JÓVENES ADORADORES EN LOS ALTARES

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Hay un grupito de jóvenes, como cualquier
joven de ahora con sus mismos anhelos, y
deseos y con los mismos problemas, que son
reconocidos como mártires y han sido
beatificados, esto es llevados a los altares de las
iglesias locales. El único santo con el que hasta
ahora cuenta la Adoración Nocturna es también
un joven que murió con 27 años después de
conocer lo que era una “buena vida” y de sufrir
en sus últimos años la enfermedad que le
llevaría a la muerte. Es considerado como
“maestro de la adoración del siglo XX”.
Todos ellos están en una franja de edad que va
de los 20 a los 37. Todos ellos vivieron en
familias cristianas. Unos con mejor posición,
otros con peor posición económica. Todos eran
personas creyentes, que rezaban, que
participaban en sus parroquias, que ayudaban
a los demás… que también jugaban, reían,
estudiaban o trabajaban. Todos ellos, incluido
el santo, sabían que podían morir por su fe.
Ellos no hubieran querido morir pero sabían
que tampoco podían renegar de Dios y de su
Voluntad. Todos aceptaron morir para ser
fieles, completamente fieles, a Dios.
Todos confiaron su vida plenamente a Dios.
Hoy están junto a Dios y desde allí nos ven y si
les pedimos con confianza y les abrimos
nuestro corazón nos ayudarán e intercederán
por nosotros ante Dios.
Podemos conocerlos. En la página siguiente
están sus caras. Son caras agradables. Rostros
jóvenes.
Pinchando sobre sus
acercarnos a su vida.
imágenes
podemos
JÓVENES
ADORADORES
EN
LOS
ALTARES
Rafael Arnáiz
Rafael Pardo
Juan Antonio
Pérez
Domingo Pitarch
Vicente
Alberich
Marcelino
Sánchez
Julián Plazaola
Pablo Noguera
José Mª.
Poyatos
Juan Gonga
Francisco
Maqueda
Manuel
Aranda
Juan Huguet
SAN RAFAEL ARNÁIZ
Nació en Burgos un día de abril de 1911. Vivió en Oviedo desde 1922, y fue aquí, a los 19 años,
donde ingresó en la Adoración Nocturna e introdujo a su hermano menor Leopoldo. Hacía sus
vigilias habitualmente en la iglesia de San Tirso el Real. También vivió en Madrid mientras
estudiaba arquitectura, y también allí acudía a las vigilias. Falleció recién cumplidos los 27 años
en el monasterio de la Trapa en Dueñas (Palencia).
Rafael era un muchacho alegre, despierto, inteligente, espiritual, sensible, dibujaba muy bien,
tocaba el piano… procedía de una familia acomodada, conocía el “progreso”, disfrutaba de la
velocidad de los coches, acudía al teatro, a los cafés… lo tenía todo.
Pero a los 22 años, en 1934, lo deja todo e ingresa de novicio en el
monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas en Palencia. A los cuatro
meses de su entrada se le manifiesta repentinamente la diabetes sacarina
que le llevará finalmente a la muerte tras varias entradas y salidas del
monasterio. Él hubiera querido ser monje y sacerdote pero no pudo ser. En
su enfermería murió como oblato trapense aceptando plenamente la voluntad
de Dios porque para él “la verdadera felicidad se encuentra en Dios y sólo en
Él”, tal como dijo en alguna de las muchas páginas que escribió a lo largo de
su corta vida. Vivió y murió como se ha escrito, “con un corazón alegre y con
mucho amor a Dios”.
Como, por ejemplo en esta historia escrita por él: “Yo me imagino a toda la
humanidad en un gran valle..., inmenso y lleno de sol. Todos los hombres
están en él; van y vienen, se mueven y gritan... Dios está en lo alto de una
montaña desde donde se domina el valle, que es más inmenso que el mar...
Los hombres y mujeres que están en él ven la cima del monte donde está
Dios, pero a Él no le ven...
