¿PUEDE UNA CRISIS ECONÓMICA AFECTAR NUESTRA SALUD?, ESTRÉS EMOCIONAL Y ZONA DE CONFORT, EL DESAFÍO DE SALIR DEL LUGAR QUE NOS SIENTA CÓMODO Y AVENTURARNOS MÁS ALLÁ DE LO QUE CONOCEMOS. Podría ser el sofá de nuestro salón, la cama cuando el despertador suena el lunes a las 6:30 de la mañana o nuestro barrio de siempre donde solemos hacer la compra y nos encontramos con los amigos el fin de semana. Podría ser el puesto de trabajo que llevamos desempeñando durante más de 10 años, la comida deliciosa que nos prepara nuestra madre porque sabe que es nuestra preferida o el bar al que sueles ir cada sábado. La zona de confort es aquella zona en la que nos encontramos seguros, en la que controlamos, nada se nos escapa y que conocemos de principio a fin. Es una zona que hemos ido conquistando, donde lo tenemos todo aprendido y que también nos ha conquistado a nosotros. Todo en la zona de confort no es bueno. En la zona de confort tenemos a un jefe que no nos gusta pero del que siempre podremos decir “más vale malo conocido que bueno por conocer”; también es una zona aburrida, sin cosas interesantes o sorpresas pero que nos ahorra muchas preocupaciones. Para todo aquello que no nos gusta de la zona de confort tenemos el conformismo, a través de él nos convencemos de que como en casa no se está en ningún lado. Fuera de la zona de confort encontramos muchas cosas malas: el peligro, el fracaso, el miedo, lo incierto. También hay cosas buenas: lo inesperado, las oportunidades, las aventuras o las nuevas experiencias. Entre las cosas malas y las buenas, esta la zona de aprendizaje. Cuando abandonamos nuestro pueblo, nuestra ciudad o país y nos vamos a vivir a otro país distinto, salimos de nuestra zona de confort para adentrarnos en una zona de aprendizaje. Nos enfrentamos a gente nueva, a lugares extraños a un idioma desconocido y a una cultura ajena. La zona de aprendizaje no está libre de peligros, miedos y frustraciones pero una vez superados, nos sentimos personas más seguras. A todos nos gusta volver a nuestra zona de confort cuando llevamos mucho tiempo fuera de ella. La buena noticia es que nos encontramos con la sorpresa de que el camino de vuelta a casa no es tan largo como fue el de ida. La razón es que nuestra zona de confort se ha expandido y somos capaces de sentirnos seguros en un radio de acción mucho más amplio. El mundo se hace más pequeño y más manejable y por el camino hemos hecho desaparecer muchos miedos. PERO VAMOS UN POCO MÁS ALLÁ, LA RELACIÓN ENTRE LA ECONOMÍA, EL ESTRÉS, LA ENFERMEDAD Y LA ZONA DE CONTROL. Una crisis es una situación que nos estresa y nos causa angustia, porque no la podemos manejar adecuadamente, utilizando los métodos a los que estamos acostumbrados y que nos han dado resultados positivos en el pasado. Nuestra actitud es determinante, tanto en la manera de vivir la crisis, como en los resultados que obtendremos al final. El inicio de una crisis, de cualquier tipo, nos estresa, angustia e incluso puede “paralizarnos” momentáneamente, porque nos encontramos ante una situación “nueva”, ante la cual, los recursos que siempre utilizamos no funcionan. Pero de nuestra actitud y de nuestra forma de reaccionar, depende el buscar y encontrar la solución o quedar atrapados en el dolor y los problemas. ¿Crees que la crisis económica, sólo nos afecta en lo que se refiere al dinero? Definitivamente, NO. Los problemas que nos trae la crisis o que creemos que nos va a provocar en un futuro cercano, nos provocan estrés, angustia, tensión, temor, etc. Estas emociones hacen que nos enojemos o irritemos fácilmente, nos pueden volver agresivos y nos pueden causar sentimientos de frustración, inseguridad, tristeza y/o depresión. Las crisis económicas (y cualquier tipo de crisis) y las emociones que las acompañan, nos provocan problemas en nuestra: • Salud, • relaciones, • autoestima y autoimagen, • capacidad para tomar decisiones adecuadas, De esta manera, la crisis económica puede provocar crisis en otras áreas de nuestra vida, en momentos en los que, de por sí, estamos agobiados. Está comprobado que reaccionamos igual ante la crisis en sí, como ante la idea de que la crisis está próxima. Emocionalmente nos afecta igual, si la vivimos, como si estamos convencidos que la vamos a vivir, aunque al final, esto no suceda. ¿Qué hacer? 