Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario ///nos Aires, 2 de junio de 2010. Autos y vistos Para resolver en los presentes autos nro. 10.630/09 caratul ados “Almirón Miguel Ángel s/ privación ilegal de la libertad” del registro de la Secretaría nro. 6 de este J uzgado Naci onal en lo Cri minal y Correccional Federal nro. 3, y respecto de la situaci ón procesal de: Ángel José Gómez Pola, Coronel (RE) del Ejérci to Argenti no, D.N.I. nro. 4.797.081, nacido el 1 de enero de 1930 en esta ci udad, hijo de José Matías Francisco y de Ángela Pedrero, de estado ci vil casado, con domi cilio en Miguel etes 575 P. 5, Depto B de esta ci udad don de cumple arresto domiciliario; Abel Oscar Bracken, Comisario General ( RE) de la Policía de la provincia de Buenos Aires, L.E. nro. 5.042.316, nacido el 12 de diciembre de 1937, en la ci udad de Los Tol dos, parti do de Gral. Viamonte, provincia de Buenos Aires, hijo de Patrici o José USO OFICIAL María y Rosa Gri guoli, de estado civil casado, con domicilio en Ituzaingó 235 de la localidad de Lincoln donde cumple arresto domiciliario; Edgardo Antonio Mastrandrea, ex Comisario Inspector de la P olicía de la P rovincia de Buenos Aires, abogadom D.N.I. nro. 8.349.784, nacido el 8 de mayo de 1947,en la ciudad de J unín, provincia de Buenos Aires, hijo de Vito Antonio Leonardo y María Angélica Castelli, de estado ci vil casado, con domicilio en calle 17 nro. 341 entre 528 y 529 de La Plata, provincia de Buenos Ai res; Julio Ángel Esterlich, comisario (RE) de la Policía de la provincia de Buenos Aires, D.N.I. nro. 5.067.083, naci do el 9 de diciembre de 1948 en la ci udad de French, provincia de Buenos Aires, hijo de Juli o y de Felisa Martina Balbo, de estado civil casado, con domicilio en la calle 25 de Mayo 502 de la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires, actualmente detenido en el Complejo Penitenciari Federal II de Marcos Paz; Aldo Antonio Chiachietta, ex oficial médico de la Policía de la Provincia de Buen os Aires, L.E. nro. 4.959.358, nacido el 20 de diciembre de 1938 en la ciudad de Junín , provincia de Buen os Aires, hijo de Francisco Féli x y J osefina Adela D’Antuoni, de estado ci vil casado, con domicilio en la calle Quintana 121 de J unín, Provincia de Buenos Aires, donde cumpl e arresto domiciliario, Miguel Ángel Almirón, Comisari o Inspector (RE) de l a Policía de la provincia de Buenos Aires, D.N.I. nro. 10.270.683, nacido el 17 de abril de 1952, en La Plata, provincia de Buen os Aires, hijo de Luciano Bautista y Leonor de las Nieves Tolosa, de estado civil casado, con domicilio en calle nro. 23 nro. 4417 de Berazategui, provincia de Buenos Aires, donde cumpl e arresto domiciliario, y Francisco Silvio Manzanares, Oficial Superi or (RE) de l a Policía de la provincia de Buenos Aires, L.E. nro. 4.637.455, nacido el 20 de novi embre de 1944, en Ascensión, partido de General Arenales, provincia de Buen os Aires; hijo de Barón Luján y Elba 1 Hermenegil da Videl a, de estado civil casado -en segundas nupcias-, con último domicili o en Italia 883 de la ci udad de Junín, provincia de Buenos Aires, actual mente alojado en el C.P.F. II de Marcos Paz; y, Considerando Aclaración preliminar e introducción a los hechos materia de investigación Resulta pron unciamiento, necesari o he dictado asentar en fech a que 30 con de anterioridad diciembre de a 2009, este una resol ución en la cual se tuvo por acreditada l a responsabilidad de l os referi dos i mputados Almirón y Manzan ares, en algunos de los hechos que constituyen el objeto de investi gación de la presente causa y de análisis en esta resoluci ón, por lo cual la presente, será reproducci ón en la mayoría de las partes descriptivas de los sucesos, de aquella dictada con respecto a los nombrados. A su vez, es necesario destacar q ue algunos acápites de la presente resol ución -génesis del plan cl andestino de represión, los centros clandestinos de detención y tortura, la valoraci ón de l a prueba frente a los a los hechos delictivos concebidos con previsión de impunidad-, serán también en parte reproducci ones de lo consi gnado en otras resol uci ones dictadas por el suscripto en las causas instrui das con el objeto de esclarecer y determinar responsabilidades, de los sucesos bajo jurisdicci ón del Primer Cuerpo del Ejército, durante la dictadura mili tar i nstaurada el 24 de marzo de 1976 (resol uciones dictadas al dar tratamiento a los sucesos desarroll ados en los CCDT: Atlético–Banco-Olimpo -fs. 22.662/23.067 de causa nro. 14.216/03- ; Automotores Orletti –fs. 2818/3065 de causa nro. 2637/ 04-; Vesubio –fs. 29061/324 de causa nro. 14.216/03- y “Hospital Posadas” –1683/2004 de la causa n ro. 11.758/06-, entre otras). En este sentido, es conveniente retomar el análisis de los puntos señalados, pues ello resulta imprescindi ble a fin de explicar el marco fáctico en el cual ocurrieron los sucesos analizados, esta vez en torno a los gravísimos delitos que se registraron en la Subzona 1.3 de l a Zona 1. Como se habrá de explicar en detalle posteriormente, en estas actuaci ones se dará tratamiento a hech os que tuvieron lugar en la citada Subzona, a cargo entonces del Primer Cuerpo del Ejército, reproduciéndose en tal ámbito geográfico la mecánica de funcionamiento propia del pl an de represi ón instalado por el gobierno de f acto, conforme se verá en detalle a lo largo de la resol ución. Es preciso resaltar, que en la citada Subzona se registró un circuito de represi ón que estuvo integrado por diversos sitios: 2 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario ► La Comisaría 1ª de Junín ► La Unidad nro. 13 -en construcci ón- del Servicio Peniten ciario Provincial ► el “Destacamento Morse” –dependiente de l a Comisaría 1ª de Junín► La Unidad Regi onal VIIIª de Policía de la Provincia, con asiento en J unín Sin embargo, vale resaltar que en algunos casos se regi stró la extensi ón del circuito a otras dependencias, como ser la Comisaría de Vedi a, la Comi saría de Rojas y la Comi saría de Chacabuco. Por otro lado, es necesari o aclarar que en todas las dependencias citadas, se advirtió la intervención en los deli tos q ue se investigan, de personal de la Policía de la P rovincias de Buenos Aires, quienes actuaban USO OFICIAL bajo subordinación de los mandos militares del Primer Cuerpo del Ejército, representado en esta Subzona por el jefe del Comando de Artillería 101 de Junín, a cargo del Coronel Félix Camblor, quien según información facilitada por el Ejército –fs. 2072/5- se habría desempeñado en el Comando citado, en los años 1976 y 1977. Según consta en el legajo del mismo, el cual se halla afectado a la presente causa como prueba, Camblor –fallecido el 8 de septiembre de 2005, según partida de defunción que se encuentra en tal legajo- fue designado a cargo del Comando de Artillería 101 de Junín el 7 de diciembre de 1975, cargo en el cual permaneció al menos hasta noviembre del año 1977. Conforme surge del mismo legajo, Cambl or, nacido en el año 1928, obtuvo su retiro voluntario del Ejérci to en el año 1979, l uego de casi 33 añ os de servicio. Lo si gnificativo a los efectos de esta resolución es que la Jefatura de la Subzona 13 –espacio geográfico in tegrado por l os Partidos de General Villegas, General Pinto, Leandro N. Alem, San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Baradero, San Antonio de Areco, Sui pach a, Chivilcoy, 25 de mayo, 9 de julio, Lincoln, Carlos Tejedor, Rivadavia, Gen eral Viamonte, Jun ín, Rojas, Salto, Bartolomé Mitre, Capitán Sarmiento, Ch acabuco y Bragado- se encontraba en cabeza del Comandante del Comando de Artillería 101, con asiento en Jun ín; habiendo sido sucedido Camblor por el Coronel Leonel Antonio Barrios, conforme surge del libro “Memoria Deb(v)ida” de José Luis D’Andrea Mohr, Ed. Colihue, Buenos Aires, 241; y del in forme del Ejérci to, obrante a fs. ya citadas. Por otro lado, en lo que respecta a la existencia de áreas dentro de la Subzona 13, la información que surge a raíz de la investigación 3 efectuada por el citado autor, cuenta que la misma se divi día en tres áreas, la 131, 132 y 133. El área 131, poseía jurisdicci ón en el partido de Jun ín y se encontraba a cargo del Jefe del Grupo de Artillería 101 de esa misma localidad, a cargo del aquí i mputado Coronel Ángel José Gómez Pola, qui en según el legajo personal del Ejército, habría si do designado como Jefe del Grupo citado, el 6 de diciembre de 1975, cargo en el cual habría permaneci do hasta el 16 de octubre de 1977, habien do sido calificado en el período de mención por su superior, el Coronel Féli x Camblor. A Gómez Pola, nacido en el año 1930, l e habría sucedido en el cargo el Coronel Bernardo José Menéndez, y a su vez éste habría sido sucedi do por el Coronel Rodolfo J orge Rodríguez. El área 132, con jurisdicci ón en los Partidos de San Nicolás, Colón, Pergamino, Ramall o, San Pedro, Baradero, Arrecifes, Salto, Capitán Sarmi ento, San Antonio de Areco y Carmen de Areco, habría estado a cargo del Teniente Coronel Manuel Fernando Saint Amant, a cargo del Batall ón de Ingenieros de Combate 101, con asiento en San Nicolás, y habría si do sucedi do en el año 1977 por el Teniente Coronel Norberto Ri cardo Ferrero. La tercera dentro de la Subzona, f ue el área 133, la cual si bien tuvo j urisdicción en los Parti dos de Junín , Leandro N. Alem, Lincoln, General Pinto, Carl os Tejedor, Rivadavia y General Vill egas, fue creada en el año 1979, encontrándose a cargo del Mayor Alberto Raúl Fittipaldi, a cargo de la Batería de Adquisici ón de Blancos para Apoyo de Combate 101, con sede en Junín –conf. ob. ci tada-. Como se ha adelantado, lo que interesa en esta resol ución para el tratamiento de los sucesos, es que todas las dependencias q ue integraron el circuito represi vo, se hallaban emplazadas en el Partido de J unín, y se encontraron bajo estricta subordinación de los mandos mi litares citados, habiéndose incluso en muchas oportunidades, hecho presente los nombrados, frente a las propias víctimas, generalmente luego de q ue estas cumplieran su detención ilegal en el circui to represivo. Asimismo, val e real izar a modo de introducción a los hechos materi a de investigación, una descri pción de las acciones desplegadas en el marco de la última dictadura militar, en función de l as cuales se habilitó a miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad, al secuestro, la tortura y el asesinato en un modo masivo y bajo la dirección de quien es controlaban mediante l a usurpaci ón del poder- la totalidad del aparato punitivo estatal. Durante los años compren didos entre 1976 y 1983, el gobiern o de facto impuso un plan sistemático de represión ilegal, lo cual se ha acreditado 4 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario en virtud de diversas resol uciones judici ales, entre las que merece destacarse la sentencia dictada por la Excma. Cámara Naci onal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal al dictar sentencia en la causa 13/84. Uno de l os puntos centrales de este plan estatal de represión -que conforme veremos a lo largo de l a presente resol ución estaba contaminado de las prácticas e ideol ogías propias del gobierno nacionalsocialista de Alemania de las décadas del ‘ 30 y ‘40 del sigl o XX- era el secuestro de personas, su traslado a lugares clandestinos de detención, su sistemática tortura, y, en tales condiciones, su liberaci ón, legalización o muerte. Los centros cl andestinos de detención y tortura existentes en el país compartían distintas características comunes, entre ellas, el funcionamiento en l ugares secretos, bajo el directo contral or de la autoridad militar responsable de dicha zona; y el sometimi ento de l as personas allí USO OFICIAL alojadas a prácticas degradantes, tales como la tortura físi ca y psicológica en forma sistemática, el tabicamiento (estar vendado día y n oche y aislado del resto de la pobl ación cautiva) , la prohibición absol uta del uso de la palabra o de la escri tura, en fin, de cualquier tipo de comunicación humana; la asignación de una letra y un número en reemplazo del nombre, el alojamiento en pequeñas cel das llamadas “t ubos”, la escasa comi da y bebida, y la total perdida de i dentidad, entre otras condiciones de por sí aberrantes. Para dar al menos una visión aproximati va de lo que si gnificaba la vida en los centros de detención y tortura, resulta ilustrati va la declaración de un sobreviviente, Mario Villani -publi cada en la obra “Nunca Más” -, en la cual se ensayaba un esbozo de tales condiciones: “Debo decir que, desde el momento en que alguien era secuestrado por los grupos de tareas de la dictadura, él o ella era un desaparecido. La secuencia establecida era desaparición-tortura-muerte. La mayoría de los desaparecidos transcurríamos día y noche encapuchados, esposados, engrillados y con los ojos vendados, en una celda llamada tubo por lo estrecha. [...] Podíamos también volver a ser torturados en el quirófano y, finalmente, como todos los demás, ser “trasladados”, eufemismo que encubría el verdadero destino, el asesinato. A algunos pocos, por oscuras razones que sólo los represores conocían, se nos dejó con vida”. Al respecto también es útil traer a colación el testimoni o de Víctor H ugo Lubián, sobrevi viente del centro de detención y tortura “Automotores Orletti” (cfr. causa 2637/ 04), quien en este contexto, aportó mayores precisi ones en torno a la mecánica de tortura en un sitio de estas características: 5 “[E]l insulto, los golpes de puño y patadas, los manoseos y el estar continuamente vendado y atado o esposado, es una constante que comienza cuando uno es secuestrado-det enido y se mantiene en todo momento y en t odo lugar; cuando se tortura, cuando se está de plantón o tirado en el piso, cuando se es trasladado, siempre. Muchas veces me pregunté acerca del objetivo de ese trato. Existen evidentemente en esas conductas un objetivo premeditado de antemano, el de denigrar, rebajar al detenido obligándolo a soportar cosas que en condiciones normales, provocarían una reacción inmediata, logrando así una profunda depresión psicológica […] Se crea una relación de dependencia absoluta con esa autoridad anónima y omnipresente, nada es posible hacer por uno mismo, ni lo más elemental, todo se trastoca […] estamos animalizados por completo, suci os, hambrientos, sedientos, golpeados, t orturados, esperando morir en cualquier momento; a veces se piensa en ello como la única posibilidad real de salir de allí, pero hasta eso resulta imposible de hacer, t ienen especial cuidado por evitar el suici dio, nos precisan deshechos pero vivos, para torturarnos y así poder arrancar «i nformación» más fácilmente” (legajo nro. 16 de l a CONADEP y fs. 99/111 de causa 42.335 bis, que corre por cuerda a la antes citada). También, resultan il ustrativas las palabras de una de l as víctimas de un CCDT q ue funcionó bajo la órbita de la Fuerza Aérea –Subzona 16- y que han sido también tratados por este Magistrado. Me refi ero al testi monio vertido ante esta sede por Guillermo Fernández, quien al narrar su cautiveri o en “Mansión Seré”, dijo con referencia a uno de los guardias que “le disgustaba el hecho de que no pudiera llorar”. Que él trataba de explicar que “en ningún momento [su] actitud de no poder llorar significó un acto de coraje, sino que simplemente no podía, para [él] el llanto es una actitud humana y en esos momentos [le] costaba identificarse con un ser humano, por el aspecto y fundamentalmente, por [su] relación con los otros” (declaraci ón en causa nro. 13/84 de la Excma. Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal) . La estructura burocrática y funcional de los centros clandesti nos, se reproducía incesantemente en cada un o de ell os, y evidencia de ell o fue l a mecánica de funcionamiento que se registró en los siti os mencionados anteriormente, es decir, la cárcel en construcci ón –que funcionó como verdadero centro clandestino de detención y tortura-, como l as dependencias oficiales mencionadas, acondici onadas para el alojamien to de detenidos ilegales, y en muchos casos para la tortura de l os mi smos. En la citada causa, no se registran por el momento iguales particularidades a aquellas que sí fueron visualizadas en otras investigaciones. Una de las diferencias que se hace evidente en la Subzona 1.3. resulta ser l a n o tan marcada divisi ón funcional entre q uienes deten ían, custodiaban, o torturaban a los deteni dos. En particular, al menos en los 6 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario sitios q ue en esta resoluci ón se habrán de tener por acreditados como CCDT, no se visualizó división funcional entre los llamados “grupos de tareas” también llamados “patotas”-, y las “guardias” cuya exi stenci a fue notoria en otros centros clandestinos que han sido tratados por este Magistrado. Una pauta general , advertida en todos los tramos de la investigación de los sucesos imputados a personal q ue actuaba en forma subordinada, o coordinada, con el Primer Cuerpo del Ejército, fue la coexistencia en l os CCDT de personas de diversas fuerzas o repartici ones. Lo que debe tenerse en cuenta entonces es que para cumplir estas tareas, el Estado autoritari o se valió de personal de las distintas fuerzas de seguri dad, que de hecho, convi vían en los centros de detenci ón clandestinos -a los cuales el propi o régi men llamaba eufemísticamente ”LRD”, es decir, “lugar de reunión de detenidos” -, policías, gen darmes, militares y penitenciarios, USO OFICIAL quienes se hallaban siempre bajo l a tutela de la estructura represiva implementada en úl tima instancia; sin perj uicio de detectarse al gunos casos en los que el aparato represivo se valió de personal civil, siendo “el chalet” del “Hospital Posadas” (causa nro. 11.758/06 de este mismo Tribunal) y el CCDT “Automotores Orletti” (causa nro. 2637/04) dos si tios en los que se advirti ó la presenci a de personas que n o revestían condición de integrantes de fuerzas de seguri dad, sino que o bien se trataba de personal reti rado de dicha fuerza, o bi en, personal civil , contratado para tales f unciones. En esta causa en particular, la coexi stencia de personal de diversas f uerzas se advirtió en la Cárcel en construcción, en donde las víctimas apreciaron la presencia de personal de policía, como asimismo del Ejército. Por el contrari o, en la Comisaría 1ª, l as víctimas sólo interactuaron con personal polici al, no advirtiéndose –al menos desde la óptica de los detenidos- la presen cia de personal mi litar. Las personas invol ucradas cumplieron diversos rol es dentro del plan sistemático de represión il egal. La i mportancia de estas di stintas funciones queda graficada en las palabras de Hannah Arendt en el análisi s que se realizó del rol del jerarca nazi Adolf Eichmann en el j uicio llevado en su contra: “Allí escuchamos las afirmaciones de la defensa, en el sentido de que Eichmann tan sólo era una «ruedecita» en l a maquinaria de la Solución Fi nal, así como las afirmaciones de la acusación, q ue creía haber hallado en Eichmann el verdadero motor de aquella máquina. Por mi parte, a ninguna de las dos teorías di mayor importancia que la que les otorgaron los jueces, por cuant o la teoría de la ruedecilla carece de trascendencia jurídi ca, y, en consecuencia, poco importa determinar la magnitud de la función atribuida a la rueda Eichmann. El tribunal 7 reconoció, como es lógico, en su sentencia, que el delito juzgado únicamente podía ser cometido mediante el empleo de una gigantesca organización burocrática que se sirviera de recursos gubernamentales. Pero en tanto y en cuanto las actividades en cuestión constituían un delito -lo cual, como es lógico, era la prem isa indispensable a la celebración del juicio- todas las ruedas de la máquina, por insignificantes que fueran, se transformaban, desde el punto de vista del tribunal, en autores, es decir, en seres humanos. Si el acusado se ampara en el hecho de q ue no act uó como tal hombre, sino como un funcionario cuyas funciones hubieran podi do ser llevadas a cabo por cualquier ot ra persona, ello equivale a la actitud del delincuente que, amparándose en las estadísticas de criminalidad -que señalan que en tal o cual lugar se cometen tantos o cuantos delitos al día-, declarase que él tan sólo hizo lo que estaba ya estadísticamente previsto, y que tenía carácter meramente accidental el que fuese él quien lo hubiese hecho, y no cualquier otro, por cuanto, a fin de cuentas, alguien tenía que hacerlo” (Arendt, Hannah: Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, trad. de Carlos Ribalta, Ed. Lumen, Barcel ona, 2000, p. 436). Descri ptos investigación, de corresponde manera sucinta comenzar con el los hechos análisis de materia las de cuestiones enunciadas. Considerando Primero Génesis del Plan Clandestino de Represi ón Tal como ha sido ci tado en resol uciones anteriores dictadas por este Tribunal, es preciso recordar que ya en la Sentencia dictada en la causa nro. 13/84 (tambi én denominada “Causa originariamente instrui da por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en cumplimiento del decreto 158/83 del Poder Ejecutivo Naci onal”), por la Excma. Cámara Naci onal en lo Criminal y Correccional Federal , el 9 de diciembre de 1985, l uego de analizarse los sucesos ocurridos en el país durante el autodenominado “Proceso de Reorgani zación Nacional” en lo atinente, entre otros aspectos, al sistema represi vo creado desde la cúpula del aparato estatal, se tuvo por probada la existen cia y el funcionamiento, de una organización ilegal, orquestada por las Fuerzas Armadas, la cual tenía como propósi to llevar adelante un pl an clandestino de represión. Tal hipótesis también tuvo acreditación en la en la causa 44/86 segui da contra l os ex-jefes de la Poli cía de la P rovincia de Buenos Aires (causa incoada en vi rtud del decreto 280/84 del P.E.N.) , y tramitada también por la Alzada. Así, la Excma. Cámara del Fuero en ocasión de dictar sentencia en la causa 13/84, reali zó un aj ustado análisis del contexto histórico y 8 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario normativo en el cual sucedi eron los hechos que serán objeto de análisis en la presente resol ución: “La gravedad de la situación imperante en 1975, debido a la frecuencia y extensión geográfica de los actos terroristas, constituyó una amenaza para el desarrollo de vida normal de la Nación, estimando el gobierno nacional que los organismos policiales y de seguridad resultaban incapaces para prevenir tales hechos. Ello motivó que se dictara una legislación especial para la prevención y represión del fenómeno terrorista, debidamente complementada a través de reglamentaciones militares”. “El gobierno constitucional, en ese entonces, dictó los decretos 261/75 de febrero de 1975, por el cual encomendó al Comando General del Ejército ejecutar las operaciones militares necesarias para neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos en la Provincia de Tucumán; el decreto 2770 del 6 de octubre de 1975, por el que se creó el Consejo de Seguridad Interna, integrado por el USO OFICIAL Presidente de la Nación, los Ministros del Poder Ejecutivo y los Comandantes Generales de las fuerzas armadas, a fin de asesorar y promover al Presidente de la Nación las medidas necesarias para la lucha contra la subversión y la planificación, conducción y coordi nación con las diferentes autoridades nacionales para la ejecución de esa lucha; el decreto 2771 de la misma fecha que facultó al Consejo de Seguridad Interna a suscribir convenios con las Provincias, a fin de colocar bajo su control operacional al personal policial y penitenciario; y 2772, también de la misma fecha que extendió la «acción de las Fuerzas Armadas a los efectos de la lucha anti subversiva a todo el territorio del país»”. “La primera de las normas citadas se complementó con la directiva del Comandante General del Ejército nro. 333, de enero del mismo año, que fijó la estrategia a seguir contra los asentamientos terroristas en Tucumán, dividiendo la operación en dos partes, caracterizándose la primera por el aislamiento de esos grupos a través de l a ocupación de punt os críticos y control progresivo de la población y de las rutas, y la segunda por el hostigamiento progresivo a fin de debilitar al oponente y, eventualmente, atacarlo para aniquilarlo y restablecer el pleno control de la zona. En su anexo n° 1 (normas de procedi miento legal) esta directiva cuenta con reglas básicas de procedimiento sobre detención de personas, que indican su derivación preferentemente a la autoridad policial en el plazo más breve; sobre procesam ientos de detenidos, q ue disponen su sometimiento la justicia federal, o su puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional; sobre allanamientos, autorizándolos en casos graves, con presci ndencia de toda autorización judicial escrita, habida cuenta del estado de sitio”. “La directiva 333 fue complementada con la orden de personal número 591/75, del 28 de febrero de 1975, a través de la cual se disponía reforzar la quinta 9 brigada de infantería con asiento en Tucum án, con personal superior y subalterno del Tercer Cuerpo del Ejército [...]”. “Por su parte, lo dispuesto en los decretos 2770, 2771 y 2772, fue reglamentado a través de la directiva 1/75 del Consejo de Defensa, del 15 de O ctubre del mismo año, que i nstrumentó el empleo de la fuerzas armadas, de seguridad y policiales, y demás organismos puestos a su disposi ción para la lucha anti subversiva, con la idea rectora de utilizar simultáneamente todos los medios disponibles, coordinando los niveles nacional es [...]”. “El Ejército dictó, como contribuyente a la directiva precedentemente analizada, la directiva del Comandante General del Ejército n° 404/75, del 28 de Octubre de ese año, que fijó las zonas prioritarias de lucha, dividió la maniobra estratégica en fases y mantuvo la organización territorial -conformada por cuatro zonas de defensa nros. 1, 2, 3 y 5 -subzonas, áreas y subáreas- preexistentes de acuerdo al Plan de Capacidades para el año 1972 -PFE-PC MI72-, tal como ordenaba el punto 8 de la directiva 1/75 del Consejo de Defensa [...]”. “Al ser interrogados en la audiencia los integrantes del Gob ierno constitucional que suscribieron los decretos 2770, 2771, y 2772 del año 1975, doctores Ítalo Argentino Luder, Antonio Cafiero, Alberto Luis Rocamora, Alfredo Gómez Morales, Carlos Ruckauf y Antonio Benítez, sobre la inteligencia asignada a la dichas normas, fueron contestes en afirmar que esta legislación especial obedeció fundamentalmente a que las policías habían sido rebasadas, en su capacidad de acción, por la guerril la y que por “aniquil amiento” debía entenderse dar término definitivo o quebrar la voluntad de combate de los grupos subversivos, pero nunca la eliminación física de esos delincuentes [...] ”. “Sostener que este concepto, insertado en esos de cretos, impli caba ordenar la eliminación física de los delincuentes subversivos, fuera del combate y aún después de haber sido desarmados y apresados, resulta inaceptable [...]”. “En el Orden Nacional, el Ejército dictó: a) la orden parcial nro. 405/76, del 21 de mayo, que sólo modificó el esquema territorial de la directiva 404 en cuanto incrementó la jurisdicción del Comando de Institutos Militares; [...] b) La Directiva del Comandante General del Ejército nro. 217/76 del 2 de abril de ese año cuyo objetivo fue concretar y especificar los procedimientos a adoptarse respecto del personal subversivo detenido; [...] c) la directiva del Comandante en jefe del Ejercito nro. 504/77, del 20 de abril de ese año, cuya finalidad, expresada en el apartado I fue «actualizar y unificar el contenido del PFE - OC (MI) - año 1972 y la Directiva del Comandante General del Ejército 404/75 (lucha contra la subversión)»; [...] d) Directiva 604/79, del 18 de mayo de ese año, cuya finalidad fue establecer los lineamientos generales para la prosecución de l a ofensiva a partir de la situación alcanzada en ese momento en el desarrollo de l a lucha contra la subversión” (cfr. Causa nº 13/84, de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en 10 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario lo Criminal y Correcci onal Federal de la Capital Federal” (Sentencia de fecha 9 de diciembre de 1985, I mprenta del Congreso de la Nación, Tomo I, 1987, p. 69 y sgtes.) . Con la toma del poder por parte del gobierno militar dio comienzo el fenómeno de la desaparici ón de personas mediante la utilización de un plan sistemático de represión en cabeza del aparato de poder estatal que dominaban las Fuerzas Armadas. Este fenómeno inusitado, tenía un patrón común de acción, que la Cámara Federal, en la sentencia señalada precedentemente, sistematizó de la siguiente manera: "...1) Los secuestradores eran i ntegrantes de las f uerzas arm adas, policiales o de seguri dad, y si bien, en la mayoría de los casos, se proclamaban genéricamente como pertenecientes a alguna de di chas fuerzas, normalmente USO OFICIAL adoptaban precauciones para no ser identi ficados, apareciendo en algunos casos disfrazados con burdas indumentarias o pelucas [...]” “2) Otra de las características que tenían esos hechos, era la intervención de un número considerable de personas fuertemente armadas [...]”. “3) Otra de las características comunes, era que tales operaci ones ilegales contaban frecuentemente con un aviso previo a la autori dad de la zona en que se producían, advirtiéndose incluso, en algunos casos, el apoyo de tales autoridades al accionar de esos grupos armados”. “El primer aspecto de la cuestión se vincul a con la denominada «área libre», que permitía se efectuaran los procedimientos sin la interferencia poli cial, ante la eventualidad de que pudiera ser reclamada para intervenir [ ...]”. “No sólo adoptaban esas precauciones con las autoridades policiales en los lugares donde debí an intervenir, sino que en muchas ocasiones contaban con su colaboración para real izar los procedimientos como así también para la detención de las personas en las propias dependencias poli ciales [...]”. “4) El cuarto aspecto a considerar con característica común, consiste en que los secuestros ocurrían durante la noche, en los domicilios de las víctimas, y siendo acompañados en muchos casos por el saqueo de los bienes de la vivienda [...]” (cfr. La Sentencia…, Tomo I, pág. 97 y si g.). Estos actos de terrorismo de Estado sin precedentes, fueron abordados también por los historiadores del pasado reciente, como el catedrático en Historia Social (UBA, FLACSO) e investigador princi pal del CONICET, Luis Alberto Romero, q uien al respecto ha sostenido que: “La planificación general y la supervisión táctica [del plan represivo estatal] estuvo en manos de los más altos niveles de conducción castrense, y los oficiales superiores no desdeñaron participar personalmente en tareas de ejecución, poniendo de relieve el carácter institucional de la acción y el compromiso colectivo. 11 Las órdenes bajaban, por la cadena de mandos, hasta los encargados de la ejecución, los Grupos de Tareas […] La represión fue, en suma, una acción sistemática realizada desde el Estado”. “Se trató de una acción terrorista, dividida en cuatro momentos principales: el secuestro, la tortura, la detención y la ejecución. Para los secuestros, cada grupo de operaci ones -conocido como «la patota»- operaba preferentemente de noche, en los domicilios de las ví ctimas, a la vista de su familia, que en muchos casos era incl uida en la operación. Pero también muchas detenciones f ueron realizadas en fábricas, o lugares de trabajo, en la calle […] Al secuestro seguía el saqueo de la vivienda…” (Romero, Luis Al berto: Breve Historia Contemporánea de la Argentina, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2ª Edición, 2001, p. 208) . Asimismo, agrega el autor que: “El estado se desdobló: una parte, clandestina y terrorista, practicó una represión sin responsables, eximida de responder a los reclamos. La otra, pública, apoyada en un orden j urídico que ella misma estableció, silenciaba cualquier otra voz” (ídem, p. 210). “El adversario - de lí mites borrosos, que podía incl uir a cual quier posible disidente- era el no ser, la «subversión apátrida» si n derecho a voz o a existencia, que podía y merecía ser exterminada. Contra la violencia no se argumentó a favor de una alternativa jurídica y consensual, propia de un Estado republicano y de una sociedad democrática, sino de un orden que era, en realidad, otra versión de la misma ecuación violenta y autoritaria” (ibidem, p. 211). En función de lo antedicho, concluye que: “El llamado Proceso de Reorganización Nacional supuso la coexistencia de un Estado terrorist a clandestino, encargado de la represión, y otro visible, sujeto a normas, establecidas por las propias autoridades revolucionarias pero que sometían sus acciones a una cierta juridicidad” (ibid., p. 222). En idéntico senti do, el catedrático de Teoría Política Contemporánea (UBA), sociólogo y doctor en filosofía Marcos Novaro, recientemente, ha expresado que “[e]l plan represivo tuvo dos rostros, uno ajustado a la legalidad del régimen, y por tanto visible; otro soterrado, ilegal, aunque no del todo invisible. El primero correspondió a la administración de castigos a opositores potenciales (definidos así en las órdenes secretas con que se planificó el golpe), «corregibles» o poco pel igrosos. A ellos se les aplicaron fueros militares, penas elevadas por delitos difusos como «trai ción a la patria» y una amplia batería de legislación represiva […] Con todo, lo esencial de la represión correspondió al otro aspecto de la estrategia: el secuestro, tortura y asesinato de los miles de militantes y dirigentes involucrados en «la subversión»” (cfr. Historia de la Argentina Contemporánea, Ed. Edhasa, Buenos Ai res, 2006, pp. 70/71). 12 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Luego de secuestradas, las víctimas eran llevadas de inmediato a lugares especi almen te adaptados, situados dentro de unidades mili tares o policiales o l ugares creados especialmen te por los encargados de materi alizar en los hechos ese plan represivo, conocidos con posteri ori dad como centros clandestinos de detención. En tales sitios, los secuestrados generalmente eran someti dos a largas sesi ones de torturas con el fin de obtener al gún tipo de información. Luego de ello, la víctima podía correr tres destinos: la liberación, la legalización de su detención o la muerte. Los centros de detención, además de servi r para al ojar a detenidos, eran utili zados por los grupos de tareas (los denominados “GT”) como base de operaciones para reali zar sus secuestros. La primera conclusi ón sobre lo hasta aquí expuesto, lleva a poner USO OFICIAL de resalto que, bajo la exi stencia de un supuesto orden normativo -amparado por las leyes, órden es y di rectivas que reglaban formal mente la actuación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra l a subversi ón-, las Fuerzas Armadas, en los hechos, se conducían merced a mandatos verbales y secretos. Como fuera sentado en la sentencia dictada el 15 de diciembre de 1985 en la causa 13/84, el orden normativo se excl uía con aquel aplicado para el combate de la “guerrilla”, y uno i mplicaba la negación del otro. Precisamente, en lo referente al tratamiento de las personas detenidas, la actividad desplegada por el gobierno militar, lej os de responder al marco j urídico anteriormente señalado, se encontraba signado por un procedimiento absol utamente ilegal, el cual, como habrá de detall arse más adelante, f ue transf ormándose en un tramo plagado de atroci dades que conformaron el peor capítul o de la histori a argentina. Las prácticas ilegal es mencionadas comenzaban al deten er y mantener ocul tas a las personas previamente definidas como “subversivas”, torturarlas para obtener informaci ón y eventualmente matarlas haciendo desaparecer el cadáver, o bien fraguar enfrentamientos armados como una manera de j ustificar las muertes. Esquemáticamente, el plan criminal de represi ón, llevado a cabo durante el últi mo gobierno mili tar consistió en: a) pri var de su libertad en f orma ilegal a las personas que considerasen sospechosas de estar enfrentadas al orden por ellos impuesto; b) trasladarlos a lugares de detención cl andestinos; c) ocultar todos estos hechos a l os familiares de las víctimas y negar haber ef ectuado la detención a los j ueces que tramitaran habeas corpus; 13 d) aplicar torturas a las personas capturadas para extraer la información q ue con sideren necesaria; e) liberar, legali zar la detención o asesi nar a cada vícti ma según criterios poco estables, lo que puso de manifiesto la más ampli a discreci onalidad y arbitrariedad con relación a la vida o muerte de cada una de las víctimas. Este cruel derrotero es descripto por el Profesor Romero, en su obra ya citada supra, cuando refiere: “El destino primero del secuestrado era la tortura, sistemática y prolongada. La «picana», el «submarino» […] se sumaban a otras que combinaban tecnología con el refinado sadismo del personal especializado, puesto al servicio de una operación institucional de la que no era raro que participaran jefes de alta responsabilidad. La t ortura física, de duración indefinida, se prolongaba en la psicológica: sufrir sim ulacros de fusilamientos, asistir al supli cio de amigos, hijos o esposos, comprobar que todos los vínculos con el exterior estaban cortados, que no había nadie que se interpusiera entre la víctima y el victimario. En principio la tortura servía para arrancar información y lograr la denunci a de compañeros, lugares, operaciones, pero más en general tenía el propósito de quebrar la resistencia del detenido, anular sus defensas, destruir su dignidad y su personalidad. Muchos morían en la tortura, se «quedaban» […] En esta etapa final de su calvario, de duración imprecisa, se completaba la degradación de las ví ctimas, a menudo mal heridas y sin atención médica, permanentemente encapuchadas o «tabicadas», mal alimentadas, sin servicios sanitarios […] No es extraño que, en esa situación verdaderamente límite, algunos secuestrados hayan a ceptado colaborar con sus victimarios, realizando tareas de servicio [ …] Pero para la mayoría el destino final era el «traslado», es decir, su ejecución” (op. cit., p. 209). Dentro de este sistema, se otorgó a los cuadros inferiores de las Fuerzas Armadas un a gran discreci onalidad a la hora de seleccionar a quienes se le asignaría el rótulo, según la información de inteligen cia, de “elementos subversivos”, de acuerdo a la terminología del Régimen. En tal contexto, se dispuso su interrogatorio bajo tormentos, sometiéndol os a su vez a condiciones inhumanas de vida, mientras se los manten ía clandestinamente en cautiveri o; se concedió, por ende, una gran libertad para apreci ar el destino final de cada víctima, ya se trate del ingreso al sistema legal , la libertad o, simplemente, la eli minación física. Con relación a la organización del sistema represivo y el acci onar de las fuerzas armadas, Novaro, junto a Vicente Palermo, explican: "En su diseño como hemos dicho se priorizó ante toda otra consideración la eficacia de la ofensiva a desarrollar contra el enemigo que enfrentaba la naci ón y las fuerzas Armadas, cuya naturaleza era política e ideológica, más que militar: «el comunismo 14 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario subversivo» o más simplemente «el subversivo» actuaba dentro de las fronteras y su entramado social, podía tener o no vinculación ideológica, política y financiera con los centros mundiales de la revolución, y actuaba en todos los planos de la vida social, la educación, l a cultura, las relaciones laborales, la religión. Lo que debía combatirse en él era su condi ción subversiva que no estaba asoci ada sólo con una práctica revolucionari a (la lucha armada) ni con una determinada estrategia de toma revolucionaria del poder (el modelo cubano, el vietnamita o el chileno) ni con la pertenencia a un determinado tipo de organización (los grupos revolucionarios y guerrillas) sino que se extendía mucho más allá”. “Para identificar la «condi ción subversiva» era un dato relevant e la ideología marxista y el izquierdismo. Se entendía, entonces, que para combatir eficientemente a «la subversión» había que atacarla especialmente, en su causa primera el «virus ideológico» que es diseminado por los marxistas, los comunistas o criptocomunistas, los izquierditas, los revolucionarios en general. Aunque también USO OFICIAL los católicos tercermundistas, los freudianos, los ateos y en una medida considerable, los peronistas, los liberales y los judíos representaban una amenaza para el orden, ya que difundían ideas contrarias a su preservación, por lo que también debía perseguírselo. Igual que todos aquellos que, con su prédica agnóstica, igualitaria o populista atacaron las bases del orden nacional. Es así que, si bien esas filtraciones eran datos suficientes, no eran del todo necesarias para identificar al enemigo que podía est ar solapado bajo otros disfraces y ser inconsciente de su papel en esta guerra. Bastaba que la persona en cuestión actuara a favor de un «cambio social» y en contra del orden. En este sentido los activistas no violentos, ajenos a las organizaciones clandestinas que desarrollaban actividades políticas sindicales, religiosas o intelectuales legales y legítimas en cualquier sistema de derecho resultaban a los militares especialmente intolerantes, porque solían ser los más eficaces transmisores del virus subversivo para la sociedad. Sub versivo, en suma, equivalía a ser enemigo de la Patria, de esa Patria uniforme, integrada e inmutable tal como la entendían los militares. No importaría, por lo tanto, que como sucedió en muchos casos, los secuestrados result aran ser nacionalistas convencidos o devotos cristianos animados por sentimientos no menos profundos que los de sus verdugos. La inclusión de entre las señas de identidad del enemigo, de una amplia gama de «delitos de conciencia» y actitudes cuestionadoras fue expresada de modo prístino y reiterado por Videla: «Subversión es también la pelea entre hijos y padres, entre padres y abuelos. No es solamente matar militares. Es también todo tipo de enfrentamiento social (Gente n° 560, 15 de abril de 1976)» [...] Y tal como había explicado Galtieri a fines de 1974, continuando con las metáforas médicas frente a la subversión como con el cáncer, «a veces es necesario extirpar las partes del cuerpo próximas aunque no estén infect adas para evitar la propagación»" (cfr. 15 Historia Argentina: La Dictadura Militar 1976/1983. Del Gol pe de Estado a la Restauración Democrática. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 88 y sgtes.) . En el mismo senti do, se ha señalado también, que “El discurso de la peste […] fue particularmente apropiado y resignificado por el gobierno instaurado en 1976. Las epidemias, los cánceres nacionales de todo tipo, eran los subterfugios utilizados por los militares para justificar la erradicación de los «focos» subversivos al interior del organismo enfermo. También desde 1976, con más fuerza que nunca la metáfora de la sociedad enferma se convertiría «en el diagnóstico oficial del gobierno para expli car de un modo didácti co y convincente el pasado inmediato de la República Argentina, para justificar el acceso al poder, la legitimidad de la permanencia en él y los objetivos históricos propuestos»” (Mel o, Adrián y Raffin, Marcelo: Obsesiones y fantasmas de la Argentina, Ed. del Puerto, Buen os Aires, 2005, p. 109, con cita de Delich, Franci sco: Metáforas de la sociedad argentina, Ed. Sudamericana, Buenos Ai res, 1986, p. 29). Y continúan los autores citados: “…Si el diagnóstico era que el grueso de la sociedad estaba enferma, las estrategias curativas tenían que ser necesariamente drásticas y apuntar allí mismo donde los males tienen su origen. El Estado autoritario impone un lema: el supuesto enfermo debe aislarse para extirpar el mal. Las terapéuti cas instrumentadas fueron la desinformación, el congelamiento de la sociedad, la imposición del miedo, la desaparición física de l as personas, entre las de mayor peso” (idem, p. 109/0). No es de extrañar entonces, que el resultado de esta lógica haya llevado a resultados desastrosos; que este discurso del enemigo haya conducido sin escalas a l a más pura arbitrariedad, especialmente en la selección de las víctimas a someter a este perverso y feroz sistema penal ilegal subterráneo, el cual -como toda agencia policial descontrol ada e impune-, arrasó con cuanto vesti gio de Estado de Derecho tuvo del ante; para sólo detener su propensión a la vi olación de las más elemen tales normas del Derecho y la raci onalidad frente a la aparici ón en el hori zonte de contra pulsi ones provenientes del exterior, más precisamente, la presi ón del gobierno demócrata norteamericano y la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (con más detall e al respecto, Novaro, op. cit., pps. 102/3). En palabras de Romero “[l]o cierto es que cuando la amenaza real de las organizaciones cesó, la represión continuó su marcha. Cayeron militantes de organizaciones políticas y sociales, dirigentes gremiales de base […] y junto con ello militantes políticos varios, sacerdotes, intelectuales, abogados relacionados con la defensa de presos pol íticos, activistas de organizaciones de derechos humanos, y muchos otros, por la sola razón de ser parientes de alguien, figurar en una agenda o haber sido mencionado en una sesión de tortura […] con el argumento de enfrentar y destruir en su propi o terreno a las organizaciones armadas, la operación procuraba 16 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario eliminar todo activismo, toda protesta social -hasta un modesto reclamo por el boleto escolar-, toda expresi ón de pensamiento crítico […] En ese sentido los resultados fueron exactamente los buscados”. En este orden de cosas, corresponde asimismo recordar que el Poder Ejecutivo Nacional, mediante la sanción del decreto nro. 187/83, dispuso la creación de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP), cuyo objetivo f ue esclarecer los hechos relacionados con este fenómeno aconteci do en el país. En el informe final presentado por la Comisi ón se señaló q ue: “De la enorme docum entación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de m anera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la USO OFICIAL extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología de terror planificada por los alt os mandos? ¿Cómo podrían haber sido comet idos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádi cos pero regimentados ejecut ores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las pal abras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el Jefe de la Delegación Argentina, Gral. Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores». Así cuando ante el cl amor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraron los «excesos de la represión, inevitabl es en una guerra sucia», revelan una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados”. “Los operativos de secuestros manifestaban la precisa organizaci ón, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena cal le y a luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las Comisarías correspondientes. Cuando la vícti ma era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzana y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de los comandos casi siempre destruía y robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podí a haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonar toda esperanza, los que ent ráis»”. 17 “De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y hasta fantasmal: la de los desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escrib e en castellano en t oda la prensa del mundo“. (cfr. Nunca Más, Informe de la Comisión Nacional de Desaparici ón de Personas, EUDEBA, Buenos Aires, 1996). Lo hasta aquí expuesto, nos permite con ocer el contexto histórico nacional en el cual se desplegó el sistema represivo implementado por las Fuerzas Armadas q ue, reitero, consisti ó en la captura, privación ilegal de la libertad, interrogatorios con tormentos, clandestinidad y en muchos casos, eliminación física de las víctimas; si endo este proceso sustancialmente idéntico en todo el terri torio de la Naci ón. Resulta rel evante traer a col ación aq uí los desarrollos teóricos que en el marco del discurso penal se han efectuado, a partir de la irrupción de Estados autoritarios tanto en Europa como en América Latina, durante todo el siglo XX, desarrollos que sintetizan las preocupacion es de los juristas y pensadores proven ientes no sólo del Derecho penal sino de diversas ramas de las ciencias social es, como lo son la sociología del casti go, la antropología jurídica y la criminología. Estas preocupaciones han buscado comprender la relaci ón entre el poder y la legali dad (entendi da esta última según el model o kel seniano q ue se impuso durante las décadas del ’20 y ’ 30 del sigl o pasado), especial mente a parti r de la crisis en esta relación, puesta en evidencia con la irrupci ón de los regímenes autocráticos de entreguerras, en especial, el naci onalsocialismo. De estos desarrollos teóricos –entre l os cual es se destacan los emprendidos por l os juristas europeos A lessandro Baratta y Luigi Ferrajoli y nuestro E. Raúl Zaffaroni-, surge claro que hoy en día sólo es posible comprender al Derecho penal como una técnica de minimización de la violencia, con concentración especial de poder referencia punitivo a la violencia ( monopolio del estatal, uso de que la por su f uerza, disponibilidad de aparatos de poder, posesi ón de arsenal es bélicos, etc.) , siempre tiende al abuso y a la desproporción en las réplicas f rente a la puesta en peligro de dicho poder que surgen de sectores alejados del mismo. De hecho, el Derecho penal moderno nació al calor de la Ilustración de fines del siglo XVIII (la obra de Beccari a, Dei delitti e delle pene, es de 1766), precisamente a parti r de la necesidad de poner diques de contención al despotismo que l os regímenes absol utistas ejercían sobre los súbditos, quienes hasta ese momento carecían de todo tipo de derechos. 18 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Pues bien, los hechos ventilados en este proceso muestran a las claras que el supuesto progreso civil izatorio de la mano de l a modernidad y de las luces está lej os de haber alcanzado, al menos de modo concluyente, estadi os superadores en la relación entre el Estado y la sociedad civil. Es a parti r de este marco conceptual, q ue es posibl e visual izar una tensión permanente entre el ejercicio de poder puni tivo (propi o del Estado policial) y el Derecho penal como técnica proveedora de mayor paz social (propi o del Estado de Derecho) , tensión que está presente en todas las sociedades, más all á de la organización política que las configure (sigo aquí especial mente a Zaf faroni, E. Raúl, Alagia, Alejandro y Sl okar, Alejandro: Derecho Penal - Parte General, Ed. Ediar, Buenos Ai res, 2000, p. 5 y sgtes., y 38 y sgtes.). Esta dialéctica Estado de Derecho-Estado policial no se puede USO OFICIAL concebir espacialmente como dos frentes que coliden entre sí, dado que en verdad, el primero contiene al segundo en su interior: así, el Estado polici al pugna permanentemente por su expansi ón en desmedro de espacios propios del Estado de Derecho, y a su vez, el Estado de Derecho aspira a reduci r y encapsul ar todo lo posible l os espaci os li brados al Estado pol icial que pervive en su interior. En tal sentido, la mayor expansión del ejercicio de poder pun itivo estatal trae como consecuencia su necesaria contrapartida, la virtual desaparici ón del Derecho penal limitador y l o que éste presupone, el Estado de Derecho. No es posible i magin ar una sociedad en donde todo sea Estado de libertades (un mínimo de poder de pol icía resul ta absol utamente necesario para la coexistenci a aún pacífica), así como tampoco es concebible una sociedad con todos sus espaci os de libertades an uladas: una sociedad así, abierta y completamente totalitaria, terminaría aniquilando a todos sus súbditos a través del ejercicio del terror sistemático, masi vo e implacabl e, generando uno tras otro, n uevos estereotipos de enemigos. Si bien han existi do regímenes que se han acercado bastante al ideal (probablemente, l a Alemania nazi en la plenitud de su poder, circa 1942, el régimen estalinista soviético de mediados de la década del ’ 30 del si glo pasado), lo cierto es q ue también el Estado policial puro es solamente una hipótesi s de trabajo para el científico social ( al respecto, ver Arendt, Hannah: Los orígenes del totalitarismo, trad. de Guillermo Solana, Alianza Editori al, Madrid, 2002, pps. 687/688). Pues bien, lo q ue surge claro tanto de los elementos de prueba colectados en la causa 13/84 instrui da por el Superi or, como por l as 19 investigaciones históricas del período inaugurado con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, es que l as pulsi ones del Estado polici al –conduci do por la Junta Mili tar de aquel entonces- finalmente rompieron los últi mos diques de contención que le ofrecían resistencia desde el Estado de Derecho, y anegaron todos aquellos espacios de derechos y libertades a los que desde siempre apuntaron y que hasta ese momento tenían resguardo de la Ley, mediante el empleo de un poder autoritario y manifiestamente ilegal . Para ello, y habi da cuenta que el catálogo de respuestas jurídicopenales q ue ofrecía el Estado de Derecho usurpado les resul taba manifiestamente insuficiente a los diseñ adores del régimen militar instaurado para canalizar el en orme caudal de viol encia estatal que preveían inyectar en la sociedad, f rente a la disyuntiva –absolutamente facti ble debido a la sustituci ón de la mi smísi ma norma fundamental del orden jurídico vigente- de cambiar a su antojo la legalidad formal en lo referente a delitos, j uicios y penas, prefiri eron una solución aún más drástica, como lo fue la de transferi r todo el aparato bélico de poder estatal a la más pura clandestinidad, esto es, a la más abierta il egalidad. Y reafirmo esta nota de abierta il egalidad, puesto que el Estado argentino, pese a la clara dominación del Estado policial, mantuvo remanente ciertos espacios del Estado de Derecho en ámbitos no vitales (no debemos olvidar que el códi go penal casi no fue modificado, así como tampoco el derecho civil, comercial, todos los cual es seguían siendo apli cados por jueces, etc.). Dicho de otro modo, nos encontramos a parti r de fines de marzo de 1976 en nuestro país con un Estado no ya constitucional sino meramente legal de Derecho, con casi todos sus espacios internos ocupados por un Estado policial liberado de toda contención y dominado por las agencias polici ales (fuerzas armadas y de seguridad), y que para colmo de males, y como nota distintiva de la viol encia estatal que se dio en l a Argentina en aquellos años, con todos sus aparatos verticalizados de poder (fuerzas armadas, policías, servici os penitenciarios, servicios de seguri dad del Estado) alineados en una sola estructura –al estilo del Leviatán que describe Hobbes-, liberado de toda atadura o contenci ón desde la esfera de la legali dad, aunque más no sea la legalidad formal que regi ría l a organ ización pol ítica l uego del golpe de Estado y hasta la restauración del sistema democrático de gobierno. Es más, lo que se tuvo por probado en aquella causa 13 de la Excma. Cámara Federal, fue que desde el Estado legal de Derecho, la J unta Militar de gobi erno que ocupaba el poder pol ítico del Estado Argentino, le proporcionó a los detentadores del aparato de poder unif icado que había 20 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario pasado a la clandestinidad, todo lo necesario para operar impunemente y en el mayor de los secretos: en primer l ugar la asignación de los recursos económicos y logísticos, derivada de fondos públicos, si n los cuales la enorme empresa cri minal jamás podía h aberse llevado a cabo, y en segundo lugar, la promesa –cumplida por cierto-, de poner en funcionamiento el enorme poder discursivo y mediático q ue estaba al servici o del régimen (a través de órganos de informaci ón estatal es o de aq uellos privados controlados y del si lenciamiento y persecución de los medi os informativos independientes u opositores) para negar sistemáticamente ante la opinión pública, los estados extranjeros y las organizaciones de derechos h umanos, todo lo concerniente a la actuación de aq uel Leviatán desatado. Dicho de otro modo, no fue con las herramientas del ej ercici o de poder punitivo formal que el régimen militar en cuesti ón llevó a cabo la USO OFICIAL represi ón contra los que consideraba sus enemigos pol íticos, sino que fue a través de un premeditado y perverso ejercicio masivo y criminal de poder punitivo subterráneo (cfr. Zaffaroni-Alagi a-Slokar, op. cit., p. 24) que dieron cuenta de ell os, metodol ogía que fue mantenida en secreto por todos los medios posibl es y q ue, como todo ejercici o de viol encia estatal liberada de las sujeciones del Estado de Derecho, degen eró en forma inmedi ata en terrori smo de Estado. Debemos recordar aquí que la cuestión del mantenimiento en secreto del aparato de poder puesto al servicio de la activi dad criminal no f ue algo privativo del régimen militar aquí en estudio; similar estrategia f ue emprendida entre otros, por el nazismo y el estalinismo, siguiendo l a lógica de todo modelo autoritario de poder estatal, según la cual “…cuanto más visibles son los organismos del Gobierno, menor es su poder, y cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser en definitiva […] el poder auténtico comienza donde empieza el secreto” (cfr. Arendt, Los orígenes... cit., p. 608). Para cumpli r l os objetivos propuestos, el régimen militar en el marco del cual se desempeñaron l os aq uí juzgados, extrajo por la f uerza a los supuestos enemigos pol íticos de sus ámbitos de pertenencia, ya sea familiares, sociales, culturales, y de l os circuitos de comunicación social, despojándolos de este modo de toda si gnificación soci o-jurídica: “el primer paso esencial en el camino hacia la dominación…” –sostiene Arendt- “…es matar en el hombre a la persona jurídica” (Los orí genes... cit., p. 665). Ello se logra col ocando a ciertas categorías de personas f uera de la protecci ón de la l ey: el hasta entonces ciudadano, con nombre y apellido, profesión, etc., con derechos y obli gaciones de diversa índol e, pasa a ser una 21 no-persona, alguien de la cual sólo q ueda pendiente un cuerpo vital, l o que Agamben ha llamado la nuda vida del homo sacer, el cual está enteramente en manos del Estado policial subterráneo, no sólo para torturarl o, negarl e alimento, agua o condiciones sanitarias mínimas, sino además para disponer definitivamente de esa vida, an ulándola en cualqui er momen to impunemente, sin necesidad de razón o justificación alguna más allá del puro acto de poder, negándole inclusive, los ritual es debi dos a toda muerte, propi os de la condición humana. Señala Agamben que allí cuando se desvanece la frontera entre orden jurídico y estado de excepci ón (como lo fue el régi men militar en toda su extensión), la nuda vida pasa a ser a la vez el sujeto y el objeto del ordenamiento pol íti co y de sus conflictos: “Todo sucede como si, al mismo tiempo que el proceso disciplinario por medio del cual el poder estatal hace del hombre en cuanto ser vivo el propio objeto específico, se hubiera puesto en marcha otro proceso […] en el que el hombre en su condi ción de [mero ser] viviente ya no se presenta como objet o, sino como sujeto del poder político […] en los dos está en juego la nuda vida del ciudadano, el nuevo cuerpo biopolítico de la humanidad” (cf r. Agamben, Gi orgio: Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, trad. de Antonio Gimeno Cuspinera, Ed. Pre-textos, Val encia, España, 2003, p. 19) . De este modo, el ciudadano, la persona f ísica y jurídica, pasaba a ser simplemente un desaparecido, sobre el cual, como bien q uedó asentado en los Considerandos de la causa 13, l os detentadores del aparato de poder liberados de toda atadura por parte de las cúpulas militares gobernantestenían amplia disponibilidad, ya sea para aniquil arlo, o bien para contin uar su detención pero transfiri éndolo desde el sistema penal subterráneo al sistema penal formalizado (legalización por parte del Poder Ejecutivo), o bien liberándol o di rectamente o permitiendo su sali da al exteri or. En definitiva, y en palabras de Ferrajoli : “La vida y la seguridad de los ciudadanos se encuentran en peligro hoy más que nunca, no sól o por la violencia y los poderes salvajes de l os particulares, ni por desviaciones indi viduales o la ilegalidad de específicos poderes públicos, si no también, y en medida mucho más notable y dramática, por los mismos estados en cuanto tales: […] torturas, masacres, desaparición de personas, representan actualmente las amenazas incomparablement e más graves para la vida humana. Si es cierto, como se dijo, que la historia de las penas es más infamante para la humanidad que la hist oria de los delitos, una y otra juntas no igualan, en ferocidad y dimensiones, a la delincuencia de los estados: baste pensar […] todas las variadas formas de violencia predominantemente ilegales con que tantísimos estados autoritarios atormentan hoy a sus pueblos” (Ferrajoli, Luigi : Derecho y Razón, Ed. Trotta, Madrid, 1989, p. 936). 22 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Considerando Segundo 2.1. Los centros clandestinos de detención y tort ura En el marco de la política de terrori smo de Estado desarroll ada por la últi ma dictadura militar y el mecanismo de desaparici ón sistemática de personas, los centros de clandestinos de cautiveri o, tambi én conocidos como “pozos”, “chupaderos ” o “cuevas”, han constituido una pieza fundamental del aberrante engranaje represivo: sosti ene Hannah Arendt que estos espacios físicos especi almente preparados para el cautiverio, la tortura y la muerte son la verdadera insti tución central del poder organizador en el marco del terrorismo de Estado (ver Los orígenes del totalitarismo, tomo III, p. 653). La existencia de centros de detención y tortura en la Argentina de mediados de la década del ’70 del si glo XX es, sin lugar a dudas, la página USO OFICIAL más negra de toda nuestra historia como país, no solamente por el hecho en sí de su existencia, sin o además, porque estos si tios infernales i rrumpi eron en el marco de una sociedad supuestamente “civilizada”, con la tasa de educaci ón más alta de toda América Latina y con estándares culturales similares a l os de Europa, al menos en los grandes centros urbanos. En sí, la generalizada irrupción en la Argentina de ámbi tos que en gran medi da respondían a la lógica concentracionaria no tiene nada de original. Se inscriben en una tri stemente larga lista de siti os similares que acompañaron a casi todos los regímen es autoritarios al menos durante el siglo XX (es recurren te la atribuci ón de la idea primigenia a los colonizadores ingleses en la guerra contra los boers en África austral , alrededor de 1910) y que tuvieron su pun to culminante a partir de su empleo masi vo por parte del régimen nacionalsocialista durante la Segunda Guerra Mundi al. En todos ellos –y l os nuestros no han sido la excepción- los niveles de violencia y de terror infligidos a las víctimas han sido de tal magnitud, y la muerte ha campeado en tan alta escala, que de ellos sól o puede afirmarse, como denominador común, que en su seno “todo era posible” (cfr. Arendt, Los orígenes... cit., p. 652). En referencia a ello, podemos señalar que estos cen tros clandestinos de tortura y de muerte con stituyen “…un espacio de excepción, en el que no sólo la ley se suspende totalmente, sino en el que, además, hecho y derecho se confunden por completo: por eso todo es verdaderamente posible en ellos […] quien entraba en el campo de movía en una zona de indistinción entre […] lícito e ilícito, en que los propios conceptos de derecho subjetivo y de protección jurídica ya no tenían sentido alguno” (Agamben, Giorgio, op. cit., p. 217) . 23 La imagen que nos devuelve el reflejo frente a este espej o, es la de un espectro que se acerca a l a concepción del mal más radi cal. Al respecto, señala el mismo autor q ue “lo que tuvo lugar en los campos de concentraci ón supera de tal forma el concepto jurídico de crimen que con frecuencia se ha omiti do sin más la consideración de la estruct ura jurídico-política en que tales acontecimientos se produjeron. El campo es así tan sólo el lugar en que se realizó la más absoluta conditio inhumana que se haya dado nunca en la tierra: esto es, en último término, lo que cuenta tanto para las víctimas como para la posteridad” (idem, p. 211). La multiplicación de estos l ugares por todo el país y su permanencia en el tiempo refleja la imagen del colapso moral de una sociedad y a la vez, del f racaso del supuesto progreso civilizatorio de toda una Nación. Sobre este último punto, con razón sostiene Agamben que “[l]a pregunta correcta con respecto a los horrores del campo no es, por consiguiente, aquella que inquiere hipócritamente cómo fue posible cometer en ellos delitos tan atroces en relación con seres humanos; sería más honesto, y sobre todo más útil, indagar atentamente acerca de los procedimientos jurídicos y los dispositivos políticos que hicieron posible llegar a privar tan completamente de sus derechos y prerrogativas a unos seres humanos, hasta el punto de que el realizar cualquier tipo de acción contra ellos no se considerara ya un delito” (ibidem, p. 217/8). Los centros clandestinos de detención, como todo espaci o que adopta ciertas características del un iverso concentracionario, han si do funcionales en más de un aspecto al poder que los engendró. En primer l ugar, fueron sitios que reforzaron el adoctrinamiento ideológico de l os integrantes del aparato de poder, en el sentido de que el terror absol uto i mperante en estos siti os, y las atrocidades cometi das, se convirtieron en aplicación práctica del adoctrinamiento ideológico, de comprobaci ón de l a i deología (Arendt, Los orígenes... cit., p. 652/3). En segundo lugar, los campos fueron concebidos no sólo para degradar a los seres humanos y eventualmente eliminarlos f ísicamente, sino además para “…transformar a la personalidad humana en una simple cosa, algo que ni siquiera son los animales” (idem, p. 653). “El auténtico horror de los campos de concentración radi ca en el hecho de que los internados, aunque consigan mantenerse vivos, se hallan más efectivamente aislados del mundo de los vivos que si hubieran muerto […] Cualquiera puede morir como resultado de l a tortura sistemática o de la inanición o porque el campo esté repleto y sea preciso liquidar el material humano superfluo” (ibidem, p. 659). “No existen paralelos para la vida en los campos de concentración. Su horror nunca puede ser abarcado completamente por la imaginación por la simple 24 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario razón de que permanecen al margen de la vida y la muerte […] las masas humanas encerradas son tratadas como si ya no existieran, como si lo que les sucediera careciera de interés para cualquiera, com o si ya estuviesen muertas y algún enloquecido espíritu maligno se divirtiera en retenerlas durante cierto tiempo entre la vida y la muerte…” (ibidem, p. 662). En lo q ue atañe a la investigación en particular, veamos cómo fue en concreto que operaron las person as de las cuales se analizará la responsabilidad. Las personas privadas ilegalmente de su libertad eran conducidas de inmediato a este ti po de lugares, situados ya sea dentro de unidades militares o policial es con dependencia operaci onal de las Fuerzas Armadas, acondici onados al efecto, di stribuidos a lo largo de todo el territorio naci onal, y cuya existencia era ocultada del conocimiento público no obstante haber superado los 340 cen tros: “En todos estos casos, un lugar USO OFICIAL aparentemente anodino delimita en realidad un espacio en que el orden jurídico normal queda suspendido de hecho y donde el que se cometan o no atrocidades no es algo que dependa del derecho, sino sólo […] de la policía que actúa provisionalmente como soberana” (cf r. Agamben, cit., p 222). Mientras l os famili ares y amigos agotaban los recursos a su alcance para dar con el paradero de l os “desaparecidos”, las autoridades públicas respondían negativamente a todo pedido de informe -incluso de gobiernos extranjeros u organismos internacional es- vinculado a l as detenciones de los buscados y los recursos de habeas corpus interpuestos ingresaban en el destino inexorabl e del rechazo. En tal sentido, la estrategia negaci onista llevada adelante por el régimen militar de un modo contemporáneo a la perpetraci ón de los crímenes que se estaban llevando a cabo de modo masivo a través del aparato clandestino de poder que ellos mismos comandaban, quedó en la historia como uno de l os ej emplos más cabal es de lo que puede l legar a ser una estrategia comunicacional del poder autoritario. Nótese que uno de los máximos representantes de la criminol ogía norteamericana contemporánea, Stanley Cohen, le h a dedicado a este ej emplo la siguiente reflexión en una obra escri ta en 2001, de reciente traducci ón: “La Junta Militar argentina patentó una versión santurrona única de doble mensaje. Cuando se dirigían a gobiernos y reporteros extranjeros, el tono del General Jorge Videla era de negación absoluta e indignada: Argentina había «nacido libre», los prisioneros políticos no existen, nadie es perseguido por sus ideas […] en la televisión de Estados Unidos, en 1977, Videla explicó pacient emente: «Debemos aceptar como una realidad que hay personas desaparecidas en Argentina. El problema no yace en ratificar o negar esta realidad, sino en conocer las razones por las que estas personas han desaparecido. Han existido -concedió- algunos ‘excesos’. 25 Pero muchas personas, que se piensa están desaparecidas, han desaparecido secretamente para dedicarse a la subversión; estas personas han aparecido en la televisión europea, hablando mal de la Argentina»…” (Cohen, Stanley: Estados de negación: ensayo sobre atrocidades y sufrimientos. Buenos Aires, Departamento de Publicaci ones, Facultad de Derecho, U BA, 2005). Concluye Cohen, que la ideol ogía del terrorismo de Estado justifica acci ones cuya existencia nunca es oficialmente admiti da, al contrario, la represi ón, para sus perpetradores, siempre estará justificada (idem, p. 124) . Ello guarda íntima vinculación con el empleo, por parte del régimen militar, de una terminología neutra para referirse a circunstancias relacionadas con la actividad represi va clandestina. Así, las unidades que operaban impunemente fueron bautizadas como “grupos de tarea” (no puede dejar de asociarse esta denominaci ón con la de los “grupos móviles” o Einsatzgruppen, de l as SS, que aniquilaron un millón y medio de enemigos políticos detrás del frente ruso entre 1941 y 1942, la gran mayoría de ellos, judíos); los campos de detención y tortura eran “lugares de reunión de detenidos” o “LRD”; los asesinatos eran “traslados”; etc. ( ver al respecto Cohen, op. cit., p. 127, con expresas ref erencias a un manual secreto de 380 páginas publicado en 1976, donde el General Roberto Vi ola dispuso dos columnas de regul aciones lingüísticas: términos no uitilizables y términos utilizables). Es que el mantenimi ento en secreto, en especial de estos sitios de secuestro y tortura, es una cuestión central para su constante reproducción. “El experimento de dominación total en los campos de concentración depende del aislamiento respecto del mundo de todos los demás, del mundo de los vivos en general, incluso del m undo exterior” (cf r. A rendt, Los orígenes... cit., p. 653). Por úl timo, entiendo acertadas las palabras de En rique Vázquez quien, refiri éndose a los objetivos de la última dictadura militar señaló: “A partir de la represión y la censura la dict adura buscó -y en m uchos casos logróimponer como correlato el espanto y la autocensura. De tal modo los campos de detención clandestina y las cárceles eran un castigo ejemplar para una parte de la sociedad pero además significaron un espejo donde debía mirarse el resto”. “El ambicioso intento del proceso en el ámbito de la justi cia fue barrer con el concepto de seguridad jurídica, llevándolo al límite de relativizar el propio derecho a la libertad y a la vida”. “Sin embargo, lo ocurrido en la Argenti na no fue una catástrofe natural al estilo de un terremoto: se trató del intento más serio de buscar cambios en las estruct uras sociales y en las formas de organización pol ítica basado en al represión violenta [ …] La manipulación de las conciencias a partir de su 26 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario adormecimiento y de la ignorancia de la realidad es una técnica ya ensayada por regímenes autoritarios...” (cfr. La última. Origen, apogeo y caída de la dictadura militar, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1985, p. 65). Es que, en términos de Romero, l o que se propuso el régi men “…consistía en eliminar de raíz el problema, que en su diagnósti co se encontraba en la sociedad misma y en la naturaleza irresoluta de sus conflictos. El carácter de la solución proyectada podía adivinarse en las metáforas empleadas -enfermedad, tumor, exti rpaci ón, cirugía mayor-, resumidas en una más clara y contundente: cortar con la espada el nudo gordiano. El tajo fue en realidad una operación integral de represión, cuidadosamente planeada…” (op. cit., p. 207); o como dice en otras pal abras Novaro, “…los jefes castrenses no pensaban limitarse a satisfacer esas expectativas [las de un golpe de Estado] tenían el plan mucho más ambicioso de cambiar de raíz al país, a sus instituciones y sus habitantes, que USO OFICIAL consideraban «enferm os». Si para ello era necesario destruir buena parte de la sociedad y las instituciones existentes, no dudarían en hacerlo, a través del terrorismo de Estado, el disciplinamiento económi co y lo que llamaban la «reeducación» de los argentinos…” (op. cit., p. 63). 2.2. La tortura como actividad sistemática en los CCDT Sigui endo con esta tópica descriptiva, considero oportuno dejar asentado el concepto de tortura como actividad sistemática en los centros clandestinos de detención. Ello, pues es preciso remarcar que la actividad desplegada por los responsables de los centros cl andestinos de detenci ón no se limitaba a privar en forma ilegal de la libertad a un a víctima, sino que a ese injusto se le sumaba la imposi ci ón de tormentos desde el primer momento en q ue la persona era secuestrada. La tortura era algo i nnato y de aplicación sistemática en cada uno de los centro de detención y era la regl a de tratamiento, siendo la excepción el cautivo q ue no l a padeci ó. Prueba acabada de l a aplicaci ón sistemática de tales prácticas, es la similitud que puede adverti rse entre los sucesos que tuvieron lugar en distintos centros clandestinos de detención que han sido objeto de estudi o por este tribunal, pudiéndose adverti r tal similitud entre el marco fáctico puesto de manifiesto en la investigaci ón del CCDT Atlético, Banco y Olimpo; del CCDT “El Vesubio”; del CCDT “Automotores Orletti”; del CCDT “El Chalet” del Hospi tal Posadas; el CCDT Mansión Seré, en la Comisaría de Castelar, la Iª Brigada Aérea de Palomar, y la VIIª Brigada Aérea de Morón, y en los sucesos acaeci dos en la jurisdicci ón de Junín, en los que en la cárcel en 27 construcción o cárcel 13, se regi straron prácticas simil ares a aquellas visualizadas en los otros centros clandestinos. Los sitios en los que imperaba este terror sistemático contaban con personal especialmente abocado a ell o, ámbitos acondicionados al ef ecto los “quirófanos” o “salas de la máquina” o “el gancho” -, una variada gama de instrumentos y di sti ntas técnicas destinadas a provocar l os padecimientos. Entre las técnicas de tortura, la más emblemática de ell as, la “picana eléctri ca”, venía aplicándose en actividades represivas policiales ilegales desde hacía ya varias décadas en nuestro país, aunque nunca en l a escala que se vio a parti r del 24 de marzo de 1976 (cfr. Rodríguez Molas, Ricardo: Historia de l a tortura y del orden represivo en la Argent ina, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1985, p. 114/ 5 y sgtes.). “Hasta tal punto eran similares los hechos con los del pasado, lo mismo podemos decir de la barbarie de la década de 1970, y a pesar de las técnicas distintas, que en las declaraciones y en las denuncias reaparecían con la mejor espontaneidad las palabras de dos o tres siglos antes. No olvidemos, siempre fue así, que en todos los casos los efectos de la aplicación de la tortura, el rigor de los verdugos, esa f uerza despiadada que sirve incondi cionalmente al poder, causa espanto” (idem, p. 116). En rigor de verdad, estas técnicas y metodol ogías destinadas ad hoc a imponer a otro ser humano graves padecimientos físi cos y psíquicos, insoportables a los ojos de toda comunidad con cierto grado de avance civilizatorio, resultan tributarias de toda una cul tura autori taria, arraigada desde los propios ci mientos de nuestra Nación: en tal senti do, he dicho en otro lugar que sól o l a larga man o del modelo inquisi tivo, que caló h ondo en nuestras institucion es a través de la influencia cultural española, puede explicar que recién en 1958 la Argentina contara por fin con un tipo penal que contemplara específ icamente la imposi ción de tormentos a detenidos por parte de funcionari os públicos (vid,. Rafecas, Daniel: Los delitos contra la libertad cometidos por funcionario público en: AA.VV., Delitos contra la libertad, Directores: Stella Maris Martínez y Lui s Niño, Ed. Ad Hoc, Buen os Aires, 2003, p. 200). Ahora bien, reitero que la dimensi ón de lo sucedido a parti r del golpe de estado del ’76 constituyó un salto cuantitativo y cualitati vo nunca antes visto en nuestra historia, a tal punto que el Legislador Naci onal de la democracia restaurada en 1983, movido no tanto por un meditado estudi o de la cuestión sino más bien por el espanto frente a los recien tes horrores del terrorismo de Estado (de los cuales l os hechos aquí ventilados son una acabada muestra) sancionó la ley 23.097 por la que, como se sabe, se 28 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario aumentaron las penas drásticamente, equiparando el deli to de torturas al del homicidio simple, decisión pol ítico-criminal que quiso poner de manifiesto el afán por la protecci ón de los bienes jurídicos en juego (di gnidad, libertad, integridad f ísica y psíquica, integridad de la funci ón pública) . Trai go a colación aq uí, el mensaje del P oder Ejecutivo Naci onal en ocasión del envío del Proyecto de Ley de referencia, f echado el 20 de diciembre de 1983, diez días después de asumido el nuevo gobierno constituci onal: “Constituye uno de los objetivos primordiales del actual gobierno instaurar un régimen de máximo respeto por la dignidad de las personas […] Dado que los sufrimientos que [la tortura y la sevicia] comportan, lesionan principios morales fundamentales a los que el gobierno constitucional adhiere sin reservas se introducen modificaciones al Capítulo I del Título V, Libro Segundo, del Código Penal …”. USO OFICIAL Asimismo, este salto en la dimensión del terror desatado a parti r del ’76, en l o que respecta a la calidad y cantidad de torturas impuestas en estos centros, está condensado en estos dos pasajes de la obra “Nunca Más”: “En la casi totalidad de las denuncias recib idas por esta Comisión se mencionan actos de tortura. No es casual. La tortura fue un elemento relevante en la metodología empleada. Los Centros Clandestinos de Detención fueron concebidos, entre otras cosas, para poder practicarla impunemente. La existencia y generalización de las prácticas de tortura sobrecoge por la imaginación puesta en juego, por la personal idad de los ejecutores y de quienes la aval aron y emplearon como medio […] ¿qué otra cosa sino un i nmenso muestrario de las más graves e incalificables perversi ones han sido estos actos, sobre los que gobi ernos carentes de legitimidad basaron gran parte de su domi nio sobre toda una nación? (vid. Nunca más, p. 26) . “La comprobación de l a extensión q ue adquirió la prácti ca de la tortura en tales centros y el sadismo demostrado por sus ejecutores resultan estremecedores. De alguno de los métodos empleados no se conocían antecedentes en otras partes del mundo. Hay varias denuncias acerca de niños y ancianos torturados junto a un familiar, para que éste proporcionara la información requerida por sus captores” (idem, pps. 479/0). Considerando Tercero 3.1. La existencia de un circuito de detención ilegal en la Subzona 13 En el tratamiento de los hech os que tuvi eron l ugar en la Subzona 1.3 y q ue f ueran motivo de análisis en un anterior pron unciamiento de fecha 30 de diciembre de 2009, se remarcó la existencia de un ci rcuito represivo, 29 constitui do por diversos si tios que operaron como centros clandestinos de de detención. Así, se sostuvo que al trazar un orden cronológico de l os lugares que sirvi eron como lugares de alojamiento de detenidos, se advierte que la Comisaría Primera de Junín, fue en pri ncipio un lugar de paso de quienes fueron llevados seguidamente a la Cárcel en construcción; a la vez que en otros casos, operó como único destino de alojamiento de los detenidos ilegales. Efectivamente, la Comisaría 1ª de Junín, sita en Gandini 165 de la citada locali dad, fue uno de los principal es destinos en el circuito represivo instal ado en la Subzona, a la vez q ue también cobró un preponderante papel la Unidad nro. 13 del Servicio Penitenciario Provi ncial, sita en Ruta 188 km 162 de la l ocalidad de J unín, de la P rovincia de Buenos Aires, si tio también l lamado en esta resol ución “Cárcel en con strucción”. A su vez, otros testimonios dan cuenta de la exi stencia de un tercer destino dentro del i tinerario cursado por las vícti mas de la Subzona: el Destacamento Morse, o Puesto de Vigil ancia Morse, ubicado en la l ocalidad que lleva ese nombre y se encuentra a aproximadamente 25 km de la ci udad de J unín; a la vez que en dos casos, se ha determinado q ue también la Uni dad Regional VIII ha sido uno de l os eslabon es del circuito de represi ón. Surge de l a lectura de los testimonios prestados por las víctimas, que el pl an de represi ón en el marco de la Subzona se llevó a cabo generalmente, medi ante la detención de grupos de person as, más allá de detectarse también casos de pri vaciones i legales de la libertad que se llevaron a cabo en forma aisl ada. En tal sentido, cobra rel evancia tener en cuenta para comprender el modo en que operó el plan represi vo en l a Subzona, que las primeras detenciones se produjeron con anteri ori dad al golpe militar. En efecto, el 18 de marzo de 1976 se llevó a cabo la detención de vari os diri gentes gremial es y políticos locales, qui enes fueron llevados a la Comisaría 1ª de Junín en donde permanecieron entre cuatro o cinco horas, para l uego ser trasladados a la Unidad Penitenciari a de San Nicolás. Vale resaltar que ninguno de ellos alegó haber padeci do torturas mientras estuvo detenido. Todos ellos fueron legalizados mediante decreto nro. 15/76 del Poder Ejecutivo Nacional, dictado el 26 de marzo sigui ente, con la particul aridad de destacar en su redacci ón la retroacti vidad de dicha legalizaci ón, al día 19 de marzo. Asimismo, el 24 de abril de 1976 se detuvo a al menos cinco personas, las cual es se caracterizaban por ser empleados ferroviari os con actividad sindical, y algunos de ellos f ormaban parte de la “Lista Rosa”. Este 30 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario grupo de personas fue legalizado en conjunto el 30 de abril siguiente, mediante Decreto del PEN nro. 310/76, y previ o a ello, cumplieron ilegal privaci ón de l a libertad en la Comisaría 1ª de J unín. El 18 de j unio de 1976, fueron deteni dos tres delegados del Frigorífico “Feber”, del Sindicato de la Carne y tres delegados de la l ocalidad de Chacabuco. Estas personas fueron legalizadas el 1º de julio de 1976 mediante decreto 1135/76 del PEN y en tretanto permaneci eron ilegal mente detenidas en la Comi saría 1ª de J unín. Por otra parte, a comienzos del año 1977, específicamente en enero de aq uel año, el plan represi vo se extendió a un grupo de catorce personas de la ciudad de Junín, que tenía como patrón común la pertenencia al COART –“Coordi nadora de Arte”- , grupo que había unificado diversas expresi ones artísticas desarrolladas en la ciudad de Junín. Todos ell os, l uego USO OFICIAL de ser detenidos en diversos lugares, fueron reunidos en un camión celular que permaneci ó por unas horas en la puerta de l a Comisaría 1ª de Junín, y fueron luego trasladados a la Unidad Penitenciaria nro. 13 o “Cárcel en construcción”, l uego de lo cual f ueron llevados a la Comisaría 1ª de J unín, habiendo sido todos ellos –con excepción de uno de ellos- legalizados el 7 de febrero si gui ente. Los itinerarios cursados por cada una de las víctimas, como surge de lo expuesto precedentemente, no excedieron de los destinos propios de los eslabones del circui to represivo, y sólo en algunos casos se extendieron a otros sitios, como ser la Comisaría de Chacabuco, la Comi saría de Rojas y Comisaría de Vedi a; sitios que si bien n o se consideran ajenos al circuito de la Subzona, no integran el itinerari o de detención con la frecuencia que sí lo han hecho otras dependencias en particular. La Comisaría de Vedia como un eslabón no alejado del ci rcuito represivo, aparece al tener en cuenta el caso del abogado Miguel Ángel Domínguez. En efecto, el nombrado en su declaración prestada a fs. 119/120 de las actuaciones, recordó que un día llegó a su casa y su ex mujer le comentó q ue el Comisario de Vedia estaba en su búsqueda, l o cual motivó su presentación en la sede policial a cargo del nombrado, lo que implicó q ue una persona a la cual se refiere Domínguez como “Lanceti” lo llevara a la Comisaría 1ª de Junín, en don de f ue detenido y permaneci ó catorce días en un calabozo y l uego en una habitación. También el testi go Juan Carlos De Biasi en la declaración testimonial de fs. 1780/8, refi rió: “Lancetti, era un oficial de la policía que trabajaba en Vedia, hablaba siempre de civil, dando vueltas por el pueblo. Esta persona, según comentarios en el pueblo hacía tareas de int eligencia y habría 31 determinado la detención de la gente de Vedia. Cuando pude ver l a información que la D.I.P.B.A. tenía sobre la gente de Vedia me dio toda la sensación de que fue él la persona que dio toda esa información, pero no lo puedo asegurar. Lancetti, era una persona flaca, de estatura regular, medio encorvado, rubio, tendría unos treinta y pico de años en aquella época. Tenía un pei nado con un jopo, no recuerdo otra seña particular”. Como se ha adelantado, otro de los l ugares emparentados con la mecánica de funcion amiento en la Subzona, fue la Comisaría de Chacabuco, dependencia a la cual se refirieron al gunos testigos como Ricardo Osmar Alegre, quien a fs. 1899/936 declaró con respecto a su detención: “[u] na vez que estuve afuera, estas personas me subieron a un celular de la Policía, sin celdas, pero había también dos camiones del Ejército. Subí al vehículo y ahí me encontré con un compañero de militancia, que estab a ya detenido, «cacho» Díaz. Luego me pidieron los documentos, les dije que los tenía en mi negocio –una sedería, que estaba ubicada en Alsina a la altura no. 90-, por lo cual me condujeron hasta allí para buscarlos. Cuando llegamos me llamó la atención que me dejaron bajar sólo al local, me podría haber escapado, sin embargo, entré a buscar los documentos y volví al celular. Desde all í nos llevaron a la Comisaría de Chacabuco […] Cuando llegamos a la Comisaría de Chacabuco, lo primero que hicieron fue tomarme las huellas digitales, y registraron todos mis datos personales. No demoraron mucho, y en el mismo celular con el que me habían trasladado a la Comisaría me llevaron a Junín. Los que me tomaron los datos eran efectivos de la Comisaría, no la gente del Ejército, pero éstos seguían ahí …”. Para luego agregar en cuanto al operati vo de detención: “[h ]abía creo que un policía manejando y soldados que nos custodiaban. Ahora recuerdo el apellido de uno de estos soldados, es Fernández, un día se presentó a pedirme disculpas, di ciéndome que era uno de los q ue me apuntaba en el celular. Igual era claro que él estaba recibiendo órdenes. El que parecía estar a cargo del procedimiento y daba l as órdenes era el Subteniente del Ejército, el personal policial respondía al Ejército […] no, ni siquiera me pusieron esposas, según recuerdo […] Luego de que me registraron en Chacab uco, me subieron nuevamente al celular y ahí ya estaban Díaz, Nelson Coronel y Edgardo San Severino –también compañeros de militancia- En realidad San Severino militaba en la Unión Socialista Municipal o algo similar, pero éramos amigos de toda la vida. Había un quinto compañero, Ernesto Fernández, a quien la esposa de San Severino le avisó que se fuera, porque lo habían secuestrado a su esposo. Salimos de la Comisaría, en el vehículo iba personal policial haciendo el traslado, y personal militar atrás controlando el operativo. Pasamos primero por la casa de Fernández, a quien no encontraron, y yo les dije que estaba de vacaciones en Mar del Plata. De ahí seguim os viaje hasta la Comisaría de Junín”. 32 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario También el testi go Nelson Ramón Coronel, en la decl araci ón de fs. 2292/3, relató “…fui detenido el 18 de marzo de 1976, en mi consultorio, donde también vivía ubicado en Sarmiento 68 de Chacab uco. Era de madrugada […] cuando abrí la puerta estaba ahí gente del Ejército, soldados, vehículos, serían 10 ó 15 personas, lo que no recuerdo es si también había policías […] Cuando me detienen me meten en un auto particular y me llevan a la Comisaría de Chacabuco, yo no estaba vendado ni atado de ninguna manera. […] a quien más vi fue al teniente o subtenient e que me llevaba a mí […] Yo creo que no era gente de Chacabuco. Este teniente mediría 1.70 más o menos, tenía buen aspecto, atlético, de tez blanca, no recuerdo otros datos de él, lo que sí recuerdo es que se comportó correctamente, era joven. Me llevan a la Comisaría Chacabuco, no recuerdo que me hayan hecho un ingreso formal, no me metieron en un calabozo, creo que me dejaron en una sala. Ahí estuve un par de horas. Ahí había otras personas detenidas, estaba Alegre, Sanseverino y me parece que Díaz también, ellos también habían sido USO OFICIAL detenidos esa noche. En esta sala no nos ataron ni vendaron los ojos, no nos interrogaron ni nos dieron explicación de nada, creo que no nos dejaban hablar entre nosotros. Ahí seguimos estando con la gente del Ejército, no recuerdo haber tenido contacto con policías. Pasadas algunas horas nos meten en un cam ión del Ejército y nos llevan a una Com isaría de Junín. La gente del traslado era la mismo que la del operativo de secuestro ”. También la Comisaría de Rojas, como h a sido apuntado, ha sido otro de los destinos que algunos detenidos han cumplido dentro del ci rcui to de detención; en efecto, los dichos del testigo Patricio Juan Griffin han sido reveladores en tal sentido. El nombrado, al declarar ante esta sede, refiri ó en cuanto a su detención: ”[q]ue en dicho camión había un periodista de nombre Joaquín Álvarez, Ricardo Alegre –de Chacabuco-, Pedro Díaz –de Chacabuco- , uno de los hijos de Álvarez, y otras personas que no recuerda en este momento. La chapa del cel ular tenía un pequeño agujero por el cual pudo ver cuando ingresaban a un pueblo, pensando que se trataba de Rojas, circunstancia que confirmó al ver la Plaza de la ciudad; que allí, en l a Comisaría de la ciudad, subieron a dos personas de di cha ciudad, uno fue Ariel Labrada y una persona de apellido Arechada. Que una vez culminado ello, volvieron a salir a la ruta con rumbo a la ciudad de Pergamino. Que en un momento pudo notar que llegaban a la cárcel de San Nicolás” –fs. 1774/9-. En efecto, son varias las víctimas que confirmaron la deten ción que sufri eron el abogado Ariel Labrada, quien luego habría sido Juez en la ciudad de Junín y habría pertenecido al momento de los hechos al Partido Comunista; y una persona de apellido Arechada, en la Comisaría de Rojas. 33 También corresponde tener en cuenta que muchas de las víctimas de este ci rcui to, ten ían domicilio en la ciudad de Jun ín, a l a par que otras residían en la locali dad de Chacabuco y otras, en la l ocalidad de Rojas. Incluso, un grupo de tres deten idos f ue i dentifi cado frecuentemente por los testigos como “los tres de Chacabuco“; en efecto Alfredo Rodolfo Artola, en la declaración de fs. 2278/80 refiri ó “[a]demás había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Sirom, ellos estaban en la industria del maíz”. Pero aparte de los mencionados, quien es como se ha consi gnado permanecieron alojados en la Comisaría de la mencionada ciudad; otras personas con residencia en el mismo si tio f ueron ilegalmen te detenidas. Al respecto, vale destacar al testi moni o brindado por Graciela Raquel Ciappesoni –fs. 2294/5 -, quien refi rió: “[c]reo que viajé tres veces mínimo para verlo. Camblor me llamaba periódicamente a mi casa para pregunt arme si mi marido estaba bien, que los trámites estaban marchando y que lo iban a liberar pronto, también me preguntaba si mi hijo estaba bien (tenía dos años y medio de edad). Tuve conocimiento de que la Policía había allanado las casas de los detenidos; cosa que no sucedió en nuestro caso. Un día por la mañana, Camblor me llamó para contarme que a la tardecita, yo iba a tener a mi marido en casa. Durant e las visitas a la cárcel, me hi ce muy amiga de una señora que era la esposa de uno de los detenidos de Chacabuco: Horacio Arce ”. Corresponde tener en cuenta que Arce, si bien era de la citada localidad, cumplió cautiverio en la Cárcel 13, y luego en la Comisaría 1ª, mas no en la Comisaría de Chacabuco. En cuanto a l os si tios en los cuales las personas estuvi eron cautivas, vale tener en cuenta algunas descri pciones efectuadas por los testigos, q ue permi ten entrever que los sitios que integraron el circuito represivo de esta Subzona, constituyeron verdaderos centros de detención y tortura, más allá de que no en todos ellos la imposición de tormentos se extendi ó a todos l os cautivos, ya que en algunos sitios, como ser l a Comisaría 1ª de Junín, con respecto a las vícti mas a las cuales se da tratamiento en esta resol ución, sól o dos de ellas fueron vícti mas de tormentos. Asimismo, en el intento de señalar algunas particularidades de tales siti os, es preci so señalar q ue la Comisaría 1ª de Junín aparece en el circuito, como un centro de detención ilegal, en el cual actuaba personal policial, no sólo de la misma dependencia, sino tambi én de otras; así en el caso preciso de Francisco Silvi o Manzan ares, el nombrado cumpl ía f unciones en la Dirección General de Inteligencia de Junín, a la vez que Miguel Ángel Almirón se habría desempeñado en tal período a cargo del Destacamento 34 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Morse, dependi ente de la Comisaría 1ª de Junín, por l o cual si bien ambos han sido vistos en dicha dependencia por algunas víctimas, no pertenecían al plantel de la misma. Por otro lado, es preciso resaltar q ue l a dependencia de men ción se visualiza en el ci rcuito como un l ugar en el cual much os de los detenidos ilegales pudieron tomar contacto con sus famil iares, o incluso salieron a hacer al guna diligencia en particular, para regresar l uego en l a misma cali dad de detenidos. Al contrario, en la “Cárcel en construcción” se desenvolvi ó un verdadero centro de detenci ón y tortura; el cual al no estar ni siq uiera inaugurado como si tio oficial , presentó las notas propias de los centros de tipo absol utamente clandestinos, en los que los familiares de las víctimas desconocían el l ugar de cautiverio y en l os que sí se hizo más dificul toso la USO OFICIAL identificación de las personas que prestaron servicios como represores en tales si tios. Son varios los testi monios que dan cuenta de la existencia de pautas de cauti vidad en la Cárcel en construcción –Unidad nro. 13 del SPPBAy también muchos los testigos que han relatado haber padecido torturas físicas en este siti o. El testimonio de Alberto Cava –fs. 94/5vta.- resulta revelador en tal sentido: “[e] n ese lugar estuvo siempre encapuchado, lo picanearon allí, esa noche, hasta que amaneció […] Lo picaneaban pero no le preguntaban nada […] Lo desnudaron y lo pusieron sobre un colchón con elástico, lo ataron como a Tupac Amarú, cuando empezaron lo hi cieron por las piernas… el que no sabe lo que es, no se imagina, es terrible. No sabe si el tipo sabía o no, si era soldado tendría 20 años… la coloca de una manera que nunca pensó que se pudiera sufrir tanto, perdió vi sta, oído, quedó arrugado. El dicente no entiende cómo alguien puede tener tanta saña y tanta bronca, siempre piensa en los que fueron torturados más que el dicente… piensa en Ariel Di Siervo, que tuvo tres paros cardíacos […] tiene marcas en las pi ernas y en las canillas, lo dejaron inútil como hombre, nunca más pudo tener relaciones sexuales”. También en este siti o, la privación de la libertad de las personas, se llevó a cabo baj o pautas de cauti verio generali zadas, configurativas de tormentos, cristalizándose en este centro clandestino, l a imposición de condiciones q ue f ueron ya advertidas en forma reiterada en diversos centros de detención, como ser: el tabicamiento, la ubicua amenaza a ser torturado o asesinado, a que lo sean los familiares allí detenidos; la escasa y deficiente alimentación, fal ta de higiene y progresivo deteri oro del estado sanitari o, imposici ón de tormentos físicos. En cuanto a lo q ue fuera el Destacamento Morse, o Puesto de Vigilancia Morse, ll amado de tal manera por encontrarse en la locali dad que 35 lleva ese nombre, y que –como se adelan tara- se encontraba subordinada a la Comisaría de J unín, de la cual se encon traba a unos 25 km.; en la presente resol ución, se habrá de tener por acreditado este si tio como l ugar de detención ilegal, en lo que respecta en particular al cautiverio sufri do por José Alberto Luna, como a la testigo Susana Bogey, q uien en su declaración de fs. 68/71, relató “[h]abrá estado en este sitio un par de días, vendada, esposada de pies y manos y ambas esposas atadas entre sí […] una vez vio unos calabocitos y un bañito, había movimiento de gente pero no escuchó ni gritos de quejas como de torturas. La dicente estaba sola y gritada preguntando qué le iba a pasar y nadie le contestaba […] era un lugar peq ueño, no era una cárcel. Había escuchado que si te iban a torturar no te daban a comer”, y que tal relato fue suficiente para el Juez a cargo del Juzgado Federal de Junín, a los efectos de tener acreditado su cautiverio en el Destacamento Morse. Si bien en la resolución anteri or hice mención de mi impresión acerca de la escasez probatori a con respecto al cautiverio suf rido por la nombrada en el Destacamento, la inspección ocular llevada a cabo el pasado 5 de marzo, me ha llevado a la convicción de este sitio como aquel en el cual l a nombrada cumpli ó cautiverio. Asimismo, otro de l os siti os que integró el circuito represivo de la Subzona, fue la Unidad Regi onal de Junín, contigua a la Comisaría 1ª, en la cual en la inspecci ón ocular llevada en este sitio el pasado 5 de marzo, se determinó el cautiverio de Bogey, a l a vez que ya en la resolución de fecha 30 de dici embre de 2009, se había dado por acreditado el cautiverio de José Alberto Luna. Al momento de determinar el lapso en el cual se desarrol ló la represi ón en esta área geográfica, es preciso tener en cuenta q ue las pri meras detenciones se produjeron incluso, con anterioridad al gol pe de estado del 24 de marzo de 1976. Como se ha mencionado anteri ormente, un grupo de dirigentes sindicales y políticos, fue detenido el 18 de marzo de 1976, y legalizados el 26 de marzo del mismo año. Los úl timos deteni dos ilegales que se han denunciado en la ciudad de Jun ín, y que habrán de integrar la plataforma de imputación de esta resol ución, lo f ueron durante enero de 1977. Con relaci ón a las probanzas que sustentan la hipótesis que se desarroll a con respecto a l a existencia de un circuito represivo, surge en primer l ugar el testimonio de las víctimas, y asimismo, confirma tal entendimiento, la documentaci ón de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, l a cual –como se habrá de exponer en el 36 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Considerando Quinto, punto 2- ha conformado una nutrida fuente de información documental al momento de desentrañar l os sucesos investigados. A continuación, se hará una descripci ón de cada uno de l os sitios que integraron el circuito represivo, pasando a mencionarse con respecto a cada uno de ellos: U bicación, autori dades, su utilización como CCDT; período en el cual el siti o funcionó como CCDT, a la vez q ue también se hará mención de quiénes f ueron los victimarios q ue actuaron en dicho si tio, con indicación de la fuerza armada o de seguri dad a la cual pertenecían. También, se analizará el l ugar que el centro cl andesti no ocupó en el ci rcui to. 3.2. La existenci a de un CCD en la Comi saría 1ª de Junín Los elementos de convicción reunidos hasta el momento en el marco de la presente pesquisa permiten al suscripto tener por acredi tado, con el grado de certeza que esta etapa procesal requi ere, que, al menos desde el USO OFICIAL día 24 de marzo del año 1976 y hasta el 7 de febrero del añ o subsi guiente, funcionó en las instalaciones de l a Comisaría 1ª de la Ciudad de Jun ín un centro de detención de carácter clandestino, que convivi ó con la esfera de actuaci ón legal de la dependencia policial, y por el que pasaron un número considerable de vícti mas. En la resol ución anterior dictada con respecto a los hechos bajo examen –fs. 2578/2774- se tuvo por acreditado el f uncionamiento de la dependencia como CCDT, entre el 24 de abril de 1976 y el 7 de f ebrero de 1977. La introducci ón del caso de Rubén Pío Soberano, como una de las víctimas del ci rcuito represivo, permite extender el período a la fecha en que fue ilegalmente detenido el nombrado, esto es el 24 de marzo de 1976. Asimismo, ha quedado suficientemente corroborado que al menos dos de las víctimas fueron someti das a prácticas constitutivas de tormentos en el curso de su ilegal detención en la Seccional, refi riéndome en particular al caso de Alberto Pedro Silva y de Di gna Imelda Sans. Dado el carácter subrepticio con el cual fueron concebidos los ilícitos que a continuación se detallan, a los efectos de probar tales extremos han revestido capital importancia l os testimonios prestados por los damnificados q ue permanecieron allí secuestrados y que han podido conocer e identificar su l ugar de cautiverio. A esta altura, es dable recordar que, excepto ci ertos casos de privaci ón ilegal de l a libertad que se detectaron en forma aislada, el plan de represi ón instaurado en el marco de la Subzona se llevó a cabo, mayormente, mediante el secuestro de grupos de personas. Estrictamente, las primeras detenciones de las q ue se tiene registro tuvi eron lugar el día 18 de marzo de 1976, oportunidad en la que 37 numerosos diri gentes gremiales y pol íticos de la ciudad de Junín fueron conducidos a la comisaría de marras, donde permanecieron por horas, a saber: Nelson Ramón Coronel, Ricardo Osmar Alegre, Francisco Pedro Díaz, Edgardo Sanseverin o, Patricio J uan Griffin, Juan Pedro A rechaga, Pelayo Ariel Labrada, Héctor Emili o Rosso y Carlos Luis La Bl unda. Sin perj uicio de que los hechos que los tuvieron por vícti mas no integran –por el momento- el caudal de imputaciones que se eri gen en esta resol ución, sus testi monios permi ten en trever algunas de las características propias del funcion amiento de l a dependencia policial, motivo por el cual habrán se ser considerados en l o sucesivo a tal es ef ectos. Así, Ricardo Osmar Alegre refi rió q ue al arribar a la dependencia, “...lo primero que hi cieron fue introducirnos a un patio que est aba al aire libre, enrejado. Ahí ya había aproximadamente 10 ó 15 personas más detenidas, y al lado estaban los calabozos comunes, donde había detenidos políticos [...] Estábamos todos juntos, no en celdas i ndividuales, nadie est aba con los ojos vendados pero creo que sí esposados...”; sin embargo, pudo ver cómo sacaban de uno de esos calabozos a Patrici o Griffin con los ojos vendados: “...[m]e llamó la atención porque al rato regresó el mismo policía que lo sacó con la misma venda en la mano. Entonces nos empezamos a asustar porque no sabíamos adónde los estaban llevando [...] Al rato también sacan de los calabozos comunes a Carlos Lablunda y hacen el mismo procedimiento. Luego empiezan a sacar gente del patio, del lugar en el que yo permanecía alojado, y también los vendaban, hasta aproximadamente el número cuatro o cinco, cuando ya dejaron de taparnos los ojos. A mí no me vendaron cuando me sacaron. Abrieron una puertita, y me introdujeron en la celda de un celular, en el que ya estaban las personas que fui nombrando...”. Finalmente, indicó que permaneció en este sitio por aproximadamente cuatro o cinco horas, para ser posteriormente trasl adado a la Comi saría de San Nicolás (fs. 1899/936). Sus dichos resultan coherentes con la declaraci ón de Nelson Ramón Coronel, qui en señaló que en la comisaría permanecieron “...en un patio, nos ponen cont ra la pared, con las manos levantadas y nos tienen así unas cuantas horas...” (fs. 2292/3). También el testimonio de Patrici o Juan Griffin corrobora lo expuesto. Así, preci só el nombrado que fue conducido a l a Comisaría 1ª de Junín tabicado, no obstante lo cual pudo identificar el siti o en el que se encontraba “...por el olor del lugar, al cual estaba acostumbrado a concurrir por su condi ción de abogado...”; y agregó que l uego de tomarle los datos personales lo llevaron a una celda que había dentro de la Secci onal, donde permaneci ó hasta aproxi madamente las siete de la mañana, que mientras se encontraba en allí pudo escuchar que fueron detenidos La Blunda y sus hijos y que, ya de día, “...lo hicieron salir de la celda, lo colocaron contra una pared del patio de la 38 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Comisaría, le levantaron la capucha y lo sometieron a un simulacro de fusilamiento [...] Que luego del simulacro de fusilamiento lo llevaron nuevamente a la celda; que en el transcurso de esa mañana pudo escuchar que fueron deteniendo a muchas personas más, aunque no las pudo identificar. Que estando en la Comisaría antes de su identificación pudo notar el movimiento constante de entrada y salida de personas, voces de mando y mucho movimiento...” (fs. 1774/ 9). Finalmente, contó que en horas de la mañana del día siguiente a su detención, “...le vendaron los ojos, le colocaron nuevament e la capucha y lo llevan al patio de la Comisaría, al llegar al patio notó que ya habían sacado a los otros detenidos –excepto a Francisco y Héct or La Blunda- que cuando lo sacaron al patio pudo escuchar q ue sus captores decían que era el más peligroso, que había que tener cuidado; luego l o subieron a un celular, donde un policía le sacó la venda y la capucha, y lo metió en la leonera del camión...” (fs. 1774/9). USO OFICIAL Sus dichos vertidos ante esta judicatura se condicen con su relato anterior, brindado ante el Juzgado Federal de la ciudad de Junín -cfr. fs. 367/8-. Por último, Héctor Emilio Rosso recordó que al ingresar a la dependencia policial se encontró con Griffin y con Labl unda, que all í les tomaron las impresi ones digitales y q ue hubo luego un in terrogatorio por parte de un miembro del Ejército, que l e preguntó sus datos personales y le dijo que su detención se debía al cargo de Concejal que desempeñaba. Agregó el nombrado que un a vez finalizado el interrogatori o fue conducido al patio, donde estaba el resto de los detenidos, que a Griffin le habían colocado una venda en los ojos y que un oficial de apellido Lucena se la hizo sacar (fs. 360/1). Sin embargo, el primer grupo de detenidos alojados en la Seccional fue el conformado por Lindy Penner, Antonio Roberto Vil ches, Abel Andrés Pinto, Ismael Tornello y Alberto Gregori o Huaran ga, todos ellos empleados ferrovi arios con actividad en el sindicato respectivo (pertenecientes a la “Lista rosa”) , deteni dos el día 24 de abril de 1976. Los nombrados f ueron puestos desde un momento a di sposición del J uzgado Federal de Mercedes, y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional el 30 de abril subsi guiente, mediante el Decreto nro. 310/76, por l o que se han de descartar tal es hech os de la plataforma f áctica de imputación , a l a vez que se habrá de revisar por los mismos motivos, la imputación que se erigiera con respecto a Manzanares. Así, Abel Andrés Pinto refiri ó ante esta Magistratura que la noche del 24 de abril del año 1976 fue deteni do su compañero de trabajo Ismael Tornell o por un grupo policial comandado por un efecti vo de apelli do Mastrandrea, en tanto horas más tarde, y con motivo de las gestiones 39 realizadas por el secuestrado él citado a los efectos de averiguar su paradero, f ue mismo en la Seccional polici al. Conforme narró, inmediatamente lo condujeron a un calabozo común de la comisaría, donde había ya otros trabajadores ferroviarios detenidos: “[n]o teníamos ninguna acusación formal, nunca nos dijeron porqué nos habían detenido, sólo algunas veces nos llevaban a una oficina y nos mostraban unos panfletos de organizaciones políticas o de movimientos gremiales, pretendiendo que nosotros los reconociéramos como propios. Ellos, básicamente querían hacernos «pisar el palito», pero nadie los reconoció, porque de hecho, ninguno de las cosas que nos mostraban eran nuestras” (fs. 1790/7). Agregó que, con posteri oridad, ingresaron otros empleados del gremi o –liberados escasos días más tarde, l uego de haber sido declarados cesantes de sus respectivos empl eos-, producto de lo cual a parti r de entonces tuvo que comparti r el calabozo en el que otrora permaneciera solo. Según indicó la víctima, una madrugada llevaron detenido por aproximadamente tres horas a Hugo Torreta, lo que pudo conocer por el relato de su compañ ero Tornell o. Al respecto manifestó: “[a] este muchacho lo metieron en uno de los calabozos y lo cerraron con llave, así que no pude ver cómo estaba. Las paredes de los calabozos eran de material y las puertas de chapa, cerradas. Las nuestras no estaban cerradas con llave, por lo cual teníamos una mínima circulación por el pasillo, pero a la de éste muchacho sí la cerraron, seguramente para que no lo viéramos [...] Torreta estaba muy mal, se le notaba en su voz y lo decía, estaba muy mal física y psicológicamente, dijo que se había hecho sus necesidades encim a. Igualmente no contó más que eso porque había un clima como de control sobre él, como si los que lo llevaron si no quisieran que tomáramos contacto con esta persona” (fs. 1790/7). Asimismo, en el marco de las presentes actuaciones l uce gl osado el testi monio recibido a Ismael Reynaldo Tornello -fs. 268/9 y ampli ación de fs. 1798/1800-, el cual resulta en un todo conteste con los dichos vertidos por Pinto, indicando q ue en el cal abozo permaneció sol o –aunque pudo oír la presencia de otros detenidos-, que “[l]a única compañía que tuve durante horas fue la de Hugo Torreta. Habían pasado varios días y de repente abrieron la puerta, luego de lo cual lo ingresaron. Estaba todo golpeado en todo el cuerpo. Le convidé un cigarrillo. Hacía muchísimo frío, Torreta se orinaba encima. A partir del momento en que él llegó, no volvieron a abrir la puerta. Supongo que el resto de los calabozos estaban ocupados, por eso lo pusi eron conmigo. Con Torreta estuve pocas horas. Intercambiamos pocas palabras. Recuerdo que él mi dijo: «me han molido a golpes». También me dijo que fue personal del Ejército quien lo había detenido e interrogado”, que a l as pocas horas fue trasladado junto con Pinto, Penner, Vilches y Guaragna a la Unidad Carcelaria de Mercedes en un celular de la 40 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Policía custodi ado por el Ejército -y comandado por Hugo Gallino-, y que a parti r de ese momen to no volvió a ver más a Torreta (1798/ 0). El mecanismo desplegado en el marco de la Subzona, si gnado por las detenciones grupales, se ve tambi én plasmado en el secuestro conjunto, acaecido el día 18 de junio de 1976, de tres delegados gremiales del Frigorífico Feber, y otros tres de la l ocalidad de Chacabuco, a saber: J uan Carlos De Biasi, Al fredo Artola, Alberto Leiva, Osval do Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Blas Lascot, respectivamente. Los nombrados f ueron puestos a disposi ción del Poder Ejecutivo Nacional mediante el Decreto no. 1135/76, de fecha 1º de julio de 1976, permaneciendo hasta entonces il egalmente detenidos en la Comisaría. A fs. 2.278/80 obra la declaración prestada por A rtola ante esta sede, la cual reproduce los términos de la que brindara ante el Juzgado USO OFICIAL Federal de Jun ín –fs. 59/61-. Según refi rió el damnificado, el día consignado fue secuestrado de su domicili o por un grupo integrado por varios policías y un Teniente del Ejército, para ser conducido desde all í a l a Comisaría 1ª donde, sin ingreso formal , lo introdujeron en una cel da de grandes dimensiones j unto con otros detenidos por razones pol íticas y presos comunes. Allí permaneció en cauti veri o hasta el 7 de juli o subsiguiente, fecha en la que, conforme se ha expuesto, el citado f ue legalizado (fs. 2278/80) . Igual mente, depuso ante esta judicatura Juan Carlos De Biasi, quien precisó que en el mes de junio de 1976 fue detenido en su domicilio por un grupo policial comandado por un oficial de apelli do Martino y otro individuo arropado de civil, que procedi eron a trasladarlo esposado hacia la Comisaría de Jun ín –cf r. fs. 369/70 y ampliación de fs. 1.780/8-, donde f ue alojado en una celda junto con otros del egados sindicales y presos comunes. De Biasi f ue a su vez puesto a disposici ón del Ejecutivo Nacional mediante el Decreto nro. 1135/76. También se ha señal ado el modo en que, a fines del mes de enero de 1977, el plan represivo se extendi ó a un grupo de catorce personas de la ciudad de Jun ín, todas ellas integrantes del COART, qui enes luego de su secuestro fueron reunidas en un camión celular que permaneció por unas horas en la puerta de la Comi saría 1ª de Jun ín, para ser posteriormente trasladadas a la U nidad Penitenciaria nro. 13 y, finalmente, conducidas nuevamente a la Seccional policial, donde permanecieron en cautiverio hasta su traslado a la Cárcel de San Nicolás. Este grupo de detenidos fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal el 7 de febrero subsiguiente mediante el decreto nro. 41 325/77 -con excepci ón de Ciappesoni, q uien fue liberada el día posterior a su secuestro-. Sus testimoni os, categóricos y coincidentes –conforme se podrá apreci ar en los acápites siguientes- constituyen un elemento de convicción que, junto con el resto de las proban zas reunidas en autos, permi ten al suscripto ratificar, más allá de toda duda razonable, las circunstancias expuestas con relación al emplazami ento de un centro de detención clandestino en l a Comisaría 1ª de l a ciudad de Junín. Así, y respecto de la cuestión que aquí nos ocupa, es dable destacar que invari ablemente l os testigos han indicado q ue fueron alojados en el sector de cal abozos comunes, notan do la presencia de detenidos legales en la Seccional. Ello ref uerza l o postulado precedentemente, en relación con la doble funcional idad que pasó a revesti r durante este período la dependencia polici al , cuyo destino origin ario no pareció verse alterado por la presencia de detenidos clandestinos en el lugar. Por otra parte, obra en los presentes actuados el testimoni o de Rubén P ío Soberano, quien al declarar en autos manifestó que el mismo día del golpe de Estado, 24 de marzo de 1976 fue detenido en su lugar de trabajo y trasladado por varios sol dados, caminando, tabicado y con l as manos atadas, hasta la Comisaría 1ª, donde f ue alojado en una celda (fs. 389/90) . Según contó, una vez en el lugar un policía lo desató y le quitó la venda de los ojos, por lo cual pudo ver que empezaban a ingresar otros detenidos, entre ellos el médico Berdakin. La testigo Susana Beatriz Bogey, fue ilegalmente deteni da y conducida a la Secci onal 1ª a medi ados del mes de juli o de 1976, y recordó ante el suscripto -en consonancia con lo declarado a fs. 68/71-: “...me llevaron en un móvil policial a la Comisaría 1°, como «legal» aunque nunca figuré en los libros de la comisaría, los policías decían que yo estaba «a disposici ón del Ejército». En la Com isaría estaba como blanqueada, con los presos comunes, me permitieron visitas con mi familia. En el calabozo de enfrente estaba Domínguez, desde que me detuvieron a mí y el que después fue el diputado provincial Armando Biasi [...] En la Comisaría también había una presa política, Carmen Riquelme. Nos traían la comida de la casa. A lado había detenidos ferroviarios, miembros del PC, Ullua, Mufaroto –que lloraba todo el día-, los Fantino, y demás presos y presas [...] Por el mes de septiembre me trasladan a la cárcel de Mercedes...” (f s. 1810/4) . En efecto, Miguel Ángel Domínguez –quien también se incorpora como víctima en esta resol ución- permaneció ilegalmente detenido en la dependencia policial desde el 7 de j ulio de 1976 y por el tiempo de aproximadamente q uince días. Cabe recordar que según sus dichos, durante 42 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario sus días de detención en la Comisaría 1ª permaneció en un calabozo, y luego en una habitación con De Biasi , que n o fue ingresado formalmente como detenido, ni tampoco interrogado, sin perjuicio de l o cual Penna “los llevaba a charlar” habitualmente (fs. 119/20). En cuanto a Daniel Walter Gómez -detenido en la Seccional desde el 24 de septiembre de 1976 y por el lapso de aproximadamente un mes-, su testimonio ha sido considerado en la an terior resoluci ón en oportunidad de tratarse l as condici ones de cautiverio a l as que f ueron sometidas las vícti mas al mero ef ecto il ustrativo; sin embargo, en lo que atañe a este resolutori o, el caso de Gómez se incorpora al caudal de imputaci ones en l o que atañe a su secuestro; sin perjuicio de que habién dose llevado a cabo la inspección judicial en el Destacamento Morse de Policía de la P rovincia de Buenos Aires, dicho siti o no f ue reconoci do por Gómez como aquel en el cual estuvo USO OFICIAL detenido ilegal mente. También val e aclarar que ell o se hará con respecto a la situación de Alberto Cava, secuestrado el día 14 de noviembre de 1976, quien ha de ser incorporado a la con stelación de víctimas de este ci rcui to represivo. Por otro lado, un último caso a considerar es el que tuvo por víctima a J ulio Bern ardo Santamaría, quien manifestó que el día 24 de mayo de 1976 fue secuestrado por un grupo de militares en el Colegio Marianista de la ciudad de Jun ín, lugar en el cual se desempeñaba como profesor, siendo trasladado a la Secci onal 1ª, con los ojos vendados. Según relató, una vez en el lugar “...lo meten en una celda, solo. Lo tienen toda la noche vendado y maniatado...”; e indi có que mientras estuvo allí alojado nadie le di rigió la palabra (fs. 80/2). Se deja constanci a de que el mismo tampoco será reprochado a l os encausados. 3.2.1. Ubicación. Autoridades y personal identificado por las víctimas La Comi saría 1ª de J unín se encontraba –y aún conserva su sede-, en el inmuebl e sito en la calle Gandini a la altura 165, en la intersecci ón con la arteria Quintana. Conforme f uera expuesto, dicha dependencia polici al f ue uno de los eslabones que conformaron el ci rcuito represivo que se despl egó en el marco de la Subzona 13, que se termin ó de integrar con otras dependencias policiales como el Destacamento Morse y la Unidad regi onal de la mi sma localidad, y con la Cárcel en construcci ón –hoy Unidad n ro. 13 del Servicio Penitenciario Provin cial-. Los numerosos testimonios reunidos en autos aluden a la presencia de person al que, con di stinta j erarquía, cumpli ó variadas f unciones 43 en el seno de la dependencia policial durante el lapso temporal en el cual operó como centro clandestino de detención, de manera conjunta a su actuaci ón regular y ordinaria. Si bien Abel Andrés Pinto estuvo detenido a disposición del Poder Ejecuti vo –con forme fs. 2801, en la cual consta l a recepción del sumari o nro. 19412 del J uzgado Federal de Mercedes-, y esta ci rcunstancia desecha la configuración del delito que se investi ga e impide la imputaci ón de las personas aquí cautel adas, no es men os ci erto que el testi moni o del nombrado ha de servir para graficar el funcionami ento de la dependencia en el período en el cual estuvo, en el cual sí hubo otros detenidos ilegales en la misma dependencia policial . Así, Pinto –detenido en el l ugar desde el 24 de abril de 1976 y por aproximadamente Manzanares y cuarenta por días- Estel rich; a recordó la vez haber que sido interrogado manifestó haber por tomado conocimiento de que el Comisari o a cargo en aquel entonces era Bracken, en tanto fue éste qui en autorizó las vi sitas de su novia, a q uien conocía por cuesti ones ajenas a su detención (fs. 1790/7). Con relaci ón a este punto, indicó Artola que pudo identificar en la Seccional a un Policía de apelli do Caporale -a q uien conocía con anterioridad y a través de quien pudieron anoticiar a sus familiares del lugar en el que se encontraban-, y a Estel rich -cuyo nombre supo a través de l os presos comunes, y respecto del cual subrayó: “...daba la sensación de que él estaba a cargo de los presos políticos, él estaba siempre, todos los días, a los gritos...”-. Respecto de Manzanares y Amengual indicó que “...los nombraban en la comisaría, yo no los vi pero se not aba que estaban allí...”, y recordó la presencia de un efectivo de apellido Rubini que “...tenía fama de golpeador...”, y de un policía joven de apellido Camarro, que recién ingresaba y tenía por función la custodia de los calabozos. Fin almente, apuntó q ue el subcomi sari o era Lucena (fs. 2.278/80). Cabe destacar que a este úl timo también señaló haberlo vi sto Héctor Emilio Rosso duran te su breve detención en la Secci onal (fs. 360/1). Por su parte, Benito Gorgonio de Mi guel relató que el día q ue el “grupo de los catorce” –los detenidos que pertenecieran al COART- ingresó a la dependencia polici al, se labraron nuevos sumarios a su respecto, puntualizando que el suyo l o realizó Mastrandrea, a q ui en conocía con anterioridad y se presentó formalmente como tal (fs. 1854/57) . Asimismo, al ser preguntado por los represores a los que pudo identificar en la Seccional, aludi ó a los i nterrogatori os realizados en persona 44 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario por el Comisari o P enna, dijo haber vi sto a Amengual “...entrando al sector calabozos, en actitud amenazante, diciendo «subversivos hijos de p... pórtense bien que l os voy a matar a todos» y cosas así...”, y que Estel rich estaba permanentemente con Penna, que “era su mano derecha” (fs. 1854/57). También Armando Antonio Álvarez declaró que los interrogatori os a los que f ue sometido estuvieron a cargo de Manzanares, Mastrandrea y Penna (fs. 149/50 y 324). A su turno, Ricardo Lui s Vega, tras precisar que durante su cautiverio fue interrogado por Manzanares y Mastrandrea, manifestó que en una oportunidad llegó a la Comisaría un hombre, que comenzó a golpear a todos los detenidos: “[e]ntraba a cada celda y nos daba una trompada a cada uno, insultándonos, nos decía «ustedes son guerrilleros como aq uel otro, ustedes los ayudaron a rajarse»”, y que posteriormente tomó conocimi ento a través del USO OFICIAL resto de l os detenidos, que esta persona se encontraba a cargo del Destacamento de Morse, donde “...se les había escapado un preso y se ve que entonces, le permitieron a este policía desquitarse con nosotros por eso...”, por lo cual presume q ue puede haber si do Al mirón, l o que resulta corroborado por los testi monios de los restantes damnificados, conforme se verá a continuación (fs. 1803/9). En efecto, Rubén A. Liggera, en un todo conteste con el relato de su compañero Vega, recordó que Almirón arribó una noche con una herida en la mano, producto de un enfrentamiento armado con el “Capitán Luna” -José Luna-, quien se había escapado del destacamento de Morse; señaló que “...entró gritando y nos amenazó de muerte a todos los que estábamos detenidos...”, e indicó que durante su cautiverio en l a Comi saría recibi ó atención médica por parte de dos profesi onales de la P olicía: Chiachietta y Farah (f), este último cardiól ogo. Finalmente, manifestó que en una oportunidad fue conduci do al despacho del Comisario Penna –a q uien describió como “...un tipo violento, hacía ostentación de poder. Por ejemplo, uno entraba a su despacho y él tenía el revólver sobre la mesa. Recuerdo que en una oportunidad había un chico de quince años, a quien le dijo «te voy a matar», lo tomó del cuello y lo levantó del suelo...”-, y que en otra ocasi ón fue interrogado por Manzanares -a quien conocía de antes- (fs. 1838/43) , a la vez que refi rió a la presencia en el lugar de Estel rich, de Mastrandrea y de los custodios Calatroni, Camarro y Maisterra. Otro testimonio que corrobora lo expuesto resulta ser el de Alberto Pedro Sil va, quien aseguró haber recibi do all í atención médica por parte de Ciachetta, y que ese mismo día vio en la dependencia a Manzanares y a Almirón –a q uienes conocía de antes-, recordando l os hechos acaeci dos en 45 Morse, en consonan cia con las circunstancias precedentemente reseñadas: “...Almirón tenía una venda en la frente y Manzanares tenía el brazo vendado. Ellos me abren la puerta, previo mirar por la mirilla. Me preguntan «¿vos sabés por qué estás acá? Vos sos sargento del ERP». Venimos de Morse que le estuvimos dando al Capitán de ustedes, al Capitán Luna. Lo dimos por muerto y se despertó, agarró un arma y mirá lo que nos hizo el hijo de puta, se escapó..” (fs. 1767/72). Como se verá, la víctima recordó la presencia de un efectivo de apellido Monje y de otro guardi a a quien apodaban «el cordobés» en el sector de calabozos, y sindicó a Maisterra como la persona que lo recibió instantes previ o a ser torturado por pri mera vez; en tanto aludi ó al Comisari o Penna, a Estel rich, Monje, Franco –a qui en apodaban «Cara de goma» y «el japonés»- y al cardiól ogo Farah como las personas que participaron de la segunda sesión de tormentos. Finalmente, refiri ó que Martino, Mastrandrea y Amengual le tomaron una declaración, la cual firmó el día previo a ser trasladado a San Nicolás en cami ones del Ejército, y que también vio en la Seccional a un efectivo de apellido Sarmi ento. También Di Sábato hizo mención del día en que Almirón se presentó en la Secci onal: “...con un brazo vendado o enyesado, entró a mi celda y me dijo «mirá lo que me hicieron tus amigos» y me golpeó...”; agregó que all í pudo ver a Calatroni -cuya única fun ción, según manifestó, consistía en custodiar las cel das- , y que l as decl araci ones estaban a cargo de Manzanares, aunque también vio al Comisari o Penna cuando fue interrogado (fs. 1844/53) . Ello así, en sentido concordante con sus dichos vertidos ante el Juzgado Federal de Jun ín, conforme surge del testimonio glosado a fs. 201/4. A su turno, Sans declaró q ue era Mastrandrea q uien di rigía los interrogatori os, pero que, asimismo, pudo ver cumpliendo funciones en la Seccional a “Esterling” –a quien vio permanentemente en el lugar, vesti do de civil- a Maidana y a Palmieri (fs. 1747/56). Por otra parte, recordó que cuando f ueron trasl adados hacia San Ni colás, en cami ones del Ejérci to “...el Comisario Penna, que estaba en la vereda de la Comisaría, l e dijo «cualquier interrupci ón en el camino, están las gran adas de mano»...”