ser como niños, juegan a amar, están como jugando en la vida. Muchas cosas, en este mundo, usando el lenguaje del Génesis, tendremos que ganar con el sudor de la frente, muchas cosas en este mundo no se logran sin esfuerzo. Habrá incluso muchos partos dolorosos, no sólo el de los niños; muchas cosas cuestan mucho darlas a luz pero, curiosamente, esto no pasa con lo más valioso. El amor no se compra ni con dinero; a veces también lo queremos comprar con favores, es otra manera de comprar, con méritos, es otra manera de querer comprar. El amor ya está, eso es lo que tenemos que creer, no a ver si ya está, ya estuvo y estará, Dios es amor. Sólo hay que acogerlo, sólo hay que ofrecerlo, hay que recibirlo. El hombre, para usar una comparación, no es creador del viento, ni siquiera lo podemos dominar, como decía Jesús “El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va” (Juan 3, 8) No sabemos bien de dónde viene ni adónde va, está ahí pero el hombre, si aprendió a corresponder, aprendió a utilizar las velas, desarrolló los molinos, porque aprovechamos esa fuerza que está. No la podemos crear pero la aprovechamos, desplegamos velas para que el viento nos lleve. Así hay que hacer con el amor, no lo inventamos, 34 2ª meditación “La gratuidad del amor” no lo podemos dominar, pero podemos consentirlo, corresponderlo para aprovecharlo, para que nos mueva. Así hay que hacer con el amor, aprender a corresponderlo con la humilde docilidad de una veleta. Cambia el viento y la veleta sin hacer resistencia cambia, sabe mirar a dónde va el viento, al sur, al norte. Con la humilde docilidad de la veleta, nosotros también queremos aprender a corresponder el amor. Solo recibiéndolo, uno se hace más capaz de recibirlo mejor. Quien se deja amar, cada vez se deja amar mejor. El mismo amor nos va disponiendo al amor. En este mundo herido y con un hombre siempre a la defensiva, parece muy extraño encontrarla. La gratuidad existe pero es muy difícil de encontrar. Y sin embargo es lo más humano, aunque no lo más común. No siempre lo más común es lo más humano y, sin embargo, es lo más humano. Es lo que se asoma por encima de instintos y necesidades, los hombres también nos movemos por instintos y por necesidades, somos humanos, pero porque somos humanos tenemos una capacidad más honda, esta de la gratuidad. Digo que se asoma la gratuidad por encima de instintos y necesidades porque normalmente el amor empieza mal, no empieza bien en la vida humana, pero puede terminar bien. ¿Qué quiero decir con esto? Muchas veces nos asustamos al constatar que amamos con segundas intenciones, que no tenemos siempre un amor puro. En el hombre, normalmente, el amor no empieza puro, pero termina puro. Ejemplos: el clásico, un niño que ama a su mamá es muy egoísta, necesita de su madre para vivir, hasta que ese niño la ame con gratuidad falta mucho tiempo. Hasta que un día, a lo mejor esa viejita le de trabajo, y el niño grande pierda con gozo por su mamá tiempo y dinero. Tal vez cuando ya no le sea útil pero, en el fondo, aprendió a amarla; hicieron falta muchos años. Lo mismo varón, mujer, cuántas veces se pusieron de novios porque ella era linda, él era pintón o tenía plata o lo que fuere, a lo mejor fueron descubriendo que 35 2 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... había alguien mucho más querible por razones mucho más hondas y aunque se puso un poco más fea, aunque no sea tan pintón, se quieren mucho más porque se conocieron más. El amor no empieza bien pero termina bien, puede terminar bien. El amor se va purificando cuando comienza a obrar sin recompensa… Muchas veces uno hace algo y enseguida tiene una recompensa. Voy a hacer apostolado y todos me quieren, todavía es un poco sospechoso de segundas intenciones. A veces voy a hacer apostolado y es arduo, entonces empieza a poder purificarse el amor. El amor se termina de purificar, sobre todo cuando incluye dolor y sacrificio. Aunque todo esté mal yo los quiero y voy, aunque vuelva llorando a casa, tal vez no me escucharon, me despreciaron, etc. Amar a los que los aman lo hacen también los paganos, dice Jesús: “Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?” (Mateo 5, 46-47). El tema es perseverar en el amor, aún con las resistencias. Y acá viene la gran pregunta. ¿No es esto lo que aprendimos en la historia de la salvación, no es esto lo que vimos en Dios? Justamente un Padre que no sólo nos crea y nos invita a su intimidad, sino un Padre con entrañas de madre, con fidelidad de amigo que no puede dejar de amarnos y conducirnos con paciencia, incluso cuando nosotros le decimos que no. Él puso de manifiesto que su Amor era hasta el fondo, más que purificar su amor, nosotros lo purificamos. Un Padre que no sabe reservarse nada, que es capaz de aceptar que su Hijo abrace nuestra pobreza para hacernos experimentar la gratuidad en lenguaje humano. Nos quiere enseñar a amar como ama Él, por eso se encarnó su Hijo, para decirnos en lenguaje humano cómo ama Dios. 36 2ª meditación “La gratuidad del amor” Dicho más claro, Él nos amó hasta el extremo: “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Juan 15, 13). La gratuidad en Jesús se hace clara, se hace entendible para los hombres. Un Padre que no sólo quiere expresarnos su amor, darnos ejemplos en Jesús de cómo se ama. Sino un Padre que nos ama todavía más, no sólo quiere darnos ejemplos y decirnos lo que hay que hacer, sino que nos quiere despertar y hacernos capaces de amar como Él, al derramar su Espíritu en nuestros corazones. Por eso el amor no es para nosotros una aventura imposible. ¿Por qué a pesar de ser tan pobres -yo el primero-, hablamos de algo que nos queda tan grande? Porque creemos que el Espíritu que nos fue concedido en el Bautismo es capaz de hacer que este pobre que somos ame como ama Él. La gratuidad se hace suprema: lo aprendimos de Dios en el perdón, ese es el súper don, amar aun al enemigo, amar cuando no hay recompensa. Ese es el Evangelio si a uno le preguntaran cuál es la Buena Noticia. El amor gratuito de Dios. Aunque éramos pecadores, el Padre envió a su Hijo... Eso es lo que hay que creer, ¿Cuál es el objeto de la fe, qué es lo que hay que creerle a Dios? Que es capaz de amar y que me ama aunque parezca que no lo merezco. Ese es el objeto de la fe. No sólo lo que hay que creer sino que eso es lo que hay que contemplar, ¿Qué es lo que hay que mirar y nunca acabaríamos de mirar y entender? ¿Cuál es la zarza ardiente que no se consume? (cf. Éxodo 3). El corazón del Padre ardiendo de amor por el hombre, siempre, a pesar de todo. Eso es lo que hay que celebrar, vamos a celebrar Misa... ¿Por qué digo celebrar y no ir a Misa? ¿Qué están celebrando? Celebramos la gratuidad siempre, eternamente, es lo que no se agota. Eso es lo que hay que anunciar, para qué van los misioneros a misionar, para anunciar la gratuidad, la noticia: Alguien nos amó, nos ama. O mejor dicho, no es lo que hay que ir a anunciar. Es lo que hay que hacer 37 2 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... experimentar. La Iglesia, cuando misiona, no sólo va a decir palabras; la Iglesia quiere ir a hacer experimentar a los hombres lo que ha experimentado de Jesús. “Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22, 19). No sólo digan lo que les dije, hagan lo que he hecho con ustedes. Sin experiencias es difícil sospechar la realidad de tal calidad de amor. Hay cosas que uno no cree que existen hasta que no las experimenta, quien siempre experimentó el trato con personas egoístas, cuando uno le dice, gratuidad del amor, sonríe, como diciendo, vos soñás con los peces de colores, siempre que te dan, te piden, vas a ver.... Nunca han encontrado quien da y no pide. Y tienen razón, cómo van a creer eso, si nunca lo probaron. No se compra no se consigue. Sólo quien ha experimentado la gratuidad la comunica. Hay que comunicarla con la vida, si la queremos hacer creíble. El encuentro con la Iglesia de Jesús, cualquiera sea este encuentro, no debería ser otra cosa que tener una experiencia de gratuidad. Acá me aman más allá de lo justo. Qué bueno sería que uno se preguntara, mi colegio, mi parroquia, el apostolado que hago, los Institutos: el trato con nosotros ¿es una experiencia de gratuidad?, ¿vamos más allá? Eso nos convierte en Iglesia de Jesús. Si no hacemos esto, ya no somos ni sal ni luz; ya no tenemos razón de ser si no somos portadores de lo distinto. Lo común hay otros que lo tienen mejor que nosotros, lo distinto sólo lo pueden comunicar los que tocaron al Distinto, al Santo. El Santo es el distinto. Hay que velar por la ortodoxia, la verdad y está bien, pero si lo que creemos no lo traducimos en obras, si no lo encarnamos en gestos, si no hacemos signos inteligibles, no se podrá comprender jamás el Evangelio. El Evangelio, más que para razonarlo, es para probarlo en la calidad de amor de otro. El amor gratuito es el único idioma que todo hombre puede comprender que no 38 2ª meditación “La gratuidad del amor” entiende… Alguien me hace un favor, no entiendo. No entiendo cómo alguien me hace algo si no es para algo: qué me vas a cobrar, qué me querés vender. Todo hombre entiende que hay algo que no entiende, va más allá de la justicia y que, por lo tanto, ante el amor gratuito está ante una noticia siempre nueva y siempre buena. Eso lo entienden todos. Por ejemplo visitar a un preso, a un enfermo, tomar la iniciativa en el amor. ¿Por qué hacen esto? Qué lindo sería que el amor cristiano suscitara siempre esta pregunta. ¿Por qué están haciendo esto? No entiendo. Ojalá, fíjense en nuestra vida comunitaria: no entendemos tanto, a veces, lamentablemente decimos: entiendo porqué hacen esto, me la están devolviendo....Nos movemos muchas veces en el plano de la justicia; qué lindo sería que no entendiéramos. ¿Cuál es la contrapartida de la gratuidad? ¿Por qué la gratuidad, si es algo tan lindo, aparentemente es algo tan difícil de vivir y, a veces, hasta la rechazamos? La contrapartida de la gratuidad es una profunda experiencia de pobreza, de creatureidad, de humildad. Porque si el amor es gratuito, quiere decir que no me lo merezco, que yo no lo compré, que no lo valgo. ¿Se entiende? Y hay una raíz de orgullo, de soberbia, como diciendo yo quiero tener lo que gané, lo que valgo, yo puedo esto... La gratuidad es la confesión de la radicalidad de nuestra pobreza total. Muchos dirán: “Puedo abandonar todo menos la sensación de estar haciendo algo que justifique mi existencia”. Yo tengo que tener la sensación de que me estoy ganando la salvación. Nos cuesta entregar esa sensación, no nos rendimos, yo me la quiero ganar de muchas formas. Fíjense si no se descubren intentando merecer el amor. En el fondo hasta por seguridad; porque estar a merced de otro… ¿y si se cansa? Cuando uno tiene algo que ganó, no sólo es el orgullo de decir me lo gané, sino si lo pierdo sé cómo lo encuentro, me lo gané. En cambio cuando dependo de otro es una pobreza, estoy a merced: 39 2 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... “como los ojos de los servidores están fijos en las manos de su señor, y los ojos de la servidora en las manos de su dueña” (Salmo 123, 2). La gratuidad del amor es la más maravillosa y tremenda de las intemperies. Si alguno de nosotros quiere vivir en la intemperie, mucho más que vivir sin techo es vivir sin méritos, no es no tener un peso en el bolsillo, es no tener ninguna garantía de que el amor me lo merezco y, sin embargo, te lo creo y descanso en tu fidelidad aunque me sienta un pobre. La gratuidad no es bien vivida si se soporta porque no hay más remedio, ello engendraría un amargo resentimiento. Y cuando se soporta engendra resentimiento, la pobreza material y la espiritual. Cuando soy pobre resentido es que todavía no he terminado de entender el amor y la gratuidad. La gratuidad bien vivida engendra gratitud, gozo, libertad. La libertad que nos da el hecho de haber sido liberados de lo peor, de autosalvarse. “Amor con amor se paga”, se acuerdan qué lindo lo de Teresa, amor con amor se paga, que es lo mismo que decir gratuidad, gratuidad. La vida y el amor son un gesto de Dios y mi respuesta amorosa y libre es un gesto gratuito a Dios. ¡Qué diferente es estar comprándose el Cielo, a vivir agradeciéndolo! ¡Qué distinto saberse consagrado para salvarse que, porque me salvaron, me consagro a la gratitud! Quiero pasar mi vida dándole gracias a Dios, en los hermanos, en el culto, porque Él me amó. La vida cristiana es una gran acción de gracias; bien vivida es la gratitud, una vida hecha gratitud. El amor no se conquista; él nos conquista. El amor nos va seduciendo. Por eso es imprescindible, como Pedro, aprender a dejarse lavar los pies, él quería hacer y, primero, tuvo que dejar que lo limpien, aceptar desde lo más profundo que Él muera por nosotros. Aceptar que Él me va a salvar, o dejar que alguien se sacrifique por mí. Cuántas hermanas se sacrifican por todos, pero qué pocas dejan que alguien se 40 2ª meditación “La gratuidad del amor” sacrifique por ellas. ¿Dejo que alguien me haga un favor a mí? Un signo de esto, de estar en esta atmósfera de gratuidad es dejarse regalar: cuando me dejo regalar (que alguien me regale su tiempo, su cariño, un favor, su presencia, me dejo regalar) y cuando sé regalarme (me sé regalar: yo también sé donar lo más lindo que tengo, mi tiempo, mi persona, mis talentos, mi corazón), es decir darme y permitir que se me den. El verdadero arte tiene por origen la gratuidad. Cuando uno está con un artista, un artista de raza, en el fondo es alguien que tiene la necesidad de expresar, de comunicar la belleza, que, finalmente, es la gratuidad que encontró. Encontró algo que lo sorprende, lo cautiva y no se lo puede callar. Encontró la belleza, el amor, la vida. El arte se desvirtúa cuando tiene otra finalidad, el verdadero artista nunca le puede poner precio a su obra, los verdaderos artistas son tontos, comercialmente hablando, porque el arte no tiene precio. Los hombres seremos verdaderamente hombres cuando seamos artistas, los artistas no son sólo algunos, todos somos artistas. El hombre es imagen y semejanza del Creador, somos creadores. Pero ¿cuándo seremos artistas?, que es lo mismo que decir: ¿cuándo seremos verdaderamente hombres? Cuando nuestro obrar, sea el que fuere, ya no sea para adquirir dignidad sino para expresar y comunicar la que tenemos. No hago esto para ver si valgo a los ojos de los demás, no es que tenga que hacer algo para volverme valioso sino: porque descubrí que soy valioso hago algo para expresarlo. Muchas veces nosotros vivimos haciendo algo para volvernos valiosos. Hay vidas esclavas, como diciendo, a ver si viendo mi colegio, valgo; a ver si viendo el apostolado, a ver si ven este retiro y valgo, ¡qué triste! En cambio, el artista: descubrí que soy valiosísimo a los ojos de Dios, entonces expreso lo que encontré, lo comunico. La gratuidad es tan extraña a nuestra cotidianeidad, que si no velamos para contemplarla, con el tiempo creeremos 41 2 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... que no existe. Si todos los días no rezamos y nos ponemos ante el misterio del Amor de Dios, si no paramos y pensamos lo que en el fondo nuestro corazón desea, si no somos profundos, a la larga creemos que la gratuidad no existe porque no se ve, no está a flor de piel. ¿Y cómo nos damos cuenta que perdimos la gratuidad? Cuando nos encontramos luchando y no adorando, cuando nos encontramos angustiados y no servidores, tristes y no alegres. Hay que ir a buscar la sabiduría; está, pero hay que ir a buscarla. El paisaje está pero hay que salir a caminar para verlo. Don y tarea. Cuando un hombre dice gracias, es que ha tomado conciencia de que hubo un trato no debido o más allá de lo debido. Yo fui a comprar zapatos; si el zapatero es agrio, ¿cuánto vale? deme..., tome..., no hubo gracias. En cambio “Hermana ¿cómo le va?”. Una sonrisa, ¡gracias! ¿Por qué dijimos gracias si no hubo un trato comercial? Hubo algo más. Los humanos percibimos enseguida lo distinto, es un más allá de la justicia, gracias es expresión de haber percibido la gratuidad. Es la expresión religiosa por excelencia, al comenzar a vislumbrar cómo Dios nos trata. La vida religiosa es un “gracias” totalizador. “Gracias” es la actitud totalizadora de la vida. Quiero decirte gracias, Señor, no sólo con palabras sino con todo mi ser; mis votos son una manera de decirte gracias, por eso los tres votos tienen esa pretensión de totalizar la existencia. Yo te quiero decir gracias porque vislumbré la gratuidad de tu amor. Gracias es la actitud totalizadora, un “gracias” que abraza toda la existencia, fruto del encuentro con Jesús. ¿Se puede terminar experimentando otra cosa al escuchar la parábola del hijo pródigo? ¿Se puede vivir de otra manera si nos hemos detenido a contemplar la cruz? Un contemplativo no es el que dice palabras bonitas o el que sale extasiado de la oración, dicho de mal modo, “con cara de estampita”. El contemplativo sale de la oración con 42 2ª meditación “La gratuidad del amor” deseos de abrazar con gratuidad y de encontrar la oportunidad de decirle gracias a Dios en todo lo arduo que hoy encuentre. Hay maneras de quedarse diez minutos en la capilla que son malas: porque te di gracias ahora voy a vivir mi vida. Por supuesto hay que dar gracias un rato, entiéndanme bien. Qué lindo sería un ratito de acción de gracias en la capilla, pero ahora empieza la acción de gracias en la vida. Santa Teresita se quedaba dormida y por eso decía: “Te voy a dar gracias todo el día”. La Eucaristía es justamente el sacramento de la gratuidad. Fíjense la palabra, acción de gracias, la Eucaristía, es un gracias que se ofrece y un gracias que se expresa. Dios nos ofrece su gracia y nosotros le damos las gracias. Es un encuentro de gratitud. Celebración y acogida de la gratuidad del Amor de Dios, eso es la Eucaristía. Y yo mismo, al decir esto, digo ¡qué ciego que soy!, todos los días celebro la Eucaristía y no sé si todos los días tengo la temperatura del corazón que tengo ahora, no sé si me doy cuenta de lo que estoy haciendo. El culto más sublime consiste en consentir ser amados sin entender por qué, es el culto más bonito que le puedo dar a Dios, sin escarbar angustiados en nuestra nada, sino gozosos en su amor. ¿Querés escarbar? Bueno, pero dejate de escarbar tu nada y empezá a escarbar su Corazón. Sin entender porqué pero comprendiendo esto: que de no comunicar esa gratuidad, tal vez podríamos estar constatando con los hechos que todavía no la hemos recibido. Amor saca amor. Quien no comunica gratuidad en el fondo es quien todavía no la ha recibido porque quien la recibe no puede sino darla. Es la sabiduría de la muerte, esa sabiduría que tiene la persona que se está muriendo, y es esa visión clara de la vida que tiene el hombre al final. ¿Cuál es esa sabiduría? Comprender que todo nos fue ofrecido. ¿Cuál es la terrible lucidez del hombre que agoniza? Dios me regaló todo y yo 43 2 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... ¿qué hice?, ¿lo gocé?, ¿lo viví? Pensar que era gracia, don, oferta, no conquista; la vida me la dieron, la vida me la sacan; era don, era oferta. Esa es la lucidez de la muerte, la sabiduría de la muerte. Que no sea una sabiduría tardía y llena de arrepentimiento por no haber vivido; que no seamos lúcidos sólo en el último instante; a ver si podemos ser un poco más lúcidos antes pero no para no condenarnos, sino para vivir mejor. ¡Ojalá nos diéramos cuenta de que todo nos ha sido ofrecido! Vivir es dejarse regalar la vida, vivir es dejarse regalar este ser que somos. Todos los días tenemos que decirle a Dios cuando amanecemos: ¡Gracias! Me diste nuevo este regalo que soy, acojo este regalo que soy. Convivir es dejarse regalar hermanos, amanecer un día con hermanos; no es tengo que soportar a estos, sino estos son los que hoy el Padre me regala para amar y para hacer conmigo el camino. ¿Acaso un hombre simple no se llena de alegría al ver que su hijo disfruta de un humilde regalo? Si queremos llenar de gozo el Corazón del Padre, ¿cómo podemos hacer? Sepamos en Cristo y con todo el amor que el Espíritu infunde en nuestro corazón, sepamos abrazar esta vida concreta con las circunstancias concretas que nos tocan vivir, ellas son el regalo que Dios nos hace, que nosotros podemos convertir en ofrenda. Si queremos contentar al Padre tenemos que terminar de abrazar con amor la vida real que nos toca vivir, sabiéndola regalo suyo y oportunidad de ofrenda para nosotros. Nosotros también la podemos hacer regalo, si la pasamos por el corazón y se la devolvemos “salada”, si ustedes quieren; salada por nuestro amor, algo le pasó, no sólo pasó por un caño, este día pasó por mi corazón. En María, “gracias”, no es sólo un canto, sino es servicio… María canta su actitud de gratitud, que encontramos en la visita a Isabel, se hace canto y servicio. La acción de gracias no se reduce a cantos de acción de gracias, canto y servicio. O podríamos decir no sólo servicio sino también canto. 44 2ª meditación “La gratuidad del amor” Porque a veces servimos con cara larga. Canto y servicio, servicio y canto. 2 45 3ª meditación “Lo incondicional del amor” “Me compadecí de ti con amor eterno” (Isaías 54, 8) El verdadero amor es incondicional. Porque el amor es gratuito, es incondicional, no está condicionado por nada para empezar, no es “te amo si...”, sino “te amo”. Por eso, aunque todo cambie nada cambia, porque la motivación no es nuestra bondad sino es su bondad. La gratuidad es el fundamento de lo incondicional; no está condicionada por nada, no se fundamenta en otra cosa que en la libre decisión de amar. El fundamento es su libertad, su decisión y no lo que somos. El amor es más fuerte que el tiempo, que a veces parece llevárselo todo. Con el tiempo vemos que se deterioran los edificios, que cambian los paisajes, que cambiamos nosotros, parece desgastarlo todo. Sin embargo el amor es más fuerte que el tiempo, el tiempo al amor no lo toca. El olvido y el cansancio, el cambio de circunstancias parecen amenazar lo incondicional del amor. A veces uno dice: “a tal persona la conocí, cambiaron las circunstancias y parece otra”, y eso hace que nuestras amistades fluctúen, varíen, sean tan inestables. Estamos tentados a pensar que también es así para Dios. Por eso no es extraño que Moisés se haya detenido ante la zarza ardiente que no se consume (Éxodo 3), y era justamente 47 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... la imagen del Amor de Dios que no cambia, que no se gasta, que no se apaga. Lo extraño no era ver un fuego en el desierto sino que este no se consumiera. Allí estaba Dios, eso era lo distinto; no cambia, no se apaga; cuando Moisés se acerca: “Dios dijo a Moisés: «Yo soy el que soy»” (Éxodo, 14), el que está amando y no se cansa ni se olvida aun ante las resistencias e ingratitudes del hombre. Se acuerdan que Dios le va a decir, bien vista tengo la aflicción de mi pueblo; habían pasado 400 años, parecía que Dios se había olvidado. Sin embargo, soy el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob. Algo de esto, de lo incondicional, si vamos a un ejemplo humano simple, expresamos cuando decimos: hay hombres de palabra, hay gente que cuando dice te doy mi palabra la cumple, cuyo sí es sí y cuyo no es no, esos hombres para los cuales dar la mano vale más que un documento, como diciendo papeles, recibos, no, yo te doy mi palabra, te doy la mano; en algún momento era sinónimo del hombre noble. Hay cosas que se van perdiendo si no hay incondicionales, hombres de palabra, hombres capaces de mantenerse fieles, esos hombres que son capaces de mirar a los ojos y permitirnos asomarnos hasta el fondo, que no tienen nada que ocultar, donde no hay doblez. ¡Qué lindo cuando estamos ante alguien que es lo que es, incondicional, que no se oculta, que se lo puede mirar! Con el tiempo creo que todos hemos aprendido a desconfiar del mañana, empezamos a sentir inseguridad con respecto al futuro, ya que al ser temporales no sólo sabemos que el tiempo transcurre, que el tiempo va pasando sino que nos va haciendo diferentes. Hemos aprendido que pensábamos una cosa a una edad y a otra pensamos distinto, que sentimos una cosa y a otra edad sentimos diferente. Cuando miramos el futuro decimos: ¿y yo voy a sentir lo mismo, 48 3ª meditación “Lo incondicional del amor” pensar lo mismo? Empezamos a darnos cuenta que la palabra “siempre” es difícil de usar. Hasta santa Teresa, dialogando un día con san Juan de la Cruz le dice: “aprende a desconfiar de la palabra siempre”. Ella era mayor, a ese joven le va a decir que, con los años, aprendió a desconfiar de la palabra “siempre”. Muy pocas cosas son para siempre, otras cambian, varían. Las circunstancias son más poderosas de lo que solemos imaginar. Muchas veces decimos “yo nunca voy a pensar de otra manera” y, con el tiempo, “mirá lo que me encuentro pensando, o sintiendo o haciendo”. Las circunstancias nos hacen ver las cosas de otra manera, nos hacen cambiar de opinión. Por eso el amor exige un buen fundamento o, mejor dicho, no hay otro fundamento que el verdadero amor. Para que algo no cambie tiene que estar muy bien solidificado, muy bien apoyado, hace falta una base muy sólida. Sólo el verdadero amor es el que no cambia; por eso los gustos, los fervores cambian, muchas cosas cambian; lo que puede no cambiar es justamente el amor. Como dice la canción: “Cambia, todo cambia, pero no cambia mi amor…”. Menos mal. Hay cosas que permanecen. El amor es garantía de lo inalterable, por eso el hombre vale el compromiso eterno de Dios. Fíjense lo que le dice Isaías en nombre de Dios al hombre: “Con amor eterno” te amé..., el hombre vale el compromiso eterno de Dios, ¡vaya si es valioso! El hombre vale el compromiso eterno del hombre, por eso por ejemplo, en el matrimonio, cuando la Iglesia defiende la indisolubilidad no es que está queriendo poner como grillos, en el sentido de cadenas, al amor humano, sino al contrario, está defendiendo al hombre diciéndole: “Vos valés que alguien se comprometa con vos hasta el fin”, no sos descartable; el hombre es para siempre. Y eso es lo que hace Dios con el hombre, y por eso la respuesta, para siempre, es el eco de haber sido amados para siempre. Nuestro para 49 3 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... siempre es la manera de devolver, o decir: “entendimos tu fidelidad, y por eso queremos responderte con fidelidad”. Un signo de la presencia del verdadero amor consiste en la resistencia a los límites. Cuando hay amor no soporta los límites. Aun la expresión más vulgar, humana, dice: “te quiero para siempre, no te vayas, te quiero todo, toda, no un poco”. El amor lo quiere “todo”, esto lo dicen las novelas y lo dice Teresita de Lisieux; quiero todo, cuando hay amor, no quiero un poquito, yo quiero todo, el amor lo quiere todo y lo quiere “siempre”. No hay derecho al todo si no hay siempre. Un ejemplo más fácil en el plano humano, vos querés a esta chica entera, bueno pero para siempre, no por un rato. Lo mismo con Dios. No hay derecho al “todo” si no hay “siempre” y, sin “siempre”, es difícil asumir “todo”. Un educador, un padre, un esposo necesita tiempo para amar, el amor necesita tiempo para desplegar su obra. Yo me hago cargo de alguien, pero denme tiempo; como diciendo hay que educar a estos chicos, hay que educar a esta novicia, pero necesito tiempo. Denme tiempo, porque sin tiempo yo no me puedo hacer cargo del todo. Todo, implica siempre y, para asumir a la persona entera, hace falta toda la vida. Lo incondicional del amor hace que Dios no se pueda desentender del hombre que creó y de todo lo que ama. “Con amor eterno” te amé. Su amor no se puede desentender de nosotros. Esa es la debilidad de Dios, una vez que amó no puede dejar de amar. Su amor es fiel, misericordioso, compasivo. Todas palabras que empleamos para decir lo que descubrimos de un amor incondicional aunque cambien las circunstancias. Un Dios que no sólo no se detiene ni se desentiende de nosotros, sino al contrario, si uno mira la Biblia, Dios es el Dios que por las alianzas se quiere comprometer cada vez más. La historia de la salvación la podríamos titular la historia de las alianzas progresivas y cada vez más profundas con el hombre (con Noé, la del Sinaí, 50 3ª meditación “Lo incondicional del amor” la Nueva Alianza prometida por los profetas; esta es la Sangre de la Alianza nueva y eterna, en Jesús y, como dice la Carta a los Hebreos, de una vez y para siempre). Un Dios que acelera cada vez más el dinamismo del amor queriéndose comprometer e invitándonos a comprometernos con Él. Como Dios nos ama, no quiere ser sólo Él el que actúa, porque en el amor hacen falta dos. Dios se compromete, alguien empieza, pero hacen falta dos. Dios se compromete para despertarnos, para comprometernos a que nosotros nos comprometamos con Él. “Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios” (Éxodo 6, 7). “Ustedes serán mis amigos si hacen lo que yo les mando” (Juan 15, 14). Yo lo hice; ahora les pido también a ustedes la respuesta. Tanto se compromete Dios que se hace uno de nosotros, tanto se compromete con el hombre, que nuestro problema ahora es suyo. Al asumir Jesús al hombre ya no es “ese es tu problema”. Desde que Dios se encarnó ahora mira al hombre y dice: “ese es mi problema”. Es un Dios que quiere que lo nuestro sea suyo. “Esto es mi Cuerpo” esto que pusiste vos en el altar, ahora es mío, esto que pusiste sobre el altar ahora es mi Sangre. ¿Para qué? Para que lo mío sea tuyo, tu problema es mío y mi plenitud es tuya. El que era rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Recuerdo al ver la película “La Misión” que, cuando el P. Gabriel, superior de la comunidad, termina de enterrar al sacerdote que había enviado primero entre los aborígenes, dice: “a este lo envié yo, ahora me toca a mí” y, despojado de todo menos de su oboe, se introduce en la selva. Algo de esto es lo que hace el Padre con nosotros, como si Dios hubiera mirado la historia, hubiera visto nuestros dramas, la guerra, la pobreza, los odios y hubiera dicho: “a este lo creé yo y está en problemas, ahora me toca a mí…”. 