Revolución Francesa Si bien la organización política de Francia

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Revolución Francesa
Si bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía
constitucional durante 71 años después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado
de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y
dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se
convirtieron en la fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del sistema
monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó con un discurso
capaz de volverlo ilegítimo.
Antecedentes
Los escritores del siglo XVIII, filósofos, politólogos, científicos y economistas, denominados
philosophes, y desde 1751 enciclopedistas, contribuyeron a minar las bases del Derecho Divino de
los reyes. Pero ya en el racionalismo de René Descartes podría quizá encontrarse el fundamento
filosófico de la Revolución. De este modo, la sola proposición «Pienso, luego existo» llevaría
implícito el proceso contra Luis XVI.
La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban en
la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece Colonias
norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea. Tanto la influencia de la
Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico para el
inicio de la revolución en Francia.
Causas
En términos generales fueron varios los factores que influyeron en la Revolución: un régimen
monárquico que sucumbiría ante su propia rigidez en el contexto de un mundo cambiante; el
surgimiento de una clase burguesa que nació siglos atrás y que había alcanzado un gran poder en
el terreno económico y que ahora empezaba a propugnar el político; el descontento de las clases
populares; la expansión de las nuevas ideas liberales; la crisis económica que imperó en Francia
tras las malas cosechas agrícolas y los graves problemas hacendísticos causados por el apoyo
militar a la independencia de Estados Unidos. Esta intervención militar se convertiría en arma de
doble filo, pues, pese a ganar Francia la guerra contra Gran Bretaña y resarcirse así de la anterior
derrota en la Guerra de los Siete Años, la hacienda quedó en bancarrota y con una importante
deuda externa. Los problemas fiscales de la monarquía, junto al ejemplo de democracia del nuevo
Estado emancipado precipitaron los acontecimientos.
Desde el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales como las expuestas por
Voltaire, Rousseau o Montesquieu (como por ejemplo, los conceptos de libertad política, de
fraternidad y de igualdad, o de rechazo a una sociedad dividida, o las nuevas teorías políticas sobre
la separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el prestigio de las instituciones del
Antiguo Régimen, ayudando a su desplome.
Desde el punto de vista económico, la inmanejable deuda del Estado fue exacerbada por un
sistema de extrema desigualdad social y de altos impuestos que los estamentos privilegiados,
nobleza y clero no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la sociedad. Hubo un
aumento de los gastos del Estado simultáneo a un descenso de la producción agraria de
terratenientes y campesinos, lo que produjo una grave escasez de alimentos en los meses
precedentes a la Revolución. Las tensiones, tanto sociales como políticas, mucho tiempo
contenidas, se desataron en una gran crisis económica a consecuencia de los dos hechos
puntuales señalados: la colaboración interesada de Francia con la causa de la independencia
estadounidense (que ocasionó un gigantesco déficit fiscal) y el aumento de los precios agrícolas.
El conjunto de la población mostraba un resentimiento generalizado dirigido hacia los privilegios
de los nobles y el dominio de la vida pública por parte de una ambiciosa clase profesional y
comerciante. El ejemplo del proceso revolucionario estadounidense abrió los horizontes de
cambio político.
Estados Generales de 1789
Los Estados Generales estaban formados por los representantes de cada estamento. Estos estaban
separados a la hora de deliberar, y tenían sólo un voto por estamento. La convocatoria de 1789
fue un motivo de preocupación para la oposición, por cuanto existía la creencia de que no era otra
cosa que un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo. La cuestión
que se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir
que el conjunto de los diputados de los Estados Generales representaba la voluntad de la nación.
El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto político, particularmente por la
determinación del sistema de votación. El Parlamento de París propuso que se mantuviera el
sistema de votación que se había usado en 1614, si bien los magistrados no estaban muy seguros
acerca de cuál había sido en realidad tal sistema. Sí se sabía, en cambio, que en dicha asamblea
habían estado representados (con el mismo número de miembros) la nobleza (Primer Estado), el
clero (Segundo Estado) y la burguesía (Tercer Estado). Inmediatamente, un grupo de liberales
parisinos denominado «Comité de los Treinta», compuesto principalmente por gente de la
nobleza, comenzó a protestar y agitar, reclamando que se duplicara el número de asambleístas
con derecho a voto del Tercer Estado (es decir, los «Comunes»). El gobierno aceptó esta
propuesta, pero dejó a la Asamblea la labor de determinar el derecho de voto. Este cabo suelto
creó gran tumulto.
El rey y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los miembros del Tercer Estamento se
autoproclamaron Asamblea Nacional, y se comprometieron a escribir una Constitución. Sectores
de la aristocracia confiaban en que estos Estados Generales pudieran servir para recuperar parte
del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que en 1614. Ahora existía una élite
burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e intereses que chocaban frontalmente con los
de la nobleza (y también con los del pueblo, cosa que se demostraría en los años siguientes).
Asamblea Nacional
El Juramento del Juego de Pelota, obra de Jacques-Louis David.Cuando finalmente los Estados
Generales de Francia se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 y se originaron las disputas
respecto al tema de las votaciones, los miembros del Tercer Estado debieron verificar sus propias
credenciales, comenzando a hacerlo el 28 de mayo y finalizando el 17 de junio, cuando los
miembros del Tercer Estado se declararon como únicos integrantes de la Asamblea Nacional: ésta
no representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. La primera medida de la Asamblea fue
votar la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano». Si bien invitaron a los
miembros del Primer y Segundo Estado a participar en esta asamblea, dejaron en claro sus
intenciones de proceder incluso sin esta participación.
La monarquía, opuesta a la Asamblea, cerró las salas donde ésta se estaba reuniendo. Los
asambleístas se mudaron a un edificio cercano, donde la aristocracia acostumbraba a jugar el
juego de la pelota, conocido como Jeu de paume. Allí es donde procedieron con lo que se conoce
como el «Juramento del Juego de la Pelota» el 20 de junio de 1789, prometiendo no separarse
hasta tanto dieran a Francia una nueva constitución. La mayoría de los representantes del clero se
unieron a la Asamblea, al igual que 47 miembros de la nobleza. Ya el 27 de junio, los
representantes de la monarquía se dieron por vencidos. También por esa fecha grandes
contingentes de tropas militares comenzaron a llegar a París y Versalles. Los mensajes de apoyo a
la Asamblea llovieron desde París y otras ciudades. El 9 de julio la Asamblea se nombró a sí misma
«Asamblea Nacional Constituyente».
Estalla la revolución
La Libertad guiando al pueblo, pintura de Eugène Delacroix, erróneamente asociada a la
Revolución de 1789 pese a que corresponde a los sucesos revolucionarios de 1830. Museo del
Louvre, ParísEl 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles
conservadores al igual que la de su hermano, el Conde D'Artois, despidió al ministro Necker y
ordenó la reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París interpretó esta
medida como un auto-golpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de los
militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo por el miedo a lo que les
podría suceder.
El 14 de julio el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor de que
las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo
monárquico, pero también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones
apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión,
matando a su gobernador, el Marqués Bernard de Launay. Si bien sólo cuatro presos fueron
liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo lo que resultaba despreciable en
el Antiguo Régimen. Retornando al Ayuntamiento, la multitud acusó al alcalde Jacques de
Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y exhibida en la
ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la costumbre de pasear en una pica las
cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la Revolución.
La Revolución se fue extendiendo por ciudades y pueblos, creándose nuevos ayuntamientos que
no reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente. Los campesinos dejaron de
pagar impuestos y destruyeron castillos y todo lo que simbolizaba a la aristocracia. La Asamblea
Nacional, actuando detrás de los nuevos acontecimientos, suprimió por ley las servidumbres
personales (abolición del feudalismo), los diezmos y las justicias señoriales, que ya habían sido
suprimidos de hecho por el campesinado, instaurando la igualdad ante el impuesto, ante penas y
en el acceso a cargos públicos. El rey, junto con sus seguidores militares, retrocedió al menos por
el momento. Lafayette tomó el mando de la Guardia Nacional de París y Jean-Sylvain Bailly,
presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo alcalde de París. El rey
visitó París el 27 de julio y aceptó la escarapela tricolor.
Sin embargo, después de estos actos de violencia, los nobles, no muy seguros del rumbo que
tomaría la reconciliación temporal entre el rey y el pueblo, comenzaron a salir del país, algunos
con la intención de fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a las naciones europeas a
respaldar al rey. Éstos fueron conocidos como los émigrés («emigrados»).
La insurrección motivada por el descontento popular siguió extendiéndose por toda Francia. En las
áreas rurales, para protestar contra los privilegios señoriales, se llevaron a cabo actos de quema
de títulos sobre servidumbres, derechos feudales y propiedad de tierras, y varios castillos y
palacios fueron atacados. Esta insurrección agraria se conoce como La Grande Peur (el Gran
Miedo).
El 4 de agosto de 1789, en la llamada «Noche de la locura», la Asamblea Nacional Constituyente
abolió el feudalismo, eliminando las prebendas que recibía el clero y los derechos señoriales de los
nobles (como por ejemplo, el privilegio de no pagar impuestos del que gozaban). En cuestión de
horas, los nobles y el clero perdieron sus privilegios. El curso de los acontecimientos estaba ya
marcado, si bien llevó cuatro años la implantación del nuevo modelo.
Pérdida de poder de la Iglesia
La revolución se enfrentó duramente con la Iglesia católica que pasó a depender del Estado. En
1790 se eliminó la autoridad de la Iglesia de imponer impuestos sobre las cosechas, se eliminaron
también los privilegios del clero y se confiscaron sus bienes. Bajo el Antiguo Régimen la Iglesia era
el mayor terrateniente del país. Más tarde se promulgó una legislación que convirtió al clero en
empleados del Estado. Estos fueron unos años de dura represión para el clero, siendo comunes la
prisión y masacre de sacerdotes en toda Francia. El Concordato de 1801 entre la Asamblea y la
Iglesia finalizó este proceso y establecieron normas de convivencia que se mantuvieron vigentes
hasta el 11 de diciembre de 1905, cuando la Tercera República sentenció la separación definitiva
entre la Iglesia y el Estado. El viejo calendario gregoriano, propio de la religión católica fue anulado
por Billaud-Varenne, en favor de un «calendario republicano» y una nueva era que establecía
como primer día el 22 de septiembre de 1792.
Aparición de los partidos
En una Asamblea que se quería plural y cuyo propósito era la redacción de una constitución
democrática, los 1.200 constituyentes representaban las diversas tendencias políticas del
momento.
La derecha representaba a las antiguas clases privilegiadas. Sus oradores más brillantes eran el
aristócrata Cazalès, en representación de la nobleza, y el abad Jean-Sifrein Maury, en
representación del alto clero. Se oponían sistemáticamente a todo tipo de reformas y buscaban
más sembrar la discordia que proponer medidas.
En torno al antiguo ministro Jacques Necker se constituyó un partido moderado, poco numeroso,
que abogaba por el establecimiento de un régimen parecido al británico: Jean Mounier, el Conde
de Lally-Tollendal, el Conde de Clermont-Tonnerre y el Conde de Vyrieu, formaron un grupo
denominado «Demócratas Realistas Se les llamó más tarde "partido monárquico".
El resto (y mayoría) de la Asamblea conformaba lo que se llamaba el partido de la nación. En él se
dibujaban dos grandes tendencias sin que ninguna tuviera homogeneidad ideológica. Mirabeau,
Lafayette y Bailly representaban la alta burguesía, mientras que el triunvirato compuesto por
Barnave, Duport y Lameth encabezaba los que defendían las clases más populares; los tres
procedían del Club Breton y eran portavoces de las sociedades populares y de los clubes.
Representaban la franja más izquierdista de la Asamblea, dado que aún no se manifestaban los
grupos radicales que iban a aparecer más adelante.
En ese primer periodo constituyente, los líderes indiscutibles de la Asamblea eran Mirabeau y el
abad Sieyès.
El 27 de agosto de 1789 la Asamblea publicó la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano inspirándose en parte en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y
estableciendo el principio de libertad, igualdad y fraternidad. Dicha declaración establecía una
declaración de principios que serían la base ineludible de la futura Constitución.
Camino a la Constitución
La Asamblea Nacional Constituyente no era sólo un órgano legislativo sino la encargada de
redactar una nueva Constitución. Algunos, como Necker, favorecían la creación de una asamblea
bicameral en donde el senado sería escogido por la Corona entre los miembros propuestos por el
pueblo. Los nobles, por su parte, favorecían un senado compuesto por miembros de la nobleza
elegidos por los propios nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis liberal de que la Asamblea tendría
una sola cámara, quedando el rey sólo con el poder de veto, pudiendo posponer la ejecución de
una ley, pero no su total eliminación.
El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado por el pueblo de
París, compuesto fundamentalmente por mujeres (llamadas despectivamente «Las Furias»), que
marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles. Tras varios incidentes, el rey y su familia se
vieron obligados a abandonar Versalles y se trasladaron al Palacio de las Tullerías en París.
Desde el aniversario de la toma de la Bastilla hasta la muerte de Mirabeau
Los electores habían escogido a los miembros de los Estados Generales por un periodo de un año,
pero de acuerdo al Juramento del Jeu de paume, los miembros del Tercer Estado, también
llamados los «comunes», acordaron no abandonar la Asamblea en tanto no se hubiera elaborado
una Constitución.
Durante 1790 se intensificó la lucha política e incluso se produjeron movimientos antirevolucionarios, pero sin éxito. En este periodo se comenzaron a formar «clubes» políticos entre
los que destacaban los Jacobinos. En agosto de 1790 existían 152 clubes jacobinos.
Mientras tanto, la Asamblea trabajaba para establecer una nueva Constitución. Una nueva
organización judicial dio características temporales a todos los magistrados y total independencia
de la Corona. Al rey sólo le quedó el poder ejecutivo. La asamblea, por su parte, eliminó todas las
barreras comerciales y suprimió las organizaciones empresariales y obreras; en adelante, los
individuos que quisieran desarrollar prácticas comerciales necesitarían una licencia, y se abolió el
derecho a la huelga.
A principios de 1791, la Asamblea consideró introducir una legislación contra los franceses que
emigraron durante la Revolución (émigrés). Se pretendía coartar la libertad de salir del país.
Mirabeau se opuso rotundamente a esto. Sin embargo, el 2 de marzo de 1791 Mirabeau fallece, y
la Asamblea adopta esta draconiana medida.
El 20 de junio de 1791, Luis XVI, opuesto al curso que iba tomando la Revolución, huyó junto con
su familia de las Tullerías. Sin embargo, al día siguiente cometió la imprudencia de dejarse ver, fue
arrestado en Varennes por un oficial del pueblo y devuelto a París escoltado por la guardia. A su
regreso a París el pueblo se mantuvo en silencio, y tanto él como su esposa, María Antonieta, sus
dos hijos (María Teresa y Luis-Carlos, futuro Luis XVII) y su hermana (Madame Isabel)
permanecieron bajo custodia.
Últimos días de la Asamblea Constituyente
Aun cuando existía una fuerte corriente política que favorecía la monarquía constitucional, al final
venció la tesis de mantener al rey como una figura decorativa. Jacques Pierre Brissot introdujo una
petición insistiendo en que, a los ojos del pueblo, Luis XVI había sido depuesto por el hecho de su
huida. Una inmensa multitud se congregó en el Campo de Marte para firmar dicha petición.
Georges Danton y Camille Desmoulins pronunciaron discursos exaltados. La Asamblea pidió a las
autoridades municipales guardar el orden. Bajo el mando de La Fayette, la Guardia Nacional se
enfrentó a la multitud. Al principio, tras recibir una oleada de piedras, los soldados respondieron
disparando al aire; dado que la multitud no cedía, Lafayette ordenó disparar a los manifestantes,
ocasionando más de 50 muertos.
Tras esta masacre, las autoridades cerraron varios clubes políticos, así como varios periódicos
radicales como el que editaba Jean-Paul Marat. Danton se fugó a Inglaterra y Desmoulins y Marat
permanecieron escondidos.
Mientras tanto, la Asamblea había redactado la Constitución y el rey había sido restituido,
aceptándola. El rey pronunció un discurso ante la Asamblea, que fue acogido con un fuerte
aplauso. La Asamblea Constituyente cesó en sus funciones el 29 de septiembre de 1791.
La Asamblea Legislativa y la caída de la monarquía
Toma del palacio de las Tullerías en 1793.Bajo la Constitución de 1791, Francia funcionaría como
una monarquía constitucional. El rey tenía que compartir su poder con la Asamblea, pero todavía
mantenía el poder de veto y la potestad de elegir a sus ministros.
La Asamblea Legislativa se reunió por primera vez el 1 de octubre de 1791, degenerando en un
caos un año después. La componían 264 diputados situados a la derecha: feuillants (dirigidos por
Barnave, Duport y Lameth), y girondinos, portavoces republicanos de la gran burguesía. En el
centro figuraban 345 diputados independientes, carentes de programa político definido. A la
izquierda 136 diputados inscritos en el club de los jacobinos o en el de los cordeliers, que
representaban al pueblo llano parisino a través de sus periódicos L´Ami du Peuple y Le Père
Duchesne, y con Marat y Hebert como portavoces. Pese a su importancia social y el apoyo popular
y de la pequeña burguesía, en la Asamblea era escasa la influencia de la izquierda, pues la
Asamblea estaba dominada por las ideas políticas que representaban los girondinos. Mientras los
jacobinos tienen detrás a la gran masa de la pequeña burguesía, los cordeliers cuentan con el
apoyo del pueblo llano, a través de las secciones parisienses.
Este gran número de diputados dio lugar a los clubes, germen de los partidos políticos. El más
célebre de entre éstos fue el partido de los jacobinos, dominado por Robespierre. A la izquierda de
este partido se encontraban los cordeleros, quienes defendían el sufragio universal masculino
(derecho de todos los hombres al voto a partir de una determinada edad). Los cordeliers querían
la eliminación de la monarquía e instauración de la república. Estaban dirigidos por Jean-Paul
Marat y Georges Danton, representando siempre al pueblo más humilde. El grupo de ideas más
moderadas era el de los girondinos, que defendían el sufragio censitario y propugnaban una
monarquía constitucional. También se encontraban aquellos que formaban parte de «el Pantano»,
o «el Llano», como eran llamados aquellos que no tenían un voto propio, y que se iban por las
proposiciones que más les convenían, ya vinieran de los jacobinos o de los girondinos.
En los primeros meses de funcionamiento de la Asamblea, el rey había vetado una ley que
amenazaba con la condena a muerte a los émigrés, y otra que exigía al clero prestar juramento de
lealtad al Estado. Desacuerdos de este tipo fueron los que llevaron más adelante a la crisis
constitucional.
Mientras tanto, dos potencias absolutistas europeas, Austria y Prusia, se dispusieron a invadir la
Francia revolucionaria, lo que hizo que el pueblo francés se convirtiera en un ejército nacional,
dispuesto a defender y a difundir el nuevo orden revolucionario por toda Europa. Durante la
guerra, la libertad de expresión permitió que el pueblo manifestase su hostilidad hacia la reina
María Antonieta (llamada «la Austriaca» por ser hija de un emperador de aquel país y «Madame
Déficit» por el gasto que representaba al Estado, que no era mayor que la mayoría de los
cortesanos) y contra Luis XVI, que casi siempre se negaba a firmar leyes propuestas por la
Asamblea Legislativa.
El 10 de agosto de 1792, las masas asaltaron el Palacio de las Tullerías, y la Asamblea Legislativa
volvió a suspender las funciones constitucionales del rey. La Asamblea acabó convocando
elecciones con el objetivo de configurar (por sufragio universal) un nuevo parlamento que recibiría
el nombre de Convención. Aumentaba la tensión política y social en Francia, así como la amenaza
militar de las potencias europeas. El conflicto se planteaba así entre una monarquía constitucional
francesa en camino de convertirse en una democracia republicana, y las monarquías europeas
absolutas. El nuevo parlamento elegido ese año abolió la monarquía y proclamó la República. Creó
también un nuevo calendario, según el cual el año 1792 se convertiría en el año 1 de su nueva era.