. Ciappesoni indicó que fue interrogada en la Seccional por el Comisario Penna, en presencia de Manzanares, quien luego de ser liberada la acompañ ó a su domi cilio (fs. 2294/5), en tanto Ana María Ri naldi señaló q ue pudo ver en la dependencia a Sarmiento, y a l os custodios Camarro, Maidana y Monje, a q uienes conocía con anterioridad. Respecto del último, recordó que en una oportunidad le comentó “...que fue un error tremendo que se mandaron. Le pregunté entonces quiénes y me respondió «los militares». Yo le 46 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario pregunté cómo decía que eran sólo los militares si los llamaban «Fuerzas Conjuntas», o sea q ue también actuaba la Policía, y me dijo «sí, pero más militares que policías», como dando a entender que ellos dependían del Ejército...”, aunque señaló q ue no vio militares durante su detención. Asimismo, relató que partici paron de su interrogatorio el Comisario Penna, Mastrandrea, Zanetti, y que tambi én se encontraba all í el Dr. Chichietta, entre otros (fs. 1757/66). En lo que respecta rigurosamente al personal policial que pudo ver en la Seccional, recordó De Bi asi que una noche “...entró una persona vestida de sobretodo, con una actitud muy nazi, y maltrató a todos, incluidos los presos comunes. Luego nos enteramos que ése era el nuevo comi sario, de apellido Penna...”, y q ue en otra oportunidad vio a un oficial , respecto del cual posteriormente Artol a y Leiva le dijeron que era Manzanares (fs. 1.780/8). Sin USO OFICIAL embargo, manifestó que la información que luego pudo obtener relativa a su cautiverio le permi te inferi r que el operativo se encontraba a cargo del Ejército. En efecto, apuntó que en una ocasión “...vi no un oficial de la policía, Juan Carlos Cambursano, que había estado en esa comisaría hasta hace poco y lo habían trasladado. Me hicieron salir y hablé con él en un patio. Él me dijo allí que no podían hacer nada, que todo estaba a cargo del Ejército...”; a la vez que recordó que desde la Comi saría fue trasladado junto con el resto de delegados sindicales y los tres detenidos de Chacabuco hacia la cárcel de Mercedes por personal y con dos camionetas del Ejérci to. Recordemos q ue también Griffin resaltó que “...los movimientos internos de la Comisaría posiblemente lo hicieron el personal policial, pero los traslados los hacía el personal militar que era como si hubiera copado la Seccional policial sorpresivamente...” (fs. 1774/9), y que Tornello explicó que durante el breve lapso en que permaneció cautivo junto con Hugo Torreta, éste l e dijo que fue personal del Ejército el que lo había detenido e interrogado, y que fue trasladado a la Unidad Carcelari a de Mercedes en un celular de la Policía custodiada por el Ejército (fs. 1798/0). Por último, cabe traer a colaci ón las elocuentes palabras de Bogey, quien luego de contar q ue su ingreso no se encon traba registrado regularmente, sentenció: “[e]l mismo comisario Penna me decía que no figuraba en los libros porque era una detenida del Ejército”. De igual modo, manifestó la víctima que en la Seccional recibió atención médica por parte del Dr. Sal as, médico de la Policía, y que mantuvo varias conversaci ones con Franco (fs. 1810/4). Junto con el resto de las probanzas que en el mismo senti do se han colectado a lo l argo de la presente pesq uisa, estos testimonios reflejan 47 con nitidez l a ínti ma relaci ón que vinculó la actuaci ón del Ejército con la de la Policía de la Provincia, dando cuenta de un accionar que, complementario o subordinado, si gnó el plan sistemático de represión que se instauro en el marco de l a Subzona. Por otra parte, las circunstancias narradas por los testigos resultan corroboradas por la nómina remitida por el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires a fs. 1993/2030, correspondiente a las autoridades y efecti vos que se desempeñaron entre los años 1976 y 1983 en la Comisaría de Jun ín. De su compul sa, se desprende que, durante el período de tiempo respecto del cual es posible aseverar el funci onamiento de un centro clandestino de detención en dicho sitio –al respecto, se remite al acápite siguiente-, desempeñaron el cargo de comisari os: ►Abel Oscar Bracken –desde el 19 de en ero de 1976 y hasta el 23 de junio del mismo año-; ► Oscar Antonio Penna –desde el 28 de junio de 1976 al 25 de abril de 1977 Jefe-; ► Guill ermo Mi guel Mac Namara –entre el día 2 de abril de 1969 y el 20 de enero de 1977-, y ► Aníbal Manuel Soria –Comisario desde el 19 de septiembre de 1975 y hasta el 20 de enero de 1977, Subcomisario desde el 2 de enero de 1976 hasta el 21 del mismo mes y año- ; Asimismo, q ue se desempeñó como Subcomi sari o José Carlos Migliori -desde el 20 de abril de 1976 y h asta el 5 de diciembre de 1981-. A su vez, es posibl e apreciar q ue J uan Carlos Amengual ocupó este último cargo en tre el 25 de marzo de 1976 y el 18 de enero del año 1985, prestando f unciones en la Unidad Regi onal de J unín. También es posibl e verificar que Mi guel Ángel Almi rón se desempeñó como oficial Inspector de la Seccional desde el día 2 de abril de 1976 y hasta el 25 de agosto de 1978. El lo se corresponde, asimismo, con la foja de servici os obrante en el Legajo Personal del nombrado, glosado a fs. 1188/203. De igual modo, puede apreci arse que Jorge Ángel Calatroni prestó funciones desde el mes de abril de 1954 y hasta el día 30 de junio de 1979 en calidad de Sargento; que Ignacio Luis Caporale lo hizo como Cabo Pri mero desde el año 1966 hasta el 28 de agosto de 1986; q ue Aldo Antonio Chiachietta ocupó el cargo de Oficial Subinspector desde el mes de agosto de 1968 hasta el 2 de enero de 1978, al igual que J ulio Ángel Estel rich desde agosto de 1969 y hasta el 29 de septiembre de 1977. 48 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario A su vez, surge de dichos actuados que Horacio Martín Fran co se desempeñó como Cabo Primero de la Seccional desde el día 11 de junio de 1966 y hasta el 7 de octubre de 1980; que Andrés Abelardo Maidana lo hizo como Sargento Primero desde el mes de diciembre de 1957 hasta el día 30 de junio de 1988; que Raúl Blas Mai sterra l o hizo como oficial In spector desde el año 1974 y hasta el 15 de abril de 1977, en tanto Juli o César March ocupó el cargo de Oficial Ayudante entre el mes de enero de 1975 y el 29 de enero de 1980, Ramón Luis Lucena el de oficial Inspector entre el mes de mayo de 1973 y Marzo de 1977 y J orge Ricardo Lucena desde enero de 1973 y hasta el mes de junio de 1982. En el caso de Edgardo Antonio Mastrandrea, se aprecia que prestó funciones como Ofi cial Inspector entre el 30 de enero de 1976 y el 2 de febrero de 1978; que José Leonardo Rubini lo hizo como Suboficial Mayor USO OFICIAL desde el año 1945 y hasta el 31 de enero de 1977; y Luis Alberto Rubini como Oficial Subinspector entre enero de 1974 y el 25 de agosto de 1977; en tanto Obduli o José Sarmiento ocupó el cargo de Suboficial P rincipal desde el mes de juli o de 1959 y hasta el 30 de j ulio de 1979 y J osé Luis Camarro el de Cabo entre el mes de mayo de 1976 y el 21 del mismo mes de 1986. Finalmente, puede apreciarse que Félix María Monje prestó servici os como Sargento Primero desde abril de 1960 y hasta el mes de septiembre de 1984, que José María J orge Salas lo hizo como Oficial Ayudante desde octubre de 1973 hasta el mismo mes del año siguien te, y que Enrique Néstor Martino se encuentra registrado en el listado correspondi ente a la Unidad Regional de Junín como Oficial principal desde el 25 de marzo de 1976 y hasta el 3 de agosto del mismo añ o. A mayor abundamiento, es dable recordar que obran reservadas en esta Secretaría copias certificadas de los Legajos Personal es de la Policía de la Provincia de Buenos Ai res correspondientes a Juan Carlos Amengual, Miguel Ángel Almirón, Edgardo Antoni o Mastrandrea, Julio Ángel Estelrich, Abel Oscar Bracken y Aldo Antonio Chiacchietta, los cuales permiten corroborar las circunstancias precedentemente expuestas, en consonancia con la citada nómina y con las declaraciones prestadas por varias de l as víctimas que pudieron ver e i dentificar a los nombrados en la Secci onal 1ª. 3.2.2. El perí odo de funcionamiento La primera detención en la dependencia policial relevante de la que se ti ene registro, resul ta ser la del grupo de di rigentes gremiales y políticos de la ci udad de Jun ín, a la q ue se hiciera referencia previamente, acaecida en fecha 18 de marzo de 1976. Sin embargo, se ha adverti do igualmente que éstas no conforman parte de la actual imputaci ón. 49 En consecuencia, h abrá de consi derarse en primer término el secuestro de los empleados ferrovi arios aludido ut supra, acaecido el día 24 de marzo de aquel año, en lo atinente a l a detenci ón de Rubén Pío Soberano. Por otra parte, las últimas víctimas de l as que obran constancias son aquellas q ue formaron parte del grupo de catorce person as perteneciente al COART, q ue conforme ha quedado corroborado en autos, permanecieron cautivos en la Secci onal, al menos, desde el 28 de enero de 1977, siendo puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional el 7 de febrero subsiguiente –con excepción de Ci appesoni-, fecha esta última que será considerada como último registro del funcionami ento de un centro clandestino de deten ción en la Seccional, en virtud de las probanzas reunidas en autos al día de la fecha. 3.2.3. Lugar de alojamiento. Descripción de los sobrevivient es Conforme fuera expuesto, la dependencia policial continuó operando con inalterada normalidad durante el período en que funcionó como centro de al oj amiento de detenidos ilegales, coexisti endo su f unción propia con aquella otra de carácter que, amén de ser calificado como clandestina, no permaneció oculta, toda vez que el l ugar de alojami ento de los secuestrados n o f ue di stinto de aq uel destinado a l os presos comunes. La descri pción concordante de los espacios f ísicos del centro de detención efectuada por las víctimas, confrontada con las características que presenta actualmente la dependencia policial –verificada en la inspección ocular a la cual se hará referencia infra-, no sólo permite aseverar su existencia y funcion amiento sino que, a su vez, se erige como un elemento de convicción respecto de los padecimientos sufri dos por aq uéllas. Sus dichos resultan prácticamente invari ables. Recordemos en tal sentido la exposición de Abel Pinto, detenido en el mes de abril del año 1976, quien indicó que permaneció encerrado en el sector de calabozos comunes de la Comi saría, señalando que se trataba de celdas sumamente precarias: “[l]as paredes de los calabozos eran de material y las puertas de chapa, cerradas. Las nuestras no estaban cerradas con llave, por lo cual teníamos una m ínima circulación por el pasillo” (fs. 1790/7). Sobre el presente tópico, narró De Bi asi que al ingresar a la dependencia policial lo trasladaron “...directamente a unas celdas, que estaban en un ambiente compartido. Es decir, el lugar era como un pasillo, sobre cuya margen derecha había celdas pequeñas, y sobre el lado izquierdo una celda más grande. A mí me dejaron en la celda grande”, y precisó que all í se encontraban también Artol a, Leiva, tres delegados sindicales de l a localidad de Chacabuco 50 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario y otros presos comunes, en tanto en el resto de los cal abozos había más detenidos legales (fs. 1.780/8) . Con relación al sector de calabozos, refi ri ó Ricardo Lui s Vega que la mayor parte de las celdas no tenían baño, que en el sector había un baño común, al q ue, con cierta reticencia, los policías los llevaban cuando así l o pedían (fs. 1803/9). En términos prácticamente idénticos se expi dió Di Sábato, al detallar que en el patio de la Comisaría había un pabell ón dentro del cual se emplazaban en hilera varias celdas, en tanto que el baño estaba cerca de la entrada al pabellón, donde había una reja. Por su parte, Al berto Pedro Silva, detenido junto a los nombrados, relató del siguiente modo los pormenores de su arribo e ingreso al centro: “...nos baj aron sobre la puerta principal de la comisaría, sobre Gandini USO OFICIAL [...] Entramos por donde entra todo el mundo, giramos a la izquierda donde está el sector calabozos. Yo en ese momento no estoy vendado. Giramos a la izquierda unos 10 metros, ahí hay una pared, donde está «la matera» que es donde ellos toman mate, después está el patio y a continuación están los calabozos. Me meten en un calabozo individual. Los calabozos ahí serán de 1.30 por 1.50, ent rando a la derecha está la cama, una reja de hierro...” (fs. 1767/72). El testimonio de Sil va en este aspecto resulta trascendental, en tanto que el nombrado y Sans, fueron las únicas vícti mas someti das a tormentos en la Comisaría. En tal sentido, precisó Sil va que el lo tuvo lugar en una habitaci ón emplazada en un primer pi so, a l a cual se accedía por una escalera ubicada en el patio de la Seccional. Según relató, saliendo de l as celdas fue trasladado al patio, donde luego de atravesar una puerta lo hicieron ascender l a escalera que conducía al pri mer piso; una vez arriba lo introdujeron en una habitación, en l a que f ue torturado mediante la aplicación de pi cana. El nombrado señaló que a esa escalera era posi ble acceder desde la calle Quintana, por la oficina del comisario y por el patio, e indicó q ue en la segunda sesi ón de tomentos a la que f ue someti do pudo ver níti damente el lugar: “[a]rriba era la casa del comisario. Me llevan para arriba, a cara descubierta. Ahí es que veo todo el lugar. Veo un escritorio con un montón de cables y un elástico de cama en el suelo. Parecía que tenía una colchoneta” (fs. 1767/72). Como se verá más adelante, de manera análoga se pron unció Sans con relación a este espacio. Por últi mo, deben traerse a colación los dichos de Rinal di, quien aludi ó a la di sposición de las cel das, in dividuales y contiguas, y describió: “[y]o ingresé por la puerta principal de la Comisaría, hacia la derecha había una 51 especie de Mesa de entradas -donde supongo que me tomaron mis datos- y continuaba un pasillo largo, donde estaban los despachos del Comisario, Subcomisario y demás. Hacia la izquierda, no sé por qué puerta, pasé un patio y desde allí ingresé al calabozo. Al lado de éste había un baño, y seguidamente la celda de Imelde. En la puert a del baño se ubicaba la custodia. El calabozo era una especie de box de cemento, ambos calabozos -el mío y el de Imelde- estaban adentro de un espacio enrejado y cerrado, que se ubicaba en el patio de la Comisaría. Toda la semana permanecí en este sitio“, precisando que “...los calabozos no tenían puerta, estábamos en un lugar cerrado con una reja, pero los calabozos en sí estaban abiertos...” (fs. 1757/ 66). 3.2.5. La Inspección Ocular A fs. 635/6 obra glosada el acta labrada con motivo de la inspección ocular ll evada a cabo en fecha 4 de julio del año 2008 en la Comisaría 1ª de Jun ín, por el J uez Federal que interviniera anteriormente en las presentes actuaci ones. Según se consigna en dicho documento, el Tribunal se consti tuyó en la calle Quintana esquina Gandini y, en presencia del testigo Alberto Pedro Silva, los presentes ingresaron al l ugar por la puerta de la guardia. Así, di rigi éndose hacia la izq uierda por el pasillo, el testigo reconoci ó el lugar por el cual se accedía al patio y a continuación otra puerta que daba a los calabozos, destacando que la zona se encontraba modificada, toda vez que desde el pati o había una puerta que ya no existe y desde la cual se accedía a una escalera que comunicaba con la parte superi or, donde se emplazaba la habitación en la q ue f ue i nterrogado y someti do a tormentos. Explicó que le resultaba imposible descri bir este espacio con mayor precisi ón, ya que por ese cami no lo llevaron encapuchado y que “...lo t orturaron una vez que lo llevaron por Quintana, después de dar una vuelta en auto, dos veces en un lugar al que llegó por este patio, y una vez más que fue cuando lo llevaron por adentro...”. Regresando al pasillo de comunicaci ón, los compareci entes accedieron al despacho del Comisario, ubicado sobre la ochava. Según se consigna en el acta correspondiente, desde allí salieron al pasill o hacia la derecha, desplazándose al interior de l a Seccional sobre la calle Quintana. Afirmó entonces Silva que “...podía ingresarse desde allí a una escalera por la que se podía subir a la casa del comisario. En la actualidad hay una pared que separa lo que ahora es Comisaría de la Delegación de Investigaciones, pero pudimos ver el lugar donde supuestamente estaba la puerta, casi al borde de la pared del frente...”. Por otra parte, la segunda habitación contigua al despacho del comisario es recon ocida como “...el lugar donde lo interrogaba Mastrandrea, lo ficharon, no hubo apremios...”. 52 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Posteri ormente, los presentes salieron al exterior de la Seccional y volvieron a ingresar por la calle Quintana: “[p]asamos a un muy pequeño hall donde supuestamente estaba la puerta que comunicaba con la Comisaría, enseguida se pasa una puerta doble hoja, vidriada, que parece original y enseguida se accede a una escalera que com unica con la parte superior, la escalera es reconocida por el testigo como la que usaron la vez que pudo ver adónde lo llevaban. De allí pasamos hacia la derecha hay un pasillito que en la actualidad tiene abierta una puerta hacia la derecha, q ue antes no existía, si se pasa el pasillo, se entra a un pequeño hall en el que se abren tres puertas, una a la cocina, otra a un baño y la tercera, volviendo a mirar hacia Quintana, una habitación q ue es reconocida de inmedi ato por el testigo como el lugar en el que fue sometido a t ormentos (que ahora tiene también una nueva puerta)...”. En ese momento, relató el testigo que en ese lugar no estaba USO OFICIAL encapuchado, y que fue introducido en esa habitaci ón, donde había un elástico de cama, un a mesita donde tenían los aparatos –un escritori o- y que allí vi o a Penna, Estelrich, Manzanares, Farah y Franco. Agregada al acta obra una copia del plano de la dependencia policial, aportado en el acto por el titular de la DDI, cuya fecha de elaboración se i gnora, pero que permite vislumbrar varios de los espacios aludidos por las víctimas en el acápite precedente -al cual se remite en honor a la brevedad-, otorgándole de tal modo mayor consistencia a sus dichos. 3.2.6. La inspección judicial llevada a cabo por este Tribunal El 5 de marzo de 2010 se llevó a cabo en la citada dependencia una Inspección en los términos del artículo 216 del C.P.P.N. En dicha oportunidad, se contó con la asistencia de los testigos víctimas de l os hechos acaeci dos en este sitio- Ana María Rin aldi, Normando Federico di Sábato, Alberto Pedro Sil va, Ariel Nel son de Siervo, Benito Gorgonio de Miguel, Rubén Américo Liggera, Susana Noemí Bogey, Juan Carlos De Biasi, J uan Carlos Fantino, A ndrés Aníbal Fantino, Abel Andrés Pinto, Alfredo Rodolfo Artola, Ismael Reinaldo Tornell o, Daniel Walter Gómez y Rubén Pío Soberano, quien es al momento de manifestar sus apreci aciones sobre el lugar, lo hicieron a tenor de las prescripci ones del artícul o 275 del C.P. Se dejó constancia en el acta labrada de que l os testigos reconoci eron varios de los si tios de la Comisaría y en particular el lugar de los calabozos en l os cuales estuvieron detenidos ilegalmente; el despacho del entonces Comisario y los despachos con tiguos a éste; el patio cercano a los calabozos, a la vez que el testigo Silva también reconoci ó l a planta superior de dicha dependenci a. 53 En dicha acta surge: “Ya en la entrada citada, se advierte en un principio un hall de distribución, y hacia la izquierda un despacho que correspondería a la Mesa de Entradas de la Comisaría. Encontrándonos en el hall inicial, el testigo Soberano refirió que estando detenido, ingresó por dicha entrada, a la vez que la testigo Bogey manifestó que en su segunda detención, ingresó por este lugar. Pinto manifestó a su vez que fue en este lugar en el cual le hicieron sacar el cinturón y las zapatillas; manifestando a esta altura Soberano que ingresó encapuchado y que ell o fue el 24 de marzo de 1976 a las 11 de la mañana; refiriendo Pinto que su detenci ón se produjo alrededor del 24 de abril de ese año. En definitiva, todos coinciden en que ingresaron por este sitio, con excepción de Ana María Rinaldi, quien aclara que ella ingresó por otra entrada que está a la derecha”. En cuanto a un despacho que se encuentra sobre la margen izquierda de un pasillo que gi ra a su vez hacia la izqui erda de la entrada principal , el testigo Andrés Fantino –qui en estuvo en condición de detenido legalizado- recordó que “estuvo en este lugar, que era la sala de espera y q ue habrá estado en este sitio una media hora, recordó que tenía una ventana, tal como se advierte. También Juan Carlos Fantino reconoce este sitio como aquel en el cual estuvo detenido j unto con hermano Andrés Aníbal. Ambos coinciden en que la pared que se ubica a la derecha mirando hacia la calle no estaba y que llegan a la conclusión de que éste es el lugar en el cual estuvieron, en función de la distancia y ubicación del mismo con respecto al comienzo del pasillo. Refieren ambos que la sala que se encuentra a la izquierda –mirando hacia la ventana- también estaba. Silva refiere en este acto que este sitio era la sala de espera de las visitas. Siguiendo el recorrido los testigos manifiestan que los calabozos estaban a la derecha, refiriendo ello Soberano”. Ya en lo que sería según indican las testigos Rinal di y Bogey, el sector de calabozos de mujeres; surge de tal acta “se ingresa a dicho sitio por una abertura que se halla a la derecha y en forma inmediata al sitio por el cual accedimos al patio. Al respecto, somos conducidos por un pasillo, doblamos luego a la izquierda y en est e otro pasillo se observa una pequeña habitación en la cual señala Rinaldi que estuvo detenida en el mismo momento que ella, Imelde Sans, luego se advierte un pequeño espacio, que según indica Rinaldi, era un sitio de visitas, en el cual el t echo era abierto con rejas y se veía al personal de la Unidad Regional que se encontraba en la parte superior. Se advierte actualmente que todo el sitio se encuentra en desuso, con escombros y suciedad, y que el techo de tal ambiente presenta una ventana de reja”. En este l ugar recordó Rinaldi “al baño que se encuentra contiguo al sitio anterior, el cual posee una parte delant era con un lavatorio a la izquierda y en la parte de atrás un inodoro. En este acto Bogey y Rinaldi mencionan que no había allí inodoro, que había un pozo, y ninguna de ellas recordó la existencia del 54 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario lavatorio que se encuentra actualmente. Ri naldi mencionó que no se bañó en el mismo, y que según su recuerdo no había ni agua corriente. Tam bién mencionaron que no había puerta […]”. Luego, surge en tal acta que siguiendo por el pasillo por el cual los tres ambi entes in dicados se encuentran a la derecha, se accede al final del mismo y próximo al baño, a un cuarto ambiente, en el cual refiere Bogey que estuvo detenida ilegalmente. Se dejó constancia en la dili gencia de que este ambiente presenta sus paredes sin revoque, advirtiéndose el ladrillo a la vista, con excepción de l a parte superi or de las paredes q ue presenta en las cuales sí se visualiza dicho revoque. En este ambiente, indi có Bogey “estuvo con presos comunes y que una de las presas había llegado cuando detienen a Fantino; que eran seis ”; y Rinaldi refiri ó “que ella también estuvo detenida en esta celda y que según su recuerdo éste estaba únicamente en la pared de la entrada USO OFICIAL agregando que no sabe si no era como un elástico en realidad. Bogey recuerda haber dormido con un col chón en el suelo. También sobre la pared en la cual se encuentra la entrada se halla en la parte superior, próxima al techo, una baja de luz, mencionando Rinaldi que según su recuerdo la misma estaba en aquella época. Rinaldi menciona que estuvo sola y que siempre había un custodia cerca del baño que impedía la comunicación con Sans, q uien como indicó est aba en otra celda. Bogey refiere que una de las presas que estaba con ella era Raquel Riquelme, quien vive en Rosario y con quién compartió unas horas, ya que a la nombrada luego la llevaron a Mercedes j unto con Fantino. Ri naldi acota que recuerda que no había puerta, no recordando Bogey si la había o no”. En el patio de la Seccional el testigo Silva indicó “que la pared que se encuentra a la derecha del ingreso a los calabozos de mujeres, es decir aq uella que queda atrás una vez que ingresamos al patio, no estaba; que era un garaje y que desde tal dirección se accedía al patio”; dejándose constancia en dicha acta de l a coincidencia entre l os testi gos en cuanto a que la reja de l os calabozos no estaba. A continuación señala De Biasi que sobre el pasill o, los calabozos estaban enfrentados con una “piecita”. Soberano refirió en tal acto que antes de los calabozos había una reja y que el baño estaba a la i zquierda, que no había luz en las cel das, que comían a oscuras. Di Sábato recordó que había una lamparita y Soberano que al principio la puerta tenía un candado y que luego lo sacaron. Ya en el pasillo al cual dan las celdas propiamente dichas, De Miguel reconoci ó aquella en la cual estuvo, la cual en su momento era más pequeña de l o que es hoy, que estaba la cama y un metro más, y agregó tener la sensación de que f ue modificada. 55 Soberano reconoció otra cel da, la cual n o tenía luz, reconoci ó la cucheta de cemento que se observa a la derecha, que arriba dormía él y abajo Daniel Berdakin y un chico de Chacabuco de nombre Caíto Alegre, que eran tres y que uno dormía en el suelo, que la celda tenía puerta de rejas y una abertura pasa pl atos, que era una de las celdas más grandes; asimismo recordó l a ventana cuadrada q ue se en cuentra a la derech a de la puerta, parados f rente a ésta, dijo que antes entraba más luz, que ahora la ve como tapada. Di Sábato refi rió que estuvo en la segunda o en la tercera de las celdas q ue se encuentran sobre la margen derecha del pasil lo; que tampoco viendo las mismas recuerda la doble tari ma, que estaba sentado cuando entró Almirón con el brazo enyesado y le dijo “que venía de Morse de darle al Capitán Luna”. Tornell o –quien como se ha asentado estaba detenido legalizadoreconoci ó la cuarta celda como aq uella en la cual estuvo junto al desapareci do H ugo Torreta, y recordó cuando éste fumó su último cigarrill o. Daniel Walter Gómez también hizo un reconocimiento del l ugar como aq uel en el cual también estuvo detenido. Silva también reconoció la celda en la que estuvo al ojado, refiriéndose específi camente a la que se encuentra en quinto lugar. Ya en l o q ue es el baño de uso de los detenidos, los testigos también reconocieron este sitio. Al respecto, Soberano refiri ó también reconocer la reja y la existencia de una ducha; Artola mencionó que el guardia se quedaba en el pasillo mi rando; a la vez q ue De Miguel, De Si ervo y Silva tambi én reconocieron el l ugar, y que, según refi eren, al mismo poseían libre acceso. Asimismo se deja constancia de que ninguno de los testigos reconoce el l avatorio. Se dej ó constancia en dicho acto de apreciarse en los baños los topes o estructuras de agarre que dan cuenta de la otrora existencia de dicho estilo de puertas. En lo que era el despacho del Comisario Penna, Rinaldi refirió que en este siti o fue interrogada, que estaba Penna, Roggero, que era Juez de Menores, y Lucero, y que llevaron a su hermana y un compañero del Juzgado para que la vean; q ue la “exhibieron” para que vean el estado en el cual estaba y lo comenten en Junín. Un testimonio si mil ar prestó Li ggera, q uien mencionó que Penna y Roggero y su hermano, también en su caso lo “exhibieron” para que los demás vean que él estaba bien. 56 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario El testigo Silva por su parte, también reconoció este sitio como al cual l o llevaron desde los calabozos, dijo que en este l ugar estaban Penna, Sterl ich y Franco, y que el segundo decía “le voy a dar yo”, q ue lo llevaron al pasillo, y había una puerta que da a l a escalera, y q ue all í l o l levan arriba. De Miguel refirió que lo interrogó el Comisario Penna en presencia de su hermano abogado, de nombre J osé Luis. Que había sillones, que el piso de parq uet es el mismo que estaba en aquella época, q ue ingresó por l a puerta lateral que comunica a la Mesa de Entradas, y que Estelrich entraba y sal ía del despacho. De Si ervo también reconoció este despacho como aquel en el cual fue interrogado. De Biasi recordó que era una farsa, que cuando estuvo en este despacho le querían hacer creer que la culpa de todo la tenían los militares, en aras de eximi r a l a policía de responsabili dad en los sucesos. USO OFICIAL Bogey relató que el Comisarío Penna le daba consejos, la sermoneaba y le decía que estaba estudiando abogacía. Soberano y Fantino recordaron q ue l os entraron a los dos y los interrogaron, que P enna y Estel rich los interrogaron. Soberano acotó que el interrogatori o fue corto pero bastante violento, que había sillones y que Mastrandrea vino y le preguntó quién era, que él al nombrado lo conocía por la actividad gremial, que el mismo le dijo que era un hijo de puta y entonces el dicente lo escupió, ante lo cual Mastran drea l e pegó una trompada y tiempo después escupió un diente. Que ante eso, un tal Ochaispuro l e llevó hielo a la celda. En un despacho cont iguo que se encuentra en dirección opuesta a la entrada, cuando ya el pasill o hace una L, que actualmen te se trata de la “Oficina de Operaci ones” según reza el cartel; J uan Carl os Fantino mencionó que fue interrogado en este lugar y Silva refiri ó que en este sitio lo interrogaron l os pol icías Martino y Mastrandrea; Fantino mencionó que lo llamativo es que a él lo interrogó un sujeto con barba y vestido de civil, q ue le llamó la atención ello porq ue no parecía un policía. Silva en este acto refirió también que estaba Amengual cuando fue interrogado. Fan tino recordó que el sitio era medio oscuro, que la ventana que se ve actualmente estaba cerrada y que lo interrogaban sobre su actividad. Pinto –legalizado en aquel momento- manifestó que lo interrogaron dos veces y q ue la persona que lo interrogó f ue Manzanares, y otra persona q ue no recuerda qui én es. 57 Fantino agregó que en este despacho también estaba el policía Gallino y recordó que las ventanas estaban cerradas, como así tambi én las ventanas del Comisario Penna. En la citada acta, también se dejó constancia de adverti rse en el despacho contiguo al citado precedentemente, una perf oración o vano en la pared compatibl e con la otrora existencia de una escalera de acceso a l a segunda planta; lo cual coincide con las referencias volcadas por el testi go Silva. Seguidamente conti núa la dili gencia en el exteri or del edif icio, por lo que salimos por el garaje que se encuentra al fondo del pasillo en el cual a la derecha se hallan las habitaciones antes detalladas; allí se observa un portón de dobl e hoja y al fondo una pared que coincidiría con la apreci ación de los testigos en el sentido que de no estar, sería una continuación del patio por el cual se accede a las celdas. Refiri ó Silva que según l o que recuerda, lo sacaban de los calabozos por lo que ahora es un garaj e, haciendo notar q ue no estaba la pared que se vi sual iza en el fondo; y que lo ll evaban a l a escalera por la puerta que mencionó recién. Luego, se ingresó por el acceso sito en Quintana nro. 45, donde se observó una entrada con cartel a su derecha con inscripción: “Delegación Departamental de Investigaciones”. Surge en la citada acta “[r]ecordó Silva que Maisterra le puso la capucha antes de subir la escalera, que recuerda que la entrada se encontraba a la izquierda del portón del garaje y que se ve en la pared que se halla a la izquierda en esta entrada, q ue en ella se accedía a la escalera. Refirió Silva que a este lugar lo llevó Estelrich”. En la parte superi or, Silva reconoci ó el sitio en el cual se encontrara la cocina, como aquel en el cual fue sometido a tormentos f ísicos. Rinaldi por su parte recordó que en el despacho contiguo a la oficina del Comisari o, estaban Mastrandrea y Zanetti, y que cuando pasó por allí vio a Cerutti, q ue poseía la remera manchada con sangre en su espal da, que lo estaban interrogando, que lo vi o de atrás, por el vidri o. En definitiva, l o que queda claro luego de llevada a cabo dicha inspección judici al, es que los testi gos reconocieron los sectores de calabozos en los que estuvi eron alojados, el bañ o que utilizaban, como asimismo los restantes sectores de la depedencia, como el patio, la entrada, el despacho del Comisario, el despacho contiguo a éste, y en algunos casos en particular, la planta alta. 3.2.7. Las condiciones de detención. La t ortura 58 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Conforme se desprende de l os testi monios citados hasta el momento, el régimen de vida al cual f ueron sometidos los detenidos ilegales, si bien denigrante, n o distaba en gran medida de aq uel q ue se deparaba a l os presos comunes. Ell o no resulta llamati vo si se repara en la circunstancia sobre la cual se ha enfatizado en párrafos precedentes, cual es la absoluta normalidad con la q ue continuó operando la dependencia pol icial, al anexar a sus f unciones regulares, el al ojamiento, custodia, interrogatorio y, en algunos casos, la aplicaci ón de tormentos de personas ilegalmente privadas de su libertad. Al respecto, basta con recordar l os cuantiosos testi monios recibidos en autos, que resultan contestes al afirmar q ue l as vícti mas fueron alojadas en el sector de calabozos comunes, junto con los detenidos l egales, siendo custodiadas por el mismo personal policial que ordinariamente USO OFICIAL prestaba f unciones en la Secci onal. Remitámonos entonces a l os dichos verti dos por los testigos. Al deponer ante el suscripto, rel ató Abel A. Pinto –quien a esta altura se sabe que estuvo legalizado- que los detenidos legales e ilegales eran igualmente custodi ados por los Policías que prestaban funciones en la Seccional, que la comisaría “...funcionaba como cualquier dependencia normal [...] en la comisaría no había baños con ducha, así que nos permitían que nos laváramos un poco nomás en unos piletones. Nos higienizábamos delante de los policías, pero como éramos todos hombres no había tanto pudor. Nos alimentaban a diario, era poca la comida pero comíamos. No teníamos inconvenientes para ir al baño a hacer nuestras necesidades. En la cárcel el régimen de comidas, higiene, sanitarios, recreos era el normal de un preso común”, aunque precisó que las visitas eran muy esporádicas, que sól o su novia pudo visitarl o en dos oportunidades, l o q ue pudo gesti onar por haber tenido previamente contacto con el Comisario Bracken (fs. 1790/7). Ismael Reynaldo Tornello, sobre quien vale mencionar que también tienen alcance las circunstanci as vertidas en cuanto a Pinto, ya que también el nombrado estuvo detenido a disposición del Poder Ejecutivo – conforme fs. 2801, en la cual consta la recepción del sumari o nro. 19412 del Juzgado Federal de Mercedes-; agregó al gunos detalles al respecto: “me meten en un calabozo. El cal abozo es como si fuera una bóveda de un cem enterio. Tenía dos planchas de cemento q ue hacían las veces de cucheta, con una puerta de hierro con candado. No tenía colchón ni frazada. El l ugar no tenía ventanas. Calculo que en ese calabozo estuve alrededor de dos semanas. Es difícil precisarlo, ya que en esas condi ciones sólo hay oscuridad. Cuando quería ir al baño, tenía que golpear fuerte la puerta para que alguno de los guardias me escoltara a tal sitio” (f s. 1798/1800). 59 Por su parte, Artol a manifestó que permaneció detenido en una celda de grandes di mensiones junto con alrededor de diez o doce personas más –deteni dos de carácter legal y clandestino-, que en el calabozo no había colchones, aunque a los pocos días recibieron unos que l es llevaron sus familiares. Asimismo, apuntó que había una cel da separada para las mujeres y al aludir a las condiciones de cautiveri o, relató: “[a] los dos días más o menos pudimos recibir visitas, eran cinco minutos, muy estricto. Se comía cualquier cosa, era tipo guiso o polenta. Comíamos al mediodía y a la noche. Nos daban un plato y una cuchara y a lavarl o y entregarlo. Para ir al baño teníamos que llamar al guardia y él nos llevaba, depende de la guardia tardaban más o menos en llevarnos. No nos bañamos mientras estuvimos en la comisaría. Era puro grito y amenazas, nadie nos explicaba nada”. Finalmente, agregó que durante la guardi a de Estel rich, era éste el que más temor infundía a los cautivos con sus gritos: “...nos apagaba la luz, nos decía que no hablemos entre nosotros, que ya se había acabado todo y que no sabíamos dónde estábamos, era muy amenazante...” (fs. 2.278/80). Al describi r el sector de cal abozos apuntó de Biasi que algunas de las celdas tenían la puerta cerrada, pero otras estaban abiertas, como aquella en la que él mismo permaneció, por lo cual podían ci rcular por el pasill o, siempre dentro del sector de calabozos (fs. 1.780/8). Refiri ó que allí no se encontraban esposados, y q ue el régimen de detención era el mi smo que se aplicaba respecto de los presos comunes, con visitas esporádicas y la misma guardia policial . Por su parte, Benito Gorgonio de Miguel manifestó que luego de haber permanecido en cautiverio en la cárcel de J unín, el “grupo de los catorce” fue trasladado a la Comisaría 1ª, donde al arribar l os distribuyeron en celdas, permaneciendo él en una indivi dual. Señ aló que durante ese viernes, a partir de la tarde, permi ti eron la vi sita de los familiares y q ue estos les llevaran comida, entre otras cosas, y que posteriormente les dieron ingreso, labrándose nuevos sumarios a su respecto. Sin embargo, resal tó que l uego de una reunión llevada a cabo al día sigui ente en la Comisaría, de la que participaron ef ecti vos policiales y militares, “...se hizo público un supuesto complot que incluía varias atentados en Junín, esto salió en los periódicos. Supuestamente yo era el cerebro del complot. Consecuentemente las condiciones de detención cambiaron, se prohibió la visita de familiares, la provisión de comida y se instruyeron nuevamente los sumarios a cada uno de los detenidos...”, precisando que este régimen se extendi ó por una semana, al cabo de l a cual f ueron trasladados a la cárcel de San Nicolás. Finalmente, puntualizó con relaci ón a las condiciones de cautiverio que estuvo siempre detenido en la misma celda, que “...para ir al baño había que pedir permiso, comíamos al mediodía y a la noche, a la mañana mate 60 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario cocido, sin acceso de l os familiares al igual que los presos comunes. No nos pudimos bañar, no había duchas...” (fs. 1854/57, de conformidad con su anterior declaración de fs. 321/2). También Ari el Nel son de Siervo depuso ante el suscripto, señalando que al arribar a la Comisaría 1ª le tomaron los datos personales y le comunicaron que estaba detenido por averiguaci ón de antecedentes, siendo posteriormente aloj ado en un calabozo individual, sin esposas ni tabique, donde permaneci ó entre cuatro y sei s días. Según refiri ó, durante los mismos pudo tener contacto con sus familiares y con un amigo, permi tiendo q ue estos les llevaran comida, e indicó que un guardia los trasladaba al baño cuando así l o sol icitaban (fs. 1738/43). En lo que respecta a Armando Antonio Álvarez, éste relató que luego de haber permanecido detenido por al rededor de una semana en la USO OFICIAL Cárcel de la localidad, fue trasladado a l a comisaría, donde “...el trato no fue bueno, pero no les pegaron. Al úni co que le pegaron fue al chiquit o de 14 años [...] Penna los trató mal, pero sólo le pegó con una culata al chiq uito...”. Por otra parte, manifestó que permaneció alojado solo en una cel da, con excepci ón de unos días en que estuvo junto con Ricardo Vega, y que f ue interrogado por Manzanares, Mastrandrea y Penna (fs. 149/50 y 324). En relación con su ingreso a la Seccional, y al régi men de vi da al que eran sometidos los detenidos, explicó Ricardo Luis Vega que el “grupo de los catorce” fue al ojado en el sector de calabozos comunes, en celdas individual es, donde debían reposar sobre el cemento, ya q ue no había camas ni aún un colchón (fs. 1803/9). Indicó que no estaba tabicado ni esposado, que los policías normal mente les llevaban dos comidas por día, y q ue a desgano los conducían al baño común que había en el sector de calabozos cuando así lo solicitaban, aunque nunca pudieron bañarse ni higienizarse –de hecho, destacó que permaneció en todo momento con la ropa que tenía puesta cuando f ue detenido-. En similar senti do se expi dió Rubén Américo Li ggera, al recordar lo aconteci do a partir de que el grupo arribó a la Seccion al: “[n]os dieron ingreso, nos tomaron l as huellas dactilares y nos fotografiaron –refiriendo q ue esa resulta ser la fotografía obrante a fs. 338 de la documentaci ón aportada por el Archivo Provincial por la Memoria y q ue l e fuera exhibida en la audiencia-. “[u]na vez en este lugar le avisaron a nuestras familias que nos lleven ropa, alimentos a dicha dependencia [...] En la Comisaría nos pudimos bañar, cambiar de ropa y comer la comi da que nos traía nuestras familias. También recibí atención médica [...] En un m omento, en la Comisaría comenzaron a darnos comida. Nos daban polenta con una tripa gorda y un pedazo de galleta...” (fs. 1838/43). 61 En el mismo orden de ideas, expresó que se encontraban alojados en celdas individual es, que podían intercambiar al gunas pal abras entre los detenidos, y que l os guardias así lo autorizaban siempre que no estuvi eran “los jefes”. Quien también refi rió a la atención médica recibi da en la Seccional fue Alberto Pedro Silva, indicando que Aldo Ciach etta, “...vino a mi celda, y me miró el dedo gordo del pie, yo lo tenía quemado por la picana eléctrica que me habían dado en la cárcel (fs. 1767/72). Así tambi én, coincidió con el resto de l os deteni dos en que n unca fue registrado formalmente su ingreso a la Seccional, y expuso genéricamente las condiciones en l as que permaneció secuestrado: “...estuve siempre en el mismo calabozo individual, para ir al baño nos sacaban, en los siete días que estuve ahí comí una sola vez, comida que me trajo mi familia. Ni agua me daban, cuando iba al baño tomaba de ahí. También mi familia me llevo ropa, un colchón y esas cosas [...] Adentro de la celda no me esposaron ni me pusieron capucha. Yo no tuve contacto con el resto de los detenidos, no los vi nunca...”. Al igual que otras víctimas, señaló sin lugar a dudas que f ue en la comisaría donde le tomaron la fotograf ía q ue l es fuera exhibida en l as sucesivas decl araciones: “[ u]n día yo estaba en la celda y entró Manzanares, me despeinó y me dice «preparate para la foto» y ahí me sacaron una foto, el que me saca la foto es de nombre Rubén [...] era el dueño de «Foto Rubén»”. Sin embargo, su caso resulta paradigmático toda vez que, junto Sans durante su pri mer cautiverio en la Comisaría, Silva fue la única persona someti da a torturas f ísicas en la Seccional 1ª. Recordemos su exposición relativa a la primera sesión de tormentos a la q ue f ue sometido en horas de la noche: “...me sacan de la celda, me meten en un patio, yo estaba sin venda. En el patio hay una puerta que da a una escalera que es arriba. El cabo que estaba en el sector de calabozos, que le decían «el cordobés» me entrega ahí en el patio [...] En el sector de calabozos estaba Monje, «el cordobés» y otros más que todavía veo en la calle, pero no sé sus apellidos. Cuando me llevan al patio me recibe Maisterra [...] Maisterra me deja en la puerta esa, quien me agarra después no sé porque ya estoy vendado. Me llevan a un lugar, me atan en un elástico, me tiran una sábana arriba, la mojan con agua y empiezan otra vez con la picana. Me pusieron una madera en la boca para q ue no gritara. Me preguntaban boludeces [...] Me devuelven a la celda, «el cordobés» me agarra, me atiende, me da agua con un algodón. Cuando me bajan de la escalera ahí me sacan la capucha...”. No fue esa la única oportunidad en la que Silva f ue torturado. En efecto, según contó l a víctima, en otra ocasión fue conducido al despacho del Comisario Penna, donde también se en contraban Estelrich, Monje y Franco 62 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario portando armas l argas. Su testimonio resulta el ocuente: “[e]l comisario empezó a preguntarme «¿así que sos extremista? A vos no te han torturado bien, por eso no has hablado, el que tortura bi en soy yo, cuando yo torturo hablan hasta los mudos. Vamos para arriba». Entonces desde la sala del comisario me sacan a un lugar donde está la misma escalera [...] Me llevan para arriba, a cara descubierta. Ahí es que veo todo el lugar. Veo un escritorio con un montón de cables y un elástico de cama en el suelo. Parecía que tenía una colchoneta. Penna di ce «acuéstenlo», cuando me dan vuelta veo que entra el médico Farah, él dice «¿y la capucha?». Farah era el médico de mi suegro, era especialista del corazón. Ahí me encapuchan. Me tortura Penna, me tortura Estelrich, a quien le decían «el caball o» por la forma de tort urar. Farah decía «dale que aguanta» y me daban más máquina. Me preguntaban lo mismo de siempre, me preguntaban por un silenciador...”. USO OFICIAL Cabe destacar que obra en estas actuaci ones copia certificada de la declaración brindada por Sil va ante la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno de la Provincia de Buen os Aires –fs. 8/9-, así como también el testimonio prestado por ante el Juzgado Federal de Junín –fs. 48/9 y ampliación de fs. 593-, los que resultan contestes con lo expresado por el nombrado ante esta sede. Por otra parte, el testimonio de Daniel Walter Gómez resulta significativo en muchos sentidos. A sí, refleja por un lado la doble funcionalidad que pasó a revesti r la dependencia policial, a la que se ha hecho mención previamente, a l a vez q ue il ustra las con di ciones en que se encontraban al ojadas las vícti mas y, fundamentalmente, da cuenta de tormentos f ísicos sól o ref eridos hasta el momento por Silva. Así, expresó el nombrado ante el suscripto al relatar su cautiveri o en la Seccional 1ª : “[ m]e pusieron en una celda individual y después me sacaron la venda [...] Los otros detenidos eran todos presos comunes. El trato era el mismo para todos. Ahí como que se blanqueo mi sit uación [...] Pude recib ir visitas, me vio mi novia, mi madre. Me dieron ingreso en la comisaría, me sacaron una foto. También me interrogaron [...] Todo giraba sobre la actividad barrial, gremial, con los ferroviarios, tampoco tenían grandes argumentos de nada porque a mí no me agarraron con nada, ni armas ni nada. Yo estuve todo el m es en el calabozo individual, sería de dos metros y algo de largo por uno de ancho, t enía una ventana hacia un patio interno, tenía una cama de material. Para ir al baño había que pedirle al cabo de guardia y t e llevaba. Creo que al guna vez me habré bañado, la comida era la que me llevaba mi familia, había una comida interna pero mis padres me llevaban todos los días la comida”. Acto segui do, narró: “[u]na noche me sacan del calabozo, me ponen contra la pared y me vendan los ojos, yo no llegué a verlos. Me llevan a un cuarto 63 en la planta alta de la comisaría, me sacan los zapatos y me pegan en la planta de los pies con un machete, interrogándome por gente de Junín, gente con militancia política, ellos tiraban nombres, no tenían una línea a seguir. No pude reconocer a la gente que estaba ahí. Me sacaron en andas y me llevaron al calabozo, yo no podía caminar. Esto fue al principio [...] Éste fue el úni co interrogatorio violento hasta ese momento. A los veinte días me informan que estaba a disposición del Poder Ejecutivo y pasados unos días vienen dos policías, me cargan a un patrullero y me llevan en tren a la cárcel de Mercedes...” (fs. 2297/0). Las mismas circunstancias se desprenden de su testimonio previo, brindado ante el Juzgado Federal de Junín (cfr. fs. 274). También correspon de recordar los di chos de Sans, q ui en al deponer ante esta sede manifestó que alrededor del día 7 u 8 de julio de 1976 fue secuestrada de su domicilio por un grupo de mili tares armados, vestidos con ropa de fajina verde y un hombre arropado de traje, que comandaba el operativo, sien do trasladada a la Comi saría 1ª de J unín (fs. 1747/56). Relató en los siguientes términos su ingreso a la Seccional: “[a]l llegar al destino, me subieron por una escalera, de material, común. Ahí me sentaron en una silla, me ataron a la silla y ahí quedé por mucho rato, supongo yo, que ya sería de madrugada cuando me vinieron a interrogar. El interrogatorio a sopapo limpio. Uno de ellos me tomó la cabeza y me la tiró contra la pared [...] El interrogatorio era totalmente incoherente, no tenía sentido alguno, ninguna vinculación conmigo. Me preguntaban por un libro que había en mi casa que se llamaba «Sangre Roja» del Dr. Luis Oscar Benini, que era de poesía y que yo tenía en mi casa, también me preguntaban sobre si conocía a Horacio Guaraní. Eso era todo lo que tenían contra mí, eso y el recorte de diario sobre el asesinato de Aramburu”. En cuanto a las condiciones de cautiverio, recalcó: “[y]o estuve durante 7 días completamente encapuchada, sin agua, sin poder ir al baño, menstruando durante todos esos días, el olor a podrido, por la sit uación en que me encontraba, era terrible para mí. Bajé como 14 kilos de peso en ese momento [...] La primera vez que me interrogaron y me golpearon fue la única vez que lo hicieron. Después me dejaron allí como una planta, no me dirigían la pal abra siquiera. Yo seguía con las manos atadas, con la venda en los ojos y la bolsa en la cabeza. Entre ellos, cuando se cambiaba la guardia, se cont rolaban entre sí, verificaban y se decían que no debían darme de beber ni de comer, ni hablar conmigo”. Según expuso la nombrada, esta primera detención en l a Seccional se extendi ó entre quince y veinte días: un primer período en el q ue permaneció atada y sola, y una segunda etapa que se inició al octavo día, cuando los victimarios realizaron un operativo por el cual simul aron ingresarla nuevamente a la comisaría en condiciones regulares. A su vez, 64 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario manifestó: “…el primer lugar en el que estuve era un salón enorme, tenía pisos de madera, y quedaba en el primer piso de la Seccional. No era una celda común…”. Lo expuesto remi te y resulta coherente con los dichos vertidos por Silva y Sans al referirse al sitio en el que f ueron sometidos a tormentos. La segunda oportunidad en que Sans fue ilegalmente privada de su libertad en este centro coincide con el secuestro del denominado “grupo de los 14”, acaecido el día 24 de enero de 1977. Al deponer al respecto, la citada explicó que las víctimas trasladadas desde la cárcel de Junín fueron encerradas en los calabozos destinados a los presos comunes, que en su caso particular fue al ojada junto con Ana María Rinaldi -quien se encontraba en condiciones deplorables y deli raba- y que allí permaneci eron detenidas varios días, hasta ser trasladadas a la cárcel de San Nicolás (cfr. fs. 50/2, y ampliación glosada a fs. 1747/56). En cuanto a l as condicion es de cautiverio, USO OFICIAL si bien al udi ó a los interrogatori os a los que eran sometidos, declaró que el régimen de vida en esta oportunidad no difiri ó mayormente de aquel correspondiente a las personas detenidas en condiciones regulares. En efecto, señaló que la custodia estaba a cargo de los policías que habitualmente prestaban funci ones en la Secci onal (fs. 1747/56). En sentido concordante con l os testi monios ci tados ut supra, subrayó la depon ente al serle exh ibida en audienci a la fotograf ía correspondiente a su persona, obrante en la documentación aportada por el Archivo Provincial, que quien sacó la f otograf ía “...es una persona de Junín que tiene un local que se llama «Fotos Rubens»...” y que la misma fue tomada poco antes de ser trasladada a San Nicolás (fs. 1747/56). A su turno, los dichos de Normando Federico Di Sábato permiten corroborar lo expuesto por Silva, en tanto señaló que “...dos noches seguidas, casi apenas llegamos, escuchamos que se abría la puerta de la celda y se llevaron a Silva. En el patio se escuchaba el ruido de un Fiat con motor preparado, creo que en ese lo trasladaron al destacamento de Morse porque me lo habrá dicho él, y lo traían a las 2 ó 3 horas arrastrando y gimiendo, muy torturado, no podía ni hablar”. De igual modo, recordó que su ingreso a la Comisaría n o fue registrado f ormalmente, sin perj uicio de lo cual durante los pri meros tres o cuatro días su detención transcurrió de modo simil ar a la de los detenidos legales: en una celda individual ubicada en el patio de la Seccional, pudo ir al baño cada vez que así l o pi dió, permiti eron que sus famili ares les acercaran comida, aunque no pudi eron verl os. Según destacó, “...transcurrido ese lapso, nos hicieron pasar hambre y al otro día nos trajeron una sopa en un plato de cartón con cuatro fideos. Eso pasó porque aparentemente la mujer de Juan José Martín entre la comida había puesto una cartita, se la detectaron y como castigo no 65 permitieron que nos siguieran trayendo cosas [...] Yo en l a comisaría habré permanecido aproximadamente dos semanas. Después del día de la sopa, comíamos una vez por día, algo espantoso y bebíamos agua...”. Resaltó tambi én la víctima q ue después de unos días de haber arribado a la Comi saría, empezaron a tomar todos los días declaraci ones. Sobre este punto, cabe remiti rse al apartado siguiente a fin de evitar repeticiones superfluas (fs. 1844/53). Por su parte, Ana María Rinaldi relató en los si guientes términos su ingreso a la dependencia policial: “[m]e bajan a mí primero, me baja Calatroni y creo que a una mesa de entradas donde me preguntan nombre y número de documento, pero esto último no lo tengo muy presente. Luego me llevan a una celda, sola. A su lado había otro calabozo, donde después ingresan a Imelde. Había un custodio, que muchas veces venía borracho, por lo cual no se daba cuenta que hablábamos y a veces nos cruzábamos de cel da...” (fs. 1757/ 66). En lo atinente a las condiciones en las q ue permaneci ó detenida, al igual que sus compañeros, indicó q ue las mismas no eran distintas de aquellas que correspondían a los detenidos legales, aunque resaltó que no pudi eron bañarse en el curso de la semana que estuvieron alojados en el lugar, q ue en todo momento vi stió la misma ropa que tenía cuando fue detenida, que sól o en una ocasión pudo visitarla su hermana y que creyó oír gritos de hombre. Por últi mo, y en lo que respecta a la alimentación recibi da, señaló que comían dos veces por día, general mente guisos, y q ue era personal de l a Seccional el que la ll evaba a l as cel das. A su vez, Susana Beatriz Bogey, recordó ante el suscripto: “...Penna solía darme libros, de distinto contenido, durante el dí a, y a la noche o madrugada, me sacaba y me pedía opiniones sobre lo leído. Ahí estuve alrededor de dos meses. Las condiciones fueron como las de una presa común, podía ir al baño, bañarme, la comida la traían de mi casa porque la de ahí era polenta sola todos los días. Yo no sé en qué condi ciones estaban los otros detenidos [...] Por el mes de septiembre me trasladan a la cárcel de Mercedes...” (fs. 1810/4). En tales términos depuso la n ombrada, en concordancia con lo declarado anteriormente en el marco de l as presentes actuaciones (fs. 68/71). También vi ene al caso citar el relato de Rubén P ío Soberano, quien al ser preguntado acerca de las condiciones de cautiverio en la Comisaría, explicó: “[a]hí no me dieron de comer, la comida la traía mi familia [...] En estos días no me pude bañar. Para ir al baño llamábamos a la guardia y nos llevaban al baño [...] En el calabozo podíamos hablar entre nosotros. Para poder dormir nos turnábamos, eran 12 baldosas por 32 baldosas, así que nos turnábamos para poder dormir. Las baldosas serían de 20 por 20..” (fs. 1.828/32). 66 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Finalmente, Alberto Cava relató q ue el operativo que culminó en su secuestro f ue di rigido por el Comi sario Penna, y q ue al arribar a la Seccional l e tomaron sus datos e impresiones di gitales, y l o ingresaron a un calabozo que calificaron como “riguroso”, aunque pudo ver que en las demás celdas había gran cantidad de detenidos. Conforme expuso, durante las horas que permaneci ó en l a dependencia polici al estuvo en todo momento esposado y encapuchado (fs. 94/5 y 1894/8). 3.2.8. Los i nterrogatorios Las condiciones de cautividad a las que fueron sometidos los detenidos ilegales en la Comisaría 1ª de la ciudad de Junín, si bien no constituyeron pautas absol utamente generales, presentaron patrones ciertamente concordantes, tales como el sometimi ento a interrogatori os que, asimismo, f ue posi blemente el principal matiz diferencial entre el trato USO OFICIAL otorgado a estos y aquel deparado a los presos comunes. En el apartado precedente se han citado numerosos testimonios al respecto, que refieren tanto a las circunstancias en que l os mismos eran llevados a cabo, como a sus autores y al tenor de las preguntas que l es eran dirigi das a las vícti mas. Sin embargo, es dable recordar otras declaraciones que se extienden sobre este punto. Así, Abel Andrés Pinto apuntó que “...hubo unos policías que nos interrogaron dos o tres veces. Uno de ellos era Manzanares que fue el que [me] interrogó a mí y quería hacer que yo reconociera algún cargo concreto...”, que otro de los interrogadores se apell idaba Estelrich y agregó con relación a las circunstancias en que eran inquiridos: “...venía un guardia y nos llevaba a una oficina. Cuando me tocaba a mí estaba Manzanares que nos mostraba unos folletos o panfletos y trataba de que yo los reconoci era. La situación no era muy amable, pero no me golpearon ni nada, a lo sumo me habrán dado algún empujón cuando me ll evaban de un lado para el otro” (fs. 1790/7) . Por su parte, señaló Tornello –qui en como se asentara, también estuvo legalizado- que “...en una ocasión vino un suboficial preguntando acerca del tipo de armamento que usábamos, si teníamos contacto con «subversivos», a lo cual siempre contestaba que no tenía vínculo con subversivos o algo que se parezca [...] Lo que sí quiero aclarar es que para los interrogatorios siempre nos desnudaban. Fui interrogado varias veces, siempre sobre el mismo tema [...] En los interrogatorios insultaban, me decían «zurdo de mierda»” (fs. 1798/1800). Otra de las víctimas que se refirió a este punto resul ta ser Gorgonio de Mi guel, quien manifestó que el día en q ue ingresó a la Comisaría, luego de su paso por la cárcel de Junín, Mastran drea le tomó l os datos y volvió a interrogarlo sobre sus actividades pol íticas, “...las mismas 67 preguntas que antes pero en un escritorio, con máquina de escribir...”; añadien do luego que en la Seccional fue también interrogado en reiteradas ocasiones por el Comi sari o Penna en persona (fs. 1854/ 57). De igual modo, Armando Antonio Álvarez refiri ó que los interrogatori os estaban a cargo de Manzanares, Mastrandrea y Penna (fs. 149/50 y 324) y, coin cidentemente, señaló Vega que la única vez en la que fue interrogado, siempre por cuestiones vinculadas a su profesión, ello ocurrió en una oficina en la que estaban Manzanares y Mastrandrea (fs. 1803/9). También Liggera manifestó haber sido interrogado en una ocasión por Manzanares -a quien conocía de antes- (f s. 1838/43). Por victimari os su parte, realizaban Sil va durante recordó las que sesiones l as de preguntabas tormento que los versaban fundamental mente sobre un silenciador, del que lo acusaban de haber fabricado, al tiempo que recordó que el día previo a su traslado a San Nicolás fue interrogado por Martino, Mastrandrea y Amengual en la oficina del Comisario, quienes i nquirieron acerca de una supuesta militancia política de la vícti mas en el ERP (fs. 1767/72). En lo atinente a este tópico, manifestó Sans que las preguntas se encontraban generalmente vinculadas a las mismas cuestiones, esto es, dirigi das a indagar sobre la alegada militancia política de las víctimas, y que estaban a cargo de Mastrandrea, “...que redactaba una decl aración que luego debíamos firmar y yo corregía todas las veces porque él consignaba cuestiones incriminatorias...” (fs. 1747/56) . Sobre este últi mo aspecto, es dabl e destacar que f ueron varios los testigos que refi rieron a las declaraciones que eran compelidos a firmar, como paso previo a su liberación y/ o legalizaci ón. Tal es el caso de Di Sábato, cuyos dichos sintetizan este punto con toda claridad: “...después de unos días de haber arribado a la Comisaría, empezaron a tomar todos los días declaraciones. Ello duró un tiempo y se cortó, tras lo cual toda la gente que iba declarando era trasladada. Después hubo una segunda tanda de declaraciones. Un día me vinieron a buscar dos poli cías a la celda –a quienes no recuerdo-, me esposaron y me llevaron a una ofi cina, donde estaba Manzanares y otra gente [...] Había uno que escribía. Sólo tengo presente que en un momento apareció Penna y se fue. Manzanares me interrogaba sobre mi actividad política y seguía empecinado en que éramos terroristas, me decía que era un «zurdo recalcitrante», y me amenazó con tirarme un zapato por la cab eza. También me preguntó por Torreta y Romié, que ya estab an desaparecidos desde 1976, si eran de montoneros o del ERP [...] Mientras él me interrogaba alguien escribía. Cuando terminó el interrogatorio, me trajeron el documento escrito y me hicieron firmarlo sin leerlo. Luego me devolvieron a la celda y creo que al otro día, muy de madrugada 68 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario nos sacaron a todos [...] Nos entregaron a l os militares, que nos tomaron los datos, nos ataron las manos atrás con cuerdas y nos tiraron arriba de un transporte de tropa. Estaban vestidos con uniforme de faji na verde...”. El relato del nombrado consti tuye, a su vez, otro elemento de prueba que pone de manifiesto que el despliegue del plan sistemático de represi ón ilegal estuvo si gnado por l a actuaci ón coordinada de personal militar y policial q ue, en ocasiones de manera conj unta y en otras de manera coordinada y sucesiva, intervinieron en l os aberrantes delitos perpetrados. También el relato de Graciela Raquel Ciappesoni -fs. 123/4 y ampliación de fs. 2294/5-, trasladada a l a Cárcel de Jun ín junto con el “grupo de los Catorce”, pero liberada desde l a Comisaría 1ª el día si gui ente a su secuestro, permi te vislumbrar el procedimi ento de legalización de l os detenidos, a los ef ectos de su posteri or liberaci ón. Según relató, al ser USO OFICIAL trasladada a la Secci onal “...me atiende el Comisario Penna, de muy mala manera. Me dijo que mi marido era un comunista, que junto con otras personas, estaba planeando un atentado [...] Me interrogaron acerca de los libros que leía mi marido [...] Creo que me hici eron firmar en una hoja de papel. También creo que en ese momento estaba presente Manzanares. Cuando me llevaron a m i casa ya estaba oscuro. Deben haber sido las ocho y nueve de la noche. Quien me lleva es Manzanares...” (fs. 2294/5). Otra de las víctimas que describi ó n ítidamente l os interrogatorios y da cuenta de l o postul ado precedentemente resulta ser A na María Rinaldi. Recordemos su testi monio: “[c]reo que alrededor del primer o segundo día de detención, se acercó un custodio vestido de civil que me sacó del calabozo, y me llevó al despacho del Comisario, según me dijo, para declarar. Cuando i ngreso al despacho estaban allí el Comisario Penna -en frente mío en el escritorio-, a su lado con la máquina de escribir estaba el en ese entonces oficial Edgardo Mastrandrea [...] y, sentado al lado de Penna, estaba Zanetti [...} Estaban todos vestidos de civil. El otro que estaba era el militar de las estrellitas. Había otras personas de civil, pero no los conocía ni los recuerdo. Todos estaban tomando café antes de empezar a preguntarme. Después Penna dijo «qué descortés estuve con A na María», y me trajeron uno a mí también. Luego de tomarlo no recuerdo más nada, por eso dije que para mí las alucinaciones eran por eso. Las preguntas eran pavadas: dónde vivía, dónde estudiaba, pero el de la máquina de escribir no paraba de tipear aunque yo no hablara. Según Imelde estuve casi tres horas adentro del despacho. Ahí me descompuse y vino el Dr. Chiachietta, a quien conocía de Junín y además sabía que era el médico de la Policía por los informes que veía en los expedientes en el Juzgado. Él les dijo a estas personas que yo tenía taquicardia. Finalmente me dieron tres hojas escritas y me pidieron que las firmara, les dije que la quería leer y me contestaron que de ninguna manera, señalándome dónde tenía que firmar. Ahí 69 terminó todo. Recuerdo que hice tres firmas y me devolvieron al calabozo. Estuve luego unos días más allí y después nos condujeron a San Nicol ás en un colectivo militar [...] Había un soldado que manejaba el colectivo, el de las estrellitas con el casco, y otro que nos apuntaba. Así llegamos a San Ni colás” ( fs. 1757/66). En sentido simil ar se expidió la damnificada al deponer ante el J uzgado Federal de la ci udad de Jun ín. (fs. 196/9). Finalmente, Rubén Pío Soberano –cuyo caso, se reitera, no será objeto de imputación por la presente-, manifestó que en la Seccional fue interrogado por Mastrandrea: “...como el trato era despectivo, l o escupí y el me pegó una trompada en la boca y con el tiempo perdí un diente ...”, recordó (fs. 389/90). 3.2.9. Su i nserción en el circuito El universo de casos que forma parte de la presente resolución está conformado por treinta hechos, vei ntisiete de l os cuales permanecieron ilegalmente detenidos en algún momento de su detención en la Comisaría 1ª de Jun ín. Se observa así, la centralidad de l a referida dependencia pol icial en el circui to represivo desarrollado en la ciudad de J unín. Sólo José Alberto Luna, Gilberto Mesa y Adrián Romié no habrían estado allí detenidos. Recordemos q ue Luna logró f ugarse del Destacamento de Morse, y se encontraría viviendo en México, mientras que respecto de Mesa y Romié sólo hubo trascendi dos de su paso por tal sitio, teniéndose por acredi tado su secuestro y posterior desaparici ón. La característica común de estos casos es que la mayoría de quienes fueron privados ilegalmente de la libertad en la Comisaría 1ª de Junín fueron l uego puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Esta regla general encuentra algunas excepciones diametralmente opuestas. Una es el caso de Graci ela R. Ci appesoni, quien permaneció cautiva por escaso tiempo en el camión cel ular que se encontraba en la Comisaría 1ª de Junín, l uego fue trasladada a la unidad penitenciaria nro. 13 que se encontraba en construcción y liberada el mismo día de su secuestro. Alberto Cava también estuvo allí alojado por pocas horas l uego de haber sido secuestrado y torturado en l a unidad penitenciaria señalada. Miguel Ángel Domínguez, por su parte, permaneció ilegalmente detenido durante más de un mes sin que su detención sea puesta bajo jurisdi cción de autoridad al guna. Finalmente, otra excepción es el caso de Hugo Torreta, sobre quien se tiene acreditado q ue permaneció algunas horas detenido en la Comisaría 1ª de J unín y permanece desaparecido. Sin embargo, tal como se 70 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario explicará in extenso en su caso, f ue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto el nro. 637/76 fechado el 31 de mayo de 1976. De esta manera puede adverti rse que la Comisaría 1ª de Junín funcionó como paso previo a la legalización y al traslado de los deteni dos a las distintas unidades penitenciarias de l a zona. Asimismo corresponde destacar que no se ha acreditado la imposici ón de tormentos en este l ugar, con la única excepción del caso de Silva, y en todo caso Sans, respecto de su pri mera detención. Asimismo, entre los grupos de detenidos puede mencionarse a Alfredo Artol a, Juan Carlos de Biasi , Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar Eduardo Fernández y Harol do Blas Lascot q uienes f ueron ilegalmente detenidos el 18 de junio de 1976, trasl adados a la Comisaría 1ª de Jun ín, puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto 1135 USO OFICIAL del 1º de j ulio de 1976 y trasladados a l a Unidad Penitenciaria de Mercedes aproximadamente 30 días después de su secuestro. Por su parte, Ana María Rinaldi, Normando Federico di Sábato, Alberto Pedro Silva, Víctor Edmundo Pajoni, Armando A ntonio Álvarez, Horacio Roberto Arce, Digna Imel de Sans, Ariel Nelson de Siervo, Ricardo Luis Vega, Héctor Vega, Benito Gorgoni o de Miguel , Rubén Américo Liggera y Juan J osé Martín fueron ilegal mente detenidos el 24 de enero de 1977 y llevados a la Unidad Penitenciaria n ro. 13 de J unín. Aproximadamente cuatro días después fueron llevados a la Comisaría 1ª de Junín, lugar en el que fueron puestos a disposici ón del Poder Ejecutivo Nacion al a través del decreto 325 del 7 de febrero de 1977. Lo antedicho puede graficarse con el si guiente cuadro: Nombre Legalizado Fecha de detención Soberano, Rubén Pío Si 24/03/1976 Fecha de legalización decreto o liberación 25/03/76 12/76 recorrido Com 1° - San Nicolás Com. 1° - La Plata "Regimiento" U. 9 La Plata Santamaría, Julio Bernardo Si 24/05/1976 Torreta, Hugo No 25/05/1976 desaparecido Leiva, Alberto Si 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Siron, Osvaldo Si 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Fernández, Oscar E Si 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 71 Com. 1° Com. 1° Mercedes Com. 1° Mercedes Com. 1° Mercedes Lascot, Haroldo Blas Si Artola, Alfredo Si De Biasi, Juan Carlos Si Bogey, Susana Beatriz Si Domínguez, Miguel Ángel Gómez, Daniel Walter Com. 1° Mercedes Com. 1° 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Mercedes - La Plata Com. 1° 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Mercedes - La Plata Com. Venado Tuerto - UR 06/07/1976 10/09/1976 1986/76 VIII / Hospital - Com 1° 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 No 07/07/1976 13/08/1976 n/c Si 23/09/1976 Cava, Alberto No 14/11/1976 n/c Ciappesoni, Graciela Raquel No 24/01/1977 25/01/1977 n/c Pajoni, Víctor Edmundo Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Martín, Juan José Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Liggera, Rubén Américo Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Arce, Horacio Roberto Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Di Sábato, Normando Federico Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Vega, Héctor Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Vega, Ricardo Luis Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Sans, Imelde Digna Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Rinaldi, Ana María Si 24/01/1977 07/02/1977 325-77 Silva, Alberto Pedro Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 De Siervo, Ariel Nelson Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Álvarez, Armando Antonio Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Com. 1° LNI - Com 1° Mercedes (LNI) 72 UP 13 - Com. 1° camión celular UP 13- Com. 1° camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás camión celular UP 13 - Com. 1° - San Nicolás La Plata Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario De Miguel, Benito Gorgonio Si 24/01/1977 07/02/1977 325/77 UP 13 - Com. 1° - San Nicolás 3.2.10. Conclusión Los el ementos de prueba consignados ut supra, resultan suficientes para ten er por acreditada, más allá de toda duda razonable, la existencia de un centro clandestino de detención que funcionó en las instalaciones de la Comisaría 1ª de l a Ci udad de Jun ín, al men os, desde el día 24 de marzo de 1976 y hasta el 7 de f ebrero de 1977, a la vez que dan cuenta de un n úmero signi ficativo de víctimas que permanecieron alojadas en su seno, siendo someti das a viol entos interrogatori os y, en algunos casos, a tormentos f ísicos. Sin embargo, se ha señalado que, salvo por estas últimas circunstancias, el régimen de vida de los secuestrados n o distó en gran USO OFICIAL medida de aquel deparado a los presos comunes. En efecto, las declaraciones precisas y concordantes de los testigos permiten visl umbrar la absoluta naturali dad con la cual la dependencia policial pareció absorber esta función clandestina, que se desarroll ó de manera concomi tante a su esfera de actuaci ón legal, y valiéndose de los recursos material es y humanos asignados a la misma para el cumpli miento de las tareas que le eran y l e son propias. 3.3. La “cárcel en construcción” como CCDT 3.3.1 Ubicaci ón geográfica y autoridades a cargo La cárcel que se hallaba en construcción al momento de su funcionamiento como centro clandestino de detención y tortura es actualmente la Unidad Penal Carcelaria nro. 13 del Servici o Penitenciario de la provincia de Buen os Aires. Se encuentra ubicada en la ruta 188, a la altura del kil ómetro 162 de la ciudad de Jun ín, tal como surge del informe remi tido por la Dirección Infraestructura Edili cia del Servicio Peni tenciario perteneciente al Ministerio de J usticia de la provincia de Buenos Ai res –f s. 2274-, y f ue inaugurada en la fecha 18 de abril de 1979 tal como se desprende del informe antes mencionado. Es oportuno menci onar en este punto que el citado centro clandestino de detención y tortura, comenzó a f uncionar como tal, el 14 de noviembre de 1976, con el cautiveri o en este sitio de Alberto Cava, donde f ue torturado, luego de lo cual fue llevado a l a Comisaría 1ª, sien do liberado a las 14 hs. del día si gui ente. La detenci ón y alojamiento de Cava en este siti o, consti tuye un hecho aislado del alojamiento del 73 resto de los detenidos, quienes permanecieron cuatro días aproximadamente en la cárcel en construcción, a contar dese el 24 de enero de 1977. De tal forma, se tiene acreditado q ue la unidad carcelaria comenzó a funci onar de manera previa a su habilitación formal , siendo destinadas las instal aciones, como se dij o, a los abyectos hechos que tuvieron por víctimas a Alberto Cava –quien como se mencionara, inauguró el centro- , Graciela Raquel Ciappesoni, Víctor Edmundo Pajoni, Juan José Martín, Benito Gorgonio De Miguel, Armando Antonio Álvarez, Rubén Américo Liggera, Horacio Roberto Arce, Normando Federico Di Sábato, Héctor Vega, Ricardo Luis Vega, Imelde Digna Sans, Ana María Rinaldi, Alberto Pedro Silva y Ariel Nelson De Siervo, convirtiendo a tal sitio en un verdadero centro clandestino de detención y tortura. Para mayor il ustración, debe tenerse en cuenta que los antes nombrados f ueron detenidos el 24 de enero de 1977 y conformaron lo que se ha llamado en esta resol ución el “grupo de los 14”, quienes en su mayoría, perteneci eron a la Coordinadora de Arte de J unín COART y/o al MID. Nuevamente resalto, que la primera víctima q ue habría sido mantenida en cautiverio en ese si tio, habría sido Alberto Cava, quien refiri ó en esta sede sobre su traslado a ese l ugar: “…doblaron para la derecha para el lado de la cárcel de Junín que estaba en construcción. Yo fui el primero que la inauguré...” -fs. 1894/8-. El testi go también recordó al declarar con respecto a su ingreso a ese siti o: “me subieron a un piso q ue era como una vereda, larga de unos diez metros de largo. Era muy lisa la vereda como de portland ali sado. Me hicieron caminar esos diez metros, y escuchó que sacaron una chapa que se ve que hacía las veces de puerta, porq ue no tenía entrada la cárcel, no estaba terminada. Me meten adentro de la cárcel, siempre encapuchado y esposado [...] Me colocaron entonces en un col chón de elástico, de un metro de alto, me dejaron desnudo, y me ataron a ese elástico metálico como a Tupac Amaru, por l as extremidades” -fs. 1894/8-. Por su parte, Ricardo Lui s Vega, detenido el 24 de enero de 1977, pudo reconocer de inmediato q ue se encontraba cautivo en dicho lugar, puesto q ue l o había conocido meses antes, conforme relató ante el suscripto, en estos términos: “un amigo –un conocido en realidad, no recuerdo su nombre, era novio de una chica de mi familia política- había trabajado como sereno en la cárcel que estaba en construcción y un día –meses antes de mi detención-, como diversión, nos dijo que lo pasáramos a visitar y de paso conocíamos cómo era una cárcel. Así fue que yo conocía cómo era la cárcel por dentro. A los días de estar ahí, hasta que picanearon a todos, nos permitieron sacarnos las vendas y reconocí enseguida dónde estab a” –fs. 1803/9-. 74 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario A su vez, Rubén Liggera afirmó en esta instrucci ón, sobre su traslado desde la Comisaría 1ª a la Cárcel de Junín efectuado en un camión celular, lo siguiente: “[e]n un momento, el celular comenzó a moverse y nos llevaron a la Cárcel de Junín, actual UP 13, que aún no estaba inaugurada” –fs. 1838/43-. Igual mente, Normando Federico Di Sábato sobre i déntica circunstancia refiri ó: “[e]l trayecto no lo tengo muy presente, había muchos recovecos, posiblemente porque era un lugar en construcción; después me enteré que era la Unidad Penitenciaria 13°” -fs. 1844/ 53-. Otro de los deteni dos que fue manteni do en cautiverio en este CCDT, como ya se mencionara, fue Ari el Nelson De Siervo, quien sobre su alojamiento en ese sitio, dijo: “anduvimos un rato hasta que nos bajaron en un lugar totalmente desconocido, después supe que era la cárcel que estaba en USO OFICIAL construcción, hablando con otras víctimas y ellos pudieron ver un poco el lugar y lo identificaron como la cárcel en construcción […] Junín es un pueblo chico, la gente que vivía cerca, eso. La cárcel está j usto en una esquina sobre la Ruta 188. Cuando nos blanquearon le gente asoció esto con lo raro que se escuchab a en la cárcel en construcción” -fs. 1738/43-. En efecto, todos los testimonios son coincidentes en cuanto a que, al momento de su i ngreso a ese sitio, el mismo todavía se encontraba en construcción, sien do ello conteste con las ya mencionadas constancias relativas a l a fecha posterior en q ue se produjo la inauguración del edificio para su destino origi nal. Es por ello que la unidad carcelaria no contaba durante su período de f uncionamiento previo a su habilitación formal, con autori dades formal mente design adas en la mi sma, no resultando posible entonces determinar la integración de la estructura jerárquica del personal que durante su clandestinidad actuó all í, contándose sí con la estructura propia del aparato de poder i ntegrada en l os esl abones más bajos por aq uellos que tomaron contacto con los detenidos –generalmente personal de la Policía de la provincia- y en su cúspide, por los altos mandos del Pri mer Cuerpo del Ejército, f uerza a l a cual el personal poli cial se encontraba subordinado. Nótese que más all á de que las víctimas dieron cuenta en sus testimonios de la in tervenci ón tanto de personal polici al y militar dentro de la cárcel en construcción, hasta el momento se ha tenido por acreditado – mediante la resoluci ón de fecha 30 de di ciembre de 2009-, que en dicho si tio prestaron funciones los policías Almi rón y Manzanares; a l a vez que como habrá de desarrollarse, se tiene acredi tado en este auto, que también el médico de poli cía Aldo Antonio Chiacchietta 75 cumpli ó allí funciones, resultando también Ángel José Gómez Pola, por entonces Teniente Coronel, responsable de l os sucesos all í ocurridos. 3.3.2. Su utilización como CCDT. El perí odo de funcionamiento Ha quedado acreditado que al menos el 14 de noviembre de 1976, y en lo que respecta a la imputación que se formula en autos, entre el 24 y el 28 de enero de 1977, la futura cárcel de J unín, que para ese entonces no había sido habili tada, funcionó como CCDT, conforme pudo establecerse a partir de los diversos testimonios de l as víctimas. Tengo en cuenta para tal determinaci ón, el caso de Alberto Cava, quien habría ingresado a ese CCDT el 14 de noviembre de 1976, el cual il ustra la exi stencia de este centro con anteriori dad a enero de 1977. Fuera de este caso, se tiene por probado en el presente, con el grado de certeza exi gido por este estadi o procesal q ue, a comienzos del año 1977, el despli egue del acci onar represi vo instaurado en la Subzona 13, se extendi ó a un grupo de catorce person as de la ci udad de Junín, que tenía como patrón común su pertenencia a l a COART –Coordin adora de A rte-, grupo q ue había en su seno diversas actividades artísti cas que ten ían expresi ón en la ci udad. Conforme las constancias colectadas en autos, todos ellos, l uego de ser detenidos en diversos lugares, fueron reunidos en un camión celular que permaneció por unas horas en la puerta de l a Comisaría 1ª de Jun ín- y trasladados a la cárcel en construcci ón, luego de lo cual fueron llevados a la Comisaría 1ª Pri mera de J unín, habiendo sido todos el los –con excepción de Ciappesoni- legalizados el 7 de febrero si guiente. Se tiene por acreditada la condición de detenidos ilegales de ese grupo de catorce detenidos, la vinculaci ón de su detención con la llamada “lucha antisubversi va”, su cali dad de desaparecidos, en cuanto a ellos mismos y a sus fami lias les fue negado el conocimiento del lugar en el que se encontraban, y la i mposici ón de tormentos a los que fueron sometidos los víctimas en dich o sitio. Una de las víctimas que formó parte de ese grupo de detenidos fue Imelde Di gna Sans, quien recordó sobre su ingreso al CCDT: “…nos llevaron a lo que era la Cárcel de Junín que en ese momento estaba en construcción. Al llegar, nos bajaron y nos distribuyeron en distintos calabozos, siempre estábamos vendados…”. A su vez, Ana María Rinaldi, detenida por un operativo policial el mismo 24 de enero de 1977 cuando se encontraba en un hotel con su entonces pareja, Armando Antonio Álvarez, manifestó: “[e] stábamos todos con los ojos vendados, y fuimos trasladados a un lugar al que habremos tardado 76 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario aproximadamente 10 ó 15 minutos en llegar, no podría precisarlo con exactitud. Cuando el vehículo estaciona, a mí me bajan primero, siempre con l os ojos vendados, no recuerdo quién o cuántas personas […] Directamente me introdujeron en una celda, por lo que me dijo la persona que me llevaba, a quien no pude ver”-fs. 1757/66-. De igual modo se expresó Federico Di Sábato, quien al deponer ante esta judicatura precisó: “…primero me ingresaron a la celda, me sacaron la capucha –no las esposas- y me dejaron un rato solo. …” -fs. 1844/ 53-. Otro de los detenidos, Benito Gorgon io de Miguel, al prestar declaración ante esta sede, manifestó q ue el día 24 de en ero de 1977 fue detenido en la vía pública, por “oficiales de la Comisaría 1ª” que procedieron a trasladarl o a la unidad penitenciari a de Junín, “que estaba a meses de inaugurarse”. El testi go indicó que all í fue conducido a una celda individual - USO OFICIAL cfr. fs. 1854/57- . Esta peq ueña porción de testimonios dan cuenta del funcionamiento de la cárcel de J unín, de manera previa a su inauguración formal, como CCDT que aloj ó a l os catorce detenidos ya mencionados. En lo que concierne a los tormentos a los que fueron sometidos las personas deten idas ilegal mente en dicho sitio y a fin de evitar reiteraciones innecesarias, hemos de remitirnos al desarrol lo específico que sobre ello, será realizado en el punto 3.3.4, apartado b. del presente Considerando. 3.3.3. Descripción de los sobrevivientes Al igual q ue en el caso anterior resultan de capital i mportancia los testimonios brin dados por las personas que permanecieron ilegalmente privadas de su libertad en el seno de la actual U.P. n ro 13 de Junín, y que han podido reconocer e identificar su lugar de cautiveri o; ello así, tomando en consideración el carácter subreptici o con el cual fueron concebidos los secuestros al udi dos ut supra. En tal sentido, son numerosas las vícti mas que han relatado los pormenores de su detención en las instalaciones de marras, que han posibilitado no sólo tener por acreditado su funcionamiento sino, asimismo, que las personas permanecieron all í cautivas fueron sometidas en forma sistemática a prácticas constitutivas de tormentos f ísicos. De igual modo, a través de l os diversos testimonios de di stintos personas que formaron parte del grupo de los catorce deten idos, han podi do colectarse el ementos descri ptivos coinci dentes respecto de l as característi cas espacial es de este CCDT. 77 Así, los diversos testigos fueron contestes en afirmar que la construcción constaba de una planta alta, a la que se accedía a través de una escalera con descansos. Que f ueron alojados en cel das indivi duales que tenían forma cuadrada y una superficie de 2 ó 3 m 2 , que poseían una cama de cemento, pisos cerámicos, un lavabo y un inodoro, y una ventana o ventiluz situado en l a parte superior de una de sus paredes. Asimismo, las vícti mas coinci dieron en que la cárcel poseía un patio y que las sesi ones de tortura fueron realizadas en un ambiente de la planta alta en el que había un elástico metálico. De los testi monios, a su vez, se deduce que las instal aciones sanitarias no se encontraban habilitadas y que, durante el cautiverio de las víctimas, se ef ectuaron trabajos diri gidos a la conexi ón de en ergía eléctrica en el edificio. En efecto, al prestar declaraci ón ante esta sede, Rubén Américo Liggera, como ya se dijo, corroboró tales circunstancias, poniendo de resalto que la unidad carcel aria aún no se encontraba inaugurada e i ndicó que, al ser llevado al CCDT, f ue introduci do en una celda que “[t]enía un camastro de cemento, un inodoro, era muy pequeña, creo que de dos metros por dos metros, tenía una ventana, por donde escuchaba el sonido de los autos que pasaban por la ruta. Era una ventana con vidrios gruesos. La puerta era de hierro y tenía una mirilla”–fs. 1838/43-. Asimismo, respecto del lugar donde fue torturado, Li ggera manifestó: “[a]l día siguiente de estar alojado en esa celda, fui interrogado. Fui encapuchado, me parece que subimos una escalera, de allí fui conducido a una oficina que tenía el piso alfombrado [...] Me sentaron en el piso, contra la pared. Después me llevaron a la sala de tortura, que era una cama con elásticos, me desnudaron y me aplicaron picana eléctrica” –fs. ídem-. Otra de las víctimas que reconoci ó a l a unidad carcel aria como uno de l os l ugares en los que permaneci ó ilegal mente privada de su libertad, fue Ariel Nel son De Siervo quien aseveró que l uego de su secuestro, acaeci do el día 24 de enero de 1977, f ue trasl adado –tabicado- al sitio indicado, donde permaneció en cautiveri o aproximadamente durante siete días –cfr. fs. 1738/43-. En dicho sitio, De Si ervo f ue someti do a torturas, lo q ue relató en los siguientes térmi nos: “[n]os entran a todo el grupo, en ese momento no sabía quienes eran. Nos separan y nos meten en al go así como calabozos individuales. Uno se daba cuenta de que había otros por los gritos, cuando nos torturaban. De este calabozo me sacaban para torturarme, venía gente, dos o tres personas y nos llevaban a un lugar que quedaba subiendo una escalera donde me torturaban”. 78 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Mencionó que allí l o subieron a una camilla y l e aplicaron picana –cfr. fs. 1738/43-. En cuanto a las características del lugar, del testimonio prestado por De Siervo se deduce q ue el edificio se componía de dos plantas, l o cual se corrobora con los pl anos oportunamente remitidos a esta sede por el Servicio Penitenciario Bonaerense, y q ue obran reservados en Secretaría. En su rel ato, además, el nombrado aportó algunos detall es en relación a esta circunstancia, y respecto a las características del calabozo en el que fue mantenido en cautiverio: “[e]ra una escalera con ángulos, no era recta ni caracol. De pronto en un momento que le erré al escalón, me levantaron y por debajo de la capucha alcancé a ver la escal era, fue un segundo. La escalera era de material. El calabozo era un cuadrado vacío. No había cama, no nos dieron frazadas ni nada. Dormí sobre el piso. Me metían en el calabozo y trababan la puerta” –fs. USO OFICIAL 1738/43-. Al respecto, también puntuali zó que concurrió a l a cárcel l uego de su liberaci ón, oportunidad en la cual pudo reconocer la escalera menci onada. Es oportuno resaltar aquí que la descripción q ue efectuara el testigo respecto de la forma que tenía la escalera a través de la cual se accedía a la planta alta del edifici o, resulta coincidente con l o que se deduce del plan o de la actual U.P. nro. 13 que obra reservado en Secretaría. Resta decir, respecto del testi monio de De Siervo, que el mismo hizo también referen cia a que el mi smo se encontraba ubicado en una esquina sobre la ruta nro. 188. Como ya se mencionara, Ricardo Luis Vega, que formó parte del llamado “grupo de los 14”, manifestó al deponer ante esta sede que, luego de su secuestro y tras un breve paso por l a Comisaría 1ª de J unín, el grupo fue trasladado en un cel ular a la actual unidad nro. 13 del S.P.B., refiri endo que “en ese momento estaba en construcción, nosotros la inauguramos...” –fs. 1803/9-. Relató que all í fue alojado en una cel da solo, que permaneció permanentemente tabicado, y que en ese estado transcurrieron entre dos y tres días, recordando sobre ese lapso: “me tiraban un plato con comida para que comiera, con sopa o guiso [...] Mientras tanto se escuchaban ruidos, movimientos, de gente trabajando, ruido de herramient as, conversaciones, como si estuvieran instalando la luz eléctrica [...] En un momento comencé a escuchar gritos de personas quejándose [...] Estaban siendo picaneados, los gritos eran desgarradores” -fs. 1803/9-. Asimismo, relató Vega que aproximadamente a los cinco o seis días l e sacaron las vendas y l e permitieron salir al pati o de la cárcel , oportunidad en la cual se reencontró el resto de los detenidos y con su hermano, Héctor Vega. 79 En cuanto a la identificación del lugar, Vega declaró ante el Juzgado Federal de Junín que una persona que se i dentificó como mili tar les dijo el lugar desde el cuál ven ía –la Comisaría 1ª- y el l ugar en el cual se encontraba j unto con el resto de los detenidos, es deci r, la actual Unidad n ro. 13 del S.P.B. –cf r. fs. 109/11-. Al igual que el resto de las víctimas señaladas con anterioridad, Alberto Pedro Silva fue secuestrado de su domicili o el día 24 de enero de 1977, conduci do desde all í a la Comi saría Pri mera de Junín, donde f ue introducido en la celda de un celul ar para ser trasladado a la Cárcel de la ciudad –cfr. fs. 1767/72-. Así se desprende de los dichos del nombrado, quien detalló ante estos estrados l os pormenores de su arribo e ingreso al CCDT, en estos términos: “[e]l celular se paró sobre la puerta de atrás, donde había un portón que ya no está. El celular fue por la calle Rivadavia, ruta 188, llegó a la intersección con la ruta 65 y dobló a la derecha, en un camino de tierra y paró sobre un portón de alambre, yo todo esto lo veía por el remache de la celda. Abrieron la puerta y empezaron a bajar gente. Cuando me bajan a mi ven q ue estoy sin l a capucha y dicen «acá hay uno sin l a capucha» y otro dijo «no importa, bajalo igual». Me bajaron, uno de cada b razo, me pasan por el portón y había gente uniformada por los dos lados, policías y militares [...] Me dijeron que mirara para abajo, me bajaron corriendo. Me giran a la izquierda, me entran en una puerta a la derecha y entro a los calabozos de la cárcel, no tenían puerta, había un pasillo con t odos los calabozos y en uno de esos me entran. Había un inodoro en la ochava, un el ástico de cemento con ranuras haciendo de cama, una mesa empotrada en la pared, un asiento redondo, una ventana alargada donde entraba la claridad de 40 cm. Y la ventilación estaba arriba. Por la claraboya esta se veía un patio todo enrejado. Toda la celda sería de dos por dos. Creo que el piso era de cerámica roja. Me meten solo en esta celda. No me volvieron a poner la capucha” –fs. 1767/ 72-. Asimismo, también f ue sometido como en se la detall ará cárcel a más un adelante, simulacro el de damnificado fusil amiento, señalándose, en lo que aquí concierne, que en esa ocasión lo llevaron a un lugar de la cárcel en construcción cuyo piso era “como de goma”, y después del cual pi só pasto –cfr. fs. 1767/ 72-. Un trayecto similar, habría seguido Federico Di Sábato, q ui en al deponer ante esta judicatura -fs. 1844/53- precisó que, encontrándose detenido en la cárcel de J unín, en una ocasión lo sacaron de su celda, y lo hicieron caminar por un l ugar en el que “había mucho terreno sinuoso porque el lugar estaba en construcción, había escombros, lomas de tierra. Me sacaron a lo que sería un descampado, lleno de malezas”, sitio en el cual lo someti eron a un simulacro de f usilamiento. 80 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario En dicha oportunidad, si guiendo su testi monio, l os represores le hicieron cavar una f osa, la cual según l os dichos de los mi smos, sería luego su propia tumba. En relación a este episodio, relató lo siguiente: “[e]n una ocasión tuve necesidad de ir al baño, creo que fue el martes, después de la primera sesión de torturas. Yo sufría de hemorroides, y cua ndo en la sesión de tormentos subieron el voltaje yo sentía que se me salía hasta el alma. Cuando pedí de ir al baño me llevaron a la misma fosa que había cavado, que hacía las veces de retrete. Después me dijeron que me limpiara con el pasto” –fs. 1844/53-. Respecto de las celdas en las que los detenidos fueron mantenidos en cautiveri o, Di Sábato puntualizó que “había iluminación natural porque l a celda tenía una ventanita, no recuerdo dónde” –fs. 1844/53- y en cuanto al l ugar donde l o sometieron a torturas, señaló q ue l o hicieron recostar en una especie de armazón metálico, con una colchoneta en el fondo –cfr. fs. ídem-. USO OFICIAL Según refiri ó Benito Gorgonio de Miguel, al prestar decl aración ante esta sede, el día 24 de enero de 1977 fue detenido en la vía pública, por “oficiales de la Comisaría 1ª” que procedieron a trasladarlo a la unidad penitenciaria de Jun ín, “que estaba a meses de inaugurarse”. El testigo indicó que all í fue conduci do a una cel da individual –cfr. fs. 1854/57-. Asimismo, De Miguel describió otro siti o de la cárcel en los que los detenidos habrían sido sometidos a torturas, en estos términos: “[e]l lugar físico donde se producían los tormentos era una de las torres de vigilancia, de esto me di cuenta, a pesar de la venda, por la escalera caracol y porque uno de daba cuenta de las paredes curvas arriba” –fs. 1854/57-. A su vez, recordó en relación a los bañ os externos a las celdas: “[u]na vez, antes de la salida nos llevaron a bañarnos [...] En el mismo pabellón había baños del estilo de un vestuario deportivo, nos llevaron a todos los varones juntos, nos hicieron desnudar y nos bañaron” –fs. 1854/7-. En cuanto a las características de la celda en la q ue estuvo alojado, recordó que De Miguel: “[l]a celda era de tres por dos, tenía la cama de hormigón, una mesita con repisa y el lavatorio y el inodoro, piso cerámico. La celda tenía ventana fija traslúcida, la ventilación era por rejilla. Es una cárcel que estaba pensada para reclusos que estaban [en] trance de salir, está hecha en un predio de diez hectáreas” –fs. 1854/7-. Es dable también reseñar lo expresado por Imel de Digna Sans, respecto de la segunda oportunidad en que fue detenida y trasl adada a la cárcel de Junín, como parte del llamado “grupo de los 14”, en cuanto a q ue arribó a ese sitio en un camión celular proveniente de la Comisaría 1ª. Respecto de ese traslado, la nombrada afirmó: “nos llevaron a lo que era la Cárcel de Junín que en ese momento estaba en construcci ón. Al llegar, nos bajaron y nos distrib uyeron en distintos calabozos, siempre estábamos vendados. 81 Ahí estuvimos detenidos, nos dijeron que no podíamos nada más que orinar, porque eran precarias las instalaciones, que si queríamos defecar nos sacarían a un patio o descampado”, lo que se condice, con el carácter aún incompleto de las instalaciones del edi ficio -cfr. fs. 1747/56-. Asimismo, Sans manifestó que dentro de la Cárcel fue torturada en un l ugar di stinto al sitio en el que la mantenían cautiva, que se trataba de una celda indi vidual. Para llegar a la sala de torturas, recordó que debía subir escalera, l o que resulta conteste con lo afirmado por A riel De Siervo y otros testimonios ya citados. Por otra parte, la víctima indicó que pudo ver que la cárcel se hallaba en construcción en una oportuni dad en la cual la ll evaron a otro siti o ubicado dentro del mismo edificio, junto a otros detenidos, para someterlos a un interrogatorio –cf r. fs. 1747/56-. El mismo trayecto realizó Graciela Raq uel Ciappesoni, qui en al ampliar su declaraci ón testimonial de fs. 123/4 ante esta sede, se refirió a su arribo a la cárcel de Junín, describiendo distintos siti os: “nos bajaron encapuchados, y cuando entramos a la cárcel, nos sa caron la capucha. Había partes del edificio que estaban terminadas y otras no [...] A mí me llevaron por un pasillo largo hacia una celda sin reja, con puerta. Era un pasillo largo, como de treinta metros, de tres o cuat ro metros de ancho, con celdas enfrentadas [ ...] La celda tenía una cama sin colchón, un inodoro y un lavabo. No se podía usar el inodoro. Era de tres por tres, aproximadamente. Tenía una ventana alta, si yo me subía en la cama, podía mirar hacia afuera. En la misma celda me sacaron una foto. En la celda en la cual yo estaba, no había nadie más. Se escuchaban gritos” -fs. 2294/5-. Finalmente, obra gl osada a las presentes actuaci ones el testimonio brindado por Ana María Rinaldi , otra integrante del llamado “grupo de los 14”, detenida por un operati vo policial el 24 de enero de 1977 cuando se encontraba en un hotel con su entonces pareja, A rmando Antonio Álvarez. Respecto de su paso por la cárcel de J unín y las características espacial es de la misma, la nombrada recordó: “[e]stábamos todos con los ojos vendados, y fuimos trasladados a un lugar al que habremos tardado aproximadamente 10 ó 15 minutos en llegar, no podría precisarlo con exactitud. Cuando el vehículo estaciona, a mí me bajan primero, siempre con l os ojos vendados, no recuerdo quién o cuántas personas. Entonces pregunto dónde estábamos, a lo que me responden que no me podían decir. Puedo recordar que pisé pasto y luego un piso más alisado. No tuve que subir escalones ni bajar. Directamente me introdujeron en una celda, por lo que me dijo la persona que me llevaba, a quien no pude ver. Me dijeron que había un inodoro que no se podí a usar. En la celda había una suerte de tarima de cemento, donde me sentaron y me dejaron sola [...] ahí veo que es de noche porque había una especie de ventiluz en la celda, casi a la altura del techo. También 82 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario había, como señalé, una tarima de cemento que debía ser para poner un col chón, había una mesita ovalada del mismo material pegada a la pared y un banquito, todo adherido al piso. Las paredes eran a su vez de cemento. Era un espacio pequeño” –fs. 196/9-. Relató, a su vez, l o q ue pudo ver en una ocasión en que fue sacada de su cel da, en estos términos: “salí de la celda con los ojos descubiertos, veo un pasillo largo con una cerámica tipo patio, estaba con un custodio con uniforme policial, seguimos caminando por ese pasillo y salgo al aire li bre. Ahí había un celular al cual me sub en y me dejan en el pasillo del mismo, porque no había lugar en las celditas. Al custodio yo lo conocía de Tribunales, del Juzgado, sería un Cabo o algo similar. A él le pregunté adónde estaba y me dijo que era la cárcel de Junín, que aún no estaba inaugurada” -fs. 196/9- . Asimismo, hizo referencia a que en una oportunidad se acercó un USO OFICIAL policía uniformado, quien le mostró el baño, que era como una especi e de pozo: “nos dejaban ir al baño cuando pedíamos, pero era una especie de pozo, sin higiene alguna” -fs. 196/9-. En tal sentido, las declaraci ones precisas y concordantes de numerosas vícti mas permiten al suscripto afirmar q ue, al menos entre 24 y el 28 de enero 1977 –f echa en que f ueron mantenidos en cauti verio los catorce detenidos a los que nos hemos estado refiriendo a lo largo del presente considerando-, la penitenciaría de Jun ín funcionó como centro clandestino de detención y tortura, en el marco de la estructura represiva i nstaurada en la Subzona 13, más allá de la específica referencia al cautiverio de Cava, el cual permite tener acredi tado que ya en novi embre de 1976 en el seno de la cárcel en construcción, fun cionaba un verdadero CCDT. 3.3.4. La inspección judicial Como complemento de la descripci ón ef ectuada por los testi gos, vale mencionar lo apuntado por l os mismos, al ll evarse a cabo en fecha 5 de marzo pasado, la in spección j udicial de la entonces Cárcel en construcción – acta obrante a fs. 2942/5-. A tal diligencia asistieron los testi gos Ana María Rin aldi, Normando Federico di Sábato, Alberto Pedro Silva, Ari el Nelson de Siervo, Benito Gorgonio de Miguel y Rubén Américo Liggera. En la citada Inspecci ón Judici al, como en las restantes produci das en el marco de la presente causa, intervino el arquitecto Gonzalo Conte, en representación de la asociación “Memoria Abierta” quien realizó un registro fotográfico y audiovisual de cada uno de los sitios visitados, y de los espontáneos relatos brindados por los testigos; conformándose el “Registro Judicial Audiovisual” que da cuenta de dicha diligencia. 83 Vale entonces resal tar lo narrado por el testigo Silva en dicha oportunidad, en cuanto refiri ó “que durante el trayecto hacia el penal en construcción, se corrió el tabique y pudo ver todo el recorrido que hizo el celular; en cuanto al lugar en el cual estuvo alojado dentro de la cárcel en construcción refirió desconocer si estuvo en el mismo pabellón que las otras víctimas […]que cuando ingresó a la cárcel en construcción lo llevaron directamente a la celda […]que estuvo sin capucha”. Rinaldi mencionó “q ue en la celda había un ventiluz de vidrio y que se veían por él rejas verdes”, y Benito De Miguel dij o que “por la noche le ponían la capucha”. Lo que resulta de absoluto interés para l a acreditaci ón del uso de tal sitio como CCDT, es el reconocimi ento que hicieron los testigos de cuatro lugares de la actual Unidad nro. 13: la t orre de vi gilancia, como aq uel de l a planta alta al cual eran llevados para la tortura; el pabellón nro. 10, en el cual habrían estado alojados, el salón de visitas, en el cual algunos de ellos manifestaron haber sito sometidos a tormentos; y el patio contiguo al pabellón mencionado. En cuanto a la torre de control o vigi lancia, conforme se ha asentado en el acta que obra a fs. 2942/ 5, se encuentra en un hall de forma poligonal, hallándose actual mente la mi sma en desuso. A el la se accede por una escalera caracol que gira hacia la izquierda y ella, según informara el Director del establ ecimiento, Inspector Mayor Anselmo, se encuentra en el centro del penal, siendo el único l ugar de estas dimensiones al cual se accede por escal era. En la planta alta, es decir, ya en la torre de vigilancia, conforme surge de tal acta: “se trata de un sitio con forma hexagonal, que posee ventanas bajas en algunos de sus lados, que en dicho sitio se advierten gran cantidad de monitores de televisión alineados hacia l os costados y hacia arriba y abajo, encontrándose varios de ellos rotos y con evidentes signos de desuso, el piso resulta ser de bandozas de goma gris con negro y el techo de baldozas o placas de color blanco, algunas de las cuales se habrían salido. En una de las paredes que costean la escalera, se observa una inscripción manuscrita a modo de perforación que dice «Base Águila» […] por debajo del piso de goma gris, se observa una alfombra de color verde oscuro, l a cual presenta también signos de deterioro que podrían evidenciar su vetustez ”. En cuanto al reconocimiento del sitio que hicieron los testi gos, vale menci onar el relato de De Siervo, quien dijo reconocer el siti o como aquel en el cual fue torturado; a la vez que Liggera manifestó “el lugar en el cual fue torturado y al cual se ascendía por una escalera caracol t enía una alfombra y que según recuerda era azul […] el testigo […] pudo percibir al estar allí que el 84 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario piso era de alfombra porque se sentaba en el piso y podía apreciarlo […] menciona que reconoce este sitio como aquel en el cual fue torturado y que recuerda que se escuchaba el ruido de l a ruta”. Vale asentar q ue como surge del acta labrada, la alfombra de la torre de vigilancia fue vista con posterioridad a que el testigo Li ggera se refiriera a ella. En cuanto al recon ocimiento del siti o identificado actual mente como “Salón de visitas”, recordó en tal ocasión el testigo Silva que “lo torturaron directamente abajo en un salón amplio al cual llegó luego de caminar por un pasillo de goma, que cree que cuando llegaba al salón entraba a la derecha […] que desde el sitio en el cual lo torturaron –que era en la planta baja- hasta la celda, caminada por un pasil lo de goma”. En función de tal rel ato y del conocimien to del Di rector del Penal USO OFICIAL en cuanto a la infraestructura del mismo, nos dirigi mos l uego al citado salón. Así, se dejó asentado en el acta “Saliendo de la torre, cuya escalera está forrada con goma negra, se observa que los pasillos que dan a las diversas alas, también se encuentran forrados con goma negra. Di Sábato refiere que también según su recuerdo el piso era de goma. Silva recuerda que él fue torturado en lugar que no estaba muy lejos de la celda, al cual iba cam inando por piso con goma y que era una sala de grandes dimensiones. Ante ello el Director del Penal, Anselmo, nos conduce por el “Pasillo Central” hacia otro pasillo por el cual se accede doblando a la izquierda, y el cual a su fondo, y doblando nuevamente a la izquierda, comunica a lo que actualmente es el “Salón de visitas”, el cual posee grandes dimensiones, aproximadamente 10 por 15 o 20 metros, el cual posee ventanas en tres de sus cuatro paredes”. En tal sitio, refiri ó Silva “este sitio podría tratarse de aquel en el cual fue torturado, que había olor a carne q uemada, del uso de la picana; que en este sitio es que fue careado con Cerutti, que decía que pertenecía al ERP; que estaba tabicado, y que una vez lo sacan de la celda y lo llevan a un lugar en el cual había pasto, entonces lo llevaron, le dijeron “parate, si sabés rezar, rezá” y luego le hicieron un simulacro de fusilamiento, pero luego alguien dijo que a él no loe tocaba, que le tocaba al día siguiente”. El testigo De Siervo refirió: “también fue llevado a un siti o de grandes dimensiones para ser torturado; que en un principio lo llevaron a la torre de vigilancia, pero tiene la sensación de que a raíz de los gritos que se escuchaban por la tortura, es que cambian de lugar y lo llevan a este lugar grande. Recuerda q ue una vez que lo trajeron, ya no lo llevaron a la torre de vigilancia; y que le pusieron algodón y cinta adhesiva en los ojos, a modo de tabique. Refiere luego que según su recuerdo no había baldosas rojas como actualmente, que era contrapiso de cemento, que también recuerda que al salir había un pasillo de goma. Que en este lugar había 85 una cama y la picana eléctrica y q ue reconoce este sitio como aquel al cual se refiere […] aclaró que estaban vendados y t abicados […] que acá en este lugar, es que le dieron dos paros cardio respiratorios y casi se muere, que un médico lo asistió y le dijo a los otros represores «Si se muere uno, los matamos a todos» […] que esta persona era el Dr. Chiachetta, a quien lo conocía de antes, que está seguro de que eso pasó en este sitio. Que al recién nombrado lo vio una vez en su casa, y el médico le dio a entender que estuvo mientras lo torturaron, porque con respecto a este episodio le dijo algo así como “qué va a hacer, uno cumple órdenes”, como justificando su accionar en función de órdenes que le fueron dadas”. También surge del acta “Di Sábato refirió que para su tortura tuvo que esperar que terminen de torturar a Pajoni, que entiendo que ello fue acá; que la segunda vez lo carearon con Cerutti. No puede aseverar el testigo que se trate de este lugar”. En cuanto al tercer sitio reconocido por los testigos, surge del acta que gui ados en la inspección ocular por el Director del penal, Inspector Mayor Anselmo, nos di rigimos al pabellón más próxi mo a la Torre de Vigilancia que f uera reconoci da como sitio de tortura, rezando el mismo “Unidad Sanitaria”. Ya en el pabellón se advierte que las celdas están a ambos lados del pasill o, refiriendo Rinaldi q ue ella estuvo en una celda a la izquierda, y viendo una de ellas, dijo reconocer la mi sma como aquella en la cual pudo haber estado, que en tal sentido, al ingresar a una de l as celdas reconoci ó la ubicaci ón de la mesita, sobre la pared de la izquierda –con respecto a la entrada- como asimismo el inodoro, ubicado en el ángulo entre la pared en la cual se encuentra el ingreso, con la pared q ue se halla a la derecha, como asimi smo el lavatorio q ue se halla sobre la pared de ingreso al lado del inodoro, y el camastro ubicado en la pared opuesta al ingreso, la misma en la cual se encuentran las ven tanas. Refi rió asi mi smo Rinaldi q ue tales instalaciones se hallaban en el mismo lugar; que enton ces, la mesita era ovalada y no rectangular como se ve. También ubicó la ventana en el mismo lugar en el cual está, esto es arriba a l a derecha, en la pared contrapuesta a la puerta, y asimismo refirió no recordar si había l uz o no en la celda. Al respecto el Inspector Mayor César Anselmo mencionó que “este pabellón es el cual se encuentra más cerca de la torre de vigilancia, del salón de visitas y de la ruta”, y l uego los testigos Rinaldi y Rubén Li ggera refirieron “las puertas de las celdas eran naranjas según recuerdan”, dejándose constancia en tal acta “se advierte a simple vista que por debajo de la pintura color beige q ue está actualmente, se ve que la pintura anterior era naranja, igual al que se visualiza en las ventanas de los pasillos de la Unidad que hemos recorrido, refiriendo en este momento el Inspector Mayor Anselmo que desde que él llegó (hace 86 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario dos años), comenzó a pintar de otro color las puertas y marcos, ya que el naranja le parecía un color muy agresivo”. Luego surge del acta que los testi gos Ri naldi y Silva recordaron “que el piso era el mismo que se ve actualmente, y asimismo Di Sábato menciona que del piso no se acuerda, pero sí de los sanitarios que son los mismos que vio en aquella época”. También reconoció este sitio el testi go Benito Gorgoni o De Miguel, surgi endo a su respecto “reconoce el piso, la biblioteca q ue hay por arriba de la mesa de la celda, el hormigón de la cama, el estilo de la ventana que eran dos que estaban a los costados de la cama de hormigón, en forma vertical y hasta el techo. También recordó que había un inodoro y un lavadero que no funcionaba, que la puerta podría haber sido naranja y que la celda era blanca. También reconoció la puerta ciega como aquella que estaba en el lugar, la cual presenta sólo una abertura USO OFICIAL estilo pasa platos […] que había un camastro verde de hormigón, con ventanas traslúcidas no transparentes”; surgiendo luego en la misma acta: “luego de lo cual yendo a otra de las celdas, levantando el colchón, se observa que posee un camastro verde de hormigón, el cual posee varias aberturas para ventilación; del cual toma vista De Mi guel refiriendo que reconoce el mismo”. Luego, el testigo Li ggera agregó “tener la sensación de que por la ventana de la celda se veía más lejos, y que no estaba la pared que se visualiza a unos siete metros aproximadamente”. Seguidamente, conf orme surge del acta, nos diri gimos al patio contiguo a las cel das de la mano izquierda del pabell ón reconocido o pabellón nro. 10. Fue en dicho sitio cuando antes de gi rar hacia la derecha, hacia preci samente el patio adyacente, se adviertió un baño con duchas, ante lo cual el testigo De Miguel refiri ó: “reconoce como aquel que vio cuando est uvo allí detenido, que recuerda que éste se encontraba donde está hoy, es decir a la salida de los calabozos, que reconoce el piso de cerámica de este baño; a la vez que menciona que no había agua en aquel momento”. Luego surge del acta: “Ya en el patio, se advierte que hay como una vereda elevada con respecto al resto, la cual es contigua a las celdas, refiriendo Rinaldi que recuerda l a misma, recuerda haber caminado por allí, a la vez que todos reconocen el patio, y agrega Di Sábato que en este lugar había mal ezas y que aparte reconoce el sitio por la vereda elevada que se advierte a la derecha, paralela y contigua a las celdas. Silva agrega que no estaba la pared que se observa a lo largo, que se vía todo, que el predio que se veía era más grande Agrega Liggera que este predio era todo pasto, menos el pasillo elevado”. 3.3.5 Dinámica de funcionamiento a) Lugar de alojamiento de detenidos 87 Tal como se ha expli cado a l o largo del presente apartado una de las características de este CCDT es que su estructura estaba destinada al alojamiento (legal) de detenidos. Así, tal como se detallará a continuación, la descri pción realizada por quienes estuvieron all í detenidos no difiere en lo estructural de cualq uier unidad penitenciaria. El hecho diferencial es que, al no estar conclui da y correspondientemente habilitada, ten ía deficiencias de funcionamiento, y q ue como cl aramente se ha asentado, lejos de ser utilizada para l os fines de su construcción, fue empleada para el alojamiento ilegal y la tortura de los cautivos. Nótese que Imelde D. Sans en su decl aración de fs. 1747/56 dijo: “[a]l llegar nos bajaron y nos distribuyeron en distintos calabozos, siempre estábamos vendados. Ahí estuvimos detenidos, nos dijeron que no podíamos nada más que orinar, porque eran precarias las instalaciones, que si queríamos defecar nos sacarían a un pati o o descampado”. Graciela Ciappesoni, a pesar de su corto cauti veri o en tal l ugar recordó: “nos llevaron a la Cárcel de J uní n, nos bajaron encapuchados, y cuando entramos a la cárcel, nos sacaron la capucha. Había partes del edificio que estaban terminadas y otras no. Cuando entramos, me sacaron el reloj, la pulsera, los lentes. Yo soy muy corta de vista. A mí me llevaron por un pasillo largo hacia una celda sin reja, con puerta. Era un pasillo largo, como de treinta metros, de tres o cuatro metros de ancho, con celdas enfrentadas. Antes de llegar a la celda, escuché que mi marido me gritaba: «Graciela, Graciela, ¿estas ahí?»; y yo le contestaba «Sí, estoy acá». La celda tenía una cama sin col chón, un inodoro y un lavab o. No se podía usar el inodoro. Era de tres por tres, aproximadamente. Tenía una vent ana alta, si yo me subía en la cama, podí a mirar hacia afuera”. Luego remarcó q ue estando en dicha celda le fue tomada una fotograf ía y que permaneció all í el ti empo que estuvo en soledad. Coincidentemente Ricardo Lui s Vega apuntó: “al ingresar nos bajaron del camión y nos llevaron a cada uno en una celda” (fs. 1803/9). En similares térmi nos se refi rió De Siervo a su lugar de cautiverio: “[n]os entran a todo el grupo, en ese momento no sabía quienes eran. Nos separan y nos m eten en algo así como calabozos individuales. Uno se daba cuenta de que había otros por los gritos cuando los torturaban [...] El calabozo era un cuadrado vacío. N o había cama, no nos dieron frazadas ni nada. Dormí sobre el piso. Me metían en el calabozo y trababan la puerta” (fs. 1738/43) . Nótense las similitudes con lo dicho por Di Sábato: “no pude ver casi nada, sólo las cosas que señalé anteriormente, que estaba en construcción, que la celda tenía una ventanita y una especie de tarima de cemento. Era más bien chica. No recuerdo si la puerta tenía alguna abertura” (fs. 1844/53). 88 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Luego declaró Li ggera en si milares términos, así a fs. 1838/43 dijo: “[u]na vez que llegamos ahí, nos pusieron en celdas individuales. Allí nos sacaron la capucha. La celda tenía un cam astro de cemento, un inodoro, era muy pequeña, creo que de dos metros por dos metros, tenía una ventana, por donde escuchaba el sonido de los autos que pasab an por la ruta. Era una ventana con vidrios gruesos. La puerta era de hierro y tenía una mirilla”. Quien también reali zó una descripci ón de la cel da fue Ana María Rinaldi en su declaración prestada en esta sede. En dicha ocasi ón refirió: “[p]uedo recordar que pisé pasto y luego un piso más alisado. No tuve que subir escalones ni bajar. Directamente me introduj eron en una celda, por lo que me dijo la persona que me llevaba, a quien no pude ver. Me dijeron que hab ía un inodoro que no se podía usar. En la celda había una suerte de tarima de cemento, donde me sentaron y me dejaron sola [...] había una especie de ventiluz en la celda, casi a la USO OFICIAL altura del techo. También había, como señalé, una tarima de cemento que debía ser para poner un colchón, había una mesita ovalada del mismo material pegada a la pared y un banquito, todo adherido al piso. Las paredes eran a su vez de cemento. Era un espacio pequeño [...] en un momento en que salí de la celda con los ojos descubiertos, veo un pasillo largo con una cerámica tipo pat io, estaba con un custodio con uniforme policial, seguimos caminando por ese pasil lo y salgo al aire libre” (fs. 1757/66). Por su parte, Alberto Silva, en coincidencia con el resto de los relatos señalados describió su l ugar de alojamiento de la si guiente manera: “entro a los calabozos de la cárcel, no tenían puerta, había un pasillo con todos los calabozos y en uno de esos me entran. Había un inodoro en la ochava, un elástico de cemento con ranuras haciendo de cama, una mesa empotrada en la pared, un asiento redondo, una ventana alargada donde entrab a la claridad de 40 cm. Y la ventilación estaba arriba. Por la claraboya ésta se veía un patio todo enrejado. Toda la celda sería de dos por dos. Creo que el piso era de cerámica roja. Me meten solo en esta celda” (fs. 1767/72) . Finalmente he de destacar la descri pción efectuada por Benito G. De Miguel, q uien con su acostumbrada lucidez dij o: “[e] stuvimos todo el tiempo vendados hast a el jueves a la noche. Para ir al baño no había problema porque la celda tenía un inodoro adentro. La celda era de tres por dos, tenía la cama de hormigón, una mesita con repisa y el lavatorio y el inodoro, piso cerámico. La celda tenía ventana fij a traslúcida, la ventilación era por rejilla” (fs. 1854/7) . La descri pción de l as celdas efectuada se condice con el plano remiti do a fs. 2274 por el Servicio Peni tenciario de l a Provincia de Buenos Aires. b. Torturas físicas sistemáticas 89 El casti go corporal es otra de las características que, de manera inevitable, padecieron la casi totalidad de l as víctimas que estuvieron cautivas en la cárcel en construcción de J unín. Tales tormentos f ueron constantes y sistemáticos; si endo el catál ogo de suplici os por demás diverso: golpes de puño o con cachiporra, patadas, empujones, quemaduras de cigarrillos, y la aplicación de picana eléctrica. Al respecto, Normando Federico di Sábato manifestó: “[l]as torturas empezaron el día martes. Almirón me sacó de la celda y no recuerdo el camino, pero me llevó a los empujones a algún lado. Cuando vamos llegando siento gritos. Después me di cuenta que estaban torturando a alguien y no habían terminado con esa persona. Supongo que lo hicieron a propósito. Creo que supe que ese torturado era Pajoni porque probablemente lo hayan nombrado en algún momento” (fs. 1844/53). Continuó: “[l]uego lo sacaron a él del lugar, me hicieron desnudar y recostar en una suerte de armazón metálico, con una colchoneta en el fondo. Entonces me ataron las muñecas y los tobillos, y a uno de los dos dedos gordos me ataron un alambre para que la corriente pasara. Después me rociaron con agua, me pusieron en la boca un envoltorio de trapo que me la mantenía abierta y creo que una bota encima, o sea, un pie, con suela de goma. Me indi caron que abriera y cerrara las manos cuando quisiera hablar. Así empezaron a aplicarme picana, básicamente en el pecho, pero a medida que avanzaba la sesión iban aumentando la tensión de la corriente y se sentía muchísimo más. Después me pasaron por los genitales y por las encías. El dolor era insoportable. La pierna en la cual tenía la descarga por el dedo gordo se sacudía. H abía mucha pero mucha gente y voces distintas, pero no pude ver nada. Al menos supongo que uno era médico porque una persona indicaba si podían seguir o no [...] Fue un tiempo largo que me tuvieron en esas condi ciones, yo pedía a gritos que me dieran agua y alguien me explicó que no podían darme por el tema de la corriente. Después me devolvieron a la celda, y me tiré en un armazón de concreto que había ahí, donde supuestament e debía ir encima un colchón, que no est aba” (ídem). Asimismo, recordó q ue, en una oportuni dad, Almi rón le preguntó si era zurdo o diestro, a lo que l e respondi ó que di estro. Ante ello, el represor, q ue en ese momento tenía un cigarrillo encendi do en la mano, se l o apagó en la palma derecha (cfr. fs. 1844/ 53). Por su parte, Alberto Pedro Sil va relató: “[a] la noche entra otra gente me dicen que me de vuelta, me vendan los ojos y me llevan. Me doy cuenta que entramos a una sala porque se notaba que era un espacio grande porque retumbaba la voz. Ahí sentí olor a carne quemada y pensé que estaban haciendo un asado, después me di cuenta que era por la picana, que te quema la piel. Me tiran en una 90 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario especie de cama, me estaquean con piernas y brazos abiertos y me picanean, yo tenía 38 o 39 años. Ahí me preguntaban a quién conocía” (fs. 1767/72). Asimismo, Armando Antonio Álvarez precisó que “[e]n la cárcel también lo picanearon, golpes, trompadas, siempre le preguntab an lo mismo, por Liggera, Di Sábato, Ravara, sobre si militaban, si estaban en el tema de la guerrilla, si sabía que Torreta o Romié estaban en la guerrilla o militaban [...] Les pegaban y gritaban mucho, estab an fuera de sí, les hablaban con armas en la cabeza. Al di cente lo picanearon dos veces” (fs. 149/51). A su vez, Digna Imelde Sans recordó: “[a] veces eran torturas individuales y otras eran sesiones de tortura en rueda, porque yo sentía que estaba en el piso, y sentía que otros estaban igual q ue yo a mi lado. En ese lugar, yo lo que me acuerdo son las patadas terribles en la cadera, en las piernas, los golpes, a mí me preguntaban quién era la «mariposa»” (fs. 1747/56). USO OFICIAL Agregó: “[a]l menos, en dos oportunidades, me aplicaron pican a en todo el cuerpo, estaba desnuda, me mojaron –se ve que para que fuera más dolorosa la picana-, mientras me preguntaban incoherencias, y ante cada negativa mía, me aplicaban más picana. Los interrogatorios eran terribles. Así estuvimos varios días, hasta que vino uno, después de una sesión de tortura, y me trajo un plato como de sopa o caldo y me q uería dar una cucharada y de repente entró alguien y le recriminó lo que estaba haciendo, le dijo si no sabía que me podía morir si tomaba algo. Ahí, el otro, el que me estaba por dar ese caldo me dijo «bueno, se terminó todo», le pedí que le llevaran los anillos a mi hija, como un pedido de última voluntad. Yo me puse muy mal y entonces, bueno, ese tipo me dijo «no te preocupes, ya sabemos quién fue el hijo de puta que los delató a todos ustedes »” (ídem). Rubén Américo Liggera también fue sometido a este ti po de castigos. Sobre el particular, dijo: “...m e llevaron a la sala de tortura, que era una cama con elásti cos, me desnudaron y me aplicaron picana eléctrica. Yo recuerdo que me ponían una toalla húmeda en el brazo, cal culo que era para no dejar marcas [...] Esta pri mera sesión debe hab er durado una hora. Para mí fue un interrogatorio interminable. Este tipo de interrogatorios volvió a repetirse al menos una vez más, unos dos o tres días después de la primera” (fs. 1838/43). Benito Gorgonio de Miguel indicó: “[f]ueron básicamente tres noches de diversa int ensidad de tormento hasta el jueves. La noche del lunes me vendaron en la celda y empezó la música a t odo lo que da, después supe que el resto de los detenidos además estaban esposados y en condiciones más duras. El lugar físico donde se producían los tormentos era una de las torres de vigilancia...” (fs. 1854/7). Ariel Nelson de Siervo manifestó: “...en l a cárcel me torturaban una o dos veces por día, calculo, siempre estuve vendado, siempre estuve esposado, para 91 atrás y luego para adelante. Es difícil calcul ar porque no podía distinguir el día de la noche” (fs. 1738/43). Añadió: “[d]e este calabozo me sacaban para torturarme, venía gente, dos o tres personas y nos llevaban a un lugar que quedaba subi endo una escalera donde me torturaban. Me ponían en una camilla, me ataban un cable en el dedo gordo del pie y con la picana en los órganos genitales y fundamentalmente en las encías, no me quedó ningún diente, los escupí a todos. Otro detalle es que tuve dos paros cardiorrespiratorios, durante la sesión de tortura. Se escuchaban los gritos, hasta los vecinos del lugar escuchaban. Por esto se ve que con algo me taparon la boca, no pude respirar. La imagen que tengo es que iba por un tubo que se afinaba, se afinaba y «pack», no vi más nada. No sé cuanto tiempo estuve así. Lo que escuché cuando empecé a recuperarme, que no supe si fueron horas o días, que un médico le dijo a alguien «que sería conveniente que me llevaran a un hospital» y el otro le dijo que de ninguna manera y que si me moría nos mataban a todos, que éramos catorce” (ídem). Otra pauta de cautividad, además de las señaladas hasta el momento, característica del régi men del terror imperan te en el CCDT emplazado en la cárcel en construcción de Junín, ha si do, si n lugar a dudas, los constantes y generalizados simulacros de fusilamiento a los cuales se sometía a los detenidos. Muestra de ello lo constituye el testi monio –entre otros- de Alberto Pedro Silva, quien rel ató: “[l]a ot ra noche me vuelven a sacar de la celda, yo estaba prácticamente desnudo, me pasan por un lugar que tenía el piso como de goma, y después piso pasto. Me paran ahí y uno de los tipos me dice «si sabés rezar, rezá, ¿vos tenés algo que decir? Te vamos a fusilar», algo así me dicen. El tipo di ce «apunten, preparen» y ahí viene uno corriendo que dice «pará este no es, hoy le toca al de la celda de al lado, éste es mañana» y ahí me llevan otra vez a la celda y sentí que llevaban a otro. A la otra noche me llevan otra vez al mismo lugar de la primera noche y me vuelven a torturar, me hacen las mismas preguntas que antes” (fs. 1767/72). Por su parte, Normando di Sábato recordó: “...yo estaba con los ojos vendados, entraron varios a mi celda, y escucho que tiran hacia atrás la corredera de una pist ola como para cargarl a, me la posan en la sien y aprietan el gatillo. Otro episodio que recuerdo, mucho más doloroso para mí, fue que alguien me preguntó si mi mujer estaba embarazada, nosotros teníamos la sospecha de q ue sí y estábamos esperando la confirmación por un médico, y se los conté. Entonces una de las personas me dijo que ella había abortado, lo que no fue cierto porque mi hijo acaba de cumplir 32 años. Lo otro que me preguntaron es si mi mamá sufría del corazón, respondí que sí, y me dijeron que ya se había muerto. Mi mamá terminó 92 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario muriendo del corazón, pero recién hace 7 años. Todos estos son hechos aislados que recuerdo, no podría precisar si fueron ese mismo lunes” (fs. 1844/ 53). Asimismo, Graciela Ciappesoni manifestó que su marido le dijo que en la cárcel lo h abían amenazado de muerte y le realizaron un simulacro de fusilamiento (cfr. fs. 2294/5). Armando Antonio Álvarez señaló que “[l]e llegaron a hacer un simulacro, lo sacaron afuera, al aire libre y uno le decía que si se lo tenía que hacer a la madre lo haría, porque era un trabajo; y que «cantara», que hablara” (fs. 149/51). De manera anál oga, Ariel de Siervo refi rió: “[ u]n día yo estaba en el calabozo, me sacan afuera, me di cuenta que era en un lugar al aire libre por el viento, el sol. Me dicen que salga y me llevan a este lugar. Me di cen «te vamos a fusilar, Atención Sol dados, firmes, apunten, fuego». Tiraron, no sé adónde, pero USO OFICIAL se escucharon los disparos. Esto a mí me lo hicieron una sola vez, después me enteré que también se lo hab ían hecho a otros. Todo esto proceso tardó media hora más o menos, una tortura psicológica terrible” (fs. 1738/43). A su vez, Ricardo Luis Vega aseveró que en el encuentro con su hermano –Héctor Vega- en la cárcel de J unín, éste l e había dicho que la noche anterior le habían h echo un simulacro de fusilamiento, q ue l o habían puesto contra un paredón y que cargaban las armas, se ponían l os represores en fila y venía uno que si mulaba ser un cura para consolarlo. Que l uego de todo ell o, tiraron al ai re, y comenzaron a reírse de él, de cómo se había asustado (cfr. fs. 1803/9). Con referencia al sitio elegido por los interrogadores para ll evar a cabo estas brutales prácticas, Benito de Miguel señaló: “[e]l lugar físico donde se producían los tormentos era una de las torres de vigilancia, de esto me di cuanta, a pesar de la venda, por la escalera caracol y porque uno de daba cuenta de las paredes curvas arriba. Al rededor de las 10:30, 11 de la noche, cosa que pude inferir porque uno de los custodios le preguntaba a otro la hora, empezaron los traslados sucesivos a las torres, llevaban a tres o cuatro y cuando volvían llevaban a otros” (fs. 1854/7, resal tado agregado). De manera concordante, Ariel de Siervo mencion ó: “[ d]e este calabozo me sacaban para torturarme, venía gente dos o tres personas y nos llevaban a un lugar que quedab a subiendo una escalera donde me torturaban” (fs. 1738/43). Digna Imelde Sans, por su parte, refi rió: “...nos llevaban a otro sitio dentro de la cárcel, sé que subíamos escaleras, pero no recuerdo otra cosa más” (fs. 1747/56). Finalmente, en relación al personal que prestaba funciones en el CCDT, Di Sábato precisó: “...el jefe era el militar que mencioné, que Almirón también dependía de él. Yo estuve todo el tiempo encerrado en la celda y no pude ver 93 mucho del f uncionamiento del lugar. Allí había militares, policías y civiles. Yo lo que creo es que los militares manejaban las cuestiones externas, como trasladarme afuera de la celda; q ue los policías se dedicaban a la custodia –de hecho, Almirón estaba presente en todo, desde llevarme y traerme hasta tal vez participar de la sesión de tormentos-, y supongo que tam bién había civiles, como médicos, que presenciaban las sesi ones de torturas y daban indicaciones acerca de si podían seguir o no. Como estaba vendado, yo no pude ver quiénes eran los que me torturaban” (fs. 1844/53). Benito de Miguel advirti ó: “[a]rriba los interrogadores eran de la Policía. No los vi, pero por información q ue luego voy a precisar eran el comisario Penna, el oficial Estelrich, había observadores militares con ropa de fajina, siempre hay alguna rendija donde uno puede ver algo, había dos uniformes verde oliva” (fs. 1854/7). Asimismo, Rubén A mérico Li ggera señaló: “para mí, en la Cárcel de Junín, el mando era ejercido por militares y la Policía” (fs. 1838/43), mientras que Ana María Rinal di manifestó: “[m]ientras me interrogaban yo lloraba y decía que ni yo ni él teníamos ninguna actividad política, y la persona que dirigía el interrogatorio -que es esa voz que escuché en todas las oportunidades- me dijo «yo soy tu amigo, y vos tenés que confiar en mí porque puede venir otra persona y te puede torturar». Entonces le pregunt é quién era y me dijo «Almirón», cosa que no sé si es cierta, porque no lo conocía en ese momento, y tampoco lo vi cuando salí de la cárcel” (fs. 1757/66). Desde ya que el sometimiento de los detenidos a este ti po de tratos crueles, inhumanos y degradantes, produjo secuelas que aún hoy perduran en los detenidos. Una muestra –de por sí ínfima- de ello, surge del testimoni o de Armando Álvarez, quien aseguró que “...le han quedado m arcas, luego tuvo problemas nerviosos, psiquiátricos, tuvo fobia a lugares cerrados y permaneció con tratamiento psicológico y psiquiátrico; a partir de la lectura del libro de Pellizi tuvo una trombosis y perdi ó la vista del ojo derecho” (fs. 149/51). También Rubén Liggera recalcó: “...com o producto de la tortura, quedaron secuelas: angustia, el despertarte por las noches con sobresaltos. Físicamente, me quem aron el dedo gordo del pie. Se ve que me ataron con alambre y por ello se quemó” (fs. 1838/43). Como se verá más desarrollado en el Considerando Octavo de la presente resol ución –sin perjuicio de l o cual , encuentro adecuado realizar algunas reflexiones en este punto-, entiendo que l a sumatori a de condiciones de alojamiento degradantes a las que se sometía a los cautivos, analizadas desde sus objetivos, efectos, grado de cruel dad, sistematici dad y conjunto, han confluido a generar el delito de imposición de tormentos de una manera 94 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario central, al menos conjunta con la figura de la detención ilegal, y de ningún modo accesoria o tangencial a ésta. Más preci samente, soy de la opini ón de que, además de h aber sido pri vadas de su l ibertad, l as personas que estuvieron cautivas en l a cárcel en construcción de J unín han sido víctimas del delito de tormentos en sentido jurídico- penal en todo el tiempo en que estuvi eron all í cautivas, pues la sola estancia en un sitio en el que los detenidos se encontraban sistemáticamente tabicados día y noche, subalimentados, desprovistos de l as más básicas condiciones de higiene, con la amen aza constante de ser torturados o muertos, y sujetos siempre pasibles de ser vícti mas de todo tipo de casti gos físicos, esto es, sumi dos en un ambiente permanente de terror, resulta de por sí encuadrable dentro del tipo penal previsto en el art. 144 ter del Código Penal, sin perjuicio de entrar a considerar, en cada caso en concreto, los USO OFICIAL tormentos f ísicos a q ue cada uno de ellos fueron allí sometidos. Pero el análisis de l os fundamentos que permiten sustentar esta afirmación, serán objeto de un profundo y pormenorizado análisis más adelante. c. Tipos de interrogatorios Las preguntas que se les f ormulaban a l os detenidos gi raban en torno a diversos ejes. Fundamentalmente, se buscaba determi nar la mili tancia de las personas cautivas, obtener nombres de supuestos “subversivos”, a fin de contrastar luego el producto de los interrogatorios con la información proveniente de los organismos de inteligencia. Muestra cabal de ello resulta ser el caso de Rubén Américo Liggera, qui en recordó que en una oportunidad, mientras era conducido a un interrogatori o, l os guardias se burlaban de él por un libro q ue había escrito; le decían “q ué hacés, Pido Gancho”, mi entras le ti raban el bigote (cfr. fs. 1838/43). Cabe destacar que, dentro de la documental aportada por el Archivo Provincial por la Memoria, compuesta por expedientes confeccionados por la D.I.P.B.A. en aquel momento, y, en particular, en el Memorando Sec. “C”, N° 1124 (R.S. 4877) se ha señalado, con relación a los antecedentes de Li ggera, que “[e]l causante es autor de un lib ro titulado «PIDO GANCHO», como así también de poesías con estilo de protesta” (fs. 361). También es importante resaltar que varias de las privaci ones ilegales de la li bertad que se investi gan en la presente causa, fueron digitadas a raíz de los datos surgi dos de estas indagaciones. El supuesto emblemático lo constituye el caso de Jorge Raúl Cerutti, tal como da cuen ta el expedi ente Mesa DS, carpeta Vari os, legaj o 7511, toda vez que los secuestros del 95 denominado grupo de los catorce acaeci eron a raíz del interrogatorio al que f ue someti do éste (cf r. fs. 313/22). Sentando lo anterior, es momento de pasar a analizar la temática atinente a los interrogatorios de los detenidos de la cárcel en construcci ón de Junín. En ese orden de cosas, son muchas l as víctimas que fueron inquiridas respecto de su mili tancia política, partidos pol íticos a los que pertenecían, organizaciones y carreras políticas, como así también diversos datos referentes a sus compañeros de cautiveri o. Así, Benito Gorgonio de Mi guel –Secretario General de la Comisi ón provincial del MID y Gerente General de Racin g Club- precisó: “[i]nterrogaban si era ERP o Montoneros, me situaban a mí como el jefe de la célula de la organización, me preguntaban si hací a actividad política [l es decía] que la hacía y les dije que me procesen por la ley que les permitía hacerlo. Los interrogatorios los grababan y después hacían montajes q ue los llevaban a los periodistas. En el periódico «La Verdad» había gente amiga que hablaba con mi hermano y le contaba cómo los reunían para darles esta información” (fs. 1854/7). De manera anál oga, Ariel Nelson de Siervo -afiliado al MIDrefiri ó: “[l]os interrogatorios eran lo más insulso e increíble, por ejemplo me preguntaron si conocí a a Armando Álvarez y cuál era su apodo, Armando Álvarez es primo mío y su apodo Armandito, es un ejemplo de lo inconducente de las preguntas. Preguntaban cuál era mi función en el ERP que habí amos formado en Junín, y yo nunca ni me había acercado al ERP [...] sólo me preguntaban si formaba parte del ERP o cuándo íbamos a poner la bomba en el Club Social, la Sociedad Rural o la Liga Agrícola o cuándo íbamos a matar a los tres oficial es del Regimiento y a tres policías. Esta pregunta de las bombas es lo que después sale en el diario «La Verdad» del 1° de febrero de 1977..” (fs. 1738/43). Asimismo, Normando Federico di Sábato –militante del MIDindicó: “[l]os interrogatorios versaban fundamentalmente sobre la organización, me preguntaban nombre de guerra y grado, pero después hubo una serie de preguntas aisladas sobre distintos hechos políticos, parecían ser como de relleno” (fs. 1844/53). A todo ello, agregó, como hecho singul ar, lo si guiente: “...en la segunda sesión de picana, el día miércoles, me preguntaron si lo conocía al «coqui» Cerutti. Yo dije que sí, que lo conocía del Teatro «La Antorcha», que había hablado alguna vez con él, y habíamos compartido una clase de teatro. Entonces siento su voz y las mismas personas que me estaban torturando me dieron a entender que a él lo habían agarrado antes y nos había delatado. Entonces él también me «invitaba» a confesar que éramos una célula terrorista y demás” (ídem). 