De la inmensa muchedumbre, que es toda la humanidad, llega hasta la
cumbre del monte donde está Dios un clamor como un trueno... Son las
conversaciones de los hombres, su música mezclada a gritos de combate,
ayes de dolor y de alegría, retumbar de tambores, pitidos de fábricas, motores
eléctricos, gritos de las plazas y de los circos, millones y millones de
discusiones, conversaciones, conferencias, cines y teatros; todo ese griterío
capaz de enloquecer a quien no fuese Dios, llega hasta la cumbre del
monte..., pero allí se para; Dios no lo oye. Todo ese ruido lo desdeña, le ofende y no lo oye...
Entonces ¿qué escucha? ¿Por qué Dios no barre de un soplo toda esa muchedumbre de gente,
complacido. ¿Es un murmullo? No... apenas se oye... Entonces, ¿qué es?...
Nos ponemos a mirar detenidamente a los hombres del valle y vemos que algunos no gritan, no
discuten, no corren ni pegan martillazos... ¿Qué hacen? Parece que no hacen nada... Están en
silencio y de rodillas... Los demás los miran y se extrañan; les estorban algunas veces en su
camino, y o se burlan de ellos o los quitan de en medio... Pero ellos siguen en silencio y siguen
de rodillas... Entonces vamos a ellos y les preguntamos, ¿qué hacéis? ¿Por qué no [os] unís a
nosotros, en el progreso, en la civilización?... Y entonces ellos nos dicen: Calla, hermano, no
metas ruido, que estoy hablando a Dios...”
Rafael Arnáiz es considerado como “un maestro de la adoración en pleno siglo XX”.
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Domingo Pitarch y Julián Plazaola cuando les mataron eran
novicios Hospitalarios de San Juan de Dios. Fueron beatificados en 1992.
Domingo nació en Villarreal (Castellón) en 1909. Sus padres eran
labradores de buena posición social y tuvo tres hermanos. Era un chico
espabilado que participaba activamente en asociaciones de su
parroquia entre ellas la Adoración Nocturna. A los 23 años trabajaba en
una farmacia y sintió la vocación religiosa. Esperó dos años, hasta
terminar el contrato laboral que había firmado, durante los cuales
confirmó su amor por los enfermos y ancianos e ingresó en el
postulantado junto a su amigo, vecino y también mártir y beato Enrique
Beltrán. Se dedicó con alegría a atender, limpiar y asistir a los enfermos
mentales. Se dice que después de haber asistido y bañado a un enfermo final y sucio, exclamó:
«Ahora ya creo que podré ser buen hospitalario».
Poco más de cuatro meses después de vestir, ya como novicio, el hábito hospitalario
encontrándose en el sanatorio mental de Calafell en Tarragona, junto a otros compañeros,
fueron obligados a abandonarlo, más tarde detenidos y asesinados al grito de ¡Viva Cristo Rey!
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Julián Plazaola Artola tenía 21 años cuando fue muerto
por no renegar de su fe.
Había nacido en San Sebastián en 1915, era el quinto de diez
hermanos. Su padre trabajaba en la construcción y su madre era ama
de casa. Julián formó parte de los primeros grupos de Tarsicios de la
Adoración Nocturna que habían sido fundados en 1920 en su ciudad,
los niños tenían la celebración de la Misa, adoraban al Santísimo y
rezaban el santo rosario en un horario más vespertino que nocturno.
Su madre contaba que Julián comulgaba casi todos los días.
Su hermana sor Mª Teresa de Jesús recuerda que “en la última
carta que me escribió me mandaba la vida de los mártires de la
Orden de San Juan de Dios (en América y Filipinas) y me decía que
su mayor felicidad y dicha sería imitarles, derramando hasta la última
gota de su sangre para acelerar el reinado del Corazón de Jesús.”
Su sueño se hizo realidad. Fue asesinado en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre
de 1936 sólo por ser religioso. Fue beatificado en 1992.
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Juan Gonga Martínez
Beatificado en el 2001. Juan fue un muchacho de Carcagente
(Valencia) donde nació el 25 de marzo de 1912 y en donde figuraba
como adorador. Fue muerto de un tiro el 13 noviembre de 1936 en
Simat de Valldigna, Valencia. Trabajaba como oficinista y tenía novia.