51 3 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Dios se hace responsable hasta el fondo de lo que crea. Qué bueno sería encontrar más personas que se comprometieran hasta el fondo. Esto lo empecé, esto lo termino, y no: me desentiendo. ¿Acaso no es este el mensaje de la parábola del Buen Pastor, de La oveja perdida? ¿No es esto lo que tuvo que aprender Pedro cuando Jesús le dice, lleno de ternura, que él debe ir primero y solo a la cruz. En la Escritura hay ejemplos incondicionales muy lindos como la amistad entre Jonatán y David, “Apenas David terminó de hablar con Saúl, Jonatán se encariñó con él y llegó a quererlo como a sí mismo. Y Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo. El se despojó del manto que llevaba puesto y se lo dio a David, y lo mismo hizo con su indumentaria y hasta con su espada, su arco y su cinturón” (1 Samuel 18, 1-4), el anciano Eleazar “Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley, de edad muy avanzada y de noble aspecto, fue forzado a abrir la boca para comer carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchó voluntariamente al suplicio. «A nuestra edad, decía, no está bien fingir. De lo contrario, muchos jóvenes creerán que Eleazar, a los noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas». De este modo, Eleazar dejó al morir, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera, su propia muerte como ejemplo de generosidad y como recuerdo de virtud (2 Macabeos 6, 18 ss.). Rut: “Noemí insistió: «Regresen, hijas mías. ¿Por qué quieren venir conmigo? Vuélvanse, hijas mías, vayan. Yo soy demasiado vieja para casarme». Ellas volvieron a 52 3ª meditación “Lo incondicional del amor” prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su lado. Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella». Pero Rut le respondió: «No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada. Que el Señor me castigue más de lo debido, si logra separarme de ti algo que no sea la muerte». Al ver que Rut se obstinaba en ir con ella, Noemí dejó de insistir” (Rut 1, 12. 14-18). María Magdalena que ya no teme nada sino quedarse sin Jesús: “Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada»" (Lucas 10, 3842). Ahí tenemos una incondicional; ella aprendió el modo incondicional de amar de Jesús y por eso se encontró con Jesús antes que los apóstoles cuando lo fue a buscar entre los muertos. Los mártires son los testigos por excelencia del amor incondicional de Dios. Un Dios que se hace responsable y suscita la respuesta acorde a lo ofrecido. Los mártires son los testigos que Dios suscitó desde su Amor incondicional. Mártir 53 3 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... significa testigo de lo incondicional del amor de Jesús. Cuando Jesús le habla a Pedro: “Pedro si comprendiste mi amor y me amás, apacentá a mis ovejas…, confirmá a tus hermanos”; si entendiste, ahora te toca a vos, confirmá a tus hermanos, le está pidiendo que sea testigo. Lo incondicional no es empecinamiento; una cosa es ser terco y otra es ser incondicional. Una cosa es lo incondicional y otra la rigidez, que quiere que nada cambie: que se mantengan las costumbres, las formas, el modo de pensar, el horario. A veces, por el contrario, lo incondicional del amor pide el cambio de las formas. Ser incondicional al hombre tal vez implique cambiar formas para poder hacernos entendibles. Ser incondicional no es empecinamiento, no es rigidez, no es tradicionalismo, en el sentido malo de la palabra; ortodoxos sí, tradicionalistas no, ortodoxos, fieles a la verdad, incondicionales a Jesús, sí, pero no a las formas. Lo incondicional es una calidad de amor que confía que todo tiene un sentido, el que cree que Dios nos ama en forma incondicional cree que la vida no es absurda, que no es una broma. Puede saber, por ejemplo en el plano de la vida religiosa, que habrá momentos de crisis pero que no es absurdo ser religioso aunque puede ser que tenga que cambiar mucho las formas, pero esto no es absurdo. Y por eso nada más lejano al amor que el escepticismo y la desesperación. Son escépticos los que pusieron su confianza en lo que cambia, y se sintieron defraudados, porque cambió, entonces ahora no creen en nada, ni en nadie. El que comprendió en qué debe poner la confianza, ese se sobrepone a los cambios aunque cuesten, porque comprendió el fondo. No hay que confundir lo absoluto con lo relativo, Dios es Absoluto, nuestra respuesta de amor es absoluta, hay formas que son relativas. Pero hay que comprender que hay “relativos” donde se pone en juego lo absoluto. Parece un juego de palabras. Por ejemplo, si todo es tan relativo, son relativos los votos, es 54 3ª meditación “Lo incondicional del amor” relativo rezar, la liturgia, participar en la Misa, todo es relativo, pero ¿dónde expresar mi manera de ser incondicional sino en forma relativa? Los humanos no tenemos otra forma de vivir lo absoluto que a través de lo relativo. El amor incondicional acepta vivir lo absoluto en un camino relativo… Cuando estaba en el Seminario, como formador, me tocó siempre el primer año, cuando los seminaristas ingresaban; yo les decía: hay distintos seminarios con distintos estilos, entonces tienen razón si ustedes descubren que la forma de educarlos podría ser de otra manera, sabemos que esto es relativo, pero lo vamos a vivir como absoluto. Esto es relativo pero tenemos que ir por un lugar, entonces vamos a ser honestos, no vamos a decir: esta es la única forma y la absoluta, y nunca hay que cambiarla, y el que no es como nosotros no sirve. ¡No! Habría otras formas de hacerlo pero vamos a hacer esta porque si no hacemos una, no nos educamos. Lo mismo las Constituciones. Para cada una de ustedes, en eso relativo, se juega el amor incondicional. Lo incondicional es el tesoro de una buena amistad, a la larga es lo único fiable en la vida. Encontrar personas fieles, amigos fieles, es el tesoro de la vida. Eso que engendra la confianza en medio de una realidad que tantas veces parece inestable e incierta. En este mundo que todo parece cambiar qué bueno es encontrar lo que no cambia, tener esos amigos o ser uno de ese tipo de amigos con respecto a los demás. Esta confianza, llena de fe, esperanza y caridad, fruto del encuentro con lo incondicional del amor, implica una profunda aceptación de la creatureidad. Si confío en el amor de Dios voy a aceptar y a confiar en que, siguiendo este sendero que me toca caminar, habiendo tantos otros, no voy a quedar frustrado si camino por él. Lo creo a Dios incondicional y creo que si sigo este sendero que es uno de los mil que hay, siguiéndolo no voy a quedar defraudado. Tener confianza en Dios y en un Dios incondicional en querer hacerme feliz implica renunciar a otras cosas o caminos, y 55 3 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... creer que no voy a quedar defraudado si me apoyo en Él y en su Palabra, e implica una renuncia a solucionar “el todo”, dejándoselo a Dios. A veces nos angustiamos porque queremos solucionar todo. Lo que pasa está más allá de nuestros límites. El todo está en manos de Dios, no en manos de nosotros. El Padre se hizo cargo de todo y nosotros por Cristo, en Él y con Él nos hacemos humildemente cargo de todo porque todo nos incumbe, pero sólo a partir de algo y de algunos… Empezamos a hacernos cargo de todo a partir del prójimo, a partir de estos “algunos” que forman nuestro entorno, por supuesto con la mirada lo más amplia posible y según nuestra responsabilidad tan lejos cuanto podamos. Si nos hiciéramos cargo de todo nos paralizaríamos y no haríamos nada. El amor es concreto. Ocupate de esto y creé que Dios está suscitando por otro lado otros instrumentos capaces de hacerse cargo de eso a lo que no llegás. Dicho de otra manera: el abandono consiste en dejar a Dios el cuidado de mi persona, de mi propia vida, de mi futuro, de mis seres queridos, la suerte del mundo y de la Iglesia. Te creo y confío en ti. Yo voy a hacer todo lo que pueda pero lo voy a saber dejar en tus manos. Mi futuro está en tus manos de Padre. Encontrarse con un incondicional es encontrarse con una encarnación del amor de Dios. Un santo es una especie de encarnación del amor incondicional de Dios. Lo incondicional sólo se puede conocer por experiencia, como la gratuidad. Cuántas personas dicen: “Yo no creo en nadie”, “Nadie ama para siempre”, y lo dicen porque siempre vieron eso. Sólo empezamos a creer que hay seres distintos cuando aparecen, y como apareció un ser distinto en Jesucristo, sus testigos tienen que seguir mostrando que hay algo distinto en este mundo. Si la Iglesia tiene que ser testigo de algo, es de esto. Ser testigo de que el Buen Pastor es incondicional y lo tiene que mostrar en sus maneras de amar. Amar incondicionalmente es reconocer que hay algo más absoluto 56 3ª meditación “Lo incondicional del amor” que mi propia vida, es confesar la primacía del otro sobre mí. ¿Cómo se conoce lo incondicional? Lo incondicional sólo se puede “conocer” por experiencia. Es haber experimentado que alguien es capaz de morir por mí, con las mil formas que tiene la muerte… ¿Qué quiere decir mil formas? Desde el que me dejó elegir la mejor fruta y no se la sirvió primero, desde lo más simple hasta muchas otras formas, uno dice éste fue capaz de morir por mí. Educar no es ilustrar en un enciclopedismo plástico, permítanme ser malo. Hoy a las novicias se les hacen hacer muchos cursos pero no sé si saben que sus maestras las aman hasta la muerte. Eso es plástico. Lo que entra en la cabeza se evapora. A la hora de la prueba el plástico no sirve, se derrite con el fuego. La novicia que sabe que las hermanas la quieren, aun hasta el sacrificio, esa se queda y está formada, porque formarse no es llenarse la cabeza, es saber que existe el amor en serio. Y si no lo pude saber antes en mis padres, en mi historia, lo tengo que aprender en el noviciado, eso es lo que hay que aprender en el noviciado: existe el amor en serio. Cuando uno ama incondicionalmente le está diciendo al otro, tu vida es más importante que la mía; cuando uno es fiel incondicionalmente a Dios está siendo testigo en el mundo de que Dios es lo Absoluto y todo lo demás es lo relativo. Esos son los testigos. Es morir amando a otro como lo hace un padre o madre con sus hijos, como lo hizo Jesús con sus discípulos. “Fiel en lo poco fiel en lo mucho”. Es progresivo el aprendizaje de amar incondicionalmente. No es lo que le tengo que pedir a la novicia, sí a la maestra; la novicia de a poquito aprenderá. Es lo que hizo Jesús con los apóstoles, ellos fueron inestables hasta el final, y Él los amó incondicionalmente hasta el fin. “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13, 1). 57 3 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Él les enseñó lo incondicional. El camino es lento y progresivo. Si con tres años (de noviciado) los apóstoles de Jesús no aprendieron, no nos desanimemos. Si con ese Maestro de Novicios no lo aprendieron en tres años, con nuestros maestros de novicios no se los pidamos en dos. El camino es lento y progresivo, pero quien ha sido herido por el amor incondicional ya está herido de muerte como el joven Saulo; en el camino a Damasco se encontró con Jesús, se había enfurecido y convertido porque había visto en Esteban el amor incondicional de Jesús. Pablo ya estaba herido de muerte, por eso en Damasco cayó enseguida, porque Pablo había sido un testigo, era un novicio que ya había visto que el Maestro lo amaba hasta el fin; no cambió en el primer momento pero ya estaba muerto porque había visto lo que nunca había visto: que un hombre había muerto amando a los que lo mataban y entendió que no entendía. Cuando Jesús lo encuentra ya está dispuesto. La buena madera, es un material fiable, duro, resistente, pero es lenta para crecer… los yuyos crecen rápido, los robles, los árboles buenos, son lentos. Un fiel se hace de a poco. Los amigos crecen despacio. No caer en la tentación. Hoy hay mucha necesidad de hermanas y pensamos que la solución es hacer noviciados intensivos, juniorados ajetreados. ¿Faltan hermanas? Seamos más lentos en formar y no más apurados en quemar. El amor de Jesús es capaz de hacer del inestable Simón un Pedro roca. Fíjense lo que es capaz de hacer el amor, el Pedro cascote que se hunde en el mar se convierte en roca donde apoyar la Iglesia. Cómo el amor puede cambiar a las personas, pero sólo las cambia el amor incondicional. Si no cambian mucho los que están frente a mí, me tengo que preguntar si yo los estaré amando bien. Es la invitación que Jesús le hizo a Pablo: 58 3ª meditación “Lo incondicional del amor” “Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad»” (2 Corintios, 12, 8-9). La fe en el amor incondicional de con la falta de compromiso con nada esté casado, tenga votos o haya sido del amor de Jesús no puede ser comprometa con nada ni con nadie. Dios es incompatible ni con nadie, aunque ordenado. Un testigo alguien que no se Lo incondicional es ser capaz de compromiso. Es incompatible con la angustia paralizante o hiperactiva. Hay dos cosas que parecen tan distintas y que, sin embargo son parecidas. Supongamos el ejemplo típico del paralizado que no hace nada y el que vive haciendo todo, los dos están temiendo el silencio y el encuentro con la realidad. Hay dos maneras de no querer ver, meterme en la cama, cerrando la puerta y bajando la cortina: entonces todo está oscuro. Hay otra forma: estoy afuera pero tan ajetreado, que en el fondo tampoco veo nada. El incondicional puede mirar la realidad aunque sea dura, pero la ve como es, y se compromete con la realidad a pesar de que ella es la que es. Lo incondicional es incompatible con el no poder, no saber o no querer descansar. El que cree que Dios está velando sobre el mundo, sobre mí, sobre los que amo, sabe irse a dormir, sabe descansar, sabe tomarse vacaciones. Hay maneras de no descansar nunca, que más que fidelidad hasta el extremo, es dudar de que si yo no lo hago, no lo hace Dios. Si le creo al Padre, tengo que dejarlo un poco más ser Padre. Es sano tener un cierto temor a defraudar a quienes confían en nosotros, es sano haberse dado cuenta de que es muy grande lo que tenemos que mostrar, pero si esto llega a atormentarnos, ya no sería válido. Si impide dejar que las personas confíen en mí por temor a defraudarlos, en el fondo no confío. 59 3 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Hay que animarse, aunque nos quede grande, a que los demás se apoyen en nosotros. Hay una falsa humildad en decir, yo no puedo, no me meto; en el fondo es no me quiero hacer cargo, me da miedo. Como es tan difícil ser testigo del amor incondicional de Dios, el Padre que nos ama nos va disponiendo para poder ser sus testigos, por eso nos templa como al acero, nos pone a prueba para hacernos fuertes. Si un hombre tiene que hacer un arado va a tener que buscar un acero muy duro y resistente, porque ese acero va a tener que abrir la tierra dura; no es lo mismo el acero necesario para hacer un arado que una mesada de cocina. Los dos pueden ser de acero pero una es una capa finita y la otra tendrá que ser a prueba de resistencias, y eso lo hará quien sabe hacer el acero dándole solidez. Lo mismo Dios con nosotros; para formar un arado Dios también nos tiene que templar, nos tiene que ir haciendo fuertes. Por eso hay que permitirle que nos vaya haciendo fuertes, incluso a través de pruebas; hay que saberse dejar poner a prueba sabiendo abrazar nuestro camino, el que nos toca vivir. Dios nos está educando y nos está haciendo fuertes a través de las pruebas que nos está haciendo vivir. Le tenemos que dar permiso para que nos convierta en alguien fuerte, capaz de sostener la fragilidad de los otros. Pablo dirá en su ancianidad, los fuertes debemos sobrellevar a los débiles. Pero nadie nace fuerte, la fortaleza que viene de Dios, suele manifestarse curiosamente en los más débiles. “Mi fuerza se muestra en la debilidad”. Digamos con Pablo “Sé en quien he puesto mi confianza” (2 Timoteo, 1, 12). El sí de María, podemos constatarlo al fin de su vida, fue tan incondicional como el amor que supo acoger de parte de Dios. 60 3ª meditación “Lo incondicional del amor” Ese Sí de la Anunciación no fue un sí juvenil, entusiasta, ignorante, fue un sí tan profundo como el amor que supo Dios le estaba dando. Jesús es la encarnación del amor incondicional del Padre. Si aprendiéramos a contemplar la cruz o a mirar el pesebre, nos encontraríamos justamente con lo incondicional del amor del Padre. 3 61 4ª meditación “El amor es progresivo. La mostaza y la levadura” “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas” (Mateo 13, 31-33) Así como la mostaza y la levadura son pequeñitas pero fermentan y van creciendo, así también el amor, puede tener comienzos muy humildes, pero progresivamente va creciendo. Una vez que hemos descubierto (y acá cada palabra tiene peso) y aceptado que el Absoluto (lo que busca nuestro corazón, Dios) es trascendente, (no está a nuestra vista, a nuestro alcance, a la medida de nuestros oídos, de nuestro tacto, de nuestra razón, cuando decimos trascendente es que trasciende todos nuestros modos), se puede abrazar y celebrar lo relativo, este mundo en el que vivimos con todo lo que implica. Si no hacemos esto, es señal o que renunciamos a lo 63 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Absoluto, es decir que nos hemos conformado con una medida más pequeña que la que tiene nuestro corazón, entonces abrazamos y celebramos lo relativo como un fin; vivimos permanentemente sobre valorando todo, idolatrando, dando a las cosas o a las personas más valor de lo que tienen, para poder saciar ese espacio infinito que tiene el corazón. La única manera de abrazar y celebrar lo relativo como tal es si antes hemos descubierto y aceptado que Dios es Dios y está más allá. Esto que parece muy razonado y frío, que tiene consecuencias existenciales muy concretas, es una verdad espiritual aplicable permanentemente. Un Padre que nos quiere dar todo. Dios nos quiere dar todo, no es que nos quiere dar un poco o sacar lo poco que nos queda; nos quiere dar todo, pero porque nos ama bien, sabe que tendrá que disponernos progresivamente, por nuestra pequeñez y por lo grande que nos ofrece. Por eso hay cosas que se aprenden progresivamente porque somos muy pequeñitos y porque aquello que nos quieren enseñar es muy grande, por las dos cosas: entonces el Padre nos tendrá que disponer progresivamente ¿Para qué? Para que puedan convivir simultáneamente, acá la palabra tiene fuerza, la conciencia de tanta pobreza con la de tan sublime destino como tenemos los hombres. A veces o nos olvidamos que somos pobres y nos creemos más de lo que somos o nos acordamos sólo de que somos pobres y no de que estamos llamados a algo muy grande. Para poder vivir bien frente a Dios y frente a la realidad hace falta acordarse siempre, simultáneamente, de estas dos cosas: somos pobres pero llamados a algo muy grande. Una humildad que no paraliza sino que hace tomar conciencia de que, para alcanzar la plenitud, nos tendremos que tomar de la mano de otro, porque nuestro destino es grande, es amplio y nosotros pequeñitos. Tal vez sea bueno recordar aquella definición que decía: “la oración más que un instrumento en manos del hombre para 64 4ª meditación “El amor es progresivo: la mostaza y la levadura” pedirle cosas a Dios, es un instrumento en manos de Dios para entregarse al hombre sin violencia”. Dios, a través de la oración, nos va educando hasta el punto de que comencemos pidiendo cosas como Abraham, hasta terminar pidiéndole que se nos dé: “¡Ven Señor Jesús!”. Nuestra oración comienza pidiendo cosas, pero si la oración fue verdadera y dejó que Dios en ella nos fuera trabajando el corazón, un día vamos a descubrir que ya no queremos cosas sino que le decimos: “Te entendí”. La oración nos va ayudando a entender y a pedir el verdadero objeto de la esperanza humana y cristiana que es Dios. ¿Acaso la creación y la historia entera, no son un crear las posibilidades de un encuentro amoroso, un ir seduciendo nuestro tímido y asustado corazón? ¿Se puede soportar tanta grandeza, tanto amor, tanta belleza, tanta verdad como la que nos están ofreciendo? Es verdad, lo que Dios nos quiere ofrecer es a Dios. Esa es la altura, la estatura de la vida, ¿No nos aniquilará tanta desproporción?. No siempre huimos del rostro de Dios por desprecio, del amor, de la verdad, sino porque tememos morir, cegarnos, y extasiarnos…Cuántas veces no nos animamos a rezar en serio, a ver si nos damos cuenta que esto es en serio, porque si esto es en serio la vida es otra cosa, la tenemos que tomar de otra manera, por eso a veces nos evadimos porque no nos queremos dar cuenta que esto es tan grande. Por esto mismo, porque la grandeza, la belleza es tan grande, a veces vivimos a medias, nos protegemos. Ahora voy a decir la otra cara de la moneda: a veces no queremos vivir con tanta conciencia y profundidad porque tememos un día hacernos esta pregunta: ¿se puede soportar tanto dolor, tantos corazones desgarrados, tanta pobreza y tanta miseria como vemos, tanta soledad? ¿Acaso a alguna de ustedes no se les movió el corazón al ver una mamá con un niño muerto? Por eso a veces queremos anestesiarnos, incluso a veces nos hacemos falsos problemas. ¿Nunca les pasó de estar 65 4 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... hablando una hora de problemas, pero que no son sus verdaderos problemas? Miren si un día no tenemos problemas y nos damos cuenta del problema que es vivir, que es existir. Y sin embargo en cada creatura, en cada acontecimiento, en cada circunstancia, pero sobre todo en el rostro humano de Jesús, el Padre se nos ofrece. Si supiéramos creer y mirar nos estaríamos dando cuenta de que Dios se nos está ofreciendo. Quien sepa vivir, quien vaya interpretando bien su existencia, se dará cuenta de que, en el fondo, hay un Dios que se nos va entregando, hasta que un día rompa el velo de este encuentro; eso es lo que entendieron los místicos. Lo que voy a decir es una simplificación pero a veces son necesarias para entender. Es relativo pero es válido. En nuestra vida hay un necesario proceso, uno va pasando por etapas, no sólo etapas de edad, sino etapas espirituales y psicológicas, voy a poner tres, podría haber muchísimas más. Hay un necesario proceso de infancia o encandilamiento natural, ¿qué quiere decir infancia o encandilamiento natural? Cuando uno está encandilado ve una luz que lo ciega y, paradójicamente es una luz que ciega. Un niño va descubriendo la vida y, encandilado por las cosas que descubre, está como fascinado por la existencia, porque va descubriendo todo. El estado del niño es el estado de sorpresa. Esta etapa dura mucho, estrenando la vida, por primera vez. Hay una segunda etapa: de defraudación desesperada, cuando uno tiene la sensación que ya vio todo, que probó más o menos todo y no lo llena. Defraudación desesperada. Y por último, una etapa de reconciliación esperanzada, ¿qué quiere decir? Yo buscaba todo y no lo encontré pero me reconcilio con este mundo porque algo me ofrece, algo hay. Este libro no es el cielo pero me ayudó, me dijo algo, encontré luces, consuelos, me ayudó a rezar. Fue leña que 66 4ª meditación “El amor es progresivo: la mostaza y la levadura” encendió mi fuego por unos días. Algo de esto expresa aquel dicho popular que nos dice que para un niño su padre es un genio, para un joven ni sabe, ni sirve para nada y, para un adulto, el clásico: “en esto el viejo tenía razón”. Cuanto antes hagamos este proceso mejor, cuanto antes podamos llegar a lo último mejor, no vaya a ser que nos pasemos la vida luchando y no viviendo, luchando con una realidad que no es como la soñamos, pero que es la que es, y en la cual tenemos que vivir. Digo cuanto antes lleguemos, pero por las dudas aclaro, que no se pueden quemar etapas. Y el que pretende pasar demasiado rápido a la última vuelve a la primera. Las etapas hay que vivirlas: que el niño se encandile, que el que está defraudado lo experimente hasta el fondo y que el que se reconcilie, se reconcilie de a poco y con esperanza profunda, y no con una nueva ilusión que pronto lo va a defraudar. La música y los paisajes se quedan siempre balbuceando un más allá; cuando uno escucha una bella música, cuando uno mira un hermoso paisaje, siempre se quedan balbuceando, intentando decir y mostrar lo que no se puede mostrar, posible de sugerir pero imposible de entregar; las palabras, aun las más precisas de un filósofo o de un teólogo o las más dúctiles y humildes del poeta y del místico, relativamente pronto se muestran insuficientes para poder decir lo que está más allá; el gesto más profundo de amor, defrauda nuestras expectativas ya que el otro siempre será el otro. Por ejemplo, yo estoy solo y quiero darle un abrazo a alguien para sentirme acompañado; al rato me doy cuenta que el otro es el otro y que yo soy yo, aunque estemos abrazados; el gesto no puede terminar de hacernos uno. El rostro de alguien, el cuerpo de alguien serán siempre una epifanía, una manifestación de un misterio siempre escondido; puedo ver el rostro de alguien, pero su misterio está más allá. Yo puedo ver el cuerpo de alguien pero su misterio siempre está más allá. Y, sin embargo, si somos 67 4 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... capaces de superar el desconcierto que nos provoca esto de estar buscando lo que no se puede encontrar, si somos capaces de superar la sensación de defraudación que a veces la vida nos deja, si somos capaces de superar el enojo y sobreponernos de las heridas que nos provocó este choque con lo real, constataremos que es falsa la alternativa “todo o nada”, y que “algo” puede ser mucho. A ver si se entiende, queremos todo y como no encontramos todo, despreciamos lo que encontramos. Encontrar algo es mucho, ese algo es mucho, ese algo que encontramos nos hace humildes, es ir aceptando de a poco, no todo de golpe. ¿Buscás la verdad?, aceptá, tené la humildad de encontrar verdades, no de un día para otro entender todo. ¿Querés saber quién sos?, tené la humildad de ir encontrando rasgos de tu persona, y no poderlo saber todo ya. Ese algo, nos educa en la ansiedad que devora la realidad sin gustarla. La persona ansiosa, exagerándolo un poco, traga y no saborea. Eso que algunos hacen cuando comen, es lo que nosotros hacemos cuando vivimos, tragamos sin saborear. Por ejemplo, uno le presta a otro un libro que es profundo, viene a la semana y dice, ya lo leí, quiero otro. ¿Lo habrá leído? Nos van educando dándonos de a poco, ¿para qué? para que rumiemos, para que asimilemos, si nos dan todo de golpe, no lo podemos recibir. Más aun, que ese “algo” puede esconder un “todo” que nos toca y consuela, ¿Qué quiero decir con esto? Cuántas veces hemos tenido experiencias de Dios escondidas en humildes circunstancias. Entonces el “algo” no lo despreciemos, porque puede esconder un todo, esto les pasó a los que Jesús les pasó al lado y no lo reconocieron: “pero si éste es el Hijo del carpintero, si a éste lo conocemos” y les pasó al lado. “¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos 68 4ª meditación “El amor es progresivo: la mostaza y la levadura” Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas?” (Mateo 13, 55-56). Sin embargo ese algo escondía un todo, ese hombre, que era como unos tantos, no era sólo un hombre... Ese algo puede esconder un todo que nos toca y nos consuela, que nos toca y nos hiere más. Cuántas veces, por ejemplo, decimos, leí este libro, fui a este retiro, hablé con tal persona, fui a rezar, me siento vacío pero se me aumentó la sed, tengo más hambre, algo toqué, algo experimenté que me encendió un poco más, aunque no sepa decir qué. Esas son experiencias que casi todos tenemos, sino no estaríamos buscando. Paradojas del amor que no se queja, por haber sido herido sino porque la herida no lo mató, es decir no lo terminó de unir. La mejor queja a Dios es la de decirle “me dejaste con hambre”, no la de “todo es una porquería”, sino: me dejaste con hambre, quiero más. Parece poco, pero qué sería la vida sin esas pequeñas cosas, sin el cada día humilde pero real. Los humanos caminamos en días vulgares hacia lo pleno, pero en días vulgares. ¡Qué sería la vida sin esas pequeñas cosas que encierran grandes cosas, sin esos humildes mensajes que nos orientan, nos hieren y nos ponen en camino, sin esos humildes encuentros que nos dan sed del Encuentro. “Vanidad de vanidades, atrapar vientos…”, eso es lo que parece la vida, hasta al Eclesiastés le pareció eso. Ser hombre es aceptar el pan de cada día, nos dice Jesús; el pan de cada día… ¿quién entendió el Evangelio? El que sabe vivir del pan de cada día, no del de ayer ni del de mañana, del de hoy, salir a recoger el maná hoy. “Señor, ¿qué hay para mí hoy?”; pan humilde pero capaz de sostenerme en esta marcha por el desierto hacia la tierra prometida. 