1. En primer lugar es importante, si tienes problemas en diferentes aspectos de tu vida, separarlos. ¿Cómo? Utiliza una hoja de papel para cada situación o problema y escribe hasta arriba, el aspecto que vas a tratar en cada una. Por ejemplo: Situación económica en mi negocio, en mi casa, problemas con mi pareja, con mi jefe, salud, depresión, angustia, insomnio, problemas con mis hijos, etc. Si lo más importante es la situación económica, porque es la que inició o empeoró los demás problemas, empieza con esa hoja. Describe la situación, escribiendo únicamente los hechos. No la califiques como difícil, horrible, insoportable, etc. Trata de ser lo más realista posible, es decir, atente sólo a lo que está sucediendo en este momento y no a lo que crees que va a suceder. Trata de no exagerar. 2. No permitas que tus pensamientos alimenten tus preocupaciones. Está comprobado, a nivel mundial, que alrededor del 75% de las preocupaciones de la gente, nunca suceden. Cuando empieces a preocuparte por algo que crees que va a pasar, pregúntate: ¿Qué tan probable es que suceda, con la magnitud que lo estoy imaginando? Recuerda que nuestra imaginación no tiene límite y trabaja a una gran velocidad. La realidad nunca va a la par que la imaginación. Si estas muy estresado o tienes dudas de si estás angustiado o deprimido, pídele a alguien de confianza, que sea objetivo, que te ayude a analizar la situación. 3. Enfrenta un día a la vez. No pierdas tiempo ni te angusties pensando en el ayer. El ayer ya pasó. Por mucho que hagas, te arrepientas o te regañes, no lo vas a poder cambiar. El mañana no ha llegado. Si vives en el mañana, preocupándote, descuidas el presente, que es el momento en el que podemos hacer algo positivo. Si puedes hacer algo para evitar un problema que se te va a presentar, hazlo hoy. Si necesitas actuar para cambiar una situación o solucionar un problema, actúa hoy. Pero no te pases parte de tu tiempo pensando en lo que tienes que hacer en un futuro o en lo que va a suceder el día de mañana. Es muy diferente planear una acción, que preocuparse o "rumiar" sobre una situación. La planeación tiene un principio y un fin. Es concreta y objetiva y una vez terminada, no sigues pensando en ese asunto. Simplemente analizas, decides y en el momento indicado, actúas. Pero la preocupación te acompaña día y noche. Te desgasta física y emocionalmente y te puede llevar a tomar malas decisiones. Cuando estás muy preocupado, difícilmente actúas y si lo haces, probablemente no obtienes los mejores resultados. 4. Trabaja sobre tu autoestima y autoimagen. Las crisis y los momentos dolorosos, pueden afectar nuestra autoestima. Tendemos a culparnos de nuestros errores, a regañarnos o a sentirnos vulnerables o inseguros de cómo actuar. Mientras más baja nuestra autoestima, más nos afecta la situación y más trabajo nos cuesta enfrentarla. 5. Pide ayuda si la necesitas. Nadie es experto en todo. Si necesitas ayuda o un consejo en finanzas, pídelo. Si tienes problemas con tu pareja, de salud o de cualquier otro tipo y no los puedes resolver solo, busca la información o la ayuda que necesites. Así como cuando tu coche se descompone, lo llevas al taller y si tienes una molestia en los dientes, vas con el dentista, si cualquier área de tu vida necesita atención, no tiene nada de malo que la busques. Con frecuencia, no vemos las soluciones porque estamos demasiado inmersos en los problemas, necesitamos poder ver la situación desde "afuera" o pedirle a alguien que está afuera, que vea las cosas con más objetividad y claridad y nos oriente. 6. Aprende a salir de tu zona de confort. Las situaciones de crisis se dan, generalmente, por cambios importantes e inesperados. Con frecuencia esos cambios no dependen de nosotros, por lo que no podemos regresar a la situación anterior. Cuando esto sucede, las conductas que usualmente presentamos son poco eficaces, por lo que necesitamos buscar nuevas respuestas. Para poder encontrarlas y llevarlas a cabo, necesitamos ser flexibles y estar dispuestos a tolerar la incomodidad y el estrés que cualquier situación nueva y desconocida puede generarnos. Pero si no estamos dispuestos a salir de nuestra zona de comodidad (confort) y nos afianzamos a lo anterior, no vamos a encontrar las mejores soluciones y el sufrimiento va a ser mucho más intenso. Además, es importante aceptar que los cambios son parte de la vida y se van, a dar nos guste o no. Por lo tanto, lo mejor es aceptarlos y tratar de adaptarnos lo mejor posible, para aprovecharlos y obtener beneficios de ellos. 7. Se perseverante, pero yendo por el camino adecuado. Cuando empezamos algo nuevo, nos enfrentamos a un cambio, etc., hay muchas cosas que no sabemos hacer o nos cuestan trabajo. No te desanimes. Persevera, para que las aprendas y se vuelvan conocidas y fáciles. Pero no perseveres, en lo que veas que no te da resultado. Agradecemos a Silvia Russek y su libro “No sufras las crisis, resuélvelas”