El trabajo fluido en la sociedad de la información

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El trabajo fluido en la sociedad de la
información: organización y división del
trabajo en las fábricas del software1
Juan José Castillo*
“Software: nothing but pure knowledge
in codified form”2
Tanto en la investigación sociológica como en
las ideas hechas sobre el futuro de las sociedades contemporáneas, uno de los tópicos más
repetidos es que nos encaminamos hacia una
“sociedad de la información”. Sociedad que es
descrita, en más de una ocasión, como algo por
venir, una tendencia emergente o imponente,
más que como una realidad consolidada. Y, sin
embargo, el imaginario sobre esta sociedad de
la información produce, cada vez más, estudios,
propuestas, investigaciones sociales y políticas
de producción de la sociedad, tanto para los
territorios de la Unión Europea como España,
como para las formaciones sociales que lo configuran y traman.
Por otro lado, en el ámbito de las ciencias
sociales, desde la sociología hasta la geografía,
pasando, claro está, por la economía o la psicología, el énfasis en la preeminencia del “trabajo inmaterial” –o, volviendo a un seminal
concepto marxiano, el general intellect– ocupa
miles y miles de páginas de reflexión de primera línea.3
La promesa que realiza gran parte de esta
investigación y de estas propuestas de políticas,
especialmente en la Unión Europea, ocupa un
lugar estratégico (tal es el caso de la Agenda
de Lisboa), al menos en las declaraciones de los
responsables.
Más de una investigadora ha propuesto
una crítica de estos “mundos felices” que llevan consigo un estudio y puesta en evidencia
de la verdadera realidad actual, y de las tendencias que pueden llevarnos a predecir el
porvenir. Pero, además, han sugerido que este
discurso embellecido, al que tanto han contribuido algunos gurús sociológicos, lo tomen los
sindicatos y trabajadores al pie de la letra. Por
decirlo coloquialmente, que sea como una posibilidad más de la acción de los trabajadores:
“los discursos sobre la economía del aprendizaje pueden ser estratégicamente utilizados por
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* Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, jjcastillo@cps.ucm.es. El autor agradece el trabajo de síntesis realizado por los editores de la Revista de Trabajo, y recomienda muy vivamente la consulta del libro, donde los argumentos
son, obviamente, más matizados y desarrollados; pero, sobre todo, fundados en la investigación empírica y sobre el terreno,
recogiéndose los testimonios y análisis directos de los actores sociales.
1
Resumen del libro de Juan José Castillo, El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo
en las fábricas del software, Buenos Aires y Madrid, Editorial Miño y Dávila, 2007, 1ª edición, Colección Sociología del Trabajo.
2
Detlev J. Hoch et al (1999-2006), Secrets of software success “el software no es más que puro conocimiento en forma codificada”, pág. 6.
3
Véanse, entre otros muchos, Scarbrough, 1999; Lindkvist, 2005; Sorenson et al, 2006; Pyöriä, 2003; Seleim, Ashour y Bontis,
2004.
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los sindicatos, los formadores de los trabajadores y otros actores del lugar de trabajo, para
una revitalización de la regulación sociocultural del trabajo”.4
Este argumento se apoya en esa promoción
especular de un “trabajador ideal”, que también
ha sido desplegado en la misma dirección crítica y de aprovechamiento discursivo, tanto por
Ilona Kovàcs como por nosotros mismos5.
Ahora bien, en este contexto se impone una
realidad como primer punto de partida para
nuestro estudio de caso: “el sector de la producción de bienes inmateriales” (para decirlo en
una formulación certera del maestro Arnaldo
Bagnasco, sector en el que incluye, claro está, la
producción del software) es emblemático de las
tendencias actuales, tanto de la sociedad como
del trabajo.
“Una empresa –escribe Bagnasco6– que produce bienes inmateriales puede conseguir ser
mucho más elástica, capaz de adaptarse y de
adherirse con mayor facilidad a los mercados
móviles de la ganancia a corto plazo típicos de
la era de la globalización.”
Y, con ella, una cuestión estratégica que ha
articulado y organizado nuestra investigación
y reflexión: ¿cuál es la realidad y el futuro de
estos trabajadores del conocimiento, emblemáticamente aquí representados por los desarrolladores de software, por la producción de programas informáticos?
¿Van estos trabajadores, ahora identificados
como un colectivo disperso en localizaciones a
veces distantes entre sí cientos o miles de kilómetros, a sufrir –como brillantemente argumenta Christopher May7– los mismos efectos
que sufrieron con anterioridad otros trabajadores de la manufactura con bajas calificaciones?
Por supuesto, ésta área es una primera for-
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mulación que, como se verá en lo que sigue, debe
necesariamente hacerse mucho más compleja,
tanto en los términos teóricos que la sustentan
como en su reciente evolución histórica.
Un ejemplo de esa complejidad necesaria es
el planeamiento de Harry Scarbrough, quien
muestra en su trabajo cómo las tendencias
sociales de fondo actuantes en nuestras sociedades han estimulado la codificación de los saberes tácitos y su mercantilización, es decir su
transformación en mercancía, commodity8 tanto en el trabajo intelectual como en el trabajo
del conocimiento.