96 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Tal circunstancia se condice con la prueba documental a la cual se hiciera ref erencia al inicio de este punto. Por su parte, A rmando Antonio Álvarez recordó: “[l]e preguntaban si conocía a un tal «Chacho», que no lo conocía [ ...] Si conocía a Liggera, Di Sábato, Torreta, Romié, y sí, los conocía a todos, el dicente empezó a asociar que había ido a un par de reuniones, porque lo habían invitado, no militaba, fue a escuchar, y quedó asociado por eso, era gente de izquierda. Le hicieron escuchar un grabador que sacaron de su casa, y escuchó a Cerutti que lo involucraba en una célula guerril lera, después supo que involucró a todos [ ...] En la cárcel también lo picanearon, golpes, trompadas, siempre le preguntaban lo mismo, por Liggera, Di Sábato, Ravara, sobre si militaban, si estaban en el tema de la guerrilla, si sabía que Torreta o Romié estaban en la guerrilla o militaban, que el dicente no sabía” (fs. 149/51). USO OFICIAL Concordantemente, Alberto Pedro Silva manifestó: “...me preguntaban a quién conocía. Me hicieron escuchar una grabación y me dijeron que era Cerrutti que decí a que yo pertenecía a una organización subversiva [...] A Cerrutti lo habían detenido una semana antes más o menos. Ellos decían que Cerrutti nos había denunciado a todos” (fs. 1767/72). Añadió: “[a] la otra noche me llevan otra vez al mismo lugar de la primera noche y me vuelven a torturar, me hacen las mismas preguntas que antes” (ídem). Asimismo, Ana María Rinaldi –tambi én militante del MID- recalcó: “[l]as preguntas versaban general mente sobre mi activi dad política, la de mi novio y la del rest o de los detenidos, que son los que estaban en el celular y q ue mencioné antes. Los i nterrogatorios eran permanentes, todos los días que estuve allí y dos o tres veces por día” (fs. 1757/66). Digna Imelde Sans –mili tante del MID- recalcó: “[l]os interrogatorios eran i gual de incoherentes que los anteriores. Éstos se hacían a cara descubierta y versaban sobre la «mariposa» y sobre quién era el «capitán luna», que al día de hoy no sé qui én es” (fs. 1747/56). Finalmente, Rubén Américo Liggera –militante del MID- relató: “[m]e preguntaron q ué grado tenía, cuál era mi actividad política, si conocía a ciertas personas, me preguntaban por «Tacho», que en realidad era «Cacho», quien era una persona que había ido al colegio conmigo. También me preguntaron por Patricio Griffin. Me decían que Armando Álvarez era del ERP. Después, cuando estábamos «blanqueados», el propio Armando me contó que tenía panfletos del PRT. También me preguntaron por mi hermano menor, Daniel, que era de la Federación Juvenil Comunista. Yo les decía que a él no lo trajeran, que no tenía nada que ver. Esta primera sesión debe haber durado una hora. Para mí fue un interrogatorio 97 interminable. [...] Los interrogatorios siempre giraban en torno a la militancia y a si conocía determinadas personas” (fs. 1838/ 43). Otro episodio di gno de ser señalado, si empre con respecto a la modali dad de los interrogatori os a l os cuales eran sujetos l os detenidos en la cárcel de J unín, resultan ser lo careos ent re los cautivos. Sobre el particul ar, Armando Antonio Álvarez refirió: “[l]e hicieron un careo cree que con Imelde Sans, pero tenía tanta sangre que no está seguro [...] estaba gol peada y desnuda. Le mostraron a un tipo y el dicente no lo conocía” (fs. 149/51). Por su parte, Dign a Imel de Sans también recordó haber sido careada en la cárcel de Junín con otro co-cautivo. Precisó: “[ a]hí, con los ojos vendados, me carearon con alguien que tenía la voz gruesa, que a mí me pareció, por su voz, que era un detenido Di Sábato. Él también estuvo luego detenido en la Cárcel de San Nicolás. A lo mejor era otra persona, pero a mí me pareció que era él” (fs. 1747/56). Añadió: “[e]llos me querían hacer deci r que yo tenía revistas «subversivas» en una mesa de televisor de mi cocina. Le hacían decir a este otro detenido que había est ado en mi casa y las había visto, ante lo cual yo se lo negué rotundamente, le dije que estaba mintiendo porque yo tenía el televisor en mi habitación y que en la sala, el comedor o en la cocina no tenía una mesa de revistas” (ídem). También Rubén Liggera aseveró haber sido sometido a este tipo de prácticas. Relató: “[l]o que hubo f ue un simulacro de careo. Creo que fue cuando estábamos en la Cárcel de Junín. Me dijeron que había una persona que había confesado que yo era del ERP. Me increparon para que dij era la verdad” (fs. 1838/43). De la reseña precedentemente realizada, se advierte que los interrogatori os versaban sobre diversas cuestiones, algunas vinculadas a los contactos que podía tener el interrogado y que servi rían al personal actuante –tal vez- para l a producción de nuevas detenciones, otras preguntas, en cambio, no parecen haber tenido una ori entación definida, si no que más bien obedecen a la irracionalidad que signaba el plan de represión, que no finalizaba en la procura de informaci ón útil para la efectividad del mismo, sino, simpl e y drásti camente, para mortif icar a las víctimas traspasando todos los umbral es tolerables por el ser humano. 3.3.6. Los Victimarios A diferencia del resto de los CCDT que funcionaron en la jurisdi cción de la subzona 13 y que se encuentran analizados en la presente resol ución, en la Unidad Penitenciaria n ro. 13 del Servicio Penitenciario de l a provincia de Buenos Aires que se encon traba en construcci ón, se advirti ó la 98 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario presencia no sólo de personal policial, dependiente en gran medida de la Comisaría 1ª de J unín, sino que tambi én se indicó la presencia de personal y vehícul os del Ejército Argentino. a) Personal a cargo Los testi monios de quienes permaneci eron ilegalmente detenidos en el CCDT bajo análisis señalaron la presencia de policías de la provincia de Buenos Aires y de agentes del Ejército A rgentino, quienes habrían tenido una diferenciaci ón funci onal de sus tareas. De Siervo, en su declaración citada prestada ante esta sede ensayó un análisi s del personal operati vo de la cárcel en construcción, así dijo: “había varias personas ahí, yo calculo que serían diez. Yo estuve siempre vendado y encerrado. Pero pareciera que quienes picaneaban, q uienes hacían los simulacros de fusilamiento, serían distintos de aquellos que cuidaban el orden USO OFICIAL interno. Esto me parece. También había uno que hacía de cura, en el simulacro de fusilamiento. El tipo se nos acercaba, nos bendecía. Igual yo no puedo individualizar a nadie” (fs. 1738/43) . Otro punto de vista similar fue el expuesto por Di Sábato qui en a fs. 1844/53 analizó: “yo supongo que el jefe era el militar [...] que los policías se dedicaban a la custodi a –de hecho, Almirón estaba presente en todo, desde llevarme y traerme hasta tal vez participar de la sesión de tormentos-, y supongo que también había civiles, como médicos, que presenciaban las sesiones de torturas”. De Miguel , coincidentemente, recordó: “Arriba los interrogadores eran de la Policía. No los vi, pero por información que luego voy a precisar eran el comisario Penna, el oficial Estelrich, hab ía observadores militares con ropa de fajina, siempre hay alguna rendija donde uno puede ver algo, había dos uniformes verde oliva” (fs. 1854/7). a.1) La presenci a de personal de la Policía de la provincia de Buenos Aires En primer término he de destacar l o manifestado por Alberto Cava, q uien conforme su propio rel ato, f ue la pri mera persona que permaneció ilegalmente detenida en el CCDT analizado. El testi go en sus declaraciones de fs. 94/5 y 1894/8 señaló haber si do secuestrado por una numerosa comisión policial integrada en tre otros por Penna y Franco. Incluso señaló que si bien no pudo ver a ninguno de sus custodios en la cárcel en construcción, el comisario Penna estaba en el auto que lo trasladó hasta all í y luego a la Comisaría 1ª de J unín. Ciappesoni, quien permaneció allí detenida por escasas horas recordó, al ser liberada: “Las personas q ue me llevaron a mi casa eran policías, estaban uniformados”. Incluso mencionó a Francisco S. Manzanares como integrante de esta comisión policial (fs. 123/4 y 2294/5). 99 Por su parte, entre el personal policial ci tado por Di Sábato en su testimonio brindado a fs 1844/53 he de señalar a Almirón de quien dijo: “que los policías se dedicab an a la custodia –de hecho, Almirón estaba presente en todo, desde llevarme y traerme hasta tal vez participar de la sesión de tormentos-, y supongo que también había civiles, como m édicos, que presenciaban las sesiones de torturas”. Tambi én mencionó haber visto allí a Héctor Omar De Gi ullio, ex cuñado del declarante, quien trabajaría en el momento de los hechos a la DIPBA. Asimismo, Ana María Rinaldi reconoci ó a varios de los pol icías que actuaron en el l ugar, a algunos de l os cuales los conocía por su trabaj o en los tribunales. Así mencionó a Calatroni, Almirón y Julio César March (conf. fs. 1757/66) . Quien también pudo identificar a un policía durante su cautiverio en la cárcel en construcción fue Pedro Alberto Silva, quien a fs. 1767/72 mencionó a Benicio Romero de quien dijo q ue era un familiar l ejano y cumplía f unciones en la Comisaría 1ª. Asimismo, tal como señalara precedentemente, Benito G. De Miguel mencionó a Penna, Estel rich y Amengual como parte del personal poli cial que estaba presente en la cárcel en construcción de J unín (fs. 1854/7). a.2. La presencia de personal militar Tal como señalara precedentemente una característica distin tiva de este CCDT f ue l a presencia visible de personal del Ejército Argentino. Diversos testigos que han declarado en el marco de estas actuaciones, han mencionado haber visto a militares en diversos momentos de su ilegal cautiverio. A conti nuación se destacarán las declaraci ones más relevantes respecto de este punto. Ana María Rinal di recordó q ue l uego de ser ingresada a la celda entró una persona q uien le sacó la tela adhesiva que tenía en los ojos, “[ e]ra una persona con uniforme militar muy básico, no parecía tener una alta jerarquía dentro de la Fuerza” luego especificó: “no lo conozco, era un hombre gordo, morocho, de pelo cort o, no recuerdo su color de ojos. No usaba bigotes. Después lo seguí viendo por Juní n, y hoy sí podría identificarlo, aunq ue aún no sé su nombre. Lo volví a ver en el jardín de infantes al que iba mi hija, lo miré, le sostuve la mirada y bajó la cabeza. Sé que es militar, no creo q ue hoy siga prestando funciones”. También mencionó a un militar “grandote con uni forme de fajina y con dos estrellitas doradas”, que fue quien la volvió a vendar, y a otro jovencito que le anunció que sería dejada en libertad (fs. 1757/66). Imelde Sans, por su parte, advi rtió la presencia de personal del Ejército en el traslado de la cárcel en con strucción a la Comi saría 1ª de Junín, en su testi monio de fs. 1747/56 puntuali zó: “a los 5 ó 6 días, nos sacaron de los 100 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario calabozos, en fila indi a hacia f uera, siempre acompañados por las itacas y rodeadas de cañones del Ejércit o”. Particularmente rel evante resultó el testimonio brindado por Graciela R. Ciappesoni, quien pudo reconocer a un o de los militares visto en el CCDT. Así a fs. 2294/5 apuntó: “Larrategui era una de las dos personas que estaba con Camblor uno de los días en l os cuales me entrevisté con él. Fue la persona que entró a la celda en la Cárcel de Junín a fin de tranquilizarme. Tenía un grado importante en el Ejército”. Silva, por su parte recordó que en el único lugar que vio militares fue cuando lo bajaron en la cárcel en construcci ón (fs. 1767/72). Finalmente, si bien Alberto Cava no pudo ver a ninguno de sus custodios y torturadores en la cárcel en construcción recordó que, al momento de iniciarse una sesión de picana eléctri ca, qui en comandaba el USO OFICIAL interrogatori o dijo: “proceda soldado”, por l o que infirió que podía haber personal militar en el CCDT. a.3) La presenci a de profesionales de la salud Otra característica del funci onamiento de la cárcel en construcción como centro clandestino de detención fue l a presencia de médicos durante las sesiones de tortura, quienes control aban la intensidad de los tormentos a imponer. Si bien al analizar otros CCDT en el marco de la causa 14.216/03 y sus conexas también se mencionó la presencia de médicos durante la imposici ón de tormentos, l a particulari dad de la subzona, la familiaridad entre vícti mas y victimari os, permite la individualizaci ón de los mismos, y sin perj uicio de que el punto será tratado en extenso, en el considerando quinto de esta resol ución corresponde resaltar algunas consideraciones. Así, Graciela R. Ci appesoni en su ya citada declaración de fs. 2294/5 recordó que al recuperar la libertad su marido, Edmundo Pajoni le comentó q ue durante la tortura estaba presente el Dr. Chiachi etta. Ariel N. De Siervo por su parte, relató que producto de la tortura sufri ó un paro cardio respiratorio, y al recuperarse: “Lo que escuché cuando empecé a recuperarme que no supe si fueron horas o días, que un médico le dijo a alguien que sería conveniente que me llevaron a un hospital y el otro le dijo que de ninguna manera y que si me moría nos mataban a todos, que éramos catorce. Yo no pude identificar quién era este médico, mucho tiempo más tarde por comentarios me dijeron que este médico era Aldo Chiachi etta, era médico de l a policía, pero la verdad es que no sé de dónde salió este dato. El otro médico no sé quién era” (fs. 1738/43). 101 Otro médico mencionado fue Ezbouky, quien fue señalado por Ana María Rinaldi como q uien le dio una pastilla por los fuertes dolores menstruales que padecía (fs. 1757/ 66). Por su parte, Armando Álvarez en su declaración obrante a fs. 149/51 dijo: “Al úni co que reconoció fue al Dr. Chiachieta en la cárcel, que era médico de la mutual de la policía, que le levantó la capucha y le preguntó «¿qué te hicieron?», el dicente no le contestó, no lo tocó ni nada”. Luego, Benito G. de Miguel, en su amplio testimonio q ue se encuentra gl osado a fs. 1854/7 recordó: “Hubo un médico que fue ahí, el Dr. Sardaña, quien ante el estado de shock de De Siervo lo reanimó. El Dr. Sardaña no tenía nada que ver. Cuando nos sacaron la venda pude identificar a Aldo Chiachietta, médico de la policía. Ellos pensaban que después de cuatro días en la oscuridad, uno no iba a poder ver bien. La venda me la saca el jueves a la noche, cuando empieza el buen trato, comienzan a amansarnos. Uno de los médicos, que estaba asistiendo en las torturas dijo que no me den picana porque era gordo, este Dr. es Carlos Fara, quien ya está fallecido”. b) Los perpetradores no usaban apodos Sobre este punto me explayaré extensamente en el Considerando Quinto, apartado 4, remarcando la famili aridad de víctimas y victimarios. No obstante lo cual aquí he de resaltar que resultó ser una de las características del accionar represi vo de la subzona 13 el no haberse empl eado apodos en los centros clandesti nos de detención an alizados. Los perpetradores actuaban a cara descubierta y procuraban ocultar su identidad tabicando día y noche a los ilegalmente detenidos. 3.3.7. El lugar de la cárcel en el circuito de detención Tanto en el caso de Cava como en el denominado “Grupo de los catorce” se advierte la utilizaci ón de la cárcel que se encontraba en construcción como un lugar de cautiveri o y tortura de los detenidos absolutamente ilegal . Con la lógica que caracterizó el acci onar represivo desplegado durante la última dictadura mili tar, este lugar era el pri mer destino de las personas secuestradas. Al verificar los captores que qui en estaba siendo interrogado no poseía más datos o n unca había poseído al guno se los llevaba a la Comisaría 1ª de Junín donde se comenzaban los trámites para legalizar el cautiverio a través de su puesta a di sposi ción del Poder Ejecutivo. Asimismo, he de destacar la profundización de la investi gación vinculada con el CCDT bajo análisis a fin de poder determi nar si hubo más personas ilegalmente detenidas en el lugar y, por otra parte, avanzar en la individualización del resto de los perpetradores. 3.4. El Destacament o o Puesto de Vigilancia “Morse” 102 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario En la call e De los Tilos nro. 119 de la localidad de Morse (anterior desi gnación Calle 9 entre 4 y 6), partido de Junín , funcionó en la época de los sucesos, un destacamento policial dependiente de la Comisaría 1ª de Junín, y a su vez, de la Unidad Regional VIIIª, con asi ento en la misma localidad, de la provincia de Buenos Aires. Conforme constancias del legaj o de Policía de la Provinci a de Miguel Ángel Almirón, fue el nombrado quien estuvo a cargo de la citada dependencia entre el 2 de abril de 1976 y el 13 de marzo de 1978, circunstancia que fuera eval uada en oportunidad de resolverse su situación procesal en fecha 30 de diciembre de 2009. La acredi tación de su utilización como centro clandestino de detención surge al demostrarse el cauti verio de José Alberto Luna y Susana Noemí Bogey, hechos que se desarroll arán en prof undidad en el USO OFICIAL Considerando Sépti mo relativo a l os hechos imputados. Allí se destaca que entre la documentación remitida por la “Comisi ón Provincial por la Memoria” obra el Legajo 7093, Carpeta Vari os, Mesa “DS”, caratul ado “Asunto: Fuga y agresión a personal policial de José Alberto Luna (ERP)–Junín” cuyas copias certificadas se encuentran agregadas a fs. 787- 91. Así, obra un “Parte Urgente”, transmitido por el Comisario Sandoval de l a Del egación DGIPBA J unín que reza: “En la fecha, siendo aproximadamente las 7:00 hs. En circunstancias que en el local del Destacamento MORSE, el encargado del mismo, Ofl. Sub Insp. Leg 193.917 MIGUEL ÁNGEL ALMIRÓN; el Ofl. Sub Insp. Leg. 185.471 JULIO A. ESTELRICH y el Ofl. Insp. Leg. 146.901 FRANCISCO SILVIO MANZANARES de la dotación de la Delegación D.G.I.P.B.A. Juní n, se hallaban interrogando sospechoso detenido JOSÉ ALBERTO LUNA [continúan sus datos personales] que resultaba ser delincuente subversivo de la O.P.M. “E.R.P.”, al proceder a trasladarlo al calabozo, logra zafarse de sus custodios apoderándose de una escopeta marca “High Standard” propiedad particular del Ofl. MANZANARES y revólver particular del Ofl. ESTELRI CH, abriendo fuego e hiriendo al mencionado MANZANRES en el cráneo y a ALMI RÓN en pierna izquierda y mano derecha, dándose a la fuga con la escopeta…”. Dicho informe, se encuentra fechado 28 de enero de 1977 y surge del mismo que del h echo ha tomado conocimiento el “área militar”. Asimismo, la permanencia de Luna en tal sitio f ue destacada en una copi a del peri ódico “La Verdad”, del 29 de enero de 1977 –la cual se encuentra reservada en Secretaría-, en el cual surge una crónica ti tulada “Luego de herir a dos policías huyó un extremista en Junín”. Allí decía que José Alberto Luna, quien se encontraba deteni do en la locali dad de Morse, “a las 7 103 de la mañana […] se fingió indispuesto y pidió permiso para ir al baño, aprovechando para desarmar a un policía al que hirió, haciendo lo propio con otro que acudió al oír el disparo”. A la vez, y tal como se detall ará en el desarroll o de su caso, numerosos testi moni os de personas que estuvi eron ilegalmente detenidas en la Comisaría 1ª de J unín recordaron q ue en una oportunidad se presentaron en el sector calabozos Manzanares y Al mirón, qui enes hicieron ref erencia a que se había fugado de “Morse” un “subversivo”, razón por la cual fueron someti dos a gol pes por parte del person al policial, a la vez que el detenido, previ o a fugarse, les habría disparado con un arma de fuego, constatando l os detenidos las lesion es evidenciadas por los nombrados (al respecto ver las declaraciones de Silva, Vega, De Mi guel , Di Sábato y Liggera) . Aparte del cauti verio que Luna habría suf rido en el Destacamento de Morse –hecho q ue se encuentra probado con un alto grado de certeza-, surge el testimonio de Susana N. Bogey, el emento éste que permite determinar también su cautiverio en este lugar; conforme se explicará en detalle en el sigui ente punto. Boggi e, en la inspección ocular llevada a cabo el pasado 5 de marzo, refirió haber estado en este sitio, recon ociendo l os calabozos, previa descri pción que hizo de éstos. Si bien no escapa al conoci miento del suscripto que la descri pción global aportada por la testigo, no es coincidente con la distribución de l os ambientes del citado Destacamento, en la misma inspección judicial l levada a cabo, se pudo apreciar la posi ble modificaci ón que se habría hecho en el lugar, con posteri oridad a la fech a de los hechos. De lo que se sigue, en ese caso, la adecuación de la descripci ón que efectuara Bogey, a la estructura del Destacamento Morse para la época de los sucesos investigados. Reitero en este tramo que Susana N. Bogey en su declaración de fs. 68/71 mencionó que aproxi madamente el 8 de j ulio de 1976 “[d]e la Comisaría Primera la llevan a lo que supone que fue Morse (esto charlando con otros presos), la llevaron con alguien más, que no abrió la boca, y la dicente no sabe quién era [...] habrá estado en este sitio un par de días vendada, esposada de pies y manos y ambas esposas atadas entre sí. Cuando estaba allí puede haber sido el 9 de julio porque le dieron de comer porque era fecha patria. Una vez vio unos «calabocitos» y un bañito, había movi miento de gente, pero no escuchó ni gritos ni quejas como de torturas. La dicente estaba sola y gritaba preguntando qué le iba a pasar y nadie contestaba. En ese lugar no le preguntaron nada, podría haber sido una comisaría, pero era un lugar pequeño, no era una cárcel ”. Al respecto, en la ampliación de su testimonio recibido en esta sede precisó: “...me llevan a un lugar, relat ivamente cercano a Junín, por el tiempo 104 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario de viaje, serían entre 20 ó 30 minutos. A mí me da la sensación que en este traslado subieron a otra persona en el auto [...] Al llegar, me introducen a un calabozo, allí a veces estuve vendada y a veces no, adentro del calabozo la venda me la sacaron, pero me dejaron esposada de pies y manos para atrás en una cama de cemento, por la dureza y el frío. Yo gritaba que quería sab er dónde estaba, que quería hablar con alguien y nadie se identificaba. En un momento pido ir al baño, ya me lo habían negado varias veces, y a la noche una persona dijo que me iba a l levar pero que era bajo su responsabilidad, que no lo comprometiera. Me lleva al baño, sin la venda, había un pasillito, donde había al menos dos calabozos, ahí pasamos a un ambiente más grande, tipo ofici na y después de esto estaba el baño. Era un baño chi co, creo que no tenía inodoro, era tipo letrina, no recuerdo haber visto una ducha. Él me esperó en la puerta y me volvió a llevar al calabozo. Éste era de mediana estatura, 1.70, fornido, morocho, 40 años más o menos, estaba de uniforme, con uniforme de la Policía. No escuchaba ruido de tránsito, debía ser un área rural. Después, USO OFICIAL hablando con otros detenidos supuse que estuve en Morse. Además ellos me decían que yo ya había pasado por ahí, que conocía el lugar, y mis suegros tenían ahí una fábrica de quesos. Yo a la Comisaría de Morse no fui nunca, por l o que no sé si ése es el lugar donde estuve”. Con respecto a Daniel Walter Gómez, la inspección judi cial llevada a cabo logró desechar la posibili dad concebida en cuanto al cautiverio del nombrado en este sitio, habiendo si do el mismo Gómez concluyente en cuanto a su no recon ocimiento del l ugar. Vale resaltar de todas formas, a modo de ilustración, que Daniel Walter Gómez f ue ilegalmente deten ido el 23 de septi embre de 1976, mantenido en cautiverio en distintos lugares hasta ser legalizado y trasl adado a la Unidad Penitenciaria de Mercedes. Ya al ojado legal men te en tal l ugar, aproximadamente en el mes de diciembre fue trasladado encapuchado a un lugar donde fue fuertemente torturado y permaneció alojado por aproximadamente un mes hasta que f ue n uevamente ll evado a la UP de Mercedes. En su testimonio Gómez señaló que tal lugar de ilegal cautiverio podría ser el Destacamento de Morse. Textual mente Gómez a fs. 2297-300 dijo: “… un día, en el recreo diario me viene a buscar personal de la cárcel, me llevan hast a prácti camente la salida, me hacen poner contra la pared y me vendan los ojos. Me hacen girar sobre mí mismo varias vueltas, para marearme y me cargan en el baúl de un auto. Esto habrá sido a las once de la mañana. El auto habrá caminado dos o tres horas, no menos de eso, me sacan del auto y me depositan dentro de otro calabozo. Todo esto sin tomar agua, si n i r al baño, cuando llegué yo estaba todo orinado. Yo estaba esposado con las manos para atrás, y con cinta adhesiva en los ojos, una cinta 105 engomada. Se me hizo después una infección terrible en la vista por tenerla tanto tiempo. Cuando llega la noche vi en el primer interrogatorio”. Y continuó su relato: “Me llevan a otra dependencia, me desnudan, me atan a un elástico de cama de metal de pies y manos, me ponen una toalla mojada arriba del abdomen y ahí me empiezan a picanear. Yo creo que habría cuatro personas ahí, por las voces. Alguien me tomaba el pulso, seguramente para ver si podía aguantar […] además del médico, reconocí por la voz al comisario Penna, su voz era inconfundible. No tengo dudas que el que manejaba el interrogatorio era él […] A mí me torturan más o menos durante una semana, la primera, después estuve más o menos un mes ahí […] Yo supongo que ellos eran de Junín, porque estaba el comisario y ellos venían especialmente para eso. Fueron todas las noches durante una semana, para mí llegaba la noche y era terrible. Las otras tres semanas que estuve ahí me tuvieron siempre encerrado y vendado. Me sacaron una sola vez la venda, la hora antes de que me devuelvan a la cárcel. Me hacen poner de espalda hacia una pared, me sacan la venda y me ponen como un banquito y me hacen firmar unos papeles, claramente no tengo la menor idea de lo que estaba firmando, me vuelven a vendar y me cargan de nuevo en el baúl del auto y me llevan nuevamente a Mercedes”. Con rel ación a l a identificación de este CCDT recordó: “yo creí que era el Destacamento de Morse, hablando con otros compañeros sabía que ése era un centro clandestino y por las caracterí sticas generales del l ugar. Yo siempre estuve vendado. Cuando lo fui a ver en la inspección ocular no pude afirmar que sea ése el lugar donde me tuvieron detenido, reitero que estuve siempre vendado. Yo al Destacamento de Morse había ido en otra oportunidad y me había parecido que ése era el lugar. Tan vendado estuve que cuando me vio un médico en la cárcel me dijo que evite la luz, la claridad, porque tenía un dolor terrible en los ojos. Es por esto que no puedo asegurar dónde estuve. Durante ese mes siempre estuve en el mismo lugar, era un calabozo de 1 por 2 m. más o menos, con puerta metálica. Yo me daba cuenta cuando era de día y cuando de noche, por lo que supongo que habría alguna ventana. Yo era el úni co detenido ahí. Durante el día no se escuchaba nada. Para ir al baño había una persona que estaba cargo, yo gritaba y el t ipo me sacaba del calabozo y me llevaba a un baño. No estaba muy lejos pero no puedo precisar, tenía un inodoro, no era una letrina. Creo que una vez me bañaron, en ese mismo baño, me tiraron agua con una manguera. El lugar donde me llevaban a torturarme era cerca del calabozo, no recuerdo haber hecho mucho recorrido, se notaba que era un lugar chico. Durante el día se escuchaba que pasaba algún auto, pero no muy cerca. No se escuchaba ruido de gente, no parecí a un lugar público. Todo esto fue en diciembre de 1976, hacía calor”. A esta altura del análisis no puedo dejar de señalar que a fs. 772 obra una inspección judicial sobre el destacamento de Morse realizada por el 106 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario entonces juez de la causa Dr. Plou con la presencia del testigo Gómez. El acta de dich o acto j uri sdiccional se encuentra glosada a fs. 772 y se lee: “…constatamos una casa vieja, de aproximadamente 1930, que originariamente tenía tres pequeños calabozos, de aproximadamente 1 metro de ancho por dos de fondo, con cama de cemento y una puerta de madera gruesa con una pequeña ventana alta, enrejada, uno de ellos habría sido destruido hace aproximadamente diez años para ampliar la cocina. El testigo se movió libremente por todo el lugar, adentro, jardín y patio y afirma que no puede reconocer nada”. A su vez, la inspección ocul ar practicada por el suscripto y el testigo Gómez –fs. 2946/8- fue concluyente en cuanto a que el nombrado, no estuvo al ojado en di cho lugar. A parti r de la inspección judicial llevada a cabo, finalmen te se logró conclui r que el testigo Gómez no habría estado alojado en este lugar. USO OFICIAL Con respecto a la testigo Susana Bogey, como se adel antara, la misma f ue concluyente en cuan to al reconocimiento de este siti o. Reitero que si bien los dichos vertidos por la nombrada en un principio, no habrían si do coincidentes con la estructura o di stri bución del Destacamento Morse, lo cierto es que la testigo f ue determinan te en cuanto al reconocimiento del sitio; y que el paso del tiempo juega a favor de la posible reestructuraci ón edilicia de la dependencia, circunstan cia que nos acerca a la hipótesis mantenida. En función de tal es extremos, habré de tener acreditado –tal como se expondrá en el Considerando referido a “Hechos Imputados”, el cautiverio de Bogey en este siti o, para l o cual tengo en cuenta asimismo que la nombrada previamente a ingresar a los calabozos, l os describió tal cual eran, con la distruibución interna por ell a recordada. En definitiva, en lo que atañe a la imputación q ue se erige en autos, qui en resul tará cautelado por los sucesos acaecidos en el Destacamento Morse será Ángel José Gómez Pola, quien se desempeñó como Jefe del Área 131 durante el período en el cual se ti ene acreditado que permaneció cautivo en este sitio J osé Alberto Luna, y la testigo Susana Bogey; a la vez que el cautiverio de Bogey en este siti o habrá de ser imputado a Almirón, con respecto a quien en la resol ución de fecha 30 de diciembre pasado, se dictó su falta de méri to en virtud de no haberse aún acreditada l a estancia de la testigo en este si tio. 3.4.1. La inspección Judicial llevada a cabo por este Tribunal Más allá de q ue el resultado de la dili gencia practicada por el suscripto el 5 de marzo de 2009 no ha permitido la acredi tación del cautiverio del testigo Daniel Walter Gómez, vale mencionar que como h e adelantado, tal 107 diligencia sí ha permitido la acreditaci ón de este sitio como aquel en el cual estuvo detenida Susana Noemí Bogey, obrando a fs. 2946/8 el acta labrada oportunamente. Al respecto, he de tener en cuenta que a dicha dili gencia asistieron los testigos Daniel Walter Gómez y Susana Noemí Bogey. En dicha oportunidad Gómez relató “que estuvo en un lugar que aún no ha podido identificar, ya que si bien su traslado fue realizado en horas del día, lo hizo con los ojos vendados; circunstancia esta que le ha impedido reconocer uno de los sitios en los que estuvo detenido”, ante l o cual la testigo Bogey mencionó “que este lugar tenía un sector de calabozos, el cual contaba específicamente con dos sitios destinados a este fin, una sala central y baños. Recordó que cuando llegó al calabozo la destabicaron, y que el trecho desde el ingreso hasta llegar al calabozo fue corto” Luego, conforme surge del acta labrada en la citada oportun idad “Ingresamos a lo que sería la parte de atrás del Destacamento, por la entrada de autos, la cual se encuentra a la derecha del inmueble, hacia un parque de aproximadamente cinco metros de fondo por ocho de ancho. En la parte posterior de la dependencia, nos encontramos con dos cal abozos ubicados linealmente uno al lado del otro y a la intemperie; es decir, que los mismos comparten la pared del fondo de la edificación, el acceso a los mismos es por afuera. Sin embargo, en la parte que rodea los calabozos se percibe como una pequeña galería con techo, sostenido por columnas y con piso de cemento, pudiendo a raíz de estas características presumirse que en algún momento pudo estar este sitio edificado. La puerta de ambos posee una pequeña ventana cuadrada, de 20 cm. aproxi madamente, con pequeñas rejas”. En dicha oportunidad Bogey, previ amente a la apertura de las puertas de los calabozos, recordó que “el calabozo era rectangular y que tenía un camastro de cemento a la derecha” y luego que “reconoce asimismo la puerta del que habría sido el sitio donde permaneció en cautiverio, refiriéndose al calabozo de la izquierda –vistos de frente- y vuelve a reafirmar que a la época en la que estuvo detenida, había dos calabozos. Gómez, por su parte, dice no reconocer el sitio; agrega que estuvo siempre tabicado y esposado atrás”. En cuanto a los ci tados calabozos, surge de tal acta “Se trata de un lugar de aproximadamente dos metros de largo por un metro y medio de ancho, de color gris. Posee una altura de tres metros, aproximadamente. En la parte derecha del ingreso, vemos una especie de tarima de cemento, sin colchón, que haría las veces de cama. No posee luz eléctrica y la visibilidad dentro del sitio es escasa”; en tal oportunidad testigo Bogey dijo reconocer tal es sitios, surgi endo específicamente: “reconoce este sitio como aquél en el cual habría permanecido en cautiverio, e incluso reconoce el escaso espacio que quedaba entre el camastro y la pared, lo cual impedía el mínimo tránsito por el mismo. Agrega que en este sitio, el día 9 de julio de 1976, le dieron de comer unos pedacitos de asado”. 108 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Pos su parte, Gómez señaló “que el tamaño concuerda con el sitio en el que estuvo detenido, mas recuerda que tal sitio no tenía camastro; por lo que durante su cautiverio, debió permanecer en el suelo”. En cuanto al sitio en el cual se encuentran los baños, surge en tal acta: “Se encuentra ubicado en la parte posterior de los calabozos, con los cuales comparte la pared del fondo. Se trata de un sitio de aproximadamente un metro y medio de ancho por tres metros de largo. El baño cuenta con un inodoro y un lavabo, ambos en un estado muy precario”. La testigo Bogey recordó que el baño del sitio en el que estuvo detenida era muy precario [y q ue] podría ser éste”. Sin embargo, conforme surge en la misma acta, se recordó en tal diligencia “la descripción que hubiera hecho la testigo en anteriores declaraciones, en las que sostuvo que desde los calabozos traspasaba una sala y luego arribaba al baño, lo cual en principio no coincidiría con el trayecto que debi era haber para ir a USO OFICIAL tales baños. Ante ello, la testigo ratifica sus anteriores declaraciones”. A continuación, se i ngresó a la dependencia propiamente di cha por una puerta lateral, ubicada al fondo del Destacamento; y por ella a un hall de distribución de aproximadamente dos metros y medio por cuatro metros de largo, el cual cuenta con tres puertas ubicadas paralelamente al acceso, y una arcada que desemboca a un pasillo que nos l leva a la puerta principal del l ugar. En la mi sma acta se dejó constanci a de lo siguiente: “Ya ingresando en uno de los ambientes, específicamente, en aquél que se encuentra más cercano al sector de calabozos, la testigo Bogey reconoce este sitio como uno donde había un escritorio donde había gente. Se trata de un ambiente rectangular, de tres metros por cuatro, aproximadamente, que cuenta con un escritorio. Este sitio desemboca en una coci na pequeña, de tres m etros de largo por uno y medio de ancho aproximadamente. Se trata de una construcción que parece reciente, ya que el cielorraso de la misma es de madera, a diferencia de los otros amb ientes, en los que los mismos son de concreto. Todo ello hace suponer que en este sitio pudo haber existido una galería y que la pared ubicada a la izquierda, en la galería de los calabozos –mirando de frente los mismos- podría no haber existido en aquel momento, lo cual ubicaría al baño –con ref erencia al que está en el interior de la dependencia- a una di stancia que podría coi ncidir con la descripción que efectuara la testigo en sus anteriores declaraciones”. Luego se consi gnó en la misma acta: “La testigo Bogey recorre el lugar y afirma no reconocer el baño que se encuentra dentro del Destacamento, sin embargo se observa que el mismo podría encontrarse modificado. Señala que el de aquella época era más precario, mientras éste es muy nuevo [...] refiere Bogey que éste es el sitio donde estuvo detenida y q ue luego de ser liberada y hasta este momento, nunca vol vió a regresar a este lugar. Una de sus referencias para 109 sustentar su afirmaci ón es la distancia, ya que su marido era de la localidad de Morse”. Como se asentara, el determinante reconocimiento de la testigo Bogey del l ugar de los calabozos, sumada a la específica descri pción que efectuara la nombrada previamente a ver los mismos, la cual fuera coincidente con estos; como asimismo la posible reestructuración que el Destacamento podría haber sufrido, la cual haría posible l a coincidencia de la restante descripción brindada por Bogey; alcanzan para acreditar su cautiverio en este l ugar. 3.5. La Unidad Regi onal VIIIª de Junín Por otro l ado, así como se ha realizado en el presente Considerando la descripci ón de los si tios que integraron el circuito de detención de la Subzona 13, tratándose específicamente de la Comisaría 1ª de Junín, la Unidad Penitenciaria nro. 13 de Junín que se encontraba en construcción, y el Destacamento de Morse; resta mencionar que a raíz de la inspección judi cial llevada a cabo el pasado 5 de marzo pasado, se ha acredi tado que l a Unidad Regional citada también ha hecho las veces de centro cl andestino de detención. En el acta labrada oportunamente surge que se ha constatado en la diligencia q ue se trata de una edificación de dos pl antas, con una entrada principal que en su parte superi or presenta un escudo que l a identifica como la Jefatura Departamental de J unín; se encuentra ubicado a escasos metros de la DDI de J unín, an tiguamente segunda entrada a la Comi saría 1ª de Jun ín. Separan a ambos edi ficios una entrada de autos. Luego, la testigo Susana Bogey, presente en la citada diligencia – cuya acta obra a fs. 2940/1- mencionó reconocer este lugar como aquel en el cual estuvo detenida ilegalmente, en estos términ os “Ya en la entrada la testigo Susana Bogey reconoce el lugar como aquel que mencionara en sus declaraciones anteriores al que fue llevada luego de ser i legalmente detenida en Venado Tuerto. Refirió que fue llevada a tal lugar sin ningún tipo de vendaje en los ojos por lo que lo reconoce fehacientemente, fue en la puert a de este lugar que pudo reconocer a un agente de apellido Rol dán, quien declaró en las presentes actuaci ones y que según dichos de la testigo se encuentra fallecido”. Agregó l uego “de ahí giramos a la izquierda y me meten en una oficina que daba a la calle, donde me encapucharon y me taparon los oídos con algodón”, dejándose constancia en dicha acta de la existenci a de un amplio pasillo con un tabi que divisorio y un escritorio redondo; aclaró luego la testigo: “antes se gi raba di rectamente para ingresar a la referi da oficina”. Se dejó asimismo constancia en dicha acta de que el tabi que referi do evidencia ser propio de una construcci ón nueva, y que pasada dicha 110 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario pared di visoria, girando a la izqui erda se observa una escalera de mármol y luego una oficina con un cartel que reza “Sub Jefe Departamental”. Este siti o fue recon ocido por l a testigo como la ofi cina que mencionara anteriormente, donde la sentaron en una silla y le ven daron los ojos hasta la noche de ese mismo día aunque, dijo Bogey “debajo de l a capucha los tiempos son imprecisos”. Asimismo refi rió la testigo en la citada oportunidad, que “luego la subieron por una escal era, vendada, giraron a la izquierda y fue introducida en una oficina donde fue interrogada. En cuanto a l a pl anta alta del l ugar, men cionó Bogey creer que se trata de la misma y en cuanto a la oficina que posee cartel q ue reza “Sala de situación”, mencionó: “yo estaba en un sil lón, enfrente de mí estaban los que me interrogaban, no pude ver nada, acá fue donde la persona que mencioné me acercaba la estufa a la cara diciendo que yo sabía más cosas y que me i ba a quemar”, con USO OFICIAL referencia a Luciano Guazzaroni, con respecto a quien dij o “si bien no l o pude ver lo reconoció por la voz, ya que era una persona que conocía anteriormente, era el novio de una amiga y era una persona conocida en Junín. Recordó: “él usaba una violencia excesiva, el resto de los q ue estaban ahí lo frenaron, él me dijo que no me haga la tonta, que me iba a quemar. Pasaron treinta años, yo en ese momento tenía veinte años y no vivía en Junín, yo tuve la sensación de que era él, me decía que Imelde (Sans) estaba ahí y ya había cantado, yo no compartí cautiverio con nadie”. Refirió la testigo Susana Bogey que estos f ueron los únicos l ugares en los que permaneció cautiva. Las constancias men cionadas sirven para la acreditación del uso de este siti o, en el cual funcionaba la U nidad Regional VIIIª de Junín, como centro cl andestino de detención. En la anteri or resol ución dictada en fecha 30 de dici embre de 2009, se dejó constancia de la sospecha del uso de este si tio como centro clandestino de detención, extremo q ue l ogró verificarse al ll evarse a cabo la inspección judicial , el pasado 5 de marzo, acto en el cual la testigo Bogey reconoci ó este si tio como aq uel en el cual estuvo il egalmente detenida. Asimismo, se suman a tal reconocimi ento dos fundamen tales elementos que permiten acreditar la pertenencia de este sitio al ci rcui to represivo visi ble en la Subzona 13. En ef ecto, tengo en cuenta la relaci ón de subordinación entre la Unidad Regi onal y las restantes dependencias policiales del ci rcuito; como asimismo la existencia de personal que prestaba servici os en la Comisaría, con destino f ormal en la Unidad Regional ; como también que la testi go Bogey estuvo detenida en otros centros clandestinos que integran el circuito. 111 En lo que atañe precisamente a l os datos de ubicación y autoridades de la Unidad Regional , tengo en cuenta que la misma se encontraba asentada en la intersección de las calles Quintana y Gandini, de Junín, provincia de Buenos Ai res; y q ue conforme a lo i nformado por el Ministerio de Seguridad a fs. 2026, f ueron sus jefes entre 1976 y 1978 los Comisarios Mayores Eduardo Paterno, David Tabel, José Benigno Lorea y Francisco Marturano. Asimismo, allí f unci onaba la Del egaci ón de la Di recci ón Gen eral de Inteli gencia, cuyo jefe en el período 1976/ 8 fue el Comisari o Fermín Heriberto Sandoval –fallecido según con stancias de fs. 2890/ 2-. Como se ha adelantado, las constancias arrimadas hasta el momento permiten advertir que la Unidad Regional operaba como dependencia superi or jerárquicamente a la Comisaría 1ª de Junín, a la vez que el Destacamento o P uesto de Vigilancia “Morse”, se encuentra subordinado a la Comi saría ci tada. Ya he puesto de resalto la participaci ón de la DIPBA en la represi ón ilegal en distintos autos de mérito ( resoluci ón de f echa 19 de junio de 2007 en el marco de la causa 11.758/ 06 y recientemente el auto de mérito dictado en el marco de la causa 7273/06 el 1° de octubre del corriente año) . En lo que respecta a la Subzona 13, la Comisión Provincial por la Memori a remiti ó cuantiosa documentaci ón que acredita la vinculación de la Unidad Regional VIIIª , la Comisaría 1ª de Jun ín y del coman do de la subzona en el accionar represivo desplegado durante la última di ctadura militar, documentación q ue se encuentra reseñada en el informe glosado a fs. 779/803; y sobre la cual en particular me expl ayaré en el Considerando Quinto –punto 2-. La primera mención a la utilización de l a Unidad Regi onal como centro clandestino de detenci ón surge de la presentaci ón efectuada por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires a fs. 1/29. Allí se denunció que en dicho sitio habría permaneci do ilegalmente detenido Alberto Pedro Silva. En la presentaci ón de referencia obran copias certificadas del testimonio brindado por Sil va ante la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, quien manifestó: “... esta persona l o tomó del brazo, y lo deja en la puerta, lo suben a un auto y lo llevan a dar una vuelta, pero se dio cuenta q ue le llevaban de vuelta a la 1ª por otra puerta. Lo suben al 1° piso con una capucha y lo interrogan. Le preguntan por un tal Benito de Miguel y lo torturan”, por lo q ue concluyen que permaneci ó dependencia. 112 ilegalmente detenido en dicha Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario No obstante, en las declaraciones prestadas en la presente causa (fs. 48/9 y 1767/72) Silva no mencion ó haber sido al ojado en la Unidad Regi onal VIIIª de Junín. Sin embargo, ya se ha acreditado que la Comisaría 1° y la Unidad Regional se encuentran emplazadas en la misma manzana, y que ambas dependencias poseen un acceso interno entre ellas. Luego, prestó declaración testimonial Susana Noemí Bogey (fs. 68/71 y fs. 1810/4) quien hizo mención a haber estado il egalmente detenida en la Unidad Region al bajo análisis. En el pri mer testi monio citado dijo que luego de ser detenida en Venado Tuerto: “... la trajeron a la Unidad Regional , allí le pusieron una capucha. Le dijeron que estaba ahí y que estaba Imelde [Sans] y las extorsionaban a una y otra diciendo que la otra había dicho tal o cual cosa. Ahí la torturaron más psíquicamente que físicamente, vendada y con pies y manos esposadas, no más de dos o tres días. La amenazaban con quemarl a con una estufa USO OFICIAL eléctrica en la cara [...] la amenazaban con que le iba a pasar algo a su hijo o a su familia. Sólo alguien se identificó como un familiar lejano, «Chacho» Roldán, era funcionario de la poli cía... pero iba todos l os días a su casa a preguntar si sabían algo de ella, a pesar de que la custodiaba”. Al declarar ante esta sede, amplió este hecho de la sigui ente manera: “[m]e ponen en una celda y al rato vienen a buscarme efectivos de las fuerzas conjuntas, de la Unidad Regional de Junín. Ahí escucho una discusión a viva voz en que increpaban al Comisario el hecho de haberm e blanqueado, el Comisario invocaba la legalidad y los otros invocaban causas superiores a esas formalidades. Me sacan de la celda y me tiran abajo, en el piso del auto. Yo a las personas estas las pude ver, eran dos tipos grandotes, yo digo que eran agentes de la Unidad Regional porque ellos me dijeron que allí me llevaban. Me estuvieron intimando todo el viaje, que no me iba a poder escapar. En el auto estoy tirada en el piso del asiento de atrás estaba esposada y no estaba vendada. No veía porque iba en el piso del auto”. “Me llevaron hasta la Unidad Regional de Junín, al entrar identifico y me identifica un agente de la policía Roldán, él prestó testimonio en la causa. Yo veo que entro en la Unidad Regional. Al ent rar me ponen una capucha, me tapan los oídos yo sigo con estas dos personas, dieron una vuelta como en «U» a la derecha, y me llevan a una pieza que daba a la calle, por los ruidos que se sentían. Ahí se escuchaban conversaci ones de un hombre y de una mujer. Con el tiempo llegué a pensar que era para que yo lo escuchara, que era intimidatorio. Escuché que decían que Imelde ya había hablado todo, que yo iba a hablar enseguida. A la noche de ese mismo día fue el interrogatorio. Me sacan de la habitación donde estaba, me ponen una venda y me sacan la capucha, eran por l o menos dos personas. Me sacan de esta habitación y bastante cerca me hacen sub ir una escalera y m e meten en otra habitación. Ahí me interrogan otras personas, en tono intimidatorio, en todo 113 momento haciendo prevención de que no mintiera que ellos a mi marido ya lo habían chupado y no lo iba a poder salvar, que no me olvidara que mi familia estaba afuera, que ya habían ido una vez y que podían ir más veces. Me preguntaban por actividades políticas, sindicales, por nombres de gente que conocía y gente que no conocía. Me decían q ue tenían fotos de mi marido llevando la m anija del cajón de dos abogados que hab ían muerto en Chivil coy, creo que se llam aban Del Vito y Capetini. Y también en Junín cuando enterraron a Fabián López. Yo no sé si mi marido había ido a est os entierros. Me amenazan con pegarme, con hacerle algo a mi familia y me amenazan con quemarme con una estufa [...] Al tiempo me devuelven a la habitación donde estuve primero y después a algo que sería como un patio, se notaba que era un espacio abierto e interior. Durante el día que estuve la Unidad Regional estuve siempre con capucha, con las manos esposadas. Me parece que no me dieron de comer, ni de beber. No pude ir al baño. Estuve sola”. Asimismo la testigo refirió no haber vuelto a entrar en la menci onada dependencia policial. A raíz del testimonio de Bogey se le recibió declaración testimonial a Ismael Esteban Rondan, q uien reconoció apodarse “Chacho” y coincidió con lo dicho por Bogey en el hecho de haber prestado funciones en la Unidad Regional de Jun ín en el período de referencia. Si bien manifestó conocer a Bogey por ser ella una pariente de un primo, negó haberla visto detenida. Como se mencionó anteriormente, Susana Bogey al momento de llevarse a cabo l a medida judicial citada, reconoció a este siti o, como aq uel en el cual estuvo cautiva. Otra persona que mencionó haber permanecido ilegal mente detenida en la Unidad Regi onal f ue J orge Raúl Cerutti, q uien declaró por exhorto desde la ciudad de Viedma, P rovincia de Río Negro, a fs. 1348-50. Si bien la privación il egal de l a libertad que suf riera Cerutti no es objeto de imputación en el presente resol utori o en la medida en que no se encuentran claras las ci rcunstan cias de tiempo, modo y lugar en que fue detenido, sus dichos resultan relevantes a fin de sumar indicios acerca del funcionamiento de un CCD en la Unidad Regional bajo análisis. Así, a preguntas formuladas por el entonces juez de la causa dij o haber si do detenido en las primeras semanas de 1977 y que l uego de permanecer ilegalmente cauti vo en dos si tios no identificados “fi nalmente termina en lo que después se ent era era la Unidad Regional de la Policía mencionada de J unín lugar al que llegó desde el 2do. lugar luego de unos 15 minutos de viaje, siendo éste el lugar de alojamiento previo a la Cárcel de San Nicolás, donde fue llevado”. Luego acl aró que identificó el mencionado CCD de la sigui ente forma: “la Unidad Regional la identifica a l os dos días, alguien con uniforme de la 114 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Policía de la Prov. l e trae agua, y es quien a su pregunta le dice donde se encontraba”. Mencion ó haber estado detenido all í sol o y haber sido someti do a interrogatori os en el lugar. Los testi monios colectados hasta el momento resultan concordantes entre sí en cuanto al funci onamiento de este sitio como centro clandestino de detención, y como un eslabón más del ci rcuito represi vo visible en la citada Subzona. 3.6. Lógica de los secuestros en el circui to represivo En los diversos autos de mérito q ue he realizado vinculados con los crímenes ocurridos durante la úl tima dictadura militar en la jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército he señal ado que otra de las expresiones del plan sistemático de represión ilegal, la encontramos al ten er en cuenta el criterio de selección que se utili zó para el secuestro de las personas. USO OFICIAL Al analizar la lógica de los secuestros de los distintos CCDT he realizado una labor ardua q ue consi stió en analizar la militancia y pertenencia de las distintas víctimas y así poder reconstruir cuál era el hilo conductor de sus detenciones. Así, en todos los casos señalados se advirtió q ue muchas de las personas que habían sido secuestradas en fechas cercanas e incluso, consecuti vas, no casualmente tenían en común un mismo lugar de trabajo o militancia. Sin embargo, en los casos analizados en la presente resoluci ón se advierte sin mayor dificultad cuál fue el patrón común de las privaciones ilegales de la libertad. A dif erencia del resto de los casos mencionados, en la jurisdi cción de la Subzona 13 fueron más sistemáticos y “ordenados”. Así podemos observar que qui enes f ueron secuestrados en determinada fecha, fueron legalizados el mismo día, median te el mismo decreto y pertenecían al mismo trabajo, sindi cato, agrupaci ón artística o política. Incluso en muchos casos l uego de compartir el cauti verio “legal” en diversas unidades penitenciarias, f ueron liberados el mismo día. Tales hechos, eviden cian con una simplicidad llamativa e inusual la modali dad organi zativa en que eran si stemati zados los secuestros, los que, lejos de ll evarse a cabo en forma espontánea e intempestiva, eran producto de un diseñ o cri minal preexistente, de tareas de inteligencia previas, en la cual los detenidos eran las piezas del rompecabezas que se pretendía armar. De esta manera, puede adverti rse q ue en el circui to de Centros Clandestinos de Detención analizados en el presente resolutorio se destaca la cantidad de detenidos afines al Parti do Peronista, al Movimiento Integración 115 y Desarroll o –MID- y el gran número de delegados sindicales perteneci entes en mayor medida al Sindicato Ferroviari o. He de destacar q ue a lo largo del presente considerando enunciaré casos de personas que no f orman parte del objeto de imputaci ón, en la medida en que en el transcurso de la investigación se ha determinado que algunos de ell os fueron legalizados un os días después, con efecto retroacti vo al momento de la detención , sin que desde el comienzo de la privaci ón de la libertad hasta la fecha de legalización puedan notarse modificaciones sustanciales en las condiciones de detenci ón; ello, en lo referente al caso de “los secuestrados el 18 de marzo de 1976”, los que fueron legalizados el 26 de marzo, con efecto retracti vo al 19 de marzo, sin que – como adelantara- se advirti eran cambios en la modalidad de detención dese el comienzo, hasta l a legalización. También adelanto, que se realizará el desarroll o a título descri ptivo, de los padecimientos de los sindicados como “ferroviarios”, en la medida en que conforme se ha mencionado en esta resoluci ón, los nombrados fueron puestos a disposición del Juzgado Federal de Mercedes, en el mismo momento de la deten ción. -El caso de los secuestrados el 18 de marzo de 1976 Resulta notoria la gran canti dad de personas que f ueron detenidas en la fecha enunciada. Una primera aproximaci ón al motivo de tales secuestros f ue enunciada por Patricio Griffin en su decl aración prestada ante esta sede oportunidad en la que concluyó: “...la detenci ón del dicente se enmarcó en una acción preventiva de las autoridades militares, previas al golpe de estado, en la cual se detuvieron a todas aquellas personas que podían impulsar algún tipo de reacción en contra del golpe militar en ciernes; q ue en el marco de dicho accionar preventivo se detuvieron a aproximadamente 300 personas una franja territorial que va desde Bragado- Chivilcoy y hasta San Nicolás. Que la característica común de todas estas personas fue que se trataba de dirigentes sociales y periodistas. La mayoría de estas personas pasó por el Penal de San Nicolás y luego algunos también estuvieron en Sierra Chica ” (fs. 1774/9). De este numeroso grupo de personas han prestado decl araci ón en el marco de la presente causa el ya men cionado Patrici o Juan Griffin, Héctor Emilio Rosso, Nelson Ramón Coronel y Ricardo Osmar Alegre. Todos ellos fueron contestes en señalar la sucesión de detenci ones ocurridas el 18 de marzo de 1976 y remarcar que a medida que se iban produci endo los secuestros fueron llevados a la Comisaría 1ª de Junín. Pasadas algunas horas y compl etada la can tidad de detenidos programados, fueron llevados en un camión cel ular a la Unidad Penitenciari a de San Nicolás. 116 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Así, Griffin en su declaración testi monial citada recordó: “Mientras se encontraba en la celda pudo escuchar que fueron det enidos Francisco La Blunda y sus hijos Carlos y Héctor [...] q ue en el transcurso de esa mañana pudo escuchar que fueron deteniendo a muchas personas más, aunque no las pudo identificar. Que estando en la Comisaría antes de su identificación pudo notar el movimiento constante de entrada y salida de personas, voces de mando u mucho movimiento [...] Que aproximadamente a las 10 de la mañana del día siguiente a su detención, le vendaron los ojos, le colocaron nuevamente la capucha y lo llevan al patio de la Comisaría, al llegar al patio notó que ya habían sacado a los otros detenidos [...] luego lo subieron a un celular, donde un policía le sacó al venda y la capucha, y lo metió en la leonera del camión. Que en dicho camión había un periodista de nombra Joaquín Álvarez, Ri cardo Alegre –de Chacabuco-, Pedro Díaz – de Chacabuco-, uno de los hijos de Álvarez, y otras personas que no recuerda en este momento. La chapa del celular tenía un pequeño agujero por el cual pudo ver cuando USO OFICIAL ingresaban a un pueblo, pensando que se trataba de Rojas, circunstancia que confirmó al ver la Plaza de la ciudad; que allí, en la Comisaría de la ciudad, subieron a dos personas de dicha ciudad, uno fue Ariel Labrada y una persona de apellido Arechada. Q ue una vez culminado ello, volvieron a salir a la ruta con rumbo a la ciudad de Pergamino. Que en un momento pudo notar que llegaban a la cárcel de San Nicolás” (fs. 1774/9) . Héctor Emili o Rosso, también f ue detenido el 18 de marzo de 1976 y en su declaración de fs. 360/1 apuntó: “...f ue detenido antes del golpe de estado, el 18 de marzo de 1976 por la Policía de Vedia y la de Junín. Sabe que eran de Junín porque la camioneta que paró delante de su casa a las 4 ó 4:30 de la mañana era de Junín y lo trajeron a la Comisaría 1° de Junín, previo pasar por la comisaría de Vedia donde lo juntaron con otro detenido, Joaquín Álvarez, Director del periódico «Alberdi » y juntos los trajeron a Junín [...] Agrega que había también efectivos del Ejército con armas largas apostados detrás de las plantas y acompañaron al móvil que los trasladó hasta esta ciudad [...] En Junín se encontró con otros detenidos Patricio Griffin, a q uien ya conocía, Lab lunda y otros de Chacabuco y Chivilcoy [...] Luego fueron subidos todos a un celular aproximadamente a las 14:00 horas, y salieron para San Nicolás, aunque no se les informó a dónde iban. En Rojas cargaron más gente, entre ellos Juan Pablo Arechaga y el Dr. Labrada, a qui enes no conocía de ant es, sino que los trató en la cárcel”. Por su parte, Nel son R. Coronel q uien residía en la locali dad de Chacabuco recordó q ue l uego de haber si do detenido l a madrugada del día de referencia fue trasladado a la Comisaría de tal locali dad y all í: “…no recuerdo que me hayan hecho un ingreso formal, no me metieron en un cal abozo, creo q ue me dejaron en una sala. Ahí estuve un par de horas. Ahí había otras personas detenidas, estaba Alegre, Sanseverino y me parece que Díaz también, ellos también habían sido 117 detenidos esa noche. En esta sala no nos ataron ni vendaron los ojos, no nos interrogaron ni nos dieron explicación de nada, creo que no nos dejaban hablar entre nosotros. Ahí seguimos estando con la gente del Ejército, no recuerdo haber tenido contacto con policías. Pasadas algunas horas nos meten en un cam ión del Ejército y nos llevan a una Com isaría de Junín. La gente del traslado era la misma que la del operativo de secuestro. Al llegar a la comisaría nos ponen a los cuatro en un patio nos ponen contra la pared, con las manos levantadas y nos tienen así unas cuantas horas. No hubo agresión ni maltrato. Ese mismo día a la nochecita nos trasladan a San Nicolás” (fs. 2292/3). Coincidentemente Ricardo O. Alegre, quien realizó el mismo recorri do de cautiverio de Coronel, en su declaración de fs. 1899/936 al respecto rememoró: “[u]na vez que estuve afuera, estas personas me subieron a un celular de la Policía, sin celdas, pero había también dos camiones del Ejército. Subí al vehículo y ahí me encontré con un compañero de militancia, que estaba ya detenido, «cacho» Dí az”. Fueron trasladados a la Comisaría de Chacabuco desde donde: “[l]uego de que me registraron en Chacabuco, me subieron nuevamente al celular y ahí ya estaban Díaz, Nelson Coronel y Edgardo San Severino –también compañeros de militancia-. En realidad San Severino militaba en la Unión Socialista Municipal o algo similar, pero éramos amigos de toda la vida. Había un quinto compañero, Ernesto Fernández, a quien la esposa de San Severino le avisó que se fuera, porque lo habían secuestrado a su esposo. Salimos de la Comisaría, en el vehí culo iba personal pol icial haciendo el traslado, y personal militar atrás controlando el operativo. Pasamos primero por la casa de Fernández, a quien no encontraron, y yo les dije que estaba de vacaciones en Mar del Plata. De ahí seguimos viaje hasta la Comisaría de Junín”. Ya en la mencionada dependencia policial de Junín: “Lo primero que hicieron fue introducirnos a un patio que estaba al aire libre, enrejado. Ahí ya había aproximadamente 10 ó 15 personas más detenidas, y al lado estaban los calabozos comunes, donde había detenidos políticos”. De información esta manera, acumulada hasta respecto el de este momento grupo puede de detenidos, sistematizarse en la el siguiente cuadro: Fecha de Fecha de Decreto detención legalización PEN Nombre 18/03/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 La Blunda, 18/03/1976 Carlos Luis 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 Griffin, Juan Patricio 118 Circuito Militancia Com. 1ª de Junín - San Nicolás - Sierra Chica Com. 1ª de Junín - San Nicolás – partido peronista abogado sindical partido peronista - - Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Sierra Chica Coronel, Nelson 18/03/1976 Ramón 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 Alegre, Osmar 18/03/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 18/03/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 18/03/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 USO OFICIAL Díaz, Pedro Ricardo Francisco Sanseverino, Edgardo Arechaga, Pedro Juan 18/03/1976 Labrada, Pelayo 18/03/1976 Ariel Álvarez, Armando Antonio Rosso, Emilio Héctor 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 18/03/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 18/03/1976 26/03/1976, retroactiva al 15/76 19/3/1976 Com. de Chacabuco – Com. 1ª de Junín - San Nicolás - Sierra Chica Com. de Chacabuco – Com. 1ª de Junín - San Nicolás - Sierra Chica Com. de Chacabuco Com. 1ª de Junín - San Nicolás – Sierra Chica Com. de Chacabuco Com. 1ª de Junín - San Nicolás – Sierra Chica Com. de Rojas - San Nicolás Sierra Chica Com. de Rojas - San Nicolás Sierra Chica Com. de Vedia – Com. 1ª de Junín - San Nicolás - Sierra Chica Com. de Vedia – Com. 1ª de Junín - San Nicolás - Sierra Chica - U. II La Plata - Caseros - salida Partido peronista Corriente por el Socialismo Partido peronista - Partido peronista - Unión Socialista Municipal director periódico "Alberdi" del Concejal -El “Grupo de los catorce” Otro grupo de detenidos que es dable destacar es el con ocido como “Grupo de los catorce”. Todos ellos fueron secuestrados la madrugada del 24 de enero de 1977 y trasladados a l a Comisaría 1ª de Junín donde fueron introducidos en un camión celular a la espera de que se concluyan las detenciones programadas. Horas más tarde el mismo vehículo se di rigió a la Unidad Penitenciaria nro. 13 de Junín que se encontraba al momento de los hechos en construcci ón. La excepción fue el caso de Benito de Miguel , quien 119 fue secuestrado el 25 de enero y trasladado di rectamente a la mencionada cárcel en construcci ón. Este grupo de personas permaneci ó en tal lugar durante cuatro días durante los cuales f ueron someti dos, en su mayoría, a sesi ones de interrogatori os bajo tormentos, pi cana el éctrica, simul acros de fusilami ento y condiciones de cauti vidad constituyentes del delito de tormentos (al respecto me referi ré in extenso en el considerando octavo, correspondiente a las torturas). Nuevamente hubo una excepción a esta regla que fue el caso de Graciela Ciappesoni, quien f ue li berada el mismo día de su secuestro desde este l ugar. Aproximadamente el 28 de enero del mismo año f ueron nuevamente introducidos en un camión celular y así trasladados a la Comisaría 1ª de Junín lugar en el que permanecieron por aproximadamente 10 a 15 días, destacán dose que todos ell os fueron puestos a disposici ón del Poder Ejecuti vo Nacional mediante el Decreto 325/77 el 7 de febrero de 1977. Desde allí fueron ll evados a la Unidad Penitenciaria de San Nicolás, lugar desde el cual recuperaron su libertad en distintos momentos. Con respecto a la conformaci ón de este grupo es dable destacar que la mayoría de ellos pertenecía al MID –Movimi ento de Integración y Desarroll o- y a la COART –Coordinadora de A rte de J unín-, grupo que como declarara el testigo Ricardo L. Vega en la declaración que será citada infra, reun ía a fotógraf os, actores de teatro, pi ntores, poetas, cantantes y músicos. Conforme quedará plasmado en el cuadro que si gue Armando A. Álvarez, Juan J. Martín, Héctor y Ricardo Vega, Ariel N. de Siervo, Rubén A. Liggera, Normando F. di Sábato, Ana María Rinaldi, Imelde D. Sans y Benito G. de Miguel perten ecían a uno o ambos colectivos señalados. Hasta el momento n o se tienen certezas acerca de l os motivos de la inclusión en este grupo del matrimonio Pajoni, Horaci o Roberto Arce y Alberto P. Silva. Ci erto es que los dos nombrados en pri mer término no pudi eron ser escuchados en la sede del Tribunal –Pajoni se encuentra fallecido y Arce no pudo asisti r a las declaraciones testimoniales fijadas-. Respecto del caso de Silva la propia víctima ensayó una explicaci ón de su detención en su decl aración testimonial. En primer término aclaró: “...en San Nicolás me preguntaron por mi militancia, yo dije que era del MID porque t odos eran de ahí. Yo no tenía militancia política, en otra época había sido del partido comunista, manejaba la prensa del partido, pero mucho tiempo antes. Tampoco estaba en la COART, pero fui uno de los fundadores del Museo de Arte. Pero todo esto fue mucho tiempo antes”. Luego recordó: “[a]l único q ue torturaron en la Comisaría fue a mí. Yo creo que esto tuvo 120 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario que ver con una sociedad que tuve con Dimarco [previamente manifestó que esta persona pertenecía a la Cooperadora de l a Policía] con él tuvi mos un problema societario y era muy amigo de Estelrich, supongo que lo mío tuvo que ver con esto” (fs. 1767/72). Las víctimas de este grupo han hecho referencia, en sus respectivas declaraci ones, a su pertenenci a al MID y/o a la COART y al hecho de haber sido todos traslados j untos a los distintos CCD del ci rcuito. Así Rubén A. Liggera recordó: “Cuando ingresé al celular, había más gente, estaban Di Sábato, Ariel De Siervo, Juan José Martín (quien está fallecido), Ricardo Vega. A este celular lo utilizaron como depósito de personas, en el sentido que nunca l o movieron. Durante l a noche siguió entrando más gente. Allí nos tuvieron hasta la mañana. En un momento, el cel ular comenzó a moverse y nos llevaron a la Cárcel de Junín, actual UP 3, que aún no estaba inaugurada. Una vez USO OFICIAL que llegamos ahí, nos pusieron en celdas individuales […] De allí nos llevaron a la Comisaría 1ª. Nos dieron ingreso, nos tomaron las huellas dactilares y nos fotografiaron […] En la Comisaría 1ª éramos quince detenidos: Juan Martín, Di Sábato, Ricardo y Héctor Vega, Ariel de Siervo, Armando Álvarez, Horacio Arce, un muchacho de Chacabuco con quien luego compartí celda en San Nicolás. Creo que en la Comisaría 1ª estuvimos hasta el 10 de febrero, fecha en la que fuimos llevados a la Cárcel de San Nicolás” (fs. 1838/43). Imelde Sans, por su parte, a fs. 1747/56 mencionó que luego de ser detenida fue llevada a un camión cel ular donde: “…yo pregunté en voz alta quién más estaba ahí, y empezaron a identi ficarse todos. Estaban: Ariel De Siervo, Juan José Martín, el escribano Pajoni y su mujer, que también era escribana, un señor de apellido Arce, otro Silva, Rubén Ligera, Ana María Rinaldi, Héctor Vega, su hermano al que decían «el negro Vega» de nombre Ricardo, y Benito de Miguel, no recuerdo a los otros […] Yo las conocía a estas personas porq ue eran todos del grupo en el que teníamos actividades culturales, a excepción de los Pajoni, que eran escribanos, era toda gente que participaba en la COART, eran mayormente integrantes del coro. Era una movida cultural muy grande, histórica, porque llegamos a participar más de 150 personas, y eso evidentemente molestaba. Al otro día, después haber estado toda la noche ahí, ese camión se puso en marcha y nos llevaron a lo que era Cárcel de Junín que en ese momento estaba en construcción”. Luego refirió q ue fueron trasladados nuevamente a la Comi saría 1ª de Jun ín, lugar en el cual fueron “legalizados”. Ricardo L. Vega también recordó la fami liaridad de los disti ntos detenidos al encontrarse privados ilegalmente de su libertad en el cami ón celular aludido: “[a] hí estaba, según cada uno se iba presentando, Liggera y otros más que no recuerdo, específicamente, pero todos eran de la COART –un grupo que reunía a fotógrafos, actores de teatro, pi ntores, poetas, cantantes, músicos, un grupo 121 de artistas-. Con ell os había estado tom ando un café momentos antes de mi secuestro, y se ve que, al retornar cada uno a su casa, nos fueron deteniendo”. Luego f ue preguntado puntualmente por las personas con las que estuvo detenido apuntó: “estaba mi hermano Héctor Vega –que tenía una imprenta y por eso lo acusaron de repartir panfletos- […] Estaba Ariel Liggera, Imelde Sanz, Di Sábato, De Ciervo, Armandito Álvarez, una chica que f ue mujer de éste último -Ana María Rinaldi-, Pajoni, Benito de Miguel, J uan José Martín –director del coro en el que yo cantaba-, Alberto Pedro Silva –«el flaco» le decíamos-, a mi decían el «negro» Vega. Todos ellos éramos miembros de la COART, excepto Di Sábato y algún otro, pero la mayoría sí eran de la COART”. Luego señaló: “[e]n el patio pude ver a todos los que nombré como detenidos de la Cárcel de Junín, excepto a las mujeres, que quizá las llevaban a otro patio o las sacaban en otro horario” (fs. 1803/9). Otro testimonio q ue resultó sumamente descripti vo f ue el prestado por Ari el N. de Siervo quien a fs. 1738/ 43 dijo: “del grupo de gente que nos detuvieron juntos hay amigos íntimos míos. Con ellos hicimos actividades culturales por un lado y políticas por otro. Mirando el listado que figura en el recorte del diario puedo precisar un poco más. Yo desde muy joven fui afiliado al MID de Arturo Frondizi. Benito De Miguel era el Secretario de la provincia de Buenos Aires del MID y éramos íntimos amigos. Después había otros que de alguna manera se vinculaban con el MID, Martín, Ricardo Vega, por ejemplo. También había otros que eran de la COART, Martín, Liggera, Álvarez, Vega, Sanz. Se dice que por nosotros intervino directamente Frondizi, porque De Miguel era el tercero del MID, parece que habló directamente con Suárez Mason pidi endo por él. Esto puede haber sido así porque de repente se cal mó todo, nos blanquearon”. Finalmente he traer a colaci ón el testimonio prestado por Normando F. Di Sábato, quien al igual que el resto de los nombrados recordó que luego de ser secuestrado fue introducido en un camión celular donde: “percibí voces, nos empezamos a identificar y me encuentro con que había muchos conocidos: estaban Rubén Liggera –amigo desde hacía mucho t iempo-, Juan José Martín –a quien conocía del ambiente artístico, él era director del coro, además la mayoría teníamos militancia política en el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID)-, Ricardo Vega «el negro» y Ariel De Siervo, ambos cercanos también por el ambiente artístico y por la militancia en el desarrollismo. Ellos son los que recuerdo, pero éramos muchos más, creo que el celular estaba lleno. De hecho, eso duró unas horas, lo fueron llenando de a poco y recién después nos trasladaron” (fs. 1844/53). A su vez, de la prueba documental aportada por el Archivo Provincial por la Memori a que se encuentra reservada en Secretaría, la cual está compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, en el Legaj o 7511, 122 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Carpeta Varios, Mesa DS, surge lo sigui ente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de D efensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversivos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicili o en esta ciudad y la zona [ ...] se llega al convencimiento total de que en esta ciudad, estarían actuando elementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] q uien luego de un intenso interrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la integración de la misma...” “...[C]on la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los USO OFICIAL delincuentes subversivos que seguidamente se mencionan: DE SIERVO Ariel Nelson [continúan sus datos personal es]; MARTÍN Juan José [conti núan sus datos personales]; DI SABATO, Normando Federico [continúan sus datos personales]; VEGA, Ri cardo Luis [continúan sus datos personales]; ÁLVAREZ, Armando Antonio [continúan sus datos personales]; RINALDI, Ana María [continúan sus datos personales]; De Miguel, Beni to Gorgonio [conti núan sus datos personales]; LI GGERA, Rubén Américo [continúan sus datos personales] ; SANZ DE PERIS, Imelda Digna [continúan sus datos personales]; SILVA, Alberto Pedro [contin úan sus datos personales]; VEGA; Héctor [continúan sus datos personales]PAJONI, Víctor Edmundo [continúan sus datos personales]; ARCE, Horacio Roberto [continúan sus datos personales]”. “Que las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encontrándose los detenidos alojados en la Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Mili tar” (fs. 318/9). Finalmente, es dabl e destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, todos los nombrados –a excepción de Graciel a R. Ciappesonipasaron a ser deteni dos a di sposición del Poder Ejecutivo Nacional (cf r. fs. 1866/8). Así, respecto de este grupo, la información obtenida puede graficarse en el si gui ente cuadro: Fecha de Fecha de Decreto liberación o Circuito detención PEN legalización Ciappesoni, camión celular 24/01/1977 25/01/1977 n/c Graciela Raquel - UP 13 camión celular Álvarez, Armando 24/01/1977 07/02/1977 325/77 - UP 13 - Com. Antonio 1ª - San Nicolás Nombre 123 Pertenencia s/d COART MID - - La Plata Arce, Roberto Horacio 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Martín, Juan José 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Vega, Héctor 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Pajoni, Edmundo 24/01/1977 07/02/1977 325/77 De Siervo, Ariel 24/01/1977 07/02/1977 Nelson 325/77 Liggera, Américo 24/01/1977 07/02/1977 325/77 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Di Sabato, Normando 24/01/1977 07/02/1977 Federico 325/77 Vega, Luis Ricardo 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Sans, Digna Imelde 24/01/1977 07/02/1977 325/77 24/01/1977 07/02/1977 325-77 Silva, Pedro Víctor Rubén Alberto Rinaldi, María Ana De Miguel, Benito 24/01/1977 07/02/1977 Gorgonio 325/77 camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás camión celular - UP 13 - Com. 1ª - San Nicolás s/d COART MID – s/d s/d COART MID – COART MID – s/d COART MID – COART MID – COART COART MID, UP 13 – Com. Secretario 1ª - San Nicolás General -El caso de los «ferroviarios» La noche del 24 al 25 de abril de 1976 fueron deteni dos ilegalmente Abel A. Pinto, Lindy Argelino Penner, Antonio Roberto Vilches, Ismael Tornell o y Alberto Gregorio Huaranga, todos ell os pertenecientes al Sindicato Ferroviario. Tuve ocasi ón de oír en declaración testi monial a dos de ellos, Pinto y Tornello, quienes dieron detall es del cautiverio de todo el grupo. Así, Abel A. Pinto, quien fue ilegalmente detenido cuando fue a llevarle una f razada a Tornello a la Comi saría 1ª q ue había si do recientemente detenido recordó: “me llevaron a un calabozo común de la comisaría, donde había otros trabajadores ferroviarios detenidos. No teníamos ninguna acusación formal, nunca nos dijeron porqué nos habían detenido, sólo algunas veces nos llevaban a 124 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario una oficina y nos mostraban unos panf letos de organizaciones políticas o de movimientos gremiales, pretendiendo que nosotros los reconociéramos como propios. Ellos, básicamente querían hacernos «pisar el pal ito», pero nadie los reconoció, porque de hecho, ninguno de las cosas que nos mostraban eran nuestras, ya que pertenecíamos a un movimiento gremial que se llamaba Lista Rosa que era un movimiento pluralista, democrático y q ue no tenía nada que ver con las organizaciones a las q ue nos querían vincul ar”. Con relación a los detenidos ilegalmente en tal lugar mencionó: “Ya estaban detenidos, obviamente Tornello, y también Lindy Penner (fallecido), Antonio Vilches (fallecido), Guaranga –que creo que se llamaba Alberto-, y probablemente algún otro detenido más pero no los recuerdo”. Respecto de la sali da de la Comisaría 1ª mencionó: “una mañana, temprano, vinieron los policías a las celdas y nos avisaron que debí amos prepararnos porque nos iban a llevar a la Cárcel de Mercedes. Llegó un camión cerrado, con USO OFICIAL pequeños calabozos adentro, donde nos metieron en forma individual a cada uno. El camión era de la policía, de color azul y quienes nos subieron al camión y nos trasladaron también eran policías. Al cami ón creo que f uimos todos los detenidos, que éramos 6 ó 7, Tornello, Penner, yo, Guaranga, Vilches, todos los detenidos que estábamos en la Comisaría”. Al ser preguntado puntual mente si encontraba al gún patrón común en las detenciones analizó: “yo creo que el motivo fue la actividad gremial, de reinvocaciones obreras. Reclamábamos cosas propias de cualquier trabajador, el respeto de nuestros derechos, y para ello repartíamos volantes, hacíamos asambleas. Lamentablemente, esa lucha no sirvió de nada y al día de hoy, el ferrocarril está desmantelado en el paí s” (fs. 1790/7). Coincidentemente, Ismael R. Tornello recordó que l uego de permanecer detenido en la Comisaría 1ª de Junín: “…me trasladaron a la cárcel de Mercedes en un celular de la policía custodiado por el Ejército […] Conmigo fueron trasladados Guaragna, Abel Pinto -quien había sido detenido cuando me llevó una frazada a la Comi saría Primera; en ese momento, se enteró que tenía pedido de captura, por lo cual fue aprehendido-, Pener y Antonio Vilches. Todos pertenecían a la Comisión de reclamos del sindicato de ferroviarios y yo pertenecía a la Comisión Ejecutiva. Guaragna, Pener, Silva y Vilches están fallecidos. Viaj amos esposados en un celular de la Policí a. Una vez llegados a la cárcel de Mercedes, nos llevaron a un pabellón donde no tení amos contacto con los presos comunes” (fs. 1798/801). Asimismo he de destacar que Abel A. Pinto, Lindy Argelino P enner, Antonio Roberto Vilches, Ismael Torn ello y Alberto Gregori o Huaranga fueron puestos a di sposición del Poder Ejecutivo Nacional el 30 de abril de 1976 a través del decreto 310/76. 125 Lo expuesto con rel ación a estos deteni dos puede resumi rse de la siguiente manera: Nombre Penner, Lindy Fecha de Fecha de Decreto Circuito detención legalización PEN 30/04/1976, puesto a disposición Com. 1ª 24/04/1976 de Juzgado 310/76 Mercedes Federal el 24/4/76 30/04/1976, puesto a disposición Vilches, Antonio 24/04/1976 de Juzgado 310/76 Roberto Federal el 24/4/76 Pinto, Andrés 30/04/1976, puesto a disposición Abel 24/04/1976 de Juzgado 310/76 Federal el 24/4/76 Tornello, Ismael Huaranga, Alberto Gregorio 30/04/1976, puesto a disposición 24/04/1976 de Juzgado 310/76 Federal el 24/4/76 30/04/1976, puesto a disposición 24/04/1976 de Juzgado 310/76 Federal el 24/4/76 Pertenencia - Sindicato Ferroviario Com. 1ª Mercedes - Sindicato Ferroviario Com. 1ª Mercedes - Com. 1ª Mercedes - Com. 1ª Mercedes - Sindicato Ferroviario Sindicato Ferroviario, Lista Rosa Sindicato Ferroviario, Lista Rosa -El caso de los dirigentes gremiales detenidos el 18/6/76 Se tienen constancias en autos que en el día de referencia fueron ilegalmente detenidos Juan Carl os De Biasi, Alfredo Artol a, Alberto Leiva, Osvaldo Si ron, Oscar E. Fernández y Haroldo Blas Lascot. De este grupo de personas, han prestado declaración testimonial en la presente causa Juan Carlos De Biasi y Alfredo Artola. De Biasi , en la ampl iación de su declaración testimonial reci bida en esta sede a fs. 1780/8, recordó: “Yo trabajaba en el Frigorífico Feber, y era delegado de la Obra Social del Frigorífico. La realidad es que en marzo de 1976, nuestro sector ganó la conducción del Sindicato de la Carne. A partir de ahí descubrimos situaciones ilegales en las elecciones anteriores, gente que no se había 126 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario enterado de que figuraba como votante. Habíamos logrado entonces que las elecciones fueran lim pias y así obtuvimos el triunfo. Luego del golpe militar, seguimos igualmente con nuestra actividad gremial y ahí comenzaron problemas mayores. Teníamos problemas con la patronal, muchas limitaciones, encontramos muchas ilegalidades en la administración de la obra social, en fin. Nosotros, para ese entonces hicimos una denuncia referida a que no teníamos una Obra Social. A mí me detuvieron en junio de 1976, fue un viernes a la noche de mediados de ese mes”. Asimismo recordó q ue en el momento del secuestro, uno de los autores del hecho l e dijo: “…en un momento, durante mi detención, y él me dijo «Artola y Leiva están detenidos desde hoy a la tarde». Ellos eran compañeros míos del sindicato, el primero era Secretario General y el segundo Secretario Adjunto. Los dos trabajaban conmigo en el f rigorífico”. USO OFICIAL Con relación a su cautiverio en la Comisaría 1ª de Junín refi rió: “Ahí, en la celda grande estaban Artola, Leiva y un montón de presos comunes, y tres detenidos de la localidad Chacabuco, que también eran delegados sindicales. Todos estábamos en la celda grande”. Por otra parte, mencionó que al ser trasladado a l a Unidad Penitenciaria de Mercedes, también lo hizo a las personas aquí tratadas. Expresamente dijo: “Al mes, una mañana t emprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los tres detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, como en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo esposado con Leiva y él con Artola. Ahí, los poli cías nos entregaron a gente del Ejército. Nos sacaron de la comisaría y nos subieron a dos camionetas del Ejército”. Alfredo Artola, por su parte declaró a fs. 2278/80 haber sido ilegalmente detenido el 18 de junio de 1976 y trasladado a la Comisaría 1ª de Junín donde: “A las dos horas trajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Sirom, ellos estaban en la industria del maíz”. Previamente hizo referencia a que él, Leiva y De Biasi trabajaban en el Frigorífico Feber y eran dirigentes gremi ales. Coincidentemente con lo manifestado por De Biasi, también recordó q ue las seis personas tratadas en el presente apartado f ueron trasladadas juntas a la Unidad Penitenciaria de Mercedes luego de 32 días de cautiverio en la Comisaría 1ª de Junín. Puntuali zó: “En el t raslado eran todos del Ejército, eran tres o cuatro que nos trasladaron a los tres de Chacabuco y a nosotros tres hasta Mercedes”. Asimismo, otro elemento que resulta de vital interés al momento de analizar este grupo de detenciones 127 resulta ser, nuevamente, la documentación aportada por la Comisi ón Provincial por l a Memori a. Allí, entre los documentos de la DIPBA aportados surge a fs. 158/62 el Legajo 5520, Mesa DS, Carpeta Vari os, caratulado “Asunto: Procedimiento antisubversivo por autori dades militares, Detención: Fernández Oscar Eduardo y otros – Junín 19/6/76”. Así, fs. 160 obra un parte que reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Delari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. Luego, he de destacar que Juan Carlos De Biasi, Alfredo A rtola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Bl as Lascot fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal medi ante el decreto nro. 1185 del 1 de juli o de 1976. Lo antedich o puede resumirse de la siguiente manera: Fecha Nombre De detención Biasi , Juan Carlos Artola, Alfredo Leiva, Alberto Siron, Osvaldo Fernández, Oscar E de Fecha de Legalización Decreto PEN Com. 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 1ª Pertenencia - Mercedes La Plata Com. 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 1ª - Mercedes La Plata 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Lascot, Haroldo Recorrido Blas Com. 1ª - Mercedes Com. 1ª 1ª - 1ª Mercedes Sindicato de la carne Sindicato de delegado de Chacabuco - Mercedes Com. la carne la carne Mercedes Com. Sindicato de delegado de Chacabuco - delegado de Chacabuco 3.7. Destinos de las víctimas Corresponde a esta altura, a modo de conclusión, preci sar cuál fue el destino de los detenidos ilegales registrados en la Subzona 13. 128 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Al respecto, de las circunstancias apuntadas por cada una de las víctimas y de l as constancias con las que se cuentan relati va a sus cautiverios y destinos finales, se puede precisar que en la gran mayoría de los casos, quienes fueron ilegalmente detenidos fueron puestos a disposici ón del Juzgado Federal de Mercedes, del Poder Ejecutivo Naci onal o de ambas instituciones en forma sucesiva. Previo a esta “legalización” fueron alojados en la Comisaría 1ª de Junín para luego ser trasladados a distintas unidades penitenciarias, desde donde recuperaron su libertad posteri ormente. Entre las excepciones a l a regla general se encuentran los casos de Gilberto Mesa, Ademar Adrián Romié y Hugo Torreta, quienes se encuentran desaparecidos. Luego se encuentra acreditado el caso de José Alberto Luna, quien logró fugarse del Destacamento de Morse cuando estaba siendo interrogado. Finalmente, existen constancias de vícti mas que f ueron USO OFICIAL liberadas sin trámites formales, tal es el caso de Graciel a Ciappesoni, Alberto Cava y Miguel Ángel Domínguez. Lo dicho puede grafi carse en el si gui ente cuadro: Nombre Fecha de detención fecha de legalización o liberación Decreto recorrido Soberano, Rubén Pío 24/03/1976 25/3/76 12/76 Com. 1° - San Nicolás - Com. 1° - La Plata "Regimiento" - U. 9 La Plata Santamaría, Julio Bernardo 24/05/1976 - Torreta, Hugo 25/05/1976 desaparecido Leiva, Alberto 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Com. 1° - Mercedes Siron, Osvaldo 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Com. 1° - Mercedes Fernández, Oscar E 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Com. 1° - Mercedes Lascot, Haroldo Blas 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Com. 1° - Mercedes Artola, Alfredo 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 De Biasi, Juan Carlos 18/06/1976 01/07/1976 1135/76 Bogey, Susana Beatriz 06/07/1976 10/09/1976 1986/76 Domínguez, Miguel ángel 07/07/1976 13/08/1976 n/c Com. 1° Gómez, Daniel Walter 23/09/1976 27/09/1976 2377/76 LNI – Com. 1° Mercedes (LNI) Cava, Alberto 14/11/1976 n/c n/c UP 13 - Com. 1° 129 Com. 1° Com. 1° - Mercedes La Plata Com. 1° - Mercedes La Plata Com. Venado Tuerto - UR VIII / Hospital – Com. 1° Mesa, Gilberto 17/12/1976 desaparecido n/c Desconocido Romié, Ademar Adrián 17/12/1976 desaparecido c/c Desconocido Pajoni, Víctor Edmundo 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Martín, Juan José 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Liggera, Rubén Américo 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Arce, Horacio Roberto 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Di Sabato, Normando Federico 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Vega, Héctor 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Vega, Ricardo Luis 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Sans, Imelde Digna 24/01/1977 07/02/1977 325/77 Rinaldi, Ana María 24/01/1977 07/02/1977 325-77 Silva, Alberto Pedro 24/01/1977 07/02/1977 325/77 De Siervo, Ariel Nelson 24/01/1977 07/02/1977 325/77 24/01/1977 07/02/1977 325/77 24/01/1977 25/01/1977 n/c 24/01/1977 07/02/1977 325/77 28/01/1977 28/01/1977 n/c Álvarez, Armando Antonio Ciappesoni, Graciela Raquel De Miguel, Benito Gorgonio Luna, José Alberto Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Camión celular - UP 13 - Com. 1° - San Nicolás - La Plata Camión celular - UP 13- Com. 1° UP 13 - Com. 1° - San Nicolás Destacamento de Morse De esta manera q ueda de resalto, nuevamente, que otra de las características pecul iares que tuvo el accionar represivo en el Área 131 de la citada Subzona, fue la escasa cantidad de víctimas que fueron liberadas sin llevarse a cabo trámite al guno medi ante el cual se haya dado un marco burocrático a su detención. Considerando Cuart o 130 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Plexo probatori o reunido 4.1. Recepci ón de la causa en este Tribunal Con relación a los hechos bajo estudi o, corresponde tener en cuenta q ue la causa en trámite, f ue recibida en este Tri bunal, a raíz del pedido de inhibitori a formul ado ante esta sede por uno de l os imputados en la causa, preci samente fue Juli o Ángel Estel rich quien postuló la incompetencia del J uzgado de Primera Instancia en lo Federal de Jun ín, para continuar conociendo en la investigaci ón de la causa n° 10.194 caratulada “Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires s/denuncia desaparición forzada de personasen J unín”. En este sentido, señaló que las referi das actuaciones tuvieron origen el 20 de f ebrero de 2007, con motivo de la denuncia formulada por la Secretaría de Derechos Human os de la P rovincia de Buenos A ires. USO OFICIAL También expresó que la fecha de iniciación del presente proceso resulta muy anteri or a la de comienzo de aquellas actuaci ones; y con respecto a la conveniencia de la unificaci ón de la investigaci ón que realizara el Juzgado de J unín y este Tribunal, citó las palabras de la Sala Iª de la Cámara del fuero que sostuvo que no corresponde la división de la investigación entre q uienes ostentaron cargos di rectivos y l os q ue las ejecutaron. Al correrl e vista al Fiscal, el Dr. Federico Delgado, consideró que correspondía solicitar la inhibitori a de competencia al Juzgado Federal de Junín con relaci ón a la causa n° 10.194 de esa sede. En este sentido, in dicó que el objeto procesal de l as presentes actuaci ones incluye los deli tos que se habrían cometido en el marco del plan de represión que ejecutó el P rimer Cuerpo de Ejército, cuya jefatura se encontraba en la jurisdicci ón de la Capital Federal, lugar desde donde se impartían las órdenes represi vas; a la vez que remarcó el dispendio jurisdi ccional que implicaría la dupli cación probatoria que conlleva el desdoblamiento de l a investigación de l os sucesos que tuvi eron l ugar en el ámbito j uri sdiccional del Pri mer Cuerpo de Ejército. Con respecto a ello, este Tribunal consi deró que los hechos por los que Estelrich fue llamado a prestar declaraci ón indagatoria debían ser considerados parte de la actuación represiva que le cupo al Primer Cuerpo de Ejército, y que l as órdenes ilegítimas que bajo las cuales se habrían materi alizado, habrían sido por la l ínea de comando ordinaria que operaba a través de las subzon as, áreas y subáreas; por lo cual se libró oficio inhibitorio al Juzgado Federal de Primera Instancia de Junín, provincia de Buenos Aires, a fin de solicitar j ustamente la inhibición de entender en la instrucci ón de la causa nro. 10.194 caratulada “Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de 131 Buenos Aires s/denuncia desaparición forzada de personas en Junín”, ell o, conforme a l as prescripciones de los artículos 44, 47 y 51 del Código Procesal Penal de la Nación). Ante tal sol icitud, el Juzgado Federal req ueri do, aceptó la propuesta de este Magistrado y remiti ó las actuaci ones a conocimiento de este Tribunal, contándose a esta altura con dos etapas de i nstrucci ón de las actuaci ones, aquella efectuada por el Juzgado de Junín, y la prueba producida luego de reci bidas las actuaciones ante esta sede. En razón de ello, a continuación se habrá de efectuar por separado una descri pción de la recolección de la prueba efectuada por el Juzgado de Jun ín, y l a efectuada por este Tribunal. Asimismo, el tercer punto que habrá de citarse a continuación, será el relativo a las actuaciones de la Dirección de Inteligencia de la provincia de Buenos Aires, relativas al proceder de las f uerzas armadas y de seguridad en el plan de represión q ue se llevó a cabo en l a ciudad citada, actuaci ones aportadas por l a Comisi ón Provincial por la Memoria, que poseen un valor probatorio incalculable para l a acreditaci ón de la existencia de un circuito de represión , como asimi smo para los trámites de legalización de los detenidos ilegales, como asimismo la relación que existía entre la l ínea de inteligencia y la fase operativa, que terminaba con el secuestro de personas, su tortura y en algunos casos, su desaparición. Tales actuaci ones, de gran valor probatori o, si bi en serán descri ptas a contin uación, en lo atinente a su contenido referido tanto a momentos anteriores al golpe militar, como a l uego de producidas las detenciones ilegales, habrán de ser tambi én mencionadas en el Considerando Quinto, en el cual en el punto 5.2 titulado “La preservación de la documentación de la D.I.P.B.A.”, se analizará la significativa preservación de tales actuaci ones, q ue ha permitido la reconstrucci ón de l os sucesos que tuvieron lugar hace treinta añ os, con las dificultades probatorias q ue el transcurso del tiempo de por sí implica, y con las implicancias que tiene q ue la investigación se ciña sobre un si stema clandestino, segui do de una pol ítica destinada a procurar l a impunidad de estos hechos, en la cual la mayoría de los archivos han sido destruidos. 4.2. Actividad jurisdiccional llevada a cabo por el Juzgado Federal de Junín La presente causa tuvo su inicio con la denuncia efectuada el 20 de marzo de 2007 por la Secretaría de Derechos Human os del Gobierno de la provincia de Buenos Aires, en virtud de la cual dieron cuenta de una serie de hechos constitutivos de los delitos de privación ilegal de la l ibertad, torturas 132 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario y desaparici ones forzadas de personas, acaecidas en el ámbito territorial de la Subzona 13, abarcati va de l a ciudad de J unín (cfr. fs. 1/29). Dicha denuncia quedó en aquel momento radicada an te el Juzgado Federal de 1ª Instancia de J unín, interinamente a cargo del Dr. Héctor Pedro Plou, bajo el número 10.194/07. En los apartados si guientes ef ectuaré un a somera enunciaci ón de las pruebas, informes y documentos reunidos en la presente causa mientras estuvo radicada en el Juzgado Federal de Junín. En lo q ue atañe al avance en la individualización de los posi bles responsables de los hechos investigados, he de señalar que luego de dos años de una prof unda investigaci ón de los del itos den unciados, el 2 de febrero del corriente año el Dr. Plou dispuso el llamado a declaración in dagatoria en días sucesivos de Franci sco Silvio Manzanares, J uan Carlos Amengual , Miguel USO OFICIAL Ángel Almirón, Edgardo Antonio Mastrandrea, Juli o Ángel Estelrich, Féli x María Monje, Aldo Antonio Chiachietta, Abel Oscar Bracken, Iván Ernesto Zanetti, Santiago Ál varez y Luciano Guazzaroni. He de destacar que previ amente tanto la Secretaría de Derechos Humanos de l a provincia de Buenos Aires (fs. 864/ 925) como el Sr. Agente Fiscal, Dr. Eduardo Roberto Varas (fs. 926/45) habían presentado sendos escritos solicitando al juez de la causa el llamado a declaración indagatoria de numerosas personas, entendiendo que el cúmul o de pruebas reunido ameritaba la realización de dicho acto. De esta manera prestaron declaración indagatoria Francisco Silvio Manzanares (fs. 1168), Miguel Ángel Almirón (fs. 1183/6) y Juan Carlos Amengual (fs. 1225/ 8). Con respecto al nombrado en últi mo término –Amengual - el mismo día de su declaración indagatori a, el Dr. Pl ou, conforme las pruebas colectadas en autos y teniendo en cuenta su ampli o descargo, decretó su falta de mérito (fs. 1333). Luego, el 20 de abri l de 2009, el Dr. Héctor Pedro Plou, resolvió dictar auto de procesamiento con pri sión preventiva contra Francisco Silvio Manzanares y Miguel Ángel Almirón. Respecto de Manzanares lo consideró autor prima facie responsable del delito de privación ilegal de la libertad agravada por su calidad de funcionari o público y por mediar vi olencia o amenazas, reiterado en diecinueve oportunidades; en concurso real con el delito de imposición de tormentos agravados por haber si do cometidos en perj uicio de perseguidos pol íticos, reiterado en dieci siete ocasiones; y por homicidio agravado por alevosía, hecho que habría tenido como vícti ma a Hugo Ramón Torreta. Mientras que a Almirón lo consideró autor prima facie 133 responsable del del ito de privaci ón ilegal de la libertad agravada por su calidad de f uncionario público y por mediar viol encia o amenazas, rei terado en quince oportunidades; en concurso real con el delito de imposici ón de tormentos agravados por haber sido cometidos en perjuici o de perseguidos políticos, reiterado en trece ocasi ones (cf r. fs. 1404/33). Este pronunciamiento fue apel ado por la Defensa de los imputados, recurso que fue concedi do; y se encontraba baj o estudi o de la Cámara Federal de A pelaciones de La Plata. En el ínterin, la causa recayó en este Tribunal, ante el planteo de inhibitoria efectuado por el suscri pto el pasado 28 de mayo del corriente año, con motivo de la petición efectuada por J ulio Ángel Estel rich (fs. 1606/8). Recibido el pedi do de inhibitoria el en tonces juez de la causa corrió vista a las partes, así a fs. 1615 el Sr. Agente Fiscal contestó l a vista entendiendo q ue debía hacerse l ugar a l a inhibitoria planteada. Luego, tanto la Secretaría de Derechos Humanos de l a provincia de Buen os Aires como la Dra. De Antoni ( querell antes en autos) solicitaron que se rechace la inhibitoria planteada (fs. 1628/38 y fs. 1639/50 respectivamente). Luego la Defensoría Oficial a fs. 1651 solicitó q ue se haga l ugar a la solicitud de inhibitoria reseñada. De esta manera, el Dr. Plou a fs. 1655/6, con fecha 29 de juni o del corriente año resolvió hacer l ugar a la inhibitoria planteada y, en consecuencia, remiti r el presente expedi ente al Juzgado a mi cargo. A continuación detallaré someramente las distintas pruebas colectadas por el Dr. Plou durante la in strucción de la causa en el Juzgado Federal de Jun ín. a. Declaraciones testimoniales Una de las princi pal es medidas de prueba llevadas a cabo por el Juzgado de Junín, fue la recepción de declaraciones testi moniales de las posibles víctimas de los delitos ocurridos durante l a úl tima dictadura militar en la ciudad men cionada. Así, obran las actas de las declaraci ones testimoniales de: Alberto Pedro Silva (fs. 48/9 y fs. 593), Di gna Imel de Sans (fs. 50/2), Alfredo Rodolfo Artola (fs. 59/61), Susana Noemí Bogey (fs. 68/71), Juli o Lui s Santamaría Bernardo (fs. 80/2), Alberto Cava (fs. 94/5), Ariel Nelson De Siervo (fs. 104/6), Ricardo Luis Vega (fs. 109/11), Miguel Ángel Domínguez (fs. 119/20), Graci ela Raquel Ciappesoni (fs. 123/4), Armando Antonio Álvarez (fs. 149/51 y fs. 324), Ana María Rinaldi (fs. 196/9), Normando Federico Di Sábato (fs. 201/4), Abel Andrés Pinto (fs. 218/9), Nelson Ramón Coronel (fs. 232), Ricardo Osmar Alegre (fs. 245), Horacio Roberto Arce (fs. 248), Andrés Aníbal Fantino (fs. 249), Juan Carlos 134 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Fantino (fs. 250), Ismael Reynaldo Torn ello (fs. 268/9), Dan iel Walter Gómez (fs. 274), Benito Gorgonio De Miguel (fs. 321/3), Rubén Américo Li ggera (fs. 341/2), Héctor Emili o Rosso (fs. 360/1) , Patricio J uan Griffin (fs. 367/8), J uan Carlos de Biasi (fs. 369/70), Rubén Pío Soberano (fs. 389/90) y Jorge Raúl Cerutti (fs. 1348/51). Asimismo se recibieron declaraciones testimoniales de famil iares de las vícti mas y testigos de los secuestros. Así por el caso de Susana N. Bogey decl araron Sal vador Fortunato Beretta (fs. 121), Ismael Esteban Rondan (fs. 157) y Julio José Oscar Ginzo (fs. 161) . En similar sentido declaró Elsa Inés Torreta (fs. 158/9) hermana de Hugo Torreta; Norma J uana Caro (fs. 266) esposa de Adel mo Juan Alberti. Luego, por el caso de la desapari ción de Gilberto Alfredo Mesa, prestaron declaraci ón testimonial sus hermanas Cl aribel María Mesa (fs. USO OFICIAL 371/3) y Adriana Raquel Mesa (fs. 387) y su esposa Ángela María Sattamino (fs. 399). En este sentido, por el caso de Ademar Adrián Romié, q uien también se encuentra desaparecido, declararon su madre Sara Concepción Ailuk (fs. 647) y su novia Nora Susana Acedo (fs. 672). Asi mismo prestaron testimonio sus compañeros de trabajo que fueron testigos del secuestro: Héctor J uan Peralta (fs. 725), Ramón Esteban Sartori (fs. 727), Ricardo Omar Bevilacqua (fs. 773). Deben resaltarse los testimonios brindados por Mary Idelba Mitchel (fs. 260) y Marcelino Pérez (fs. 444). La primera f ue J ueza de Menores del Departamento J udicial de J unín y subrogó l os dos j uzgados Criminales y Correccional es en el período de referencia y detalló los padecimientos sufri dos por dos ni ños en la Comisaría 1ª de Junín. Por su parte Pérez fue integrante de la poli cía de la provincia de Buenos Aires y en su declaración manifestó trascendidos y rumores relaci onados con el accionar represivo en el ámbito de la subzon a bajo análisis. También corresponde destacar q ue se han presentado como parte querell ante en la presente causa, además de l a Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos A ires, l as siguientes personas: Imelde Digna Sans (fs. 56), Alberto P. Silva (fs. 108), Alfredo Artola (fs. 574) y A riel N. de Si ervo (fs. 575) . b. Inf ormes recibidos A lo largo de la instrucci ón de la causa se han solicitado numerosos informes a distintos organismos, de todos ellos mencionaré, a título descripti vo, al gunos de ellos. 135 A fs. 438 el Dr. Pl ou, dispuso q ue el Cuerpo Médico Forense verifique si Alberto P. Silva, Imelde D. Sans, Alberto Cava, Ariel N. De Siervo, Armando Álvarez, Normando Di Sábato, Daniel W. Gómez y Rubén A. Liggera conservan marcas en el cuerpo atribuibles a torturas con picana eléctrica en su cuerpo. A fs. 702/15 se encuentran agregados los informes produci dos por dich o órgano que concluyen que no se observan secuelas de las torturas sufridas añadiendo que “... de haber existido, dado el tiempo transcurrido, han desaparecido sin dejar secuelas de orden médi co-legal”. Luego, dado que surgía de los testi mon ios de distintas víctimas que l uego de su detención ilegal f ueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y/o del J uzgado Federal de Mercedes, se solicitó a dicha judicatura que informe la existencia de expedientes relativos a las víctimas cuyos casos se investigan en la presente causa. Así a fs. 129 se encuentra glosado un ofici o de la Secretaría Penal nro. 4 de dicho juzgado en el q ue se informó que Alfredo Artola fi gura como imputado en la causa nro. 19.157, caratulada “Debiase, Juan C y otros s/inf ley 21.261” y que el expediente fue remiti do en 1977 al Tribunal del Trabajo de Junín. Luego a fs. 163 la Secretaría indicada remitió la causa nro. 19.619, caratulada “Bogey de Torreta, Susana Noemí s/inf. Ley 20840 en Junín”, de la q ue se extrajeron copias que se encuentran reservadas en Secretaría. Ante una solici tud más amplia de casos el Juzgado Federal de Mercedes informó que no posee constancias de expedientes rel acionados a Mario Sartori, Abel Pinto, Antonio Vilches e Ismael Tornello (fs. 541). Otro dato importante surgió de la remisi ón por parte del J uzgado Federal de San Nicolás de la declaración indagatoria prestada por Edgardo Antonio Mastrandrea y su posterior procesamiento dictado en el marco de la causa nro. 28.715 de dicho juzgado (fs. 446/73). Asimismo obran copias certificadas agregadas testimoniales que a la causa sustentaron de di cho algunas de las procesamiento declaraciones (fs. 527/30 correspondiente a María Lui sa Corelli , fs. 531/3 correspondiente a Mario Juan Francisco Contartese y f s. 534/8 de Pablo Leonardo Martínez). Luego se ha recibi do por parte del Ejército Argentino y del Ministerio de Defensa distintos informes entre los que se destacan el recepcionado a fs. 514 en el q ue se informó que l as unidades militares que funcionan en el Partido de J unín son Distrito Militar Junín, Comando Artillería 101 J unín, Grupo Artillería 101 Jun ín, Batería de Adquisición de Blancos de Artill ería de Campaña 101 (a parti r de 1979) y Sección Inteligencia Junín (a partir 1980) . Completando dicha información a fs. 965/91 y 1002/12 136 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario el Ejérci to Argenti no remi tió las nóminas del personal de las unidades militares menci onadas entre 1974 y 1976. Luego la Secretaría de Derechos H umanos de la Nación a fs. 132/3 aportó copi as certificadas de la documentaci ón relativa a la ley 24.043 de Pedro Silva, Imel de Sans, Ricardo Vega, Susana Bogey, Ana María Rinaldi, Armando Álvarez y Andrés Aníbal Fanti no. Dicha dependencia oficial a fs. 205/6 remiti ó los Legajos CONADEP nro. 968 de H ugo Ramón Torreta, nro. 172 de Gilberto Alfredo Mesa, nro. 772 de Ademar Adrián Romi e; nro. 2202 de Enriq ue Ríos, nro. 2874 de Francisco J uan Contartese; nro. 1031 de Abel Andrés Pi nto; nro. 981 de Ismael Reinaldo Tornello; nro. 3496 de Pablo Leonardo Martínez y nro. 2008 de Rubén Pío Soberano. Compl etando l a remisión a fs. 679 con los legajos CONADEP nro. 772 perteneciente a Adri án Romie, nro. 968 correspondiente a USO OFICIAL Hugo Torreta, nro. 172 perteneciente a Gilberto Mesa, n ro. 3928 de Walter Hugo Daniel Prieto. Luego a fs. 1140 l a Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires remitió copias certificadas de los legaj os personales de l a Policía de la provinci a de Buenos Aires de Juan Carlos Amengual, Miguel Ángel Almirón, Edgardo Antonio Mastrandrea, J ulio Ángel Estel rich, Félix María Monje, Abel Oscar Bracken, Aldo Antonio Chiachetta, Darío Abelardo Peral ta, En rique Darío Peralta, J uan Carlos Castro y Alberto Orlando Carnevare. Asimismo la Comisaría de Rojas a fs. 1056 informó no poseer datos de l a presunta fuga de Hugo Torreta. c. Prueba documental Entre la prueba documental agregada al expediente cuando se tramitaba en la ciudad de Jun ín se destaca que a fs. 96 la Dra. De Antoni acompañ ó copia si mple del “certificado de libertad” de Alfredo Artola. Por su parte, Ana María Rinaldi en su declaración testi monial acompañ ó una nota dirigi da al presi dente de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires informan do: “la señorita Ana María Rinaldi fue detenida el día 24 de enero de 1977 y puest a a disposi ción del PEN el 07 de febrero de 1977 por Decreto nro. 325. Luego de la investigación realizada se comprobó su no conexión con la subversión quedando en lib ertad el 12 de mayo de 1977 por decreto 1223 del 04 de mayo de 1977” firmado “Félix Camblor, Coronel . Jefe subzona 13” (fs. 200). Asimismo a fs. 330/40 el Dr. Sivo aportó documentación relacionado con la detención de Abel Andrés Pinto, entre la que se destaca 137 copias de la resol uci ón adoptada por el Juzgado Federal de Mercedes por la cual el 8 de juli o de 1976 se dispuso su sobreseimiento defini tivo en la causa. Oportunamente el Dr. Delfino acompañó documentación relativa a la desaparición de Ademar Adrián Romié ocurri da el 17 de diciembre de 1976 (fs. 637/41). Luego, a fs. 1504/6 el Diari o La Verdad remi tió copias de los ejemplares del mencionado diario de fecha 8 de noviembre de 1976 (en el que se destaca la notici a rel ativa a la muerte de Eduardo Oscar Franco y J uan Carlos Di Andrés –ex policía-, en un operativo en el que actuó el Comisario Penna) y ejemplar del 29 de enero de 1977 entre cuyas noticias una se titula “Huyó extremista en Junín” (rel ativa a la fuga de José A lberto Luna del Destacamento de Morse). Finalmente, a f s. 779/810 la Comisión Provincial por la Memoria aportó numerosa documentaci ón perteneciente a la DIPBA que se encuentra reservada en Secretaría. En el informe mediante el cual se presentó dicha documentación se destacó la participación de la Regional VIII de la DIPBA en el accionar represi vo ocurrido en la ciudad de J unín durante la última dictadura militar, así como la realizaci ón de operativos conjuntos con el Área 131. Asimismo, referido a l as víctimas en particular se remitió un Legajo correspondiente a la fuga de José Alberto Luna del Destacamento de Morse y las Carpetas Person ales de muchas de l as víctimas investigadas. Una amplia referencia a esta documentaci ón será real izada en el apartado siguiente. d. Inspecciones Ocul ares Al momento reconoci mientos judiciales en de la presente dos lugares causa se indicados han real izado como centros clandestinos de detención. Así a fs. 635 se encuentra el acta de l a in spección ocular reali zada en la Comisaría 1ª de Junín con la presencia del testigo Alberto Pedro Silva. Situado en el lugar el testigo manifestó: “... desde el patio había una puerta que ya no existe y desde donde se accedía a una escalera que comunicaba con la parte superior (no puede describirlo mejor porque por ese camino lo llevaban encapuchado), donde lo interrogaban. Se trata de lo que aclaró en su última deposición que lo llevaba Maisterra que lo entrega arriba pero no veía a quien lo recibía (reitera que lo torturaron una vez que lo llevaron por Quintana, después de dar una vuelta en aut o, dos veces en un lugar al que llegó por este patio y una más que fue cuando lo llevaron por adentro, ocasión que los vio)”. Luego reingresaron a la comisaría por l a calle Quintana donde surge del acta q ue “... se accede a una escalera que com unica con la parte superior, la escalera es reconocida por el testigo como la que usaron la vez que pudo ver adónde lo llevaban. De allí pasamos hacia la derecha hay un pasillito [...] si se pasa el pasillo, se entra un pequeño hall 138 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario en el que se abren tres puertas [...] volviendo a mirar hacia Quintana, una habitación que es reconocida de inmediato por el testigo como el lugar en el que fue sometido a tormentos”. En dicha oportunidad personal de l a dependencia aportó un plano del lugar (que se encuentra agregado a fs. 636) con la indicación de que se desconocía la f echa del mismo. Luego, a fs. 772 obra el acta del reconoci miento judicial reali zado por el Dr. Plou en el Destacamento de Morse con la presencia del testigo Daniel Walter Gómez, quien luego de recorrer el lugar manifestó no poder reconocer el lugar. 4.3. Actividad jurisdiccional de este Juzgado Una vez aceptada por el suscripto la competencia atribui da por el Juzgado Federal de Primera Instancia de Jun ín, este Tribunal propició la USO OFICIAL realizaci ón de una multi plicidad de medidas de prueba, sobre la base de la tarea efectuada por el mencionado J uzgado de Jun ín, a los efectos del esclareci miento de l os hechos y la determinación de las responsabilidades correspondientes. Seguidamente se reseñ arán aquell as que mayor rel evancia revisti eron para la presente investigación. La primera medida que se tomó en la presente causa, fue la de recibir declaración testimonial a vícti mas di rectas de l os hechos que se investigan, así como a familiares de las mismas. En este senti do, declararon en esta sede las siguientes personas: Ana María Rinaldi ( fs. 1757/1766), Ari el Nelson De Si ervo (fs. 1738/1743), Digna Imelde Sans ( fs. 1747/1756) , Alberto Pedro Silva (fs. 1767/1772 y fs. 3539/40), Ricardo Vega (fs. 1803/1809), Benito De Miguel ( fs. 1854/1857) – quien posteri ormente aportó al Tribunal originales de una nota suscri pta por Carlos Guill ermo Suárez Mason y un certificado firmado por Félix Camblor, obrantes a fs. 2044/ 5-, Patrici o Griffin ( fs. 1774/1779), Juan Carl os De Biasi (fs. 1780/1788) , Abel Andrés Pinto (f s. 1790/1797), Ismael Tornello (fs. 1798/1801), Elsa Torreta (fs. 1744/1746), Susana Bogey (fs. 1810/1814), Rubén Pío Soberano (fs. 1828/1832), Carolin a Soberano (fs. 1834/1835), Pablo Soberano (fs. 1836/1837), Rubén Américo Liggera (fs. 1838/ 1843), Normando Di Sábato (fs. 1844/1853), Andrés Aníbal Fantino (fs. 1874/1880), Juan Carl os Fantino (fs. 1881/1888), Alberto Cava (fs. 1894/1898), Ricardo Osmar Alegre (fs. 1899/1936) , Alfredo R. A rtola (fs. 2278/2280), Graci ela Ciappesoni (fs. 2294/2296), Daniel Walter Gómez (fs. 2297/2300), Rubén Alberto Coronel (fs. 3057/8), Horacio Roberto Arce (fs. 3085/7), Miguel Á ngel Domínguez (3413/6) y Armando Antonio Álvarez (fs. 3541/5). 139 También brindaron testimonio Héctor Pellizzi (fs. 1816/ 1817), Nelson Coronel (fs. 2292/2293) y Justo Rubén Correa (fs. 3537/8), q uienes brindaron datos de i nterés para la causa. Por otra parte, a través del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires se recibió en esta sede una nómina del personal de la Comisaría 1ª de J unín y de la Unidad Regional de Jun ín que actuó entre 1976 y 1983, y de las autori dades de dich as dependencias (fs. 1995/2030). Asimismo, el Servicio Penitenciario Bonaerense informó a esta sede que la Unidad Carcelaria nro. 13 de Junín fue inaugurada con fecha 18 de abril de 1979, encontrándose empl azada en la Ruta 188 km. 162 de dicha localidad, al tiempo que remi tió pl ano del establ ecimiento y detalle de los pabellones, así como también de la Unidad nº 16 de Jun ín (fs. 2274 y 2488). Además, se requi ri ó al Ministerio de Defensa que remita un listado de los conscriptos que cumplieron el servicio militar obligatorio en el Distri to Militar de J unín, Comando Artil lería 101 Jun ín y Grupo Artillería 101 Junín, en el período 1976-1979. Esta remisión se cumplió a través de la Direcci ón de Asuntos Humanitarios del Ejército (fs. 2307/2313 y 2315/2347). Otra de las medidas adoptadas consi stió en solici tar a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación la remisión de toda documentación obrante respecto de José Alberto Luna, Pedro Luis Notti, Juan Carlos Di Andrés y Horacio Eduardo Franco. Ante dicho pedi do, el organismo mencionado contestó que sól o obran antecedentes respecto de Luna, por un reclamo efectuado en el marco de la ley 24.043, remiti endo las actuaciones correspondientes a esta sede (fs. 1961/1994). Posteri ormente, la misma Secretaría remiti ó la documentación obrante en su poder respecto de Martín Teodoro Salvador, Rubén Américo Li ggera y Mi guel Ángel Montenegro, en relación a sus respectivos reclamos en virtud de la ley 24.043, a la vez que manifestó su imposibilidad de remiti r los expedientes de igual tenor pertenecientes a Carmen Icontina Riquelmez, Andrés Aníbal Fantino, J uan Carlos Fantino, Antonio Horacio Spadano y Eduardo Ángel Spadano, ya que dado el estado avanzado del trámite, esto entorpecería su finalizaci ón; e informó la inexistencia de registros respecto de Miguel Ángel Aspeitía, Pablo Nelson Michelli , Daniel Horaci o Liggera, Elsa Norma Avampini, Horacio Ricardo Romero, Oscar Francisco Mangol d, Héctor Arísti des Kaminsky, María Angélica Alanis y Oscar Alcides Alanis (fs. 2390). Por otro lado, el Archivo General de l a Nación a solicitud del suscripto remiti ó copias certificadas de los decretos nro. 15/76, 1135/76, 1986/76, 325/77, 637/76, 1223/77 (fs.1859/1873); 140 nro. 707/77, 310/76, Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario 2793/76 y 2355/77 ( fs. 1942/1950) ; 2369/76 y 1209/76 (fs. 2837/42) y de l os decretos n ro. 1 a 14 de 1976 (fs. 3590/3613). A su vez, el Servicio Penitenciari o de la Provincia de Buenos Aires remiti ó copias de las fichas personales de distintas personas, q ue permanecieron detenidas en las Unidades Penitenciarias de San Nicolás y Mercedes, las que se encuentran agregadas a fs. 2483/5, 2844/61 y 2972/2997 y 3088/90. Como medi da de prueba, a través del J uzgado Federal de San Nicolás, se certificó la causa n ro. 28.715 caratulada “Martínez Pablo L. y otros s/privación ilegítima de la libertad y desaparición forzada de persona” (fs. 2041/2042). Como resultado de la misma, se informó q ue en la causa de referencia se investigan privaciones i legales de libertad y torturas de distintas personas ocurridas en Jun ín y San Nicolás. Asimismo, conforme a la USO OFICIAL certificaci ón remi tida, los i mputados resultan ser el Coronel del Ejército Argentino Manuel Fernando Saint Amant, el Bri gadi er y Coronel – respectivamente- de la Fuerza Aérea Argentina Hipólito Rafael Mariani y Juan Antonio Benvenuto, y el Comisari o de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Edgardo Antonio Mastrandrea. Todos ellos poseen auto de procesamiento sin prisión preventiva, confirmado por la Excma. Cámara Federal de Apelaci ones de Rosario a excepción de Marian i, a quien se le decretó la falta de mérito. También fueron imputados el Coronel del Ejérci to Argentino Carlos Diego Ricardes, y el ViceComodoro de la Fuerza Aérea Argentin a Rafael del Moral, a quienes se les decretó la extinción de la acción por f allecimiento, con el correspondiente sobreseimiento. En cuanto al estado procesal de la causa mencionada para la fecha en que se efectuó l a certificación de la misma, esto es, el 15 de octubre pasado, se informó que evacuada la vista por el art. 346 del C.P.P.N., por parte de los querel lantes y del Ministerio Público Fiscal, se notificó a la defensa de los imputados las conclusion es de los respectivos requerimientos de elevación a j uicio, habiendo planteado excepci ones que se encontraban en ese momento en estudio por parte del Tri bunal. Además, se remi tieron “ad effect um vivendi” las causas nro. 8371, caratulada “Mangialavori de Nelly Irma Carmen s/privación ilegal de libertad”, del registro de la ex Secretaría nº 13 del Juzgado nº 5 del f uero (fs. 2388) y nro. 10.486/88, caratulada “González Naya, Arturo Félix y otros s/inf. arts. 213 bis, 189 bis, 292 y 226 bis del CP”, del registro de la Secretaría nº 1, correspondiente al Juzgado Federal en l o Cri minal y Correccional nº 1 de San Isidro (fs. 2389), de l a cual se extrajeron testimonios. 