EL PSICOANÁLISIS Y EL PRÍNCIPE MODERNO: UNA

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EL PSICOANÁLISIS Y EL PRÍNCIPE
MODERNO: UNA INTERPELACIÓN*
Luís Seguí
Mi exposición estará organizada alrededor de tres viñetas que quiero desarrollar con
brevedad, para luego ver si esos tres momentos se pueden anudar en alguna
conclusión que tenga que ver con el tema que hoy nos convoca. El primer momento
es el que llamo Momento Maquiavelo; el segundo es el Momento Freudiano; y el
tercero es el Momento Rafah Nached.
El Momento Maquiavelo. Lo traigo a colación, obviamente, por la resonancia del
sustantivo “príncipe”. El libro de Maquiavelo, El Príncipe –del cual el próximo año se
cumplen quinientos años— está escrito para aconsejar al príncipe, a la sazón, Lorenzo
de Medici, en la Florencia de principio del S. XVI.
Es el momento de la modernidad. Así como Lacan cifra en esa época el paso del amo
antiguo al moderno, otros cifran el paso a la modernidad en la época del
descubrimiento de América, mientras que para otros ocurre unos años antes, toma de
Constantinopla por los turcos. Sea como fuera, podemos decir que la modernidad
tiene lugar en el paso del siglo XV al XVI.
Es en estas circunstancias históricas donde se inserta el pensamiento y la figura de
Nicolás Maquiavelo en Florencia. A través de su texto más famoso, El Príncipe, intenta
dar consejos para ganar y conservar el poder. Maquiavelo es un precursor de lo que
hoy se llama ciencia política, expresión que no va a ser utilizada hasta trescientos
años después. Se puede decir que fue un precursor, el primer pensador que intenta
sistematizar la presencia de la dimensión imaginario-simbólica en la política y, en
particular, en la relación entre gobernantes y gobernados. Más adelante trataré de
articular mi pensamiento sobre lo que considero que es el príncipe moderno con el
cual tenemos que lidiar hoy.
Momento freudiano, o momento de Freud. Hay que decir, en primer lugar, que la
historia no enseña nada. Nos permite conocer episodios, protagonistas, lo que
dijeron, como actuaron, lo que escribieron, pero no hay que abrigar la más mínima
esperanza, desde mi punto de vista, de que la historia nos enseñe nada. Como decía
Antonio Gramsci, la historia es una escuela sin alumnos. Tampoco es verdad lo que
decía Karl Marx, que la historia, primero era tragedia, y luego se presenta como farsa.
La historia es el lugar a donde retorna lo reprimido. Pura y simplemente. Por eso la
gente se sigue matando a lo largo de los siglos, con distintas circunstancias y
protagonistas.
No obstante, si traigo a colación la experiencia freudiana, y a Freud como sujeto
alrededor de la política, es porque creo que hay algunas circunstancias ilustrativas en
relación a cómo se pueden comportar los psicoanalistas en relación con la política,
tanto a nivel individual como institucional.
En el comportamiento de Freud encontramos una mezcla de negación, de candor, o
de ingenuidad si quieren ustedes, y de prudencia, en relación con la política. Estos
años, a los que me voy a referir, son decisivos en la historia de Freud y en la historia
de Europa. Me voy a referir a algunas intervenciones públicas de Freud que están
recogidas, básicamente, en las cartas que intercambió con sus hijos, con Stefan
Zweig, con Romain Rolland, con Thomas Mann, y con otros intelectuales de su época,
incluido Einstein.
Hay una carta de Freud a su hijo Ernst, de Febrero de 1934, donde hace referencia a
unos episodios que se están produciendo en esos momentos en Viena, una ciudad que
no era muy grande, ni lo es ahora. Se da la circunstancia de que, en ese año, hubo
una insurrección de las milicias socialistas y comunistas contra la dictadura de
Engelbert Dollfuss, un católico conservador y autoritario, que gobernaba en ese
momento Austria. Además, había una constitución, recién aprobada, en la cual se
definía el gobierno austríaco como católico, autoritario y conservador. En 1934, una
insurrección de los obreros socialistas y comunistas en Viena es aplastada a
cañonazos por el ejército austríaco. Y hay una carta de Freud a su hijo Ernst del 20 de
Febrero, donde, al pasar, hace referencia a ese episodio. Dice:
“No es fácil averiguar por los periódicos lo que sucede de verdad en una población
donde continúan oyéndose disparos”.
Luego, en esa misma carta, se queja de que durante 24 horas hubo un corte de luz.
No hace ninguna otra referencia al hecho del enfrentamiento y masacre de los
obreros en un barrio de Viena que, por cierto, hoy se llama Karl Marx. Por el
contrario, dice:
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“No debemos juzgar al gobierno con demasiada dureza, después de todo, la vida bajo
la dictadura del proletariado –que era el objetivo de los cabecillas de la rebelión—
tampoco habría sido posible”.