■ Nuestro perfil epistemológico, nuestro
abordaje
Las tendencias en la evolución de la fábrica
del software, como la denominaron tempranamente los investigadores italianos, han venido
analizándose en la literatura sociológica desde
hace más de tres décadas con un énfasis especial en las formas que adoptaba la organización del trabajo, la división de la inteligencia
aplicada a la producción y la reorganización
empresarial.9
A pesar de haber sido llevadas a cabo en contextos que han mudado sustancialmente, tanto
en el entorno social como en el tecnológico, al
igual que en la capacidad de organización de la
producción, dichas investigaciones nos pueden
aportar iluminaciones de interés en cuanto al
enfoque de fondo de su estudio.
Nosotros mismos, a finales de la década de
los ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, hemos dedicado alguna atención al
sector, aunque nos centráramos, sobre todo, en
el uso de la informatización en muy distintos
Casey, 2004: “Learning economy discourses may be strategically utilizad by trade unions, worker educators and other workplace actors in a revitalization of the sociocultural regulation of work”, p. 607. Dentro de un epígrafe sobre “Posibilities for
worker action”.
Kovàcs, 1998; Castillo 1998 y 2005a.
Bagnasco, A. en Castillo 1999, pp. 143 y 142 para la cita anterior.
May, 2000: “Knowledge workers will start to feel the same effects of international trade economists have long discussed for
manufacturing and low skills production workers”, p. 408.
Scarbrough, 1999: “These trends have encouraged new forms of work organization in wich knowledge is increasingly viewed
as a joint product of the individual and the organization rather than the property of individual experts or wider professional
groups”, p. 14.
Véase el capítulo “Produzione di software: organizazzione e qualità del lavoro”, en Gallino, 1983. Ver también Manacorda,
1976, 1984; Bolognani y Corti, 1984; Kraft, 1979; Perring, 1983; Gamella, 1985; Perullo, 1988.
El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo en las fábricas del software
tipos de empresas, sectores y procesos: desde
los supermercados hasta los estudios de arquitectura, pasando por el diseño y corte asistido
por el ordenador en el sector de la confección,
entre otros.10
Esta investigación social hoy en día trata
varios problemas nuevos, junto con la necesidad de renovar las herramientas conceptuales
e interpretativas de las ciencias sociales del trabajo. Para poder estar a la altura de los tiempos
modernos en la “industria del software” hemos
creído conveniente destacar en este apartado
algunos rasgos fundamentales que caracterizan nuestro abordaje, sin perjuicio de destacar
a lo largo del trabajo otros de singular importancia, pero que pueden ser incorporados en un
momento reflexivo posterior.
Estudiar lo realmente existente, lo visible y lo
invisible
El primero de esos rasgos es el de tratar de llevar a cabo un estudio de terreno, teóricamente
orientado, capaz de separar lo que debe ser de
lo que es. Dicho en términos ya acuñados y probados de la ergonomía y de la antropotecnología de Alain Wisner (1979), se trata de mostrar
no sólo el trabajo y la organización del mismo,
teórica o prescrita, sino la actividad y la organización real.
Así, estudiar los “problemas reales de los
equipos virtuales” es una condición –a nuestro
juicio– indispensable para poder dar cuenta de
los cambios reales que tienen lugar en estos
procesos productivos y en la sociedad, aunque
ello haga, naturalmente, más complejo tanto el
abordaje teórico como los temas tratados. Los
actores sociales aparecen como formas invisibles ante la mirada apresurada de quienes gestionan los sistemas de producción, o como formas inesperadas de resistencia o sometimiento
en el trabajo o de creatividad.11
Esta voluntad de reconstruir “las situaciones reales de trabajo”, lo realmente existente,
es una necesaria marca epistemológica en el
caso del software, puesto que es más que habitual, no sólo la generalización, con escaso
fundamento respecto al propio “sector”, sino su
transferencia a los cambios globales de la sociedad como un todo. Y si no véase lo que dicen los catedráticos, uno de Harvard y otro de
Berlín, en un elegíaco prólogo al libro Secrets
of software success12: “en el centro de este libro,
sin embargo [en relación a otros problemas de
gestión, según el sector: el software empaquetado, las soluciones empresariales y los servicios
profesionales] está un muy diferente enfoque
que demanda esta industria a la gestión de recursos humanos. Las jerarquías rígidas de la
era industrial; los caminos de carreras largas,
y así sucesivamente, no funcionan aquí. Este es,
genuinamente, un mundo diferente”.13
La reconstrucción de los procesos completos de
producción
Para poder situar el estudio de los procesos
actuales de trabajo en el desarrollo del software, de la construcción de programas informáticos, hemos continuado trabajando y adecuando una metodología que trata de colocar
cada proceso productivo en su contexto más
amplio, en la misma línea de abordaje que la
llamada por Burawoy, con gran acierto, “the
extended case method”, colocando así los estudios empíricos, artesanos, minuciosos y detallados en un marco explicativo que les da
sentido de profundidad.14
Nuestro punto de partida, desde luego, habrá de ser el que ya hemos venido planteando
en distintos estudios, desde los primeros años
noventa, y que se plasma en un marco teórico
fundado en muy distintas investigaciones empíricas.15 Este tiene –por plantearlo de manera
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Castillo, 1989.