El gobierno pasó a depender de la Comuna insurreccional. Cuando la Comuna envió grupos de
sicarios a las prisiones, asesinaron a 1.400 víctimas, y pidió a otras ciudades de Francia que
hicieran lo mismo, la Asamblea no opuso resistencia. Esta situación persistió hasta el 20 de
septiembre de 1792, en que se creó un nuevo cuerpo legislativo denominado Convención, que de
hecho se convirtió en el nuevo gobierno de Francia.
La Convención
Ejecución del rey Luis XVIEl poder legislativo de la nueva República estuvo a cargo de la
Convención, mientras que el poder ejecutivo recayó sobre el Comité de Salvación Nacional.
En el Manifiesto de Brunswick, los Ejércitos Imperiales y de Prusia amenazaron con invadir Francia
si la población se resistía al restablecimiento de la monarquía. Esto ocasionó que Luis XVI fuera
visto como conspirador con los enemigos de Francia. El 17 de enero de 1793, la Convención
condenó al rey a muerte por una pequeña mayoría, acusándolo de «conspiración contra la libertad
pública y la seguridad general del Estado». El 21 de enero el rey fue ejecutado, lo cual encendió
nuevamente la mecha de la guerra con otros países europeos. La reina María Antonieta, nacida en
Austria y hermana del Emperador, fue ejecutada el 16 de octubre del mismo año, iniciándose así
una revolución en Austria para sustituir a la reina. Esto provocó la ruptura de toda relación entre
ambos países.
El reino del terror
La guillotina, que fue el instrumento de ejecución de entre 35.000 a 40.000 personas durante la
época del terror. Aquí, guillotina alemana empleada en Baden-Wurtemberg en el siglo XIX.
9 de Thermidor, la caída de Robespierre. El mismo día en el que se reunía la Convención (20 de
septiembre de 1792), todas las tropas francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos
de toda Francia) derrotaron por primera vez a un ejército prusiano en Valmy, lo cual señalaba el
inicio de las llamadas Guerras Revolucionarias Francesas.
Sin embargo, la situación económica seguía empeorando, lo cual dio origen a revueltas de las
clases más pobres. Los llamados sans-culottes expresaban su descontento por el hecho de que la
Revolución francesa no sólo no estaba satisfaciendo los intereses de las clases bajas sino que
incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio a éstas (libertad de precios,
libertad de contratación, Ley de Chapelier, etc.). Al mismo tiempo se comenzaron a gestar luchas
antirrevolucionarias en diversas regiones de Francia. En la Vandea, un levantamiento popular fue
especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por el rey y las tradiciones católicas,
provocando la llamada Guerra de Vandea, reprimida tan cruentamente por las autoridades
revolucionarias parisinas que se ha llegado a calificar de genocidio. Por otra parte, la guerra
exterior amenazaba con destruir la Revolución y la República. Todo ello motivó la trama de un
golpe de estado por parte de los jacobinos, quienes buscaron el favor popular en contra de los
girondinos. La alianza de los jacobinos con los sans-culottes se convirtió de hecho en el centro del
gobierno.
Los jacobinos llevarían en su política algunas de las reivindicaciones de los sans-culottes y las
clases bajas, pero no todas sus reivindicaciones serían aceptadas, y jamás se cuestionó la
propiedad privada. Los jacobinos no pusieron nunca en duda el orden liberal, pero sí llevaron a
cabo una democratización del mismo, pese a la represión que desataron contra los opositores
políticos (tanto conservadores como radicales).
Charlotte Corday tras asesinar a Marat, obra de Paul BaudrySe redactó en 1793 una nueva
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, y una nueva constitución de tipo
democrático que reconocía el sufragio universal. El Comité de Salvacion Pública cayó bajo el
mando de Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo que se denominó el Reinado del
Terror (1793–1794). No menos de 10.000 personas fueron guillotinadas ante acusaciones de
actividades contrarrevolucionarias. La menor sospecha de dichas actividades podía hacer recaer
sobre una persona acusaciones que eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo total de
víctimas varía, pero se cree que pudieron ser hasta 40.000 los que fueron víctimas del Terror.
En 1794, Robespierre procedió a ejecutar a ultrarradicales y a jacobinos moderados. Su
popularidad, sin embargo, comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794, ocurrió otra revuelta
popular contra Robespierre, apoyada por los moderados que veían peligroso el trayecto de la
Revolución, cada vez más exaltada. El pueblo, por otro lado, se rebela contra la condición
burguesa de Robespierre que revolucionario antes, ahora persigue a Verlet, Leclerc y Roux. Los
miembros de la Convención lograron convencer al «Pantano», y derrocar y ejecutar a Robespierre
junto con otros líderes del Comité de Salvación Pública. La Convención aprobó una nueva
Constitución el 17 de agosto de 1795, ratificada el 26 de septiembre en un plebiscito.
La nueva legislación confería el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros
llamados directores. El poder legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por
el Consejo de Ancianos (250 miembros) y el Consejo de los Quinientos.
Napoleón Bonaparte, Primer Cónsul.La nueva Constitución encontró la oposición de grupos
monárquicos y jacobinos. Hubo diferentes revueltas que fueron reprimidas por el ejército, todo lo
cual motivó que el general Napoleón Bonaparte, retornado de su campaña en Egipto, diera el 9 de
noviembre de 1799 un golpe de estado (18 de Brumario) instalando el Consulado.
El Consulado
El Consulado daba a Napoleón de forma efectiva poderes dictatoriales, cerrando con esto el
capítulo histórico de la Revolución francesa.
El cargo de cónsules lo ostentaron Napoleón Bonaparte, Sieyès y Ducos temporalmente hasta el
12 de diciembre de 1799. Posteriormente, Sieyés y Ducos fueron reemplazados por Jean Jacques
Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun, quienes siguieron en el cargo hasta 1804, cuando
Napoleón fue coronado Emperador de los Franceses.
Primer Imperio
El Primer Imperio Francés, conocido comúnmente como el Imperio Napoleónico, cubre el periodo
de la poderosa irradiación y dominación de Francia sobre la Europa Continental, bajo el gobierno
de Napoleón I, Emperador de los franceses y Rey de Italia. Oficialmente, el término se refiere al
periodo comprendido entre el fin del Consulado hasta la Restauración de la monarquía borbónica,
aunque posteriormente vivió un epílogo entre el periodo de los Cien Días (1 de marzo de 1815) y la
abdicación final de Napoleón, el 22 de junio de 1815. Es este un periodo de la historia de Francia
caracterizado por las feroces campañas bélicas que le fueron impuestas a sangre y fuego,
promovidas y financiadas todas por Inglaterra, y ejecutadas por procuración por sus aliados
continentales a lo largo de siete coaliciones internacionales. Estos conflictos son conocidos como
Guerras Napoleónicas, pero ésta expresión engañosa e incorrecta históricamente ha sido
fuertemente rebatida en años recientes, y en la actualidad comienza a difuminarse en provecho
del término más apropiado de «Guerras de Coalición».
El nuevo gobierno instaurado, a pesar de ser una monarquía, mejoraba las condiciones de vida del
tercer estamento, otorgándoles derechos y obligaciones morales y cívicas iguales a los otros dos
estamentos (el clero y los nobles); por lo que Napoleón recibió un gran apoyo popular.
La Bandera Francesa y los símbolos de la Revolución
Escarapela tricolor. Los tres colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos pabellones,
uniformes y banderas de Francia antes del siglo XVIII. El azul y el rojo eran los colores de la villa de
París desde el siglo XIV, y el blanco era en aquella época el color del reino de Francia, y por
extensión de la monarquía borbónica.
Cuando Luis XVI visitó a la recién creada Guardia Nacional en el Ayuntamiento de París el 17 de
julio de 1790, aparece por primera vez la escarapela tricolor, ofrecida al Rey por el comandante de
la Guardia, el marqués de La Fayette. Unía la escarapela de la Guardia Nacional que llevaba los
colores de la capital, con el color blanco del reino. No fue sin embargo hasta el 20 de marzo de
1790 que la Asamblea Nacional mencionó en un decreto los tres colores como "colores de la
nación: azul, rojo y blanco". Pero la escarapela no era aún un símbolo nacional, y el primer
emblema nacional como tal fue la bandera diseñada para la popa de los buques de guerra,
adoptada por decreto de la Asamblea Nacional el 24 de octubre de 1790. Constaba de una
pequeña bandera roja, blanca y azul en la esquina superior izquierda de una bandera blanca. Esta
bandera fue modificada posteriormente por la Convención republicana el 15 de febrero de 1794, a
petición de los marineros de la marina nacional que exigieron que se redujera la predominancia
del blanco que simbolizaba todavía la monarquía. La bandera adoptó entonces su diseño
definitivo, y se cambió el orden de los colores para colocar el azul cerca del mástil y el rojo al
viento por motivos cromáticos, según los consejos del pintor Louis David.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la libertad),
llevado en particular por los Sans-culottes. Aparece también en los Escudos Nacionales de Francia,
Haití, Cuba, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Paraguay y Argentina.
El himno La Marsellesa, letra y música de Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de
la guarnición de Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de julio de 1795 fue declarado
Himno Nacional de Francia; originalmente se llamaba Chant de guerre pour l'armée du Rhin (Canto
de guerra para el ejército del Rin), pero los voluntarios del general François Mireur que salieron de
Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792 cantando dicho himno como canción de marcha.
Los parisinos los acogieron con gran entusiasmo y bautizaron el cántico como La Marsellesa.
El lema Liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad y fraternidad), que procede del lema no
oficial de la Revolución de 1789 "liberté, égalité ou la mort" (libertad, igualdad o la muerte), fue
adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la Segunda República Francesa.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Una de las consecuencias con mayor
alcance histórico de la revolución fue la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
En su doble vertiente, moral (derechos naturales inalienables) y política (condiciones necesarias
para el ejercicio de los derechos naturales e individuales), condiciona la aparición de un nuevo
modelo de Estado, el de los ciudadanos, el Estado de Derecho, democrático y nacional. Aunque la
primera vez que se proclamaron solemnemente los derechos del hombre fue en los Estados
Unidos (Declaración de Derechos de Virginia en 1776 y Constitución de los Estados Unidos en
1787), la revolución de los derechos humanos es un fenómeno puramente europeo. Será la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789 la que sirva de base e
inspiración a todas las declaraciones tanto del siglo XIX como del siglo XX.
El distinto alcance de ambas declaraciones es debido tanto a cuestiones de forma como de fondo.
La declaración francesa es indiferente a las circunstancias en que nace y añade a los derechos
naturales, los derechos del ciudadano. Pero sobre todo, es un texto atemporal, único, separado
del texto constitucional y, por tanto, con un carácter universal, a lo que hay que añadir la
brevedad, claridad y sencillez del lenguaje. De ahí su trascendencia y éxito tanto en Francia como
en Europa y el mundo occidental en su conjunto.
Revolución Mexicana
La Revolución mexicana fue un conflicto armado que tuvo lugar en México, dando inicio el 20 de
noviembre de 1910. Históricamente, suele ser referido como el acontecimiento político y social
más importante del siglo XX en México.
Los antecedentes del conflicto se remontan a la situación de México bajo el Porfiriato. Desde 1876
el general oaxaqueño Porfirio Díaz encabezó el ejercicio del poder en el país de manera dictatorial.
La situación se prolongó por 34 años, durante los cuales México experimentó un notable
crecimiento económico y estabilidad política. Estos logros se realizaron con altos costos
económicos y sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición
política al régimen de Díaz. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en
diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores
con el Porfiriato.
Cuando Díaz aseguró en una entrevista que se retiraría al finalizar su mandato sin buscar la
reelección, la situación política comenzó a agitarse. La oposición al gobierno cobró relevancia ante
la postura manifestada por Díaz. En ese contexto, Francisco I. Madero realizó diversas giras en el
país con miras a formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional
y compitiera en las elecciones. Díaz lanzó una nueva candidatura a la presidencia y Madero fue
arrestado en San Luis Potosí por sedición. Durante su estancia en la cárcel se llevaron a cabo las
elecciones que dieron el triunfo a Díaz.
Madero logró escapar de la prisión estatal y huyó a los Estados Unidos. Desde San Antonio
proclamó el Plan de San Luis, que llamaba a tomar las armas contra el gobierno de Díaz el 20 de
noviembre de 1910. El conflicto armado tuvo lugar en primera instancia al norte del país y
posteriormente se expandió a otras partes del territorio nacional. Una vez que los sublevados
ocuparon Ciudad Juárez (Chihuahua), Porfirio Díaz presentó su renuncia y se exilió en Francia.
En 1911 se realizaron nuevas elecciones donde resultó electo Madero. Desde el comienzo de su
mandato tuvo diferencias con otros líderes revolucionarios, que provocaron el levantamiento de
Emiliano Zapata y Pascual Orozco contra el gobierno maderista. En 1913 un movimiento
contrarrevolucionario, encabezado por Félix Díaz, Bernardo Reyes y Victoriano Huerta, dio un
golpe de Estado. El levantamiento militar, conocido como Decena Trágica, terminó con el
asesinato de Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente Pino Suárez. Huerta asumió la
presidencia, lo que ocasionó la reacción de varios jefes revolucionarios como Venustiano Carranza
y Francisco Villa. Tras poco más de un año de lucha, y después de la ocupación estadounidense de
Veracruz, Huerta renunció a la presidencia y huyó del país.
A partir de ese suceso se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado
contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Carranza, jefe de la Revolución de acuerdo
con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para
nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado presidente del país, pero
las hostilidades reiniciaron cuando Carranza desconoció el acuerdo. Después de derrotar a la
Convención, los constitucionalistas pudieron iniciar trabajos para la redacción de una nueva
constitución y llevar a Carranza a la presidencia en 1917. La lucha entre facciones estaba lejos de
concluir. En el reacomodo de las fuerzas fueron asesinados los principales jefes revolucionarios:
Zapata en 1919, Carranza en 1920, Villa en 1923, y Obregón en 1928.
Actualmente no existe un consenso sobre cuándo terminó el proceso revolucionario. Algunas
fuentes lo sitúan en el año de 1917, con la proclamación de la Constitución mexicana, algunas
otras en 1920 con la presidencia de Adolfo de la Huerta o 1924 con la de Plutarco Elías Calles.
Incluso hay algunas que aseguran que el proceso se extendió hasta los años 1940.
Antecedentes de la Revolución mexicana
Para esta edad, Díaz era diputado federal y ya había participado en dos guerras, a saber:
Revolución de Ayutla y Guerra de Reforma. Porfirio Díaz, un mestizo oaxaqueño que se destacó en
los ejércitos liberales combatiendo contra grupos conservadores y que participó en la Intervención
Francesa, había asumido la presidencia desde 1876 tras el triunfo de la rebelión de Tuxtepec, y
para el final de su séptimo mandato, en 1910, había mantenido una dictadura de 34 años. Durante
los últimos años de su gobierno Díaz gozó de poca credibilidad y sus opositores se iban
incrementando debido a que se padecieron diversas crisis simultáneas en todos los ámbitos:
social, político, económico y cultural.
Antecedentes económicos
Durante la Colonia muchos pueblos pudieron conservar algunas propiedades comunales, llamadas
de forma genérica «ejidos». La Ley Lerdo de 1856 declaró baldías las propiedades corporativas,
particularmente las de la Iglesia y las comunidades indígenas. Entre 1889 y 1890 el gobierno de
Díaz dispuso que las tierras comunales se hicieran parcelables. Los nuevos propietarios, no
acostumbrados a la propiedad privada, fueron estafados por particulares o funcionarios. Como
resultado mucha de la población indígena se vio sin posesión de tierras, teniendo que emplearse
en las haciendas cercanas. Otra serie de leyes de deslinde de los años 1863, 1883 y 1894, en las
que una parcela sin su respectivo título podía considerarse como terreno baldío, propició que
aquellos que tuvieran los recursos necesarios se hicieran con grandes porciones de tierra. Para
1910 menos del 1% de las familias en México poseían o controlaban cerca del 85% de las tierras
cultivables. Los pueblos, donde se albergaba el 51% de la población rural, contaban con tan sólo
pequeñas porciones de tierra y la mayor parte de ella dependían de las haciendas vecinas.
Además, las leyes y la situación nacional favorecía a los hacendados, pues eran los únicos con
acceso a créditos y a proyectos de irrigación por ejemplo. Por su parte, los pequeños pueblos y
agricultores independientes se veían obligados a pagar altísimos impuestos. Esta situación afectó
grandemente a la economía agrícola, pues las haciendas tenías grandes porciones sin cultivar y
eran menos productivas que las propiedades menores.
Otra de las repercusiones del deslinde de tierras y el fraccionamiento de las tierras comunales
indígenas fue el que algunos de ellos se rebelaron contra el gobierno. Los conflictos, que tuvieron
lugar a finales del siglo XIX y principios del XX, fueron protagonizados por mayas, tzotziles, coras,
huicholes y rarámuris, entre otros. Los conflictos más duraderos fueron los ocurridos en Yucatán,
Quintana Roo y Sonora. Ante dichos grupos se tomó un política de deportación, siendo Yucatán y
Quintana Roo los principales destinos. En el norte el gobierno de Díaz tomó contra los yaquis una
política de violenta represión y deportación hacia el sur del país. El momento cumbre contra este
grupo tuvo lugar en 1908, momento para el cual entre un cuarto y la mitad de su población había
sido enviada a las plantaciones de henequén en Yucatán. A la postre, estos grupos étnicos habrían
de colaborar con las fuerzas revolucionarias.
A principios del siglo XX comenzó la explotación petrolera en México, aunque las concesiones se
dieron a compañías extranjeras como Standard Oil y la Royal Dutch Shell. Este proceso finalmente
llevó al país a una transformación industrial. Inversionistas extranjeros, protegidos por el gobierno,
invirtieron en industrias y explotación de materias primas, se impulsó la minería y fue
modernizada la industria textil, lo que además desarrolló el sistema ferroviario. Para 1910, ya
existían 24.000 kilómetros de líneas ferroviarias.
Sin embargo, en 1907 se desató una fuerte crisis internacional en Estados Unidos y Europa, lo que
llevó a una disminución de las exportaciones, encarecimiento de las importaciones y se
suspendieron créditos a industriales. La situación desató un fuerte desempleo, además de que
disminuyeron los ingresos del resto.
Una sequía que tuvo lugar en 1908 y 1909 afectó la producción agrícola, por lo que se tuvo que
importar maíz por un valor de 27 millones de pesos. Esta situación afectó a gran parte de la
población, ya que el maíz era parte de la dieta del 85% de la población.
La consecuente disminución en la actividad económica del país redujo drásticamente los ingresos
del gobierno. Se intentó solucionar este problema castigando salarialmente a la burocracia y
aumentando los impuestos y la base fiscal, lo que afectó a los miembros de la clase media, tanto
urbana como rural, así como a los miembros de la clase alta que no estaban adheridos a los
«científicos», grupo selecto de intelectuales, profesionales y hombres de negocios que compartían
las creencias del positivismo y darwinismo social e influían en la política del país.
En términos generales, la crisis económica desacreditó severamente la imagen presidencial y de su
grupo de allegados.
Antecedentes sociales
Durante el gobierno de Díaz existían numerosos latifundios, y el 80% de la población mexicana
dependía del salario rural. Además, las tiendas de raya consistían en una práctica común en estos
lugares, en los que se otorgaban los salarios de los trabajadores en mercancía. Mediante este
sistema se lograba que los trabajadores alcanzaran tal cantidad de crédito, que quedaban
endeudados de por vida. Este sistema, junto con prácticas que eran cotidianas como la
contratación por engaño o la adjudicación de una deuda inexistente, es conocido como
«enganche», sistema que involucraba elementos coercitivos, extraeconómicos y extralegales.
Las leyes de la nación raras veces se aplicaban dentro de las haciendas, donde los trabajadores
eran vistos como esclavos u objetos de propiedad, existiendo prácticamente una especie de
feudalismo. En el campo además actuaba el llamado Cuerpo de Rurales, el cual era un grupo
policíaco encargado de «resguardar la paz», generalmente a través de métodos brutales. Otra
práctica de este grupo era la leva, o reclutamiento obligatorio.