No por las cartas, sino por muchos otros escritos de Freud, por ejemplo, El porvenir
de una ilusión de 1927, El malestar en la cultura de 1930, en Nuevas lecciones
introductorias al psicoanálisis de 1935, cada vez con mayor profundidad realiza una
crítica muy seria al bolchevismo y a la experiencia que se desarrolla en la Unión
Soviética, algo que no ha hecho, en su momento, con el Nacional Socialismo. Ahí, por
razones que yo creo que tienen su explicación, fue mucho más prudente. En su
momento, dice Freud en esa carta a su hijo:
“El futuro es incierto. O el fascismo austríaco, o la cruz gamada. En este último caso
tendríamos que abandonar el país. En cuanto al fascismo nativo, habremos de
aceptarlo hasta cierto punto, pues no creo que pueda tratarnos tan mal como su
primo alemán”.
Es decir, hay un momento denegatorio de Freud en relación a la gravedad de la
situación política austríaca y de la vecina Alemania. Hay que decir que, en ese
momento, en Alemania, ya el Nacionalsocialismo sube al poder un año antes. La
persecución, la hostilidad, y los malos tratos hacia los judíos eran públicos y
estimulados desde el poder. También, la revista oficial de la Sociedad Psicoanalítica
había sido obligada a publicar los principios que obligaban a los psicoterapeutas a
jurar fidelidad al Nacionalsocialismo. En 1935 se aprobarían las leyes de Nuremberg,
dirigidas a la discriminación y represión de los judíos. Y ya para esa época se habían
marchado de Alemania algunos psicoanalistas importantes como Fromm, Otto
Fenichel y otros. No obstante, la posición de Freud con respecto al fascismo es la de
una persona que vive en Viena, que se identifica con esa cultura y esa lengua –lo
repite en gran parte de su correspondencia— y da la impresión de que mientras le
dejen trabajar como psicoanalista y permitan que sigan circulando las publicaciones
de la Escuela, no va a enfrentarse, en modo alguno, con el gobierno de Engelbert
Dollfuss.
Por cierto, Engelbert Dollfuss es asesinado por los propios nazis por no ser muy proalemán. Sube al gobierno un canciller, Kurt Schuschnigg, que firma dos años después
en 1936 un acuerdo secreto con Hitler donde reconoce que Austria es un estado
alemán, lo cual abre las puertas de la futura anexión en 1938.
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En ese momento, Freud está escribiendo Moisés y la religión monoteísta. Y le dice a
Arnold Zweig en una carta, que es muy prudente en la publicación de ese trabajo, no
solamente por su dificultad y complejidad, sino por la influencia y las repercusiones
negativas que ese texto, por su contenido, puede tener en la iglesia católica, que en
Austria era enormemente poderosa, y en la que Freud confiaba de una manera
bastante ingenua, tanto en relación a la defensa que podía hacer de Freud como
persona, como para atajar la influencia alemana en Austria. Dice:
“La preocupación que me inspira esto, me impulsa a mantener en secreto el ensayo,
pues vivimos aquí, en Austria, una atmósfera de ortodoxia católica... El Dr. Edoardo
Weiss ha fundado en Roma un grupo de psicoanalista y publicado varios números de
una revista italiana de psicoanálisis “Rivista Italiana di Psicoanalisi”. De repente la
revista ha sido suspendida, y aunque Weiss tiene acceso directo a Mussolini y que
recibió una promesa suya de que permitía basar ciertas esperanzas, no ha podido
lograr que se levante la prohibición. Se dice que esta viene directamente de Vaticano,
y se asegura que el responsable es el padre Schmidt. Justo es pensar que una
publicación mía, o sea Moisés, crearía cierta sensación y no escaparía a la atención de
este sacerdote declarado enemigo nuestro. En tal caso se correría el riesgo de que el
psicoanálisis pudiese ser proscrito en Viena, lo que acarrearía el fin de nuestras
publicaciones vienesas. Si este riesgo afectara únicamente a mí, me traería sin
cuidado, pero privar a todos nuestro adeptos en Viena de su pan, me parece una
responsabilidad excesiva. Además, tengo la impresión de que no está bien buscada la
esencia del ensayo...”
Es decir, ya empieza a comentar las dificultades que tiene con el ensayo. Aquí está el
Freud prudente que cuida a sus colegas, consciente de que un pronunciamiento
público de su pensamiento, en este caso a través del Moisés y el monoteísmo –texto
que va contra el catolicismo y las religiones en general— puede tener repercusiones
muy negativas. Esto puede inducirnos a pensar que no hubo un pronunciamiento
abierto, ni de la Asociación psicoanalítica como tal, ni de Freud como persona,
denunciando la persecución de los judíos en Alemania y el Nacionalsocialismo. Al
menos en sus escritos conocidos y en su correspondencia, no hay una condena
pública.