Hughes et al, 2001. La investigación concreta, en este caso, muestra que los principales asuntos de gestión permanecen “as
usual”, como siempre, que no desaparecen con los “virtual teams” ni con la “virtual organization”, p. 53.
Hoch et al, 2000, p. VIII, y 6 para la cita siguiente. Los catedráticos son F. Warren McFarlan y Hermann Krallmann.
“At the center of the book, however (…) is a very different approach demanded by this industry to human ressource management. Rigid hierarchies of the industrial age, long career paths and so on, don’t work here it is a genuilely different world”.
Burawoy, 1998.
Un balance de los mismos puede consultarse en los trabajos recogidos en Castillo, 1994, “¿De qué postfordismo me hablas?”,
pp. 365-391; y en Castillo, 1998, “La cualificación del trabajo y los distritos industriales: propuestas para una política del
trabajo”, pp. 177-199.
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muy esquemática, si bien en la investigación se
ha hecho de manera concreta y compleja– tres
momentos o perspectivas, tres criterios de enfoque o abordaje prioritarios, y tres problemas
prioritarios de investigación.
t Tres momentos: 1) estudiar lo real; 2) estudiar las tendencias que se detectan en lo
real, y 3) estudiar las políticas de transformación de lo real.
t Tres criterios de enfoque: 1) estudiar como objetivo el proceso concreto y completo de producción y las vivencias e interpretaciones de
los actores sociales implicados; 2) estudiar
ese o esos procesos en su inserción territorial, local, regional, nacional o internacional; y 3) conceder un peso importante a la
cultura industrial, las relaciones de trabajo,
las expectativas y vivencias, más allá de las
constricciones que podríamos aún llamar estructurales.
t Tres problemas prioritarios de investigación: 1) el gobierno estratégico de las redes
de empresas, de la división del trabajo entre
empresas; en suma, quién orienta y manda
en las opciones y posibilidades que ofrecen
mercado e instituciones; 2) cómo se construyen, en estos contextos dispersos de la producción actual, los marcos sociales que posibilitan, facilitan o dificultan la acción social,
organizada o espontánea; y 3) ¿cuáles son
las policy options, las opciones de políticas
razonables y razonadas; las de crear entornos donde los círculos virtuosos de sinergias
y recursos públicos y privados puedan dar
origen a distritos, clusters, desarrollos locales endógenos, que permitan garantizar una
opción de desarrollo tanto personal como
institucional y regional sostenible, y que
transite por la vía alta.16
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Ese punto de partida entronca con el mainstream, el marco de análisis actual en nuestra
comunidad científica, que se apoya en trabajos
muy semejantes a los que hemos desarrollado
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en nuestro equipo: como la división del trabajo
entre empresas (Grimaldi y Torrisi, 2001); los
problemas de gobierno estratégico de las redes de empresas, (Gereffi et al, 2005; Sturgeon,
2004); la evolución de la división del trabajo
(Cappelli, 2001; Cusumano, 1992; Beirne, Ramsay y Panteli, 1998), etc. Esta literatura fundamenta el hecho de que aquello que formaba el
núcleo central de la “nueva división internacional del trabajo” (Fröbel et al, 1980), basado en
la externalización de trabajo descualificado, se
dobla hoy en día con la posibilidad y la realidad,
desde luego, en este sector de la producción de
software, de la externalización de trabajo cualificado, de trabajo inmaterial, de tareas que
antes se consideraban sólo realizables en los
países centrales.17
El “sector” de la producción de software es, en
este sentido, un terreno especialmente adecuado para analizar el contexto, las fuerzas que lo
mueven, las transformaciones y las consecuencias para el trabajo, que están, según muestra
la investigación social, mudando cada día tanto
en la conformación de las empresas, como en la
vinculación entre ellas.
■ Programas informáticos: unas
mercancías particulares…
Michael Cusumano en un espléndido libro orientado a “directores, programadores o emprendedores, o que quieren serlo”18; comienza por destacar que producir software no es como cualquier
otro negocio, como la fabricación de otros muchos
bienes o servicios, porque una vez creado, tanto
cuesta hacer una copia como un millón; porque
es un tipo de empresa donde el beneficio sobre
ventas puede llegar al 99 por ciento; porque es
un negocio que puede cambiar, sin más, de fabricar productos a fabricar servicios.
Retengamos aquí algunas distinciones producto-servicio que nos van a ser útiles para
aportar luz sobre el trabajador colectivo de la
producción del software, sobre sus condiciones
Ver, entre las últimas aportaciones, la obra editada por Schmitz, 2004.
May, 2000; Ilavarasan y Sharma, 2003; Arora et al, 2001; Parthasarathy, 2004; Barret.
The business of software, 2004, p. xiii, y 1 y 2 para el argumento siguiente en el texto. “Software is not like other businesses”.
El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo en las fábricas del software
de trabajo, sobre sus posibilidades, sobre su
eventual futuro.
El desarrollo de software puede ser de productos estándar, de productos personalizados y
únicos para una empresa, de servicios a distancia. La variabilidad y la diferencia de complejidad bajo el mismo rótulo es abrumadora. No
hay un producto de software, sino múltiples y
variados.
