DIOS ES AMOR Y NOS CONCEDE EL PRIVILEGIO DE SER INSTRUMENTOS DE SU AMOR. INTRODUCCIÓN La Comisión Arquidiocesana del Año Eucarístico y del Congreso Eucarístico Nacional tiene el gozo de compartir con ustedes un camino espiritual y pastoral de «pequeñas cápsulas», en las que nos empeñamos en refrescar el conocimiento y la aplicación de las NOTAS PREVIAS DEL RITUAL DEL CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA, con el fin de potenciar la piedad de nuestro pueblo en torno al gran misterio del Dios humanado que se ofrece, se entrega y se da en alimento para nosotros sus hermanos. En esta edición se presenta una compilación de las primeras veinte cápsulas. CÁPSULA 1 SENTIDO DE LA RESERVA EUCARÍSTICA Y DE SU LUGAR EN LA IGLESIA. Esto es lo que enseña el Catecismo: «EL TABERNÁCULO -sagrario- debe estar situado dentro de las iglesias en un lugar de los más dignos con el mayor honor. La nobleza, la disposición y la seguridad del tabernáculo eucarístico deben favorecer la adoración del Señor realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar» (CIC, nº 1183). Índice COMPILACIÓN DE CÁPSULAS 1-Sentido de la Reserva Eucarística y de su lugar en la iglesia. Pág. 1 2- La adoración eucarística. Pág. 2 3- El Papa Benedicto y el lugar de la Reserva. Pág. 3 4– Pureza y dignidad del Culto Eucarístico. Pág. 4 5-Sagrario, Altar, Sede, Ambón ¿Dónde? ¿Cómo? Pág. 7 6– Comer la Sagrada Comunión. Pág. 8 7– Disposiciones para recibirla Pág. 9 8– Testimonios de devoción. Pág. 11 9-Varias formas de culto. Pág. 12 10– Relación Exposición - Misa. Pág. 13 11– Formas de exposición Pág. 15 12– Formas de exposición II. Pág. 16 13-El ministros de la exposición Pág. 17 14– Notas previas del ritual. Pág. 8 15– Congresos Eucarísticos Pág. 21 16– La Comunión Pág. 22 Iniciamos el camino hablando del sentido de la Reserva Eucarística y de su lugar en la iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica recoge el sentir de la Iglesia expresado en varios documentos posteriores al Concilio Vaticano II, incluyendo algunos muy recientes, tales como SACRAMENTUM CHARITATIS, del Sumo Pontífice reinante Su Santidad Benedicto XVI. 17-¿De rodillas o de pie? Pág. 23 18– ¿En la mano o en la boca?. Pág. 24 19– La Mano Trono del Rey Pág. 27 20– La Mano Trono del Rey (Continuación) Pág. 29 Letra del himno del IV Congreso Eucarístico Nacional Pág. 31 2 31 El lugar de la reserva eucarística no es, de por sí, un lugar celebrativo, sino un lugar de oración personal. Esto no quiere decir que la reserva eucarística esté desligada de la celebración litúrgica. Lo que se quiere es subrayar que el creyente que se recoge ante el Santísimo no se sitúa en la dinámica de la celebración sacramental, sino de la oración personal. Apuntando a la misma finalidad y naturaleza, la III Edición de la INSTRUCCIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO, de 2002, señala que: «Por razón del signo, es más conveniente que el sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía no esté en el altar donde se celebra la misa. Conviene, pues, que el sagrario se coloque, a juicio del Obispo diocesano, o en el presbiterio, fuera del altar de la celebración, en la forma y en el lugar más convenientes, sin excluir el altar antiguo que ya no se usa para la celebración (cf. N. 303); o también en alguna capilla idónea para la adoración privada y para la plegaria de los fieles, que se halle estructuralmente unida con la iglesia y a la vista de los fieles” (IGMR, n. 315b). 4. El centro es el sagrario: incluso un foco con luz directa al sagrario, no las imágenes que pueda haber en ninguna capilla sacramental. La ubicación del Sagrario debe permitir una cierta intimidad para la oración personal, creando un espacio de recogimiento, así como favorecer mucho su ubicación la cercanía física con el presbiterio para las celebraciones litúrgicas y que sea fácil reservar después de distribuir la comunión en la celebración eucarística. Es conveniente que se destine para la reserva de la sagrada Eucaristía una capilla o lugar fuera del cuerpo central de la iglesia, adecuado para la adoración y la oración privada de los fieles. Este lugar ha de ser verdaderamente destacado y noble, de fácil acceso desde el atrio o pórtico y desde la nave de la iglesia. El ambiente debe ofrecer un clima de recogimiento y de atención a la presencia eucarística. CÁPSULA 2 LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA Un poco de historia COMENTARIO: Centralidad de la Eucaristía 1. Al ser para la oración personal, lo primero es que se debe procurar que sea aparte del lugar de la celebración, para facilitar la intimidad, el silencio y recogimiento. Su sitio no es el presbiterio. De ahí que, si la planta de distribución de la iglesia ofrece comodidad, se aplica lo indicado en el parágrafo b) del texto citado. 2. Lugar sereno: por la luz, por la comodidad, por los bancos. 3. Una vela encendida, signo de la presencia del Señor. Desde el principio del cristianismo, la Eucaristía es la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Iglesia. Como memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como sacrificio de la Nueva Alianza, como cena que anticipa y prepara el banquete celestial, como signo y causa de la unidad de la Iglesia, como actualización perenne del Misterio pascual, como Pan de vida eterna y Cáliz de salvación, la celebración de la Eucaristía es el centro indudable del cristianismo. Normalmente, la Misa al principio se celebraba sólo el domingo, pero ya en los siglos III y IV se generalizó la Misa diaria. La devoción antigua a la Eucaristía lleva en algunos momentos y lugares a celebrarla en un solo día varias veces. El papa San León III (+816) celebraba con frecuencia siete y aún nueve veces en un mismo día. Varios concilios han moderado y prohibido estas prácticas excesivas. El papa Alejandro II (+1073) prescribe una Misa diaria: «muy feliz ha de considerarse el que pueda celebrar dignamente una sola Misa» cada día. Himno del IV Congreso Eucarístico Nacional - 2013 - Reserva de la Eucaristía En los siglos primeros, a causa de las persecuciones y al no haber templos, la conservación de las especies eucarísticas se hacía normalmente en forma privada, y tenía, como ahora, por fin la comunión de los enfermos, presos y ausentes. Esta reserva de la Eucaristía, al cesar las persecuciones, fue tomando formas externas cada vez más solemnes. I III No te vemos, Señor, y te adoramos Banquete y sacrificio se unen en oculto en las especies consagradas. la Misa, en la que el pueblo se alimenta Y también tu presencia confesamos de la fuente y la cumbre de la vida en oculta entre las gentes por Ti amadas. Cristo, cuya gracia a amar nos alienta Estribillo IV Gloria, alabanza y honor al Señor: Hijo único amado del Padre, que tomó carne y sangre de una Madre para ser nuestro amable Salvador. De forma natural, es evidente, sentado estás del Padre a la diestra. En sacramental forma estás latente en la Hostia Divina que se muestra. II El sacrificio cruento de la cruz V ¡Pan que da vida eterna es tu Palabra! incruentamente aquí se hace presente. ¡Vida eterna nos da la Eucaristía! Y en la Misa también brilla la luz Y Costa Rica entera con María del Resucitado resplandeciente. terrenos solidarios de amor labra. 30 3 más bien, la etapa posterior al mismo, la que estamos viviendo. Como fruto de ese Movimiento Litúrgico, comenzó a surgir una nueva conciencia de la íntima unión entre la comunión y la celebración. Así lo consigna la Constitución sobre la Liturgia, en su nº. 55: «Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la Misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor.» Dos cosas se coligen de aquí: La primera: que los fíeles deben comulgar de hostias consagradas en la misma Misa de la que participan. Esto está legislado. Hablaremos en otra ocasión. Solo ocasionalmente, se puede recurrir a la reserva, en caso de necesidad. La segunda: que la comunión fuera de la Misa debe considerarse una situación excepcional. Sobre el modo de recibir la comunión, oficialmente han sido restablecidos el modo de recibir la comunión "de pie", como fue durante todos los ocho primeros siglos del cristianismo, y el de recibirla en la mano, caso que nos ocupa en esta serie de artículos, aunque nuestra intención es continuar exponiendo la legislación correspondiente a cada punto referente a la comunión, con su debida interpretación y con las recomendaciones pastorales pertinentes. Por el momento, nos ocuparemos, en conformidad con la naturaleza de esta serie de publicaciones, de lo que respecta a LA COMUNIÓN EN LA MANO Una serie de peticiones provenientes de varios países, movió a Su Santidad, el Papa Pablo VI a realizar una consulta sobre el asunto. La primera reacción, es decir, la respuesta a la consulta, fue, como era de esperar, tímida. Aproximadamente un 33 por ciento de los obispos del mundo cristiano católico respondió favorablemente. Sin embargo, este dictamen de minoría fue suficiente para que el Papa constatara que había un sector considerable que creía en la importancia de rescatar esta tradición. Fue entonces cuando el Santo Padre ordenó elaborar una primera Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, la Instrucción «Memoriale Domini», del 29 de mayo de 1969, en la que ratifica, basado en el resultado de la votación de los señores Obispos, la forma de distribuir al santa comunión, colocándola en la lengua, pero, deja abierta la posibilidad de que se introduzca la comunión en la mano. Éstas son las palabras de la Instrucción al respecto: «Pero si el uso contrario, es decir, el de poner la santa comunión en las manos, hubiera arraigado ya en algún lugar, la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales, confía, a las mismas Conferencias el encargo y el deber de examinar las circunstancias peculiares, si existen, pero con la condición de prevenir todo peligro de que penetren en los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la santísima Eucaristía, como también de suprimir con todo cuidado otros inconvenientes.» Esta apertura, consignada en la misma Instrucción de 1969, es el punto de partida para que comiencen a aflorar las peticiones de las Conferencias Episcopales, proceso que culminará en la situación actual, es decir, en la generalización de este uso, y que vendrá acompañado de diversas intervenciones orientadoras de parte de la misma Santa Sede. Entre estas intervenciones, hay que citar, de manera especial, dos documentos, a saber: la CARTA ANEXA que acompañó a la «Memoriale Domini», y la Instrucción «Inmensae Charitatis». De la Sagrada Congregación para la disciplina de los Sacramentos (29 de enero de 1973), para facilitar la comunión sacramental en algunas circunstancias. En nuestra próxima entrega comentaremos las implicaciones de estos dos documentos. Créditos Director: Pbro. Alfonso Mora Meléndez Colaboraron en la realización: Cinthia Chacón Gamboa José Antonio Mora Solano Luis Carlos Bonilla Soto Vicaría Episcopal de Pastoral Litúrgica Arquidiócesis de San José. Apdo. 4971000, San José, Costa Rica. Mayo del 200 7. Las Constituciones apostólicas -hacia el 400- disponen ya que, después de distribuir la comunión, las especies sean llevadas a un sacrarium. El sínodo de Verdun, del siglo VI, manda guardar la Eucaristía «en un lugar eminente y honesto, y si los recursos lo permiten, debe tener una lámpara permanentemente encendida». Las píxides de la antigüedad eran cajitas preciosas para guardar el pan eucarístico. El papa León IV (+855) dispone que «solamente se