69 4 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Es aceptar, como en Emaús (Lucas 24, 13-31), que sólo después nuestra desilusión será reinterpretada a la luz de la fe. Es aceptar, como en Emaús, que se nos puede encender el corazón ya en el camino, si nos dejamos interpretar la vida por la Palabra. Cuando todos los días rezamos y a la luz de la Palabra tratamos de reinterpretar nuestras desilusiones, en el fondo nos dejamos encender el corazón, y no sólo encender el corazón ya en el camino sino al anochecer de nuestro día y de nuestra vida. Al saber que alguien nos aguarda para al fin partirnos el pan y quedarse con nosotros. Por eso el Evangelio de Emaús es tan lindo y tan rico, porque expresa esta cotidianeidad humana. Cuando empezamos a profundizar nuestra fe nos encontramos con estos lenguajes extraños: “Sí, pero no”, “ya, pero todavía no”, esas frasecitas que expresan la realidad humana, ¿Estoy convertido? Sí, pero todavía no. ¿Ya entendí? Sí, pero todavía no. ¿Ya estamos resucitados? Sí, pero todavía no. “Sí pero no, ya pero todavía no”, esa es la suerte del hombre, estos lenguajes raros están expresando nuestra realidad, algo tenemos pero todavía no tenemos todo, algo entendimos pero todavía no todo, entonces ya, pero todavía no, expresan la suerte del hombre y la sabiduría de vivir. Saber vivir consiste en no luchar inútilmente por escapar de esa tensión que tendremos hasta el final de nuestros días. Nosotros quisiéramos que no fuera así, pero no; la sabiduría estará en que no intentemos escapar de esto, sino en que lo aceptemos: ir caminando así, de a poco, dando pasos humildes. La sabiduría consiste en descubrirlo y creer que es una amorosa pedagogía de Dios, una amorosa seducción, y una progresiva pero real manera de entregarse que tiene Él. Amorosa pedagogía, amorosa seducción, una amorosa y real entrega. Después de protestar muchos años, un día le decimos a Dios: ·¡Qué bien hacés las cosas! Seguí llevándome así, yo te protesté tanto tiempo, qué sabio sos, qué bien que me llevás”. 70 4ª meditación “El amor es progresivo: la mostaza y la levadura” Podemos vivir intentando evitar la experiencia de vacío, de aburrimiento y hastío, de soledad y sin sentido. Todos cuando amanecemos cada día, sin decirlo, nos despertamos con esto, “por favor que hoy no sienta esto, ni aburrimiento, ni hastío, ni soledad, ni sin sentido, esto no lo quiero sentir, que ni se asomen por mi casa”, y sin embargo, esos sentimientos deben ser experiencias cotidianas del hombre para ponernos en camino hacia lo pleno. Quien no se sienta un poco vacío, aburrido, hastiado, sólo, sin sentido, no buscará la compañía, ni el sentido, ni el cielo, porque ya tiene todo. Quisiéramos no sentir que nos falta algo, y ojalá todos los días, aunque nos duela, sintiéramos que nos falta mucho porque es la manera de dejarnos regalar. Uno tendría que hacerse amigo de esa comunidad de sentimientos que nos acompañan amigablemente en el camino. Me acuerdo que había un libro que se llamaba “Buen día tristeza”, me estoy acordando no por el contenido sino por el título, uno tendría que decirle: “buen día hastío, buen día aburrimiento, buen día soledad, buen día mi comunidad, mi entorno, gracias por estar”. Para celebrar la luz hay que estar padeciendo la oscuridad; para llorar de gozo ante el milagro del amor hay que estar herido por la soledad; para tener un corazón alegre en la esperanza hay que experimentar el cotidiano aguijón del absurdo. Es curiosamente fina y frágil la frontera entre la maldición y la adoración; están muy cerca adorar y maldecir. Uno está muy cerca cada día de decir, “desespero porque nada tiene sentido”, y muy cerca de decir, “todo es maravilloso”. Depende de un hilo, depende de creer que Dios es el que conduce para creer que lo que parece horrible es hermoso o que lo que parecía hermoso se vuelva frágil. Voy a poner un ejemplo fuerte: la semana pasada se suicidó un sacerdote. Si hay alguien que está expuesto a la desesperación o a la adoración es un sacerdote o una hermana. ¿Quién como 71 4 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... una hermana o un sacerdote son conscientes de las exigencias de nuestra vocación de ser cristianos y a veces sentir que no podemos, que no llegamos, que somos pecadores? Es consciente de la pobreza humana, de la miseria de la Iglesia, está más cerca de sentirse defraudado por todo, porque lo ha visto con crudeza. Es cierto también que nadie tiene más elementos que un sacerdote para darle sentido a todo, pero nadie está más cerca de ver qué horrible puede ser todo. Y si no miremos la Cruz, qué cerquita están: “Dios mío por qué me has abandonado” (Mateo 27, 46) y “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23, 46), o Job: “¡Desaparezca el día en que nací y la noche que dijo: «Ha sido engendrado un varón»!” (Job 3, 3), y “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1, 21). Las cosas están muy cerca, no están tan lejos como parecen. Es un comentario, para que recemos. Y qué bueno que a tiempo nos ocupemos más de los que están cerca. Sólo quien ha descubierto las amorosas intenciones del Padre termina de abrir los ojos y el corazón a una realidad que parece ser trágica. ¿Quién puede terminar de abrir los ojos y el corazón para ver la vida como es, sino sólo aquel que intuye las amorosas intenciones del Padre? Le haría mal ver tanta crudeza sin esperanza. Si uno no reza, tarde o temprano, huye de lo real. Fíjense qué paradoja, no es que el que reza huye de lo real; el que no reza en serio se saca la gente de encima, porque no soporta ver tanta pobreza, tanto drama, si no lo mira con los ojos de Dios. Solo el corazón que se rebela ante un destino absurdo, no descansará hasta encontrar el rostro sufriente y amoroso de Jesús, su mirada llena de dolor y ternura, la única 72 4ª meditación “El amor es progresivo: la mostaza y la levadura” mirada capaz de reconciliarnos, con filial obediencia, a todo lo que acontece. ¿Quiénes pueden reconciliarse con lo real sino aquellos que han mirado la mirada de Jesús y han comprendido que esta vida puede tener otra manera de ser interpretada, aún la cruz? Hay que mirar mucho la cruz, para que la cruz tenga sentido; la de Jesús y la nuestra y la de los otros. Sólo entendió el que no resiste ya más nada y está profundamente de acuerdo con todo. Qué bueno cuando alguien comprende que Dios está haciendo las cosas bien y ya no resiste lo real. Lo de Jesús a Pablo, no pegues coces contra el aguijón, te vas a lastimar. Qué bueno si un día nos descubrimos que ya no luchamos con lo que somos, con lo que nos pasa, con nuestro entorno. Pero esta actitud será auténtica y sincera, en la medida que nos empeñemos con todo lo que somos y todo lo que tenemos para plasmar ya desde ahora lo que hemos vislumbrado y aguardamos. Aunque parezca poco, aunque más que un mundo nuevo, seamos capaces de hacer florecer sólo un pequeño oasis en el desierto… De muy jóvenes pensamos cambiar el mundo. Con los años, descubrimos que lo que pudimos hacer fue cultivar un humilde y pequeño jardín en el desierto. Si todos cultiváramos un humilde jardín en el desierto, el desierto sería un jardín. El tema es que todos seamos fieles a la pequeña porción de realidad que nos toca. El amor es progresivo. Así entendemos y aceptamos, la humilde repetición de la liturgia, supongamos que alguien diga, otra vez Pascua, otra vez Adviento, otra vez Cuaresma, para qué, si total.... Probablemente esta Pascua me encuentre igual que el año pasado, pero un pasito puedo dar. Así aceptamos los humildes ciclos de la liturgia, vamos de a poquito, Dios nos lleva por etapas. Volvé a vivir la Pascua, a mirar el Pesebre, a leer el Evangelio, a ver si esta vez te entra un poco más. Nos pasa con todo, con un libro, un retiro, un 73 4 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... rostro amigo, una mano amable…. ¿Por qué? Porque todo parece poco y lo podemos despreciar, pero si lo miramos de otra manera, eso poquito nos puede llevar de la mano hasta la Casa del Padre. Hay que velar en la noche y saber seguir las estrellas para poder encontrar la luz escondida en la humildad de un pesebre y en la fragilidad de un niño. El sol estaba escondido en la humildad del pesebre, en un niño. Pero para eso hubo que seguir estrellas, para encontrar el sol hubo que seguir estrellas. Hay que dejarse visitar por el ángel, como María, para poder acoger al Señor que se nos da… 74 5ª meditación “Los últimos recursos del amor: vulnerabilidad, sufrimiento y muerte” ““Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Juan 13, 1) El amor alcanza su máximo grado de veracidad cuando se mantiene intacto aún en medio del dolor. Cuando el amor se mantiene intacto en las horas de dolor puede tener garantía de un amor auténtico, veraz. El mismo día en que Carlos de Foucauld muere, había escrito en la oración de esa mañana: “amar y sufrir al mismo tiempo es lo más que podemos hacer en esta vida”, cuando el amor es capaz de sostenerse en las horas difíciles. El amor tiene múltiples recursos, puede asomarse desde las entrañas de cualquier acto humano: uno puede barrer con amor, hablar con amor, callar con amor; todas las acciones humanas pueden, desde sus entrañas, ser inundadas por el amor para darles vida; el amor termina dándoles vida, 75 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... vigor y trascendencia. Barrer puede ser simplemente barrer o puedo darle trascendencia a ese acto al convertirlo en un acto de amor a los demás y en un acto de culto a Dios. El amor tiene múltiples recursos pero tiene últimos recursos. Cuando no alcanzan los comunes hay que usar los extraordinarios; cuando el corazón humano parece indiferente y cerrado a los recursos normales, uno tiene que apelar a los extraordinarios. Hay muchas resistencias; a veces nos encontramos con un corazón muy herido, muy lastimado, muy descreído de la veracidad del amor de nosotros o de alguien y hace falta apelar a los recursos extraordinarios para que ese corazón pueda creer en la veracidad del amor. Esa es la hora del amor hasta el extremo, por eso Jesús vivió entre nosotros, predicó, hizo algunos milagros, gestos, se expresó con sus discípulos. Pero también llegó el momento de tener que apelar al lenguaje del amor extremo para poder terminar de interpelar al corazón humano. Amar hasta el extremo donde servicio, palabra y gestos asumen el último recurso, que es sufrir con amor; incluso ser capaz, como en el caso de Jesús, de morir amando al que me quita la vida. El último recurso que tiene el amor es morir amando aun al que me quita la vida, no sólo en el caso extraordinario de que alguien alguna vez venga a matarme sino morir amando cotidianamente, a los que cotidianamente me quitan la vida... Aceptando la libertad del otro, incluso el rechazo y la violencia, sin resentimiento, si nuestro amor quiere ser fino, va a tener que aceptar la libertad del otro que me rechaza, que incluso me trata con violencia, sin resentimiento, sin aguantarlo sino asumiéndolo, como si uno dijera, lo elijo, lo quiero, lo acepto. Tal vez la única manera de desmantelar la violencia que está frente a nosotros agrediéndonos es tratarlos con amor. A lo mejor lo están haciendo adrede para poder creer que nuestro amor es auténtico. 76 5ª meditación “Los últimos recursos del amor“ Es la hora de la sustitución, Jesús ocupa nuestro lugar en la cruz. El que echó a los vendedores del templo con el látigo, sube a la cruz por ellos, por nosotros y dice: “perdónalos ellos no saben lo que hacen, yo asumo la cruz”. Es la hora de la sustitución, de hacerse cargo de lo que los demás han hecho y hecho mal. Es la hora de la intercesión: “perdónalos, no saben lo que hacen…”. La última palabra y la última exigencia del amor es la muerte. Morir es la última palabra que tiene quien ama para decir que ama en serio, eso es apelar al corazón del hombre creyendo que a pesar de sus deterioros y miserias fue creado a imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, es capaz de reaccionar frente al amor. Eso es lo que creyó Dios con nosotros. No pudo con otros lenguajes, entonces apeló al último recurso. Así como de Dios no se consigue nada si no es por amor, así también del hombre no se consigue nada humano si no es por amor. A la fuerza me pueden sacar un sí, a la fuerza me pueden hacer arrodillar, a la fuerza me pueden hacer trabajar, me pueden hacer callar, pero eso no es humano. En el fondo ¿me tienen cuando creen que me tienen? Yo puedo tener a toda la comunidad temblando y ser tan firme que los tenga a todos callados. ¿Estoy seguro que los tengo como oyentes? ¡No!, los tendré callados, pero no sé si oyentes, no sé si abiertos... Cuidado, por otros caminos se consiguen cosas más rápidamente, pero si queremos conseguir respuestas humanas, cristianas y amorosas, esas tardan en venir y hay que conseguirlas con amor. El dolor lo podemos sufrir por diversas cosas en la vida. Puede ser por indiferencia, por desprecio o por violencia física, pero no cualquier dolor es válido. No cualquier dolor es el último recurso del amor, no siempre que sufrimos significa que estamos apelando al último recurso del amor. A veces se puede sufrir mal. Puedo sufrir rabiando: es inútil 77 5 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... mi dolor; puedo tener un gran dolor inútil y un pequeño dolor fecundo. La cantidad de dolor no es el problema, lo que hace a la calidad es la calidad con la que lo vivo, cómo lo asumo, cómo lo tomo. Por eso, hay una caricatura, una manera de desvirtuar esto de apelar al último recurso cuando a veces lo que buscamos, más que una respuesta de amor, es un querer hacer sentir culpable. Alguien nos hizo sufrir, y nosotros le refregamos nuestro dolor como diciéndole “ahora te vas a sentir culpable porque te voy a hacer sentir que me hiciste sufrir”, y eso no es apelar al último recurso; o cuando, en el fondo, buscamos llamar la atención, incluso pasar por víctimas, o hacer sentir culpable al otro para que responda por culpa y no por respuesta amorosa. Eso no es apelar al último recurso, es una manera fina de extorsionar. Más que buscar amor, estaríamos buscando amor en mala forma. Y lo que vamos a lograr es que alguien por culpa nos lleve un poco la atención, pero por culpa, no por amor, entonces vamos a seguir solos; esa es la pena. Cuando el Padre lo busca desconsolado a Adán: “¿Dónde estás?” (Génesis 3, 9), o cuando se dirige a Israel para decirle: “¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté? Respóndeme” (Miqueas 6, 3), o cuando por medio de los profetas nos hace saber que “por eso mis entrañas se estremecen por él, no puedo menos que compadecerme de él” (Jeremías 31, 20) de sólo pensar en castigarnos y que su amor es más fuerte que el de una madre que no puede olvidar a su hijo: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!” (Isaías 49, 15), que no puede dejar de mirar el camino al ver la casa sin el hijo querido 78 5ª meditación “Los últimos recursos del amor“ “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó” (Lucas 15, 20). Lo que está haciendo no es llamar la atención, no es hacernos sentir culpables sino diciéndonos que no le somos indiferentes, que nos necesita, que su condición de Dios no le impide sufrir por nuestra suerte. A veces pensamos que Dios no sufre y Dios no sufre como nosotros pero el que ama sufre. Todo el que ama sufre. Cuando Dios decide amar acepta sufrir. El dolor legítimo de Dios por nosotros lo llevará por amor a aceptar por amor la condición humana: “Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2, 6-8). Nos dice Pablo que Jesús es el último recurso de un Padre que nos ofrece su amistad. El amor y el dolor legítimo de Dios por nuestra lejanía lo llevan a apelar a su último recurso que es su Hijo amado, como el instrumento para interpelar el corazón del hombre. Cómo no sufrir, Dios o nosotros, al ver que el ser amado no es fiel a sí mismo. Cuando es un dolor legítimo por los que amamos, no cuando no hace lo que nosotros queremos, no cuando no cumplen nuestros caprichos, nuestras expectativas, no cuando no nos son, en el mal sentido de la palabra obedientes, sino en el fondo, el dolor legítimo hacia una persona, cuando la amamos bien, es ver que esa persona no se es fiel, no le es fiel a Dios, se engaña, no está viviendo lo que es su verdad. 79 5 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... ¡Qué dolor cuando alguien que amamos se desprecia, qué triste es querer a alguien y que ese alguien no se quiera, se desprecie, no se valore, entierre sus talentos, no los desarrolle y sufra por no creerse amado; es la máxima ironía, yo te quiero y vos sufrís porque nadie te quiere! Eso nos pasa; ¿cómo no sufrir al ver que alguien no encuentra amor a pesar de tantos esfuerzos, cómo no sufrir al ver la crueldad que podemos tener los unos con los otros. Cómo no sufrir al ver tanta belleza malograda, tantas personas que no encontraron su camino, tanta inocencia pisoteada? San Juan de la Cruz pondrá un ejemplo de apelar al último recurso: El Pastorcito es una poesía que él modificó, porque era un canto de amor de un pastor que estaba enamorado de una pastorcita. Una canción de la época y un santo la consagra, la transfigura, la toma, le sirve para expresar lo que le pasa a Jesús con nosotros, dirá contemplando el misterio de la cruz: “Un Pastorcito sólo está penando ajeno de placer y de contento, y en su pastora puesto el pensamiento, y el pecho del amor muy lastimado. No llora por haberle amor llagado […] mas llora por pensar que está olvidado”, dice: “desdichado de aquel que de mi amor ha hecho ausencia…” y, al cabo de un gran rato, “se encumbró sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos y muerto se ha quedado asido dellos, el pecho del amor muy lastimado”. Y llora no porque lo llagó el amor, no porque el amor le hace sufrir; llora al pensar que está olvidado, el dolor más fino del amor es pensar que el que quiero no me quiere. Esto le pasa a Jesús. “Pobre, desdichado de aquel que de mi amor ha hecho ausencia”. Dios mira al mundo: pobre de aquel que se olvidó que Yo lo quiero. ¡Qué difícil es ser hombre olvidando que Dios nos ama! ¿Qué hizo el pastor? Al cabo de un gran rato se encumbró sobre un árbol, la cruz, y abrió sus hermosos brazos y muerto se quedó. El pecho del amor 80 5ª meditación “Los últimos recursos del amor“ muy lastimado. ¿Qué nos dice? ¿De qué murió Jesús? No porque lo crucificaron; Jesús murió de pena al verse olvidado, pero muriendo de pena y de amor por los que quiere. Apeló al último recurso del amor, a ver si ahora le creen que está enamorado, que es capaz de morir por amor de los que quiere. El Padre al amarnos está dispuesto a sufrir; y esto no sólo le pasa al Padre. ¿Por qué nos cuesta tanto amar? No somos tontos, intuimos que el que ama sufre. Lo aprendimos, lo sabemos, y por eso nos cuesta decidirnos a amar en serio, porque cada vez que amamos en serio a alguien, gozamos pero sufrimos. Cuando uno no quiere sufrir, a la larga se va frenando en el amor y, sin querer, va perdiendo vida. Cuando uno no ama no vive. El Padre, al amarnos, está dispuesto a sufrir, ya que el amor no descansa hasta ver la plenitud; la espera es un largo y doloroso parto: “Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8, 22-23). Una mujer que se anima a tener un hijo está dispuesta a sufrir, pero no a sufrir el parto sino sufrir hasta que ese hijo o hija sea una persona plena que alcanzó la madurez. Cuando una madre es santa, como santa Mónica, no descansa hasta ver que su hijo es santo, ahí sí mi hijo nació, alcanzó la plenitud. No es broma animarse a tener un hijo. Entiéndaseme bien, muchas religiosas tienen resistencia a que se les diga madre, “yo no soy madre de nadie”. En algunos casos es sano no querer ser la madre, la autoridad pero cuidado, que muchas veces lo que está detrás es “yo no quiero ser madre de nadie”. Como el sacerdote, “¡qué lindo nombre: «Padre»”! Ojalá lo llenemos del contenido que tiene. 81 5 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Hermana es lindo, pero madre es más comprometido. Ser madre no es sólo dar a luz; lo peor, lo duro es llevar a plenitud. Un rato con alguien; empezar no es tan complicado, asumir hasta el fin el camino de los que amamos, ahí viene lo difícil, pero es lo más precioso de la vida. Quien de nosotros ame, sabe que lo que da vida a la vida es amar a alguien. Amanecemos para alguien, vivimos para alguien, sufrimos para alguien. Es horrible vivir para uno, amanecer para mí, morir para mí. Es lo más espantoso. El amor nos hace vulnerables, cuando uno ama abre las puertas del corazón. Los chicos se dieron cuenta de que los quiero; ahora saben que no soy el ogro, descubrieron que los quiero, estoy a merced de ellos. Cuando alguien descubre que lo queremos, nos hacemos vulnerables. Incluso Dios se hizo vulnerable por amor al hombre; tanto nos ama que se hizo vulnerable en Jesús, se puso a merced de nosotros; tanto nos ama que se puso en nuestras manos. El amor nos pone a merced del otro, nos hace perder el equilibrio. El eterno, el todopoderoso, el inmortal quiso perder el equilibrio por todos nosotros. A Dios el amor lo hace mortal, a nosotros el amor nos hace inmortales… Esto es para adorar. El amor a Dios lo hizo mortal; qué bueno si el amor nos complica la vida, por lo menos a nosotros. Yo era una religiosa ordenada, empecé a amar, ¡qué lío! ¡Qué difícil es tener ordenado el día si amo! ¡Qué lindo que me rompieron un poco el orden! Es horrible ser demasiado ordenado, pero qué lindo cuando lo rompe no la desidia, la inconstancia, sino el amor. ¡Qué linda una casa cuando hay vida; es difícil tener orden, pero hay un desorden ordenado, el desorden del amor! Una cosa es una casa dejada, una comunidad-hotel, otra bien distinta es una comunidad desordenada por el amor. Siempre tendiendo a ordenarla. Jesús había programado un retiro con sus discípulos, desembarcó y le desordenaron el día: 82 5ª meditación “Los últimos recursos del amor“ “Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Macos 6, 30-34). Al Padre el amor le hace resucitar a su Hijo de entre los muertos, a su Hijo lo hizo hermano nuestro y el amor lo hizo rescatarlo de entre los muertos; el amor a nosotros nos hace salir de todas nuestras tumbas; cuando hacemos memoria del amor, el amor nos hace resucitar de las muertes con minúscula y el amor nos sacará de la tumba. El amor a Jesús lo hace llorar y gozar en carne humana, por amor se hizo hombre, y por eso el amor lo hizo llorar. Llorar la suerte del hombre, la muerte de Lázaro y gozar de las cosas humanas. El amor nos hace llorar y gozar. El amor, a Dios, le hace sentir “terror y espanto”, cuando por amor había que beber el cáliz. Le hace experimentar el abandono y el olvido del Padre. Tan lejos nos fue a buscar que hasta se sintió Dios lejos de Dios. Esto lo digo porque más de una vez esto le pasa al pastor que busca sus ovejas. A veces, el compromiso con aquellos que tenemos que amar, que están lejos de Dios, a veces nos hacen sentir a nosotros lejos de Dios. A Jesús ir a buscar lejos a sus ovejas lo hizo sentir lejos del Padre. A Jesús, el amor le hace sentir soledad. Sólo saben lo que es la soledad los que supieron lo que es el amor. La soledad sólo la conocen los que supieron lo que era la compañía. Un 83 5 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... objeto no sufre la soledad, un hombre sí la sufre, pero sólo o mayormente cuando supo lo que era la compañía. El amor le hizo sentir sed y le hizo experimentar el fracaso; el amor le terminó rompiendo el corazón; a Jesús el corazón se le abrió. A Don Orione, el corazón se le rompió. El amor rompe el corazón. No sólo el corazón de Jesús, sino el corazón del Padre al ver la suerte del Hijo, al ver cómo lo tratamos nosotros pero, al mismo tiempo, el corazón se rompe por dolor y por gozo. Es tan grande la alegría que, por momentos, parece que no entra. El corazón a veces se nos rompe de amor y, a veces, de dolor. Al Padre se le rompió el corazón de dolor al ver cómo tratamos a su Hijo y de gozo al ver el Amor del Hijo, y al ver que se rompe el velo, el muro que nos separaba de Él… Al terminar de ser “ser humano”, al consumar el desposorio, nos hizo hijos. Jesús al terminar de ser humano, al consumar su matrimonio con la humanidad, al compartir la muerte, nos hizo al fin hijos. Santa Teresa llena de amor exclama: “Vuestra soy para vos nací, ¿qué queréis Señor de mí? […] vuestra porque me sufriste…”. Teresa entendió los últimos recursos del amor. Cosas que Dios hizo por ella y la movieron al amor. La movió al amor ver que Dios la sufrió. “Soy tuya porque me aguantaste, me esperaste, no te cansaste”. Es difícil resistirse a quien nos sufre por amor. Hay personas difíciles; qué lindo si algún día nos dicen: “¡Gracias porque me sufriste! Tu gotita diaria me aflojó, tu constancia en padecer mis malas respuestas, mis enojos, mis caprichos, tu constancia me convirtió. Me sufriste y me mataste”. Con razón Pedro dirá: “Señor […] ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!” (Juan 13, 9), como diciendo, pasá, me querés lavar los pies, hacelo, amame, a ver si cambio. 