Mercancías particulares en una nueva división
internacional del trabajo
La división internacional del trabajo, la fragmentación de los procesos de creación y desarrollo de programas informáticos, no es sólo
una necesidad metodológica, sino que, por otra
parte, es el punto de partida de una reflexión de
más vasto alcance sobre el papel que juega la
deslocalización de actividades y servicios en la
actual configuración económica mundial.
Para poder abordar el sentido y las tendencias de la propia organización del trabajo, de sus
formas y características, tenemos que comenzar
por revitalizar en nuestro caso, las propuestas
de la más reciente investigación.
La pregunta fundamental, desde el punto de
vista de los países receptores de trabajo cualificado, y especialmente de la fabricación de software, tal y como la formula con agudeza Prasad
(1998), es: los trabajos cualificados, con perspectiva de carrera, con posible incidencia en el desarrollo local, que se pierden en el centro para
los trabajadores, ¿se ganan en la periferia?
Para tratar esta cuestión, varios programas
de investigación han querido averiguar, por
ejemplo, para la economía y la sociedad norteamericana, qué efecto tiene el desplazamiento
de muchos servicios fuera de sus fronteras y la
pérdida de empleos que puede suponer. Uno de
sus programas, el más desarrollado, es el llevado a cabo por el MIT –Instituto Tecnológico
de Massachusetts19–, que para poder poner en
marcha políticas adecuadas, plantea estudiar
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la emigración electrónica del trabajo del conocimiento, incluyendo por supuesto la programación, comparando salarios entre origen y destino
–v. g. Estados Unidos y la India–, con relación al
salario mínimo en ambos países. Y no debe olvidarse que, como ha señalado Hellander (2004)
en un trabajo de referencia, la opción clásica entre make or buy, entre hacer dentro o mandar
hacer fuera, se desdobla en el sector del software con una tercera opción: conectarse.20
E igualmente, el abordaje en términos de
división del trabajo entre empresas, de distritos industriales, de clusters, ha puesto un
gran énfasis en las perspectivas de desarrollo
local y de vías altas o upgrading. Una obra
emblemática y destacada es, sin duda, Local
enterprises in the global economy. Issues for governance and upgrading, editada por Hubert
Schmitz en 2004. Sobre la base de investigaciones empíricas de largo alcance, y como despliegue de programas de investigación de gran
calado, se presenta una sistematización de las
distintas posibilidades de organización de los
sistemas locales de empresas, incluidas las de
software, en una tipología que va desde las redes hasta la jerarquía, en función de la mayor
o menor posibilidad de desarrollo autónomo o
dependencia en la división del trabajo. Esto es,
una forma no muy distante del continuo que
nosotros identificamos como empresas cabeza
y empresas mano.21
Volver a estos esquemas de investigación
y revitalizarlos permite a los investigadores,
como veremos más adelante en detalle con el
ejemplo de Bangalore en la India, recurrir a
un conjunto de interpretaciones de gran complejidad, como es el papel institucional y de los
gobiernos en el fomento del desarrollo de estos
conglomerados locales virtuosos, el papel de la
confianza y la negociación, o el rol reservado
a los propios trabajadores, a la formación y a
la universidad. Y, además, permiten comparaciones de carácter estratégico que pueden
Sturgeon y Levy, 2005; Gereffi y Sturgeon, 2004.
Hellander, 2004, p. 24. Este libro es un ejemplo excelente de investigación, presentado como tesis doctoral en Finlandia, hace
un recorrido epistemológico, real, impresionante: primero elabora un modelo teórico sobre la creación de valor; luego aplica
el mismo a la realización de un estudio empírico exhaustivo; y finalmente rectifica y enriquece el modelo con los resultados
de la investigación. Algo muy semejante a la grounded theory. De hecho, su terminología coincide con este enfoque.
Véanse los textos citados en nota 15.
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relacionar los modelos de desarrollo más exitosos, ya sea en Silicon Valley, Irlanda, Brasil
o México.22
La respuesta a algunas de las grandes preguntas de estos abordajes enmarcan y dan sentido y alcance a la interpretación que parte de
los procesos de producción y reconstruye la forma en que estos marcan y condicionan la vida
de las personas y las tramas y expectativas
posibles de las sociedades, locales, regionales o
nacionales.
¿Existen regiones adherentes, como las ha
cualificado un investigador, ricas en conocimientos, en saberes, en experiencia, en confianza, en
infraestructura, en redes, en potencialidades?
¿Pueden crearse por la intervención política
planificada, uniendo recursos locales, iniciativas privadas, demandas sociales, voluntad de
fabricar trabajo decente para la mayoría?