En las ciudades, a partir de 1906 comenzaron a surgir numerosos movimientos obreros —son
representativas en este rubro las huelgas de Cananea y Río Blanco—, que habrían de ser
reprimidos por el gobierno mediante el uso de la fuerza militar.
Diversos intelectuales lucharon por defender los derechos de la clase obrera, tal como el caso de
Lázaro Gutiérrez de Lara, Práxedis G. Guerrero, Juan Sarabia y Ricardo Flores Magón, quien había
alentado los movimientos obreros en Cananea y Río Blanco. Uno de los medios de comunicación
de esta línea era el periódico Regeneración, surgido en 1900. El movimiento encabezado por estos
y otros intelectuales era de naturaleza compleja porque bebía en diversas corrientes de
pensamiento, desde la Ilustración hasta el positivismo. Los hermanos Flores Magón llegaron a
radicalizarse notablemente después de ser expulsados del territorio mexicano. En 1908 intentaron
sublevar al país internándose por el norte, aunque el levantamiento no tuvo mayores
repercusiones y ello provocó que decayera su influencia.
Antecedentes culturales
Desde principios de siglo comenzó a cuestionarse el positivismo, ideología que mantenía el grupo
en el poder, lo que llevó al descrédito del darwinismo social. Fue entonces cuando la mayoría
mestiza comenzó a reclamar mayor participación en la toma de decisiones, además de que el
grupo de los «científicos» dejó de ser visto como congénitamente superior o el único capaz de
dirigir el gobierno.
Antecedentes políticos
James Creelman, de la Pearsons Magazine, realizó una entrevista al presidente Díaz en 1908
donde éste último aseguraba que dejaría la presidencia al finalizar su término.
El coahuilense Francisco I. Madero fue cabeza del Partido Nacional Antirreeleccionista y autor del
Plan de San Luis, que convocaba a tomar las armas contra el gobierno de Díaz. El sistema político
del gobierno de Díaz sufrió una severa crisis debido al envejecimiento del presidente y su
camarilla, conocidos comúnmente como «científicos», lo que lo volvió un sistema excluyente al
que no tenían acceso las nuevas generaciones. Por otro lado, el sistema político de Díaz se había
basado en el equilibrio de poderes entre su grupo cercano y los seguidores de Bernardo Reyes,
conocidos como «reyistas», pero debido a la avanzada edad del presidente, la cuestión de la
sucesión presidencial cobró más importancia. Así, los científicos redujeron el poder político de los
reyistas, quienes pasaron entonces a ser miembros de oposición. Esta decisión además ocasionó
concentración de poder político y económico en varias regiones, tales como Chihuahua, Morelos y
Yucatán, lo que ocasionó descontento.
En 1908 la situación política del país comenzó a agitarse, al darse a conocer una entrevista que
realizó James Creelman, reportero de la Pearsons Magazine, al entonces presidente de México el
18 de febrero de ese año.
En dicha entrevista, Díaz aseguraba:
He esperado con paciencia el día en que el pueblo mexicano estuviera preparado para seleccionar
y cambiar su gobierno en cada elección sin el peligro de revoluciones armadas y sin estorbar el
progreso del país. Creo que ese día ha llegado.
A partir de ese momento comenzaron a formarse diversos clubes antirreeleccionistas en todo el
país. En el estado de Coahuila surgió además el libro La sucesión presidencial en 1910, donde su
autor, un hacendado de nombre Francisco I. Madero, hace un análisis de la situación política
mexicana y además critica el gobierno de Díaz, aunque de manera moderada.
A raíz de la entrevista de Creelman al presidente Díaz, y de la aparición del libro de Madero,
surgieron varios partidos políticos, algunos a favor del actual gobierno y otros completamente en
contra. Entre ellos se encontraban el Partido Democrático (en el que habían participado entre
otros Benito Juárez Maza y Manuel Calero) y los Reyistas (partidarios del General Bernardo Reyes),
quienes fundaron el Club de Soberanía Popular, aunque posteriormente el general fue eliminado
de la planilla debido a que fue comisionado a Europa en septiembre de 1909.
A final de cuentas, Díaz decidió postularse nuevamente para presidente, junto a Ramón Corral
para vicepresidente. Asimismo, en 1909 fue reorganizado el Club Reeleccionista por parte de los
miembros de la aristocracia con la finalidad de promover su campaña. Como contrapropuesta
surgió el Centro Antirreleccionista, con Francisco I. Madero como figura central.
Giras de Madero entre 1909 y 1910.Nacido en Parras, Coahuila, el 30 de octubre de 1873, siendo
hijo de un hacendado y nieto de un ex-gobernador de Coahuila, Francisco I. Madero estudió en
Francia por cinco años, tomando cursos de economía y comercio.
Después de las declaraciones de Díaz en la entrevista de Creelman, publicó un libro en el que hizo
un análisis de la situación política y al mismo tiempo criticó el gobierno de Díaz. Numerosos exreyistas se sumaron al movimiento antirreeleccionista, lo que le brindó experiencia política e
incluso militar al movimiento, además del apoyo de las clases sociales altas, medias y bajas.
Algunas figuras importantes que se sumaron a este movimiento fueron Venustiano Carranza,
Francisco Vázquez Gómez, Luis Cabrera y José M. Maytorena.
Madero realizó tres giras para promover clubes antirreeleccionistas estatales con miras a celebrar
una convención anual en abril de 1910, en la que se constituiría el Partido Nacional
Antirreeleccionista y se designarían los candidatos para las próximas elecciones. Madero fue
aprehendido por órdenes del juez de Distrito de San Luis Potosí mientras se encontraba en
Monterrey, acusado de incitar a la rebelión, por lo que fue trasladado y confinado en la prisión del
Estado. Cuarenta y cinco días después fue puesto en libertad bajo fianza, aunque sin la posibilidad
de salir del Estado. Durante este mismo periodo se realizaron las elecciones presidenciales.
Plan de San Luis
Las elecciones se realizaron el 26 de junio de ese año, resultando electos Díaz y Corral. Durante el
mes de septiembre se llevaron a cabo numerosas celebraciones con motivo del centenario de la
independencia. Para tal ocasión asistieron embajadores y ministros plenipotenciarios de diversos
países que mantenían relaciones internacionales con el país: de España acudió el representante
personal de Alfonso XIII el marqués Camilo de Polavieja, quien llevó el uniforme de José María
Morelos y Pavón para entregárselo al gobierno mexicano; por los Estados Unidos asistió el
embajador especial Curtiss Guild; concurrieron además Carl Buenz embajador especial de
Alemania; Chan Tin Fang, embajador de China; el mayor general Enrique Loynaz de Cuba; y Paul
Lafebre de Francia entre otros.
El 6 de octubre Madero escapó de San Luis Potosí con destino a San Antonio, Texas, donde se
reunió con sus familiares y partidarios. Allí redactó junto con un pequeño grupo —entre los que
destacaban Juan Sánchez Azcona (ex-reyista) y Roque Estrada— un documento conocido como
Plan de San Luis, aunque en realidad el texto apareció fechado el 5 de octubre en San Luis Potosí.
El plan convocaba a la lucha armada; declaraba nulas las elecciones para presidente,
vicepresidente, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y diputados y senadores;
se reconocía como presidente provisional y «Jefe de la Revolución» a Madero; y se insistía en
reivindicaciones de carácter social para indígenas y obreros. Asimismo, señaló el 20 de noviembre
como la fecha en que todos los mexicanos debían levantarse en armas contra el gobierno. Junto
con este documento, Madero escribió un manifiesto dirigido al Ejército Federal, en el que se le
exhortaba a unirse al movimiento revolucionario.
«Conciudadanos:- No vaciléis pues un momento: tomad las armas, arrojad del poder a los
usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombre libres y recordad que nuestros antepasados
nos legaron una herencia de gloria que no podemos mancillar. Sed como ellos fueron: invencibles
en la guerra, magnánimos en la victoria».- SUFRAGIO EFECTIVO, NO REELECCIÓN.
Aquiles Serdán, político mexicano que había huido hacia Estados Unidos después de las elecciones,
recibió el encargo por parte de Madero de organizar la revolución en Puebla, de donde era
originario. El 18 de noviembre un grupo de policías acudió a su domicilio, donde guardaban las
armas. Aquiles resistió junto a sus hermanos, siendo rodeados por 400 soldados y 100 policías. Al
final fueron asesinados en el sótano de la vivienda.
El día 19 Madero partió de Texas y el 20 cruzó el río Bravo para volver a territorio mexicano, donde
lo esperaban algunos ex-militares y algunos pocos voluntarios civiles. Después de algunas
escaramuzas de poca importancia, Madero regresó a los Estados Unidos para reorganizar el
movimiento, pero evitó dirigirse hacia San Antonio, pues allí se había dictado una orden de
aprehensión en su contra. En su lugar, se trasladó a Nueva Orleans.
A pesar de que la muerte de Serdán parecía un fracaso en el intento revolucionario, la lucha
armada tuvo respuesta en el occidente de Chihuahua, no por parte de los antirreeleccionistas, sino
de la gente del pueblo y zonas rurales. Posteriormente se extendió a los estados vecinos de
Sonora, Durango y Coahuila.
Revolución Maderista
Principales enfrentamientos durante la revolución maderista.El 14 de noviembre, Toribio Ortega,
acompañado de cerca de setenta hombres, se adelantó en la lucha armada debido a que había
sido descubierto y se había ordenado su aprehensión, por lo que se rebeló contra el gobierno
federal en la localidad de Cuchillo Parado, en el estado de Chihuahua, uniéndose posteriormente a
otro grupo rebelde maderista.
El 20 de noviembre, fecha señalada para comenzar la Revolución mexicana, tuvieron lugar 13
levantamientos: ocho en Chihuahua, una en Durango, una en San Luis Potosí y tres en Veracruz,
todos principalmente en zonas rurales. Dentro de dichos movimientos destacaron los de Pascual
Orozco y Francisco Villa en Chihuahua; José María Maytorena y Eulalio y Luis Gutiérrez en
Coahuila; Jesús Agustín Castro en Gómez Palacio, Durango; Cesáreo Castro en Cuatro Ciénegas,
Coahuila; José de la Luz Blanco en Cuchillo Parado, Chihuahua; los hermanos Figueroa en
Guerrero; y Emiliano Zapata en Morelos.
El primer encuentro entre revolucionarios y tropas federales tuvo lugar el 21 de noviembre en
Ciudad Guerrero, Chihuahua, donde las huestes de Pascual Orozco, seguidor de Abraham
González, se enfrentaron contra el tercer regimiento caballería, al mando del capitán Salvador
Ormachea. Orozco finalmente se apoderó de la ciudad el 30 de noviembre y partió hacia
Pedernales, donde derrotó a las tropas federales. Para finales de ese mes, la lucha se había
extendido a siete estados de la república.
El 15 de diciembre de 1910, Francisco Villa fue desalojado de San Andrés por tropas federales al
mando del teniente coronel Agustín Martínez. Posteriormente enfrentó al general Navarro y
decidió retirarse a Parral.
Díaz tomó el control el ejército federal desde la capital y ordenó al general Navarro retomar
Ciudad Guerrero con ayuda del 20° batallón de infantería. Los revolucionarios y federales se
enfrentaron en el cañón Mal Paso, donde los seguidores maderistas tuvieron que retirarse
después de seis horas de combate. Un par de días después, tras cuatro horas y media de lucha,
lograron vencer los revolucionarios. Díaz ordenó que se reforzaran las tropas de Navarro, quien
entró a Ciudad Guerrero el 6 de enero sin combatir, pues la ciudad había sido abandonada.
En Zacatecas, Luis Moya se levantó en armas, venciendo posteriormente a las tropas federales en
Aguaje, Durango. Poco después tomó la plaza de San Juan de Guadalupe, en ese mismo estado.
Salvador Alvarado y Juan Cabral tomaron las armas en el estado de Sonora, ocupando los poblados
de Cuquiarachi, Frontera y Bacoachi. Severiano Talamantes, por su parte, hizo lo mismo en
Sahuaripa, mientras que Praxedis Guerrero se sublevó en Janos, en el estado de Chihuahua, pero
fue muerto por las tropas federales.
Madero regresa al país
Internándose en Zaragoza, al sureste de Ciudad Juárez, el 14 de febrero de 1911, Madero decidió
regresar a México acompañado de algunos seguidores, colaboradores y de su hermano Gustavo,
con el propósito de asumir el liderazgo del movimiento armado, mejorar su organización y
permitirles poder atacar poblaciones de mayor tamaño. El 6 de marzo, Madero, al frente de unos
800 irregulares, decidió atacar Casas Grandes, Chihuahua, pero fue derrotado por el 18° batallón
de infantería al mando del coronel Agustín A. Valdéz. Durante el combate, resultó herido en un
brazo. Paralelamente surgieron más movimientos en el país, como en los estados de Guerrero y
Morelos, extendiéndose el conflicto prácticamente a todo el territorio mexicano.
Madero se retiró para reorganizar sus fuerzas y recibió el apoyo de Pascual Orozco y Francisco
Villa, quienes operaban en Chihuahua. Con poco más de 1.500 soldados, quiso atacar la capital del
estado, pero posteriormente decidió invadir Ciudad Juárez, ciudad fronteriza con los Estados
Unidos.
Ante la situación, Porfirio Díaz tomó varias medidas desesperadas como suspender las garantías
individuales. Además, ante la noticia de que los Estados Unidos estaban reuniendo su ejército en
la frontera, intentó negociar un acuerdo de paz.
Es importante recalcar que el movimiento antirreeleccionista se transformó durante el proceso
militar: de oposición derivó en rebelión, por lo que el movimiento urbano de la clase media se
convirtió en una lucha popular y rural, con nuevos líderes dispuestos a la lucha armada que no
habían participado en el movimiento que rechazaba la reelección de Porfirio Díaz, como Pascual
Orozco —arriero y comerciante—, Pancho Villa —que había sido bandolero además de realizar
una gran variedad de oficios y trabajos— o Emiliano Zapata —domador de potros que encabezaba
reclamos agrarios en Anenecuilco—. Al movimiento se habían unido rancheros del norte del país,
vaqueros, ferrocarrileros, mineros, obreros, artesanos, profesores rurales, rancheros sureños,
entre otros, los cuales eran poco afines a la figura de Madero. Por estos motivos, este último quiso
dar por terminada la lucha prematuramente.
Pláticas entre maderistas y el gobierno
Francisco I. Madero y líderes revolucionarios. 24 de abril de 1911.El padre de Madero y su
hermano Gustavo se reunieron con José Ives Limantour, ministro de Hacienda y Crédito Público,
en Nueva York. Durante el encuentro le entregaron una propuesta de la Junta Revolucionaria, en
donde se pedía al gobierno la adopción de la no reelección, la renuncia del vicepresidente Corral,
la democratización del gobierno y que se garantizara la libertad política.
A su regreso a la capital, Limantour convenció a Díaz de efectuar cambios en su gabinete, por lo
que todos, a excepción de dos funcionarios, fueron reemplazados. Además, Díaz envió al Congreso
una iniciativa de ley para prohibir la reelección. Dichos cambios resultaron insuficientes para
Madero, quien siguió insistiendo en la renuncia de Díaz y Corral.
Las negociaciones entre maderistas y el gobierno continuaron, tratando de llegar a un arreglo en
el que Díaz siguiera en el poder. Representantes del porfirismo ofrecieron incluso la renuncia de
Corral, la facultad a los maderistas de nombrar cuatro ministros del gabinete y catorce
gobernadores. Aunque Madero estaba dispuesto a aceptar, sus colaboradores se opusieron, por lo
que al final se rompieron las negociaciones.
Desde el 11 de abril, Madero y sus tropas establecieron un cuartel general cerca de Ciudad Juárez,
en los márgenes del río Bravo, pactándose más tarde un armisticio.
El 7 de mayo, el presidente Díaz declaró en el diario La Nación el siguiente manifiesto:
Mexicanos:
La rebelión iniciada en Chihuahua en noviembre del año pasado y que paulatinamente ha ido
extendiéndose, hizo que el gobierno que presido acudiese, como era de su estricto deber, a
combatir en el orden militar el movimiento armado [...]
Algunos ciudadanos patriotas y de buena voluntad ofreciéronse espontáneamente a servir de
mediadores con los jefes rebeldes; y aunque el gobierno creyó no deber iniciar negociación
alguna, porque habría sido desconocer los títulos legítimos de su autoridad, dio oídos a las
palabras de paz, manifestando que escucharía las proposiciones que se le presentaran.
El resultado de esa iniciativa privada fue[...] que se concertara una suspensión de hostilidades
entre el General Comandante de las fuerzas federales en Ciudad Juárez y los jefes alzados en
armas que operan en aquella región, para que durante la tregua conociera el gobierno las
condiciones o bases a que había de sujetarse el restablecimiento del orden[...]
La buena voluntad del gobierno y su deseo manifiesto de hacer concesiones amplias y de dar
garantías eficaces de la oportuna ejecución de sus propósitos, fueron interpretados, sin duda, por
los jefes rebeldes como debilidad o poca fe en la justicia[...] ello es que las negociaciones
fracasaron por la exorbitancia de la demanda previa [...]
Por último, hacer depender la presidencia de la República de la voluntad o del deseo de un grupo
más o menos numeroso de hombres armados, no es, por cierto, restablecer la paz
El Presidente de la República [...] se retirará, sí, del poder, cuando su conciencia le diga que al
retirarse, no entrega el país a la anarquía y lo hará en la forma decorosa [...]
El fracaso de las negociaciones de paz tal vez traerá consigo la renovación y la recrudescencia en la
actividad revolucionaria.
Como resultado al día siguiente se reanudaron las hostilidades, desde las trincheras de un bando
hacia otro.
Toma de Ciudad Juárez
Fotografía de los vencedores de la Toma de Ciudad Juárez.Ciudad Juárez era defendida por el
general Juan Navarro y el coronel de infantería Manuel Tamborrell, quienes estaban a cargo de de
las tropas y de la guarnición respectivamente. Los revolucionarios, liderados por Orozco y Villa,
desobedeciendo las órdenes de Madero, atacaron la guarnición de Ciudad Juárez los días 8 y 9 de
mayo y logrando penetrar sus trincheras. Infructuosamente, Madero intentó detener la
embestida, pero más rebeldes se unieron paulatinamente a la transgresión, por lo que finalmente
decidió dar la orden al resto de sus hombres de proseguir el asalto.
Las tropas revolucionarias finalmente tomaron la plaza el día 10, obligando al general Navarro a
capitular. Entonces, Madero, de acuerdo al Plan de San Luis, fue nombrado presidente provisional
y constituyó su Consejo de Estado, en el que incluía entre otros a Venustiano Carranza, su
hermano Gustavo y José María Pino Suárez.
El 17 de mayo se firmó un armisticio de cinco días aplicable a toda la República mexicana. Al
término de éste, se firmó un tratado de paz en dicha ciudad, lo que dio fin a la revolución
maderista.
Tratados de Ciudad Juárez
Copia de cantos populares de la época en favor del maderismo. Se muestra la letra de una canción
relatando la Toma de Ciudad Juárez.El día 21 de ese mes se firmó en esa misma ciudad un
documento conocido como Tratados de Ciudad Juárez, el cual establecía lo siguiente:
En Ciudad Juárez, a los 21 días del mes de mayo de 1911, reunidos en el edificio de la Aduana
Fronteriza los señores: licenciado Francisco S. Carvajal, representante del gobierno del señor
general don Porfirio Díaz; doctor Francisco Vázquez Gómez, Francisco Madero padre y licenciado
José María Pino Suárez, como representantes los tres últimos de la Revolución, para tratar de
hacer cesar las hostilidades en todo el territorio nacional, y considerando:
1.Que el señor general Porfirio Díaz ha manifestado su resolución de renunciar a la presidencia de
la República antes de que termine el mes en curso.
2.[...]que el señor Ramón Corral renunciará igualmente a la vicepresidencia[...]
3.Que [...] el señor Francisco León de la Barra [...] se encargará interinamente del Poder Ejecutivo
de la nación y convocará a elecciones [...]