Yo, personalmente, atribuyo este silencio, o discreción, su prudencia, a dos
circunstancias. Que su pronunciamiento público como psicoanalista y judío, pudiera
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repercutir en los colegas austríacos y, especialmente, en los alemanes. Otra, porque
había una cierta ingenuidad que no era solamente de Freud, también de Stefan Zweig
y otros intelectuales de la época, que creían que el fenómeno nacionalsocialista que
se estaba desarrollando en Alemania, podría ser pasajero, no tener una continuidad,
que era una especie de mal encuentro con la historia que podía superarse
rápidamente. Desafortunadamente, sabemos que no fue así. Incluso, el 10 de Mayo
de 1933, cuando se hizo la pira para quemar libros en todas las universidades e
institutos alemanes, donde estaban las obras de Freud también, el comentario que
hace Freud en una carta es:
“Hemos progresado algo. En la Edad Media me hubiesen quemado a mí”.
También hay un cierto candor en esa especulación, porque si hubiera estado él
físicamente en Alemania, no hubiesen quemado solamente sus libros.
Reconoce que la situación se va complicando en la propia Austria. Hay una carta a
Max Eitingon del 6 de Febrero de 1938. Es un momento clave en la historia de
Alemania y especialmente de Austria. En esa carta le dice a Eitingon:
“Nuestro gobierno, valeroso y decente, a su modo muestra ahora más energía que
antes para mantener apartados a los nazis, aunque en vista de los últimos
acontecimientos de Alemania, nadie puede estar seguro de lo que va a suceder”.
Esto lo dice un mes antes de que los alemanes ocupen Austria a petición de los
propios austríacos, y cuando confiaba en que la influencia de la iglesia católica podía,
como he leído en otra carta, atajar el crecimiento del Nacionalsocialismo y su
influencia sobre Austria. Y en otra carta habla de lo que llamo el “momento
denegatorio de Freud”, cuando no se quiere enterar de la gravedad de la situación
que existe alrededor suyo, por lo cual se va a mantener en Austria incluso hasta
poner en riesgo su propia vida y la de su hija Anna. Es evidente que si no fuese por la
intervención de su amiga Marie Bonaparte, y de los embajadores extranjeros,
particularmente el de Estados Unidos, no le hubieran permitido salir de Austria con un
pasaporte. Dice en la carta a Eitingon que acabo de citar:
“Además, es uno de los dramas del progreso cultural. Curiosamente, la institución de
la iglesia católica opone una vigorosa defensa contra la difusión de aquél peligro
cultural –se refiere a los nazis—. Ella, hasta ahora acérrima enemiga de la libertad de
pensamiento y del progreso hacia el discernimiento de la verdad. Vivimos aquí, en un
país católico bajo la protección de la iglesia, sin saber por cuanto tiempo ha de
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ampararnos. Pero mientras perdure, es natural que oscilemos en emprender cosa
alguna que provoque la hostilidad de la iglesia. No es cobardía sino precaución. El
nuevo enemigo, bajo cuya servidumbre no queremos caer, es más peligroso que el
antiguo, con el cual ya hemos aprendido a convivir”.
Se refiere a que podía convivir con el régimen fascista austríaco, pero que la llegada
de los nazis cambia radicalmente la situación porque, efectivamente, cuando está
escribiendo Moisés..., es cuando se produce la llegada de las tropas alemanas que
ocupan Austria y se produce la anexión.
Y luego, en una segunda advertencia preliminar que está en el texto de Moisés..., que
es de Junio de 1938, ya está en Londres, habla de las dificultades de adaptación y
dice:
“En aquél tiempo –cuando todavía estaba en Viena—, vivía bajo la protección de la
iglesia católica, con la angustia de perderla con mi publicación y provocar para los
seguidores y discípulos del psicoanálisis, una prohibición de trabajar en Austria. De
pronto sobrevino la invasión alemana. El catolicismo reveló ser, para decirlo con
palabras bíblicas, una caña flexible”.
Porque, efectivamente, la iglesia católica austríaca se pasó con armas y bagajes al
nazismo.
Yo creo que estas experiencias de Freud en relación con un momento clave de la
historia europea, nos confronta con el dilema que se suele presentar en coyunturas
históricas muy particulares, cuando la ciudadanía, incluidos los sujetos psicoanalistas,
se ven compelidos a adoptar una decisión y tomar una posición con respecto a lo que
ocurre en la calle, en la ciudad. Desde luego, nadie objeta, ni puede poner oposición
alguna, a que los psicoanalistas, como sujetos, puedan asumir los compromisos
políticos que consideren convenientes. De hecho, esto ha sido así históricamente.