¿Y todo ello puede hacerse (y cómo) tomando, precisamente, el sector del software y los
servicios informáticos como referente? Para
retornar a la pregunta de Prasad que iniciaba
este epígrafe, los buenos trabajos que se pueden
deslocalizar de los países centrales, ¿se mantienen y estabilizan como buenos trabajos en la
“periferia”?23 ¿En qué medida se pueden potenciar, en el entorno de una nación, España por
caso, recursos para el desarrollo local a través
de la implantación de fábricas de software en
distintas localizaciones?24
Este es el marco de posibilidades analíticas
que nos abre el estudio de los procesos completos de producción, dentro de la decisión inter-
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nacional del trabajo, en su anclaje territorial y
coaxial, para el abordaje del estudio de la “industria del software”.25
■ La India como terreno de reflexión y
de problemas de investigación
El desarrollo de la industria del software, y otros
servicios tecnológicamente avanzados, ha sido
objeto de análisis y estudio sistemático, al punto que podríamos clasificar la evolución de las
investigaciones y de sus preocupaciones fundamentales, como un magnífico espejo de la evolución de los problemas y evolución de la industria
misma del software, e incluso de los avances de
la acelerada dispersión internacional de la producción basada en el conocimiento.26
Así, la tesis de la exportación de tareas descualificadas, tanto en el desarrollo de programas como en la fabricación de componentes
electrónicos, podía ser sostenida sin grandes
debates a principios de los años noventa27, lo
que indica un alto grado de consenso, al menos
en la interpretación. Estos fragmentos –que seguían la estela del clásico libro de Fröbel et al
(1980)– se desdoblaban con un argumento complementario: la exportación de trabajadores, estos sí cualificados al centro de la producción, ya
fuera el Reino Unido o los Estados Unidos: el
bodyshopping.
Esta “nueva división internacional del trabajo” se “caracterizaba por una fragmentación
de los procesos manufactureros que se disper-
Ver el importante trabajo de Rasmus Lema, 2005, sobre el papel de la eficiencia colectiva en la producción de software en
Bangalore. Y el balance de Humphrey y Schmitz, “Chain governance and upgrading: taking stock”, incluido en Schmitz,
2004, pp. 349-381. Dayansindhu, 2001, utiliza conceptos más amplios como embeddedness, para abordar la industria del
software en contexto. Ver Grabher, 1993.
Una mirada especial, desde América Latina, merecen los casos de distintos países, especialmente México y Argentina (Ruiz
Durán, Piore, Schrank, 2005; Carrera, 2005; Foro de Software y Servicios Informáticos, 2004; López, 2003; Novick y Miravalles, 2002, Chudnowsky, López y Melitsko; CEPAL, 2003).
Casos de este tipo son los que hemos tomado, tras un muestreo estratégico, como los estudios hechos sobre el terreno, lo que
justificamos y analizamos en la parte III del libro de referencia.
No podemos extendernos aquí en las referencias, pero hay que destacar la importancia de la obra de O’Riain (2004, especialmente), para Irlanda, porque precisamente, partiendo de la industria del software ha reconstruido un análisis general,
del desarrollo económico y social de este país. Ver también Hellander, 2004, para Finlandia; Isaksen, 2004, para Noruega; y
Cumbers y McKinnon, 2004.
A lo largo de todo el trabajo, hemos ido, e iremos, mencionando muy diversos estudios que, aunque puedan tener como centro
la industria del software en la India, tienen en muchas ocasiones un alcance mucho más general, estudiando problemas muy
específicos, como la relación trabajo-vida, las formas de gestión de la información, la confianza como criterio fundamental en el
recurso a las fuentes documentales, etc. Por ello se recomienda una consulta de las referencias incluidas en la bibliografía.
El mejor ejemplo es sin duda Salim Lakha, 1994.
El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo en las fábricas del software
san globalmente”, buscando o “motivados por la
necesidad de trabajo barato”, descualificado o
semicualificado. Lo que se buscaba era disponer
de vastos recursos humanos a bajo precio.28
Pero la pregunta que adelantábamos en el
punto anterior, formulada por Mónica Prasad
(1998), de si lo que pierden los trabajadores del
centro cuando el trabajo emigra lo ganan los
trabajadores de la periferia a los que llega ese
trabajo, despliega un conjunto de análisis que
acaban en el centro de la división del trabajo.
Los años noventa del pasado siglo contemplaron una serie de políticas locales que llevaron a una gran implantación local de multinacionales, al igual que a la creación de un
“ambiente local” que convierte a Bangalore, y a
lo que se denominará “Silicon Plateau”, en una
región adherente, codiciada por sus ventajas
comparativas.
Entre 1990 y 1994, mil subdivisiones de empresas multinacionales solicitaron y obtuvieron la
certificación ISO. Para Prasad, esta certificación,
sirviera o no para estandarizar la calidad, para
lo que sí servía era como marca o garantía para
poder vender a compradores lejanos, como podía
ser entonces el esquivo mercado de la Comunidad
Europea. Su argumento, central y muy matizado
es que estas normas, impuestas por el mercado y
por la globalización de la producción y el consumo, trajeron como consecuencia una descualificación de los procesos de trabajo que se llevaban a
cabo en la India. Llevaron a una “descualificación
invisible” que –afirma tras citar a empresarios
entrevistados– podía no ser el objetivo final de los
mismos pero estuvieron entre las consecuencias
no queridas pero bien recibidas de la misma.
La norma de calidad ISO29 y (más aún, hay
que adelantar) el modelo CMMI30, que hoy es
norma imprescindible para poder ser proveedor de software, ha contribuido tanto en las
empresas como en las instituciones, o en los
llamados system integrators a una taylorización del trabajo de programación y a una pér-
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dida de control sobre el trabajo individual. La
internacionalización de la producción, afirma la
autora, hace necesario para el comprador una
estandarización que haga irrelevante el lugar
en el mundo de su fabricación, lo que “lleva a
la creación de estándares internacionales y
normas, y la introducción obligatoria de estas
normas las que reintroducen una dinámica de
descalificación”.31
Con estas técnicas de documentación y good
programming, los puestos de trabajo quedan liberados al trabajador concreto, es decir, se hace
necesario menos trabajo en términos cualitativos y, por ende, se produce más paro.