pongan en el altar las reliquias, los cuatro evangelios y la píxide con el Cuerpo del Señor para el viático de los enfermos». Estos signos expresan la veneración cristiana antigua al cuerpo eucarístico del Salvador y su fe en la presencia real del Señor en la Eucaristía. Todavía, sin embargo, la reserva eucarística tiene como fin exclusivo la comunión de enfermos y ausentes; pero no el culto a la Presencia real. de la consagración, suscita también la adoración interior y exterior de los fieles. Hacia el 1210 la prescribe el obispo de París, pero antes de esa fecha ya era practicada entre los cistercienses, y a fines del siglo XIII es común en todo el Occidente. En el siglo recién pasado, en 1906, San Pío X, «el papa de la Eucaristía», concede indulgencias a quien mire piadosamente la hostia elevada, diciendo «Señor mío y Dios mío» (Jungmann II, 277-291). Lugar del sagrario en la CÁPSULA 3 EL PAPA BENEDICTO Y EL LUGAR DE LA RESERVA La adoración eucarística dentro de la Misa Ha de advertirse, sin embargo, que ya por esos siglos el cuerpo de Cristo recibe, de parte de los fieles, dentro de la misma celebración eucarística, signos claros de adoración, que aparecen prescritos en las antiguas liturgias. Especialmente antes de la comunión Sancta santis, lo santo para los santos-, los fieles realizan inclinaciones y postraciones: «San Agustín decía: "nadie coma de este cuerpo, si primero no lo adora", añadiendo que no sólo no pecamos adorándolo, sino que pecamos no adorándolo» (Pío XII, Mediator Dei 162). Por otra parte, la elevación de la hostia, y más tarde del cáliz, después al respecto. Esto no es exacto. En realidad, lo que hace, más bien, es asumirla y reafirmarla. Es por eso que, además de consignar el texto literal, quiero compartir con ustedes un desglose del mismo y los puntos que conviene rescatar de la legislación vigente, dado que, en no pocos lugares, han sido mal aplicados. A continuación, el texto: Ante una pregunta de un compañero, dedicamos esta cápsula a este tema: En la Exhortación Apostólica PostSinodal SACRAMENTUM CARITATIS promulgada el 22 de febrero de 2007, el Santo Padre felizmente reinante dedica el número 69 –que, de seguido, consignamos literalmente en su versión española- a la ubicación del sagrario. Una lectura de “primera vista”, es decir, sin leer entre líneas su verdadero contenido, ha dejado en algunos la impresión de que el Santo Padre está aboliendo la legislación anterior iglesia 69. Sobre la importancia de la reserva eucarística y de la adoración y veneración del sacramento del sacrificio de Cristo, el Sínodo de los Obispos ha reflexionado sobre la adecuada colocación del sagrario en nuestras iglesias.[196] En efecto, esto ayuda a reconocer la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. Por tanto, es necesario que el lugar en que se conservan las especies eucarísticas sea identificado fácilmente por cualquiera que entre en la iglesia, gracias también a la lamparilla encendida. Para ello, se ha de tener en cuenta la estructura arquitectónica del edificio sacro: en las iglesias donde no hay capilla del Santísimo Sacramento, y el sagrario está en el altar mayor, conviene seguir usando dicha estructura para la conservación y adoración de la Eucaristía, evitando poner delante la sede del celebrante. En las iglesias nuevas conviene prever que la capilla del Santísimo esté cerca del presbiterio; si esto no fuera posible, es preferible poner el sagrario en el presbiterio, suficientemente alto, en el 4 centro del ábside, o bien en otro punto donde resulte bien visible. Todos estos detalles ayudan a dar dignidad al sagrario, del cual debe cuidarse también el aspecto artístico. Obviamente, se ha tener en cuenta lo que dice a este respecto la Ordenación General del Misal Romano. [197] En todo caso, el juicio último en esta materia corresponde al Obispo diocesano. Analicemos: «Es necesario que el lugar en que se conservan las especies eucarísticas sea identificado fácilmente por cualquiera que entre en la iglesia, gracias también a la lamparilla encendida. (No requiere comentario) … se ha de tener en cuenta la estructura arquitectónica del edificio sacro: en las iglesias donde no hay capilla del Santísimo Sacramento, y el sagrario está en el altar mayor, conviene seguir usando dicha estructura para la conservación y adoración de la Eucaristía, … . (Obsérvese, al respecto, lo consignado en el número siguiente. Además, téngase en cuenta, según lo establece la legislación vigente, que la base del sagrario debe estar a la altura mínima de 1,80 m. sobre la base del altar). … evitando poner delante la sede del celebrante (a no ser que se cumpla lo señalado en el paréntesis que comenta el n. 2). En las iglesias nuevas conviene prever que la capilla del Santísimo esté cerca del presbiterio; si esto no fuera posible, es preferible poner el sagrario en el presbiterio, suficientemente alto, en el centro del ábside, o bien en otro punto donde resulte bien visible. (Como se puede ver, no es taxativo que el sagrario esté en el centro del ábside, como algunos lo han entendido). 29 Se ha tener en cuenta lo que dice a este respecto la ORDENACIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO. (Como ya lo habíamos consignado en la primera cápsula, la OGMR dice textualmente: «Por razón del signo, es más conveniente que el sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía no esté en el altar donde se celebra la misa. Conviene, pues, que el sagrario se coloque, a juicio del Obispo diocesano, o en el presbiterio, fuera del altar de la celebración, en la forma y en el lugar más convenientes, sin excluir el altar antiguo que ya no se usa para la celebración (cf. N. 303); o también en alguna capilla idónea para la adoración privada y para la plegaria de los fieles, que se halle estructuralmente unida con la iglesia y a la vista de los fieles” (IGMR, n. 315b). (UNA VEZ MÁS SE VE CLARO QUE NO SE ESTÁ ABOLIENDO LA LEGISLACIÓN ANTERIOR). En todo caso, el juicio último en esta materia corresponde al Obispo diocesano. 4 CÁPSULA PUREZA Y DIGNIDAD DEL CULTO EUCARÍSTICO Con el correr del tiempo han venido apareciendo diversas prácticas en torno a la exposición del Santísimo Sacramento, algunas de ellas muy loables y dentro del espíritu de la recta disciplina que garantiza el decoro y la dignidad con que debe ser tratado el culto eucarístico; pero hay otras que deben ser atendidas porque aparecen como desviaciones que ya no conviene mantener. Mencionamos algunas de ellas: En toda reunión pastoral, no cultual sino evangelizadora o catequética (o de carácter académico en algún caso), con frecuencia se traslada el Santísimo y se expone en el lugar de la actividad a desarrollar. En las iglesias, se dan ocasiones parecidas a lo mencionado en el número 1, es decir, que no son de carácter cultual sino académico, y también allí se expone el Santísimo. En reuniones de carácter organizativo, sea en la iglesia (lo cual no debería ser) o bien en algún salón o casa particular, como es, entre otros, el caso de reuniones con padres de familia de catequizandos. Para que se eviten tales abusos, enviamos de nuevo, actualizado, el documento que a continuación aparece en su integridad. demás presbíteros y a los diáconos – en la mano- la santa comunión. El resto de los fíeles debería comulgar en la boca. Entonces la figura del sacerdote se acrecienta, y la separación entre clero y fíeles se acentúa. Esto, que por una parte, tiene la santa intención de valorar en toda su altura y dignidad la reverencia a los santos misterios, no obstante comienza a tener también algunas consecuencias negativas, tales como el alejamiento de! pueblo de la liturgia. Desde luego, hay que reconocer que este fenómeno no nace allí, sino que solamente se acentúa, puesto que, ya desde el mismo siglo IV, viene poco a poco presentándose en las celebraciones litúrgicas un enriquecimiento que llega a ser excesivo, porque aleja las posibilidades de que el Pueblo Sacerdotal pueda tener lo que hoy la Constitución sobre la Liturgia, en su número 14, llama «una participación activa, consciente y fructuosa» Poco a poco la asamblea pasa de ser celebrante a ser expectadora, la separación del presbiterio" (entendido por "lugar de la celebración") se acentúa al punto de que los fieles no pueden ni siquiera mirar allí dentro, se guían por la campanilla, y otras situaciones similares. 20 CÁPSULA LA MANO: EL TRONO DEL REY (CONTINUACIÓN) EL USO DEL PAN ÁCIMO EN FORMA DE OBLEAS (hostias). 4. El uso del pan ácimo se acentúa en Occidente. La forma corriente del pan cede su puesto a las obleas (hostias), delgadas, blancas, frágiles, ligeras, y que, por otra parte, fácilmente se adhieren a la lengua, lo que da mayor seguridad de protección. Resulta, al parecer de algunos, más seguro dar la comunión en la boca que en la mano. Conviene hacer notar aquí que también se venía acentuando una depreciación, de parte de los fíeles, de la participación eucarística mediante la comunión. Cada vez más fieles se alejaban de la participación sacramental. Este fenómeno se debió a que, en torno a la comunión hubo una bifurcación de caminos de reflexión doctrinal. Mientras que unos partían de la palabra de Cristo: "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (entonces se recomendaba la comunión frecuente), otros, en cambio, se aferraban a la advertencia de San Pablo: «Que cada uno examine su conciencia cuando va a comer del Pan o a beber de la Copa. De otra manera, come y bebe su propia condenación, al no reconocer el Cuerpo» (I Cor. 11, 28s). Esta grave disminución de la comunión llevó a los pastores a establecer diversos mandatos, tales como comulgar tres o cuatro veces en el año, hasta llegar al extremo de que el Concilio Lateranense IV, en el año 1215, estableció el mandato de comulgar al menos por pascua florida. SE RECUPERA LA TRADICIÓN En los inicios del recién pasado siglo XX, con el Papa San Pío X, ya se consideraba superado el alejamiento del pueblo fiel de la mesa eucarística. Pero estaba presente otro problema: la comunión frecuente había cobrado una aparente "autonomía" que la desligaba de la celebración eucarística. Su solución se venía buscando desde el inicio del movimiento litúrgico, que arrancó alrededor del año 1835, condujo a la renovación actual y remató, en sus principios doctrinales, no con el Concilio Ecuménico Vaticano II sino, 28 munión en la boca -ya lo habíamos mencionado no era del todo desconocida. Se consideraba la comunión en la boca como la forma apropiada para los enfermos. Se la practicaba también en el bautismo de niños, puesto que Oriente y Occidente coincidieron en dar al niño todo el complejo sacramental de la Iniciación Cristiana. Sólo a partir del siglo IX fue que la Iglesia Occidental dejó de practicarlo. 5 ron recomendaciones parecidas a las, que se dan hoy día, a saber, que el fiel debía sumir la santa hostia en presencia del ministro. Se menciona también en esa época la necesidad de impedir que los fieles se sirvan, por ellos mismos, directamente del copón o de la patena. (Lamentablemente abusos como éste se dan también hoy, porque existen entre nosotros ministros El cambio venía gestándose en los siglos inmediatamente anteriores al IX. Se pueden apuntar cuatro géneros de razones para que esto se produjera: La primera; los abusos. La segunda: El fomento, de parte de la Jerarquía Eclesiástica, de una más profunda reverencia hacia tan augusto sacramento. La tercera: Una separación cada vez mayor del clero, junto con formas de celebración litúrgica, cada vez más alejadas de la participación del pueblo. La cuarta: Se impone y generaliza en Occidente el uso del pan ácimo. 