Además, pese a la experiencia de Freud, por prudente que una persona quiera ser,
por la buena intención que haya tenido de evitar complicaciones a sus colegas, en
particular a los que todavía vivían en Alemania en ese momento, la pregunta surge
inmediata. La interpelación que yo hago es la siguiente: Una intervención pública de
Freud en contra del nacionalsocialismo y de lo que significaba, como las que había
hecho contra el bolchevismo, ¿habrían cambiado la historia?, ¿hubieran reprimido
más a los judíos?, ¿acaso hubieran acentuado el salvajismo y la crueldad, no sólo
contra los psicoanalistas?
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Porque ya desde las leyes de Nuremberg, habían prohibido el ejercicio de las
profesiones a los judíos, como la medicina, la abogacía y otras. De manera que, esa
prudencia de Freud, por bien intencionada que fuera, creo que no hubiera cambiado
en absoluto las cosas. Pero él quería salvar a la Escuela y salvar, en la medida de lo
posible, a los colegas que todavía estaban en Alemania. De todas maneras, el
interrogante sigue ahí.
Lo que yo me planteo es esa diferencia entre el compromiso político que tuvieron que
asumir como sujetos que viven en la ciudad y que están inmerso en un contexto
sociopolítico determinado, y en unas coyunturas que les empujan a tomar posición, y
otra diferente la posición que puede adoptar la escuela como institución. En ese
sentido hay un aporte de los que hemos recibido antes de esta jornada, de este
seminario, por parte de colegas de otras sedes, hay uno de colegas de Barcelona
donde establecen un límite a partir del cual el compromiso de la institución puede
llegar a ser destructivo para la propia institución. Dice textualmente:
“Está en una identificación de la Escuela con las causas diversas que dividen a la
sociedad. Pero, al mismo tiempo tiene la responsabilidad ética de conocer, descifrar e
interpretar la sociedad actual como un efecto del discurso de la ciencia”.
Nadie puede estar en desacuerdo con que, efectivamente, la escuela se pone en
riesgo si hace un pronunciamiento público sobre cuestiones que dividen a la sociedad.
La pregunta es: ¿cuáles son las cuestiones que no dividen a la sociedad? Me refiero a
esas cuestiones en las que se juega un cambio estructural o coyuntural en la vida
política de la ciudad. Es difícil determinar exactamente. Sabemos que hay algunas
que efectivamente dividen a la sociedad, incluso a la Esuela y la harían destruirían.
Voy a poner un ejemplo provocador.
La escuela no se ha pronunciado nunca, públicamente, en relación a las últimas
guerras, auténticos crímenes y genocidios contra la humanidad, como la guerra de
Irak, iniciada con la excusa de las armas de destrucción masivas. Ha constado un
millón de muertos. Independientemente de que cada uno pueda tener opinión
respecto a la política imperialista de Estados Unidos y sus aliados, eso se puede
volver a ocurrir en cualquier momento. En relación a Irán puede suceder un ataque
bajo el eufemismo de “preventivo”, o “defensa anticipada”. Es algo que puede llegar a
conmover la estabilidad mundial, por el sitio, por los protagonistas, y por el tipo de
política que se pretende hacer.
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Evidentemente, la Escuela no se puede pronunciar públicamente como institución
sobre una cuestión semejante. No solamente porque es enormemente conflictivo para
nosotros, como institución, pronunciarnos sobre un conflicto. Hay, no ya en la
sociedad, sino dentro de la Escuela, opiniones diferentes. Incluso la forma de redactar
un pronunciamiento público, por más genérico que se quiera hacer, tiene repercusión
en el seno de nuestra Escuela, o en los colegas de origen judío, o en aquellos que se
identifican con la cultura judía, pues se trata de un ataque en el que participe Israel
contra un país que niega la existencia de Israel y, además, niega el Holocausto. Está
clarísimo que ahí no nos podemos meter porque se destruye la Escuela. Quiero
señalar esto para ver la diferencia y los límites entre lo que divide la sociedad, lo que
puede dividir, además, a los psicoanalistas, y la diferencia con el compromiso
personal político que cada uno pueda asumir.
Momento Rafah Nached. Es el último que quiero plantear. Joaquín Caretti ha citado el
comunicado de 13 de Septiembre de 2011, donde Jacques-Alain Miller dice que en el
siglo XXI el psicoanálisis se ha convertido en una cuestión social, y que la lógica
impulsa a que se convierta en una fuerza material y política. Esto no es cualquier
cosa. Hay muchas formas de interpretar lo que es una fuerza política, sin que sea
necesariamente un partido. Desde luego, no se pretende semejante cosa. Pero hay
intervenciones políticas por parte del psicoanálisis, concretamente dos, que voy a
citar y que están en la mente de todos. La Ley Accoyer, en la que hubo una
intervención personal de Jacques-Alain Miller que consiguió detener el progreso anti
psicoanalítico que esa ley suponía. Fue un acto esencialmente político, jugado en el
ambiente político, entrevistándose con senadores y diputados franceses, con el
ministro de educación, etc. Fue un acto político corporativo, un acto de defensa
corporativa.