141 A su vez, teniendo en cuenta q ue el Juzgado Federal con jurisdi cción sobre la ciudad de Jun ín era el de Mercedes, se solicitó a dicha judicatura la remisi ón de todas las causas que hayan tramitado all í de las diversas personas nombradas en autos. Así, al momento, se recibi eron las siguientes causas: 19.412 “Vilches, Antoni o Roberto y otros por infracción a la ley 20.840”, nro. 19.619 “Bogey de Torreta, Susana Noemí por infracción a la ley 20.840” (en copias) , nro. 38.056 “Aspeitía, Miguel Ángel y otros por infracción a la ley 21.323” y nro. 38.156 “Montenegro Miguel Ángel y otros por infracción a la ley 20.840”. Asimismo, se solicitó al Ministeri o de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, la remisión de los legajos personales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires de J uan Carlos Amengual, Miguel Ángel Almirón, Edgardo Antonio Mastandrea, Juli o Ángel Estel rich, Féli x María Monje, Abel Oscar Bracken, Aldo Antonio Ciacchetta, Darío Abelardo Peralta, En rique Darío Peralta, Juan Carlos Castro, Al berto Orlando Carnavale, Francisco Silvio Manzanares, Iván Ernesto Zanetti, Santiago Álvarez, Francisco Salvador Pavesa, Obdulio José Sarmiento, Jorge Ángel Calatroni, Andrés Abelardo Mai dana, Silveira, Raúl Blas Maisterra, el Dr. José María Jorge Salas, Fermín Heri berto Sandoval, Guillermo Miguel Mac Namara, Delf o Andrés Franco, Horacio Martín Franco, José Luis Camarro, José Leonardo Rubini, Luis Alberto Rubini y Osmar Espinosa en tanto todos el los f ueron nombrados en las distintas testimoniales recabas en autos, requerimi ento que fue sati sfecho a fs. 2898/2919 y fs. 2954/65. Asimismo, a fs. 3199/222 el Ministerio de Seguri dad de la Provincia de Buenos Aires remitió n umerosos legajos de la Policía de la provincia de Buenos Aires, oportunamente solicitados por el Juzgado Federal de Junín, pertenecientes a agentes que se desempeñaron en las dependencias bajo análisis en el presente resolutori o. Por otra parte, la Policía Federal Argentina remiti ó copia certificada de la documentaci ón pertinente obrante en el Legajo de Identi dad de Luciano Guazzaroni (fs. 2275) . Finalmente, ante req ueri mientos de este Tribunal el Ministeri o de Defensa remi tió los Legajos personales del Ejérci to Argenti no de Humberto Assef y Jorge Francisco Herrero a fs. 2878/89 y de Juan M. Marti Garro, Carlos Enrique Díaz López, Arnoldo Esteban Díaz, J orge Alcides Larrateguy y Raúl Enrique Arich uluaga a fs. 3360/7. 4.3.1. Los expedientes tramitados por la Justicia de Mercedes Introducción Entre l as medidas de prueba llevadas a cabo por este tribun al, se han procurado diversos expedientes tramitados en el J uzgado Federal de 142 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Mercedes, provincia de Buen os Aires, entonces a cargo del Dr. Juan José Galíndez, que ten ía j urisdicción sobre la ciudad de Junín. De su lectura surgen distintos elementos de interés. Por un lado queda expuesto el amplio margen de discrecionalidad q ue poseían l as f uerzas militares y policiales a los fines de proceder a la detención de personas en el marco de l a, por ellos llamada, “lucha contra la subversión” y la íntima relación entre ambas fuerzas. Asimismo, se advierte una gran similitud entre los operativos legales y los ilegales realizados en la ci udad de Junín. El marco normativo fue dado por la sanción de las leyes 20.840, 21.323 y 21.460 que otorgaban a las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas un poder in conmensurable. La ley 20.840 con ocida como “ley contra la subversión” fue promul gada el 30 de septi embre de 1974. En su artículo 1° reprimía a q uien USO OFICIAL “para lograr la finalidad de sus postulados ideológicos, intente o preconi ce por cualquier medio, alterar o suprimir el orden institucional y la paz social de la Nación, por vías no establecidas por la Constitución Nacional y las disposiciones legales que organizan la vida política, económica y social de la Nación”. Los artícul os 2 al 5 eran agravantes y consecuencias de lo tipificado en el primer artícul o. Estos artículos f ueron derogados mediante la l ey 23.077 del 9 de agosto de 1984. Luego, la ley 21.323 del 2 de junio de 1976 penaba a quienes no cumpl ían con la prohibición de l a realización de actividades ideológicas, parti dari as y políticas dispuesta por el decreto n ro. 6/76 del 24 de marzo de 1976. Esta norma f ue derogada en su totalidad por la l ey 22.617 del 16 de julio de 1982. Sin embargo, f ue la ley 21.460 la que otorgó mayor discreci onalidad a las agencias de seguri dad toda vez que dispuso en su art. 2 que la comisi ón de delitos de carácter subversivo debían ser investigados por las fuerzas de seguri dad o Fuerzas Armadas. Ello aunado al viejo Código de Procedi mientos en Materia Penal de neto corte inquisitori al, permi tió un avance significativo del poder punitivo legalizado. Las causas que se reseñarán a conti nuación dan cuenta de indagatorias recibi das en sede policial, en las que sólo después de declarar se notificaba al imputado del hecho por el que era investigado; detenciones realizadas por personal de civil en medio de l a noche; detenciones que se prol ongaron por casi treinta días en carácter de incomunicado y sin que se le recibiera decl araci ón indagatoria y se l o notifique del hecho imputado; y la 143 retención del sumari o por parte del ti tul ar de la Comisaría cuando el mismo era solicitado por el Juez Federal. Por otra parte, permitió al suscri pto conocer que detenciones denunciadas en autos como clandestinas, fueron reali zadas en realidad bajo la legalidad vigente al momento de los hechos, por lo que se los ha excluido del objeto de imputación en la presente causa. Por esta razón es que en el presente auto de mérito no se han incl uido los casos de Roberto Ant onio Vilches, Alberto G regorio Huaranga, Ismael Reinal do Tornello, Lindy Argelino Penner y Abel Andrés Pinto, que habían sido i mputados en la resol ución dictada el 30 de diciembre de 2009, con anterioridad a la recepci ón del Expte. nro. 19.412 por parte del Juzgado Federal de Mercedes. Asimismo, tampoco se ha imputado la detenci ón de los hermanos Juan Carlos y Aníbal Fantino (quienes declararon en autos), entre otros, por formar parte de la causa 38.056. a. Causa “Vilches y otros s/ i nfracción a la ley 20.840” de 1976. La causa, Nº 19.412, caratulada “Vil ches, Roberto Antonio y otros s/ infracción a la ley 20.840”, tuvo inicio con las actas suscri ptas por el Coronel Félix Camblor, Jefe de la Subzona 13 -tal como lo indica el sello correspondiente- que dan cuenta de la detención de siete personas, en virtud del acta decreto nro. 1860/75. Así, consta que Antonio Roberto Vilches (fs. 5), fue detenido el día 24 de abril de 1976, secuestrándosel e en dicho acto “material ideológico subversivo, panfletos”; Alberto Gregori o Huaranga (fs. 6), el día 23 de abril de 1976, secuestrándosele “abundante cantidad de literatura comunita marxista y panfletos”; Ismael Reinaldo Tornello ( fs. 7), detenido también el 23 de abril de 1976, secuestrándosele “m aterial ideológico subversivo, gran cantidad de panfletos”; Ismael Luis Silva (fs. 8), el 23 de abril de 1976, secuestrán dosele “literatura comunista, marxista, panfletos del partido Comunista”; Blanca Noemí Salvático de Vecin (fs. 9), el mismo día 23 de abril de 1976, secuestrán dosele “material ideológico subversivo, gran cantidad de panfletos”; Lindy Argelino Amílcar Penn er (fs. 10), detenido el día 22 de abril de 1976, secuestrándosele en dicho acto “material subversivo” y Abel Antonio Pinto (fs. 11), el día 23 de abril de 1976, secuestrándosele también “material subversivo”. Dichas actas fueron remi tidas el 29 de abril de 1976 al J uzgado Federal de Mercedes por Féli x Cambl or, quien informó que las detenciones de los nombrados, así como l as de Luis García, Eugenio Feli pe Gómez, Mariano Gómez y Atilio Martín Loizzo (cuyas actas se encuentran desgl osadas por haberse formado una causa por separado), fueron llevadas a cabo “durante el desarrollo de operaciones militares y de seguridad efectuadas en cumplimiento de lo 144 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario prescripto por el Decreto nº 2770/75” (fs. 12). Asimismo, señ aló que dichas personas se encontraban detenidas en l a Unidad Regional VIII de Policía Junín a disposici ón del Sr. Juez Federal y que los elementos secuestrados se encontraban en el Grupo de Artillería 101 “Tte. Grl. Bartolomé Mitre”. Luego, el Juez Federal de Mercedes, Dr. Juan José Gali ndez, dispuso l a instrucci ón del correspondiente sumari o por inf racción a las leyes 20.840 y 21.261, tarea que f ue asi gnada al Sr. Comisario Inspector Raúl Oscar Martínez, con actuación del Oficial Principal Ernesto Julio Genco en carácter de secretario, por orden del Comisario Mayor Eduardo S. Paterno, Jefe de la Unidad Regional VIII Junín. En el marco de dich a instrucci ón, el Comisari o Martínez di spuso con fecha 6 de mayo de 1976, que se haga comparecer a Vi lches, Huaranga, Tornell o, Silva, Salvático de Vecin, Penner y Pinto, alojados en la Comisaría USO OFICIAL de Jun ín, a l os fines de recibirl es declaración indagatoria. En dichas declaraci ones los imputados dieron detalles de sus detenciones y negaron su partici pación en actividades subversivas. En particular Pinto manifestó: “que el exponente sabe que se halla detenido a disposición de las aut oridades militares pero ignora cuál es la imputación que se le hace” (fs. 15 vta.). Alberto G. Huaranga, por su parte a fs. 16 manifestó que fue detenido en su domicilio por personal de civil acompañado por policías quienes le informaron que se encontraba demorado a disposición de la autoridad mili tar. Tornell o (fs. 17) y Vilches (fs. 18) destacaron que sus detenciones se produjeron en sus domicilios a la medianoche. Penner, por su parte en su declaración indagatoria dijo: “el día veintidós de abril pasado a la noche, en circunstancias que el exponent e se hallaba entregado al descanso se constituyó en su domi cilio personal militar y policial que procedieron a conducirlo a esta Seccional, revisando previamente la finca...” (fs. 19). Idéntica descripción de su detenci ón realizó Ismael Silva en su declaración de fs. 20 (subrayados agregados). Luego de las citadas declaraci ones indagatorias, las actuaci ones fueron remitidas al Juzgado Federal de Mercedes, con fecha 10 de mayo de 1976 (fs. 33). Por su parte, en vi rtud de dicha remisi ón, el Juez Federal Juan José Gal índez, decidió instruir sumario contra l os prevenidos Vilches, Huaranga, Tornello, Silva, Salvático de Vecin, Penner y Pinto, a cuyos fines ordenó devolver l as actuaciones a la Unidad Regi onal VIII de J unín, “con el objeto de que se sirva determinar, de conformidad con los elementos incautados [...] y las declaraciones de los imputados, la existencia de hechos configurativos de infracción a la ley 20.840”. 145 Como primera medi da en este sentido, se libró un oficio al Sr. Jefe de la Subzona 13, Coronel D. Féli x Camblor, a los fin de solicitarle la entrega del material ideológico secuestrado a l os imputados y depositado en el Grupo de Artillería 101. Dicha documentación se encuentra certificada a fs. 37, donde consta q ue se secuestró pri ncipalmente material bibliográfico y elementos del Parti do Comunista. Por otra parte, a fs. 59 obra un informe f echado el 10 de mayo de 1976, di rigido al Juzgado Federal de Mercedes, en la que el Teniente Coronel Carlos En rique Díaz López, Jefe de la Plana Mayor del Coman do de Artillería 101, hace saber que los detenidos f ueron puestos a di sposici ón del PEN por Decreto nro. 310/76 de fecha 30 de abril de 1976. Una vez recibidas las declaraciones, así como el material secuestrado por parte del Comisario Instructor, las actuaciones fueron nuevamente elevadas al Juzgado Federal de Mercedes, con fecha 18 de mayo de 1976, informando a su vez que los imputados se encontraban alojados en la Comisaría de Jun ín y que los elementos secuestrados permanecían en l a Unidad Regional de dicha localidad. Por su parte, con fecha 21 de mayo de 1976, el Juez Federal de Mercedes dispuso q ue se indague nuevamente a los preveni dos en la Unidad nro. 5 de dicha locali dad. En el marco de la nueva ronda de declaraciones indagatorias ordenadas, Tornello, Pinto y Penner rectificaron su declaración anterior y negaron q ue f uera de su propi edad parte del material secuestrado. Finalmente, el 8 de julio de 1976, el Dr. Gal índez resolvió sobreseer a los imputados sosteniendo: “no se materializan hechos con pautas incriminatorias que tipifiquen acciones previstas por la ley 20.840”. En consecuencia, se decidió “sobreseer definitivamente en esta causa que se les siguiera por presunta infracción a la ley nº 20.840 a Antonio Roberto Vilches, Alberto Gregorio Huaranga, Ismael Reinaldo Tornello, Luis Ismael Silva, Blanca Noemí Salvático de Vecin, Lindy Argéli co Amílcar Penner y Abel Andrés Pinto, de las condiciones personales indicadas en el expediente, por aplicación de lo dispuesto en el art. 434 inc. 1º del Código de Procedimientos en Materia Penal, debiendo mantenerse la actual privación de libertad de los nombrados hasta el cese de la disposición al Poder Ejecutivo que pesa sobre los mismos por Decreto 310/76” (fs. 104/105). El sobreseimiento di ctado, fue confirmado por la Excma. Cámara Federal de Apelaci ones de La Plata (fs. 123) el 5 de octubre de 1976. Luego el Coronel Fél ix Cambl or informó al Juzgado interviniente, que respecto de los detenidos Silva, Tornell o, Huaranga, Penner, Pinto, 146 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Vilches y Sal vático de Vecin, “ha cesado el arresto a disposición del PEN por Decreto nº 2793 del 5 de noviembre de 1976, autorizándose en el caso de que los mismos no tengan proceso pendiente su inm ediata libertad” (fs. 139). Ante ello, el Juez Galíndez di spuso su inmedi ata libertad. b. La causa “Aspeitía y otros s/infracción Ley 21.323” de 1976. La causa, que llevó el Nº 38.056, se inició mediante una nota dirigi da al ti tular de la Comisaría 1ª de J unín, fechada el 13 de julio de 1976, y firmada por el Of icial Inspector Raúl Blas Maisterra, en la que informó: “llevo a conocimiento del señor Comisario que en la fecha en horas de la madrugada, mientras realizaba una recorrida en la zona de la laguna de Gómez de esta jurisdicción, sorprendimos con el personal a mis órdenes, a una persona deambulando sospechosamente. Al identificarlo establecimos que se trataba de MIGUEL ÁNGEL ASPEITÍA [...] Dentro de su documento de i dentidad, al serle USO OFICIAL requerido portaba tres bonos del partido Comunista, confesando que son de su pertenencia ya que es socio efectivo de di cho partido. Por lo expuesto procedí a su detención y alojamiento en esta Seccional donde se halla a su entera disposición”. Ante dicha información se inició la i nstrucci ón del sumario respectivo por infracción a la ley 21.323, con intervenci ón del Juzgado Federal de Mercedes, a cargo del Dr. Juan José Gal índez. El Comi sari o Penna ordenó recibir declaración indagatoria al detenido Mi guel Ángel Aspeitía. Dicha declaración fue reci bida el mismo día y el nombrado man ifestó: “Que hasta unos seis meses atrás prácticamente ha carecido de inclinación política, fecha en q ue se relaciona con una persona llamada ISMAEL SILVA [...] Que existiendo ya confianza entre ambos, le confesó ser militante del Partido Comunista. Que cada vez que se encontraba con éste, le explicaba sobre las actividades que cumpl ía dentro del partido, solicitándole al dicente que se afiliase al mismo, habiendo aceptado, SILVA le hizo firmar una planilla [...] Que unos cinco meses a la fecha le llevó a una reunión que se desarrolló en la sede del partido en calle Alsina de ésta, en la que participaron además unas veinte o treinta personas, de l as que conoce únicam ente a RICARDO CHALELA, a otro de apellido MORETTA [...] En otra oportunidad SILVA le presentó a «POCHI» MICHELLI [...] indicándole que éste resultaba activista del partido [...] A pesar de no haber participado en reuniones del partido a partir del mes de marzo, le consta que los nombrados anteriormente han participado en reuniones ignorando l os lugares en los que se han desarrollado. Además la mujer de MICHELLI resulta act ivista del partido, siendo de su conocimiento que días atrás le entregó a ARNALDO CARINI [...] unos bonos, siendo abonados por éste, el que desempeña actividades similares [...] A otras preguntas manifiesta conocer a una familia de apellido FANTINO [...] dos de los hijos de dicha familia [...] también realizan actividades en el partido Comunista, habiendo llegado a su conocimiento 147 que guardan en el interior del negocio, para ser más exacto en la sala de fabricación de pan, material ideológico como asimismo de instrucción, llevando además tareas de adoctrinamiento [...] Con relación a la familia MICHELLI es la encargada de distribuir y cobrar actualmente los bonos del partido [...] MICHELLI le entregó tres bonos del partido Comunista para que los guardase en su poder, manifestándole que tuviese cuidado de ser sorprendido por fuerzas de seguridad con los mismos en su poder..” (fs. 4/5). A raíz de la declaración citada, el Comisari o Penna decretó y ordenó hacer efecti va la detención de Pablo Nelson Micheli y su esposa, Carmen Leontina Ri quelmez, con fecha 15 de julio de 1976, por infracción a la ley 21.323. En cumplimiento de dicha orden, el Oficial Subinspector Estel rich, en esa misma fecha, informó q ue “con personal me he constituido en el negocio de cantina, en el Balneario Muni cipal propiedad de Pab lo Nelson Micheli que ocupa con su concubina Carmen Leonti na Riquelmez y efectuada una requi[s]a en su i nterior se procedió al secuestro de un folleto de promoción de afiliados, una calcomanía idem y seis bonos de contribución correspondientes al Partido Comunista Argentino, motivo por el cual he procedido a la detención de los nombrados que hago entrega con el presente, acta y secuestros”. El Comisario Penna, por su parte, dispuso que se le reciba declaración indagatoria a l os nombrados Micheli y Riq uelmez. En dicha ocasión, Carmen Leontina Riquelmez manifestó que desconocía si las personas nombradas ten ían activi dad pol ítica (fs. 14). Luego, Pablo Nelson Micheli declaró con fecha 16 de juli o de 1976, oportunidad en la cual reconoció su afiliación al parti do Comunista, y manifestó que Aspeitía, Chalela, Moretta, Silva y los h ermanos Fantino también pertenecían al mismo partido y manifestó desconocer si tuvieron actividad pol ítica luego del 24 de marzo de 1976. Afirmó que su esposa no tenía vinculación con el partido. En base a las decl araciones señaladas, a fs. 16, el Comi sario Penna, con fecha 15 de julio de 1976, resolvió “en operativo conjunto policialmilitar” proceder a la detención de Oscar Francisco Mangold, Antoni o Horacio Spadano, Eduardo Ángel Spadano y Antonio Spadano, Rubén Américo Li ggera y Daniel Horacio, Arístides Kaminsky, Ernesto Kaminsky, Ricardo Chalela, Lorenzo Moretta, Mari o Andrada, Ricardo H oraci o Romero y Elsa Norma Avampi ni. A continuación obran los distintos sumarios que dan cuenta de las detenciones y requisas ordenadas. El 16 de julio f ueron detenidos Ricardo Horacio Romero y Elsa Norma Avampini y se les reci bió declaración indagatoria. En dicha ocasi ón 148 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario ambos fueron coin cidentes en señalar que fueron afiliados al Partido Comunista por Juan Carlos Fantino, dueño de una panadería llamada “La pequeña”. A raíz de los dichos vertidos en las declaraciones referidas precedentemente, el Comisario Penna, resol vió comi sionar al Oficial Subinspector Estelri ch para que se constituya en la panadería propi edad de los hermanos Fantin o, y “efect úe una requi[s]a tendiente a localizar el material de adoctrinamiento que se menciona” ( Fs. 23). En cumplimi ento de dicha resolución, Estelrich –con fecha 16 de julio de 1976, conforme acta obrante a f s. 24- se constituyó en la panadería referi da, hallando a uno de sus propietari os, Andrés Aníbal Fantino, y “efectuada una requisa en el edificio, en el interior de la cuadra destinada a la fabricación de productos que se elaboran en esa, se ha constatado la existencia de USO OFICIAL material correspondiente al Partido Comuni sta Argentino, tales como ilustrativo de adoctrinamiento, bonos de contribución [...] procediendo a su secuestro como asimismo a la detención del causante...”. A Andrés A. Fantino, se le recibi ó declaraci ón indagatoria el mismo día (fs. 40), oportunidad en la cual manifestó que se h allaba afiliado al Partido Comunista, al igual que su hermano Juan Carl os, y aportó los nombres de otros afiliados del partido. En atención al estado de las actuaci ones, el Comisari o Penna decidió decretar y hacer efectiva la detención de Juan Carlos Fantino, por infracción a la ley 21.323. En vi rtud de ello, con fecha 16 de julio de 1976, el Oficial Subinspector Estel rich procedi ó a la detención de Juan Carlos Fantino y al secuestro del material rel acionado con el Partido Comunista Argentino de su domicilio (fs. 42). En su declaraci ón indagatoria prestada ante el Comisari o Penna, Juan Carlos Fantino, indicó que se hallaba afiliado al Partido Comunista Argentino, y q ue cumpl ía f unciones en la parte administrativa del mismo hasta el 24 de marzo, cuando se prohibió la actividad parti daria, motivo por el cual procedió a guardar todo el material relacionado con el mismo en su domicilio y en la panadería. Luego señ aló a otros integran tes del Partido Comunista (fs. 53). Por otra parte, en f echa 15 de juli o de 1976, se procedi ó a la detención de Oscar Francisco Mangold, se requisó su domici lio secuestrando diverso material vinculado al Partido Comunista (fs. 55/66). En su declaración indagatoria de fs. 67 dij o estar afili ado al parti do pol ítico mencionado e indivi dualizó a otros miembros del mismo. 149 Paralelamente de las fs. 69/76 surgen las actuaciones relacionadas con l a detención de Antonio Horaci o, Eduardo Ángel y Antonio Spadano, con fecha 15 de juli o de 1976, oportunidad en la cual se procedió al secuestro de distinto material , vinculado tambi én al Partido Comunista. A continuación, se recibieron las correspondientes declaracion es indagatorias. Así, Antonio Spadaro declaró que estuvo afiliado al Partido Comunista, sin estarl o ya en ese momento (fs. 77). Por su parte, su hijo, Antonio Horacio Spadaro, a fs. 78 manifestó que su padre se hallaba afi liado al Partido Comunista A rgentin o, mi entras él era i ntegrante de la Federación Juvenil Comunista. Señal ó a otros integrantes del partido y expresó que había dejado de realizar acti vi dades pol íticas con anterioridad al 24 de marzo, conservando en su domicilio material de literatura. Finalmente Eduardo Ángel Spadaro, también declaró que su padre se encontraba afiliado al Partido Comunista, no encontrándose él mismo, por su parte, desempeñando ningún tipo de actividad política, por hallarse cumpliendo el servici o militar obligatorio (fs. 79). Por otro lado, con fecha 15 de juli o de 1976 se procedi ó a la requisa del domici li o de l a familia Liggera, secuestrándose de la habitación de sus hijos, Rubén Américo y Daniel Horaci o material bibliográfico, y procediéndose a la detención de los n ombrados. Al día siguiente se les recibió declaración indagatoria, oportunidad en la cual Rubén Américo Liggera (fs. 81) indicó que era integrante del Movi miento Integración y Desarroll o (MID), pero q ue con posterioridad al 24 de marzo de 1976 había dejado de desempeñar actividades de ese tipo y Daniel Horacio Li ggera (fs. 82) se expresó en términos similares a los de su hermano, agregando que “tampoco poseen el material de adoctrinamiento político, tal es así que las fuerzas de seguridad q ue les detuvo no lo halló en su domi cilio”. Con relación a la orden de detenci ón de Arísti des Héctor Kaminsky, obra una constancia de la que surge que el 15 de julio de 1976 “personal Policial baj o control de las Fuerzas Militares”, procedió a su detención “sin lograrse el secuestro de material ideológico” (fs. 84). El nombrado Kamin sky prestó declaraci ón indagatoria el 16 de julio de 1976 y mani festó que se encontraba afiliado al Parti do Comunista al igual que su hermano Ernesto, pero sin actividad actual. Señaló asimi smo a otros integrantes del partido. Luego, con relaci ón a Ricardo Chalela, surge a fs. 114/140 q ue el mismo 15 de juli o de 1976 se procedió a l a requisa de su domicilio 150 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario oportunidad en la cual se secuestraron diversos elementos relacionados con el Parti do Comunista. El mismo procedi miento se llevó a cabo en el domicili o de Lorenzo Moretta (fs. 141/161), en la misma fecha, procedi endo al secuestro de “elementos de adoctri namiento”. Por otra parte, con f echa 16 de juli o de 1976, el Comisario Penna con actuaci ón del Oficial Sub Inspector Estel rich, resolvi ó, previ a consulta con la Sub Zona Mil itar y el J uzgado de Intervención, disponer la libertad de Ricardo Romero, Elsa Avampini, Rubén Américo y Daniel Horaci o Liggera y Arísti des Kaminsky (fs. 163/5). Respecto de los encausados Ernesto Kaminsky, Ricardo Chalela y Lorenzo Moretta, con fecha 20 de juli o de 1976, el Comisari o Penna, decretó la captura de los nombrados, por infracción a la ley 21.323 (f s.171). USO OFICIAL En esta instancia, el Comisario Penna elevó el sumari o referi do al Juzgado Federal de Mercedes, a cargo del Dr. Juan José Gal índez (fs. 184), quien ordenó la citación de los imputados a fin de recibirles declaración indagatoria. En dicha oportunidad, los imputados fueron coincidentes en ratificar sól o parci almente su declaración prestada en sede policial, la mayoría de ellos rectificó sus térmi nos negando q ue los materi ales secuestrados en los allanamientos f ueran de su propiedad. Riquelmez, Aspeitía, los hermanos Fantino, Micheli, Mangol d, los hermanos Spadan o y su padre, f ueron trasladados a la Unidad 5 a disposi ción del Juzgado Federal de Mercedes. El Subprefecto Abel Davi d Dupuy, Jefe de la Unidad 5 de Mercedes, informó que ingresaron a dicho establ ecimiento entre l os días 27 y 29 de juli o de 1976 (fs. 220/222). Además, una vez q ue se efectivizó la captura oportunamente ordenada respecto de Ernesto Kaminsky, el Comisario Penna, con actuación del Oficial Inspector Edgardo A. Mastran drea, ordenó –con fecha 20 de agosto de 1976- reci birle declaración indagatori a al detenido (fs. 247). En dicha ocasión, con fecha 26 de agosto de 1976, Kamin sky manifestó que si bien se hallaba afiliado al Partido Comunista, a partir del 24 de marzo de 1976, dejó de desempeñ ar todo tipo de actividad política. Asimismo, reconoció el material secuestrado como propi o. Finalmente, con fecha 22 de marzo de 1977, el Juez Federal de Mercedes, J uan José Galíndez, resol vió sobreseer provisi onalmente a todos los encausados, en tanto no surgían hasta el momento ci rcun stancias o hechos concretos idóneos que determinen violación a las prescri pciones de la ley 21.323 (fs. 800/801). 151 c. Causa “Montenegro y otros s/infr. la ley 20.840” de 1976. La causa, que ll eva el Nº 38.156, tuvo in icio con la copi a del acta que da cuenta de la detención de Miguel Ángel Montenegro el 20 de septiembre de 1976, la cual se produjo en la vía pública y se especificó: “la detención del imputado se produjo en la vía pública por haberse demostrado su relación con el PRT y PC, no habiendo test igos del procedimiento”. En di cha acta se lee, en su parte in ferior el nombre del Teniente Coronel Án gel José Gómez Pola, Jefe del Grupo de Artill ería 101 “Tte. Grl. Bartolomé Mi tre”. Luego, el Coronel Félix Cambl or, Comandante de Artillería 101, elevó el acta al Juez Federal de Mercedes, Dr. Juan J osé Galíndez, con fecha 22 de septiembre de 1976, indicando q ue la detención se produjo “durante el desarrollo de operaciones militares y de seguridad efect uadas en el cumplimiento de lo prescripto por el Decreto nro. 2770/75” (fs. 2). El magistrado, a su vez, remiti ó las actuaciones al Jefe de la Unidad Regi onal VIII de J unín, Comi sario Inspector David Tabet, quien dispuso q ue la instrucción ordenada quede a cargo del Jefe de la Comi saría de Jun ín. Así, el Comisario Penna, con actuaci ón del Oficial Inspector Edgardo Mastrandrea, dispuso la indagatoria de Montenegro, la que se llevó a cabo el 20 de octubre de 1976. En di cha declaración manifestó que había conocido a una persona llamada Ademar Ravara, alias “Tucho”, así como a un joven que se hacía l lamar “Ernesto”, con quienes se reun ía en su domicilio para hablar de la situación de los trabajadores. Asimismo, manifestó que junto con Ravara, “Ernesto”, Daniel Walter Gómez, Torreta y “Manuel”, durante el mes de agosto de 1976 reali zaron pintadas en la ciudad de Junín, alusivas al E.R.P. Respecto de los antecedentes del mismo, obra un informe del 22 de octubre de 1976, produci do por l a Di rección de Inteli genci a de la P rovincia de Buenos Aires -que no se encuentra fi rmado- q ue hace referencia a que “al producirse la detención del delincuente sub versivo HUGO RAMÓN TORRETA, en sus declaraciones menciona a uno de los contactos [...] resulta ser ahora el contacto de «ERNESTO», además de pintar y vigilar movimientos Militares y Poli ciales. Es un tipo que puede int eresar porque tiene otra cédula a sus órdenes”. En relaci ón a Montenegro, dicho informe indica que en sus interrogatorios reconoció la militancia en el E.R.P., y entre las personas que mencionó como integrantes de dicha organización “que conoce por sus descripciones se establece que se trata de EDUARDO u OSCAR URRAS, nombre de guerra «ERNESTO»; ALBERTO ADEMAR RAVARA, nombre de guerra «TUCHO»; SUSANA OSSOLA, nombre de guerra se ignora; MARÍA MARGARITA PERATA, nombre de guerra se ignora; ANTONIO BEVIGLI A, nombre de guerra «MANUEL»; AD RIÁN ROMIÉ, nombre 152 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario de guerra se ignora; DANIEL WÁLTER GÓMEZ, nombre de guerra no establecido, habiendo facilitado su domicilio para reuniones”, dando cuenta a continuación, de que l os nombrados a excepción de Daniel Walter Gómez, se encuentran próf ugos. Con los elementos señalados, es deci r el informe precedente y su declaración indagatoria, el Comisario Penna, consideró “que se hallaría acreditada la relación del imputado Miguel Ángel Montenegro, con las personas de Eduardo u Oscar Urras (a) Ernesto; Alberto Ademar Ravara ( a) Tucho; Susana Ossola; María Margarita Peratta; Hugo Ramón Torreta; Ant onio Beviglia (a) Manuel y Adrián Romié, en actividades encuadradas dentro de la ley 20.840” y dispuso con fecha 26 de octubre de 1976, que se proceda a la detención de l os nombrados, y una vez cumplimentada dicha diligencia, se les reciba declaración indagatoria. Dichas detenciones, conforme informó el Oficial USO OFICIAL Inspector Maisterra, no pudi eron llevarse a cabo por hallarse los nombrados ausentes de la locali dad de J unín. Ante dicho resultado, el Comisario Penna dispuso q ue se haga circular la correspon diente orden de captura. Luego, teniendo en cuenta la ya referi da declaraci ón indagatoria de Montenegro, el Comisario Penna ordenó la detención de Lucía Leonor Montenegro, madre de Miguel Ángel, la cual se hizo efectiva el 16 de diciembre de 1976 (cfr. fs. 29). En la misma fecha se informó la aprehensión al Teniente Coronel Ángel Gómez P ola, Jefe del Área 131. Miguel Ángel Mon tenegro –quien se encontraba deteni do a disposición conjunta del Juzgado Federal de Mercedes y del Poder Ejecutivo Nacional, en la Uni dad nº 5- ampli ó su declaración indagatori a, el 18 de diciembre de 1976 en la Comisaría 1ª, se lo interrogó respecto de si conoció a una persona de apellido Sartori, ante l o cual manifestó que efectivamente conocía a Mario Atil io Sartori, identificándolo como uno de l os diri gentes del grupo al que pertenecían “Ernesto” y Ademar Ravara, señalados en su declaración anterior. Al ser interrogado por otras personas de ese grupo que tuvieran poder de decisión, indicó q ue “conoció a uno de apellido BEVIGLIA, que tenía el seudónim o de «Carozo», también concurría a las reuniones y cumplía «operativos», al parecer con otro grupo de personas, dado que producía «informes» de «trabajos realizados», que el dicente no había concurrido...”. Además, mencionó dentro de dicho grupo a una persona de apelli do López. A continuación, se agregó la causa nro. 38.162, caratulada “Gómez, Daniel Walter y Ale, José s/presunt a infracción a la ley 20.840”. En el marco del expediente de referencia, obra una constancia suscripta por el Teniente Coronel Gómez Pola, “con motivo de la detención durante el desarrollo de operaciones militares y de seguridad efectuadas en el cumplimiento de lo prescripto por el Decret o, nro. 2770/75 de la siguiente persona: 153 Daniel Walter Gómez” (cfr. fs. 48), llevada a cabo en la vía públ ica el día 27 de septiembre de 1976. Dicha constancia fue remiti da por el Coronel Cambl or al Juzgado Federal de Mercedes con fecha 1° de octubre, oportunidad en la cual informó q ue dicha persona se encontraba a disposición de esa Judicatura en la Unidad Regi onal VIII de la Policía de Jun ín. la instrucción del sumeri o quedó a cargo del titular de l a Comisaría 1ª de J unín. A esta altura debe destacarse que en el presente auto de méri to el caso de Daniel Walter Gómez es objeto de imputación, toda vez que se tiene por acredi tado –con el grado de certeza requerido para esta etapa procesalque fue ilegalmente detenido previo a la fecha señalada precedentemente. Continuando con la causa de referenci a, el Comisario Penna ordenó la instrucci ón de la causa. Con actuación del Oficial Inspector Mastrandrea se le recibió declaración indagatoria a Daniel Walter Gómez, el 17 de octubre de 1976, quien manifestó q ue reali zó actividades vincul adas al Peronismo Auténtico, tales como pintadas y reparto de panfletos, en compañ ía de Patrici o Griffin, Carlos Labl unda, un militar reti rado de apellido Rivas, Daniel Cormi ck y su esposa. Entre las personas vinculadas al parti do mencionó a Michelozzi, Sánchez y Rodríguez, todos ellos mi litares retirados, y una persona de apellido Serafino. Asimismo, indicó que le constaba que todo el accionar iba dirigi do contra el Intendente de Junín, Dr. Oscar Venini y sus col aboradores, entre los q ue recordó a los hermanos Checchi, Guazzaroni y Mingorace (fs. 52/ 3). Posteri ormente, el 20 de octubre de 1976, Gómez prestó una ampliación de su declaración indagatori a, en la que manifestó que j unto con una persona de apellido Torreta, Ademar Ravara alias “Tucho” y Mi guel Ángel Montenegro, realizaron pintadas contra del entonces intendente (fs. 54). La Di rección de Inteligencia de la Provincia de Buen os Aires, a solicitud del Comisario Penna, labró un i nforme que se encuentra agregado a fs. 57, en el que se da cuenta de que Daniel Walter Gómez fue identificado como perteneci ente al E.R.P. a raíz de las declaraciones vertidas por Miguel Ángel Montenegro, “procediéndose a su detención y puesto a disposición de las autoridades militares del Área 131, dependi ente de la Sub-Zona de Defensa Militar (ilegible)”. A contin uación, se indica q ue “de acuerdo al interrogatorio a que es sometido el imputado, reconoce su militancia primeramente dentro de la Juventud Peronista Revolucionaria, manteniendo esta vinculación con el Dr. Juan Patricio Griffin, Contador Pedro La Blunda, el periodista Daniel Benito Cormick”. Asimismo, se da cuenta de su vinculaci ón con Alberto Ademar Ravara, Hugo Ramón Torreta y Miguel Ángel Montenegro, todos ellos sindicados como 154 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario pertenecientes al E.R.P., y con Edgardo Daniel Cava, quien se hallaba próf ugo al 26 de octubre de 1976. Posteri ormente, con fecha 26 de octubre de 1976, y teniendo en cuenta la declaraci ón indagatoria de Daniel Walter Gómez, así como el informe de la D.I.P.B.A., se tuvo por acreditada su relación con Eduardo u Oscar Urras (a) Ern esto; Alberto Ademar Ravara (a) Tucho; Susana Osola; María Margarita Peratta; Hugo Ramón Torreta; Antonio Beviglia; Adrián Romié; Daniel Benito Cormick; María Rosa Marchetto y J osé Ale, por lo cual el Comisario Penna ordenó la detención de los nombrados. Sólo se detuvo a José Ale a q uien se le recibi ó declaraci ón indagatoria el 4 de noviembre de 1976, por lo q ue se solicitó la captura de los restantes. El Comisario Penna informó el 9 de noviembre de 1976, al Jefe del Área 131, Tte. Coronel Gómez Pola, que con fecha 4 de n oviembre de 1976 USO OFICIAL se procedió a la detención de José Ale. Luego, el 18 de dici embre del mismo añ o, se le recibi ó a Gómez una ampliaci ón de su declaración indagatoria, oportuni dad en la que manifestó q ue a l as reuniones mencionadas en su anterior declaraci ón “aparte de Patricio Griffin, Carlos Lablunda, Mazzadi, Daniel Cormick, Adolfo Bautista Rivas, también concurrían un señor de apellido Prieto, los hermanos Bozzini, el abogado Armando Blassi, un señor de apelli do Yópolo y Pedro Lablunda (Abogado), hermano de Carlos”. Agregó las funciones que cumplían cada uno de los nombrados en sus distintas declaraciones e indicó que llevó a cabo actividades políticas -consistentes en l a confección de planos de edificios públicos y domicili os particul ares-, junto con Ravara, Torreta, Fabián López y Mario Atilio Sartori . Hizo referencia a que el nombrado Sartori l o había amenazado con matarlo si en esa oportunidad no se limi taba a mantener su declaración anteri or. Por último, señ aló como personas que “andan en actividades subversivas” a Gilberto Mesa, alias “Beto”, una persona de apellido Cerutti y Adrián Romié, así como a De Miguel, a quien vinculó con Ale, y a Edgardo Aníbal Cava. Adviértase que Gómez, al declarar en este Juzgado (fs. 2297/ 300) negó esta declaraci ón, altamente incri minatoria, y recordó que en ese momento se encontraba ilegal mente detenido en un lugar no identificado, someti do a tormentos y que le hicieron fi rmar unos papeles q ue no pudo l eer. El 18 de febrero de 1977, en cumplimi ento del art. 7 de l a ley 21.460, el Comisario Penna remitió el sumario finalizado al “Jefe del Área de Defensa 131 (sub-Zona 13) Tte. Cnel. Don Ángel Gómez Pola” (f s. 102), y l uego se remiti ó al J uzgado Federal de Mercedes. 155 A fs. 105 el Coronel Cambl or informó al Dr. Galíndez que los detenidos Gómez y Montenegro pasaron a disposición del PEN por l os decretos 2377/76 y 2369/76. A fs. 125 se encuentra el acta decreto 1860/75 que da cuenta de la detención de José Ale reali zada el 4 de noviembre de 1976 en su domicili o “por presunta relación con personal subversivo perteneciente al ERP, no habiendo testigos de dicho procedimiento”. Asimismo, obran a fs. 128/135 las actuaciones relacionadas con la solicitud de Penna de que se traslade a los detenidos Gómez y Montenegro a la Comisaría 1ª de J unín para recibirl es una nueva declaraci ón indagatoria. El Dr. Gal índez, negó dicha solicitud por encontrarse la causa en pleno trámi te. Luego, ante una presentación efectuada por el Teniente Daniel Eduardo Carthy en la cual acompañó un despacho de la superiori dad secreto, el j uez autorizó los traslados. A esta altura no puedo dejar de señalar que Daniel Gómez declaró ante esta sede que en dicho traslado fue llevado a un lugar no identificado en el que fue interrogado bajo tormentos por el comisario Penna y otras personas a q uienes no pudo iden tificar. Finalmente el 25 de febrero de 1977 el Dr. Galíndez ordenó la acumulación de las causas 38162 y 38156 y fijó las audiencias para recibirl es declaración indagatoria a l os i mputados. Así, a fs. 170 Mi guel Ángel Montenegro reconoció su fi rma en las declaraciones anteriores pero rectificó su conteni do. Afirmó que no partici paba en políti ca y que si bi en con ocía a muchos de l os nombrados, no le constaba la partici pación pol ítica de ninguno de ellos. Y concluyó: “la razón por la cual firmó las dos declaraciones que en este acto rectifica es porque estaba asustado y por haber sido apremiado para que declarara como lo hizo. Preguntado si está en condiciones de aportar nombres o características físicas de las personas que lo habrían apremiado, contestó que no, por tener los ojos vendados”. Dicho l o cual, finalizó el acto, sin que se indague más al respecto ni se investigue el hecho denunciado por el i mputado. Coincidentemente, a fs. 176 declaró Daniel W. Gómez quien, al igual que Montenegro reconoció su firma en las declaraci on es pero negó su contenido. Al cierre del acta se lee: “Con lo que no siendo para más el acto, y previo aclarar a una última preguntado que se le formula, que suscribió las declaraciones leídas en razón de haber sido apremiado en la comisaría de Junín”. Luego, en su declaración indagatori a, Lucía Leonor Monten egro, al igual que l os anteriores, si bien reconoció su firma, negó sus dichos y 156 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario aclaró que no le permitieron conocer el contenido del acta previo a suscribirl a (fs. 180/1). Finalmente, el 28 de abril de 1977 el Dr. Galín dez sobreseyó provi sionalmente a l os imputados (fs. 192/3). d. Conclusión Los hechos ocurri dos durante el terrorismo de Estado en Argentina adquieren una gravedad palmaria al cotejar, medi ante la compulsa de las causas reseñadas, el amplio margen de discrecionalidad que dispon ían las fuerzas polici ales y militares en la mentada “lucha contra l a subversión”, no sólo en el ámbito subterráneo e ilegal propi o del aparato clandestino de poder puesto en marcha el 24 de marzo de 1976, sino también canalizando el inmenso poder puni tivo estatal por la vía del sistema pen al formal que se encontraba vigente en aquel entonces, y que consagraba un model o procesal USO OFICIAL de excepci ón, en el cual las agencias policiales ten ían amplísimas facultades para vi olentar l os más elementales derechos f undamentales de los ciudadanos, sin que la agencia judicial pueda controlar o n eutralizar dicha actuaci ón. Lo que muestra a las claras estos expedientes, es que durante aquellos años, se encontraba vi gente un model o procesal penal propio del Estado autori tari o, con claro predominio de las agenci as ejecutivas, en absoluto funcional con los fines pol ítico-criminales propios del Estado policial: el discipl inamiento, la homogeneizaci ón de la sociedad, la verticali zación de las relaciones de poder entre qui enes mandan y quienes obedecen, todo ello mediante la persecución implacable de todos aq uellos considerados enemigos o peligrosos f rente al régimen imperante. Obsérvese que ante l a sospecha de “accionar subversivo” por parte de una persona, la policía podía detenerl o, interrogarl o, all anar su domicilio, realizar n uevas detenciones como consecuencia de l o anteri or e informar de lo sucedido al J uez Federal días más tarde, quien, a su vez, delegaba la instrucci ón del sumario en l a misma policía. Por lo tanto, la pregonada finalidad de la última dictadura militar de “luchar contra la subversión”, podía hacerse no sólo a través del sistema penal clan destino, sino también abiertamente y sin mayores dilaciones ni contratiempos, mediante la legalidad vigente en el momento de los hechos, esto es, valiéndose de las instituci ones y mecanismos propi os del sistema penal formal, que funci onaba en una situación consolidada y permanente, funcional al Estado polici al. 4.4. Las inspecciones judiciales 157 de excepción En los términos prescriptos por el artículo 216 del C.P.P.N., se dispuso la realizaci ón de cuatro inspecciones oculares en l os sitios que se tiene acredi tado, que fueron utili zados como centros clandestinos de detención, dentro de la Subzona 13. Así, se produjo la in spección ocular de l a Comisaría 1ª de J unín, obrando a f s.2934/ 9 el acta que da cuenta de ello; la Unidad Regional VIIIª de Jun ín, fs. 2940/1; en la entonces cárcel en construcción, actual Unidad nro. 13 del Servicio Penitenciario Provincial, obrando a fs. 2942/5 el acta que da cuenta de ello; y en el Dest acamento Morse de Policía de la Provincia, ubicado en la localidad de Morse, Parti do de Junín –acta a fs. 2946/8-. Cabe recordar q ue l as inspecci ones j udi ciales llevadas a cabo por el Tribunal, se complementan con el trabajo aportado a la causa por el Arq. Gonzalo Conte, en representación de la Asociación “Memoria Abierta”, consistente en el Registro Judicial Audi ovisual llevado a cabo al momento de practicarse las inspecciones oculares. En tales registros se logra captar en f orma textual los di chos vertidos por cada uno de los testi gos, con apoyo de las imágenes pertenecientes al siti o al cual cada uno de ellos hace referencia, con el natural poder de evocaci ón que el lugar de l os hechos tiene de por sí para el recuerdo de l os mismos. Es preciso recal car la calidad y excelencia del trabajo de la asociaci ón “Memoria Abierta”, y el significativo valor probatorio que tales Registros revisten para la presente causa; dado el grado de certeza que los mismos brindan acerca del resultado de la inspección judicial y los reconoci mientos de l as víctimas. Por últi mo, qui ero recordar, como lo he sostenido en otras resol uciones, el valor histórico de tales documentos, ya que ante la eventuali dad de que las edificaciones o cimientos de los sitios en los que funcionaron centros clandestinos de detención y tortura, no sobrevivi eran con el tiempo –más allá de las medi das de aseguramiento a disposición del Juez-, tales Registros servi rán como garantía de su existencia, lo cual cl aramente constitui rá un factor indispensabl e para l a preservación de la memoria. a. Inspección ocular en la Comisaría 1ª de Juní n Conforme ya se reseñara en el punto 3.2.6., al que me remi to a fin de evitar rei teracion es innecesarias, el 5 de marzo de 2010 se llevó a cabo en la citada dependencia una Inspección en los términos del artícul o 216 del C.P.P.N. –f s. 2934/9-. En dicha oportuni dad, se contó con la asistencia de los testigos -víctimas de los hechos acaecidos en este siti o- Ana María Rinaldi, Normando Federico di Sábato, Alberto Pedro Silva, Ari el Nelson de Siervo, 158 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Benito Gorgonio de Miguel, Rubén Américo Liggera, Susana Noemí Bogey, Juan Carlos De Bi asi, Juan Carl os Fan tino, Andrés Aníbal Fantino, Abel Andrés Pinto, Alfredo Rodolfo Artola, Ismael Reinaldo Tornell o, Daniel Walter Gómez y Rubén Pío Soberano, q uienes al momento de manifestar sus apreci aciones sobre el lugar, lo hicieron a tenor de las prescripci ones del artícul o 275 del C.P. En dicha acta se dejó constancia de q ue los testigos reconoci eron varios de l os siti os de la Comisaría y en particular el l ugar de los calabozos en los cuales estuvieron detenidos il egalmente; el despacho del entonces Comisario y los despachos contiguos a éste; a la vez que del testigo Silva también reconoci ó la planta superi or de dicha dependencia. Reitero aquí que en el marco de este acto, los testigos reconoci eron l os sectores de calabozos en los que estuvieron alojados, como USO OFICIAL el baño que utili zaban, como asi mi smo los restantes sectores de la depedencia, como el pati o, l a entrada, el despacho del Comisario, y en algunos casos en particular, la planta alta. b. Inspección ocular en la entonces Unidad Regional VIIIª El acta labrada en oportunidad de llevarse a cabo dicho acto se encuentra glosada a fs. 2940/1. A tal di ligencia concurri ó l a testigo Susana Noemí Bogey, se tuvo acceso a la plan ta baja y a la al ta; y la nombrada reconoci ó el lugar como aquel que menci onara en sus declaraciones anteri ores al que fue llevada luego de ser ilegal mente deteni da en Venado Tuerto. Mencionó que en la planta baja fue alojada en una oficina que daba a la calle, reconoci endo tal si ti o como el ubicado contiguo a la escalera por la cual se accede a la parte superi or. Consta en tal acta que allí “la sentaron en una silla y le vendaron los ojos hasta la noche de ese mismo día” y alegó que según su recuerdo “esta oficina habría sido más ancha en el momento que ella estuvo allí detenida”. Luego la testigo reconoció la planta al ta y la oficina donde fue interrogada, la cual se encuentra a la izquierda de la escalera accediéndose a ella por un pasill o; encontrándose en esta un cartel que reza “Sala de situación”. Alegó reconocer este sitio por el camino realizado y por la cercan ía a la escalera, surge precisamente en tal acta “yo estaba en un sillón, enfrente de mí estaban los que me interrogaban, no pude ver nada, acá fue donde la persona que mencioné me acercaba la estufa a la cara diciendo que yo sabía más cosas y que me iba a quemar”; refiriéndose precisamente a Luciano Guazzaroni, a quien dijo que si bien no lo pude ver lo reconoci ó por la voz, ya que era una persona que conocía anteri ormente, era el novi o de una amiga y era una persona conocida en Jun ín. Recordó: “él usaba una violencia excesiva, el resto de los que 159 estaban ahí lo frenaron, él me dijo que no me haga la tonta, que me iba a quemar. Pasaron treinta años, yo en ese momento tenía veinte años y no vivía en Junín, yo tuve la sensación de que era él, me decía q ue Imelde (Sans) estaba ahí y ya había cantado, yo no compartí cautiverio con nadie”. c. Inspección judicial en la cárcel en construcción –actual Unidad nro. 13 del Servicio Penitenciari o FederalConforme ya se expuso en el apartado 3.3.4., al que me remito brevitatis causae, en fecha 5 de marzo pasado, también se llevó a cabo la inspección judicial de la entonces Cárcel en construcci ón –acta obrante a fs. 2942/5-, actual Unidad nro. 13 del Servicio Penitenciari o Federal. Como se asentara precedentemente, a tal diligencia asistieron los testigos Ana María Rinaldi, Normando Federico di Sábato, Alberto Pedro Silva, Ariel Nelson de Siervo, Benito Gorgonio de Mi guel y Rubén Américo Liggera. Resalto aquí una vez más la trascendenci a de esta medida judicial para la acreditación del uso de tal si ti o como CCDT, ya que los testigos reconoci eron el sitio como aquel en el cual permanecieron detenidos ilegalmente, habien do recaído f undamentalmente tal reconocimiento sobre cuatro lugares: la t orre de vigilancia, como aquel de la pl anta alta al cual eran llevados para l a tortura; el pabellón nro. 10, en el cual habrían estado alojados, el salón de visitas, en el cual algunos de ellos manifestaron haber sito someti dos a tormentos; y el patio contiguo al pabellón mencionado. d. Inspección judici al en el Destacamento Morse Como q uedara anteriormente asentado en el apartado 3.4.1., al que me remito, el 5 de marzo de 2009 se ha realizado la inspección judicial en el Destacamento o P uesto de Vi gilancia Morse, obrando a fs. 2946/8 el acta oportunamente l abrada. A dicho acto asistieron los testigos Susan a Bogey y Daniel Walter Gómez, obrando en tal acta constancias de lo mencionado por ambos testigos al momento de visualizar el si tio de mención, de lo que se destacara que la primera de las mencionadas reconoci era aquel siti o como el lugar en donde estuvo cautiva conforme a sus declaraciones previas. 4.5. El aporte de la “Comisión Provi ncial por la Memoria” Reiterando las consisderaci ones expuestas en la anterior resol ución, el examen habrá de detenerse en las piezas documentales que oportunamente fueran aportadas a la instrucción por la “Comisión Provincial por la Memoria” (fs. 779/810) y que tienen relación con las víctimas cuyos padecimi entos se analizan en esta resol ución; como así tambi én en el Informe 160 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario que oportunamente confeccionara el mentado ente, en orden al relevamiento efectuado sobre la documentación que fuera l ocalizada en el interior del Archivo de l a Ex Di rección de Inteli gen cia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (en lo sucesivo DIPBA). Se encuentra reservado en Secretaría el Legajo nº 7511, mesa D.S., caratulado “Investigación sobre la posible detención de Benito Gorgonio de Miguel y 12 más, presuntos integrantes de una cédula del E.R.P. en Juní n”. El mismo se inició con el parte nº 3702/791, de fecha 14 de abril de 1977, produci do por la S.I.D.E., y diri gido a la D.I.P.B.A., en el que se dejó constancia de lo siguiente: “se tiene conocimiento que el 1 de febrero de 1977, en la cuidad de Junín (Pcia. de Bs. As.) se realizaron diversos procedimientos los que arrojaron como resultado el desbaratamiento de una cédula subversiva perteneciente al E.R.P. y la detención en averiguación de antecedentes de las siguientes personas: Benito USO OFICIAL Gorgonio De Miguel, Jorge Cerruti, Ariel Nelson Di Siervo, Juan José Martín, Rubén Améri co Liggera, Alberto Pedro Silva, Normando Federico Di Sábato, Armando Antonio Álvarez, Héctor Vega, Ri cardo Luis Vega, Imelda Rina Sans de Periz, Ví ctor Edmundo Pajoni y Horacio Roberto Arce […]”. A través del mismo, se solicita, entre otras cosas, que se informe la situación legal de los nombrados. La respuesta, de fech a 27 de abril de 1977, proveniente de la Delegación de Inf ormaci ones de Jun ín, y suscri pta por el Comisari o Fermín Heriberto Sandoval , Jefe de dicha Delegación, establece que “[…] La situación actual de los causantes es la siguiente: Hasta la fecha se encuentran detenidos a disposición del P.E.N., en la Unidad Carcelaria de San Nicolás: CERRUTI, Jorge Raúl; DE SIERVO, Ariel Nelson; LIGGERA, Rubén Américo; SILVA, Alb erto Pedro; DI SÁBATO, Normando Federico; ÁLVAREZ, Armando Antonio; RI NALDI, Ana María. Se hallan en libertad desde el 23-03-77, las siguientes personas: MARTÍN, Juan José; VEGA, Héctor; VEGA, Ricardo Luis; SAENZ DE PERIS, Imelde Digna; PAJONI, Víctor Edmundo; ARCE, Horacio Roberto […]”. El informe en el cual consta el operati vo de detención reza que “esta Delegación de I nformaciones, Comando Radioeléctrico de l a Unidad Regional VIIIª y Comisaría local, en forma conjunta con personal del Ejército perteneciente al Área 131 (Sub-Zona de Defensa 13) […] vienen desarrollando tareas de información e investigación con el fin de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversi vos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y en el transcurso del año pasado, habían sido abatidos varios delincuentes con domici lio en esta ciudad […] se llega al convencimiento total de que en esta ci udad, estarían actuando el ementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERU TTI […] quien luego de un intenso interrogatorio confiesa 161 ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la i ntegración de la misma…”. Como consecuencia de ell o, el Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de las personas nombradas en el antedicho parte 3702/791. Asimismo, consta en el informe que en las detenciones al udi das se procedió a secuestros de material bibliográfico, y que las mi smas se efectuaron en la madrugada del 24 de enero de 1977, en contrándose los detenidos a l a fecha del informe -29 de enero de 1977- alojados en la Comisaría de Jun ín, a disposición de la Jefatura del Área Mili tar. Por otra parte, se in formó l o sigui ente con respecto al día 28 de enero: “se procede a interrogar al sospechoso JOSÉ ARTURO LUNA […] quien resultó ser delincuente subversivo de la Organización E.R.P., con el grado de Capitán (nombre de guerra, Capitán Luna o Capitán Juan), quien [z]afó custodia y se dio a la fuga, hiriendo a dos oficiales de esta Repartición…”. Asimismo, obran en el legajo de ref erencia l os “antecedentes ideológicos” de las personas detenidas, en el que con fecha 27 de abril de 1977, se da cuenta de l a actividad política de los mismos, y de donde surge l a situaci ón de cada uno de ellos en dicha fecha, lo cual es coincidente con lo informado por el Comisari o Sandoval. Respecto de Rubén Américo Liggera, se da cuenta de q ue “con fecha 16/07/76 en un procedimiento de una cédula de la Juventud Comunista en esta ciudad, donde fueron detenidas cuatro personas, también se lo detuvo al nombrado Liggera y su hermano Daniel Horacio, recuperando ese mismo día la libertad por falta de mérito”, hallándose Rubén Américo en esa fecha detenido en al Unidad Carcelari a de San Nicolás a di sposición del P.E.N. También se deja con stancia de que Imel de Digna Sáenz de Peris recuperó su libertad con fecha 16/7/1976, y volvi ó a ser detenida el 24/1/77 junto con De Mi guel , Cerutti , De Siervo, Martín, Liggera, Di Sábato, Héctor y Ricardo Vega, además de Alberto Pedro Silva y Armando A ntonio Álvarez; pasando luego a disposición del P.E.N., y recuperando su libertad el 23/3/77. También, con fecha 6 de mayo de 1977, se da cuenta en el l egajo del procedimiento por el cual se detuvo a los nombrados De Miguel, Cerutti, De Siervo, Martín, Liggera, Sil va, Di Sábato, Héctor y Ricardo Luis Vega, Sans de Peris, Pajoni , Arce y Rinal di. Respecto de Cerruti, en particul ar, se mencionó que “estaba sindicado como elemento de izquierda. Detenido e interrogado conf iesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva “E.R.P.” dando la integración de la misma, lo que permite la detención de la mayoría de sus integrantes ( …)”. Por otra parte, en relación a Sans de Peris se detalló que “el 7/7/76 fue detenida por 162 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Fuerzas Conjuntas en razón de haber colaborado y darle albergue a la delincuente subversiva Noemí Bogey de Torreta, recuperando su libertad el 16 del mismo mes y año”. Se indicó en el legajo de referencia que dichas detenci ones fueron llevadas a cabo por las Fuerzas Conjuntas, en horas de la madrugada del día 24 de enero de 1977, y se consignaron los datos personal es y la actividad pol ítica de cada uno de los nombrados. Respecto de Benito De Miguel, obra en el legajo un listado de detenidos a disposi ción del P.E.N., emitido por la Jefatura de Inteligencia Naval, en donde consta que f ue deteni do por una supuesta vinculación al E.R.P. y que fue puesto a disposici ón del P.E.N. en virtud del decreto nº 707/77, de fecha 7/2/77, siendo detenido el 24/1/1977 y encontrándose alojado en la Unidad 8 de Junín. USO OFICIAL Con relaci ón al nombrado, obra asimismo un informe de fecha 16 de enero de 1956 respecto del diario “El Tribuno”, suscri pto por el Comi sari o Arturo J. Zabala –il egible- en el q ue se lo sindica, j unto con Juan Ignacio Brochex, como un dirigente demócrata que tiene gravitación en las publicaci ones del di ario mencionado. A simismo, el Comisario J osé Novelle informa el 12 de marzo de 1956 que los nombrados De Mi guel y Brochex, junto con Pablo Cogorno, se desempeñan como directores del mismo, siendo De Miguel además su propietari o y admi nistrador. El informe se emite a raíz de un pedido efectuado por el Jefe de la Coordinación de Informaci ones, con fecha 14 de marzo de 1955. En el legajo de men ción, obran asimi smo fotografías tomadas a los detenidos Di Siervo, Martín, Li ggera, Silva, Di Sábato, Álvarez, Rinaldi, Héctor y Ricardo Luis Vega, Sans de Periz, Pajoni y Arce. Cabe destacar que los nombrados que prestaron declaración testimonial en esta sede, reconoci eron tales fotograf ías como las que les fueron tomadas durante su cautiverio. Por otra parte, obran reservados en Secretaría, las f ichas personales de l os n ombrados Álvarez ( legajo nº 7511), Arce (legajo nº 28 – Carp. 9, Or. 58) , Luna (legajo nº 7093), Pajoni (legajo nº 7511), Pinto (legajos nºs 244 y 327), Rin aldi (legajo nº 9790, Tomo II), Sans de Peris (legajo nº 2703), Sil va (legajo nº 7511), Tornell o (l egajos nºs 20- Carp. 7 1ra. y 1, Carp. 65 –Tomo II), Vega, Héctor (legajo nº 11, Carp. 65) y Vega, Ricardo Luis (legajo nº 2703). Respecto de Armando Antonio Álvarez, consta en las actuaciones remiti das por el Archivo Provincial de l a Memoria, que se l o detuvo por una supuesta vinculación con el E.R.P., con fecha 24/1/77, y en virtud del decreto 163 nº 00325, del 7/2/77, fue puesto a disposición del P.E.N., encontrándose detenido en la U. 8 de Junín. En la mi sma situación se encontraban Horaci o Roberto Arce, Víctor Edmundo Paj oni, Ana María Rinaldi, Imel de Sans de Peris, Alberto Pedro Silva, Héctor y Ricardo Lui s Vega. Respecto de este último, los mismos datos constan en el l egajo nº 13.066, Mesa D (S). Asimismo, el legajo nº 13.067, Mesa DS, da cuenta de que el nombrado Álvarez, “fue detenido j unto con otras personas por Fuerzas MilitaresPoliciales, a raíz de integrar una cédula de DD.TT. (E.R.P.) desbaratada en Junín, pasando a disposi ción del P.E.N., recuperando su libertad el día 24-08-77”. En relación a Abel Andrés Pinto, el correspondi ente l egajo da cuenta de que con fecha 24/4/76 fue detenido por personal militar de Jun ín, no encontrándosele material ideológico, mencionando asimismo q ue es “considerado como peronista de «izquierda»”. Respecto de Ismael Tornel o, consta en l as actuaciones remitidas que fue detenido con fecha 23/4/1976, y puesto a disposici ón del P.E.N. el 30/4/76, en virtud del decreto nº 00310, encontrándose detenido en l a U. 8. Fue puesto en libertad con fecha 5/11/76. Información rel ativa a algunas personas en particul ar ►Julio Luis Santamaría Obra reservado en Secretaría el legajo nº 5412, mesa DS, caratulado “Detención del Sacerdote de la Congregación Marianista Julio Luis Santamaría”, en el cual con fecha 3 de junio de 1976, el Sub-Comisario Fermín Heriberto Sandoval , Jefe de la Secci ón Regi onal VIII (Jun ín) de la D.I.P.B.A. informó al Sr. Di rector de Informaci ones, que el Sacerdote de la Congregación Marianista Juli o Luis Santamaría, “[…] por disposición de las autoridades Militares de la Subzona de Defensa 13, Área 131, fue trasladado al Destacamento “101” de Inteligencia de La Plata, desde donde el día 26-05-76 recuperó la libertad ignorándose las causas que determinaron la medida. Días más tarde el Sacerdote aludido regresó a esta ciudad […]”. Asimismo, se hace referencia en el mismo al materi al bibliográfico secuestrado de “corte ideológico izquierdista”, que dio lugar el 11 de mayo de 1976 a “su traslado por parte de las aut oridades militares con asiento en la Guarnición Militar Junín, a la ciudad de La Pl ata, a disposición del Señor Jefe del Dest acamento “101” de I nteligencia”. Respecto de l a deten ción de Santamaría, se da cuenta tambi én en el legajo nº 5760, mesa DS, caratulado “Posible vinculación de varias personas con la subversión en la ciudad de Junín. 8/6/76”, en el cual obra el mensaje nº 15526, de fecha 8 de junio de 1976, por el que se informa a la central de la D.I.P.B.A. que “el 24 may 76 efectivos dependientes del Cdo. Subzona de Defensa 13 allanaron el Colegio Marianista de la ciudad de Junín, deteniéndose al Pbro. 164 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Julio Santamaría […]. Tras ser detenido Santamaría, el Director del Colegio Marianista, Pbro. Andrés, divulgó por todos los medios a su alcance la versión de que «Santamaría fue cruelmente torturado por los militares, al punto de presentar una costilla rota». En el legajo de referencia obra además un informe remiti do con fecha 5 de julio de 1976 por el Jefe de la Sección VII (Junín) de la D.I.P.B.A., Sub Comisario Fermín Heriberto Sandoval, en el que se da cuenta de q ue “a raíz de haberse detect ado por personal de esta Sección Regional las actividades del Sacerdote JULIO LUI S SANTAMARÍA […] quien realiza tareas de captación y difusión de teorías m arxistas […] las autoridades Militares de la Sub-Zona de Defensa 13, área 131, disponen la detención del mencionado el día 24/05/76 […]. Posteriormente a su detención el Sacerdote SANTAMARÍ A, fue deportado del país a su lugar de origen (España) […]”. USO OFICIAL Asimismo, se halla reservada en Secretaría l a ficha personal del nombrado Santamaría, en la que con fecha 3 de novi embre de 1975, se da cuenta de sus acti vidades en el Colegio Marianista, catalogándol o como “Sacerdote del Tercer Mundo” (legajo nº 3793). ►Hugo Ramón Torreta Se encuentra reservado en Secretaría el legajo nº 4146, Mesa DS, caratulado “Chivil coy, Provincia de Buenos Aires, desaparición de dos abogados”, en el cual se da cuenta de la desapari ción de los abogados Oliverio Luis Capellini y Obdulio Aníbal De Vito, cuyos cuerpos fueron hallados el 17 de diciembre de 1975. En el referido legajo, con fecha 21 de di ciembre de 1975, se hace mención a que los di rigentes comun istas Atilio Maradei, de Chivilcoy, y Hugo Ramón Torreta, de J unín, a q uien se hace referencia como “reconocido elemento de la Tendencia revol ucionaria del Peronismo, casado con Susana Noemí Bogey, de su misma ideología”. En relaci ón al mencionado Torreta, se halla reservado asimi smo el legajo nº 5389, mesa DS, caratulado “Detención y fuga del extremista Hugo Ramón Torreta. 27-5- 1976. J unín”, en el cual con fecha 28 de mayo de 1976, la Delegaci ón D.I.P.B.A . Jun ín informa a la central q ue “el día 27 del cte., personal militar del Área 131 y personal policial de la U.R. 8 (Junín) procedieron a la detención de TORRETA HUGO RAMÓN […]. Al causante se le secuestró un revólver calibre 38; volantes de la OPM ERP; 8 proyectiles Fal , 3 servidos y 5 intactos; 1 libro del Che Guevara y 1 porta munición. Al ser trasladado a la Unidad Carcelaria de San Nicolás, por personal militar y policial, en la Ruta 188 y Ruta 30, del partido de Rojas, f ueron interceptados por una camioneta Ford carrozada y Ford Falcon, produciéndose un tiroteo, sin causar lesionados en las Fuerzas de seguridad, oportunidad que aprovechó el mencionado TORRETA a darse a l a fuga, sin poderse establecer si lo hizo en algún vehí culo o a campo traviesa […]”. 165 Respecto a la supuesta fuga de Torreta, se da cuenta también en el ya referi do legajo nº 5760, mesa DS, caratulado “Posible vinculación de varias personas con la subversión en la ciudad de Junín. 8/6/76”, en el cual obra el mensaje nº 15526, de fecha 8 de junio de 1976, por el que se informa a la central de la D.I.P.B.A. que “Simultáneamente al allanamiento en el instituto citado (se refiere al allanamiento ll evado a cabo en el Colegio Mari anista), se procedía al del domici lio de un sujeto apellidado Torreta, sindi cado como cabecilla del ERP en Junín. Tras ser detenido Torreta es conducido desde J unín a San Nicolás por un oficial del Ejército y efectivos policiales de la Unidad Regional de la Policía de la Pcia. de Bs. As., en un auto, que a cierta altura del itinerario (probablemente cruce de la ruta Junín-San Nicolás con la que conduce a Rojas), es interceptado y baleado por tres móviles que liberan a Torret a”. En el legajo de referencia obra además un informe remiti do con fecha 5 de julio de 1976 por el Jefe de l a Sección VII (J unín) de la DIP BA, Sub Comisario Sandoval , en el que se da cuenta de que “En i gual fecha que la anterior se procedió a la detención de HUGO RAMÓN TORRETA […]”. A continuación, se da cuenta de los datos personales del nombrado y de l os elementos secuestrados en su domicili o, y en relación a su fuga se establ ece que “El día 28-05-76, siendo las 4,15 hs., en circunstancias que era trasladado a la Unidad Carcelaria de San Nicolás en un vehículo policial custodiado por un Oficial de esta Policía con chofer de la Unidad Regional Junín, en la intersección de la Ruta Nacional 188 y Provincial nº 30, a la altura del Ctel. 8º del partido de Rojas, fueron interceptados por vehí culos particulares que procedieron a agredir mediante el uso de armas de fuego al coche policial y sus ocupantes, logrando rescatar a TORRETA, quien se dio a la fuga en el hecho […]”. En cuanto a la detención de Torreta, se da también cuenta de la misma en el legajo n º 20.474, mesa D (S), caratulado “Integrante del E.R.P. en taller literario de Junín”, relativo a su esposa Susana Noemí Bogey, en el cual se hace referencia a que Torreta fue detenido el 27 de mayo de 1976, por estar vinculado con el E.R.P., y que en la fecha del informe respectivo, suscripto por el Sub-Comisari o Manzanares, del 3 de junio de 1983, el nombrado se hallaba desaparecido. Asimismo, en relaci ón a su fuga, obran los detalles de la mi sma en el legajo nº 5729, mesa DS, caratulado “Detención: Susana Noemí Bogey”, en el cual se informa q ue “siendo las 5:00 hs. informa la Comisaría de Rojas a la Unidad Regional, que en esos momentos una persona hacía conocer que en el Ruta Nacional 188 y Pcial. 30 […] un vehiculo policial había sido atacado por personas que viajaban en tres automotores. Estableciéndose que se trataba del automotor sin identificación perteneciente a esta Unidad Regional, Orden nº 2680, marca torino, color gris plateado, en el que viajaban por di sposición de la Autori dad Militar de la 166 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Sub-Zona de Seguridad nº 13 de Junín, el Oficial Inspector Legajo 149.381 Alberto Orlando Carnevale, Chofer Agente Legajo 89.532 Juan Carlos Castro, acompañados por el Teniente Martín Garro, del Grupo de Artillería “101” de ésta ciudad, conduciendo al deteni do Hugo Ramón Torreta, hacia la Unidad Carcelaria de San Nicolás. Que siendo aproximadamente las 04,15 hs., la comisión ya descripta fue interceptada en su m archa por una camioneta carrozada cuyas características se ignoran, desde donde abrió fuego sobre el vehículo poli cial en circulación. Dicha camioneta apoyada por un vehículo Fiat o Peugeot, q ue esperaba estacionado en el lugar de la agresión y otro Falcon que llegó al lugar en esos m omentos y que era ocupado por una pareja. Como consecuencia del ataque al vehículo policial resultó impactado por varios disparos sobre guardabarro y rueda izquierda con reventón de neumático, lo que dio lugar a que el automóvil se desplazara de su curso normal para rodar por la banquina hasta quedar estacionado en la zona de alambrado divisorio con el campo. Al quedar en tal situación el automotor y continuar contacto USO OFICIAL con el resto de los agresores, el personal policial y militar repelió de la misma forma, durando aproxi madamente diez minutos el intercambio de disparos de armas de fuego, circunstanci a ésta aprovechada por el detenido Torreta quien a pesar de hallarse esposado huyó hacia el Fiat o Peugeot allí estacionado que inmediatamente partió en dirección a la localidad de Ascensi ón (Gral. Arenales). A su vez, el Falcon hizo otro tanto en dirección a Chacab uco por la Ruta Pcial. 30 y la camioneta continúa por la Ruta Nacional 188 en dirección a Rojas. Tanto la camioneta como el Fiat o Peugeot presumiblemente fueron impactados por disparos de la comisión policial-militar […]”. Por úl timo, obra reservada en Secretaría la ficha personal del nombrado (legajo nº 4146), a continuaci ón de la cual se inf orma con fecha 3 de septi embre de 1981, que no se interpusieron habeas corpus a su favor (en el marco del l egajo nº 18.696). ►Susana Noemí Bogey En relación a la esposa de Torreta, Susana Noemí Bogey, obra reservado en Secretaría, el ya menci onado legajo nº 20.474, mesa DS, caratulado “Integrante del E.R.P. en taller literario de Junín”, en el que obra un informe el evado al Director General de Inteligencia, por el Jefe de la Delegaci ón Junín, Sub-Comisario Francisco Silvio Manzanares, con fecha 3 de junio de 1983, en el que se da cuenta de las actividades del Taller Literario de Junín, en el cual la n ombrada Bogey se desempeñaba como docente, haciendo referencia el mismo a sus “actividades Trosko-Marxistas en los niveles estudiantiles superiores, realizando gestiones para organizar la U.E.S. de tendencia Revolucionaria […]. Considerada como un elemento activo en la información y apoyo logístico como propagandístico del E.R.P. […]”. Se indica a contin uación que “Con fecha 10-07-1976, fue detenida por la Policía de Vedia, en la Ciudad de 167 Venado Tuerto, a raíz de haberse escapado de la ciudad de Junín, el día antes del ddo. de la Señora Im elde Sanz de Peris, donde la misma habí a estado parando, siendo llevada a Vedia por el abogado de esa localidad Dr. Miguel Ángel Domínguez, dándose oficialmente como detenida el día 10 de julio de 1976, quedando a disposición del P.E.N. Con fecha 29-04-1977, dejó de estar a disposición del P.E.N. Actualmente, se halla viviendo en concubinato con el Sr. Carlos Andrés Fantino […] el mismo se halla encuent ra registrado en esta Delegación como Comunista, activo”. Por otra parte, obra el legajo nº 5729, mesa DS, caratulado “Detención: Susana Noemí Bogey”, en el cual con fecha 10-7- 76, la Delegación Junín de la D.I.P.B.A. informa q ue “en un operativo realizado, fue detenida Susana Noemí Bogey, argentina, L.C. 11.011.788 […] casado, con Hugo Ramón Torreta. Fue puesta a disposición de autoridades militares”. Cabe destacar que a raíz de la f uga de su entonces ex esposo Hugo Ramón Torreta, con fecha 29 de mayo de 1976 se ordenó la investigación del accionar de Bogey, en los siguientes términos: “se tiene conocimiento que la ex esposa de Hugo Ramón Torreta, cuya investigación se requiere, se encuentra ejerciendo la docencia en el distrito de Pilar […] donde viviría en concubinato con un Ingeniero […] sospechándose que los mismos no serían ajenos a la acción realizada el día 28 de mayo ppdo. Para la liberación del mencionado en primer término (se refiere a Torreta) , ya que este podría haber facilitado, a través de los interrogatorios, el nombre de las personas enroladas en su misma tendencia, por lo que sería de sumo i nterés que se investigue mediante todos los medios posibles y en carácter de urgencia todo el accionar de la Bogey (sic) en el lugar donde trabaja y reside como así también el del Ingeniero con el cual convive”. La respuesta a dicho pedi do –produci da por el Jefe de la Seccional Regional de Informaciones de Tigre- indica que la nombrada se retiró de Pilar a mediados de diciembre para radicarse en Capital, desconoci éndose su nuevo domicilio y actividad. Asimismo, obra reservado en Secretaría la ficha personal de Susana Bogey (legaj o nº 2703), estableci éndose como motivo de su detención, con fecha 9/9/76, el ser “esposa militante ERP (fugado), presunt a ley 20.840”. Se deja constancia en el mismo de q ue la nombrada fue al ojada en la Unidad 3, y puesta a disposición del P.E.N., en virtud del decreto 01986, de fecha 10 de septiembre de 1976. ►Alfredo Rodolfo Artola Se encuentra reservado en Secretaría el legajo nº 5520, Mesa D (S), caratulado “Procedimiento anti-subversivo por autoridades Militares, Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros”, de fecha 19 de j unio de 1976. 168 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario En un informe obran te en el mismo, de fecha 20 de junio de 1976, se da cuenta de que “a raíz de procedimientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedi óse a la detención de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo y Lozcoz, Haroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco, y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. A continuación, se h ace ref erencia a la actividad pol ítica de l os nombrados. Respecto de Artola, obra su ficha personal (legajo nº 2703), estableciéndose asi mismo q ue f ue detenido el día 1 de j ulio de 1976 por violación a l a ley 21.271, y que fue al ojado en la Unidad 8, puesto en la misma fecha a disposición del P.E.N., en virtud del Decreto n º 01135. ►Juan Patricio Griffin Se encuentra reservado en Secretaría el legajo nº 1421, Mesa D USO OFICIAL (S), caratul ado “Acto de homenaje al ex – integrante de la Organización “Montoneros” José Enrique Cabral – Junín – 23/2/74”, en el que se da cuenta de un acto llevado a cabo con motivo del primer aniversario de la muerte en un enfrentamiento armado del miembro de Montoneros, José En rique Cabral , en el cual se individualizó a los asistentes, entre ellos los dirigentes de la Juventud Peronista Revoluci onaria Regional VIII, Daniel Benito Cormick, Pedro La Bl unda; Juan Patricio Griffin y Carlos Luis La Bl un da. El informe en el cual obra la mencionada circunstancia se halla suscripto por el Oficial Sub – Inspector a cargo de la Delegación Junín del Servicio de Informaciones Policiales, Francisco Silvio Manzanares, y está fechado el 23 de febrero de 1974. Asimismo, los nombrados se encuentran mencionados en el legajo nº 2457, Mesa D (S) , caratulado “Directivas para las Delegaciones de B. Blanca y Junín”, en el cual obra un informe tambi én firmado por Man zanares, de fecha 9 de septiembre de 1974, en el cual se da cuenta respecto de personas y antecedentes que actúan en la Juventud Peronista Regional 8, de la cual se indica que, si bi en no se comprobó fehacientemente q ue actúe en la subversión, “se tienen fundadas sospechas para creer que los mismos realizan tareas de información y apoyo hacia los grupos extremistas de actuación nacional, máxime teniendo en cuenta la relación con la Agrupación «Montoneros»”. Se informa en este sentido que Juan Patricio Griffin, líder de la Juventud Peronista Regional 8, es un “elemento considerado activo, de ideología marxista, se vincula a los elementos de la Tendencia que operan en jurisdicción de esta Delegación, realizando reuniones con los mismos, principalmente en la cuidad de Vedia […] domicilio de Luis Solari, y últ imamente se ha vigilado en razón de realizar a altas horas de la noche, reuniones con integrantes de la agrupación que lidera en el local de su estudio jurídico […]”. Asimismo, se menciona a los 169 hermanos La Bl unda como parte de la misma organ ización, “ambos considerados activos y estrechamente vinculados al líder local del movimiento Dr. Griffin”, y a Cormi ck, que se encontraba en esa fecha en la Facul tad de Filosof ía de la Universidad de Buenos Ai res. ►Daniel Walter Gómez Se halla reservado en Secretaría el legajo nº 6324, Mesa D (S), caratulado “Detención de Miguel Ángel Montenegro del ERP. UR Junín 18-0976”, en el cual el Jef e de l a Sección Regi onal VIII de la DIPBA Junín, informa con fecha 9 de octubre de 1976, que en relación a la deten ción de Miguel Ángel Montenegro –detenido el día 18/9/1976 por Fuerzas Armadas y Delegaci ón, y puesto a disposición de fuerzas militares Subzona 13, Área 131, siendo alojado en la Comisaría de Junín-, “hecha la explotación de sus dichos en interés personal de esta Sección Regional i dentificó a N. Gómez, que resultó ser Daniel Walter Gómez […]. Interrogado, Gómez, admitió haber tenido relación con elementos de la Juventud Peronista de Tendencia Revolucionaria, tales como el Dr. Juan Patri cio Griffin (detenido…-ilegible- a disposición del P. E. Nacional), Contador Carlos Luis La Blunda (detenido el 18-03-76 a disposición del P.E.N.) y Daniel Benito Cormick (prófugo) […]”. Se hace referencia en di cho informe a las actividades políticas de los nombrados, y a la relación del nombrado Gómez con Alberto Ademar Ravara y Hugo Ramón Torreta, ambos prófugos. El nombrado Gómez, según consta en el legajo nº 6745, Mesa D (S), caratulado “Secuestro de armas en Cementerio de Junín”, de fecha 25 de octubre de 1976, f ue detenido el 27 de septiembre de 1976. ►Edgardo Aníbal Cava En el legajo nº 6745, a que se hizo referencia anteriormente, obra un informe de fecha 23/10/76, suscripto por David Tabet, Jef e Regi onal de l a DIPBA y Néstor (Il egible), Oficial Prin cipal Delegado, en el que se ordena que se procure la detención de Edgardo Aníbal Cava, a raíz de un procedimiento antisubversivo conjunto llevado a cabo en la Bóveda de la Familia Cava, en el Cementerio Central de Junín, en el q ue se secuestraron armas y “material ideológico”, del que se da cuenta en el mencionado informe. Los detalles del procedimiento constan en un informe en el que se hace referencia a q ue el 22 de octubre de 1976, “se recibe un llamado en la Unidad Regional VIII ª, Junín, procedente del Comando de la Sub–Zona de Defensa 13 con asiento en la Guarnición Militar Junín, el que da cuenta que momentos antes en el Cementerio Central, en una bóveda se hallarían armas y elementos de propaganda subversiva. De inmediato se dispone una comisión al mando del Jefe de la Comisaría de Junín, integrada además por personal de esta Secci ón Regional y del Comando Radioeléctri co, constituyéndose en el lugar indicado, tratándose de la 170 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario bóveda de la familia Cava […]”, hallándose diversas armas y material bibliográfico. Una de las armas, según el informe, había si do sustraída el día 23 de marzo de 1976 al Cabo Héctor Alberto Bisi o, del personal de la Radioestaci ón de la Unidad Regional VIIIª de J unín. Asimismo, se da cuenta que “acto seguido, personal de esta Sección Regional procedió a allanar el domicilio de la calle Julio A. Roca nº 293 de Juní n, domicilio de Edgardo Ángel Cava […] quien momentos antes había abandonado su domicilio fugando sin que se conozca su paradero, careciendo de antecedentes de actuación, siendo calificado como simpatizante de la Juventud Peronista de Tendencia Revolucionaria y amigo de Daniel Walter Gómez (detenido 27-09-76), perteneciente a la organización «Montoneros». El causante posee un hermano mayor de nombre Julio Alberto Cava […] pudiendo según trascendidos tener vinculaciones con elementos activistas”. USO OFICIAL Asimismo, se encuentran reservados en Secretaría los legajos personales del nombrado (legajo nº 6745, Mesa D “S”) y el de su padre, Alberto Cava (l egajo nº 97, Carp. 65, Mesa “B”). ►Nelson Ramón Coronel Se encuentra reservada en Secretaría la f icha personal de Nelson Ramón Coronel (Legajo nº 211, Mesa “Ds”), que da cuenta de sus actividades políticas, y de que f ue puesto a disposi ción del P.E.N., en vi rtud del decreto nº 0015, del 26/3/1976. Respecto del nombrado, obra el l egajo caratulado “Investigación sobre personas residentes en Chacab uco”, en el cual se hace referencia a que el mismo, j unto con Ernesto Herminio Fern ández y Edgardo Sanseverino, “forma una agrupación denominada «Agrupación Municipal Unión Socialista Vecinal», de Chacabuco, accionando dentro de dicho medio, nucleando a elementos de extracción del Partido Socialista de los Trabajadores, pronunciándose a través de un manifiesto en el cual exponían su plan general económi co-social dejando entrever en su texto el carácter revol ucionari o de sus lineamientos, para instaurar «la patria socialista» […]”. Por úl timo, en el legajo nº 14.595, Mesa D (S) , caratulado “Anónimo relacion ado con posible atentado contra el Sr. Intendente Municipal de J unín ”, se lo menciona como uno de los responsables de un supuesto atentado contra el entonces Intendente de Junín, Capitán Shaspe, en el informe el evado por el Jefe de la Delegación J unín de la DIPBA, Comisario Sandoval , con fecha 13 de noviembre de 1979, haciendo referencia a sus antecedentes pol íticos, y se menciona q ue fue “detenido el 18-03-76, puesto a disposición de las autoridades de la Sub- Zona Militar 13, área 131 y posteriormente al P.E.N., siendo liberado en 1977”. Asimismo, en dicho legajo obran los antecedentes del nombrado, agregando que fue puesto a disposición 171 del P.E.N., por decreto nº 015 del 26 de marzo de 1976, sien do al ojado en la Unidad Carcelari a nº 3 de San Nicolás. ►Gilberto Alfredo Mesa En relación a Gilberto Alfredo Mesa se encuentra reservada en Secretaría su ficha personal (l egajo nº 289, Mesa “Ds”). Por otra parte, obra el legajo nº 14.212, Mesa D (S), en el que se solicita si existen pedidos de habeas corpus en su favor. En este sentido, se registró un pedido de habeas corpus en el Juzgado Penal de Mercedes, que di o resultado negativo el día 8/5/1979. Asimismo, en l os l egajos nºs 17.087 y 15.838, Mesa D (S), obra un pedi do de paradero a favor de Mesa, indicándose que el mismo desapareció el 17/12/1976 de su domicilio en J unín. Además, se encuentra reservado en Secretaría el legajo nº 7074, Mesa D ( S), caratulado “Secuestro a Gilb erto Alfredo Mesa”, en el cual consta que con fecha 17 de diciembre de 1976, su padre, Tomás Mesa, den unció su secuestro. Considerando quint o Características en particular del plan de represión en la Subzona 13 En el presente considerando, hemos de reproduci r los térmi nos ya expuestos en la anterior resol ución que se dictara con respecto a estos mismos sucesos, en fecha 30 de diciembre de 2009. En tal oportunidad se han destacado distintas particularidades q ue han signado el pl an de represi ón instaurado en la Subzona 13. Las consi deraciones a efectuarse serán realizadas con una finalidad di rigida a un sentido contextualizante de los h echos acaeci dos respecto de las víctimas que se incluyen en el consideran do séptimo este resol utivo y q ue fueran objeto de i mputación a los encartados de autos, de manera que, en el mismo se advertirán referencias a sucesos, circunstancias y partíci pes q ue no forman parte, hasta el momento, de aquel universo y q ue sólo admiten l a lectura precedentemente consignada. Ello implica, a su vez, que lo expresado no importa, va de suyo, descartar q ue en el futuro dich o factum sea incluido en eventuales imputaciones a formularse con relaci ón a los actuales imputados de autos u otros que surjan a parti r de la posible colección de distin tas probanzas de mérito al respecto. Hechas estas acl araciones, habremos de ocuparnos sobre los puntos señalados. 5.1. La magnitud y l a aceptación del plan de represión 172 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario a) Genealogía de la represión instaurada en Junín Respecto del segmento de la actuación represiva estatal que nos ocupa en el marco de estos actuados, en primer l ugar, con viene señalar la gran magnitud con l a que el plan de represión naci onal se h abría concretado particularmente en una comunidad importante y pujante pero rel ativamente pequeña como la de Junín y sus alrededores en comparaci ón con lo sucedi do en otras grandes urbes como la Capi tal Federal y el Gran Buenos Aires. Asimismo, es dabl e resaltar como algunos de l os testigos destacan la ausenci a de toda oposici ón a ese despliegue represivo, una resignada aceptaci ón de la comunidad ante hechos tan aberrantes. Entre las causas de ello, quizás resulte válido afirmar que en Junín, como en todo nuestro país durante aquell a época, la forma en que se desarroll ó la intersubjetividad entre los individuos se fun dó, al deci r de USO OFICIAL Corneli us Castoriadis, a parti r de la institución de un universo de significaciones imaginarias, una visión naturali zada del modo autoritario de organizaci ón col ecti va funcionalmente dirigi da por el régimen de turno, signada por el establecimiento de un “enemigo” y en el contexto de un discurso bélico transversal a ese ideari o institui do, destinado a la consecuci ón de consenso soci al. Respecto de esta masiva pasividad el periodista y escritor H éctor Pellizi, en su libro “El orden de las tumbas”, l uego de expresar q ue l o sucedi do “…fue en realidad una verdadera cacería…”, o bien “…una persecución ideológica sin precedentes…”, señal ó: “Junín es una de las ciudades que contribuye a demoler la teoría de los dos demonios, porque jamás hubo una acci ón violenta, una bomba, un secuestro, nada que llevara al Ejército y a la Policía a act uar como act uó. Y justamente actuaron como si fuera la capital del terrorismo. Más de 180 personas entre presas, torturadas, asesinadas, desaparecidas y exiliadas es el saldo de una ciudad que jamás se enfrentó a la dictadura; ni siquiera en una simple pintada de pared, pero aún así la represión cayó con toda su brutalidad” –ob. cit. 2da. Edición, Buenos Aires, J unín 2007, pág. 18- . En el mismo senti do, al testimoniar en esta sede manifestó: “En Junín no hubo ninguna cosa en contra de la dictadura, ni siquiera una pintada. Para que se tenga una idea clara la última pintada política la hicim os en el año 75 o principios de 1976, antes del golpe, cuando lo metieron preso a Patricio Griffin, que salimos a pintar por la libertad de él. De ahí en más se desarti culó todo, en Junín no hubo absolutamente nada, ningún foco ni siquiera mínimo de resistencia a la dictadura. Por el contrario hubo, durante la dictadura 500 allanamientos, más de 180 personas entre presas, torturadas, asesinadas, desaparecidas y exiliadas, la represión cayó con toda su brutalidad” –fs. 1816/7-. 173 En la misma oportunidad, al relatar cómo fue gestada la investigación sobre l o acaecido en Junín durante la úl tima di ctadura mili tar a parti r de la recolección de relatos de distintas víctimas, Pellizi destacó, dando cuenta, ya n o de la pasivi dad, sino de la posici ón cercana de cierto sector de la sociedad juninense a la represi ón que se estaba llevando adelante, que: “[e]n Junín la composición política en ese momento era… el úni co militar era el intendente, después eran todos civiles. Un hecho que recuerdo, pero no sé si está en el libro, es una reunión que hubo en el club social, donde un grupo de civil tenía que decidir si apoyaban el fusilamientos de los 14 secuestrados en enero de 1977, hubo un empate de cuatro a cuatro. Esto lo supe por el testimonio de Benito De Miguel” –f s. 1816/7-. Son interesantes las refl exi ones efectuadas, precisamente, por Benito Gorgonio de Miguel, al testimoni ar para la investigación mencionada respecto de los hechos que lo tuvieron por vícti ma j unto a otros compañeros, en cuanto afi rmó: “[ l]o que pasó con nosot ros en Junín, podría decir que se puede inscribir en la tragicomedia italiana, porque no est uvo basado en enfrentamientos reales, sino en una forma bastarda, grosera, con absoluto desprecio sobre las consecuencias que se producían. Y no tengo dudas que todo pudo ser mucho peor, si no fuera por mi conexión política con Buenos Aires, que hizo q ue este operativo saliera del anonimato de Junín. Este drama podría haber dado en cualquier cosa, porque hay indicios de que se buscó apoyo civil para perpetrarlo. Yo creo que hoy, a esta gente, le deba dar vergüenza las omisiones en que incurrieron y en algunos casos, las acciones y opiniones condenables e irresponsables. En J unín el tema de la dictadura se ha tratado de ocultar, justamente por la participación de esos sectores de la sociedad” –ob. ci t. pág. 237-. De Miguel , había acl arado antes que, a su juicio, el acci onar de la corporación castren se y polici al en l a zona, había sido para hacer “hacer méritos”, porq ue “Junín no era una ciudad donde ocurriera act ividad subversiva, nunca hubo un atentado y ni siquiera era un lugar de refugio” –ob. cit. páginas 234 y 235-. El juicio pronunciado por Pelli zi y de Miguel , respecto de la pasividad o apatía de un gran sector de l a pobl ación y el apoyo de una parte considerable de la sociedad al accionar represivo despl egado en esa ciudad, es lo que nos ha llevado inevitablemente a tratar respecto de algunas cuesti ones a la manera de “orígenes” ese cuadro de situación, que obviamente resulta pluricausal, por lo que n o pretendemos, ni mucho menos, agotar aq uí la expl icación del porqué, de cómo pudi eron suceder estos hechos en Junín y en todo el territori o de la República, sin o sólo señalar los trazos más gruesos de la cuestión. 174 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario En primer l ugar, se advierte un rol destacado en l os medi os de comunicaci ón locales que, deliberadamente o no, funcionaron al servicio de la formaci ón de consen so soci al en torno al accionar del régi men dictatorial . A la época de la asunción del últi mo gobierno militar, ya los medios masivos de comunicaci ón, en tanto formadores de la opinión pública ciudadana, consti tuyeron un elemento central para l a dif usión de la doctrina del régimen referente a la conformación en el ideario colecti vo de la noción de “subversivo”. Esta imagen difusa de un pretendido enemigo del ser naci onal, se erigi ó sobre califi cativos deliberadamente maleables para servi r de herrami enta aplicable a las situaciones más divergentes. El enemigo podía refugiarse en todos y cada uno de los ámbitos vitales, era un ser oscuro, indefinido, que tran sgredía valores tan vagos e imprecisos como aquellos que USO OFICIAL se le endil gaban. Ese beli cismo se articuló sobre l a emoción más primitiva del hombre -el miedo- y también sobre elementos que hacen a su moral individual , como la alegación directa de una reli giosidad cristiana absolutamente deformada en sus valores, reduci da a meras invocaciones de dogmas e íconos, vaciados de su real contenido y converti dos en consignas y clichés funcionales a las exigencias ideol ógicas del régi men. Respecto de esos slogans que f uncionaron para parafernalia del horror, parece oportuno recordar uno de ellos, a partir de l o expresado por la víctima Ana María Rinaldi en esta sede quien afirmó que, al ser trasladada a la Cárcel de San Nicolás, f ue l levada “en un colectivo del Ejército, iba un soldadito conduciendo y este hombre, de bigotes y con las estrellitas, iba en el asiento de al lado, con una suerte de casco de combate, que tenía como rejillitas arriba y decía «Dios, patri a y Hogar»” -fs. 1757/66-. Los medi os de comunicación f ueron vehículo de estos men sajes, resultando dable destacar sobre el punto, lo dif undido por una publicación denominada “Chispa” de la locali dad de Rojas, el día 3 de febrero de 1977, en la que se consignó: “[p]rovocó estupor en Junín y toda la zona el conocimiento de la detención de 14 personas con relación a la averiguación de graves hechos llevados a cabo por una organización de extrema izquierda. Los hechos cometidos van del adoctrinamiento, pasando por atentados, secuestros y asesinatos” –ob. cit., pág. 128-. A continuación, la publicación mencionada, operando como caja de resonancia de las pretensi ones propagandísticas del régimen, señal ó que “[o]tro duro golpe” había sido “aplicado 175 a la delincuencia subversiva”, haciéndose eco de un comunicado emanado del Comando de l a Subzona 13, el cual se transcribi ó íntegramente –cfr. ídem-. El comunicado en cuestión hizo referenci a a los integrantes de la COART –Coordinadora de Arte de Jun ín que agrupaba arti stas de diversas áreas-, en estos términos: “1) Luego de profundas investigaciones y gracias a la colaboración espontánea de la población, ha sido posible detectar en Junín una organización de extrema izquierda relacionada con la banda de delincuentes subversivos autodenominada Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).” “2) La mencionada organización, utilizando los nombres de diversas asociaciones culturales (Música, Arte, Poesía, Teatro), encubría su actividad de proselitismo y adoctrinamiento, agrupándose por rama cultural.” “3) Para el trabajo de superficie utilizaron como instrumento abi erto una agrupación política de orden nacional (MID) a fin de pasar desapercibidos en sus verdaderas f unciones.” “4) La mencionada organización (con núcleo en Junín) se extendería con conexiones a las provincias de Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe y Misiones.” “5) Además de lo precedentemente citado, se mantendrían contactos con elementos de la Capital Federal, a fin de evacuar al personal con pedido de captura hacia Paraguay, Brasil o Venezuela.” “6) De los hechos corroborados se ha podido establecer que la organización de delincuentes subversivos mantenía criminales a sueldo para sus delitos.” “7) En el orden local habrían logrado la colaboración de di versos niveles, incursionando hasta en alumnos de colegios de nivel secundario para la capacitación y adoctrinamiento de la juvent ud” –ob. cit., pág. 129-. Asimismo, se consignaron una serie de hechos que pretendidamente se atribuyeron a este grupo cultural, indicándose q ue como consecuencia de ellos habían sido detenidos: Benito Gorgonio de Miguel, Ariel Nelson De Siervo, J uan José Martín, Rubén Américo Liggera, Alberto Pedro Silva, Normando Federico Di Sábato, Ana María Ri naldi, Armando Antonio Álvarez, Héctor Vega, Ricardo Luis Vega, Imelde Di gna Sans, Víctor Edmundo Pajoni, Horacio Roberto Arce y Jorge Cerutti. Luego se incluyó en una nómina de prófugos a: “1) Ademar Ravara (a) Tucho, 2) Antonio Durán (a) Lobo, 3) J osé Alberto Luna (a) Capitán Luna (a) Capitán Juan” –ob. ci t. página 129/vta-. La sentencia que operó como corol ario del comunicado en cuesti ón, exi me al suscri pto de agregar mayores comentarios a los ya expresados: 176 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario “CIUDADANO: No permita que los delincuentes subversivos y los intrigantes de siempre, arrebaten de sus manos su seguridad, la de su familia y la de su patria” –ídem, pág. 129/vta- . En fecha 26 de octubre de 1976 el diari o “Democracia de Junín”, habría publicado un comunicado del Comando Área 131, el cual expresaba: “La Jefatura del Área 131 informa a la población que a raíz de una denuncia el día 22 del corriente se procedió a ordenar la presencia de efectivos militares y policiales en el Cementerio Central de esta ciudad, encontrando en la bóveda de la familia Cava armamento de puño y armas largas […] También fue hallado material de propaganda y literatura subversiva. Lo más penoso de este hecho es que estos individuos que tratan de imponer ideologías extrañas, que siembran muertes por doquier, cayendo entre ellos muchos ino centes, no escatiman esfuerzos para cumplir con sus oscuros objetivos, profanando, como en este caso lugares sagrados tales como un cementerio, donde descansan en su última morada nuestros USO OFICIAL seres queridos” –ob. cit. página 165-. Los apelativos morales así difundidos por la corporación castrense a través de la prensa escrita, resultan absolutamente contrastantes con los abyectos hechos a los que fuera sometido Alberto Cava, conforme los testimonios que prestara el nombrado en el marco de autos. Al respecto, es dabl e aquí recordar el contexto en que se produjo ese hallazgo, tal como lo relatara el testigo en esta sede: “[ e]n el cementerio central, nosotros tenemos una bóveda familiar y el sótano estaba vacío. Mi hermana, en una ocasión, el dí a de los muertos, mandó a limpiar la bóveda y resulta que manda un muchacho q ue al ingresar a la bóveda, encontró un paq uete que contenía unos cuantos revólveres. Este muchacho, entonces, va a decirle esto al Director del Cementerio y éste llamó a la policía. Ese paquete hace tiempo que estaría ahí abajo, porque según me dijeron las armas estaban oxidadas y el paquete que lo cubría ya estaba de color marrón. De esa situación, surgió la sospecha en l a policía de que mi hijo Edgardo Aníbal Cava –que ahora vive en Brasil- era quien había guardado las armas en la bóveda familiar. La cuestión de fondo a todo esto, es que por esa época se decía que iban a llevar a Junín el cadáver de Eva Perón, y entonces, se daba una situación de disputa entre distintas agrupaciones gremiales, algo parecido a lo que ocurrió con el traslado del cadáver de Juan Domingo Perón hace unos años. El rumor era que distint os gremios, previendo la llegada del cadáver de Eva Perón, guardaban las armas en el cementerio para un posible enfrentamiento con las otras fracciones. El hecho de que la bóveda de nuestra familia tuviera armas, hizo que la policía sospechara de mi hijo Edgardo Aníbal” –fs. 1894/8-. Sobre cuestiones como las que venimos relatando, también dio cuenta Benito Gorgonio de Mi guel en esta sede, qui en expresó respecto de l os interrogatori os a los que los deteni dos 177 fueron someti dos durante su cautiverio en la Comisaría 1ª de Junín: “[l]os interrogatorios los grababan y después hacían montajes que los llevaban a los periodistas. En el periódi co La Verdad había gente amiga que hablaba con mi hermano y le contaba como les reunían para darles esta información” –fs. 1854/57-. Este bombardeo mediático di rigido a la poblaci ón, si bien infundió un temor sobre ella, paralizándola, no pudo evi tar que ciertos sectores sociales tomaran conocimiento de los hechos cometidos por las autoridades militares en comunidades pequeñas como la de J unín. Ambos extremos pueden advertirse de circunstancias como la relatada por Digna Imelde Sans en esta sede, quien efectuó el siguiente relato luego de señalar que su hijo le había informado telefónicamen te que un grupo de militares había ingresado a su casa y había rodeado la manzana: “[e]ntonces, le conté a uno de mis compañeros, de nombre Antonio, lo que estaba sucediendo y él terriblemente asustado, me dijo: «váyase, h uya de Junín», yo no entendía nada, él tendría más clara la situación que yo. Salí ent onces del estudio, crucé a una inmobiliaria de enfrente y ahí le conté a su dueño lo que sucedía y le dejé mis documentos y la dirección de mis padres por cualquier cosa. Me tomé a un taxi y el taxista, al enterarse porqué salía yo tan apurada, me dijo que no fuera a mi casa, que me fuera a lo de un conocido. Fui entonces, a verlo al Dr. Melián, que era un abogado del sector [asuntos] legales de la Municipalidad, que en ese cargo estaba a cargo de los militares. Él estaba en la municipalidad y fui a verlo, me recibió en el acto, porque desde el estudio jurídico ya le habían avisado a él que habían detenido al Dr. Domínguez y que no sabían qué había ocurrido conmigo. Al instante llegó también mi jefe y entre los dos empezaron a pensar qué solución podían darme. Obviamente, no llegamos a ninguna situación. Ellos me ofrecieron sacarme de la ciudad si es que yo andaba en algo, pero la verdad que es que yo no tenía militancia política de ninguna otra clase y me fui a mi casa. Lo único que hacía era ser escritora y estar en la COART, además de trabajar en el ámbito jurídico, eso era lo úni co que hacía yo” -fs. 1747/56-. Continuó con su relato Sans indicando: “[ y]a eran las 6 de las tarde cuando me despedí de ellos, de modo bastante dramático y caminé las nueve cuadras que separan la municipalidad de mi casa. Durante el trayecto, estaban en todas las manzanas las luces apagadas y cuando llegó a mi cuadra, los veci nos se asomaban por las ventanas y por las puertas, muy sol apadamente, di ciéndome que no fuera a mi casa, que me escape. Yo igualmente fui hacía allá, ¿de qué tenía que escaparme?, no tenía sentido” –cfr. fs. ídem-. Sin perjuici o de esta utilización de los medios comunicaci ón por parte del gobierno militar, una fisura en el control operado sobre los mismos se trasunta en la circunstancia relatada por Alberto Pedro Sil va, quien recordó: “Cuando a nosotros nos detienen al otro día sale en el diario que nos 178 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario detuvieron con el nombre y el documento de todos nosotros, el jef e de redacción del diario que se llamaba Abeldaño es quien averiguó y sacó todos los nombres. Un primo de él había estado detenido con nosot ros en la comisaría. A él le quemaron la casa porque decían que ahí había estado el «Capi tán Luna». Al redactor lo mandaron a llamar del Regimiento y lo reprendieron, y lo echaron del diario. El redactor sigue viviendo en Junín. Al primo lo pude ver recién en San Nicolás y ahí él me contó todo esto” -fs. 1767/72-. Por otra parte, resulta importante destacar, para enten der el contexto en que se inscribieron los hechos, la exi stencia de sectores de ultraderecha que habrían tenido actuaci ón en Junín con anteriori dad al gol pe de estado, lo que indudablemente reflejaba la posición de cierto sector minoritario de l a sociedad. En efecto, si gui endo lo investi gado por Pellizzi, el 6 de USO OFICIAL noviembre de 1973 habría circulado por Junín un panfleto en el que se amenazaba a distintos ciudadanos al tiempo que se consignaba la existencia de una “orden de depuración ideol ógica”, en estos términos: “…Advertimos a los medios de prensa y difusión locales, tanto como al ERP, FAR, MONTONEROS, Agrupación EVI TA, J P Regional o como quieran llamarse […] que no sigan sacando los pies del plato y no jueguen con fuego porque el que juega con fuego se quema […] A continuación los más conocidos trozco-marxistas [sic]: Benito Cormik, Mario Bodjaster, La Blunda (actual asesor letrado municipal, que tiene q ue quedar cesante de acuerdo a la orden de depuración ideológica), Rubén Liggera, Ademar Ravara, Normando Di Sábato, Raudino, Vega, Massari, Patricio Griffin, Imelde Sans de Peris, Susana Buono, Benigno Gutiérrez, Susana Boguey, Adrián Romié, Heyde y otros… […] ÚLTIMO MOMENTO: Denunciamos a los pseudos dirigentes ferroviarios José Alé y Aimar Rivero, t rozcos-marxistas, que el sábado 3 de noviembre [de 1973] facilitaron la Sede Gremial de los Ferroviarios a los arriba mencionados, con la finalidad de tratar el copamiento del Colegio Normal Superior” –ob. cit. página 128- . Nótese que a parti r de 1976, al menos Patricio Griffin, Susana Bogey, Rubén Liggera, Normando Di Sábato, Ricardo Vega, Imelde Sans y también, -según algunos testimonios- José Alé –todos ell os mencionados en el panfleto ci tado- , fueron detenidos por el régimen de facto. Otro suceso de singular rel evancia respecto del accionar de estos grupos reaccionarios se encuentra consti tuido por la toma del “Teatro de la Ranchería” de Jun ín, ocurri da el 27 de jul io de 1973. Conforme habría si do registrado este hecho por la Di recci ón de Inteligencia de la P olicía de la Provincia de Buenos Aires –el informe se incluyó en la ya ci tada investigación de Pellizzi-, un grupo conformado por algunos integrantes de una autoti tul ada “Juventud Peronista Sindical” habría 179 interrumpido un acto organizado por la Coordinadora de Arte o Consej o del Sector de Cultura –COART- , una entidad que nucleaba a círculos soci ales vinculados a diversas expresiones artísticas y cul turales. Muchos de sus miembros, como se vio en el punto 3.5.1 del considerando tercero, luego fueron secuestrados durante el régimen de facto. Así, conforme se citara en la obra de Pel lizzi, reza el Memorando DIPBA nro. 638 del 31 de julio de 1973, producido por el Delegado Scic. de Informaci ones Policiales que, los hech os se produjeron en el “Teatro La Ranchería”, en fecha 27 de j ulio de 1973, a las 23:00 hs., durante el transcurso de un espectácul o autorizado por la Dirección Municipal de Cultura celebrado por la COART, “en cuyo seno están: Amigos del Museo, Asterisco, Agrupación Madrigal ista, Conservatorio Municipal, teatro La Antorcha, L.T. 20 Radio Junín, Teatro Alfa, Grupo Vocal «J», Coro Polifónico Junín, Grupo Sol, Conservatorio Albístur y el grupo musical Cáncer, que lo integran Rubén Américo Liggera, Juan Carlos Biondini, Enzo Ramos y Alfredo «Chango» Farías, los que se dedican a crear temas musicales, lógicamente de autores locales y difundirlos en actos como el que nos ocupa…” –ob. cit. página 125-. Los sucesos en cuestión fueron relatados en estos términos por esa Di rección de inteligencia: “alrededor de las 23 un grupo de jóvenes que se autotitularon Juventud Peronista Sindi cal, e integrado por Darío González, Ariel Giménez, Carlos Alberto Dagna, Juan Mingorance, Ernesto Chechi, Alberto Giglioto y Croco (estos nombres los publica el diario La Verdad), todo estos de esta ciudad, irrumpieron en el escenario y ordenaron la finalización del espectáculo por considerarlo marxista. Este incidente motivó la presencia de personal policial en cuya intervención el t itular de la Comisaría inicia actuaciones por infracción al art. 75 B, de la ley 8031 al Sr. Ernesto Chechi, quien resulta ser quien ascendió al escenario interrumpiendo el acto, que después de la intervención policial continuó con la presentación” –ob. cit. ídem-. Resultan interesantes las conclusiones que sobre tales hechos se consignaron en el inf orme que venimos ci tando. Respecto de la autodenominada “J uventud Peronista Sindical ”, se consignó: “este grupo, en el mes de marzo del corriente año [1973] habría formado la Legión Social Nacionalista, que al poco tiempo, por desavenencias internas se desintegró; luego reaparecieron muy veladamente como integrantes de la Alianza de Liberación Nacional [ …] Este grupo después se incorpora a la Juventud Peronista Sindical, pero se mantienen al margen de la conducción local por carecer de gravitación y confianza, opinando algunos conductores del peronismo local que estos elementos aprovechan la faz política para dar rienda suelta a sus manifestaciones agresivas, carentes de toda coherencia política” –ob. cit. página 126-. 180 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Asimismo, respecto de algunos de l os mi embros de la COART, se informó: “[e]n lo q ue respecta a los autores del Grupo Cáncer, Juan Carlos Biondini, Enzo Ramos, Alfredo «Chango» Farías y Rubén Liggera, los tres primeros si bien no tienen actuación de carácter político, ideológicamente están encuadrados en la tendencia de una izquierda bastante avanzada y su accionar se desenvuelve dentro del ámbito artístico” -ob. cit., pág. 126/vta-. Finalmente, resta decir que una de las posibles razones de la aceptaci ón social de lo sucedido en Jun ín durante el régimen de facto, puede encontrarse en la premeditada detención de ciertos referentes pol íticos o líderes sociales acaecida pocos días an tes de la usurpación del poder por parte del Junta Militar. Al respecto, vale traer a colación lo afirmado por Patricio Juan Griffin, -detenido en fecha 18 de marzo de 1976 al igual q ue Héctor Emilio USO OFICIAL Rosso, Patricio Juan Griffin, Nelson Ramón Coronel, Ricardo Osmar Alegre y Edgardo Sanseverino- quien aseveró q ue su detención “se enmarcó en una acción preventiva de l as autoridades militares, previas al golpe de estado, en la cual se detuvieron a todas aquellas personas que podían impulsar algún tipo de reacción en contra del golpe militar en ciernes; que en el marco de dicho accionar preventivo se detuvieron a aproximadamente 300 personas [en] una franja territorial que va desde Bragado- Chivilcoy y hasta San Nicolás. Que la característica común de todas estas personas fue que se trataba de dirigentes sociales y periodistas. La mayoría de estas personas pasó por el Penal de San Nicolás y luego algunos también estuvieron en Sierra Chica” –fs. 1774/9-. Quedan así, trazadas a grandes rasgos l as cuestiones que hacen a los orígenes de l o sucedi do en Jun ín durante la últi ma dictadura mili tar. A continuación, hemos de ocuparnos de algunas de las singulari dades que presentó el despliegue de la represión estatal. b) Peculiaridades del plan represivo concretado en Juní n Ya habiéndonos referido a la magnitud de l o aconteci do en la Subzona 13 durante el gobi erno de facto y a la pasi vidad soci al frente a ell o, lo que nos permiti ó asomarnos a l os orígenes de ese cuadro de situación, hemos de adentrarn os, ahora de l leno, a lo sucedido con posteri oridad al 24 de marzo de 1976. Al respecto, vale decir que una de las circunstancias características que se advi erte de los di stintos testi monios colectados entre las víctimas, se encuentra referida a que una considerable cantidad de ell as, al tiempo de ser l iberadas, o inmedi atamente con posteriori dad a ell o, recibieron la comuni cación de lo sucedido con ell as había sido simplemente, un error del aparato represivo instaurado en la Subzona 13, en muchos casos, aunado ell o a una arenga ref erida al despliegue de la lucha antisubversiva y 181 la existencia de “daños colaterales” en el contexto vivido, al que se calificó como una “guerra”. Puede recordarse así lo expresado por Ariel Nel son De Siervo, quien en esta sede relató un encuentro mantenido con el of icial del Ejército Jorge Alci des Larrategui, en estos térmi nos: “[u]n día se apareció en la casa de uno de nosotros y nos dijo que teníamos que aclarar esto que fue una barbaridad, dijo «cualqui er problema que tengan me avisan», él apareció después de todo esto” –f s. 1738/43Por su parte, Ricardo Luis Vega recordó que, ya encontrándose detenido en la cárcel de San Nicolás, f ue interrogado por el Coronel Jorge Melzner, circunstancia que rel ató de este modo: “[a]hí fue que este Mezler me dijo «todo lo q ue dij eron ustedes era tan coherente que nos dimos cuenta que no tenían nada que ver con nada», me dijo que había sido todo un error de ellos y antes de mandarme de nuevo a mi celda, me dijo que si Videla regresaba del Perú, y llegaba a firmar los papeles, me podían liberar al otro día” –fs. 1803/9-. También Benito Gorgonio de Miguel dijo haber tenido una conversaci ón similar con Melzner en la Cárcel de San Nicolás, al recordar ante el suscri pto sobre su cautiverio en dicho lugar: “[l]a única cosa que me resultó relevante fue que me sacaron una noche a las tres de la mañana, sin dar ninguna explicación y me llevaron a la oficina del Al calde, donde estaba el número dos de la Subzona, Melzner, con quien t uve una larga conversación dirigida a explicarme que se habían equivocado, que esas cosas pasan en una guerra y que tenía que comprender que, entre otras cuestiones, no me podían dar la libertad inmediatamente porque no podían pasar el papelón de poner a alguien a disposición del Poder Ejecutivo y dejarlo luego en libertad antes de determinada cantidad de tiempo. Así fue que a los dos meses me liberaron. La conversación con Melzner era sobre esto, admitiendo la barbaridad que hab ían hecho” –fs. 1854/ 7Andrés Aníbal Fantino fue otro de los testigos que di o cuenta de circunstancias como las que venimos relatando, al expresar: “[e]n cierta forma ellos sabían que estaban cometiendo un error gravísimo, Penna lo manifestó en el Social de Junín, era como un club, lo dijo públicamente, que habían metido presa a gente trabajadora. Eso [me] lo contaron”-fs. 1874/80-. Alberto Cava tambi én afirmó que, l uego de ser detenido, su primo José Lombardi, fue a entrevi starse con el Comisari o Penna, expresando lo que supo luego sobre ese encuentro, en estos términos: “[é]l entonces, según me contó luego, que fue a hablar con Penna y éste le contó que había hecho un procedimiento en la casa de la familia Cava, Lombardi, le dijo entonces que yo era primo de él, y entonces Penna le dijo que lo perdonara, que había sido un error, que todo se iba a solucionar pronto y que no quería hacerse un enemigo” -fs. 1894/8-. 182 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Susana Bogey, por su parte, declaró: “[c]uando salí en libertad el Coronel Camblor me invitó a tomar el té con masas al Regimiento, me pidieron disculpas, que lo nuestro había sido un error, que en toda guerra caen inocentes que nos había tocado a nosotros y que siguiéramos la vida normal. Yo estaba con mi mamá y mi hijo. Me dijo que no sabía nada de mi marido, que no había desaparecidos” –fs. 1810/4-. Corresponde señalar, finalmente, lo expresado por Ana María Rinaldi, quien dijo que conocía a uno de los custodios que actuaron en l a Comisaría 1ª de J un ín durante su deten ción, a q uien luego sigui ó viendo ya liberada, recordando la testi go la si gui ente circunstancia que atravesó con ese individuo: “[u]na vez le dije si no tenía nada para decirme, y me contestó que fue un error tremendo que se mandaron. Le pregunté ento nces quiénes y me respondió «los militares». Yo le pregunté cómo decía que eran sólo los militares si los USO OFICIAL llamaban «Fuerzas Conjuntas», o sea que t ambién actuaba la Policía, y me dijo «sí, pero más mili tares que policías», como dando a entender que ell os dependían del Ejército” -fs. 1757/66-. Así como la maq uinaria represiva instaurada por el gobierno de facto implicó una “puerta de salida” de la soci edad respecto de aquell os considerados enemi gos del régimen; quienes recuperaron su libertad, debieron atravesar nuevamente, de modo obl igado, el umbral administrado por la corporaci ón castrense que operaba como intersticio entre ser un noente, un desapareci do, y por otro l ado, la posibilidad de reinserción en l a vida en relación. Se el evó así, el despliegue del aparato represivo, al paroxismo propio de una “institución total” que se tradujo en la consecuencia de que, aún liberadas, las víctimas seguían sujetas a sus disti ntos engranajes, continuaban en el oscuro terreno en poder de l os perpetrados, en algún sentido todavía no h abían sali do de all í, seguían si endo “desaparecidas”. En algunos casos, las víctimas fueron aleccionadas respecto de la conducta que debían observar una vez recuperada su libertad para no volver a ser selecci onadas por el régimen. Al respecto, recordó Ariel Nelson De Siervo, respecto de los momentos previos a su liberación: “[n]os sacan de la Unidad y nos llevan al Regimiento de Junín, donde estaba el Teni ente Coronel Félix Camblor y también estaba Gómez Pola, su mano derecha. Ellos se presentaron. Ellos nos dijeron que quedábamos libres, que tuviéramos cuidado, que nos comportáramos correctamente, que no hi ciéramos ningún desmán –fs. 1738/43-. Por su parte, la víctima Digna Imel de Sans afirmó: “me fui reponiendo, hasta que finalmente me liberaron, creo que, en marzo de 1977. Ahí, durante mi liberación, estaba el comisario Amengual, que fue el que nos fue a buscar 183 a la cárcel para trasladarnos al cuartel del Grupo de Artillería 101, ahí nos tuvimos que aguantar la arenga, el discurso del Teniente Coronel Camblor. Ahí nos pusieron, en una sala, formando un semicí rculo y nos dieron un discurso. En ese momento, nos liberaron con Ariel De Siervo, Ricardo y Héctor Vega, Benito de Miguel y Silva” y luego expresó: “Camblor nos maltrató, a mí me dijo que no fuera más a la confitería a en la que estuve, que no nos juntáramos más. Nos daban órdenes acerca de lo q ue debíamos hacer” –f s. 1747/56-. También Rubén Pío Soberano recordó al respecto: “[n]i bien salí de [la cárcel] San Nicol ás fui a los cuarteles, como ya conté me at endieron Aseff y Melzner, ahí me dijeron que cada movimiento que hacía les tenía que avisar a ellos. No obstante eso, yo viajé a Buenos Aires a ver a mi padres que estaba enfermo, cuando volví ya tenía la citación de los cuarteles. En esta ocasión también me devolvieron algunos de los libros que habían sacado de mi casa en un allanamiento simultáneo a mi detención. Algunos se los quedaron pero otros me los dieron. Los libros estaban en una bolsa negra, con la carátula «Rubén Soberano», cuando llego a casa me doy cuenta de los que faltaban. El allanamiento en casa se produce casi inmediatamente de la detención mía, no estaban buscando nada, fue sólo para intimidar, se llevaron todos los libros, que eran todos de arte” –fs. 1828/32-. Como en el caso precedentemente ci tado, con respecto a Juan Carlos Fantino, los control es posteriores adquiri eron formalidades a las que se sumaron diversas amenazas, tal como se deduce de su declaración prestada en esta sede, en la que expresó: “[c]uando me dejaron en libertad, durante mucho tiempo, estuve bajo una régimen de libertad vigilada, tenía que ir cada tanto a la Seccional Primera para reportarme y firmar. Entonces la persona que estaba en ese momento, cuando íbamos, en la Mesa de Entradas, hacía un acta dejando constancia de que nos habíamos presentado. Tampoco nos podíamos ausentar del domicilio sin previo aviso a la Seccional Primera. Asimismo, se notaba que éramos sometidos a algún tipo de vigilancia; también recibíamos llamados telefónicos y nos pasaban gritos de gente que estaba siendo torturada, además de otras cosas para atemorizarnos. Todas estas circunstancias se mantuvieron durante un tiempo bastante largo” –fs. 1881/8-. Relacionado con lo anterior, tambi én cabe indicar otra característica y que se encuentra constituida por algunas situaciones en las que, de un modo cín ico, a al gunas de las víctimas le f ueron of recidos actos de “desagravio”, en realidad, actos comun icacionales que implicaban para el ciudadano la desconsideraci ón de su condición de “subversivo” –vago e inasible término apl icable al enemigo- y su amistad –l éase someti miento- a las autoridades del régimen. Al respecto, puede citarse el testi mon io prestado por Ricardo Luis Vega, q uien en esta sede recordó: “[y]a liberado, una semana o diez días 184 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario después, fui a la Iglesia San Ignacio de Loyol a, en Junín, y a la salida de la misa, me encontré en la puerta con Melzner quien me dijo «los que nos hacen mal, mal acaban», «a veces l os mal os informantes, por un peso, in forman cualqui er cosa, sin pensar en l as consecuencias». Me dijo que entonces por eso es que ellos se habían equivocado, «a veces cuándo uno se equi voca, la vida también se equivoca con uno» y entonces me contó que su hijo había fallecido en un accidente ocurrido dentro de un regimiento. Luego me dijo: «los invito a cenar a todos, para que los demás vean que comen que nosotros». Su idea era que los militares y la gente de la COART comiéramos juntos para que no se dijera que nosotros éramos guerrilleros. Ésa fue su propuesta, pero obvi amente la rechacé, no quería saber nada con ellos” -fs. 1803/9-. Un desagravio real, bajo la f orma de reconocimiento e reivindicaci ón fue el que pudo gozar Sans, circunstancia que l a nombrada USO OFICIAL recordó en estos términos: “habrá sido a mediados de 1978, yo iba a presentar un libro y entonces fui a hablar con otro militar, cuyo nombre no recuerdo. Él me dijo lo mismo, «usted es su propia garantía, yo no lo puedo dar ninguna garantía», y que «en la guerra cayeron bombas sobre escuelas y hospitales, cayeron impensadamente allí, haga de cuenta q ue en su casa cayó una bomba q ue no era para usted», yo le dije entonces «dos bombas cayeron y no quiero una tercera», entonces me contestó que agradecí a mi valentía pero que no podía darme ningún tipo de garantía. Finalmente presenté el libro, a salón lleno y creo que esa fue la única indemnización que recibí de la gente que me conoció” –cf r. fs. 1747/56-. Finalmente, la ci rcunstancia de que fuera la corporación castrense la reguladora de l a puerta de ingreso a la vida civil de las víctimas etiquetadas y estigmatizadas como “subversivas”, se tradujo concretamente en la inevitable necesidad de contar con “recomendaci ones” a la manera de “certificados de buena conducta” que habilitaran la rei ncorporaci ón, el reingreso o el mantenimiento de las vícti mas en su f uente de trabajo. Al respecto, Imel de Sans en esta sede, manifestó haber atravesado tal situación, en estos térmi nos: “[a] corto plazo, me vinieron a buscar el Dr. Gustavo Cirelli y el Dr. Zarracín, quienes me ofreci eron trabajo, pero yo les dije que fueran previamente a hablar con Camblor. Ellos fueron y les dijeron que no había problemas, que sabían que yo tenía mucha capacidad y que mi conducta era mi propia garantía” –fs. 1747/56-. También Susana Bogey declaró que cuando sali ó en libertad se entrevistó con Camblor en el regimiento de Junín, recordan do sobre ell o, en lo que aquí concierne: “[y]o le preguntab a cómo reconstruía mi vida y él me dio una recomendación laboral que todavía la tengo” –fs. 1810/4-. 185 Una circunstancia similar fue relatada por el médico Nelson Ramón Coronel , quien expresó en esta sede: “cuando me liberaron, me habían echado del hospital y de las clínicas también. A los meses yo pedí una reincorporación en el hospital, presenté una nota. De la municipalidad me dijeron que tenía que ir a Junín, al Regimiento de J unín a entrevistarme con Melzner. Me entrevisté con él, tenía la pistola arriba del escritorio, no me acuerdo bien qué me preguntó, yo le dije que si hubiera sido de la guerrilla lo hubiera dicho que yo era una persona de pri nci pios. Al tiempo me notifican que me reincorporan otra vez al hospital” -fs. 2292/3- . Otro extremo que debe resaltarse, es q ue l os detenidos il egales fueron, justamente, los primeros en ser alojados en la actual Unidad nro. 13 del Servicio Penitenciario Bonaerense, que en ese momento aún estaba en construcción, lo q ue puede tomarse como un símbol o absolutamente demostrativo de la utilizaci ón, por parte del régimen dictatorial, de las estructuras propias del Estado concebi das para otros fines, las que f ueron puestas al servicio de los oscuros designi os del gobi erno de facto. Ese sitio, si gnado desde su génesis por la marca del horror, fue un eje fundamental del accionar represivo instaurado en Junín, habiendo permanecido all í en cautiveri o Alberto Cava, Armando Antonio Álvarez, Horacio Roberto A rce, J uan José Martín, Héctor Vega, Víctor Edmundo Pajoni, Benito Gorgonio De Mi guel , Ari el Nelson De Siervo, Rubén Américo Liggera, Alberto Pedro Silva, Normando Federico Di Sábato, Ri cardo Luis Vega, Imelde Digna Sans y Ana María Ri naldi. Ricardo Lui s Vega, pudo reconocer de inmediato que se encontraba cauti vo en dicho lugar, puesto que l o había conocido meses antes, conforme relató en el marco de los instrucción en estos térmi nos: “un amigo – un conocido en reali dad, no recuerdo su nombre, era novio de una chica de mi familia política- había trabajado como sereno en la cárcel que estaba en construcción y un día –meses antes de mi detención-, como diversión, nos dijo que lo pasáramos a visitar y de paso conocíamos cómo era una cárcel. Así fue que yo conocía cómo era la cárcel por dentro. A los días de estar ahí, hasta que picanearon a todos, nos permitieron sacarnos l as vendas y reconocí enseguida dónde estaba” –fs. 1803/9-. Rubén Liggera afirmó en esta sede, sobre su traslado desde la Comisaría 1ª a la Cárcel citada efectuado en un camión cel ular, lo si gui ente: “[e]n un momento, el celular comenzó a moverse y nos llevaron a la Cárcel de Junín, actual UP 3, q ue aún no estaba i naugurada” –fs. 1838/43-, al ti empo que Normando Federico Di Sábato expresó sobre i déntica ci rcunstancia: “[e]l trayecto no lo tengo muy presente, había muchos recovecos, posiblemente porque era un lugar en construcción; después me enteré que era la Unidad Penitenciaria 13ª” fs. 1844/53- . 186 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Es oportuno reseñar lo testi moniado por Alberto Cava sobre su traslado a ese siti o ocurrido inmediatamente después de su detención, qui en refiri ó: “[y]o pensab a que era boleta. El auto entonces, agarró la calle Benito de Miguel que sale a la ruta 7. Yo estab a encapuchado pero me daba cuenta perfectamente del cam ino que estaba haciendo el auto. Yo sabía q ue si agarraba la ruta para el lado de la izquierda íbamos para Baigorrita o Morse, pero ellos doblaron para la derecha para el lado de la cárcel de Junín que estaba en construcción. Yo fue el primero que la inauguré” -fs. 1894/8-. Finalmente, del relato de Ariel Nelson De Siervo surge no sólo el conocimiento de los detenidos sobre la ubicación de este lugar, sino que también se desprende la existencia de rumores en la ciudad sobre lo ocurri do en ese CCDT. En efecto, el testi go expresó sobre su traslado a la que l uego sería la U.P. nro. 13: “anduvimos un rato hasta que nos bajaron en un lugar USO OFICIAL totalmente desconocido, después supe que era la cárcel que estaba en construcción, hablando con otras víctimas y ellos pudieron ver un poco el l ugar y lo identificaron como la cárcel en construcción […] Junín es un pueblo chico, la gente que vivía cerca, eso. La cárcel está justo en una esquina sobre la Ruta 188. Cuando nos blanquearon le gente asoció esto con lo raro que se escuchab a en la cárcel en construcción” -fs. 1738/43-. 