1. En lo que respecta a los abusos, se constataba antes, como ahora, que era más fácil que se dieran abusos (esconder la hostia y llevarla para prácticas sacrílegas o supersticiosas) con la comunión en la mano, que con la comunión en la boca. (No obstante, también en esa época como hoy, no se desconocía la posibilidad de que, quien quisiera abusar, subrepticiamente se sacara la hostia de su boca). Un afán de alcanzar mayor control de los mismos, impulsó primero la práctica y luego, la legislación que vino en el siglo IX (año 878) en el Concilio de Rouen. Ya antes de esta legislación aparecie- [sacerdotes] que no han entendido correctamente la mente de la Iglesia al recuperar la tradición venerable de la comunión en la mano). 2. Debido a los mismos abusos, (que no provenían necesariamente del hecho de que la comunión fuera en la mano, como lo veremos en las próximas líneas), abusos de los que ya antes San Cipriano y San Juan Crisóstomo, entre otros, se habían quejado, se tomó una serie de medidas tendientes a proteger y fomentar la pro- funda reverencia debida a la Santa Eucaristía. Entonces desapareció la posibilidad de acercarse al altar. A esto se refiere directamente San Juan Crisóstomo, cuando señala a sus fíeles de Constantinopla un abuso que, como él mismo lo expresa, se daba por todas partes. Dice- el Santo Obispo: «Cuando ustedes se acercan a la sagrada mesa, no guardan el respeto debido...: golpean con los pies (hoy diríamos "zapatean"), se impacientan, gritan, se injurian el uno al otro, empujan a sus vecinos (¿No sucede esto también hoy en algunas celebraciones masivas?); en suma, arman un gran desorden» Y continúa el Santo llamando la atención con las siguientes palabras: «En el circo, bajo el mandato del vigilante, está en vigor una disciplina mucho mayor. Si, por tanto, se observa un orden en medio de las pompas del demonio, cuánto más debiera existir junto a Cristo». Fue para prevenir abusos muy concretos, como éste al que se refiere San Juan Crisóstomo, que, tiempo después, se impuso la barandilla divisoria del presbiterio y, a la vez, desapareció la costumbre de comulgar de pie, única forma vigente hasta el siglo VIII inclusive. 3. Proveniente de la gran preocupación por rodear la santa Eucaristía de un máximo de reverencia, se llegó a considerar que solamente manos consagradas deberían tocar directamente el Cuerpo del Señor. Así vinieron prescripciones en el sentido de que el obispo o el sacerdote que presidía diera, de su propia mano, a los DIRECTRICES PARA LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA DISTRIBUCIÓN DE LA SANTA COMUNIÓN «Son ministros ordinarios de la comunión el Obispo, el presbítero y el diácono» (CDC 910, §1) «Es ministro de la exposición del Santísimo Sacramento y de la bendición eucarística el sacerdote o el diácono; en circunstancias peculiares, sólo para la exposición y reserva, pero sin bendición lo son el acólito, el ministro extraordinario de la sagrada comunión u otro encargado por el Ordinario del lugar, observando las prescripciones dictadas por el Obispo diocesano». (CDC 943). En el ejercicio de su ministerio, el Ministro Extraordinario para la distribución de la santa comunión debe tener en cuenta las siguientes normas: Horas santas en casas particulares: No está permitido celebrar Horas Santas en casas particulares o en otros lugares que no sean de culto, sino únicamente en Iglesias debidamente bendecidas (o consagradas). La exposición del Santísimo Sacramento: Si en una Hora Santa no hay ministro ordinario, el ministro extraordinario hará la exposición simple, (abrirá el sagrario y dejará visible el copón con el santísimo sacramento, lo cual puede ser sólo abriendo las puertas del sagrario, o bien colocando el copón sobre el altar) y al final hará la reserva (cerrará el sagrario) sin dar la bendición. En lugar del copón, el ministro extraordinario puede colocar el píxide en la custodia, dejándola colocada frente al sagrario o en el altar de la celebración (NOTAS PREVIAS DEL CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA, nn. 91 y 92). Distribución de la Sagrada Comunión: «La manera más perfecta de participar en la celebración eucarística es la comunión sacramental recibida dentro de la misa.» (Praenotanda del Culto Eucarístico fuera de misa, n. 13) «Se debe persuadir a los fieles a que comulguen en la misma celebración eucarística.» (Ibid. 14). Por consiguiente, fuera de la celebración eucarística, únicamente se dará la santa comunión a personas que, por su condición de salud, están imposibilitadas de asistir a la celebración. Sacar y reservar el santísimo sacramento ¿a quien le toca? Según IGMR 162 b y 163, corresponde al sacerdote celebrante, o a uno de los concelebrantes, o al diácono, extraer del sagrario y regresar a él las hostias consagradas para completar el número de los comulgantes. Por consiguiente, queda claro que no es función del Ministro Extraordinario de la Comunión. En celebraciones con poca concurrencia de pueblo, el MEC estará atento para ayudar a la distribución de la comunión, si las condiciones del que preside lo requieren. No es necesario que el MEC se lave las manos en presencia del pueblo, para distribuir la santa comunión. Es más, no conviene, para no crear en el pueblo la impresión de que se trata de un gesto ritual. Cuando sea llamado a colaborar en la distribución de la comunión en la Misa, el MEC subirá al altar después de que el celebrante haya comulgado. «Los ministros mencionados sólo deberán acercarse al altar después de que el sacerdote haya recibido su comunión, y deben recibir siempre de manos del sacerdote los copones o patenas que contienen las especies de la santísima Eucaristía para distribuir la santa Comunión a los fieles.» (IGMR, 162 b) Cuiden los ministros de que, cuando el fiel recibe la comunión en la mano, la lleve a su boca en presencia del ministro. Salvo en casos de escasez de lectores, no es recomendable que el MEC, en la misa en que distribuye la santa comu- nión, ejerza otro servicio, tal como el de lector, o monitor, o animador del canto. Tampoco se recomienda que haga la colecta para el culto. El día señalado para visitar a los enfermos, se ruega a los ministros que se reúnan todos en el templo a una misma hora, para que hagan oración en común antes de iniciar sus visitas. 6 27 ¿cómo podría yo rebautizarlo?» 6. San Juan Crisóstomo (354407), en su homilía n. 47, nos deja este legado: «Acercándote, pues, no pongas las manos extendidas, sino la izquierda sea apoyo de la derecha, teniendo ahuecada la palma, lista para acoger al Rey.» En otro lugar, el Crisóstomo -llamado «el Doctor de la Eucaristía»-, exalta la más grande dignidad de quien recibe con la mano el Cuerpo del Señor respecto a los mismos serafines. 7. Y, en su segunda homilía sobre la Misa, Teodoro de Mopsuestia, (+ 428), nos da esta explicación tan detallada y, a la vez, tan llena de contenido doctrinal: «entonces cada uno de nosotros se acerca con la mirada baja y las dos manos extendidas. La mirada baja para expresar como un deber de conveniencia, la adoración, y es como una profesión de fe, porque recibe el Cuerpo del Rey, (...) Y por el hecho de que las dos manos están igualmente extendidas, se reconoce verdaderamente la grandeza de lo que se va a recibir. Es la mano derecha la que se extiende para recibir la ofrenda, pero bajo de ella se pone la izquierda, y por este gesto se revela un gran respeto; si la derecha se extiende y tiene un rango más elevado, es porque recibe el Cuerpo regio, mientras que la otra sostiene y conduce a su hermana y compañera, no mirando ofensivo un papel de "sierva" de la que le es igual en dignidad, a causa del Cuerpo regio que lleva.» 8. San Juan Damasceno, del siglo VIII (+ 759), en su obra Sobre la fe ortodoxa, dice: «Acerquémonos, pues, con temor, con la conciencia pura y con gran fe; nos será dado tal como creemos, sin dudar. Acerquémonos a Él con deseo ardiente y, puestas las manos en forma de cruz, recibamos el Cuerpo del crucificado (…)». Como se puede ver, por este breve recorrido, en el que sólo se han invocado algunos de los muchos testimonios, el uso de la comunión en la mano, durante los ocho o nueve primeros siglos, fue prácticamente la única y normal forma de comulgar. Sólo se citan excepciones en caso de enfermos muy débiles o de niños, sobre todo en Oriente, donde antes y ahora los sacramentos de la Iniciación Cristiana se confieren al niño infante en un solo acto. 19 CÁPSULA LA MANO: EL TRONO DEL REY (CONTINUACIÓN) EL CAMBIO: RAZONES Y CIRCUNSTANCIAS Si bien la comunión en la mano fue la forma normal y universalmente aceptada y practicada en los nueve primeros siglos del cristianismo, como lo vimos en las páginas anteriores, no obstante, la co- 26 7 5 CÁPSULA SAGRARIO, ALTAR, SEDE, AMBÓN, ¿DÓNDE? ¿CÓMO? En las entregas (o cápsulas) anteriores hemos hablado de la ubicación del sagrario o tabernáculo. De ahí surgen nuevas búsquedas. Con los templos que hoy se diseñan, un buen estudio de la planta de distribución nos permite dar una adecuada ubicación a cada uno de los elementos mencionados. Pero, en los templos antiguos, no resulta fácil adaptar de modo que el espíritu de la Iglesia expresado en las normas, quede bien asumido. Cuando se trata de templos (iglesias) grandes y el presbiterio es espacioso, se logran encontrar formas de ubicar los diversos elementos. No así cuando se trata de iglesias pequeñas o de aquellas, que, aunque grandes, tiene un espacio estrecho de presbiterio. De ahí que es conveniente que los sacerdotes responsables (párrocos, rectores, etc.) busquen asesoramiento en la Dirección de arquitectura y ambientación de la Curia. La IGMR 2002 ofrece el siguiente criterio general: «El presbiterio es el lugar donde está el altar, se proclama la palabra de Dios y el sacerdote, el diácono y los demás ministros ejercen su oficio. Se diferencia oportunamente con respecto a la nave de la iglesia, bien por una cierta elevación, bien por una estructura y ornato peculiar. Sea de tal capacidad que pueda cómodamente desarrollarse y verse la celebración de la Eucaristía» (IGMR 295). ¿Cuáles son, entonces los elemen- tos (o mobiliario) que ocupan un lugar en el presbiterio? El texto citado hace alusión al altar, el ambón, la sede presidencial y los sitiales de los ministros mayores y menores. Para lograr una buena distribución de estos elementos, las normas que rigen son las siguientes: La sede del que preside la celebración no debe dar la espalda al sagrario ni al altar. Para evitar lo anterior, hay varias posibilidades: Si el sagrario no está en el centro del ábside, la sede puede ubicarse detrás del altar de la celebración, a condición de que quede a una altura conveniente para garantizar la buena comunicación entre el que preside y la asamblea. Si el sagrario está en el centro del ábside, hay varias cosas a tener en cuenta: la primera, que la sede no debe ubicarse delante del sagrario, salvo que éste se ubique notoriamente alto (la base del sagrario a 1,80 m. sobre la base de la sede; la segunda: la sede no debe estar delante del altar de la celebración, a no ser que se le ubique en un plano notoriamente más bajo que el plano del altar, a fin de que el que preside no dé la espalda al altar de la celebración; la tercera: en caso de que las dos primeras recomendaciones no resulten aplicables, se impone la necesidad de buscar una ubicación no central de la sede, de manera que no choque ni con el sagrario ni con el altar. Puede ubicarse ladeada, sea al lado del lugar del sagrario, o bien con respecto al altar de la celebración. En todos los casos, recordemos lo recomendado en las cápsulas anteriores, tanto en cuanto a la dignidad de la ubicación del sagrario, el decoro del lugar, la buena comunicación con el presbiterio y, por último, el fácil acceso de los fieles para los momentos no celebrativos. 