“Cerrar los paraísos fiscales es facilísimo, hace falta querer”

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“Cerrar los paraísos fiscales es facilísimo, hace falta querer”
RENÉ PASSET, economista. El País
René Passet (Begles, periferia de Burdeos,
1926) es uno de los pocos economistas
que alertó sobre la actual crisis
económica. Lo empezó a decir en 1979,
cuando en su libro L’Économique et le
vivant advirtió de que el capitalismo
industrial destruiría la biosfera. Y lo
terminó de decir en 1996, en L’Illusion
néo-libérale, donde predijo que la
desregulación financiera y la economía
virtual aniquilarían el factor humano y
social de la economía.
Primer presidente del consejo científico de ATTAC y profesor emérito en la
Universidad de París, Passet ha sido una gran influencia para los movimientos de
indignados, y en su penúltimo libro, Las grandes representaciones del mundo y
la economía a través de la historia (Clave Intelectual), propone una
aproximación multidisciplinar para superar las corrientes económicas.
En buena forma intelectual y física a sus 87 años, Passet vive en la banlieue de
París, aunque prefiere quedar en el mítico Café Flore. Armado con penetrante
mirada azul y cabellera blanca, relata con sencillez desarmante su vida y sus
ideas. Viejo amigo de Edgar Morin y Stephane Hessel, se incorporó a la
resistencia con 17 años (“ellos se jugaron la vida, yo no”), y conserva la
franqueza de sus orígenes campesinos.
“Hay que dejar de reconocer los actos jurídicos firmados en esos países”. “Es
importante que las listas de los evasores fiscales sean publicadas”
Pregunta. ¿Querría resumir su vida en diez o doce frases?
Respuesta. Trabajé la tierra en Lescun, el lugar de mís raíces familiares, pero crecí
en un barrio obrero de Burdeos. Tuve la suerte de no ser rico y de haber
mantenido siempre a mis amigos obreros. Es mi orgullo. Dicen que conozco al
pueblo, pero es mentira, formo parte de él. De adolescente fui pequeño
cristiano de izquierdas y me nombraron presidente regional de las juventudes
del Movimiento de Liberación Nacional. Estudié Economía y gané la oposición a
profesor de Universidad en Burdeos. Me fui cuatro años a Marruecos, regresé, y
en 1967 vine a París y ya me quedé aquí. De joven milité en el partido de Robert
Schuman, pero me marché cuando empezó la guerra de Indochina. Pasé al
Partido Socialista y duré hasta la guerra de Argelia. P. ¿No le gustaba
Mitterrand? R. Era un personaje complejo e inteligente, demasiado inteligente.
Mezclaba un verdadero humanismo con grandes zonas de sombra, sobre todo
por sus viejas amistades de Vichy. Tuve ocasión de conocerle mejor, pero no
quise. Sí conocí a Danielle, su mujer, y era espléndida, de una pieza.
P. Era profesor en la Sorbona en Mayo del 68. ¿Qué queda hoy?
R. Aquella generación solo conoció la abundancia. Maduraron sin conocer los
tiempos duros y pensaban que todo les venía dado. Pero nos hicieron
interrogarnos sobre nuestras relaciones de familia y eso fue un soplo de aire
fresco. Yo tuve con mis hijos una confianza que jamás habría podido tener. Hizo
que las relaciones familiares fueran más naturales. Eso quedó y es muy
importante.
P. ¿Considera que ha sido un buen economista?
R. He sido un economista especial, siempre fuera del circuito principal. Los jefes
del cotarro siempre intentaron forzarme la mano, y cuando me jubilé me
castigaron cerrando mi departamento. Quizá les molestó que dijera que
dejándonos llevar por la deriva financiera y virtual de la economía, la historia
solo puede terminar de forma trágica, en la descomposición social.
P. Parece que estamos en eso…
R. Esta crisis no se puede arreglar sin una mutación. Antes el petróleo movía el
mundo, hoy es el turno de lo virtual y del I+D. Estamos ya en esa mutación, pero
la política todavía siente nostalgia del legado de Thatcher y Reagan, y manda la
lógica de las finanzas, que es la peor condena de la humanidad. Como le dijo un
banquero a Tobin: “Mi más largo plazo, amigo, son diez minutos”. El dinero que
fluctúa gracias a la libre circulación de capitales se ha concentrado por encima
de la cabeza de los Estados y hoy es un poder mucho más fuerte que la política.
P. ¿Solución?
R. Restablecer la primacía de la política sobre las finanzas. Ir al nudo gordiano y
extirparlo. Un país solo no puede. Hay que vigilar las finanzas y a la vez mirar
hacia delante inventando un proyecto nuevo. Europa debe decir “se acabó”.
Cerrar los paraísos fiscales, y traer el dinero de vuelta. Es facilísimo. Un juez
amigo, Jean de Maillard, tiene la solución: dejar de reconocer los actos jurídicos
firmados en esos países. P. Los políticos no se atreven. R. Las grandes empresas
utilizan los paraísos fiscales para pagar comisiones. Si se destapara eso de golpe,
pondría en riesgo miles de empleos. Por eso es importante que las listas de
evasores sean publicadas en la prensa. Igual que ellos usan Internet para
transferir sus fondos, tenemos que usar Internet para acabar con ellos. Cuando
veamos los nombres de los defraudadores, entenderemos lo que pasa. El
problema es que, cuando el dinero manda, todo parece moral. Lo más positivo
de esta crisis es la toma de conciencia de la gente.
P. ¿Se está suicidando el capitalismo?
R. Está mutando la sociedad y se está mutando a sí mismo. O inventa una nueva
forma, y esa es su fuerza, su creatividad, o desaparecerá. Pero al punto en que
hemos llegado ya no podrá ser un verdadero capitalismo. Hace falta crear un
nuevo sistema económico, con valores humanos y que respete las leyes de la
naturaleza.
P. ¿Tiene esperanzas reales de cambio?
R. El análisis frío indica que estamos realmente mal. Desde un punto de vista
lógico, estamos jodidos. Nos hemos cargado la naturaleza y la nanotecnología
hará estragos. Pero la historia nunca sucede como uno espera. En 1940, De
Gaulle se fue a Londres con unos locos, y al final ganaron los locos. A menudo,
la Historia es así. Muchas veces ocurre lo improbable. Mire, cuando en 1967
llegué a vivir al extrarradio de París, había cientos de especies de pájaros
distintas. Poco a poco, fueron desapareciendo. Pero ayer mismo, mi amigo
petirrojo volvió a mi jardín.
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