07 SIN MALDAD (maqueta)_9 MALDAD.qxd 01/10/15 20:54 Página 7 SIN MALDAD Por José García Abad jgarcia@elsiglo-eu.com Mas comparecerá el día en que ejecutaron a Companys A rtur Mas comparecerá ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña el próximo día 15. Gente de su entorno aprovechó la oportunidad para quejarse de la coincidencia de esta fecha con la ejecución de Lluís Companys, antecesor de Mas en la presidencia de la Generalitat ejecutado en el castillo de Montlluïc en dicho día de 1940, hace justamente 75 años, por orden de Franco. En el mismo lugar en que fue ejecutado el general franquista Manuel Goded. Después hemos sabido que quien eligió la fecha de la comparecencia del actual president fue Convergencia Democrática de Cataluña, se supone que con la aquiescencia de su jefe de filas. El victimismo lo lleva este partido en su ADN. Es el motor del independentismo. La historia de España es tan densa que es difícil encontrar un día sin efemérides, mayormente de tipo luctuoso. “España ha fatigado a la historia” como bien decía Emilio Castelar, quien fuera presidente de la I República. La historia no se repite pero alimenta los mitos, los engorda. Y los mitos alimentan los sentimientos nacionalistas. Por encima de la razón pura. Resulta chocante que Lluís Companys, el ultimo president que proclamó el Estat Catalá, no sea santo de devoción de los actuales independentistas. El 6 de octubre de 1934, la última vez que Cataluña proclamó su independencia, no se celebra. Se olvida. Tampoco es santo de la devoción en Esquerra Republicana. Prefieren acogerse a la Guerra de Sucesión, una batalla entre borbones y habsburgos, a cada cual más centralista, desencadenada a la muerte del monarca español, de los Artur Mas ha declarado que no tiene vocación de héroe y menos de mártir. No comparte el mesianismo de Companys, quien cuando el Tribunal de Garantías Constitucionales le condena, como a todo su Govern, a 20 años de cárcel, se lanzó sobre el fiscal gritándole: “Usted quiere humillarme al no pedir para mí la pena de muerte” Austrias, Carlos II el Hechizado. Una batalla concluida el 11 de septiembre de 1714 en la que no se jugaba la independencia de Cataluña. A los independentistas les avergüenza la intentona, más ridícula que heroica de Lluís Companys que proclamó una independencia que duró 10 horas. Sólo les consuela, como mito, salvando la compasión con la persona, que sus errores fueran compensados por su fusilamiento el 15 de octubre de 1940. Artur Mas declaró el pasado miércoles a Catalunya Radio que no tenía vocación de héroe y menos de mártir. En esto no comparte el mesianismo de Companys, quien cuando el Tribunal de Garantías Constitucionales le condena, como a todo su Govern, a 20 años de cárcel, se lanzó sobre el fiscal gritándole: “Usted quiere humillarme al no pedir para mí la pena de muerte”. Artur Mas se defiende alegando que no cometió delito alguno y se acoge a una “rebeldía democrática”, una contradicción de términos. O un alarde de cinismo. En realidad, los errores de Companys son similares a los que está cometiendo Artur Mas, quien, salvando las distancias, podría salvar la cabeza gracias a su posible imputación judicial. Companys se sublevó alegando una supuesta recentralización del Estado y la anulación por parte del Tribunal de Garantias Constitucionales de una ley aprobada por el Parlament, acciones impulsadas por el gobierno de las derechas que dirigía entonces la II República. Cuando el president se asoma al balcón del Palau de la Generalitat aquel 6 de octubre y proclama el Estat Catalá presidía el Consejo de Ministros de España Ricardo Samper, un valenciano fiel escudero de Alejan- dro Lerroux, un personaje simpático, un tanto vaguete y bastante pastelero que recuerda, al menos en las dos primeras cualidades, a nuestro Mariano Rajoy. Tras la balconada, quienes verdaderamente mandaban entonces, Alejandro Lerroux y desde la derecha monarquizante José María Gil Robles, un personaje que jugó el papel que ahora quisiera desempeñar José María Aznar. Lerroux y Gil Robles expulsan a Samper por blando y las Cortes confían el gobierno al primero, al emperador del Paralelo. Artur Mas, que aprendió catalán recientemente, no era independentista. Tampoco lo era Companys. Cuando éste terminó su proclama se dirigió a un compañero y le dijo: “¡Ja está fet! ¡Ja veurem com acabará! ¡Veure si ara també direu que no sóc catalanista!” (“¡Ya está hecho! ¡Ya veremos cómo acabará! ¡A ver si ahora diréis también que no soy catalanista!”). Y es que Companys, que proclamó la independencia de Cataluña dentro de una inexistente pero soñada “República Federal Española”, se sentía presionado por Josep Dencás, conseller de Gobernación y presidente de una rama filofascista de Esquerra que conspiraba contra él. Algo tiene que ver el aliento de los dirigentes de ERC sobre el cogote de Mas en la conversión tardía de este al independentismo. Es de suponer que este hombre, inteligente, todavía joven, que ha dirigido una aventura imposible, que no calibró finamente sus consecuencias, tendrá ocasión, tiempo y quizás el sano consuelo filosófico de que ha aprendido una gran lección que le resultará muy útil. No hay nada que pueda enseñar mejor que los fracasos si uno tiene el valor de admitirlo. l nº 1125. 5–11 de octubre de 2015 7