5.2. La preservación de la documentaci ón de la DIPBA Un rasgo general de los hechos delictivos cometidos en el ámbito del Primer Cuerpo del Ejérci to durante la última dictadura militar, se encuentra constituido por la ci rcunstancia de que esas gravísi mas violaciones a los derechos h umanos, justamente por ser cometi das desde el aparato del Estado, han tenido n o sólo mayor posibil idad de provocaci ón de un resultado dañoso sino también de escapar a la actuación de la J usticia por cuanto, desde el mismo momento en que fueron ejecutados, gozaban de una previsi ón de impunidad por medio de una tarea de silenciamiento de víctimas y de victimari os, así como por medio de l a ocultación de h uellas y rastros y de la destrucci ón sistemática de todo ti po de documentación rel acionada con la actuaci ón del aparato clandestino de poder. Es claro q ue, como en toda estructura burocrática, todo lo sucedi do fue min uci osamente controlado y registrado, y de prácticas de ese tipo han dado cuenta numerosos testimonios colectados en autos. Al respecto, puede citarse lo decl arado por Ariel Nelson De Siervo, qui en esta sede afirmó, respecto de cautiverio en la Comisaría 1ª de Junín: “me tomaron declaración, una vez, cuando entramos, me tomaron los datos personales, nombre, dirección, como que me comunicaron que estaba detenido por averiguación de antecedentes. La declaración me la tomó un policía uniformado, en un despacho que estaba en la entrada de l a Comisaría, como una recepción […] 187 Meses más tarde yo intenté con un abogado tomar nota de esa decl aración, las hojas del libro de guardia estaban arrancadas, no quedó ningún registro de nuestra detención ahí”- fs. 1738/43-. Por su parte, Normando Federico Di Sábato mencionó sobre su cautiverio en la Cárcel de Junín: “[m]ás cerca del mediodía entró gente, dos o tres personas aproximadamente, vestidos de civil -sé que eran policías porque creí reconocer a uno, de q uien no sé su nombre ni nada-, q ue me preguntan mis datos. No recuerdo si estaban armados. Eso me trajo cierta tranquilidad, el sentir que me registraban en algún lado. Escribían todo a máquina. Después se fueron” –fs. 1844/53-. Juan Carlos Fantino ubicó la realizaci ón de tal es maniobras en la Comisaría 1ª de Junín al expresar: “[c]uando ingresamos a la Seccional lo hicimos por la entrada principal y me llevaron a la habitación a que hice referencia anteriormente. A los dos o tres días me tomaron mis datos personales, me sacaron una fotografía y me sacaron las huellas dactilares. Todos estos trámites los hizo el personal policial, no vi a personal militar en el lugar” –fs. 1881/ 8-. También Patricio J uan Griffin menci onó en su declaración prestada en esta sede que le f ueron tomadas fotografías en la Comisaría 1ª, maniobra q ue, en su caso, fue utilizada como mecanismo de tortura, conforme se desprende de su testimonio en el que expresó que “ya de día, lo hi cieron salir de la celda, lo colocaron contra una pared del patio de la Comisaría, le levantaron la capucha y lo sometieron a un simulacro de fusi lamiento, pero en realidad le sacaron una fotografía” –fs. 1774/9-. Otra víctima que refirió haber si do f otografiada durante su cautiverio en la cárcel en construcción –actual U.P. n° 13- fue Graciel a Raq uel Ciappesoni, qui en recordó: “nos llevaron a la Cárcel de Junín, nos bajaron encapuchados, y cuando entramos a la cárcel, nos sa caron la capucha […] En la misma celda me sacaron una foto. En la cel da en la cual yo estaba, no había nadie más” -fs. 2294/5-. Por su parte, al igual que otros detenidos, Daniel Wal ter Gómez, dijo haber si do sometido a este registro en la Comisaría 1ª de J unín, al expresar: “[m]e dieron ingreso en la comisaría, me sacaron una foto. También me interrogaron, el sumariante era un ofi cial, no lo recuerdo” –fs. 2297/300-. El testimonio que prestara Susana Beatriz Bogey en esta sede, trasunta de un modo absol utamente gráfico l a constante tensión existente entre la clandestinidad propia de la concreción del plan criminal estatal y las necesidades propias de la estructura burocrática q ue se puso al servici o de esos oscuros designi os. En efecto, la nombrada recordó, en relación a su detenci ón y posterior traslado a la Comisaría de Venado Tuerto, la siguiente situación: 188 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario “[l]a comisión policial me lleva hasta la comisaría de Venado Tuerto. Después me enteré que me habría b lanqueado en los libros la comisaría. Me ponen en una celda y al rato vienen a buscarme efectivos de las fuerzas conjuntas, de la Unidad Regional de Junín. Ahí escucho una discusión a viva voz en que increpaban al comisario el hecho de haberme blanqueado, el comisario invocaba la legalidad y los otros invocaban causas superiores a esas formalidades” –fs. 1810/4-. Como dijimos, al tiempo que estas prácti cas fueron general es, las constancias produci das a través de las mismas, fueron deliberadamente destrui das una vez reinstaurada la vi gencia de la Constituci ón Nacional. Ahora bien, en el caso particular de lo sucedido en Junín, excepcionalmente ha sido posi ble hallar regi stros que la burocraci a estatal acumuló en aquellos años, fiel a la l ógica de todo Estado autoritario y su afán de registrarlo y controlarlo todo. USO OFICIAL En efecto, en el caso de autos, a la gran cantidad de testimonios colectados tanto entre las víctimas sobrevivientes, como en tre familiares y otras personas que tuvieron la oportuni dad de presenciar la materialidad de los hechos, se sumaron al plexo probatori o constancias documentales de singular relevancia acreditante, que se encuentran constituidas por los distintos registros que se conservaran en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y que fueran remiti dos aportados por la Comi sión Provincial por la Memoria. Tales documentos, descri ptos en detal le en el considerando cuarto –apartado 4.4)-, dan cuenta no sólo de la existencia de distintas investigaciones efectuadas sobre las víctimas, sino también, de un modo absolutamente inédi to en el marco de esta investi gación, de los operativos de detención de algunas de ellas e incluso, obran en las mismas, las fotografías de los cauti vos tomadas al momento en que se encontraban privados de su libertad, constituyendo éstas, sin dudas, los registros más contundentes y escalofri antes que puedan hallarse respecto de la permanenci a de víctimas del terrorismo de Estado en un centro cl andestino de detención y tortura. En los archivos de l a DIPBA obran las f otograf ías tomadas a los detenidos Di Siervo, Martín, Liggera, Silva, Di Sábato, Álvarez, Rinaldi , Héctor y Ricardo Lui s Vega, Sans de Peri z, Pajoni y Arce. Tales registros f ueron exhibidos a las víctimas quienes pudi eron así, reconocerse en ese momento, seguramente, el más dol oroso de sus vidas. A partir de los testimonios colectados sobre el punto, también surgió la existencia de un individuo, propietario de la casa de fotograf ías “Rubens” o “Ruben ”, quien habría sido, en muchos casos, el encargado de registrar tales imágenes. Ese sujeto, testigo privilegiado del horror, por el 189 momento no ha si do individualizado. Si bien una de las querel las ha efectuado aportes en este senti do, aún no se ha logardo la identificación del nombrado. Recordemos sobre el punto q ue Alberto Pedro Silva mencionó haber visto a esa persona que lo fotografió en la Comisaría 1ª de J unín, circunstancia que relató de este modo: “[u]n día yo estaba en la celda y entró Manzanares, me despeinó y me dice «preparate para la foto» y ahí me sacaron una foto, el que me saca l a foto es de nombre Rubén, él esta casado con la hermana del Dr. Mecherte, este Rubén era el dueño de «Foto Rubén». Cuando yo salí fui a verlo y le pedí el negativo de la foto, él me dijo que el negativo se lo había quedado el policía –fs. 1767/72-. Digna Imel de Sans al serl e exhibida su fotograf ía obrante a fs. 352 de las actuaci ones de la DIPBA, afirmó que la vestimenta con la que aparecía en la imagen era la “que tenía puesta al momento de su segunda detención”, recordó que la misma “fue t omada en la cárcel de Junín”, y l uego expresó: “quien sacó la fotografía es una persona de Junín que tiene un local que se llama Fotos Rubens, no recuerdo su nombre. Esa foto fue sacada cuando íbamos a que nos interrogara esa persona que tení a ojos azules, que parecían lentes de contacto. Poco antes de llevarnos San Nicolás” –fs. 1747/56-. Asimismo, ante la exhibición de l a fotografía q ue l uce a fs. 346 de tales actuaci ones, Ana María Rinaldi se reconoció y dij o: [ e]sta foto me la sacaron en la cárcel, yo creo que el segundo día aproximadamente, me la tomaron adentro del calabozo. Él que me la tomó podría llamarse Rubén porque tenía una casa de fotografía en la calle Saavedra que se llamaba «Fotografías Rubén» y lo conocía de la ciudad. Me sacó la foto y se fue” –fs. 1757/66-. También Alberto Pedro Silva, ante la fotograf ías de fs. 340, afirmó: “esta es la f oto que me sacó Rubén en la Comisaría, no tengo dudas, se puede ver que no tengo ropa. Es la foto q ue mencioné antes” –fs. 1767/72-, al tiempo que Rubén Américo Liggera –ante la fotograf ía de fs. 338- dijo “la persona que aparece en la fotografía soy yo. Creo que fue sacada en el patio de la Comisaría 1ª, al momento en que nos dieron ingreso, tal como mencioné anteriormente” –fs. 1838/73- y Normando Federico Di Sábato –ante la fotografía de fs. 342- expresó “me reconozco, pero realmente no recuerdo cuándo fue tomada. Supongo que tiene que haber si do tomada en la Comi saría cuando nos trajeron de vuelta de la cárcel pero no lo tengo presente” -fs. 1844/53-. Finalmente, resta señalar que Ricardo Luis Vega, al observar la fotografía de fs. 366, sin bien dijo no reconocerse, recordó q ue “en la Cárcel de Junín o en la Comisaría Primera, le sacaron fotografías”, y que “quien le sacó la fotografía era el dueño de «Foto Rubens» que era un local de fotografía de Junín que quedaba en la call e Saavedra” –f s. 1809/9-. 190 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Hemos destacado en una reci ente resol ución de mérito en la que se trató respecto de los hechos acaeci dos en el ámbito de la Subzona 16 –autos nro. 7273/06 del registro de este Tribunal-, el patético contraste entre la cruel realidad de los hechos y la pantomi ma que se ofrecía a la sociedad como fachada. Al respecto debe resaltarse que, de l a documental analizada, se desprende claramen te no sólo l a irrefutable prueba de los hechos que constituyen esas fotografías, sino también la dirección del plan criminal llevado adelante por el Comando de Subzona 13 y el Área 131, la íntima relación q ue vincul aba a l os distintos organismos que formaran parte del engranaje represivo, como ser la Del egación de Informaciones de Junín, y distintas depedencias policial es de la U nidad Regional VIIIª , la existencia de tareas previas de investigación de las vícti mas, el relevamiento de los USO OFICIAL “antecedentes ideol ógicos” de distintas personas, los razones particulares que, dentro de la l ógica propia del gobiern o autoritario, moti varan la detenci ón ilegal de las víctimas, las fechas concretas de detención con la indicación de que en tales operativos intervenieron “fuerzas conjuntas” o “militarespoliciales”, e incluso, la manifestaci ón de preocupación sobre la divulgaci ón de informaci ón sobre la imposición de torturas a l as víctimas, como el caso del sacerdote Santamaría. La documentaci ón que superó, q uizá casualmente, seguramente por error, aquell os mecanismos de previsión de impunidad estableci dos por el régimen, consti tuye una invaluable evi dencia de l o que sucedía allí “puertas adentro”, un reflejo de cómo el horror f ue pergeñado y concretado en J unín y que nos llega hoy di áfano, sin las teñiduras propi as del prisma tergiversador que, como un tel ón de hierro, ocul tó esa realidad. 5.3. La persecución gremial como política del Estado polici al Como se señalará al tiempo de resol ver por el suscri pto la situaci ón procesal de Jorge Rafael Vi dela en el marco de la causa nro. 14.216/03 –respecto de la cual la presente resulta conexa-, existió en las corporaciones militares, un fin deliberado de atentar contra el orden institucional , una precisa selecci ón de medios y recursos de todo tipo, una elección previa de quiénes serían las pri meras víctimas de su accionar, una evaluaci ón de “enemigos” que incluía el cálculo de la intensidad de su oposici ón y los medi os para repel erla, todo ello en el marco del pronóstico de distintos cuadros si tuacionales que podían presentárseles y para los cual es se había programado cuidadosamente el curso de acci ón a segui r. Hacia el mes de febrero de 1976, fue con feccionado el documento llamado “Plan del Ejército (contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” 191 elaborado por la J unta de Comandantes Generales, en el cual se plasmó la premeditación cri mi nal del todavía embrionario régimen. En su cuerpo principal -que constaba de once páginas a l as q ue se adicionaron quince anexos-, l ucen órdenes de batalla, instrucciones sobre las acciones de inteligen cia, la detención de personas, la ocupaci ón y clausura de edificios públicos y sindicales, el control de los grandes centros urbanos y cierre de aeropuertos, aeródromos y pistas, la vigilancia de las fronteras, el control de los servicios públicos esenciales, de los establecimi entos penitenciari os y las residencias di plomáticas, así como tambi én instrucci ones relativas a la deten ción de los miembros del Poder Ejecutivo Naci onal, la división de jurisdicciones para llevar a cabo el plan, proyectos de normativas a dictarse y programas de acción psicológica. En el cuerpo principal del documento, se estableci eron como “fuerzas amigas” del Ejérci to, a la A rmada y a la Fuerza Aérea, q uienes habrían de realizar “las operaciones necesarias para asegurar, conjuntamente con el Ejército, la destitución del Gobierno en todo el ámbito del país y facilitar la asunción del Gobierno Militar” y se fijaron determinados medios fundamental es para la consecuci ón de tales fines, en los que traduce ya un marcado interés por perseguir toda activi dad de ti po pol ítico- gremi al. En efecto, el segun do de esos medios estableci dos, luego del referi do precisamen te a la “detención del PEN y las autoridades nacionales, provinciales y municipales que sean necesarias” se halló constituido por la detención de “personas del ámbito político, económi co y gremial que deban ser juzgadas”–cfr. página 1 de dicho documento-. Luego, compon dría el al establecerse las distintas “fases” de las que se operativo de usurpaci ón del Poder Ejecutivo Naci onal, respecto de la segun da de ellas, denomin ada “ejecución” y a i niciarse “el día D a la hora H-2, con los desplazamientos previos y despliegues necesarios que aseguren el cumplimiento de las acciones previstas, y se extenderá como mínimo hasta el día D+3 (inclusive)”, se establ eció que debía procederse, en primer lugar, a la “[d]etenci ón del PEN y de aquellas autoridades nacionales, provinciales o municipales que se determine” y en segundo lugar, a la “[d]etención de dirigentes políticos, gremiales, funcionarios públicos y delincuentes económicos y subversivos” –cfr. página 4-. El régimen tambi én identificó previamente a “oponentes” en el ámbito gremial, consignándose en dicho documento, entre las organizaciones gremi ales de pri ori dad I (oponente activo), a las siguientes: a) a Comisión Nacional Intersindi cal, b) Ex CGT de los Argentinos, c) Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical, d) J uventud Trabajadora Peronista, e) 192 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Agrupaciones de Base, f) Movimiento Sindical de Base, g) Movi miento Sindical Combativo, y h) Coordinadora Nacional de Gremi os Combativos y Trabajadores en Lucha –págs. 3 y 4-. Respecto de ellas se asentó en el documento reseñado que “serán elementos de mayores incidencias negativas en la estabilización y solución del problema social” destacándose que “[p]articularmente sus dirigentes deben ser objeto de especial interés de los Equipos Especiales afectados a la «Detención de Personas»” –pág. 4- . Asimismo f ueron determinados como oponentes del ámbito sindical de P riori dad II ( potenciales) los siguientes: “a) Confederación General del Trabajo, b) 62 Organizaciones Peronistas, c) J uventud Sindical Peronista, d) Federaciones, Uniones, Asociaciones, Sindi catos y Gremios que integran las dos primeras”, consignándose a su respecto que “es probable que se manifiesten parcialmente contra el nuevo gobierno y como consecuencia lógica del USO OFICIAL cambio” –página 4, anexo 2- . En el mismo sentido, ya instaurado el régimen de facto, se dictó el decreto nro. 9, por el cual, invocándose la consideración de que “los sectores agremiados del trabajo y del empresariado han sido afectados por el proceso de desorden, corrupci ón y subversión que ha caracterizado el quehacer nacional en los últimos años”, se suspendieron transitoriamente “la actividad gremial de las entidades de trabajadores, empresarios y profesionales, excepto la correspondiente a la administración interna de las mismas y a las de sus obras sociales, en todo el territorio nacional” (B.O. 29 de marzo de 1976, ADLA XXXVI- B-1026). Lo sucedido en Junín durante la úl tima dictadura mili tar, no escapó a esta lógica estableci da a nivel n acional por el régi men de facto, sino que, por el contrari o, la concreción del segmento del plan criminal que tuvo como epi centro a esa ciudad reflejó, desde su gén esis, una clara intencionalidad diri gida no sól o a personas del ámbito artístico o cultural – como se vio respecto de la detención de los miembros de l a COART-, sino también a l a persecución de toda person a con actividades político-gremiales, circunstancia que se desprende de n umerosos testi monios reci bidos en autos. Susana Beatriz Bogey, al declarar en esta sede respecto de su alojamiento en la Un idad Regi onal VIIIª dijo: “[m]e preguntab an por actividades políticas, sindicales, por nombres de gente que conocía y gente que no conocía” y sobre su cautiverio en la Comisaría 1ª de Jun ín refi rió: “[e]n el calabozo de enfrente estaba Domínguez, desde que me detuvieron a mí y el que después fue el diputado provincial Armando Blasi, él estaba ahí por haberle dado una trompada al Coronel Camblor en una fiesta del Club Social, por no haberl e querido ceder el asiento. En la Comisaría también había una presa política, Carmen Riquelme. Nos traían la comida de la casa. A lado había detenidos ferroviarios, miembros del PC, 193 Ullua, Mufaroto –que lloraba todo el día-, los Fantino, y demás presos y presas comunes” -fs. 1810/4-. Rubén Pío Soberan o, de conformi dad con lo establecido por el ya citado “Plan Ejército (contribuyente al Plan de Seguridad Nacional)” de febrero de 1976, fue detenido el mismo día del golpe militar, el 24 de marzo de ese año, en su l ugar de trabajo, la oficina de Correos de Jun ín. El nombrado recordó sobre su secuestro que, según dijo, habría sido perpetrado por el Capitán del Ejército Olicharriaga –a quien la vícti ma ya conocía-, lo sigui ente: [é]l me dijo que me tenía que detener y que las razones me las iban a decir después. Me preguntó si era el delegado del correo y de las «62 Organizaciones», cuando yo le dije que sí, me respondió «fue». Yo era delegado del Correo y Secretario General de las «62 Organizaciones Peroni stas». A partir de ahí me preguntó si había participado en algunos hechos concretos de Junín, políticos y gremiales, yo le negué todo, me dijo que estaba detenido y que después me iban a explicar los motivos de mi detención, cosa que aún estoy esperando” –fs. 1828/32-. Uno de los hijos de Rubén, Pabl o Hernán Soberano, recordó sobre el período posterior a que su padre fuera liberado: “[ o]tra cosa que me acuerdo es que después [de] q ue volvió, mi papá no tenía laburo, los com pañeros de trabajo hicieron una colecta para que podamos comer. A él lo habían dejado cesante del correo -fs. 1836/7-. Patricio J uan Griffi n, quien al igual que otros di rigentes fue detenido el 18 de marzo de 1976 en el marco de l o que l a vícti ma definió como “una acción preventiva de las autoridades militares, previas al golpe de estado, en la cual se detuvieron a todas aquellas personas que podían impulsar algún tipo de reacción en contra del golpe m ilitar en ciernes”, recordó que incluso encontrándose ya en la Unidad Penitenciaria de Si erra Chica, durante el año 1977, fue interrogado por el Teniente Larrategui sobre ”una serie de personas que el dicente conocí a con motivo de su desempeño como abogado sindical” -fs. 1774/9-. En esa misma ocasi ón, se dio una conversaci ón que refl eja, de alguna manera, l os f ines perseguidos por el régimen y los medios puestos a disposición de l os mismos. En efecto, Griffin relató que le dijo a Larrategui que “el golpe iba a fracasar y que iban a destruir las industrias y Larrategui le di ce que eso era lo que querían. Que en otro momento Larrategui le di jo que por culpa de los curas y de las cosas que enseñan habían tenido que matar diez mil jóvenes” –fs. ídem- . Tales circunstancias se deducen también de lo declarado por Juan Carlos De Biasi en este J uzgado, quien relató el contexto en el que se produjo su detenci ón: “[y]o trabajaba en el Frigorífico Feber, y era delegado de la Obra Social del Frigorífico. La realidad es que en marzo de 1976, nuestro sector ganó la 194 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario conducción del Sindi cato de la Carne. A partir de ahí descubrimos situaciones ilegales en las elecciones anteriores, gente que no se había enterado de que figuraba como votante. Habíamos logrado entonces que las elecciones fueran limpias y así obtuvimos el triunfo. Luego del golpe militar, seguimos igualmente con nuestra actividad gremial y ahí comenzaron problemas mayores. Teníamos problemas con la patronal, muchas limitaciones, encont ramos muchas ilegalidades en la administración de la obra social, en fin. Nosotros, para ese entonces hicimos una denuncia referida a que no teníamos una Obra Social. A mí me detuvieron en junio de 1976, fue un viernes a la noche de mediados de ese mes. Yo volvía de Buenos Aires, debo haber llegado a las 23 horas a Junín. Había ido a hacer un trámite de la obra social del sindicato. Al llegar me fui a mi casa, quedaba en la calle Borges, frente la fábrica Cirigliano. Al otro día trabajaba y luego me iba a Vedia. A las 2 de la madrugada golpearon la puerta, me dijeron que eran la policía, y al abrirles me encontré con un grupo de gente armada” –fs. 1780/8-. USO OFICIAL Resulta evidente q ue la actividad gremial de De Bi asi en el Sindicato de la Carne fue la que l e costó su detención ilegal, puesto que Alfredo Artol a y Alberto Leiva, también integrantes de dich o gremi o, fueron detenidos poco tiempo después –el 18 de junio de 1976- . Al respecto, De Biasi declaró: “[y]o hablé con [el oficial de pol icía] Martino en un momento, durante mi detenci ón, y él me dijo «Artola y Leiva están detenidos desde hoy a la tarde». Ellos eran compañeros míos del sindicato, el primero era Secretario General y el segundo Secretario Adjunto. Los dos trabajaban conmigo en el frigorífico […] el patrón común de todos los deteni dos, tenía que ver con la militancia polít ica con el peronismo de izquierda y la activi dad gremial, sólo puedo decir eso, en términos generales” –fs. 1780/8-. Alfredo Rodolf o Artola, también relacionó su detención y la del resto de los di ri gentes mencionados con la actividad gremi al que desempeñaban los mismos, en estos términos: “[f]ue al mediodía, yo era dirigente gremial del Frigorífico de la carne, yo trabajaba en el frigorífico Feber, era dirigente gremial, hab ía asumido en el gremio hace pocos meses, habíamos ganado las elecciones. Patrici o Griffin era el asesor letrado del gremio. Yo integraba la Agrupación Evita de la Juventud Peronista. Continuando con mi relato yo ese día salí del frigorífico a las 13 horas como todos los días y a las 14 horas fueron a mi casa […] había un contador de la empresa que siempre decía que a los delegados nos iban a venir a buscar a todos, además ya había caído Patricio Griffin, otros militantes del ferrocarril, sabíamos que era cuestión de horas. El contador era de apellido Masari, creo que Juan Carlos, él fue el que nos denunció a mí a Leiva y a De Biasi que fuimos detenidos el mismo día. Yo podría haberme escapado pero ¿a dónde? ¿para qué? Yo no andaba en nada raro” -fs. 2278/80-. 195 Asimismo, Artola compartió cautiverio en la Comisaría 1ª con otros di rigentes, entre ell os, los del gremio ferrovi ari o, tal como pudo afi rmar en esta sede: “[a]hí estaban dos ferroviarios de Junín, Ullua y Monafó que eran de la obra social del policlínico ferroviario de capital. A las dos horas trajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Sirom, ellos estaban en la industri a del maíz. La celda sería de 3.5 por 3, más o menos, no había col chones, no había absolutamente nada, seríamos diez o doce ahí”, y también, con posterioridad, durante su detención en la cárcel de Mercedes, tal como expresó en estos términos: “[e]n Mercedes ya había gente de Junín, estaba Ismael Tornello, Abel Pinto, Guaranga, Penner –todos ferroviarios-, Silva –del Correo- todos dirigentes gremiales, también estaba Sartori”-fs. 2278/80-. Los integrantes del gremio de l os trabajadores ferrovi ari os fueron uno de los universos más duramente seleccionados por el sistema represi vo del régi men, conforme se desprende de la declaraci ón prestada por Abel Andrés Pinto, respecto de su cautiveri o en la Comisaría 1ª de Junín: “[a]hí me llevaron a un calabozo común de la com isaría, donde había otros trabajadores ferroviarios detenidos. No teníamos ninguna acusación formal, nunca nos dijeron porqué nos habían detenido, sólo algunas veces nos llevaban a una oficina y nos mostraban unos panfl etos de organizaciones políticas o de movi mientos gremiales, pretendiendo que nosotros los reconociéramos como propios. Ellos, básicamente querían hacernos «pi sar el pali to», pero nadie los reconoció, porque de hecho, ninguno de las cosas que nos mostraban eran nuestras, ya que pertenecíamos a un movimiento gremial que se llamaba Lista Rosa que era un movimiento pluralista, democrático y que no tenía nada que ver con las organizaciones a las que nos querían vincular” –fs. 1790/7-. En la misma oportunidad, al referirse sobre los detenidos que fueron siendo alojados en la Comisaría 1ª de Junín con posteri oridad a su ingreso a l a misma, Pinto dijo: “[l]uego l legaron otros detenidos, como 10 ó 15 detenidos, todos empleados ferroviarios a quienes detuvieron, según nos contaron, a la salida del trabajo. Los habían requisado y les habían encont rado a alguno un tornillo, a otro algún cable, y con esa excusa los detuvo la policía, y los llevaron a la Comisaría. Estos compañeros nos contaron que el que había dirigido ese operativo era Mastrandrea, ahí se comenzó a hablar sobre él. La mayoría de ellos fueron declarados cesantes y a algunos luego los reincorporaron. Entre este grupo estaba un compañero de mi sección de apellido Correa, otro compañero era de apellido Ramos –que era de otro sector pero yo lo conocía-, del resto de los detenidos no me puedo acordar sus nombres. Este grupo de detenidos no estuvo mucho tiempo detenido, a lo sumo 4 ó 5 días, porque luego de declarar su cesant ía los largaron” fs. 1790/7-. 196 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Incluso cuando los detenidos ya habían sido “legalizados” y hechos comparecer ante la sede judicial, el tenor de los interrogatorios seguía siendo el mismo, conforme lo expresara el testigo mencionado, quien refi rió: “[a]l poco tiempo de estar detenido en [la unidad penitenciaria de] Mercedes, nos llevaron a declarar al Juzgado Federal de Mercedes, ahí estábamos acusados de violar una ley que era, creo, la número 20.840. Íbamos de a dos o tres y nos hacían declarar de a uno, preguntándonos por nuestra actividad gremial” -fs. 1790/7- . Ismael Reynal do Tornello, otro di rigente del gremio ferrovi ario, ante esta Judicatura declaró respecto de su traslado a la Unidad Penitenciaria de Mercedes: “[c]onmigo fueron trasladados Guaragna, Abel Pinto -quien había sido detenido cuando me llevó una frazada a la Comisaría Primera; en ese momento, se enteró que tenía pedido de captura, por lo cual fue aprehendido- , Pener y Antonio Vilches. Todos pertenecían a la Comisión de reclamos del sindi cato de ferroviarios y USO OFICIAL yo pertenecía a la Comisión Ejecutiva. Guaragna, Pener, Silva y Vil ches están fallecidos. Viajamos esposados en un celular de la Policía” –f s. 1798/800-. Con relación a la actividad del sindicato de los trabajadores del ferrocarril, Tornello, al hablar sobre su permanencia en esa cárcel, recordó: “[p]or ser integrante de la Comisión, se había hecho una Comisión de ayuda a los detenidos, para la cual se hacía una colecta entre los ferroviarios para darle dinero a las familias de los detenidos. Mi mujer me traía alimentos y cigarrillos y nunca me llegó nada” –fs. 1798/800-. De lo testi moniado por Tornello respecto de una circunstancia posterior a su liberación, se deduce nuevamente, de un modo patente, el particular interés del régimen por reprimi r toda acti vidad sindical, particularmente, la vinculada a l os trabajadores ferroviarios: “un año después de mi liberación, se produjo un paro ferroviario. A raíz de ello, las mismas personas que habíamos estado cautivas fuimos nuevamente detenidas y llevadas a la Comisaría Segunda [ …] [f]ue el momento en que conocí personalmente a Camblor […] Camblor nos acusaba de que nosotros habíamos organizado el paro, cuando luego de nuestra liberación, nosotros no volvimos a trabajar en el ferrocarril; durante el período militar no volvimos a ser reincorporados. Cambl or nos amenazaba e insistía con que diéramos marcha atrás con el paro. Recuerdo que Pener le hizo una referencia acerca del artículo 14 de la Constitución Nacional , a lo que Camblor le respondió poniendo su arma sobre la mesa para luego decir «ésta es la Constitución»” –fs. 1798/1800-. También J uan Carl os Fantino, respecto de las personas con quienes comparti ó cautiverio en la Comi saría 1ª de Jun ín, afi rmó: “[h]abía dos muchachos peronistas de la Unión Ferroviaria, pero no recuerdo sus nombres, que estaban en la zona de celdas con nosotros. Creo que uno de ellos era dirigente del 197 Hospital Ferroviario de Junín; cuando a mí me trasladan a Mercedes estas personas permanecieron en la Seccional Primera” –fs. 1881/8-. Otro empleado ferroviario secuestrado f ue Daniel Walter Gómez, quien afirmó, en lo que aquí concierne, lo siguiente: “fui secuestrado el 23 de septiembre de 1976. Yo en ese momento era de profesión ferroviario, tenía un acercamiento con la gente del gremio y era militante de la Juventud Peronista […] ya había gente de mi entorno que había sido secuestrada, pero yo nunca pensé q ue me podía pasar a mí, si no me hubiera ido para no vivir todo ese infierno” –fs. 2297/300-. Sobre el interrogatori o al que fue sometido en la Comisaría 1ª de Junín, Gómez señal ó: “me interrogaron, el sumariante era un oficial, no lo recuerdo. Todo girab a sobre la actividad barrial, gremial, con los ferroviarios, tampoco tenían grandes argumentos de nada” –fs. ídem- . Finalmente, resulta oportuno traer a colación el rel ato que efectuara de Alberto Cava respecto de la magnitud recursos aplicados al operativo que culmi nó con su detención: “[u]na noche, entonces, estábamos con mi mujer en uno de l os patios de mi casa, y vemos que comienza a ingresar una enorme cantidad de gente por las dos casas linderas, a uno y otro lado de nuestro patio. Creo, sin exagerar que han sido más de 100 personas. Todos estaban armados, mucha gente ingresab a por los techos, todos estaban vestidos de civil. Era una barbaridad toda esa enormidad de gente para detener a un pobre obrero ferroviario como yo” –fs. 1894/8- . Ya habiendo reseñado diversos testimonios, reiteremos q ue se advierte dentro de un plan general de represi ón de la acti vidad gremial, un extremo interés por seleccionar a los trabajadores del tren y así, anular toda capacidad de reclamo del sector ferroviario. La concreci ón de esos planes tuvo, como vimos, consecuencias de todo ti po para las víctimas, pero también, puede hacerse un a lectura de los hechos desde una perspectiva más general y estructural . Al respecto, puede tomarse como punto de partida lo expresado por Abel Pinto al ser preguntado sobre cuál -a su entender-, había sido el motivo de su detención, a l o que dijo: “yo creo que el motivo fue la actividad gremial, de reinvocaciones obreras. Reclamábamos cosas propias de cualquier trabajador, el respeto de nuestros derechos, y para ello repartíamos volantes, hacíamos asambleas. Lamentablemente, esa lucha no sirvió de nada y al día de hoy, el ferrocarril está desmantelado en el país” -fs. 1790/7-. Circunstancias objetivas corroboran esa visión de Pinto, si se tiene en cuenta q ue, conforme l os datos obrantes en un informe publicado por la Corporaci ón Andina de Fomento –organismo de crédi to intergubernamental del que nuestro país forma parte-, “[l]os dos decenios que van de 1890 a 1910 serán los de mayor crecimiento en Suramérica, y la red pasará 198 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario de 25.000 a casi 74.000 km. El panorama ferroviario en el continente hacia 1910 arrojaba las siguientes extensiones: Argentina con una red de 35.064 km, Brasil con 22.880 km, Chile con 6.370 km, seguido por otros países andinos como Perú con 2.664 km, Bolivia con 1.254 km, Colombia con 999 km, Ecuador con 895 km, y Venezuela con 888 km. Argentina al canzará en 1945 los 43.666 km de líneas […] de manera que toda América del Sur totalizaba 103.000 km de extensión” –C.A.F., “Rieles con futuro. Desafíos para los ferrocarriles de A mérica del Sur”, Caracas, marzo de 2004, página 24- . Como se ve, hacia 1945, la extensión de las vías f érreas en la República Argentina equivalía prácticamente a la mitad del total de la extensi ón de líneas de ferrocarril exi stentes en toda Sudámerica; y conforme una publicación de la Comisión Naci onal de Regulación del Transporte, “[e]sta red llegó a ocupar el décimo puesto en el mundo, con cerca de 47.000 USO OFICIAL kilómetros hacia fines de la Segunda Guerra Mundial. El ferrocarril fue palanca del desarrollo ferrocarril y poblamiento en del Argentina” territorio del país” publicado en el –C.N.R.T., sitio web artícul o “El gubernamental http://www.cnrt.gov.ar/infoferro/indexferro.htm-. Luego de esta etapa, “a partir de los años ‘60 los ferrocarriles argentinos comenzaron a declinar, en forma gradual y ostensible, como medio eficiente de transporte. Este cambio se manifestaba a través de la pérdida de tráfico, del deterioro progresivo de la infraestructura y del material rodante y, consiguientemente, de una sustancial caída en la calidad de los servicios e, incluso, de la clausura de ramales. La extensión de la red ferroviaria se fue reduciendo hasta llegar a poco más de 34.000 km. El 54 % de esa red se encontraba en condiciones malas o regulares y sólo el 49 % de sus locomotoras estaba en condiciones y listo para el servicio. En esta situación, la empresa fue gradualmente perdiendo participación en el mercado de transporte, mientras que su défi ci t financiero anual llegaba a los 1.000 millones de dólares […] Entre los años 1965 y 1990, el total de unidades de tráfico, expresado como la suma de Pasajeros–Kilómetro más Toneladas– Kilómetro, registró una caída del 39 por ciento al pasar de 29.600 millones a 18.200 millones. El servicio de transporte de carga fue el más afectado, pues experimentó una merma del 50 % del tráfico. El del ferrocarril urbano, que esencialmente comprende el tráfico de pasajeros del Área Metropolitana de Buenos Aires, cayó un 34 %. En cuanto al tráfico interurbano de pasajeros, su reducción fue del 26 %” – C.A.F. ob. ci t., pág. 27-. Ya en el período que nos ocupa, podemos ver que, si bien f ormó parte de un proceso iniciado con anteri oridad y que luego se prol ongó más allá de la década de 1970, “[e]ntre los años 1970 y 1980 la participación del ferrocarril en el total del transporte de cargas del país se redujo del once al ocho por 199 ciento, y en el total del transporte de pasaj eros del catorce al ocho por ciento, sin que en los posteriores años ‘80 di cha parti cipación insi nuara una mejora” -ídem-. Es dif ícil preci sar si ese “desmantelamiento del ferrocarril ” al que aludió Pinto fue una maniobra deliberada del gobi erno de facto, o establecer en qué medida, concretamente, ello afectó o afecta actualmente a la República. Ello excede, sin dudas, el marco del presente decisorio, pero resulta oportuno señalar que las posibi lidades de def ensa de ese si stema de transporte, la “l ucha” por l os intereses ferroviarios que formaban parte de los objetivos de los trabajadores del sector, fueron absol utamente neutralizadas por el régimen dictatori al, sin poder establecerse al día de hoy, qué habría sido del sistema ferroviario si el rumbo de l a vi da insti tuci onal de nuestro país hubiera seguido su camino, ininterrumpidamente, a través del sendero de la democracia. 5.4. La convivencia con los represores. La ausenci a de apodos Como hemos señalado en el apartado 5.2) del presente Considerando, uno de los rasgos gen erales q ue se han advertido en la implementación el accionar represi vo desarroll ado en todo el ámbito territorial sujeto a l a comandancia del Primer Cuerpo del Ej ército ha sido la de que dicho despl iegue fue preconcebido con la intenci ón de excl ui r a quienes participaron de esas gravísimas afectaciones contra la humanidad, del alcance de la futura actuación de la J usticia, por cuanto, desde el preci so momento en que comenzó la ejecución de los mismos, paralelamente f ueron puestos en marcha diversos mecanismos destinados a asegurar la indemnidad de los intervinientes ante la posibl e persecución de tal es deli tos. En toda la ll amada Zona I de Defensa, estos delitos han tenido pretensión de no dejar indicios y, en su modali dad de ejecución, fueron mayoritariamente cometidos al amparo de las denominadas zonas liberadas, para consumar los secuestros; seguido el lo de la instal ación de centros ilegal es para el cautiverio posterior de las víctimas, y cuya existencia era negada sistemáticamente an te la opinión pública. Finalmente, much as de las víctimas que padecieron estos sucesos permanecen hasta el día de hoy como desaparecidas; situaci ón ésta, obviamente emparentada con el despliegue de toda una secuencia sistemática tendiente a obtener impunidad con respecto al destino de esas personas. Ese tipo de mani obras constituyeron el marco sistemático, transversal de la planificación y concreci ón del plan criminal del régi men de facto. 200 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Al respecto, cabe señalar que, a la l uz de la investigación llevada adelante por este Tribunal respecto de lo acaeci do en distintos centros clandestinos de detención y tortura que funcionaron en el ámbito del Cuerpo de Ejército Iº, se ha podi do determinar, que la utilización de apodos en l os centros clandestinos fue uno de los métodos q ue se emplearon con el fin de ocultar en el anonimato a l os autores de l os atroces deli tos llevados a cabo. Esta modalidad, no estuvo acotada a un grupo determinado entre los operadores del plan criminal, sino que como pauta de orden general del propio régimen, f ue instrumentada en todos l os CCDT y extendida tanto a l os altos mandos, como a los eslabones más bajos y sustituibles del aparato de poder en estudio. Como h ubieron de suponerlo, el encubrimiento del nombre verdadero claramente representó un obstácul o –a veces circunstancial y en USO OFICIAL ocasiones, y hasta ahora, insalvabl e- para la individuali zación de los autores de tales delitos. Recordemos, por ejemplo, que como surge de diversos elementos colectados a lo largo de las distintas instrucciones sustanciadas por este Tribunal, incluso el propio Comandante del Primer Cuerpo del Ejérci to, Carlos Guillermo Suárez Mason, se apodaba “Pajarito”. Otra circunstancia q ue -al tiempo que forma parte de una serie de mecanismos sistemáticos de vejamen a las víctimas y que global mente se tradujeron en la i mposici ón de condiciones inhumanas de vi da a l os detenidos- consti tuyó parte de esas mani obras de previsi ón de impunidad, se halló constituida por el uso del “tabicamiento”. El vendaje de ojos destinado a privar de visión a las vícti mas y al que se sometía a los detenidos desde su secuestro, hacía perder la noción de espacio, tiempo y todo conoci miento de l o externo. Así, el tabicamiento permanente de l os detenidos, accionado desde el mismo momento del secuestro -la mayoría de las veces en el propio domicilio de la víctima- y hasta su li beración fue, en efecto, una de las técnicas que deliberadamente emplearon los perpetradores con el fin de imposibili tar que la víctima pudiera reconocer a los partícipes de tales deli tos y, en particular, l os sitios de cautiverio. Ahora bien, en el caso de los hechos acaecidos en Junín, se dan circunstancias que determinan que esos mecanismos globales dirigi dos al anonimato de los autores y al ocultamiento de los lugares en los que se dio el alojamiento de los cautivos, se cumpli eron sólo parcialmente y aún en tales situaci ones, en una gran cantidad de casos, no cumpli eron con sus objetivos. 201 Por un lado, ell o parece haberse dado porque, siendo una comunidad relati vamente pequeña, el universo de posi bles l ugares de detención así como también de posibles perpetradores de los delitos y de las autoridades a las que respondían los mismos era notoriamente más acotado, extremos que redundaron en mayores posibilidades de i dentificación de personas y lugares en el momento mi smo en que l os hechos fueron cometi dos. Pero esos reconoci mientos, como se deduce de una gran cantidad de testimonios obran tes en autos, también se debieron, en muchos casos, a un advertible desinterés de los intervinientes por ocultar su identidad, y en muchos otros, a un conocimiento previ o y directo, existente entre vícti mas y victimari os adqui rido en virtud de relaciones sociales de diverso grado de contacto q ue incl uso, fueron mantenidas con posteriori dad a l os hechos. Esta úl tima circunstancia, en algunas ocasiones, dio lugar a situaci ones trágicas que reflejaron la absoluta despersonalización de los integrantes del aparato de poder, un desdoblamiento perf ecto en el seno de la personalidad de estos indivi duos que admitió, aparentemente sin grandes conflictos, por un lado, al ciudadano común, vecino, ami go o conocido de la víctima, y por el otro, a l a persona ali enada como engranaje del acei tado mecanismo a través del cual se concretaron las gravísimas afectaciones a los derechos humanos q ue se investi gan por el presente. El desinterés por ocultar su i dentidad en los autores de estos delitos, se concretó en la no utili zación de apodos e incluso, en su identificación deliberada ante l as víctimas, apareciendo tales circunstancias, prácticamente, como conductas de carácter general . Por otro l ado, cuan do se habla de fami liaridad entre vícti mas y victimari os, en algunos casos, el término no se aplica en un sentido meramente figurativo, sino literal. Como se verá, hubo famili ares –si bi en de grado más bi en lejano- de las víctimas, que intervinieron de alguna manera en los que hechos q ue suf rieran las mismas. Estas ci rcunstancias, sumadas al contacto posterior con las víctimas una vez q ue f ueron liberadas, implicaron una continuidad en la operatividad del aparato represi vo que las seleccionara, y se presentan en esta investigaci ón como un hecho inédi to frente a la instrucción de hechos acaecidos durante la última dictadura militar en otras geografías en las q ue, las vícti mas sobrevi vientes sufrieron una situación de sen tido opuesto: el constante temor de reconocer al an ónimo sujeto que una vez fuera secuestrador, o torturador, al que alguna vez tuvo en su puño la vida y la muerte de cautivos, en el momento menos esperado, en la vía pública, en un transporte público, en fin, en cualqui er momento, lugar y si tuación. 202 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario A continuación, hemos de citar diversos testimonios q ue dan cuenta de estos extremos, en los que las víctimas y testigos de los hechos formulan diversas consideraciones relativas a la intervenci ón –con distintos niveles de intensidad- de ciertas personas, individualizadas con nombre y apellido, en l os hech os que los tuvi eron por víctimas. Sin perjuici o de la aclaraci ón que se efectuara al inicio de este considerando, es dable reiterar aquí que no será objeto del presente resol utivo analizar o valorar el méri to de las imputaciones cuya formulación pueda derivarse de tales deposiciones, de manera que l a reseña que será objeto de exposición se formul ará a mero título il ustrati vo y contextualizante. En primer lugar, señalemos que Ariel Nelson De Siervo, en ocasión de prestar declaración testimonial en esta sede, a preguntas del Tribunal, refiri ó que el Coronel Féli x Camblor fue quien les habló, al grupo USO OFICIAL detenidos que se en contraba con él , al momento de su liberación desde el Regimi ento de Jun ín. Recordó, asimismo: “[e]n el Regimiento pude ver tres cajas con mis libros y le pregunté a Camblor cómo me los llevaba y él me dijo que los libros se quedaban ahí. Las cajas estaban en la sala donde nos llevaron” –fs. 1738/43-. También refiri ó que el Coronel Jorge Augusto Melzner era “otro militar”, que a diferencia de Camblor y el Comisari o Gómez Pola, le pareció que “él como que trat aba de calmar la situación” y, como ya f uera citado en este considerando, refiri ó sobre el nombrado: “[u]n día se apareció en la casa de uno de nosotros y nos dijo que teníamos que aclarar esto que fue una barbaridad, dijo «cualqui er probl ema que tengan me avisan», él apareció después de todo esto” fs. 1738/43- . Por su parte, Elsa Inés Torreta, en ocasi ón de testi moniar sobre el secuestro de su hermano, Hugo Ramón Torreta, que se habría cometido en su domicilio en la madrugada del 25 de mayo de 1976, dij o que “[s]ólo identificó a una persona que era policía aproximadamente de su e dad, que participaba del operativo. Su nombre era Darío Peralta, que era del cuerpo de Infantería, no sabe que fue de la vida de él, no lo vio más, sólo años más tarde en un cine, le dijeron que se fue a trabajar a Mar del Plata, era policía. Lo vio parado delante suyo, le apuntaba con el arma. Lo vio primero adentro de su casa, y después estuvo afuera, siempre apuntándolos con el arma. Lo conocí a porque era de su edad y era conocido de su novio, Eduardo Dimarco (actualmente su marido)” -fs. 1744/6-. Otro segmento del testimonio de Elsa Torreta revela el f racaso de los mecanismos establecidos para asegurar el anonimato de l os perpetradores, y al mismo tiempo, la sensación de impunidad de la que gozaban de los mismos. La testigo, respecto de lo sucedido inmediatamente después del secuestro de su hermano, dijo que “[n]i bien se fueron de su casa estas personas, fueron con su papá a la Comisaría 1° y les negaron el operativo. Cuando los 203 ingresaron a ellos a su casa, la camioneta salió, no sabe con que destino. De la Comisaría los mandaron a averiguar a la Unidad Regional, de la Policía. Allí vio a personas que habían estado hace un rato en su casa, pero también se lo negaron […] Siguieron yendo a la Comisaría los días siguientes y no les dieron información” -fs. 1744/6-. También recordó Torreta que cuatro días después del secuestro de su herman o, se hi zo presente otro indi viduo, “un policía ret irado [que había ido] a comprar a la quesería de su padre y le dijo que a su hermano lo llevaban detenido a San Nicol ás, que un grupo comando –supuestament e subversivo- lo rescató de la Poli cía –que lo llevaba a San Nicolás-. En ese momento esta persona tendría 50 años, se ll ama Fernández, no sabe el nombre, en ese momento vivía en calle Julio Campos entre Cnel. Suárez y 12 de Octubre. Esto que él le contó nunca lo pudo corroborar” -fs. 1744/6-. A su vez, Digna Imelde Sans, al referirse a las personas que partici paron de su secuestro, aunque no pudo aportar nombres o apellidos, manifestó haber reconocido a uno de los secuestradores. En efecto, la nombrada expresó: “[s]í recuerdo que entre los que estaban vestidos de militar, había uno al que reconocí que era uno al que le decían el «Japonés», porque tenía rasgos orientales. Era petizo, morocho, con la nariz achatada, el maxilar inferior hacia delante. Yo lo conocía de los desfiles militares que se hacían durante los actos públicos en Junín. Llamaba la atención por sus características y era conocido como «el Japonés» por todos. No sé cómo se llamaba. Hace poco lo he visto caminando por Junín, lo reconocí inmediatamente, ya debe estar jubilado, pero nunca quise averiguar ni investigar nada, es un mecanismo de defensa que uno adopta para sobrevivir” –fs. 1747/56-. Al referi rse respecto de su cautiveri o en la Comisaría 1ª de J unín, Sans afirmó haber recon ocido al ofi cial Edgardo Mastrandea, qui en se presentó ante ella identificándose y a q ui en conocía previamente. En efecto, la n ombrada relató: “[ n]os llevaron entonces, nuevamente, a la Com isaría Primera […] Ahí nos interrogó la policía, las preguntas eran siempre las mismas. El que me interrogó era un tal Mastrandrea, que redactaba una declaración que l uego debíamos firmar y yo corregía todas las veces porque él consignaba cuestiones incriminatorias […] Él me tomó la declaración a cara descubierta, yo lo conocía porque era del pueblo. Un conocido, siempre andaba de traje. Cuando me interrogaba también estaba de traje, de civil, no usaba uniforme, pero se sabía, yo sabía desde antes de verlo en esta situación, que él era policía. Es un hombre robusto, más bien morocho, alto, de 1.65 m, una cosa así. Con posterioridad, lo vi en la televisión en un programa de Mauro Viale, en el q ue Mastrandrea aparecía como abogado, y yo llamé telefónicamente para contar quién 204 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario era esa persona realmente, pero no me quisieron poner al aire ni pasar mi mensaje” –fs. 1747/56-. La circunstancia de que Sans fuera empleada de un estudio jurídico a l a fecha de los hechos investi gados, le permitió reconocer también a otros individuos que se desempeñaban en la Comisaría 1ª durante su cautiverio en la misma. La testi go dijo: “[o]tro de los que veía por ahí, ahora trabaja de ordenanza en Tribunales, se llama de apellido Palmieri. Hay otro que también veo por los Tribunales de Junín, pero no se si es ordenanza o es el parte que lleva y trae cosas desde la Comisaría […] el que era de Misiones, se llamaba Maidana, era de cabello castaño oscuro, de tez oscura, era fl aco, de estatura mediana. El que nos contó que no sabía leer ni escribir, era también morochito, no recuerdo otro dato particular. Palmieri, es alto, robusto, blanco de pelo oscuro. El otro que mencioné era más bien bajo, blanco, de contextura normal, sin nada USO OFICIAL particular tampoco” –fs. 1747/56- . Otros individuos que, al igual que Mastrandea, se habrían presentado identifi cándose ante San s, serían l os mil itares Cambl or, Larrategui y Mezler, respecto de q uienes, la nombrada expresó: “[a] Camblor lo conocí en el Cuartel, al igual que a Larratea y a Mezler. El último era un tipo grandote, alto, rubio. Sé que son ellos, por que se presentaron por sus nombres en ese momento. Además por que Ariel De Siervo los conocía, creo que porque había hecho el servicio militar, pero no lo sé” –fs. 1747/56-. Asimismo, si bien la víctima no l o pudo identificar con nombre y apellido, manifestó haber reconocido a otro sujeto que partici pó de su traslado desde el CCDT que funcionara en la cárcel de J unín hasta la ya mencionada Secci onal polici al, tal como se desprende del f ragmento de su declaración en el que expresó: “[c]uando nos llevaron desde la Cárcel de Junín, para llevarnos a la Comisaría Primera y luego a San Nicolás, había uno que recuerdo que yo él era profesor de yudo, en un gimnasio que estaba en la calle Lavalle y Arias. No recuerdo si estaba vestido de militar o como policía, pero sí recuerdo q ue estaban con armas y estaba alrededor nuestro” –fs. 1747/56-. A su vez, Ana María Rinaldi, respecto de las personas que intervinieron en su detención, dijo: “[p] ude identificar posteriormente a uno de ellos, de apellido Zanetti, cuando estuve por segunda vez detenida en la Comisaría 1° de Junín” y luego ubicó a Zanetti junto con el Comisario Penna y Mastrandea en otra situaci ón: “[c]reo que alrededor del primer o segundo día de detención, se acercó un custodio vestido de civil que me sacó del calabozo, y me llevó al despacho del Comisario, según me dijo, para declarar. Cuando i ngreso al despacho estaban allí el Comisario Penna -en frente mío en el escritorio-, a su lado con la máquina de escribir estaba el en ese entonces oficial Edgardo Mastrandrea -gordo, de tez blanca, relativamente alto, pelo oscuro- y, sentado al lado de Penna, estaba 205 Zanetti, que es la persona que participó en el procedimiento de secuestro en el hotel, a quien me referí antes. Él iba en el aut o con mi novio, no era el que viajaba conmigo. Lo sé porque lo vi en ese entonces y lo re conocí […] Supe su apellido porque posteriormente fue a entrevistarse con el Dr. Lago y le contó a éste todo acerca de mi detención. Después Lago me lo contó a mí” -fs.1757/ 66- . Rinaldi, también reconoció a un policía de apellido Calatron i que habría actuado como custodio durante su cautiverio en la Comisaría de J unín, y a quien conocía con anteriori dad y si guió viendo a posteri ori. Dijo Rinaldi respecto a ell o: “[a]l custodio yo lo conocí a de Tribunales, del Juzgado, sería un Cabo o algo similar. A él le pregunté adónde estaba y me dijo q ue era la cárcel de Junín, que aún no estaba inaugurada […] Su apellido es Calatroni, lo sé porque lo conocía de Tribunales, él llevaba la correspondencia. Ya era un hombre mayor en ese momento, morocho, canoso, gordito, de estat ura media, no recuerdo su color de ojos. No tengo idea si estaba casado, o sí tenía hijos, nunca mantuve otra conversación con él, aunque después de los acontecimientos lo seguí viendo en Tribunales, realizando las mismas tareas que antes“-fs.1757/66-. Después de transcurrido un lapso de su ingreso como deteni da a la Comi saría 1ª de Junín, a Ana María Rinaldi le fue retirado el tabique por personal militar que se exhibió a cara descubierta, y más tarde, se presentó ante ella, i dentificán dose, un policía unif ormado. Rinaldi dijo sobre ello: “yo recuerdo que, después de los interrogatorios, en un momento entró un joven militar que me sacó la venda y me dijo «en horas estas en libertad», a lo que le pregunté qué eran “horas” y m e dijo «si transformamos 30 días en horas, también son horas». A partir de ahí dejaron de vendarme los ojos. Esto ocurrió por la noche. Otro día, por la mañana, vino un joven poli cía uniformado, que m e mostró el baño, que era una especie de pozo. Le pregunté quién era y me dijo que se llamaba Julio César March, que después fue Comisario de Junín, y en ese mom ento sería oficial. De ese momento recuerdo que su cara tenía muchos po citos y ojos marrones, flaco y alto, no usaba bigotes” -fs.1757/66-. Poco tiempo después de liberada, Rinaldi se encontró con el oficial de policía March en otro contexto, situación q ue la testigo rel ató de este modo: “[d]espués de ahí recién volví a verlo hace escasos meses, cuando me encontraba en el supermercado. Él se acercó a mi porque yo lo estaba mirando, y me preguntó si era de Vedia, a lo que le respondí que no y seguí de largo, porque aunque la cara me sonaba y cuando lo vi se me estremeció el cuerpo, no me daba cuanta de quién era. Cuando reaccioné volví y le dije que yo era Ana María Ri naldi y que había estado presa en el año 1977. Se puso colorado, no me dijo nada y se f ue. Ahí pude verlo mejor: sé que está casado, con hijos, ya jubilado, no sé si está en Vedia o en Alberdi. En el supermercado lo reconocí porque me había quedado grabado su cutis” -fs.1757/66-. 206 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario El hecho de que Rinaldi se desempeñara laboralmente en el ámbito de l os Tribun ales de Jun ín, le permitió q ue reconoci era, incluso por su apellido, a algunos de los efectivos que se desempeñaban en la Comisaría 1ª de Jun ín a qui enes, l uego, por esa misma circunstancia, si gui ó viéndol os. Así se expresó la testigo, al respecto: “[t]odos los custodios que había yo los conocía del Juzgado: uno de ell os se llama de apellido Monje -morocho, flaquito, de ojos medio achinados, relativamente bajo de estatura, en ese momento no usaba bigotes, de tez oscura-, y lo seguí viendo después porque llevaba correspondencia al Tribunal. Una vez le di je si no tenía nada para decirme, y me contestó que f ue un error tremendo que se m andaron. Le pregunté entonces q uiénes y me respondió «l os militares». Yo le pregunté cómo decía que eran sólo los militares si los llamaban «Fuerzas Conjuntas», o sea que también actuaba la Policía, y me dijo «sí, pero más militares que policías», como dando a entender USO OFICIAL que ellos dependían del Ejército. Otro de los custodios era Camarro, que luego trabajó afectado por l a Policía en la Fiscal ía General del Dr. Lago. Allí lo seguí viendo permanentemente. Nunca hablé con él del tema. Era gordito, alto, tez clara, cabello oscuro y corto, no usaba bigotes, tenía anteojos y creo que vive en La Laguna de Gómez. También recuerdo a otro custodio de apellido Maidana, a quien no vi nunca más; era de tez blanca, cabello cast año, de cara muy grande, ojos también oscuros, bastante corpulento y de estatura media. A todos los conocía del Juzgado y por eso supe sus nomb res. Esos son los que recuerdo en la custodia” -fs. 1757/66-. En la ocasión que venimos reseñando, Ri naldi fue preguntada por una seri e de indivi duos mencionados también por otros testigos, ante l o cual refiri ó que a Manzanares, Estel rich y Amengual no los vio durante su detención pero que i gualmente los conocía con anteri oridad. Que Almi rón la interrogó en la cárcel, que Mastrandrea estaba cuando fue “indagada” en la Comisaría 1ª y que a Sarmiento lo vio en esa Seccional policial al momento en que, siendo trasladada desde el hotel en que fue detenida en un automóvil hasta all í, f ue bajada del mi smo subi da a un camión celular –cfr. fs. 1757/66-. También afi rmó respecto de los militares Mezler y Larrategui: “Mezler y otro llamado Larrategui nos fueron a tomar declaraci ón a [la unidad penitenciaria de] San Nicolás. Mezler era grandote, rubio, de bigotes, muy corpulento; y Larrategui era morocho, de tez oscura, de bigotes, al to y también muy corpulento” –fs. 1757/66-. Finalmente, resta señalar otra circunstan cia peculi ar, revel ante de la familiari dad que vinculaba a víctimas y victimari os, q ue se encuentra constitui da por el hecho de que a Rinaldi, los represores se dirigían a ella a apelando a su apodo. Dijo la vícti ma sobre ello: “[y]o tenía un sobrenombre, de la época de la escuela secundaria, porque había hecho una obra de teatro con el papel de «pepa» y me quedó. Me siguieron llamando así, también en Tribunales. Los 207 captores me llamaron así desde el principio, desde el hombre que m e subió al cel ular para trasladarme a la Cárcel, pero ya en l a cárcel me llamaban Ana María” -fs. 1757/66-. Si de vínculos previ os se trata, una ci rcunstancia narrada por el testigo Alberto Pedro Silva al referi rse respecto de su conocimiento previo del oficial Estelrich, resul ta de lo más elocuente para abonar esta característica q ue estamos señalando: la vícti ma y su secuestrador, junto a otras personas, habían comparti do una comida días antes de los hechos. Al prestar declaraci ón ante el suscri pto, Sil va relató en estos términos cómo reconoció al Estelrich al momento de su secuestro: “[y]o fui detenido el 24 de enero de 1977 a las dos de la mañana en mi casa, la misma que ahora. Golpearon la puerta de mi casa, yo salí y ahí estaba Estelrich, me encapucha y me mete en su auto particular que era un Fiat 128. Había muchí sima gente, llegué a verlo antes de que me encapuchen […] yo había estado comiendo un asado hace 20 días y entre otros estaba él, además en Junín nos conocemos todos. El asado lo estaba comiendo en la casa de Rolando Pabl o Dimarco que era de la Cooperadora de la Policía, él era amigo personal de Estelrich y vivía enfrente de mi casa. Él era de contextura grande, al to casi 1.80, blanco, castaño claro, usaba bigote. Él en el momento del secuestro estaba de civil, en realidad siempre que lo vi estaba de civil” -fs. 1767/72-. Una vez secuestrado, Silva fue llevado a la Comisaría 1ª de J unín, sitio en el que habría sido sometido a tormentos. Al referi rse a esa circunstancia, la víctima relacionó ello con cuestiones personales previas referi das a un conf licto comercial con Dimarco, vecin o suyo y ami go de Estel rich: “[a]l úni co que torturaron en la Comisaría fue a mí. Yo creo que esto tuvo que ver con una sociedad q ue tuve con Dimarco, con él t uvimos un problema societario y era muy amigo de Estelrich, supongo que lo mío tuvo que ver con esto” -fs. 1767/72-. El vecino ya men cionado que ten ía vinculaciones con la corporación policial local, fue quien le habría dicho a Silva, ya liberado, el nombre de otro poli cía que intervino en su detención; nos referimos en este caso al oficial Zanetti, ya mencionado por otros testigos. Al respecto, Silva expresó: “Zanetti era uno de los Jefes del Operativo, esto me lo dijo Ana María Rinaldi. Primeramente esto me lo dijo Dimarco, mi vecino. Tiempo después me encontré con este Zanetti y Dimarco en una esquina, Zanetti ya era comisario de Junín. Después lo encuentro a Dimarco y me pregunta si yo era am igo de Zanetti, yo le dije que lo conocía hace mucho porque le había hecho un trabajo a la madre mucho t iempo atrás. Entonces Dimarco me dice «el comisario este Zanetti fue el jefe del operativo cuando a vos te detuvieron». Dimarco falleció. Después hablando Ana María Rinaldi me dijo que 208 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario quien nos detuvo fue Zanetti, ella lo sabía porque trabajaba en Tribunales y él iba siempre a Tribunales. Así fue como pude uni r ambas informaciones” -fs. 1767/72-. Asimismo, Silva reconoció a otro policía, el marido de la prima de su padre, al momento en que fue trasl adado en un camión celular desde l a Comisaría 1ª de J un ín hasta la cárcel en construcción. Esa persona le habría informado a su famil ia en qué sitio se encontraba detenido. Al respecto, la vícti ma recordó: “[m]e b ajaron, uno de cada b razo, me pasan por el portón y había gente uniformada por los dos lados, policías y militares. Ahí pude ver a un tal Romero, que era Sargento. A él lo conocía porque estaba casado con una prima de mi padre, él ya falleció. Romero era de nombre Benicio creo y la prima de mi padre se llama Magdalena Silva. Romero era de la Comisaría 1° […] Yo no pude ver a ninguno de los represores sal vo a este Romero. Después mi mujer me contó que Romero había ido a mi casa a contarles que yo USO OFICIAL estaba detenido en la cárcel en construcción, recién ahí supieron donde estaba yo” fs. 1767/72- . Otra circunstancia particular se di o durante el cautiveri o de Alberto Silva en la Comisaría 1ª, y esta dada por el hecho de que un ami go suyo, Hugo Oros, pudo entrevistarse allí con él , a fin de sol ucionar una cuesti ón de ti po comercial . De lo narrado por Silva se desprende que este encuentro fue mantenido en el propio despacho del comisari o y frente a otros policías que la vícti ma conocía y mencionó por sus apellidos. Sobre ell o, dijo Silva: “[y]o tenía un amigo que se llamaba Hugo Ramón Oros, falleció, yo tenía la carpintería de aluminio. Hugo me había prestado unos cheques, porque mi cuenta estaba cerrada. Cuando estoy preso empiezan a devolver los cheques y por eso Hugo pide verme porque quería saber donde estaban los cheques. Ahí me llevan a la oficina del Comisario, había un escritorio inmenso y atrás estaba él. Cuando me llevan me dicen que hay un hombre que me quiere preguntar por los cheques y me di cen que le conteste de eso pero q ue no le diga nada de lo que pasó. Entro ahí y estaba Oros, Penna le dice que me pregunte. En este lugar estaba Estelrich, Monje, uno que le dicen «Cara de goma» que era de apellido Franco, a él también le dicen «el japonés». Yo a Franco lo conocía de antes, andaba con el asunto del juego y esas cosas. Estaban todos con armas largas ahí adentro. Yo le digo a Oros donde están los cheques, que los tenía un distribuidor de aluminio. Oros se va y yo me quedo ahí” – fs. 1767/72- . En la Comisaría 1ª, Silva también reconoció a Martino, Mastrandea y Amengual al momento en que fue interrogado, dando una descri pción de los mismos: “me sacan otra vez de la celda y entro a una oficina cerca de la del comisario, ahí estaba Martino, Mastrandrea y Amengual. A ellos ya los conocía, Martino se murió era uno petiso, poco cabello, contextura normal. Mastrandrea era grandote, gordo, tenía el pelo castaño claro, blanco de cara, era 209 alto, 1.80 o menos. Amengual es más bajo, pelo negro, bigote, blanco de cara, él es cuñado de Manzanares. Amengual y Manzanares tienen una compañía de seguridad, el tercer socio es el yerno de Amengual Martín Cornago. En esta oficina ellos tres me toman una declaración, de si era del ERP o si no era, esas cosas, firmo una declaración y me devuelven a la celda –fs. 1767/72-. Por otra parte, sin perjuici o del valor probatorio que pueda asignarse a los dichos de Patrici o J uan Griffin sobre el punto, es dabl e destacar que el nombrado –y unos vecin os, conforme expresara-, ubicó a dos policías en los alrededores de su vivi enda al momento de su detención. Griffin afirmó en esta sede q ue “[c]uando lo sacaron de su casa flanqueado por dos oficiales, pudo ver a unos 60 metros un vehículo Chevrolet 400 de color marrón que era del Servicio de Información de la Provincia de Buenos Aires, el cual era habitualmente utilizado por el oficial Manzanares y el suboficial Ruiz. Que posteriormente, su mujer, María Luisa Maltese, y un vecino de nombre Carlos López –quien vivía en la esq uina de su casa y se encuentra fallecido- pudieron ver que en dicho vehí culo estaban Ruiz y Manzanares”- fs. 1774/9-. Griffin tambi én reconoció de inmedi ato que estaba si endo trasladado a la Comisaría 1ª de Jun ín, dado que, por su condición de abogado, el trayecto desde su vivi enda a ese l ugar le era sumamente familiar. En efecto, al ser preguntado sobre ello dijo “que el tiempo que tardaron en llegar es el que habitualmente tardaba desde su domicilio a dicho lugar; es decir, fueron directamente sin pasar por ningún otro l ugar” -fs. 1774/9-. Por su profesión, también fue inmediatamente reconocido por algunos policías que se desempeñaban en esa Seccion al. Griffin dij o, concretamente que “en un momento pasa un oficial de Policí a que le pregunta «Sos Patricio el tordo» y cuando el dicent e le responde que sí le dice «esperá un poquito que te vamos a identificar»; que luego de ello hicieron una actuación de su detención, le preguntaron sus datos personales y le tomaron las huellas digitales. Que supone que la persona a que hizo referencia podría haber sido el oficial García o el oficial Almada, que percibió ello por la voz y la persona, que ya conocía de haber tenido contacto con m otivo del desempeño de su actividad de abogado”-fs. 1774/ 9-. Finalmente, resta señalar lo expresado por Griffin en cuan to a que “unos días antes de su detención el suboficial Ruiz llamó a su domicilio para preguntar si seguía viviendo allí; en ese momento Ruiz le dijo que se había enterado que el dicente estaba vendiendo su casa y quería confirmar la dirección”, y también que luego de liberado “el suboficial Rui z fue al velorio de su padre, pero el dicente lo echó” -fs. 1774/9-. La víctima Juan Carlos De Biasi tambi én identificó, como otros testigos, al oficial Martino, a quien conocía por haber practicado deportes 210 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario juntos. En el caso de De Biasi, este conocimiento previo, tal como expresó, le dio cierta tranquili dad pese a lo i rregul ar del operativo. Al respecto, el nombrado refi rió: “[e]ran policías, estaban vestidos con el uniforme poli cial. El que estaba al frente era el Oficial Martino, a quien conocía de antes por haber jugado al fútbol en la localidad de Vedia. Él se había casado con una chica de Vedia. Los secuest radores no me mostraron nada, ningún tipo de orden de detención ni nada por el estilo, pero el hecho de ver a alguien conocido –Martino-, m e dio cierta tranquilidad” –fs. 1780/8-. Asimismo, en ese mi smo momento, De Biasi también reconoció a otro individuo, posiblemente personal de inteligencia, aunque no pudo aportar su nombre o apodo: “[e]llos entraron a mi casa, revisaron todo. En un momento, como había mucha literatura, muchos libros, dijeron que tenían que llamar a un «especiali sta» y llegó entonces una persona de civil, a quien yo conocía USO OFICIAL porque lo había visto en la localidad de Lincoln, integrando la Juventud Peronista de esa localidad. Era obvio que había estado ahí infiltrado. Él al verme se dio cuenta de que yo lo reconocí, lo sé por su mirada. Esta persona entonces l es dijo qué libros tenían que llevarse y cuáles no” –fs. 1780/8-. Por otro lado, es dable resaltar, una ci rcunstancia rel acionada con el cuadro situacional descri pto en el apartado 5.1) de este Considerando, que radica en lo expresado por De Biasi respecto de la vinculación de cierto sector de la clerecía local con el aparato represivo instaurado en la Subzona 13. El testigo refiri ó: “[ m]ientras estuve detenido en [la unidad penitenciaria de] Mercedes, mi padre pudo hablar con el Coronel Camblor, del Regimiento de Junín, quien le dijo que había dos cargos en mi contra: primero, haber entrado con la bandera de Montoneros el 25 de mayo de 1973 en la Iglesia de Vedia, y segundo: haber amenazado con un arma al I ntendent e de Vedia. Lo primero es falso, ahora bien, lo segundo, si uno relaciona que los primeros detenidos de Vedia, es decir Héctor Rosso y Joaquín Álvarez, eran enemigos del cura y que a mi padre, Camblor le dijo que la veracidad de las acusaciones en mi contra estaba dada por la denuncia de Omar Arreba, el cura de Vedia, uno puede pensar que éste cura era la persona que determinó la detención de la gente del pueblo” –fs. 1780/8- . Al declarar en esta sede, De Biasi tambi én relacionó a un of icial policial con las actividades de inteli gencia que habrían precedido a la detención de distintos vecinos del puebl o de Vedia. Dijo el testigo: “Lancetti, era un ofi cial de la policía que trabajaba en Vedia, hablaba siempre de civil, dando vueltas por el pueblo. Ésta persona, según comentarios en el pueblo hacía tareas de inteligencia y habría determinado la detención de la gente de Vedia. Cuando pude ver la información que la D.I.P.B.A. tenía sobre la gente de Vedia me dio toda la sensación de que f ue él la persona que dio toda esa información, pero no lo puedo asegurar. Lancetti, era una persona flaca, de estatura regular, medio encorvado, 211 rubio, tendría unos treinta y pico de años en aquella época. Tenía un peinado con un jopo, no recuerdo otra seña particular” –fs. 1780/8-. Por su parte, Abel A ndrés Pinto, pudo i dentificar en la Comisaría 1ª a Manzanares y a Estel rich, a partir de lo que le dijeron otros detenidos, en el mismo momento en que se encontraban en cautiverio. Sobre Manzanares, Pinto expresó: “[m]e acuerdo de que hubo unos policías que nos interrogaron dos o tres veces. Uno de ellos era Manzanares que fue el que interrogó a mí y quería hacer que yo reconociera algún cargo concreto. A Manzanares no lo conocía de antes, pero los muchachos que estaban detenidos conmigo y me de cían, ése era Manzanares. Una vez fue al sector de l os calabozos, como a inspeccionar y luego se fue. Ahí todos dijeron que ése tipo era Manzanares. Creo q ue era un ofi cial, a veces estaba vestido de civil y a veces llevaba el uniforme policial. Era un hombre alto, corpulento, rubio, de unos 40 años por aquella época, de ojos claros, celestes o grises, de tez más bien colorada. Lo habré visto unas 3 o 4 veces estando detenido” y luego, sobre el segundo de los nombrados, señal ó: “[a] Estelrich tampoco lo conocía de antes. En este caso también fueron mis compañeros detenidos los que me dijeron que se llamaba así. Era un ti po tez blanca, cara fina, afilada, usaba unos bigotitos finitos, relativamente alto, 1.75 m aproximadamente, tenía el pelo castaño oscuro y también sus ojos eran oscuros” –fs. 1790/7-. De un modo similar al caso de Alberto Silva, Pinto pudo ser visitado por su novia de aq uel entonces, en razón de q ue la misma era conocida por el comisari o Braquent, conforme recordara el testigo en estos términos: “[m]i novia habrá podido ingresar dos veces a la comisaría y porque se lo permitió el comisario. La cuestión era que el Comisario Braquent –no sé como se escribe pero supongo que podía ser con las letras «q» y «t»- viajaba de Lincoln a Junín, y mi novia de aquella época, Raquel Tomasini, era docente y daba clases dos veces por semana en Lincoln, razón por la que Braquent la conocía y en virtud de ese conocimiento le permitió verme. Lo mismo ocurría con el resto de los detenidos, habrán recibido alguna visita muy esporádica, durante la detenci ón en la comisaría […] al Comisario Bracken […] nunca lo vi, pero sé que era el comisario porque era el que permitía que mi novia ingresara a visi tarme” –fs. 1790/7- . La mujer de Ismael Reynaldo Tornell o, pudo reconocer al oficial Mastrandea como i ntegrante del grupo que procedi ó a la detención de su marido, toda vez que lo conocía previamente por ser vecin o de sus padres. Mastrandrea, tambi én se había hecho presente luego, encontrándose ya cautivo Tornello, en el lugar de los hechos. Dijo Tornell o al respecto: “los primeros días de abril. En horas de la madrugada, se hace presente una patrulla policial, eran cinco o seis personas, al mando del comisario Mastrandrea. Estaban vestidos con uniformes de la policía y con armas largas […] A Mastrandrea lo puedo identificar ya que al día siguiente se presentó en mi casa y se identificó con su 212 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario nombre y como la persona que la noche anterior había participado en el operativo de mi detención. En esa ocasión se llevó «m aterial subversivo», como por ejemplo, libros de política y economía marxista. Mi esposa lo conocía porque esta persona vivía a dos cuadras de su casa paterna” –f s. 1798/800-. Tornell o, a su vez, pudo reconocer al marido de una de sus tías comandando la patrulla q ue efectuó su traslado a la unidad penitenciaria de Mercedes, circunstancia que refiriera de este modo: “a mí me trasladaron a la cárcel de Mercedes en un celular de la policía, custodiado por el Ejército. Desde ese momento no volví a ver más a Torreta. La patrulla del Ejército estaba comandada por Hugo Gallino, eso lo sé porque él estaba casado con una tía mía. Fue él quien avisó que había hecho el traslado y ahí mi señora se enteró que había sido llevado a Mercedes” –fs. 1798/800-. De conformidad con lo testimoniado por Ricardo Lui s Vega, USO OFICIAL mientras se encontraba detenido en la Comisaría 1ª de Jun ín, una mujer que se desempeñaba allí lo recon oció y le dio una especie de consejo: “[a]hora recuerdo que cuando me estaban llevando a la oficina de Manzanares, una mujer policía que trabajaba ahí se me cruzó y me dijo algo así como «acá hacete el gil, no contestés, no te hagas el vi vo, quedate bien tranquil o así n o te joden», esta mujer me conocía del barrio, pero no recuerdo su nombre” –fs.1803/9-. Vega, una vez que se encontró al ojado en la unidad penitenciaria de San Nicolás, se enteró de quiénes habían si do l os q ue l o sometieron a un interrogatori o en la Comisaría 1ª de J unín a través de los dichos de sus compañeros de cautiverio. Dijo Vega al respecto: “[e] n la comisaría habremos estado detenidos unos días, luego nos llevaron a la Cárcel de San Nicolás. Allí, recordando lo que nos sucedió con los otros detenidos de la COART, ellos me dijeron que quienes me hab ían interrogado eran Manzanares y Mastrandea. Yo les preguntaba quiénes eran los que nos habían llevado a la oficina, y se los describía y ahí me dijeron «uno es vecino tuyo, se llama Manzanares», así fue que, ya liberado, pude ver que vivía a media cuadra de mi casa. Una vez me lo crucé y me saludó, yo no quise saber nada” –fs. 1803/9-. Aunque no pudo confirmarlo, Vega también señaló a otro policía que sus compañeros de cautiverio habrían identificado como la persona que los someti era a un a golpiza durante su cauti veri o en la Comisaría 1ª: “Almirón, según me dijeron, estaba a cargo de la Comisaría de Morse, y durante mi detención, mis compañeros que el tipo que nos golpeó en la Comisaría Primera de Junín era el que estab a a cargo de la Comisaría de Morse, así que pudo haber sido él, pero no lo puedo asegurar” –fs. 1803/9-. El testimonio de Susana Beatriz Bogey, referi do a las personas con quienes compartió cautiverio en la Comisaría 1ª de J unín, revela hasta qué punto el con oci miento previo entre vícti mas y victi marios influyó en l a 213 detención de algunas personas. Así, la causa de enemistad al régimen, podía revelarse bajo la forma de conflicto personal con alguno de los integrantes del aparato represor. Recordó Bogey: “[e]n el calabozo de enfrente estaba Domínguez, desde q ue me detuvieron a mí y el que después fue el diputado provincial Armando Blasi, él estaba ahí por haberle dado una trompada al Coronel Camblor en una fiest a del Club Social, por no haberle querido ceder el asiento” 1810/4-. Susana Bogey relató otra circunstancia en la que, uno de los represores, pretendi ó utilizar el conocimiento de las vícti mas respecto de ciertos integrantes de las f uerzas de seguridad, para ocul tar su verdadera identidad. La testigo refiri ó: “[a]lguien vino a hablar conmigo en el lugar que yo creo que es [el destacamento de] Morse, en algún momento se identificó como Marcelino Pérez, pero no era él, era mucho más joven. Yo a Pérez lo conocía del barrio y no era él. Era una persona joven, 25 a 30 años, castaño oscuro, tez blanca, contextura regular. Él me vino a hablar como para sacarme información hacía de «guante blanco», me decía que hable ahora, sin golpes, que los demás ya habían hablado, que mi marido ya estaba muerto y no lo podía salvar, que piense que tenía un nene y esas cosas. Estaba de civil. Lo vi esa sola vez” –fs. 1810/4-. Una circunstancia muy particular fue narrada por Rubén Pío Soberano respecto de su detención ocurrida el 24 de marzo de 1976 en la oficina de correos de Junín, q ue era su l ugar de trabajo. En efecto, por un lado, al nombrado le fue informado previ amente que iba a ser detenido, por soldados a quienes conocía porque estaban destinados a un edificio q ue se encontraba f rente a dicha oficina y, por otro lado, identificó a uno de l os oficiales militares que intervino en el operativo, en razón de que el mismo concurría con cierta regularidad a ese lugar a reti rar correspondencia. Así narró Soberano ambas situaci ones: “[a] las siete de la mañana me avisan que me iban a detener por el distrito militar que queda enfrente del Correo. Esto me lo dicen soldados q ue estab an en la oficina del di strito militar que queda enfrente. Como me conocían me dicen estaba en una lista y que me iban a detener. Yo entonces voy a mi casa, para avisarle a mi señora y regresar al Correo para pedir mis vacaci ones. Mientras estábamos arreglando el tema de la licencia viene el Capitán Olicharriaga con soldados para detenerme. Él se presentó con ese apellido, yo lo conocía porque venía al correo a buscar correspondencia, yo estaba en ventanilla” -fs. 1828/ 32-. Ya al ojado en la Comisaría 1ª de J unín, Rubén Pío Soberano se encontró frente al oficial Mastrandea a quien reconoció de inmediato y de quien recibió un gol pe. Recordó el testigo: “[ u]na noche me sacan de la celda y me llevan a un despacho de la Comisaría y me atiende el Sr. Mastrandrea. Yo lo 214 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario conozco personalment e, [por] eso sé que era él, era gordo, 1.75 más o menos, anteojos, era más joven que yo. En este despacho él me pregunta «¿quién sos», yo le digo «usted me conoce», él me dice «no me acuerdo, no lo conozco, dígame su apellido», yo le digo que sí me conoce y yo l e respondí mal y lo escupí en la cara. Él me respondió con una trompada en la boca, tiempo después se me cayó el diente. Así terminó el diálogo” -fs. 1828/32- . Su condición de empleado del correo, le permiti ó a Soberano reconocer también al Coronel Féli x Camblor al momento de ser trasladado a la unidad penitenciaria de San Nicol ás. Dijo soberano al respecto: “no recuerdo, pero el día del traslado a San Nicolás me acuerdo que había un cordón de militares hasta el vehículo que nos llevó hasta San Nicolás, ahí alcancé a ver al Teniente Coronel Félix Camblor. Él era gordo, grandote. Yo a Camblor lo conocía. Yo fui cartero y Junín es chico así que los conocía a todos. No sé qué hacía Camblor, sólo pude ver que est aba ahí. También habí a agentes de policía, pero no los puedo USO OFICIAL identificar. Camblor y el resto de los militares estaban camuflados, con el uniforme de combate” -fs. 1828/32-. Conforme se desprende de su testimonio, una vez que Soberano fue alojado en esa unidad penitenciaria, los militares que participaron de su detención siguieron tomando contacto con él: “[c]ada vez que iban los militares de Junín a San Nicol ás repetían el simulacro de fusilamiento. Supe que eran los militares de Junín porque a algunos los reconocí, por ejemplo a Olicharriaga, que entró a mi celda y preguntó mi nombre”. Resulta oportuno ci tar aq uí los dichos de uno de los hijos de la víctima, Pablo Hernán Soberano, que era un niño a la fecha de la detención de su padre, y cuyos dichos trasuntan de qué manera la famil iaridad existente entre vícti mas y victimari os podía adquiri r ribetes tortuosos. Dijo el nombrado: “[m]e acuerdo que un montón de veces pasaba por la cuadra un celular con milicos arriba. Me acuerdo de ir a l a escuela, caminando, y sentir q ue nos estaban siguiendo. Ll egábamos a la esquina de casa y veíamos a los militares, los mismos que se habían llevado a mi papá, eso era muy difícil” -fs. 1836/7-. Similar a lo sucedi do con Ana María Rinaldi, a q uienes los represores llamaban por su apodo “pepa” que hacía referencia al papel que la misma había representado en una obra teatral, Rubén Américo Liggera, en tono de sorna, fue ll amado como el títul o de un libro de su autoría, durante su cautiverio en la cárcel en construcci ón de Jun ín. Recordó Liggera sobre su al ojamiento en dicho sitio, en lo que aquí concierne: “[a]l día siguiente de estar alojado en esa celda, fui interrogado. Fui encapuchado, me parece que subimos una escalera, de allí fui conducido a una oficina que tenía el piso alfombrado. Mientras me llevaban, me cargaban por un 215 libro que había escrit o, me decían «q ué h acés, Pido Gancho», y me tiraban del bigote” –fs. 1838/ 43-. Otro segmento de la declaración de Rubén Américo Liggera, revela que, pese a los recaudos adoptados por al aparato represivo para ocultar l o sucedido en el CCDT que funci onara en la cárcel en construcci ón de Junín, igualmente, siendo una comuni dad peq ueña, las familias de las víctimas pudi eran tomar conoci miento de su al ojamiento en dicho l ugar. En efecto, el nombrado refiri ó: “[d]e allí nos llevaron a la Comisaría 1ª […] Una vez en este lugar le avisaron a nuestras familias que nos lleven ropa, alimentos a dicha dependencia. Lo que sí es importante aclarar es que ellos ya sabían dónde estábamos detenidos. Se ve que l as personas que todavía trabajaban en la obra les avisaron a alguien de nuestras familias que nosotros estábamos detenidos ahí. Cuando algunos de ellos fueron a preguntar, en la Cárcel negaron que nosotros estuviéramos ahí” – fs. 1838/43- . En la comisaría 1ª de Junín, Liggera i dentificó a Manzanares, Estel rich, Mastrandea y Almirón, tal como expresó en estos términos: “[e]n la Comisaría Primera sólo había policías. Recuerdo que en este sitio estaban Manzanares, Estelri ch, Mastrandrea, Almirón. Con respecto a este último, una noche vino Almirón herido en una mano, producto de un enfrentamiento armado con el «Capitán Luna», José Luna, que se escapó te Morse y terminó exiliado en México. Recuerdo que entró gritando y nos amenazó de muerte a todos los que estábamos detenidos. Manzanares era rubio, de ojos celestes, medía alrededor de un metro setenta, un metro setenta y cinco, más bien robusto, tenía cabello lacio, suelto. Tenía más o menos treinta años. Estelrich también era rubio, estatura media; de aproximadamente treinta años de edad. Mastrandrea era delgado, cabello ondulado, con entradas, y castaño. De edad, creo que cercano a los treinta. Se peinaba para atrás. También medía un metro setenta y pico. Luego, en democracia, esta persona t uvo ci erta repercusión mediática. Estudió Derecho y apareció en varias oportunidades a la cabeza de ciertos reclamos policiales. Era ex comisario y también abogado. Más adelante, se lo consultó en varias oportunidades sobre temas relativos a cuestiones de seguridad” –fs.1838/43-. Respecto de Mastrandrea, dijo específicamente lo siguiente: “[r]ecuerdo que en una oportunidad fui conducido a una oficina donde fui interrogado por Manzanares. A él lo conocía de antes. Me interrogó a cara descubierta. Me dijo que le dijera la verdad, porque estaba con ropa de trabajo (tenía una camisa y un pantalón de jean)” –fs.1838/43-. Al igual que Ana María Rinaldi, Liggera reconoció en la Comisaría 1ª de J unín a l os policías Calatroni y Camarro, además de mencionar a otro de apellido Maisterra. Dijo Liggera: “[a] Calatroni lo vi en la Comisaría 1ª. Era un tipo bastante grande, de unos cuarenta años, rubio, con 216 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario entradas, pelo lacio, creo que de ojos claros. Era un custodio. Maisterra era oficial de la Comisaría 1ª […] Camarro era un agente de la Comisaría 1ª. Tenía alrededor de veinticuatro años de edad. Nos conocíamos del barrio. Era un chico alto, medio desgarbado para caminar, cabello con rulos castaño oscuro, delgado. Usaba anteojos. Era una de las personas que nos custodiaba en la Comisaría 1ª. Después se retiró de la Policía, y se dedi có a predicar. Desde ese momento, nunca más l o volví a saludar. También había un cust odio morochito que gol peaba la reja y cantaba” –fs. 1838/43-. Liggera también pudo describir físicamente a algunos ofici ales militares que mencionaran el resto de l os testigos, de este modo: “[e]l Coronel Camblor era el jefe del regimiento, creo q ue estaba a cargo de la Subzona 13. Para mí era la autoridad máxima de la Subzona 13; él era quien daba la cara. Era un tipo rubio, delgado, tendrí a unos cuarenta y pi co, ci ncuenta años […] Gómez Pola era un Teniente Coronel que era una de los jefes del Regimiento. Melzner era un hombre grande, poco más de cuarenta años, rubi o casi colorado, robusto, tenía bigote. USO OFICIAL Larrategui tenía cabello oscuro, con entradas, peinado para at rás con gomina, bigotes, anteojos de m arco grande y grueso. Era alto y delgado” –f s. 1838/43-. Por otra parte, Normando Federico Di Sábato, refirió respecto de las personas que in tervinieron en su detención: “[ p]osteriormente ingresaron dos personas, uno de civil, que después en la Comisaría y por comentarios de mis compañeros, me entero que era Almirón –una persona robusta, de estatura mediana, de ojos muy claros y muy duros, una mirada muy intimidante, rubio-“ –fs. 1844/53-. Luego de ser deteni do, Di Sábato f ue trasladado a la Comisaría 1ª de Junín, l ugar en el que recibió la vi sita de Héctor Di Giullio, q uien era entonces su cuñado y se desempeñaba en el ámbito de la D.I.P.B.A., según refiriera la víctima en estos términos: “me quedo sólo, y aparece nuevamente el militar que había entrado antes con Almirón y me preguntó si conocía a Héctor Omar De Giullio, a lo que respondí que era mi cuñado, hermano de mi mujer en ese entonces, y lo hizo pasar, dejándome un rato a solas con él. Héctor me preguntó cómo estaba, le dije q ue más tranquilo, pero le vi cara de preocupado, como sabiendo lo que me iba a pasar. Quiero aclarar que mi ex cuñado pertenecía a la DIPBA, cultivaba un perfil bajo, decía que sólo realizaba tareas administrativas, pero yo supongo que realizaba tareas de inteligencia en Junín y en otros lados, porque varias veces salía en comisión. De hecho, cuando se presentó me dijo que él no estaba al tanto de la situación porque no había estado en Junín, sino que lo habían mandado a otro lado. Fueron unos minutos que se quedó en la celda, no me dijo nada y se fue. Lo que sé es que de esto [no] habló porque cuando al mes vi a mi ex mujer ella no sabía nada” –f s. 1844/53-. Di Sábato también reconoció, al i gual q ue Rinaldi y Li ggera, al policía de apelli do Calatroni que se desempeñaba como custodio en esa 217 Seccional policial. Dijo sobre ello: “[a]l único que recuerdo es a un hombre de aproximadamente 50 años, cercano a jubilarse, que custodiaba la celda. Él permitía que habláramos entre nosotros a veces. Era relativamente bajo y más bien gordito, no recuerdo su tez, color de ojos ni pelo. Se llamaba Calastroni, y no volví a verlo con posterioridad a los hechos. Su función era simplemente la de custodiar” –fs. 1844/53-. Respecto de los ofi ciales de la depen dencia, Di Sábato afi rmó: “[e]ra evidente que éramos detenidos por la gente de la DIPBA, porque después nos fueron llevando a declarar y el que tomaba las declaraciones era Manzanares, que era el Jefe, y en ese entonces tenía el grado de Sub comisario. El Jefe de la Comisaría era Penna, lo vi ahí cuando me llevaron a declarar, no lo conocía de antes, pero todo Junín sabía cómo era”, y l uego recordó específicamente: “[u] n día me vinieron a buscar dos policías a la celda –a quienes no recuerdo-, me esposaron y me llevaron a una oficina, donde est aba Manzanares y otra gente, a quienes no reconocí ni podría describir. Había uno que escribía. Sólo tengo presente que en un momento apareció Penna y se fue. Manzanares me interrogaba sobre mi actividad política y seguía empecinado en que éramos terroristas, me decía que era un «zurdo recalcitrante», y me amenazó con tirarme un zapato por la cabeza” –fs. 1844/53-. Párrafo aparte, merece la anécdota que relatara Normando Di Sábato respecto de su encuentro posterior con quien formara parte del personal mili tar que lo trasladó desde la Comisaría 1ª de Jun ín hasta la unidad penitenciaria de San Nicolás. Expresó el testigo: “[n]os entregaron a los militares, que nos tomaron los datos, nos ataron las manos atrás con cuerdas y nos tiraron arriba un transporte de tropa. Estaban vestidos con uniforme de fajina verde. Íbamos sentados en el camión, en la parte trasera, y había dos custodios. Uno era un muchacho alto, delgado, de quien desconozco el apellido, pero sé que a causa del conflicto con Chile en 1978 pidió la baja. Después de estos hechos lo volví a ver por Junín, y hasta compartimos un viaje con un grupo de gente que fue a Capital a ver a Serrat. No le dije nada, aunque ganas no me faltaron. No sé su nombre. Me acuerdo de él porque nos hizo terrible el viaje, tenía un fusil siempre apuntándome y me intimidaba” -fs. 1844/53-. Benito Gorgonio de Miguel , reconoci ó a un policía de apellido Rubini durante su cautiverio en la Comi saría 1ª de Junín, con forme expresara de este modo: “estos dos suboficiales de la policía, que estaban a cara descubierta, a uno de ellos no lo conocía, el otro se llamaba Rubini. Ellos cumplieron con los requisitos habituales de huellas digitales, datos personales y eso. Así termino el día para mí. Después em pezó la noche. Fueron básicamente tres noches de diversa intensidad de torment o hasta el jueves” –f s. 1854/7-. También recordó que durante su estanci a en esa Comisaría, en un momento le fue labrado una especi e de sumario, refiri endo sobre ello: 218 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario “[e]mpezaron a hacer los sumarios de vuelta. El mío lo hizo el Dr. Mastrandrea. Yo a él lo conocía con anterioridad y se presentó formalmente conmigo. Él me toma los datos y me vuelve a hacer el interrogatorio sobre las actividades políticas, las mismas preguntas que antes pero en un escritorio, con máquina de escribir” –fs. 1854/7-. Según relatara el testigo, l os contactos y el presti gio profesi onal de su familia hicieron que el comisario Penna y el coronel Camblor se vincularan con él de una manera diferente: “[f]ui interrogado reiteradamente por el comisario Penna en persona, quien venía en una actitud de policía bueno, coherente con su relación habitual con el foro local, dado que mi familia tiene importancia profesional. Él venía a la celda a sostener pláticas políticas conmigo. Evidentemente estaban viendo qué hacían con nosotros. Sé porque me lo relató mi hermano que había una gran incomodidad en el mando de la subzona porque la USO OFICIAL detención mía había trascendido en Buenos Aires y la intervención personal del Dr. Frondizi ante el General Suárez Mason dio lugar a la presencia en Junín de una especie de auditor, Teniente Herrero, quien fue a revisar todo lo actuado. Yo sé que Herrero estuvo porque me lo contó mi hermano. Como ya dije, Camblor lo llamó a mi hermano para decirle que la orden de detención que pesaba sobre él fue congelada por la presencia del teniente auditor Herrero –fs. 1854/7-. Por otra parte, Andrés Aníbal Fantino, al momento de relatar las circunstancias en que se cometió su secuestro, manifestó que “reconoció al oficial Estelrich, lo ubicó porque lo nombraban en la Comisaría, eran 5 de civil. Eran personas jóvenes, uno era alto de nariz aguileña, cabello negro, podía ser uno de los jefes del Ejército que trabajaban con Estelrich, se lo dijeron después. El operativo lo vio una vecina de la esquina, I rma Bruno, salió a solidarizarse con lo que estaba pasando”, que “Estelrich le dice que el comisario lo quiere ver, era Penna, lo conocí ahí, fue el que los recibió, hizo las acusaciones. Estelrich se presentó como tal, era un muchacho alto, tendría entre 25 y 30 años, bien parecido, rubio, me parece que tenía el cabello ondeado. No lo conocía de antes, cuando lo fue a buscar […] se presentó con su nombre” –fs. 1874/80-. Asimismo, Andrés Fantino identificó en la Secci onal 1ª de J unín al Comisario Penna, sobre qui en expresó: “[e]n cuanto al trato hubo un cambio en Penna, por eso lo echaron de Junín, esto en cuanto a los insultos, él dice en una oportunidad que de qué le sirvieron las 29 b ecas para el Colegio de las Américas, en EEUU, insultaba, habíamos discutido como una hora y media, le decía que según él los trataba de «rompebaleros», yo quería que justificara porqué, le dije yo tengo una panadería, tengo un problema con un empleado que viene en curda a trabajar, eso es lo malo, Penna me cuestionaba al principio, que por qué tenía esas ideas, nos preguntaba, en ningún momento los golpearon” –fs. 1874/80- . 219 Durante su traslado desde la Comisaría 1ª de Junín hasta la unidad penitenciari a de Mercedes, Andrés Fantino fue reconocido por un sargento de un pueblo cercan o. Dijo sobre ello: “cuando [ me] llevan en tren a Mercedes, me reconoció la persona que me saca las esposas, era de un pueblito, Agustín Roca, no recuerdo el nombre, era un hombre viejo, un Sargento. Pero yo a esta persona no la conocía” –fs. 1874/80-. Finalmente, Andrés Fantino relató un contacto posterior q ue tuvo con Estel rich y Penn a, ya liberado. Al respecto dijo q ue el primero, “[d]espués lo fue a buscar una vez en fines del 76 ó 77, porque había un hombre del Chaco que se había instalado en el ferrocarril con su familia, el diario «La Verdad» denunció esto, y fueron a parar a una vivienda abandonada al fondo de la Av. San Martín. El Sr. Crecha se lo lleva a esta persona a la panadería para ver si tenía algún trabajo para él, y como estab a haciendo un desmonte en una qui nta le dio trabajo a este hombre, averiguan donde estaban y lo busca Estelrich para que hable con el Comisario, que seguía siendo Penna, que lo amenazó diciéndole que le iba a pegar un tiro en la nuca si seguía trayendo esa gente. Le dije que estaba equivocado, que había indigentes ten J unín. Penna le pregunta donde estaba el chaqueño, y que si lo podía ir a buscar, le dijo que sí. Lo fui a buscar con Estelrich y lo traje, lo presenté al comisario Penna y me lo llevé de vuelta, no lo tuvieron detenido ni nada. Nunca más lo volví a ver a Estelrich” –fs. 1874/80- . Juan Carlos Fantino –hermano de Andrés-, también reconoció a Estel rich entre l as personas q ue participaron en el operativo de su detención. Dijo al respecto: “[d] e las personas que fueron a mi casa, solamente pude reconocer a un policía de apellido Estelrich q ue daba l a impresión de que quien comandaba el grupo que ingresó a m i domicilio. Pude saber el nombre de esta persona, cuando nos llevaron a la Comisaría ya que allí lo llamaban por ese nombre; hasta ese momento a esta persona yo no la conocía” -fs. 1881/8Asimismo, mencionó la intervenci ón de otros dos individuos, a quienes mencionó por sus apodos, con stituyéndose el suyo, el único caso relevado hasta el momento en el que los represores actuaron utilizando sobrenombres. En efecto, Juan Carl os Fantino dijo: “[ d] e los otros solamente pude escuchar algunos apodos, entre ellos «El Negro» y «El Laucha», apodos que pude escuchar en mi domici lio mientras se llevaba a cabo el procedimiento de secuestro, pero nunca más los vi”. A su vez, el testigo señaló que con posterioridad pudo ver al represor apodado “el negro”, de quien tendría una fotograf ía, describi endo dicha circunstancia del siguiente modo: “[ d]e una de ellas tengo una fotografía, ya que en una oportunidad, ya liberado en el año 1983, hicimos un acto del Partido Comunista en un salón, y esta persona estaba participando como público del acto; en esa oportunidad lo pudimos reconocer y le sacamos una 220 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario fotografía. Nunca supe el verdadero nombre de esta persona. La persona a la cual me refiero era la que se hacía llamar «El Negro»” –fs. 1881/8-. De este últi mo hech o relatado por el testigo puede deduci rse que esa persona podría haber si do personal de inteligencia. Al narrar lo sucedi do durante su cautiverio en la Comisaría 1ª de Junín, J uan Carl os Fantino también recordó a uno de los custodios que se desempeñaba en dicha Seccional. Dijo al respecto: “recuerdo que uno de los cabos de la Seccional que nos custodiaba se apellidaba Nieves; conocí su nombre ya que él nos lo dijo, incl uso sé que actualment e sigue viviendo en la ciudad de Junín. No tomaba ningún recaudo para ocultar su apellido, recuerdo que lo único q ue nos decía era que si hacíamos la reforma agraria le diéramos 20 hectáreas de tierra […] Nieves estuvo durante los quince días, cumplía un horario un horario de 24 horas de trabajo por 48 de descanso” -fs. 1881/8-. USO OFICIAL Además de a Nieves, Fantino ubicó también a Estelrich en esa dependencia policial , afirmando: “[o]tro que estaba en la Secci onal era Estelri ch, aunque no estaba todo el tiempo; era la persona que nos iba a amenazar a los calabozos; recuerdo q ue ingresaba al sector de calabozos y decía algo así como «prepárense para esta noche, porque esta noche l os torturo» o «esta noche van a cantar todos», cosas por el estilo. Estaba poco tiempo en la Seccional, pero iba todos los días” -fs. 1881/8-. Con posterioridad a su liberación, Fantino fue nuevamente detenido, esta vez, por personal de la Policía Federal, reconociendo entre quienes procedieron a su detención a un oficial de apellido Apodaca. Sobre dicha circunstancia, el testi go expresó: “[e]n esta ocasión el problema se suscitó porque yo había puesto al costado de la panadería el local del Partido Comunista y me fueron a buscar por eso. El supuesto motivo de la detención fue porque estábamos usando el teléfono de un gremio, y supuestamente no podíamos usarlo. La única persona que pude reconocer de los que fueron a mi casa en dicha oportunidad fue un oficial joven de apellido Apodaca […] Pude conocer el apellido de esta persona ya que un primo suyo mi litaba conmigo en un movimiento cooperativo y este primo me informó, luego de que yo ya había sido liberado, que su primo trabajaba en la Delegación Mercedes de la Policía Federal. Este oficial Apodaca era la persona que me custodió durante mi detención en la Delegación Junín de la Policía Federal; las condi ciones de alojamiento durante estos dos días fueron precarias ya que no había ni camas en las cuales dormir, entonces lo tenía que hacer en el piso, dentro de la dependencia” -fs. 1881/8-. En el caso de Alberto Cava, su secuestro fue precedido por una serie de operativos realizados en su domicilio, con la inten ción de detener a uno de sus hijos, en los que intervino el Comisario Penna. Recordó Cava sobre ell o: “[d]urant e las noches, por esa época, golpeaba la puerta y entraba con 5 221 ó 6 oficiales, el Comisario Oscar Penna, lo hizo un montón de veces, habrán sido más de diez ocasiones. Él me preguntaba dónde estaba mi hijo, yo le decía que no sabía dónde se encontraba y que no iba a llamar a nadie para preguntar por él, porque no quería comprometer a nadie. Penna entonces me respondía que si lo agarraban los del ejército o los paramilitares, se lo iban a tragar en una noche, ante lo cual, yo le decía «bueno, mala suerte si pierdo a un hijo, búsquenlo ustedes», y él se enfurecía” –fs. 1894/8- . Penna, también intervino en la detención de Alberto Cava, a quien, durante su traslado en veh ícul o desde su domicilio hasta la cárcel en construcción de Jun ín, seguía interrogando sobre el paradero de su hijo. Dijo Cava al respecto: “Penna me preguntaba entonces dónde estaba mi hijo, siempre hacía lo mismo, y repetíamos la misma escena que ya relaté. Él ya se había puesto nervioso por mi negativa, yo ya pensaba que en ese momento me iban a matar. Él, el Comisario Penna, me puso tan nervioso que me dijo «¡cómo n o va a saber ud. dónde esta su hijo si ud. estaba parado en el umbral de su casa hace unos días y su hijo pasó por la calle con un veh ícul o Gordini color viol eta!». Cuando me dijo esto, yo le dije «y si ud. lo vio, por qué no lo detuvo» y entonces no me habló más” –fs. 1894/8-. Cava también reconoció a otro policía de apellido Franco durante el operativo que culminó con su secuestro, conforme expresara sobre el punto: “[v]i que uno de ellos, que yo no conocía pero que luego me enteré que se llamaba Franco, agarró un bolso que yo no había visto antes pero que después me dijeron que lo había hecho mi hija para una amiga de ella […] A Franco –era su apellido-, que creo que fue el que me puso las esposas –aunque también pudo haber sido Penna-, lo reconocí después era un escribiente de la Comisaría. El operativo de mi detención lo dirigía Penna, él daba las órdenes y es el que me preguntaba por mi hijo. Franco fue el que le pegó a mi mujer con un culatazo”-fs. 1894/8-. Según expresara Cava, los contactos que tenía su primo con la policía, fueron los que posi bilitaron su liberación. Refiri ó la víctima sobre ello: “[ e]l que me salvó a mí, fue mi primo hermano, José Lombardi, que era presidente de la cooperadora policial, y que era muy amigo de Penna, salían a cenar juntos muchas veces. Cuando mi mujer le contó a mi primo lo que me había pasado, él habló por teléfono con la Comisaría y le dijeron que el Comisario Penna estaba durmiendo porque había hecho un procedi miento muy tarde en horas de la noche, era, obviamente, el procedimiento de mi detención. Él entonces, según me contó luego, que fue a hablar con Penna y éste le contó que había hecho un procedimiento en la casa de la familia Cava, Lombardi, le dijo entonces que yo era primo de él, y entonces Penna le dijo que lo perdonara, q ue había sido un error, que todo se iba a solucionar pronto y que no quería hacerse un enemigo” –fs. 1894/8-. 222 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Al igual que el testigo Benito Gorgonio de Miguel, Ricardo Osmar Alegre reconoció a un oficial de apellido Rubini durante su detención produci da en la l ocalidad de Chacabuco. Dijo Alegre: “[f]ui detenido el día 18 de marzo de 1976, aproximadamente a las cinco o cinco y media de la mañana, en mi domicilio […] Habría más de diez personas, estaban vestidas de fajina, con el uniforme verde del Ejército, usaban casco y estaban todos armados. Estaban acompañados de un of icial, a quien yo conocía porque éramos amigos de la ciudad, de apellido Rubini. Fue así que salí a la puerta de mi casa, y como hacía mucho frío, me hicieron regresar para ponerme un pulóver. Entré a mi casa, me abrigué y volví a salir […] Sólo conocía al oficial Rubini. Era un hombre alto, corpulento, buen mozo, de tez blanca y pelo castaño seguramente” –f s. 1899/936-. La víctima refiri ó que sigue manteniendo contacto con el policía mencionado, el cual le relató cuestiones vinculadas al operativo que culminó USO OFICIAL con su detención. Afirmó Alegre: “[a] este hombre lo sigo viendo permanentemente por Chacabuco, incluso converso con él y su señora. Su padre también era Policía. Muchas veces conversamos acerca de lo acontecido, me contó que ese día quisieron voltear la puerta para ingresar a mi casa, pero él los persuadió para que no lo hicieran. A los militares no los conocía y nunca los volví a ver”-fs. 1899/936-. A relatar cómo se produjo su traslado desde el l ugar del secuestro hasta la comisaría de Chacabuco, Alegre tambi én recordó a un soldado de apellido de Fernández, quien luego se disculpó ante él por lo sucedi do. Expresó concretamente el testigo: “[h]abía creo que un policía manejando y soldados que nos custodiaban. Ahora recuerdo el apellido de uno de estos soldados, es Fernández, un día se presentó a pedirme disculpas, diciéndome que era uno de los q ue me apuntaba en el celular. Igual era claro que él estaba recibiendo órdenes. El que parecía estar a cargo del procedimiento y daba las órdenes era el Subteniente del Ejército, el personal policial respondía al Ejército” -fs. 1899/936-. Alegre, al ref eri rse a su al ojamiento en la Comisaría 1ª de J unín, también narró una ci rcunstancia relativa a la presencia en ese sitio del J efe de la Comi saría 2ª, con quien lo vinculaba una relación famil iar lejana, en estos términos: “ahora que recuerdo cuando ingresamos me mandaron a llamar y veo que estaba Dauria –que era Jefe de la Comisaría no. 2 de Junín, y su hermana estaba casada con el hermano de mi señora-, y le decía a los gritos al Comisario cómo podía ser que me hubieran detenido, así que supongo que supo q ue yo est aba ahí porque me habrán registrado. El otro Comisario no sé quien era, nunca pregunté tampoco. Físicamente era flaco, alto y morocho. D auria le pedía que me soltara, pero finalmente terminé en el celular” –fs. 1899/936-. 223 Alegre también se refiri ó a los contactos q ue mantuvo con el comisario Manzanares con anterioridad a su secuestro, de este modo: “creo que Manzanares pudo tener que ver en todo esto, yo era conocido de su señora, y cuando me lo cruzaba él me preguntaba siempre por mi militancia […] me hacía preguntas sobre mi militancia, pero no puedo decir más que eso” –fs. 1899/936-. Al ser preguntado respecto del cuál creía que había sido el motivo de su detención, Alegre hizo referencia a parte de la dirigencia política local . Dijo al respecto: “[c]reo que fue la militancia política, y conozco al denunciante, al menos a uno de ellos. Se llama Chari de apellido. Yo lo conocía desde 1970 porque era Presidente del bloque de Concejales del Partido Justicialista, él nos acusó públicam ente de comunistas, me refiero al sector del peronismo al que yo pertenecía, y creo q ue por eso nos detuvieron” –fs. 1899/936-. Por otra parte, el testigo Alfredo Rodolfo Artola, recordó la presencia de l os policías Mastrandrea y Penna durante su cautiverio en la unidad penitenciaria de Mercedes, señal ando sobre esa circunstancia: “[m]ás o menos en octubre vino Mastrandrea desde Junín a tomarnos declaración. Él se presenta con su nomb re. Él nos preguntó por el momento de la detención, los datos filiatorios, el tiempo que hacía que estábamos trabajando, él no fue muy preguntón. Otra cosa que recuerdo es que más o menos a los quince días de estar en Mercedes, Penna se presenta con el alcalde y con un capitán del Ejército, él nos dijo «¿ustedes piensan salir pronto? No saben las que les espera, de acá vivos no van a salir», era muy amenazante. Celda por celda iban Penna con Dupuy que era el Alcalde, Vasallo director de la unidad [e] I sabelino Vega que era el Jefe del Penal. Iban los cuatro, celda por celda, a preguntar estas cosas y Penna, quien llevaba la voz cantante, nos amenazaba y nos decía que no íbamos a salir vivos. Penna dijo que era el nuevo comisario de Junín y nos dio a entender que tuvimos suerte que no estaba él cuando nos detuvieron” –fs. 2278/ 80-. Finalmente, Alfredo Artola recordó que el Coronel Melzner citó a su familia previamente a que l e fuera concedida su libertad, afirmando: “Melzner la mandó a llamar a mi madre una semana antes que me dieran la libertad, le dijo que habían revi sado los papeles y q ue me iban a liberar” –fs. 2278/08-. A su vez, Graci ela Raquel Ci appeson i, se expresó sobre la presencia de Manzanares en la cárcel en construcción de J unín y respecto de la intervención del mismo durante su li beración. Dijo la nombrada: “[ e]n un momento entró una persona y me dijo que me iban a llevar a mi casa. Las personas que me llevaron a mi casa eran policías; estaban uniformados. Me llevaron en un patrullero. Las dos personas que iban adelante estaban vestidas con uniforme de la policía, y la persona q ue iba atrás, llevaba un traje de color claro. Al que iba al lado mío lo conocía. Era Silvio Manzanares. Lo conocía de saber que era un tipo de la Policía que andaba siempre vestido de civil, por comentarios. En el auto me dijo que 224 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario íbamos a ir a la Comisaría, y que luego, él personalmente me iba a llevar a mi casa. Llegamos a la Comisaría y me atiende el Comisario Penna, de muy mala manera […] Cuando me llevaron a mi casa ya estaba oscuro. Deben haber sido las ocho y nueve de la noche. Quien me lleva es Manzanares, no recuerdo si me trasladó en un auto común o en un patrullero. Yo creo que fue en un auto com ún. Él intentaba tranquilizarme” –fs. 2294/5-. Graciela Ciappesoni, también se refi rió respecto de sus contactos con el Coronel Camblor, en ocasi ón de que la nombrara hiciera gestiones para obtener la libertad de su marido, el escribano Víctor Pajoni. Recordó sobre esos encuentros: “[ m]e entrevisté con Camblor, la misma persona que me había tranquilizado en la cárcel, y otra persona m ás. El propio Camblor me dijo que todo se iba a solucionar, que estuviese tranquila, que él me iba a tener al tanto, que mi marido iba a quedar libre, pero que todo llevaba un proceso. La segunda vez, él me USO OFICIAL llamó a mí, luego de quince o veinte días. Me comuni có que a Ví ct or lo iban a llevar a la cárcel de San Nicolás, como para que me quedara tranq uila. Me informó que allí los íbamos a poder ver. Él debe haber estado detenido aproximadamente tres meses en total” –fs. 2294/5- . Finalmente, resta señalar lo expresado por Daniel Walter Gómez, quien durante su cautiverio fue trasladado desde la unidad penitenciaria de Mercedes hasta un sitio que podría haber sido el Destacamento Policial de Morse, donde f ue torturado. El nombrado recordó en esta sede sobre el interrogatori o al que fue sometido: “reconocí por la voz al comisario Penna, su voz era inconfundible. No tengo dudas que el que manejaba el interrogatorio era él”, y luego, al ser preguntado respecto de otras personas que mencionaran los testigos, aclaró “a casi todos lo conozco de Junín, nos conocemos todos en Junín, pero con mi detención nada. Yo creo que haber estado vendado constantemente fue mi salvoconducto” -fs. 2297/300-. 5.5. El rol de los médicos en los hechos investigados Un tratamiento separado, dentro del tema que nos ocupa en este acápite, merece el rol que distintos médicos reconocidos por los testi gos habrían desempeñado en los hechos que l os tuvieron por vícti mas. En otra investigaci ón sustanciada en esta sede, referida a los hechos acaecidos en el Hospital Naci onal Prof. Dr. Alejandro Posadas –autos nro. 11.758/06-, se ha podido señalar l a paradoja que impl icó la instalación de un centro clandestino de detención y tortura en el propio seno de una institución nacional de salud y que tuvo por universo de vícti mas, justamente a distintos empleados de ese nosocomio. Ahora bien, en el caso que nos ocupa, a partir de los diversos testimonios colectados en autos, se advierte en los hechos acaecidos en la Subzona 13, una paradoja de si gno absol utamente opuesto: distintos médicos 225 identificados por las vícti mas, actuaron participando de los hechos que las damnificaran, ya sea asisti endo a l os detenidos en l os si ti os de cautiverio respecto de las lesi ones que presentaran debido al despliegue del aparato represor o, ya di rectamente, colaborando durante la imposici ón de torturas a los cautivos. Por intermedi o de estos in dividuos, una ciencia destinada al bienestar de l as personas, se puso al servicio del dol or. Puede señalarse aquí lo testi moniado por Daniel Walter Gómez, respecto de la intervención de un médi co cuyo nombre no pudo recordar, pero a q uien identi ficó durante su cautiveri o en el siti o q ue podría ser el destacamento polici al de Morse. Dijo Gómez al respecto: “[a] lguien me tomaba el pulso, seguramente para ver si podía aguantar” –fs. 2297/300- . Por otra parte, A riel Nelson De Siervo, q uien durante su cautiverio en la cárcel en construcción de Junín habría si do severamente torturado, señaló: “tuve dos paros cardi orrespiratorios, durante la sesión de tortura. Se escuchaban los gritos, hasta los vecinos del lugar escuchaban. Por esto se ve que con algo me taparon la boca, no pude respirar. La imagen que tengo es que iba por un tubo que se afinaba, se afinaba y pack, no vi más nada. No sé cuanto tiempo estuve así. Lo que escuché cuando empecé a recuperarme que no supe si fueron horas o días, q ue un médico le dijo a alguien q ue sería conveniente que me llevaron a un hospital y el otro le dijo que de ninguna manera y que si me moría nos mataban a todos, que éramos catorce. Yo no pude identificar quién era este médico, mucho tiempo más tarde por comentarios me dijeron que este médico era Aldo Chiachietta, era médico de la policía, pero la verdad es que no sé de donde salió este dato” -fs. 1738/43-. Datos más concretos aportó sobre el nombrado, Di gna Imelde Sans, quien, sobre su cautiverio en la Comisaría 1ª de Jun ín, refiri ó: “[o]tra situación que quiero relatar es que un momento, yo me sentía tan mal, cuando estaba detenida con las presas comunes, que vino a verme un médi co de la policía, el Dr. Aldo Chiacheta, que había sido compañero mío del secundario. Me tomó la presión, me dio unas pastillas y nada más. Si muló no conocerme” –fs. 1747/56- . Con igual certeza se expresó sobre el médico Chiachetta, Ana María Rinal di, qui en relató que durante su cautiverio en l a Comi saría 1ª de Junín fue llevada al despacho del comi sario, encontrándose allí con Penna, Mastrandea y Zanetti, quienes le dieron un café q ue posibl emente contuviese algún psicofármaco un somnífero ya que, l uego de ell o comenzó a tener alucinaciones. En esa circunstancia la nombrada se refi rió sobre la interven ción del médico ya mencionado: “[a]hí me descompuse y vino el Dr. Chiachietta, a quien conocía de Junín y además sabía que era el médico de la Policía por los 226 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario informes que veía en los expedientes en el Juzgado. Él le dijo a estas personas que yo tenía taquicardia” –fs. 1757/66-. Rinaldi también señ aló la participaci ón de otro médico, durante su cauti veri o en la cárcel en construcci ón de Junín, dando detalles de cómo pudo i dentificarl o. Dijo al respecto la n ombrada: “del gran susto que tenía me indispuse, y por los dolores que tenía me dijeron que iban a traer a un médico. Vino una persona que dijo ser médico, me puso una pastilla en la boca y me dio agua para tomar. Por intermedio de una amiga que es obstetra me entero que el apellido de ese médico es Ezbouky, y que su domicilio es Gandini 365 -porque m e fijé en la guía-. Es un médi co militar y sé que actualmente vive y su hija es médi ca también […] Mi amiga, Elida Beatriz Ayerbe, es obstetra en el Hospital de Junín. Creo que él Ezbouky- hizo un comentario en la guardia acerca de que habí a ido a ver unos detenidos a la cárcel, y ella le comentó que tenía una amiga detenida, llamada Ana USO OFICIAL María Rinaldi, a lo que él le contestó «olvidate porque no la vas a ver más». Yo no lo conozco, no tengo idea quién es, no lo vi ni podría describirlo. Pienso que debe tener mínimo 60 años. Supongo que mi amiga no querría declarar, pero en todo caso podría preguntarle si me lo piden”-fs. 1757/66-. Alberto Pedro Silva identificó a otro médico, durante una sesión de torturas a la que fue sometido en la Comisaría 1ª de Junín, a quien conocía previ amente porq ue atendía a su suegro. Dijo, al respecto: “[m]e llevan para arriba, a cara descubi erta. Ahí es que veo todo el lugar. Veo un escritorio con un montón de cables y un elástico de cam a en el suelo. Parecía que tenía una colchoneta. Penna dice «acuéstenlo», cuando me dan vuelta veo que entra el médico Farah, él dice «¿y la capucha?». Farah era el médico de mi suegro, era especialista del corazón. Ahí me encapuchan. Me tortura Penna, me tortura Estelrich, a quien le decían «el caball o» por la forma de torturar. Farah decía «dal e que aguanta» y me daban más máquina” –fs. 1767/72- . Silva también recordó que el Dr. Ezobuki –mencionado por otros testigos-, “era médico del Cuartel en esa época” –fs. 1767/72-. Por su parte, Abel Andrés Pinto, aunq ue no lo relacionó con los hechos que lo tuvieron por víctimas, refirió “Chiachetta era un médico de la policía pero lo conocí a de la ciudad, no lo vi en mi detención. Después fue médi co ferroviario” –fs. 1790/7-, al igual que Ismael Reynal do Torn ello, quien dijo: “recuerdo que a Chiachieta lo escuché nombrar. Era médico” -fs. 1798/800-. Rubén Américo Li ggera, recordó sobre su cautiverio en la Comisaría 1ª de Junín: “recibí atenci ón médica. Aparecieron dos médicos: Chiachietta y Fara –este último era cardiólogo y ya está muerto-. Eran médicos de la Policía. Nos preguntaron cómo estábamos y en particular, recibí atención por la quemadura” –fs. 1838/43-. 227 También Benito Gorgonio De Mi guel , al referi rse respecto de su cautiverio en la Seccional policial , ocurri do con posteri oridad a su alojamiento en la cárcel en construcción de Junín –donde l os detenidos fueron someti dos a tormentos-, mencionó la intervención de distintos médicos en la asistencia a los detenidos. Dijo De Mi guel: “cuando fuimos a la comisaría se veían los resultados de la picana, los dedos quemados y el calambre intenso. Esta operación se repitió el lunes, el martes y el miércoles. La situación era similar, empezaban los interrogatorios, si conocía a tal persona o a tal otra, cuál era la actividad política. Una noche lo vi a De Siervo, otra a Pajoni y a Arce, las vendas se iban aflojando y se podía ver un poco. Hubo un médico que fue ahí, el Dr. Sardaña, quien ante el estado de shock de De Siervo lo reanimó. El Dr. Sardaña no tenía nada que ver. Cuando nos sacaron la venda pude i dentificar a Aldo Chiachietta, médico de la policía. Ellos pensaban que después de cuatro días en la oscuridad, uno no iba a poder ver bien. La venda me la saca el jueves a la noche, cuando empieza el buen trato, comienzan a amansarnos. Uno de los médicos, que estaba asistiendo en las torturas dijo que no me den picana porque era gordo, este Dr. es Carlos Fara, quien ya está fallecido” –fs. 1854/7-. Finalmente, resta señalar que Graciela Raquel Ci appesoni y su marido, Víctor Pajoni, eran amigos del Dr. Chiachetta. Cuando Pajoni fue trasladado a la uni dad penitenciaria de San Nicolás y recibi ó la visita de su mujer, le contó de la intervención del nombrado durante su cautiverio. Así lo recordó Ciappesoni: “[a] la semana de su llegada a San Nicolás, lo pudimos ir a ver. Estaba delgadísimo, dijo que en la cárcel los habían torturado, que durante la tortura estaba presente el Dr. Chiachietta -amigo nuestro-, que en San Nicolás él sentía que a sus compañeros de cautiverio l os llevaban, los golpeaban y los traían destrozados, que a él siempre le habían dicho que yo estaba presa, que me estaban torturando; todo esto, destinado a sacarle algún tipo de i nformación” –fs. 2294/5-. Considerando Sexto Valoración de la prueba 6.1. Introducci ón Este consi deran do será también una reproducción, en much as de sus partes, del desarroll o que se hiciera en la anterior resol ución dictada con respecto a estos hechos; y al respecto, se ha mencionado ya en diversas resol uciones dictadas a lo largo de la instrucci ón de la presente causa, que los hechos delictivos que nos ocupan representan gravísi mas violaciones a los derechos humanos, y es indudable que tales sucesos, desde el mismo momento en que fueron ejecutados, han gozado de una previsión de impunidad por medio de una tarea de ocultaci ón de h uellas y rastros. 228 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Estos delitos han tenido pretensión de no dejar indicios. Muestra de ello ha sido la ausencia de órdenes escritas y la ocultación del destino de los detenidos a sus familias, a quienes se les negaba sistemáticamente cualquier conocimiento de su paradero. Dentro de esta mecánica, no debe dejarse de atender a q ue las víctimas del ci rcui to represivo que se in vestiga, han sido mantenidas privadas ilegalmente de su libertad con ocultami ento a sus familiares de los siti os en los que estaban, sin dejarse de recordar l as excepci ones a tal regl a, registradas por algunos detenidos de la Comisaría 1ª. En la Subzona 1.3., contrariamente a lo registrado en otros sitios, se ha registrado el caso de un solo desapareci do; lo cual claramente no repercute en la gravedad de tal hecho, pero sí pone en proporción el accionar de los operadores de la Subzona, en cuanto a los destinos asi gnados a las USO OFICIAL víctimas. Esta circunstancia posiblemente se encuentra emparentada con otra: la familiaridad de l as víctimas de los hechos con los represores; si bi en esta característica ha sido analizada en prof undidad en el Considerando Quinto, punto cuatro; vale recordar q ue en muchos casos se registran un conocimiento previ o entre víctimas y represores; constatándose ello por ejemplo entre la víctima Digna Imelde Sanz y el médico de policía, Dr. Chiachetta, quien conforme declaraci ón de la testigo -fs. 50/2-, habría ido con ella al Colegio; o en tre Alberto Pedro Si lva y el Dr. Farah, q ue era médico de su suegro, conf. declaración del testigo Silva, fs. 1767/ 72-; o entre la vícti ma Juan Carlos de Biasi y uno de los oficiales a los cuales indica como represores –el Oficial Martino-, a quien según dijo el testigo lo con ocía de jugar al fútbol, conf. Declaraci ón de fs. 1780, siendo notables la cantidad de víctimas que han indicado a un represor al cual dijeron conocer de antes. Tal particularidad se corresponde con la circunstancia de q ue tales hechos ocurrieron en una comunidad i mportante, pero en una pequeña ciudad, en comparaci ón con otras grandes urbes; circunstancias sobre las que no me extenderé en este apartado, pues ya han sido motivo de análisis en el Considerando Quinto. Frente a tales características, revisten especial importancia las declaraciones testimoniales de las víctimas, quienes a esta altura, aún pasados treinta años, constituyen la principal f uente probatoria para conocer cómo se desarroll aron los sucesos en la Subzona. Los testi gos no sólo poseen la capacidad de relatar la fecha de detención, el itinerari o cursado en la Subzona, lo cual permi te conocer la magnitud del circuito represi vo; y los padecimi entos a los que fueron sometidos en cada lugar, sino que aparte, representan una 229 elemental fuente para la formulaci ón de imputaciones, toda vez que el conocimiento anteri or de los mismos con respecto a los represores, si bien desvirtúa en tales casos, la posibili dad de recurrir a reconoci mientos en rueda o fotográficos, permite conocer la apreciación del testigo acerca de qué personas intervinieron en su secuestro y cautiverio, o en sus torturas, y los motivos que le han permiti do construi r tal asociación. De hecho, los numerosos testimonios reseñados en el presente resol utori o, conforman uno de los el ementos de convicci ón más importantes del plexo probatorio colectado en el legaj o en referencia a los hechos acaecidos en la Comisaría 1ª de Junín, la Unidad Penitenciaria nro. 13 o cárcel en contrucción, o el Destacamento Morse, sitios estos ubicados en la ciudad de Junín, emplazada a su vez en la Subzona 13 del P rimer Cuerpo del Ejérci to. La importancia de l os relatos ref eridos se torna evidente, máxime al analizar la responsabilidad penal de los imputados, pues cada testigo brindó pormenorizados datos vinculados a la forma en q ue sucedi eron l os secuestros, los trasl ados a los centros de detención mencionados en el párraf o anterior; en algunos casos, el tránsito de los detenidos por el ci rcui to represivo; la presencia en tales lugares de las autoridades y personal de la Policía de l a Provin cia y en algunos casos, la presencia de personal militar; como así tambi én las funciones que le correspondía a cada uno de ell os como integrantes del aparato represivo. Asimismo, fue gracias al aporte efectuado por los testi gos que depusieron en el expediente que se pudo reconstruir la existencia y funcionamiento de los centros clandestinos de detención emplazados en la Subzona 1.3, l os mecanimos pergeñados para mantener su existencia oculta a la comunidad, las privaci ones de la l ibertad y condicion es de cautiveri o reinantes en estos si tios; más allá de que en estas actuaci ones toma relevancia la documentación aportada por la Comi si ón Provincial por la Memori a, q ue se encontrara en el Archivo de la D.I.P.B.A., actuaciones que también cobran sentido a los efectos de comprender cómo opearó el aparato represivo en la citada Subzona, qué personas f ueron detenidas, en qué siti os fueron alojadas en forma ilegal, y en algunos casos, q uiénes fueron l os responsables de los hechos ilícitos q ue se investigan. En este orden de ideas, no se debe olvi dar q ue el proceso penal debe tener por obj eto la búsqueda de la verdad respecto de los sucesos investigados, fin común a todo proceso penal (art. 193 del C.P.P.N.), pero que reviste especial i mportancia cuando se trata de sucesos como estos, en los q ue la aproxi mación a l a verdad histórica constituye un objeti vo esencial para reconstrui r la memoria y dejar testimoni o de l a historia de n uestra Nación. 230 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Las declaraciones de los testigos, que a veces pudi eron ser las propias víctimas y otras, sus fami liares, amigos o vecinos; resul tan fundamental es en estos procesos, teniendo en cuenta sobre todo, la nota de clandestinidad que signó el plan de represión investi gado, l o cual claramente ha representado un verdadero obstáculo para el esclarecimi ento de los hechos y la atribución de responsabilidades. Vinculado a la dificultad probatoria q ue tienen los hechos objeto de investi gación, puede citarse un párraf o de la resol ución mediante la cual la Sala I de la Excma. Cámara del Fuero confirmara el auto de procesami ento de Jorge Carl os Olivera Róvere. En dicha ocasión, sostuvo el superior “…hay casos en que si bien la ví ctima aún se encuentra desaparecida y no median testigos (directos) de la aprehensión o del cautiverio, convergen una serie de indicios que valorados integralmente permien alcanzar el nivel de convi cci ón que requiere la USO OFICIAL instancia y consecuentemente probar a priori la materialidad de tales hechos y la responsabilidad penal de su actos!” (CCC Fed., Sala I, causa n° 36.873 “Olivera Róvere s/procesamient o con prisión preventiva”, rta. el 9/2/06). 