8 CÁPSULA 25 6 COMER LA SAGRADA COMUNIÓN Hoy iniciamos unas pocas entregas comentando los números 13 a 25, en los que se consigna todo lo que atañe a la sagrada comunión. Teniendo en cuenta que «la más perfecta participación de la celebración eucarística es la comunión sacramental recibida dentro de la Misa», conviene evitar al máximo que en otros momentos se establezca como costumbre distribuir la comunión. Tal es el caso, por ejemplo, de las Horas Santas. En una Hora Santa, o en otro tipo de celebración, como la celebración dominical en ausencia de presbítero, sólo se justifica distribuir la santa comunión cuando no se celebra la eucaristía en ese mismo día y en ese mismo lugar sagrado. Hay parroquias muy extensas territorialmente, con pequeñas comunidades muy lejanas del centro parroquial, en las que es normal que, no habiendo celebración eucarística con frecuencia, se designe un laico que asuma la celebración en ausencia de presbítero. En esos casos, el prudente celo pastoral de los presbíteros orientará a los responsables para que, por sí mismos, si son Ministros Extraordinarios de la sagrada comunión debidamente instituidos, o con la compañía de un Ministro, distribuyan a los fieles la santa comunión. En una cápsula aparte explicaremos más detalladamente la naturaleza y la disciplina de dichas celebraciones. Por otra parte, el n. 14 de las Notas previas recomienda que se tomen las precauciones necesarias para dar la debida atención a todas las personas que, por diversas razones y situaciones, están imposibilitadas de acudir a la celebración eucarística, a fin de que también ellas tengan la posibilidad de comulgar en sus casas, hospitales, hogares de adultos mayores, lugares de privación de libertad, etc. Estemos siempre cuidadosos de brindar a los Ministros Extraordinarios de la Comunión, no solamente las instrucciones de carácter práctico, sino una sólida formación doctrinal, espiritual y pastoral, que tenga en cuenta aspectos específicos tales como el saber desarrollar una breve liturgia de la palabra, tener los conocimientos elementales del trato al enfermo, saber manejarse con los casos difíciles que presenta, con frecuencia, el clima de indiferencia o de hostilidad de quienes rodean al enfermo o al anciano. Es necesario tener en cuenta que los Ministros Extraordinarios deben ser instituidos ritualmente por el obispo o por un sacerdote colaborador cercano del obispo, debidamente delegado por el mismo. Una preciosa recomendación, para todos los fieles que comulgan fuera del contexto de la celebración eucarística, lo ofrece el n. 15 de las Notas Previas, que consignamos aquí textualmente, como aparece en la versión española de las mismas y del Ritual: «Enséñese con diligencia a los fieles que también cuando reciben la comunión fuera de la celebración de la Misa se unen íntimamente al sacrificio con el que se perpetúa el sacrificio de la cruz y participan de aquel sagrado convite en el que, “por la comunión del Cuerpo y de la Sangre del Señor, el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueva la nueva Alianza entre Dios y los hombres, hecha de una vez para siempre con la Sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre, anunciando la muerte del Señor hasta que venga”.» Ofrezco un breve comentario a este párrafo de las Notas Previas: Todos los ritos importantes celebrados en el Antiguo Testamento han sido precedidos por la palabra que da sentido al rito, puesto que éste sólo tiene razón de ser como sello de una Alianza. Jesucristo, Palabra eterna, pone sello a su presencia salvadora cumpliendo hasta la muerte su propia inmolación. En cuanto al Antiguo Testamento, basta con que recordemos la palabra por la que Dios hace su promesa a Noé y su familia, que culmina con el sacrificio que éste ofrece a Dios; la gran alianza del Sinaí tiene la proclama- teólogos y pastores de la Iglesia que desde su mismo nacimiento hasta el siglo IX, tuvo como la práctica normal, la comunión en la mano y estando de pie. Los testimonios de santos Padres, de obispos y de Sumos pontífices de todo este largo periodo de la vida de la Iglesia, son abundantes. Extraemos aquí unos pocos, representativos de diversas épocas: 1. San Hipólito de Roma (Traditio Apostólica (a. 215), explicando el rito de la comunión a los recién bautizados dice que "el obispo, partiendo el pan y entregándolo (porrigens) al comulgante mientras le dice: El Pan celestial en Cristo Jesús..." L a e x p r e s i ó n "porrigens" (alargando la mano para entregar), indica claramente que se trata de colocar el Pan en la mano del comulgante. 2. El Papa San Cornelio, denunciando los abusos del cismático Novaciano, comenta el texto de San Hipólito y demuestra que, efectivamente, San Hipólito hablaba de la comunión en la mano. Veamos lo que dice el Papa: “Hecha la oblación (Novaciano) partiendo una porción para cada uno y entregándola, en lugar de la bendición (costumbre del tiempo a la hora de la comunión), los obligaba a jurar, mientras retenían el Pan encerrado en ambas manos, y no les permitía retirarse antes de jurar así: uso -dice San Corneliolas mismas palabras: Júrame por el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nunca te separarás de mí y que nunca regresarás a Cornelio”. 3. San Cipriano afirma que el fiel, recibido el pan sobre la palma abierta, debía cerrarla después, para volverla a abrir cuando, vuelto a su lugar, lo tra- gaba. 4. El testimonio de San Cirilo de Jerusalén, ya citado al comienzo, inspiró a otros de su tiempo para orientar, casi con las mismas palabras, a los fíeles comulgantes. Las manos puestas en cruz, una sobre la otra, tal como lo indicaba san Cirilo, es mencionada también por Teodoro de Mopsuestia, y fue costumbre estable, desde el inicio del cristianismo hasta el siglo IX. 5. Eusebio de Cesárea, historiador de la Iglesia (265-340) transmite una carta de Dionisio, obispo de Corinto (fines del siglo II y comienzos del s. III), que éste dirige al Papa Sixto I, a propósito de un fiel suyo que había sido bautizado por herejes y le pedía ser rebautizado. Dice Dionisio en su carta al Papa: «Dado que éste ha asistido frecuentemente a la Eucaristía, ha respondido "amén" junto con los otros, se ha acercado a la mesa extendiendo las manos para recibir el santo alimento; ha comido el Cuerpo y la Sangre de Cristo, 24 Es bueno tener en cuenta que esta postura de rodillas no fue la única manera de expresar la reverencia al Sacramento. Santa Hildegarda ordenó a sus monjas acercarse a la comunión vestidas de blanco y ataviadas, como para un desposorio, con una corona que llevaba encima de la frente la imagen del Cordero. Así también sucedió en otras comunidades religiosas, de modo que no solamente vestiduras especiales, sino también ritos que rodeaban el gesto de comulgar expresando esplendor y reverencia, también se hicieron presentes además de la comunión de rodillas. Como se puede notar por los apuntes anteriores, la posición de rodillas para recibir la comunión es muy tardía, no antes del siglo XI. Ahora, después de este breve recorrido histórico, miremos cuál es la mente de la Iglesia en torno a las posiciones “de pie” y “de rodillas”. «Según la costumbre de la Iglesia, los fieles pueden recibir la comunión de rodillas o de pie. Elíjase uno u otro modo según las normas establecidas por la competente autoridad eclesiástica territorial, teniendo en cuenta las diferentes circunstancias, ante todo la disposición del lugar y el número de los comulgantes. Sigan los fieles de buen grado el modo indicado por los pastores para que la comunión sea verdaderamente signo de unidad entre todos los comensales en la misma mesa del Señor. – Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otro signo de reverencia con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando se comulga de pie se recomienda encarecidamente que los que se acercan procesionalmente hagan una reverencia debida antes de la recepción del Sacramento, en lugar y tiempo oportuno para que no se entorpezca el acceso y retiro de los fieles.» (Instrucción EUCHARISTICUM MYSTERIUM, de 25 de mayo de 1967; cfr. Instr. INÆSTIMABILE DONUM, 11). 9 18 CÁPSULA ¿EN LA MANO O EN LA BOCA? Comentando: La recomendación que aparece en las últimas líneas, que se refiere a la comunión de pie, hay que atenderla delicadamente, porque se ha creado un clima de superficialidad, aun entre presbíteros en la concelebración. Pero también entre los laicos. Unos y otros debemos tener en cuenta la reverencia debida al Señor a quien recibimos en la comunión. Una postura reverente, un gesto, sea de genuflexión o de inclinación profunda, es lo que se recomienda antes de comulgar, teniendo el cuidado de dejar expedito el espacio para la movilización de los demás comulgantes. En lo que toca a los presbíteros y los otros ministros, es preciso tener en cuenta que, un derecho de los fieles es para nosotros un deber. Los ministros -sacerdotes, diáconos o laicos-, debemos respetar el deseo de cada comulgante, de comulgar de pie o de rodillas. No es atribución de quien preside imponer una u otra forma de posición a la hora de comulgar. Véase al respecto, la Instrucción REDEMPTIONIS SACRAMENTUM en el n. 91. Este tema nos va a ocupar varias entregas, a fin de que quede clara la fundamentación históricodoctrinal de ambas formas, así como con la intención de que sea bien comprendida la recuperación de auténticas tradiciones y la normativa actual al respecto. Para iluminar el presente tema, rescato algunos elementos de un artículo que escribí en 1976, a raíz de la promulgación de las instrucciones MEMORIALE DOMINI e INMENSÆ CHARITATIS, del Papa Pablo VI. LA MANO: EL TRONO DEL REY (A propósito de la Comunión en la mano) ción solemne del decálogo que remata (Ex 24) en un holocausto, una sangre derramada y una comida sagrada. Hay otros ejemplos que, por falta de espacio, no se consignan. En el culto cristiano, todo sacramento y los sacramentales mayores, tienen, no solamente la palabra de Dios que antecede el rito, sino la palabra sacramental que lo sustenta. Por esa razón es importante que los fieles que comulgan fuera de la Misa tengan, en el momento de la comunión, contacto cuasisacramental con la Palabra proclamada en la celebración. 7 CÁPSULA D I S PO S I C I ON ES PA RA RECIBIR LA SAGRADA COMUNIÓN “Cuando te acercas, no avances con las manos abiertas, ni con los dedos separados, sino la izquierda como un trono, sosteniendo la derecha, puesto que vas a recibir al Rey y, poniendo tu mano cóncava, recibe el Cuerpo de Cristo, diciendo: "Amén".» (Catequesis mistagógica V) Una entrega más para hablar de la sagrada comunión, asumiendo lo que las Notas Previas señalan en los nn. 23 a 25. La educación de los fieles, y de nosotros mismos los ministros consagrados, en el profundo amor y respeto a la sagrada eucaristía, viene a ser apoyada con las reflexiones que aquí se ponen a nuestro alcance, para nuestro propio crecimiento espiritual y el de los fieles de nuestra Iglesia. Con esta hermosísima y expresiva exhortación, San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén (313-386) enseñaba, durante la semana siguiente al domingo de Resurrección, a los que acababan de recibir los sacramentos de la Iniciación Cristiana. Se puede afirmar, sin titubeos, que san Cirilo fue el faro que iluminó el camino de otros grandes 23. La Eucaristía, que continuamente hace presente entre los hombres el misterio pascual de Cristo, es la fuente de toda gracia y del perdón de los pecados. Sin embargo, los que desean recibir el Cuerpo del Señor, para que perciban los frutos del sacramento pascual, tienen que acercarse a él con la conciencia limpia y con recta disposición de espíritu. 