El de Rafah Nached también. Rafah es una colega psicoanalista, es francesa, y
residente en una antigua colonia, como es Siria. Se produce ahí una intervención
política, personal, de Jacques-Alain Miller, al que siguió el conjunto de la Escuela y la
AMP. Una intervención política también en el ámbito corporativo.
Hay otro ámbito de posible intervención. Tiene que ver con un texto que traigo a
colación, texto que envié, en Diciembre de 2011, después de las jornadas de
Zaragoza, cuando nuestro colega de Barcelona, Antony Vicens leyó una nota diciendo
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que el psicoanálisis tenía que continuar en su misión civilizatoria. El texto que yo
publiqué está en debate, y se puede consultar sin problema. No lo voy a repetir.
La cuestión que traigo a colación es un escrito de Jacques-Alain Miller en la revista
Freudiana nº 55. Es una carta más a la opinión ilustrada, donde Miller, abundando en
esta cuestión de la fuerza material y la política –aunque no lo dice con esas
palabras— plantea que para combatir la posibilidad de que el cognitivismo se haga
fuerte en la administración pública, donde está el poder político, es preciso tomar un
camino igualmente arriesgado, seducir a los poderosos y guardarse de no ser
seducidos por el discurso que intentamos seducir.
Aquí entra lo que llamo “príncipe moderno”, encarnado por el discurso científico y el
capitalista. ¿Cómo hacer, los psicoanalistas, ante el discurso científico y el capitalista
intentando seducir, es decir, agujerear esos discursos, plantear la existencia de la
falta y romper las identidades, cuando la política y los políticos, en general, se
sustentan en las identificaciones, en la negación de la castración, de la falta, y en no
permitir ser agujereados? Es una tarea ímproba y complicada para la que Miller
plantea que se tienen que utilizar mediaciones. Nos corresponde actuar a través de
mediaciones complejas para que ese deseo dure, el deseo del psicoanalista, y tratar
de seducir a los que tienen poder, al amo moderno, sin ser seducidos.
Esa operación de seducción se orienta al modo de trabajo de los lobbys, que trabajan
en determinadas circunstancias, en los pasillos, como su nombre indica, para
convencer a los políticos que voten o dejen de votar a determinadas opciones, o
adopten determinadas decisiones. Es lo que llamo, en su momento, “estrategia de
aproximación indirecta”.
Estas son las cuestiones que quería plantear como interpelaciones. Digo: ¿existen, o
no, circunstancias excepcionales, en este mundo hegemonizado por el discurso
científico
y
capitalista,
en
las
cuales
las
instituciones
psicoanalíticas
deban
pronunciarse como tales, aunque sea una circunstancia que divide la sociedad?; la
prudencia y el silencio de Freud, ¿hubieran favorecido la situación que existía en el
psicoanálisis, o afectado a la de los judíos, en particular en Alemania?; ¿cómo puede
el discurso psicoanalítico seducir sin ser seducido?; ¿Cómo operan las famosas
mediaciones complejas?; ¿qué significa eso en la práctica, cómo se pueden y deben
administrar esas mediaciones complejas?; ¿cómo resolver la contradicción entre la
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demolición de las identificaciones propias de la política, y las tácticas de seducción de
los poderosos?
Coloquio desarrollado tras la intervención de Luis Seguí
Olga Montón: Quería hacer alguna acotación sobre la cuestión de lo científico, dado
que yo aterricé en el psicoanálisis desde la biología.
Respecto de la genética, quería comentar algo que siempre es motivo de debate con
las compañeras más cercanas. El ser humano siempre tiene una pregunta por el ser a
lo largo de la historia de la humanidad. Parece que en el Renacimiento, con la
anatomía, se fue descubriendo de qué se trataba, luego apareció la bioquímica, siglo
XIX, y en el XX la genética. Y lo que están haciendo los genetistas es una secuencia
de los genes. Hay millones, y a través de la tecnología de los ordenadores se sacan
las secuencias y una cantidad de datos inmensa. Como pequeña acotación quiero
señalar que no llegan ni al veinte por ciento de los genes que se manifiestan. La
pregunta de los científicos genetistas es por qué unos sí y otros no. Y no tienen
respuesta. Por lo que no se puede hacer la extrapolación del determinismo en relación
a los genes, que si a uno le han tocado tales genes, uno queda determinado por ellos,
vitalmente es una cosa y no otra. Esta utilización me parece que es una respuesta
política, no científica. Es político decir que ese es un determinismo, y que no hay una
pregunta sobre el síntoma. Por no meter ya a las farmacéuticas. ¿Qué podemos
hacer? ¿Cómo apuntar a algo social, si el sujeto no trae una división sobre su ser y
llega con ese determinismo establecido por la ciencia, que le propone determinadas
pastillas para paliar su mal?