4. Que el nuevo gobierno [...] acordará lo conducente a las indemnizaciones por los perjuicios
causados directamente por la Revolución [...]
Único: Desde hoy cesarán en todo el territorio de la República las hostilidades que han existido
entre las fuerzas del general Díaz y las de la Revolución, debiendo éstas estar licenciadas a medida
[...] se vayan dando los pasos necesarios para restablecer y garantizar la paz y el orden público.
Tratados de Ciudad Juárez, 21 de mayo de 1911.
Renuncia de Díaz
El día 25 de mayo, Porfirio Díaz se presentó en la Cámara de Diputados para entregar su renuncia
ante el pleno, mediante un documento en el que declaraba:
A los CC. Secretarios de la H. Cámara de Diputados.
Presente.
El Pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me
proclamó su caudillo durante la guerra de Intervención [...] se ha insurreccionado en bandas
milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo,
es causa de su insurrección.
No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social; pero permitiendo,
sin conceder, que pueda ser culpable inconsciente, esa posibilidad hace de mi persona la menos
apropósito para raciocinar y decir sobre mi propia culpabilidad.
En tal concepto[...] (v)engo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el
encargo de Presidente Constitucional de la República[...]
El 31 de mayo, Díaz abordó en el puerto de Veracruz el barco de vapor Ipiranga con rumbo a
Europa, donde permaneció en el exilio hasta el 2 de julio de 1915, fecha en que falleció.
Interinato de León de la Barra
Francisco León de la Barra asumió la presidencia interina tras la renuncia de Porfirio Díaz. Las
renuncias tanto del presidente como del vicepresidente dieron lugar a que el entonces secretario
de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra, tomara posesión de la presidencia el mismo
25 de mayo de forma interina, manteniéndose en el poder alrededor de seis meses.
De la Barra formó un gabinete plural en el que se incluyeron porfiristas, maderistas e
independientes, lo cual ocasionó una grave crisis política, acrecentada con la actitud que tomó
Madero frente a los grupos revolucionarios, lo cual causó severas brechas. Durante el interinato,
De la Barra y Madero protagonizaron un constante antagonismo.
Conflicto con el Zapatismo
Auspiciado en los Tratados de Ciudad Juárez, León de la Barra intentó acelerar el proceso de
licenciamiento de las tropas revolucionarias. Se calcula que de los 60.000 rebeldes, sólo 16.000 se
organizaron en nuevos cuerpos de Rurales, regresando la mayoría a la vida cotidiana. El mayor
opositor del desarme y desmovilización de las tropas fue Emiliano Zapata, quien pedía que
primero se cumpliera lo prometido por Madero en el Plan de San Luis en el rubro de restitución de
tierras. Ante esta situación, Madero se encontró en medio de la postura del presidente interino, la
cual era apoyada por los hacendados del estado de Morelos, y los reclamos de las tropas
revolucionarias, que pedían que se cumpliera lo prometido.
Intentando conciliar, Madero se reunió con Zapata en Cuautla el 18 de agosto de 1911, donde se
comprometió a resolver el problema agrario a cambio de que las tropas zapatistas fueran
licenciadas. Además, le pidió que confiara en las negociaciones con el gobierno. Al principio, De la
Barra pareció estar de acuerdo con las peticiones de Zapata, pero en lugar de continuar las pláticas
ordenó al general Victoriano Huerta, quien se encontraba en el mismo estado de Morelos, que
reprimiera por la fuerza el movimiento zapatista. Madero tuvo que salir huyendo de vuelta a la
Ciudad de México mientras que Zapata y algunos pocos de sus hombres se replegaron hacia las
sierras de Puebla y Guerrero. Poco después, Zapata realizó un manifiesto dirigido al pueblo de
Morelos, en el que acusó a los «traidores científicos» de querer retomar el poder mientras que,
por otra parte, exculpó a Madero. Adicionalmente, proclamó la existencia del Ejército Libertador
del Sur.
Divisionismo dentro del movimiento
Durante el interinato, Bernardo Reyes regresó al país, asegurando que tenía interés de unirse a la
«revolución legalizada». En una reunión sostenida por Reyes, de la Barra y Madero, éste último le
ofreció a Reyes el ministerio de Guerra, aunque, ante el descontento de los revolucionarios, el
ofrecimiento se rompió.
Otro conflicto se suscitó con los hermanos Vázquez Gómez. Uno de ellos, Emilio Vázquez Gómez,
fungía como ministro de Gobernación y abogaba por no licenciar las tropas revolucionarias, por lo
que su relación con de la Barra no era cordial. El presidente le pidió a Madero que solicitara su
renuncia, la cual se hizo efectiva el 1 de agosto. Tres semanas después se promulgó el Plan de
Texcoco, firmado por Andrés Molina Enríquez, el cual desconocía el gobierno del presidente de la
Barra y llamaba a continuar la lucha armada. Como consecuencia, Molina fue conducido a prisión.
Además, el 31 de octubre de 1911 fue proclamado el Plan de Tacubaya, firmado por Paulino
Martínez, periodista de oposición y quien posteriormente se convirtió en ideólogo del zapatismo.
En dicho documento se aseguraba que el «Jefe de la Revolución» había traicionado sus propios
principios asentados en el Plan de San Luis, y lo acusaba de rodearse de miembros del antiguo
régimen.
Elecciones presidenciales
En medio de dichos conflictos se comenzó a preparar la próxima elección. Madero formó el
Partido Constitucional Progresista, basado en el Antirreeleccionista y el Plan de San Luis, el cual
presentaba como fórmula a Madero en la presidencia y José María Pino Suárez para la
vicepresidencia. El rompimiento para estas elecciones con Vázquez Gómez, quien había sido su
compañero de fórmula en las elecciones pasadas, provocó el distanciamiento de muchos exreyistas, experimentados en la política nacional.
El Partido Nacional Católico, fundado el 3 de mayo de 1911, presentó a Madero para la presidencia
y de la Barra a la vicepresidencia. El partido reyista por su parte proponía a Bernardo Reyes para la
presidencia, y el Partido Liberal Puro proponía a Emilio Vázquez Gómez.
Las elecciones se realizaron en el mes de octubre, resultando ganadores Francisco I. Madero a la
presidencia (con el 99% de los votos) y José María Pino Suárez a la vicepresidencia, dando inicio su
mandato el 6 de noviembre.
Presidencia de Madero (1911-1913)
Durante este periodo de transición, el 27 de noviembre de 1911 se modificó la Constitución
mexicana en sus artículos 78 y 109, prohibiendo así las reelecciones del presidente y
vicepresidente, aunque éste último podía postularse en el período inmediato. Además, en
diciembre de 1911 se formuló la ley electoral, misma que fue reformada en mayo de 1912. La
instauración de dicha ley tenía como finalidad ampliar la libertad electoral, limitar la intervención
estatal en las elecciones y expandir el universo de electores, buscando una mayor igualdad
electoral.
Durante el mandato de Madero se transformó casi en su totalidad la pirámide del poder: llegaron
nuevos gobernadores, muy diferentes a los que habían participado en el gobierno de Díaz, además
de que viejos jefes políticos se vieron desplazados por un nuevo aparato gubernativo dominado
por las clases medias, aunque obreros y campesinos siguieron relegados de los procesos políticos.
Movimiento zapatista
Emiliano Zapata proclamó el Plan de Ayala, documento que desconocía el gobierno maderista. Dos
días después de la toma de posesión de Madero, el presidente envió un representante a Morelos
pidiendo que Zapata licenciara sus tropas. Zapata puso como condiciones que el gobernador del
Estado Ambrosio Figueroa fuera removido del cargo, el retiro de las tropas federales, indulto y
salvoconducto para los integrantes de su ejército y el establecimiento de una ley agraria que
mejorara la calidad de vida en el campo. Madero rechazó las condiciones y envió al ejército a Villa
de Ayala, donde establecieron un cerco y abrieron fuego con la intención de terminar con el
movimiento. Zapata y sus hombres lograron huir al estado de Puebla, y el 28 de noviembre dieron
a conocer el Plan de Ayala, documento redactado por Otilio Montaño y firmado por elementos del
Ejército Libertador del Sur. En dicho documento se acusó a Madero de haber impuesto al
vicepresidente y los gobernadores de los estados en contra de la voluntad popular, se le acusaba
de dictador y estar «en contubernio escandaloso con el partido científico, hacendados feudales y
caciques opresores enemigos de la revolución». Además se reconocía como «Jefe de la
Revolución» a Pascual Orozco y, en caso de que éste no aceptara, quedaría como jefe Emiliano
Zapata.
Al enterarse del Plan de Ayala, el presidente Madero redobló los esfuerzos por terminar con el
movimiento sin conseguirlo, lo que al mismo tiempo lo llevó a una mayor enemistad con los
hacendados.
A lo largo de 1912 la lucha entre zapatistas y el gobierno fue de reducida intensidad, entre pocos y
pequeños grupos rebeldes zapatistas y las tropas del general Felipe Ángeles, quien había recibido
instrucciones de Madero de que la lucha no fuera excesivamente violenta.
Levantamiento de Pascual Orozco
Desde el momento en que Pascual Orozco desobedeció las órdenes de Madero y se dirigió a atacar
Ciudad Juárez se rompieron las relaciones entre estos dos personajes. La situación se agravó
cuando no fue elegido para formar parte del gabinete del gobierno provisional formado tras la
firma de los Tratados de Ciudad Juárez y cuando durante las elecciones a gobernador de
Chihuahua, Orozco perdió frente al candidato que Madero apoyaba, Abraham González.
En marzo de 1912 Orozco desconoció el gobierno de Madero y llamó a levantarse en armas contra
él por medio del Plan de la Empacadora. Su movimiento logró convocar a las clases populares,
media y alta, además de que cobró fuerza después de derrotar a Villa. Victoriano Huerta fue
encomendado por el gobierno maderista para sofocar la rebelión. Después de vencer al
orozquismo se convirtió en héroe nacional, ganándose además la confianza del presidente.
Rebeliones de Bernardo Reyes y Félix Díaz
El general Bernardo Reyes convocó a un levantamiento armado. Ante el fracaso se entregó y fue
encarcelado en la Ciudad de México.
Bernardo Reyes había intentando competir en las elecciones para presidente en 1911, pero ante
las amenazas de los maderistas decidió salir del país y desde San Antonio, Texas, lanzó el Plan de
La Soledad en noviembre de 1911, el cual buscaba desconocer el gobierno de Madero. Regresó a
México el 5 de diciembre pero se encontró con que sus seguidores habían desertado, por lo que
terminó entregándose ante las autoridades federales. Fue encarcelado en la prisión de Santiago
Tlatelolco y posteriormente juzgado por un tribunal de guerra acusado de sedición. Dicho tribunal
lo encontró culpable, por lo que lo destinó a una corte marcial.
En el estado de Veracruz, Félix Díaz, sobrino de Porfirio, se levantó en armas el 16 de octubre de
1912 seguido de algunos militares de la zona. Sin embargo, el movimiento no tuvo la repercusión
esperada y a los pocos días fue derrotado por tropas federales. El 23 de octubre fue capturado y
remitido a la ciudad de México, donde fue encarcelado. Fue sometido a una corte de guerra, que
lo sentenció a muerte. A pesar de ello, bajo presiones de miembros de la Suprema Corte
(porfiristas), la pena se le conmutó por prisión perpetua.
Intervención del embajador Wilson
El embajador estadounidense en México, Henry Lane Wilson, se involucró en la política nacional
mexicana. El embajador estadounidense en el país durante el gobierno de Madero fue Henry Lane
Wilson, quien, enemistado con Madero, intervino en la política nacional para derrocarlo. Wilson
tuvo varias fricciones con el gobierno mexicano porque éste no había favorecido los intereses
comerciales de inversionistas estadounidenses, sino que, al contrario, proclamó una serie de
medidas nacionalistas que los afectaban. Por ejemplo, una nueva legislación ferroviaria ocasionó
que aquellos trabajadores estadounidenses que no supieran español fueran reemplazados por
trabajadores mexicanos. Además, una nueva legislación respecto a la explotación petrolera en el
país obligaba a los extranjeros a pagar impuestos.
Wilson se encargó entonces de acrecentar las fricciones entre ambos países enviando a su
gobierno informes alarmistas sobre la situación del país, por lo que el gobierno de Estados Unidos
exigió que se salvaguardara la integridad de sus ciudadanos radicados en México y que se
garantizaran las inversiones realizadas.
La Decena Trágica
Soldados sublevados durante la Decena Trágica. Desde mediados de 1912 se había estado
gestando una conspiración en la que participaron Rodolfo Reyes, hijo de Bernardo, y los generales
Manuel Mondragón, representante de Félix Díaz, y Gregorio Ruiz.
El día 9 de febrero se inició el golpe de Estado que se consumó en diez días, por lo que es conocido
tal acontecimiento como «Decena Trágica». Durante esa jornada se rebelaron los alumnos de la
Escuela de Aspirantes de Tlalpan y una tropa del cuartel de Tacubaya. Marcharon en dos
columnas: una hacia Tlatelolco y otra hacia Lecumberri, con la finalidad de liberar tanto al general
Bernardo Reyes como a Félix Díaz.
Después de ser liberado, Reyes se dirigió hacia el Zócalo de la Ciudad de México, donde buscaba
que la guarnición del Palacio Nacional lo secundara. Sin embargo, el general Lauro Villar, jefe de la
plaza, ordenó el fuego, muriendo Reyes en el lugar. Félix Díaz, por su parte, se dirigió a la plaza de
la «Ciudadela», lugar donde estableció su cuartel. Mientras tanto, Madero salió de la entonces
residencia oficial presidencial, el Castillo de Chapultepec, y se dirigió a Palacio Nacional, donde
relevó al general Villar, que había resultado herido durante el combate con Reyes, y encargó a
Victoriano Huerta que sofocara la rebelión mientras él salía a entrevistarse con Felipe Ángeles en
Cuernavaca.
Madero regresó confiado a la capital acompañado del general Ángeles y Rubio Navarrete, que se
había trasladado desde Querétaro. Huerta se encargó de retrasar y entorpecer los ataques, por lo
que Gustavo Madero lo mandó aprehender. El 17 de febrero, Huerta recusó los cargos de Gustavo,
reafirmando su lealtad a Francisco I. Madero. Éste ordenó su liberación, recriminando a su
hermano por impulsivo. Al día siguiente Huerta y Félix Díaz firmaron el llamado Pacto de la
Ciudadela, conocido también como Pacto de la Embajada debido a que fue firmado en la
embajada estadounidense en presencia de Henry Lane Wilson. El pacto establecía el compromiso
de Huerta de apresar al presidente y disolver el Ejecutivo para tomar la presidencia de la República
de forma provisional, a fin de que, llegadas las elecciones, Félix Díaz fuera nombrado presidente.
En la Ciudad de México, a las nueve y media de la noche del día dieciocho de febrero de mil
novecientos trece, reunidos los señores generales Félix Díaz y Victoriano Huerta [...] expuso el
señor general Huerta que, en virtud de ser insostenible la situación por parte del gobierno del
señor Madero, ha hecho prisionero a dicho señor, a su gabinete y a algunas otras personas.
Después de discusiones [...] se convino lo siguiente: Primero. Desde este momento se da por
inexistente y desconocido el Poder ejecutivo que funcionaba. Segundo. A la mayor brevedad se
procurará solucionar en los mejores términos legales posibles la situación existente, y los señores
Díaz y Huerta pondrán todos sus empeños a efecto de que el segundo asuma antes de setenta y
dos horas la presidencia provisional [...]
Poco antes de la reunión, Gustavo A. Madero fue detenido en un restaurante de la Ciudad de
México y trasladado a la Ciudadela, donde fue torturado y posteriormente asesinado.
El general Aureliano Blanquet se encargó de apresar en el Palacio Nacional al presidente Madero y
al vicepresidente Pino Suárez. La madrugada del 19 de febrero, en sesión extraordinaria de la
Cámara de Diputados, se aceptó la renuncia de ambos. Fue designado entonces como presidente
el secretario de Gobernación, Pedro Lascuráin, cuya única acción de gobierno fue nombrar, a su
vez, a Victoriano Huerta como secretario de Gobernación, para que 45 minutos después pudiera
renunciar y se diera paso a que Huerta fungiera como el presidente interino de México, conforme
a la legislación vigente.
Madero y Pino Suárez permanecieron presos en Palacio Nacional hasta la noche del 22 de febrero,
siendo luego trasladados a la Penitenciaria del Distrito Federal, pero casi al llegar a su destino
fueron asesinados.
Dictadura de Victoriano Huerta
Victoriano Huerta, al llegar al poder, se volvió un dictador que anuló la democracia y la libertad
por medio de la fuerza militar. Huerta recibió el apoyo de los grandes hacendados, altos mandos
militares, del clero y de casi todos los gobernadores, a excepción de José María Maytorena,
gobernador de Sonora, y de Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila. La gestión huertista se
propuso entonces dos metas: lograr la pacificación del país y lograr el reconocimiento
internacional de su gobierno, especialmente por parte de los Estados Unidos.
Intentó conseguir el apoyo de orozquistas y zapatistas, concediendo amnistías generales y
enviando representantes. Pascual Orozco puso algunas condiciones que le fueron otorgadas, como
el empleo de guardias rurales para sus soldados, pago de sueldos a costa del erario y pensiones a
viudas y huérfanos, por lo que el 27 de febrero de 1913 Orozco hizo oficial su apoyo al gobierno.
Zapata, por su parte, rechazó tajantemente cualquier oferta, por lo que el movimiento morelense
continuó su lucha contra el gobierno de Huerta.
La Cámara de Diputados se opuso al gobierno huertista e incluso la facción maderista fue
sumamente crítica con sus acciones. Belisario Domínguez, diputado chiapaneco, escribió un
discurso en el que condenaba la violencia desatada y acusó a Victoriano Huerta de asesino.
Después de ser prohibida su lectura en el Congreso por parte de la Cámara de Senadores, lo
difundió por escrito. Poco tiempo después fue asesinado y cuando los miembros de la Cámara
exigieron que se investigara su muerte y se garantizara la vida de los miembros del Poder
Legislativo, Huerta decidió disolver la Cámara y mandó arrestar a varios de sus miembros. Cuando
la Cámara de Senadores tuvo conocimiento de estos hechos sus miembros acordaron disolver su
propia Cámara, por lo que Huerta asumió facultades extraordinarias.
Relación con los Estados Unidos
Pocos días después de la decena trágica, Woodrow Wilson asumió la presidencia de los Estados
Unidos. Wilson, que no simpatizaba con Huerta, envió a agentes para que le informaran la
situación que prevalecía en el país. John Lind llegó a México para sustituir a Henry Lane Wilson y
presentó a Huerta en agosto de 1913 cuatro propuestas del gobierno estadounidense:
Cese al fuego inmediato y armisticio definitivo.
Elecciones libres inmediatas con la participación de todas las facciones.
Que el general Huerta no participara en dichos comicios.
Acuerdo de todos los partidos de acatar el resultado y cooperar en el nuevo gobierno.
Las propuestas fueron rechazadas por medio del secretario de Relaciones Exteriores, Federico
Gamboa, por lo que el presidente Wilson declaró a los Estados Unidos neutral en el conflicto. De
esta forma ninguna de las dos facciones podría comprar armamento del país fronterizo.
Revolución constitucionalista
El ascenso al poder de Huerta provocó que los antiporfiristas se levantaran en armas, iniciando lo
que se conoce como «Revolución constitucionalista» en marzo de 1913 en el norte de México.
Plan de Guadalupe
Venustiano Carranza (al centro) en La Cañada, Querétaro, el 22 de enero de 1916.Un día después
del ascenso de Huerta al poder, Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, se dirigió al
Congreso local informando su desaprobación a la designación de Huerta como presidente nacional
y asegurando que se rehusaba a someterse a su gobierno. El día 26 de marzo de 1913, reunidos en
la Hacienda de Guadalupe, en Saltillo, Carranza y otras personalidades, entre las que destacan
Lucio Blanco y Jacinto B. Treviño, proclamaron el Plan de Guadalupe, que desconocía a los tres
poderes de la federación y comunicaba que se tomarían las armas para restablecer el orden
constitucional. Se nombraba además a Carranza jefe del «Ejército Constitucionalista» y se le daba
la facultad de ocupar interinamente la presidencia de México para convocar a elecciones.