Prasad se apoya en los estudios que en la
industria y en otras áreas productivas tuvieron
más tarde lugar con la introducción del TQM
–Total Quality Managemen– o de las normas
ISO como requisito inexcusable para que las
empresas subcontratadas puedan aspirar a ser
proveedoras de las grandes constructoras automotrices, por ejemplo. Y, como ha mostrado
ampliamente la investigación, las normas de
calidad han terminado, en efecto, siendo utilizadas más como una forma de control que como
una querida documentación y trazabilidad de
los productos y servicios en aras de la calidad
ofrecida al cliente.32
Ahora bien, pocos años después, en 2003,
esta interpretación es ya puesta en cuestión,
identificando el tipo de productos y el avance o
superación de la situación más baja en la “cadena de valor” o, en nuestros propios términos,
situándose las empresas indias más lejos de
las empresas mano y más próximas a las empresas cabeza, y ocupándose de proyectos más
complejos que comprendan también la toma de
requisitos del cliente, el diseño, la arquitectura,
etc. Esto es, en la clásica cascada con que se representa el proceso de producción de software,
más arriba, más independiente, más cualificado
como conjunto productivo: “en los dos últimos
años hay evidencia suficiente para asegurar que
Lakha, 1994, p. 383: “motivated by the need of cheap labour”; pp. 394
International Organization for Standardization.
Capability Maturity Model Integration.
Prasad, 1998: “leads to the creation of internacional Standard and norms, and mandatory adherente to these standard reintroduce a workplace dynamic of deskilling”, p.431. A una conclusión semejante llegan Beirne et al, 1998, p. 149
El trabajo más influyente y orientados de este análisis es Segrestin, 1997.
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las empresas indias están madurando y creciendo en su capacidad para ejecutar proyectos
más amplios, más complejos: al igual que están
ejecutando partes con más alto valor añadido
de tales proyectos (como la toma de requisitos y
el diseño de alto nivel)”.33
Ese es el argumento central de la discusión
que enfrentan Ilavarasan y Sharma (2003),
preguntándose “Is software work routinized?”.
Para responderlo, revisan una por una estas
cuestiones, que bien pueden aplicarse a cualquier estudio sobre la producción de software,
con el objetivo de averiguar en qué medida está
fragmentado o descualificado:
a) “Los trabajadores del software están claramente divididos en trabajadores de la concepción y de la ejecución, tales como diseñadores, codificadores o probadores”.
b) “Los trabajadores de ejecución no participan
en la parte de concepción del proyecto”.
c) “Los trabajadores implicados en un módulo
no tienen conocimiento de los restantes módulos en el mismo proyecto”.
d) “Los requerimientos de formación son diferentes para las distintas categorías de trabajadores”.
e) “Las oportunidades de carrera están restringidas para los trabajadores de ejecución”.
f) “Los procedimientos de certificación potencian el control directivo”.34
A cada una de estas cuestiones los autores
responden, por medio de estudios empíricos, por
la negativa. Y en su conclusión destacan el hallazgo de una división camaleónica del trabajo,
siendo que en un trabajo en equipo, incluso en
equipos virtuales, los trabajadores gozan de una
información simétrica, el mismo nivel de forma-
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ción se da a todos, no hay barreras para las carreras y el control está distribuido.
Con un panorama tan idílico, pueden terminar afirmando que ni el trabajo del software
está “rutinizado”, ni parece poder serlo, ni lo
será en el futuro. Algo que desde luego, muchas
otras investigaciones matizan, e incluso ponen
radicalmente en cuestión.35
■ Los estándares como mecanismos de
organización del trabajo
La introducción y el uso de estándares organizativos, tales como las normas ISO, SPICE, o
la más conocida y promovida por el SEI –Software Engineering Institute–, CMM –Capability
Maturity Model-, o la posterior CMMI, ha sido
estudiado en la literatura sobre la organización
del trabajo del software como un instrumento
privilegiado para conocer las tendencias del
desarrollo del software hacia lo que ha venido
llamándose fábricas de software.36
Un caso ejemplar de este abordaje es el llevado a cabo por Paul Adler, en un minucioso y
complejo estudio de caso realizado en una gran
empresa norteamericana, tomando como terreno de estudio cuatro programas distintos, dos
de ellos situados en el nivel 5 del modelo CMM,
y los otros dos en el nivel 3.37
Adler ha analizado el trabajo de campo con
una batería de problemas teóricos que ha resumido en distinta forma y modos, intentando,
por un lado, dar cuenta de la influencia que la
introducción de estos estándares han tenido
en la posible simplificación del trabajo o, dicho
más precisamente en su “rutinización” o taylorización, como dirá expresamente.38
Arora et al, 2001, pp. 1286 y 1269; Hellander, 2004.
Ilavarasan y Sharma, 2003, p. 2.
Una tesis más compleja e internacionalmente más explicativa en Mir et al, 2000, sobre la polarización de calificaciones en y
a través de las naciones-estados. Véase igualmente el artículo ya citado de Arora et al, 2001.