84 5ª meditación “Los últimos recursos del amor“ Los mansos pasan sin rozar, sin ni siquiera rozar; el verdadero amor es fino y delicado, no impone. ¡Los mansos pasan sin rozar! El amor no hace ruido. La cruz del pastor es ofrecer amor; saber del amor, saber que el amor existe y ver vivir y morir a tantos sin creer que el amor existe, ver que su amor parece no conmover. ¡Qué triste es haberse enterado del amor y ver que tantos viven sin amor creyendo que no existe y, encima, no sé cómo comunicárselos, porque no lo sé decir, porque no me lo creen, porque no sé amar, porque no los despierto al amor, porque mi amor parece no conmover a nadie! ¡Qué duro es querer amar y no conmover a nadie! Vivo haciendo tantas cosas por los que viven conmigo y me da la impresión que no pasa nada, es un dolor fino. ¡Qué tremendo amar frente a una libertad! “Mi esposa era alcohólica y murió de eso -decía lleno de impotencia un psicólogo. Que a un médico se le muera un hijo, la esposa, qué dolor lleno de impotencia... Si amáramos más tendríamos que sufrir más por amor, ya que tantos no reaccionan con nuestro amor. Ojalá estuviéramos más heridos. ¡Cuántos no duermen por sus hijos! ¡Qué bien dormimos nosotros! ¿Por quién nos desvelamos? Un padre pierde el sueño. Una señal de que amo es que pierdo un poco el sueño. Ojalá tuviera más desvelos por amor. Amar bien es saber descender e interrumpir nuestro viaje, como el buen samaritano, para recoger al herido, curarlo y ponerlo sobre los hombros, sin preguntar porqué sufre sino qué le duele, detenerse ante el dolor es estar dispuesto a hacerse cargo de los gastos “Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver»” (Lucas 10, 35). ¿Por qué nos cuesta detenernos ante el dolor? Porque es hacernos cargo de los gastos, perder el tiempo, la vida por amor. 85 5 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... A María, el amor la hace aceptar la pérdida de su Hijo, María por amor, porque entendió los designios amorosos del Padre, no resistió la pérdida de su Hijo; incluso la consiente, la acepta si ese es el precio del vino para la fiesta del hombre… (Juan 2). En Caná María ya no lo aferra a Jesús, lo expone a que comience su misión, porque se da cuenta que si su Hijo no actúa, no sólo en las Bodas de Caná no van a tener vino, sino que la historia humana se quedará sin fiesta al no conocer el amor. 86 6ª meditación “La libertad, condición y creación del amor” “Muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»” (Juan 6, 66-67) Tan importante es la libertad para el amor que, sin libertad, no puede haber amor, ya que el amor es el acto humano, la decisión más profunda, más personal y más totalizadora que puede realizar una persona. Al ser el acto y la decisión más totalizadora, más profunda, si no es con libertad, no se da. Toda coacción, toda presión, en realidad, desvirtuaría su esencia, la esencia propia del amor. Cuanta más libertad, más calidad de amor; cuanta más presión, menos libertad, menos amor. Por otra parte es una condición pero también es creación del amor. Sólo el amor es el que crea las condiciones para la libertad. Quien ama bien favorece la libertad, la suscita. Sólo el amor es respetuoso, es casto, en el sentido de dejar ser profundamente al otro. Este es el sentido más profundo 87 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... de la castidad, permitirle al otro su independencia, lo que no significa que no quiera que me ame, pero permitir que lo haga libremente, no presionar. En realidad sólo el amor confía en la libertad, sólo confiaron los que saben lo que es el amor, porque ellos la han ejercido, la están ejerciendo. Por eso saben esperar la respuesta, la respuesta libre. Confía que la libertad es capaz de responder. El amor es como un grito profundo, muy profundo que sabe esperar el eco proveniente de otra libertad. Así como gritamos frente a una montaña, a una pared y sabemos esperar el eco, también quien ama sabe esperar. El amor es un grito profundo a otro corazón, sabe que puede despertar el eco de una respuesta amorosa. El Padre, nuestro Padre Dios, nos ha dicho y entregado su Palabra, que en realidad es su grito de amor. El Verbo de Dios, su Hijo Jesús es el grito del Padre a la humanidad, y esa Palabra es acogida por la humanidad en María virgen. Pero ese grito recién se hace eco en el corazón humano de Jesús, que comprende que no son “sacrificios y holocaustos” los que el Padre espera como respuesta, sino una confianza obediente y filial, libre y amorosa. “Cristo, al entrar en el mundo, dijo: «Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Leypara hacer, Dios, tu voluntad»” (Hebreos 10, 5-7). ¿Quién es el que da la respuesta por excelencia a la palabra amorosa del Padre? El mismo Jesús es Palabra que interpela y respuesta amorosa al Padre. Nuestro corazón asustado y desconfiado será capaz, con la ayuda del Espíritu, de creer que Alguien nos está llamando “hijos” y esperando que al fin le digamos “Padre”, Papá. ¡Qué lindo es esto: que en el Hijo el Padre nos regaló la Palabra 88 6ª meditación “La libertad, condición y creación del amor” que interpela y el hermano capaz de responder; eso nos mereció el don del Espíritu que nos permite creer que nosotros, asustados y desconfiados, vamos a poder llegar en esta vida a creerle a Dios que nos está diciendo “hijo querido, hija querida” y está esperando que nosotros nos animemos a decir “Papá”; esa es la misión del Espíritu en nuestros corazones. Así somos los hombres, necesitados de horizontes; qué bien nos hace salir a campo abierto, a respirar, a tomar aire en el sentido más hondo, poder mirar lejos; pero también necesitamos techos, horizontes y techos, intemperies y cobijos, así somos los hombres. Sólo techos nos ahogan, sólo intemperies nos asustan. Todo límite nos asfixia y, sin límites, nos abismamos, es decir, nos da la sensación de que caemos en un abismo. Por eso el camino de la libertad es un camino largo y humilde entretejido de nidos y de cielos. Nos parecemos a los pájaros. Por momentos nuestra libertad necesita refugiarse en un nido y por momentos necesitamos volar a cielo abierto, así es nuestro camino. La vida es un gran acto de libertad; vaya si lo es. La vida, por parte de Dios, al crearnos, es una decisión amorosa y, por parte del hombre, es una invitación a consentir el amor, una invitación a la libertad en el sentido de consentir ese amor que Dios nos quiere dar. Un misterio que jamás terminaremos de entender, pero que sí podemos empezar a acoger. Puedo empezar a recibirlo aunque no lo entienda. Si lo quiero entender no terminaré jamás, pero sí puedo empezar a recibirlo, a acogerlo y, tal vez así, a entender la dinámica del amor, qué es el amor. ¿Acaso el sentido profundo de todo lo que existe no es ofrecernos Su amor? Todo ha sido puesto en nuestras manos. La libertad es un don que se conquista lentamente. Hay que ser muy humilde, hay que dudar mucho del que dice: yo soy libre. No es tan fácil ser libre y, más que enseñarse, la libertad se comunica; sólo los libres hacen libres a los que tocan. No hay cursos de libertad, sino trato con personas libres: 89 6 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... esto fomenta la libertad. Estar al lado del que nos ama bien, nos hace libres. Educar en la libertad no significa neutralidad, no le vamos a proponer nada a nuestros hijos, novicias, alumnos, ¡no! Educar en libertad no es educar en neutralidad, sino saber ofrecer lo que se cree es verdad. Quien ama quiere ofrecer lo mejor que tiene, lo que se cree mejor para el ser querido, eso es amar bien. Es animar a escuchar, a reflexionar y sólo después a decidir. Vos escuchá, recibí lo que te doy, reflexionalo, decantalo y, después, elegí. Esto requiere, durante mucho tiempo, tutela y disciplina, y una progresión en la libertad. Esa tutela debe evolucionar y no durar más de lo necesario porque si no se vuelve en contra. La libertad es progresión, el árbol necesita del palito al lado pero, si el palito lo tiene demasiado fuerte, puede ahogar al árbol. Se hace imprescindible el respeto a la verdad de cada persona, a los procesos que cada uno tiene que vivir. Respetar al otro en ese camino a la libertad, requiere un trato personalizado, requiere que nos demos cuenta, quién es, qué camino necesita seguir para la libertad, animarnos a respetar esos procesos que tiene que vivir. Pensemos en el respeto del Padre del hijo pródigo a la decisión de su hijo: saberlo esperar, no ahorrarle su propia experiencia, no echarle en cara su fallido intento, sino saber alegrarse de su decisión de regresar, de haber comprendido, finalmente, donde estaba la vida, donde estaba el hogar. El precio fue caro pero lo aprendió. Al que ama bien no le duele que los precios sean caros, quiere que se llegue donde hay que llegar. Eso quiere el que ama bien, que se sepa dónde está el hogar, la vida, la libertad. Uno vive donde habita sólo cuando el corazón coincide con lo físico. A veces estoy en un lugar físico pero no de corazón, o estoy con mi corazón en una parte y con mi cuerpo en otra. El hijo mayor ¿había decidido quedarse o, tal vez, no se había animado a buscar?. Hay formas de quedarse y nunca haber estado. El hijo se quedó pero en 90 6ª meditación “La libertad, condición y creación del amor” realidad nunca estuvo en la Casa del Padre por decisión libre. No sabía que el Padre era lo mejor, por eso le echó en cara al Padre cómo no le hizo más fiesta a él, si él siempre.... En realidad no se había dado cuenta de que había estado en la casa del Padre; el hijo menor sí se dio cuenta. Entre nosotros es bastante común ser el hermano mayor, porque a veces tuvimos pocos errores, pocas aventuras con error, pero la gran pregunta es: ¿estamos en casa y nos dimos cuenta dónde estamos? ¿Es que solamente no hicimos algo malo o que en el fondo hemos decidido y encontrado la vida y estamos haciendo fiesta por haber encontrado a Dios? La libertad de conciencia es tan sagrada que no podemos juzgar a nadie, nos dice el Evangelio, ni siquiera a nosotros mismos. Nuestras motivaciones conscientes e inconscientes, en última instancia, sólo las conoce Dios. Tener la humildad de decir: “sólo Dios conoce la pureza de mi amor”, “sólo Dios sabe si lo que hago lo hago para Él o no, yo del todo no lo sé”, y mucho menos de los demás. No juzgar, sólo Dios es el que sabe la verdad y la calidad de nuestro amor. Ese Dios que nos comprende a fondo, no sólo porque su mirada es penetrante, sino porque nos mira con amor, y sólo quien mira con amor a otro puede comprender el misterio y la conducta de un hombre. La verdad de otro es imposible de tener si no me acerco con amor. Siempre que investigue a alguien, que lo estudie, que lo vigile, tengo que saber que lo más bonito se me escapa. La única manera de conocer a alguien es amándolo. No es nada fácil ser libre. ¿Se puede ser libre? Son tan pocas las cosas que podemos elegir dentro de lo que nos pasa… Cuántas veces elegimos y no nos damos cuenta que hacemos lo que nos educaron, lo que, en el fondo, hace la cultura de nuestro medio. ¡Cuántos actos de libertad que no son libres! No es fácil ser libre y, a veces, lo único que podemos hacer es aceptar y consagrar lo que nos toca vivir y que no podemos cambiar. Jesús nos decía: 91 6 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... “Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él”, (Mateo 5, 40-41), como diciendo que hasta cuando algo lo hacés obligado, lo podés hacer tuyo si elegís hacerlo. El verdadero libre nunca hace nada a la fuerza. Elijo hacerlo, puedo elegir hacerlo. La libertad es algo que está en el corazón del hombre. A veces los más privados de libertad son los que descubrieron los espacios más recónditos de libertad que siempre tiene el hombre. A veces hay más gente libre en las prisiones que caminando por las calles. Nuestra libertad está herida y condicionada, pero es real y la gracia nos asiste para que la podamos ejercer. Muchas veces no podemos elegir. Por ejemplo: quiénes somos, dónde nacimos, qué nos tocó vivir, qué enfermedades, qué comunidad tengo… ¡Cuántas cosas! El tema es que todo esto lo puedo convertir; me queda esa posibilidad de la libertad de elegir lo que me tocó. Los hombres, no sólo podemos elegir cosas, sino que fuimos invitados a elegir algo mucho más profundo y que hace vertiginosa nuestra libertad. En última instancia, podemos elegir quién queremos ser y cómo queremos vivir. Ese es el problema, quién quiero ser y cómo quiero vivir. Ese es el vértigo de la libertad, que Jesús aceptó vivir en carne humana, quiso compartir con el hombre el vértigo que da tener que elegir lo que quiero hacer con mi vida y, Dios sabe -en Jesús-, que hay decisiones que no se toman sin sudar sangre y quedar bañado en lágrimas. “Jesús, puesto de rodillas, oraba: «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo” (Lucas 22, 41-44). 92 6ª meditación “La libertad, condición y creación del amor” Dios sabe, que a este pobre hombre que somos, elegir bien, le cuesta mucho. Al elegir, el hombre se hace responsable de su vida y, lo más tremendo, que no es sólo de la propia, sino de la de muchos otros. El peso de la libertad es más fuerte cuando veo que las decisiones no son sólo para mí y que yo decido, a veces, la suerte de otros. Qué lindo es volar, pero ya no hay ramita donde apoyarse. Todos queremos ser libres, pero cuando llega la hora de ejercer la libertad extrañamos el punto de apoyo. Libertad y seguridad son dos cosas que no van juntas. Es el riesgo de la libertad. Volar es lindo, pero ya no hay suelo, ni una rama donde apoyarse… La gracia (el amor gratuito de Dios) y la verdad nos hacen libres de nuestras ignorancias y de nuestras cobardías. Muchas veces nos descubrimos esclavos y prisioneros de nuestros temores y pasiones, de la cultura recibida, de las cosas que tenemos, de los otros, del que dirán, o de un falso rostro de Dios. No siempre nuestro trato genera libertad. ¿Cuándo no la genera en quienes viven al lado nuestro? Sobre todo cuando nos llenamos de condiciones. Por ejemplo, en un plano afectivo: “si hacés tal cosa te dejo de querer; si llegás a hacer esto, no sos más mi amigo”. No es un amor que permite crecer, madurar, elegir; los tenemos amenazados de ruptura a los que están al lado nuestro. En el mundo laico, si opino, me quedo sin trabajo y tengo una familia que alimentar; dejo de ascender y me cortan la carrera. Cuidado, cuántas cosas se tienen que soportar. Quedó abolida la esclavitud, pero hay todavía esclavos en muchos sentidos. Nos cuesta tratar y hacer libres a las personas. Pero, tal vez, la peor esclavitud es consecuencia de un falso rostro de Dios. Esta es una de las esclavitudes más ocultas que puede vivir una persona. La vemos y parece muy libre. Un falso rostro de Dios puede generar la peor de las esclavitudes. Ese falso rostro de Dios es a veces fruto de un 93 6 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Dios que nos hemos fabricado desde nuestros miedos, desde nuestra imaginación, desde la proyección de la imagen de los que nos educaron o de los que nos han enseñado un falso rostro de Dios, un Dios como juez vengativo: mirá que Dios te está mirando y si te portás mal te parte un rayo. Ese rostro de Dios no es muy generador de libertad. “La verdad os hará libres”, decía Jesús, sobre todo la verdad de Dios, de la cual dependen todas las otras verdades. “Mientras hablaba así, muchos creyeron en Él. Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en Él: «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres»” (Juan 8, 30-31). Si queremos cultivar nuestra libertad más profunda, tenemos que escuchar mucho, tanto de Jesús y como de la Iglesia, quién es el Dios verdadero. Un ejemplo: podemos mirar una persona y decir “este pullover le queda amplio, es ancho” pero, a lo mejor, no sabemos que tiene puesta una camiseta que le queda chica. Parece que está cómoda pero en el fondo está apretada. Ustedes pueden escuchar a un sacerdote que predica que Dios es ternura, es Padre, es perdón y, cuando él se confiesa, uno lo escucha y ve que tiene delante de sí a un niño de catecismo asustado creyendo que Dios es un juez implacable. Él para afuera tiene un pullover amplio, cómodo, pero el Dios en el que verdaderamente cree y que gobierna su conciencia es un Dios del pánico. No tiene libertad. ¡Qué difícil es hacer que nuestro Dios sea el Dios de la fe y no el Dios de mi infancia, o de mi educación, o de mis miedos o imaginación... O, a veces, por el contrario, es más amplio que el de la fe. La verdad los hará libres. El mal uso de la libertad se da sobre todo cuando se quiere cambiar la verdad, cuando no se es “oyente” y se pretende ser creador de la verdad. La verdad nos hace libres por eso requiere meditación; buscarla, servirla pero no inventarla. Mi verdad no me hace libre, me hace esclavo de mi 94 6ª meditación “La libertad, condición y creación del amor” ignorancia, de mis caprichos; la verdad me hace libre. Es necesario subordinarme humildemente a la verdad para poder alcanzar la libertad y la vida. La verdad es un misterio, porque la Verdad es Dios, por eso no tiene dueños sino humildes servidores. Cuidado con los dueños de la verdad. La verdad no tiene dueños, es un misterio: tiene servidores humildes pero no dueños, por eso hay que animarse a decir las cosas como son, sin dogmatismos, sin ideologías, ni modas. Puedo convertir la moda en dogma. Humildes servidores. Hay verdad con mayúscula y muchas verdades con minúsculas, no las convirtamos en absolutas. La humildad de sabernos hijos de una época: no podemos ver más de lo que se ve, pero siempre debemos saber que hay más de lo que se ve. Un ejemplo: hay hermanas acá no tan jóvenes; las Madres maestras de ustedes les enseñaron de corazón lo que creían que era lo mejor y era verdad y, a lo largo de los años, con buena voluntad, me enseñaron lo mejor y me fue muy bien, pero también es cierto que, a lo largo de los años, se vio también cuántas cosas eran relativas o no tan absolutas, o aparecieron otros matices, otros valores. Esto nos pasa a nosotros. Dentro de 60 años van a decir: “mirá cómo pensaban estos” y nosotros que creemos que hoy llegamos a la verdad... ¡Humildad, humildad! Hay que tener muchas certezas para aceptar la libertad. Muy pocas cosas son absolutas y hay que estar muy agarrado a lo verdaderamente absoluto para animarse a vivir lo relativo con libertad en todos los planos: afectivo, espiritual, pastoral. Hay que tener muchas certezas para animarse a aceptar el vértigo de la libertad. Hay que tener un árbol con muy buenas raíces para soportar las intemperies, tormentas y vientos, y mantenerse en pie. Así puedo estar fuera del bosque en plena pampa y soportar el pampero. 95 6 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... A esta altura se impone una pregunta difícil, no para angustiarnos, sino para que nos la hagamos en paz: ¿Soy libre?; ¿por qué obro como obro?; ¿a quién sirvo?; ¿a quién le temo? Lo que hago, lo que vivo, lo que soy, ¿es lo que realmente quiero ser? En distintas etapas de la vida hay que hacerse estas preguntas con mucha profundidad. ¿Así quiero vivir? ¿Es esta la forma en que Dios me pide que le responda? Somos libres para elegir frente a quién queremos dejar de serlo. La libertad está al servicio del amor. Somos libres para perder la libertad pero podemos elegir frente a quién queremos perderla. El solitario, en el sentido malo de la palabra, dice: “yo sigo siendo libre, y solo”. En cambio el que es verdaderamente libre dice: “perdí mi libertad”. Para el que ama perder muchos gustos y libertades con minúsculas no es ningún costo. Al contrario, para poder darse ese gran gusto que es estar con quien uno quiere. Quien no sepa qué es estar al lado del que quiere se va a sentir esclavo, porque no puede ir al cine o porque tuvo que hacer la comida. ¿Nunca hubieran deseado tener que hacerle la comida a alguien? ¡Qué lindo! Una esposa no es una esclava. ¡Ojalá pudiera hacer algo por el que quiero!, eso no es ser esclavo, es un gusto. A ustedes las miran y dicen, “Ustedes están locas”. “No estoy loca –responden- o, mejor dicho, lo estoy por amor y viviendo bien. Yo soy libre”. Y cuántos que parecen libres, son esclavos de pequeños gustos y creen que dárselos es la libertad. Nunca comprendieron que la libertad la teníamos para perderla en el amor. De qué sirve todo si no es para alguien. Nadie más libre y feliz que una abuela que perdió todo y está dando vida a los hijos, a los nietos y puede decir: “viví para alguien, fui fecunda”. La última posibilidad que tiene el amor sin violentar es la seducción. Toda presión desvirtúa el amor. Lo último que puedo hacer sin presionar mal es seducir, es una manera de presionar sin presionar. 96 6ª meditación “La libertad, condición y creación del amor” Pedagogía del desierto, de la belleza, de la ausencia…Pedagogía de Dios para enamorar el corazón del hombre, el desierto, la belleza, la ausencia, “Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón” (Oseas 2, 16). Te llevaré al desierto, te voy a alejar de los otros para que te quedes conmigo. La belleza nos seduce: la belleza del amor de Jesús, de la verdad, de la creación y de la ausencia: Si no me pudiste valorar por la presencia, valorame por la ausencia y date cuenta en la ausencia qué imprescindible y valioso puedo ser para vos, que no podés vivir sin mí. Entonces, la próxima vez que pase, agarrame para que no me escape. Tanto cree Dios en la libertad que no nos la quitó aun cuando la usemos mal y lo neguemos. El hombre pecó y Dios no nos quitó la libertad, y eso que el primer acto de libertad fue malo. Dios nos trata con tanto respeto porque negar la libertad es negar al hombre y no es digno del Dios de Jesucristo, que busca libremente al hombre. Tener un hombre que no tiene más remedio que estar con Dios, no es digno de Dios. Dios quiere hombres que quieran estar con Él. Ese es además el trato que el Padre soñó: que tengamos entre nosotros relaciones libres y amorosas. Todavía, en la vida de la Iglesia, no sólo en la vida religiosa, hay mucho miedo a la libertad, y eso engendra mucha inmadurez, porque nos da miedo de que la gente crezca, piense y decida. Va en contra de lo que predicamos. Si no nos animamos a vivir lo que predicamos, en el fondo dudamos de lo que predicamos. A María la encontramos en la Anunciación, Señora de sí misma, con capacidad de renuncia, de discernimiento, de escucha, de independencia del juicio ajeno, libre del que dirán, incluso de José y libre de su propia pobreza. Puso la objeción: “yo no conozco varón”, digo mi condición pero 97 6 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... acepto lo que está por encima de mis capacidades. “En tu nombre echaré las redes”, en tu gracia digo que sí. Si el poder del Altísimo me cubre con su sombra, acepto. A María la encontramos con capacidad de compromiso y de servicio. La verdadera libertad termina sirviendo y con el corazón lleno de gozo, como el de María en lo de Isabel. 98 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” “Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.” “El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.” (Lucas 2, 39-40; 51-52) Lo que más desea quien nos quiere, es vernos y sabernos bien, y amar es tratar de estar bien, disponer lo mejor para aquel que queremos. Esto lo constatamos desde lo más simple como es disponer la casa o preparar algo rico de comer al saber que nos visitará un amigo. Disponer y disponerse es ya estar amando… Estar bien, no es un fin en sí mismo, es para alguien. Dios creó el universo para nosotros. A la luz de la creación del hombre vemos que nos empezó a amar, no sólo cuando 99 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor,,, nos creó, sino que había dispuesto la casa, el hogar que es este mundo para que se lo podamos devolver como ofrenda amorosa, incluidos nosotros mismos: Señor, Vos lo dispusiste para nosotros, ahora nosotros te queremos devolver enriquecido, el mundo y nosotros. Yo lo cuidé. Lo que dijo Jesús de los discípulos: “Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste. […] Yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste” (Juan 17, 6. 11). Vos me los diste, yo los cuidé, ahora Padre te los devuelvo. Nosotros también Señor, aquí tenés mi vida, como los talentos, los multipliqué, acá están. Padre, acá tenés mi vida. El amor es un acto específico, pero es capaz de animar, de potenciar y embellecer todos los actos humanos. Siempre es circunstancia para amar, porque el amor se puede manifestar en cualquier acción. El amor puede desplegarse en las circunstancias más simples y ordinarias, puede darse incluso como don sobrenatural en el más pobre y herido de los hombres, es decir Dios puede hacer que tenga caridad el hombre más humilde, más simple. Más de una vez Dios nos regala santos en personas pobres y simples para mostrarnos que su amor es capaz de embellecer la vida más simple y confundir nuestra lógica humana. Como dice la Carta a los Corintios, la sabiduría de Dios no es la de los hombres. “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad? […] Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” (1 Corintios 1, 20. 24). 100 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” Pero también es verdad que lo normal sería que los dones, la caridad, la gracia pudieran desplegarse con mayor plenitud allí donde encuentra un hombre cultivado, un hombre que se lo ha educado, un hombre pleno. Dicho de otra manera, la expresión clásica: la gracia supone la naturaleza, Dios puede hacer milagros pero a mejor disposición de la naturaleza, mayor posibilidad de que la gracia se despliegue con mayor plenitud. A mayor humanidad, mayor disposición para la caridad. Por eso hoy estamos muy preocupados por el crecimiento integral, nos hemos dado cuenta, gracias a Dios, que es imprescindible el crecimiento humano como disposición para la gracia. Cuidado que como disposición, no sería suficiente como fin. Ese sería otro riesgo, creer que porque somos humanos ya somos cristianos. No. Eso es sólo el principio, la base. Así como los árboles difícilmente formen una copa pareja, armónica y abundante si no encuentran espacio y no les da parejo el sol, así los humanos y tal vez más que los árboles. Observen: cuando hay árboles muy cerca unos de otros, la copa difícilmente es armónica, si está pegado a una pared, desarrollará un lado y no el otro, porque no le dio el sol y no tenía espacio para crecer. En los bosques se estiran y son un palito largo con tal de alcanzar un poquito de sol. Y tal vez la misma especie, el mismo árbol en un lugar donde haya espacio, es como una gran carpa porque se desplegó y se hizo armónico, bonito, se desplegó para todos lados. Esto que les pasa a los árboles nos pasa a nosotros, necesitamos una serie de circunstancias y de encuentros, ricos en calidad y profundidad, para poder despertar y desarrollar armónicamente nuestras mejores capacidades. Muchas cosas nuestras se desplegaron porque encontraron espacio o porque encontraron gente que nos ayudó como el sol a los árboles o, al revés, muchas zonas nuestras no crecieron o maduraron por no tener oportunidad, espacio o personas que nos hayan cultivado. Decía un antiguo refrán con firmeza y claridad: “O se crece entero o no se crece nada”. 101 7 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor,,, Durante muchos años los humanos estamos absolutamente a merced de otros- Pensemos cuántos años un niño está a merced de sus padres, educadores y del colegio. Uno depende muchos años de otros, que son no sólo los que nos dan de comer y vestir, sino los que nos enseñan a pensar, los que nos educan, nos conforman, nos van dando oportunidad de crecer para recién luego, después de muchos años, ir dando nuestros primeros pasos responsables. Después de esa etapa de dependencia, necesaria pero no suficiente, llega otra etapa donde somos responsables de lo que nos empieza a pasar. Hay una edad donde es lícito decir: la culpa la tiene...., pero hay un momento en el cual uno dice: bueno ¿hace cuánto dejaste el Noviciado? Está bien que haya aspectos que no te enseñaron, pero ¿qué hiciste vos para completarlo? En todas las familias de algo se habló y de algo no se habló. ¿A quién buscaste para poder crecer y madurar en eso? Uno puede completar, cosa que el árbol no puede hacer, nosotros sí. Cuando nos damos cuenta de lo que nos falta, podemos procurar lo que no tenemos. Muy lentamente, no es tan fácil, porque a veces la educación que recibimos nos impide hasta buscar lo que nos hace falta, por eso despacito y con mucha humildad. Muy lentamente vamos pudiendo elegir con quién tratar, aunque de alguna manera, estamos siempre dependiendo de los otros. Yo puedo querer pero hace falta que el otro también quiera. Cuando termina una guerra vemos con dolor, muchos hombres cercenados, lisiados, huérfanos, heridos psicológicos. Uno no se repone de un día para otro, después de una gran guerra. Pero si supiéramos mirar, la humanidad está llena de amputados, y no sólo por bombas, amputados por la educación que recibieron, por los límites de los padres que tuvieron, etc., etc. El mundo está lleno de amputados, de heridos, de ciegos, de muertos de frío en todo sentido, de corazones desgarrados, de ojos que reflejan el horror del sufrimiento, de tanta soledad... 