Movimientos en el norte del país
Este movimiento se caracterizó por tener una naturaleza legalista, cuyos segundos mandos
estaban compuestos por los principales políticos y burócratas del estado. Entre los militares que
integraban sus filas estaban: Jesús Carranza —hermano del gobernador—, Pablo González,
Francisco Coss, Cesáreo Castro y Jacinto B. Treviño, veteranos de la lucha contra el gobierno de
Díaz.
En el estado de Sonora, los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles le brindaron su apoyo
a Carranza de manera inmediata, tomando el liderazgo del movimiento en el estado junto con
Salvador Alvarado, Manuel Diéguez y Adolfo de la Huerta, entre otros. Esta facción estuvo
representada por una clase media con cierta capacidad militar, que contaba con experiencia para
realizar pactos con grupos populares.
En Chihuahua, si bien la clase media había sido la protagonista durante la lucha contra Porfirio
Díaz y su gobierno, la muerte de Abraham González y la adhesión al bando huertista de Pascual
Orozco tuvieron como resultado que la lucha en el estado la dirigiera Francisco Villa, miembro de
las clases bajas, por lo que sus lugartenientes y segundos mandos —entre los que destacan
Maclovio Herrera, Rosalío Hernández y Toribio Ortega— también eran parte de los sectores
populares.
Otros movimientos importantes fueron establecidos en los estados de Durango, donde los
principales líderes rebeldes eran de origen popular —como Tomás Urbina, Orestes Pereyra, Calixto
Contreras y los hermanos Arrieta (Domingo, Mariano y Eduardo)—; y en Zacatecas, encabezado
por Fortunato Maycotte y Pánfilo Natera, el cual fue un movimiento de clase media y populares.
El 18 de abril tuvo lugar en Monclova, Coahuila, una convención a la que acudieron representantes
del movimiento revolucionario de los estados de Chihuahua, Sonora y Coahuila, cuya duración fue
de tres días, durante los cuales fue ratificado el Plan de Guadalupe, la unión de las fuerzas de los
tres estados en un solo ejército, y el compromiso de Carranza para cumplir el Plan de Guadalupe,
que le convirtió en el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y líder de la rebelión en el norte.
Conforme fue esparciéndose el movimiento se le hicieron adiciones al plan original,
principalmente por parte de políticos coahuilenses y antihuertistas de Sonora y Chihuahua.
En el mes de mayo la División del Noroeste, al mando de Álvaro Obregón, tomó los poblados de
Santa Rosa y Santa María, con lo que prácticamente se aseguró el control de Sonora. Por ello
avanzó por la costa del Pacífico hasta llegar al centro de Jalisco. En Chihuahua y parte de la
Comarca Lagunera operó la División del Norte de Francisco Villa. La División del Noreste,
comandada por Pablo González, y la División del Centro, al mando de Pánfilo Natera, completaron
las tropas constitucionalistas que se enfrentaron al régimen huertista durante la segunda mitad de
1913.
Movimientos en el centro y sur del país
A diferencia de la activa participación que se vivió durante esta etapa en el norte del país, las
regiones del centro y sur del territorio nacional estuvieron poco involucradas en el proceso, salvo
algunos movimientos de consideración.
En el centro del país, por el hecho que la población tuviera un carácter urbano-industrial y el
control mantenido por el ejército huertista, la rebelión tuvo un débil desarrollo. En el estado de
San Luis Potosí se levantaron en armas los hermanos Cedillo —Saturnino, Cleofás y Magdaleno—,
aunque actuaron de manera independiente a los antihuertistas locales que reconocían a Carranza
como líder. En el estado de Hidalgo operaron Nicolás Flores, Vicente Salazar, Francisco Mariel y
Daniel Cerecedo, y en Tlaxcala Máximo Rojas y Domingo y Cirilo Arenas.
En el sur, su lejanía con los Estados Unidos —en donde se compraban las armas para la
revolución—, de los principales frentes de batalla, y su virtual incomunicación del país, ocasionó
que la población se viera renuente a participar en el conflicto armado.
Dentro de los movimientos de la zona destacó el de Zapata, que también luchó contra el gobierno
federal al cual desconoció el 4 de marzo, aunque lo hizo como un movimiento independiente al
llamado «constitucionalista». Además, los métodos drásticos y cruentos de represión utilizados en
su contra por el gobierno huertista hicieron que el número de alzados aumentara
considerablemente, pues los habitantes se vieron obligados a intensificar la lucha defensiva. En el
estado de Guerrero operó Jesús Salgado, de filiación zapatista, los hermanos Figueroa —Rómulo,
Francisco y Ambrosio; todos ellos ex maderistas—, y Julián Blanco, en la costa de Acapulco. Al
mismo tiempo, en Oaxaca operó Juan José Baños, mientras que en Tabasco participaron varios
líderes como Ignacio Gutiérrez Gómez, Pedro Colorado, Fernando Aguirre Colorado, Ernesto
Aguirre Colorado, Luis Felipe Domínguez y Carlos Greene, aunque sus acciones no llegaron a
inquietar al gobierno.
Intervención estadounidense
Desembarco estadounidense en Veracruz. El 9 de abril, seis barcos estadounidenses anclaron
cerca del puerto de Tampico, y cuando uno de ellos se acercó al puerto, su personal fue
aprehendido por soldados federales mexicanos. Aunque los estadounidenses fueron liberados al
poco tiempo, el contraalmirante estadounidense Mayo pidió al general huertista Morelos
Zaragoza un castigo ejemplar para quienes habían realizado las detenciones y exigió que se izara la
bandera de los Estados Unidos, a la cual se le deberían rendir honores con 21 cañonazos. El
gobierno huertista trató de llegar a un arreglo, pero todo fue en vano debido a que el presidente
Wilson ya había dado instrucciones para la ocupación del puerto de Veracruz, evitando que Huerta
recibiera un embarque de municiones procedentes de Alemania que era transportado en el
Ipiranga. La infantería estadounidense tomó la aduana de Veracruz el 21 de abril de 1914,
posteriormente todo el puerto y el día 22 el de Tampico.
Huerta rompió entonces las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y envió a la mayor
parte de su ejército al estado. Argentina, Brasil y Chile (grupo conocido como ABC) se ofrecieron a
actuar como mediadores en el conflicto durante las conferencias en Niagara Falls, Canadá, el 20 de
mayo de ese mismo año. El 24 de junio se firmó finalmente un acuerdo que establecía que los
Estados Unidos reconocerían cualquier gobierno provisional que resultara del conflicto armado,
compensarían a los ciudadanos estadounidenses que se vieran afectados por la revolución y que
su gobierno no exigiría indemnización alguna por el incidente de Tampico.[125]
Avance revolucionario y toma de Zacatecas
Principales movimientos de la revolución constitucionalista. Para inicios de 1914 los
revolucionarios dominaban casi todo el norte del país (a excepción de Baja California). En Durango,
Pablo González y Jesús Carranza, (o Jesús Agustín Castro y Luis Caballero en su ausencia), habían
tomado el liderazgo del movimiento cuando Carranza tuvo que salir hacia Sonora[126] después de
que fuerzas huertistas tomaron el control del estado a mediados de 1913.[127] Para entonces, los
hermanos Cedillo se habían convertido en la fuerza dominante de San Luis Potosí; en Tepic
operaba exitosamente Rafael Buelna; en Jalisco Félix Bañuelos y Julián Medina; y en Michoacán
José Rentería Luviano, Gertrudis Sánchez y Joaquín Amaro Domínguez. En Veracruz, la lucha
estaba encabezada por Antonio Galindo, Cándido Aguilar, Hilario Salas y Miguel Alemán.[126]
Durante marzo y abril de 1914 los ejércitos del norte comenzaron a avanzar hacia la capital,
Obregón por occidente, Villa por el centro, y Pablo González por el este con la intención de
derrocar a Huerta, lo que motivó y facilitó el estallido de numerosos alzamientos en los estados
centrales del país.[128]
Toma de Zacatecas
Especialmente, la ciudad de Zacatecas tenía una gran importancia para ambos bandos debido a
que era un cruce ferroviario que debían de tomar los revolucionarios procedentes del norte del
país antes de llegar hasta la capital.[129] La ciudad, que se encuentra rodeada de altos cerros,
presentaba un gran obstáculo para los atacantes. El general Medina Barrón, encargado de las
defensas de la ciudad, colocó la artillería del ejército federal en la cima de dos de los cerros más
altos: el de la Bufa y el del Grillo.[130]
Felipe Ángeles llegó a Calera (a 25 kilómetros de Zacatecas) el 19 de junio de 1914 y salió a
reconocer el terreno para la batalla. Francisco Villa se presentó en las inmediaciones de la ciudad
el 22 de junio, y ordenó que la ofensiva comenzara a las 10 de la mañana del día siguiente.[131]
Conforme a lo planeado, los villistas atacaron las posiciones federales en los cerros de la Bufa, del
Grillo, la Sierpe, Loreto y de La Tierra Negra, mientras cuarenta cañones apoyaban el despliegue
de la infantería que ascendía por los cerros que rodeaban la ciudad.[131]
Alrededor de las 05:40 de la tarde las tropas federales comenzaron a abandonar sus posiciones y
huir de forma desorganizada, poco tiempo después los revolucionarios tomaron los cerros de la
Bufa y del Grillo, avanzando posteriormente sobre la ciudad. Las tropas de Villa mataron a una
gran cantidad de soldados que trataban de huir, contabilizándose cinco mil muertos en el bando
federal, por tres mil en el bando revolucionario.[131]
A pesar de la victoria, Villa no pudo ser el primero en llegar a la capital debido a que Carranza
bloqueó los envíos de carbón a la División del Norte, el cual era necesario para alimentar los
ferrocarriles de Villa.[132]
Por otro lado, Obregón bajó por Sinaloa y Jalisco, ocupando Guadalajara, desde donde se dirigió al
centro del país. González bajó por Monterrey, Tampico, San Luis Potosí y Querétaro.[133] Con
estos avances el movimiento dejó de ser exclusivo del norte del país y abarcó prácticamente la
mitad del territorio nacional, lo que al mismo tiempo ocasionó que otros sectores sociales se
incorporaran. Además, conforme avanzaron las fuerzas revolucionarias, se tuvieron que establecer
diversos pactos con los lugareños a cambio de apoyo, por lo que se hicieron decretos obreristas y
agraristas.[134]
Triunfo revolucionario
El 14 de julio de 1914 Huerta huyó de la capital y al día siguiente, 15 de julio, presentó ante el
Congreso su renuncia.[135] Se trasladó a La Habana, Cuba, y de ahí a Estados Unidos, donde fue
detenido y enviado a la prisión de El Paso, Texas, donde murió en 1916.
Francisco Carvajal, entonces ministro de Relaciones Exteriores, quedó al frente del gobierno con la
tarea de entregar la capital a las fuerzas revolucionarias y negociar la rendición de las fuerzas
federales. Carbajal solicitó la mediación de los Estados Unidos, a lo que Carranza se rehusó.
Después de pláticas entre el gobierno y carrancistas, el 14 de agosto de ese mismo año se firmaron
los Tratados de Teoloyucan, en donde se presentaba formalmente la rendición incondicional del
ejército federal.[135]
Guerra de facciones
Defensa Revolucionaria. Tras la renuncia de Huerta la capital fue rápidamente ocupada por el
Ejército Constitucionalista ese mismo 15 de julio. Venustiano Carranza llegó a la ciudad
acompañado de Álvaro Obregón el 20 de agosto y tomó el mando político y militar.[138]
El hecho de que Carranza le hubiera negado la posibilidad de entrar a la capital y que no lo hubiera
invitado a la firma de los Tratados de Teoloyucan creó un fuerte malestar en Francisco Villa, por lo
que varios generales intentaron llegar a un arreglo pacífico. Se llevó a cabo entonces una reunión,
cuyo resultado quedó plasmado en el Pacto de Torreón, en el cual se acordó que Carranza seguiría
siendo el Primer Jefe, la División del Norte tendría el mismo rango que la del Noreste y Noroeste, y
Felipe Ángeles fungiría asimismo como jefe de todo el Ejército Constitucionalista.[138]
Poco después, Carranza convocó a los gobernadores y generales a una convención, en la que debía
elaborarse un programa revolucionario.[138]
Convención de Aguascalientes
La apertura de la Convención se llevó a cabo el 1 de octubre en la Ciudad de México y fue
presidida por Luis Cabrera.[139] Sin la presencia de los delegados villistas ni zapatistas, Carranza
presentó su renuncia durante la sesión del tercer día, aunque ésta no fue aceptada por los
delegados.[137] Se acordó además que la convención se trasladara a Aguascalientes con la
finalidad de que asistieran villistas y zapatistas, además de que sólo participarían militares y no
civiles.[139]
Las sesiones fueron reanudadas el 10 de octubre en la ciudad de Aguascalientes, siendo presididas
por Antonio I. Villarreal, José Isabel Robles, Pánfilo Natera, Mateo Almanza, Marciano González,
Samuel Santos y Vito Alessio Robles.[139] Con el traslado de la sede, Villa decidió enviar a sus
delegados y Zapata hizo lo mismo.[137] Carranza por su parte no asistió a la convención, ya que
creía que Aguascalientes estaba amenazada por Villa. En su lugar se dirigió a Veracruz.[139]
Durante las sesiones, que se prolongaron hasta el 13 de noviembre,[140] los zapatistas pidieron
que Carranza renunciara como Primer Jefe de la revolución y que se aceptara íntegramente el Plan
de Ayala. En una carta leída a los presentes por Álvaro Obregón, Carranza aseguraba estar de
acuerdo en renunciar si Villa y Zapata se retiraban de la vida pública y renunciaban como líderes
de sus respectivos ejércitos.[137] La Convención nombró a Eulalio Gutiérrez presidente interino. Al
enterarse del nombramiento el 10 de noviembre, Carranza desconoció el acuerdo de la
Convención y su derecho a nombrar presidente, declarando que Gutiérrez era un presidente
espurio.[139]
Las fuerzas carrancistas salieron de la capital al mismo tiempo que entraban los zapatistas. Días
después llegaron las fuerzas de Villa, reuniéndose ambos generales y firmando el Pacto de
Xochimilco, el cuál básicamente constituía una alianza contra Carranza.[140] Presionado por Villa y
Zapata, Gutiérrez no pudo gobernar, y el 16 de enero salió de la capital e intentó establecer su
gobierno en San Luis Potosí, aunque al poco tiempo renunció de forma definitiva. Roque González
Garza fue nombrado presidente provisional,[140] gobernando del 17 de enero al 9 de junio de
1915.[141]
Mientras tanto en Veracruz Carranza gobernó de facto el país: el 12 de diciembre de 1914 reformó
el Plan de Guadalupe y poco después, el 6 de enero de 1915, promulgó una serie de leyes
redactadas por Luis Cabrera.[141]
El 10 de junio Francisco Lagos Cházaro recibió de la Convención el Poder Ejecutivo. La capital fue
tomada de nuevo por los carrancistas el 2 de agosto y ante su llegada la Convención se trasladó a
Toluca y posteriormente a Cuernavaca, en éste último sitio sin la presencia villista.[140]
Triunfo del constitucionalismo
Desde inicios de 1915 era claro que la lucha por el poder continuaría, ahora entre carrancistas,
villistas y zapatistas.[142] Los últimos dos grupos contaban para entonces con la ventaja de tener
un ejército más numeroso y habían ocupado la capital, aunque conforme avanzó ese año la
balanza se fue inclinando hacia el bando carrancista gracias a las victorias de Álvaro Obregón
frente al ejército de Francisco Villa[143] y a que, a pesar del pacto realizado en Xochimilco, nunca
hubo una verdadera colaboración entre Villa y Zapata debido a que éste último tenía por objetivo
mantener aislada su región, por lo que se mantenía a la defensiva.[144]
El 6 de abril de ese año las fuerzas de Villa intentaron tomar Celaya, la cual estaba bajo el control
de Obregón, quien pudo defender la plaza, causando alrededor de 2.000 bajas en el bando
contrario. Una semana después, Villa volvió a intentar tomar la plaza, esta vez perdiendo
alrededor de 4.000 soldados y fallando en su objetivo. Estas derrotas debilitaron fuertemente al
ejército villista, el cual se dirigió a León con la intención de recuperar sus fuerzas.[143] En total se
desarrollaron cuatro batallas en el bajío guanajuatense, y a pesar de que todas las ganó Obregón,
en la última, en el poblado de Santa Ana del Conde,[145] un casco de metralla lo hirió en el brazo
derecho,[143] por lo que los médicos se lo amputaron.[145]
Carranza logró recuperar el control de la capital en el año de 1916.[143]
Constitucionalistas y convencionistas.
Convencionistas y constitucionalistas en diciembre de 1914.
Constitucionalistas, zapatistas y villistas en diciembre de 1915.Participación de la Casa del Obrero
Mundial
La «Casa del Obrero Mundial» había sido fundada durante la presidencia de Madero, el 22 de
septiembre de 1912,[146] por un grupo de trabajadores mexicanos y activistas extranjeros.[147]
Durante esta etapa la organización sirvió a manera de «unión» para agrupaciones sindicales y
mutualistas posicionados en la Ciudad de México, además de que tuvo una composición plural, ya
que tanto anarquistas como católicos integraban sus filas.[146] Al ser derrocado Madero, en la
COM se impuso una línea más radical que rechazaba el gobierno huertista. Tras el triunfo de la
revolución constitucionalista en agosto de 1914 y el posterior exilio de Victoriano Huerta, Obregón
reabrió la COM. Sin embargo, la lucha entre las facciones carrancistas y convencionistas causó
debates sobre el camino que debía de seguir la organización. Los argumentos del pintor Gerardo
Murillo (conocido por su seudónimo «Dr. Atl») y de Obregón convencieron a los dirigentes de la
organización de aliarse con la revolución constitucionalista, misma que ya había definido su
vocación social durante la guerra. El 17 de febrero de 1915 se firmó en la Ciudad de México una
alianza entre la Casa del Obrero Mundial y la facción carrancista, misma que solicitaba de la
primera «aportar voluntarios a las filas constitucionalistas», y a Carranza se le pedía «convertir en
leyes las demandas de los obreros organizados».[146]
Esto dio origen a los llamados Batallones rojos, grupos militares de trabajadores del Distrito
Federal que tendrían por tarea «combatir a los campesinos-militares de la División del Norte y del
Ejército Libertador del Sur durante la Revolución mexicana». El encargado de la organización fue el
coronel Ignacio Henríquez, quien formó hasta seis batallones con sus 4 mil y 7 mil reclutados
aproximadamente.[146] Cabe mencionarse que los batallones tuvieron su mayor participación
entre abril y septiembre de 1915.[146]
Batalla de Columbus
En octubre de 1915 el presidente estadounidense le dio el reconocimiento de facto al carrancismo,
aunque condicionó tal reconocimiento al «buen comportamiento» que mostrara Carranza hacia
los intereses estadounidenses. A partir de ese momento la relación entre Wilson y Carranza
mejoró, lo que hizo que Villa se sintiera traicionado por parte del gobierno estadounidense, al
mismo tiempo que aseguró que Carranza había aceptado las condiciones estadounidenses a
expensas de sacrificar la política y economía de México.[148]
El 11 de enero de 1916 un grupo de soldados villistas detuvo un tren en Santa Isabel, Chihuahua
asesinando a 17 ciudadanos estadounidenses, mineros e ingenieros, que habían ido al país por
invitación de Carranza.[149]
Poco antes del amanecer del 10 de mayo de 1916, Villa atacó con 400 hombres el poblado de
Columbus, Nuevo México, al grito de «¡Viva México!» y «¡Viva Villa!» y los cuarteles del 13°
regimiento de caballería.[150] Durante el enfrentamiento fallecieron 7 soldados estadounidenses
y 7 civiles, mientras el bando estadounidense aseguró haber dado muerte a entre 75 y 100
soldados villistas en suelo mexicano.[151]
Expedición punitiva estadounidense
Los generales Pershing y Bliss inspeccionan el campamento durante la expedición punitiva.Artículo
principal: Expedición punitiva
El ataque a Columbus ocasionó que el Congreso de los Estados Unidos diera autorización para
castigar a los responsables del ataque, por lo que tropas estadounidenses se internaron en el país.