6.2. Importancia de l a prueba testimonial Los testigos, cuyos dichos se val oran en el presente resolutori o, permitieron conocer los sucesos cri minales que se desarroll aban mediante un plan sistemático; el cual se ejercía de f orma clandestina y secreta. No es casual que no exi stieran órdenes escritas de detención, prisi ón o liberaci ón, ni que existieran registros del paso de l os detenidos por las diversas dependencias policial es. Menos llamativo aún es que no exista ningún tipo de constancia de la existenci a del centro clandestino de detención ni de aquellos q ue estuvieron all í detenidos. Ello, obedeció a la necesidad de que la actividad represiva fuera llevada a cabo en forma secreta, clandestina, puesto que la misma era ilegal y privada de toda justificación, en punto a la sel ección de los medios para obtener el fin propuesto. Sobre la importancia de las declaraci ones testi moniales en el proceso penal, Clari á Olmedo señala que “[l]a versión traída al proceso por las personas conocedoras de algún elemento útil para el descubrimiento de la verdad mediante su dicho consciente, con fines de prueba, es de trascendental significación desde el punto de vista probatorio. Esto nos ubica dentro de la concepción amplia del testigo, cuyo tratamiento ocupa el primer lugar en el análisis de los colaboradores del proceso penal en lo que respecta a la adquisición de las pruebas [...] En este sentido amplio y generalizante, puede llamarse testigo a toda persona informada de cualquier manera de los hechos o circunstancias que se investigan en una determinada causa penal y cuya declaraci ón es considerada útil para el descubrimient o de la verdad [...] El testigo desempeña un servicio de carácter público en la administración de la 231 justicia. En materia penal es el colaborador más importante para la adquisición de la prueba, por cuya razón su intervención en el proceso se impone con las menores restricciones posibles" (Clariá Ol medo, Jorge A.: Tratado de Derecho Procesal Penal, Ed. Ediar S.A., Buenos Aires, 1963, Tomo IV, p. 256 y sgtes.). Debe descatacarse q ue las declaraciones testi moniales colectadas en autos se caracterizan por su coherencia y verosimilitud, pues del análisis sistemático y exh austivo de la totalidad de ellas no se evidencian contradicci ones ni objeciones entre las manifestaciones de l os testigos. Sobre esta misma cuestión, se ha especifi cado que “[ e]l testigo debe adquirir su conocimiento por haberlo adquirido por percepción di recta y personal, y no por lo que le relataron terceras personas, ya que de esa manera no se trae una prueba directa, sino q ue se trae algo percibido por otro, quien, en realidad, tendría el carácter de testigo en sentido propio. No es prueba directa de un hecho una emanada de un testigo que no l o presenció (T.S.Cba. 1959; B.J.C. II-24).Para que el testimonio sea directo, no es necesario que el testimonio haya visto efectivamente cómo han sucedido los hechos; b asta la percepción parcial o total por cualquiera de sus sentidos. Piénsese en aquél que escucha determinados números de disparos en la noche. Este tipo de testigo trae elementos corroborant es respecto de lo que puede saber otro testigo presencial. Además, luego del ensamble que el Juez debe hacer de las declaraciones de varios testigos que conozcan parcialmente un hecho, puede lograrse la reconstrucción del mismo. Estas verdades parciales, aisladamente consideradas podrían no tener ningún valor; sin embargo, unidas pueden producir la plena convi cción del Juez respecto de cómo y cuándo fue cometido el ilícito” (Ábalos, Raúl W.: Derecho Procesal Penal, Ed. J urídicas Cuyo, Mendoza, 1994, p. 573). En ocasi ón del dictado de la sentencia en la causa 13/84, la Excma. Cámara del Fuero señaló: “Sana crítica y apreciación razonada o libre apreciación razonada, significan lo mismo: libertad para apreciar las pruebas de acuerdo con la lógica y las reglas de la experiencia que, según el criterio personal del juez, sean aplicables al caso. En este punto existe una unidad de concepto (conf. Devis Echandía, op. cit., T.I . p. 99)”. “En este proceso el valor de la prueba testimonial adquiere un valor singular; la nat uraleza de los hechos investi gados así lo determina...”. “1°) La declaración testimonial es un medio de prueba q ue se privilegia frente a modos particulares de ejecución en los que deliberadamente se borran las huellas, o bien se trata de delitos que no dejan rastros de su perpetración, o se cometen en el amparo de la privacidad. En t ales supuestos a los testigos se los llama necesarios”. “En la especie la manera clandestina en que se encaró la represi ón, la deliberada destrucción de documentos y huellas, el anonimato en el cual procuraron escudarse sus autores, avala el aserto. No debe extrañar, entonces, que la mayoría de 232 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario quienes actuaron como órganos de prueba revistan la calidad de parientes o víctimas. Son testigos necesarios”. “2) El valor suasorio de esos relatos estriba en el juicio de probabilidad acerca de la efectiva ocurrencia de los hechos que narran”. “Es un hecho notorio -tanto como la existencia del terrorismo- que en el período que comprenden los hechos imputados desaparecían personas; existían lugares clandestinos de detención dependientes de las Fuerzas Armadas; personal uniformado efectuaba permanentes procedimientos de det ención, allanamientos y requisas, sin que luego se tuviera notici as acerca de la suerte corrida por los afectados”. “Al decir de Eugenio Florián «...Notorio es el hecho que lo conoce la mayor parte del pueblo, de una clase, de una categoría, de un círculo de personas, y por ello en nuestro caso parece que es sufici ente el concepto y que resulta inadecuada una definición, que tal vez nunca llegaría a reflejar sus infinitos matices, casi inasibles, el complicado fenómeno de la psicología colectiva…» (De las pruebas USO OFICIAL penales, Ed. Temis Bogota 1976, T.I. p. 136) ”. “No obstante tal caracterización del fenómeno que se viene de describir, conviene despejar todo equivoco acerca de la posible exoneración de la prueba; la circunstancia de que la ocurrencia de los hechos se halle controvertida en el proceso es condición necesaria y suficiente para q ue se demande su prueba...” ( Causa nº 13/84, de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal. Sentencia de fecha 9 de diciembre de 1985, Imprenta del Congreso de la Nación, Tomo I, 1987, pp. 293 y sgtes.). 6.3. La importancia de la labor de la CONADEP Es preciso recordar que la dificultad de esclareci miento de los hechos relaci onados con la desaparici ón de personas ha encontrado sol ución en la histórica labor cumpli da por la CONADEP, de cuyos legajos también en esta causa, nos hemos nutrido por ser una vali osa f uente probatoria para el esclareci miento de los hechos, aunque debo resaltar que l a mayoría de las víctimas del ci rcui to de represión q ue se investiga, no cuentan con legaj o de la citada Comisi ón. La citada Comisión , cuya creación fue dispuesta median te la sanción del decreto nro. 187/83 del Poder Ejecutivo Nacion al, dictado por el entonces Presi dente constituci onal Dr. Raúl Ricardo Alfonsín , con el objeto de esclarecer los hechos relacionados con l a desaparici ón de personas ocurri dos en el país durante la dictadura militar, y cuyas funciones fueron circunscri ptas a la recepci ón de denuncias y pruebas sobre aq uellos hechos, para la averiguaci ón del destino o paradero de las personas desaparecidas; ubicaci ón de niños sustraídos a la tutela de sus padres o guardadores; y para la den uncia ante la justicia de cualquier intento de ocultami ento, sustracci ón o destrucción 233 de elementos probatori os relaci onados con los hechos que se pretende esclarecer. En otro orden, más allá de la recalcada reputación de los integrantes de la CONADEP, es útil recordar -tal como hiciera la Cámara Federal en l a causa 13- que tal organi smo constituyó un ente de carácter público (art. 33 del Código Ci vil), con propi o patri monio, si endo sus mi embros funcionarios públicos y las actuaci ones que labraron cuanto l as denuncias que recogieron, también instrumentos públicos (art. 979, inc. 2 del Códi go Civil). La labor de l a CONADEP, cuyo trabajo ha sido encomiable y la información recopil ada, tan copi osa como contundente, nos sigue brindando luz para explicar cómo sucedi eron los hechos aún cuando h ubo de reponerse al transcurso del tiempo y las medidas diseñadas por el aparato represor, concebidas para esconder los pormenores y rastros delictivos. Por ello, en este marco donde se han suprimido las marcas del delito en forma deli berada, o no se han dejado rastros de su perpetración, o ha sido imposible la adopci ón de medidas de conservación de evidencias, o se consumaron mediando invasión a esferas de privacidad o en ámbitos clandestinos especialmente organizados a tal fin, y bajo una intrascendencia pública vi olenta e i nfligiendo terror, ci erta prueba se vuel ve necesari a en el sentido de ser l a úni ca posi ble por el medio y modo como se delinquió. Dicha prueba es el resultado del in forme elaborado por la CONADEP y todas l as constancias obten idas sobre la base de las referencias brindadas por las víctimas de l a represión y sus familiares y allegados, ya que -como bien señalara la Sentencia de la causa 13, antes citada- a raíz de la manera clandestina en que se encaró la represión, la deliberada destrucción de documentos y de huellas, como el anoni mato en que se escudaron los autores, no puede extrañarn os que la mayoría de quienes actúen como testi gos de los hechos revistan la calidad de parientes o víctimas, inevitablemente converti dos en testigos necesarios. Igual mente, la valoración que se efectúe de l os legajos de la CONADEP no puede dejar de considerar que en ellos se adj untan, más allá de los testimonios vinculados a cómo sucedieron las desapariciones, tormentos y detenciones clandestinas, los innumerables reclamos escritos que efectuaron oportunamente los f amiliares de las víctimas en forma contemporánea a las desaparici ones ante organismos públi cos, sea administrativos, policial es, judiciales o militares, instituciones religi osas y otros organismos internacionales de prestigio, lo que desecha la posibili dad de un armado, confabulación o conjura preparada ideológicamente recién al tiempo de la actuaci ón de la CONADEP la que, por ci erto, f ue conformada considerando la 234 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario idoneidad, la destacada solvencia intelectual pero también moral de sus miembros. Así pues, las coinci dencias de relatos sobre el proceder ilegal de los agentes del aparato represivo encuentran correspondencia con la realidad y con el obrar si stemático q ue caracterizó a l os añ os oscuros de la di ctadura militar. En cumplimiento de su tarea, la Comi si ón elaboró por arri ba de 7.000 legajos, comprensivos de declaraciones y testimonios de víctimas directas sobrevivi entes, familiares de desaparecidos, verificó y determinó la existencia de ci entos de l ugares clandestinos de detención donde reinaran los tormentos físicos, psíquicos y condici ones inhumanas de vida –actualmente se llevaría un registro de casi 500 sitios de este ti po-. Se procuraron también declaraciones a miembros del accionar represivo, integrantes de fuerzas de USO OFICIAL seguridad, se reali zaron inspecciones en diversos si tios y se recabaron informaciones de las fuerzas armadas y de seguridad cuanto de diversos organismos, acumul ando más de cincuen ta mil páginas documentales. Todo ese material documental constituye una fuente probatoria de indudable val or y que en este decisori o fue sometido a un agudo juicio crítico caso por caso imputado, compl ementando y val orando la consistencia de los testimonios con otras constancias como ser los reclamos coetáneos a las ilegales detenci ones y efectuados ante diversos organi smos, públicos o privados, nacionales o internacional es, como así tambi én las pertinentes formulaciones de denuncias e inicio de actuaci ones por privaciones ilegítimas de la libertad, habeas corpus y la amplia gama de informes incorporados. 6.4. Concl usión En definitiva, con relación a las pruebas colectadas y amén de lo ya señalado, las mismas deben ser valoradas conforme a las reglas de la sana crítica racional, que al deci r de Vélez Mariconde “…consiste en que la ley no impone normas generales para acreditar algunos hechos del ictuosos (como las relativas al cuerpo del delito) ni determina abstractamente el valor de las pruebas, sino que deja al juzgador en libertad para admitir toda prueba que estime útil al esclarecimiento de la verdad (en principio, todo se puede prob ar y por cualquier medio), y para apreciarla conforme a las reglas de la lógica, de la psicología y de la experiencia común” ( Vélez Mariconde, Alfredo: Derecho Procesal Penal, T. I, p. 361 y sgtes.). Cabe recodar, a su vez, que las regl as de la sana críti ca no importan liberar al juzgador de manera ilimitada o autori zarlo a formular juicios caprichosos o arbitrarios, que reposen únicamente en elementos subjetivos; este sistema es el de la ín tima convicción, cuya característica 235 principal está dada por la libertad del juez para convencerse según su leal saber y entender. Como se indicó, el sistema de valoración de la prueba adoptada por la ley vigente, reposa sobre criteri os de racion alidad. Dentro de esta amplia libertad probatoria, un aspecto de la racionalidad está dado por la coincidencia de las manifestaciones obtenidas con las demás ci rcunstancias de l a causa, las q ue dentro del conjunto del cuadro probatori o son útil es para abonar tal prueba. A di cho fin, resul ta indistinto que tales extremos sean anteri ores, concomitantes o posteriores al hecho. Considerando Sépti mo Hechos imputados A continuación se hará una reseña de todos los sucesos que conforman el marco fáctico de imputaci ón de Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken, Edgardo Antonio Mastrandrea, Juli o Ángel Estel rich, Aldo Antonio Chiacchietta y Miguel Ángel Almirón, especificándose en cada caso en particul ar la resolución que habrá de adoptarse al respecto, más allá de que tales ci rcunstan cias serán detalladas más abajo, cuando me abocaré al análisis de la responsabilidad penal de cada uno de los legiti mados pasi vos. 1. Privaci ón ilegal de la libertad de Rubén Pío Soberano Se encuentra acredi tado en autos q ue Rubén P ío Soberano fue privado il egalmente de su libertad el 24 de marzo de 1976 en el Correo, l ugar en el cual trabajaba, en aquel momento, sito en la intersecci ón de las calles Mitre y Lebensohn. El operati vo fue llevado a cabo por personal del Ejército Argentino, que l o trasladó a la Comisaría 1ª de Junín. El 25 del mismo mes y año, fue puesto a di sposici ón del Poder Ejecutivo Nacional, un día después fue llevado a la cárcel de San Nicolás y, finalmente, el 11 de julio del mismo año, fue liberado. Sobre el particul ar, recordó el propio damnificado que: “A las siete de la mañana me avisan que me iban a detener por el distrito militar que queda enfrente del Correo. Esto me lo dicen soldados que estaban en la oficina del distrito militar que queda enfrente. Como me conocían me dicen estaba en una lista y que me iban a detener. Yo entonces voy a mi casa, para avisarle a mi señora y regresar al Correo para pedir mi s vacaciones. Mientras estábamos arreglando el tema de la licencia viene el Capi tán Olicharriaga con soldados para detenerme. Él se presentó con ese apellido, yo lo conocía porque venía al correo a buscar correspondencia, yo estaba en ventanilla. [...] tenía casco y la cara pintada. Los soldados también estaban camufladas. Él me dijo que me tení a que detener y que l as razones me las iban a decir después. Me preguntó si era el delegado del correo y de las «62 organizaciones», cuando yo le dije que sí, me respondió «fue»“ (fs. 1828/32) . 236 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Precisó: “Yo era delegado del Correo y Secretario General de las «62 Organizaciones Peronistas». A partir de ahí me preguntó si había participado en algunos hechos concretos de Junín, políticos y gremiales, yo le negué todo, me dijo que estaba detenido y que después me iban a explicar los motivos de mi detención, cosa que aún estoy esperando” (ídem). Esta circunstancia y el móvil de su deten ción encuentran sustento en las consideracion es del decreto 10/76, en cuyos considerandos se sostuvo: “Que la denominada «62 Organizaciones» no constituye una organización de trabajadores en los términos y alcances de la Ley nro. 20.615, de Asociaciones Profesionales. Que dicho organismo despliega una actividad de exclusivo carácter político partidario. Que la actividad política y la de los partidos políticos ha sido suspendida en todo el territorio del país, como medida necesaria para el adecuado desarrollo del proceso de recuperación del Estado, en todos sus niveles y funciones” USO OFICIAL (fs. 3605/6). En razón de ell o, el decreto de mención prohibió toda actividad que se cumpla por parte de las “62 Organizaciones”, o cual quier otra que la sustituya. Luego, prosi gui ó el damnificado: “Cuando salgo a la calle me invitan a subirme a un vehículo particular, manejado por un soldado. Yo me niego, me atan las manos atrás con un tela o algo así, me vendan los ojos y me hace llevar por un soldado por la calle Lebensohn hasta Ramón Falcón y me llevan a la Comisaría 1ª, que queda a cuatro cuadras. Yo fui cartero, así que el camino lo reconocí” (ibíd.). Manifestó que al llegar a la Comi saría 1ª fue conducido directamente al sector de los calabozos, que un agente l e sacó la venda y le desató las manos, y que fue col ocado en un calabozo indivi dual. Agregó: “Con el correr de la mañana llegaron a la celda el Dr. Daniel Berdakin, un muchacho de Chivilcoy que era periodista y lo trajeron desde ahí. Después llegó gente de Vedia, de Chacab uco, de Rojas, estos a la noche. En la comisaría compartí cautiverio con Carlos Alberti, Carlos Lablunda, José Ale, Patricio Griffin, Ri cardo Alegre, el Dr. Coronel –estos dos últimos de ChacabucoAriel Labrada –de Rojas, después fue juez-. Todos ellos supongo q ue estaban ilegales igual que yo. A los si ete días aproximadamente de haber estado ahí sin comer, nos trasladaron a San Nicolás” (ibíd.). Manifestó que no le daban comida, y que la mi sma l e era suministrada por su propia esposa, a quien un Mayor de apellido Assef le había informado que se hallaba detenido en este sitio. Con referencia al personal que actuaba en la Comisaría, recordó: “Una noche me sacan de la celda y me llevan a un despacho de la Comisaría y me atiende el Sr. Mastrandrea. Yo lo conozco personalmente, pero eso sé que era él, era 237 gordo, 1.75 más o menos, anteojos, era más joven que yo. En este despacho él me pregunta «quién sos?», yo le digo «usted me conoce», él me di ce «no me acuerdo, no lo conozco, dígame su apellido», yo le digo que sí me conoce y yo le respondí mal y lo escupí en la cara. Él me respondió con una trompada en la boca, tiempo después se me cayó el diente. Así terminó el diálogo. Después de esto no me volvieron a sacar de la celda” (ibíd.). En relación a las condiciones de cautividad, señaló que durante el tiempo que estuvo detenido en l a Comisaría 1ª no pudo bañarse, que compartía calabozo con dos personas más –el Dr. Berdakin y una persona ori unda de Chivilcoy-, y que el l ugar era tan peq ueño que debían turnarse para dormi r. Con respecto al traslado desde el CCD hacia la cárcel de San Nicolás, refiri ó: “...el día del traslado a San Nicolás me acuerdo que había un cordón de militares hasta el vehículo que nos llevó hasta San Nicolás, ahí alcancé a ver al Teniente Coronel Félix Camblor. [...] Nos hicieron subir a un camión de traslados, no te podías sentar. No nos dieron ninguna explicación, sólo «arriba todo el mundo», yo los insulté. En el camión nos acompañó un sargento o cabo de la policía que nos dijo «no bajen a orinar», fue un suboficial de la policía. Me pareció que nos estaba cuidando. Así llegamos a San Nicolás” (ibíd.). Agregó: “Ahí la recepción f ue terrible, a medida que íbamos llegando nos desnudaban total mente y nos daban un pantalón y chaquet a gris, después la ropa interior. Nos pusieron en un paredón, del lado de la entrada a la izquierda. Este lugar lo identifiqué después, por ser m aestro de la cárcel. Ahí, todos desnudos contra el paredón simularon fusilamientos. Cada vez que iban los militares de Junín a San Nicolás repetían el simulacro de fusi lamiento. Supe que eran los militares de Junín porque a algunos los reconocí, por ejemplo a Olicharriaga, que entró a mi celda y preguntó mi nombre. Los militares de Junín, abrían la celda y pasaban la lista ellos, pero no nos interrogaron” (ibíd.). En lo atinente al régimen de este lugar, relató: “Estuvimos 45 días sin bañarnos, comiendo polenta y tomando un litro de agua para todo el día. Algunos días nos daban mate cocido y una galleta. Estábamos incomunicados con el exterior, no teníamos noticias de la familia ni ellos sabían de nosotros. Los primeros días de mayo autorizaron la primer visita” (ibíd.). Señaló que en la cárcel de San Nicolás h abía más gente detenida en la misma condición. Especificó: “Después de dos meses de estar en San Nicolás empezamos a tener recreos y empezamos a conocernos los que estábamos presos. Así pude ver, además de Berdakin, a José Al e, Alberti, Lablunda, Patricio Griffin, Ricardo Alegre, el Dr. Coronel, Ariel Labrada, un tal Capra de San Nicolás. Recuerdo que Capra contó que él estaba arando en el campo y se lo llevaron así como 238 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario estaba. También estaba el Dr. Rei de Pergamino, que creo que es desaparecido” (ibíd.). Manifestó que en este lugar f ueron constantes los si mul acros de fusilamiento, a cargo de militares de Junín que se desplazaban hasta este sitio. Añadió: “En junio hacen los famosos traslados de dos o tres días, yo conocí una celda de Sierra Chica y después conocí la celda 28 del Pabellón 1 de Mercedes. Te llevaban, te dejaban ahí, al otro día te pasaban a buscar y te llevaban a otro lado y finalmente te devolvían a tu lugar de origen. Los traslados eran nocturnos. Otra tortura era llamarnos a las 2 ó 3 de la mañana, creíamos que nos íbamos en libertad y nos dejaban ahí. Después nos enteramos que en esos llamados a algunos los desaparecí an” (ibíd.). En lo atinente a su liberación, dij o: “...en agosto o septiembre me USO OFICIAL dan la libertad. A las dos de la mañana me anuncian que me iba en libertad y yo no quería salir porque ya nos habíamos enterado de lo que pasaba. U n guardia me di ce que me quede tranq uilo, que me iba en libertad. Ahí me devolvieron dinero, documentos, anillos, cinto, cordones, que me habían sacado cuando llegué a San Nicolás. En la misma guardia me dicen que me tome el primer colectivo que pase, serían las siete de la mañana. Cuando llega el guarda a cobrarme el boleto me dice que el colectivo iba a Rosario, y finalmente me tomé el colectivo a Junín, llegué a las dos de la tarde. Y en un taxi f ui a mi casa. Yo entré a San Nicol ás con 98 kilos y cuando salí pesaba 65” (ibíd.). Esta ci rcunstancia f ue corroborada por el testimonio de P ablo Hernán Soberano, q uien refi rió: “Cuando mi papá volvió estaba muy flaco, la sensación era rara, tuve que volver a creer que eso que me devolvieron era mi papá, me devolvieron otra cosa. A mi papá le cuesta mucho expresar todo, hablar con nosotros” (fs. 1836/7). De manera concordante, Carolina Andrea Soberano af irmó: “Cuando mi papá volvió, estábamos en la puerta, con la bicicleta y lo ví a papi con un sobretodo, una barba, de esa imagen no me olvido más. Estaba muy cambiado de la última vez que lo había visto, estaba m ucho más flaco y tenía unas cosas en la piel que después lo curaban. La relación con él no volvió a ser la misma, quedó una distancia que no es fácil de recuperar, es como que volvió otra persona. A todos nos cambió la vida. Después que él volvió siguieron persiguiéndolo, venía gente a casa, esto paso hasta que nos mudamos. En la Calle Perú teníamos el Comando radioeléctrico enfrente, así que venían siempre” (fs. 1834/5). Cabe destacar que en el marco del Legajo CONADEP 2008, el damnificado pudo precisar detalles relativos a su liberación, oportunidad en la cual señaló que “El 11/VII/76 es liberado. Lo llevan hasta la estación de San Nicolás y lo dejan ahí. Después de eso siguió actuando en el sindi calismo de forma 239 clandestina, pero su casa fue allanada en varias oportunidades, razón por la cual en 1978 debe renunciar.”. Retomando los dich os del damnificado, agregó: “Ni bien salí de San Nicolás fui a los cuarteles, como ya conté me atendieron Aseff y Melzner, ahí me dijeron que cada movimiento que hacía les tenía que avisar a ellos. No obstante eso, yo viajé a Buenos Aires a ver a mi padre que estaba enfermo, cuando volví ya tenía la citación de los cuarteles. En esta ocasión también me devolvieron algunos de los libros que habían sacado de mi casa en un allanamiento simultáneo a mi detención. Algunos se los quedaron pero otros me los dieron [ ...] La Libreta de enrolamiento me la devolvieron en la Comisaría 1° a los dos meses de estar en libertad. Me llamaron y me dijeron que vaya a retirarlo, fue todo de palabra, no dejaron ninguna const ancia” (ibíd.). Con referencia al al l anamiento, Carolina Andrea Soberano relató: “Me acuerdo que una vez entró gente de golpe a casa, no puedo recordar como estaban vestidos, mi mamá nos encerró a mí y a mi hermano en el baño. Yo tenía tres años y medio y mi hermano tenía seis. Me acuerdo que desde el baño escuchaba que buscaban cosas y cuando salimos faltaban los libros de papá” (fs. 1834/5). Finalmente, refiri ó: “El postcarcelario fue una persecuta terrible, a través del Comando Radioeléctrico que dirigía Amengual. Se metían en mi casa a cada rato. Yo vivía en Perú 40 y el Comando estaba en Perú 21. Se metían y me preguntaban que era lo que estaba haciendo. Una vuelta quise viajar a Brasil y no me dieron el pasaporte porque no tenía el certificado de Buena Conducta y por haber estado preso, recién me lo liberaron en 1990. Este control termina más o menos a los tres años, cuando me mudo mucho más lejos, cerca de la ruta, ahí no me molestaron más” (ibíd.). Su detención y puesta a disposición del P oder Ejecutivo Nacional encuentra sustento en el decreto 12/76 (cfr. fs. 3608/9). En suma, las constancias señaladas a lo largo de este punto, permiten tener por acredi tada la privación ilegal de la libertad que suf riere Rubén P ío Soberano durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín, evento que habrá de serle i mputado a Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Edgardo Antonio Mastrandrea. 2. Privaci ón ilegal de la libert ad de Julio Luis Sant amaría Bernardo Se encuentra acreditado en autos que Julio Luis Santamaría Bernardo fue ilegal mente detenido en el Colegio Marianista de l a ci udad de Junín, en el que se desempeñaba como profesor, el 24 de mayo de 1976. Fue trasladado a l a Comisaría 1ª de Jun ín, donde pasó la noche en una celda vendado y maniatado. Al día si gui ente f ue trasladado, al Destacamento “101” de Inteligencia de La Plata, lugar desde el cual fue liberado dos días después. 240 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Fue nuevamente detenido el 31 de mayo de 1976, llevado a la Guarnici ón Militar Jun ín y trasl adado a l a Unidad Penitenciaria de La Pl ata, donde pasó una semana, para luego ser ll evado a l a cárcel de Devoto. El damnificado prestó declaración testimonial ante el J uzgado Federal Jun ín, tal como surge de las con stancias obrantes a f s. 80/2. En dicha oportunidad recordó haber sido detenido el 24 de de mayo de 1976 aproximadamente, cuando entraron mili tares en el Col egio Marianista de la Ciudad de J unín, donde se desempeñaba como profesor, “rodearon el colegio hasta con autos; casualmente habían estado en el cumpleaños de Nagore, que era el encargado del Aeropuerto, hasta cerca de las 2 de la mañana, y esto habrá sido a las 4 o 5 de la mañana. Subieron al 2° piso, donde había aulas adaptadas para dormitorios de la comunidad marianista, entraron y a todos los mandaron ponerse boca abajo y al dicente lo agarraron y golpearon muy sofisticadamente –no lo le USO OFICIAL dejaron marcas-, parece ser que lo golpearon con manoplas, el dicente no las vio. Lo golpearon sobre todo en las costillas, pidiendo una supuesta encuesta que el diciente había hecho. El dicente no la había hecho, se había mandado a los chicos, venía impresa en los libros de texto de ediciones Paulinas, era una encuesta sencilla a los chicos, con preguntas como qué pedirían a los padres, si tenían problemas, el dicente cree que la encuesta no fue el motivo clave, pues un hermano dijo allí «esa encuesta la hice yo», y no le prestaron atención. El dicente era profesor de literatura e historia, y catequesis, en el secundario”. La vícti ma fue luego trasl adada a la Comisaría 1ª de Jun ín, y sobre este punto remarcó que “[d]e allí lo llevaron a la Comisaría de Gandini [la Comisaría 1ª quedaba sobre calle Gan dini] con ojos tapados, pero el dicente deducía por dónde iban y luego confirmó que iba allí. Luego supo que después le pidieron al director del colegio que mostrara donde estaban sus libros, el director les mostró y se los llevaron, hasta se llevaron lo que les pareció sospechoso: uno que decía «La política en el Evangelio de Lucas». En el salón donde estaban los libros había fotos de diario, una de Cortázar, y ot ros escritores, y lo confundieron con el Che Guevara. También llevaron «Las venas abiertas de Latinoamérica». […] Ese era el motivo que daba para llamarlo «comunista» o «tercer mundista», todo era «subversivo» para ellos los militares, decían que en el «ideólogo de los jóvenes», una sospecha de este tenor en esta época era cosa seria. Supone que era por lo de Buenos Aires, porque en Junín estuvo sólo tres años. Su trabajo era «evangelizador» y evangelizar es promover al Hombre en toda su dimensión, integral mente” (ídem). Continuó: “Del colegio lo llevaron a la Comisaría 1ª, lo meten en una celda, solo. Lo tienen toda la noche vendado y maniatado, pudo aflojarse la venda pero luego se la volvió a poner. Al día siguiente lo llevaron a La Plata, supone que era el 25 de mayo, iba escoltado por civiles con metralletas, piensa que eran 241 militares vestidos de civil. Durante el tiempo que estuvo en la Comisaría 1ª nadie le dirigió la palabra. Lo l levaron a La Plata sin vendas ni esposado” (i bíd.). Dijo que “...llegaron a un edificio que cree era de la Policía y luego lo asumieron los militares; parece que Camblor había pedido que lo traten bien, lo pusieron en una cam a y lo atendieron bien. Estuvo dos días y nadie le preguntó nada”. Recordó que pasados estos dos días f ue ll evado a Buenos Aires y decidió volver a Jun ín “porque pensaba que no tenía nada que ocultar” (ibíd.). Luego de una semana, aproximadamente Santamaría fue nuevamente detenido. Refi rió: “…vinieron a buscarlo para ir a declarar al regimiento donde estaba Camblor, estaban vestidos de civil. Allí l o revisó un médico y le dijeron que no tenía nada, le dijeron q ue sus libros estaban allí fichados pero no los devolvieron, hasta el día de hoy no los recuperó. La razón que decían era que tenían que llevarlo a La Plata otra vez porque era motivo de división entre los militares; supone que Camblor estaba porque lo soltaran, por lo q ue decía y el trato que él recibía. Los jef es militares de Junín parece que no, pero eso le contaron al dicente después, que entre ellos estaba Plou y otros, pero eso él no lo sabe. El dicente le dijo que eso no era asunto de él” (i bíd.). Con respecto a su segunda detención en la ciudad de La P lata, dijo no haber recon ocido su lugar de cautiverio, remarcan do que había dos pabellones, uno de hombres y uno de mujeres. En este lugar estuvo detenido aproximadamente una semana. Señaló que “[e]stuvo allí una semana escasa, y lo metieron vendado y esposado en el baúl de un coche, luego supo que pasaron por Junín, pero en mitad del campo pararon (ladraban perros), según parece tenían la orden de liquidarlo por intento de fuga y parece ser que llamaron a las autoridades de Buenos Aires, y hubo una contraorden. Luego le contaron que aparentemente estuvo en Junín, aquí en una estación en la ruta 188 abrieron el baúl y le dijeron que ni grite (el dicente había escuchado rui dos como si estuvieran en el regimiento de Junín, eso fue lo q ue pensó en ese momento). Algunas personas le dijeron que se comentaba que había estado en Juní n, esto le dijeron años después” (ibíd.). Santamaría fue l uego llevado a la cárcel de Devoto. Rel ató en la mencionada decl aración que “[a]llí entró «blanqueado» a disposición del PEN, le tomaron el nombre, los datos, lo metieron en una celda aislado. A los pocos días lo sacaron de la celda para cortarle el pelo, y l e dijo al peluquero quién era y le pidió que llamara a un teléfono para avisar dónde estaba. En el Colegio de Buenos Aires nunca recibieron la llamada, pero los m arianistas movieron a mucha gente y lograron ubicarlo y ti ene que decir a favor de Galtieri que como el hijo había sido alumno suyo, intercedió y a raíz también de otras influencias, al mes lograron ubicarlo. A principios de julio lograron ubicarlo. No lo golpearon pero sí pasó mucho frío. Pidió hablar con otro sacerdote pero nunca lo trajeron” (ibíd.). 242 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Recordó además q ue “[u]n día lo visita el superior marianista y le contó que estaban haciendo los trámites del pasaporte para que pudiera salir del país, el pasaporte lo hicieron en Devoto. Así lo llevaron escoltado para Ezeiza, pero allegar los para la Policía Aeronáutica que quería que los militares dejaran las armas, hubo discusiones, y finalmente arreglaron, y entraron a Ezeiza armados; no dejaron que nadie los despidiera, pero sí que le alcanzaran ropas ( hacía un mes que no se cambiaba ni bañaba)” (ibíd.). Explicó el decl aran te que “[c]uando pi dió sus documentos para entrar en España, finalmente le dieron el pasaporte y entró al avión […] Salió del país como turista, eso fue lo que pusieron los militares, no era una deportación oficialmente, sí encubierta; incluso eso obstaba a que obtuviera la indemnización que recibieron otros exiliados (aunque al di cente no le interesaba cobrar, y no hizo más que un mínimo trámite, llegó a saber que le reconocían sólo el mes que estuvo USO OFICIAL detenido). Tenía costil las rotas y marcas de l as esposas” (ibíd.). A su vez, ha de tenerse en cuenta la prueba documental aportada por el Archivo Provincial por la Memoria, que se encuen tra reservada en Secretaría. La misma está compuesta por legaj os confeccionados por la DIPBA, y entre ellos se encuentra el Legajo 5412, Carpeta Vari os, Mesa DS caratulado “Asunto: Detención del Sacerdote de la Congregación Marianista Julio Luis Santamaría”. Allí, el Subcomi sari o Fermín H. Sandoval remite un informe al Director de Informaciones, de fecha 3 de junio de 1976, en el que consta: “Ampliando comunicación telefónica del día 26 de mayo de 1976, relacionado con el cumplimiento del memorandum «S.G.» nro. 103 referente a la detención del Sacerdote de la Congregación Marianista JULIO LUIS SANTAMARÍ A [...] el mismo por disposición de las autoridades Militares de la Sub-Zona de Defensa 13, Área 131, fue trasladado al Destacamento «101» de Inteligencia de La Plata, desde donde el día 26-05-76 recuperó la libertad, i gnorándose las causas que determinaron la medida. Días más tarde el Sacerdote aludido regresó a esta ciudad alojándose en el Instituto de mención precedente, del cual es Director de Estudio, Profesor de Literatura, Instrucción Cívi ca y Religión. Realizado un nuevo estudio sobre el material que le fuera secuestrado [...] de corte ideológico izquierdista, dando lugar el día 31-05-76, nuevamente su traslado por parte de las autoridades Militares con asiento en la Guarnición Militar Junín, a la ciudad de La Plata, a disposición del Señor Jefe del Destacamento «101» de Inteligencia”. Luego, en el Legajo nro. 5760, Carpeta vari os, Mesa D(S) caratulado: “Asunto posible vinculación de varias personas con l a subversión en la ciudad de Junín – 8/6/76”, aparece nuevamente el nombre de Santamaría. Allí, a req ueri miento del Director de Informaciones de La Plata, el Subcomisari o Fermín Heriberto Sandoval medi ante el Memorando DIPBA nro. 22 informa lo siguiente: “Dando cumplimiento a lo ordenado en memorando del epígrafe puedo 243 informar al Señor Director lo siguiente: A raíz de haberse detectado por personal de esta Sección Regional las actividades del Sacerdote JULIO LUIS SANTAMARÍA, de la Congregación Mari anista en la Argentina, director de est udio del Colegio San Ignacio de Juní n, quien realiza tareas de captación y difusión de teorías marxistas (informado Mem. (R) 28 del 03-11-75), las autoridades Militares de la Sub-Zona de Defensa 13, Área 131, disponen la detención del mencionado el día 25-05-76 (informado mem (R) n° 16 del 03-06-76) secuestrándosele material ideológico de izquierda y un cuestionario consistente en diez (10) preguntas extraídas de un libro de catequesis proveniente de Medellín (Colombia) de neta extracción Tercer Mundista en las que enfrenta en la acción disociadora a los hijos con sus padres. [...] Durante la detención del antes nombrado, el Director del Colegio, Hermano ANDRÉS PÉREZ, di vulgó entre los padres de los alumnos que SANTAMARÍ A había sido golpeado por las fuerzas captoras [...] no obstante ello al ser examinado SANTAMARÍ A no presentaba signos de lesión alguna”. Este informe está fechado en 5 de j ulio de 1976. En consecuencia, l os elementos de convi cción señalados hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privación ilegal de la libertad que sufri era Julio Luis Santamaría Bernardo durante su estancia en la Comisaría 1ª de J un ín, evento que habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola y a Abel Oscar Bracken. 3. Privaci ón ilegal de la libertad de Hugo Ramón Torreta Se encuentra acredi tado en autos que Hugo Ramón Torreta fue ilegalmente detenido en la madrugada del 25 de mayo de 1976, cuando se encontraba en su domicilio sito en Gandini 345 de la ciudad de J unín. El operativo fue llevado a cabo por personal policial y mili tar. Permaneció detenido ilegalmente algunas horas en la Comisaría 1° de Junín a fines de mayo del mismo año. Al respecto declaró Elsa Inés Torreta, hermana de la vícti ma aquí tratada y testigo presencial de su secuestro, a fs. 158/9 y 1744/6. En su testimonio prestado ante esta sede a fs. 1744/6 recordó que “...el secuestro de su hermano, Hugo Ramón Torreta se produjo en su casa, ubi cada en Gandini 345, en la madrugada del 25 de mayo de 1976, concretamente a las 2 de la mañana. Se encont raban durmiendo –su papá, su mamá, su ab uela, su hermano, de 27 años en ese momento, y la dicente, que tenía en ese momento 19 años- y de repente escucharon una explosión en la puerta de madrea, q ue l a abrieron a tiros, cuando se despierta, estaba durmiendo en la misma habitación que su hermano, que corrió para el living. Cuando ella sale detrás de él, se encontró con un hombre que no sabe si era policí a o militar, armado con un arma grande. Sólo recuerda un uniforme y un arma, luego le dijeron que eran un grupo de 60 ó 70 personas, que estaban en el techo, rodeando la manzana. H abía gente por todos lados, no recuerda 244 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario de dónde sacó esa inf ormación. La llevan para el living donde ya lo tenían a su hermano tirado en el piso, ya habían salido el resto de sus familiares, que estaban en el living. De ahí los sacaron a todos a la calle. Los llevaron a la vuelta de la esquina, mientras que a su hermano lo metieron en una camioneta de la policía, tipo estanciera, cerrada atrás, a él lo metieron ahí y a ellos los dejaron afuera”. Entre el personal del operativo reconoció a una person a de nombre Darío Peralta, policía, por ser conocido de su novio de aquel entonces. De esta persona recordó: “Lo vio parado delante suyo, la apuntaba con el arma. Lo vio primero adentro de su casa, y después estuvo afuera, siempre apuntándolos con el arma” (ibíd.). Asimismo mencionó que concluido el operativo, se di rigió jun to a sus padres tanto a l a Comisaría 1ª de J unín como a la Unidad Regi onal. En ambos l ugares negaron la existencia del mismo, no obstante haber reconoci do USO OFICIAL en la dependencia ci tada en últi mo térmi no a personal que estuvo presente en su casa. El cautiverio de Torreta en la Comisaría 1ª de Junín encuentra sustento en las decl araciones prestadas por Ismael Reynal do Tornell o y Abel Andrés Pinto. Así, Tornello, en su declaración de fs. 1798/801, precisó: “La única compañía que t uve durante horas fue la de Hugo Torreta. Habían pasado varios días y de repente abrieron la puerta, luego de lo cual lo i ngresaron. Estaba todo golpeado en todo el cuerpo. Le convidé un cigarrillo. Hacía muchísimo frío, Torreta se orinaba encima. A partir del m omento en que él llegó, no volvieron a abrir la puerta. Supongo que el resto de los calabozos estaban ocupados, por eso lo pusieron conmigo. Con Torreta estuve pocas horas. Intercambiamos pocas palabras. Recuerdo que él mi dijo: «me han molido a golpes». También me dijo que fue personal del Ejército quien lo había detenido e interrogado. A las pocas horas, a él y a mí nos sacaron del calabozo; a mí me trasladaron a la cárcel de Mercedes en un celular de la policía, custodiado por el Ejército. Desde ese momento no volví a ver más a Torreta”. Coincidentemente, Pinto a fs. 1790/7 recordó: “durante una madrugada, trajeron a un muchacho de Junín, sería aproximadamente la 1 ó 2 de la madrugada y eso de las 4 de lo llevaron. Su nombre era Hugo Torreta, yo no lo vi, sólo lo escuché, pero Tornello pudo charlar con él. A este muchacho lo metieron en uno de los calabozos y lo cerraron con llave, así que no pude ver cómo estaba. Las paredes de los calabozos eran de material y las puertas de chapa, cerradas. Las nuestras no estaban cerradas con llave, por lo cual teníamos una m ínima circulación por el pasillo, pero a l a de este muchacho sí la cerraron, seguramente para que no lo viéramos. A Torreta yo lo conocía de la ciudad, era un conocido. Cuando llegó, desde su celda empezó a hablarnos, hablaba principalmente con Tornello, yo escuchaba. 245 Torreta estaba muy mal, se le notaba en su voz y lo decía, estaba muy mal física y psicológicamente, dijo que se había hecho sus necesidades encima. Igualmente no contó más que eso porque había un clima como de control sobre él, como si los q ue lo llevaron si no quisieran que tomáramos contacto con esta persona. No pude quiénes lo trajeron ni tampoco quiénes se lo llevaron”. Asimismo he de destacar que a fs. 72/73 obran copias del testimonio del J uzgado Federal de Primera Instancia de Mercedes por el cual se falló: “Declarando a Hugo Ramón Torreta fallecido presuntamente, y fijando como fecha del presunto deceso el ocho de marzo de mil novecientos setenta y ocho”. Por su parte Elsa Torreta, en la ci tada declaración testimonial, mencionó que cuatro días después del operativo de secuestro de su hermano “...aparece un policía retirado a comprar a la quesería de su padre y le dijo que a su hermano lo llevaban detenido a San Nicolás, que un grupo comando –supuestamente subversivo- lo rescató de la Policía –que lo llevaba a San Ni colás”. Ello resulta coincidente con la documentación de la DIPBA aportada por la Comisión Provincial de l a Memori a. Allí, obran dos informes relacionados con la detención de Torreta. El primero es el Legajo 5389, carpeta Varios, Mesa D(S) caratulado: “Detención y fuga del extremista Hugo Ramón Torreta”, donde obra un memorando que reza: “el día 27 del cte. Personal militar del Área 131 y personal pol icial de la U.R. 8 (Junín), procedieron a la detención de Torreta Hugo Ramón [...] domiciliado en la calle Gandini 345 de Junín. Al causante se le secuestró un revólver calibre 38, volantes de la OPM ERP, 8 proyectiles Fal, 3 servidos y 5 intactos, 1 libro del Che Guevara y 1 porta munición. Al ser trasladado a la Unidad Carcelaria de San Nicolás, por personal militar y policial, en la Ruta 188 y Ruta 130, del partido de Rojas, fueron interceptados por una camioneta Ford carrozada y Ford Falcon, produciéndose un tiroteo, sin causar lesionados en las Fuerzas de Seguridad, oportunidad que aprovechó el mencionado Torreta a darse a la fuga, sin poder establ ecer si lo hizo en algún vehí culo o a campo traviesa. De surgir novedades se ampliará”. Este memorando se encuentra fechado 28 de mayo de 1976 y posee una anotaci ón manuscrita en el margen superior que dice: “No se difundió”. Luego se cuenta con el Legajo 5760, Carpeta Varios, Mesa D.S., agregado a fs. 163/74 de dicha documentación caratulado: “Posible vinculación de varias personas con la subversión en la ciudad de Junín – 8/6/76”. Allí respecto de Torreta reza que se lo detuvo el 25 de mayo de 1976 y que “el día 28-05-76, siendo la 4.15 hs., en circunstancias que era trasladado a la Unidad Carcelaria de San Nicolás en un vehículo policial custodiado por un oficial del Ejército Argentino y un Oficial de esta Policía con chofer de la Unidad Regional de Junín, en la intersección de la Rut a Nacional 188, la Provincial nro. 30, al al tura del Ctel. 8° del partido de Rojas, fueron intersectados (SIC) por vehículos particulares que 246 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario procedieron a agredir mediante el uso de armas de fuego al coche poli cial y sus ocupantes, logrando rescatar a TORRETA, quien se dio a la fuga en el hecho” (fs. 169). La mendacidad de dichos informes, en cuanto a la supuesta fuga de Torreta, surge a las claras por un lado, por el hecho de que él nunca volvió a ser visto, asimismo de l os testimon ios de Tornello y Pinto reseñados, quienes recordaron el pésimo estado físico en que se encontraba el damnificado, por lo que resultaría inviable una fuga. Finalmente, resul ta llamativo que su detención fue legalizada medi ante el decreto 637/76 fechado 31 de mayo de 1976 (cfr. fs. 1869/70). Asimismo he de adverti r que la fecha de detención no es coincidente en ambos informes. De esta manera al tener en cuenta que Tornell o y Pinto f ueron detenidos el 24 de abril y permanecieron detenidos en la Comisaría 1ª de USO OFICIAL Junín aproximadamente cuarenta días, puede ubi carse a Torreta en dicha dependencia policial en los últimos días del mes de mayo de 1976. En suma, los elementos de convicción señalados hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privación ilegal de la libertad que sufriera Hugo Ramón Torreta durante su estancia en la Comisaría 1ª de J un ín, evento que habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola y a Abel Oscar Bracken. 4. Privaci ón ilegal de la libertad de Alfredo Rodolfo Artola Se encuentra acreditado en autos que Alfredo Rodolfo Artol a fue detenido il egalmente el medi odía del 18 de junio de 1976, en su domicili o de la calle Salta 498 de Junín, y trasladado a la Comisaría 1ª de dicha ciudad. El 1º de juli o del mismo año, f ue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional mediante decreto 1135/76. Pasados treinta días aproximadamente desde su detención, fue trasladado a la Unidad Penitenciari a de Mercedes; el 24 de diciembre del mismo año f ue llevado a la U. 9 de La Plata, desde donde recuperó su libertad el 22 de febrero de 1977. En su declaración de fs 2278/80 con rel ación a su secuestro dijo: “Fue al mediodía, yo era dirigente gremial del Frigorífico de la carne, yo trabajaba en el frigorífico Feber, era dirigente gremial, había asumido en el gremio hace pocos meses, habíamos ganado las elecciones. Pat ricio Griffin era el asesor letrado del gremio. Yo integraba la Agrupación Evita de la Juventud Peroni sta. Continuando con mi relato yo ese día salí del frigorífico a las 13 horas como todos los días y a las 14 horas fueron a mi casa. […] Yo estaba almorzando y mamá vio por la ventana que había unos policías. Ella me dijo «te vienen a buscar a vos» esperé que tocaran el timbre y salí. Ingresaron aproximadamente cinco poli cías y un teni ente del Ejército, que era el que estaba a cargo. Uno de los policías empezó a romper cosas de mi mamá, y el teniente lo paró. Yo suponía que me iban a buscar, había un contador de 247 la empresa que siempre decía que a los delegados nos iban a venir a buscar a todos, además ya había caído Patricio Griffin, otros militantes del ferrocarril, sabíamos que era cuestión de horas. […] Yo podría haberme escapado pero ¿a dónde? ¿para qué? Yo no andaba en nada raro, ni en una agrupación armada, además tenía a mi mamá y a mi hermano. Me agarran y me meten en un auto parti cular, yo iba en el medio en el asiento de atrás. Lamentablemente no se los nombres de los que entraron a mi casa, a uno de ellos lo volví a ver al tiempo pero ahora no los reconocería. De ahí me llevan a la Comisaría 1°, no me dan ingreso ni nada y me meten en un calabozo grande”. Con relación a sus compañeros de cautiverio en la dependencia policial baj o análisi s recordó: “[a] las dos horas trajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Siron, ellos estaban en la industria del maíz. […] También estuvo unos días detenido el abogado Armando Blasi. Otro abogado que est uvo ahí era el Dr. Domínguez, él estuvo ahí por un traslado que le hizo a Bogey, él habrá estado más o menos quince días. En la celda de mujeres vi a Susa na Bogey” (ibíd.). Respecto de las con diciones de cauti vidad, manifestó que en una celda de tres metros por tres metros y medio había detenidas más de diez personas. Especificó: “[a] los dos días más o menos pudimos recibir visitas, eran cinco minutos, muy estricto. Se comía cualquier cosa, era tipo guiso o polenta. Comíamos al mediodía y a la noche. Nos dab an un plato y una cuchara y a lavarlo y entregarlo. Para ir al baño teníamos que llamar al guardia y él nos llevaba, depende de la guardia tardab an más o menos en llevarnos. No nos bañamos mientras estuvimos en la comisaría. Era puro grito y amenazas, nadie nos explicaba nada […] Estos 32 días en la comisaría fueron sin recreos ni beneficio al guno, todo el día metidos en la celda. No percibí que interrogaran ni torturaran a nadie” (ibíd.). Entre el personal de la Comisaría n ombró a Manzanares y Amengual, a quienes los escuchó nombrar sin poder preci sar sus funci ones. Refiri ó que Estel rich parecía estar a cargo de los presos políticos y se diri gía a ellos con tono amenazante. Tambi én recordó a Rubini y Camarro. Con relación al personal militar dijo: “Melzner la mandó a llamar a mi madre una semana antes que me dieran la libertad, le dijo que habían revisado los papeles y que me iban a liberar. A Gómez Pola nunca lo ví, pero se decía que era el brazo derecho de Camblor, uno era el jefe de área y el otro el jefe del cuartel , se decía q ue él andaba atrás de todo l o que fue la represión ilegal, que el tenía el dominio absoluto” (ibíd.). Si bien mencionó no haber visto mil itares dentro de la Comisaría, personal del Ejército se encuentra presen te tanto en el inicio como en el final de su cauti veri o. Así, he de resaltar que en su secuestro intervino un teniente 248 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario del Ejército y, con relación a su liberación, refi rió: “…est uve hasta el 22 de febrero de 1977, la orden de libertad estab a desde el 21 pero nos dijeron que no estaba la firma del jefe de área que era Camblor, por eso nos tienen detenidos 24 horas más. Después de liberado nunca más me paso nada. Lo que sí noté es que en algún momento me hacían seguimientos, después ya no los hi cieron más. En el año 1979 yo ingresé a trabajar a una fábrica de plásticos, cuando me blanquean salta todo lo de la detención, pidieron antecedent es en el Regimiento y ahí figuraba toda mi detención” (ibíd.). A fin de corroborar los hechos que damnificaron a Alfredo Artola, he de merituar la decl araci ón testimonial prestada por Juan Carlos de Biasi, quien a fs. 1780/8 recordó que al ser secuestrado: “…hablé con Martino en un momento, durante mi detención, y él me dijo «Artola y Lei va están detenidos desde hoy a la tarde». Ellos eran compañeros míos del sindicato, el primero era USO OFICIAL Secretario General y el segundo Secretario Adjunto. Los dos trabajaban conmigo en el frigorífico”. Agregó que pasados más de treinta días, fue trasladado a la Cárcel de Mercedes junto a Leiva y Artol a. Puntualmente, indicó: “Al mes, una mañana temprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los tres detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, como en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo esposado con Leiva y él con Artola”. Asimismo he de resaltar q ue De Biasi mencionó haber visto a Manzanares en la Comisaría 1ª de J unín durante su ilegal cautiverio. Otro el emento probatori o que permite acreditar el cauti verio ilegal de Artola, resulta ser la documentación aportada por la Comi sión Provincial por la Memoria. Allí, a fs. 158 y siguientes, se encuentra el Legajo 5520, Carpeta Vari os, Mesa DS caratulado: “Asunto: Procedimiento antisubversivo por autoridades militares. Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros, Junín, 19/6/76”. A fs. 160, obra un parte q ue reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. Luego, he de destacar que Juan Carl os De Biasi, Alfredo A rtola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Bl as Lascot fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal medi ante el decreto 1185 del 1 de julio de 1976. En suma, las constancias reseñadas precedentemente, permiten tener por prima facie acredi tada la pri vaci ón ilegal de l a libertad padecida por 249 Artola durante su paso por la Comisaría 1ª de J unín; evento que habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Edgardo Antonio Mastrandrea. 5. Privaci ón ilegal de la libertad de J uan Carlos de Biasi Se encuentra acredi tado que J uan Carlos de Biasi f ue ilegalmente detenido en la noche del 18 de junio de 1976 en su domicili o sito en la call e Borges, frente a la fábrica Ci rigliano de Junín, y trasladado a la Comisaría 1ª de dicha ci udad. El 1º de juli o de 1976 fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal mediante decreto 1135/76. Pasados aproximadamente treinta días desde su detención, fue trasladado a la Unidad Penitenciaria de Mercedes. El 22 de diciembre de 1976 f ue conduci do a la U. 9 de La Plata. Finalmente recuperó su libertad el 23 de febrero de 1977. Las circunstancias relatadas anteri ormente encuentran sustento en los diversos testi monios que acreditan la detención del n ombrado, además de diversas constan cias documentales, a las cuales haremos referencia en lo que sigue. En pri mer l ugar, es necesario traer a colación el testimonio brindado por el propio damnificado ante este Tribunal , qui en con relación a su secuestro, a fs. 1780/8 puntualizó que fue detenido en el mes de juni o de 1976 por una comisi ón policial integrada por di ez personas y diri gida por el oficial Martino. Allí le fueron secuestrados libros y revistas. Mencionó que al ser secuestrado: “[y] o hablé con Martino en un momento, durant e mi detención, y él me dijo «Artola y Leiva están detenidos desde hoy a la tarde». Ellos eran compañeros míos del sindicato, el primero era Secretario General y el segundo Secretario Adjunto. Los dos trabajaban conmigo en el frigorífico”. Recordó que fue esposado e introduci do en un automóvil que lo condujo hasta la Comisaría 1ª de Junín. Al llegar a este l ugar: “en la celda grande estaban Artola, Leiva y un montón de presos comunes, y tres detenidos de la localidad Chacabuco, que también eran delegados sindicales. Todos estábamos en la celda grande. En el resto de la gente había más presos comunes. Algunas de ellas tenían la puerta cerrada, pero otras estaban abiertas. En las q ue estaban bajo llave creo que había presos más pesados, por robo u otros delitos. La nuestra, tampoco estaba cerrada con llave. Podíamos, sí queríamos circular por el pasillo, siempre dentro del sector de calabozos. Antes de ingresarme a la celda ya me habían sacado las esposas”. Durante los aproxi madamente 30 días que estuvo detenido en la Comisaría 1ª pudo recibir una visita de su esposa y su familia le llevaba alimentos. Con rel ación a la posibilidad de recibi r vi sitas recordó un hecho particular: “Durante ese tiempo se dieron situaciones insólitas, por ejemplo, el hecho de q ue el úni co que podía firmar para que atendieran a compañeros en la obra 250 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario social era yo, y entonces venía un compañero del frigorífico, Mario Varela, que me llevaba los papeles para que firmara. Entonces los policías me sacaban de la celda y yo firmaba las cosas que debía. Esto ocurrió creo que tres veces, hasta que los compañeros lo pudieron solucionar de otra forma”. Entre el personal de la Comisaría 1ª recordó a Manzanares, a su respecto dijo: “Creo que una vez vi a un oficial y después me dijeron que era Manzanares, pero solamente lo vi, no tuve t rato con él. Artola y Leiva, que eran de Junín, me dijeron, ése es Manzanares”. También mencionó al extinto comisario Penna. Con relación a su traslado a la Unidad P enitenciaria de Mercedes dijo: “Al mes, una mañana temprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los tres detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, como en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo USO OFICIAL esposado con Leiva y él con Artola. Ahí, los policías nos entregaron a gente del Ejército. Nos sacaron de la comisaría y nos subieron a dos camionetas del Ejército”. El 22 de diciembre de 1976 fue trasladado de Mercedes a la U. 9 de La Plata, recuperando su libertad jun to a Artola el 23 de febrero de 1977. Al respecto puntuali zó: “En mi liberación hubo una situación rara: nos liberaron a Artola y a mí, nos dieron la ropa y nos llevaron a otro sitio. Vino un oficial que conocíamos de Mercedes, Ferro de apellido, y nos di cen que nos «levantaron el PEN» y que teníamos un sobreseimiento provisorio en la causa, y que sólo faltaba que él Ejército que estaba a cargo de la zona en la que estaba la cárcel, mandara las órdenes o las autorizaciones para que recuperáramos nuestra libertad. Esa noche dormimos en la enfermería, pero al día siguiente nos pusieron la ropa de preso nuevamente, nos llevaron a las celdas, hicieron el recuento deteni dos, y más tarde repetimos el procedimiento, nos devolvieron nuestra ropa, a Artola y a mí, nos tuvieron dando vueltas, hasta que a la noche, muy tarde, aproxim adamente a las 22 hs., nos liberaron y salimos corriendo porque teníamos miedo”. El relato de De Biasi resulta coincidente con lo declarado por Artola, q uien en las dos declaraciones prestadas en el marco de l a presente causa (fs. 59/61 y 2278/80) manifestó haber si do detenido el mismo día que la víctima aquí tratada y haber compartido cautiverio con él tanto en la Comisaría 1ª de Junín, como en las unidades penitenciarias de Mercedes y La Plata. Otro elemento probatori o que permite acredi tar con el grado de certeza requerido para esta etapa procesal, la il egal detención que suf riera De Biasi, resulta ser la documentación aportada por la Comi sión Provincial por la Memoria. All í a f s. 158 y siguientes se encuentra el Legaj o 5520, Carpeta Vari os, Mesa DS caratulado: “Asunto: 251 Procedimiento anti-subversivo por autoridades militares. Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros, J unín, 19/6/76”. A fs. 160, obra un parte q ue reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. A esta altura del an álisis, val e destacar que Juan Carl os De Biasi, Alfredo Artola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Blas Lascot fueron puestos a di sposi ción del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto nro. 1185 del 1 de j ul io de 1976. En consecuencia, las constancias relatadas ut supra permi ten tener por prima facie acreditada la pri vación il egal de la libertad que tuviera como víctima a De Biasi durante su estancia en la Comisaría 1ª de Junín, evento que habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Julio Ángel Estel rich . 6. Privaci ón ilegal de la libertad de Alberto Leiva Se encuentra acredi tado en autos que Alberto Lei va f ue detenido ilegalmente el 18 de junio de 1976, y trasladado a la Comi saría 1ª de Junín. A través del decreto 1135 del 1º de juli o de 1976, fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Pasados aproximadamente treinta días desde su detención, fue llevado a la Unidad Penitenciaria de Mercedes, desde donde recuperó su libertad. A fin de acreditar su cautiverio en la Comisaría 1ª de Jun ín, he de tener en cuenta los testimonios brindados por Alfredo Artola y Juan Carlos de Blasi . El primero de ellos a fs. 2278/ 80 con relaci ón a sus compañeros de cautiverio en la dependencia policial bajo análisis recordó que “[a] las dos horas trajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Sirom, ellos estaban en la industria del maíz”. Asimismo he de merituar la declaración testimonial prestada por Juan Carlos de Biasi, quien a fs. 1780/8 dijo que al ser secuestrado: “Yo hablé con Martino en un momento, durante mi detención, y él me dijo «Artola y Leiva están detenidos desde hoy a la tarde». Ellos eran compañeros míos del sindicato, el primero era Secretario General y el segundo Secretario Adjunto. Los dos trabajaban conmigo en el frigoríf ico”. Recordó tambi én que al llegar a la Comisaría 1ª de Junín: “en la celda grande estaban Artola, Leiva y un montón de presos comunes, y 252 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario tres detenidos de la localidad Chacabuco, que también eran delegados sindicales. Todos estábamos en la celda grande”. Luego refi rió que pasados aproximadamente treinta días fue trasladado a la cárcel de Mercedes: “Al mes, una mañana temprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los tres detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, como en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo esposado con Leiva y él con Artola” (ibíd.). Asimismo, otro el emento probatorio q ue permite acreditar la detención que suf ri era Leiva, resulta ser la documentación aportada por la Comisi ón Provincial por la Memori a. A f s. 158 y sgtes., fi gura el Legajo 5520, Carpeta Varios, Mesa DS caratulado: “Asunto: Procedimiento anti-subversivo por autoridades militares. Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros, J unín, 19/6/76”. USO OFICIAL A fs. 160, obra un parte q ue reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. A esta altura del an álisis, val e destacar que Juan Carl os De Biasi, Alfredo Artola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Blas Lascot fueron puestos a di sposi ción del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto nro. 1185 del 1 de j ul io de 1976. En consecuencia, las constancias relatadas ut supra permi ten tener por prima facie acreditada la pri vación il egal de la libertad que tuviera como víctima a Leiva durante su estancia en la Comisaría 1ª de J unín, evento que habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Julio Ángel Estel rich . 7. Privaci ón ilegal de la libertad de Osvaldo Siron Se encuentra acreditado en autos que Osvaldo Si ron fue detenido ilegalmente el 18 de junio de 1976 y trasladado a la Comisaría 1ª de Jun ín. Mediante decreto 1135 del 1º de j ulio de 1976, fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Pasados aproximadamente treinta días desde su detención f ue trasladado a la Unidad Penitenciaria de Mercedes, desde donde recuperó su libertad. Conforme a las constancias remitidas por el Excma. Cámara Electoral a fs. 2036/ 7 Osval do Siron se encuentra f allecido. A fin de acreditar su cautiverio en la Comisaría 1ª de Jun ín, he de tener en cuenta los testimonios brindados por Alfredo Artola y Juan Carlos 253 de Blasi . El primero de ellos a fs. 2278/ 80 con relaci ón a sus compañeros de cautiverio en la dependencia policial baj o análisis recordó: “[a] las dos horas trajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Siron, ellos estaban en la industria del maíz”. A los mismos fines, debe tenerse en cuenta la declaración testimonial prestada por J uan Carlos de Biasi, qui en a fs. 1780/8 recordó que al llegar a la Comisaría 1ª de Jun ín: “en l a celda grande estaban Artola, Leiva y un montón de presos comunes, y tres det enidos de la localidad Chacab uco, que también eran delegados sindicales. Todos est ábamos en la celda grande”. Luego, refi rió que pasados más de treinta días fue trasladado a la Cárcel de Mercedes: “al mes, una mañana temprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los tres detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, como en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo esposado con Leiva y él con Artola”. Otro elemento probatori o que permite acredi tar con el grado de certeza req ueri do para esta etapa procesal, la ilegal detención que sufri era Leiva, resulta ser la documentación aportada por la Comisión Provincial por la Memoria. All í a f s. 158 y siguientes se encuentra el Legaj o 5520, Carpeta Vari os, Mesa DS caratulado: “Asunto: Procedimiento anti-subversivo por autoridades militares. Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros, J unín, 19/6/76”. A fs. 160, obra un parte q ue reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. A esta altura del an álisis, val e destacar que Juan Carl os De Biasi, Alfredo Artola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Blas Lascot fueron puestos a di sposi ción del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto nro. 1185 del 1 de j ul io de 1976. En consecuencia, las constancias relatadas ut supra permi ten tener por prima facie acreditada la pri vación il egal de la libertad que tuviera como víctima a Siron durante su estancia en la Comisaría 1ª de Junín, evento que habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Julio Ángel Estel rich . 8. Privaci ón ilegal de la libertad de Oscar Eduardo Fernández 254 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Se encuentra acreditado en autos que Oscar Eduardo Fernández fue ilegal mente detenido el 18 de j unio de 1976 y trasladado a la Comisaría 1ª de Junín. Mediante decreto 1135 del 1º de juli o de 1976, fue puesto a disposición del P.E.N. Pasados aproxi madamente treinta días desde su detención, f ue conducido a la Unidad Penitenciaria de Mercedes, desde donde recuperó su libertad. A fin de acreditar su cautiverio en la Comisaría 1ª de Jun ín, he de tener en cuenta los testimonios brindados por Alfredo Artola y Juan Carlos de Blasi. El primero de ellos, en relaci ón a sus compañeros de cautiveri o en la dependencia poli cial bajo análisis recordó: “[a] las dos horas t rajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Sirom, ellos estaban en la industria del maíz” (fs. 2278/80). USO OFICIAL A los mismos fines, debe tenerse en cuenta la declaración testimonial prestada por J uan Carlos de Biasi, qui en a fs. 1780/8 recordó que al llegar a la Comisaría 1ª de Jun ín: “en l a celda grande estaban Artola, Leiva y un montón de presos comunes, y tres det enidos de la localidad Chacab uco, que también eran delegados sindicales. Todos est ábamos en la celda grande”. Luego, refi rió que pasados más de treinta días fue trasladado a la Cárcel de Mercedes, “[a]l mes, una mañana temprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los t res detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, com o en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo esposado con Leiva y él con Artola” (ibíd.). Otro elemento probatori o que permite acredi tar con el grado de certeza req ueri do para esta etapa procesal, la ilegal detención que sufri era Leiva, resulta ser la documentación aportada por la Comisión Provincial por la Memoria. All í a f s. 158 y siguientes se encuentra el Legaj o 5520, Carpeta Vari os, Mesa DS caratulado: “Asunto: Procedimiento anti-subversivo por autoridades militares. Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros, J unín, 19/6/76”. A fs. 160, obra un parte q ue reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. A esta altura del an álisis, val e destacar que Juan Carl os De Biasi, Alfredo Artola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo 255 Blas Lascot fueron puestos a di sposi ción del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto nro. 1185 del 1 de j ul io de 1976. En consecuencia, las constancias relatadas ut supra permi ten tener por prima facie acreditada la pri vación il egal de la libertad que tuviera como víctima a Fernández durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín, evento que habrá de serle reprochado a Ángel J osé Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Julio Ángel Estelri ch. 9. Privaci ón ilegal de la libertad de Haroldo Blas Lascot Se encuentra acredi tado en autos que Haroldo Blas Lascot fue detenido ilegalmente el 18 de junio de 1976 y trasladado a la Comisaría 1ª de Junín. Mediante decreto 1135 del 1º de j ulio de 1976, fue puesto a di sposición del Poder Ejecutivo Nacional. Pasados aproximadamente treinta días desde su detención, fue conducido a la Unidad Penitenciari a de Mercedes, desde donde recuperó su li bertad. A fin de acreditar su ilegal cautiveri o en la Comisaría 1ª de Junín, he de tener en cuen ta los testi monios brindados por Alfredo Artola y Juan Carlos de Blasi. El pri mero de ell os, en rel ación a sus compañeros de cautiverio en la dependencia policial bajo análisis recordó que “[a] las dos horas trajeron a Leiva y a la noche trajeron a De Biasi. Además había presos comunes. Esa misma tarde traen a tres dirigentes gremiales de Chacabuco, Haroldo Lazcoz, Oscar Fernández y Osvaldo Sirom, ellos estaban en la industria del maíz” (fs. 2278/80). A los mismos fines, debe tenerse en cuenta la declaración testimonial prestada por J uan Carlos de Biasi, qui en a fs. 1780/8 recordó que al llegar a la Comisaría 1ª de Jun ín: “en l a celda grande estaban Artola, Leiva y un montón de presos comunes, y tres det enidos de la localidad Chacab uco, que también eran delegados sindicales. Todos est ábamos en la celda grande”. Luego, refi rió que pasados más de treinta días fue trasladado a la Cárcel de Mercedes, “[a]l mes, una mañana temprana nos esposaron a Artola, Leiva, a mí, y a los t res detenidos de Chacabuco –Fernández, Lascoz, y el otro me acuerdo su apellido-. Con dos esposas, com o en trencito, nos esposaron a Artola a Leiva y a mí. Yo esposado con Leiva y él con Artola”. Otro elemento probatori o que permite acredi tar con el grado de certeza req ueri do para esta etapa procesal, la ilegal detención que sufri era Leiva, resulta ser la documentación aportada por la Comisión Provincial por la Memoria. All í a f s. 158 y siguientes se encuentra el Legaj o 5520, Carpeta Vari os, Mesa DS caratulado: “Asunto: Procedimiento anti-subversivo por autoridades militares. Detención: Fernández, Oscar Eduardo y otros, J unín, 19/6/76”. 256 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario A fs. 160, obra un parte q ue reza: “Asunto: Procedimiento Antisubversivo en Junín. A raíz de procedi mientos antisubversivos, dispuestos por las autoridades Militares Sub-Zona 13, procedióse a la detenci ón de Fernández, Oscar Eduardo; Siron, Osvaldo; Lazcoz, H aroldo Blas, todos ellos afincados en la localidad de Chacabuco y de Artola, Alfredo Rodolfo; Leiva, Alberto Luis y Deelari, Juan Carlos, domiciliados en Juní n. Se procedió al secuestro de material ideológico”. Este memorando se encuentra f echado 20 de junio de 1976. A esta altura del an álisis, val e destacar que Juan Carl os De Biasi, Alfredo Artola, Alberto Leiva, Osvaldo Siron, Oscar E. Fernández y Haroldo Blas Lascot fueron puestos a di sposi ción del Poder Ejecutivo Nacional mediante el decreto nro. 1185 del 1 de j ul io de 1976. En consecuencia, las constancias relatadas ut supra permi ten tener por prima facie acreditada la pri vación il egal de la libertad que tuviera como USO OFICIAL víctima a Lascot durante su estancia en l a Comisaría 1ª de J unín, evento q ue habrá de serle reprochado a Ángel José Gómez Pola, Abel Oscar Bracken y Julio Ángel Estel rich . 10. Privación ilegal de la libertad de Susana Noemí Bogey Se encuentra corroborado en autos que Susana Noemí Bogey fue detenida ilegal mente el 6 de juli o de 1976, mientras se encontraba en la terminal de ómnibus de Venado Tuerto. El operativo fue llevado a cabo por una comisi ón polici al que la condujo a la Comisaría local . El 7 de juli o fue llevada a la Unidad Regional de J unín, y el 8 de juli o f ue trasl adada al Destacamento policial de la localidad de Morse. El 10 de j ulio fue transportada a Buen os Aires por una comisión policial q ue la liberó en las inmediaciones del barrio de Palermo en esta ciudad. El 12 de juli o del mi smo año, fue nuevamente detenida cuan do se encontraba en un ómnibus camino a Junín, y en la entrada de dicha ci udad. De allí f ue trasl adada al ex Hospital Ferroviari o local ; tres días más tarde fue alojada en la Comisaría 1ª de Jun ín. Final mente, mediante decreto de f echa 10 de septiembre de 1976, f ue puesta a disposición del P.E.N., y conducida a l a cárcel de Mercedes y, luego, a la Unidad penitenciaria de Villa Devoto; ello, sin perjuici o de registrarse que ya en agosto del mi smo año, había sido iniciado un sumari o a su respecto, por in fracción a l a ley 20840. Tales ci rcunstancias encuentran correlato en los dichos de la propia damnificada, como así también en los de varias personas que compartieron cautiverio con ella. Cabe señalar enton ces, en pri mer lugar, l a decl araci ón de la víctima, quien relató: “...a mi marido se lo llevan el 25 de mayo de 1976. Yo vivía en Capital y trabajab a en Grand Bourg. [ ...] En mi escuela habían secuestrado 257 gente. Había desaparecido mucha gente de mi entorno. En cada una de estas circunstancias también me buscaban a mí, por eso de cidí borrarme de mis lugares habituales. El único l ugar donde ir, era la casa de mis amigos, de mi familia, que fueron los primeros lugares que fueron a buscarme. Fue allanada la casa de mis padres, el día 7 de juli o, donde golpearon severamente a mi padre, le tiraron un tiro que le rozó la cabeza, también a un compañero de trabajo de él, Salvador Berreta, también a una vecina” (fs. 1810/4 y fs. 68/ 71). Agregó: “Yo estaba en la casa de una ami ga, Imelde Sans, en J unín, donde me van a buscar [...] El 7 de julio de 1976 o el día anterior van a la casa de Imelde y yo al canzo a salir de la casa antes del allanamiento. A mí me saca el secretario de Ginzo, de nombre Bardoni , quien está fallecido. Yo alcancé a ver que pasaba un móvil polici al y alguien que se asoma por la ventanilla del auto policial y me señala diciendo que era yo a quien buscaban, esta persona es Luciano Guazzaroni, un conoci do parapolicial, quien ya nos había amenazado antes” (ídem). Con referencia a l as circunstancias atinentes a su deten ción, refiri ó: “Ahí nos ent eramos que habían all anado la casa de Imelde, me sacan del estudio de Domínguez, un señor Ducasse, que también trabajaba en la Justicia. Él me lleva hasta la terminal de micros. Fui hasta la localidad de Alberti o Alberdi, en el distrito de Alem. Donde intenté que me refugiara el cura o que me acompañara a presentarme. El cura, por supuesto, me dijo que no. Así que sigo escapando por mis medios, llegué a Gral. Alvear, tomé otro micro y me detienen finalmente en Venado Tuerto a la mañana, el 8 de julio de 1976, creo. Ahí en la terminal había un móvil policial y pedían identificación a todos los que bajaban, yo supe que era para mí. Tuve suerte, dentro de la desgracia. Yo grit é mi nombre y el teléf ono de una vecina y el colectivero avisó q ue me habían detenido” (ibíd.). Señaló que la comisi ón policial la llevó a la Comisaría de Venado Tuerto. Aparentemente, en este sitio le dieron ingreso. Luego la coloraron en una celda, hasta que en un momento, llegaron a buscarla efectivos de la Unidad Regional de Junín. Seguidamente, manifestó: “Me sacan de la celda y me tiran abajo, en el piso del auto. Yo a las personas estas las pude ver, eran dos tipos grandotes, yo digo que eran agentes de la Unidad Regional porque ellos me dijeron que allí me llevaban. Me estuvieron intimando todo el viaje, que no me iba a poder escapar. En el auto estoy tirada en el piso del asiento de atrás estaba esposada y no estaba vendada. No veía porque iba en el piso del auto. Me llevaron hasta la Unidad Regional de Junín, al entrar identifico y me identifica un agente de la policía Roldán, él prestó testi monio en la causa. Yo veo que entro en la Unidad Regional” (ibíd.). Indicó que, luego de ingresar a la Unidad Regi onal: “...me ponen una capucha, me tapan los oídos yo sigo con estas dos personas, dieron una vuelta 258 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario como en «U» a la derecha, y me llevan a una pieza que daba a la calle, por los ruidos que se sentían. [...] Escuché que decían que Imelde ya había hablado todo, que yo iba a hablar enseguida” (ibíd.). Con referencia a l os interrogatori os, recordó: “A la noche de ese mismo día fue el interrogatorio. Me sacan de la habitación donde estaba, me ponen una venda y me sacan la capucha, eran por l o menos dos personas. Me sacan de esta habitación y bastante cerca me hacen sub ir una escalera y m e meten en otra habitación. Ahí me interrogan otras personas, en tono intimidatorio, en todo momento haciendo prevención de que no mintiera que ellos a mi marido ya lo habían chupado y no lo iba a poder salvar, que no me olvidara que mi familia estaba afuera, que ya habían ido una vez y que podían ir más veces. Me preguntaban por actividades políticas, sindicales, por nombres de gente que conocía y gente que no conocía. [...] Me amenazan con pegarme, con hacerle algo a mi familia y me USO OFICIAL amenazan con quemarme con una estufa. Me acercaban la estufa a la cara…” (ibíd.). En relación a las condiciones de cautiveri o, indicó: “Durante el día que estuve la Unidad Regional estuve siempre con capucha, con las manos esposadas. Me parece que no me dieron de comer, ni de beber. No pude ir al baño. Estuve sola” (ibíd.). Cabe destacar que el pasado 5 de marzo del corriente año, Bogey reconoci ó determinadas instalaci ones de la Unidad Regional VIII de la Policía bonaerense con asiento en Junín, como l os sitios en los que estuvo deteni da a la época de los hechos señalados. En particul ar, aseguró haber permaneci do detenida en una oficina de la planta baja, y en la hoy denominada “Sala de situación” (cf r. fs. 2940/1). Sobre este sitio en particular, se puso de resalto que: “Al ingresar a la misma Bogey reconoce el lugar como en el que estuvo por el camino realizado y por la cercanía a la escalera. Recordó «yo estaba en un sillón, enfrente de mí estaban los que me i nterrogaban, no pude ver nada, acá fue donde la persona que mencioné me acercaba la estufa a la cara diciendo que yo sabía más cosas y que me iba a quemar». Preguntada punt ualmente por quién era esa persona dijo que se trataba de Luciano Guazzaroni, que si bien no lo pude ver lo reconoció por la voz, ya que era una persona que conocía ant eriormente, era el novio de una amiga y era una persona conocida en Junín” (ídem). Retomando su decl aración prestada ante este Tribunal , relató que el 8 de julio f ue trasl adada a otro sitio cercano a Junín, donde arribó luego de aproximadamente 20 o 30 minutos de vi aje. La testigo presumió que este sitio podría haber sido el Destacamento polici al de Morse. Con referencia a este lugar, rememoró: “Al llegar, me introducen a un calabozo allí a veces estuve vendada y a veces no, adentro del calabozo la venda me la sacaron, pero m e dejaron esposada de pies y manos para atrás en una cama de 259 cemento, por la dureza y el frío. Yo gritaba que quería saber donde estaba, que quería hablar con alguien y nadie se identificaba. En un momento pido ir al baño, ya me lo habían negado varias veces, y a la noche una persona dijo que me iba a llevar pero que era bajo su responsabilidad, que no lo comprometiera. Me lleva al baño, sin la venda, había un pasillito, donde había al menos dos calabozos, ahí pasamos a un ambiente más grande, tipo oficina y después de esto estaba el b año. Era un baño chico, creo que no tenía inodoro, era tipo letrina, no recuerdo haber visto una ducha. Él me esperó en la puerta y me volvió a llevar al calabozo” (fs. 1810/4). Añadió: “Al otro día me dijeron que como era fiesta patria me iban a dar de comer, me traj eron unos pedacitos de asado cortados en un plato, yo estaba con las esposas y tuve que comer como los perros. Yo supongo que sería 9 de julio” (ibíd.). A esta al tura del desarrollo, cabe destacar que en l a inspección judicial ll evada a cabo el pasado cinco de marzo de 2010, la damnificada reconoci ó al Destacamento polici al de Morse como el siti o en el que estuvo en aquella época; despejando, de esta manera, la incertidumbre que, respecto de este centro clandestino de detención, había sido puesto de resal to en la resol ución del pasado 30 de dici embre de 2009. Recordemos que en este acto procesal , se dejó constancia, en referencia al sector de calabozos de esta dependencia, de que “...Bogey reconoce este sitio como aquél en el cual habría permanecido en cautiverio, e incluso reconoce el escaso espacio que quedaba entre el camastro y la pared, lo cual impedía el mínimo tránsito por el mismo. Agrega que en este sitio, el día 9 de julio de 1976, le dieron de comer unos pedacitos de asado” ( fs. 2946/8). De esta manera –repito- se ha despej ado l a duda puesta de manifiesto en el auto de fs. 2578/774, respecto del l ugar de cautiverio en el cual la víctima habría estado cautiva desde el 8 a la madrugada del 10 de julio de 1976. Sigui endo con el relato, señal ó que en tre la noche del 9 y la madrugada del 10 de julio de 1976, f ue n uevamente trasladada. Sobre el particular, refirió: “...me pasaron a buscar, otras dos personas, distintas de las que yo escuchaba ahí. Me sacaron la venda, eran dos personas de civil. [...] Este viaje fue la peor parte. Ellos me decían que me iban a chupar igual que a mi marido, que hasta ahora la había pasado bien pero que ahora no iba a pasar. Yo iba en el asiento del acompañante. Me dicen que me van a llevar a otro lugar donde iba a ver a gente que conozco y que yo tenía que hacer de informante de ellos, m e amenazaban con que le iban a hacer daño a mi familia o a mi hijo, me dijeron «cual quier cosa traemos al nene y no hay problema en sacarle los ojos delante tuyo». La venda me la sacaron ya empezado el viaje” (f s. 1810/4) . 260 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Aseveró: “En este viaje me violaron, me golpearon, me humillaron de todas las maneras posibles, me hicieron simulacros de fusilamiento. Este viaje para mí duró un siglo. En una parte estaba la policía identificando l os autos y el que manejaba dijo «¡estos pelotudos! Explicales que nosotros tenemos zona liberada», el que iba atrás se bajó y nos dejaron pasar por la banquina. Íbamos por Ruta 7 para el lado de Buenos Aires. [...] Después me volvieron a tabicar porque me iban a llevar a un lugar donde yo tenía que pasarles información a ellos” (ibíd.). En un momento, le dijeron q ue la iban a soltar, bajo la con dición de que no volviera a Junín, ya que en ese caso, se las iba a tener que ver con el Comisario Penna. Le ordenaron que di rigiera a una embajada y se fuera del país. Con referencia a su liberaci ón, rel ató: “...en un momento me pegaron un empujón, me tiraron a la calle y salieron a toda veloci dad. Podría ser la USO OFICIAL zona de Palermo donde me dejaron. Quise parar un taxi y no me paraban, fueron dos o tres, hasta que uno paró, y al verme de di jo «que te pasó hija». En el taxi le pido que me lleve a una embajada, pero era de madrugada y estaban cerradas, yo no tenía donde ir así que le pido al taxista que me lleve a la casa de un tío en Ramos Mejía. Mi tío me recibió con reparos, tenía mucho miedo. Este tío me t uvo esa noche y al día siguiente habló con otro primo que me llevó a la casa de otra tía en Bella Vista. Ahí estuve un día y pico, esa noche, un día más, hasta que llegó mi papá a buscarme. Él vi no en colectivo a b uscarme, con sus dos costillas quebradas por el golpe que le dieron en el allanamiento. Mi papá me pidió por favor que me entregara y que aclarara mi situación, porq ue ellos habían dicho que si no lo aclaraba mi familia iba a sufrir las consecuencias” (ibíd.). En el viaje de vuel ta hacia Jun ín –acaecido aproximadamente el 12 de julio de ese año-, recordó: “...a la altura de Luján, le dije a mi papá que bajara a rezar y que me llevara a un médico que no me sentía b ien. Buscamos un médico que cuando m e vio me dio sedantes. Yo me llevé el frasquito en el bolsillo. En el colectivo fui al baño, molí todas las pastillas y las mezclé con agua, esto lo puse en el frasco y lo l levaba en el bolsillo. Cuando llegamos O’Higgins, en el límite con J unín, un coche policial para el colectivo y suben dos poli cías. Al ver esto saqué el frasquito y me lo tomé todo. De ahí me desperté en el Hospit al Ferroviario de Junín, esposada en la cama, me habían hecho lavaje de estómago, estaba rodeado el hospital por fuerzas de seguridad, desviaron el trayecto del col ectivo, sacaron el picaporte de la puerta. El operativo era trem endo” (ibíd.). A los dos o tres días de estar internada, fue conducida a la Comisaría 1ª de Jun ín, aparentemente “blanqueada”. En este sitio compartió cautiverio con detenidos comunes. Además, le permitieron visitas de sus familiares. 261 Aseguró haber comparti do cautiverio con Miguel Domínguez quien se encontraba detenido desde el mismo día que ell a-, Armando Blasi – luego elegido diputado provincial- y Carmen Riquelme. Señaló tambi én que “[a]l lado había detenidos ferroviarios, miembros del PC, Ullua, Mufaroto –que lloraba todo el día-, los Fantino, y demás presos y presas comunes” (ibíd.). Con referencia a l as condiciones de cauti verio, manifestó q ue las mismas eran como l as de cualq uier detenido común. Además, fue revisada por un médico, el Dr. Salas. Entre las personas que cumpl ían funci ones en la Comisaría 1ª, recordó al titular de la dependencia, Penna, quien le decía que no figuraba en los libros de entrada y salida de l a Policía porq ue se encontraba a disposición del Ejérci to. Esta persona le llevaba libros de reli gión y derecho, y a la noche o la madrugada, la sacaba de la celda para preguntarl e su opinión acerca de lo que había l eído. También recordó a un policía de apelli do Franco, quien después fue comisario, i ba a charlar con ella, la alentaba y l e decía: “...«de la cárcel se sale y de la tumba no»” (ibíd.). Recordó q ue en septiembre de 1976, aproximadamente el día 15 de ese mes, fue puesta a disposición del P.E.N. y de la J usticia federal de Mercedes, y f ue trasladada, primero a la cárcel de Mercedes, y l uego a l a de Devoto. Señaló q ue mi entras estaba en la Unidad carcelaria de Devoto, fue interrogada por el Coronel Larategui , quien le hizo preguntas acerca del grupo de los 14 que h abía si do detenido en Junín. Con respecto a su l iberación, aseguró: “Salí en libertad el 6 de junio de 1977, me llevaron a Coordinación Federal e hicieron el trámite de rutina, me dijeron que no me metiera en nada «de esta zafaste pero de la próxima no» y me largaron de a la calle. Volví a Junín y hast a hoy estoy viviendo l as consecuencias. Todos los presos políticos estuvimos inhabilitados para trabajar y para estudiar por cinco años y en la práctica se hicieron ocho. Con el tiempo y con las distintas leyes reparadoras me reincorporaron y me reconocieron la antigüedad, pero hoy me di cen que para poder jubilarme tengo que pagar los aportes de esos años [...] De más está decir las consecuenci as físicas y psicológicas que tuvimos. Mi hijo está con tratamiento psicológico desde los tres años y tuvo intentos de sui ci dio, yo quedé con una disrritmia cerebral, he perdido muchísimo la memoria, a mi papá lo jubilaron por invalidez” (ibíd.). Recordó que, una vez en libertad, en una oportunidad fue invitada por el Coronel Camblor a tomar el té al Regimi ento. En esa ocasión le pidió di scul pas por lo sucedi do, y le dijo que en la guerra siempre caen 262 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario inocentes. Ella le preguntó por su mari do, a l o que Camblor le respondi ó que no sabía nada de él y que “...no había desaparecidos” (ibíd.). Su paso por la Comisaría 1ª de Jun ín se encuentra corroborado por el testimonio de Digna Imelde San s –cautiva en tal sitio desde el 7 de julio de 1976 y por el lapso de 15 ó 20 días-, q uien manifestó: “Durante ese lapso, de repente entró al calabozo, detenida, Susana Bogey, pero ella entró feliz, festejando como si hub iera ganado la lotería, yo entonces le recriminé el lío en el que me había metido, le dije que estaba mal de la cabeza por estar tan eufórica por todo los que nos había pasado” (fs. 1747/56). De manera concordante, Alfredo Rodolf o Artola –detenido el 18 de junio de 1976 y alojado en la Comisaría 1ª de Jun ín durante treinta y dos días-, dijo: “En la celda de mujeres vi a Susana Bogey” (fs. 2278/ 80). Finalmente, Miguel Ángel Domínguez –detenido el 7 de juli o de USO OFICIAL 1976 y conduci do a la Comi saría 1ª , donde estuvo cautivo hasta el 13 de agosto del mismo año-, señaló que unos días después de estar secuestrado en tal sitio, vi o a Bogey, de l ejos (cfr. fs. 119/20). Por otra parte, dentro de la prueba documental aportada por el Archivo Provincial por la Memori a, compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, en especial, la Secci ón “C” Nº 2254, Mesa D, carpeta varios, Legajo 5729, se da cuenta de que: “EN UN OPERATI VO REALI ZADO, FUE DETENIDA SUSAN A NOEMÍ BOGEY, ARGENTINA, L.C. 11.011.788, PROFESIÓN DOCENTE, DOMICILIO PRINGLES 998 JUNÍN, CASADA, CON HUGO RAMÓN TORRETA. FUE PUESTA A DISPOSI CIÓN DE LAS AUTORIDADES MILITARES.”. Este informe proviene de la Delegaci ón Junín de la D.I.P.B.A., y su fecha de emisión es del 10/07/76 (cfr. fs. 281/2). Asimismo, en el legajo Mesa DS, carpeta vari os, Leg. 2703, se da cuenta de q ue Bogey fue detenida el 9 de septiembre de 1976 y que, mediante decreto 1986, fue puesta a disposici ón del P.E.N. el día 10 del mismo mes y año (cfr. fs. 304/9) . En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por Susana Noemí Bogey durante su paso por la Unidad Regional VIII de Junín de la Policía bonaerense, por l a Comisaría 1ª de la misma ci udad, y por el Destacamento polici al con asiento en Morse; sucesos q ue habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pola. Por su parte, toda vez que a lo largo de la presente resol ución se ha corroborado la detención de la damnificada en el Destacamento Morse –tal como fue señalado ut supra- habré tambi én de revocar la falt a de mérito que 263 fuera dictada el 30 de diciembre de 2009 respecto de Miguel Ángel Almirón, a fin de responsabilizarlo en l os términos del art. 306 C.P.P.N. en orden a l os hechos que tuvi eran como damnificada a la nombrada Bogey; cuyo desarrollo in extenso será realizado al momento de analizar la responsabilidad penal de los imputados. 11. Privación ilegal de la libertad de Mi guel Ángel Domínguez Se encuentra acreditado en autos que Miguel Ángel Domínguez fue privado ilegalmente de su libertad el 7 de julio de 1976, en oportunidad en la que se presentó en la Comisaría 1ª de Junín y luego de lo cual , quedó detenido. Permaneci ó en este sitio hasta el 13 de agosto del mismo año, fecha en la que f ue liberado. Tales ci rcunstancias se encuentra corroboradas por el testimonio del propio damnificado, q uien al declarar ante el Juzgado Federal de Junín, manifestó que “[ e]l 7 de julio de 1976 Imelde le pidió que la viera a la Dra. Elizabeth Villegas a fin de que le preguntara si prestaba su quinta par que protegiera a una mujer perseguida por las fuerzas públicas. El dicente en ese momento le reprochó que se metiera en esas cosas, comprometiera a sus hijos, a la Dra. Villegas. Como era miércoles y en esos días atendía otro est udio en Alberdi, y estando en ese momento en Junín, ofreció llevar a la señora en cuestión a Alberdi, Imelde decía que buscaba entrar a una embajada, el dicente sólo por ayudar, no que no supiera todo lo que se decía. Luego supo que era Susana Bogey, muy jovencita en ese momento” (fs. 119/20). Estas circunstancias encuentran correlato en el testimonio de Digna Imel de Sans (cfr. fs. 1747/56) y de Susana Bogey (cf r. fs. 1810/4). Agregó que “[e] n el viaje se enteró que era la mujer de Torreta y que a su marido lo habían matado en un encuentro entre militares y policías en el camino de Rojas, ruta 188, en el cruce de la ruta que viene de Chacabuco, que estaba señalado como activista guerrillero, a lo que ella decía que no estaba enterada y a raíz de eso la buscaban a ella” (ídem). En su declaración prestada ante este Tribunal, preci só: “Me q uedé en la Escribanía del Dr. Corral y creo que Ducasse la llevó a la Iglesia y se la dejó al cura. De ahí, me parece que la llevaron a un bar donde parab a un colectivo que iba para Rufino. Allí aparentemente se fue” ( fs. 3413/6). Señaló que al llegar a su casa a la noche, su esposa le dijo que personal de la Comi saría de Vedia lo estaba buscando, a raíz de l o cual, se dirigi ó a esta Seccional. Al llegar a la dependencia, le informaron que oficiales de la Comi saría de Junín lo an daban buscando por haber llevado a una mujer perseguida por “guerrillera”. Continuó: “Ante ello, fui en mi auto particular hasta la Comisaría 1ª de Junín. Vine acompañado por el oficial Lanzetti. En Junín el Teniente Coronel 264 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Arnoldo Díaz me dijo que la mujer que había llevado tenía la muerte en la sangre. Que era una guerrillera. Esto fue el mismo 7 de julio. Habré estado cuatro o cinco horas dando vueltas en la guardia, y en la madrugada del 8, me llevaron al calabozo” (ídem). Recordó que estuvo detenido treinta y ci nco días en la Comisaría 1ª, los primeros catorce, los pasó en un calabozo que compartía con un detenido común, acusado de ser pi rata del asfalto, y el ti empo restante en una habitación ubicada casi en la entrada de l a Secci onal. Al respecto, indicó: “En el calabozo est uve detenido con un grupo de ferroviarios, entre los que estaba Juan Carlos De Biasi, me parece que había uno de apellido Alé, creo que también “el rulo” Alberti, esposo de Mirta Rubini. Él era Secretario de los Municipales, mientras que Alé era Secretario de los ferroviarios. Todos pertenecían a l a J.P. y a las distintas fracciones que habían en ese momento. USO OFICIAL Yo estaba detenido en un calabozo chiquito, con un pirata del asfalto, un mendocino. Dormía en el calabozo en el piso, tirado sobre una frazada” (ibíd.). Prosiguió: “Al tercer día mi familia descubre que estaba detenido ahí. Juan Carlos Barreiro Paz hizo toda una gest ión para saber dónde estaba detenido. Él consiguió que mi esposa tuviera una reunión con el Teniente Coronel Arnoldo Díaz, quien en di cha oportunidad, le dijo: «A su marido lo tenemos preso por boludo»“ (ibíd.). En lo rel ativo al régimen de vi da durante los primeros catorce días, señaló: “En los calabozos no la pasamos bien, pero no vi que golpearan a nadie. A las mujeres sí las oi gritar algunas veces. Nos permitían hablar entre nosotros, podíamos salir y conversar durante el día en el pasillo. [...] Cuando nos daban de comer nos daban polenta, como un guiso. Agarrábamos una galleta y la utilizábamos como una cuchara” (ibíd.). Añadió al respecto que: “en los calabozos la higiene no es la mejor. Los catorce días de calabozo, teníamos que ir a un baño tipo pileta turca, en condi ciones que no eran las más higiénicas. Cuando nos pasaron a la pieza de adelante, las condi ciones cambiaron. El baño lo teníamos ahí, los usábamos nosotros y algunos oficiales, por lo que nos encargábamos nosotros mismos de la limpieza. Ir al baño en los primeros días de calabozo era denigrante, porque no son las condi ciones mínimas de higiene que una persona necesita. No teníamos intimidad, reserva, ni nada. Y cuando estás padeciendo injustamente una detención o una privación de la libertad que te vuelve loco, con la inseguridad de no saber cuál va a ser tu final, es bravo” (ibíd.). Recordó que a los catorce días de estar detenido en este siti o, fue llevado a otra dependencia dentro de l a Comi saría 1ª , lo cual significó un cambio en l as condiciones de cautiverio. 265 Sobre el particular, relató: “Cuando nos pasaron a la pieza est a, con Armando Blasi, permi tieron que nuestra familia nos trajera de comer. La habitación esta estaba abajo, al lado de la peluquería. De hecho, había un par de oficiales que se cambiaban en este lugar. Cuando nos pasaron a esta pieza, era porque, en el fondo, sabían que no teníamos nada que ver con el activismo político de lo que ellos llamaban «los guerrilleros». A Armando Blasi lo detuvieron el 11 de julio y estuvo 3 o 4 días en el calabozo. Como tenía vinculaciones políticas, lo pasaron a esta pieza. Como yo hinché, también me llevaron” (ibíd.). Refiri ó que el régi men luego del traslado a este l ugar fue diferente, a punto tal que le permiti eron recibir ali mentos que le llevaban sus familiares, y allí reci én pudo bañarse. Indicó particularmente que en varias oportunidades f ueron invitados a comer por el Comisario Oscar Pena. Manifestó al respecto que: “Un par de veces nos invitó Pena a comer a la parte de arriba de la Comisaría, donde él vivía. Le i nteresaba mucho habl ar con Blasi, que era peronista, pero moderado. Pena decía había estado en Nueva York, que había hecho cursos de investigación. Justificaba las «boletas», la muerte de delincuentes o de todo aquel que enfrentara a la Policía. Adentro de l a Comisaría decían que tenía muchas «boletas». No sé si era respetado o temido. Yo creo que era más temido” (ibíd.). En relación a los represores del centro, individualizó a Manzanares, Mastrandrea, Amengual y Estel rich. Respecto de este último, consignó que se decía que era pesado, de mano dura. También recordó que eran comunes las vi sitas de militares a la Comisaría (ibíd.). En lo relativo a su l iberación, relató: “fue el 13 de agosto de 1976. Me venían di ciendo, sobre todo Pena, que pronto me iban a liberar. Ese día me llamó Pena a su despacho, y me dijo que esperaba que hubiera aprendido que los abogados no tenían que hacer amparos, que tuviera suerte. Creo que le pedí el teléfono para llamar a mi mujer para que me viniera a buscar” (ibíd.). Esta f unción “al eccionadora” q ue l os represores de la época daban a las detenciones clandestinas no constituía un f enómeno poco común. Por el contrario, Domínguez recordó el caso de un Magistrado de Junín, que también fue detenido, al parecer, por dar trámite a un habeas corpus. Sobre el particular, recordó: “luego del golpe de estado, el 24 de marzo de 1976, el Dr. Juan Carlos Venini, Presidente de la Cámara en lo Penal de Junín, solicitó informes al Ejército respecto de un habeas corpus que se había planteado. Ante ello, personal del Ejército l o fue a buscar y lo tuvieron detenido en el Regimiento de Junín durante cuatro o ci nco horas. Parece q ue en ese momento le ordenaron que no diera trámite a los habeas corpus, q ue este tipo de presentaciones no iban a tener cabida en Junín” (ibíd.). 266 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario La detención de Mi guel Ángel Domínguez se encuentra a su vez corroborada por el testimonio de Digna Imelde Sans, q uien refirió que: “Domínguez y Susana [Bogey] fueron seguidos, y al llegar all á, a Vedia, el Dr. Domínguez fue deteni do. Los estaban esperando” (fs. 1747/56). Por su parte, su paso por la Comisaría 1ª de Junín se encuentra acredi tado tambi én por los dichos de la propia Sans, qui en fue detenida el 7 de julio de 1976 durante un lapso entre quince y veinte días. Manifestó sobre el particular que “...le dijeron desde la ot ra celda que ahí estaba detenido el Dr. Domínguez, cosa que me deprimió mucho, me sentía muy culpable por lo sucedido con él” (ídem). De manera concordante, Susana Bogey dijo: “En la Comi saría estaba como blanqueada, con los presos comunes, me permitieron visitas con mi familia. En el calabozo de enfrente estaba Domínguez, desde que me detuvieron a mí USO OFICIAL y el que después fue el diputado provi ncial Armando Blasi..” (fs. 1810/4). Finalmente, Alfredo Artola –detenido desde el primero de julio de 1976, l uego de lo cual permaneci ó en la Comisaría 1ª de Junín por el lapso de treinta días, aproximadamente- mencionó que: “Otro abogado que estuvo ahí era el Dr. Domínguez, él estuvo ahí por un traslado que le hizo a Bogey, él habrá estado más o menos quince días” (fs. 2278/80). En suma, las constancias señaladas a lo largo de este punto, permiten tener por acredi tada la privación ilegal de la libertad que suf riere Miguel Ángel Domínguez durante su estancia en l a Comisaría 1ª de Junín, evento que habrá de serle imputado a Ángel José Gómez Pol a. 12. Privación ilegal de la libertad de Daniel Walter Gómez Se encuentra acredi tado en autos que Daniel Walter Gómez fue privado ilegalmente de su libertad el 23 de septiembre de 1976, mientras se encontraba en la intersecci ón de las call es Tucumán y Roq ue Sáenz Peña de Junín, y trasladado a un lugar de detención aún no i dentificado. Luego de 24 hs. aproximadamente, fue trasladado a la Comisaría 1ª de J un ín. En el marco de la causa nro. 38.156 del registro del J uzgado Federal de Mercedes, se dej ó constancia de que una supuesta detención, q ue habría acaeci do el 27 de septiembre del mismo año. Daniel Walter Gómez, al declarar ante este Tribunal a fs. 2297/300 brindó detalles de su detención, oportunidad en la que recordó: “yo fui secuestrado el 23 de septiembre de 1976. Yo en ese moment o era de profesión ferroviario, tenía un acercamiento con la gente del gremio y era militante de la Juventud Peronista. En ese momento ya había gente de mi entorno que había sido secuestrada, pero yo nunca pensé que me podía pasar a mí, si no me hubiera ido para no vivir todo ese infierno. Continuando con mi relato el 23 de sept iembre a las 23:30 más o menos me secuestraron, yo venía con la moto y a llegar a una cuadra y media 267 de mi casa –intersecci ón de las calles Tucumán y Roque Sáenz Peña de Junín- me cruzan un auto fiat y me caigo de la moto. Se baja la gente del auto, serían tres o cuatro personas, me ponen una capucha, me atan las manos y me cargan en el auto”. Desde all í fue trasl adado a un lugar aún no identificado, l uego de 40 minutos de viaj e aproximadamente. En dicho si tio n o vio a nadie, conforme su testimonio “fue la soledad ab soluta”. Luego de aproximadamente 24 hs., en aquel sitio fue llevado vendado a l o que l uego supo q ue era la Comisaría 1ª de Junín. Refi rió q ue en este siti o: “...en el calabozo habría 7 u 8 personas y hablábamos entre nosotros, ellos me dijeron que era la Comisaría de Junín, yo nunca había estado ahí. Me pusieron en una celda individual y después me sacaron la venda, yo creo que fue el cabo de guardia de los detenidos quien me la sacó. Los otros det enidos eran todos presos comunes. El trato era el mismo para todos. Ahí cómo que se blanqueo mi situación [...] Ellos [sus familiares] van a la comisaría y reclaman por mí, primero lo niegan y después terminan aceptando que estaba ahí. Yo estuve un mes ahí. Pude recibir visitas, me vio mi novia, mi madre. Me dieron ingreso en la comisaría, me sacaron una foto. También me interrogaron, el sumariante era un ofi cial, no lo recuerdo. Todo girab a sobre la actividad barrial, gremial, con los ferroviarios, tampoco tenían grandes argumentos de nada porque a mí no me agarraron con nada, ni armas ni nada. Yo estuve todo el mes en el calabozo individual, sería de dos metros y algo de largo por uno de ancho, tenía una ventana hacia un patio interno, tenía una cama de material. Para ir al baño había que pedirle al cabo de guardia y te llevaba. Creo que alguna vez me habré bañado, la comida era la que me llevaba mi familia, había una comida interna pero mis padres me llevaban todos los días la comida” (ídem). Cabe destacar que en oportunidad de realizar la inspección ocular en la Comisaría 1ª de J unín el pasado 5 de marzo del corri ente año, Gómez reconoció el calabozo en el q ue estuvo detenido (cfr. fs. 2934/9). Conforme las pruebas obrantes en autos, en el marco de la causa nro. 38156 del J uzgado Federal de Mercedes, provincia de Buenos Aires –que se encuentra reservada en Secretaría-, se detuvo a Daniel Walter Gómez el 27 de septiembre de 1976 (cfr. fs. 47 de dicha causa) . Al i gual que en otros casos ya analizados por el suscri pto, medi ante ese acto se legalizó una detención preexistente ab initio clandestina. Así, en el acta de mención, obrante a fs. 47, la cual se encuentra firmada por Ángel José Gómez Pola, en su carácter de Jefe del Grupo de Artillería 101, se lee: “En la Ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires, a los veintisiete días del mes de Septiembre de mil novecientos setenta y seis procedí a detener a la siguiente persona: Daniel Walter Gómez [...] La detención del imputado 268 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario se produjo en la vía pública, por pertenecer a la subversión militando en el PRT – ERP, no habiendo test igos del procedimiento”. La instrucci ón de la causa f ue delegada al personal de la Comisaría 1ª de J unín, conforme con la normativa vigente en la época. De acuerdo a l as constancias all í agregadas, la detención de Daniel Walter Gómez pasó a estar a di sposición, también, del Poder Ejecutivo Nacional, medi ante el decreto 2377/76 del 7 de octubre de 1976. Con fecha 22 de octubre del mismo año, se le di o ingreso en la Unidad Penitenciaria nro. 5 de Mercedes del Servicio Penitenciari o Bonaerense. Por otra parte, en sus declaraciones, el damnificado refirió que estando detenido en el Penal de Mercedes, el 1° de diciembre de 1976 f ue vendado y llevado a un lugar no identificado donde fue sistemáticamente interrogado y torturado por di stintas personas, entre q uienes pudo reconocer USO OFICIAL al extinto Comisario Penna, por su voz. Textual mente dijo: “[e]l auto habrá caminado dos o tres horas, no menos de eso, me sacan del auto y me depositan dentro de otro calabozo. Todo esto sin tomar agua, si n i r al baño, cuando llegué yo estaba todo orinado. Yo estaba esposado con las manos para atrás, y con cinta adhesiva en los ojos, una cinta engomada. Se me hizo después una infección terrible en la vista por tenerla tanto tiempo. Cuando llega la noche vi en el primer interrogatorio. Me llevan a otra dependencia, me desnudan, me atan a un elástico de cama de metal de pies y manos, me ponen una toalla mojada arriba del abdomen y ahí me empiezan a picanear. Yo creo que habría cuatro personas ahí, por las voces. Alguien me tomaba el pulso, seguramente para ver si podía aguantar. [...] Fueron todas las noches durante una semana, para mi llegaba la noche y era terrible. Las otras tres semanas que estuve ahí me tuvieron siempre encerrado y vendado” (fs. 2297/300). Luego recordó: “[m] e sacaron una sola vez la venda, la hora antes de que me devuelvan a la cárcel. Me hacen poner de espalda hacia una pared, me sacan la venda y me ponen como un banquito y me hacen firmar unos papeles, claramente no tengo la menor idea de lo que estaba firmando” (ibíd.). Si bien en la referida declaraci ón mencionó que el lugar en el que estuvo detenido podría ser el Destacamento Morse de la Policía de l a provincia de Buen os Aires, en la inspecci ón ocular all í realizada, el testi go no reconoci ó el l ugar (cfr. fs. 2946/8). Por otra parte he de tener en cuenta que en la causa ya referida, obran constancias de un traslado a l a Comisaría 1ª de J unín ordenado por la Jefatura del Área 131 en la misma fecha indicada por el testigo (cfr. fs. 135 del Expte. 38.156). Incluso se encuentra glosada a fs. 87 de la citada causa, un acta de declaración indagatoria fechada el 18 de diciembre del mismo año, por 269 cierto, altamente autoincriminatoria; hecho que podría coincidir con los dichos del testigo de que en una ocasión le hicieron firmar unos papeles que no pudo ver por estar vendado. Al concluir dicha declaraci ón, se lee: “... el compareciente Daniel Walter Gómez, agrega que también conoce a Gilberto Mesa, (a) «Beto» que es un «titiritero», a otro de apellido Cerutti y a otro llamado Adrián Romié, como personas que andan en act ividades subversivas”. Tal como se desarroll ará en sus casos, Ademar Adrián Romi é y Gilberto Mesa fueron secuestrados el 17 de diciembre de 1976 y se encuentran actualmente desapareci dos. No obstante lo señal ado precedentemente, y en atención a que a esta altura del proceso, no han podido dil ucidarse las circunstancias témporo- especiales bajo las cuales la víctima f ue objeto de torturas, ni men os aún los presuntos autores de tales prácticas, habré de mantener el temperamento mani festado en la declaración indagatoria, en tanto y en cuanto Gómez Pola no fue i mputado en orden a estas ci rcunstancias. En efecto, resultan por el momen to contradictori as las constancias obrantes en la causa nro. 38.156 que dan cuenta de un supuesto traslado de Gómez a la Comisaría 1ª, en contraste con los dichos del propi o damnificado, quien tanto en su declaración previamente citada, como en el marco de las inspecciones judiciales llevadas a cabo el 5 de marzo en la Comisaría 1ª de Junín y en el Destacamento de Morse, el nombrado no reconoci ó a estos si tios como aquéll os en los cuales habría estado detenido a principi os de diciembre de 1976. En otro orden de ideas, encuentro oportuno esta instancia para, al menos, reali zar alguna reflexión en torno a la práctica aberrante q ue constituyó la denominada inquisitiva; cuya tort ura generalizaci ón j udicial, duran te la de época raigambre del netamente autodenominado “Proceso de Reorgani zación Nacional” y tiempos inmedi atamente posteriores, encontró su caldo de cultivo en las declaraciones indagatorias prestadas en el ámbito de las Comisarías. No está de más adverti r q ue, si bi en este f enómeno se vio generalizado y desbordado durante el gobierno de facto, las prácticas que l o caracterizaron, enquistadas en la misma estructura de la burocracia policial, gozaron de buena salud durante mucho tiempo después de devenido el gobierno democráti co; situaci ón que, si bien en una con siderable menor medida, se mantiene hasta nuestros días Sobre las posi bles causas de dicho fenómeno, se ha dicho que: “Los funcionarios encargados de aplicar la ley –mal formados, mal pagos y poco respetados- son con frecuencia tentados de abusar de su poder en el desempeño de 270 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario sus funciones y, lamentablemente, esa caracterización se aplica a muchas fuerzas policiales latinoamericanas. Las prácti cas históricas de obtención coercitiva de información y confesi ones de testigos y sospechosos si n duda continuaron [...] Además, la experienci a de la policía, frecuentemente convocada para colaborar con las fuerzas de seguridad durante períodos de desorden político, no puede ser inmediatamente desaprendida luego de un cambio de gobierno o del colapso de la insurgencia armada. Tales prácticas son alentadas por sistemas legales que se apoyan fuertemente en [procedimientos] escritos, y que por lo tanto otorgan gran importancia a las confesiones y otras declaraciones de sospechosos y testigos. Los jueces, en respuesta a demandas públicas cada vez más insistent es a favor de una protección más efectiva del orden público, prefieren hacer la vista gorda a las ilegalidades policiales...” (Rodley, Ni gel S.: Tortura y condi ciones de detención en América Latina, publ . en: La (in)efectividad de la ley y la excl usión en América Latina, Méndez, J uan; O’Donell, Gui llermo y Pinheiro, Paul o (Comps.), Ed. USO OFICIAL Paidós, Buen os Aires, 2002, p. 42). No fue otro el motivo que, felizmente, se intentó erradicar con la sanción de la ley 23.097 en 1984, medi ante la cual se prohibió de manera absoluta a la pol icía, la posibilidad de recibi r declaracion es del imputado; además de la reducción de l os plazos de detenci ón –independientemente del éxito o no de las medidas adoptadas-. Finalmente, consi dero oportun o traer a colación las palabras del propio Gómez que, mejor q ue nadie, nos otorga una muestra cabal de la situaci ón vivida en aquel momento por la casi totalidad de las víctimas de la represi ón estatal ocurrida en la ciudad de Junín: “Yo tení a 20 años en ese momento, con esto perdí todo, yo esta histori a la negué durante muchos años, recién ahora se acuerdan de l o que pasamos, yo perdí mi trabajo, nunca me reincorporaron al ferrocarril [...] Es un estado terrible, no sos una persona, sos un zombie. Yo estuve a punto de sui cidarme ahí, yo no daba más con las torturas, pensé en darme un buen golpe en la nuca y morirme ahí, finalmente no lo hice. Ellos no tenían ni diálogo conmigo, en el único momento que me hablaban era en el interrogatorio” (fs. 2297/300). En suma, las constancias señaladas a lo largo de este punto, permiten tener por acredi tada la privación ilegal de la libertad que suf riere Daniel Wálter Gómez entre el 23 y el 27 de septiembre de 1976, evento que habrá de serle imputado a Ángel José Gómez Pola. 13. Privación ilegal de la libertad y t ormentos de Alberto Cava Se encuentra acreditado en autos que Alberto Cava fue ilegalmente deteni do el 14 de noviembre de 1976, aproximadamente a la 1:30 hs., mientras se encontraba en su domi cilio. Ell o ocurrió en el marco de un operativo llevado a cabo por personal policial vesti do de civil. De all í fue 271 conducido a l a cárcel de J unín, q ue en aquella época se encontraba en construcción, l ugar en el que habría sido sometido a tormentos. Unas horas después f ue llevado a lo Comi saría 1ª de Junín, desde don de fue liberado, aproximadamente, a las 14:00 hs. del día siguiente. Tales ci rcunstancias encuentran correlato en los dichos del propio damnificado y demás constancias pertinentes. En efecto, en su declaración testimonial prestada ante este tribunal a fs. 1894/8, recordó su secuestro: “...estábamos con m i mujer en uno de los patios de mi casa, y vemos que comienza a ingresar una enorme cantidad de gente por las dos casas linderas, a uno y otro lado de nuestro patio. Creo, sin exagerar que han sido más de 100 personas. Todos estaban armados, mucha gente ingresaba por los techos, todos estaban vestidos de civil. Era una barbaridad toda esa enormidad de gente para detener a un pobre obrero ferroviario como yo. [...] Salgo entonces fuera de mi casa y en el umbral del zaguán, viene uno que me esposa. Mi mujer lloraba y gritaba que no me llevaran, y entonces uno de ellos le dio un culatazo con un arma. Cuando me sacan afuera, me quise morir, era impresionante la gente que había en la calle. Había una enorme cantidad de poli cías la que estaba afuera también, todos con armamento. Frente a casa había unos cinco coches Fiat 1500 de color verde oliva, detrás de ellos, ocho coches de asalto, de esos largos, de color blanco. Ellos me subieron al Fiat 1500, al lado del comisario Penna, en el asiento de atrás. Ahí, otro policía me pone una capucha en la cabeza. Me tiraron entonces al piso de atrás del auto y me pusieron las piernas arriba de la espalda y el cuello, me ahogaba en esa posición por la presión y porque todo era muy angostito”. De allí fue trasladado a la “cárcel en construcción de Junín”; respecto de lo cual, mencionó: “Luego me levantaron, me sentaron, y el auto comenzó a hacer su t rayecto. [...] Penna m e preguntaba entonces dónde estaba mi hijo, siempre hacía lo mismo, y repetíamos la misma escena que ya relaté. Él ya se había puesto nervioso por mi negativa, yo ya pensaba que en ese momento me iban a matar. [...] Yo pensab a que era boleta. El auto entonces, agarró l a calle Benito de Miguel que sale a la ruta 7. Yo estab a encapuchado pero me daba cuenta perfectamente del cam ino que estaba haciendo el auto. Yo sabía q ue si agarraba la ruta para el lado de la izquierda íbamos para Baigorrita o Morse, pero ellos doblaron para la derecha para el lado de la cárcel de J unín que estaba en construcción. Yo fui el primero que la inauguré. El auto luego de un tiempo, salió de la ruta y comenzó a andar por el barro, daban vueltas, me bajaban de un auto y me sub ían a otro, varías veces lo hicieron. A la tercera vez, me hicieron un simulacro de f usilamiento. Luego me subieron a un piso que era como una vereda, larga de unos diez metros de largo. Era muy lisa la vereda como de portland alisado. Me hicieron caminar esos diez metros, y escuchó que sacaron una chapa q ue se ve que hacía las veces de puerta, porque no tenía entrada la cárcel, no estab a terminada. Me meten adentro de la 272 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario cárcel, siempre encapuchado y esposado, y escucho que uno de ellos toca una cuerda, y me dice «ahora vas a cantar», yo entonces le hice un chiste, diciéndole que yo tenía buena voz, que cantaba muy bien” (ídem). Con relación a las sesiones de tormentos a las que fue sometido dijo: “Me colocaron entonces en un colchón de elástico, de un metro de alto, me dejaron desnudo, y m e ataron a ese elástico metálico como a Tupac Amaru, por las extremidades. Nadie hablaba ni me decía nada. De golpe, me mojaron todo, me tiraron como un baldazo de agua. Me mojaron todo el cuerpo. [...] Empezaron entonces a darme «como en la guerra», me daban corriente eléct rica. No se puede relatar el dolor, la desesperación, mis gri tos. Era terrible, por más que llorara, gritara y pidiera no se podía hacer nada, dónde más dieron electricidad fue en los testículos y en el pene. También en la planta de los pies. La tenían con mis genitales, se la habían agarrado con ellos. También me dieron picana en los dientes, USO OFICIAL en las encías, se me cayeron todos los dient es. Quede todo arrugado, destruido, fue lo peor que me pasó en la vida. Luego de eso me desvanecí, perdí el conocimiento. Cuando me desperté del desmayo, me di cuenta que uno de ellos me estaba dando golpes en el pecho, y luego uno, me daba respiración boca a boca, yo estaba recobrando de a poco el conocimiento pero no reaccionaba. Escuché que uno le dijo a otro «vamos, vamos, apúrense a ver si se nos va éste»” (ibíd.). Luego fue trasladado a la Comisaría 1ª de Junín, hech o que recordó de la sigui ente manera: “Cuando recobré el conocimiento, me dieron mi ropa, y me sacaron de la cárcel. Me subieron de nuevo al auto y me sacaron por el mismo lugar por el que había entrado. Ahí ya me sacaron la capucha y pude ver que era la cárcel en dónde me habían torturado. Desde ahí me llevaron directamente a la Comisaría Primera de Junín y me dejaron en un «calabozo riguroso» según dijeron. Ahí estaba yo solo detenido” (ibíd.). Cava recuperó su li bertad al día siguiente, desde la depen dencia policial mencionada. Al respecto, indicó: “El que me salvó a mí, fue mi primo hermano, José Lombardi, que era presidente de la cooperadora policial, y que era muy amigo de Penna, salían a cenar juntos muchas veces. [...] Él entonces, según me contó luego, que fue a hablar con Penna y éste le contó que había hecho un procedimiento en la casa de la familia Cava, Lombardi, le dijo entonces que yo era primo de él, y entonces Penna le dijo que lo perdonara, que había sido un error, que todo se iba a solucionar pronto y que no quería hacerse un enemigo. A mí me sacaron entonces del calabozo y me llevaron a una oficina. Allí una mujer policía me preguntó qué me faltaba, me devolvió las cosas y me largaron” (ibí d.). El cautiverio sufrido por Alberto Cava se encuentra vinculado con el hallazgo de armas en la bóveda f amiliar del cementerio de J unín el 22 de octubre de 1976. Tal circunstanci a encuentra asidero no sólo en el testimonio de Alberto Cava, ya reseñado, sino también en el relato de los 273 hechos efectuado por Edgardo Aníbal Cava en el libro “El Orden de las tumbas” de Héctor P ellizi, ya citado. Por úl timo, pero no por ello menos i mportante, resulta necesario hacer referencia a la documentación de l a DIPBA que se encuentra reservada en Secretaría, en la cual fi gura el Legaj o nro. 6745, Mesa D (S), caratulado “Secuestro de armas en Cementerio de Junín”, de fecha 25 de octubre de 1976, en el cual se da cuenta del hecho, a la par que surge que por tal motivo, el 23 de octubre del mismo año se ordenó la detención de Edgardo Aníbal Cava –hijo del nombrado-. En suma, las constancias señaladas precedentemente, permiten tener por prima facie acreditada la pri vación ilegal de la libertad y los tormentos padecidos por Alberto Cava durante su estancia en la “cárcel en construcción de Junín”, como así también la privaci ón ilegal de la libertad que lo tuviera como víctima durante su paso en la Comisaría 1ª de la misma ciudad, evento que h abrá de serle imputado a Ángel José Gómez Pola. 14. Privación ilegal de la libertad de Ademar Adrián Romié Se encuentra acredi tado en autos que Ademar Adrián Romi é fue detenido ilegalmente en la madrugada del 17 de diciembre de 1976, en la vía pública, precisamen te, en la intersecci ón de las calles C. Saavedra y P. Aparicio de J unín, provincia de Buenos Aires. Permanece desaparecido. Al momento de l os hechos, el damnificado trabajaba como mozo en el “Automoto Cl ub Junín”. El día de referencia, a las 3:00 hs. de la madrugada aproximadamente, cuando salía del trabajo junto a dos de sus compañeros a bordo de un taxi, f ueron interceptados por un automóvil Ford Falcon, del que baj aron individuos de civil, armados, que se presentaron como policías, q ue detuvieron a Romié y se l o llevaron con rumbo aún desconoci do. Dan cuenta de tales circunstancias, los testimonios brindados por Héctor Juan Peral ta (cfr. fs. 725), Ramón Esteban Sartori (cfr. fs. 727) y Ricardo Omar Bevil acqua (cfr. fs. 773), compañeros de trabajo de Romi é al momento de los hechos, quienes compartían el automóvil con él la noche de su secuestro. Sobre el particular, Peralta manifestó: “... haciendo dos cuadras por Saavedra estaba la casa Larrosa, en la esquina de 12 de octubre, antes de pasar la esquina se nos adelant a un Falcon gris y nos cruza, se abren las cuatro puertas del Falcon y se bajan cuat ro personas con armas largas, gritando «Pol icía, abajo todo el mundo». Al principio Romié no quería bajar, pero yo lo apuré porque nos iban a tirar si no lo hacíamos, y bajó, bajamos todos y nos hicieron poner los brazos contra el auto, sobre el techo. Yo sentí «éste es» cuando dijo eso uno de los policías –todos vestidos de civil y a ninguno pude conocer como de Junín- yo me di vuelta y me dan 274 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario un cachetazo para que no mire. Se dirigían a Romié. Le pusieron el brazo derecho en la espalda, tres lo llevaron al Falcon, lo sentaron atrás, uno se quedó con la ametralladora apuntándonos, nos hizo sub ir y le dijo al taxist a que echara para atrás sin mirar. Seguimos tres cuadras marcha atrás hasta Gandini y ahí en contramano hasta la Comisaría. Yo vi que el auto seguía derecho por Saavedra para la circunvalación, no l o vi doblar” (fs. 725). Coincidentemente, Ramón Esteban Sartori, a fs. 727 declaró: “…no recuerdo bien la fecha, sé que era de madrugada, Yo era amigo del padre, pero no sabía que el chico era Romié, sólo sabía que se llamaba Cristian. Yo trabajaba de mozo con Vil ches, que era el dueño del Rest aurant. Hacía una semana más o menos que Romié, trabajaba ahí de adicionista, [ …] sabía que se llamaba Cristian y que había venido de La Plata o Buenos Aires, de estudiar […]. Esa noche salíamos de trabajar, a la una o dos de la mañana est ábamos Peralta, le decíamos «el Chivi», Bevilacqua, Olocco (fallecido), yo y Romié; íbamos a tomar un taxi, cada uno vivía USO OFICIAL por una punta de Junín, lo invitamos a ir con nosotros, al pri ncipio no quería ir pero vino. Dijo que bajaba en la 9 de julio [ …] Agarramos por Sáenz Peña derecho, y una cuadra antes de la Ranchería se nos cruzó un Fal con Gri s, sin patente ni luces. Apenas terminamos de frenar ya se habían bajado los cuatro del Falcon, armados dos con ametralladoras y dos con pistolas tipo ´45 […]. Todo fue muy rápido y como se pararon al lado del auto no le podíamos ver las caras. Apenas bajó Peralta lo agarraron a Romié y dijeron «a vos te buscamos» y le cruzaron el brazo atrás y se lo llevaron. A nosotros nos dijeron que volvamos marcha atrás y así lo hicimos, yendo hasta Gandini, donde tomamos hasta la Comisaría. Yo me bajé en la Comisaría con Bevilacqua y no recuerdo si alguien más. Nos tuvi eron un rato, nos tomaron la denuncia contando esto y nunca más nos citaron”. En forma concordante, Ricardo Omar Bevilacqua, dijo: “…no recuerdo exactamente la fecha […] salimos de trabajar, este chico hacía muy pocos días que estaba trabajando con nosotros de adicionista […] el chico se iba a ir sólo, pero lo invitamos a ir con nosotros. Subimos al taxi […] que el taxista era Vidal, no sé si todavía vive. Tomamos por Sáenz Peña, nos cruzaron el coche, un Falcon gris, sin patente, sin luces y bajaron, no me acuerdo si dos o tres, t odos armados con armas grandes y lo agarraron al chico, lo cargaron en la baúl y doblaron por Pedro Aparicio en contramano […] no puedo describir a las personas que bajaron, fue todo muy rápido y con el susto menos todavía. No era gente que hub iera conocido de antes y no los volví a ver. Nosotros fuimos a la Comisaría a hacer la denuncia. Seguro que bajó Sartori y no me acuerdo si también nos acompaño Vidal. Estuvimos un rato largo […]. De Comisario estaba Penna, pero no fue él quien nos atendió, fue un oficial que estaba de servicio […] nunca supimos nada relacionado con lo sucedido…” (fs. 773). 275 A mayor abundami ento, he de destacar el testimonio de Sara Concepci ón Ailuk, madre de la víctima, quien recordó q ue el secuestro de su hijo se produjo el 17 de diciembre de 1976. Puntualizó: “El 18 se levantó y al no verlo, llamó al Club para ver si se había quedado allí. La señora que trabajaba en el Club le dijo que no se preocupe, ya q ue se habría quedado conversando con amigos. En el transcurso de la mañana, al ver que no llegaba decidió ir a la Comisaría, ya que su marido había ido a trabajar a la Municipalidad. En la Comisaría los atendió el Comisario [...] le empezó a preguntar cosas, pero no daba ningún tipo de respuesta a la pregunta de la dicente, que quería saber qué había pasado con su hijo” (fs. 647). Finalmente, relató q ue al día siguiente f ue “al Regimiento” donde fue atendi da por el Coronel Camblor, quien luego de reci bir la explicación del motivo de su presencia en ese lugar, éste le contestó que “de acá no fue, pero si fue de la Comisaría a mí me lo van a tener que decir” y les dijo que “vuelvan el lunes”; así Ail uk, se presentó el día indicado, y notó al Coronel “visiblemente nervioso, no dio ninguna respuesta, como si no supiera qué había pasado. En otras oportunidades regresó al cuartel, obteniendo siempre la misma respuesta” (ídem). En su declaración testimonial, Nora Susana Acedo, en aquel momento pareja de Ademar Romié, expresó no recordar el hecho por estar sumamente sensibili zada con lo sucedido. Señaló que vi o al nombrado el día anterior al secuestro y que Vilches, el patrón, le dijo que “…cuando salieron en un taxi, les atravesaron un coche, los hicieron bajar a todos, y de todos se lo llevaron a Adrián…” ( fs. 672). Otro documento de sumo interés resulta ser el Legajo CONA DEP nro. 772 de l a CONADEP, aportado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a fs. 679. Allí obra la den uncia efectuada por Con stantino Ademar Romié, padre de la vícti ma, quien relató l os hech os tal como se descri bieran ut supra. Especificó al respecto que “...aproximadamente a los 2 meses del secuestro de Romié, f ue encontrada por su madre Sara Concepción Ailuk de Romié, una carta cuyo sobre no se hallaba cerrado [...] En dicha carta, la que tenía las siglas del E.R.P., se le hacía saber a la Sra. Romié «que el día 8 de enero de 1977, Romié, había sido ejecutado en un lugar de Buenos Aires, por trai dor a la causa».”