102 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” ¡Qué mirada llena de ternura y de dolor la de Jesús, cuando ya en posesión plena de su humanidad, sale al encuentro de los hombres y los encuentra heridos, abatidos y agobiados, una humanidad sufriente! “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9, 36). Y qué mirada compasiva, no sólo en el sentido de sentir con, sino de ocuparse de; a eso vino. “El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios; a consolar a todos los que están de duelo” (Isaías 61, 1-2). Por supuesto que la gran esperanza, y tal vez el único consuelo, es la certeza de cielos nuevos y tierra nueva: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, […] y vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo […] Y oí una voz potente que decía: «Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó, donde ya no habrá más lágrimas y dolor»” (Apocalipsis 21, 1-4). Muchas veces uno mira la humanidad y dice: ¡Menos mal que existe el Cielo!, porque en el fondo no sé si en este mundo hay solución. ¡Menos mal que tenemos esperanza! La alegría de la esperanza, es que aunque no pudiésemos cambiar nada, tenemos certeza de que estamos destinados a la vida, sobre todo los que en este mundo la pasaron mal. Es certeza, es una verdad. 103 7 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor,,, Sin embargo recordemos, esta vida es un don y tiene sentido. Porque esta vida que tenemos está destinada a desplegarse en plenitud. Mejor dicho ya es una participación de la vida plena que Dios nos quiere dar. Por eso hay que dignificarla, a esta vida, lo más que podamos. Con esa serenidad de fondo, si no llegamos existe la eternidad, pero todo lo que podamos procurémoslo ahora. Ya en este mundo procuremos la plenitud. Ni siquiera está bien decir “esta vida”, sino “la vida” tiene sentido y apunta a desplegarse en plenitud, más aún, ya es una plenitud participada, comunicada, que todavía no podemos terminar de comprender ni acoger, pero sí intentar vivir. Todavía no sabemos bien qué es la plenitud, pero vamos entendiendo, comprendiendo, podemos intentar vivir mejor. Dios no sería Padre si no desease y procurase nuestra felicidad, “la gloria de Dios es el hombre viviente” (SAN IRENEO). Podríamos decir ¿cuál es el padre feliz? El que tiene un hijo feliz. La gloria de Dios no puede ser el hombre sufriendo, es el hombre pleno. Dios no sería papá si no gozase de nuestro gozo, de nuestra vida, y nosotros no lo amaríamos bien a ese Padre si no disponemos lo que somos y tenemos de la mejor manera posible para su mayor gloria y honor. Más simple, si a papá lo pone feliz mi felicidad, procurar mi felicidad ya no es sólo para mí, sino para contentar a papá. El descanso de mi padre es mi felicidad, mi crecimiento, nuestro crecimiento. Qué lindo es rendirle al Padre el culto de procurar hombres felices. Adorar a nuestro Padre es procurar que los hombres sean felices. Cada vez que un hombre se retira de nuestro lado con más gozo o más paz hemos honrado al Padre que está en el cielo. Qué maravilla, esto de que coincide su gloria con buscar nuestra felicidad y la de los demás. No se puede ser feliz solo, sino con los otros.¿Acaso no decimos cuando despedimos a un ser querido, “si me querés cuidate”? Yo me voy y no te puedo cuidar, o vos te vas y yo no te puedo cuidar, si me querés cuidate. Cuidarme es cuidarte, y cuidarme yo es 104 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” cuidarte a vos. No estamos centrados en nosotros mismos, yo voy a tratar de ser feliz para que vos lo seas, pero vos tratá de ser feliz para que yo lo sea. Cuando ya no nos den más ganas de cuidarnos a nosotros por nosotros, a lo mejor lo vamos a hacer por aquellos que nos aman y que amamos. El Padre dispuso lo mejor de sí para nosotros plasmando con amor el mundo en que vivimos, dándonos a su Hijo querido y comunicándonos su Espíritu de amor. Si amar es disponer lo mejor de sí para el que quiero, el Padre, Dios, se dispuso todo Él para nosotros, se nos dio, nos dio lo mejor. San Pablo decía: “nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Corintios 4, 7). Podríamos decir: es verdad que fuimos sacados de la tierra, somos muy pobres, pequeñitos, muy frágiles, pero a esta humilde vasija de barro que somos, esta vasija animada, este barro que Dios besó, Dios la miró con amor. La amó a tal punto que la quiso visitar, no sólo la amó, la amó a tal punto que nos quiso visitar, tanto la amó “que se prendó de su belleza” y la desposó de “una vez y para siempre”, luego de haberla “purificado y lavado con su sangre” en la cruz. Vaya si somos valiosos a sus ojos, que esto es lo que hace Dios con nosotros. Explorar nuestro mundo, el universo y someterlo, es glorificar a Dios, es decirle “Vos me regalaste este mundo para mí” y, aunque no lo sepan, cuando los científicos, los hombres recorren, exploran, cuando se viaja por el universo, en el fondo, sin darnos cuenta o dándonos cuenta, estamos queriendo descubrir qué hay para nosotros, qué nos regalaron. Explorar nuestra humanidad, y tratar de crecer integralmente es comenzar a amarlo con fineza. Explorar el mundo es amarlo, pero explorar nuestra humanidad es comenzar a 105 7 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor,,, amarlo con fineza. Tomarse en serio. Ser exploradores del hombre que somos. Cada uno es un universo a explorar y a cultivar. ¿Qué me regalaste, qué dejaste en este ser que soy, qué tengo que cultivar? Por eso tengo que tratar de conocerme, de explorarme, para poder utilizar todos los recursos que Vos me diste para tu mayor gloria y honor, para amar, para vivir. Para recibir mejor la vida y el amor, y para poder trasmitir mejor la vida y el amor. Por eso no despreciemos nada, despreciar algo humano, es ofender a Dios. No despreciemos nada del hombre que somos, todo lo que somos nos lo puso Dios para que lo cultivemos. Crecimiento integral significa cultivar todo el hombre que somos, no sólo la cabeza. No ser hombre-fósforo, tiene una cabecita y después un palito..., no somos un fósforo. Cultivar toda nuestra humanidad, todas nuestras capacidades. Tan ricos somos que nos confunde y asusta ser tan complejos y profundos. A veces decimos: prefiero abrir sólo el primer cajón del ropero, me da miedo toda la ropa que tengo, después no voy a saber qué ponerme, pero si sabés todo lo que tenés, cuando haga frío sacarás lo abrigado, cuando haga calor, la ropa de verano. Tan complejos y tan profundos que nos asusta, nos asusta poseer simultáneamente tantos niveles de percepción y de ser. Tenemos mucha capacidad para percibir la realidad, la sentimos, la vemos, la oímos, la tocamos, la olemos, la intuimos. El hombre vivo es el que con todo su ser percibe y con todo su ser trasmite. Tan ricos somos que cada cultura y cada época desarrolla y despliega sólo un aspecto diferente de la riqueza humana. Cada época normalmente resalta o descubre algún aspecto, pero siempre con el riesgo de olvidar y despreciar otras. La pena es cuando, por lo que descubrimos, despreciamos lo que estaba en lugar de seguir agregando. A veces hay épocas que desplazan a otras pero por reacción. Por ejemplo: antes se educó tanto en la voluntad que ahora, por reacción, sólo en la sensibilidad. Seríamos esclavos de la sensibilidad si no siguiéramos educando en la voluntad. Antes importaba sólo 106 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” lo objetivo, no importaba lo que sentías, ahora importa tanto lo que sentimos que no importa tanto lo objetivo, y eso nos termina traicionando. Sigamos recorriendo y sumando, no desplazando. Cada época desarrolla un aspecto distinto, siempre con el riesgo de olvidar y despreciar lo que los otros descubrieron. Sólo en Jesús, el hombre pleno, descubrimos la verdad del hombre. En Jesús tenemos al hombre pleno a quien contemplar para entendernos. Y, sin embargo, al mismo Jesús cada época lo cercena al mirarlo desde el ángulo que sólo ella comprende. Cómo, a pesar de ver a Jesús con amigos, durante tantos años se despreció la amistad en la vida religiosa. El Evangelio lo dijo siempre, no es que ahora lo inventamos, ya estaba, pero en una época se sospechó tanto de la amistad que, hasta cuando se leía el Evangelio, esa parte no se la miraba tanto. Hoy hay páginas del Evangelio que no miramos, como cuando Jesús señala un límite o pide una renuncia. Sólo mirándolo a Jesús podemos comprender al hombre pleno, la verdadera jerarquía de valores y las verdaderas posibilidades del hombre. ¿Cuál es la posibilidad más profunda que tiene el hombre? En Jesús Dios nos lo reveló: la de ser infinita, profundamente amado y con poder para corresponder al amor que hemos recibido. Esa es la posibilidad más profunda del hombre, eso es tener vida en abundancia. “yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). ¿Qué es haber crecido humanamente si, en el fondo acumulé sólo bienes, ciertas capacidades y si todavía no me enteré que soy infinitamente amado por Dios? ¿De qué me sirve conquistar los planetas, si no sé que el Creador es mi Padre? Te regalo los planetas, me quedo con el Creador. Los hombres no sólo podemos elegir con quién relacionarnos sino también podemos elegir qué queremos 107 7 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor,,, desplegar. Con los años cada uno de nosotros se fue dando cuenta de sus falencias, de sus puntos débiles, de lo que no creció tanto. Tomar con seriedad nuestra vida, tomar con seriedad la vida espiritual, el amor a Dios, a los demás, es desplegar nuestro ser. Ser responsable es hacerse cargo del hombre que somos y animarnos a amar. No seamos egoístas, los demás y Dios nos quieren y nos necesitan plenos, necesitan encontrarnos bien. La gente se merece que seamos normales, la gente se merece que los amemos lo más parecido a Jesús que podamos. Y para eso tenemos que crecer, crecer bien, vivir bien. Por las dudas, viene bien aclarar que plenos no significa iguales, no significa responder a ningún modelo externo, sino llevar a plenitud lo más que podamos lo que cada uno de nosotros es, este que yo soy. Cada uno no mire al costado, “A ti que te importa, tú sígueme”. La plenitud no es que te compares a, sino que te mires al corazón y a Jesús y despliegues lo que sos. En definitiva ¿qué es la plenitud sino coincidir con el sueño de Dios? Esa debería ser nuestra gran pregunta en la oración: “¿Señor, qué soñaste de mí?” Ojalá fuéramos como Daniel, adivinador de sueños. ¿Qué soñaste, Señor, de mí, para mí? Y acá viene algo para subrayar: ¡Nunca es tarde! Mientras estamos vivos, significa que Dios cree que es posible todavía. No sólo hacernos cargo de nosotros mismos, sino darle permiso a los que nos aman, sólo a los que nos aman, para que se metan con nosotros. ¿Cuándo quiero crecer en serio? Cuando le doy permiso a los que me aman para que me ayuden. ¿Cuándo una novicia quiere crecer en serio? Cuando le da permiso a la Maestra para que la eduque. Por eso mismo es necesario no resistir tanto a la vida que nos toca vivir, sabiendo descubrir la mano providente del Padre que nos está moldeando. ¿Le dimos permiso a Dios para que cumpla su sueño? Cada vez que resistimos lo que nos toca vivir estamos luchando contra su sueño, porque si la 108 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” Providencia es verdad, lo que nos acontece es adorable. Es duro y es hermoso. Lo que tengo que dejar que suceda es que en mi vida real, Dios me vaya dando oportunidad de crecer, en lo que pasa y cómo pasa. El tema es cómo yo lo tomo, lo convierto en oportunidad o en carga. Francisco rezaba diciendo: “Haz de mi un instrumento de tu paz”. ¿Por qué? porque Francisco se dio cuenta que los hombres “como tierra reseca, sedienta y sin agua”, están esperando que alguien los encuentre con amor y los invite al amor. Recuerdan esa oración tan linda, donde haya odio, etc., etc. ¿Qué están esperando los hombres? Que alguien los encuentre con amor y los invite al amor. ¡Cuántos nacen y mueren sin ver el sol, sin encontrar techo donde cobijarse, sin ternura, sin salud, sin belleza, ignorantes, sin amistad, sin amor, sin fe, sin esperanza! Por eso, ¡qué responsabilidad tenemos” Cuántos pasan trágicamente por esta vida. Nos necesitan para despertarlos, pero para eso primero tenemos que despertarnos nosotros, dejarnos encontrar por el amor que nos invite al amor. Cuántos consagrados que no llegan a ser transfigurados por el amor. Qué desgarrador pasar toda una vida junto al río y morir de sed. ¡Qué triste y qué terrible! Qué desgarrador pasar una vida junto al río, al manantial de Agua Viva y morir de sed, estar siempre en compañía del “manso y humilde de corazón” y morir irónicos, agrios y calculadores; vivir predicando que “el sábado es para el hombre” y morir a su servicio; pasar una vida pisoteando el afecto y la sensibilidad, despreciándola y, paradójicamente, envejecer buscándose a sí mismos, mendigando el aplauso de los demás a cualquier precio y moviéndose exclusivamente por un criterio insuficiente como “me gusta o no me gusta, me quieren o no me quieren”… Pasar la vida a la escucha de la Palabra que dejó mudo al Padre y morir tristes por no haber estudiado y con la sensación de no ser nadie por no haber acumulado títulos que me den 109 7 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor,,, valor. ¡Es de locos! Tenemos en la mano la Palabra que dejó mudo al Padre y morimos tristes porque no pudimos estudiar... Qué dolor seguir al Servidor sufriente y creer que se fracasó por no haber ocupado “un cargo importante”. Muchos sacerdotes y muchas religiosas mueren tristes porque nunca fueron “alguien”. Es tremendo. Lo tremendo es que muramos tristes cuando nos ofrecieron la vida. Por eso ojalá que nos acostumbremos al amor y no podamos vivir sin él… Despertar al amor es despertar a la vida, y poder tal vez, comprender al fin lo que significa sufrir y morir. Sólo sabe lo que es sufrir y morir el que sabe lo que es amar. Despertar al amor es despertar al gozo y al dolor. Sólo padece lo fugaz el que probó lo eterno, sólo padece la soledad el que sabe de comunión… Pero ojalá nos acostumbremos al amor. Nuestro arzobispo Bergoglio nos dice siempre, “los prefiero lastimados por vivir y no enfermos, quiero una Iglesia lastimada por vivir, por tratar de amar, de vivir, de entrar en contacto con los hombres. Equivóquense pero por favor no se me enfermen en la sacristía”. El amor buscará disponer lo mejor de sí para el prójimo, para poderlo servir como se lo merece, del mejor modo posible… Los pobres se merecen que seamos serios, la gente se merece que seamos serios. ¿Cómo me preparo cada vez que tengo que ir al encuentro de los demás? Ellos se merecen lo mejor de mí y no sólo mi preparación intelectual. Trato de prepararme, no de preparar lo que tengo que decir. ¿Quién que se haya descubierto amado finamente y con delicadeza no se sentirá tarde o temprano interpelado a hacer lo mismo con los demás? Queremos que un día los demás sirvan, sirvámoslos. Quien se haya sabido amado con delicadeza y fineza a la larga se verá interpelado a devolver eso. Tiene que pasar la hora del reclamo para que llegue la de sembrar lo que se quiere cosechar. No tengo que vivir 110 7ª meditación “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” llorando lo que mi comunidad no tiene sino sembrando con lágrimas lo que quiero cosechar con gozo en mi comunidad. “Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas” (Salmo 126, 5-6). “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lucas 1, 38). ¿Qué me está diciendo María? María dispuso toda su humanidad, lo mejor posible, su maternidad, para el amado. He aquí la servidora, todo lo que soy, lo mejor que tengo, acá lo pongo para vos; supo poner las tinajas con agua en manos de Jesús… Y yo soy agua. Sepamos poner lo mejor que tengamos, aunque sea las tinajas con agua, en manos de Jesús. 7 111 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo…” “Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo…” (Juan 11, 1-2) Para el amor nada es peor que la ausencia. Por eso mismo nunca mide el costo de la presencia y de la compañía. Eso hace que el amor, en el caso de Dios, lo lleve a hacerse “una sola carne” con el hombre. Si para el amor nada es peor que la ausencia, justamente el que ama, es el que da el paso más largo, el que toma la iniciativa. Por eso Dios nos vino a buscar, se encarnó. ¡Qué bueno es poder verlo como un gesto de amor: no midió el costo! Qué breve es la expresión del Credo: “se encarnó por obra y gracia del Espíritu Santo”. No es una frase; se encarnó, se hizo plenamente hombre, compartiendo a fondo su fragilidad. No sólo se hizo hombre, lo quiso ser hasta el extremo. ¿Qué es encarnarse? A veces lo decimos muy ligeramente y no nos damos cuenta todo lo que implica, hacerse plenamente hombre, hacerlo plenamente compartiendo su fragilidad, la temporalidad, vivir el tiempo con su ritmo implacable, con sus lentitudes, con su vertiginosidad; vivir en la dimensión espacial. Aquel que no tenía el límite de estar aquí 113 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... o allí quiso sujetarse al espacio: estar aquí y no allí; compartir las oscuridades y desamparos que sentimos los humanos: no vemos todo, sentimos la intemperie. Hacerse hombre es experimentar los consuelos de saber lo que es un hogar, una madre, la sombra fresca del verano, el calor del fuego en invierno. Hacerse hombre es compartir con él la tentación, sufrir la incomprensión, la desconfianza de los demás, la indiferencia, la saña, la persecución, sentir temor, terror y espanto, experimentar el dolor y el amor. Jesús quiso maravillarse, conmoverse, llorar y gozar. Deseó ardientemente: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión” (Lucas 22, 15). Supo lo que es esperar largo tiempo algo muy querido, supo lo que es el cansancio, la sed y el hambre, supo lo que es la agitación interior, cuando uno está turbado, el enojo, la compasión, la amistad, la intimidad, el abrir el corazón a alguien. Supo lo que es gritar: “Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»” (Juan 11, 43). “Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró” (Marcos 15, 37). En el templo también gritó: “Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, gritó: «¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy?»” (Juan 7, 28). “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, gritó: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí»” (Juan 7, 38). Supo lo que es sentirse condenado, abandonado, el callar y experimentarse burlado, olvidado, despreciado, acusado, abandonado, juzgado y crucificado. Experimentó el abandono del Padre, su ausencia, su silencio inentendible, sobre todo 114 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo” en las horas supremas; supo lo que es la agonía y la muerte, más aún, ser puesto en un sepulcro… Toda esta lista es lo mismo que decir ¡Cómo nos amó! Libremente quiso venir a compartir esta suerte del hombre. Por eso leí el texto de san Juan donde Jesús en casa de Lázaro pregunta: “¿Dónde lo pusieron?”. Jesús pregunta por su amigo Lázaro pero, en el fondo, pregunta por su amigo el hombre. Jesús vino a buscar al hombre y se dio cuenta que el hombre no sólo estaba en este mundo, estaba en el sepulcro. Hay hombres muertos: ¿dónde está?, ¿dónde lo pusieron? ¿Qué le responden? Un lenguaje que él conocía: “Ven, Señor, y lo verás”. A Jesús también le habían preguntado: “Maestro, ¿dónde vives? Vengan y lo verán” (Juan 2, 38-39). Y ahora es Jesús el que tiene que escuchar: ¿Dónde está mi amigo, el hombre? “Ven y lo verás”, como diciendo: No era suficiente compartir la vida para encontrar al amigo hombre, había que compartir la muerte, irlo a buscar a donde estaba, al lugar de los muertos. Los antiguos íconos manifiestan bellamente esta verdad al mostrarnos a Jesús descendiendo a los infiernos y dándole la mano a Adán: “Levántate tú que duermes, levántate de entre los muertos” (Efesios 5, 14). El Padre quiere que nada se pierda, que hasta los muertos se enteren y participen del amor, usándolo en un sentido espiritual, que nada en el hombre esté muerto, Jesús quiere descender hasta las profundidades del corazón humano, a nuestras zonas muertas, para decirnos allí: “El Padre te invita al amor”, quiere que te enteres del amor, que nuestras zonas muertas participen de la vida. Esto está bellamente expresado en el Oficio de Lecturas del Sábado Santo, la segunda lectura, donde se celebra el descenso de Jesús a los infiernos. ¿Qué es el infierno? El infierno es como una metáfora, además de su realidad. Una situación invivible, una expe- 115 8 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... riencia de lo sin salida, cuando uno está en un pozo y no ve nada, no sabe cómo entró y no sabe cómo salir. Llamamos infierno a lo que no tiene solución ni redención. Lo no amable, me siento tan no amable que creo que estoy en el infierno, donde no llega nadie; aquí nadie puede venir, hasta ese pozo, hasta ese fondo, un abismo de dolor, una real capacidad de mal. Son todas comparaciones de cuando decimos, me siento en el infierno. Los hombres estamos heridos por el pecado, amenazados por nuestra fragilidad, somos mortales, ignorantes, débiles. Agobiados por nuestra grandeza, nos resolvemos en Dios. No podemos hacer equilibrio, como humanos, teniendo esta situación de fragilidad y esta vocación de grandeza, si no es apoyándonos en Dios, en su fidelidad, en su amor. ¿Por qué podemos hacer equilibrio cuando estamos al lado de dos abismos: nuestra pobreza y nuestra grandeza? Porque Él es fiel. Como Pedro, si dejamos de mirar a Jesús nos hundimos. No podemos ocultar demasiado tiempo ese infinito que lastima y ennoblece nuestro ser. A veces uno se quiere distraer y es un poco superficial, porque en el fondo teme darse cuenta de lo profundo que somos. Un retiro es una pulseada entre nuestra profundidad y nuestra superficialidad, tememos callarnos; más pasan los días más nos damos cuenta. Vivimos defendiéndonos de nuestra grandeza, de nuestra pequeñez -no me quiero ni acordar que estoy llamado a algo tan grande y ni me quiero acordar que soy tan pequeño-, defendiéndonos de nuestras miserias y dolores, tememos no soportar y, por eso, no queremos darnos cuenta. No podemos ocultar demasiado tiempo lo que somos. La Escritura, en más de un pasaje dice: “no se puede ver a Dios y seguir viviendo”: “Moisés dijo: «Por favor, muéstrame tu gloria». El Señor le respondió: «Yo haré pasar junto a ti toda mi bondad […] pero tú no puedes ver mi rostro, añadió, porque ningún hombre puede verme y seguir viviendo». Luego el Señor le dijo: «Aquí a mi lado tienes un lugar. 116 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo” Y cuando pase mi gloria […] te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después retiraré mi mano y tú verás mis espaldas. Pero nadie puede ver mi rostro»” (Éxodo 33, 18-23). ¿Cuál era la experiencia del israelita? Tenía y deseaba un encuentro con Dios, pero más de un hombre de Dios, un profeta o un patriarca, después de una experiencia de Dios dijeron: “Estoy vivo”, como diciendo creí que me iba a morir. ¿Se puede soportar tanta grandeza y seguir vivos? “Aquella noche, Jacob se levantó […] y cruzó el vado de Iaboc. […] Se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba […] y le preguntó: «¿Cómo te llamas?», «Jacob», respondió. Él añadió: «En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido». Jacob le rogó: «Por favor, dime tu nombre». Pero él respondió: «¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?». Y allí mismo lo bendijo. Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Peniel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida»” (Génesis 32, 23-31). Podríamos decir o preguntarnos al revés: ¿es posible saber quiénes somos y seguir viviendo? Es muy crudo un espejo que nos diga la verdad de lo que somos. Por eso es experiencia de infierno cuando un hombre toma conciencia real de quién es, es muy cruda esta experiencia. No es un juego conocerse a sí mismo. Si uno no se mira con la mirada de Dios, con su misericordia. Un consejo de la vida espiritual: hay temas que sólo son para pensar frente a Dios, frente al director espiritual o frente a un amigo. Como diciendo, si estoy sólo y me llego a dar cuenta quién soy, me hundo. Es para darse cuenta al lado de alguien que nos ama, que nos rescata con su mirada amorosa. La memoria más que para recordar, la utilizamos muchas veces para olvidar, los hombres tenemos una gran capacidad de hacer inconsciente aquello con lo cual nos cuesta convivir. 117 8 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Como me cuesta mucho tenerlo presente lo mando al fondo. Si ustedes quieren, cuando uno ordena rápido la pieza, todo lo mando al fondo, al ropero. Pero que olvidemos algo, que lo ignoremos o que no lo hagamos consciente, no significa que esté ordenado, que no exista, que no haya más; significa que no lo hago consciente. La conciencia no es la medida de lo real; a veces creemos que sólo existe aquello de lo que yo soy consciente y existe mucho más de lo que nosotros somos conscientes, y descubrir eso es más difícil y doloroso de lo que uno se puede imaginar. Un anciano sacerdote muy sabio en las cosas de Dios decía: “La noche oscura es hacer consciente el inconsciente”. Eso también es una terapia, un momento de oración, una circunstancia, donde se hace consciente ese fondo oscuro que todos tenemos. Es muy crudo, muy duro de aceptar y, a su vez, liberador. ¿Acaso no es una experiencia de infierno vivir sabiendo que vamos a morir tanto nosotros como los que amamos? Pensemos, por ejemplo, la madre que abraza a un hijo, si piensa un poco a fondo dice: “este hijo va a morir y yo también”; dos esposos ¿quién morirá primero? No es tan simple, a veces uno quiere no pensar. Ese mismo director espiritual, estaba sentado en una galería, miraba a todos los seminaristas, me acerco y le digo “¿Qué tal Padre, cómo anda? Estoy pensando, dijo, que un día todos se van a morir...”