Le detuvieron por católico el 25 de julio de 1936 al salir de la casa del
consiliario de Acción Católica, adonde acudía todos los días a misa
Fue puesto en libertad y marchó a Játiva. Pero regresó a su casa, fue
detenido y presagiando lo que iba a pasar sacó un pequeño crucifijo
con el que había prometido morir. Sus últimas palabras fueron éstas:
"Nuestro Señor murió perdonando a los que le mataban; aunque soy
indigno discípulo suyo, quiero imitarle y os perdono de todo corazón".
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Rafael Pardo Molina
Nació en Valencia a fines de 1899 siendo el mayor de ocho hermanos.
Ayudaba a su padre en la huerta, era catequista en su parroquia de San
Valero en el barrio de Ruzafa, socio de la Adoración Nocturna y de la
Cofradía de San Felipe Neri, y atendía a los enfermos del Hospital todos
los domingos. A los veinte años quiere ser religioso y sacerdote. Ante las
dificultades en el estudio no pudo ser, pero será Hermano Cooperador
Dominico ocupándose de la huerta, primero en Calanda, y después como
sacristán menor en Valencia. Valientemente reclamó ante el Ayuntamiento
por el expolio de cosas sagradas y la custodia del Convento, y consiguió
que quedasen protegidos y en parte que se pudieran recuperar tras la
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guerra. A los 37 años alcanzó la gloria del martirio. Fue beatificado en el 2001.
Vicente Alberich Lluch
Nació en Benicarló (Castellón) en 1906 en una familia muy
cristiana. Fue adorador nocturno y cofrade del rosario. Tenía un
hermano mayor, Valeriano, que era hermano de La Salle. Él
también se sintió atraído hacia esa orden e ingresa con 21 años,
allí era el hermano Eliseo Vicente.
Ejerció en distintos lugares hasta que en 1936, dispersa la
comunidad religiosa por la guerra, junto a su querido hermano se
refugian en su pueblo, pero tienen que huir. Fueron detenidos por
los milicianos, encarcelados y asesinados en agosto de 1936
muriendo al grito de ¡Viva Cristo Rey! Tenía 30 años. Fue beatificado en 2007.
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Pablo Noguera Trias
Fue el mayor de siete hermanos, hijos de unos fervientes católicos,
Damià y Francesca, que nació en 1916 en Sóller (Mallorca). Su padre
fundó en 1920 la Adoración Nocturna en el pueblo y él acudió como
Tarsicio. Era alegre, transparente en el trato, no muy buen
estudiante…, y en 1931 se decidió a entrar en la Congregación de
Misioneros SS. CC. como Hermano cooperador.
En 1936 fue destinado a Barcelona donde fue detenido, insultado,
maltratado y finalmente asesinado. Fue beatificado en 2007.
Como dice un himno en su honor, haz florecer la primavera:
“Ayúdele a los sollerics (a los mallorquines)
desperdigando paz y concordia,
allunyau toda discordia,
haga a todos hermanos y amigos.
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Benaurat oh Pau Noguera,
joven mártir del Señor,
en un tiempo lleno de oscuridad
haga florecer la primavera”.
Francisco Maqueda López
Francisco nació en 1914 en Villacañas (Toledo). Fue abanderado de
Tarsicios. Ingresó en el seminario con 11 años. El 5 de junio de 1936
recibió el subdiaconado.
Fue detenido, y multado, por enseñar catequesis a los niños pero poco
más de dos meses después es nuevamente detenido pero esta vez se le
llevaron. Unas horas antes se había confesado y también se sabe que la
víspera ayunó a pan y agua. Se despidió de su madre con estas
palabras: “Madre, deme la bendición, que me voy al cielo”.
Animó y ayudó a las quince personas detenidas con él: “Preparémonos,
esta noche nos llevarán al cielo, ¿queréis acompañarme y rezamos
juntos el rosario a la santísima Virgen?” Y rezaron. Después, pidió a los
milicianos que por favor le permitieran ser el último para ayudar a morir
bien a sus hermanos en Cristo. Les dejaron casi sin ropa y, según testigos, les dieron una
descarga de piernas para abajo. A continuación, todos fueron pasados a cuchillo. Murió con 22
años. Fue beatificado en 2007.