. Señaló el denuncian te que conversó tel efónicamente con Teniente Coronel Gómez Pola, poniéndolo en conocimi ento de la recepción de la carta y preguntándole si tenía interés en leerl a y “dijo que sí, pero que él ya tenía conocimiento de ella” (fs. 5). Mencionó luego que Ailuk le mostró la carta al Teniente Coronel Ángel José Gómez Pola, quien en primera instancia la leyó y le pareció 276 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario original, por lo q ue se quedó con el escri to en su poder. Luego de un tiempo, ella concurri ó al Regimiento a efecto de proceder al reti ro de la carta, y al entrevistarse con Gómez Pola, le dijo que la carta ya no la ten ía en su poder y que la había derivado al Comando del Ejército de Capital Federal; y manifestándol e en esa ocasi ón que l e pareció que n o era origin al. A su vez, obran copi as de la causa nro. 8835/77 del J uzgado en lo Penal nro. 2, por entonces a cargo del Dr. Juan Manuel Rosas, caratul ada “Privación Ilegítima de la Libertad víctima Ademar Adrián Romié denunciante Romié Constantino Adrián” (cfr. fs. 14/51). Las actuaci ones tuvieron su inicio a través de la denuncia realizada por Constantino Adrián Romi é, padre de la vícti ma, en sede de la Comisaría 1ª de Junín, ante el titular de dicha dependencia, Comisario Oscar Penna y el Oficial Inspector Edgardo Mastrandrea. USO OFICIAL En el marco de dicha causa prestaron declaración Sara Concepci ón Ailuk, Ramón Esteban Sartori (quien recordó que individuos se identificaron como policías), Ricardo Omar Bevilacq ua, Nora Susana Acedo, Juan Héctor Peralta, quienes testimoniaron en similares términos a los efectuados en la presente causa. También se encuentran agregadas a la causa l as declaraciones de Ricardo Vi dal y Juan Olocco. Vidal, qui en en ese entonces conducía el taxi en el que viajaba la víctima, indicó que el día de referenci a al llegar a la intersecci ón de la Calle C. Saavedra y P. Aparicio fue interceptado por un rodado Ford Falcon, del que descendieron unas cuatro personas armadas y vestidas de civil q ue se i dentificaron como policías, aunque sin mostrar credencial es, l os cuales se ll evaron deten ido a Ademar Romié. Olocco, por su parte, fue conteste en torno a las ci rcunstancias témporo- espaci ales relatadas por sus compañeros, a la par q ue indicó que l os ocupantes del Ford Falcon que cruzó el taxi iban armados, vestidos de civil y se identificaron como policías. También surge agregado a fs. 46 un oficio di rigido al Comandante de la SubZona Militar 13, Coronel Féli x Cambl or, por el cual se remiti eron l os autos de referencia a dich o Comando el 25 de febrero de 1977. Las actuaciones f ueron devueltas al J uzgado mediante oficio del 3 de marzo del mismo año, junto con la causa en la q ue se investigó la privaci ón ilegal de l a libertad de Gilberto Alfredo Mesa “...en virtud de que este Comando de Sub zona los desglosa y deja sin efecto su agregación por cuerda floja al sumario caratulado «De Siervo, Ariel Nelson y otros s/infracción a la ley 20.840»”. Dicho oficio se encuentra fi rmado por Félix Camblor, cuyo sello reza: “Coronel, Jefe Subzona”. 277 A esta altura del análisis, no puedo dejar de valorar la manera en que la privaci ón ilegal de la libertad de Romié se encuentra i nserta dentro de toda una si stemática de detenciones llevadas a cabo en la j urisdicci ón de l a Subzona 13 y, en particular, dentro del ámbito del Área 113, a cargo de Ángel José Gómez Pola. En efecto, las desapariciones de Mesa y Romié quedan así estrechamente rel aci onadas con los posteriores secuestros del denominado grupo de los catorce. Las similitudes del presente caso con la detención de Gilberto Mesa serán señaladas a continuación en el desarroll o de su caso. En su relación con l as detenciones del grupo de los catorce, h e de señalar que Armando Álvarez y Normando Di Sábato recordaron haber sido preguntados por Romié en el marco de los interrogatorios de los que fueron objeto. En particular, Álvarez refiri ó: “Le preguntaban si conocía a un tal «Chacho», que no lo conocía [...] Si conocía a Liggera, Di Sábato, Torreta, Romié, y sí, los conocía a todos, el dicente empezó a asociar que había ido a un par de reuniones, porque lo habían invitado, no militaba, fue a escuchar, y quedó asociado por eso, era gente de izquierda. [...] En l a cárcel también lo picanearon, golpes, trompadas, siempre le preguntaban lo mismo, por Liggera, Di Sábato, Ravara, sobre si militaban, si estaban en el tema de la guerrilla, si sabía que Torreta o Romié estaban en la guerrilla o militaban, que el dicente no sabía” (fs. 149/51). Por su parte, Di Sábato indicó que durante su cautiverio en la Comisaría 1ª de J unín y, en particular, en uno de los interrogatori os: “Manzanares me interrogaba sobre mi actividad política y seguía empecinado en que éramos terroristas, me decía que era un «zurdo recalcitrante», y me amenazó con tirarme un zapato por la cabeza. También me preguntó por Torret a y Romié, que ya estaban desaparecidos desde 1976, si eran de montoneros o del ERP” (fs. 1844/53). En suma, los elementos de convicción recabados hasta el momento, permi ten tener por acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por Ademar Adrián Romié y su inserción en el circuito represivo llevado a cabo por el Área 131; suceso que habrá de serl e reprochado a Ángel José Gómez Pola. 15. Privación ilegal de la libertad de Gilberto Alfredo Mesa Se encuentra acreditado en autos que Gi lberto Alfredo Mesa, fue privado il egalmente de su libertad el 17 de diciembre de 1976, mi entras se encontraba en su domicilio particular, si to en la call e Río Negro 370 de Jun ín, provincia de Buenos Aires. Permanece desaparecido. A fin de acreditar su caso he de merituar, en primer término las declaraciones testimoniales recibi das en autos de los testigos directos del secuestro de Mesa. 278 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario En tal sentido, traeré a colaci ón los di chos de Adriana Raquel Mesa -hija de Gilberto Alfredo Mesa-, q uien recordó que “…en la madrugada del 17 de diciembre de 1976, se sintió que abrían la puerta de casa y golpean la puerta, supongo que papá fue a abrir la puerta y alguien que decía «Beto, abrí», como si fuera alguien familiar. En ese momento vemos que papá se escondió detrás de una columna de la arcada que separa comedor de living, y nos hacía señas q ue nos quedemos quietos –todos dormíamos en el mismo ambiente-, se escucharon ruidos como que rompían la puerta, y unos segundos después entra una persona –la única que entró, al menos la que vimos-, porque nos encerraron en el dormitorio. Esta persona era alta, pelo castaño, cutis no muy oscuro, tampoco claro, a la que nunca volví a ver en adelante, tendría unos 40 o 45 años. Recuerdo que dijo «problemas con chicos y mujeres no queremos» y después le pidió a mi m amá algo de ropa para mi papá, le alcanzó la parte de arriba del pijama. Cuando mamá preguntó USO OFICIAL dónde lo llevaban lo di jo que ya tendríamos noticias…” (fs. 387). Seguidamente, manifestó que “…por versiones de una vecina, había gran cantidad de patrulleros y carros militares. Cuando amaneció fuimos a la casa del padre de papá. Mi abuelo era un policía retirado y fue a realizar la denuncia a la Comisaría. Por mi edad en esa época me mantuvieron aislada de la cuestión, pero en alguna conversación de adultos sé que algui en le dijo a mi abuelo «sácalo de acá», estando en la Comisaría…” (ídem). Ángela María Sattamino, esposa de Gilberto Mesa, prestó declaración testimonial el 22 de febrero de 2008, ocasión en la que expresó que “…el día 17 de diciembre de 1976 en horas de la madrugada, estábamos durmiendo, golpearon la puerta, sentimos gritos que llamaban por su nombre a mi marido. Decían «Beto, abrí que es la poli cía», abrió la mirilla de la puerta, miró para afuera –yo me había levantado detrás de él y me empujó para atrás como para que yo no viera. En ese momento abrieron la puerta forzándola, y entró una sola persona que nunca más volví a ver ni había visto antes. Estaba vestido de civil, armado con un arma corta de puño, era una persona rubia, medianamente joven, unos 35 años, aunque esto no lo puedo asegurar. Le dijo «tenés que veni r con nosotros», me preguntó quien más había en la casa, cerró la puerta de la pieza donde estaba mi hija con mi padre, encerrándome también a mí […] fue una cosa rapidísima, ni tuve tiempo de hablar con mi esposo, quien no intentó decirme nada” (fs. 399). Continuó: “Enseguida habrá pasado media hora, decidimos ir a la casa de mi suegra. Mi suegro hizo la denuncia esa misma mañana, en la Comisaría 1ª. A la tarde vinieron a casa a hacer un reconocimiento, me preguntaban a mí, fueron al patio, al gallinero, pero no parecía que buscaran nada a fondo. El que fue a investigar fue el oficial Mastrandrea. Él mismo me llevó a la Comisaría para hacer o ratificar la denuncia. A la semana más o menos fui al Ministerio del Interior, 279 después fui a Mercedes, a La Plata para hablar con Camps, nos atendió un Secretario. En todos lados negaban todo […] En el cuartel nos atendió Gómez Pola. Como en todos lados, nos atendió muy bien, pero decía no saber nada y que iba intentar averiguar. Preguntada al efecto, dice que efectivamente en el cuartel una vez me mostraron un gráfico en el cual había muchos nombres entre los cuales estaba el de mi marido…” (ídem). Luego, prestó testi monio Claribel María Mesa, hermana del damnificado, quien dio cuenta de las di versas dili gencias efectuadas en pos de su locali zación. Al respecto, refi rió: “…Gilberto Alfredo Mesa [...] secuestrado en su domicilio de calle Río Negro 370 de Junín el 17 de di ciembre de 1976, en horas de la madrugada. Mi hermano estaba con su señora y su hija. Sé que rompieron la puerta entrando y se lo llevaron. Llegué más o menos a las 8.00 hs.; a la casa de mi hermano, y se me ocurrió ir a la casa de Amengual –oficial de policía- para pedirle que no lo torturen, porque sufría del corazón. Mi papá era retirado de la policía, hizo una denuncia en la Comisaría, porque a raíz de haber estado allí, sabía que algunos detenidos no se asentaban. Nunca nadie se hizo cargo de la detención, ni reconocieron que hub iera estado detenido. Días después Amengual pasó por mi domicilio y queriéndome apoyar en cierta forma, dijo al así como que también estaban mal los que «habían recibido órdenes», sin dar otras explicaciones [...] le dije que se fuera porque no podía seguir hablando con él, desde entonces no volví a hablar con él. También hablé enseguida con Gómez Pola, al que conocía de un cursillo de cristiandad, quien dijo «no saber nada». A los pocos días del secuestro, estando en la Comisaría, un policía de apellido Moyano, me dijo textualmente «Negra, sácal o», com o reconociendo que est aba allí. No recuerdo con quién hablé en ese momento, dado que había ido para ver qué pasaba con la denuncia que habían hecho mis padres por la desapari ción, pero me dijeron que no sabían nada, que seguían investigando…” (fs. 373). Asimismo, recordó que “[A] raíz de esta denuncia se formó la causa n° 8775, que tramitó por ante el Juzgado Penal n° 2 de Junín, Secretaría n° 3. Yo pienso que a los quince días mi hermano no estaba más. En una oportunidad Imelde Sanz me dijo que «a San Nicolás no había llegado». Buscando a mi hermano fui a Córdoba, al III Cuerpo de Ejército, conseguí una audiencia con el Gral. Menéndez, a la que concurrió mi madre. Allí le dijo «que no había nadie», pero unos días después un Mesa pasó a disposición del PEN, pero no era mi hermano. El mismo día que llegué a Córdoba, me citó Gómez Pola en el cuartel, quien m e dijo «para qué fuiste a Córdoba», a lo que contesté que seguiría cualquier dato que tuviera. En esa audiencia me dijo «lamento lo q ue le pasó a su hermano, porq ue era una buena persona». La búsqueda siguió, hicimos cuanta averiguación pudimos y fuimos a todo tipo de lugares. Fuimos a la Morgue Judicial, a la jefatura de Policía 280 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario de La Plata, al Minist erio del Interior, a la Marina, a Campo de Mayo, Episcopado; Asamblea de Derechos Humanos, hicimos la denuncia en la OEA, Suprema Corte de Justicia de la Nación etc…” (ídem). Agregó que: “Durant e la búsqueda, en los primeros tiempos, en tres o cuatro oportunidades se presentó una comisión policial en mi domicilio, en horas de la madrugada; para decir o preguntar cosas sin sentido. Recuerdo que unos de los policías se llamaba Sarmiento. Con el Comisario Penna hablé una vez, cuando había recibido una carta en que se decía «que mi hermano había sido ejecutado en el gran Buenos Aires, por traidor al ERP ». Fui para pedirle que me diera una constancia o algo así para que me dejaran entrar a la morgue judi cial. Penna estaba con Mastrandrea y yo fui con la esposa de Beto. Penna dijo que había venido a limpiar el jardín, «…yo te doy una constancia, pero nosotros los barremos…». De ahí fui a la morgue, donde me mostraron un cuaderno de NN como de 10cm. de USO OFICIAL alto. Pude ver sólo dos cadáveres y me retiré…” (ibíd.). Asimismo, Claribel Mesa, presentó f otocopias del habeas corpus interpuesto en favor de Gilberto Alfredo Mesa. A su vez, obra reservado en Secretaría el Legajo CONADEP 172, aportado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Naci ón a fs. 679; en el que Soledad Corro de Mesa, madre de la víctima, den unció que Gilberto Alfredo Mesa f ue secuestrado el 17 de diciembre de 1976 a las 3:00 hs. Especificó: “...en la fecha y hora mencionada irrumpieron en el domicilio mencionado (luego de romper la puerta de entrada «de una patada») dos hombres vestidos de civil portando armas cortas, que encañonaron a la víct ima obligándola a vestirse, condujeron a su esposa e hija hasta la habitación ordenándoles que se quedaran allí y transportaron a Gilberto Alfredo hasta un celular estacionado frente a la casa. Allí según el relato de un testigo, otra persona que se hallaba dentro del celular le gritó «no te resistas que es la Policía»”. Agregó q ue recibió dos anónimos en su domicilio, uno que indicaba que l os responsables del secuestro de su hijo eran el Comisari o Penna, los policías Mastrandrea y Manzanares, el Subteniente del Ejérci to Aníbal Garro, y los Coronel es Féli x Camblor y Ángel Gómez Pola. La otra carta recibi da figuraba como perteneci ente al ERP. A esta al tura del análisis, conviene adverti r, de manera concordante con las afirmaciones realizadas al tratar el caso de Ademar Romié, la manera en la cual esta detención queda inserta dentro de la sistemática de secuestros ocurridos en la juri sdicción de la Subzona 13 y, más específicamente, en el ámbito del Área 113, por aquel entonces, a cargo de Ángel Gómez Pola. En primer lugar, he de merituar las similitudes que se observan entre este caso y el de Romié; entre l as cuales merece destacarse la fecha y 281 hora de ambas deten ciones, lo que deja entrever que las mismas pueden haber sido realizadas de manera consecuti va. Sobre el particular, Sara Concepción Ail uk, madre de l a víctima, refiri ó que: “Alguien le contó, cree que puede ser familiar de Mesa, que a Adrián lo llevaron a la casa de Mesa y que fue él quien se identificó en la casa para que abriera” (fs. 647). En segundo término, ambos casos se verificó l a recepci ón de cartas supuestamente remitidas por el ERP, las cuales daban cuenta de un fusilamiento. Al i r los familiares al Regimiento de J unín con la novedad, análogamente se les contestó que no debían segui r investigan do el hech o. Por otra parte, si bi en la causa nro. 8775, en la cual se investigó la privaci ón ilegal de Mesa no pudo ser hallada pese a las diversas diligencias llevadas a cabo, del Expte. 8835, perteneciente a Romié (cuyas copias se encuentran agregadas al Legajo CONADEP 772), surge q ue ambas causas fueron remi ti das al Jefe de la Subzona 13 para ser agregadas a la causa “De siervo, Ariel Nelson y otros s/infracción a la ley 20.840” (fs. 47 del Legajo) . En consecuencia, las constancias señaladas ut supra permiten tener por prima facie acredi tada la privación ilegal de la libertad de Gi lberto Alfredo Mesa y su inserción en el ci rcui to represivo llevado a cabo dentro del Área 131; suceso que habrá de serle reprochado a Ángel J osé Gómez Pola. 16. y 17. Privaci ón ilegal de la libert ad de Graciela Raquel Ciappesoni y privación ilegal de la libertad y tormentos de Víctor Edmundo Pajoni Se Ciappesoni y encuentra Víctor corroborado Edmundo Pajoni en autos –alias que “Pi chi”- Graciel a fueron Raquel privados ilegalmente de su li bertad la noche del 24 de enero de 1977 en la vía pública, en la intersecci ón de las calles 12 de octubre y Mitre de la ciudad de Jun ín, provincia de Buenos Aires, y luego trasladados a la Comisaría 1ª de J unín donde fueron introducidos en un cami ón celular. Al día siguiente, fueron conducidos a la “cárcel en construcción de Junín”. Ciappesoni permaneció en este últi mo si tio hasta la tarde de ese mismo día, cuando fue trasl adada nuevamente a la Comisaría 1ª, para ser finalmente liberada en horas de la noche. Por su parte, su marido, Víctor Pajoni, permaneció en la cárcel de Junín por cuatro días, luego fue trasladado nuevamente a la Comisaría 1ª y, el 7 de febrero de 1977, fue puesto a disposi ción del Poder Ejecutivo Nacional, y conducido a l a Cárcel de San Nicolás. 282 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Tales ci rcunstancias surgen de las decl araciones prestadas por Ciappesoni tanto an te este Tribunal como ante el Juzgado Federal de Jun ín, además de l as constancias a las cuales haré referencia a conti nuación. Sobre el particular, l a propia damnificada recordó: “Estábamos con mi marido en el coche, estábamos yendo a buscar a mi cuñada y mi cuñado porque nos estábamos yendo de vacaciones a Punta del Este. De repente, apareció la policía, nos sacaron de nuest ro auto, nos subieron a una patrulla de la Policía y nos llevaron a la Comisaría Primera. A mí me pusieron en una oficina y a mi marido lo llevaron a otro lado. Él les decía que se habían confundido, que él era Víctor Pajoni. Aproximadamente una hora después, nos sub en a ambos a un celul ar” (fs. 2294/6 y fs. 123/4). Seguidamente, señaló: “En el mismo camión estaban Armando Álvarez y tres o cuatro personas más. Estuvimos toda la noche en el camión, USO OFICIAL presuntamente parados frente a la Comisaría. Nunca estuve esposada. En aquel momento no estaba tabicada. Al día siguiente, nos llevaron a la Cárcel de Junín, nos bajaron encapuchados, y cuando entramos a la cárcel, nos sacaron la capucha” (ibíd.). Una vez en la celda, escuchó que su marido le gritaba: “Graciela, Graciela, estas ahí?”; a lo que ella contestaba: “Sí, estoy acá”. Refiri ó que en la celda en la cual fue colocada estaba sola. Especificó: “Se escuchaban gritos, escuché a mi marido y a Benit o de Miguel. Ellos hablaban entre ellos, se decían: «Cómo puede ser Benito que vos estés acá», y el mismo comentario respecto de mi marido: «Cómo puede ser, Pichi, que estés acá». Estuve en la celda hasta l a tarde” (i bíd.). Aseguró que al men os dos personas ingresaron a su celda ese día, una de el las era el Coronel Larrategui. Esta persona ingresó a la cel da para tranquilizarla y le devolvió sus l entes. Lo describió como alto, aproximadamente de 1.80 m., robusto, más bien castaño claro o rubio, vestía un traje del Ejército y era una persona cercana al Coronel Camblor, ya q ue luego lo vi o, una vez en libertad, cuando se entrevistó con este último a fin de lograr la liberación de su esposo. Seguidamente, indicó: “En un momento entró una persona y me dijo que me iban a llevar a mi casa. Las personas que me llevaron a mi casa eran policías; estaban uniformados. Me llevaron en un patrullero. Las dos personas que iban adelante estaban vestidos con uniforme de la policía, y la persona que iba atrás, llevaba un traje de color claro. Al que iba al lado mío lo conocía. Era Silvio Manzanares. Lo conocía de saber que era un tipo de la Policía que andaba siempre vestido de civil, por comentarios. En el auto me dijo que íbamos a ir a la Comisaría, y que luego, él personalmente me iba a llevar a mi casa” (ibíd.). 283 Señaló q ue nuevamente en la Comi saría, f ue recibida por el Comisario Penna, quien la atendió de muy mal a manera. Le dijo que su marido era comunista, y que junto con otras personas estaba planeando un atentado contra el Dr. Cuatordio. También le preguntaron acerca de los libros que leía su esposo. Cree que en ese momento l e hicieron fi rmar un papel, y que en ese momento Manzanares se encontraba presente. Finalmente, relató: “Cuando me llevaron a mi casa ya estaba oscuro. Deben haber sido las ocho y nueve de la noche. Quien me lleva es Manzanares, no recuerdo si me trasladó en un auto común o en un patrullero. Yo creo que fue en un auto común. Él intent aba tranquilizarme. Llegamos a mi casa, allí estaban mi papá, mi mamá y mi hijo. Manzanares incl uso ingresó a mi casa para tranquilizar a todos. No volví a tener visitas de esta persona” (ibíd.). Una vez en libertad, inició los trámites destinados a lograr la liberación de Pajoni . Con esa meta, se entrevistó en dos oportunidades con Félix Cambl or en el Ejército. En una de esas vi sitas, se encontraba presente Larrategui, a q uien había visto en la cárcel de Junín. Camblor la tranquili zó y la llamó luego de quince o veinte días para informarle que Pajoni iba a ser trasladado a la Cárcel de San Nicolás, y que en este sitio lo iba a poder ver. Luego, Cambl or volvió a ll amarla en vari as oportunidades para preguntarle si su esposo estaba bien, y si l os trámi tes para su liberaci ón estaban marchando. Con referencia a las condiciones de detención padecidas por su esposo, indicó que “[é]l debe haber estado detenido aproximadamente tres meses en total. A la semana de su llegada a San Nicolás, lo pudimos ir a ver. Estaba delgadísimo, dijo que en la cárcel los habían torturado, que durante la tortura estaba presente el Dr. Chiachietta -amigo nuestro-, que en San Nicolás él sentía que a sus compañeros de cautiverio los llevaban, los golpeaban y los traían destrozados, que a él siempre le habían dicho que yo estaba presa, que me estaban torturando; todo esto, destinado a sacarle algún tipo de i nformación” (ibíd.). Sobre este punto, agregó: “Me dijo que en la Cárcel de Junín lo habían torturado, le habían realizado interrogatorios con picana eléctrica, le decían que a mí me estaban torturando también, lo amenazaban de muerte, le realizaron simulacro de fusilamiento. Me contó que había estado encapuchado y esposado” (ibíd.). Con referencia a l a l iberación de Pajoni, manifestó: “Me contó mi marido que venían en una camioneta, si n saber adónde iban. Ellos pensaban que los iban a bajar y a matar. Nunca les dijeron que estaban libres, hasta el momento de la efectiva liberación. Me contó que junto con él estaba Vega; una chica, Imelde Sans, que era empleada del estudio jurídico Mesa, con el cual nosotros trabajábamos; me nombró a Martín; dijo que también estaba Ariel de Siervo, Armandito Álvarez; Benito de Miguel” (ibí d.). 284 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Por últi mo, recordó: “Luego de la liberación de mi marido, Camblor me llamó para que fuésemos a hablar al Ej ército con él. Efectivamente, nosotros fuimos. Hubo un pedido de disculpas, dijeron que todo había sido una gran confusión. Mi marido tenía miedo, así que yo le había propuesto que nos vayamos de viaje a algún lado. Camblor nos dijo que podíamos irnos tranquilos” (ibíd.). Su paso por la cárcel de Jun ín encuentra sustento en numerosos testimonios, entre l os cuales, podemos citar al de Normando Federico Di Sábato, quien ante este Tribunal, aseveró: “...posteriormente, cuando volvimos a la Comisaría me enteré que habían estado, por ejemplo, Liggera, De Siervo, Benito De Miguel –Jefe político del MID-, Juan José Martín y los hermanos Vega, Ri cardo y Héctor. Tanto a Héctor Vega como a Paj oni, a Arce –de Chacabuco- y a Silva, respecto de quienes también supe que habían estado allí detenidos, los conocí en ese momento, no eran ami gos de antes” (fs. 1844/53 y fs. 201/4). USO OFICIAL De manera análoga, Digna Imel de Sans recordó, en su declaración ante este Tribunal, que: “Ese camión, a la postre, empezó a andar, pero antes estuvimos muchas horas ahí parados. Yo insistía con la lengua afl ojándome el bozal de algodón que tenía. [...] pregunté en voz alta quién más estaba ahí, y empezaron a identificarse todos. Estaban: Ariel De Siervo, Juan José Martín, el escribano Pajoni y su mujer, que también era escribana” (fs. 1747/56 y fs. 50/2). Su paso por la Comisaría 1ª de Junín encuentra sustento en los dichos de Ana María Rinal di, qui en indicó que: “Desde la Comisaría fui introducida en un cel ular, no sé si por las mismas personas que me secuestraron o por otras; una vez arriba del mismo recuerdo que estaban Ariel D e Siervo, Imelde, Sánz, Armando Álvarez, Víctor Pajoni -que está fallecido-, su esposa -que gritaba mucho- [...] A Pajoni lo conocí cuando fui mos por segunda vez a la Comisaría, y supe que estaba también su mujer” (fs. 1757/66 y fs. 196/9). Alberto Pedro Silva también refirió: “En el celular ya había gente adentro, empecé a preguntar y ahí estaban Armando Álvarez, Ariel De Siervo, Pajoni y su mujer, Héctor Vega, Di Sabatto, Liggera yo fui uno de los últimos en entrar” (fs. 1767/72 y fs. 48/ 9). Por su parte, corrobora el cautiverio de Pajoni en la unidad carcelaria de J unín –que para la fecha se encontraba en construcci ón -, el testimonio de Benito de Miguel, quien refiri ó: “Por comentarios y cuando se abría la puerta sabía que había otros detenidos, así supe que estaban detenidos De Siervo, Liggera Di Sabatto, Álvarez, dos hermanos Vega, el profesor Martín, Imelde Sans, una chica Rinaldi de apellido –esposa de Álvarez-, un escribano Víctor Edmundo Pajoni..” (fs. 1854/7 y fs. 321/3). Agregó: “...esa pri mera noche, me libré de la picana, pero me gatillaron en la sien varias veces, castigo f ísico reiterado, a mi me pusieron en un rincón en el suelo sentado. Como dije pude ver tres de los elásticos de cama donde 285 torturaban. En ese mismo momento estaban torturando con picana eléctrica a De Siervo y a Pajoni. El viernes cuando fuimos a la comisaría se veían los resultados de la picana, los dedos quemados y el calambre intenso. [...] Una noche lo vi a De Siervo, otra a Pajoni y a Arce, las vendas se iban aflojando y se podía ver un poco” (ibíd.). De manera concordante, Normando Di Sábato relató que: “Las torturas empezaron el día martes. Almirón me sacó de la celda y no recuerdo el camino, pero me llevó a los empujones a algún lado. Cuando vamos llegando siento gritos. Después me di cuenta que estaban torturando a alguien y no habían terminado con esa persona. Supongo que lo hicieron a propósito. Creo que supe que ese torturado era Pajoni porque probablemente lo hayan nombrado en algún momento” (fs. 1844/53). Ricardo Luis Vega refiri ó que en la cárcel de Jun ín compartió cautiverio con Pajon i (cfr. fs. 1803/9). A su vez, Di gna Imelde Sans aseguró que en la cárcel de J unín “[a] Pajoni le dieron con todo, estaban especialmente enseñados, se escuchaban los golpes, sus gritos por la picana, era terrible escucharlo. [...] A mí me habían puesto mariposa, a Pajoni «el escribano», nos describieron como una célula terrorista” (fs. 1747/56). Esta última ci rcunstancia fue a su vez corroborada por Graciela Ciappesoni, qui en recordó que en los diarios de la época daban cuenta de que Pajoni, alias “el escri bano”, integraba una célula terrorista (cfr. fs. 2294/6). Con relaci ón al traslado de la cárcel de Junín a la un idad penitenciaria de San Nicol ás, es útil traer a colaci ón el testi monio de Alberto Pedro Silva, quien rememoró: “nos llevaron en camiones del Ejército. En una soga nos ataron a todos. Ahí Manzanares dij o «si alguno se quiere escapar mátenlos a todos». Ahí estaba Arce que es de Chacab uco, De Siervo, Álvarez, Pajoni, los dos hermanos Vega, Martín” (fs. 1767/72 y fs. 48/9). Dentro de la prueba documental aportada por la Comi sión Provincial por la Memori a, compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, se encuentra a fs. 313 y siguientes el Legajo 7511, Carpeta Varios, Mesa DS, del que surge l o si gui ente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctri co de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de Defensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversi vos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año Ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicilio en esta ciudad y la zona [...] se llega al convencimiento tot al de que en esta ciudad, estarían actuando elementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] quien luego de un intenso interrogatorio confiesa 286 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la integración de la misma […] con la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversivos que seguidamente se mencionan: [...] PAJONI, Víctor Edmundo: nacido en Junín, el dí a 29 de Mayo de 1943, estado civil casado, instruido, Escribano Público Nacional, L.E. N° 4.967.828, hijo de Edmundo Carlos y de Matilde J aureguiberry, domi ciliado en la calle Quintana N° 264 de Junín. [...] Que las detenciones al udidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encontrándose l os detenidos alojados en la Comisaría local, a disposi ción de la Jefatura del Área Militar” (fs. 318/9). Dentro de sus antecedentes, se señala lo siguiente: “Sindicado como de ideología com unista. Actuó como Pro-Tesorero del Colegio de Escribanos de Junín [...] Detenido y puesto a disposi ción del P.E.N. recuperó su libertad el día 23- USO OFICIAL 3-77” (fs. 364). A fs. 597/9 del legajo de documentación aludido, se encuentran agregadas, copias certificadas de la ficha personal de Víctor Edmundo Pajoni. En la misma, se da cuenta que el nombrado, presuntamen te vinculado con elementos del ERP, f ue puesto a disposición del P.E.N. mediante decreto 707, que fue liberado el 24 de enero de 1977, y que estuvo al ojado en la Unidad 8 de Jun ín. Finalmente, es necesario destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, Víctor Edmundo Pajoni pasó a ser deten ido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (cfr. fs. 1866/8); mientras que por decreto 707 del 16 de marzo de 1977, se dejó sin ef ecto el arresto a disposición del P.E.N. del nombrado (cfr. f s. 1942/3) . En suma, l as constancias señaladas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privación ilegal de la libertad sufrida por Graciela Raquel Ciappesoni y Víctor Edmundo Pajoni duran te su estancia en la Comisaría Pri mera de Jun ín y en la cárcel en construcci ón de la mi sma ciudad; a la par que es posible tener por corroborados los tormentos padeci dos por este último en la unidad penitenciaria mencionada; sucesos que le habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pola y a Aldo Antonio Chiacchietta. Tales extremos, a su vez, me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad que padecieron l as víctimas durante su estancia en la Comisaría 1ª de J unín. 18. Privación ilegal de la libertad de Juan José Martín Se encuentra corroborado en autos que Juan José Martín fue detenido il egalmente en la madrugada del 24 de enero de 1977, mientras se 287 encontraba en su domicilio particul ar. El operativo fue llevado a cabo por un grupo de militares uniformados q ue l o trasladaron a la Comisaría 1ª de J unín. En horas del mediodía de esa misma j ornada, f ue trasladado a la cárcel en construcción de J unín, donde habría permanecido por el lapso de cuatro días y donde f ue sometido a tormentos, l uego de lo cual , f ue n uevamente conducido a la Comisaría 1ª de Jun ín. El 7 de febrero de 1977 fue puesto a disposición del P oder Ejecutivo Naci on al y trasladado a l a cárcel de San Nicolás. Finalmente, el 12 de mayo del mismo año, fue liberado. Las circunstancias relatadas anteri ormente encuentran sustento en los diversos testi monios que acreditan la detención del n ombrado, además de diversas constan cias documentales, a las cuales haremos referencia en lo que sigue. Su detención se encuentra corroborada, en primer término, por el testimonio de Benito de Miguel , quien refirió que “fue el domingo 23 de enero, la noche del 23 al 24 de enero de 1977. Yo estaba por regresar a Buenos Aires cuando me entero del operativo donde estaban incluidos si ete personas que pertenecían al MID además de ser amigos personales. Yo me entero de esto por tres de las esposas de los detenidos, la esposa de Rubén Liggera, Ana María Córdoba; la de Ariel de Siervo, Ana María Astudillo y la de Juan José Martín, ya fallecido, cuyo apellido es Fontana” ( fs. 1854/7). Luego, Rubén A. Li ggera, recordó que luego de ser deteni do la madrugada del 24 de enero de 1977: “[c]uando ingresé al celular, había más gente, estaban Di Sáb ato, Ariel De Siervo, Juan José Martín (quien está fallecido), Ricardo Vega. A este celular lo utilizaron como depósito de personas, en el sentido que nunca lo movieron. Durante la noche siguió entrando más gente. Allí nos tuvieron hasta la mañana. En un momento, el celular comenzó a moverse y nos llevaron a la Cárcel de Junín, act ual UP 3, que aún no estaba inaugurada” (fs. 1838/43). A continuación Liggera recordó haber compartido con Martín todo el circui to de detención, así manifestó: “En la Comisaría 1ª éramos quince detenidos: Juan Martín […]. Creo que en la Comisaría 1ª estuvimos hasta el 10 de febrero, fecha en la que fuimos llevados a la Cárcel de San Nicolás.[…] Aproximadamente el 10 de febrero de 1977, fui trasladado a la Cárcel de San Nicolás […] Ahí nos encontramos con el primer grupo de gente que fue trasladada. Se trataba de «Pichi» Paj ón, Benito de Miguel, Martín. En estas celdas estábamos de a dos, después nos separaron”. Coincidentemente Di Sabato en su declaración de fs. 1844/53 manifestó que luego de ser detenido: “[l]legamos a la Comisaría Primera, no recuerdo con precisión si el vehículo ingresó al patio o si a mí me bajaron y me condujeron hasta allí, pero en el lugar había un celular, al que me subieron, encerrándome en una de las celdillas. En ese momento percibí voces, nos empezamos 288 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario a identificar y me encuentro con que había muchos conocidos: […] Juan José Martín –a quien conocía del ambiente artístico, él era director del coro […] Ellos son los que recuerdo, pero éramos muchos más, creo que el celular estaba lleno. De hecho, eso duró unas horas, lo fueron llenando de a poco y recién después nos trasladaron” (fs. 1844/53). Concordantemente Imelde Digna Sans dijo que estando ilegalmente detenida en el camión cel ular: “…yo pregunté en voz alta quién más estaba ahí, y empezaron a identificarse todos. Estaban: Ariel De Siervo, Juan José Martín, el escribano Pajoni y su mujer, que también era escribana, un señor de apellido Arce” (fs. 1747/59). Finalmente Ana María Rinal di manifestó que “[d]esde la Comisaría fui introducida en un celular, no sé si por las mismas personas que me secuestraron o por otras; una vez arriba del mismo recuerdo que estaban […] Juan José Martín - USO OFICIAL también fallecido- …” (fs. 1757/66). Es dable destacar que los testimonios fueron concordantes en manifestar que este camión celular mencionado fue llevado a las pocas horas a la cárcel en construcci ón, por los que quienes estuvieron allí detenidos fueron alojados l uego en tal lugar. Con relación al cautiverio de Martín en la cárcel en construcción debo agregar lo dich o por Ricardo Vega, quien ante esta sede recordó que en tal lugar estaba: “… Juan José Martín –director del coro en el que yo cantaba-, Alberto Pedro Silva –«el flaco» le decíamos-, a mi decían el «negro» Vega. Todos ellos éramos miembros de la CO ART […] A los 5 ó 6 días, cuando ya habían torturado con picana a todos, nos dejaron sacarnos las vendas, y nos permitieron salir al patio de la cárcel. Me encontré con toda esta gente, incluido mi hermano […] Recuerdo que todos los detenidos varones que nombré antes fuimos trasladados desde la Cárcel de J unín a la Comisaría Pri mera” (fs. 1803/9). Coincidentemente De Miguel , en su declaraci ón ya citada manifestó: “[p]or comentarios y cuando se abría la puerta sabía que había otros detenidos, así supe que estaban detenidos [ …] el profesor Martín...”. Luego, todo el grupo de detenidos f ue trasladado a la Comi saría 1ª de Junín donde permanecieron hasta ser traslados a la Unidad Penitenciaria de San Nicolás. Puntualmente sobre este hech o Alberto Pedro Silva recordó al ser transportado a la mencionada unidad: “nos llevaron en camiones del Ejército. En una soga nos ataron a todos. Ahí Manzanares dijo «si alguno se quiere escapar mátenlos a todos». Ahí estaba Arce que es de Chacab uco, De Siervo, Álvarez, Pajoni, los dos hermanos Vega, Martín” (fs. 1767/72). Armando Álvarez, en su declaración obrante a fs. 149/51 resumió todo el recorrido realizado durante su ilegal cautiverio de la si guiente manera: “[l]o llevaron en un auto y estuvi eron toda la noche, todos juntos, en la 289 puerta de la comisaría en un celular. Estaban ahí también […] Juan José Martín, Cerruti. Martín era di rector del coro […] Después fueron a la cárcel, que no estaba habilitada […] Habrán estado una semana en la cárcel, luego los llevaron otra semana en la comisaría primera, ahí a cara descubierta, luego los llevaron a San Nicolás”. A su vez, de la prueba documental aportada por la Comisión Provincial por la Memori a que se encuentra reservada en Secretaría, la cual está compuesta por legajos confecci onados por la DIPBA, se encuentra a fs. 313 y siguientes el Legajo 7511, Carpeta Varios, Mesa DS, del que surge lo siguiente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de Defensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversivos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año Ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicilio en esta ciudad y la zona [...] se llega al convencimiento total de que en esta ciudad, estarían act uando elementos que han incursionado o incursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] quien luego de un intenso i nterrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la integración de la misma […]...con la prem ura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversivos que seguidamente se mencionan: [...] MARTÍN, JUAN JOSÉ: nacido en Junín, el día 20 de octubre de 1931, de estado civil casado, instruido, comerciante, LE N ro 4.945.107, hijo de Juandepto B, 4to piso (edificio Correo) de esta ciudad. [ ...] Q ue las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encont rándose los detenidos alojados en la Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Militar” (fs. 318/9). Finalmente, es dabl e destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, Juan José Martín pasó a ser detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional ( cfr. fs. 1866/8). En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por el nombrado durante su estancia en la Comi saría 1ª de Jun ín y en la unidad carcelaria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a la par que también es posibl e tener por corroborados l os tormentos padeci dos por Martín en el último de los si ti os mencionados; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en 290 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la víctima durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 19. Pri vación ilegal de la libertad y tormentos de Benito Gorgonio de Miguel Se encuentra acreditado en autos que Benito Gorgonio de Mi guel fue privado il egalmente de su libertad el 24 de enero de 1977 a las 15 hs. aproximadamente, en la vía pública, mientras transitaba por la calle Alsina, entre Lavalle y Alberdi de Junín. El operativo f ue llevado a cabo por una comisión policial que lo trasladó a la cárcel en construcci ón de Junín, l ugar donde permaneció durante cuatro días. Posteri ormente, f ue trasladado a la Comisaría 1° de Junín y, el 7 de febrero de 1977, fue puesto a disposici ón del Poder Ejecutivo Naci onal. Sobre las circunstancias atinentes a su detención, el propio USO OFICIAL damnificado recordó, al declarar ante este Tribunal, que: “Creo que fue el domingo 23 de enero, la noche del 23 al 24 de enero de 1977. Yo estaba por regresar a Buenos Aires cuando me entero del operativo donde estaban incluidos siete personas que pertenecí an al MID además de ser amigos personales. Yo me entero de esto por tres de las esposas de los detenidos, la esposa de Rubén Liggera, Ana María Córdoba; la de Ariel de Siervo, Ana María Astudillo y la de Juan José Martín, ya fallecido, cuyo apellido es Fontana. En consecuencia suspendo mi regreso a Buenos Aires, contra todos los consejos, y durante la mañana del lunes fui a reclamar a la municipalidad y a los tribunales de Junín. Como consecuencia de esta actividad matutina mía, a las 15 horas, circulando yo por la calle Alsina, entre Lavalle y Alberdi, acompañado de mi hijo mayor que tenía cinco años, fui encerrado por dos automóviles sin identificación y trasladado a uno de ellos. Más tarde supe que mi auto con mi hijo adentro lo llevaron a la Comisaría 1ª, desde donde convocaron a mi hermano abogado José Luis De Miguel para que fuera a buscar a mi hijo. Los que se bajaron de los autos eran oficiales de la Comisaría 1ª..” (fs. 1854/7 y fs. 321/3). Agregó, con respecto a su traslado, que “...fue hecho sin ocultamiento porque el destino de la levantada fue la unidad penitenciaria de Junín que estaba a meses de inaugurarse. Ellos est aban uniformados, eran cuatro personas, dos por auto y se bajaron los acompañantes de los autos. [...] Cuando me hacen bajar del auto era ostensi ble y evidente que estábamos en la unidad penitenciaria, imposible de confundi rse. Me llevan a una celda individual donde después de una corta espera vienen dos suboficiales a explicarme el motivo de la detención, que estaban investigando un posible grupo subversivo con base en Junín y que me llevaban en averiguaci ón por los movimientos míos de la mañana...” (ídem). Con referencia a las condiciones de al ojamiento, refirió: “Fueron básicamente tres noches de diversa intensidad de tormento hasta el jueves. La noche del lunes me vendaron en la celda y empezó la música a todo lo que da, después supe 291 que el resto de los det enidos además estaban esposados y en condi ciones más duras. El lugar físico donde se producían los tormentos era una de las torres de vigilancia, de esto me di cuanta, a pesar de la venda, por la escalera caracol y porque uno de daba cuenta de las paredes curvas arriba. Alrededor de las 10:30, 11 de la noche, cosa que pude inferir porque uno de los custodios le preguntaba a otro la hora, empezaron los traslados sucesivos a las torres, llevaban a tres o cuatro y cuando volvían llevaban a otros” (ibíd.). A todo ello, agregó: “...esa primera noche, me libré de la pi cana, pero me gatillaron en la sien varias veces, castigo físico reiterado, a mi me pusieron en un rincón en el suelo sentado. Como dij e pude ver tres de los elásticos de cama donde torturaban. En ese mismo momento estaban torturando con picana eléctri ca a De Siervo y a Pajoni. El viernes cuando fuimos a la comisaría se veían los resultados de la picana, los dedos quemados y el calambre intenso. Esta operación se repitió el lunes, el martes y el miércoles. La situación era similar, empezaban los interrogatorios, si conocía a tal persona o a tal otra, cuál era la actividad política” (ibíd.). Continuó: “Durante el día era ostracismo, no pasaba nada, venían a veces a ver cómo estaba uno. Era bastante penoso en cuanto a la reticencia de agua, cosa que tenía que ver con la picana de la noche. A mí, que no me habían pasado picana tampoco me daban agua, era lo mínimo, medio vaso de agua por día, como para que se mojaran los labios. Hacía mucho calor, lo que empeoraba la situación. Tampoco recibimos comida prácticamente. Me dieron en un cart ón algo de guiso, comida de rancho que hacen ellos, una sola vez por día. Est uvimos todo el tiempo vendados hasta el jueves a la noche. Para ir al baño no había problema porque la celda tenía un inodoro adentro. La celda era de tres por dos, tenía la cama de hormigón, una mesita con repisa y el lavatorio y el inodoro, piso cerámico. La celda tenía ventana fija traslúcida, la ventilación era por rejilla. [...] Una vez, antes de la salida nos llevaron a bañarnos, es otra de las circunstancias donde pude ver a todos los que estábamos. En el mismo pabellón había baños del estilo de un vest uario deportivo, nos llevaron a todos los varones juntos, nos hi cieron desnudar y nos bañaron. Esto f ue el viernes a la mañana, ya sin la venda, antes de llevarnos a la comisaría 1ª” (ibíd.). Aseguró haber comparti do cautiverio en tal sitio con De Si ervo, Liggera, Di Sabatto, Álvarez, los hermanos Vega, el profesor Martín, Imel de Sans, una chica de apellido Rinaldi –esposa de Álvarez-, el escribano Víctor Edmundo Pajoni, un hombre de la cultura de Chacabuco de apellido Arce y un muchacho Silva. También dijo q ue entre l os interrogadores, estaban el Comisario Penna y el oficial Estelrich, además de un par de observadores militares con ropa de fajina. Agregó que “[l]os interrogatorios los grababan y después hacían 292 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario montajes que los llevaban a los periodistas. En el periódi co La Verdad había gente amiga que hablaba con mi hermano y le contaba como les reunían para darles esta información” (ibíd.). Relató que fueron conducidos a la Comisaría 1ª en un ómnibus. Una vez arribados, los distribuyeron en celdas individuales y permitieron las visitas de famili ares. Con relaci ón a las condiciones de cautiverio en este sitio, mencionó: “...estuve siempre en la misma celda, ahí no pasaba nada, para ir al baño había que pedir perm iso, comíamos al mediodía y a la noche, a la mañana mate cocido, sin acceso de l os familiares al igual que los presos comunes. No nos pudimos bañar, no había duchas. En la Comisaría estuve una semana aproximadamente, salimos de la cárcel un viernes y creo que el viernes siguiente nos llevaron a San Nicolás, a lo sumo fue el otro lunes” (ibíd.). USO OFICIAL Añadió: “Empezaron a hacer los sumarios devuelta. El mío lo hizo el Dr. Mastrandrea. Yo a él lo conocía con anterioridad y se presentó formalmente conmigo. Él me toma los datos y me vuelve a hacer el interrogatorio sobre las actividades políticas, las mismas preguntas que antes pero en un escritorio, con máquina de escribir. El viernes a la noche realizaron en la comisaría un asado con todos los que habían participado del operativo. Las conversaciones llegaban bastante nítidas a los calabozos. Con el transcurso del asado empezaron a decir nombres, contar anécdotas. Así escuché que decían que el médico era el cardiólogo Carlos Fara y además hacían la referencia a las torturas hechas por Penna, Estelri ch y Amengual. Era como que se reían de los m iedos que habíamos padecido. El sábado ocurrió una reunión en la comisaría entre l os militares de la Sub zona 13 y la gente de la Comisaría como consecuencia de lo cual se hizo público un supuesto complot que incluía varias atentados en Junín, esto salió en los periódicos. Supuestamente yo era el cerebro del complot. Consecuentemente las condiciones de detención cambiaron, se prohibió la visita de familiares, la provisión de comida y se instruyeron nuevamente los sumarios a cada uno de los detenidos. Esto duró toda una semana, al cabo de la cual, el jueves o el viernes, nos llevaron a la cárcel de San Nicolás”. Indicó que en tal sitio: “Fui interrogado reiteradamente por el comisario Penna en persona, quien venía en una actitud de policía bueno, coherente con su relación habitual con el foro local, dado que mi familia tiene importancia profesional. Él venía a la celda a sostener pláticas políticas conmi go. Evidentemente estaban viendo qué hacían con nosotros”. Añadió: “Camblor lo llamó a mi hermano para decirle que la orden de detención que pesaba sobre él fue congelada por la presencia del teniente auditor Herrero. A Herrero lo mandó Suárez Mason en persona, desde el I Cuerpo. En el caso particular mío, cuando salimos de San Nicolás, la circunstancia política mía 293 los obligó a darme sendas notas de Camblor, como titular de la subzona 13 y del entonces General Suárez Mason como titular del I Cuerpo del Ejército. La nota refería que yo había estado detenido por la investigación de supuestos hechos subversivos y que finalmente no tenía nada que ver”. Entre las personas que cumpl ían funci ones en la Comisaría 1ª, dijo: “También lo ví a Amengual, entrando al sector calab ozos, en actitud amenazante, diciendo «subversivos hijos de p... portense bien que los voy a matar a todos» y cosas así. Estelrich estaba permanentemente con Penna, era su mano derecha. Dos veces que estuve en el despacho de Penna estaba Estelrich al lado”. Añadió que: “...cuando estábamos en la Comisaría Amengual trajo a tres detenidos que eran de la zona de Morse. Aparentemente andab an persiguiendo a alguien que estaba prófugo del ERP, como no lo encontraron agarraron a estos. Amengual andaba con una venda en la m ano que decía que era producto de un balazo hecho por el «Capitán Luna» que era quien se había fugado. Esto lo vi la oportunidad referida en que Amengual entró al sector de calabozos. En la comisaría se comentaba que a estos tres detenidos de Morse Penna y Estelrich les habían dado una tremenda paliza en el hall de la Comisaría. a los detenidos se les notaban los golpes. Estos detenidos eran varones, uno j ovencito que tendría 17 o 18 años y los otros tendrían alrededor de 30” (ibíd.). Seguidamente, señal ó que “[l]a detención en San Nicolás fue como la de cualquier detenido. La comida era fea, recibíamos visitas de los familiares. La única cosa que me resultó relevante fue que me sacaron una noche a las tres de la mañana, sin dar ninguna expli cación y me llevaron a la oficina del Alcalde, donde estaba el número dos de la Subzona, Melzner, con quien tuve una larga conversación dirigida a explicarme que se habían equivocado, que esas cosas pasan en una guerra y que tenía que comprender q ue, entre otras cuestiones, no me podían dar la libertad inmediatamente porque no podían pasar el papelón de poner a alguien a disposición del Poder Ejecutivo y dejarlo luego en libertad antes de determinada cantidad de tiempo. Así fue que a los dos meses me liberaron...”. Con referencia a su liberaci ón, relató: “Cuando salimos de San Nicolás nos llevaron en dos vehículos policiales a ocho de nosotros, directo al cuartel de J unín. Allí nos formaron en el despacho del Jefe del Regimiento, Coronel Camblor, estaba él y l a Plana Mayor de la Subzona 13. Camblor estaba acompañado por los dos segundos, el Teniente Coronel Melzner y el Teniente Coronel Larrategui y por el Jefe de Inteli gencia, que era quien comandaba los operativos, el Teniente Coronel Gómez Pola. Ellos estaban con la formalidad de los uniformes. Allí quedó expresa la responsabilidad del operativo a su cargo y desarrolló un sermón dirigido a mí. Esencialmente sostenía que todo esto había ocurrido por las imprudencias de la actividad política que los había llevado a confundirse. Desgraciadamente hubo 294 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario amigos que estuvieron tres meses o hasta seis meses, todo esto para cumplir con la condi ción de irnos largando de a poco”. Esta circunstancia f ue corroborada por Digna Imelde Sans. La nombrada recordó h aber recuperado su l ibertad en el mes de marzo de 1977. En lo que aquí interesa, señaló: “...durante mi liberación, estaba el comisario Amengual, que fue el nos fue a buscar a la cárcel para trasladarnos al cuartel del Grupo de Artillería 101, ahí nos tuvimos que aguantar la arenga, el discurso del Teniente Coronel Cam blor. Ahí nos pusieron, en una sala, formando un semicírculo y nos dieron un discurso. En ese momento, nos liberaron con Ariel De Siervo, Ricardo y Héctor Vega, Benito de Miguel y Silva” (fs. 1747/56 y f s. 50/2). Su estancia en la uni dad carcelaria de Junín, que para la época de los hechos se hall aba en construcci ón, se encuentra corroborada por numerosos testimoni os. USO OFICIAL Entre ellos, cabe destacar que el de Graciela Ciappesoni, q uien manifestó q ue en tal sitio: “Se escuchaban gritos, escuché a mi marido y a Benito de Miguel. Ellos hablaban entre ellos, se decían: «Cómo puede ser Benito que vos estés acá», y el mismo comentario respecto de mi marido: «Cómo puede ser, Pichi, que estés acá»” (fs. 2294/6 y fs. 123/4). Asimismo, Ricardo Luis Vega refi rió que en la cárcel de Junín compartió cautiveri o con Benito de Miguel. Preci só: “Todos ellos éramos miembros de la COART, excepto Di Sábato y algún otro, pero la mayoría sí eran de la COART” (fs. 1803/9). Asimismo, Armando Antonio Álvarez dijo que en el celular compartió cautiverio con De Mi guel (cfr. fs. 149/51). Por su parte, Rubén Américo Liggera recordó, con rel ación al día en el que fueron trasladados de la cárcel de Junín a la unidad penitenciari a de San Nicolás, q ue “...en el patio de la cárcel estaba el celular, donde nos iban subiendo. El motor estaba en marcha, entonces yo estaba afiebrado, deliraba, y le decía a «Pepa» Ana María Rinaldi que no respire, porque nos iban a matar. Rinaldi era la novia de Álvarez. En ese momento, escuché una voz que me dijo: «callate pelotudo, no hables más». Esta persona era Benito De Miguel” (fs. 1838/43). A su vez, Normando Federico Di Sábato aseveró: “...posteriormente, cuando volvimos a la Comisaría me enteré que habían estado, por ejemplo, Liggera, De Siervo, Benito De Miguel –Jefe político del MID-, Juan José Martín y los hermanos Vega, Ricardo y Héctor” (fs. 1844/53 y fs. 201/4). Por otra parte, de la prueba documental aportada por la Comisi ón Provincial por la Memoria, compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, se encuentra a fs. 313 y siguientes el Legajo 7511, Carpeta Vari os, Mesa DS, del q ue surge lo siguiente: “...est a Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional VIII y Comisaría 295 131 (Sub-Zona de D efensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversivos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicili o en esta ciudad y la zona [ ...] se llega al convencimiento total de que en esta ciudad, estarían actuando elementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] q uien luego de un intenso interrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la integración de la misma...” “...con la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversi vos que seguidamente se mencionan: [...] De Miguel, Benito Gorgonio: nacido en Junín el día 14 de Noviembre de 1943, de estado civil casado, instruido, empleado, Gerente General del Racing Club de Avel laneda, L.E. Nº 4.969.671, hijo de Gorgonio (f) y de Ernestina Estela Tallone, domiciliado en la calle Bolívar Nº 811 de la Capital Federal [...] Que las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encontrándose los detenidos alojados en la Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Militar” (f s. 318/9). Asimismo, en el memorando D.C.I.P.B.A. Sec. “C” Nº 1124 (R.S. 4877), se da cuenta, entre los antecedentes del nombrado, lo siguiente: “Desde el 28 de marzo de 1976, hasta la fecha de su detención se desempeñaba como Secretario de Organización del Comité del M.I.D. de la Pcia. de Buenos Aires [...] Desde el 1º de abril de 1976 hasta el 1-11-76 se desempeñó como Asesor a Cargo de la Gerencia Gral. de la Confederación Industrial Argentina ( CINA), habiendo desempeñado funciones mediante la intervención de la Confederación Gral. Económica, a la cual se encuentra adherida C.I.N.A. Debido a su amistad por intereses comunes y afinidad ideológi ca con Horacio Rodríguez Larreta, también miembro del M.I.D. y Presi dente electo de la Comisión Directiva del Racing Club de Avellaneda, éste lo designó a DE MIGUEL con el cargo de Gerente General de la mencionada institución a partir del día 3 de enero de 1977” (fs. 359). Por último, pero no por ell o menos importante, es útil señalar que el propio damnificado aportó a este Tribunal, copias autenticadas de dos certificados fi rmados por el Coronel Félix Camblor –dirigido éste a l a institución Racing Club de Avell aneda- y por el General Carlos Guillermo Suárez Mason, los cuales dan cuenta de que el damnificado recuperó su libertad el 24 de marzo de 1977 “por no hallarse involucrado con la delincuencia subversiva” (cfr. fs. 2044/5). Finalmente, es necesario destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, Benito Gorgonio de Miguel pasó a ser detenido a 296 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario disposición del Poder Ejecutivo Naci onal (cfr. fs. 1866/8); mientras q ue por decreto 707 del 16 de marzo de 1977, se dejó sin efecto el arresto a disposición del P.E.N. del nombrado (cfr. fs. 1942/3). En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por el nombrado durante su estancia en la Comi saría 1ª de Jun ín y en la unidad carcelaria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a la par que también es posibl e tener por corroborados l os tormentos padecidos por De Mi guel en el últi mo de los siti os mencionados; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en USO OFICIAL orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la víctima durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 20 y 21. Privación ilegal de la libertad y tormentos de Armando Antonio Álvarez y A na María Rinaldi Se ha acreditado en el marco del presente legajo que Armando Antonio Álvarez y Ana María Rinaldi fueron privados ilegalmente de su libertad el 24 de enero de 1977, en horas de la madrugada, cuando se encontraban en el h otel Los Pinos, ubicado en las afueras de la ci udad de Junín, y trasl adados a la Comisaría 1ª de dicha ciudad, donde fueron colocados en un camión celular que se encontraba en la puerta de l a repartici ón policial, y en el cual ya había otras personas que ya se hallaban en igual condición. Al mediodía de la pri mer jornada de detención, f ueron trasladados a la Unidad Carcel aria de Junín, la cual aún se encontraba en construcción, donde estuvieron alojados durante cuatro días. Allí, Armando Antonio Álvarez f ue sometido a reiteradas sesiones de in terrogatorio baj o aplicación de tormentos físicos, mientras que a Rinaldi la mantuvieron aislada en una celda de pequeñas dimensi ones. El 28 de enero del mismo añ o, fueron nuevamente conduci dos a la Comisaría 1ª de Junín, sita en Gandini 165; el 7 de febrero de 1977, su detención fue legal izada mediante decreto del Poder Ejecutivo Naci onal 325/77. Las circunstancias apuntadas precedentemente surgen principal mente de los testimonios recibidos a las víctimas en el marco de las presentes actuacion es y del prestado por aq uellas personas con quienes compartieron cautiverio. 297 Así, Armando Antonio Álvarez relató q ue el 24 de enero de 1977, aproximadamente a las dos de la mañana, se encontraba en el Hotel “Los Pinos” con quien por entonces era su novia, cuando golpearon en su habitación, al abri r la puerta fue inmediatamente encapuchado. Agregó que su novia también fue detenida por las personas q ue lo detuvieron a él , ya que sus captores le pidi eron al dueño del hotel que la llevara a su casa y éste se negó, ci rcunstancia que provocó que ella tambi én fuera detenida (cf r. fs. 149/51). Indicó que fue conducido en un automóvil hasta la puerta de la comisaría, donde l o subieron a un camión celular, en el cual ya se encontraban detenidos Li ggera, Di Sábato, De Siervo, su novia –Ana María Rinaldi-, Imelde Sans, Arce, Ricardo Vega, Héctor Vega, Benito de Miguel, Juan José Martín, Cerutti y un joven de 14 años. Agregó que después fueron llevados a l a cárcel que aún n o se encontraba habilitada, donde f ue colocado en una celda. Respecto de su estadía en la unidad penitenciaria, refi rió q ue mientras se encontraba en la celda lo gol pearon y lo sometieron a diversas torturas psicológicas. En este sentido, man ifestó Álvarez que “...en la celda lo golpearon, más que nada era tortura psicológica, le decía un hombre a cara descubierta que lo iban a fusilar en menos de 72 hs. Le llegaron a hacer un simulacro, lo sacaron afuera, al aire libre y uno le decía que si se lo tenía que hacer a la madre lo haría, porque era un trabajo; y que «cantara», que hablara” (fs. 149). Respecto del conteni do de los interrogatorios a que fue sometido, dijo que le preguntaban por diferentes personas, algunas que conocía y otros que no, ci rcunstancia que le permiti ó asociar los motivos de su detención, señalando que “había ido a un par de reuniones, porque lo habían invitado, no militaba, fue a escuchar, y quedó asociado por eso, era gente de izquierda. Le hicieron escuchar un grabador que sacaron de su casa, y escuchó a Cerutti que lo involucraba en una célula guerrillera, después supo que involucró a todos. Dijo que fue en Morse y bajo t ortura, que lo dijo para que no lo torturaran más” (fs. 149 vta.). Álvarez también precisó l os mecanismos de tortura a que fue someti do durante su cautiverio en la cárcel en construcci ón. Manifestó al respecto q ue l o picanearon y l o golpearon, mientras le preguntaban sobre su militancia pol ítica y respecto de diferen tes personas, algun as de las cuales también se encontraban detenidas; tambi én dijo que lo sometieron a un careo con una persona que cree que era Imelde Sans, pero no puede asegurarlo ya que estaba muy ensangrentada. 298 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Específicamente, relató que “[l]es pegaban y gritaban mucho, estaban fuera de sí, les hablaban con armas en la cabeza. Al dicente lo picanearon dos veces” (fs. 149vta.). Luego de permanecer al ojado cuatro días en esta un idad carcelaria, Álvarez fue trasladado n uevamente a la Comi saría 1ª, donde lo colocaron en solo en una celda, a la cual llevaron luego de unos días a Ricardo Vega. Respecto del trato que reci bió en dicho lugar, i ndicó que no fue bueno, pero no le pegaron. Mientras estaba en la repartición poli cial, aseveró haber sido interrogado por Penna, Manzanares y Mastrandrea –a quien conocía ya que había si do compañero de la escuela- q ui en le decía que dijera la verdad y l o amenazaba con “actuar” en caso de q ue n o lo hiciera. Posteri ormente, fue trasladado a l a cárcel de San Nicolás, donde USO OFICIAL el trato durante el primer período f ue muy malo, pero l uego mejoró. Dij o que en estuvo en este sitio durante siete meses, l uego de l o cual, fue llevado a la unidad carcel aria en La Plata. Por su parte, Ana María Rinaldi , en las declaraciones prestadas en el marco de los presentes obrados (cf r. fs. 196/9 y fs. 1757/66), manifestó que fue detenida el 24 de enero de 1977, aproxi madamente a las cinco de la mañana, cuando se encontraba con Armando Antonio Álvarez en un hotel, en ese momento gol pearon la puerta de la habitación, identificándose como policías. Al abri r la puerta, ingresaron cuatro o cinco person as que portaban armas largas y estaban vestidos de civil, inmediatamente sacaron a Álvarez a empujones de la habitación, mi entras que a ella l a dejaron ah í. Un rato más tarde, ingresó una persona que le dijo que la iban a llevar a su casa en el auto de su novio; cuando la están por subir al auto de Álvarez, pudo observar que éste era subido a un automóvil Torino sin patente. Agregó que la persona que conducía el auto en que fue trasladada, le dijo que la conocía de Tribunales y que los habían detenido porq ue estaban buscando a su novi o, pudiéndol o identificar como Iván Zanetti. En tales condiciones, fue conducida a la Comisaría 1ª, donde pudo ver que a Armando Álvarez l o hacían bajar del Torino encapuchado; en ese momento, pudo observar q ue en el lugar había un gran despli egue de policías y militares que se encontraban en la vereda de l a Comisaría. Posteri ormente, le vendaron los ojos con una cinta adhesiva y fue subida un camión celular que estaba estacionado en la puerta de la Seccional policial. Mientras se encontraba all í, f ue escuch ando que se nombraba a diferentes personas, entre las que recordó a De Siervo, Imelde Sans, Silva, 299 Pajoni y su esposa, Normando Di Sábato, dos hermanos de apellido Vega, Rubén Liggera, Horacio Arce, Juan José Martín y Alberto Sil va. Posteri ormente, el vehícul o partió y, l uego de un trayecto de entre 10 y 15 minutos, la hicieron bajar y la introdujeron en una celda, en la que había una tari ma de cemento en la cual la sentaron. Rinaldi pudo conocer que el lugar al que fue llevada era la cárcel en construcción de Junín el día en que fue nuevamente conduci da a la Comisaría 1ª, cuando uno de l os custodios, de apellido Calatroni a quien conocía por su trabajo en Tribunales, al sacarla de su cel da para el trasl ado, le comentó el sitio en que se encontraba. Luego de permanecer en dicha cel da un tiempo que n o pudo precisar, escuchó que abrieron la puerta e ingresaba una persona que le sacó la cinta adhesiva de los ojo y l a dejó sin venda; dicha person a tenía uniforme militar. Con posteri ori dad a los sucesos, Rinaldi volvió a ver a esta persona en la ci udad de J unín, incl uso en una fiesta del jardín de sus hijos, aunque n unca supo su nombre. Una vez sin venda en los ojos, pudo ver las características del lugar en que se encontraba, tratándose de una cel da con una pequeña ventanita –por la q ue pudo observar que ya era de noche- , que había una tarima de cemento para dormir y otra para comer, con una puerta naranja que tenía un pasaplatos. Un rato más tarde, ingresó a la celda una persona gran dota, vestida con uniforme militar con dos estrellitas, qui en l uego de col ocarl e algodones en los ojos y fijarlos con cinta adhesiva, la interrogó sobre su sobrenombre (“Pepa”), circunstancia ante la cual trató de explicarle que se trataba de un sobrenombre que le habían puesto en la escuela, pero esta persona no le creía y le decía q ue tenían métodos para hacerl a hablar. Más tarde ese mismo día, ingresaron a su celda otras dos personas qui enes la interrogaron sobre su actividad pol ítica, la de su novio y de las otras person as que habían detenido ese mismo día; a parti r de ese momento, l os interrogatorios se reiteraron durante dos o tres veces al día, todos los días que estuvo alojada en dich o lugar. A los dos días de estar en la unidad carcelaria y provocado por el miedo que le daba la situación que estaba viviendo, Rinal di se descompuso, a raíz de ello la hicieron revisar por un médico, q uien le puso una pastilla en la boca y le dio agua para tomarla; por i ntermedio de una amiga, la vícti ma tomó conocimiento, luego de los hechos, de que el apelli do de ese médico podría ser Ezbouky. 300 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Relató que luego de tomar la pastilla que le dio ese médico, comenzó a tener al ucinaciones auditivas. También describi ó los interrogatorios a que fue sometida mientras estuvo aloj ada en la unidad penitenciaria en construcci ón; en este sentido, dijo: “Mientras me interrogaban yo lloraba y decía que ni yo ni él –en relación a su novio Álvarez- teníamos ni nguna actividad polít ica, y la persona que dirigía el interrogatorio –que es la voz que escuché en todas las oportunidadesme dijo «yo soy tu amigo, y vos tenés que confiar en mí porque puede venir otra persona y te puede torturar». Entonces le pregunté quién era y me dijo «Almirón», cosa que no sé si es cierta, porque no lo conocía en ese momento, y tampoco lo vi cuando salí de la cárcel” (fs. 1557/66). Luego de los dos interrogatori os a los que fue sometida, ingresó a su celda un joven mi litar qui en le sacó l a venda, momento a parti r del cual no USO OFICIAL la volvieron a vendar; así, pudo observar que al día siguiente, ingresó a su celda un policía joven que se encontraba uniformado, quien la llevó al baño y le dijo que se llamaba Julio César March quien con posteri oridad llegó a ser Comisario de J unín. Rinaldi describió a esta persona de la siguiente forma: “...su cara tenía muchos pocitos y ojos marrones, flaco y alto, no usaba bigotes” (ibíd.). Nuevamente en la Seccional 1ª, l a nombrada pudo hablar con Imelde Sans con quien fue alojada en una celda contigua a la suya. En tales condiciones, refirió que Sans le contó q ue la habían torturado –aplicándole picana eléctrica-, y que los hombres también habían sido sometidos a igual padecimi ento. Asimismo, señaló que mientras estuvo al ojada en este siti o, pudo reconocer a las personas que oficiaban de custodios ya que l os conocía por su trabajo en el J uzgado; así, señaló: “...uno de ellos se llamaba de apellido Monje – morocho, flaquito, de ojos medio achinados, relativamente bajo de estatura, en ese momento no usaba bigotes, de tez oscura-, y lo seguí viendo después porque llevaba la correspondencia al Tribunal. Una vez le dije si no tenía nada para decirme, y me contestó que f ue un error tremendo que se m andaron. Le pregunté entonces q uiénes y me respondió «los militares». Yo le pregunté cómo decía que eran sólo los militares si los llamaban «Fuerzas Conj untas», o sea que también actuaba la Policía, y me dijo «sí, pero más militares que policías», como dando a entender que ellos dependían del Ejército” (ibíd.). Con relación a las otras personas que oficiaban de guardias en la Seccional 1ª, señal ó “[o]tro de los custodios era Camarro, que luego trabajó afectado por la Policía en la Fiscalía General del Dr. Lago. Allí lo seguí viendo permanentemente. Nunca hablé con él del tema. Era gordito, alto, tez clara, cabello oscuro y corto, no usaba bigotes, tenía anteojos y creo que vive en La Laguna 301 Gómez. También recuerdo otro custodio de apellido Maidana a quien no vi nunca más; era de tez blanca, cabello castaño, de cara muy grande, ojos también oscuros, bastante corpulento y de estatura media. A todos los conocía del J uzgado y por eso supe sus nombres” (ibíd.). Respecto de las fun ciones que cumplían estas personas en dicha dependencia, refiri ó que eran custodios, cuidaban q ue no pasaran de un lugar a otro y que no habl en entre ellas. Manifestó que dos días antes de que se produjera su traslado a la Unidad Carcelari a de San Ni colás, le permitieron que su hermana la viera, oportunidad en la cual se encontraba presente el Comisario Penna. Asimismo, cabe señ alar que Rinaldi , si bien no fue someti da a tormentos físicos mientras estuvo alojada en al repartición policial , indicó que escuchaba gritos permanentemente, f undamental mente de hombres. Otro episodio relatado por la nombrada, al primer o segundo día de su cautiveri o en la Comisaría 1ª, sucedió cuando la llevaron al despacho del Comisario presuntamente para recibirle declaración; así, relató: “Cuando ingreso al despacho estaban allí el Comisario Penna -en frente mí o en el escritorio-, a su lado con la máquina de escribir est aba el en ese entonces oficial Edgardo Mastrandrea -gordo, de tez blanca, relativamente alto, pelo oscuro- y, sentado al lado de Penna, estaba Zanetti, que es la persona que participó en el procedimiento de secuestro en el hotel, a quien me referí antes. Él iba en el auto con mi novio, no era el que viajaba conmigo. Lo sé porque lo vi en ese entonces y lo reconocí: era morocho, caballo muy ondulado, de tez oscura, narigón, estat ura y contextura media. Supe su apellido porque posteriormente fue a entrevistarse con el Dr. Lago y le contó a éste todo acerca de mi detención. Después Lago me lo contó a mí. Estaban todos vestidos de civil” (ibíd.). Agregó: “El otro que estaba era el militar de las estrellitas. Había otras personas de civil, pero no los conocía ni los recuerdo. Todos estaban tomando café antes de empezar a preguntarme. Después Penna dijo «qué descortés estuve con Ana María», y me trajeron uno a mí también. Luego de tomarlo no recuerdo más nada, por eso dije que para mí las alucinaci ones eran por eso. Las preguntas eran pavadas: dónde vivía, dónde estudiaba, pero el de la máquina de escribir no paraba de tipear aunque yo no hablara. Según Im elde estuve casi tres horas adentro del despacho. Ahí me descompuse y vino el Dr. Chiachietta, a quien conocía de Junín y además sabía que era el médico de la Pol icía por los informes que veía en los expedientes en el Juzgado. Él les dijo a estas personas que yo tenía taquicardia. Finalmente me dieron tres hojas escritas y me pidieron que las firmara, les dije que la quería leer y me contestaron que de ninguna manera, señalándome dónde tenía que firmar. Ahí terminó todo” (ibíd.). 302 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Asimismo, relató q ue su traslado a la un idad penitenciari a de San Nicolás fue realizado junto a aproximadamente catorce personas, de las que sólo recuerda a Armando Álvarez y a Imelde Sans. Finalmente, el 12 de mayo de 1977 fue dejada en libertad junto con Ariel de Si ervo, Di Sabatto, Liggera y Silva. Las ref erencias efectuadas por Arnaldo Antonio Álvarez y Ana María Rinaldi, con relación a los h echos de que resultaron víctimas, encuentran confirmación en los testimonios efectuados por aquellas personas con quienes compartieron cautiverio, las cuales f ueron contestes en mencionar entre las personas que estuvieron detenidos j unto a ell o a las Álvarez y Rinal di. En este sentido, cabe mencionar los testi monios vertidos ante esta sede por Digna Imelde Sans (cfr. fs. 1747/56), Alberto Pedro Sil va (cfr. fs. USO OFICIAL 1767/72), Ricardo Luis Vega (cfr. fs. 1803/9), Rubén Américo Liggera (cfr. fs. 1838/43), Normando Federico di Sábbato (cfr. fs. 1844/53), Benito Gorgonio de Miguel (cf r. fs. 1854/57) y Graci ela Raquel Ciappesoni (cfr. fs. 2294/ 5). Finalmente, resulta necesari o hacer referencia a la documentación correspondiente a la Dirección de Investigaci ones de la Policía de la Provincia de Buen os Aires, que fuera en su momento aportada por la Comisi ón Provincial por la Memoria. Allí obra la ficha personal de Armando Antonio Álvarez en la cual se asentaron los antecedentes familiares del nombrado y se dejó constancia de que “[ c]on fecha 24-01-77, fue detenido junto con otras personas por Fuerzas Militares-Policiales, a raíz de int egrar una célula de DD.TT. (E.R.P.) desbaratada en Junín, pasando a disposición del P.E.N., recuperando su libertad el día 24-08-77” (fs. 293/7). Por su parte, también se encuentra agregada a dicha documental, la ficha personal de Ana María Rinaldi, de la cual surge q ue la nombrada f ue detenida el 24 de enero de 1977, posteriormente su detención fue puesta a disposición del P.E.N. mediante decreto n° 325/77 de fecha 7 de febrero de ese año, y q ue se encontraba en libertad (cfr. fs. 604/6). En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por Álvarez y Rinal di durante su estancia en la Comi saría 1ª de Jun ín y en la unidad carcel aria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a l a par que también es posible tener por corroborados l os tormentos padecidos por los nombrados en el úl timo de los siti os mencionados; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Á ngel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. 303 A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la pri vación ilegal de la libertad padeci da por las víctimas durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 22. Privación ilegal de la libertad y tormentos de Rubén Américo Liggera Se encuentra corroborado en autos que Rubén Américo Liggera fue detenido ilegalmente en la madrugada del 24 de enero de 1977, mientras se encontraba en su domicilio particular. El operativo f ue llevado a cabo por un grupo de mili tares uniformados q ue lo trasladaron a la Comisaría 1ª de Junín. En horas del mediodía de ese misma jornada, fue trasl adado a la cárcel en construcción de Junín, donde habría permanecido durante cuatro días y fue someti do a tormentos, l uego de lo cual, f ue n uevamente conduci do a la Comisaría 1ª de J unín. El 7 de febrero de 1977 fue puesto a disposición del P oder Ejecutivo Nacional y trasladado a la cárcel de San Nicolás y, finalmente, el 12 de mayo del mi smo año, fue liberado. Las circunstancias relatadas anteri ormente encuentran sustento en los diversos testi monios que acreditan la detención del n ombrado, además de diversas constan cias documentales, a las cuales haremos referencia en lo que sigue. En pri mer l ugar, es necesario traer a colación el testimonio brindado por el propio damnificado ante este Tribunal. En tal ocasión, recordó que: “...el procedimiento fue en la madrugada del 24 de enero de 1977. Hacía poco que me había casado, vivía en un departamento que había alquilado con su mujer. El que llamó fue mi padre, que me decía: «Rubén abrí, Rubén abrí». Primero habían ido a mi casa paterna, y fue él quien los condujo hacia el lugar. Eran las tres de la madrugada. No recuerdo si alcancé a abrir la puerta. El departamento estaba al fondo, en una casa tipo chorizo. Irrumpió un grupo de militares uniformados que llenó el pasillo de la casa. En ese pasillo me encapucharon y me pusieron contra la pared. Creo que también fui esposado. A mi mujer también la pusieron contra la pared. Le gatillaron un par de veces en la cabeza. [...] Me tiraron en el piso de una camioneta, me llevaron a otro lugar y ahí me pusieron en un cel ular” (fs. 1838/43 y f s. 341/2). Seguidamente, mani festó: “Cuando ingresé al cel ular, había más gente, estaban Di Sáb ato, Ariel De Siervo, Juan José Martín (quien está fallecido), Ricardo Vega. A este celular lo utilizaron como depósito de personas, en el sentido que nunca lo movieron. Durante la noche siguió entrando más gente. Allí nos tuvieron hasta la mañana. En un momento, el celular comenzó a moverse y nos llevaron a la Cárcel de Junín, actual UP 3, q ue aún no estaba inaugurada” (ídem). 304 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Una vez ingresado a la cárcel de Junín, f ue col ocado en una celda individual . Agregó: “Al día siguiente de estar al ojado en esa celda, fui interrogado. Fui encapuchado, me parece que subimos una escalera, de allí fui conducido a una ofici na que tenía el piso alfombrado. Mientras me llevaban, me cargaban por un libro que había escrito, me decían «qué hacés, Pi do Gancho», y me tiraban del bigote” (ibíd.). Esta ci rcunstancia se encuentra corroborada por la documentación q ue en su momento f uera aportada por la Comisión Provincial por la Memoria, el cual contiene los archivos confeccionados en la época por la DIPBA. Allí a fs. 361 se encuentra un Memorando Sec. “C”, N° 1124 ( R.S. 4877) se ha señalado, con relaci ón a los antecedentes de Liggera, que “[e]l causante es autor de un libro titulado «PIDO GANCHO», como así también de USO OFICIAL poesías con estilo de protesta” (perteneciente al Legajo 7511, Carpeta Vari os, Mesa DS) Volviendo al relato, el damnificado manifestó: “Me sentaron en el piso, contra la pared. Después me llevaron a la sala de tortura, que era una cama con elásticos, me desnudaron y me aplicaron picana eléctrica. Yo recuerdo que me ponían una toalla húmeda en el brazo, cal culo que era para no dejar marcas. Me preguntaron qué grado tenía, cuál era mi actividad política, si conocía a ciertas personas [...] Esta primera sesión debe haber durado una hora. Para mí fue un interrogatorio interminable. De allí me tiraron en la celda y me tiraron la ropa. Este tipo de interrogatorios volvió a repetirse al menos una vez más, unos dos o tres días después de la primera. Los interrogatorios siempre giraban en torno a la militancia y a si conocía determinadas personas” (ibíd). Precisó que “...com o producto de la tortura, quedaron secuelas: angustia, el despertarte por las noches con sobresaltos. Físicamente, me quemaron el dedo gordo del pie. Se ve que me ataron con alambre y por ello se quemó. Prácticamente se curó solo, ya que nunca recibí atención médica. [...] hubo [ ...] un simulacro de careo. Creo que fue cuando estábamos en la Cárcel de Junín. Me dijeron que había una persona que había confesado que yo era del ERP. Me increparon para que dijera la verdad” (ibíd.). Con ref erencia a las condiciones de detención, indicó: “Nos daban de comer una vez por día, una especie de cal do sucio. Nunca me pude bañar, además, no teníamos colchón; directamente dormíamos tirados sobre el cemento, en esa especie de camastro. Dadas las condiciones de soledad, no podíamos hablar. No estábamos encapuchados, solamente nos la ponían cuando nos llevaban a la sala de tortura. La capucha era de una tela negra gruesa que impedí a toda visión del exterior. Únicamente podíamos ver por debajo, mirando al piso” (i bíd.). 305 Refiri ó que a pri ncipios del mes de febrero de 1977 fue “blanqueado”. A raíz de ello, nuevamente fue trasladado. Al respecto, relató: “...en el patio de la cárcel estaba el celul ar, donde nos iban subiendo. El motor estaba en marcha, entonces yo estaba afiebrado, deliraba, y le decía a «Pepa» Ana María Rinaldi que no respire, porque nos iban a matar. Rinaldi era la novia de Álvarez. En ese momento, escuché una voz que me dijo: «callate pelotudo, no hables más». Esta persona era Benito De Miguel. Esta expresión fue como que me trajo nuevamente a la realidad. Además de ellos, en ese celular también iba Di Sábato. De allí nos llevaron a la Comisaría 1ª. Nos dieron ingreso, nos tomaron las huellas dactilares y nos fotografiaron. Una vez en este lugar le avisaron a nuestras familias que nos lleven ropa, alimentos a dicha dependencia. Lo que sí es importante aclarar es que ellos ya sabían dónde estábamos detenidos. Se ve que las personas que todavía trabajaban en la obra les avisaron a alguien de nuestras familias que nosotros estábamos detenidos ahí. Cuando algunos de ellos fueron a preguntar, en la Cárcel negaron que nosotros estuviéramos ahí” (ibíd.). Esta circunstancia encuentra correlato en los dichos de Digna Imelde Sans, quien relató: “A los 5 ó 6 días, nos sacaron de los calabozos, en fila india hacia fuera, siempre acompañados por las itacas y rodeadas de cañones del ejército. Otra vez nos subieron a un celular y me acuerdo que uno de los muchachos, que era Rubén Ligera, estaba totalmente sacado, gritando «no nos suban al camión, nos quieren asfixiar, meter gases, etc.». N os llevaron entonces, nuevamente, a la Comisaría Primera” (fs. 1747/56). Volviendo con el relato, especificó el damnificado: “En la Comisaría nos pudimos bañar, cambiar de ropa y comer la comida que nos traía nuestras familias. También recibí atenci ón médica. Aparecieron dos médi cos: Chiachietta y Fara –este último era cardiólogo y ya está muerto-. Eran médicos de la Policía. Nos preguntaron cómo estábamos y en particular, recibí atención por la quemadura. Recuerdo que la primer noche en la Comisaría, yo tenía mucha fiebre, les decía a los guardias que yo les firmaba cualquier cosa, pero q ue me dieran una cama. Esa primer noche dormí en una oficini ta” (ibíd.). Entre l os detenidos con los cuales compartió cautiveri o en la Comisaría 1ª, indivi dualizó a Juan Martín, Di Sábato, Ricardo y Héctor Vega, Ariel de Siervo, Armando Álvarez, Horacio Arce, un muchacho de Chacabuco con quien luego comparti ó cel da en San Nicolás. Según su parecer, todos ellos estuvi eron en dicha depen dencia hasta aproxi madamente el 10 de febrero, fecha en la que fueron trasladados a la cárcel de San Nicolás. Rememoró q ue: “...una noche me sacaron de la celda y me llevaron al despacho del comisario Penna. Allí estaba mi mujer, también estaba el Juez Roggero, un Juez de Menores. El comisario le dice «¿ve que está bien?». Luego me sacaron y 306 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario me llevaron nuevamente a la celda. Ese fue el único contacto que tuve con un familiar” (ibíd.). Con referencia a las características fisonómicas del Comi sario Penna, indicó que era “...morocho, delgado, medía alrededor de un metro setenta o setenta y cinco, el cab ello era canoso, tenía alrededor de cuarenta años. Era un tipo violento, hacía ostent ación de poder. Por ejemplo, uno entraba a su despacho y él tenía el revólver sobre la mesa. Recuerdo que en una oportunidad había un chico de quince años, a q uien le dijo «te voy a matar», lo tomo del cuello y lo levantó del suelo” (ibíd.). En otra oportuni dad, recordó que fue interrogado por Manzanares. Al respecto, señaló: “A él lo conocía de antes. Me interrogó a cara descubierta. Me dijo que le dijera la verdad, porque estaba con ropa de trabajo (tenía una camisa y un pantalón de jean). Luego la conversación fue amena, incl uso me USO OFICIAL hizo una referencia respecto a una novela: «Los tapes de Anderson»”. Con respecto al trasl ado masivo a la cárcel de San Nicolás, relató: “Nos llevaron en un camión del Ejército que tenía una lona atada con sogas. Yo me di cuenta que íbamos para San Nicolás porq ue en un momento la lona se levantó y pude ver un cartel que indicaba que íbamos para tal sitio. Junto con nosotros, en la parte de atrás del camión, iban militares con fusiles FAL. Fuimos trasladados junto con Di Sábato, De Siervo, Héctor y Ri cardo Vega. Íbamos todos atados con sogas. Una vez llegado, nos b ajaron en un patio, nos hacen pasar a una oficinita, de a uno, y lo primero que nos hicieron fue pegarnos. En mi caso, me dijeron que me saque la camisa y me pegaron un golpe en el estómago. Fueron golpes de puño y patadas”. Manifestó que en esta unidad carcel aria tuvo una seri e de interrogatori os ante una especie de tribunal militar compuesto por Larrategui, Melzner y otro individuo aún no identificado. En alguna ocasi ón apareció un policía f ederal de apellido Martínez. Señaló que en este sitio se encontraron con otros detenidos en su misma condici ón. En particular, resaltó: “...nos encontramos con el primer grupo de gente que fue trasladada. Se trataba de «Pichi» Pajón, Benito de Miguel, Martín. En estas celdas estábamos de a dos, después nos separaron. En esa primera etapa estuve con Arce. Un mes después, aproximadamente, nos separaron. Creo que más o menos en mayo de 1977, salió el Decreto por el cual ordenaron mi liberación” (ibíd.). Entre las personas q ue habrían prestado funciones en los si ti os en los cuales estuvo detenido, dijo: “para m í, en la Cárcel de Junín, el mando era ejercido por militares y la Policía. En la Comisaría Primera sólo había policías. Recuerdo que en este sitio estaban Manzanares, Estelrich, Mastrandrea, Almirón. Con respecto a este úl timo, una noche vino Almirón herido en una mano, producto de un enfrentamiento armado con el «Capi tán Luna», José Luna, que se escapó de 307 Morse y terminó exiliado en México. Recuerdo que entró gritando y nos amenazó de muerte a todos los que estábamos detenidos”. Agregó: “El Coronel Camblor era el jefe del regimiento, creo que estaba a cargo de la Subzona 13. Para mí era la autoridad máxi ma de la Subzona 13...”. Con relaci ón a esta última ci rcunstancia, dijo: “Fuimos liberados el mismo día Di Sábato, De Siervo y yo. Nos llevaron en un patrullero a los tres al Regimiento de Junín. Ahí nos recibió Camblor, nos hizo una arenga en la q ue ordenaba que nada de asados, nada de fiestas. A mí en particular me dijo «cuidate Liggerita q ue a vos no te q uieren». Después del Regimiento nos llevaron a la Comisaría 1ª y después nos soltaron” (ibíd.) . Las ci rcunstancias atinentes a su detención se encuentran corroboradas por el testimonio de Nel son de Siervo, quien refirió q ue: “...del grupo de gente que nos detuvieron juntos hay amigos íntimos míos. Con ellos hicimos actividades culturales por un lado y políticas por otro. Mirando el listado que figura en el recort e del diario puedo precisar un poco más. Yo desde muy joven fui afiliado al MID de Arturo Frondizi. Benito De Miguel era el Secretario de la provincia de Buenos Aires del MID y éramos íntimos amigos. Después había otros que de alguna manera se vinculaban con el MID, Martín, Ricardo Vega, por ejemplo. También había otros que eran de la COART, Martín, Liggera, Álvarez, Vega, Sans” (fs. 1738/43). Asimismo, su paso por la Comisaría 1ª encuentra sustento en diversos testimonios; entre los cual es podemos ci tar al de Normando Federico Di Sábato, q uien recordó que al llegar a este si tio, se encon tró con muchas personas conocidas, entre las cuales estaba Rubén Liggera, quien era amigo suyo desde hacía mucho tiempo. También manifestó h aber compartido cautiverio con él tanto en la unidad carcelaria que a la época de los hechos se hallaba en construcción, como luego, cuando fueron llevados nuevamente a la dependencia policial (cfr. fs. 1844/53 y fs. 201/4). De manera concordante, Ana María Ri naldi señaló: “Desde la Comisaría fui introducida en un celular, no sé si por las mismas personas que me secuestraron o por otras; una vez arriba del mismo recuerdo que estaban Ariel De Siervo, Imelde, Sánz, Armando Álvarez, Víctor Pajoni -que está fallecido-, su esposa -que gritaba mucho-, un tal Horacio Arce, de Chacabuco -a quien no conozco ni volví a ver, pero supe su nombre porque en ese momento todos lo dijimos-, Normando Di Sabato, Rubén Liggera...” (fs. 1757/66 y fs. 196/9). A todo ello, agregó que fue liberada de la cárcel de San Nicolás con Ariel de Siervo el 12 de mayo de 1977. Precisó: “Éram os 5 en total que salimos ese día, aparte de nosotros: Di Sabatto, Liggera y Silva. H ubo una tanda que salió antes y otra después” (ídem). 308 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Por su parte, Di gna Imelde Sans aseguró que dentro del camión celular al cual fue conducida luego de su paso por la Comisaría 1ª de Junín, estaba Rubén Liggera (cfr. fs. 1747/ 56). Análogamente, Alberto Pedro Silva indi có: “En el celular ya había gente adentro, empecé a preguntar y ahí estaban Armando Álvarez, Ariel De Siervo, Pajoni y su mujer, Héctor Vega, Di Sabatto, Liggera yo fui uno de los últimos en entrar” (fs. 1767/72 y fs. 48/ 9). Además, Ricardo Luis Vega recordó: “Me estaban haciendo ingresar a un camión, tipo cel ular, donde había otros detenidos. Ahí, quedé parado en el camión y escuché que entre ellos empezaron a hablar diciéndose sus nombres. Todos los detenidos eran conocidos míos. Ahí estaba, según cada uno se iba presentando, Liggera y otros más q ue no recuerdo, especí ficamente, pero todos eran de la COART –un grupo que reunía a fotógrafos, actores de teatro, pintores, poetas, cantantes, USO OFICIAL músicos, un grupo de artistas-” (fs. 1803/9). Asimismo, Armando Antonio Álvarez dijo que en el celular compartió cautiverio con Liggera (cfr. fs. 149/51). A su vez, su paso por la cárcel en construcci ón de Junín encuentra correlato –entre otros- del testimonio de Benito de Miguel , quien recordó que en tal sitio supo que también estaba detenido Rubén Liggera (cfr. fs. 1854/7 y fs. 321/ 3). Su segunda estancia en la Comisaría 1ª de Junín se encuentra acredi tada en vi rtud de los testimonios de Normando di Sábato y Digna Imelde Sans (cf r. fs. 1844/53 y fs. 1747/56, respectivamente). A su vez, de la prueba documental aportada por la Comisión Provincial por la Memori a, compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, se encuentra a fs. 313 y siguientes el Legajo 7511, Carpeta Varios, Mesa DS, del que surge l o si gui ente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctri co de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de Defensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversi vos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año Ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicilio en esta ciudad y la zona [...] se llega al convencimiento tot al de que en esta ciudad, estarían actuando elementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] quien luego de un intenso interrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la integración de la misma […] con la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversivos que seguidamente se mencionan: [...] LIGGERA, RUBÉN AMÉRI CO: nacido en Junín, el día 18 de Julio 309 de 1952, de estado ci vil casado, instruido, empleado, D.N.I. 10.209.747, hijo de Américo y de Esther Caggiola, domiciliado en Belgrano N° 984 de esta ciudad. [...] Que las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encontrándose los detenidos alojados en l a Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Mili tar” (fs. 318/9). Finalmente, es dabl e destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, Rubén Américo Li ggera pasó a ser detenido a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal (cfr. fs. 1866/8). En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por el nombrado durante su estancia en la Comi saría 1ª de Jun ín y en la unidad carcelaria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a la par que también es posibl e tener por corroborados l os tormentos padeci dos por Liggera en el último de los siti os mencionados; sucesos que habrán de serl e imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la víctima durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 23. Privación ilegal de la libertad y tormentos de Horacio Robert o Arce Se encuentra corroborado en autos q ue Horacio Roberto Arce fue detenido il egalmente en la madrugada del 24 de enero de 1977, mientras se encontraba en su domicilio particular, si to en la calle Recon quista 235 de la localidad de Chacabuco, provincia de Buenos Aires. El operativo fue llevado a cabo por un grupo de mili tares un iformados que lo trasladaron a la Comisaría 1ª de Junín. En horas del mediodía de ese mismo día fue trasladado a la cárcel en construcción de Junín, donde habría permanecido por espacio de cuatro días y donde fue sometido a tormentos, l uego de lo cual, f ue n uevamente conducido a la Comisaría 1ª de Junín. El 7 de febrero de 1977 fue puesto a di sposici ón del Poder Ejecutivo Nacional y trasladado a la cárcel de San Nicolás. Las circunstancias relatadas anteri ormente encuentran sustento en los diversos testi monios que acreditan la detención del n ombrado, además de diversas constan cias documentales, a las cuales haremos referencia en lo que sigue. Al prestar declaraci ón ante este Tribunal, Horacio Arce recordó: “A mí me detienen en la madrugada, me llevan a la Comisaría de Chacabuco y al 310 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario comienzo del día, sería media mañana nos llevan a los tres [“Chacho Poy” y su ex cuñado, Raúl Bergaglio, quienes fueron detenidos esa mi sma noche] a la comisaría 1ª de Junín. [...] Cuando entramos a la comisaría me hicieron firmar un libro o algo por el est ilo. Ahí mi cuñado y Poy a los dos días los dejaron libres, se volvieron. Yo quedé más tiempo adentro. El comisario creo que era abogado. Ese comisario me mandaba a llamar bastantes veces, tenía un pizarrón donde tenía nombres con flechas conectadas y suelto abajo estaba el nombre mío. Él decía que no entendía por qué estaba yo ahí” (fs. 3085/7) . Precisó: “De ahí conocía a Ariel De Siervo que también dirigía teatro en Junín, es al úni co que conocía de los nombres que estaban en ese pizarrón. En el pizarrón estaban los nombres del escribano Pajoni, el ingeniero De Miguel, Armando Álvarez, todos estaban vinculados de alguna manera u ot ra a la música, al teatro. También estaba el nombre de Rubén Liggera, que era docente. Estaba el USO OFICIAL director del coro, el director de una escuela de música, bailarines” (ídem). Manifestó que al momento de su deten ción se llevaron muchos libros de teatro, pol ítica y economía, los cuales poseía porq ue a la época de los hechos estudiaba Economía Pol ítica en La Plata. Agregó que en la Comisaría 1ª: “Después nos separaron de los presos comunes, nos pusieron en un lugar apartado que eran como cuartos, había biblioteca. En ningún momento me esposaron. Mi familia sabía que yo estaba ahí detenido, había horari os de visita y me fueron a ver. Yo al único que conocí fue al comisario Penna, al resto no conocía a nadie. Después me trasladaron a San Nicolás. Yo en total debo haber estado detenido un mes, no sé cuanto tiempo en cada lugar. En ese interín yo fui puesto a disposición del Poder Ejecutivo” (ibí d.). Señaló que en la cárcel de San Nicolás fue gol peado, por personal que no pudo identi ficar, y q ue en un momento se ordenó el cese de su disposición del P.E.N. Sobre esta última circunstancia, indicó: “Personas del Ej ército fueron a buscarnos en patrulleros a San Nicolás y nos recibieron en Junín con una formación de honor, pasamos entre una doble fila de soldados que nos saludaban. Esto fue un delirio. El que nos habló fue Félix Camblor, él nos dijo que en una guerra se cometían errores, y que el Ejército sabía reconocer sus errores y que cumplía con haber subsanado el error. Yo antes de mi detención trabajaba en una radio, obviamente con todo esto me echaron, por lo que fui a verlo a Camblor y él le escribió una carta al J efe de la radio diciendo que yo había estado detenido y que no era subversivo” (ibíd.). Aseveró haber compartido cautiverio en la Comisaría 1ª con Ariel de Siervo, Benito de Miguel, Rubén Li ggera, Juan José Martín, Armando Álvarez y Víctor Pajoni. Tambi én recordó q ue uno de los hermanos Vega estaba detenido, aun que no especificó cuál de de ambos. 311 En lo relativo a los i nterrogatori os, dijo que en los mismos: “...me preguntaban permanentemente por una obra de teatro que yo había dirigido, llamada «El Diario de Ana Frank», que yo había dirigido en 1960. Me preguntaban por qué había elegido esa obra. Ellos buscaban un di rector de teatro de apodo «Chacho». Yo caí por ser director de teatro y Poi por tener el mismo apodo” (ibíd.). Su paso por la Comisaría 1ª de J unín se encuentra corroborado, entre otros, por el testimonio de Rubén A. Liggera, quien refirió q ue: “En la Comisaría 1ª éramos quince detenidos: [...] Horacio Arce, un muchacho de Chacabuco con q uien l uego compartí celda en San Nicolás. Creo q ue en la Comisaría 1ª estuvimos hasta el 10 de febrero, fecha en la que fuimos llevados a la Cárcel de San Nicolás.[…] Aproximadamente el 10 de febrero de 1977, fui trasladado a la Cárcel de San Nicolás […] Ahí nos encontramos con el primer grupo de gente que fue trasladada. Se trataba de «Pichi» Pajón, Benito de Miguel, Martín. En estas celdas estábamos de a dos, después nos separaron. En esa primera etapa estuve con Arce” (fs. 1838/43). Coincidentemente, Digna Imelde Sans dijo que mientras estaba cautiva en el cami ón celular: “…yo pregunté en voz alta quién más estaba ahí, y empezaron a identificarse todos. Estaban: Ariel De Siervo, Juan José Martín, el escribano Pajoni y su mujer, que también era escribana, un señor de apellido Arce” (fs. 1747/59). Finalmente, Ana María Rinaldi manifestó: “Desde la Comisaría fui introducida en un cel ular, no sé si por las mismas personas que me secuestraron o por otras; una vez arriba del mismo recuerdo que estaban […] Horacio Arce, de Chacabuco -a quien no conozco ni volví a ver, pero supe su nombre porque en ese momento todos lo dijimos-” (fs. 1757/66). Es dabl e destacar que los testimonios fueron concordantes al manifestar que el camión cel ular mencionado fue llevado a l as pocas horas a la cárcel en construcción, por los que qui enes estuvi eron allí detenidos fueron alojados luego en tal lugar. Con relaci ón al cautiveri o de Arce en la cárcel en construcción debo agregar lo dicho por De Miguel, en su declaración de fs. 1854/7 en la que manifestó: “[ p]or comentarios y cuando se abría la puerta sabía que había otros detenidos, así supe que estaban detenidos […] un hombre de la cultura de Chacabuco de apellido Arce…”. Luego, todo el grupo de detenidos f ue trasladado a la Comi saría 1ª de Junín, donde permanecieron hasta ser traslados a la Unidad Penitenciaria de San Nicolás. Puntualmente, Alberto Pedro Silva recordó que, al ser transportado a la mencionada unidad: “nos llevaron en camiones del Ejército. En una soga nos ataron a todos. Ahí Manzanares dijo «si alguno se quiere escapar mátenlos a todos». Ahí estaba Arce q ue es de Chacabuco” (f s. 1767/72). 312 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Armando Álvarez, en su declaración obrante a fs. 149/51, resumió todo el recorri do realizado durante su cautiverio de la si guiente manera: “Lo llevaron en un auto y estuvieron toda la noche, todos juntos, en la puerta de la comisaría en un celular. Estaban ahí también […] uno de Chacabuco, Arce […] Después fueron a la cárcel , que no estaba habilitada […] Habrán estado una semana en la cárcel, luego los llevaron otra semana en la comisaría primera, ahí a cara descubierta, l uego los llevaron a San Nicolás”. Con relación a su li bertad debo hacer mención a la declaración testimonial prestada por Graciela Raq uel Ciappesoni, viuda de Pajoni a f s. 2294/5, q uien recordó: “Un día por la m añana, Camblor me llamó para contarme que a la tardecita, yo iba a tener a mi marido en casa. Durant e las visitas a la cárcel, me hi ce muy amiga de una señora que era la esposa de uno de los detenidos de Chacabuco: Horaci o Arce. Camblor me había dicho que a Víctor lo iban a liberar USO OFICIAL junto con Arce. Entonces, yo llamé a la esposa de Arce a Chacab uco, le dije que se viniera a mi casa. A la tarde, llegaron solos. Me contó mi marido que venían en una camioneta, sin saber adónde iban. Ellos pensaban que los iban a bajar y a matar. Nunca les dijeron que estaban libres, hasta el momento de la efectiva liberación”. A su vez, de la prueba documental aportada por el Archivo Provincial por la Memori a que se encuentra reservada en Secretaría, la cual está compuesta por legajos confecci onados por la DIPBA, se encuentra a fs. 313 y siguientes el Legajo 7511, Carpeta Varios, Mesa DS, del que surge lo siguiente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de Defensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversivos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año Ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicilio en esta ciudad y la zona [...] se llega al convencimiento total de que en esta ciudad, estarían act uando elementos que han incursionado o incursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] quien luego de un intenso i nterrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la integración de la misma...”. “...con la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversi vos que seguidamente se mencionan: [...] ARCE, Horacio Roberto: nacido en Chacabuco, el día 16 de enero de 1939, de estado civil casado, instruido, Gerente de Ventas de Radio Chacabuco, hijo de Manuel y de Juana Gorrese, domiciliado en calle Reconquista nro. 235 de la ciudad de Chacabuco. [...] Que las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. 313 Encontrándose los detenidos alojados en l a Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Mili tar” (fs. 318/9). Finalmente, es dabl e destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, Horacio Roberto Arce pasó a ser detenido a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal (cfr. fs. 1866/8). No escapa a mi atención el hecho de que en su declaración testimonial prestada ante el Juzgado de Junín a fs. 248 y en la obrante a fs. 3085/7, Arce refi riera haber sido detenido en el año 1977, trasladado a la Comisaría 1ª de Junín por algunos días y luego alojado en una unidad penitenciaria y no mencionara minuci osamente l os detall es de su secuestro. El resto de los elementos colectados en autos permiten tener por acreditada la privaci ón ilegal de l a libertad tal como l a describiera anteriormente. En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por Horaci o Arce durante su estancia en la Comisaría 1ª de Junín y en la unidad carcelaria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a la par que también es posibl e tener por corroborados l os tormentos padecidos por el nombrado en el último de los siti os mencionados; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la víctima durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 24. Privación ilegal de la libertad y tormentos de Normando Federico di Sábato Se encuentra acreditado en autos que el nombrado en el acápite fue detenido ilegal mente en la madrugada del 24 de enero de 1977 en su domicilio particular, sito en l a calle Remedios de Escalada de San Martín, altura 600, Jun ín, provincia de Buenos A ires. El operativo fue llevado a cabo por una comisión policial que l o condujo a la Comisaría 1ª de dicha ciudad, luego de lo cual, f ue introducido en un camión celul ar. En horas del medi odía de esa misma jornada fue trasladado a la cárcel en construcción de Jun ín, donde permaneció aproximadamente cuatro días. Luego fue nuevamente llevado a la Comisaría 1ª de Junín. El 7 de febrero de 1977 fue puesto a disposición del P oder Ejecutivo Naci on al y trasladado a l a cárcel de San Nicolás y, finalmente, el 12 de mayo del mismo año, f ue liberado. Tales ci rcunstancias encuentran correlato en las declaracion es y demás constancias a las cual es se hará ref erencia en l o que sigue. 314 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario En particular, con sidero insoslayable tomar en cuenta el testimonio prestado por Di Sábato tan to ante este Tri bun al como ante el Juzgado Federal con asiento en J unín. En tales ocasiones, l a víctima recordó: “La noche del 24 de enero de 1976, alrededor de la una de la madrugada, me encontraba durmiendo en mi domicilio, en ese entonces en la calle Remedios de Escalada de San Martín a la altura 600, cuando siento fuertes golpes en la puerta, me levanto y me doy cuenta que estaban golpeando en mi casa, o sea que ya habían atravesado un muro que estaba delante. Entonces me ordenaron que abriera, identificándose como pertenecientes a la Policía. Fue muy conf uso, porque los que ingresaron a mi domicilio eran policías pero afuera de la casa había un gran despliegue militar custodiando el operati vo. Tanto unos como otros estaban vestidos con sus uniformes reglamentarios. Los policías arropados de azul oscuro y los militares con ropa de fajina color verde. Me parece que también entraron algunos militares a mi domicilio, USO OFICIAL pero los que primero i ngresaron y me esposaron fueron de la Poli cía. Todos portaban armas largas. Los que entraron primero f ueron, al menos, seis personas, que me esposaron inmediatamente y me condujeron al exterior, donde me encapucharon; pero antes de ello alcancé a ver el despliegue militar y un jeep de la Policía. Entre varios me arrojaron al interior de ese vehí culo” (fs. 1844/53 y fs. 201/4). Continuó: “Luego de que dos o tres personas me introdujeran en la parte trasera del jeep, se puso en movimiento el vehículo y tras un trayecto de aproximadamente 5 o 10 minutos, me trasladaron a la Comisaría 1° de Junín, ingresando al patio de la misma” (ídem). Una vez en dicha dependencia policial , refirió: “...a mi me bajaron y me condujeron hasta allí, pero en el lugar había un celular, al que me subieron, encerrándome en una de las celdillas. En ese momento percibí voces, nos empezamos a identificar y me encuentro con que había muchos conocidos: estaban Rubén Liggera –amigo desde hacía mucho tiempo-, Juan José Martín –a q uien conocía del ambiente artístico, él era director del coro, además la mayoría teníamos militancia política en el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID)-, Ricardo Vega «el negro» y Ariel De Siervo, ambos cercanos también por el ambiente artístico y por la militancia en el desarrollismo”. Señaló: “Después de que se llenó el celular, se puso en movimiento, y esta vez realizó un trayecto mucho más largo que el anterior, de aproximadamente media hora. Entonces el vehículo se detuvo y me bajaron, no recuerdo cuántas personas pero seguro más de dos, y me introdujeron a una celda. El trayecto no lo tengo muy presente, había muchos recovecos, posiblemente porque era un lugar en construcción; después me enteré que era la U nidad Penitenciaria 13ª” (ibíd.). Dijo que lo llevaron esposado –mas no encapuchado- a una celda, donde lo dejaron solo. Luego: “...ingresaron dos personas, uno de civil, que 315 después en la Comisaría y por comentarios de mis compañeros, me entero que era Almirón –una persona robusta, de estatura mediana, de ojos m uy claros y muy duros, una mirada muy intimidante, rubio-, y la otra persona era un militar joven, delgado, relativamente alto, creo que de pelo y tez castaños, que nunca supe quién era. Lo de Almirón lo tengo muy claro porq ue si bien se notaba q ue las órdenes las daba el militar, él era el que siempre hablaba. Por ejemplo, recuerdo que yo en ese momento tenía muchas ganas de orinar y les pedí de ir al baño, y Almirón me respondió «qué te crees que estas de vacaciones, meate encima», pero alcanzo a ver que el otro le hace un gesto, y entonces me saca las esposas. Entonces me dice Almirón «¿así que vos sos gatillo?», lo que me extrañó muchísimo porque era la primera vez que escuchaba ese apodo, de hecho, yo no usaba apodo. Luego me preguntó si yo era zurdo o diestro, a lo que respondí que diestro, entonces él tenía un cigarrillo encendido en la mano y me lo apagó en la palma derecha. [ ...] Almirón siempre me siguió llamando «gatillo», después me dijo que me llamaba así porque suponía que yo era la mano armada de la supuesta célula terrorista”. Respecto de este individuo, precisó: “Almirón estaba presente en todo, desde llevarme y traerme hasta tal vez participar de la sesión de tormentos-, y supongo que también había civiles, como m édicos, que presenciaban las sesiones de torturas y daban indicaciones acerca de si podían seguir o no. Com o estaba vendado, yo no pude ver quiénes eran los que me tort uraban”. Recordó q ue: “...otra vez entró un militar, vestido de fajina, no recuerdo si el mismo que antes, con otro grupo de militares –alrededor de dos- y me sacaron de la celda. [ ...] Me sacaron a lo que sería un descampado, lleno de malezas, y ahí había más soldados, militares, aproximadamente 6. Estos me rodearon con fusiles, me entregaron una pala y el jefe me dijo «bueno, cavate tu tumba», o sea que me tuve que poner a hacer eso. [...] cuando llegué a cavar un pozo de aproximadamente 1,80 x 60 ó 70 centímetros y una profundidad cercana al medio metro, lo que creí que era la medida de una fosa, paré porque est aba cansado, nos miramos con el hombre que digo que era el j efe y me preguntó si yo entraba ahí. Le contesté que creía que sí. Entonces él y otros más me llevaron de nuevo a la celda sin darme ningún tipo de explicaciones. Yo pensé que me mataban ahí. Esto fue todo el mismo día, probablemente ocurrió después del mediodía” (ibíd.). Prosiguió: “Por la tarde me trajeron algo de comida, algún plato horroroso que no recuerdo si comí o no, y luego vinieron varias personas, al úni co que recuerdo es a Al mirón, me colocaron dos trozos de algodón en los ojos y me encintaron, pero no me esposaron. También hay un par de hechos que sucedieron, pero no recuerdo si fueron ese día: yo estaba con los ojos vendados, entraron varios a mi celda, y escucho que tiran hacia atrás la corredera de una pistola como para cargarla, me la posan en la sien y aprietan el gatillo. Otro episodio que recuerdo, mucho más doloroso para mí, fue que alguien me preguntó si mi mujer estaba 316 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario embarazada, nosotros teníamos la sospecha de que sí y estábamos esperando la confirmación por un médico, y se los conté. Entonces una de las personas me dijo que ella había abortado, lo que no fue cierto porque mi hijo acaba de cumplir 32 años. Lo otro que me preguntaron es si mi mamá sufría del corazón, respondí que sí, y me dijeron que ya se había muerto”. Aseveró que en este sitio estuvo detenido junto a Rubén Liggera, Nelson de Siervo, Benito de Mi guel –Jefe pol ítico del MID-, J uan José Martín, los hermanos Vega - Ricardo y Héctor-, P ajoni, Arce –ori undo de Chacabuco-, Silva, Imelde Sans, Armando Álvarez y su novia, Ana María Rinaldi. Con relación a las condiciones de cautiverio en este sitio, in dicó: “Estuve desde el lunes a la tarde y creo q ue hasta la tarde del miércoles con los algodones y encintados los ojos. Cuando me los sacaron no veía bien. Y recuerdo entonces a un militar, creo que tenía bigotes y no puedo precisar si era el mismo de USO OFICIAL siempre, que me dijo que me quedara tranquilo que «pegó en el palo», que así como estaba, surcado por el paso de la picana no me podían liberar, pero que eventualmente lo harían. [...] después del lunes no me volvieron a poner las esposas hasta el jueves creo, cuando me trasladaron nuevamente a la Comisaría” (ibíd.). Añadió: “En una ocasión tuve necesidad de ir al baño, creo que fue el martes, después de l a primera sesión de torturas. Yo sufría de hemorroides, y cuando en la sesión de tormentos subieron el voltaje yo sentía que se me salía hasta el alma. Cuando pedí de ir al baño me llevaron a la misma fosa que había cavado, que hacía las veces de retrete. Después me dijeron que me limpiara con el pasto. En cuanto a la higiene, hasta que no volvimos a la Comisaría no pudim os bañarnos”. Con relación a las torturas, señaló: “Las torturas empezaron el día martes. Almirón me sacó de la celda y no recuerdo el camino, pero me llevó a los empujones a algún lado. Cuando vamos llegando siento gritos. Después me di cuenta que estaban torturando a alguien y no habían terminado con esa persona. Supongo que lo hicieron a propósito. Creo que supe que ese torturado era Pajoni porque probablemente lo hayan nombrado en algún momento. Luego lo sacaron a él del lugar, me hi cieron desnudar y recostar en una suerte de armazón metálico, con una colchoneta en el fondo”. Especificó: “...me ataron las muñecas y los tobillos, y a uno de los dos dedos gordos me ataron un alambre para que la corriente pasara. Después me rociaron con agua, me pusieron en la b oca un envoltorio de trapo que me la mantenía abierta y creo que una bota encim a, o sea, un pie, con suela de goma. Me indicaron que abriera y cerrara las manos cuando quisiera hablar. Así empezaron a aplicarme picana, básicamente en el pecho, pero a medida que avanzaba la sesión iban aumentando la tensión de la corriente y se sentía muchísimo más. Después me pasaron por los genitales y por las encías. El dolor era insoportable. La pierna en la cual tenía la descarga por el dedo gordo se sacudía. Había mucha pero mucha gente 317 y voces distintas, pero no pude ver nada. Al menos supongo que uno era médico porque una persona indicaba si podían seguir o no. Los interrogatorios versaban fundamentalmente sobre la organización, me preguntaban nombre de guerra y grado, pero después hubo una serie de preguntas aisladas sobre distintos hechos políticos, parecían ser como de relleno. [...] Fue un tiempo largo que me tuvieron en esas condi ciones, yo pedía a gritos que me dieran agua y alguien me explicó que no podían darme por el tema de la corriente. Después me devolvieron a la celda, y me tiré en un armazón de concreto que había ahí, donde supuestament e debía ir encima un colchón, que no est aba” (ibíd.). Manifestó q ue en la unidad carcelari a de Junín permaneci ó desde el 24 al 27 de junio de 1977. Agregó: “El jueves por la tarde vino un grupo de personas a buscarme a la celda, me esposaron con las manos haci a atrás y me introdujeron en un celular, donde estábamos prácticamente todos los que nombré antes, pero no recuerdo específicamente a qui énes pude ver. Llegamos a la Comisaría Primera, el celular paró por Gandini , me i ndicaron que bajara del vehículo y me trasladaron a una celda dentro de la dependencia policial. [...] Fui introducido en una cel da individual, que estaba ubicada en el patio de la Comisaría”. Con relaci ón a la organización funcional de la Seccional poli cial, manifestó: “Era evidente que éramos detenidos por la gente de l a DIPBA, porque después nos fueron llevando a declarar y el que tomaba las declaraciones era Manzanares, que era el Jefe, y en ese entonces tenía el grado de Subcomisario. El Jefe de la Comisaría era Penna, lo vi ahí cuando me llevaron a declarar, no lo conocía de antes, pero todo Junín sabía cómo era. [...] En cuanto al personal policial, además de él estaban los guardias, que seguramente iban cambiando, pero yo sólo recuerdo a Cal atroni”. Dijo que en la Comisaría permaneci ó aproximadamente dos semanas. Recordó que: “...tras aproximadamente una semana de estar en el lugar apareció Almirón con un brazo vendado o enyesado, entró a mi celda y me dijo «mirá lo que me hicieron tus amigos» y me golpeó. También recuerdo que después de unos días de haber arribado a la Comisaría, empezaron a tomar todos los días declaraciones. Ello duro un tiempo y se cortó, tras lo cual toda la gente que iba declarando era trasladada. Después hubo una segunda tanda de declaraciones. Un día me vinieron a buscar dos policías a la celda –a quienes no recuerdo-, me esposaron y me llevaron a una oficina, donde estaba Manzanares y otra gente, a quienes no reconocí ni podría describir. Había uno que escribía. Sólo tengo presente que en un momento apareció Penna y se fue. Manzanares me interrogaba sobre mi actividad política y seguía empecinado en q ue éramos terroristas, me decía que era 318 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario un «zurdo recalcitrante», y me amenazó con tirarme un zapat o por la cabeza” (ibíd.). Agregó: “Cuando terminó el interrogatorio, me trajeron el documento escrito y me hicieron firmarlo sin leerlo. Luego me devolvieron a la celda y creo que al otro día, muy de madrugada nos sacaron a todos -al único que recuerdo es a Rubén Liggera, pero seríamos unos siete-, y por primera vez vemos personal militar en la comisaría. Nos entregaron a los mil itares, que nos tomaron los datos, nos ataron las manos atrás con cuerdas y nos tiraron arriba un transporte de tropa. Estaban vestidos con uniforme de fajina verde. Íbamos sentados en el camión, en la parte trasera, y había dos custodios. [ ...] D esde ahí nos bajaron en un patio en la cárcel de San Nicolás. Nos trasladó personal militar, pero luego nos dejaron en manos del personal pol icial de la Comisaría”. Con referencia a su legalizaci ón, refiri ó: “Después de llegar a San USO OFICIAL Nicolás, nos quedamos con los guardia cárceles, que nos golpearon, nos tomaron los datos, nos cortaron el pelo, nos afeitaron y nos introdujeron en celdas. A la semana aproximadamente nos hicieron firmar un papel donde decía que habíamos entrado en un Decreto y habíamos sido legalizados”. Finalmente, relató: “Desde San Nicolás fui liberado alrededor de mediados de mayo de 1977, cuando nos trasladaron al Comando 101 del Ejército. Allí Camblor nos recomendó que no mil itáramos más y nos dijo que si nos trasladábamos de Junín debíamos avisar. Camblor era un hombre alto, grandote, creo que canoso. Se presentó él de esa manera. Lo que recuerdo de la detención en San Nicolás es, en particular, que en una ocasión nos tomó declaración el Teniente Coronel Melzner -quien se presentó de esa manera- y en otra oportunidad declaramos ante el tam bién Teniente Coronel Larrategui”. Su pri mera estancia en la Comisaría 1ª encuentra correlato en los dichos de Alberto Pedro Silva, qui en refiri ó: “En el cel ular ya había gente adentro, empecé a preguntar y ahí estaban Armando Álvarez, Ariel De Siervo, Pajoni y su mujer, H éctor Vega, Di Sabato, Liggera yo fui uno de los últimos en entrar” (fs. 1767/72 y fs. 48/ 9). En términos si milares se expidi ó Ana María Rinal di. Agregó que fue liberada el 12 de mayo de 1977, jun to a De Siervo, Di Sábato, Li ggera y Silva (cfr. fs. 1757/66 y fs. 196/9). Por su parte, Armando Antonio Álvarez dijo que en el celular compartió cautiverio con Di Sábato (cfr. f s. 149/51) . Análogamente, Rubén Américo Li ggera manifestó: “Cuando ingresé al celular, había más gente, estaban Di Sábato, Ariel De Siervo, Juan José Martín (quien está f allecido), Ri cardo Vega. A este cel ular lo utilizaron como depósito de personas, en el sentido que nunca lo movieron. Durante la noche siguió entrando más gente. Allí nos tuvieron hast a la mañana. En un momento, el celular 319 comenzó a moverse y nos llevaron a la Cárcel de Junín, actual UP 3, que aún no estaba inaugurada” (fs. 1838/43 y fs. 341/ 2). Este testigo afirmó haber compartido cautiverio con Di Sábato luego, en la unidad carcelaria en con strucción, como así también l uego, cuando f ueron trasl adados nuevamente a la Comisaría 1ª de Junín. También aseveró haber sido trasladado junto a él a la cárcel de San Nicolás, desde donde f ueron liberados, j unto a Nelson de Si ervo (ídem). Por su parte, la detención del nombrado en la cárcel en construcción de J un ín se encuentra acreditada en virtud del testimonio de Benito de Mi guel (cfr. fs. 1854/7 y fs. 321/3) y en el de Ricardo Luis Vega (cfr. fs. 1803/9). A su vez, de la prueba documental aportada por la Comisión Provincial por la Memori a, compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, se encuentra a fs. 313 y siguientes el Legajo 7511, Carpeta Varios, Mesa DS, del que surge l o si gui ente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctri co de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de Defensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversi vos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año Ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicilio en esta ciudad y la zona [...] se llega al convencimiento tot al de que en esta ciudad, estarían actuando elementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de JORGE RAÚL CERUTTI [...] quien luego de un intenso interrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la i ntegración de la misma...”. “...con la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversi vos que seguidament e se mencionan: [...] DI SÁBATO, Normando Federico: nacido en Junín, el día 31 de di ciembre de 1950, de estado civil casado, instruido, empleado, L.E. N° 8.364.082, hijo de Normando Federico y de Aurelia Blanca Martí nez, con domicilio en la calle R.E. de San Martín N° 600 de esta ciudad. [...] Que las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encontrándose los detenidos alojados en la Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Militar” (fs. 318/9). En cuanto a sus antecedentes, se ponía de resalto q ue “[e]n 1973 actuó como Secretario de Prensa y Propaganda de la Junta Promotora del Frente de Izquierda Popular (F.I.P.), siendo sostenido candidato a Diputado Provincial por dicha agrupación en l as elecciones realizadas en el mes de Marzo de ese año. Al igual que RUBÉN AMÉRICO LIGGERA, en el mes de noviembre de 1973, la J.S.P. y J.P.R.A. lo menciona en volantes que distribuye en Junín sindicándolo como 320 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Trostkista-Marxista. En 1974, integra el Consejo de la Juvent ud del M.I.D. de Junín. (fs. 362). Finalmente, es dabl e destacar que mediante decreto 325 del 7 de febrero de 1977, Normando Federico di Sábato pasó a ser detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (cfr. fs. 1866/8). En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por el nombrado durante su estancia en la Comi saría 1ª de Jun ín y en la unidad carcelaria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a la par que también es posibl e tener por corroborados l os tormentos padecidos por Di Sábato en el último de los siti os mencionados; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. USO OFICIAL A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la víctima durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 25. y 26. Privación ilegal de la libertad y tormentos de Ricardo Luis y Héctor Vega Se encuentra acreditado en autos que los hermanos Ricardo Luis y Héctor Vega fueron ilegalmente detenidos el 24 de enero de 1977 en sus respectivos domicili os –el de Ricardo Vega ubicado en Ameghino y Alsina-, ambos de la locali dad de Jun ín, y trasl adados a la Comisaría 1ª de dicha ciudad, donde fueron introduci dos en un camión cel ular. En horas del mediodía de esa misma jornada, fueron trasl adados a la cárcel en construcción de J unín, donde perman ecieron cuatro días. En este sitio, habrían sido someti dos a tormentos. Luego, f ueron nuevamente llevados a la Comisaría 1ª de Jun ín donde permanecieron hasta q ue el 7 de febrero de 1977, fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Naci onal. En relación a Ricardo Luis Vega, tales circunstancias surgen de las declaraci ones prestadas por el mismo, tanto ante este Tribunal como ante el Juzgado Federal con asiento en Jun ín. Al prestar testi monio ante esta judi catura, el damnificado expresó: “Yo llegué a mi casa a las 2 de la mañana, había estado en un café […] Al llegar me tiré en la cama y me puse a leer un libro esperando a que llegaran y cuando me quise acordar, escuchó que abren la puerta de la calle e ingresa un grupo de ocho personas, aproximadamente. Todos ellos entraron a mi dormitorio, de a uno, como si fuera un movimiento estudiado. Uno de ellos me dijo que me levante. Me agarraron del brazo, me pusieron una venda en los ojos, me metieron en un auto, y al ingresar me dieron un culatazo en la cabeza. Lo que yo pude ver es que 321 aproximadamente la mitad de los ingresaron tenían uniforme de policía y la otra mitad ropa de militar, uniforme de fajina verde. No pude ver mucho porque fue todo muy rápido, estaba toda la casa a oscuras e inmediatamente me hicieron levantar y me vendaron los ojos…” (fs. 1803/1809). Según relató, fue trasladado a la Comi saría 1ª de Jun ín en un automóvil y al llegar a la mi sma, l o bajaron del vehícul o y lo hicieron ingresar en un celul ar, donde había otros detenidos. Especi ficó: “Ahí, quedé parado en el camión y escuché que entre ellos empiezan a hablar diciéndose sus nombres. Todos los detenidos eran conocidos míos. Ahí estaba, según cada uno se iba presentando, Liggera y otros más que no recuerdo, específicament e, pero todos eran de la COART –un grupo que reunía a fotógrafos, actores de teatro, pintores, poetas, cantantes, músicos, un grupo de artistas-. Con ellos había estado tomando un café momentos antes de mi secuestro, y se ve que, al retornar cada uno a su casa, nos fueron deteniendo…” (ibíd.). Después de un lapso de aproximadamente dos horas, al rededor de las 11 hs. de la mañana, fue llevado a la cárcel de Junín, Unidad 13, episodio que Ricardo Vega relató en los siguientes términos: “Ahí estuvimos aproximadamente dos horas, hasta que el camión arrancó su marcha y comenzó a dar vueltas, como despistándonos, se percibía que daban vueltas por la ciudad, además yo ya me había levando un poco la venda y podía “relojear” que camino hacían. El trayecto habrá durado una media hora o cuarenta y cinco minutos, hasta que llegamos a la Cárcel de Junín, la nro. 13, q ue en ese m omento estaba en construcción, nosotros la inauguramos…” (i bíd.). Al llegar al lugar, f ue introduci do en una celda solo y con los ojos vendados. Una persona que i dentifi có como un mili tar, le comunicó cuál era el l ugar desde el cual ven ía y dónde se encontraba. Al ser instalado en la celda, f ue gol peado en el hígado, lo cual l e produj o una úlcera. Allí permaneció cuatro días, y en dicho siti ó pudo escuchar cómo eran torturados otros detenidos: “En un momento comencé a escuchar gritos de personas quejándose y todavía no entendía de qué se trataba. Estaban siendo picaneados, los gritos eran desgarradores. A las pocas horas me fueron a buscar a mí, pero la cuestión es que yo estaba enfermo de una úlcera en el estómago y como la situación me había puesto muy alterado, yo había comenzado a escupir y me escupía sangre. Al ingresar uno de ellos a mi celda, se ve que vio el escupitajo de sangre y me preguntó qué había pasado, quién había hecho eso y entonces le conté cuál era mi situación. En eso, llegó otra persona, como para ayudarlo al primero que había ingresado a mi celda, pero éste último le dijo “no éste no, éste no va…” (ibíd.). En relación a las condiciones de cauti verio en la cárcel, Vega puntualizó que no fue llevado al baño, y que después de aproximadamente tres días, l e sacaron las vendas de l os ojos. 322 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Respecto de las demás condiciones padecidas por Héctor Vega, su hermano expresó: “A los 5 ó 6 días, cuando ya habían torturado con picana a todos, nos dejaron sacarnos la vendas, y nos permitieron salir al patio de la cárcel. Me encontré con toda esta gente, incluido mi hermano. A mi contó que la noche anterior le habían hecho un simulacro de fusilamiento, que lo habían puesto contra un paredón y que cargaban las armas, se ponían los represores en fila y venía uno que simulaba ser un cura para consolarlo. Que luego de todo ello, tiraron al aire, y comenzaron a reírse de él, de cómo se había asustado. No me dijo si había sido picaneado, yo le dije de los gritos que escuchaba y él me dijo que también los había escuchado pero nunca me dijo si le habían dado con picana…” (ibíd.). Luego de aproximadamente cuatro días, los hermanos Vega fueron trasladados nuevamente, junto con el resto de los detenidos -a quienes Ricardo Vega identi ficó en su declaraci ón como A riel Li ggera, Imelde Sans, USO OFICIAL Di Sábato, De Ci ervo, Armando Álvarez, Ana María Rinal di, Pajoni, Benito de Miguel, J uan José Martín y Alberto Pedro Silva-, a la Comisaría 1ª de Junín. Los trasladaron ya si n vendas en l os oj os ni esposas. Al llegar a la Comisaría 1ª, Ricardo Vega rel ató q ue fue introducido en un calabozo común, en donde permaneci ó solo. Estas celdas eran custodi adas, recordó, por los policías que formaban parte del personal de la dependencia. A este respecto, refi rió: “Todos los que vi eran los policías comunes de la Comisaría, excepto uno que vino una vez, que era también policía porque estaba vestido como tal. Este tipo no era de la comisaría y según me contaron los otros detenidos, era de la Seccional de Morse. Este tipo llegó sólo una vez, y comenzó a golpearnos a todos. Entraba a cada celda y nos daba una trompada a cada uno, insultándonos, nos decía «ustedes son guerrilleros como aquél otro, ustedes los ayudaron a rajarse». Según me pude enterar después, ya liberado, en la Comisaría de Morse se les había escapado un preso y se ve que entonces, le permitieron a este policía desquitarse con nosotros por eso…” (fs. 1803/9) . En su declaración ante el J uzgado Federal de J unín, el nombrado detalló en relación a este episodi o q ue: “Un día vino un policía petisito, morrudo (dicen que se llamaba Almirón), se metió en su celda y lo agarró a piñas y patadas, decía que en Morse le había pasado algo y se desquitaba con ellos: un canillita que tenía en Morse le había disparado un tiro con un arma que sacó de arriba de un escritorio y parece que se escapó, no vio si Almirón estaba herido. Decía que venía ahí a pegarles porque también eran «guerrilleros» como el canillita […] Este Almirón trabajaba como policía en Morse…” (fs. 109/11). A este respecto, identificó a Almirón como el jef e de l a Comisaría de Morse. En la Comisaría 1ª Ricardo Vega fue interrogado respecto de sus actividades. Preci só: “no fui torturado, pero sí interrogado. Una sola vez, me sacaron de la celda y me llevaron a una oficina en la que me interrogaron 323 Manzanares y Mastrandrea. Yo en ese momento no sabían quiénes eran. Bueno, me llevaron a esa oficina y comenzaron a preguntarme cosas sobre mi ocupación, mi profesión. A qué me dedicaba, de dónde conocía al resto de los detenidos […]. Este interrogatorio fue formal, ellos de un lado de un escritorio, yo del otro, no hubo golpes ni insultos, nada por el estilo. Al resto de los detenidos t ambién los fueron llevando de a uno…” ( ibíd.). Asimismo, expresó que posteri ormente, ya en la cárcel de San Nicolás, pudo saber que quienes lo interrogaron fueron Manzanares y Mastrandrea por l o que l e dijeron sus compañeros de la COART. A este último, l o describi ó como “...un muchacho con pelo ondulado, medio gordito, de una altura similar a la mía, 1.68 m, de tez blanca, pelo castaño […]”, mientras q ue de Manzanares dij o que “era más alto -1.70 aprox-, más delgado, más elegante que el otro, de cabello laci o, más rubión que el otro…” (ibíd.). Por otra parte, expresó que el Jefe de la Comisaría 1ª era un Comisario de apelli do Penna. En relación al trato recibido en el CCD, detalló: “...los policías cumplían con sus funciones normales, nos traían la comida, creo que dos por día. Había alguna celda con baño creo, pero la mayoría no tenía. En el sector de celdas había un baño común, entonces uno pedía ir y los policías nos llevaban, siempre de mala gana, o nos hací an esperar, pero nos l levaban cuando lo pedíamos…” (ibíd.). Respecto de l as con diciones en las que cumpli ó cautiverio, indicó que recién cuando f ue trasladado a l a cárcel de San Nicolás se pudo higienizar y bañar. El cautiveri o de los hermanos Vega encuentra sustento además en distintos testimonios prestados en el marco de l a presente causa, entre los cuales se pueden citar el de Digna Imelde Sans (cfr. fs. 1747/56), quien al referi rse a su detención durante varias horas en el cami ón cel ular estacionado frente a la Comi saría 1ª de Jun ín, manifestó que durante el tiempo que estuvo en el camión celular previ o al traslado a la cárcel en construcción, preguntó que otras personas se encontraban ahí, pudiendo identificar entre ellos a Luis Ricardo y Héctor Vega. En sentido análogo, Américo Rubén Liggera expresó: “Me tiraron en el piso de una camioneta, me llevaron a otro lugar y ahí me pusieron en un celular. Cuando ingresé al celular, había más gente, estaban Di Sábato, Ariel De Siervo, Juan José Martín (quien está fallecido), Ri cardo Vega. A este celular lo utilizaron como depósito de personas, en el sentido que nunca lo movieron…” (fs. 1838/1843). Agregó que: “En la Comisaría 1ª éramos quince detenidos: Juan Martín, Di Sábato, Ricardo y Héctor Vega, Ariel de Siervo, Armando Álvarez, Horacio Arce, un muchacho de Chacabuco con quien luego compartí celda en San Nicolás. Creo que en la Comisaría 1ª estuvimos hasta el 10 de febrero, fecha en la que fuimos llevados a la Cárcel de San Nicolás…”. Aseguró h aber compartido 324 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario cautiverio durante el trasl ado a San Nicolás con Ricardo Lui s y Héctor Vega, Di Sábato y De Siervo. Coincidentemente, Normando Federico Di Sábato manifestó que Ricardo Luis Vega se encontraba en el celular que efectuó el traslado a San Nicolás, y expresó que durante su segundo paso por la Comi saría 1ª de Junín se enteró q ue all í habían estado tambi én los hermanos Vega ( cfr. fs. 1844/53) . En igual sentido se expresó Benito de Miguel: “Por comentari os y cuando se abría la puerta sabía que había otros detenidos –refiriéndose a la Comisaría de Junín-, así supe que estaban detenidos De Siervo, Li ggera Di Sabatto, Álvarez, dos hermanos Vega, el profesor Martín, Imelde Sans, una chica Rinaldi de apellido –esposa de Ál varez-, un escribano Víctor Edmundo Pajoni, un hombre de la cultura de Chacabuco de apellido Arce, un muchacho Silva –a quien no conocía de antes-, es lo que me acuerdo…” (fs. 1854/7) . USO OFICIAL A su vez, Ricardo Vega indicó que l uego de di ez días en la Comisaría 1ª, f ue trasladado a la cárcel de San Nicolás, como ya se mencionara. Lo llevaron esposado en un camión verde, como del Ejército. Una vez en el l ugar, una persona que i dentifi có como el Teniente Coronel Mezler, le comunicó que se encontraba a disposición del P.E.N. Por otra parte, obra reservada en Secretaría documentación remiti da por la Comisión Provincial por la Memoria, correspondiente al Archivo de la DIPBA, de la que surge q ue Ricardo Luis y Héctor Vega f ueron detenidos el 24 de enero de 1977 (cfr. fs. 313/369), junto con Sans de Peris, De Miguel, Cerutti , De Siervo, Martín, Li ggera, Di Sábato, Silva y Álvarez; pasando l uego a disposici ón del P.E.N., en virtud del decreto nº 325, del 7/2/1977. Textualmente, con relación a Ricardo Luis Vega, se indica que “con fecha 24/1/77, f ue det enido por Fuerzas Mi litares y Policiales, a raíz de integrar una cédula de DD.TT. (E.R.P.) desbaratada en Junín, pasando a disposición del P.E.N., recuperando su libertad el 23/3/77” (fs. 693). Asimismo, figuran en la documentación antedicha, los antecedentes ideológicos de los damnificados, así como sus respecti vas fichas personales (cf r. fs. 686/688 y 689/691) . En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por Ricardo Luis y Héctor Vega durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín y en la uni dad carcelaria de l a misma ci udad –q ue para la fecha se encontraba en construcci ón-; a la par que también es posible tener por corroborados l os tormentos padecidos por l os nombrados en el último de los sitios mencionados; sucesos que habrán de ser i mputados –en l os términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pola y a Aldo Antonio Chiacchietta. 