Gustavo Dessal: Es una puntualización importante la que acabas de realizar. Porque
muchas veces creemos que la sociedad científica es algo unívoco, lo cual no es cierto.
Ellos mismos están muy divididos. Hay personalidades, líderes dentro de la
comunidad científica, que objetan este tipo de situación espuria, esta falsa ciencia.
Mercedes de Francisco: Con respecto a la cuestión del acto. Tal como lo planteaba
Miller, el único acto logrado es el suicidio, todos los demás tienen algo de fallidos en sí
mismos. Y por otro lado, se suspende algo de lo que se conoce para dar un salto, que
en ese momento puntual del acto tiene que ver más con lo real.
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Se me formula una pregunta respecto a una diferencia que plantea Lacan. Cuando
habla de la situación del psicoanálisis, no habla de acto de trasmisión, habla de
trasmisión del psicoanálisis y de que él trasmite el psicoanálisis desde una posición de
analizante. Por tanto, yo creo que convendría no olvidar esta indicación. Nuestra
intervención, ¿desde qué lugar va a ser? ¿Desde el lado del analista haciendo un acto
analítico del calibre que fuera?, ¿o de la trasmisión del psicoanálisis desde una
posición de sujeto dividido de analizante?
Pienso que es una división a tener en cuenta, y creo que no está resuelta. Y entre
otras cosas que se han dicho, ¿qué hacer con la institución?, también es un problema
pensar en nuestra misma manera de trasmitir el psicoanálisis y jugar con la cuestión
del acto. Y, desde luego, no digo que no pueda haber otros actos, que no podamos
realizar otros actos de otro tipo, pero no sé si sería el acto analítico como tal.
Y ha surgido otra cuestión con respecto al síntoma. Creo que habría que separar el
síntoma de cada sujeto, como se toma en la dirección de la cura y al final de su
enseñanza, con lo que plantea Lacan del psicoanálisis como síntoma, donde establece
que la única posibilidad de que el psicoanálisis siga existiendo –nunca dice que
tengamos éxito—de que siga existiendo, es que fracase en relación a la obturación de
lo real, que fracase en obturar el síntoma. Por eso mismo tendríamos que
presentarnos como propiamente sintomáticos. ¿Cómo es nuestra intervención para
sostenernos como sintomáticos a la vez que trasmitimos lo que está en nuestro
fundamento?
Joaquín Caretti: Quiero hablar sobre una cuestión que viene de otros debates y que
sostiene que nos confrontamos a una situación distinta, a saber, que el psicoanálisis
no es el reverso del discurso del amo, porque éste habría desaparecido y nos
encontramos con el discurso capitalista. Yo creo que no desaparece ningún discurso,
están todos dando vueltas. La lógica capitalista no implica que no exista el discurso
del amo permanentemente. El hecho de que exista el inconsciente, implica que
estamos en el discurso del amo. Quizá, lo que encontramos, es que hay un proyecto,
una lógica capitalista, que lleva a la desaparición de la política, o mejor, que pretende
la desaparición de la política. Pero ello no implica la desaparición de la política. Lo que
hacemos hoy es un acto político, y en la calle hay política. Es muy diferente decir que
el discurso capitalista quiere que desaparezca la política, a que ésta desaparezca. Y
no lo logra porque va a estallar, y porque los sujetos, por suerte, tienen ciertos restos
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subjetivos y sintomáticos que les impide aceptar una servidumbre como la que quiere
el discurso capitalista. Es verdad que nos encontramos en una situación diferente. El
discurso analítico, actualmente, lucha porque exista la política, porque si seguimos la
lógica de lo que venimos hablando, si existe la política existe el inconsciente. Es decir,
nosotros debemos reivindicar la existencia de la política, y decir lo que tenemos que
decir. Al discurso capitalista no le tenemos que decir nada porque es impenetrable. Le
debemos hablar a la política y reivindicar su existencia.
Luego, obviamente, cuando Miller dice que se trata de hablar la lengua del Otro para
hacerle escuchar lo que no quiere saber, no se trata de imponerle al Otro lo que no
quiere saber. No sirve para nada eso. Lo cual no quiere decir que nosotros insistamos
en decir lo que no se quiere saber. Debemos insistir en decir lo que no quiere sabe a
quien lo oiga. Como decía Lacan, yo le hablo a los muros. Y de doscientos, uno
escucha. Suficiente. A lo mejor más tarde tenemos cuatro mil. No se trata de imponer
a nadie lo que no quiere saber, pero sí decir lo que en lo social no se quiere saber.
