REFLEXIONES DEL PADRE FUNDADOR Doce de octubre, día del descubrimiento de América El doce de octubre en la madrugada, era un día viernes, doce de octubre, al amanecer, el marinero Rodrigo de Triana gritó: “tierra”. Colón se había topado con América. Esto trajo todo un tema que esta desarrollado en una novela que se llama “El jugón de terciopelo”. Porque parece que Colón había prometido una recompensa al primero que viera tierra, en el derrotero de las naves y nunca le dio esta recompensa a Rodrigo de Triana, lo cual trajo una serie de escabrosas vicisitudes que desarrolla en esa novela, que no es el caso ahora relatar. Pero en todo caso pienso que en realidad no le han dado la recompensa porque ya en la noche del jueves al viernes, antes de que amaneciera, en el diario de Colón, que algunos dicen que es apócrifo, pero bueno supongamos que no es apócrifo, en el diario de Colón se dice que habían visto fuego, y al ver fuego significa que había tierra, el fuego no se puede prender en el agua. Mas allá de lo que fuera es un hecho de gran importancia para la vida de nuestros países y que se enlace con la presencia de la festividad de la Pilarica en España, porque lógicamente el descubrimiento de América, o al toparse Colón con América se inicia el descubrimiento. El descubrimiento significa que la cristiandad en ese momento manifestada en la hispanidad, le descubre a América, los valores de la cultura cristiana. América era un territorio que hasta ese momento no existía. Y lo poco de vida que existía ahí era fruto de un salvajismo espantoso, no se puede hablar de cultura, se puede hablar de una proto-cultura si ustedes quieren. En 1492, cuando se descubre América, empezaba a florecer el Renacimiento en Europa. 1492 hacía ya dos siglos que había muerto Tomás de Aquino. Europa estaba llena de catedrales góticas. Los árabes hacía ya muchos siglos que habían incursionado en la medicina, la astronomía, en la ciencia. De tal manera que pretender decir que estos son los pueblos originarios, las culturas fundantes, es como aceptar la tesis darwininana de que descendemos del chimpancé o de los monos. Aquí no había nada, por eso se descubre América. Y quizá la epopeya más importante del mundo, de la historia de la humanidad, sea el traslado de una cultura de un continente a otro, porque lo que hace España a través de sus misioneros y 1 cumpliendo el mandato de los Reyes Católicos, al decidir que se conviertan a los naturales a la fe católica, es transportar una cultura de un continente a otro. Por eso asombra y al mismo tiempo se entiende que en 1538, todavía no se han cumplido cincuenta años de que Colón se topa con América, se funda la primera universidad en América, en la isla de Santo Domingo. Los dominicos fundamos la primera universidad, que no es la de San Marcos, es esta la primera. Y detrás de esta primer universidad en 1538, van a venir veinte universidades distribuidas a lo largo del continente. Y las universidades no se hacen con lo peor, se hace siempre con lo mejor de la sociedad. Hay dos realidades que hacen posible el trasladar o transferir una cultura de un continente a otro, como en este caso. Las ciudades y la educación de las universidades, es tarea que en los diversos niveles de realización la van a hacer los misioneros. Y van a incorporar además lo incorporable de lo que se encuentra aquí, y le van a dar estructura por ejemplo a los idiomas indígenas, que no tenían ni estructura gramatical ni escrituras. Los misioneros, obligados a aprender la lengua de los naturales para evangelizarlos, elaboran las gramáticas, como los jesuitas la gramática del idioma de los indios guaraníes o los capuchinos y franciscanos la gramática del idioma araucano, que no tenía ni siquiera el verbo “ser”. Y nosotros tenemos en nuestra biblioteca un librito que me regalaron, una copia de un librito del siglo XVI, una traducción del idioma “mosca”, de los indios de Colombia, al español, con un catecismo sobre el sacramento de la confesión. Bueno, pero no tenemos mucho tiempo. Esto daría por supuesto para una buena meditación. Pero lo que sí me