10 COMENTARIO: La razón de ser de la encarnación es el rescate del pecado de la humanidad y la reconciliación, en Cristo, con el Padre. La eucaristía se identifica totalmente con el misterio de muerte y resurrección de Cristo. Incorporados en Cristo por el bautismo, participamos plenamente de la inmolación de Cristo en condición de víctimas en el sacrificio de alabanza al Padre. Como Abel, el verdadero sacrificio es la persona de Cristo, y en él la persona de cada uno de nosotros. Es la persona, es la pureza de intenciones, es el corazón en armonía con la fidelidad a Dios, lo que cuenta. Además la Iglesia manda «que nadie consciente de pecado mortal, por contrito que se crea, se acerque a la sagrada Eucaristía sin que haya precedido la confesión sacramental». Pero cuando urja la necesidad de comulgar y no haya suficientes confesores, haga un acto de perfecta contrición con el propósito de confesar en el debido tiempo todos los pecados mortales, que al presente no pueda confesar. 23 necesidad cuando no se cumple la condición indispensable, que es el estado de gracia. Posponer la confesión requiere una situación de urgencia y la firme decisión de acudir cuanto antes al sacramento. Pero los que diariamente o con frecuencia suelen comulgar, conviene que con la oportuna periodicidad, según la condición de cada cual, se acerquen al sacramento de la Penitencia. Por lo demás, los fieles miren también a la Eucaristía como remedio que nos libra de las culpas de cada día y nos preserva de los pecados mortales; sepan también el modo conveniente de aprovecharse de los ritos COMENTARIO: No es el sacramento de la penitencia condición para comulgar. Se impone su penitenciales de la liturgia, en especial de la Misa. 24. Los que van a recibir el Sacramento no lo hagan sin estar durante una hora en ayunas de alimentos sólidos y bebidas, exceptuada el agua. El tiempo del ayuno eucarístico, o sea la abstinencia de alimento o la bebida no alcohólica, se abrevia a un cuarto de hora aproximadamente para: 1) Los enfermos que residan en hospitales o en sus domicilios, aunque A partir del siglo VIII (en Roma en el siglo IX) se restringió el acercamiento de los fieles al altar y se redujo sólo a algunas ocasiones. Se les enviaba a un altar lateral, donde recibían la comunión. no guarden cama. 2) Los fieles de edad avanzada, que por su ancianidad no salen de casa o están en asilos. 3) Los sacerdotes enfermos, aunque no guarden cama, o de edad avanzada, lo mismo para celebrar Misa que para recibir la sagrada comunión. 4) Las personas que están al cuidado de los enfermos o ancianos, y sus familiares que desean recibir con ellos la sagrada comunión, siempre que sin incomodidad no puedan guardar el ayuno de una hora. 25. La unión con Cristo, a la que se ordena el mismo sacramento, ha de extenderse a toda la vida cristiana, de modo que los fieles de Cristo, contemplando asiduamente en la fe el don recibido, y guiados por el Espíritu Santo, vivan su vida ordinaria en acción de gracias y produzcan frutos más abundantes de caridad. Para que puedan continuar más fácilmente en esta acción de gracias, que de un modo eminente se Aparece el comulgatorio, pero se mantiene la comunión de pie. Partiendo de África del norte (siglo IV) y extendiéndose a otros sitios (siglos posteriores), los fieles se acercaban a la barandilla que rodeaba el altar (en San José pueden hacerse una idea de esa barandilla visitando la iglesia de La Merced). La altura de la barandilla alcanzaba a los hombros de una persona de estatura media, por lo que sólo estando de pie se podía recibir la comunión. No será sino a partir del siglo XIII, que podremos hablar de diversas medidas que se fueron tomando a fin de que los fieles pudieran comulgar de rodillas. Continuaremos en nuestra próxima entrega. 17 CÁPSULA ¿DE RODILLAS O DE PIE? (Continuación) los ministros se desplazaban distribuyendo la comunión. Pero no fue así en todas las regiones, porque en otras se admitía el acercamiento de los fieles al altar, para lo cual se abría el portón de la barandilla que separaba el presbiterio del resto de la iglesia. Estamos hablando del siglo IV. En la entrega n. 16 iniciamos un breve recorrido histórico en torno a la posición en que los fieles deben recibir la santa comunión. Hoy nos proponemos continuar con este recorrido en busca de un remate que nos ubique en el momento actual para conocer y asumir la legislación vigente. La comunión “de rodillas” Antes de entrar expresamente en la mención de la costumbre de comulgar de rodillas, veamos algunos antecedentes de la genuflexión, vista como expresión corporal de oración, de penitencia, de reverencia y de adoración. Los hebreos oraban, en el templo y en la sinagoga, de pie y con las manos en alto; así lo hicieron también los primeros cristianos, pero cambiando el significado de la postura y del gesto: ya no era expresión de la esclavitud del pecado, sino que, gozando de la libertad en Cristo, levantaban espontáneamente sus brazos como hijos libres de Dios. No obstante, no se desconoce la posición de rodillas en la oración privada, mucho antes de que entrara ritualmente, en una primera etapa, como gesto expresivo de penitencia. Veamos claros ejemplos consignados en el Nuevo Testamento: San Pablo dice: «Doblo mis rodillas al Padre de Nuestro Señor Jesucristo» (Ef 2,14); El Señor Jesús, la noche antes de su muerte, habiéndose hecho acompañar de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, «se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba …» (Lc 22,41). El diácono san Esteban se arrodilló en el momento supremo de la entrega de su vida (cf. He. 7, 60). También el historiador Eusebio de Cesarea da testimonio de que San Ireneo (año 190), antes de su martirio, de rodillas oró por las iglesias. Si ahora nos referimos directamente a la posición de rodillas como postura para recibir la comunión, tendremos que asumir que la práctica de recibir el cuerpo del Señor de rodillas se fue imponiendo en la Iglesia latina muy lentamente, entre los siglos XI y XVI. En la liturgia bizantina (oriental) no se conoce la postura de rodillas; la comunión allí sigue siendo de pie. 22 CÁPSULA 11 16 LA COMUNIÓN En una entrega anterior habíamos hablado de las disposiciones espirituales necesarias para comulgar dignamente. Hoy nos ocupamos de las distintas formas externas de recibir la comunión. Pero, antes de hablar de estas formas, hoy un tanto discutidas, hablemos de algo mucho más profundo. Hablemos de la Comunión, entendida como la íntima unión con Cristo y con la Iglesia. El Padre José Jungmann, extraordinario teólogo liturgista, que nos ofreció un tratado histórico-litúrgico de la misa, nos deja como preciosa herencia esta enseñanza: «Al sacrificio de la Nueva Ley, tal como lo instituyó Cristo le sigue necesariamente un convite sagrado: es la fiesta de la familia de Dios, es decir, de aquellos que, en virtud del bautismo pertenecen a Cristo, formando con Él una comunidad entrañable. Se acercan a Dios como pueblo santo. La Iglesia comunidad que vive del Espíritu de Cristo, debe encontrar su expresión en la comunión sacramental». (J. Jungmann, MISSARUM SOLEMNIA, n. 383). Ampliando la enseñanza del P. Jungmann, manejamos una nota al pie de página de la que rescatamos lo siguiente: “De modo que la palabra comunión, no significa en primer lugar una acción individual de unión con Cristo, sino el bien supremo que une entre sí a la comunidad de fieles. Entendemos, por consiguiente, que para poder acercarnos a comulgar, es requisito indispensable “estar en comunión”. Se comprende, entonces por qué las notas previas del Ritual del Culto Eucarístico fuera de la misa, señalan claramente condiciones que garanticen la ausencia de cualquier clase de ruptura con Cristo y con la Iglesia. Entre las condiciones allí señaladas rescatamos las siguientes: Conciencia limpia y recta disposición de espíritu y estar en comunión con la Iglesia. Se entiende, entonces, que es indispensable encontrarse en estado de gracia, o recuperarlo previamente mediante el sacramento de la reconciliación. Además, no mantener ninguna actitud de ruptura con la Iglesia, sino mantenerse en total fidelidad y adhesión. En esa misma línea de comunión, agrega el n. 25: «La unión con Cristo, a la que se ordena el mismo sacramento, ha de extenderse a toda la vida cristiana, de modo que los fieles de Cristo, contemplando asiduamente en la fe el don recibido, y guiados por el Espíritu Santo, vivan su vida diaria en acción de gracias y produzcan frutos más abundantes de caridad». Y después de estas consideraciones que nos llevan a comprender la exigencia de estar totalmente identificados con Cristo y con el santo Pueblo de Dios, para que nuestra comunión eucarística sea signo que ratifique nuestra comunión en el espíritu de Cristo y su Iglesia, ahora sí, pase- mos a responder algunas preguntas que pululan en el ambiente. ¿DE RODILLAS O DE PIE? Hablemos, en un primer momento, de las posiciones a asumir para recibir la comunión, es decir, si se recibe de rodillas o de pie. Comencemos mirando a los apóstoles en la última Cena con el Señor Jesús. Ni de rodillas ni de pie, sino postrados en el suelo y apoyados, inclinando su cuerpo, sobre el borde de una mesa baja. Y así lo hicieron las comunidades cristianas que fueron naciendo a la luz de la actividad apostólica, tales como Jerusalén, Corinto, Antioquía, Efeso, y otras muchas que se mencionan en los Hechos de los Apóstoles, las cartas apostólicas y el Apocalipsis. Y, para sorpresa nuestra, la posición para comulgar que surge en la etapa siguiente, es la posición de pie. Datos provenientes del siglo IV, consignados como prescripciones en un ritual para ceremonias papales conocido con el nombre de Ordo Romanus I, nos llevan a constatar que los fieles permanecían en su lugar y da a Dios en la Misa, se recomienda a los que han sido alimentados con la sagrada comunión que permanezcan algún tiempo en oración. 8 CÁPSULA TESTIMONIOS EN TORNO A LA DEVOCIÓN EUCARÍSTICA Interrumpimos los comentarios que venimos haciendo de las Notas Previas, para dar lugar a dos testimonios profundamente edificantes de amor a la Eucaristía, uno de ellos hasta el martirio. El primero: Misa en la cárcel comunista. ¿Cómo celebraba la misa el cardenal vietnamita Van Thuan, que estuvo años en un campo de concentración? El arzobispo vietnamita que estuvo años en prisión, hoy cardenal de la Iglesia Católica, da testimonio sobre cómo logró celebrar la misa en un campo de concentración comunista. «Cuando me arrestaron, tuve que marcharme enseguida, con las manos vacías. Al día siguiente me permitieron escribir a los míos, para pedir lo más necesario: ropa, pasta de dientes… Les puse: “Por favor, envíenme un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago”. Los fieles comprendieron enseguida. Me enviaron una botellita de vino de misa, con la etiqueta: medicina contra el dolor de estómago, y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad. La policía me preguntó: ¿Le duele el estómago? Sí. Aquí tiene una medicina para usted. Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Éste era mi altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del cuerpo: Medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para viviré siempre en Jesucristo, como dice Ignacio de Antioquía. A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con Jesús, de beber con él el cáliz más amargo. Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida!» El otro: Mártir por amor a la eucaristía Unos meses antes de su muerte, el Obispo Fulton J. Sheen fue entrevistado por la televisión nacional: «Obispo Sheen, usted inspiró a millones de personas en todo el mundo. ¿Quién lo inspiró a usted? ¿Fue acaso el Papa?» El Obispo Sheen respondió que su mayor inspiración no fue un Papa, ni un Cardenal, u otro Obispo, y ni siquiera fue un sacerdote o monja. Fue una niña china de 11 años de edad. Explicó que cuando los comunistas se apoderaron de China, encarcelaron a un sacerdote en su propia rectoría cerca de la iglesia. El sacerdote observó aterrado desde su ventana como los comunistas penetraron en la iglesia y se dirigieron al santuario. Llenos de odio profanaron el tabernáculo, tomaron el copón y lo tiraron al piso, esparciendo las Hostias Consagradas. Eran tiempos de persecución y el sacerdote sabía exactamente cuántas Hostias contenía el copón: treinta y dos. Cuando los comunistas se retiraron, tal vez no se dieron cuenta, o no prestaron atención a una niñita que rezaba en la parte de atrás de la iglesia, la cual vio todo lo sucedido. Esa noche la pequeña regresó y, evadiendo la guardia apostada en la rectoría, entró a la iglesia. Allí hizo una Hora Santa de oración, un acto de amor para reparar el acto de odio. Después de su hora santa, se adentró al santuario, se arrodilló e, inclinándose hacia delante, con su lengua recibió a Jesús en la sagrada comunión (en aquel tiempo no se permitía a los laicos tocar la eucaristía con sus manos). La pequeña continuó regresando cada noche, haciendo su hora santa y recibiendo a Jesús Eucarístico en su lengua. En la trigésima segunda noche, después de haber consumido la última Hostia, accidentalmente hizo un ruido que despertó al guardia. Éste corrió detrás de ella, la agarró, y la golpeó hasta matarla con la culata de su rifle. 12 21 Este acto de martirio heroico fue presenciado por el sacerdote, mientras, sumamente abatido, miraba desde la ventana de su cuarto convertido en celda. Cuando el Obispo Sheen escuchó el relato, se inspiró a tal grado que prometió a Dios que haría una hora santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días, por el resto de su vida. 9 CÁPSULA VARIAS FORMAS DE CULTO A LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA En la cápsula n. 7, de fecha 30 de julio presentamos los nn. 23 a 25, sobre las disposiciones espirituales del comulgante, con algunos comentarios. En la n. 8, de fecha 6 de agosto, interrumpimos la presentación y los comentarios de las Notas Previas del Ritual, para presentar dos preciosos testimonios de amor a la Eucaristía. Hoy reanudamos la labor que nos propusimos de ir presentando y comentando las mencionadas Notas Previas. Saltamos del n. 25 al n. 79, porque los nn. 26 a 78 desarrollan el rito para distribuir la comunión fuera de la misa. Continuamos, entonces, a partir del primer número del cap. III, que trata de las varias formas de culto a la Eucaristía. 79. Se recomienda con empeño la devoción privada y pública a la santísima Eucaristía, aun fuera de la misa, de acuerdo con las normas establecidas por la autoridad competente, pues el sacrificio eucarístico es la fuente y el punto culminante de toda la vida cristiana. En la organización de tan piadosos y santos ejercicios, téngase en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo se deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo.30 80. Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerdan que esta presencia proviene del sacrificio y se ordena al mismo tiempo a la comunión sacramental y espiritual. Así, pues, la piedad que impulsa a los fieles a adorar a la santa Eucaristía los lleva a participar más plenamente en el misterio pascual y a responder con agradecimiento al don de aquel que por medio de su humanidad infunde continuamente la vida en los miembros de su Cuerpo. Permaneciendo ante Cristo, el Señor, disfrutan de su trato íntimo, le abren su corazón por sí mismos y por todos los suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad. Así fomentan las disposiciones debidas que les permiten celebrar con la devoción conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre. Traten, pues, los fieles de vene- CÁPSULA 15 LOS CONGRESOS EUCARÍSTICOS Estamos llegando al final de la presentación comentada de las Notas Previas del Ritual del culto eucarístico fuera de la misa. Hoy nos toca presentar los números que hablan de los congresos eucarísticos. 109. Los Congresos eucarísticos, que en los tiempos modernos se han introducido en la vida de la Iglesia como peculiar manifestación del culto eucarístico, se han de mirar como una statio, a la cual alguna comunidad invita a toda la Iglesia local, o una Iglesia local invita a otras Iglesias de la región o de la nación, o aun de todo el mundo, para que todos juntos reconozcan más plenamente el misterio de la Eucaristía bajo algún aspecto particular y lo veneren públicamente con el vínculo de la caridad y de la unión. Conviene que tales Congresos sean verdadero signo de fe y caridad por la plena participación de la Iglesia local y por la significativa aportación de las otras Iglesias. C.: El n. 109 abre la posibilidad de celebrar congresos eucarísticos en distintos ámbitos, a saber: diocesanos, nacionales e internacionales. Siempre habrá una sede en la que se concentrarán los actos principales o concluyentes de un congreso eucarístico. Esta sede es lo que el documento llama “statio” (estación). El último congreso eucarístico internacional (no. 50), acaba de tener lugar en Dublín, Irlanda, del 10 al 17 de junio del presente año, con el tema “La comunión con Cristo y entre nosotros”. Durante el presente año y parte del siguiente, en todo el territorio de Costa Rica estamos en la etapa preparatoria para nuestro 4º congreso eucarístico nacional, con sede (statio) en Cartago, con el tema “La Eucaristía: Pan de vida para nuestro pueblo”, cuya parte conclusiva tendrá lugar del 17 al 21 de abril del 2013. 110. Háganse los oportunos estudios, ya en la Iglesia local ya en las otras Iglesias, sobre el lugar, temario y el programa de actos del Congreso que se vaya a celebrar, para que se consideren las verdaderas necesidades y se favorezca el progreso de los estudios teológicos y el bien de la Iglesia local. Para este trabajo de investigación búsquese el asesoramiento de los teólogos, escrituristas, liturgistas y pastoralistas, sin olvidar a los versados en las ciencias humanas. C.: El no 111 se encarga de detallar la puesta en práctica de las recomendaciones sugeridas en el 110. 111. Para preparar un Congreso se ha de hacer sobre todo: a) Una catequesis más profunda y acomodada a la cultura de los diversos grupos humanos acerca de la Eucaristía, principalmente en cuanto constituye el misterio de Cristo viviente y operante en la Iglesia. b) Una participación más activa en la sagrada liturgia, que fomente al mismo tiempo la escucha religiosa de la palabra de Dios y el sentido fraterno de la comunidad. c) Una investigación de las ayudas y la puesta en marcha de obras sociales para la promoción humana y para la comunicación cristiana de bienes incluso temporales, a ejemplo de la primitiva comunidad cristiana, para que el fermento evangélico se difunda desde la mesa eucarística por todo el orbe como fuerza de edificación de la sociedad actual y prenda de la futura. C.: Para el efecto, cada diócesis es responsable de diseñar el plan de trabajo a realizar durante el año y los actos especiales para la conclusión. La Arquidiócesis de san José ha presentado un plan variado, de acento muy espiritual, cuyo centro son las celebraciones y las catequesis, y en el que también se incluyen símbolos evocativos que se hacen visibles en las iglesias y otros lugares. Dicho plan ha sido difundido por otros medios, y puede adquirirse en las oficinas de VICEPAL, en la Curia Metropolitana de San José. 112. Criterios para organizar la celebración de un Congreso eucarístico: a) La celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el Centro y la culminación a la que se dirijan todos los actos y los diversos ejercicios de piedad. b) Las celebraciones de la palabra de Dios, las sesiones catequéticas y otras reuniones públicas tiendan sobre todo a que el tema propuesto se investigue con mayor profundidad, y se propongan con mayor claridad los aspectos prácticos a fin de llevarlos a efecto. c) Concédase la oportunidad de tener ya las oraciones comunes, ya la adoración prolongada, ante el Santísimo Sacramento expuesto, en determinadas iglesias que se juzguen más a propósito para este ejercicio de piedad. d) En cuanto a organizar una procesión, en que se traslade al Santísimo Sacramento con himnos y preces públicas por las calles de la ciudad, guárdense las normas para las procesiones eucarísticas, mirando a las condiciones sociales y religiosas del lugar (cf. núms. 101- 104). Concluimos así la presentación de las Notas Previas y sus comentarios. Las próximas cápsulas versarán en torno a las disposiciones espirituales para recibir la santa comunión, y las formas externas de recibirlas, acompañadas de sus signos de reverencia y adoración. Con un cordial saludo, les invito a que continúen compartiendo con nosotros estas breves reflexiones, y que, con lenguaje catequético, las compartan con el pueblo de Dios. 20 13 rar a Cristo en el Sacramento de acuerdo con su propio modo de vida. Y los pastores en este punto vayan delante con su ejemplo y exhórtenlos con sus palabras.31 81. Acuérdense, finalmente, de prolongar por medio de la oración ante Cristo, el Señor, presente en el Sacramento, la unión con él conseguida en la comunión y renovar la alianza que los impulsa a mantener en sus obras, costumbres y en su vida la que han recibido en la celebración eucarística por la fe y el Sacramento. Procurarán, pues, que su vida transcurra con alegría en la fortaleza de este alimento del cielo, participando en la muerte y resurrección de Señor. Así, cada uno procure hacer buenas obras, agradar a Dios, trabajando por impregnar al mundo del espíritu cristiano y también proponiéndose llegar a ser testigo de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana.32 COMENTARIO: Los tres números que presentamos en esta entrega son como la parte introductoria de toda una serie de prácticas, especialmente de carácter público, con la que la Iglesia, a través de los siglos, ha venido enriqueciendo nuestro camino de adoración a la santísima Eucaristía. En los próximos números corresponderá analizarlas y valorarlas una a una. El n. 79 – el primero de éstos – parece una recomendación práctica, pero más bien nos invita a profundizar en la Historia de la Salvación y en su íntima relación con el momento culminante que tiene lugar en la plenitud de los tiempos, con el sacrificio del Calvario y la institución de la Eucaristía. El n. 80 nos conduce a reafirmar el hecho de que la Eucaristía es cumbre hacia la que se dirige todo acto de culto, y fuente de donde dimana la fuerza sacramental que imprime valor de alabanza y de santificación a cada uno de los actos que de ella derivan. Sacrificio de la Cruz y entrega de muerte de Cristo, que culmina en la glorificación y genera nueva vida, nos compromete a nosotros, incorporados en Cristo, a ser con Él ofrenda de alabanza y proyecto de santificación para nosotros mismos y para toda la humanidad. El culto que se desprende de la celebración del sacrificio, nos prepara y nos motiva para una más plena participación en dicha celebración. El n. 81 nos indica que nuestros momentos de intimidad con el Señor nos predisponen y nos enriquecen para el testimonio de nuestra fe y la práctica del amor. 10 CÁPSULA RELACIONES ENTRE EXPOSICIÓN Y LA MISA LA En esta décima entrega de cápsulas para el clero, que hemos iniciado con ocasión del año eucarístico y con miras al 4º Congreso Eucarístico Nacional, continuamos con las Notas Previas del Ritual del Culto Eucarístico, a partir del n. 82. Con gozo hemos venido constatando que muchos compañeros han estado anuentes a que grupos de feligreses, en especial animadores de Liturgia, los conozcan y los vayan asimilando, para fortalecer así el amor de clero y fieles a la presencia eucarística de Cristo entre nosotros. Hoy asumimos un tema muy importante, como es el de la relación entre la celebración eucarística y las otras manifestaciones de culto eucarístico. 