Está el psicoanálisis como síntoma, los síntomas subjetivos, y el síntoma en lo social.
Entonces, la política, la falta de la política, es un malestar en la cultura.
Pilar González: El tema que se está planteando es el de las estrategias. Y de la
época de Freud, hay un cambio importante. Cuando escribe Moisés, lo dedica a los
hombres y a las mujeres que aún permanecen libres, y es una reflexión sobre el
padre, es un momento en que, todavía, los intelectuales cumplían una función en
relación con la política. Se creía en el sentido, en la verdad, y las palabras de los
intelectuales tenían trascendencia política. Fijaros en la Segunda República, las
palabras de los intelectuales que incidencia tenían. Ya no es así. ¿Por qué no es así?
Pienso que en nuestra época hay que tener en cuenta el avance de la ciencia y de la
tecnología. Dicen que los intelectuales están callados, no, es que la incidencia es otra.
Ya no se trata del concepto y de una identificación con una verdad, que el
psicoanálisis se presente identificado a una verdad, de un lado o del otro, sino que
tiene que ver más con la trasmisión de un saber, pero de un saber, como decía Lacan,
como conocimiento. No es un saber universitario, sino un saber como conocimiento
en relación con un goce y para poder hacer con ese goce. Esto es bien diferente de
presentarse del lado de una verdad.
Presentarse del lado de un saber sobre un goce, por eso dije goce en lugar de
síntomas. Porque cada vez más, en nuestras consultas, vemos sujetos que llegan sin
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síntoma, y tenemos que hacer el camino inverso deshaciendo el pasado, ayudarles a
construir un síntoma. Pienso que es más general decir tratamiento de un goce. Es un
problema de estrategia.
Cuando estaba en París, en los actos que se celebraron para protestar por la reclusión
de Rafah Nached, eran actos donde se pedía la libertad, y donde estaban las
televisiones. No se hacía un discurso de crítica, era un acto que subrayaba esa falta
de libertad, que pedía libertad, y que estaba la imagen de ella por todos los lados.
Creo que tenemos mucho que reflexionar sobre la estrategia del psicoanálisis.
Oscar Ventura: Gracias Luis por la ponencia, por la trasmisión, y por la lógica con
que desarrollas la cuestión, lo cual me parece muy interesante para volver a pensar
Europa. Si realmente podemos entender si Europa está en la vía de una repetición o
no. No exactamente con los significantes colocados del mismo modo. Hay una idea de
Europa que se desvaneció en esta época, es la de Stefan Zweig, de Walter Benjamin,
de Rolland, de la intelectualidad que creía, antes de la constitución de una unificación
forzada de Europa. Las ideas de Zweig, de Benjamin, efectivamente, permitían pensar
una Europa que, después, se construyó a consecuencia de los acontecimientos que
ocurrieron. Pensaba también en la pregunta que dejas abierta. El silencio de Freud y
que tú llamas prudencia.
Luis Seguí: Denegación, prudencia, cierta ingenuidad.
Oscar Ventura: La pronunciación de la palabra de Freud, siempre era una palabra
oracular, siempre era una interpretación. Y me parece que se puede pensar una
dimensión del acto. El silencio de Freud es el acto como tal, en el sentido de la
custodia de la vida de las personas. Es así de sencillo. Era más fácil pronunciarse
sobre los asuntos que ocurrían en la Unión Soviética estando en Viena. Creo que una
pronunciación de Freud hubiese sido catastrófica para Freud y para el psicoanálisis y
los analistas. Creo que el silencio, la prudencia, no diría la denegación, pero una
manifestación política pública de Freud contra el fascismo propiamente dicho, hubiese
tenido consecuencias catastróficas en el conjunto de los analistas. Creo eso. Tenemos
muchas cuestiones sobre lo que le pasó a los psicoanalistas alemanes, lo que ocurrió
con Jung, hay toda una serie de cosas. Pero el acto de Freud, el silencio, me parece el
acto que le correspondió en ese momento, más allá de que se haya pronunciado en
una serie de textos donde Freud anticipa este tipo de fenómenos de los años 20. No
hubo un pronunciamiento político, nunca lo tuvo en relación a la política general.
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Luis Seguí: Sí lo tuvo. Lo tuvo en la Primera Guerra Mundial, clarísimamente,
tomando partido por el imperio Austro-húngaro, porque sus dos hijos estaban en el
frente. En el texto de Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte, de
1915, en plena Guerra Mundial, tiene unas expresiones Freud que son claramente
racistas y, además, de una especie de patriotismo de judío asimilado, germanófilo.