interesa destacar, es que todas esas realidades que llegan a América no van a ser la imitación de una cultura, porque la cultura es siempre un hecho vital, vivo, que está reclamando espíritu de libertad en la comunidad que la recibe. Se va a gestar, se va a transferir una cultura y con lo transferible de esa cultura, en el centro de la cual están los valores religiosos, se va a gestar una nueva cultura que es la cultura criolla, que no es ni aborigen ni europea, es criolla. Y eso es fácil descubrirla a través de un estudio, siguiendo el decurso de cómo se van dando los acontecimientos del desarrollo material, espiritual y cultural de Hispanoamérica. ¿Que ocurre en América? En América ocurre que se constituyen ciudades, no factorías. Los protestantes holandeses y mis primos los ingleses, hacían factorías comerciales, como se puede conocer por ejemplo leyendo los relatos de los viajeros que dan vuelta al mundo. Ellos relatan cómo los holandeses tenían estas factorías comerciales y tenían el predominio total 2 del manejo de las especies del oriente, porque a ellos ahí no les interesaba ni convertir a los indios ni inculturizarlos. Necesitaban comercializar las especies. Aquí España funda ciudades, porque al transferir la cultura, el lugar natural de una cultura es la ciudad. Y con la ciudad aparece un cierto territorio, pero más que un territorio, un espíritu que va gestando una comunidad. Una ciudad, no es sólo un territorio. Detrás está la presencia viva de los caudillos que son los que aglutinan a las comunidades y preservan los bienes de las comunidades y los valores de las comunidades. Así se hace América, eso lo desarrolla muy bien Vicente Sierra en su libro “Así se hizo América”. Ahí van a estar presentes los valores fundantes de nuestra nacionalidad, de nuestros pueblos hispanoamericanos. Y por eso la importancia de los caudillos, porque la organización nacional no empieza en 1953, empieza con Rosas, que es el gran caudillo a quien los gobernadores le dan el manejo de las relaciones exteriores de la Confederación. Cuando los constituyentes de 1853 redactan la Constitución, dicen: “en cumplimiento de pactos preexistentes”; esos pactos preexistentes que se nuclean en el pacto de San José de Flores en 1831, ¿qué es lo que han incorporado a la nacionalidad? Incorporan todas las relaciones y valores, los usos, costumbres, culturas propias de su identidad y que constituyen un todo mucho más trascendente que una definición territorial. El federalismo no es simplemente un hecho jurídico de reconocerle a cada provincia un territorio, sino de recoger todos los valores de la cultura que se había gestado detrás de estas ciudades, casi ciudades estado, que tenían como cabeza un caudillo, y esos valores culturales son los que la Constitución se compromete a preservar y de alguna manera están descriptos en el Preámbulo de la Constitución Nacional, cuando finalmente dice: “Invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”. Nuestra Constitución no es deísta como es la Constitución americana, sino que es teísta, dado que al reconocer a Dios como fuente de toda razón y justicia, lo esta reconociendo como creador providente y gobernador. A esta ley suprema se somete la misma Constitución. Y esto es lo que se ha quebrado en la Argentina de hoy, por eso esta es una buena ocasión para pedirle al Señor a través de la Virgen del Pilar, que nos ayude a restaurar. No se trata de volver a tener mulatos que vendan “pastelitos calientes que queman los dientes”, o aguateros que repartan agua por los barrios, porque eso ya pasó. Pero se trata de que, en la sociedad contemporánea, podamos restaurar de nuevo, la fuerza y la vigencia de esos valores, que en 3 la Argentina están concentrados o contenidos en la palabra Federalismo. Hay que volver a hacer, no un federalismo jurídico, sino un federalismo cultural, como lo fue en sus inicios cuando la Constitución hace alusión a los pactos preexistentes que son los que dieron fuerza y dieron sostén cultural a la Nación, en aquellos años de la organización nacional. Que la Virgen nos lo conceda. Amén. 4