82. La exposición de la santísima Eucaristía, sea en el copón, sea en la custodia, lleva a los fieles a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y les invita a la unión de corazón con él, que culmina en la comunión sacramental. Así promueve adecuadamente el culto en espíritu y en verdad que le es debido. Hay que procurar que en tales exposiciones el culto del Santísimo Sacramento manifieste, aun en los signos externos, su relación con la misa. En el ornato y en el modo de la exposición evítese cuidadosamente lo que pueda oscurecer el deseo de Cristo, que instituyó la Eucaristía ante todo para que fuera nuestro alimento, nuestro consuelo y nuestro remedio. A MANERA DE COMENTARIO «La celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la misa es realmente el origen y el fin del culto que se tributa fuera de la Misa. Porque las sagradas especies que quedan después de la Misa no sólo proceden de ella, sino que se guardan después de la Misa para que los fieles que no pueden asistir a la misa se unan a Cristo y a su sacrificio, celebrado en la Misa, por medio de la comunión sacramental recibida con las debidas disposiciones. Así el Sacrificio eucarístico es fuente y culminación de todo el culto de la Iglesia y de toda la vida cristiana. Nadie debe dudar “que los cristianos tributan a este Santísimo Sacramento, al venerarlo, el culto de adoración que se debe al Dios verdadero, según la costumbre siempre aceptada de la Iglesia Católica. Porque no debe dejar de ser adorado por el hecho de haber sido instituido por Cristo, el Señor, para ser comido”. También en la reserva eucarística debe ser adorado, porque allí está sustancialmente presente por aquella conversión del pan y del vino que, según el Concilio de Trento, se llama apropiadamente transubstanciación. (Cuad. Phase, n. 148, pg. 17) 83. Se prohíbe la celebración de la misa durante el tiempo en que está expuesto el Santísimo Sacramento en la misma nave de la iglesia u oratorio. 14 19 Pero si se trata de grandes ciudades, y la necesidad pastoral así lo aconseja, se puede, a juicio del Obispo diocesano, organizar otras procesiones en las barriadas principales de la ciudad. Pero donde no se pueda celebrar la procesión en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, conviene que se tenga otra celebración pública para toda la ciudad o para sus barriadas principales en la iglesia catedral o en otros lugares oportunos. C.: Esta celebración nace en la Iglesia Occidental durante el siglo 13, en signo de manifestación de devoción a la sagrada forma y de fe en la presencia eucarística, como respuesta a la fuerte crisis que se vivió durante tres siglos y, sobre todo, de cara a los errores de Berengario de Tours, que negaba la presencia real del Señor. Se celebró por primera vez en Lieja (Bélgica), por el obispo Roberto de Thourotte. El papa Urbano IV en 1264 la extendió a toda la Iglesia. Después del Vaticano II se denomina en nuestra lengua, SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO. 103. Conviene que la procesión con el Santísimo Sacramento se celebre a continuación de la misa, en la que se consagre la hostia que se ha de trasladar en la procesión. Sin embargo, nada impide que la procesión se haga después de la adoración pública y prolongada que siga a la misa. C. 1.: Lo indicado en el n. 103 en las dos primeras líneas es teológicamente lo correcto. Alguna vez ha sucedido que, con muy buena voluntad pero con ausencia de un buen enfoque teológico, se ha hecho la procesión eucarística antes de la misa y rematando con ésta. Eso no es correcto. – La cumbre de la celebración sacramental del misterio eucarístico está en la celebración de la eucaristía que, comúnmente llamamos MISA. Es en ese contexto que se da, reproduciendo los gestos y las palabras de Cristo, la presencia eucarística o presencia real que se va a adorar luego en la procesión que, por lo mismo, es justificada por la Iglesia como prolongación de la celebración eucarística. C. 2.: En este mismo contexto, la adoración pública prolongada que se sugiere en las líneas siguientes, forma también parte de la misa y antecede la procesión que prolonga la celebración y concluye con la bendición final que es, para este caso, la bendición con el Santísimo Sacramento. C. 3.: En el calendario universal se mantiene el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad como día propio para celebrar la solemnidad. No obstante, esa fecha de celebración ha quedado únicamente para aquellos lugares (muy pocos) en los que se mantiene esta solemnidad con carácter de PRECEPTO. De hecho las NORMAS UNIVERSALES PARA EL AÑO LITÚRGICO Y EL CALENDARIO legislan en estos términos: «En los lugares donde no sean de precepto las solemnidades de Epifanía, la Ascensión y Corpus, señáleseles el domingo como día propio, de la siguiente manera: - a) La Epifanía, el domingo que cae entre el 2 y el 8 de enero; - b) La Ascensión, el domingo VII de Pascua; y – c) Corpus, el domingo después de la Santísima Trinidad.» (NUAC 7). El tenor de la ley es claro, lo cual indica que la escogencia entre jueves y domingo no es optativa. En otras palabras, no se debe adelantar a jueves lo que es vinculante (obligatorio) celebrar en domingo. 104. Las procesiones eucarísticas organícense según los usos de la región, ya en lo que respeta al ornato de plazas y calles, ya en lo que toca a la participación de los fieles. Durante el recorrido, según lo aconseje la costumbre y el bien pastoral, pueden hacerse algunas estaciones o paradas, aun con la bendición eucarística. Sin embargo, los cantos y oraciones que se tengan ordénense a que todos manifiesten su fe en Cristo y se entreguen solamente al Señor. C.: Antiguamente era de rigor que se prepararan cuatro altares para hacer otras tantas estaciones. En el régimen actual se deja a criterio de los organizadores el número de estaciones y se recomienda la orientación de los elementos que solemnizan cada estación y el recorrido de la procesión. Es digna de encomio la gran dosis de entusiasmo, entrega y devoción que ponen quienes colaboran directamente en la preparación y ornamentación del recorrido, así como la manifiesta devoción de todo el pueblo santo de Dios en una celebración tan amada por nuestros fieles. 18 15 Sacramento en el sagrario. No les es licito, sin embargo, dar la bendición con el Santísimo Sacramento. C: Las últimas cuatro líneas se refieren, obviamente, al ministro extraordinario (un acólito, un ministro de la comunión, u otra persona autorizada por el obispo). Tres formas se proponen, a saber: 1) dejar el copón “asomado” a la puerta del sagrario; 2) colocar el copón sobre el altar; 3) colocar el píxide en la custodia. La reserva se hará sencilla, sin bendición. 92. El ministro, si es sacerdote o diácono, revístase del alba (o la sobrepelliz sobre el traje talar) y de la estola de color blanco. Los otros ministros lleven o la vestidura litúrgica tradicional en el país, o un vestido que no desdiga de este sagrado ministerio y que el Ordinario apruebe. C: En lo que respecta a la vestidura, cuidémonos de no “clericalizar” a los laicos con vestiduras que no les corresponden; respetémosles la condición de tales. Se dio varias veces en alguna parroquia el abuso de que un seglar, a la hora de hacer la reserva del santísimo, vestía alba, cíngulo y ¡¡¡paño de hombros (velo humeral)!!! Véase el párrafo siguiente. Para dar la bendición al final de la adoración, cuando la exposición se ha hecho con la custodia, el sacerdote y el diácono pónganse además la capa pluvial y el velo humeral de color blanco; pero si la bendición se da con el copón, basta con el velo humeral. C.: Como se ve claro en estas últimas líneas, el velo humeral es ornamento que sólo pueden usar los ministros ordinarios, a saber, el presbítero y el diácono. Bien, vamos ahora a iniciar algunas constataciones y reflexiones en torno a 2. LAS PROCESIONES EUCARÍSTICAS 101. El pueblo cristiano da testimonio público de fe y piedad religiosa hacia el Santísimo Sacramento con las procesiones en que se lleva la Eucaristía por las calles con solemnidad y con cantos. Corresponde al Obispo diocesano juzgar sobre la oportunidad, en las circunstancias actuales, acerca del tiempo, lugar y organización de tales procesiones, para que se lleven a cabo con dignidad y sin desdoro de la reverencia debida a este Santísimo Sacramento. C: A este respecto, es una bendición del Señor que todavía, en nuestros pueblos, se guarda respeto hacia estas manifestaciones y, salvo algún caso rarísimo, no se corre el riesgo de profanación. En las ciudades populosas y de mucho tránsito de vehículos, todos sabemos que conviene calcular bien la conveniencia, el recorrido, y tener en cuenta la solicitud de los permisos correspondientes de los poderes civiles. Con un cordial saludo, les invito a que continúen compartiendo con nosotros estas breves reflexiones, y que, con lenguaje catequético, las compartan con el pueblo de Dios. 14 CÁPSULA NOTAS PREVIAS DEL RITUAL PARA EL CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA. Continuamos hoy con la presentación de los últimos números de las Notas Previas del Ritual para el Culto eucarístico fuera de la misa. Partimos del número 102, que tiene referencia específica a la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi). 