De esta forma, un total 5.000 soldados al mando del general John J. Pershing encabezaron una
expedición punitiva, de once meses de duración.
Durante la expedición los estadounidenses tuvieron altercados con la población civil, como el del
12 de abril en Parral, Chihuahua, e incluso con el ejército carrancista, en junio de 1916 en El
Carrizal.[152]
Las tropas, que llegaron a contar 15.000 en territorio mexicano,[153] finalmente salieron del país
en enero de 1917 sin haber podido encontrar a Villa.[154]
Congreso Constituyente
A pesar de que Carranza se había levantado contra el gobierno huertista con la promesa de
restaurar la Constitución de 1857, optó por redactar una nueva constitución que cumpliera con las
promesas hechas a campesinos y obreros durante el conflicto armado, esto con la finalidad de
evitar que los principales actores quedaran insatisfechos y de nuevo se creara una inestabilidad
social y política.[155]
En diciembre de 1916, Carranza, virtual triunfador del conflicto, convocó a un Congreso
constituyente formado exclusivamente por seguidores carrancistas y reunidos en la ciudad de
Querétaro.[156] Dicho congreso sesionó hasta el 31 de enero de 1917,[157] tiempo durante el
cual Carranza y sus íntimos —de tendencias moderadas— mantuvieron debates con grupos del
mismo constitucionalismo de ideas más progresistas —entre los que destacan Pastor Rouaix y
Francisco J. Múgica, entre otros—.[158] Entre las diferentes corrientes finalmente se llegó al
acuerdo de promulgar la Constitución de 1917 el 5 de febrero, permaneciendo desde entonces
vigente en el país.[156]
Dentro de los artículos promulgados en la «Carta Magna» sobresalen:[156]
Artículo 3°.- La educación que imparta el Estado debe ser laica, gratuita y obligatoria.
Artículo 27°.- El suelo y subsuelo pertenecen a la Nación, no pudiendo ninguna corporación
religiosa ser propietaria.
Artículo 123°.- Regula las relaciones obrero-patronales en el país, concediéndole autoridad al
Estado el derecho de intervenir en conflictos de este tipo.
Artículo 130°.- Regula la relación Iglesia-Estado, haciendo la separación y estipulando que los
miembros religiosos no pueden poseer bien alguno o participar en la política interna.
Un día después, el 6 de febrero, Carranza expidió la convocatoria para realizar elecciones en los
tres órdenes de gobierno,[157] las cuales se llevaron a cabo en el mes de marzo. Carranza resultó
electo presidente con el 98% de la votación para el período 1917-1920[159] y tomó posesión el 1
de mayo de ese mismo año.[157]
Actividad revolucionaria y contrarrevolucionaria de 1916 a 1928
Ejércitos rebeldes entre 1916 y 1920.Carranza gobernó de 1917 a 1920, aunque no logró pacificar
del todo al país ya que continuaron levantamientos villistas en el norte, zapatistas en el sur,[160]
otro movimiento contrarrevolucionario de Félix Díaz que duró hasta mediados de 1920, así como
otras rebeliones en Chiapas, Oaxaca y Michoacán.[161]
A grandes rasgos se pueden dividir en 3 grupos los movimientos anticarrancistas: los
revolucionarios anticonstitucionalistas, en donde destacan los villistas, los zapatistas, los cedillistas
en San Luis Potosí,[162] arenistas, ubicados en el estado de Tlaxcala,[162] y los calimayoristas en
Chiapas;[163] los contrarrevolucionarios, entre los que se encuentran los pelaecistas, quienes se
ubicaron en la costa superior del Golfo de México, los felicistas, quienes apoyaron a Félix Díaz
durante su incursión al país por Tamaulipas y lo siguieron posteriormente por Oaxaca, Chiapas y
Guatemala y de regreso nuevamente por Veracruz, en una campaña que duraría hasta mediados
de 1920, los soberanistas, que operaban en Oaxaca y cuyos principales líderes eran José Inés
Dávila y Guillermo Meixueiro, mapachistas y pinedistas, conocidos comúnmente como
«finqueros» y que operaban en el estado de Chiapas, y los aguilaristas, que se encontraban en
Oaxaca.[164] Finalmente también se encontraban alzados sin banderas, como los altamiranistas,
cintoristas y los chavistas, quienes operaban en el estado de Michoacán.[165]
Asesinato de Zapata
Exhibición del cadáver de Zapata en Cuautla, Morelos.Para acabar con el movimiento de Zapata,
Carranza comisionó al general Pablo González Garza para que realizara una campaña de
exterminio de la población. Las precarias situaciones de los habitantes, atenuadas por hambrunas
y epidemias, también diezmaron a la población pero el movimiento zapatista persistió, por lo que
González urdió un plan. Jesús María Guajardo, un coronel auxiliar de González, estando borracho o
fingiendo estarlo, arremetió contra Carranza y González, cerciorándose de que un prisionero
zapatista lo escuchara y más tarde le permitió huir. Cuando Zapata se enteró de lo dicho por
Guajardo, lo invitó a integrarse a sus filas. Luego de una serie de negociaciones y de que Guajardo
mandara a asesinar a varios ex zapatistas que se habían integrado a los carrancistas como muestra
de sus supuestas intenciones, se concertó una reunión para sellar la supuesta alianza en la
hacienda de Chinameca el 10 de abril de 1919. Cuando Zapata cruzó el portón, un clarín tocó el
saludo y los diez soldados de la guardia de honor, que presentaban armas, le dispararon
simultáneamente. Guajardo fue ascendido a general y recibió de Carranza 50.000 pesos por
«notables servicios en el ejercicio de sus funciones militares».[166]
Plan de Agua Prieta y asesinato de Carranza
Al momento de estar cerca la sucesión presidencial, Carranza favoreció a Ignacio Bonillas como su
sucesor e intentó acusar a Obregón de conspiración,[167] lo que ocasionó malestar en Plutarco
Elías Calles, Obregón y Adolfo de la Huerta,[160] quienes proclamaron el Plan de Agua Prieta,
documento por medio del cual desconocían el gobierno constitucionalista y proclamaba la
soberanía del estado de Sonora.[167]
Ante la imposibilidad de hacer frente y defender exitosamente la capital ante el inminente ataque
del grupo de Sonora, Carranza se dirigió hacia Veracruz con mobiliario del Palacio Nacional,
máquinas para imprimir moneda y el erario nacional.[168] Durante el trayecto fue emboscado y
asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920.[160]
Presidencia interina de Adolfo de la Huerta
Tras la muerte de Carranza, Adolfo de la Huerta fue nombrado por el Congreso de la Unión[169]
presidente provisional el 1 de junio de 1920.[170] Durante su mandato logró que Francisco Villa
dejara la vida militar al firmar los Convenios de Sabinas, con lo que se le otorgó el grado de general
de división y la hacienda de Canutillo, en Chihuahua, a donde se retiró para dedicarse a labores del
campo.[171] En septiembre convocó a elecciones,[169] en las que Álvaro Obregón fue electo para
asumir la presidencia el 1 de diciembre de ese año.[170]
Asesinato de Villa
El 20 de julio de 1923 Francisco Villa, acompañado del coronel Miguel Trillo, Rafael Medrano y
Claro Hurtado, además de su asistente, Daniel Tamayo,[172] fue emboscado por Jesús Salas
Barraza a la entrada de Parral, muriendo el caudillo a las 8:15 de la mañana en el lugar.[173]
Ramón Contreras, miembro también de su guardia personal, fue el único que sobrevivió.[172]
Hasta la fecha se han especulado las causas verdaderas de su asesinato, aunque generalmente
éste es atribuido a órdenes de Obregón o Calles.[174]
Presidencias de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles
Para aquel entonces, Calles era comandante militar de la plaza de Hermosillo y jefe de las fuerzas
fijas de Sonora; habiéndose desempeñado también como comisario de Agua Prieta.
Obregón fue presidente entre 1920 y 1924. De la Huerta quiso ser elegido presidente
nuevamente, pero al ver que Obregón favorecía a Plutarco Elías Calles desconoció al gobierno, lo
que desencadenó la denominada rebelión delahuertista,[170] que fue apoyada por las dos
terceras partes del ejército nacional. El movimiento fracasó y el 11 de marzo de 1924 De la Huerta
abandonó el país,[169] exiliándose en Los Ángeles, California.[170]
Plutarco Elías Calles fue nombrado presidente para el período de 1924 a 1928, tomando posesión
el 1 de diciembre. Durante los dos últimos años de su gobierno la situación interna del país se
volvió crítica debido a la posición de Calles respecto a la iglesia católica, lo que provocó el
surgimiento de un movimiento armado conocido como «guerra cristera». Poco antes de terminar
su mandato se reformaron los artículos 13 y 82, con lo que existiría la posibilidad de que Obregón
fuera electo presidente nuevamente.[175] En las elecciones realizadas el 1 de julio de 1928
Obregón resultó victorioso por un amplio margen, pero antes de asumir la presidencia fue
asesinado en un restaurante de la Ciudad de México por José de León Toral, un fanático
católico.[176]
Tras la muerte de Obregón, Calles dio un discurso público en el que aseguró que la etapa de los
caudillos llegaba a su fin y comenzaba el de las instituciones. En 1929 fundó el Partido Nacional
Revolucionario, posteriormente llamado Partido de la Revolución Mexicana y finalmente Partido
Revolucionario Institucional, el cual gobernó al país por más de 70 años.[177]
Número de muertos
No se tiene un número exacto de la cantidad de muertos que hubo durante la Revolución
mexicana. La mayoría de las fuentes apuntan que entre 1 millón,[178] [179] y 2 millones de
personas[180] murieron durante esta etapa de la historia de México. Estas cifras se basan en los
datos proporcionados por los censos realizados en el país en los años de 1910 y 1921. El censo de
1910 arrojó una cantidad de 15.160.369 habitantes, mientras que el de 1921 la cantidad de
14.334.780.[181] Esta diferencia aproximada de 1 millón[182] es la que se ha tomado como la
cantidad de muertos ocasionados por el conflicto armado, aunque esa cifra está conformada por
la gente que murió en combate,[183] [184] la disminución de la natalidad,[183] la inmigración a
países como los Estados Unidos,[183] [185] Guatemala,[185] Cuba[185] y otros de Europa,[185]
los muertos a causa de la hambruna,[184] así como los muertos debido a una pandemia desatada
en 1918 de gripe española, la cual se asegura llegó a causar la muerte de 450.000 personas.[185]
Diferencia en las fechas
Las fuentes disponibles no concuerdan en cuanto al fin de la Revolución mexicana. Algunas
fuentes lo sitúan en el año de 1917, con la proclamación de la Constitución mexicana, o 1924 con
la de Plutarco Elías Calles. Por otro lado, el historiador inglés Alan Knight, de la Universidad de
Oxford, incluso asegura que terminó en los años 1940.
Cuestionamientos historiográficos
Historiadores contemporáneos como Adolfo Gilly,[186] Friedrich Katz, Alan Knight,[187] Macario
Schettino o Jean Meyer,[188] han cuestionado los estudios hechos sobre esta etapa, debido a que
gran parte de los mismos fueron hechos bajo la óptica fundacional del Partido Revolucionario
Institucional,[189] la institucionalización de caudillos y mitos, el hecho de que sus demandas
principales no fueran satisfechas e incluso cuestionando si debe denominarse como una
revolución. Gilly fue el primero en lanzar la crítica en 1974 al publicar La Revolución Interrumpida,
en donde planteó que la revolución popular de Villa y Zapata fue terminada por los grupos
liberales de Carranza y Obregón.
Legado
Desfile del 20 de noviembre
En 1928 se realizó una carrera de relevos para celebrar el aniversario del inicio de la Revolución
mexicana, realizándose al año siguiente un desfile militar-deportivo en el Campo Militar en
Balbuena. Asimismo, en 1930 se realizó el desfile en las calles del centro histórico.[190]
En el año de 1936, por decreto del Senado de la República, el festejo se hizo oficial, aunque no fue
sino hasta el año de 1941 cuando el presidente de México, en ese entonces Manuel Ávila
Camacho, por primera vez encabezó el desfile.[190]
Al día de hoy en el evento participan figuras destacadas dentro del deporte nacional (el mismo día
se entrega el Premio Nacional del Deporte de manos del presidente), la Armada de México,
fuerzas armadas y fuerzas policíacas.[191]
Museos
En la República mexicana existen varios museos y monumentos dedicados a este conflicto bélico.
Algunos de ellos son:
Monumento a la Revolución.- El monumento se encuentra en la Ciudad de México, y
originalmente estaba planeado para ser el Palacio Legislativo, siendo Porfirio Díaz quien puso la
primera piedra el 23 de septiembre de 1910. En el monumento se encuentran los restos de
Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Plutarco Elías Calles y Lázaro
Cárdenas.[192]
Monumento a los Defensores.- El monumento se encuentra en la ciudad fronteriza de Tijuana, y
está dedicado a quienes combatieron a los soldados estadounidenses durante la revolución y con
motivo del centenario del nacimiento de Francisco Villa.[193]
Museo Nacional de la Revolución.- El 20 de noviembre de 1986 se inauguró en el sótano del
Monumento a la Revolución este museo,[194] bajo la administración de Miguel de la Madrid.[195]
Museo Regional de la Revolución Mexicana.- Este museo se encuentra en la ciudad de Puebla, y es
la antigua casa de Aquiles Serdán. En 1960 la propiedad se encontraba en remate, por lo que el
entonces Secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz rescató el inmueble y ese mismo año fue
abierto el museo.[196]
Museo de la Revolución Mexicana en Chihuahua.- El museo se encuentra en la antigua casa de Luz
Corral, viuda de Francisco Villa. En dicho museo se exhibe, entre otras cosas, al automóvil que
manejaba el caudillo el día de su muerte.[197]
Museo de la Revolución.- El museo se encuentra en la ciudad de Torreón, Coahuila. Fue
inaugurado en octubre de 2007 y se centra en la vida de Francisco Villa y Francisco I. Madero.[198]
Museo de la Revolución.- Este museo se encuentra también en el estado de Coahuila, en la ciudad
de Saltillo, y se centra en la vida de Francisco I. Madero.[199]
Museo Sonora en la Revolución.- El museo se encuentra en Ciudad Obregón, en el estado de
Sonora. Fue construido en la casa de Francisco Obregón Tapia, hijo de Álvaro Obregón.[200]
Centenario de la Revolución
El 16 de junio del año 2006, mediante decreto del Congreso de la Unión, el año 2010 fue declarado
como el «año del Bicentenario del inicio del movimiento de Independencia Nacional y del
Centenario del inicio de la Revolución Mexicana»,[201] y el 29 de octubre de 2007, por acuerdo de
la LX Legislatura del Senado de la República, se creó la Comisión especial encargada de los festejos
del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución mexicana, la cual tiene la
finalidad de realizar la difusión de los procesos históricos de la Independencia y de la Revolución y
la organización de eventos conmemorativos hasta el término de los festejos.[202]
Dentro de las actividades programadas se encuentran edición de libros, foros, seminarios
nacionales e internacionales, campañas publicitarias en medios de comunicación, así como la
emisión de programas en radio y televisión, entre otras.[203]
Además, para conmemorar ambos eventos, el gobierno federal erigirá un monumento
conmemorativo llamado Estela de luz, el cual estará ubicado en Paseo de la Reforma.[204] La
«primera piedra» fue colocada por el presidente Felipe Calderón Hinojosa.[205]
La Revolución mexicana en la cultura
Novelas
Existe una serie de novelas que reproducen este movimiento suscitado entre 1910 y 1917,[206] las
cuales, mediante cuadros sucesivos o fotografías narrativas de lo acontecido, relatan las
experiencias directas de las personas durante el movimiento.[207] Además, cabe añadir que son
las que describieron al movimiento armado desde su origen y que estudiaron analíticamente los
problemas surgidos por la prosecución durante ésta.[208]
Entre los autores más señalados de este tipo de novelas se encuentran Mariano Azuela (siendo
éste el primer autor con su novela Los de abajo),[207] [206] [209] Rafael M. Muñoz, José
Vasconcelos, José Rubén Romero, Martín Luis Guzmán, entre otros.[207] [208]
La novela revolucionaria, como género, comenzó a escribirse en 1928 (aunque algunos escritos
como los de Mariano Azuela son anteriores a esta fecha)[209] y culminó a mitad de la década de
1940.[208] [206]
Algunas de las obras:
Los de abajo de Mariano Azuela
Memorias de Pancho Villa, La sombra del caudillo y El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán
El resplandor de Mauricio Magdaleno
Ulises criollo y La tormenta de José Vasconcelos
Películas
Durante el conflicto armado muchos camarógrafos mexicanos siguieron los acontecimientos de la
revolución. Uno de ellos fue Salvador Toscano, quien grabó películas cortas con su cinematógrafo
Lumière, las cuales fueron unidas por su hija Carmen Toscano, responsable de culminar la película
de 1950 Memorias de un mexicano.[210] Otros realizadores fueron los Hermanos Alva, quienes
siguieron a Francisco I. Madero,[211] y Jesús H. Abitia, personaje que acompañaba a la División del
Norte y filmaba a Álvaro Obregón y Venustiano Carranza,[211] realizando Epopeyas de la
Revolución, único montaje aprobado por la Secretaría de la Defensa Nacional como versión
oficial.[210]
A partir de la década de 1930 comienza en México la llamada "Época de oro del cine
mexicano",[211] período durante el cual la Revolución mexicana fue un tema recurrente. Algunas
películas que destacan son:[210] [211]
Viva Villa, del año (1935), con Wallance Berry en el papel de Villa.
Vámonos con Pancho Villa (1935) de Fernando de Fuentes.
La Adelita (1937) de Guillermo Hernández G..
Con los Dorados de Villa (1939) de Raúl de Anda.
Si Adelita se fuera con otro (1948) de Chano Urueta.
¡Viva Zapata! (1952), con la actuación de Marlon Brando como Zapata.
La Escondida (1955) de Roberto Gavaldón y con la actuación de María Félix.
Así era Pancho Villa (1957) con la actuación de Ismael Rodríguez.
Pancho Villa y la Valentina (1958) con la actuación de Ismael Rodríguez.
Cuando ¡viva Villa! es la muerte (1958) con la actuación de Ismael Rodríguez.
La Valentina (1966) de Roberto Rodríguez.
La soldadera (1966) de José Bolaños y con la actuación de Silvia Pinal.
Zapata, el sueño del héroe (2004) de Alfonso Arau.
Corridos
Corrido dedicado a Francisco I. Madero. Durante la Revolución mexicana la forma musical
conocida como «corrido» tuvo un gran auge.[212] Este tipo de composiciones musicales tienen su
origen en el antiguo romance español, siendo canciones que narran acontecimientos reales,
dotados con visiones épicas o heroicas con respecto a los protagonistas o los acontecimientos. Es
por ello que suelen ser comparados con la función de los juglares de la Edad Media.[213]
El corrido constituyó entonces un medio de comunicación popular, por medio de los cuales se
contaba la vida y obra de héroes como Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa o
Felipe Ángeles.[213]
Algunos corridos han servido de inspiración de pinturas murales en México. Dos ejemplos son los
de Diego Rivera: «Las esperanzas de la patria por la rendición de Villa» y «Muerte de Zapata», los
cuales se encuentran en el edificio de la Secretaría de Educación Pública.[214]
Uno de los corridos más conocidos es el de La Adelita, cuyos versos dicen lo siguiente:[215]
Si Adelita se fuera con otro
le seguiría por tierra y por mar
si es por mar en un buque de guerra
si es por tierra en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa,
y si Adelita ya fuera mi mujer,
le compraría un vestido de seda
para llevarla a bailar al cuartel.