Oscar Ventura: Pero revierte esta posición después. Y yendo a la última cuestión,
sobre el tipo de actos que tienen un efecto sobre la política en general, la serie
Accoyer, Foro, todo el movimiento plural que se hace en París a partir de la amenaza
propiamente dicha en que el psicoanálisis se siente, esos son actos políticos
concretos. Con efectos corporativos, e inclusive, no estrictamente analíticos puros.
Entonces, creo que esas dimensiones son las que nos permiten pensar la cuestión,
porque es una línea que continúa ahora en las jornadas de París sobre el autismo.
Tienen esa dimensión política de una lucha concreta en una solidaridad. Esas
mediaciones complejas de las que hablas, son necesarias para que los actos políticos
tengan una consistencia material. En esta última parte, la serie Accoyer, Rafah
Nached, hay una materialización concreta, porque efectivamente, lo que se detiene
con estos actos es la intención de forcluir el discurso analítico, de la subjetividad. Ahí
tenemos una orientación que nos permite entender una serie de asociaciones,
complejos diversos, solidarios con otros discursos que nos pueden permitir una
materialización real en la pequeña dimensión en la que nosotros estamos trabajando.
No se puede amplificar esto en una cuestión de política general. Efectivamente son
estos movimientos los que permiten una materialización como tal de la política. Por lo
tanto, tu ponencia me parece importante para pensar Europa, es una orientación
pensar que una materialización consiste en este tipo de actos.
Gustavo Dessal: En relación al silencio de Freud, me parece un hecho concreto, algo
objetivable, incluso estadísticamente. Resulta curioso que la inmensa mayoría de los
psicoanalistas de origen judío, sobrevivieron, porque se marcharon a tiempo. Muy
pocos, una cantidad ínfima, fueron hechos prisioneros y ejecutados. Esto es algo que
los historiadores del psicoanálisis trabajaron mucho. Es interesante que hay algo que
los psicoanalistas tenían en su experiencia, en su relación con lo real, que siendo ellos
ciudadanos como tantos otros, sin embargo, no cayeron en la credulidad que sus
compatriotas habían caído. Hay una anticipación.
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El otro punto, me confirmo en la impresión que tengo, me parece muy interesante la
necesidad del debate, y también, se vuelve, creo que muy imperioso para mí, la
necesidad de perfilar y circunscribir qué entendemos por político. Porque corremos el
riesgo de caer en una tendencia característica de nuestra escuela, que cuando un
significante aparece en escena, se lleva al firmamento. Todo puede llegar a
convertirse en político, el síntoma político, el inconsciente político, el fantasma es
política, la interpretación es política, la no relación sexual es política, etc. Debemos
tener una cierta prudencia en usar con cierto rigor el alcance que tiene la expresión
política.
Pepe: Esta última reflexión me anima a intervenir, porque me parece oportuno
señalar que se habla de política, y lo que el psicoanálisis puede decirle o no a la
política, siempre poniendo del lado del lado de la política las identificaciones, el cierre,
etc. Y hay muchas reflexiones muy interesantes que ponen en el mismo corazón de la
preocupación por la política y de la política misma, algo que yo creo que ha planteado
muy bien Joaquín, que tiene que ver con el propio acto, con al posibilidad de que la
política no sea el despliegue de una técnica, o el despliegue de unas supuesta
naturaleza subyacente, o el despliegue que suponga un cierre. Entonces, estos
autores a los que te referías en toda la tradición pos marxista, hay siempre una
ambivalencia entre dos términos. Se habla de la política a partir de la contraposición
de dos términos, En Rancière, la policía y la política. La política tiene que ver con la
emergencia del desacuerdo, de la contingencia; en Laclau, lo político y la política, y
habla del sujeto de la decisión en algo muy cercano a la idea de acto que se ha
defendido aquí. En Badiou lo mismo. En Zizek toma de Miller algunas expresiones
referidas al acto, y en todas ellas está muy presente, en el corazón de la mejor
política, la necesidad de algo muy parecedio a lo que se ha comentado aquí como
acto. Hay un punto de conexión. No estoy capacitado para decir hasta qué punto se
puede pasar del acto analítico al político sin dejarse nada entre medias, pero desde
luego, hay una preocupación central en la política por lo contingente, por esa
subjetivación que parte desde una experiencia desubjetivadora, etc. Sí me parece
conveniente señalarlo. Y para terminar, no hay política si no hay un orden establecido
que no es político, frente al que tiene que haber un gesto, un trabajo de politización y
mostrar que esto no está totalmente cancelado. Por eso me pareció un objetivo
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común de psicoanálisis y la política permitir esta experiencia de lo político, la
experiencia del acto en la línea de lo que has comentando.
Gustavo Dessal: Damos por finalizada esta jornada. Y agradecemos el trabajo de los
ponentes y la asistencia de todos ustedes. Muchas gracias.
* Texto presentado en el Seminario de la Escuela realizado en Barcelona, el 29 de septiembre de 2012.
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