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Juan Antonio Pérez Mayo
Nació el día 18 de noviembre de 1907 en Santa Marina del Rey, diócesis de
Astorga y provincia de León. Pertenecía a los tarsicios, los niños, de la
Adoración Nocturna. Ingresó en los Oblatos, fue sacerdote además de
profesor de filosofía y teología. Transmitía entusiasmo.
Su muerte fue por odio a la religión. Su familia piensa que Juan Antonio tenía
la ilusión de que algún otro miembro de la familia ocupara el lugar que él dejó
en los Oblatos.
Fue beatificado en 2011 junto a un amigo, compañero y vecino de su mismo
pueblo Marcelino Sánchez.
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Marcelino Sánchez Fernández
Natural de Santa Marina del Rey (León). Tenía 26 años cuando murió
en 1936.
Sus padres, Nicolás y Ángela, tuvieron ocho hijos que salvo Marcelino y
Ángel, murieron todos en vida de los padres. Su madre era paralítica.
Marcelino quería ser sacerdote pero su precaria salud se lo impidió
pero, a pesar de todo, conservó su deseo de ser fiel al llamamiento de
Dios. Fue hermano oblato y prestó sus servicios principalmente en la
sastrería.
Fue Tarsicio en su pueblo lo mismo que su amigo Juan Antonio.
El 15 de noviembre de 1936 es trasladado a la Cárcel de San Antón
(colegio de los Escolapios transformado en prisión), y durante la noche
del 27-28 del mismo mes es martirizado en Paracuellos del Jarama, a
pocos kilómetros de Madrid.
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JOSÉ MARÍA POYATOS RUIZ
Era el decimotercero de quince hermanos. Nació en octubre de 1914 y su vida transcurrió en
distintos lugares motivados por los trasiegos profesionales de su padre que era empleado en
Obra Pública. Úbeda y Baeza, en Jaén, fueron las principales localidades donde transcurrió la
mayor parte de su vida aunque nació en Vilhes y vivió en Rus donde sus padres regentaron una
tienda de comestibles y en ella trabajó el joven José Mª, aunque era tan generoso y
desprendido, y teniendo sus padres que mirar por la supervivencia de toda la familia, le enviaron
a trabajar a una fábrica de orujo en Úbeda en 1935 aunque primero, con una de sus hermanas,
ayudaron a la economía familiar recolectando aceitunas y acarreando animales.
En Úbeda se integró en la parroquia de San Nicolás de Bari. Allí se
afilió a la Acción Católica que había puesto en marcha en Rus y
también participaba en la Adoración Nocturna en la iglesia de Santa
María. Era un joven espabilado, valiente, que nunca ocultó su fe, una
fe que se traslucía en toda su vida asistiendo a misa, enseñando a
los hijos de sus compañeros de trabajo que no podían asistir a la
escuela, rezando el rosario…
Comenzó la persecución de sus compañeros de trabajo imbuidos por
el ambiente anticlerical que cada vez se manifestaba más. Por
ejemplo cuando querían que pisara las cruces que habían pintado
sobre el montón de orujo por el que tenía que pasar o cuando
tuvo presiones en un conflicto laboral que no secundó, o las
persecuciones en la salida o entrada en la fábrica… Finalmente, fue
despedido de su trabajo.
Tuvo premoniciones que luego se cumplieron. «Vendrán a buscarme, pero yo ciertamente no
tengo intención de buscar la muerte, y me llevarán al lugar al que debo ir para testimoniar; allí, a
pesar de lo que me pidan, no diré una palabra contra nadie ni contra nada; puedes estar
tranquila. Después me atarán y me llevarán al lugar destinado», contó a su hermana María del
Castillo.
Pudo haber huido, pero no quiso hacerlo no quería dar la espalda a lo que podía ser la voluntad
de Dios. «Desde luego que la vida así es triste, han matado a tantos que conocía y quería. Pero
a mí cómo no me va a gustar vivir. Es lástima que me maten a los veintiún años […]. Por otro
lado, ¡qué dicha perder la vida por salvar el Alma! Todos hemos de morir, pero de esta forma es
seguro que se salva el Alma…». «En el cielo me uniré a los que me esperan y, desde allí,
pediremos y lograremos el triunfo de la fe en España».