Adelitas
En novelas, murales, películas y corridos relativos a la Revolución una figura muy frecuente es el
de las «Adelitas» o soldaderas, mujeres que se encontraban en el campo de batalla. Aunque el
término soldadera proviene desde le época de la conquista, fue durante la época de la Revolución
mexicana que esta figura tuvo mayor popularidad y mayor despliegue.[216] Las mujeres tuvieron
una participación importante durante este conflicto en los campos de batalla, tanto en el ejército
federal, como en las diferentes tropas revolucionarias como las de Villa, Zapata y Carranza.[217]
Oficialmente las adelitas no tenían deberes militares, sino más bien domésticos: conseguir
alimentos, cocinar y cargar bultos y armas, entre otras cosas,[218] aunque hubieron algunas que
combatieron, incluso algunas alcanzaron los grados de coronel, teniente o capitán.[219] Entre ellas
destacan Margarita Neri en Guerrero, Rosa Bobadilla en Morelos o Juana Ramona viuda de Flores
en Sinaloa.[220]
En cuanto al origen del término «adelita» para referirse a las soladeras, Tomasa García, una
veterana de la Revolución, comentó en una entrevista en 1979: «A todas nos decían 'Adelitas'
porque éramos revolucionarias, éramos de tropa, pero la mera Adelita era de Ciudad Juárez. La
mera Adelita esa[...] era muy valiente».
Guerra de Independencia de los Estados Unidos
La Guerra de Independencia de los Estados Unidos fue un conflicto que enfrentó a las trece
colonias británicas originales en América del Norte contra el Reino de Gran Bretaña. Ocurrió entre
1775 y 1783, finalizando con la derrota británica en la batalla de Yorktown y la firma del Tratado
de París.
Durante la guerra, Francia ayudó a los revolucionarios estadounidenses con tropas terrestres
comandadas por Rochambeau y por el Marqués de La Fayette y por flotas bajo el comando de
marinos como Guichen,de Grasse y d'Estaing. España, por su parte, lo hizo inicialmente gracias a
Bernardo de Gálvez y de forma abierta a partir de la batalla de Saratoga, mediante armas,
suministros y abriendo un frente en el flanco sur.
Las colonias británicas que se independizaron de Gran Bretaña edificaron el primer sistema
político liberal y democrático, alumbrando una nueva nación, los Estados Unidos de América,
incorporando las nuevas ideas revolucionarias que propugnaban la igualdad y la libertad. Esta
sociedad colonial se formó a partir de oleadas de colonos inmigrados, y no existían en ella los
rasgos característicos del rígido sistema estamental europeo.
En las colonias del sur (Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) se había organizado
un sistema esclavista (con unos 500.000 esclavos negros) que explotaban plantaciones de tabaco,
algodón y azúcar. De este modo, la población estaba compuesta por grandes y pequeños
propietarios y esclavos.
Los antecedentes a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos se remontan a la
confrontación franco-británica en Norteamérica y a las consecuencias de la Guerra de los Siete
Años.
La Guerra de los siete años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París ponía fin al
imperio colonial francés en América del Norte y consolidaba a Inglaterra como la potencia
hegemónica. En oposición sólo tenía a España, que controlaba Nueva Orleans, la ciudad más
importante, con unos 10.000 habitantes. Respecto a Francia, la pérdida territorial no fue sentida
como algo catastrófico. Se conservaban los derechos pesqueros en Terranova y la población
católica francófona recibiría un trato de respeto. Por otro lado en el Caribe las pérdidas pueden
ser compensadas pues la colonia principal francesa del Caribe, Puerto Príncipe (la Española),
produce la mitad del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas
está en pleno apogeo.
Respecto a los colonos estadounidenses, la guerra modificó radicalmente el panorama anterior.
Los francófonos católicos de Quebec, tradicionales enemigos de los colonos estadounidenses de
las Trece colonias recibieron un trato respetuoso por parte de las autoridades británicas. Trato que
se confirmó en 1774 cuando se dotó a Canadá de un estatuto particular dentro de las colonias
estadounidenses, llevándose sus fronteras hasta la confluencia del Ohio y el Misisipi. Asimismo su
población conserva un derecho civil propio y la Iglesia Católica es reconocida. Todos estos
movimientos fueron mal aceptados por la población de las Trece colonias.
La causa inmediata de este conflicto fue el injusto trato que Gran Bretaña infligía a los colonos,
pues éstos aportaban riquezas e impuestos a la metrópoli pero no tenían los medios para decidir
sobre dichos impuestos, por lo que se sentían marginados y no representados.
La guerra
Después del triunfo de Gran Bretaña sobre Francia en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) en
la que recibió gran ayuda de las colonias económica y militarmente, dicha colaboración no fue
recompensada. Las medidas represivas del gobierno inglés (producidas tras sublevaciones como el
Motín del té de Boston y las sanciones de las Actas Intolerables) provocaron el inicio de la guerra
de independencia.
El descontento se extendió por las Trece Colonias y provocó una manifestación en Boston en
contra de los impuestos que debían pagar por artículos indispensables como el papel, el vidrio o la
pintura. En esta manifestación no hubo ningún altercado y el gobierno inglés hizo oídos sordos a
las peticiones de los colonos. Pero éstos no iban a consentir que la situación continuara así, con lo
que se reunieron junto a varios miembros de otras poblaciones para urdir una acción más
propagandística que la manifestación. En 1773 los colonos se reunieron en Boston. De Gran
Bretaña llegaban tres naves cargadas de cajas que contenían té. Varios miembros de la sociedad
secreta se disfrazaron de indios y fueron nadando hasta alcanzar los tres barcos. Una vez allí
capturaron a sus tripulantes y tiraron la mercancía por la borda. Fue la primera acción contra la
represión de impuestos, lo que intranquilizó a los británicos.
En 1774 se reunió por primera vez el Congreso de colonos en contra de la servidumbre a los
británicos y a favor de una patria independiente. Ya se discuten unas hipotéticas leyes. Pese al
clima de enemistad contra los ingleses en las colonias, todavía había algunos colonos que
apoyaban al rey inglés Jorge III, siendo llamados kings-friends.
Los primeros combates
Tropas alemanas que sirvieron con los británicos, llamadas «Hesianos» o «Hessians» en inglés (C.
Ziegler, tras Conrad Gessner, 1799).El 19 de abril de 1775, soldados ingleses salieron de Boston
para impedir la rebelión de los colonos mediante la toma de un depósito de armas de estos
últimos en la vecina ciudad de Concord. En el poblado de Lexington se enfrentaron a 70 milicianos.
Alguien, nadie sabe quién, abrió fuego, y comenzó de este modo la guerra de independencia. Los
ingleses tomaron Lexington y Concord, pero en su regreso hacia Boston fueron hostigados por
cientos de voluntarios de Massachusetts. Se producen las primeras bajas de la contienda, ocho
soldados colonos. Para junio, 10.000 soldados coloniales estaban sitiando Boston. Los británicos
principalmente atacaron con Casacas rojas.
En mayo de 1775, un Segundo Congreso Continental se reunió en Filadelfia y empezó a asumir las
funciones de gobierno nacional. Nombró catorce generales, autorizó la invasión de Canadá y
organizó un ejército de campaña bajo el mando de George Washington, un hacendado virginiano y
veterano de la Guerra Francesa e Indígena. Consciente de que las colonias sureñas desconfiaban
del fanatismo de Massachusetts, John Adams presionó para que se eligiera a este coronel de la
milicia virginiana, que tenía cuarenta y tres años, como comandante en jefe. Fue una elección
inspirada. Washington, que asistía al Congreso de uniforme, tenía el aspecto adecuado; era alto y
sereno, con un digno aire militar que inspiraba confianza. Como dijo un congresista: «No era un
tipo que actuara alocadamente, que despotricara y jurara, sino alguien sobrio, firme y calmado».
Se empezaron a reclutar soldados de entre todas las partes de las colonias. Muchos de ellos eran
hombres que vivian del campo o cazadores que eran bravucones y poco avezados en el combate.
En las primeras luchas contra los británicos, George Washington llegó a decir: «hemos reclutado
un ejército de generales, no obedecen a nadie».
Al principio, la guerra fue desfavorable para los colonos. En junio de 1775 se produjo una batalla
en la colina Búnker (Bunker Hill), frente a Boston. Los colonos sublevados se encontraban
perfectamente atrincherados. Los británicos asaltan la colina con 2.000 efectivos, pero los colonos
no retroceden y resisten y cuando los últimos asaltantes consiguen llegar a la cima las bajas
británicas son de 800. Es una victoria pírrica para los ingleses. Los insurgentes, además, hicieron
circular su versión de los hechos, que no era otra sino que se habían retirado simplemente por la
falta de munición y no por el empuje de los casacas rojas.
Travesía del río Delaware El 2 de julio de 1776, el Congreso finalmente resolvió que: «estas
Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, estados libres y soberanos». El 4 de julio de 1776 se
reunieron 56 congresistas estadounidenses para aprobar la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos, que Thomas Jefferson redactó con la ayuda de otros ciudadanos de Virginia. Se
imprimió papel moneda y se iniciaron relaciones diplomáticas con potencias extranjeras. En el
congreso se encontraban cuatro de las principales figuras de la independencia: George
Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams. De los 56 congresistas, 14
murieron durante la guerra. Benjamin Franklin se convierte en el primer embajador y jefe de los
servicios secretos.
La unidad se extendió entonces por las Trece Colonias para luchar contra los británicos. La
declaración presentó una defensa pública de la Guerra de Independencia, incluida una larga lista
de quejas contra el soberano inglés Jorge III. Pero sobre todo, explicó la filosofía que sustentaba la
independencia, proclamando que todos los hombres nacen iguales, y poseen ciertos derechos
inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos pueden
gobernar sólo con el consentimiento de los gobernados; que cualquier gobierno puede ser
disuelto cuando deja de proteger los derechos del pueblo. Esta teoría política tuvo su origen en el
filósofo inglés John Locke, y ocupa un lugar prominente en la tradición política anglosajona.
Estos hechos convencieron al gobierno británico de que no se enfrentaba simplemente a una
turba de Nueva Inglaterra y barrió casi cualquier objeción que los miembros del gabinete tuvieran
contra la conquista de las colonias. La confirmaron de que Inglaterra estaba envuelta en una
guerra, y no en una simple rebelión, dictó una política militar dieciochesca convencional,
consistente en maniobras y batallas entre ejércitos organizados.
Este cambio de estrategia forzó a los británicos a evacuar la ciudad de Boston en marzo de 1776, y
transferir sus principales fuerzas a Nueva York, cuya población se presumía era más favorable a la
causa de la Corona y que contaba con un puerto superior y una posición central. En consecuencia,
en el verano de 1776, sir William Howe, que sustituyó a Gage como comandante en jefe del
ejército británico en Norteamérica, arribó al puerto de Nueva York con una fuerza de más de
treinta mil hombres. Howe tenía intención de aislar Nueva Inglaterra de los otros rebeldes y
derrotar al ejército de Washington en una batalla decisiva. Iba a pasar los dos años siguientes
tratando de llevar a cabo este plan.
Según todas las apariencias, un enfrentamiento militar prometía todas las ventajas para Gran
Bretaña, una de las potencias más poderosas de la tierra, con una población de unos once
millones, comparada con los dos millones y medio de colonos, un quinto de los cuales eran
esclavos negros. La armada británica era la mayor del mundo y casi la mitad de sus buques
participaron inicialmente en el conflicto con los nacientes Estados Unidos. El ejército era una
fuerza profesional bien entrenada; en 1778, llegó a tener cerca de cincuenta mil soldados
estacionados sólo en Norteamérica, a los cuales se añadieron más de treinta mil mercenarios
alemanes durante la contienda.
Para enfrentarse a ese poder militar, los rebeldes tenían que empezar de la nada. El Ejército
Continental que crearon tenía menos de cinco mil efectivos permanentes, complementados por
unidades de las milicias estatales de diferentes tamaños. En la mayoría de los casos, unos oficiales
inexpertos, no profesionales, servían como jefes militares. Washington, el comandante en jefe,
por ejemplo, sólo había sido coronel de regimiento en la frontera virginiana y tenía poca
experiencia en el combate. No sabía nada de mover grandes masas de soldados y nunca había
dirigido un asedio a una posición fortificada. Muchos de sus oficiales habían salido de las capas
medias de la sociedad: había posaderos convertidos en capitanes y zapateros en coroneles, como
exclamó, asombrado, un oficial francés. Es más, «sucede con frecuencia que los colonos preguntan
a los oficiales franceses qué oficio tienen en Francia». No es de extrañar, pues, que la mayoría de
los oficiales británicos pensara que el ejército insurgente no era «más que una banda despreciable
de vagabundos, desertores y ladrones» incapaces de rivalizar con los casacas rojas de Su Majestad.
Un general británico llegó a alardear que con mil granaderos podía «ir de un extremo a otro de
Norteamérica y castrar a todos los hombres, en parte por la fuerza y en parte con un poco de
persuasión».
Sin embargo, estos contrastes eran engañosos, porque las desventajas británicas eran inmensas
desde el principio del conflicto. Gran Bretaña tenía que conducir la guerra desde el otro lado del
Atlántico, a cinco mil kilómetros de distancia, con los consiguientes problemas de comunicaciones
y logística; incluso alimentar adecuadamente era un problema casi insalvable. Al mismo tiempo,
tenía que hacer una guerra absolutamente diferente a la que cualquier país hubiera librado en el
siglo XVIII. La propia Norteamérica era inconquistable. La enorme extensión del territorio hacía
que las maniobras y operaciones convencionales fueran difíciles y engorrosas. El carácter local y
fragmentario de la autoridad en Norteamérica inhibía cualquier acción decisiva por parte de los
británicos. No había ningún centro neurálgico con cuya captura se pudiera lograr aplastar la
rebelión. Los generales británicos acabaron por decidir que su principal objetivo debía ser
enfrentarse al ejército de Washington en una batalla, pero, como dijo el comandante en jefe
británico no sabían cómo hacerlo, «ya que el enemigo se mueve con mucha más celeridad de la
que nosotros somos capaces».
Una de las causas de los resultados negativos de los colonos eran sus mosquetes, ya anticuados y
que sólo podían disparar a pocos metros para obtener precisión. Esto llevó a que se creara un
nuevo tipo de arma más eficaz, que fue el fusil modelo Pennsylvania, de gran precisión desde más
de 80 metros. Los colonos en estos primeros combates lucharon en forma de guerrillas.
George Washington, por su parte, comprendió desde el principio que, por el lado estadounidense,
la guerra tenía que ser defensiva. «En todas las ocasiones debemos evitar una acción general -dijo
ante el Congreso en septiembre de 1776- o arriesgar nada, a menos que nos veamos obligados por
una necesidad a la cual no deberíamos vernos arrastrados.» Aunque nunca actuó como cabecilla
guerrillero y se concentró todo el tiempo en crear un ejército profesional con el cual pretendía
batir a los británicos en una batalla abierta, en realidad, sus tropas pasaban buena parte del
tiempo librando escaramuzas con el enemigo, acosándolo y privándole de comida y
avituallamiento siempre que era posible (guerra de guerrillas). En esas circunstancias, la
dependencia de los estadounidenses de unas fuerzas de la milicia no profesionales y la debilidad
de su ejército organizado los convertían, como dijo un oficial suizo, en más peligrosos que «si
tuvieran un ejército regular». Los británicos no comprendieron nunca a qué se enfrentaban; esto
es, a una verdadera revolución que contaba con un apoyo generalizado de la población. Por ello,
continuamente subestimaron el aguante de los rebeldes y sobreestimaron la fuerza de los colonos
leales a la Corona. Al final, la independencia acabó significando más para los estadounidenses que
la reconquista o conservación de las 13 Colonias para los ingleses.
La batalla de Saratoga
Las cosas empezaron a cambiar en octubre de 1777 cuando un ejército británico bajo el mando del
General John Burgoyne se rindió en Saratoga, en el norte del estado de Nueva York. Este fue el
golpe de gracia y propagandístico que necesitaban los colonos para su independencia. Desde
Canadá llegaron indios (dirigidos por Joseph Brant), estos últimos estaban a favor de los británicos
porque los colonos les estaban expropiando sus tierras cada vez más. La expedición estaba
comandada por el general John Burgoyne y pretendía llegar a Albany. Sin embargo fueron
interceptados y tuvieron que presentar batalla en Freeman, cerca del río Hudson. Aquí estaban los
colonos comandados por Benedict Arnold (que después fue traidor), Horatio Gates y Daniel
Morgan. Este último comandaba a fusileros vestidos con pieles y que eran antiguos cazadores.
El general Burgoyne contaba con 600 mercenarios alemanes (los británicos llegaron a utilizar hasta
16.000 en toda la guerra) para tomar la granja. El 9 de septiembre Morgan tiene a sus hombres
bien escondidos en un bosque contiguo a la granja y en los trigales de la misma. Una vez se
acercan los mercenarios alemanes, los fusileros salen de sus escondites y disparan a los enemigos,
produciendo gran sorpresa entre éstos y provocando que caigan decenas. Burgoyne entonces
manda otros 600 más, que también caen. Los británicos retroceden, pero Burgoyne resiste,
aunque sin suministros ni víveres, y consigue poco tiempo después tomar la granja.
Horatio Gates, aunque hombre pesimista, es convencido por Morgan y Arnold para lanzar un
ataque a los británicos. Con los cañones incautados a los británicos bombardean la granja y
consiguen la rendición de Burgoyne. Entre el cañoneo de los colonos un general británico, Simon
Fraser, ordenó una carga de caballería totalmente desesperada, por lo difícil de la situación. Esta
carga fue rápidamente neutralizada por los hombres de Morgan, que consiguieron acabar con el
general. Éste, antes de morir, pidió ser enterrado en el campo de batalla, y para ello varios
soldados británicos se reunieron, lo que llegó a confundir a los colonos. Creyendo que los
enemigos se estaban reorganizando para otro ataque, empezaron a cañonear la zona en que
estaban enterrando a Simon Fraser, y aunque no dieron en el blanco sí produjeron que los que se
esforzaban en la faena fueran salpicados por la arena y el polvo. Al final se le pudo enterrar entre
una lluvia de balas de cañón. Este hecho produjo esta frase de un general alemán llamado
Riedesel: «¡qué gran entierro para un gran guerrero!»
La ayuda extranjera y el final de la guerra
Alentados por la victoria de Saratoga, Francia y España veían la oportunidad como una ocasión de
oro para lograr la revancha del desastroso Tratado de París de 1763, con el que concluyó la Guerra
de los Siete Años. Así Francia tras unos meses de cierta vacilación, entró abiertamente en la guerra
firmando una alianza en febrero de 1778 con los colonos. Pese a sus escasas provisiones y limitado
adiestramiento, las tropas coloniales pelearon bien en general, pero podrían haber perdido la
guerra si no hubieran recibido ayuda del erario francés, de la poderosa marina francesa y de las
tropas enviadas por Francia.
Por su parte, España, aunque enseguida ayudó a los rebeldes con dinero, armas y municiones, se
mostró reacia a la intervención directa, debido al temor de Floridablanca a las consecuencias de
un conflicto armado; incluso aspiró a algo que, de momento, resultaba una verdadera utopía: la
mediación entre los contendientes. Los objetivos españoles en América eran expulsar a los
británicos tanto del golfo de México como de las orillas del Misisipi y conseguir la desaparición de
sus asentamientos en América Central.
Después de 1778, la lucha se trasladó en gran medida al sur y el conflicto ya había adquirido un
cariz internacional con la entrada de Francia. Un año más tarde la realidad se impuso y España
declaró la guerra a Inglaterra, pensando incluso en la posibilidad de invadir Gran Bretaña mediante
el concurso de una armada francoespañola, plan que resultó inviable. Para su entrada abierta en el
conflicto el gobierno español había firmado el llamado tratado de Aranjuez, acuerdo secreto con
Francia sellado en Aranjuez recién el 12 de abril de 1779, por el cual España conseguía una serie de
concesiones a cambio de unirse a Francia en la guerra. Ésta prometió su ayuda en la recuperación
de Menorca, Mobile, Pensacola, la bahía de Honduras y la costa de Campeche y aseguró que no
concluiría paz alguna que no supusiera la devolución de Gibraltar a España. Esto provocó que los
británicos tuvieran que desviar a Gibraltar tropas destinadas en un principio a las colonias.