Una referencia fundamental es Watts Humphrey, 2002. En la literatura sociológica el análisis pionero e iluminador es de
Segrestin, 1997.
El nivel 3 del CMM, el que más nos va a concernir en este trabajo, recibe la denominación de “Definido” y se caracteriza
porque “tanto en lo que se refiere a las actividades de gestión como a las de ingeniería, está documentado, normalizado e
integrado, constituyendo el proceso software estándar de la organización para el desarrollo y mantenimiento del software”.
Véase el gráfico descriptivo de los niveles, en página 47 del libro, tomado de Watts Humphrey, 2002, p. 20. Y para un mayor
despliegue y detalle, Adler, 2005, p. 410. La traducción se toma de Piattini et al, 2003, p. 52.
Conviene decir que hemos podido consultar este estudio y las reflexiones del autor, sus énfasis y articulaciones, con un detalle y minucia poco habituales en la investigación sociológica: en primer lugar, pudimos conocer los resultados incluidos en
El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo en las fábricas del software
Las conclusiones a las que llega Adler son
matizadas y su esfuerzo por mostrar los aspectos de cambio y de pérdida de la autonomía de
los desarrolladores basándose en documentación muy sólida y sobre todo, en una compleja
trama de entrevistas transcriptas y presentadas al lector, no deja por otro lado de manifestar
tendencias contrarias, que implican una mejora
que no se compadece con la versión simplista de
la taylorización del trabajo y de la descolectivización del trabajo de producción del software.39
Ante las tendencias y vivencias contradictorias que aparecen en su estudio, Adler propone un recurso a la teoría para interpretar y
dar sentido a las tendencias de fondo. Y para
ello recurrirá a distintos paradigmas que, finalmente, interpreta según lo que él mismo denomina una renovación de las teorías del labour
process, volviendo a Marx y a una visión que
la segunda generación de estudios de esta importante escuela ha dejado en la sombra. A esa
visión la llama “paleo marxista” y la resume diciendo que deben contemplarse dos tendencias
contradictorias, que son las que hacen emerger
un objeto poliédrico y a veces confuso, en el caso
del software.
La primera tendencia, en su visión, reside en
el hecho de que las fuerzas productivas tienden
a hacer el trabajo y los requerimientos de calificación más complejos. Esto sucede también en
el software, con la modernización y los cambios
que supone la introducción del modelo CMM.
Esto tiene consecuencias para los desarrolladores y los constructores, quienes deben ampliar
su objeto de trabajo, entre otros rasgos, porque
se incluirá lo que se denomina “socialización de
la producción”. Mejorarán así las tareas, se ampliarán y no serán sólo ya “tirar código”, sino
39
40
que abarcarán, entre otros aspectos, el ciclo de
vida completo de la producción (lo que, por cierto, no hemos encontrado en nuestro trabajo de
campo, sino excepcionalmente).
Pero una segunda tendencia puede incluso
arruinar por completo estas beneficiosas transformaciones. Nos referimos a las contradicciones ancladas en el proceso de valorización del
capital: más ganancias, más mercados, más
competencia. Las relaciones de producción, en
suma. Así, en su estudio de caso, las empresas
que adoptan el CMM, por un lado mejoran costos, calidad y tiempos de entrega de proyectos,
pero por otro lado las contratendencias son los
márgenes estrechos y a corto plazo de los beneficios y la competencia entre plantas.40
Para nuestra investigación, hemos tenido
en cuenta algunos argumentos que suponen un
reto en el análisis de la información recogida
sobre el terreno. Una mirada a ello obliga a incluir en un lado u otro de las tendencias de la
organización del trabajo que se basa en su concepto de “socialización” la enumeración de un
conjunto de índices:
1. La ampliación del objeto de trabajo consistiría en la no-separación drástica entre
“ejecutantes” y “diseñadores”. Es más, como
revelan los distintos títulos, abstracts y énfasis de sus elaboraciones, un argumento importante de Adler es la afirmación de que el
objeto de trabajo ha cambiado sustancialmente con la “modernización” de los procesos.
2. La ampliación del trabajador colectivo, especialmente fundado en la creación de
equipos, la necesidad de trabajo en grupo, la
consulta de pares, etc.
3. La profundización en la interdependencia en la colaboración.
un balance más general. Es el texto publicado en 2004, “Skills trends under capitalism and the socialisation of production”.
Aquí el software es uno de los sectores que basan su reflexión sobre las tendencias generales. Más tarde hemos consultado
el artículo publicado en 2005, “The evolving object of software development”. Y, finalmente, hemos podido tener a nuestra
disposición dos versiones provisionales muy distintas del texto publicado, con énfasis y argumentos, unas veces más prolijos,
otros más detallados. El primero difundido en octubre de 2002, “The discipline of process: the transformation of software
development”; y el segundo, más breve, fechado en 2003, “Practice and process: the socialisation of software development”.
Unas veces enfatizando un marco teórico, otras insistiendo en la importancia de la vivencia y la reconstrucción de los sujetos,
como consecuencia de la reorganización y la división del trabajo.
Por supuesto, los énfasis varían, y si en 2002 las conclusiones comienzan con una referencia y cita expresa a la “revolución
mental” taylorista (p. 76), le siguen ya en ese texto una larga serie de argumentos que acaban dando una visión de los resultados de la introducción del CMM matizada y contradictoria.