El 3 de octubre de 1936, tal como vaticinó, en las tapias del cementerio le mandaron volverse de
espaldas, pero él quiso morir de cara. Se dice que las balas le rebotaban. Recibió disparos que
inicialmente no lo mataron. Murió exclamando: «¡Viva Cristo Rey». Fue beatificado el 13 de
octubre de 2013.
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MANUEL ARANDA ESPEJO
Nació el 22 de marzo de 1916 en Monte Lope Alvarez, aldea de Martos
(Jaén), y también en ese mismo pueblo se crió, estudió, escribió, fue
encarcelado y muerto. Manuel Aranda fue alumno del seminario de Baena y
de Jaén. Era estudioso e inteligente, piadoso, en verano iba a misa a los
pueblos cercanos de 5 a 7 Km. andando para oír misa y comulgar, puesto
que en su pueblo no había, rezaba mucho, era caritativo y pensaba en los
pobres. Tenía dos amores: Jesús Eucaristía y la Virgen María además de la
devoción al Sagrado Corazón y al santo rosario. Un compañero de
seminario recuerda “Cuando preparaba en la sacristía del Seminario la
hostia para la misa del día siguiente, la besaba y decía ¡Señor el primer
beso que encuentres mañana será el mío” o “Cuando salíamos de la
Capilla y pasábamos por el Altar mayor, el del Santísimo, con cuanta fe y
devoción hacía la genuflexión”.
Cuando tenía ocasión asistía a la Adoración Nocturna en Martos.
Fue detenido a los tres días del estallido de la guerra en la Iglesia de la Virgen del Carmen. Los
milicianos se ensañan con él. Le mandan quemar los cuadros del Vía-Crucis, no lo consiguen; le
amenazan, le ordenan que blasfeme, se niega rotundamente, le maltratan…Un mes después, en
unos olivares, le pegan, quieren obligarle a blasfemar pero no lo consiguen. Sus últimas
palabras fueron ¡Perdón, Señor, y Misericordia! Cayó su cuerpo a tierra, su alma subió al cielo.
Beatificado el 13 de octubre de 2013.
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JOAN HUGUET CARDONA
Joan nació en Alaior, en la isla de Menorca, el 28 de enero de 1913. A los
nueve años recibió la Primera Comunión y pasó a formar parte de los tarsicios y
a los once ingresó en el Seminario, donde destacó en su aplicación al estudio, su
piedad auténtica, compañerismo y sencillez de vida. La peregrinación a Roma
junto a otros seminaristas el año 1926, con la visita a los lugares martiriales de
los primeros cristianos, y la convivencia con los tres seminaristas mejicanos ,
país había tenido muchos mártires recientemente, le marcó. En unos ejercicios
espirituales escribió “Señor, soldado vuestro soy, alistado en vuestro ejercito por
confirmación y próximamente por tonsura. Vos sois mi herencia. A vuestras
ordenes, pues. Mandad lo que gustéis, aunque sea el sacrificio de mi vida,
aunque sea morir por Vos martirizado. ¿Qué podría hacer que Vos no lo hayáis
ejecutado primero por mí?”.
Celebró su primera misa en Ferreríes el 21 de junio de 1936. Al atardecer llega al
pueblo el brigada Pedro Marqués, quien se hizo cargo del gobierno militar de la
isla. Exigió que nuestro futuro mártir y otras personas se presentasen en el
Ayuntamiento. Le ordenó que se quitase la sotana y apareció a la vista el agarró
despectivamente este objeto religioso, y sosteniéndolo con su mano izquierda a
la altura del rostro del sacerdote, le apuntó con la pistola y le dijo: “escupe ahí, escupe ahí, que si
no te mato”. Al grito de ¡Viva Cristo Rey! murió.
Uno de los frutos admirables de este martirio fue la conversión de su asesino. Beatificado el 13
de octubre de 2013.
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