. ¿Acaso no es experiencia de infierno amar sabiendo que nuestro amor no le puede evitar el dolor ni la muerte a los que queremos; amar sabiendo que somos capaces de traición y de ser abandonados? Cómo nos extrañamos de que podamos traicionar a otro si lo hicimos con Dios; todos somos capaces de traicionar y de abandonar: vivir sabiendo que podemos no ser amados por nadie; vivir sabiendo que no tenemos garantía suficiente de no sufrir violencia. Acaso ¿no podemos fracasar en lo que estamos haciendo, quedarnos a mitad de camino; vivir sabiendo que somos insignificantes y pobres? El mundo no se acaba porque desaparezca cualquiera de nosotros; somos insignificantes, no somos “la” 118 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo” hermana, “el” Padre, somos una hermana, un Padre, insignificantes y pobres. ¿Acaso no es una experiencia de infierno vivir solo entre los hombres con un corazón que tiene una medida infinita? Para cuántos la vida es un infierno porque no saben de Dios. Su corazón tiene la medida de Dios y sólo pasan la vida frente a amores humanos. Por eso nunca nada les basta, porque el corazón tiene otra medida. Podemos vivir sabiendo que podemos soñarlo todo y tal vez realizar algo. Un joven es un gran soñador pero, si mira con crudeza a los adultos, se puede hacer esta consideración: de todo lo que yo sueño a lo mejor realizo algo, pero no todo, puedo soñar más de lo que puedo realizar. Es duro vivir, es una experiencia de infierno vivir sabiendo que no sabemos; a veces nos animamos a decirnos la verdad: qué poco sabemos, de todo, no de algo, de todo, qué poco sabemos. Vivir pudiendo concebir la nada; el hombre puede concebir la nada, una de las grandes amenazas hacia el futuro ¿y si todo es nada? Eso es lo terrible del hombre, el animal no se da cuenta de nada, el hombre se da cuenta de la nada: vivir padeciendo el sin sentido, una vida que parece no tener rumbo, vivir con sed infinita; el horror de vernos aparentemente librados a nosotros mismos. Cuando uno experimenta o tiene la sensación de que está solo en la vida y depende sólo de sí mismo, de sus fuerzas, de lo que entiende, parece que Dios nos tiene olvidados y que tenemos que resolver la vida sólo con nuestras fuerzas. Vivir sabiendo que Dios es una gracia y no un derecho; yo no tengo derecho a Dios, Dios es un regalo, es don: vivir sabiendo que somos gracia y no creadores, que alguien nos dio la vida y alguien nos la puede pedir. El infierno es darse cuenta de todo esto y de muchas cosas más y no poder morir, no poder ponerle fin al sufrimiento. Es darse cuenta de la posibilidad de ser feliz y poder perder la felicidad que tengo hoy. El infierno es como la sombra que 119 8 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... sólo se concibe desde la luz, el frío desde el calor; es creer que el amor no es para uno, es una ausencia padecida, es una insoportable presencia de uno mismo; es sufrir sin esperanza. Esto para algunos les puede parecer exagerado y a otros les puede quedar corto. Hay experiencias que a algunos les suenan extrañas que existan; sin embargo son reales. ¡Qué abismo gris, la vida del que ni sabe lo que pierde! Ni siquiera fueron conscientes de lo que no tuvieron o perdieron. ¡Qué abismo atormentado del que sabe e intuye lo que cree perdido! ¡Qué vida fría la del que no tuvo nunca esperanza, nunca esperó nada! Una especie de serenidad congelada, pero qué golpe profundo el haberla tenido y haberla perdido. ¿Quiénes sienten angustia y el pecho comprimido y oprimido? Aquellos que, gracias a Dios, no pudieron domesticar el corazón y resignarse a no ser felices. Cuando nos duele el corazón es que, gracias a Dios, no lo pudimos domesticar en el mal sentido de la palabra, y enseñarle a no ser feliz. Si nos duele es porque le queda chico lo que estamos viviendo y él quiere espacios grandes. La angustia es la señal de un corazón que se resiste a ser infeliz, que no quiere ser infeliz y por eso le aprieta el pecho, aprieta porque le queda chico lo que estamos viviendo, sin horizontes. La frontera está demasiado cerca. El corazón que no se resigna a ser infeliz, a ser solitario, a ser anónimo, el corazón que dice yo no quiero pasar por este mundo, por esta vida y ser estéril. El infierno de una vida que se prolonga sin sentido. Vivir es una agonía interminable para el hombre que no tiene ni fe ni esperanza, ya está todo perdido. Concebir la vida como un haber nacido sólo para morir insatisfecho. Haber nacido es ser consciente de que voy a morir insatisfecho. Me acuerdo una expresión de Antonio Machado: “Ay de los ojos que un día se abrieron para tornar a la tierra hartos de mirar sin 120 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo” ver”. Cuando leí eso a los 16 años dije, por favor ¡no! El infierno de que algunos tienen la sensación de que no son necesarios para nadie; nadie me espera, nadie me necesita. El infierno de algunos que no se han dado cuenta de todo esto y creen ser los que entienden, los seguros, los maduros y equilibrados; son los que creen que entienden y, encima, los que muchas veces mandan. Ni siquiera rozaron el dolor, cómo van a entender a los que sufren. Dostoievsky, hizo escribir en su lápida: “el secreto es enloquecer y volver”. ¿De dónde sacó esa ciencia del hombre? Tuvo una vida muy dramática. Enloqueció de dolor, padeció el sinsentido, sus personajes no los inventó, son un eco del drama humano, de su vida y de tantas vidas que vio. Pero volvió. Los grandes santos son los que descendieron a los infiernos y volvieron. Pero volvieron de las pruebas, de las tentaciones, de las oscuridades, son los que nos pueden contar después. Esos son los que entienden la vida. Sólo se empieza a entender después de no haber hecho pie en el abismo. ¿Quiénes son los que empiezan a entender algo de la vida? Los que alguna vez no entendieron nada. El que siempre entendió todo, todavía no entiende nada. Cuando uno pasó por momentos, y a veces años, en los cuales no entendió nada, tal vez después empiece a entender un poquito de algo. Jesús le decía a Pedro: “Yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22, 32). Antes de volver los vas a aplastar, después se van a poder apoyar en vos. Allí nos fueron a buscar; Dios se hizo hombre, el infierno es tierra habitada, desde que Jesús descendió a los infiernos de la condición humana, por allí pasó Él y desde allí suplicó lleno de compasión: “perdónalos no saben lo que hacen”. Como si, mirando al cielo, desde la pobreza extrema del 121 8 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... hombre, Dios le dijo a Dios, mirá, perdonalos, no sabés lo que es estar de este lado, no saben lo que hacen. Jesús no vino a aliviar sino a curar, que es muy distinto. Hay gente que busca alivio, no solución. ¿Qué quiere decir? Vengo a que me den una palabrita, una manito sobre el hombro pero, en el fondo, no quiero que me ayuden porque si me ayudan me complican la vida. Lo podemos aplicar a la dirección espiritual, a la amistad, a la vida comunitaria, a la formación, como diciendo, yo quiero alivio no soluciones. Jesús no vino a aliviar, vino a curar; no vino a barnizar la superficie, vino a asumir, a sanar y a elevar al hombre, pero desde el fondo, a fondo. Por eso Jesús quiso comenzar su ministerio en el desierto. Cuando sale de Nazareth, antes de encontrarse con los hombres, quiso terminar de encontrarse a fondo con el hombre que había en Él. Sólo encontrando “al hombre”, sacándolo a la superficie y sólo después de eso, encontrarse con “los hombres”. “Él sabía lo que había en el hombre”. ¡Qué maravilloso esto! Sólo después encontrarse con los hombres para terminarlos de entender, porque Él había probado a fondo lo que es la condición humana. ¡Cuántas veces estamos apurados! Un ejemplo: hay novicias que hacen apostolado y hay novicias que no pasaron por el desierto. Las novicias tienen que pasar por el desierto porque, si no se encuentran con su humanidad y con los hombres en la mujer que son, nunca van a encontrarse a fondo con nadie. Van a ser pintoras, no evangelizadoras. Que hagan un poco de apostolado no está mal, pero que no dejen de ir al desierto, donde uno no pueda escapar de uno mismo ni de Dios. El Evangelio sólo es respuesta para un bienaventurado, es decir para aquel que comprendió con dolor, con lágrimas, que no se puede terminar de entender y saber solo. ¿Para quién es una fiesta el encuentro con Jesús? Para el que estaba perdido, para el que estaba solo, angustiado, ignorante, vacío, para aquellos que se dieron 122 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo” cuenta que necesitan de Dios y de los demás… Si hasta allí nos fueron a buscar, si así nos amaron a nosotros, ¿hasta dónde hay que ir a buscar al amigo, a la oveja perdida, al hijo extraviado? La respuesta es muy simple, hasta donde se encuentre. ¿A dónde hay que ir a buscar al ser amado? Hasta donde esté. Para el amor nada peor que la ausencia. Hay que encontrar al hombre entero, enterarlo que el amor existe y que está dispuesto a todo menos a perdernos. Los verdaderos apóstoles y misioneros son los que buscan al hombre allí donde está, en el infierno en que se encuentre para decirle con su misma acción de ir hasta ahí: Dios está dispuesto a todo, menos a perderte, y por eso te vino a buscar hasta acá. En todos los lugares donde se encuentre el hombre, cualquiera sea su situación geográfica, moral o cultural, allí hay que ir a buscarlo y decirle: “Dios está dispuesto a todo, a cualquier cosa, menos a perderte”. Eso es ir hasta los confines de la tierra. Encontrar al hombre donde estén sus heridas, sus caídas y sus miserias, lo que lo avergüenza y humilla, donde estén esos hechos que cambiaron su vida, eso que quiere olvidar y negar, eso de lo que vive huyendo y no puede. Si no llegamos a su fondo, a donde le duele, a donde está su cicatriz más profunda, no llegamos. Llegar a ese lugar, inconsciente, profundo y lastimado, donde se esconde un niño asustado y humillado. En el fondo de todo hombre, y en el que parece más malo, hay un niño asustado y humillado, al que la vida lo maltrató. Y a ese niño hay que ir a decirle: “te invito a la vida, crecé, ahora vas a encontrar sol, no heladas; amor, no palos; sentido, no sinsentido”. En esto, en teoría, todos estamos de acuerdo. En la práctica es muy difícil que un Instituto acepte que los procesos de las personas vayan hasta el fondo. Queremos que enseguida se ponga bien, en vez de que termine de estar mal y salga en 123 8 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... serio del fondo y se recupere, que al fin encuentre sentido. En teoría todos aceptamos los procesos, pero es muy difícil que aceptemos convivir con quien está viviendo un proceso porque es muy incómodo. Incluso, nos parece, buscamos a los que tienen recetas baratas y rápidas, y alejamos a los que quieren ir hasta el fondo. El que pueda entender que entienda. Hay que estar preparado para situaciones que nos pueden tocar vivir a todos nosotros; situaciones de pecado, de dolor, de enfermedad; situaciones afectivas, sociales, psicológicas que jamás imaginamos nos hubieran tocado vivir. Digo preparados, pero en el fondo uno no puede prepararse para esas cosas; tal vez no pueda prepararse pero sí saber que nos puede tocar vivir cosas justamente para las cuales no estamos preparados. Hay cosas que sólo se aprenden cuando nos empiezan a suceder y, si nos las quisieran explicar antes, no las entenderíamos. Feliz aquel al que se lo dijeron antes de que le pase; saber que esas noches, esas crisis, esas pruebas, son una amorosa pedagogía de Dios, una amorosa oportunidad. Bienaventurado el que lo puede vivir sabiendo que es una amorosa pedagogía. Seguir al Señor donde quiera que vaya, como Jesús le dijo a Pedro que se lo aseguraba: “Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte” (Lucas 22, 33). “«Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras». De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios” (Juan 21, 1819). Habrá un momento donde perderás el control de tu vida y habrá que obedecer por primera vez en la vida. Esa va a ser la gran obediencia. 124 8ª meditación “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo” María al pie de la cruz terminó de experimentar el infierno de un mundo que no se dejó visitar por el amor… Pensemos qué infierno fue para María saber que estaba en un mundo absolutamente necesitado de la visita de Dios y que lo echó. ¡Qué terrible! ¡Qué soledad la de haber sido consciente de que el amor nos visitó y encima lo echamos! 8 125 9ª meditación “María eligió la mejor parte: el clima y el ritmo del amor” “Pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada.” (Lucas 10, 42) Dios no sólo creó sino dispuso, con sabiduría y amor, que este mundo, este universo en el que vivimos, estuviera sometido a un ritmo vital que nosotros llamamos estaciones: invierno, primavera, verano y otoño. Cada una, con su particularidad, con su característica propia, contribuye, permite que nuestra tierra sea fecunda. Aún el invierno que parece tiempo de pura esterilidad es un tiempo durante el cual la tierra se enriquece, está descansando, asimilando los restos de la cosecha anterior, se está haciendo de nuevo sustanciosa para recibir la semilla. Dice con sabiduría el libro del Eclesiastés: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado…” (Eclesiastés 3, 1 ss.). Los hombres también tenemos nuestros tiempos, nuestras estaciones. La vida no es siempre igual, siendo los mismos, vamos lenta y vertiginosamente, recorriendo las etapas de 127 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... la vida. Esa es nuestra sensación: lentitud y vértigo. Con los años nos vamos dando cuenta que la vida no es sólo algo dado, algo que nos dieron para que pasivamente lo vivamos, sino que es también una respuesta y posibilidad de elección. Soy este, pero puedo retocar lo que soy, puedo variar un poco el rumbo de las cosas, puedo decidir. Un día, casi sin pensarlo, a determinada altura de la vida se asoma una pregunta: ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿es así como quiero vivir? Y no sólo una vez sino varias veces surge esta pregunta, y no sólo en el momento vocacional sino aún durante la vocación y del camino que elegimos. Y nos damos cuenta que la pregunta sigue siempre vigente; nos damos cuenta, y muchas veces con dolor, que lo que no tiene espacio en nuestra vida, que aquello a lo que nosotros no le dedicamos tiempo, tarde o temprano termina no existiendo. Uno puede pensar de una manera y vivir de otra y eso, tarde o temprano, nos divide y deteriora. Uno cree que vive lo que piensa, pero no siempre vive lo que piensa y, por eso, con el tiempo, si lo que deseo, lo que pienso, lo que sueño, no lo voy haciendo concreto, me doy cuenta un día que no existe. Y que estoy dividido: una cosa son mis ideas y otra mi realidad, una cosa es lo que yo creo que soy, lo que quisiera vivir, y otra cosa es lo que vivo, lo que soy. Fe, afectos, convicciones, sueños, necesitan encarnarse o serán sueños nada más. Lo que decimos, para mí esto es importante, tendrá siempre que tener una tensión de concreción. Si nuestros sueños no se concretan de alguna manera, si no los vamos plasmando un poquito en la realidad, se pueden evaporar. O voy tratando de vivir como pienso o terminaré pensando como vivo y, el retorno, será aún más difícil, al perder hasta la noción de lo que pierdo. Lo olvidé, terminé reduciendo mi mundo no sólo concreto, sino mi mundo interior, a un pequeño espacio, a dos o tres cosas y a nada más. Perdí el horizonte. 128 9ª meditación “María eligió la mejor parte...” Para vivir así, como uno piensa, como uno quiere y cree que tiene que vivir el sueño de Dios, en primer lugar hay que tener una gran fe. Como si dijera: para volver a ser como niños, hay que creer en el Padre y dejarlo ser Padre. Para vivir el sueño de Dios hay que tener mucha fe, sobre todo, cuando pasan los años. A lo mejor, de entrada, pensamos que es más simple, pero Dios soñó por encima de nuestras capacidades, entonces cuando nos damos cuenta que el sueño nos queda grande, hace falta mucha fe para vivir algo que nos damos cuenta que nosotros solos no podemos alcanzar. Abraham tuvo que tener mucha fe para seguir esperando un hijo, sabiendo que su esposa era estéril y él ya muy anciano. “Entonces el Señor le dirigió esta palabra: «[…] tu heredero será alguien que nacerá de ti». Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: «Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación” (Génesis 15, 4-6). Confesar con la vida que uno no es Dios, aprender a descansar en Él, a poner nuestras preocupaciones en sus manos, no es tan fácil como parece. No es lo mismo tener fe, que vivir de la fe. Y uno cree que tiene poca fe cuando empieza a vivir de la fe y se da cuenta que está agarrado sólo de la fe, ya no de sus convicciones humanas, de sus cálculos. Por eso sólo sabe descansar el que sabe adorar. Por eso a un adulto le cuesta descansar, porque tiene muchas preocupaciones. Para saber descansar hay que saber adorar, es decir reconocer vitalmente a Dios como Dios. Y, en segundo lugar, para vivir como uno piensa hay que estar dispuesto a pagar el precio que esto tiene. Un costo que puede ser literalmente económico, aunque no siempre. Vivir como tenemos que vivir puede llevar a reestructurar obras, a no calcular tanto, a no pensar tanto con criterio económico, y esto puede tener un costo en la vida real. ¿Estamos 129 9 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... dispuestos a tener la libertad de vivir el carisma, aunque esto tenga un precio? Y cuántas veces nos dimos cuenta, con vergüenza, que ni siquiera tuvo un costo, porque cuando nos confiamos en Dios, fue real que Dios proveyó. No había que calcular, el Señor dijo, el que trabaja merece su salario, no temas, no te va a faltar. Un costo que no es siempre económico y, a veces, ni siquiera económico; hay otros costos más altos y más caros. Un costo social: cuando nos empezamos a animar a vivir como tenemos que vivir, ya sea un Instituto, una comunidad, o una persona dentro de un Instituto, o de una comunidad o en el mundo, muchos no comprenderán esta manera de vivir. Hay maneras standard de vivir y, si uno más o menos vive así, no llama la atención, es lo que hacen todos. Ojo, no es procurar llamar la atención haciendo cosas distintas, pero es verdad que al que responde a su más profunda vocación o vive con cierta radicalidad, muchos no van a comprender esa manera de vivir, aún dentro de la Iglesia -y tal vez primero dentro de la Iglesia-; más aún, muchos sentirán la necesidad de desprestigiar al que les recuerda lo que deberían estar haciendo ellos y no pueden o no quieren. Ya lo dice la Escritura: “Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Él se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes” (Sabiduría 2, 12-15). El justo molesta con el sólo hecho de estar, es molesto alguien que cambió. Sin querer nos dice a todos, se puede cambiar. 130 9ª meditación “María eligió la mejor parte...” “María eligió la mejor parte”, hay una parte que nosotros podemos elegir, y es la calidad, la radicalidad, el estilo profundo de vida que queremos tener. María eligió la mejor parte ¿y nosotros? Para nosotros, como consagrados, ni siquiera es un asunto meramente individual; nuestra vida está llamada, debe despertar conciencia de otra cosa, nuestra vida es una vida que tendría que interpelar, que mostrar que “el hombre no vive sólo de pan” (Mateo 4, 4), que el hombre es sagrado y no profano y esto no por lo que hace o donde está, sino por cómo lo hace, desde dónde lo hace. Lo que hace sagrada o profana a una persona no es el lugar donde habita; yo puedo vivir en Tierra Santa y ser profano, y puedo vivir en la mitad del mundo y vivir religiosamente. Nosotros no somos Dios, y no lo tenemos que reemplazar; atención, que hay maneras agitadas de vivir que creen que tenemos que reemplazar a Dios. Nosotros no tenemos que reemplazar a Dios sino hacerlo presente, que es distinto, y ser sus instrumentos. Somos instrumentos de la Providencia, pero no la Providencia. Dios nos usa como usa de muchos otros recursos, de todo, no sólo de nosotros. Hay una noción de eficacia que es profundamente deshumanizante, que puede esconder una falta de fe en el Dios Providente, aunque parezca muy generosa, y que nos termina profanando y estresando. Profanando porque vivimos tan ajetreados que nos alejamos de nuestro fondo, ya no actuamos desde dentro. Puedo hacer mucho pero no sé si hago mucho sin calidad de amor y, encima, nos estresamos, lo que implica perder muchas cosas: humor, salud, calidad de oración. Ser fecundo no es lo mismo que eficaz, la prédica eclesial normalmente critica la eficiencia del mundo y la competitividad. A veces nosotros somos competitivos y eficaces como lo hace el mundo, aunque en cosas sagradas. En el fondo somos un hombre ajetreado más, y no somos fecundos, que es otra manera de vitalidad que se va a fijar no tanto en la 131 9 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... cantidad sino en la calidad, y lo que engendra es vida, no cosas. Hay parroquias o diócesis que viven generando cosas pastorales y no vida. ¡Cuántas “Casas Generalicias” viven repartiendo papeles, encuestas y trabajos; generan cosas, no hay vida. Conozco hermanas que están hartas de llenar papeles. Yo muchas veces les digo, hermanas no entren en la locura. Vivir es mucho más simple y más fecundo. Von Balthasar dice “En este momento existen las herejías de las reuniones”, vivimos reunidos, pero en demasía. Hay pastores que no están nunca con su rebaño: reunión de, comisión de, cosa de, y nosotros nos quejamos que los padres no están en casa… Ser fecundo no es lo mismo que ser eficaz; irradiar no es siempre hacer, sino ser. Así vivió Jesús sus treinta años de Nazaret; no fue un apurado en crecer, cuarenta días en el desierto, buscando y no sin hacer cierta violencia; momentos importantes de oración, momentos de descanso con los suyos, momentos de intimidad con los amigos, aun en las jornadas cargadas de ocupaciones. Jesús estaría bastante ocupado después de la entrada a Jerusalén, y, sin embargo, esa noche fue a lo de Marta, María y Lázaro. “Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?». Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea». Después Jesús entró en el Templo y echó a todos los que vendían y compraban allí, derribando las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas. […] En el Templo se le acercaron varios ciegos y paralíticos, y él los curó. […] En seguida los dejó y salió de la ciudad para ir a Betania, donde pasó la noche (Mateo 21, 10-17). La vida de Jesús como la nuestra, tiene también momentos en los cuales ya no es posible disponer, sino sólo podemos consagrar lo que nos toca vivir. Hay momentos en los cuales 132 9ª meditación “María eligió la mejor parte...” podemos ser más o menos ordenados, y la vida tiene momentos en los cuales hay ritmos que no nos permiten ser ordenados ni elegir lo que nos toca vivir, pero sí podemos consagrar lo que nos toca vivir. Cómo lo vivimos es el tema. Podemos vivir con señorío ese estar, a veces, corriendo. Igual que las horas de dolor y de pasión; ciertas horas en las cuales la vida tiene un vértigo que no es posible detener. Así como no se puede detener un río sino sólo encauzarlo, así la vida tiene momentos en los cuales hay que enfrentarla. Voy a usar una imagen de la pampa: la humildad con la que el trébol enfrenta y resiste el viento pampero. El viento pampero es ese viento que limpia; es fuerte, frío; el trébol si saca pecho y quiere resistir, es cortado por el viento; entonces el trébol es más vivo, es chiquitito, se pega al piso y le dice al viento: estás apurado, pasá, y luego que pasa se levanta de nuevo. Nosotros también, hay momentos de la vida en los cuales querer resistir es quebrarse; en cambio, hacerse chiquito y dejar que pase la tormenta, que pase la locura es lo conveniente. Por ejemplo, Comuniones: 300 padres en el colegio o en la misión o en lo que fuere; en ese momento, si quiero tener la vida ordenada como en el Noviciado, me será imposible. Hay que saber flexibilizarse, abajarse, dejar que pase, consagrarlo; hay que hacerse pequeños y pasar las tormentas lo mejor posible… A veces nos enfermamos porque somos empecinados y falta esa gimnasia de: lo que mejor se pueda, lo que buenamente se pueda. No es esta una pobre opinión personal. Recordemos que, a san Juan de la Cruz, un día le escribe una carta una hermana y le pregunta: “Padre, ¿qué tengo que hacer para ser santa, para ser mística?” Entonces el santo le contesta: “cumpla los mandamientos, ame a sus hermanas y viva lo mejor que pueda”. Cada vida tiene un estilo, un ritmo, un clima según sean sus posibilidades. Algunas de ustedes son un águila, otras un 133 9 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... gorrión; sea una buena águila, y la que es un gorrioncito que sea un buen gorrión. Cada vida tiene su estilo y su ritmo. Yo sé lo que sos, dejá que los demás sean lo que son; no te dejes enjaular, pero no enjaules a nadie; vos viví pero no te quejes, ni pises, ni ahogues, ni empujes. Cada persona tiene su ritmo. Hay gente que, al mirarla corremos el riesgo de decir: “no debe rezar nunca”. No hay que juzgar; reza pero de otra manera, o tiene otro clima interior. Algunos necesitamos muchos medios y un ambiente adecuado para no perder en espíritu y otros, en medio de la selva, viven con espíritu. Sepamos respetar todas las especies que hay en el Arca de Noé. “Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón” (Mateo 6, 21) ¿Cuándo administramos bien el tiempo cada uno de nosotros? El tiempo es bien administrado cuando lo que más amamos le termina de dar el tono y la proporción a todo lo que hacemos. En esto no vale la misma medida para todos, pero cada uno de nosotros sabe dónde está su tesoro, su corazón; qué soñó Dios para él. Estás siéndole infiel a tu verdad cuando tu tesoro, el fondo, no es lo que le da a tu vida el tono y la proporción a todo lo que hacés. Cada uno de nosotros tiene un algo que no es negociable y, desde ahí, hay que proporcionar, cuidar el clima interior, la verdad de lo que somos. Exagerando un poco, podría decir: “muéstrame tu agenda y te diré donde está tu tesoro”. Si alguien mirara nuestro horario tendría que adivinar cuál es nuestra prioridad. Si alguien mirara nuestra agenda: ¿resalta mi opción? A lo mejor no. Ya desde la creación, pero sobre todo después de la Encarnación, para vivir bien no hay que salir de la realidad; para vivir bien, para vivir religiosamente, no hay que escapar de la realidad, hay que cargarla de sentido. Las cosas son religiosas cuando las hacemos en Dios, desde Dios y para Dios. La vida de un pianista, de un artista, de un poeta, de un 134 9ª meditación “María eligió la mejor parte...” deportista, de un trabajador, tiene un cierto estilo. El obrero no puede trasnochar porque llega cansado y por la mañana tendrá que ir a llenar la carretilla, a hacer la mezcla; tiene su ritmo. Si la vida de otros tiene opciones y renuncias, imprime un cierto hábito y una serie de renuncias. Así, una vida que da prioridad al amor tiene un clima y un ritmo propio sobre el cual no hay que dejar de velar. Cuando uno tiene una opción clara, ya sea por obligación o por gusto, tiene un ritmo de vida. ¿Se nota que nosotros tenemos algo que nos entusiasma y le da a nuestra vida una disciplina? Cuando uno no tiene disciplina en torno a algo, es porque no tiene ideal. Hay mínimos comunes; después respeto la diversidad, pero hay una disciplina común. Más allá de la disciplina por deber, uno nota que, porque dejó de tener tensión amorosa, está gritando en su desorden que no sabe qué hacer con la vida. Hay que velar, más que por cuidar horarios, por tener vivo el fuego, la pasión por el tesoro, por el amor que rige nuestros corazones. Un enamorado siempre encontrará tiempo. El que no tiene tiempo para rezar no está enamorado. Es así; el tema es interno. Un enamorado duerme dos horas pero a su novia la ve. El que no reza es porque no está enamorado, no es porque esté ocupado. Esto es duro pero es así. Hay que ser mujeres normales, porque las mujeres normales, o se quedan en la vida consagrada porque están enamoradas de Jesús, o buscan amor afuera. El que puede vivir sin estar enamorado, sin una pasión, en el fondo, no es una persona normal. La vida contemplativa, con su clausura y sus horarios, está haciendo una profesión de fe, en la cual todo está dispuesto para custodiar el amor. ¿Qué es la vida contemplativa sino una opción radical para custodiar lo esencial? Sin embargo esto tiene algo de artificial. ¿Por qué? Porque la vida no es sólo así, tampoco la vida de Jesús es sólo oración e intimidad; este es sólo un aspecto. La vida contemplativa es 135 9 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... un grito, un testimonio de dónde está la prioridad, una señal para la Iglesia y para el mundo de dónde está la mejor parte, como diciendo, no te olvides de lo esencial. Ella existe no para que imitemos esa forma de vida sino para que busquemos lo esencial y seamos capaces de crear un estilo de vida diferente en la vida normal, pero teniendo en cuenta lo esencial. Lo nuestro es crear ámbitos de vida, que no es lo mismo que transmitir una cultura monástica. En la antigüedad se cometió este error. En lugar de imitar la opción de la radicalidad por el Señor, se copió la cultura monástica. Todas las Congregaciones tenían que parecerse a las monjas, y esto trae tensiones con la vida real. Pensemos en el apostolado: nuestros horarios no pueden ser los de los monjes, estos no son los de la vida real. Sí, nuestra vida tiene que tener la opción por la comunión profunda con Dios y por la oración. No se dejen llamar “hermanas activas”; ustedes también son contemplativas. No recen menos que una contemplativa, pero en vez de ir a hacer una tarea manual harán otra cosa, pero no recen menos. Si copiamos la cultura monástica, negamos la historia y, a la larga, provocamos una falsa alternativa entre oración y acción; no son cosas contradictorias, se complementan, se puede ser profundamente contemplativo en la acción, siempre que haya oración. Si no hacemos esto también habrá una falsa alternativa entre el