102. Entre las procesiones eucarísticas adquiere especial importancia y significación en la vida pastoral de la parroquia o de la ciudad la que suele celebrarse todos los años en la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, o en algún otro día más oportuno, cercano a esta solemnidad. Conviene, pues, que, donde las circunstancias actuales lo permitan y verdaderamente pueda ser signo colectivo de fe y de adoración, se conserve esta procesión de acuerdo con las normas del derecho. Pues, aparte de las razones propuestas en el número 6, la celebración del misterio eucarístico incluye de una manera más perfecta aquella comunión interna a la que se pretende llevar a los fieles con la exposición. A manera de comentario, incorporamos aquí dos textos del Magisterio post-conciliar. El primero de ellos, tomado de la Instrucción EUCHARISTICUM MYSTERIUM de la S. Congregación de Ritos y la Comisión Concilium, de fecha 25 de mayo de 1967, es el siguiente: “Los fieles, cuando adoran a Cristo presente en el sacramento, recuerden que esta presencia proviene del sacrificio y ordena a la Comunión al mismo tiempo sacramental y espiritual” (EM 50). El segundo proviene de la Carta Encíclica MYSTERIUM FIDEI, de Su Santidad el Papa Pablo VI, de fecha 3 de setiembre de 1965. Dice el Santo Padre: «Exhorto, pues, a los cristianos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar, porque todos estamos llamados a estar de modo permanente en la presencia de Dios, gracias al que se quedará con nosotros hasta el fin de los tiempos. En la contemplación, los cristianos perciben con mayor profundidad que el Misterio Pascual está en el centro de toda la vida cristiana. Este camino los lleva a unirse más intensamente al Misterio Pascual y a hacer del Sacrificio Eucarístico, don perfecto, el centro de su vida, según su vocación específica, en cuanto que confiere al pueblo cristiano una dignidad incomparable». (MF 67). Con un cordial saludo, les invito a que continúen compartiendo con nosotros estas breves reflexiones, y que, con lenguaje catequético, las compartan con el pueblo de Dios. 11 CÁPSULA DISTINTAS FORMAS DE EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Hoy vamos a dedicar nuestra atención a las distintas formas de exposición del Santísimo Sacramento, teniendo en cuenta su significado espiritual y las normas que las rigen. El n. 83 de las Notas Previas del Ritual, en su tercer parágrafo, termina diciendo: «Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles». COMENTANDO Y RECORDANDO Antes de la renovación conciliar existía la costumbre de celebrar eucaristías llamadas “misas coram Sanctísimo” (Misas ante el Santísimo expuesto). Un análisis serio de la teología de la celebración y de la presencia eucarística, condujo a la conclusión de que es un contrasentido celebrar la eucaristía, que por su misma naturaleza hace sacramentalmente presente al Señor bajo la apariencia de las especies eucaristizadas, ante la presencia. Por otra parte, la reserva eucarística nace de la celebración eucarística. Así es desde los orígenes y así es por naturaleza. Es por eso que las mismas Notas Previas, en otro momento, recomiendan que la exposición, la Hora Santa o cualquiera otra expresión de adoración pública, arranquen de la celebración eucarística y no al revés, como inocentemente lo hemos manejado en no pocos casos. Pasemos ahora a analizar las normas. NORMAS QUE SE HAN DE OBSERVAR EN LA EXPOSICIÓN 84. Ante El Santísimo Sacramento, ya reservado en el sagrario, ya expuesto para la adoración pública, sólo se hace genuflexión sencilla. Comentario: A generaciones jóvenes y de edad madura podrá causar sorpresa el que se mencione esta prescripción. El caso es que, antes de que aparecieran las presentes normas, era de rigor que la adoración se hiciera con genuflexión doble y, al mismo tiempo, inclinación profunda. 85. Para la exposición del Santísimo Sacramento en la custodia se encienden cuatro o seis cirios de los usuales en la misa, y se emplea el incienso. Para la exposición en el copón enciéndanse por lo menos dos cirios; se puede emplear el incienso. Comentario: Existe abundantemente la tendencia, por una devoción explicable pero que debe llevarse al conveniente equilibrio, de llenar de luces (velas) y flores el lugar de la exposición, al punto que lo que destaca es la ornamentación opacando el ostensorio. Por otra parte, es preciso tener en cuenta que la realización culminante de la eucaristía es la misma celebración sacramental, al punto de que no puede haber presencia eucarística ni exposición ni adoración si no se da la celebración que hace presente sacramentalmente al Señor que adoramos. Por esa razón, la ornamentación e iluminación en la exposición no debe sobrepasar la misma en la celebración del sacramento y sacrificio eucarístico. Exposición prolongada 86. En las iglesias y oratorios en que se reserva la Eucaristía, se recomienda cada año una exposición solemne del Santísimo Sacramento, prolongada durante algún tiempo, aunque no sea estricta- 16 mente continuado, a fin de que la comunidad local pueda meditar y adorar más intensamente este misterio. Pero esta exposición se hará solamente si se prevé una asistencia conveniente de fieles. Comentario: ¡Cuántos buenos recuerdos podemos invocar a este respecto! Pero también, ¡cuántos nuevos caminos se han abierto! Antes de la renovación conciliar hablábamos de los jueves eucarísticos (La Hora Santa es tradición de muchos años), los terceros domingos: Era costumbre exponer el Santísimo después de la segunda misa de la mañana (en las tardes no se celebraba) y reservarlo en la tarde con procesión eucarística dentro de la iglesia y bendición. Cuántos libros piadosos están aúnen las bibliotecas de muchos con subsidios para las Horas Santas, los 15 minutos delante del santísimo, etc. Hoy hablamos de prácticas como la Adoración Circular en todas las parroquias, rectorías y capellanías, adoración nocturna en algunas parroquias, mientras que en otras ya se ha establecido la exposición diurna y en algunas la adoración permanente. En todos los casos hay que tener el cuidado de que esté garantizada la presencia permanente de fieles adoradores. 17 12 CÁPSULA DISTINTAS FORMAS DE EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO – II PARTE En conformidad con el propósito que nos hicimos cuando iniciamos estas entregas, continuamos hoy presentando y comentando las Notas Previas del Ritual para el Culto Eucarístico fuera de la misa. 87. En caso de necesidad grave y general, el Ordinario del lugar puede ordenar preces delante del Santísimo Sacramento, expuesto durante algún tiempo más prolongado, y que debe hacerse en aquellas iglesias que son más frecuentadas por los fieles. C.: En tiempo de guerra, o de catástrofes cuyas consecuencias perduran haciendo daño, o de pestes (epidemiasendemias), o de carestía, etc. Hay sugeridas en las orientaciones de la Iglesia Universal varias medidas que puede ordenar el Ordinario en línea de Rogación. 88. Donde, por falta de un número conveniente de adoradores, no se puede tener la exposición sin interrupción, está permitido reservar el Santísimo Sacramento en el sagrario, en horas determinadas y dadas a conocer, pero no más de dos veces al día; por ejemplo, a mediodía y por la noche. C.: La costumbre laudable que se va generalizando de que, al menos en las iglesias parroquiales y en algunas capillas de casas religiosas, permanezca el Santísimo expuesto durante el día, conlleva la necesidad de establecer un mínimo de vigilancia que garantice la continuidad en los actos de adoración de parte de los fieles. En las iglesias parroquiales sucede que hay determinadas horas en que la afluencia de fieles para adorar no se mantiene permanente. Una buena vigilancia determinará las horas en que no hay fieles. Dos caminos: 1) reorganizar la presencia por turnos, de modo que la continuidad se garantice, o bien, 2) reservar la exposición en las horas en que no hay afluencia de fieles. Esta reserva puede hacerse de modo más simple; el sacerdote o el diácono, revestido de alba (o de sobrepelliz sobre traje talar) y de estola, después de una breve adoración, hecha la oración con los fieles, devuelve el Santísimo Sacramento al sagrario. De mismo modo, a la hora señalada se hace de nuevo la exposición. Exposición breve 89. Las exposiciones breves de Santísimo Sacramento deben ordenarse de tal manera que, antes de la bendición con el Santísimo Sacramento, se dedique un tiempo conveniente a la lectura de la palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la Oración en silencio prolongada durante algún tiempo. C.: Bienvenidos los clamores del Concilio de Trento, asumidos por el Vaticano II: Palabra y Rito son insepara- bles. Recomienda el C. Vat. II, (CS 51) y los documentos posteriores que aplican la renovación, que se tenga muy en cuenta la estrecha relación entre la palabra y los ritos expresivos de la eucaristía y los sacramentos. El decreto conciliar sobre el orden de los presbíteros enseña que «se requiere la predicación de la palabra para el ministerio de los sacramentos, puesto que son sacramentos de la fe, la cual procede de la palabra y de ella se nutren» (P.O. 4) De ahí la importancia de que no se haga la bendición simplemente por hacerla, sino que, lo mínimo, sea enmarcada en una celebración de la palabra de Dios, aunque sea breve, pero que dé lugar a la meditación de la intervención del Eterno en nuestro tiempo. Se prohíbe la exposición tenida únicamente para dar la bendición. C. Se aplica para esta última línea el mismo comentario anterior. las Constituciones o normas de su Instituto, tienen la adoración perpetua o prolongada por largo tiempo, se les recomienda con empeño que organicen esta piadosa costumbre según el espíritu de la sagrada liturgia, de forma que, cuando la adoración ante Cristo, el Señor, se tenga con participación de toda la comunidad, se haga con sagradas lecturas, cánticos y algún tiempo en silencio, para fomentar más eficazmente la vida espiritual de la comunidad. De esta manera se promueve entre los miembros de la casa religiosa el espíritu de unidad y fraternidad de que es signo y realización la Eucaristía y se practica el culto debido al Sacramento de forma más noble. C. Igualmente, en cuanto a la adoración en comunidades religiosas, se dan recomendaciones de que se aplique la modalidad de Celebración de la Palabra de Dios, de manera prolongada, enriqueciendo con momentos de silencio y contemplación, lecturas bíblicas y otras fruto de la espiritualidad de la Iglesia, cantos, algún testimonio, etc. CÁPSULA 13 EL MINISTRO DE LA 91. El ministro ordinario de la exposición del Santísimo Sacramento es el sacerdote o el diácono, que al final de la adoración, antes de reservar el Sacramento, bendice al pueblo con el mismo Sacramento. En ausencia del sacerdote o diácono, o legítimamente impedidos, pueden exponer públicamente la santísima Eucaristía a la adoración de los fieles y reservarla después, el acólito u otro ministro extraordinario de la sagrada comunión, o algún otro autorizado por el Ordinario del lugar. C: En este caso, como también en lo que atañe a la distribución de la sagrada comunión, se hace la diferencia clara entre lo que es un ministro ordinario, y lo que es un ministro extraordinario. En la exposición, bendición y reserva del santísimo Sacramento, estando presente el ministro ordinario (presbítero o diácono) no debe delegar su función en un ministro extraordinario. En este caso el ministro extraordinario sólo puede ejercer su función en ausencia del ordinario. (Conviene advertir que, cuando se trata de la distribución de la comunión dentro de la celebración eucarística, el ministro extraordinario sólo entra en acción cuando el ministro ordinario se lo pide, pero nunca en suplencia de éste último, sino colaborando con él, que es, en primer lugar, quien debe actuar). EXPOSICIÓN DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA La adoración en las comunidades religiosas 90. A las comunidades religiosas y otras piadosas asociaciones que, según reservar el Santísimo Sacramento. Partimos, entonces, del n. 91 de las Notas Previas. Corresponde analizar qué niveles de compromiso se dan entre las personas autorizadas o habilitadas para exponer y Todos éstos pueden hacer la exposición abriendo el sagrado, o también, si se juzga oportuno, poniendo el copón sobre el altar, o poniendo la hostia en la custodia. Al final de la adoración guardan el