325 A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la pri vación ilegal de la libertad padeci da por las víctimas durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 27. Pri vación ilegal de la libertad y tormentos de Digna Imelde Sans Se encuentra acreditado que Digna Imelde Sans f ue pri vada ilegalmente de su li bertad en dos oportunidades. La pri mera de ellas acaeció el 7 de julio de 1976, mientras se hallaba en su domicilio, sito en la calle Paraguay 290 de J unín, momento en el cual personas con uniformes de policía, la detuvieron y trasladaron a la Comisaría 1ª de dich a ciudad, donde permaneció entre q uince y veinte días, y fue someti da a torturas. Posteri ormente, el 24 de enero de 1977, volvió a ser deten ida, cuando se encontraba en el mismo domi cilio. De allí fue introducida en un camión celular que se encontraba estacionado frente a la Comisaría 1ª, donde permaneció una noche para ser luego ll evada a la cárcel en construcci ón de Junín, donde perman eció entre cinco o sei s días, y f ue someti da a torturas. De este sitio, fue trasladada a la Comisaría 1ª, donde estuvo alrededor de quince o veinte días. Luego, fue trasladada a la Unidad Penitenciari a de San Nicolás, en donde permaneci ó alrededor de dos meses. El 7 de febrero de 1977, la nombrada fue puesta a disposici ón del P.E.N. medi ante decreto 325/77. Tales ci rcunstancias encuentran correlato, en primer l ugar, en las declaraciones brindadas por la propia damnificada. Recordemos q ue Sans prestó una primera declaración ante el Juzgado Federal de J unín, oportunidad en la que refirió que fue detenida por un grupo de personas que tenían uniforme de policía, salvo uno de ellos que estaba de traje. Especificó: “uno de los policías tenía cara de japonés y le decían así. Entraron a la casa de la di cente a eso de las 16 hs. […] En su cocina la encapucharon y la ll evaron unas cuadras que contó y supuso que estaba en el Distrito Militar […] después supo que era la Comisaría primera. Subió escaleras, estuvo sentada y encapuchada siete días, no le dieron nada, estaba menstruando, lo que no podía parar, tampoco la llevaron al baño […] Allí la golpeaban en la cabeza, le daban piñas y bofetadas, desde allí no oye bien del oído derecho […] Luego hubo como un operativo y un bochinche […] La subieron a un jeep [ …] dieron vueltas pero no fueron lejos y volvieron a la Comisaría, y allí la reciben como si la hubieran rescatado […] De allí metieron en un calabozo unos días más, en t otal fueron veinte días” (fs. 50/2). Agregó que en enero de 1977 f ue deten ida nuevamente; en esa ocasión f ue subi da a un camión celul ar, donde permaneció toda la noche, 326 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario luego de lo cual el automotor se di rigió a la Cárcel 13 –o cárcel en construcción-. Señal ó: “...en la cárcel tort uraban con picana y con golpes, muchas veces. No pude ver ni nguna cara. Uno se acercaba que tenía perf ume penetrante e intentaba manosearla, la dicente se quejó y no molestó más, pero fue la única identificación q ue logró hacer. Durante la tortura lo que más le preguntaban era otra vez por el capitán Luna […] Todo con violencia. Al final les dijo que la maten […] No sabe cuántos días estuvieron allí. Recuerda que la última vez que la torturaron con la picana, cuando la llevaron de vuelta al calabozo […] De ahí más interrogatorios más violentos en cuanto a lo verbal. El que interrogaba a la dicente era un hombre con los ojos muy celestes […] Sí recuerda los gritos de los otros. Es imposible sofocar el grito de la tortura, aunque te tapen la boca. El dolor es insoportable, podés decir cualquier cosa, te ponen trapos mojados, disfrutan, se ríen” (ibíd.). USO OFICIAL Añadió que “...de l a cárcel los bajaron a todos en la Com isaría Primera y ahí los met ieron en los calabozos y por muchos días hubo una serie de interrogatorios, no t orturaban ahí”. En este siti o vio a Mastrandrea, q uien tomaba las actas y preguntaba y escri bía; vio a Penna y a Larrategui, y cuando ya f ue liberada en San Nicol ás, vi o a Mel zner y a Camblor (ibíd.). Asimismo, obra decl aración prestada por la nombrada ante este Tribunal, oportunidad en la cual manifestó, en cuanto a su pri mera detención, lo sigui ente: “Fui detenida por primera vez aproximadamente el 7 u 8 de julio de 1976. Recuerdo la fecha por que el 10 de j ulio cumplía sus 8 años mi hija […] En el momento en que nos estábamos despidiendo con el Dr. Domínguez y Susana, pasó por la calle un Falcon verde, con un personaje que luego me enteré que era nefasto, Guazzaroni […] era vecino de mi cuadra […] Aparentemente, Guazzaroni, fue el que avisó a la policía de Vedia, o no sé a qui enes, pero la cuestión es que Domínguez y Susana [Bogey] fueron seguidos, y al llegar allá, a Vedia, el Dr. Domínguez fue detenido. Los estaban esperando […] Cuando entro a mi casa, se prenden inmediatamente todas las luces y veo a un grupo de aproximadamente diez personas que me apuntan con escopetas, itacas. Est aban todos vestidos de ropa de fajina verde, a excepción de uno que estaba vestido de traje, y era morocho, alto y flaco Los militares habían destruido la casa, era como si le hubieran tirado una bomba, los muebles, las paredes, los artefactos del baño, los empapelados, todo estaba completamente destruido y robaron todo l o que pudieron, ropa, bebidas, alhajas, todo lo que encontraron” (fs. 1747/56). Agregó: “…había uno al que reconocí que era uno al que le de cían el «Japonés», porque tenía rasgos orientales. Era petizo, morocho, con la nariz achatada, el maxilar i nferior hacia delante. Yo lo conocía de los desfiles militares que se hacían durant e los actos públicos en Junín. Llamaba la atención por sus características y era conocido como «el Japonés» por todos. No sé cómo se llamaba. 327 Hace poco lo he visto caminando por Juní n, lo reconocí inmediatamente […] El que estaba vestido de traje era el que comandaba el operativo. Mandaba a todo el mundo. A mí sólo me dijo «bueno señora la vamos a tener que llevar» […] me sacaron de la casa y me subieron a un vehículo […] me pusieron una venda en los ojos, un algodón en la boca y un tapón, una bolsa de tela, de arpillera quizá, en la cabeza, me ataron las manos y me tiraron al piso, que tenía como unos listones de madera. Yo había empezado a menstruar y yo les pedí que me dejaran buscar un algodón, algo para ello, y no me dejaron, así que era una situación horrenda” (ibí d.). Asimismo, dijo: “Al llegar al destino, me subieron escalera, de material, común. Ahí me sentaron en una silla, me ataron a la silla y ahí quedé por mucho rato, supongo que yo, que ya sería de madrugada cuando me vinieron a interrogar. El i nterrogatorio a sopapo limpio. Uno de ellos me tomó la cabeza y me la tiró contra la pared. Yo en ese moment o me imaginaba que podía estar en al Comisaría Primera, cosa que luego pude confirmar […] El interrogatorio era totalmente incoherente, no tenía sentido alguno, ninguna vinculación conmigo […] Yo estuve durante 7 días completamente encapuchada, sin agua, sin poder ir al baño, menstruando durante todos esos días, el olor a podrido, por la situación en que me encontraba, era terrible para mí. Bajé como 14 kilos de peso en ese momento […] La primera vez que me interrogaron y me golpearon fue la única vez que lo hicieron. Después me dejaron allí como una planta, no me dirigían la palabra siquiera. Yo seguía con las manos atadas, con la venda en los ojos y la bolsa en la cabeza. Entre ellos, cuando se cambiaba la guardia, se controlaban entre sí, verificaban y se decí an que no debían darme de beber ni de comer, ni hablar conmigo. Yo tengo la sensación de estas personas que me custodiaban eran policías” (ibíd.). Continuó: “Esa noche, cuando viene el que me custodiada durante la noche, me dijo «te trajeron algo de tu casa» y me soltó las manos y me dijo «por favor no me mi rés, yo te voy a acompañar hasta el baño así te podés cambiar y te voy a poner un balde de agua». Entonces me lleva hasta el baño, cierra la puerta y me dice que ya podía sacarme la capucha y la venda -antes ya me había desatado las manos- y me pidió que al salir por favor previamente me pusiera nuevamente la venda. Yo me higienicé como pude, limpié mi ropa, me puse mojado lo que me trajeron. Cuando terminé me puse la bolsa en la cabeza, golpeé la puerta y el tipo me ató las manos de nuevo, pero hacia delante, para que pudiera comer la manzana que me habían llevado, pero yo no podía comer. Ahí me di cuenta que estaba en la comisaría porque ya la vi”. Luego: “Me encerraron en un calabozo m uy pequeño junto con 15 mujeres más y ahí estoy aproximadamente 5 ó 6 días. Las presas que estaban ahí, que eran de toda la clase, golpeaban la pared y se comunicaban con un calabozo similar que era donde estaban los varones. Durante ese lapso, de repente entró al 328 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario calabozo, detenida, Susana Bogey, pero ella entró feliz, festejando como si hubiera ganado la lotería, yo entonces le recriminé el lío en el que me había metido, le dije que estaba mal de la cabeza por estar tan eufórica por todo los que nos había pasado. Entonces me dijo que la habían detenido, apretado y entonces ella me contó que les había dado todos los nombres de la gente de la COART y que por eso la habían llevado a la comisaría. Ella era muy inconciente, hablaba como si se sintiera una heroína, era muy infantil su actitud ante la situación”. Recordó que: “El día que secuestraron, esa noche fueron a la cas a de ellos y se llevaron a mi hija Paula Cecilia Peris, que en ese momento tenía 8 años de edad. Un operativo entró a la casa de mis padres, y se quiso llevar a mi hija. Mi hermano Juan Carlos, entonces, fue con el los, y me contó que la llevaron a la Comisaría Primera y ahí le hicieron preguntas a mi hija, mientras le pasaban una grabación de una persona gritando y le decían «ésa es tu mamá que está siendo torturada»”. USO OFICIAL Finalmente, recalcó: “Desde mi detención, hasta que salí, estuve detenida aproximadamente entre 15 y 20 días. Estuve 7 días atada, sola, al octavo día ocurrió ese operativo simulado, y luego de eso estuve el calabozo con detenidas comunes unos 10 ó 12 días más”. En cuanto a su segunda detención, dijo que la misma: “Ocurrió en enero de 1977, se hizo como una redada […] Fue también en mi casa […] nuevamente un grupo de personas vestidas de fajina, todos armados, serían como de diez o 15 personas. D ecían ellos que ése era el «operativo mariposa» […] A mí y a mi hijo nos amordazaron, nos ataron las manos y nos vendaron. Nos llevaron a los dos. Yo estaba desesperada por mi hijo, y por mi nuera. Nos subieron a una camioneta que estaba estacionada en la puerta y ahí Gustavo –mi hijo- les dijo que me destapen la nariz porque me estaba ahogando, no podía respi rar. Vino entonces alguien, me corrió el algodón y me destapó l a nariz. Desde ahí nos llevaron otra vez a la Comisaría Primera. Nos bajaron de la camioneta y nos subi eron a un camión celular […] Se que est uvimos en la Comisarí a Primera…”. Continuó: “Ese cam ión, a la postre, empezó a andar, pero antes estuvimos muchas horas ahí parados. Yo insistía con la lengua afl ojándome el bozal de algodón que tenía. Yo escuchaba que alguien lloraba y decía «porqué a mí». Yo creí que era mi hijo, y entonces empecé a preguntar «Gustavo sos vos, por favor tranquilizate», nadie me decía nada hasta q ue ese detenido me contestó, diciéndome «no soy Gustavo, soy Armandito Álvarez», yo pregunté en voz alta quién más estaba ahí, y empezaron a identificarse todos. Estaban: Ariel De Siervo, Juan José Martín, el escribano Pajoni y su mujer, que también era escribana, un señor de apellido Arce, otro Silva, Rubén Ligera, Ana María Rinaldi, Héctor Vega, su hermano al que decían «el negro Vega» de nombre Ricardo, y Benit o de Miguel”. 329 Agregó: “Al otro día, después haber estado toda la noche ahí, ese camión se puso en marcha y nos llevaron a lo que era Cárcel de Junín que en ese momento estaba en construcción. Al llegar, nos bajaron y nos distribuyeron en distintos calabozos, siempre estábamos vendados. Ahí estuvim os detenidos, nos dijeron que no podíamos nada más que orinar, porque eran precarias las instalaciones, que si queríamos defecar nos sacarían a un pat io o descampado. Comenzaron, entonces, las sesiones de tortura. Se sentían los alaridos, los interrogatorios, los gritos de los torturados. A veces eran torturas individuales y otras eran sesiones de tortura en rueda, porque yo sentía que estaba en el piso, y sentía que otros estaban igual que yo a mi lado. En ese lugar, yo lo que me acuerdo son las patadas terribles en la cadera, en las piernas, los golpes, a mí me preguntaban quién era la «mariposa». Al menos, en dos oportunidades, me aplicaron picana en todo el cuerpo, estaba desnuda, m e mojaron –se ve que para que fuera más dolora la picana-, mientras me preguntaban incoherencias, y ante cada negativa mía, me aplicaban más picana. Los interrogatorios eran terribles. Así estuvimos varios días, hasta que vino uno, después de una sesión de tortura, y me trajo un plato como de sopa o caldo y me quería dar una cucharada y de repente entró alguien y le recriminó lo que estaba haciendo, le dijo si no sabía que me podía morir si tomaba algo. Ahí, el otro, el que me estaba por dar ese caldo me dijo «bueno, se terminó todo», le pedí que le llevaran los anillos a mi hija, como un pedido de última voluntad. Yo me puse muy mal y entonces, bueno, ese tipo me dijo «no te preocupes, ya sabemos quién fue el hijo de puta que los delató a todos ustedes» […] Creo que los únicos no fueron picaneados son Juan José Martín y Ricardo Vega, no sé si Benito de Miguel fue picaneado. Pero tampoco estoy segura” (i bíd.). En cuanto a las con diciones de cauti verio, dijo “En la Cárcel de Junín, no me permitieron bañar, no recuerdo si nos dieron de comer o de beber, creo que no […] estaba sola en mi celda y no se nos permitía hablar con otros detenidos. Nunca se dio la situación de que habláramos, en el resto de los sitios no existía esta prohibición […] estábamos todo el tiempo con los ojos vendados, pero no estábamos atados. Estábamos en celdas individuales [ …] Siempre estuve con la misma ropa con la que me secuestraron, en lo que se refiere a mi segunda detención”. Señaló q ue en este sitio estuvo aproxi madamente unos ci nco o seis días detenida, y que l uego de ell o pasó lo sigui ente: “Otra vez nos subieron a un celular y me acuerdo que uno de los muchachos, que era Rubén Ligera, estaba totalmente sacado, gritando «no nos suban al camión, nos quieren asfixiar, meter gases, etc.». Nos llevaron entonces, nuevamente, a la Comisaría Primera. Nos metieron en los calabozos de las celdas comunes, a mí me pusieron Ana Rinaldi, que estaba muy mal, deliraba ella. Ahí nos interrogó la policía […] El que me interrogó era un tal Mastrandrea […] me tomó la declaración a cara descubierta, yo lo conocía porque era del pueblo”. 330 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Entre los represores de la citada dependencia, la testigo mencionó a: “Estelri nch, él estaba ahí en la comisaría mientras yo estuve detenida con Ana. Era de inteligencia se ve, porque siempre estaba vestido de civil. A Estelrinch lo conocí allí, su apellido lo sé porque sus compañeros se dirigían a él por el apellido, él no me interrogó. Mastrandrea y Estelrinch, eran tipos que estaban todo el tiempo alrededor del Comisaría Penna, que era conocido por todos en el pueblo” (ibíd.). Precisó, con relación al tiempo en que estuvo detenida, que: “En la cárcel que estaba en construcción estuvi mos 5 ó 6 días y luego en la comisaría pierdo un poco la noción del tiempo, habremos estado unos 15 ó 20 días, hasta que nos llevaron a la Cárcel de San Nicolás, adonde estuve aproximadamente 2 meses” y luego dijo “Cuando nos llevaron desde la Cárcel de J unín, para llevarnos a la Comisaría Primera y luego a San Nicolás, había uno que recuerdo que yo él era USO OFICIAL profesor de yudo, en un gimnasio que estaba en la calle Lavalle y Arias. No recuerdo si estaba vestido de militar o como policía, pero sí recuerdo que est aban con armas y estaba alrededor nuest ro”. También val e resaltar que al exhibirse a la testi go las fotografías que fueran halladas en el archivo de la D.I.P.B.A., aportadas por la Comisi ón provincial por la memoria, reconoció la mi sma como aquella q ue le fue extraía cuando estaba en la Comisaría 1ª. En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privación ilegal de la libertad y los tormentos padeci dos por Digna Imelde Sans durante su primera detenci ón en la Comisaría 1ª de Junín, suceso que habrá de serle reprochado penalmente a Ángel José Gómez Pola. También se tendrán por corroborada l a privación ilegal de la libertad padecida por la nombrada duran te su estancia en la Comisaría 1ª de Junín y en la unidad carcelaria de la misma ciudad –desde el 24 de enero al 7 de febrero de 1977-; a la par que también es posible tener por corroborados los tormentos padecidos por Sans en el último de los siti os mencionados; sucesos que habrán de serl e imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. Finalmente, se responsabilizará penalmente a Juli o Á ngel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la vícti ma duran te su estancia en la Comisaría 1ª de Junín. 28. Privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos a Alberto Pedro Silva Se encuentra acredi tado en autos que Alberto Pedro Silva fue privado il egalmente de su libertad el 24 de enero de 1977, cuando se hallaba 331 en su domicili o de calle Lebensohn 239 de la localidad de J unín, provincia de Buenos Aires, luego de lo cual f ue trasladado en un cami ón hacia la cárcel 13 -o cárcel en construcción-, previo haber permanecido en la puerta de la Comisaría 1ª de dicha ciudad, a bordo de dich o vehícul o. En la cárcel en construcción permaneció cuatro días y fue sometido a torturas; l uego f ue trasladado a la Comi saría 1ª de Junín, donde permaneció siete días y también fue sometido a torturas; para ser posteri ormente trasl adado en un camión del Ejército, a la cárcel de San Nicolás, en donde permaneci ó aproximadamente cuatro meses. El 7 de febrero fue legalizado mediante decreto del Poder Ejecutivo Nacional 325/77. Las constancias del cautiverio sufri do por Silva, surgen en primera instancia, de su declaración prestada ante la Secretaría de Derechos Humanos el 8 de septiembre de 2006 (fs. 8/9). En tal oportuni dad Silva relató que fue secuestrado en el momento indicado, que en tal oportunidad vio a un sujeto que se presentó como Estel rich, y que el jefe del operativo era Iván Zanetti. Relató que f ue llevado a la Comi saría 1ª, en donde permaneci ó en un calabozo de 60 por 60 cm.; luego de lo cual fue llevado a la cárcel en construcción, sitio en el cual fue sometido a tormentos, específicamente a simulacro de f usilamiento en el pati o de l a cárcel . Agregó en tal oportunidad que luego f ueron llevados todos de vuelta a la Comisaría 1ª de Junín, lugar en el cual en esta oportunidad una tarde vio a Manzanares y a Almi rón. Específicamente, declaró que “[a]llí, los meten en los calabozos a cara descubierta. U na tarde vienen Manzanares y Almirón, que eran policías y el primero dice «sabés por qué estás? Porque sos sargento del ERP, nosotros torturamos al Capitán Lun a en Morse, mi rá, se nos escapó y me lastimó ¿lo conocés a Luna?»”. Refiri ó que también estuvo en dicha dependencia un tal Si lveira y relató que esta persona, aparte de amenazarlo con que si no h ablaba “vendrían los verdes que eran peores”, en una ocasión lo tomó del brazo, lo subieron a un auto y lo llevaron a dar una vuel ta, pero advirti ó el testi go que lo hicieron reingresar a la dependencia policial citada, pero por otro acceso. Especificó que “...lo suben al primer piso con una capucha y lo interrogan, le preguntan por un tal Benito de Miguel y lo torturan […] Estelrich era el que más lo torturaba, le decían «el caballo» por la forma de torturar. En otra oportunidad asiste Si lveira y lo lleva a la Sala del Comisario, era de día […] reconoce como torturadores a Oscar Penna, Franco, Estelrich, Monje, todos de civil y armados […] Penna lo agarró y lo llevó arriba, estaban Almirón, Estelrich, Franco. Lo atan, entra el Dr. Fara y lo ve, él lo conocía porque atendía al suegro. Lo revisa y dice «dale porque aguanta» […] lo llevaron a la oficina de Mastrandrea, 332 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario con Amengual y Mart ino. Le tomaron declaración y huellas digit ales. Antes de eso, vino un fotógrafo Rubén. Lo despeina y le saca una foto. Lo levan de vuelta a la celda”. Relató que al día siguiente l o llevaron a la Comisaría Primera de San Nicolás, donde lo entrevistó el tenien te Larrategui y lo interrogaron sin torturas, y en donde permaneció cuatro meses (ibíd.). Asimismo, obra otra declaración prestada por el testi go Silva, en la sede del Juzgado Federal de Junín , provincia de Buenos Aires, que anteriormente intervino en las presentes actuaci ones. En dicha oportunidad, Silva volvi ó a relatar las ci rcunstancias atinentes a su detención y cautiverio en los lugares indicados, y agregó que “...cuando le toman declaración en la Comisaría primera estaban presente Amengual, que era el que escribía a máquina, eso fue unos días después de las torturas; él, Mastrandrea y Martino f ueron los que le dijeron que estaba a USO OFICIAL disposición del PEN. El que lo llevaba a las sesiones de tortura en la Primera era Silveira, y el que lo recibía de vuelta en la celda era uno al q ue le decían «el cordobés», q ue era policía, lo atendía bien, en ese momento era joven. El que lo torturaba era Estelrich, que le decían «el caballo» […] y también Manzanares, los vio, también estaba Penna, Almirón, Monje que también era de Junín, y Franco. Eso era arriba de la primera, había como el elástico de una cama, él primero los vio y allí vio también cuanto entró Farah, recién ahí lo encapucharon. Le tiran agua y le ponen un cable en el dedo. En la Comisaría Primera luego de las torturas lo curó el Dr. Chiacchetta que era médico de policía, lo curó en el calabozo, porque estaba quemado el dedo del pie […] en el calabozo le sacaron una foto, fue Rubén, entró manzanares lo despeinó y el otro le sacó una foto con flash…”. En este testimonio agregó Silva q ue mientras le aplicaban picana, se encon traban presentes Estel rich, Franco y Manzanares, y que éste y Almirón l e dijeron que lo torturaban porq ue dijeron que era Sargento del ERP (cfr. fs. 48/9). Asimismo, indicó q ue “...a san Nicolás lo llevaron en un camión del Ejército, a todos atados con una sola soga; cuando salían Manzanares dio la orden de que si alguno se quería escapar, los mataran a todos” (ibíd.). Por su parte, al declarar ante esta sede, el nombrado Silva agregó: “Yo fui detenido el 24 de enero de 1977 a las dos de la mañana en mi casa, la misma que ahora. Golpearon la puerta de mi casa, yo salí y ahí estaba Estelrich, me encapucha y me mete en su auto particular que era un Fiat 128. Había muchísima gente, llegué a verlo antes de q ue me encapuchen […] yo había estado comiendo un asado hace 20 días y entre otros estaba él, además en Junín nos conocemos todos […] Él era de contextura grande, alto casi 1.80, blanco, castaño claro, usaba bigote. Él en el momento del secuestro estaba de civil, en realidad siempre que lo vi estaba de civil. Volviendo al momento de mi secuestro me acuerdo 333 que también me ataron las manos con una soga y me metieron en el asiento de atrás, abajo. La capucha la habían traído ellos…” ( fs. 1767/72) . Continuó: “Me meten en el auto, dan unas vueltas y me llevan a la Comisaría 1° en la cal le Quintana y me meten en un celular con celdas individuales […] Zanetti era uno de los Jefes del Operativo, esto me lo dijo Ana María Rinaldi. Primeramente esto me lo dijo Dimarco, mi vecino. Tiempo después me encontré con este Zanetti y Dimarco en una esquina, Zanetti ya era comisario de Junín. Después lo encuentro a Dimarco y me pregunta si yo era amigo de Zanetti, yo le dije que lo conocía hace mucho porque le había hecho un trabajo a la madre mucho tiempo atrás. Entonces Dimarco me dice «el comisario este Zanetti fue el jefe del operativo cuando a vos te detuvieron». Dimarco falleció. Después hablando Ana María Rinaldi me dijo que quien nos det uvo fue Zanetti, ella lo sabía porque trabajaba en Tribunales y él iba siempre a Tribunales. Así fue como pude unir ambas informaciones” (ibíd.). Agregó: “Yo adentro del celular me saq ué l a capucha y me desaté las manos así es que pude ver dónde estábamos. En la celda donde yo estaba faltaba un remache y por ahí pude ver, mi casa estaba a tres cuadras de la Comisaría, […] En el celular ya había gente adentro, empecé a preguntar y ahí estaban Armando Álvarez, Ariel De Siervo, Pajoni y su mujer, Héctor Vega, Di Sabatto, Liggera […] En el celular habremos estado hasta el mediodía, tal vez un poco más. En un momento el celular se puso en movimiento y nos llevaron a la Cárcel que no estaba inaugurada todavía […] Me bajaron, uno de cada brazo, me pasan por el portón y había gente uniformada por los dos lados, policías y militares. Ahí pude ver a un tal Romero, que era Sargento […] Romero era de nombre Benicio creo […] Romero era de la Comisaría 1°. Me dijeron que mirara para abajo, me bajaron corriendo. Me giran a la izquierda, me entran en una puerta a l a derecha y entro a los calabozos de la cárcel, no tenían puerta, había un pasillo con todos los calabozos y en uno de esos me entran […] sentí olor a carne quemada y pensé que estaban haciendo un asado, después me di cuenta que era por la picana, que te quema la piel. Me tiran en una especie de cama, me estaquean con piernas y brazos abiertos y me picanean, yo tenía 38 o 39 años. Ahí me preguntaban a quién conocía. Me hicieron escuchar una grabación…”. En particul ar, recordó, como epi sodi o singular, que: “Cuando a nosotros nos detienen al otro día sale en el diario que nos detuvieron con el nombre y el documento de todos nosotros, el jefe de redacción del diario que se llamaba Abeldaño es quien averiguó y sacó todos los nombres. Un primo de él había estado detenido con nosotros en la comisaría. A él le quemaron la casa porque decían que ahí había estado el «Capitán Luna». Al redactor lo mandaron a llamar del Regimiento y lo reprendieron, y lo echaron del diario. El redactor sigue viviendo en Junín. Al primo lo pude ver recién en San N icolás y ahí él me cont ó todo esto”. 334 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Posteri ormente, relató: “...termina el tema de la tortura, me pasan la grabación. Yo no le reconozco la vos. A Cerutti lo habían detenido una semana antes más o menos. Ellos decían que Cerutti nos había denunciado a todos. La otra noche me vuelven a sacar de la celda, yo estaba prácticamente desnudo, me pasan por un lugar que tenía el piso como de goma, y después piso pasto. Me paran ahí y uno de los tipos me dice «si sabés rezar, rezá, ¿vos tenés algo q ue decir? Te vamos a fusilar», algo así me dicen. El tipo dice «apunten, preparen» y ahí viene uno corriendo que dice «pará este no es, hoy le toca al de l a cel da de al lado, éste es mañana» y ahí me llevan otra vez a la celda y sentí que llevaban a otro. A la otra noche me llevan otra vez al mismo lugar de la primera noche y me vuelven a torturar, me hacen las mismas preguntas que antes. Después de ahí es que nos llevan a la Comisaría. Yo en la cárcel nunca vi a ninguno de los detenidos”. En cuanto a las condiciones en que cumplió su cautiveri o, Silva USO OFICIAL refiri ó que estuvo vendado, que en la celda estaba sin capucha y con las manos suel tas, y que en dicho sitio estuvo unos tres o cuatro días, en que no le dieron de comer n i de beber; y agregó “Para ir al baño estab a el inodoro en mi celda, no me pude bañar”. También dijo que en la cárcel en construcci ón sólo pudo ver a Romero. En cuanto al traslado desde l a cárcel a la Comi saría 1ª, manifestó: “me llevan otra vez en un cel ular creo y nos bajaron sobre la puerta principal […] giramos a la izquierda donde está el sector calabozo. Yo en ese momento no estoy vendado […] Me meten en un calabozo indi vidual […] Aldo Chiacchetta, vino a mi celda, y me miró el dedo gordo del pie, yo l o tenía quemado por l a picana eléctri ca que me habían dado en la cárcel. Yo a él lo conocía de toda la vida, me miró el dedo y después me puso una pomada en el dedo y me puso una venda. Ese mismo día abren la puerta y me lo encuentra a Manzanares y a Almirón. Yo a ellos los conocía desde antes. Manzanares era medio colorado, casi 1.70, medio corpulento, muy vivaz para andar, ojos claros, gordito, colorado de cara, se llama Silvio. Almirón es un poco más bajo que él , también rubio. Alm irón tenía una venda en la frente y Manzanares tenía el brazo vendado. Ellos me abren la puerta, previo mirar por la mirilla. Me preguntan «¿vos sabés por qué estás acá? Vos sos sargento del ERP. Venimos de Morse que l e estuvi mos dan do al Capitán de ustedes, al Capitán Luna. Lo dimos por muerto y se despertó, agarró un arma y mirá lo q ue nos hizo el hijo de puta, se escapó»”. Especificó: “Este fue el primer contacto que tuve con Manzanares y Almirón. A Almirón no lo vi más. Al único que torturaron en la Comisaría fue a mí […] esa misma noche o la siguiente, me sacan de la celda, me meten en un patio, yo estaba sin venda. En el patio hay una puerta que da a una escalera que es arriba. El cabo que estaba en el sector de calabozos, que le decían «el cordobés» me entrega ahí en el patio. «el Cordobés» medía menos de 1.84, blanco de cara, pelo negro, era 335 delgado, tendría entre 35 a 40 años era cabo de cuarta de la comisaría. Después lo vi muchas veces en la calle, me paré a hablar con él, él tenía un trato bueno conmigo, él me decía «mirá lo que te hicieron los hijos de puta» y cosas así. Otro cabo de los calabozos era Monje, él ya falleció [ …] En el sector de calabozos estaba Monje, «el cordobés» y otros más que todavía veo en la calle, pero no sé sus apellidos. Cuando me llevan al patio me recibe Maisterra, yo supe su nombre después […] Este Maisterra andaba siempre con Manzanares, una vez lo vi y pregunté como se llamaba y me dijeron su nombre. Maisterra era corpulento, alto casi como yo, que mido 1.84, siempre de civil, blanco de cara, pelo negro y bigote”. Con relaci ón a l os interrogatorios, recordó q ue en una oportunidad: “Me llevan a un lugar, me atan en un elástico, me tiran una sábana arriba, la mojan con agua y empiezan otra vez con la picana. Me pusieron una madera en la boca para que no gritara […] En esta sesión yo no veo a nadie […] Me devuelven a la celda, «el cordobés» me agarra, me atiende, me da agua con un algodón. Cuando me bajan de la escalera ahí me sacan la capucha, los otros estaban atrás pero ni los vi. Me decían que no podía tomar agua […] Ahí me llevan a la oficina del Comisario, había un escritorio i nmenso y atrás estab a él. Cuando me llevan me dicen que hay un hombre que me quiere preguntar por los cheq ues y me dicen que le conteste de eso pero que no le diga nada de lo que pasó. Entro ahí y estaba Oros, Penna le dice que me pregunte. En este lugar estaba Estelrich, Monje, uno que le dicen «Cara de goma» que era de apellido Franco, a él también le dicen «el japonés» […] desde la sala del comisario me sacan a un lugar donde está la misma escalera […] Penna di ce «acuéstenl o», cuando me dan vuelta veo que entra el médico Farah, él di ce «¿y la capucha?». Farah era el médico de mi suegro, era especialista del corazón. Ahí me encapuchan. Me tortura Penna, me tortura Estelrich, a quien le decían «el caballo» por la forma de torturar. Farah decía «dale que aguanta» y me daban más máquina…”. En relación a su cautiverio en la Comi saría 1ª, dij o: “yo estuve siempre en el mismo calabozo individual, para ir al baño nos sacaban, en los siete días que estuve ahí comí una sola vez, comida que me trajo mi familia. Ni agua me daban, cuando iba al baño tomaba de ahí. También mi familia me llevo ropa, un colchón y esas cosas […] Adentro de la celda no me esposaron ni me pusieron capucha”. Relató que luego f ue trasl adado a l a Unidad Penitenciaria de San Nicolás en un camión del Ejército y que ahí Manzanares l es refirió: “si alguno se quiere escapar mátenlos a todos”. Relató que ya estando en la cárcel citada, un día los ll evaron a la Comisaría pri mera de Jun ín, donde ya no estaba Penna, sitio en el cual firmó una planilla y lo dejaron en libertad. También es dable señalar que, al momento de recibírsele declaración testimonial, de la documentación del archivo de la Dirección de 336 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Inteligencia de Policía de l a provincia de Buenos Aires –DIP BA-, aportada a la presente causa por la Comisi ón Provi ncial por la Memori a, le f ue exhibida a Silva la fotografía que supuestamente se le extrajera en la oportunidad por él rel atara, ante l o cual el nombrado dij o “esta es la foto que m e sacó Rubén en la Comisaría, no tengo dudas, se puede ver que no tengo ropa. Es la foto que mencioné antes” (ibíd.). A su vez, entre la documentaci ón de la DIPBA, surge el Legaj o nº 7511, Mesa D.S., caratulado “Investigación sobre la posible detención de Benito Gorgonio de Miguel y 12 más, presuntos integrantes de una cédula del E.R.P. en Junín”. El mismo se inició con el parte nº 3702/791, de fech a 14 de abril de 1977, producido por la S.I.D.E., y di rigi do a la D.I.P.B.A., en el que se dejó constancia de lo siguiente: “se tiene conocimiento que el 1 de febrero de 1977, en la cuidad de Junín (Pcia. de Bs. As.) se realizaron diversos procedimientos los que USO OFICIAL arrojaron como resultado el desbaratamiento de una cédula subversiva perteneciente al E.R.P. y la detenci ón en averiguación de antecedentes de las siguientes personas […] Alberto Pedro Silva…”. A través del mismo, se solicita, entre otras cosas, que se informe la situación l egal de varias personas, entre ellas, Sil va. La respuesta, de fecha 27 de abril de 1977, proveniente de la Delegación de Informaciones de Jun ín, y suscri pta por el Comisario Fermín Heriberto Sandoval, Jefe de dicha Delegaci ón, establece que “[…] La situación actual de los causantes es la siguiente: Hasta la fecha se encuentran det enidos a disposición del P.E.N., en la Unidad Carcelaria de San Nicolás: […] SILVA, Alberto Pedro…”. También se deja constancia de que Imelde Di gna Sáns de Peris recuperó su libertad con fecha 16/7/1976, y volvi ó a ser detenida el 24/1/77 junto con De Mi guel , Cerutti , De Siervo, Martín, Liggera, Di Sábato, Héctor y Ricardo Vega, además de Alberto Pedro Silva y Armando A ntonio Álvarez; pasando luego a disposición del P.E.N., y recuperando su libertad el 23/3/77. En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privación ilegal de la libertad y los tormentos padecidos por Silva durante su estancia tanto en la Comisaría 1ª de Junín, como en la unidad carcel aria de la misma ciudad; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pola. Por su parte, habrá de responsabili zarse penalmente a Aldo Antonio Chiacchietta, en orden a la privación ilegal de la libertad sufri da por el nombrado durante su estancia en la Comisaría 1ª de J unín y en la unidad carcelaria de la misma ciudad –que 337 para la fecha se encontraba en construcción-, como así tambi én respecto de los tormentos padecidos por Silva en el úl timo de los si tios mencionados. A su vez, en el caso de Juli o Ángel Estelrich, se l e reprochará penalmente la pri vación ilegal de la libertad y los tormentos padeci dos por el damnificado durante su detención en la Comisaría 1ª de Jun ín. Finalmente, se responsabilizará penal mente a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad padecida por Silva durante su estancia en la Comisaría 1ª de Junín. 29. Pri vación ilegal de la libertad y tormentos de Ariel Nelson de Siervo Se encuentra corroborado en autos que Ariel Nelson de Si ervo fue privado ilegalmente de su libertad el 24 de enero de 1977, en horas de la noche, mientras se encontraba en su domicilio sito en la call e Alte. Brown 250 de la ci udad de Junín, provincia de Buenos Aires. El operati vo fue llevado a cabo por una comi sión policial que lo conduj o a l a Comisaría 1ª de esa ciudad, donde f ue i ntroducido en un camión celular que estaba estacionado en la puerta de la dependencia. Al mediodía del mismo 24 de enero, fue llevado a la cárcel en construcci ón de Junín, donde estuvo alojado hasta aproximadamente el 28 de enero del mismo año. En este lugar fue someti do a tormentos. El 28 de enero de 1977, f ue ll evado nuevamente a la Comisaría 1ª, donde estuvo cauti vo hasta el 7 de febrero del mi smo año, fecha en la que su detención f ue legal izada, mediante decreto 325/77 del Poder Ejecutivo Nacional. Luego, f ue llevado a la cárcel de San Nicolás, desde don de recuperó su libertad, el 12 de mayo del mismo año. Tales circunstancias encuentran correlato en diversas constancias probatorias q ue permiten sustentar esta aseveración. Entre las más importantes, podemos mencionar, en primer lugar, los dichos del propi o damnificado, q uien recordó: “...el 24 de enero de 1977 fui secuestrado. Aproximadamente a las tres de l a mañana, yo vivía con mi esposa, Ana María Astudillo, y mi s tres hijas, Paula de 4 años, Veróni ca de 2 y Anita de cuatro meses, en una casita nuevita que recién nos habíamos hecho. La casa estaba en Almirante Brown 256, de Junín” (fs. 1738/43). Con referencia a su detención, indicó: “Mi señora escuchó rui dos de alguien que saltaba por la entrada del garage, medio se levantó y ahí tocaron timbre. Yo que soy muy dormilón de eso no me di cuenta. Ella fue a atender la puerta y le dijeron que era la policía, miró la mirilla y ella ve a un policía con uniforme. Ahí abrió la puerta. Entraron varios no sé como estaban vestidos porque el primero que entró la encerró en el baño. Serían cinco o seis personas aproximadamente. Entran, me sacan de la cama, me encapuchan con una capucha que ellos habían traí do, me esposaron, m e llevaron afuera y me tiraron a una 338 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario camioneta o algo así, porque yo estaba encapuchado. Yo no pude ver a nadie de la gente que participó del operativo. Me tiraron como bolsa en la parte de atrás del auto. Ahí en la camioneta o camioncito hab ía otros en la misma situación que yo” (ídem). En horas del mediodía, De Siervo y el grupo de personas que estaban dentro del camión celular, fueron llevadas a lo que l uego supo era la cárcel en construcci ón de Jun ín. Respecto de las condiciones de detención, refiri ó: “...en este lugar estuve seis o siete días más o menos totalmente vendado. Nos entran a todo el grupo, en ese momento no sabía quienes eran. Nos separan y nos meten en algo así como calabozos individuales. Uno se daba cuenta de que había otros por los gritos, cuando nos torturaban. De este calabozo me sacaban para torturarme, vení a gente dos o tres personas y nos llevaban a un lugar que quedaba subiendo una escalera donde me USO OFICIAL torturaban. Me ponían en una camilla, me ataban un cable en el dedo gordo del pie y con la picana en los órganos genitales y fundamentalmente en las encías, no me quedó ningún diente, los escupí a todos. [ ...] en la cárcel me torturaban una o dos veces por día, cal culo, siempre estuve vendado, siempre estuve esposado, para atrás y luego para adelante” (ibíd.). Precisó: “Otro detalle es que tuve dos paros cardiorespiratorios, durante la sesión de tortura. Se escuchaban los gritos, hasta los vecinos del lugar escuchaban. Por esto se ve que con algo m e taparon la boca, no pude respirar. La imagen que tengo es q ue iba por un tubo que se afinaba, se afinaba y pack, no ví más nada. No sé cuanto tiempo estuve así. Lo q ue escuché cuando empecé a recuperarme que no supe si fueron horas o días, que un médico le dijo a alguien que sería conveniente que me llevaron a un hospital y el otro le dijo que de ninguna manera y que si me moría nos mataban a todos, que éramos catorce” (ibíd.). Señaló que sól o le dieron de comer un sandwich, y que recién recibió líq uido después del paro cardíaco. También refi rió q ue se escuchaban los gritos de l os torturados, y q ue fue sometido a un simulacro de fusilamiento. Pasados unos días, f ue trasladado a la Comisaría 1ª de J unín . En relación a esta circunstancia, relató: “Después de esta semana, nos juntaron y nos llevaron en un celular a la Comisaría 1° de Junín, donde a mi me trataron bien, no me pegaron, no m e torturaron. En este traslado nadie nos dijo nada, hicimos unas veinte cuadras, nos bajaron en la Comisaría y adentro. [...] Al llegar a la Comisaría, me sacaron la capucha, me sacaron las esposas y me metieron en un calabozo. Ya nos trat aban como blanqueados. En la Comisaría estuve más o menos cuatro, cinco o seis días, recibí visitas de mis familiares, de un amigo que era periodista. También me tomaron declaración, una vez, cuando entramos, me tomaron 339 los datos personales, nombre, dirección, como que me comuni caron que estaba detenido por averiguación de antecedentes” (ibíd.). Con referencia a su traslado a la cárcel de San Nicolás, in dicó: “Después de estos días nos dicen que nos van a trasladar a la Unidad Penitenciaria de San Nicolás, donde íbamos a poder recibir la visita de nuestros familiares. El ingreso habrá sido el 10 de febrero de 1977 y salimos a fines de abril del mismo año, más o menos. Salimos en tandas, hubo quiénes estuvieron un año, como Armando Álvarez” (ibíd.). Finalmente, en lo atinente a su liberaci ón, recordó: “Cuando nos liberan seríamos cinco o seis del mismo grupo. Nos sacan de la Unidad y nos llevan al Regimiento de Junín, donde estaba el Teniente Coronel Félix Camblor y también estaba Gómez Pola, su mano derecha. Ellos se presentaron. Ellos nos dijeron que quedábamos libres, que tuviéramos cuidado, que nos comportáramos correctamente, que no hi ciéramos ningún desmán. Cuando llegamos a nuestras casas fue una gran recibida” (ibíd.). A su vez, las circunstancias atinentes a l a detención de la víctima encuentran correlato en los dichos de Digna Imel de Sans, quien manifestó haber comparti do cautiverio con De Siervo en el camión celular y en l a cárcel de Junín. Tambi én refirió que fueron li berados en el mismo grupo (cfr. fs. 1747/56). De manera concordante, Ana María Rinaldi mencionó: “Desde la Comisaría fui introducida en un celular, no sé si por las mismas personas que me secuestraron o por otras; una vez arriba del mismo recuerdo que estaban Ariel De Siervo…” (fs. 1757/ 66). También recordó que De Si ervo fue una de las personas con las que fue liberada, el 12 de mayo de 1977 (ídem). Asimismo, Alberto Pedro Silva aseveró haber estado detenido con De Siervo en el cami ón celular en el que luego fueron trasl adados a la cárcel de Junín. Además, dijo que compartió el tránsito por los diferentes centros de detención con el nombrado, y que fueron trasladados juntos desde la Comisaría 1ª de J unín a la cárcel de San Nicolás (cfr. fs. 1767/72). En términos análogos se expi dió Rubén Américo Liggera, q uien relató que comparti ó cautiveri o con la víctima durante todo el tránsito por los diversos centros clandestinos de detención (cfr. fs. 1838/43). A su vez, Normado di Sábato aseguró que en el camión celular que los trasladó desde la Comisaría 1ª de Junín a la cárcel en construcci ón, también estaba de Siervo, cercano a él por el ambiente artístico y por su militancia en el M.I.D. Agregó que supo que el nombrado fue llevado nuevamente a la Comisaría 1ª (cfr. fs. 1844/53). 340 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Finalmente, Armando Antonio Álvarez recordó que en el cel ular que los trasladó desde la Comisaría 1ª de Junín a la cárcel en construcci ón, también estaba Ari el de Siervo (cfr. fs. 149/51). Por otra parte, dentro de la prueba documental aportada por el Archivo Provincial por la Memori a, compuesta por legajos confeccionados por la DIPBA, surge lo siguiente: “...esta Delegación de Investigaciones, Comando Radioeléctri co de la Unidad Regional VIII y Comisaría 131 (Sub-Zona de Defensa 13) [...] con el objeto de individualizar a personas integrantes de bandas de delincuentes subversi vos, que podrían estar actuando en la jurisdicción, ya que por detenciones efectuadas anteriormente y que en el transcurso del año ppdo. habían sido abatidos varios delincuentes con domicilio en esta ciudad y la zona [...] se llega al convencimiento tot al de que en esta ciudad, estarían actuando elementos que han incursionado o i ncursionan en actividades subversivas, al producirse la detención de USO OFICIAL JORGE RAÚL CERUTTI [...] quien luego de un intenso interrogatorio confiesa ampliamente su intervención como miembro de la banda subversiva denominada E.R.P., dando la i ntegración de la misma...” “...con la premura del caso el Señor Jefe del Área 131 dispone un operativo conjunto, el cual arroja como resultado la detención de la mayoría de los delincuentes subversi vos que seguidament e se mencionan: DE SIERVO, Ariel Nelson: nacido en Junín, el día 1ª de Enero de 1940, estado civil casado, instruido, comerciante, L.E. Nº 4.945.107, hijo de Francisco y de Angélica Larentis, con domicilio en la calle Alte. Brown Nº 256 de J unín. [...] Que las detenciones aludidas se efectuaron en la madrugada del 24 del cte. Encontrándose los detenidos alojados en la Comisaría local, a disposición de la Jefatura del Área Militar” (fs. 318/9). Dentro de l os antecedentes ideol ógicos a los que hace mención el legajo al udido, se destaca, en el caso del damnificado, que: “...se desempeñó como Srio. del Centro de Arte Popular de Junín del año 1972 a 1974; Presidente del Teatro ALFA de Junín del 1973 a 1975. Act uó como Jefe de Programación de L.T. 20 Radio Junín, desde su creación el 18-04-70 hasta el año 1975.- En cuanto a sus antecedentes ideológicos no registraba en esta antecedentes, pero sí se lo tenía sindicado como un elemento de izquierda. H állase a disposic. del PEN”. (fs. 320). Por últi mo, en el Leg. 260, Mesa DS carp. Varios Leg. 7511, se da cuenta de que Ariel Nelson de Siervo fue detenido el 24/01/77, y que por Decreto 325 del 7 de febrero del mismo año, pasó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional ( cfr. fs. 399/401) . En consecuencia, las constancias señal adas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privaci ón ilegal de la libertad sufri da por el nombrado durante su estancia en la Comi saría 1ª de Jun ín y en la unidad carcelaria de la misma ci udad –que para la fecha se encontraba en construcción-; a la par que también es posibl e tener por corroborados l os 341 tormentos padecidos por De Siervo en el último de los sitios mencionados; sucesos que habrán de ser imputados –en los términos del art. 306 del C.P.P.N.- a Ángel José Gómez Pol a y a Aldo Antonio Chiacchietta. A su vez, tales extremos me llevarán a responsabilizar penalmente a Julio Ángel Estel rich y a Edgardo Antonio Mastrandrea en orden a la privación ilegal de la libertad padecida por la víctima durante su estancia en la Comisaría 1ª de Jun ín. 30. Privación ilegal de la libertad José Alberto Luna Se encuentra acreditado en autos, con el grado de certeza requerido para esta etapa procesal, que José Alberto Luna fue ilegal mente detenido y alojado en el Destacamento de la Policía bonaerense ubicado en l a localidad de Morse, al menos, el 28 de enero de 1977 fecha en la cual l ogró fugarse del l ugar. Con respecto a este caso he de señalar en primer término q ue la Secretaría de Derechos Humanos de l a Nación, a fs. 1961/94, remi tió los Legajos correspondi entes a la solicitud del beneficio de la ley 24.043 de José Alberto Luna. De di cha causa surge que la víctima aq uí tratada se encuentra actualmente residiendo en México. Por tal razón he de valerme distintas pruebas para tener por acredi tado su caso tales como declaraciones testimoniales de otras vícti mas y diversa documentaci ón. En primer lugar, se destaca que entre la documentación remitida por la Comisión Provincial por la Memoria se encuentra el Legajo 7093, Carpeta Varios, Mesa “DS”, caratulado “Asunto: Fuga y agresión a personal policial de José Alberto Luna (ERP) – J unín” cuyas copias certificadas se encuentran agregadas a fs. 787- 91. Así obra un “Parte U rgen te”, transmiti do por el Comisario Sandoval de l a Delegación DGIPBA Jun ín que reza: “En la fecha, siendo aproxim adamente las 7:00 hs. En circunstancias que en el local del Destacamento MORSE, el encargado del mismo, Ofl. Sub Insp. Leg 193.917 MIGUEL ÁNGEL ALMIRÓN; el Ofl. Sub Insp. Leg. 185.471 JULIO A. ESTELRICH y el Ofl. Insp. Leg. 146.901 FRANCISCO SILVIO MANZANARES de la dotación de la Delegación D.G.I.P.B.A. Juní n, se hallaban interrogando sospechoso detenido JOSÉ ALBERTO LUNA [continúan sus datos personales] que resultaba ser delincuente subversivo de la O.P.M. “E.R.P.”, al proceder a trasladarlo al calabozo, logra zafarse de sus custodios apoderándose de una escopeta marca «High Standard» propiedad particular del Ofl. MANZANARES y revólver particular del Ofl. ESTELRI CH, abriendo fuego e hiriendo al mencionado MANZANARES en el cráneo y a ALMIRÓN en pierna izquierda y mano derecha, dándose a la fuga con la escopeta…”. Dicho informe, se encuentra fechado 28 de 342 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario enero de 1977 y surge del mismo que del hecho ha tomado conocimiento el “área militar”. Coincidentemente, numerosos testimonios de personas que estuvi eron ilegal mente detenidas en l a Comisaría 1ª de J unín recordaron que en una oportunidad se presentaron en el sector cal abozos distintos policías heridos haciendo referencia a que se había fugado de “Morse” un “subversivo”, razón por l a cual f ueron someti dos a gol pes por parte del personal policial. Tal es el caso de Al berto Pedro Silva, quien en su declaraci ón de fs. 1767/ 72 recordó: “Ese mismo día abren la puerta y me lo encuentra a Manzanares y a Almirón. Yo a ellos los conocía desde antes. Manzanares era medio colorado, casi 1.70, m edio corpulento, muy vivaz para andar, ojos claros, gordito, colorado de cara, se l lama Silvio. Almirón es un poco más bajo que él, también USO OFICIAL rubio. Almirón tenía una venda en la frent e y Manzanares tenía el brazo vendado. Ellos me abren la puerta, previo mirar por la mirilla. Me preguntan «¿vos sabés por qué estás acá? Vos sos sargento del ERP. Venimos de Morse que le estuvimos dando al Capitán de ustedes, al Capitán Luna. Lo dimos por muerto y se despertó, agarró un arma y mirá lo que nos hizo el hijo de puta, se escapó». Aparentemente la mujer de Abeldaño era pariente de Luna, Luna era un muchachito que vendía diarios, lo conocía de verlo ahí, yo no sabía que anduviera en nada, a él nunca más lo volví a ver. Este fue el primer contacto que tuve con Manzanares y Almirón”. De manera concordante, Rubén Américo Li ggera indicó: “...una noche vino Almirón herido en una mano, producto de un enfrentamiento armado con el «Capitán Luna», José Luna, que se escapó te Morse y terminó exiliado en México. Recuerdo que entró gritando y nos amenazó de muerte a todos l os que estábamos detenidos” (fs. 1838/ 43). Otro testigo que recordó el mismo hech o fue Ricardo Luis Vega quien a fs. 1803/9, mencionó: “Todos los que vi eran los policías comunes de la Comisaría, excepto uno que vino una vez, que era también policía porque estaba vestido como tal. Este tipo no era de la comisaría y según me contaron los otros detenidos, era de la Seccional de Morse. Este tipo llegó sólo una vez, y comenzó a golpearnos a todos. Entraba a cada celda y nos daba una trompada a cada uno, insultándonos, nos decía «ustedes son guerrilleros como aquél otro, ustedes los ayudaron a rajarse». Según me pude enterar después, ya liberado, en la Comisaría de Morse se les había escapado un preso y se ve que entonces, le permitieron a este policía desquitarse con nosotros por eso”. También he de resal tar el testimonio bri ndado por Normando di Sábato quien en su declaración testimonial brindada ante esta sede dijo: “Después recuerdo que tras aproximadamente una semana de estar en el lugar 343 apareció Almirón con un brazo vendado o enyesado, entró a mi celda y me dijo «mirá lo que me hicieron tus amigos» y me golpeó” (fs. 1844/53). Finalmente, también brindó testimon io al respecto Benito Gorgonio de Mi guel , quien si bien pareciera confundi rse con los nombres, relató la misma anécdota que el resto de los apuntados. Así, a fs. 1854/7 dijo: “... me acuerdo que cuando estábamos en la Comisaría Amengual trajo a tres detenidos que eran de la zona de Morse. Aparentemente andab an persiguiendo a alguien que estaba prófugo del ERP, como no lo encontraron agarraron a estos. Amengual andaba con una venda en la m ano que decía que era producto de un balazo hecho por el «Capitán Luna» que era quien se había fugado. Esto lo vi la oportunidad referida en que Amengual entró al sector de calabozos. En la comisaría se comentaba que a estos tres detenidos de Morse Penna y Estelrich les habían dado una tremenda paliza en el hall de la Comisaría. A los detenidos se les notaban los golpes. Estos detenidos eran varones, uno j ovencito que tendría 17 ó 18 años y los otros tendrían alrededor de 30”. Otro elemento que resulta relevante a fi n de acredi tar su caso es el ejempl ar del Diario “La Verdad” del 29 de enero de 1977 (aportado a fs. 1504/6). Allí se encuentra una notici a titulada “Luego de herir a dos policías huyó un extremista en Junín”. En el cuerpo del reporte peri odístico se lee: “Un comunicado propalado por Radio Junín por l a Jefatura del Área 131 en la mañana de ayer, alertó sobre un suceso del que fue protagonista un extremista que se hallaba detenido y logró darse a la fuga tras herir a dos policías. El comunicado [ ...] Se comunica a la poblaci ón que en el día de la fecha el delincuente subversivo José Alberto Luna, perteneciente a la banda de delincuentes a la banda de delincuentes auto titulada ERP, atentó contra la vida de dos oficiales de la comisaría de Junín con armas de fuego, recibiendo ambos impact os de bala de carácter reservado”. Luego el artícul o refiere: “Sobre el hecho de que da cuenta el comunicado, nos hemos informado que ocurri ó en la localidad de Morse, alrededor de las 7 de la mañana, cuando Luna se fingió indispuesto y pidió permiso para ir al baño, aprovechando para desarmar a un policía que hirió haciendo lo propio con otro que acudió al oír el disparo”. En suma, l as constancias señaladas hasta el momento, permiten tener por prima facie acreditada la privación ilegal de la libertad sufrida por el José Alberto Luna durante su estancia en el Destacamento Morse de la Policía de la Provin cia de Buenos Aires, dependiente de la Comisaría 1ª de Junín; suceso este que le será reprochado –en los términos del art. 306 del C.P.P.N. a Ángel José Gómez Pola. Considerando Octavo I. La tort ura en los centros clandestinos de detención 344 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Como se ha desarrollado a lo l argo de cada una de las resol uciones en las que se ha inclui do el tópico q ue i nteresa en este Considerando, el cautiverio en los centros clandestinos de detención y tortura (CCDT) representó general mente, la sumisión a ciertas pautas sistemáticamente in staladas en cada uno de estos sitios; las cuales, en su conjunto, configuran el deli to de tormentos. Tal criterio puede visualizarse en el centro de detenci ón que sucesivamente funci onó en las sedes de “Atlético”, “Banco” y “Olimpo”; como así también en “El Vesubio”, “Automotores Orletti” y “Mansión Seré”; aunque no así en lo relativo al “Hospital Posadas” ni tampoco en el CCDT “Sheraton”, en los cuales sus peculi ares características y el disímil –y por l o tanto, asistemático- trato a las vícti mas all í cautivas, permiti eron descartar la existencia de pautas de cautivi dad constitutivas de tormento, impuestas en USO OFICIAL forma generalizada. A modo de introducción, cabe adelantar que el transcurrir cautivo de las vícti mas podría describirse, más allá de la obvia pérdi da de la libertad ambulatori a, como el cese con todo nexo con el exteri or, l a supresi ón de la identi dad y la completa pérdi da de referencias de espacio y tiempo, en medio de condiciones de extremo maltrato físico y psicol ógi co, que lo alejan de la experiencia meramente carcel aria y la asimilan -como veremos infra- al universo concentracionario, o como sostiene Traverso, q ue este ti po de campos constituyen “…un fenómeno nuevo que respondí a a una lógica diferente…” (op. cit., p. 41). En este mismo senti do, se ha dicho que “[d]esde el momento del secuestro, la ví ctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita vergüenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma al guna descabellada esperanza” (Nunca Más - Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas - CONADEP, Ed. Eudeba, 2003, pps. 7/11). Como ha sido explicado en anteriores pronunciamientos, el sufrimiento infligido a las víctimas del terrorismo estatal que nos toca investigar tenía su bautismo en la modalidad misma de irrupción intempestiva y generalmente nocturna del grupo operativo armado o “patota” encargada del secuestro y que constituía el pri mer epi sodi o -ya de por sí 345 mortificante- del drama que envolvía a los i mplicados y sus fami liares o allegados, que eran aterrori zados, todos por igual, sin compasión alguna, mientras se producía el apresamiento de la víctima directa, que era generalmente golpeada de manera cruel, encapuchada y llevada por la f uerza hasta vehículos ofici ales que lo conducirían al pozo, o mejor dicho, al abismo; al tiempo q ue pasaría a integrar la escalofriante categoría de desaparecido. También es de destacar que, aún antes del traslado al CCDT, se han registrado casos en los cual es las víctimas f ueron objeto de mecanismos de tortura –stricto sensu- en su mismo domicilio y ante la presencia de sus familiares. En tales casos, más allá de la gol pizas comunes a todos los secuestros, se han presentado ocasi ones en las que se improvisaron “picanas eléctricas” cortando cables de algún artefacto eléctrico que sirviera de medio para ejecutar el acto de salvajismo. Así, por ejemplo: “El 10 de junio me secuestran en mi domicilio en Martín Coronado. Penetraron por la fuerza unas 10 personas y poniéndome un revólver en la cabeza, procedieron a destrozar la casa buscando armas. En un momento me tiraron al piso y con un cable de art efacto eléctrico, comenzaron a torturarme. Mientras tanto mi esposa fue castigada y golpeada en otra habitación. Después de una hora y media de estar en mi casa, me vendaron los ojos y me pusieron en el piso de un coche, y fueron a buscar a un amigo” (testimonio de Jorge Casalli Urrutia, en Legajo CONADEP 3889). Lo cierto es que la derivación al centro clandestino i mpli caba que, de all í en más, todas l as formas de maltrato o mortificaciones, los procedimientos coaccionantes de toda índole, la intensidad de los padecimi entos infligidos sobre los cautivos, el trato cruel con fines de menoscabo físico y psíq uico, el completo aislamiento del mundo exteri or, cuanto la compl eta violación de su di gnidad y respeto a su condición esencial de ser humano, i rían en una al armante escalada ascendente. II. El régimen inhumano de vida en l os centros El transcurrir secuestrado en el CCDT, significaba la imposi ción de condici ones inhumanas de vida, que i ban desde la deficiente alimentaci ón, el alojamiento en l ugares insal ubres en los que no podían sustraerse de percibi r los l amentos o quejas provenien tes de las torturas que padecían otros compañeros de cautiverio, el aislamiento interno/ externo y el permanente recuerdo, ya sea con hechos o palabras, de que se encontraban librados a su suerte, a merced de sus captores y absol utamente desamparados. Para poder comprender adecuadamente el marco gl obal de sufri miento q ue se imponía a 346 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario los cautivos, es menester describi r al gunos caracteres de los vejámenes sistemáticos a los que eran sometidos: 1 Tabicamiento 2 La supresión de la identidad 3 Engrillamiento 4 Las condici ones de cautivi dad en tubos o leoneras 5 La supresión de toda forma de comunicación humana 6 Los castigos permanentes 7 La ubicua amenaza de ser torturado o asesinado 8 La escasa y deficiente alimentaci ón 9 La falta de higi ene y el progresi vo deteri oro del estado sanitario 10 La exposici ón en desnudez y demás padecimientos de connotación sexual USO OFICIAL 11 Imposici ón de sesiones de tormentos f ísicos Hechas estas breves aclaraci ones, pasemos ahora a merituar si las condiciones de cautiverio verificadas en la cárcel en construcción, actual Unidad Penitenciaria nro. 13 de la ciudad de Junín , habilitan su encuadramiento den tro de la categoría de tortura ubicua. III. La tort ura en la “cárcel en construcci ón de J unín” Luego de un pormenorizado análisis de las condiciones bajo las cuales los detenidos sobrellevaban su cauti veri o, adel anto que se ha corroborado la presencia de determinadas pautas que me permiten afirmar que, además del deli to de privaci ón ilegal de la libertad, se ha configurado el tipo penal de imposición de tormentos en perjuicio de los detenidos que permanecieron cauti vos en la cárcel en construcción de Jun ín. En primer lugar, antes de iniciar el examen de tales circunstancias, es necesari o adverti r que fenómenos que se h an verificado en otros CCDT, como ser, la supresión de identidad, el depósito de los detenidos en tubos o leoneras , y la supresión de toda forma de comunicación humana, no se encuentran evidenciados en autos; mientras que el engrillamiento, la exposición en desn udez y demás vejaci ones de connotación sexual, resultan ser circunstancias q ue, si bien se han acreditado en algunos casos aislados, carecen de la sistematicidad req ueri da por el deli to de tormentos. Esta si tuaci ón, como veremos a continuación, no es óbice suficiente para encuadrar el resto de las pautas de cauti vidad, de todos modos, dentro de la figura prevista en el art. 144 ter del C.P. 347 En segundo término, considero conveniente hacer una advertencia, en el sentido de q ue se presenta un caso, el de Alberto Cava, en el cual, si bien no se encuentran con figuradas la mayoría de las pautas indicadas en los puntos anteriores, h abrá de tenerse por corroborada la aplicación de tormentos en su perj uicio, toda vez que sí se ha logrado verificar que durante el lapso en el que el nombrado estuvo cautivo en la “cárcel en construcción de Junín”, f ue objeto de sesiones de castigos f ísicos. Pero sobre esta circunstancia habré de expl ayarme en el acápite quinto del presente Considerando. Hechas estas breves aclaraciones, pasaremos a analizar las condiciones de cauti vidad y los testimonios de las víctimas del CCDT que n os permiten sustentar esta afirmación. Veamos. Primera: Tabicamiento El tabicamiento o vendaje de ojos destin ado a pri var de vi si ón a las vícti mas y al q ue se sometía a los detenidos desde su secuestro, hacía perder toda noción de espacio, tiempo y conocimiento de l o externo. Se sujetaba a quien lo padecía, a un estado de tensión constante, ante la indef ensión continua y el permanente estado de al erta a ser agredido físicamente o a que l o sea un familiar, amigo o compañero que compartía con él cautiveri o. Los el ementos uti li zados para hacer efectiva la privaci ón de visión variaban entre vendas o cinta de embalar, trapos, capuchas, o prendas de vesti r, algunas veces pertenecientes a la propia víctima, u otras meras improvisaci ones que los captores utilizaban con tal objeto, siempre con total descui do de la asepsia y l as condiciones de higiene, las cuales lógicamente se iban deteri orando con el transcurso del cautiveri o, lo cual generaba en muchos casos la aparición de diversas af ecciones e infecciones ocul ares. Sobre el particular, recordemos que Ana María Rinaldi dijo que durante su cautiverio en la cárcel de Junín estuvo vendada. El tabique consistía en unos al godones en los ojos a los cual es se le cruzaba una venda (cfr. fs. 196/9). De manera concordante, Normando Federico di Sábato manif estó: “Estuve desde el lunes a la tarde y creo q ue hasta la tarde del miércoles con los algodones y encintados los ojos. Cuando me los sacaron no veía bien” (fs. 1844/53). Asimismo, Graciela Raq uel Ci appesoni señaló q ue su esposo – Víctor Edmundo P ajoni- le contó que encapuchado y esposado (cfr. fs. 2294/5). 348 en la cárcel de Junín estuvo Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Por su parte, Digna Imelde Sans in dicó: “En la cárcel en construcción estábamos todo el tiempo con los ojos vendados, pero no estábamos atados. Estábamos en celdas individuales” (fs. 1747/56). Análogamente, A riel Nelson de Si ervo dijo que en la cárcel en construcción de J unín estuvo sei s o siete días totalmente vendado (cfr. fs. 1738/43). En térmi nos similares se expidi ó Ricardo Lui s Vega (cfr. f s. 1803/9). A su vez, Benito Gorgonio de Miguel af irmó que en la cárcel de Junín estuvo vendado desde el l unes hasta el jueves de la mi sma semana; es decir, hasta el día en que fue trasl adado a la Comisaría 1ª de Junín (cf r. fs. 1854/7). Finalmente, A rmando Antonio Álvarez refirió: “La mayoría de las veces estaba con capucha. El único moment o en el que me permitieron sacarme la USO OFICIAL capucha, fue cuando nos trasladaron a la Comisaría 1ª” (fs. 3541/ 5). La descripci ón del t abicamiento como un mecanismo de causación de sufrimi ento y gráficamente su íntima explicada por relaci ón un con la pérdi da ex-detenido de identi dad desaparecido: “[l]a es tortura psicológica de la «capucha» es tanto o más terrible que la física, aunque sean dos cosas que no se pueden comparar ya q ue una procura llegar a los umbrales del dolor. La «capucha» procura la desesperación, la angustia y la locura [...] En «capucha» tomo plena conciencia de que el contacto con el mundo exterior, no existe. Nada te protege, la soledad es total. Esa sensación de desprotección, aislamiento y miedo es muy difícil de descri bir. El sólo hecho de no poder ver va socavando la moral, disminuyendo la resistencia [...] la «capucha» se me hacía insoportable, tanto es así que un miércoles de traslado pido a gritos que se me traslade: «A mí..., a mí..., 571» (la capucha habí a logrado su objetivo, ya no era Lisandro Raúl Cubas, era un número)” (Legajo CONADEP 6974) . La Comi sión Europea de Derechos H umanos ha efectuado una insoslayable descri pción de cómo las técnicas de pri vación sensorial constituyen torturas. En efecto, dicha Comisi ón considera que “…la aplicación combinada de métodos que impiden el uso de los sentidos, sobre todo de los ojos y los oídos, afecta directamente a la personalidad desde el punto de vista físico y mental. En tales condi ciones, la voluntad de resistir o rendirse no tiene ningún grado de independencia. Quienes resisten con la mayor firmeza podrían rendirse en los primeros momentos si se les somete a este método sofisticado con el fin de romper, de doblegar e incluso eliminar su voluntad” (Comisión Europea de Derechos Humanos, Ireland v. UK, Report of de Commission, 25 de enero de 1976, Yearbook, p. 792). 349 En igual sentido, el Comité contra la Tortura establece que el régimen de privaci ón sensorial aplicado sobre presos de un centro de detención en Perú causaba “…sufrimientos continuos e injustificados que constituyen tortura…” (A/56/44, párr. 186). En definitiva, está probado en autos, con el grado de certeza requerido por esta etapa procesal, que en el centro clandestin o de detención y tortura instaurado en la cárcel en construcción de J unín, todo aquel secuestrado que all í fuera al ojado, sea por unos días o durante todo el ti empo en que estuvo cauti vo, era tabicado desde su ingreso de modo automático. Es más, la mayoría de los secuestrados ya ven ían precariamente tabicados desde el mismo momento de su aprehensión; sól o que, al llegar a este siti o, aquel ven daje o capucha provi soria solía ser reemplazada por otro, mucho más confiabl e para los victi mari os, dado que, recuérdese, el tabique debía resi stir de día y de noche, jornada tras j ornada, debía cumplir con su finalidad aún pese a los gol pes, pese a la tortura sistemáti ca, pese a toda contingencia. Entonces, debemos i maginar -si esto es posible, pues hay autores que niegan que este tipo de experiencias pueda ser recreada por qui en no la padeci ó-, a las vícti mas privadas del sentido de la vista no sólo cuando están depositadas, inmóvil es, en una celda, sino también allí cuando son sacadas a la fuerza, sin saber adónde las ll evan; o cuando tienen que sati sfacer desesperadamente sus necesi dades fi si ológicas; o bien cuando tienen que llevarse el ansiado alimento a la boca; imaginar no poder ver los rostros humanos que interactúan con el privado del sentido, desde el ser querido que comparte el cautiverio hasta el Kapo que lo está torturando. Es por ello, que comparto l as conclusi ones de los Tribunales Internacionales de Derechos Humanos, recién citados, cuando sosti enen al respecto que ya esta primera característi ca, aplicada de modo sistemático y generalizado, constituye de por sí un ocasionamiento de sufri miento psíq uico (y muchas veces, además, físico) tan grave, tan insoportable a los ojos de la comunidad, que convierten a aquel encierro, al mismo tiempo, en un tormento. Asimismo, sistemático constituye cabe una agregar nota que pecul iar el de tabicamiento este generalizado centro de y detención clandestina –en el sentido de que no fue común en otras experiencias concentracionarias comparadas-, y estaba orientado no sólo a la pérdida de orientaci ón espacial y al aislamiento de l a víctima, sino tambi én para reforzar su deshumanización , ya que de este modo se veían privadas de diri gir la mirada al torturador, con todo l o que ell o significaba en aquellas condici ones. 350 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Se procuraba evitar el reconocimiento vi sual de quienes eran los captores -tanto l os ejecutores como l os Jefes que solían estar presentes en estos recintos-, ell o, habida cuenta de la total clandestin idad en la que operaban y para evitar denuncias o represalias en el futuro, a partir de aquellos cautivos q ue finalmente sobrevi vieran o escaparan, y efectivamente, desde si empre la Justicia ha tenido grandes dificultades para la imputaci ón individual de los represores, en gran parte debi do al tab icamiento de los futuros denunciantes, y así muchos de los autores de estos crímenes se mantendrán en la impunidad merced a el lo. No obstante, veremos a continuación, q ue esta nota aberrante que caracterizara los hechos en estudio, era tan sólo una arista de muchas otras, todas ellas abyectas, que multiplica hasta lo indecible el grado de terror y de padecimi ento de aquellos q ue estuvi eron en estos sitios, potenciando al USO OFICIAL mismo tiempo, cada una de estas características en su capacidad de daño al bien jurídico puesto en juego: la dignidad humana, y que - reitero- alejan l a experiencia vivi da por estas víctimas del mero universo carcelario y lo enmarcan en el universo concentracionario. Segunda: l a ubicua amenaza de ser torturado o asesinado Desde el mi smo momento del ingreso al recinto del terror, era constante l a sensaci ón de que en cualquier momento el recluido podía ser objeto de tortura o de muerte. Ello, no sól o a partir de lo que cada detenido podía extraer como conclusión de lo que su sentido del oído podía recoger de lo que acontecía en derredor, sino que además, a los secuestrados se les recordaba permanente y deliberadamente cuál era su estado: el absoluto sometimiento a los amos de la vida y de la muerte, que no eran otros que sus captores. En efecto, más al lá del total estado de desprotección e indefensión que debían padecer los cautivos (encapuchados, gol peados sistemáticamente, castigados, interrogados bajo torturas, etc.) , constantemente eran adverti dos, con hechos y pal abras adrede, q ue se encontraban absolutamente librados a merced de sus captores sin posibilidad de defensa o escape alguna, con ell os como dueñ os exclusi vos de su suerte, fuera ésta una paliza, la tortura o directamente su aniquilaci ón física. Recordemos aquí cuando Ana María Ri naldi recordó: “Mientras me interrogaban yo lloraba y decía que ni yo ni él teníamos ninguna actividad política, y la persona que dirigía el interrogatorio -que es esa voz que escuché en todas las oportunidades- me dijo «yo soy tu amigo, y vos tenés que confiar en mí porque puede venir otra persona y te puede torturar»“ (fs. 1757/66). 351 En otra parte de su declaración, agregó: “...me decían que me iban a violar, por supuesto, en términos mucho peores” (ídem). Asimismo, Normando Federico di Sábato refiri ó: “Después de la visita de mi ex cuñado, otra vez entró un militar, vestido de fajina, no recuerdo si el mismo que antes, con otro grupo de militares –alrededor de dos- y me sacaron de la celda. Ahí me hicieron caminar por varios lados, yo alcancé a ver que en un lugar estaba montada una ametralladora pesada, había mucho terreno sinuoso porque el lugar estaba en construcción, había escombros, lomas de tierra. Me sacaron a lo que sería un descampado, lleno de malezas, y ahí había más sol dados, militares, aproximadamente 6. Estos me rodearon con fusiles, me entregaron una pala y el jefe me dijo «bueno, cavat e tu tumba», o sea q ue me tuve que poner a hacer eso. [...] cuando llegué a cavar un pozo de aproximadamente 1,80 x 60 o 70 centímetros y una profundidad cercana al medio metro, lo que creí que era la medida de una fosa, paré porque estaba cansado, nos miramos con el hombre que digo que era el jefe y me preguntó si yo entraba ahí. Le contesté que creía que sí. Entonces él y otros más me llevaron de nuevo a la celda si n darme ningún tipo de explicaciones. Yo pensé que me mataban ahí” (fs. 1844/53). Por su parte, Arman do Antonio Álvarez relató que “[e]n la celda lo golpearon, más que nada era tortura psicológica, le decía un hombre a cara descubierta que lo iban a fusilar en menos de 72 hs” (fs. 149/51 y fs. 3541/ 5). Alicia Raquel Ciappesoni aseguró que su mari do le dij o que durante su cautiveri o en la cárcel de J unín fue amenazado de muerte (cfr. fs. 2294/5). En este contexto, la intimidación constante a los cautivos implicaba un suf rimiento mental que figura como un componente más en el concepto de la tortura y, por cierto, esa i ntimidación es justamente uno de los más habituales objetivos que persigue el torturador, en aras de devastar toda capacidad de resistencia. Es lo que se llama el régimen del terror, propio de l os modelos totalitarios, por medio del cual no sólo se apunta a la paralización -física y psíq uica- de la víctima allí cuando uno o varios torturadores se están ocupando de ella -vejándola, golpeándola, torturándola, abusan do sexualmente, etc.-, sino que dicha paráli sis, a través de l a conformaci ón de este cli ma de terror ubicuo y constante, tiene en miras que el régimen del terror inunde todos los espacios, anegue cada momento de la vida coti diana de la víctima, de modo de establecer un control férreo y absoluto sobre todos sus actos mediante la supresión de todo espacio de libertad, empujando la libertad humana a su últi mo refugio posible, cual es el mero pensamiento interno -que ni siquiera es posible volcar en la comunicaci ón- y que muchas veces ni siquiera funciona como tal debido al fuerte condi cionamiento que 352 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario provi ene desde el exterior de la psique, en especial , a partir del hambre, la sed y de l a imposici ón de la tortura física. En consecuencia, los testi monios citados no dejan dudas acerca del temor q ue los cautivadores infundían en las vícti mas, q uienes conocían ya por la habitualidad de las amenazas y los castigos, que cualq uier movimiento o expresión que se alejara de las normas del régimen de disciplina infrahumana, sería pasible de las reprimendas más violentas. Un párrafo aparte merece, dentro de este esquema general izado destinado a infundir terror paralizante a las víctimas a través de la amenaza permanente de ser torturado, esa forma particularmente perversa de tortura psicológica consistente en escuchar o ver sesi ones de torturas de sus compañeros y seres queridos. En este sentido, es útil traer a colaci ón el testimonio de Ana USO OFICIAL María Rinaldi dijo q ue escuchaba los gri tos de gente q ue era torturada. Esta circunstancia le q uedó grabada en la mente (cf r. fs. 196/9). En otra declaración, agregó: “Fundamentalmente recuerdo haber escuchado los gritos de mi novio [Armando A ntonio Álvarez]” (fs. 1757/66). Por su parte, Normando di Sábato aseguró haber escuchado los gritos de Víctor Edmundo Pajoni mi entras éste era torturado. Dijo q ue sus gritos eran desgarradores (cfr. fs. 1844/53). De manera concordante, Benito Gorgonio de Miguel relató: “...esa primera noche, me libré de la picana, pero me gatillaron en la sien varias veces, castigo físico reiterado, a mi me pusieron en un rincón en el suelo sentado. Como dije pude ver tres de l os elásticos de cama donde torturaban. En ese mismo momento estaban torturando con picana eléctrica a De Siervo y a Pajoni. El viernes cuando fuimos a la comisaría se veían los resultados de la picana, los dedos quemados y el calambre intenso” (fs. 1854/7). Asimismo, Digna Imelde Sans indicó que en l a cárcel de Junín “Comenzaron, entonces, las sesiones de tortura. Se sentían los alaridos, los interrogatorios, los gritos de los torturados. [...] A Pajoni le dieron con todo, estaban especialmente enseñados, se escuchaban los golpes, sus gritos por la picana, era terrible escucharlo” (fs. 1747/56). A su vez, Ari el de Siervo dijo que sabía que había más gente detenida porque en la cárcel de J unín escuchaba los gritos de las personas cuando eran torturadas (cfr. fs. 1738/43) . Por último, Ricardo Luis Vega señaló: “En un momento comencé a escuchar gritos de personas quejándose y todavía no entendía de qué se trataba. Estaban siendo picaneados, los gritos eran desgarradores” (fs. 1803/9). 353 Más allá de estos casos extremos q ue atañen a seres queridos, el habitual sometimi ento a tormentos de cada uno de los pri sioneros, generaba ya de por sí un permanente estado de alerta y de miedo a ser golpeado, torturado o asesinado, o de que sea víctima de tal es hechos, el ser amado o un compañero determinado. Este terror constante generado por dichas circunstancias, tal como lo explicara el Relator Especial sobre la cuestión de la tortura desi gnado por la Comi sión de Derechos Humanos de la ONU, constituye en sí mi smo, dadas las circun stancias antes señaladas, una tortura mental. En esta misma l ínea, la Comisi ón tiene dicho que “…las amenazas graves y creíbles a la integridad física de la víctima o de un tercero [en nuestro caso, el compañero o ser q ueri do co-cautivo] así como las amenazas de muerte, pueden equivaler a tratos crueles, inhumanos o degradantes o a la tortura” (Resol ución 2002/38 - 22/4/2002). En definitiva, no cabe más que conclui r que, en estos casos, un solo acto de imposi ción de tortura física a una persona era multiplicado en sus efectos devastadores sobre tantos familiares o seres queridos con quienes estuvi era comparti endo el cautiverio, i nfundiéndoles a éstos, además de un dolor imposible de cuantificar atento a su magnitud, un terror absoluto y permanente respecto de la integridad físi ca y la vida de esas personas. Tercera: La escasa y deficiente alimentación La alimentaci ón en los centros, en tanto escasa e indigna, también tenía como objetivo, a partir de su puesta en práctica si stemática, contribuir al progresivo deterioro del estado físico de los cautivos, a la vez que constituía otra modalidad de castigo. Aun así, siendo la comida poca y degradante -a veces cruda y otras demasi ado cocida-, el hambre desesperante que sufrían los cautivos y las condiciones infrahumanas de vida que les acompañaban toda la jornada, hacían que ese momento se ansiara impacientemente. Sobre el particular, Normando Federico di Sábato recordó: “nos daban de comer una vez por día, unos guisos espantosos, y bebida a lo mejor nos daban, pero no después de las sesiones de tortura, cuando sólo nos mojaban los labios con un trapo humedecido con agua” (f s. 1844/53). Rubén Américo Liggera dij o: “Nos daban de comer una vez por día, una especie de caldo sucio” (fs. 1838/43). Por su parte, Alberto Pedro Silva aseguró: “En esos días no me dieron comer ni de beb er” (fs. 1767/72). De manera concordante, Digna Imel de Sans refirió: “...no recuerdo si nos dieron de comer o de beber, creo que no” (fs. 1747/56). 354 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario A su vez, Ari el Nelson de Siervo resaltó: “Una sola vez me dieron de comer en todo ese tiempo [recordemos que la víctima estuvo detenida en la cárcel de J unín durante cuatro días]. Me dijeron «tomá comé» y me metieron una cuchara en la boca, habrán sido tres veces. Fue algo así como un sandwich o algo así. No recuerdo haber tomado líquido, si después del paro, cuando aflojaron con el asunto de la picana el éctrica” (fs. 1738/43) . Por último, pero no por ell o menos importante, Benito de Mi guel relató: “Era bastante penoso en cuanto a la reticencia de agua, cosa que tenía que ver con la picana de la noche. A mí, que no me habían pasado picana tampoco me daban agua, era lo mínimo, medio vaso de agua por día, como para que se mojaran los labios. Hacía mucho calor, lo que empeoraba la situación. Tampoco recibimos comida prácti camente. Me dieron en un cart ón algo de guiso, comida de rancho que hacen ellos, una sola vez por día” (fs. 1854/ 7). USO OFICIAL Está cl aro que estas condici ones de alimentaci ón, entonces, servían para un dobl e propósi to: como in negable elemento de tortura, a partir del hambre perman ente padecido por l os internos, quienes esperaban casi enloquecidos l os momentos en los que l os captores les proporcionaban algo de sustento; y para terminar de cancelar toda posibilidad de resistencia o de alzamiento en contra del poder totalitario que imperaba en el pozo, pues un enemigo que, además de aislado y tab icado, está subalimentado, no ti ene siquiera fuerzas físi cas para al zar un brazo. Nuevamente viene al caso recordar parte del testimonio brin dado por Pri mo Levi en cuanto a su vivencia en el Lager, donde describe los efectos degradantes que el hambre y l a sed tienen en la condición humana, resumiendo finalmente los efectos de l os mismos de l a siguiente manera “El hambre extenúa, la sed vuelve loco” (op. cit., p. 102). Cuarta: La falta de higiene y el progresivo deterioro del estado sanitario Las condici ones de higiene y salubridad también eran atroces y alcanza con señalar que, como característica singular de la cárcel en construcción de J unín, figuraba el h echo de que los cautivos debían permanecer en celdas individuales en l as cual es sólo había una especie de camastro o plataf orma de cemento sin colchoneta, colchón, o artefacto de índole similar, y un inodoro que aún no funcionaba y obligaba a los detenidos a convivir con los olores propios de sus flui dos i nternos; todo lo cual, por l ógica consecuencia, agravó patologías precedentes a los secuestros y generó l as propi as del lugar como secuela de torturas, quemaduras, derrames o infecci ones. Recordemos que Alberto Pedro Silva señ aló: “Para ir al baño estaba el inodoro en mi celda, no me pude bañar” (f s. 1767/72). 355 Por su parte, Ana María Rinaldi indicó: “...nos dejaban ir al baño cuando pedíamos, pero era una especie de pozo, sin higiene al guna. En ningún momento pude bañarme, ni nos proporcionaron elementos para la higiene personal en la celda” (fs. 1757/66). De manera anál oga, Digna Imelde Sans manifestó: “En la Cárcel de Junín, no me permitieron bañar..” (fs. 1747/56); mientras que Rubén Améri co Liggera relató: “Nunca me pude bañar, además, no teníamos col chón; directamente dormíamos tirados sobre el cemento, en esa especie de camastro” (f s. 1838/43). A su vez, Normando Federico di Sábato refirió: “...recuerdo que yo en ese momento tenía muchas ganas de orinar y les pedí de ir al baño, y Almirón me respondió «qué te crees que estas de vacaciones, meate encima», pero alcanzo a ver que el otro le hace un gesto, y entonces me saca las esposas. Entonces me dice Almirón «¿así que vos sos gatillo?», lo que me extrañó muchísimo porque era la primera vez que escuchaba ese apodo, de hecho, yo no usaba apodo. Luego me preguntó si yo era zurdo o diestro, a lo que respondí que diestro, entonces él tenía un cigarrillo encendido en la mano y me lo apagó en la palma derecha. Después de eso, se retiraron, invi tándome a que solamente orinara en la celda, donde había un inodoro, porque aparentemente aún no estaba conectado” (fs. 1844/53). Agregó: “En una ocasión tuve necesidad de ir al baño, creo que fue el martes, después de l a primera sesión de torturas. Yo sufría de hemorroides, y cuando en la sesión de tormentos subieron el voltaje yo sentía que se me salía hasta el alma. Cuando pedí de ir al baño me llevaron a la misma fosa que había cavado, que hacía las veces de retrete. Después me dijeron que me limpiara con el pasto. En cuanto a la higiene, hasta que no volvimos a la Comisaría no pudimos bañarnos” (ídem). En definitiva, el desprecio calculado por l as condici ones alimentari as, higiéni cas y sanitarias guardaba exacta relaci ón de medio a fin con el objeti vo general de cosificación de los recl uidos, a quienes se les proveía de las condi ciones indispensables para mantenerlos con una línea de vida, y negarles de este modo la posibi lidad de mori r por alguna de estas razones, como una cabal muestra de hasta dónde llegaba el poder absoluto sobre sus cuerpos y sus existencias. Dicho de otro modo, de perf orar hacia abajo aun más (hablando en términos de la condición humana) cualquiera de estos tres aspectos de la vida cotidiana en el CCDT -me refiero a las condicion es alimentari as, higiénicas y sanitari as-, las víctimas hubieran sido aniquiladas físicamente por inanición, enfermedad o epidemia, respecti vamente. Quinta: Imposición sistemática de sesiones de tormentos físi cos 356 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario Las sesiones especi ales de torturas físicas eran algo innato al centro de detención y eran la regl a de tratamiento, siendo la excepción los cautivos que no las padecieron. A tal fin, contaban con personal especi almente abocado a ello, ámbitos acondicionados al efecto -los “quirófanos” o sala de torturas-, una variada gama de instrumentos y distintas técnicas para provocar desmesurados padecimientos. Ya sea con la finali dad de q uebrar l a f uerza de voluntad de los secuestrados y aún cuando no hubiere ningún dato o información que obtener, a una abrumadora mayoría de los cauti vos se los sometió a mecanismos de torturas físicas, a saber: golpi zas y palizas brutales sea con puños, patadas, instrumentos metálicos -cadenas-, de goma -cachiporras- o madera -palos- q ue muchas veces provocaban fracturas o lesiones internas; USO OFICIAL simulacros de fusil amiento; aplicaci ón de descargas el éctricas por medio de picana en diversas partes del cuerpo, especialmente las más sensibles como cabeza, sienes, boca, extremidades, sen os y órganos genitales; quemaduras con cigarrillos en distintas partes del cuerpo; requisas aflictivas a la integridad sexual , amenazas y consumación de atentados con tra l a integridad sexual de los secuestrados (cfr. decl araciones testimoniales ya citadas; véase asimismo, Informe sobre el caso Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 14-12-1979). Los testimonios q ue dan cuenta de estos padecimientos son innumerabl es, en función de lo cual , a continuación, se reseñarán sólo algunos, a título ejemplificativo, de l as técnicas de torturas empleadas en la cárcel en construcci ón de Jun ín. Sobre el particul ar, Normando Federico di Sábato manifestó: “Las torturas empezaron el día martes. Almirón me sacó de la celda y no recuerdo el camino, pero me llevó a los empujones a algún lado. Cuando vamos llegando siento gritos. Después me di cuenta que estaban torturando a alguien y no habían terminado con esa persona. Supongo que lo hicieron a propósito. Creo que supe que ese torturado era Pajoni porque probablemente lo hayan nombrado en algún momento. Luego lo sacaron a él del lugar, me hicieron desnudar y recostar en una suerte de armazón metálico, con una col choneta en el fondo. Entonces me ataron las muñecas y los tobillos, y a uno de los dos dedos gordos me ataron un alambre para que la corriente pasara. Después me rociaron con agua, me pusieron en la boca un envoltorio de trapo que me la mantenía abierta y creo que una bota encima, o sea, un pie, con suela de goma. Me indicaron que abriera y cerrara l as manos cuando quisiera hablar. Así empezaron a apli carme picana, básicamente en el pecho, pero a medida que avanzaba la sesión iban aumentando la tensión de la corriente y se sentía muchísimo más. Después me pasaron por los genitales y por las encías. El 357 dolor era insoportable. La pierna en la cual tenía la descarga por el dedo gordo se sacudía. Había mucha pero mucha gente y voces distintas, pero no pude ver nada. Al menos supongo que uno era médico porque una persona indi caba si podían seguir o no [...] Fue un tiempo largo que me tuvieron en esas condi ciones, yo pedía a gritos que me dieran agua y alguien me explicó que no podían darme por el tema de la corriente. Después me devolvieron a la celda, y me tiré en un armazón de concreto que había ahí, donde supuestamente debía ir encima un colchón, que no estaba.”. Agregó que este ti po de interrogatorios se repiti ó al día si guiente (cfr. fs. 1844/53). Alberto Pedro Sil va relató: “A la noche entra otra gente me dicen que me de vuelta, me vendan los ojos y me llevan. Me doy cuent a que entramos a una sala porque se notaba que era un espacio grande porque retumbaba la voz. Ahí sentí olor a carne quemada y pensé que estaban haciendo un asado, después me di cuenta que era por la picana, que te quema la piel. Me tiran en una especie de cama, me estaquean con piernas y brazos abiertos y me picanean, yo tenía 38 ó 39 años. Ahí me preguntaban a quién conocía” (fs. 1767/72). Asimismo, Graciel a Raquel Ciappesoni aseguró q ue su marido le dijo que en la cárcel de Junín lo habían torturado, que le habían reali zado interrogatori os con picana el éctrica, y le decían que a ella también la estaban torturando (cf r. fs. 2294/5). Por su parte, Armando Antonio Álvarez preci só que “[e] n la cárcel también lo picanearon, golpes, trompadas, siempre le preguntaban lo mismo, por Liggera, Di Sábato, Ravara, sobre si militaban, si estaban en el tema de la guerrilla, si sabía que Torreta o Romié estaban en la guerrilla o militaban [...] Le hicieron un careo cree que con Imelde Sans, pero tenía tanta sangre que no está seguro, ella dice que no se acuerda, estaba golpeada y desnuda [...] Les pegaban y gritaban mucho, estab an fuera de sí, les hablaban con armas en la cabeza. Al di cente lo picanearon dos veces” (fs. 149/51). En otra decl araci ón agregó que: “En un momento, un militar, a cara descubierta, me dijo que en 72 hs. iba a ser ejecutado. Yo creí que me iban a matar cuando me llevaron a esa sesión de i nterrogatorio. Entré y vi la cama, sin elástico, que la estaban mojando con agua. Me acostaron ahí y me ataron. Me vendaron. Me pusieron un grabador que se habían llevado de mi casa [...] Entonces en este grabador, me hicieron escuchar una especie de declaración, me preguntaron si conocía la voz y les dije que sí, que era la de Cerutti [...] En la grabación, Cerutti decía que yo militaba en una organizaci ón subversiva o algo así. Luego, me aplicaron picana en el talón y en el dedo gordo, también en los genitales y en las encías. Parece q ue me ataron un cable en el dedo gordo, porque después me quedó como una marca [...] Durante el trayecto, l a persona que me trasladaba me dijo que 358 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario me había escuchado tocar el piano en un concierto, pero que si tenía que hacérselo a la madre, lo iba a hacer, porque era parte de su trabajo” (fs. 3541/ 5). Digna Imelde Sans recordó: “A veces eran torturas individuales y otras eran sesiones de tortura en rueda, porque yo sentía que estaba en el piso, y sentía que otros estaban igual que yo a mi lado. En ese lugar, yo lo que me acuerdo son las patadas terribles en la cadera, en las piernas, los golpes, a mí me preguntaban quién era la «mariposa»” (fs. 1747/56). Rubén Américo Liggera señal ó: “...me llevaron a la sala de tortura, que era una cama con elásticos, me desnudaron y me aplicaron picana eléctrica. Yo recuerdo que me ponían una toalla húmeda en el brazo, cal culo que era para no dejar marcas [...] Esta pri mera sesión debe hab er durado una hora. Para mí fue un interrogatorio interminable. Este tipo de interrogatorios volvió a repetirse al menos una vez más, unos dos o tres días después de la primera [...] como producto de la USO OFICIAL tortura, quedaron secuelas: angustia, el despertarte por las noches con sobresaltos. Físicamente, me quem aron el dedo gordo del pie. Se ve que me ataron con alambre y por ello se quemó” (fs. 1838/43). Benito Gorgonio de Miguel indicó: “Fueron básicamente tres noches de diversa intensidad de tormento hasta el jueves. La noche del lunes me vendaron en la celda y empezó la música a todo lo que da, después supe q ue el resto de los detenidos además est aban esposados y en condi ciones más duras. El lugar físico donde se producían los tormentos era una de las torres de vigilanci a” (fs. 1854/7). Dentro del horror mismo que implicaba la tortura bajo picana eléctrica, no dejan de sorprender los recursos utilizados por los torturadores para aumentar al extremo el dolor en las víctimas. Sobre este punto, Di gna Imelde Sans especificó: “Al menos, en dos oportunidades, me apl icaron pi cana en todo el cuerpo, estaba desnuda, me mojaron –se ve que para que fuera más dolorosa la picana-, mientras me preguntaban incoherencias, y ant e cada negativa mí a, me aplicaban m ás picana. Los interrogatorios eran terribles. Así estuvimos varios días, hasta que vino uno, después de una sesión de tortura, y me traj o un plato como de sopa o caldo y me quería dar una cucharada y de repente ent ró alguien y le recriminó lo que estaba haciendo, le dijo si no sabía que me podía morir si tomaba algo. Ahí, el otro, el que me estaba por dar ese caldo me dijo «bueno, se terminó todo», le pedí que le llevaran los anillos a mi hija, como un pedido de úl tima voluntad. Yo me puse muy mal y entonces, bueno, ese tipo me dijo «no te preocupes, ya sabemos quién fue el hijo de puta que los delató a t odos ustedes»” (fs. 1747/56). A su vez, Nelson de Siervo dijo: “...en la cárcel me torturaban una o dos veces por día, calculo, siempre estuve vendado, siempre estuve esposado, para atrás y luego para adelante. Es difícil calcul ar porque no podía distinguir el día de la noche” (fs. 1738/43). 359 Incluso en determin ados casos, la vi olen cia de las torturas físicas casi terminó con la vida de algún detenido. Tal fue el caso de Ariel Nelson de Siervo, quien relató: “De este calabozo me sacaban para torturarme, venía gente dos o tres personas y nos llevaban a un lugar q ue quedaba subiendo una escal era donde me torturab an. Me ponían en una camilla, me ataban un cable en el dedo gordo del pie y con la picana en los órganos genitales y fundamentalmente en las encías, no me quedó ningún diente, los escupí a todos. Otro detalle es que tuve dos paros cardiorespiratorios, durante la sesión de tortura. Se escuchaban los gritos, hasta los vecinos del lugar escuchaban. Por esto se ve que con algo me taparon la boca, no pude respirar. La imagen que tengo es que iba por un tubo que se afinaba, se afinaba y pack, no vi más nada. No sé cuanto tiempo estuve así. Lo que escuché cuando empecé a recuperarme que no supe si fueron horas o días, que un médico le dijo a alguien que sería conveniente que me llevaran a un hospital y el otro le dijo que de ninguna manera y que si me moría nos mataban a todos, que éramos catorce” (fs. 1738/43). Esta circunstancia f ue corroborada por el testimonio de Digna Imelde Sans, quien manifestó: “...recuerdo que Ariel de Siervo, me contó que durante una sesión de tortura en la Cárcel en construcción, tuvo un paro cardíaco, que casi se muere” (fs. 1747/56). Las quemaduras con cigarrillos tambi én formaban parte del abanico de suplicios de los represores. Al respecto, Normando di Sábato aseguró que en una oportunidad, Almirón le preguntó si yo era zurdo o diestro, a lo q ue le respondió que diestro. Ante ell o, el represor, que en ese momento tenía un cigarrillo encendi do en la mano, se lo apagó en la palma derecha (cfr. fs. 1844/53). Este catálogo de sufrimi entos si stemáticos culmina con una modali dad por demás característica y generalizada que h a sido verificada dentro de las prácticas coti dianas de la cárcel de J unín, l a cual consistía en el someti miento de los detenidos a simulacros de fusilamiento. Son variados los testimonios que dan cuenta de la aplicación masiva de esta práctica por parte de los represores del CCDT baj o an álisis. Muestra de ell o lo constituye el testi monio de Alberto Pedro Silva, quien relató: “La otra noche me vuelven a sacar de la celda, yo estaba prácticamente desnudo, me pasan por un l ugar que tenía el piso como de goma, y después piso pasto. Me paran ahí y uno de los tipos me dice «si sabés rezar, rezá, ¿vos tenés algo que decir? Te vamos a fusilar», algo así me dicen. El tipo dice «apunten, preparen» y ahí viene uno corriendo que dice «pará este no es, hoy le toca al de la celda de al lado, éste es mañana» y ahí me llevan otra vez a la celda y sentí que llevaban a otro. A la otra noche me llevan otra vez al mismo lugar de la primera 360 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario noche y me vuelven a torturar, me hacen las mismas preguntas que antes” (fs. 1767/72). Por su parte, Normando di Sábato recordó: “...yo estaba con los ojos vendados, entraron varios a mi celda, y escucho que tiran hacia atrás la corredera de una pist ola como para cargarl a, me la posan en la sien y aprietan el gatillo. Otro episodio que recuerdo, mucho más doloroso para mí, fue que alguien me preguntó si mi mujer estaba embarazada, nosotros teníamos la sospecha de q ue sí y estábamos esperando la confirmación por un médico, y se los conté. Entonces una de las personas me dijo que ella había abortado, lo que no fue cierto porque mi hijo acaba de cumplir 32 años. Lo otro que me preguntaron es si mi mamá sufría del corazón, respondí que sí, y me dijeron que ya se había muerto. Mi mamá terminó muriendo del corazón, pero recién hace 7 años. Todos estos son hechos aislados que recuerdo, no podría precisar si fueron ese mismo lunes” (fs. 1844/ 53). USO OFICIAL Asimismo, Graciela Ciappesoni manifestó que su marido le dijo que en la cárcel lo h abían amenazado de muerte y le realizaron un simulacro de fusilamiento (cfr. fs. 2294/5). Armando Antonio Álvarez señaló que “[l]e llegaron a hacer un simulacro, lo sacaron afuera, al aire libre y uno le decía que si se lo tenía que hacer a la madre lo haría, porque era un trabajo; y que «cantara», que hablara” (fs. 149/51). A su vez, Ariel de Siervo refiri ó: “Un dí a yo estaba en el calabozo, me sacan afuera, me di cuenta que era en un lugar al aire libre por el viento, el sol. Me dicen que salga y me llevan a este lugar. Me dicen «te vamos a fusilar, Atención Soldados, firmes, apunten, fuego». Tiraron, no sé adonde, pero se escucharon los disparos. Esto a mí me lo hicieron una sola vez, después me enteré que también se lo habían hecho a otros. Todo esto proceso tardó media hora más o menos, una tort ura psicológica terrible” (f s. 1738/43). Por últi mo, Ricardo Luis Vega aseveró q ue en el encuentro con su hermano –Héctor Vega- en la cárcel de J unín, éste l e había dicho que la noche anterior le habían h echo un simulacro de fusilamiento, q ue l o habían puesto contra un paredón y que cargaban las armas, se ponían l os represores en fila y venía uno que si mulaba ser un cura para consolarlo. Que l uego de todo ell o, tiraron al ai re, y comenzaron a reírse de él, de cómo se había asustado (cfr. fs. 1803/9). De esta reseña testi monial, surge a todas luces evidente q ue el objetivo f undamental de la tortura en el CCDT excedió l a supuesta finalidad de obtención de in formaci ón del cauti vo. Apuntaba, como objetivo más amplio, a su despersonalización, a reduci rlo a ser un mero objeto del poder totalitario imperante en el campo, a través de una posici ón de desvalimiento 361 y angustia extremos que produjera el máximo deteri oro de las capacidades cognoscitivas, emoci onales y de comportamiento de las vícti mas. Al respecto, viene al caso citar el interesante punto de vista de Hannah Arendt, quien en 1951, describía un panorama enteramente aplicabl e a los hechos aquí demostrados. Así, sostuvo l a nombrada: “[ l]a tortura, desde luego, es una característica esencial de toda la Policía y de todo el aparato judicial totalitario; es empleada cada día para hacer hablar a la gente. Este tipo de tortura, como persigue un objetivo definido y racional, posee ciertas limitaciones: o bien el prisionero habla al cab o de cierto tiempo, o es muerto. A esta tortura, racionalmente dirigida, se añadió […] otra tortura irracional y de tipo sádico [...] no perseguía objetivos ni era sistemática, sino que dependía de la ini ciativa de elementos considerablemente anormales” (Arendt, Los orígenes... cit., p. 673). Antes de finalizar este apartado, es necesari o hacer referencia, como se adelantó en un principi o, al caso de Alberto Cava, quien permaneci ó durante unas horas detenido en la “cárcel en construcción de J unín”. Cabe recordar que sobre esta ci rcunstancia en particular, el nombrado refi rió: “Me meten adentro de la cárcel, siempre encapuchado y esposado, y escucho que uno de ellos toca una cuerda, y me dice «ahora vas a cantar», yo entonces le hice un chiste, diciéndole que yo te nía buena voz, que cantaba muy bien” (fs. 1894/8). Luego, precisó: “Me colocaron entonces en un colchón de elástico, de un metro de alto, me dejaron desnudo, y m e ataron a ese elástico metálico como a Tupac Amaru, por las extremidades. Nadie hablaba ni me decía nada. De golpe, me mojaron todo, me tiraron como un baldazo de agua. Me mojaron todo el cuerpo. A mí me llamó la atención que, hasta ese momento yo creía que todos eran policías, pero luego de que me moj aron, escuchó una voz que dice «proceda soldado». Nadie hablaba ni decía nada. Empezaron entonces a darme «como en la guerra», me daban corriente eléctri ca. N o se puede relatar el dolor, la desesperación, mis gritos. Era terrible, por más que llorara, gritara y pidiera no se podía hacer nada, dónde más dieron electricidad fue en los testículos y en el pene. También en la planta de los pies. La tenían con mi s genitales, se la habían agarrado con ello. También me dieron picana en los dientes, en las encías, se me cayeron todos los dientes. Quede todo arrugado, destruido, f ue lo peor que me pasó en la vida. Luego de eso me desvanecí, perdí el conocimiento. Cuando me desperté del desmayo, me di cuenta que uno de ellos me estaba dando golpes en el pecho, y luego uno, me daba respiración boca a boca, yo estaba recobrando de a poco el conocimiento pero no reaccionaba. Escuché que uno le dijo a otro «vamos, vamos, apúrense a ver si se nos va éste»“ (ídem). Finalmente, manifestó: “Cuando recobré el conocimiento, me di eron mi ropa, y me sacaron de la cárcel. Me subi eron de nuevo al auto y me sacaron por 362 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario el mismo lugar por el que había entrado. Ahí ya me sacaron la capucha y pude ver que era la cárcel en donde me había torturado” (ibíd.). Esta ci rcunstancia, si bien de orden parti cular, toda vez q ue en el caso de Alberto Cava no se configuraron otras pautas de cautivi dad a las cuales se hizo referencia en los puntos anteriores, configura de por sí el delito de tormentos, por configurar un grave sufri miento f ísico y psíquico a un detenido, sin l a necesidad de que medi e un móvil específico que pretendiere perseguir el funci onario público encargado de su custodia; el cual, en estas ci rcunstancia nunca es ocioso recordar, ti ene como deber fundamental el mantener l a incol umidad de la integri dad psicof ísica de l os detenido. En definitiva, toda vez que los casti gos sufridos por Cava se insertan dentro de una gran sistemática, en l a cual prácticamente no USO OFICIAL existi eron detenidos en la “cárcel en construcción de Junín” que no fueran objeto de estas aberrantes prácticas, habré de tener por confi gurado el delito de tormentos también para el supuesto bajo examen. IV. El efecto cumulativo de las condiciones inhumanas de cautiverio generalizadas y sistemáticas constituyen torment o La vari edad y multi plicidad de personas que dan cuenta de las condiciones inhumanas de vi da, los tratos degradantes y l a tortura, muestran que los mecanismos de tabicamiento, gol pes contin uos, amenazas constantes y la colocación en el rol de testigos i mpotentes de la imposici ón de tormentos a otro ser humano, deficiente alimentación , condiciones depl orables de higiene y sal ubri dad, torturas físicas y psicológicas, no son meros ejempl os de un evento aislado, sino que el centro clandestino de detención y tortura estaban diseñados, desde su mismo levantamiento material, para proporcionar ese trato inhumano de manera estructural y sistemática. Estas técnicas o procedimientos que rodeaban el cautiverio, deben ser analizados en su sumatoria y como tal, generaron un cuadro de padecimi ento extremo en los cautivos tal como fuera detalladamente descri pto. Por ende, al tiempo de valorar las condiciones de detención de todas y cada una de las víctimas aquí mencionadas, hay que tener en cuenta los efectos cumulati vos de estas condici ones y los efectos que generan en una persona, la combinación y sumatoria de las diversas modali dades de maltrato y degradación humana. Es un proceso con ocido por l a humanidad, en experien cias anteriores de campos de concentraci ón : se sabe que detrás del deterioro 363 psicof ísico, esto es, del colapso psicol ógico y del qui ebre del cuerpo producto de l a sumatoria de todas l as situaciones recién reseñadas-, el exterminio físico de ese indivi duo está a un paso. Depende del perpetrador el si, el cuándo y el cómo. Y a eso se dedicaron los torturadores y sus superi ores en este sitio del terror, haciéndoles saber a sus víctimas que ninguna enfermedad, ni el hambre, ni el suicidi o, iban a privarles a l os perpetradores del máximo poder q ue -de l a mano del terrorismo de Estado- se puede sentir sobre otra persona: el poder de decidi r acerca de la vida y la muerte. Como sostiene Dian a Wang “…el poder sobre el otro es un caso particular de instrumentación y despersonalización. Los sistemas totalitarios permiten que el goce por el poder sea ejercido en s u máxima intensidad. El otro, la víctima es un instrumento que enaltece su poder, la noción de su propia importancia, su sumisión, su dependencia, el saber que está a su merced, brinda una satisfacción segura a l a sed de poder […] No había límites para ello en los campos, lo cual permitía que los guardianes se embriagaran con su propio poder…” (op. cit., p. 169) . En tal sentido, se ha dicho también que “[l]as características edilicias de estos centros, la vida cotidiana en su interior, revelan que fueron concebidos, antes que para la lisa y llana supresión física de las víctimas, para someterlas a un minucioso y planificado despojo de los atri butos propios de cualquier ser humano. Porque ingresar a ell os significó en todos l os casos dejar de ser, para lo cual se intentó desestructurar la identidad de los cautivos, se alteraron sus referentes témporo espaciales, y se atormentaron sus cuerpos y espíritus más allá de lo imaginado” (Nunca más, p. 55). Justamente esto es l o que explica por qué la tortura excedi ó la emblemática pi cana o los meros tormentos f ísicos: ese ef ecto acumulativo de las condiciones de cautiverio socavaba los mecanismos f undamentales del funcionamiento psicosocial de la persona, cuanto de toda la comunidad cautiva. “En estas circunstancias, el torturador trata no sólo de incapacitar físicamente a la víctima sino también de desintegrar su personali dad. El torturador aspira a destruir la idea de la víctima de que tiene sus raí ces en una familia y una sociedad, como ser humano con sus ensueños, sus esperanzas y sus aspiraciones de futuro. Al deshumanizar y quebrar la voluntad de su víctima, el torturador crea un ejemplo aterrorizador para todos aquellos que después se pongan en contacto con ella. De esta forma, la tortura puede quebrar o dañar la voluntad y la coherencia de comunidades enteras” (Protocolo de Estambul, cit., p. 47). En este contexto, cal ificar ciertas formas de maltrato como meras técnicas de estrés o padecimi ento y afirmar que determinados tratos severos (tabicamiento, amenazas, gol pes, falta de higiene, etc.) son intrínsecos a la 364 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario privaci ón de la libertad y no son necesariamente ilegal es ni autónomamente típicos, tanto como justificarl os por razones como el aseguramiento del cautivo, la necesi dad militar o la “l ucha antisubversiva”, implica recurri r a eufemismos que pretenden converti r en permisibl es actos de tortura por el simple hecho de llamarlos de otro modo. La sumatoria de condiciones de alojamiento degradantes, rebajaba la di gnidad humana de las víctimas, despertaban sentimientos de prof unda angustia capaces de humil larlos y rompían toda barrera de resistencia física o moral. En definitiva, todo el conjunto abyecto de condici ones de vi da y muerte a que se sometiera a los cautivos, si son analizados desde sus objetivos, efectos, grado de crueldad, sistematici dad y conjunto, han confluido a generar el delito de imposición de tormentos de una manera USO OFICIAL central, al menos conjunta con la figura de la detención ilegal, y de ningún modo accesoria o tangencial a ésta. Dicho de otro modo, el suscripto consi dera que tan probado se encuentra en autos que todas las víctimas han sido privadas ilegalmente de su libertad de desplazamiento, como q ue todas ellas, más allá del lapso durante el cual estuvieron en esa condición, fueron al mismo tiempo, objeto de tormentos en sen tido jurídicopenal, más allá de si se le infligieron o no, tormentos f ísicos, puesto que estos últi mos f ueron una de l as once caras con la que se reveló, de modo si stemático y generalizado, esta aberrante práctica que campeó en estos sitios que estamos analizando. Si tuvi ésemos que encontrar una frase que resumiera lo que estamos analizando en este punto, no podría superar a la q ue reseñara Miguel D’Agostino en el Legajo 3901 CONADEP : “Si al salir del cautiverio me hubieran preguntado: ¿te torturaron mucho?, les habría contestado: Sí, los tres meses sin parar...”. Para ell o, f ue imprescindible poner de resalto y sacar a la l uz las condiciones tormentosas estructural mente a los de vida a secuestrados. que De se lo sometiera contrario, premeditada y voluntaria o involuntari amente, se estaría contribuyendo a la eq uivocada idea según la cual lo único que omitió el poder mili tar -para no caer en la calificación masiva de tormento- fue un acto burocrático de puesta a disposición del Poder Ejecutivo de los cautivos, cuando en realidad esa “legalización” no existía, porq ue de este modo se construía un ámbito ai slado donde todo era posible, donde el terror absoluto podía fl uir sin necesidad de dar noticia ni cuenta a nadie de lo que all í sucedía que, además, no era humanamen te explicable ni por los propi os protagonistas e ideólogos de la masacre. 365 Si puede ensayarse al menos una somera descripci ón de l o que significaba la “vida” en los centros, el testi monio de Víctor Lubi án es esclarecedor al respecto. En el marco del Legajo nro. 16, el n ombrado expuso que “...el insulto, l os golpes de puño y patadas, los manoseos y el estar continuamente vendado y atado o esposado, es una constante que comienza cuando uno es secuestrado-det enido y se mantiene en todo momento y en t odo lugar; cuando se tortura, cuando se está de plantón o tirado en el piso, cuando se es trasladado, siempre. Muchas veces me pregunté acerca del objetivo de ese trato. Existen evidentemente en esas conductas un objetivo premeditado de antemano, el de denigrar, rebajar al detenido obligándolo a soportar cosas que en condiciones normales, provocarían una reacción inmediata, logrando así una profunda depresión psicológica [...] Se crea una relación de dependencia absoluta con esa autoridad anónima y omnipresente, nada es posible hacer por uno mismo, ni lo más elemental, todo se trastoca...”. La pri vación sensorial propi a del tab icamiento, los gol pes y amenazas constantes, las humillaci ones y vejámenes de toda especie, como todas las formas generales y sistemáticas que se describieran, si bien en muchos casos no causan daños f ísicos duraderos y aparecen como puros medios de coacción, en rigor, no hacen más que esconder la finalidad de despojar a los cauti vos de su calidad de personas, intimidarlos o quebrar su fuerza de vol untad. Tales tratos están incluidos en la prohibición jurídica internacional de la tortura, l os tratos cruel es, inhumanos y degradantes y encuadran en el deli to de imposición de tormentos q ue expresamente castiga al funcionario que impusiere “cual quier especie de tormento” (art. 144 ter, primer párrafo del Código Penal, según l a ley 14.616, subrayado agregado) . Por otra parte, la fal ta de secuelas físicas en el cuerpo no debe ser tomado como un parámetro determinante para excl uir el ti po de imposición de tormentos, cuando las formas de maltrato elegida para con la totalidad de los cauti vos de la cárcel en construcci ón de Junín, sin excepci ones, ha sido la tortura psicol ógica que, como bien se ha dicho, “…pasó a ser la preferida por los torturadores, ya que pese a ser tan coactiva como la física, no deja huellas que faciliten su comprobación” ( Reinaldi, Víctor Félix: Un derecho absoluto: el de no ser torturado, publicado en: La Ley, Año LXIX n ro. 176, 9-9-2005, pps. 1/4) . A lo hasta aquí dich o, debe agregarse que se ha demostrado que este tipo de medi das aplicadas a los secuestrados suel e tener efectos acumulativos y, l o q ue ai sladamente y por un corto período de tiempo, puede provocar un simple estado de irritación (como ser la privaci ón del descanso o sentidos) cuando se imponen durante todo el día y durante muchos días y valiéndose de la utilización conjunta de diversos métodos para infligir 366 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario sufrimiento (mala alimentación, golpes, amenazas, etc.) , aunque no dejen marcas f ísicas, causan daños mentales y psicológicos, que pueden durar años e incluso no desaparecer jamás definitivamente. En definitiva, las condiciones de “vida” del centro clandestin o de detención y tortura constituían tratos crueles, inhumanos y degradantes y, a su vez, en su sistematización y conjunto, imposici ón de tormentos, por cuanto fueron diseñadas para causar de manera intencional dolor y sufrimientos graves, tanto f ísicos como mentales, a l os cautivos. A través de tal intel igencia, se brinda una respuesta adecuada a la satisfacción plena del bien jurídico que la ley tiende a proteger, ya que las víctimas no han visto suprimi da sól o su libertad individual, sino que también fueron atacados en su vida, su integri dad física y psíquica y su di gnidad, que surge de la plurilesividad característica del tormento, verif icado como una USO OFICIAL actividad suplementaria que excedi ó la il egalidad de la deten ción. En conclusión, tal como iniciamos este segmento de la resol ución, quizás la mejor síntesis que pueda hacerse para explicar el encuadre en el delito de imposición de tormentos respecto de las condicion es inhumanas de vida general y sistemáticamente impuestas en el CCDT, provenga no de una argumentaci ón provista sólo de lenguaj e eminentemente jurídico sino de las propias palabras de una de las víctimas, Miguel D’Agostino: las torturas en el centro clandestino de detención ocurrían sin solución de continuidad, desde el inicio del clandestino cautiverio y mientras éste durase. De esta manera y a modo de complemento de consideraci ones relativas a la responsabilidad de los i mputados, cabe conclui r que los mismos han realizado un aporte esencial al mantenimiento de las víctimas bajo un régimen de vida con stitutivo de la imposición de tormentos ya descripto, más allá de la responsabilidad penal que puede caberl es por una eventual intervención más di recta en la aplicaci ón de suplici os. El concepto por el cual las personas q ue f ueron privadas en forma ilegal de su libertad en un centro de detención clandesti na creado por la última dictadura militar f ueron sometidas si stemáticamente a prácticas aberrantes (tabicami ento, escasa alimentación, gol pes, torturas mediante la aplicación de pi cana, entre otras) cuya realizaci ón en forma simultánea y continua deben ser considerados como tormentos a la l uz del art. 144 ter, primer párrafo del Código Penal, según la ley 14.616, encuentra su pri mer esbozo en la senten cia dictada por la Excma. Cámara del Fuero en el marco del juici o de la causa 13/84. En primer lugar, a modo de introducción de la cuesti ón, la Excma. Cámara Federal señaló que en l o centros de detenci ón, las personas 367 secuestradas similares, f ueron si endo interrogadas éste sistema baj o tormentos aplicado en a f orma través de métodos indi scriminada para interrogar a l os cauti vos. Apuntó el Superi or que “[n]o existe constancia en autos de algún centro de cautiverio donde no se aplicaran medios de torturas y, en casi todos, la uniformidad del sistema aparece manifiesta. Sólo pueden señalarse pequeñas variantes tácticas o de modos, pero el pasaje de corriente eléctrica, los golpes y la asfixia, se repiten en casi la totalidad de los casos investigados, cualquiera fuera la fuerza de la que dependía el centro o su ubicación geográf ica...” ( Capítulo XIII, pps. 170/1). En relaci ón al régimen de alojamiento que les tocara padecer a los prisi oneros en los centros cl andestinos de detención analizados en dicha sentencia, se expli có: “...durante, el condi ciones inhumanas, que secuestro se imponí a a los cautivos comprendía a muchos el déficit casi total de alimentación, el alojamiento en lugares insalubres, en los que no podían sustraerse de percibir los lament os o ruidos que se producían al torturar a otros cautivos y el permanente anuncio, a través de hechos y de palabras, que se encontraban absolutamente desprotegidos y exclusivamente a merced de sus secuestradores.” “De los relatos de todos los testigos que fueron víctimas de secuestros, se desprende el total estado de indefensión en que se hallaban pues, principalmente de hecho aunque tam bién de palabra, se le hacía conocer que estaban totalmente desprotegidos y sometidos a la exclusiva voluntad de los secuestradores. Ya desde el momento mismo de la aprehensión quedaba claro que nadie iba a acudir a su ayuda. Pero a ello se agregaba el encapuchamiento inmediato; los golpes o la tortura; el alojamiento en «cuchas», «boxes», «tubos», sobre un jergón o directamente en el suelo; el descubrimiento de que había otras personas en igual situación que llevaban largo tiempo así; la incógnita sobre cuál sería el desenlace y cuánto duraría; las amenazas de toda índole; la escasa y la mala comida; la precariedad cuando no la ausencia de medios para satisfacer las necesidades fisiológicas, la falta de higiene o de atención médica; l os quejidos; el desprecio y el mal trato de los guardias...” (ibídem). Asimismo, en relación con los casos en que el secuestro involucraba a un matrimonio o famili ares, la Alzada senten ció, conforme ya citáramos: “[t]ambién a ello se sumaba, a veces, la angustia de quien habría sido secuestrado con algún familiar y que sufría ambos padecimientos simultáneos [...] Todo ello debía seguramente crear en la víctima una sensación de pánico cuya magnitud no es fácil comprender ni imaginar, pero q ue, en sí, constituye un horroroso tormento” ( p. 178) . De este primer apun te efectuado por el Superi or, en consonancia con lo expuesto hasta el momento, se colige que l os sufrimientos padecidos 368 Poder Judicial de la Nación 2010 - Año del Bicentenario por quienes estuvieron en el CCDT no puede limi tarse a la pri vación ilegal de la libertad y a los mecanismos tradici onales de torturas, léase golpes de puño o con diversos objetos, pasajes de corriente eléctrica, allí cuando tuvieron lugar puntual mente; sino que las si tuaciones vividas fueron muchos más complejas tanto desde el aspecto psicol ógico como el físico, circunstancia q ue requiere este nuevo enfoque que aquí se propicia. En este mismo camino, reci entemente la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la ci udad de La Plata sostuvo: “[e]s posible, a partir de los elementos de prueba colectados, en particular sobre la base de la prueba de indi cios y presuntiva, dar por probado que las personas señaladas en el párrafo que antecede, fueron víctimas de torment