tiempo y la eternidad. Parecería que, para estar con Dios, hay que salir del tiempo, en lugar de consagrar el tiempo, que es lo que hizo la Encarnación. Es una falsa alternativa optar por lo esencial o lo accidental. La vida necesita lo esencial y lo accidental. Las pedagogías, las maneras de educar, las maneras de vivir de cada Instituto y sus estilos de vida pueden ser muy diferentes, tantos como Institutos y personas haya. Los Institutos no pueden ser todos iguales, a veces se parecen demasiado los estilos de vida. Cada Instituto tiene que tener un estilo 136 9ª meditación “María eligió la mejor parte...” propio, no temamos a la diversidad. Lo importante es que haya un estilo y que lo cuidemos. Cada uno tiene que tener su estilo y su pedagogía. Lo malo es que no haya estilo ni pedagogía. Cada uno sabrá cuál es el suyo, cuál es la pedagogía que sigue la Congregación para vivir el carisma; lo importante es que lo sigan. El año tiene sus estaciones, la semana su domingo, el día sus luces y sus sombras, el largo camino de Emaús, que es la vida, tiene sus momentos de cansancio y desaliento, de encuentro y de diálogo, de cobijo y de pan. La vida no es “todo igual”. Nuestra vida tiene que tener distintos momentos. La Eucaristía es cima y fuente y crea estilo de vida, es escuela de vida. Quien vive bien la Eucaristía, sabrá que en la vida hay un momento para el diálogo, la súplica, un momento para la oración, para el encuentro, para la comunión; momentos de silencio, de silencio de presencia, de silencio de escucha. La Eucaristía, si uno se detuviera a saborear todos sus instantes, nos estaría diciendo no sólo cómo rezar sino cómo vivir. Cuidado, en los Noviciados está muy claro, (eso espero), un momento de oración, de trabajo, de descanso, de comunidad; cada cosa tiene su tiempo. Eso no es sólo para las novicias, es para que las novicias incorporen que la vida religiosa tiene que tener todos esos momentos, por supuesto con la elasticidad de la vida real, pero los momentos tienen que existir. Una comunidad donde falten momentos de encuentro, momentos de trabajo, de oración, falla el equilibrio de la vida, la calidad de la vida. Se supone que creemos en lo que somos, cuando uno deja de creer que la vida religiosa es fecunda por lo que es, que ella misma es mensaje y palabra, uno cree que tiene que hacer cosas para valer y no, en primer lugar, ser para poder hacer. Hay que buscar la armonía y la belleza; tratemos de tener una vida bella y armónica, pero siempre con realismo y no 137 9 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... como un fin en sí mismo; siempre habrá una sana tensión entre nuestros planes y la caridad. Tratemos de tener una vida bella pero siempre en tensión con la caridad. Por eso tenemos que amar con verdad y amar de verdad. Amar con verdad significa con belleza, con orden, con armonía, amar con verdad pero de verdad, entonces siempre estaremos tensionados. La sana tensión entre el ideal y lo real, entre lo que debe ser y la caridad que nos interpela y nos desordena. ¿Nos desordena o nos da el verdadero orden y belleza? Todos, pero la mujer de un modo especial, están llamados a crear clima. Si nos importa el amor, el amor necesita un clima y un ritmo y, normalmente, ¿quién pone el clima y el ritmo en la casa? La mamá es la que pone el clima. El primer ámbito de vida es el seno materno, la mujer sabe de eso porque ella misma es capaz de gestar vida; su propio seno es ámbito de vida, por eso un bebito puede gestarse durante nueve meses en la mamá. La mujer es creadora de ámbito de vida, su presencia hace hogar. Hay familias donde hay una mujer y once varones, pero la mujer es capaz de darle el toque femenino a la casa. Hay casas donde viven cinco mujeres y ningún varón y, a veces, no se multiplicó, se neutralizó. Así como la mujer crea hogar, así como lo hizo María, así la Iglesia está llamada a convertir este mundo en un hogar; esa es la misión. La Iglesia es la madre que tiene que hacer de este mundo una familia, un hogar. María es la plenitud de la caridad desplegándose en lo ordinario, en lo cotidiano. La Virgen María, la más santa, la más grande, desplegó la caridad en las cosas más simples. No hay tarea pequeña, no hay nada que no pueda ser vivido con caridad plena. Las cosas no son importantes sino hasta que las hacemos importantes con el amor. 138 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” ““Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?» Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?»” (Juan 6, 5. 7-9) Una afirmación clásica de la filosofía griega dice: el obrar sigue al ser. Es decir, cada ser tiene una identidad, una verdad. Por eso es esto y no aquello. Eso nosotros lo llamamos una naturaleza que lo hace ser de un modo determinado, y le permite obrar de una manera particular. En definitiva cada ser obra según su naturaleza, según lo que es. Nunca nos terminaremos de maravillar, al mirar la creación, de la infinita variedad de seres y la complementariedad de las creaturas. No sólo existen diversas, sino diversas en armonía. La creación no es un caos, sino este inmenso coro, donde los seres están en relación unos con otros y forman una bella armonía, este bello arco iris del cual nosotros somos parte. Saber apreciar y gozar esta maravillosa sinfonía, esta diversidad de creaturas, esta 139 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... maravillosa puesta en escena que es la creación, es celebrar la infinita bondad y sabiduría de Dios. Aprender a mirar la diversidad y celebrarla, no sólo de las creaturas sino de tantas maneras de ser humano, y que cada uno de nosotros sea este único que es y aprendamos a complementarnos. La Escritura dice: “Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer” (Génesis 1, 27). De ahí se desprende la importancia que cada uno de nosotros ocupe el lugar que debe; que seamos lo que somos y obremos de acuerdo a lo que somos, que sepamos complementarnos con humildad y amor. Si no somos fieles a nuestra identidad, va a haber un puesto vacío, algo que nadie hizo. Eso poquito que soy, en manos de Jesús, puede contribuir a alimentar a la multitud. En este coro faltaría una voz si no está la mía, en este arco iris, si yo no estoy, faltaría un color. No sólo obramos según nuestra naturaleza, sino según la edad que tengamos. En las distintas edades de la vida vamos obrando de manera diferente. Por eso es imprescindible saber descubrir el secreto de cada una de ellas. Saber por ejemplo que el joven es más fuerte que sabio, por eso pidámosle más bien fuerza que sabiduría. El anciano o el adulto ya no pueden obrar de la misma manera que el joven, pero tal vez tengan más sabiduría y experiencia. Dos Sacerdotes en una parroquia: uno entrado en años, no está para campamentos, “ya estás para otra cosa”, no para la carpa, no que no servís para nada. Hay quienes quieren ir al campamento y no dejan lugar al joven. Si pretendo competir con las novicias o junioras, sería un error, en eso son mejores. En cambio si ocupo mi lugar, me van a necesitar y yo a ellas, y podemos trabajar juntas. A nuestro ser no sólo lo condiciona la edad que tengamos sino las circunstancias y la historia que hayamos tenido. El tiempo y las circunstancias van terminando de conformar a 140 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” esta persona única e irrepetible que es cada uno de nosotros. No existimos fuera del tiempo y de las circunstancias. Por eso cada uno de nosotros no sólo es distinto a los demás por lo que es sino por lo que vivió, por lo que le pasó, por lo que gozó, por lo que sufrió. Cuidar nuestra identidad es amar al otro, no dejarlo sin este que soy, no dejarlo vivir sin este instrumento que Dios quiso poner en el camino de otros. Somos en gran parte, cada uno de nosotros, el resultado de encuentros amorosos con otras personas; por lo tanto, no seríamos el que somos hoy si esos amigos, padres, maestros no hubieran permanecido fieles a su senda, sin esos amigos, padres, maestros, que fueron fieles a lo que tenían que ser y que encontramos en el camino donde tenían que estar. Así como uno dice: “qué bueno que estaba tal en tal lugar y en tal momento de mi vida”. Cada uno de nosotros tiene que tratar de ser fiel a lo que es, a su historia y convertirla en sabiduría, saber hacer miel de lo que vivimos para que aquellos que pasen a nuestro lado nos encuentren con lo que tenemos que tener y cómo tenemos que estar porque Dios los pensó, porque Dios nos pensó para ellos. Cualquiera que haya trabajado en algo sabe qué imprescindible es contar con las herramientas necesarias, la cocinera dice: alguien se metió en la cocina, ¿quién me tocó la cuchilla?, ahora ¿dónde está? La costurera: ¿y el dedal y la aguja?, y así cada oficio. Aunque parezca un poco fría la comparación, qué importante es ser fieles a nuestra identidad; eso ya es amar, porque es permitirle a Dios y a nuestros hermanos que nos encuentren en el momento adecuado y con la posibilidad de servirlos con lo mejor que tenemos, con nosotros mismos. Que encuentren esta herramienta que soy a la hora que Dios pensó que le íbamos a ser útil a alguien. Ejemplo: Isaías, en el relato de su vocación, dice que él cometió el error de ir al templo a rezar, en el momento en que Dios necesitaba un profeta para enviar. Desde el altar se oye: 141 10 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... “«¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?». Yo respondí: «¡Aquí estoy: envíame!»” (Isaías 6, 8). Pasé justo por acá, en el momento que hacía falta esto. Y aunque no escuchemos una voz, es como si la circunstancia nos dijera hace falta alguien que ayude a este, y uno mira y dice: me parece que me toca a mí... ¡Qué bueno si nos dejamos interpelar por la realidad y nos damos cuenta que nos está reclamando! Y esto no sólo en el plano personal, sino también en el plano comunitario, ser fieles a nuestro carisma. Una Congregación que es fiel permite a Dios, que por algo la suscitó, que ese carisma esté vivo para lo que haga falta. Desvirtuamos nuestra identidad, cuando hacemos falta y no estamos. Ser fieles a nuestro carisma, a nuestro camino, a nuestro estado, a lo que tenemos que ser, ser lo que somos y ser fieles a nuestro estilo de vida. Una buena formación debe poner el acento, en el ser más que en el hacer… Jesús decía una bienaventuranza que es tal vez de las más extrañas: “¡Y feliz aquel para quien Yo no sea motivo de tropiezo!” (Mateo11, 6). ¿Por qué dice Jesús esto?: “Bienaventurado aquel a quien Yo un día no lo defraude”, hasta el punto en que uno lee de nuevo y dice, no, dirá: “bienaventurado el que no me defraude”. También Jesús experimentó la tensión existente entre responder a las expectativas de los demás o ser fiel a su identidad, a su misión. El Padre le había pedido que sea Mesías de una manera que no coincidía con lo que muchos esperaban que el Mesías tenía que ser, por eso muchos quedaron defraudados de lo que ellos esperaban y no comprendieron lo que Él ofrecía. Nos puede pasar a nosotros. Uno podría decir, bienaventurado el que no se sienta defraudado por mí, todos podríamos decir esta expresión. Muchos esperan de nosotros lo que a lo mejor no somos, y si 142 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” somos fieles, muchos van a quedar defraudados porque estaban esperando algo que nosotros o no debemos o no podemos hacer porque no es nuestra misión. Por eso Jesús curará, alimentará a multitudes, pero su misión es otra, es mucho más profunda. Esos eran signos. Él es el Mesías, Él es aquel que viene a llevar a su plenitud todo lo existente, Él es el testigo del Padre, el revelador del hombre, el redentor. Nada es ajeno a él y a nosotros, pero tanto cuanto no impida realizar su específica misión. A Jesús todo le incumbe, pero Él debe ir a Jerusalén. Jesús quiso una Iglesia comprometida con la historia, con el hombre, con sus necesidades, pero testigo del Absoluto. La Iglesia, si quiere ser fiel a Jesús, siempre tendrá que vibrar con la historia, y la vida religiosa es un maravilloso ejemplo, Dios suscita personas, santos, que responden a las necesidades del hombre. Muchos de los carismas son respuesta del espíritu a las necesidades de los tiempos pero testigos de lo Absoluto, respondiendo a lo que hace falta pero dando en eso testimonio de lo Absoluto. Tampoco sirven, los testigos de lo Absoluto que no se comprometen con nadie, demasiado testigo de lo Absoluto; es un globo, pasa volando y no toca tierra. Ser testigo de lo Absoluto comprometido con la historia. Prácticamente desde los primeros días, la Iglesia padeció esa tensión. El número de los discípulos crecía y no era posible atenderlos como correspondía, tampoco era bueno descuidar la oración y la predicación de la Palabra, por eso los apóstoles instituyen el diaconado. “En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos. Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. 143 10 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra». La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron las manos. Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe (Hechos 6, 1). No trabajaron el doble, delegaron, compartieron la tarea con otros. Hoy compartimos el carisma con los laicos y compartimos también nuestra misión. La pobreza nos obligó a abrir las puertas de los conventos y compartir el carisma y no morir trabajando de más, sino vivir compartiendo nuestro carisma, y no dejando de ser religiosas para cumplir la misión. En los Hechos de los Apóstoles se relata cómo san Pedro se encuentra con un hombre lisiado que le pide ayuda: “En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde. Allí encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la puerta del Templo llamada «la Hermosa», para pedir limosna a los que entraban. Cuando él vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna. Entonces Pedro, fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: «Míranos». El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina». Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los pies y los tobillos. Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar; 144 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” y entró con ellos en el Templo, caminando, saltando y glorificando a Dios” (Hechos 3, 1-8). Eso no tengo, tengo esto otro, yo te puedo ayudar a caminar, no tengo plata, pero lo que tengo te lo doy. Ofrecer desde lo que se tiene. Se cuenta que el cardenal Montini, siendo obispo de Milán recién nombrado, dijo con los ojos llenos de lágrimas a un grupo de obreros con ocasión de la visita a una fábrica, luego de ser abucheado y silbado: “Aquí estoy con las manos vacías para tantas cosas que ustedes necesitan… pero tengo mucho que darles, puedo hablarles de Dios, del sentido de la vida, de la alegría y la esperanza” (El encuentro culminó con aplausos y abrazos). Se metió y padeció esta tensión. El mismo obispo que dice “yo llego a ustedes con las manos vacías, no tengo tantas cosas que ustedes necesitan, pero tengo otra cosa para darles”, es el mismo que, años después como Papa Pablo VI, nos enseñaría que evangelización y promoción humana no son dos cosas separadas, sino dos cosas que van juntas, que la promoción del hombre es parte integrante del anuncio del Evangelio. Si el Evangelio es ser testigos del amor, el hombre para vivir necesita de Dios y necesita abrigo, necesita todo lo que le es indispensable. ¿Qué nos enseñó este Papa?, que debemos tener pasión por el hombre integral. Todos los hombres y todo el hombre nos incumbe. Es Jesús que se conmueve del ciego, del cojo, de la viuda, de los hambrientos pero no deja de cumplir su misión. Anuncia y revela al Padre. Cuántas veces partió de una necesidad concreta y material, y eso fue ocasión para anunciar el Evangelio. Cuando alguien es contemplativo, religioso, profundo, no importa por dónde empieza sino dónde termina. Cuántas veces hay que hablar de cualquier cosa para terminar donde hay que terminar. Con los discípulos de Emaús, Jesús escuchó con paciencia un rato de quejas... Para hablar con alguien 145 10 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... hay que dejar que se queje, aún entre nosotros. Después de un rato de quejarse, tal vez comience el verdadero diálogo. También Jesús, al ver la multitud hambrienta y maltratada, sufrió la tentación de ser Mesías de otro modo: “Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo». Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña” (Juan 6, 14-15). No es tan fácil ser fiel a la misión cuando uno ve tanta miseria y necesidad. Jesús se conmueve y los alimenta y en un determinado momento dice san Juan: “y lo quisieron hacer rey”. Jesús no se vio tentado por el poder, sí por otra cosa. Él que amaba tanto sintió que tenía la capacidad con su poder de suprimir el dolor del hombre con un milagro pero no tenía que hacerlo. Esa es la tentación, no tenía que bajarse de la cruz, ni a nosotros sacarnos de la cruz. Eso es lo complicado. Si nosotros cuando amamos a alguien y está sufriendo decimos, haría cualquier cosa para que mi hermano, mi madre, mi papá, mi amigo no sufra o no muera, ¡imagínense cómo lo sentiría Jesús! Tener poder para hacerlo de otro modo y no tener que hacerlo de ese modo. Y Él mismo tener que sujetarse a esa ley. Por eso ¡qué terrible cuando estando en la cruz sutilmente le dicen, ¿cómo pudiste salvar a otros y vos no te bajás de la cruz?”. ¡Qué tentación fina! Jesús sintió la tentación de ser Mesías de otra manera. Y no sólo Él, si siguen leyendo a Juan 6 van a encontrar que termina ese episodio diciendo: “¿también ustedes quieren irse?”. “Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»” (Juan 6, 51. 66-67). 146 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” Porque cuando Jesús reaccionó y siguió siendo el Mesías que tenía que ser, muchos de los que lo seguían sólo por pan, se fueron. Y hasta los apóstoles que se quedaron experimentaron la tentación. “Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios»” (Juan 6, 68). Como diciendo: con Vos no la pasamos bien, pero sos el único que tiene palabras de Vida eterna, ¿a dónde vamos a ir...? Servir al hombre desde lo específico, desde lo que somos, como somos. Esto es importante, hacer lo que buenamente pueda, cada uno de nosotros ame como es y como pueda, desde lo que es, podés poco, da poco, pero todo lo que tenés, lo de la viudita con sus dos moneditas de cobre. Y si el amor nos lleva a hacer cosas que también hacen los demás, deben ser realizadas con otra actitud e intensidad. ¿Se nota que esta maestra es una hermana? ¿Se nota que esta enfermera es una hermana? ¿Se nota que llamamos por teléfono a un convento y atendió una hermana? No siempre se trata de hacer cosas distintas, sino con otra calidad, con otra intensidad, con otra hondura y perspectiva. “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres” (Mateo 5, 13). Hay un parecido entre esta frase, con 1 Corintios 13: “Si no tengo amor no soy nada”. No soy nada, no sirvo para nada... “Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el 147 10 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... candelero para que ilumine a todos los que están en la casa” (Mateo 5, 15); o como dice el Sermón de la montaña: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mateo 5, 16). Dios nos puso en el mundo como luz y como sal. Todos nosotros debemos velar para que haya una proporción entre el silencio y la palabra, entre lo que hacemos, lo que decimos y lo que somos. Hay que cargar de verdad las palabras y los gestos que realizamos. Yo no puedo vivir predicando, tengo que tener una suficiente cantidad de silencio en mi vida para que las palabras que diga broten de algún lado y para que me dé cuenta de lo que esté diciendo. Si tengo más palabras que silencio, las palabras se van a empezar a licuar. Y lo mismo los gestos, uno puede hacer un montón de gestos amables y un día darse cuenta que es una costumbre sin contenido. Por ejemplo: ¿nunca se dieron cuenta que entraron a un templo e hicieron la genuflexión, la señal de la cruz y, al rato dijeron: “no sé lo que hice”? ”Dios mío, ven en mi auxilio”, ¿quién de nosotros lo dice en serio cuando empieza la liturgia? Tenemos muchas costumbres, que no es lo mismo que “hábitos” en el sentido técnico de la palabra. Una cosa es que tenga facilidad en el mejor sentido de la palabra, la costumbre de ser bueno, el hábito de ser bueno, otra cosa es que esté acostumbrado a responder con una amabilidad vacía muy común entre nosotros. Frases típicas como: “Hola, ¿cómo estás?”, son standard. Uno no tiene interés en saber cómo está. Por eso hay también respuestas standard, “Bien”, o “Te cuento”, cuando no respondemos sino con la misma pregunta: “Hola, ¿cómo estás?” y, en realidad, nadie responde. Debemos velar para que haya proporción 148 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” entre nuestra palabra y nuestro silencio, nuestras obras y la conciencia de lo que estamos haciendo. Revisemos si lo que hacemos lo hacemos como gesto o como costumbre. Si bien es cierto que, gracias a Dios, nosotros no sólo obramos aquello de lo que somos conscientes, Dios obra en nosotros, y a través nuestro, muchas más cosas de las que nos damos cuenta o tenemos conciencia. Un error en la vida espiritual bastante común es creer que sólo pasa lo que yo me doy cuenta que pasa, por eso creemos que estamos tan mal. De hecho pasan muchas más cosas en el corazón, de las que nosotros creemos que pasan. Sería un gran error querer evaluar cómo les fue en el retiro. Sepan irse sin saber qué les pasó. Lo mismo, yo no me tengo que guiar por los bostezos, ni por los aplausos, no sirven. Es mucho más hondo el problema, más a largo plazo. Dios obra en nosotros y a través nuestro mucho más de lo que somos conscientes. Ejemplo: seguro que alguna recordará a alguna monjita u otra persona que vivió con ustedes, que las ayudó mucho, y ustedes nunca se lo dijeron, ni ella nunca lo supo; les dio ejemplo viviendo y, a lo mejor, ella murió triste creyendo que no le sirvió a nadie. Si ustedes están viviendo tristes pensando que no le sirven a nadie, sospechen que, para muchos, a lo mejor son un testigo, aunque ustedes mueran sin saberlo. Aunque suene duro, a la hora del dolor nos veremos tentados de inutilidad. Muchas veces ante los reclamos concretos de los hombres, ser testigos de Dios nos va a hacer sentir inútiles. Muchos nos dejarán de lado como a Jesús buscando respuestas más inmediatas. Pilatos que era muy inteligente, ¿qué le dijo al pueblo? Elijan ustedes a quién quieren salvar, y salvaron a Barrabás, ¿por qué? Barrabás ofrecía una respuesta concreta para luchar contra los romanos. Barrabás era más útil y, aparentemente, más concreto. Jesús era a largo plazo y mucho más profundo. Entonces eligieron a Barrabás. 149 10 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... No nos asustemos. A la hora del dolor nos veremos tentados de inutilidad, y muchas veces nos sentiremos dejados de lado, porque se buscan respuestas mucho más inmediatas, aunque más superficiales. Estamos en un tiempo de transición, donde hay que convivir con muchas oscuridades institucionales y personales. Entonces cuidado con la tentación de las recetas; sospechen de pastores, psicólogos, del que sea que tenga la fórmula y sean capaces de caminar a oscuras, escuchándolos a todos, pero sabiendo que las respuestas profundas hay que darlas a luz con dolor. Ser fieles a nuestra identidad aunque nos sintamos pobres e insignificantes. Ser como el pozo del desierto, alguien que es capaz de reflejar el cielo al que se asome a nuestra mirada. ¿Vieron los aljibes? Tienen agua en el fondo y la tiene quieta, porque la tienen en el fondo, por eso normalmente quien puede mirar un aljibe encuentra que hay un espejo, porque el agua está quieta. Alguien que tiene agua acumulada lentamente, a lo largo de años de fidelidad; no tiene tal vez muchas cosas pero algo de agua hay; por lo tanto es alguien capaz de poner nuevamente en camino al que se acerque, al que se asome cansado y agobiado. Por lo menos que haya un poco de agua. Eso es lo que se le pide a un pozo. Ser como las estrellas: están allí, marcándonos el rumbo, iluminando y poblando las noches oscuras y solitarias. Alguien dirá: “qué inútiles son las estrellas” y, sin embargo, están ahí marcándonos el rumbo y acompañándonos en las noches solitarias. Son nuestras hermanas en la oscuridad. Debemos ser como el árbol al borde del camino que ofrece sombra, que ofrece leña, testigo humilde y noble de que no todo es chato. ¡Si al menos fuéramos eso! Una Iglesia con Pedro y Pablo, con Juan y Santiago, con Marta y María, con manos y pies, con cabeza y cuerpo, con diferentes dones y carismas, donde todos tenemos un lugar, somos inútiles e imprescindibles. Parece que no tenemos nada y lo tenemos todo. 150 10ª meditación “Amar desde lo que somos y podemos” Somos inútiles, es verdad, e imprescindibles, ¿por qué? Somos poco eficaces pero le podemos dar sentido a todo. Poco eficaces y, sin embargo, tenemos el sentido de la vida, la luz del mundo. Tenemos sólo unos pocos peces y panes pero sabemos en manos de quién podemos multiplicarlos. Tenemos las redes vacías y pasamos la noche pescando, pero alguien nos pide que lo volvamos a intentar. María responde al ángel: “Yo soy la servidora del Señor”. María comprendió que su humilde pequeñez, puesta en manos del Padre, era imprescindible para poder plasmar su sueño de amor para con nosotros los hombres. María era una pobre mujercita, pero hacía falta una pobre mujercita para poder ser mamá del Mesías. No se quedó llorando su pobreza, sino poniendo su pobreza a disposición de Dios para que Él, a través de Ella, realizara grandes cosas. 10 151 11ª meditación “Amar aunque…” “Al oírlo, se conmovieron mis entrañas, ante el fragor, balbucean mis labios; la caries penetra en mis huesos y debajo de mí tiemblan mis pasos. Espero tranquilo el día de la angustia. Pero yo me alegraré en el Señor, me regocijaré en Dios, mi Salvador El Señor, mi Señor, es mi fortaleza: él da a mis pies la agilidad de las gacelas y me hace caminar por las alturas, (Habacuc 3, 16. 18-19) El amor de Dios es trascendente, por eso supera nuestra lógica. “Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos oráculo del Señor” (Isaías 55, 8). Sus pensamientos no son los nuestros; hay más distancia entre el cielo y la tierra que entre nuestro modo de sentir y el de Dios, por eso aunque no entendamos, aunque no podamos, aunque no queramos, Él nos ama. Aunque un hombre no quiera no puede evitar que Dios lo quiera. ¿Qué es lo que entendimos si no se puede entender? Entendimos que nos ama, pero no podemos entender cómo, ni porqué. Por eso las expresiones de san Juan de la Cruz muy profundas, muy gráficas y muy sintéticas: 153 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... “¡Qué bien sé yo!.. (certeza), aunque es de noche”. Tengo certezas en la oscuridad, ese es el estado espiritual del cristiano, del místico, aún del santo, certezas en la oscuridad: ¡qué bien sé yo!.., aunque es de noche. La vida -podríamos compararla-, es un viaje en el océano; en la mitad del océano hay muchos días donde no hay costas, hay mar, y hay que estar ahí; hay sólo mar y cielo. En el misterio, las orillas son la certeza y la oscuridad, pero en el medio está el océano. Tenemos certezas, tenemos oscuridades, y allí navegamos. Este viaje es así; así vamos por este mundo. La experiencia del amor ha encendido en nosotros la esperanza. Expresiones paulinas muy bonitas, Cristo entre nosotros, la esperanza de la gloria. La experiencia del amor es la que enciende en el corazón de un hombre la luz de la esperanza, y esta es la única que nos permite no abismarnos en el vacío. La vida que tantas veces nos parece vacía, un viaje a la nada, tiene esa luz en el corazón que la certeza de haber sido amado enciende; una luz que ilumina y da calor cuando todo parece no tener sentido. En Jesús, el amor, lo hemos comprobado que es eterno; por eso podemos amar a pesar de la muerte. Justamente si el amor pide no tener límites, ¿cómo podemos amar si hay certeza de la muerte?, porque en Jesús hemos aprendido que el amor es más fuerte que la muerte, que el amor es eterno. Por eso, aunque dudemos, creemos; aunque desfallezcamos, esperamos; aunque se nos desgarre el corazón por el dolor, por la muerte, por las ausencias, amamos… Podríamos decirlo a modo de oración. Aunque la muerte parezca tener la última palabra, aunque los inescrupulosos parezcan triunfar, aunque parezca que todo está en manos del azar, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! 