Los puertos de Toulon y Brest, en Francia, que estaban bloqueados por los británicos, fueron
desbloqueados por la falta de efectivos de los británicos. Con los puertos atlánticos abiertos, los
franceses pudieron llevar tropas a América al mando de La Fayette y de Rochambeau, siendo esta
ayuda de gran importancia para los colonos, como se señaló más arriba.
Más tarde Holanda también se unirá a la coalición formada por España y Francia, con ambiciones
de ganar posiciones por el dominio de los mares.
En 1781, 8.000 soldados británicos al mando del general Charles Cornwallis fueron rodeados en
Virginia, el último reducto, por una flota francesa y un ejército combinado franco-estadounidense
al mando de George Washington de 16.000 hombres. Tiene lugar así la batalla de Yorktown.
Cornwallis se rindió, y poco después el gobierno británico propuso la paz. Murieron 156 británicos,
52 franceses y 20 independentistas, siendo los últimos en caer en la Guerra de la Independencia.
En los restantes frentes entre 1779 y 1781, España sitió Gibraltar, una vez más infructuosamente,
y se iniciaron una serie de campañas en América contra distintos puntos estratégicos del golfo de
México en manos británicas, en la mayor parte de los casos coronadas por el éxito (Pensacola). Por
otro lado, una exitosa expedición a Menorca permitió la recuperación de la isla en febrero de
1782. El Tratado de París o Tratado de Versalles se firmó el 3 de septiembre de 1783 entre Gran
Bretaña y Estados Unidos y puso término a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. El
cansancio de los participantes y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con el predominio
inglés en el mar, hacía imposible un desenlace militar, condujo al cese de las hostilidades.
El tratado de París de 1783 (la Paz de Versalles)
Se reconocía la independencia de Estados Unidos de América y otorgó a la nueva nación todo el
territorio al norte de Florida, al sur del Canadá y al este del río Misisipi. El paralelo 32º se fijaba
como frontera norte. Gran Bretaña renunció, asimismo al valle del Ohio y dio a Estados Unidos
plenos poderes sobre la explotación pesquera de Terranova.
España mantenía los territorios recuperados de Menorca y la Florida oriental y occidental. Por otro
lado recuperaba las costas de Nicaragua, Honduras (Costa de los Mosquitos) y Campeche. Se
reconocía la soberanía española sobre la colonia de Providencia y la inglesa sobre Bahamas. Sin
embargo, Gran Bretaña conservaba la estratégica posición de Gibraltar (Londres se mostró
inflexible, ya que el control del Mediterráneo era impracticable sin la fortaleza de la Roca).
Francia recuperaba la mayoría de sus islas en las Antillas, además de las plazas del río Senegal en
África.
Holanda recibía Sumatra, estando obligada a entregar Negapatam (en la India) a Gran Bretaña y a
reconocer a los ingleses el derecho de navegar libremente por el Índico.
Gran Bretaña mantenía a Canadá bajo su Imperio, a pesar de que los estadounidenses trataron de
exportar a tierras canadienses su revolución.
Finalmente, se acordó el intercambio de prisioneros.
En general los logros alcanzados pueden juzgarse como favorables para España y en menor
medida para Francia a pesar del elevado coste bélico y las pérdidas ocasionadas por la casi
paralización del comercio con América, un pesado lastre que gravitaría sobre la posterior situación
económica francesa. Por otra parte, el triunfo de los rebeldes estadounidenses sobre Inglaterra no
iba a dejar de influir en un futuro próximo sobre las colonias españolas. Esta influencia vino por
distintos caminos: la emulación de lo realizado por comunidades en similares circunstancias, la
solidaridad de los antiguos colonos con los que aún lo eran, la ayuda de otras potencias
interesadas en la desaparición del imperio colonial español, etc. Estos aspectos se manifestaron de
un modo claro durante las Guerras Napoleónicas.
Gran Muralla China
La Gran Muralla China (chino tradicional: 長城, chino simplificado: 长城, pinyin: Cháng Chéng,
"Larga fortaleza") o (chino simplificado: 万里长城; chino tradicional: 萬里長城; pinyin: Wànlǐ
Chángchéng; literal "la larga muralla de 10.000 Li (里)") es una antigua fortificación china
construida y reconstruida entre el siglo V a. C. y el siglo XVI para proteger la frontera norte del
imperio Chino durante las sucesivas dinastías imperiales de los ataques de los nómadas xiongnu de
Mongolia y Manchuria.
Sin contar sus ramificaciones y construcciones secundarias, cubrió más de 20.000 km desde la
frontera con Corea al borde del río Yalu hasta el desierto de Gobi a lo largo de un arco que delinea
aproximadamente el borde sur de Mongolia Interior, aunque al día de hoy sólo se conserva un
30% de ella. Se calcula que tiene 8.851,8 kilómetros de largo. En promedio, mide de 6 a 7 metros
de alto y de 4 a 5 metros de ancho. En su apogeo Ming, fue custodiada por más de un millón de
guerreros.
La muralla fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1987. Gran parte
de la Gran Muralla tiene fama de ser el mayor cementerio del mundo. Aproximadamente 10
millones de trabajadores murieron durante la construcción. No se les enterró en el muro en sí,
sino en sus inmediaciones.
El día 7 de julio de 2007 se dio a conocer que la muralla china fue elegida como una de las
ganadoras en la lista de las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Está hermanada con la muralla
romana de Lugo, Galicia, España, también patrimonio de la humanidad.
Historia
Tradicionalmente, se divide la historia de la construcción de la Gran Muralla en cinco partes:
Una antes de la unificación de la Dinastía Qin (221 a. C.) Durante el período de Primaveras y
Otoños y los Reinos Combatientes.
La segunda a partir de la unificación de la dinastía Qin, donde el emperador Qin Shi Huang inició la
construcción de un muro en la frontera norte.
Periodo anterior a la unificación de la Dinastía Qin
En el siglo VIII a. C., en el comienzo del período conocido como primaveras y otoños, China sigue
un sistema feudal: el territorio se divide en cientos de feudos o estados dirigidos por príncipes, en
teoría, todos reunidos bajo los Reyes la Dinastía Zhou. Pero con el tiempo, estos feudos fueron
anexados por los príncipes formado grandes principados en el siglo VI a. C. algunos de ellos fueron
Chu y Wu, China estaba rápidamente fragmentada en varios reinos independientes: es el
comienzo del período de los Reinos Combatientes.
Por aquel entonces, varios estados se comprometen a la construcción de paredes para protegerse
de sus vecinos y de pueblos extranjeros. Así, alrededor del siglo V a. C., el estado de Qi inicia la
construcción de un muro, algunas de sus partes se mantienen aun en pie. A mediados del siglo IV
a. C., el estado de Wei comenzó la construcción de un muro en su frontera occidental, cerca de Qi,
y un segundo muro en su frontera oriental. Fue imitada por los estados de Yan y Zhao.
Comúnmente, la técnica utilizada para realizar las paredes fue de capas de tierra de unos pocos
centímetros se embalan una encima de otra. Las juntas de madera se extraían, dejando una pared
de tierra. Este método podría desarrollar rápidamente sólidos muros que pueden resistir siglos.
Periodo de la Dinastía Qin
Trazado tentativo de muralla que se muestra en rojo en el periodo de la Dinastía Qin
En el año 221 a. C., Qin Shi Huang conquistó todos los estados que se le oponían y unificó China
estableciendo la dinastía Qin. La intención de imponer un poder central y evitar el resurgimiento
de los señores feudales, ordenó la destrucción de las murallas que dividían su imperio a lo largo de
la antigua frontera. Después de los ataques de las tribus Xiongnu en el norte, envió al General
Meng Tian, para asegurarse de que la derrota de los Xiongnu y, a continuación, emprender la
construcción de un muro más allá del Río Amarillo para proteger mejor a los nuevos territorios
conquistados conectando el resto de fortificaciones a lo largo de la nueva frontera norte. El
transporte de una gran cantidad de materiales necesarios para la construcción fue difícil, por lo
que los constructores utilizaron los recursos locales como las piedras en las construcciones de
montaña y la tierra apisonada para la construcción en la llanura.
No hay registros históricos que indiquen la longitud exacta y el trazado de muralla en la dinastía
Qin, pero a pesar del debate entre los historiadores y la ausencia de acontecimientos históricos, la
Gran Muralla construida por la dinastía Qin permanece en la imaginación popular china como una
colosal obra con el apodo de "muro de diez mil li" (5 760 km en el valor de li de la dinastía Qin).
Periodo de la Dinastía Han
La muralla se muestra en el periodo de la Dinastía HanVéase también: Dinastía Han
En 210 a. C., el emperador Qin Shi Huang murió y la dinastía Qin que fundó sobrevivió unos pocos
años. En el 202 a. C., Liu Bang, un ex soldado de origen campesino que fue maestro de China y se
proclamó emperador con el nombre Han Gaozu. Debilitada por su anterior guerra de sucesión
contra el general Xiang Yu, Gaozu abandona el mantenimiento de la Muralla de la era Qin, y
cuando los Xiongnu, ahora unidos en una confederación estaban amenazando a través de la
frontera, Gaozu, en lugar de adoptar una ofensiva utilizando las paredes al igual que Qin Shi
Huang, trata de conseguir la paz con homenajes y una "armoniosa unión" o heqin, es decir, el
suministro chino de princesas para los jefes Xiongnu . Durante varias décadas, sus sucesores harán
lo mismo. Sin embargo, la Gran Muralla no está completamente abandonada: bajo el dominio del
emperador Han Wudi se le recomienda el establecimiento de fronteras tuntian (tipos de
asentamientos militares agrarios) protegidos por pequeños muros para colonizar la región e
impedir las incursiones Xiongnu.
En 134 a. C. el statu quo entre los chinos y los Xiongnu fue roto y a diferencia de sus antepasados,
Han wudi decidió tomar una ofensiva contra la confederación Xiongnu e inició en 129 a. C. una
primera ofensiva, seguida de muchos otras. Wudi restauró y conectó porciones de la Muralla de la
dinastía Qin y luego la extendió a través de lo que se convertiría en la Ruta de la Seda. En 119 a. C.,
los Xiongnu son expulsados a través del desierto de Gobi en Mongolia interior, y una nueva
sección del muro, de 400 km de largo fue construida y se conserva actualmente.
En el año 9 d. C., la dinastía Han se ve ensombrecido por la efímera dinastía Xin, antes de ser
restaurada el 23 d. C. por el emperador Geng Shi di que debe hacer frente a las guerras civiles y
cuando el emperador Guang Wudi ascendió al trono dos años después, su ejército es demasiado
débil para contener eficazmente los Xiongnu. Ordenó la construcción de cuatro nuevos muros para
frenar su avance y proteger a la capital. Por último, alrededor del 48, los Xiongnu experimentaron
luchas internas y se dividen en dos grupos: Xiongnu del Norte y Xiongnu del Sur. Los Xiongnu del
sur sirven de amortiguación entre sus homólogos en el norte y China estaba dispuesta a coexistir
con ellos. Al final de la dinastía Han, China se dividió en tres reinos separados por fronteras ,
haciendo de la construcción y el mantenimiento de las grandes paredes irrelevante.
Periodo de baja actividad
Desde el periodo de Los Tres Reinos (220) hasta fines de la Dinastía Yuan (1300) la muralla no
experimentó grandes cambios y extensiones además de reconstruir sectores desgastados.
Destacan pequeños periodos de construcción en el siglo V al VII y los siglos XI al XIII.
Periodo de la Dinastía Ming
La Gran Muralla como concepto se reavivó de nuevo durante la dinastía Ming después de la
derrota del ejército por parte de los Oirats en la Batalla de Tumu en 1449. Los Ming no tuvieron
una clara victoria y adoptaron una nueva estrategia para mantener las tribus nómadas alejadas de
la capital mediante la construcción de muros a lo largo de la frontera norte de China.
A diferencia de las anteriores fortificaciones, la construcción de Ming fue más fuerte y más
elaborada debido a la utilización de ladrillos y piedra en lugar de tierra apisonada. Como
consecuencia de las incursiones mongolas a través de los años, se dedicaron considerables
recursos para reparar y reforzar las paredes. Las secciones Ming cerca de la capital Pekín son
especialmente fuertes y resistentes.
Hacia el final de la dinastía Ming, la Gran Muralla defendía el imperio en contra de la invasión
manchú que comenzó alrededor de 1600. Bajo el mando militar de Yuan Chonghuan, el ejército
Ming bloqueó el avance Manchú en el fuertemente fortificado paso Shanhaiguan, previniendo que
entraran en el corazón chino. Los Manchues finalmente fueron capaces de cruzar la Gran Muralla
en 1644, cuando las puertas se abrieron en Shanhaiguan por Wu Sangui, un general que se
encontraba en contra de las actividades de los gobernantes de la dinastía Shun, que sucedió por
un breve período a la dinastía Ming. Los Manchues rápidamente ocuparon Pekín y derrotaron a la
recién fundada Dinastía Shun y el resto de la resistencia, para establecer la dinastía Qing.
Con los Qing como gobernantes, Mongolia se anexó al imperio, de modo de construcción y
reparaciones en la Gran Muralla se interrumpieron debido a que dejaron de ser necesarias.
Recorrido
Las provincias, municipalidades y regiones autónomas por las que pasa la Muralla son (en orden
alfabético, debido a que la ramificación de la estructura no permite hacer un seguimiento
continuo): Gansu, Hebei, Henan, Hubei, Hunan, Jilin, Liaoning, Mongolia Interior, Ningxia, Pekín,
Qinghai, Shaanxi, Shandong, Shanxi, Sichuan, Tianjin y Xinjiang.
Materiales
Los materiales usados son aquellos disponibles en los alrededores de la construcción. Cerca de
Pekín se utilizó piedra caliza. En otros sitios se utilizó granito o ladrillo cocido. Básicamente, era
una larga tapia de arcilla y arena, cubierta con varias paredes de ladrillo. Eso la hizo muy resistente
a los impactos de armas de asedio.
En cuanto a la pared de la dinastía Qin, la materia prima depende de la disponibilidad de tierra,
mientras que el diseño y la ubicación de torres de vigilancia, cuarteles y los pasajes son
seleccionados en base a las ventajas estratégicas que ofrece la configuración física de las regiones.
Las paredes se construyen en capas alternas de grava triturada y cañas, fueron cubiertos con
arcilla para ser protegidas de la erosión y hacerla más difícil de escalar.
Paso de Shanhai, «Primera puerta bajo el cielo», en restauración. Puertas
Paso Juyong (居庸關) o "paso del norte", en la zona de Badaling. Esta sección del muro ha tenido
muchos guardias para defender la capital Pekín. De piedra y ladrillos de las colinas, esta parte de la
Gran Muralla es de 7,8 metros de altura y 5 metros de ancho.
Paso Jiayu (嘉峪關) o "paso del oeste". Esta fortaleza está cerca del borde occidental de la Gran
Muralla.
Paso Shanhai (山海關) o "paso del este". Esta fortaleza se encuentra cerca de los bordes de la
zona oriental de la Gran Muralla.
Secciones llamativas
Una de las secciones más llamativas de la Gran Muralla Ming es donde remonta muy empinadas
laderas. Recorre 11 kilómetros de largo, de 5 a 8 metros de altura y 6 metros en la parte inferior,
hasta 5 metros en la parte superior. Tiene 67 torres de vigilancia y esta a 980 metros sobre el nivel
del mar.
25 km al oeste de Tian Ling Liao la pared que es de una altura muy baja. Los arqueólogos explican
que el muro que parece ser de plata, porque la piedra que utilizaban eran de Shan Xi, donde
muchos se encuentran las minas. La piedra contiene alto grado de metal en ella provocando que
aparezca la plata. Sin embargo, debido a los años de decadencia de la Gran Muralla, es difícil ver la
parte de plata de la pared el día de hoy.
Torres de vigilancia y cuarteles
Torre de vigilanciaLos fuertes fueron construidos a lo largo de las paredes, o directamente
integrados en las paredes con un sistema de señales de humo puede impedir un ataque Xiongnu.
Para lograr la pronta llegada de refuerzos, el ejército hizo uso de la luz, principalmente para la
caballería. La Gran Muralla también pasa a través de las principales rutas comerciales, lo que
permite el control de las importaciones. Cada torre tiene escaleras únicas y de acceso difícil de
manera que confunda al enemigo. Los cuarteles y los centros administrativos fueron ubicados a
mayores distancias. A lo largo de la muralla existen almenas en la línea superior de la gran mayoría
de la pared, con lagunas defensivas un poco más de 30 cm de altura, y alrededor de 23 cm de
ancho.
Conservación
Turistas deslizándose por la muralla, en una de las partes reconstruidas al norte de PekínSi bien
algunas partes al norte de Pekín y cerca de centros turísticos se han conservado, e incluso
reconstruido, en muchos lugares el muro está en mal estado. Las partes han servido como una
fuente de piedras en la reconstrucción de viviendas y carreteras. Las secciones del Muro también
son propensas a graffiti y vandalismo. Se ha destruido también, porque está en el camino de la
construcción. No hay un inventario exhaustivo de la pared se ha llevado a cabo, por lo que no es
posible decir cuánto de ella sobrevive, especialmente en las zonas remotas.
Más de 60 kilómetros de la pared en la provincia de Gansu pueden desaparecer en los próximos 20
años, debido a la erosión de las tormentas de arena. En los lugares, la altura de la pared se ha
reducido de más de cinco metros a menos de dos metros. Las torres vigías que caracterizan a las
más famosas imágenes de la pared han desaparecido completamente. Muchas secciones
occidentales de la pared se construyeron a partir de barro, en lugar de ladrillo y piedra, y por lo
tanto son más susceptibles a la erosión.
Reconocimiento desde el espacio
El libro de Richard Halliburton, Second Book of Marvels, publicado en 1938, afirmaba que la Gran
Muralla China es la única construcción humana visible desde la Luna, y la publicación de Ripley
Aunque usted no lo crea de la misma década, aseguraba algo parecido. Esta creencia ha persistido,
y ha adquirido un estatus de leyenda urbana, e incluso se ha incluido en libros escolares. Arthur
Waldron, autor de la historia más fiable de la Gran Muralla, ha especulado que la creencia puede
provenir de la fascinación con los "canales" que se creía que existían en Marte. La lógica era
simple: si los terrícolas podían ver los canales de Marte, entonces los marcianos podrían ver la
Gran Muralla.
La gran muralla en imagen satélite De hecho, la Gran Muralla tiene únicamente pocos metros de
ancho -de un tamaño aproximado al de las pistas de carreteras y aeropuertos- y es casi del mismo
color que el suelo que la rodea. No es posible verla desde la distancia de la Luna, y mucho menos
desde Marte. Si la Gran Muralla fuera visible desde la Luna, sería fácil verla desde la órbita
terrestre, pero desde ahí es apenas visible y únicamente bajo condiciones climáticas perfectas. No
es más visible que otras construcciones humanas.
El Astronauta William Pogue pensó que la había visto desde el Skylab, pero descubrió que de
hecho miraba al Gran Canal de China, cerca de Pekín. Pudo ver la Gran Muralla con binoculares, y
concluyó que "no era visible a simple vista". El senador Jake Garn afirmó que pudo ver la Gran
Muralla sin ayuda de binoculares desde la órbita de un transbordador espacial en los 80, pero su
afirmación ha sido puesta en duda por varios astronautas norteamericanos. El astronauta chino
Yang Liwei dijo que no pudo verla en absoluto.
Neil Armstrong afirmó: "No creo que, por lo menos con mis ojos, hubiera alguna construcción
humana visible para mí. No he conocido a nadie que me haya dicho que han visto la Muralla China
desde la órbita terrestre. Le he preguntado a mucha gente, particularmente a gente del
transbordador, que han orbitado varias veces sobre China durante el día, y aquellos con los que he
hablado no la han visto".
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