154 11ª meditación “Amar aunque ...” Aunque queramos cambiar, crecer y no podamos, aunque estudiemos y busquemos y seamos siempre ignorantes, aunque acumulemos tantos fracasos en el amor y evitemos a toda costa la soledad, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! Aunque las noches sean largas y en ellas todo sea confuso, aunque queramos agradar a Dios y a nuestros hermanos y no siempre podamos, aunque pasemos la vida orando y tengamos la sensación de apenas habernos asomado al misterio, aunque todo termine fracasando, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! Aunque desesperados reneguemos un día del Padre al vernos moribundos y abandonados al ver sufrir desesperadamente a quienes amamos, aunque las metas se conviertan en puntos de partida, aunque nos toque morir como a Moisés, sin llegar y sólo viendo desde lejos la tierra prometida, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! Aunque perdamos todo y acontezca lo inesperado, aunque terminemos donde jamás quisiéramos haber estado, aunque nos enfermemos y perdamos la razón, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! 155 11 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Aunque envejezcamos y terminemos siendo una carga para todos, aunque nuestros padres nos abandonen y los amigos nos fallen, aunque los violentos nos dominen y nos maten, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! Aunque nos fallen y traicionen aquellos que eran garantía de nuestra esperanza, aunque terminemos descubriendo que la Iglesia está llena de pecadores y nosotros seamos uno de ellos, ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! Aunque el más sabio se quede sin palabras, aunque los médicos ya no sepan qué hacer, aunque ya no haya pan y nuestros hijos lloren de hambre… ¡NO PERDEMOS LA ESPERANZA! Y LE DECIMOS: “Te creo y te espero, desde lo más profundo de mi ser, ahora que todavía estoy consciente y que, en pleno uso de mi libertad, puedo elegir. Porque “has gritado y has roto mi sordera, has brillado y has quebrantado mi ceguera” (San Agustín), Porque en todo y a través de todo y por caminos que ni yo mismo puedo explicar e ignoro, me has manifestado tu amor y me has enseñado que no hay nada que te guste más que la confianza. ¡AMARTE ES CREERTE Y ESSPERARTE! 156 11ª meditación “Amar aunque ...” Qué lindo esto de “ahora que puedo”. Si ahora pueden, ¡díganlo! Si ahora pueden, díganlo aunque se arrepientan, aunque durante muchos años -y tal vez hasta el último instanteesa certeza (que tenemos del amor), tengamos que tener la humildad de que conviva con el pánico, la angustia y las lágrimas. Tenemos certeza del Amor de Dios y, sin embargo, seguimos teniendo miedo, angustia y lágrimas. A pesar de esto no son incompatibles, aunque haya zonas de nuestro ser que aún no se hayan enterado del amor, en lo más profundo sí. Me falta mucho, pero mi fondo entendió, mi fondo se enteró, “¡Te creo!”. La semilla ha llegado y aunque las hojas no se asomen todavía, la semilla ya está en la tierra del corazón, todavía no floreció, pero la vida ya se está gestando. “Toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo. Porque solamente en esperanza estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia” (Romanos 8, 21-25). En otras palabras, la felicidad no es incompatible con el dolor. Atención: nosotros esperábamos que fuera blanco o negro y es blanco y negro. No hay que esperar los días buenos sino hacerlos buenos. Vivíamos soñando, esperando que llegara la gran ocasión, y un día nos dimos cuenta de que la gran ocasión hay que hacerla; todos los días son una ocasión si ponemos todo nuestro ser, el corazón. No esperar que todo esté bien para recién allí vivir, sino ir viviendo porque ya está todo bien. Con razón todavía no vivimos. Uno puede ser adulto y todavía estar esperando que todo esté bien para 157 11 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... recién allí vivir. “Cuando termine todo descanso.” ¿Por qué no empezar a gozar un poco más mientras hago todo? Voy a las vacaciones manejando apurado y nervioso, ¿por qué no empiezo a gozar de las vacaciones con el viaje?, ¿por qué no empiezo a saborear la eternidad en el tiempo? La alegría cristiana, la alegría de la Pascua supone y surge de lo peor. Miremos con los ojos abiertos lo que surge de lo más profundo del abismo y del dolor. Jesús nos decía: “Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo” (Juan 16, 20), porque es la alegría que supone haber enfrentado lo peor. Si la alegría se perdió por algo, todavía no era la verdadera alegría cristiana. La alegría cristiana es la que surge cuando ya todo se perdió y ya no creo en nada ni en nadie y, a pesar de eso, creo que la vida surge de la muerte, esa es la Pascua. Eso es lo que simboliza bellamente el cirio pascual cuando, en la noche de Pascua, todo está oscuro y se enciende la luz. Si no es de noche, todavía no se puede encender el cirio Pascual. Por eso aunque suene a una locura, los cristianos podemos llegar a decir: “Todo está bien”. El hombre puede volver a ser como niño aunque los lobos aúllen. Todo parece mal y, sin embargo, si supiéramos mirar, algo se está gestando. No vaya a ser que el dolor nos impida ver a los otros, nos impida percibir que el amor puede estar a la puerta aunque en vasijas de barro. Intentando quitar el “aunque” se nos puede ir la vida. Como el ciego al borde del camino te decimos: “Señor que vea”; como el leproso: “Tú puedes limpiarme”; como Marta y María: “Creo que tu eres el Mesías”… aunque mi hermano Lázaro ya huela. 158 11ª meditación “Amar aunque ...” Aunque el ayer haya sido duro y fugaz, aunque el hoy sea vertiginoso e insuficiente, aunque el mañana se manifieste incierto e imprevisible, aunque el sembrador duerma o trabaje, tanto la cosecha como el Reino es cosa del Padre. Dios está actuando. “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo” (Marcos 4, 26-27). María, aunque tuvo la certeza de que una espada le atravesaría el corazón, fue capaz de seguir amando, cantando y sirviendo. Aunque me pidas a mi Hijo -le dirá María al Padre-, soy hija de Abraham… Dios proveerá. 11 159 12ª meditación “Lo imposible a los hombres es posible para Dios” “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás” (1 Corintios 13, 7-8) Dios nos creó con capacidad para conocer la verdad; no sólo verdades, sino también la Verdad con mayúscula, con capacidad para conocer a Dios. Pero el camino hacia la Verdad es lento y progresivo, no lo podemos abarcar de una mirada, en un intento, vamos dando humildes pasos desde lo conocido a lo desconocido. Esto hace que pensemos e imaginemos, vayamos teniendo una visión de la realidad, de Dios, de nosotros mismos, de los otros, de las cosas. Una noción de todo, verdadera pero muy relativa, no es la mirada total. Si uno le preguntara a un niño, ¿qué noción tenés de la vida?, él nos contestaría con lo que sabe y tiene; si después uno le va preguntando a un joven, a un adulto, va resultando una síntesis. Uno va teniendo una especie de noción de la realidad a partir de lo conocido, uno se va haciendo una imagen de quién es Dios, de todo. Esta imagen es verdadera, porque surgió de la realidad, pero es relativa. Algo puede ser verdadero, pero relativo. ¿Vieron? En un diálogo lo que decís es verdad, pero no es 161 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... toda la verdad, y esa verdad hasta se puede volver falsa si la hacemos absoluta, si decimos esto es todo. No, no es todo, es un aspecto mío, no todo lo que soy. Lo real es mucho más profundo y vasto que lo conocido. No coinciden lo conocido con lo real, lo conocido es una mirada sobre lo real, pero no es todo lo real. El problema sería llegar a creer que eso es todo. Si nosotros creemos que lo que yo conozco es todo, estamos en un problema. Esto no es un planteo meramente teórico, sino que surge de repercusiones vitales, permanentes. Si lo único que existe es lo que veo y conozco, sería lógico desesperar y el corazón se llenaría de angustia; la vida parecería pura “vanidad y atrapar vientos”. “¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol? Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece. El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez. El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir. Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se cansa de escuchar? Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol! Si hay algo de lo que dicen: «Mira, esto sí que es algo nuevo», en realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros. No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las futuras en aquellos que vendrán después” (Eclesiastés 1, 1-11). ¡Cuántas veces estábamos ahogados, fuimos a hablar con alguien, y salimos mejor! La realidad es la misma, nos 162 12ª meditación “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” mostraron que nuestra mirada había perdido perspectiva, que se había olvidado de algo, hubo que completarla. El problema era que nosotros creíamos que lo que veíamos era todo, y por eso estábamos tan mal. Recordémoslo todos, cuando los días se vuelvan oscuros, grises, y sintamos que estamos desesperados, ¡qué difícil pero qué importante, en ese momento recordar: no estoy viéndolo todo, imaginándolo todo, es real, pero no es todo! Hay muchos límites que no son reales, son imaginarios, pero hay otros que sí lo son. Hay límites que nosotros mismos nos ponemos: yo soy esta, puedo esto y nada más que esto. Me puse límites, me etiqueté, me encasillé. Es feo ser encasillado por otro, pero es terrible ser encasillado por uno mismo. Cuidado que el primer encasillador es uno mismo cuando uno cree que que lo que ve es todo. Por eso es tan necesaria la mirada amiga, la Palabra de Dios, el otro, el espejo, el que me devuelve una visión más completa. Hay cosas que creemos que no podemos y sí, las podemos; cuántas veces obedeciendo nos dimos cuenta que podíamos lo que creíamos que no. Yo creí que no, obedecí, acepté, y terminé comprobando que sí. Pero hay otras fronteras que sí superan las capacidades del hombre; hay fronteras imaginarias y hay fronteras reales. También hay personas que viven como si no hubiese fronteras y sí, hay fronteras. Tenemos límites personales, humanos; el hombre tiene límite, nuestra razón tiene límite, la mirada tiene límite, la muerte es un límite y bien real. Sin embargo las posibilidades del hombre superan sus capacidades porque existe frente a un Dios que lo ama. Nuestra mirada tiene la capacidad de ver lejos y, cuando tenemos fe, podemos ver mucho más allá. Las posibilidades humanas son más que sus capacidades. Capacidad humana: mirar lejos; posibilidad del hombre: asomarse al Corazón de Dios, cuando tiene fe. El mejor telescopio podrá ver una estrella lejana, la fe se asoma al Corazón de Dios. 12 163 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... Quien tenga sed de verdad, tendrá que partir siempre, saber siempre dejar, sin menospreciar, el ámbito de lo conocido para volver a internarse en el misterio. Si lo que busco es el misterio, no me tengo que quedar tanto gozando de lo que entendí sino, apoyado en lo que entendí, internarme en lo todavía desconocido. No vivir con la sola memoria de mi experiencia de Dios de hace 10 años sino, apoyado en ella buscar, la experiencia de Dios que todavía no tengo. Los grandes místicos eran enemigos de las experiencias y revelaciones, porque, en el fondo, muchos se podían quedar mirando la experiencia y no el misterio, y esa sería la trampa. La peor trampa sería quedarme con una experiencia de Dios y no con Dios. Bendita oscuridad que, aunque incomoda, me invita a partir y no a que me aferre. Qué incómodo es vivir la noche de la fe y, sin embargo, ella es la amiga que me invita a buscar a Dios. Cuántas veces estamos muy bien: ¡qué lindo es este libro!, y me paso la oración durante años mirando este libro que es bonito. Mucho mejor es esa oración dura y amarga que me deja sin nada, pero buscando el todo. Abraham peregrinó, nos dice la Escritura, de “acampada en acampada”, buscando la tierra prometida, y por eso en ningún lugar hizo casa, porque iba buscando, iba de camino. El buscador lo hará de síntesis precaria en síntesis precaria. En estos días nos hemos hecho una cierta imagen de lo real, hemos rezado, hemos buceado en nuestro corazón, hemos tratado de recoger todo lo que vamos viviendo, nuestra historia. Hemos hecho una síntesis, verdadera y buena, pero precaria. Ahora hay que ponerse en camino hasta que un día hagamos otra. ¿Hasta cuándo? Hasta ser introducidos, más allá de la muerte, en la Verdad de Dios. Hasta que no muramos iremos de síntesis precaria en síntesis precaria. Por eso, pobre del hombre que cree que ya sabe todo. Lamentablemente esto es muy común, “a mí ya nadie tiene nada que decirme, yo ya lo sé todo, yo ya lo tengo todo claro”. 164 12ª meditación “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” Por eso el saber verdadero es hermano de la humildad; los sabios son los más humildes porque tienen mucho más conciencia que todos, que lo que saben es muy precario y que lo que les falta por comprender es muchísimo más de lo que ya tienen. El principiante se queda maravillado de todo lo que ya tiene, el sabio tiene mucho y cree que no tiene nada al lado de lo que intuye que es Dios. Así encontramos seminaristas soberbios manejando la Suma Teológica, y creyendo que saben de Dios. Santo Tomás, humilde, sin terminar la Suma Teológica, diciendo: esto es paja. Esa es la ironía. El saber verdadero es hermano de la humildad. San Juan de la Cruz nos dirá en sus poemas: “A quien se supiere vencer… con un saber no sabiendo… toda ciencia trascendiendo”. Lenguaje de locos: a quien se supiere vencer, a quien venza la tentación de querer dominar, manejar, domesticar, tener todo claro, a quien se supiere vencer, con un saber no sabiendo, y cuidado, que esto no es para intelectuales. Alguno me entenderá. A lo mejor la más simple de ustedes viene y me dice, yo no sé cómo decirlo, pero lo sé, voy conociéndolo a Dios, aunque no pueda decir dos palabras, sé que algo sé pero ni sé lo que sé, “con un saber no sabiendo...”. Uno cree que saben los que saben y hay un saber trascendiendo la ciencia que es más profundo, más simple; ese saber lo irá guiando como estrella cierta en el camino. Por eso, para conocer hay que creer, hay que saltar; para poder acceder a la mirada de Dios que el Padre nos ofrece en la Revelación, hay que ir más allá… “Lo imposible a los hombres es posible para Dios”, en el contexto de la Anunciación, significa que Dios se haga hombre “Porque no hay nada imposible para Dios” (Lucas 1, 37), 165 12 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... y, en el contexto de una pregunta de los discípulos a Jesús sobre quién puede salvarse, significa que para Dios es posible que el hombre se haga Dios. “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18, 24). Y las dos cosas son por amor. El poder del amor, lo llevó a Dios a hacerse hombre, el poder del amor lo lleva a Dios a llevar al hombre a su propia vida, a su comunión. El amor es la fuerza que pone en marcha todo. El amor busca la unión, la comunión, por eso no soporta las distancias, ni siquiera la que media entre el hombre y Dios, por eso se encarna, no soporta la distancia entre Él y nosotros. Para Dios esa distancia infinita no es imposible, no es insalvable para el amor, por eso se encarna y tiende un puente. El Cristo es el puente de Amor entre lo infinito y lo relativo, entre Él y nosotros. Por eso se encarna y busca la semejanza porque el amor quiere hacerse entendible, cercano. El amor le permite a Dios ser totalmente uno de nosotros sin dejar de ser Él mismo. “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»” (Filipenses 2, 5-11). El amor nos lleva a acercarnos sin perder identidad. Para poder ser hombre en plenitud no bastan las fuerzas humanas. 166 12ª meditación “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” Ese es el drama humano, para poder ser hombres necesitamos la ayuda de Dios. No está en nuestras manos ser hombres en plenitud sin la gracia. “Si el hombre supera al hombre” (Pascal), no se puede vivir sin angustia sin contar con Él. Cuando analicen su propio corazón y siempre que sientan angustia, van a ver que están pensando humanamente y buscando la solución humanamente. Y lógico: no podemos, no sabemos, por eso la angustia. No se puede vivir sin angustia sin estar abiertos a lo incierto, a lo trascendente, a Dios. Muchos no sienten angustia no porque vivan bien, sino porque no viven con conciencia y dignidad. Sentir angustia es señal de haber abierto los ojos, hay conciencia. Muchas personas están muy bien porque hay campos que no exploran, hay voces que acallan, hay zonas del corazón que ni quieren saber que existen. Cuidado, eso no es equilibrio. Hay maneras de estar bien que es estar muy mal, y hay maneras de estar mal que es señal de que nos estamos poniendo bien. La aventura humana sólo es posible de vivir con conciencia y dignidad, tomados como niños de la mano que el Padre Dios nos ofrece en Jesús. Vieron qué contento va un nene tomado de la mano de su mamá o de su papá; va caminando seguro en plena calle. Así como niños, tomados de la mano que el Padre nos ofrece en Jesús: ese es el secreto para poder volvernos sanamente locos. ¿Cómo poder estar bien en este mundo? Estamos bien en este mundo si nos tomamos de la mano que el Padre nos ofrece en Jesús. Vivir es haber sido invitados a algo que nos supera y, si no fuese posible lo imposible, no se podría ser hombre. Por eso no entendieron mal si se dieron cuenta que fuimos invitados a algo que nos supera. Para el amor de Dios, nada es imposible: la creación de la nada, el orden y sabiduría impresos en la naturaleza, en el cosmos. El amor es capaz de sanar y elevar al hombre a 167 12 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... su plena dignidad. El amor hace posible que este necesitado que somos, llegue hasta a dar. Qué poderoso es el amor que hace que nosotros, que somos mendigos, podemos ser mendigos que dan. No tenemos nada, pero el amor puede hacer que este que no tiene nada, pueda dar, y que este inestable no decaiga ni se canse. Muchas veces nuestro estado de ánimo es como el tiempo: va, viene, sube, baja, está inestable. Dios puede hacer que no decaiga ni se canse. ¿Qué somos? Un milagro. El Amor de Dios puede hacer que este ser frágil y temeroso que es el hombre pueda exclamar: “Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza” (Salmo 27, 3). El amor hace posible que nuestro corazón tan propenso al rencor y a la venganza sea capaz de perdonar y olvidar, dando una nueva oportunidad, al darnos un corazón nuevo, capaz de perdonar setenta veces siete. Por las dudas no malentender la palabra olvidar. A veces uno cree que olvidar significa no me tengo ni que acordar lo que me pasó, y eso no se puede, sino no acordarme en el sentido de no revolver para sacar rencor, eso sí sabemos lo que significa. Cuando éramos chiquitos y teníamos una lastimadura, nos encantaba jugar con la cascarita y, más de una vez, nos pegaron en la mano y nos dijeron: “la cascarita no se toca, dejá que cicatrice”, y a uno le encantaba sacarla, aunque saliera un poquito de sangre. Cuando somos más grandes nos encanta sacar la cascarita, pero no se ve, por eso no nos pueden retar y seguimos sangrando por la herida. Los únicos fuertes son los amados, la fuerza no es cuestión de músculo o de cabeza dura. Los musculosos y cabeza dura, cuando llegó la cruz se escaparon y se quedaron aquellos como Juan, Magdalena y María, que no es que no tuvieran miedo; tenían miedo de quedarse sin Él. Más que miedo a morir temían quedarse sin Él, y por eso se quedaron. Los fuertes no son los que no tienen miedo sino los que ya no 168 12ª meditación “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” temen otra cosa que estar sin Él, aquellos cuya única certeza en la vida es el “Yo estaré contigo”. Cuando Dios pide una misión difícil ¿qué les dice a los profetas, a los patriarcas, a los apóstoles?, “No temas, yo estaré contigo”. “Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20). El amor espera, es más fuerte que el tiempo. Pensemos en Abraham, en el anciano Simeón; el amor es más fuerte que el tiempo y por eso esperan. Esperan y no olvidan. El amor busca, es más grande que el espacio, por eso Magdalena lo va a buscar hasta en el sepulcro. El amor perdona y sana, es más poderoso que el pecado. Lo saben muy bien David y Pedro. El amor resucita, es más tenaz que la muerte, así lo vimos con Lázaro y Jesús. Al crearnos, al encarnarse, Dios nos grita que cree es posible ser hombre, que vale la pena ser hombre. Dios nos estaría haciendo la peor de las burlas si nos hubiera creado para algo imposible. La peor de todas las burlas sería si se hubiera encarnado y siguiera siendo imposible ser humano y cristiano. Dios nos está gritando que es posible ser hombre. La pregunta es: ¿nosotros, lo creemos?. Dios cree en el hombre, ¿nosotros creemos que es posible ser hombre? No basta responder en general, sino en particular. Supongamos que ustedes digan: “Yo creo que es posible para otros, pero no para mí”. La respuesta es personal: “Creo que para Dios no es imposible llevar mi vida a plenitud. Mi insignificancia y mi pecado no son más poderosos que su amor.” A veces decimos: “Dios puede perdonar a todos, Dios puede cambiarle la vida a cualquiera, pero a mí no, porque yo soy tan malo y pecador, mi mal es más poderoso que su amor”. Si fuera así, en el fondo, no estoy creyendo en Dios. Los hombres estamos tentados a desesperar al comprobar que nuestro amor termina manifestándose impotente para evitar el dolor y la muerte de los que queremos. Nuestro amor 169 12 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... tantas veces fracasó en gestar la libertad y la experiencia de gratuidad de los que amamos. Qué triste es que uno intente amar y se dé cuenta que los que uno intenta amar no terminan de creer en el amor a pesar de nuestro amor. Si no podemos eso, ¿qué importa lo que podamos? ¿Qué triunfo hubo en nuestra vida, si los que viven a nuestro lado todavía no creen que es posible ser amados? ¿De qué nos podemos gloriar, si todavía el que vive a mi lado está triste? ¿Qué conquista de mi vida fue importante, si el que vive al lado mío todavía está en el rencor, en el odio, en la tristeza, en la soledad? Ninguna conquista sirve si todavía no pudimos conquistar al prójimo. “Esperar contra toda esperanza” es posible porque su amor nos puede hacer capaces de amar también a nosotros, hacer que algo tan humilde como somos cada uno de nosotros, tenga tanto de Dios. ¿Qué es lo que todavía podemos esperar en la vida? Que Dios nos haga capaces de amar, y que nuestro amor geste un poco de amor en algunos. Supongamos que estuviéramos esperando cargos, títulos, triunfos, incluso salud o lo que fuere, estamos esperando poco. ¿Cuál sería una digna esperanza? “Espero Señor, que tu amor me haga capaz de amar y que mi amor haga a alguien capaz de amar”. Por eso, ser hombre, ser cristiano, ser apóstol, es algo desproporcionado, porque fuimos invitados a amar, y eso es desproporcionado. Si alguien prestara atención se daría cuenta que estamos expuestos al ridículo; si alguien mirara bien se daría cuenta que estamos expuestos a la desesperación. Supongamos que alguien se acercara y nos preguntara: “¿Y usted qué es?” “Soy una hermana”. “¿Y qué es una hermana?” Soy discípula de Jesús y mi misión es que mi amor...”. Nos daríamos cuenta que nuestra misión excede nuestras capacidades, estamos expuestos al ridículo. Alguna de ustedes podría decir: “Padre, usted habla muy lindo pero usted es una mentira”. Y tiene razón. Espero no serlo, pero si 170 12ª meditación “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” me ponen una lupa, yo soy un mentiroso, en el sentido de que estoy vestido de una forma que todavía no la puedo llenar. Si me ponen una lupa tienen razón, soy una mentira. Espero no serlo y ahí, tal vez, esté mi autenticidad. El religioso no es falso cuando no cumple los votos, sino cuando dejó de tender hacia la perfección. Hicimos profesión no de alcanzar a Cristo sino de buscarlo. Somos falsos cuando dejamos de buscar, no cuando todavía no llegamos. Por eso es tan imprescindible vivir ante Alguien. Vivir es vivir ante alguien. Por eso el que vive frente a Dios no le puede decir nunca: “basta, suficiente, no se puede”. Cuando empezamos a usar esas palabras es que dejamos de vivir ante Alguien. El que vive frente a Dios lo dirá desde la más profunda oscuridad, pero se va a dar cuenta de que a Dios nunca le podemos decir: “basta, suficiente, no se puede”. Los límites no son para Dios, son del hombre. Por eso no es posible juzgar a nadie. Sólo el amor de Dios puede entender y conocer la infinita complejidad de un corazón, del corazón humano. ¿Qué sé yo que puede ese hombre, qué sé yo qué fuerza y qué gracia Dios le dio? ¿Quién soy yo para juzgar a nadie, ni siquiera a mí mismo? Porque fuimos amados, lo imposible a los hombres, ahora es posible: amar a Dios en los hermanos; más aún, hechos capaces de gestar amor, es nuestra misión más bonita. ¿Cuál es la misión más bonita? Que nuestro amor despierte amor. Ya que nuestro amor es sacramento del suyo. “Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor” (SAN JUAN DE LA CRUZ). Ese es un lindo proyecto de vida. Más que procurar amar, procuremos dejarle a Dios que nos ame. Porque si lo dejamos, lo demás va a venir por añadidura... 171 12 Manuel F. Pascual Si yo no tengo amor... María comprendió que sólo ante el Padre todo poderoso, todo cariñoso, todo compasivo, es posible estar de pie con los ojos abiertos, conscientes de nuestra grandeza y de nuestra pobreza, simultáneamente y sin desfallecer. XXXX Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 172 12ª meditación “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor. (SAN PABLO APÓSTOL, Primera Carta a los cristianos de Corinto, capítulo 13.) 12 173 Índice Una guía para el Lector .................................................. 7 A modo de Introducción ................................................. 9 1. “Si yo no tengo amor...” ........................................... 15 2. “La gratuidad del amor” ......................................... 33 3. “Lo incondicional del amor” .................................... 47 4. “El amor es progresivo. La mostaza y la levadura” ... 63 5. “Los últimos recursos del amor: vulnerabilidad, sufrimiento y muerte” ....................... 75 6. “La libertad, condición y creación del amor” ........... 87 7. “Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado” ....................................................... 99 8. “El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo…” ................................. 113 9. “María eligió la mejor parte: el clima y el ritmo del amor” ................................. 127 10. “Amar desde lo que somos y podemos” ................ 139 11. “Amar aunque…” ................................................ 153 12. “Lo imposible a los hombres es posible para Dios” ............................................ 161 COLECCIó N HÉROES EN SERIO COLECCIóN Serie Huellas - San Francisco de Asís Liliana Ferreirós - Madre Teresa Liliana Ferreirós - Vida de San Cayetano Pbro. Eduardo A. González - Padre Obispo Jorge Novak svd, amigo de los pobres, profeta de la esperanza Eduardo de la Serna - Pasión y Resurrección de Jesús Visiones y Revelaciones de Ana Catalina Emmerick Alberto Azzolini (compilador) - Autobiografía Ana Catalina Emmerick Alberto Azzolini (compilador) Serie Testimonios - Santos, beatos, venerables y siervos de Dios en Argentina Pedro Siwak - Víctimas y mártires de la década del setenta en Argentina Pedro Siwak - Piloto misionero en África. La fuerza de un ideal Mario Falcón svd - Obispos protagonistas en la Iglesia del siglo XX Pedro Siwak - Mujeres protagonistas en la Iglesia del siglo XX Pedro Siwak