Un buen resumen, en Adler, 2004, pp. 253-254 y 255-256, en cada caso. Y con todo detalle, en Adler, 2005.
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4. La socialización del desarrollo de las
reglas y herramientas.
5. La socialización de los procesos de formación y de calificación.41
Hoy en día, tanto desde la perspectiva de
los técnicos y expertos como de las asociaciones
empresariales, de la administración pública,
e igualmente, como es obvio, de las empresas,
la adecuación de la producción a los modelos
mencionados, tanto ISO como CMM (Capability Maturity Model) o SPICE (Software Process
Improvement and Capability Determination)
es ya un punto imprescindible de partida, un
condicionante, un modelo tendencial cuya aplicación parece inevitable42.
Tomar los estándares como analizadores de
la realidad del trabajo en el desarrollo de software permite abrir perspectivas y descubrir
aspectos de la realidad de la vida de trabajo, difícilmente perceptibles con los viejos arquetipos
y conceptos ya usados y gastados de las ciencias
sociales como las múltiples formas que adquieren las resistencias del trabajo de los trabajadores frente a los métodos de control.
■ Trabajo en equipo: colectivos reales y
redes virtuales
134
Uno de los puntos a destacar en el análisis de
la organización del trabajo de la producción del
software es la constitución de los equipos o grupos de trabajo que, desde mediados de los años
setenta, formaron parte de la panoplia de “nuevos métodos de organización del trabajo”.
Por otro lado, el trabajo del conocimiento, el
tratamiento de información, el carácter inmaterial de la materia prima que se utiliza en este
proceso, obliga a considerar y a plantearse esas
nuevas formas de organización en contextos de
alta tecnología, que permiten la circulación, la
41
42
43
puesta en común, el compartir una intervención
sobre el programa, en algo que ya no está condicionado por barreras físicas, geográficas, nacionales u otras. La literatura especializada se ha
producido con abundancia sobre los llamados
“equipos virtuales”, comunidades de práctica o
colectividades de práctica, que pueden estar a
miles de kilómetros de distancia física y a veces casi tanto en distancia cultural o de estilo
organizativo.
El trabajo en grupo volvió a la palestra de
la organización del trabajo en forma masiva en
los años noventa, en un contexto notablemente
diferente. Esta vez, por iniciativa empresarial,
sin grandes negociaciones y como colofón a lo
que se llamó el one best way de la época surgió
la producción ligera, la lean production.
Aún así, hoy en día y para la constitución de
una plantilla de análisis de las nuevas organizaciones de la producción, en nuestro caso en el
software, se hace imprescindible revisar y poner
al día el marco de análisis y las realidades de
los equipos de trabajo, los pequeños colectivos
de trabajadores que puedan tener delegados en
ellos, más tareas, más capacidad de organización, de iniciativa, de ruptura de la división del
trabajo. Y verificar sus existencias y condiciones de funcionamiento en la realidad de nuestras actuales fábricas de software. Porque tras
la misma denominación pueden encontrarse
grandes novedades organizativas, o puras adecuaciones a la moda (ideológica) empresarial
de turno. Esto hace que los problemas reales se
oculten tras presuntas realidades virtuales.43
En la realidad, y en la literatura, de las fábricas de software, los equipos virtuales son un
reto, una posibilidad, no sin dificultades, como
nos han transmitido las personas que hemos entrevistado en nuestra investigación. En una revisión de la literatura sobre el tema de Martins
y otros (2004) se destaca que son equipos virtuales aquellos en los “que los miembros usan la
Una visión rica y matizada de este argumento y de las contradicciones halladas en la realidad, en Adler, 2005: “In sum, the
CMM depends rather than resolved the contradiction between use value and Exchange value”, p. 421 y el desarrollo en las
pp. 422-426, “Bureaucracy: silmultaneosly mock, enabling, and coercive”.
Con esta afirmación pretendemos ahora, únicamente, llamar la atención hacia la similitud entre los argumentos desplegados no ya sólo en el lejano precedente del taylorismo o el fordismo, sino en el más reciente y comparable de la producción
ligera, la lean production. Veáse, por todos, nuestro trabajo “Nuevos modelos productivos…”, recogido en Castillo, 1998, A la
búsqueda del trabajo perdido, pp. 2-84.
Ver Pruijt, 2003, Hamde, 2002; Martins et al, 2004; Hughes et al, 2001.
El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo en las fábricas del software
tecnología para interactuar entre sí, a través de
fronteras geográficas, organizacionales, y otras,
y que se están convirtiendo en lugar común en
las organizaciones”44. Un poco más sociológica,
y menos mediada por la tecnología, es la definición que da Pyöriä (2003, p. 167) acerca de los
equipos virtuales que se definen: 1) por el uso de
las tecnologías de la información; 2) por el diseño
independiente de partes importantes de su trabajo; y 3) por una formación profesional alta45.
Ahora bien, el aspecto anti-taylorista, no individualizador, no rutinizable, también estará
siempre presente, aunque puedan darse aspectos de intensificación del trabajo, de traslado de
la vigilancia y disciplina al interior del grupo
así constituido, y, por tanto, a los propios programadores46.
■ Tendencias claras pero matizadas
Nos planteamos en la introducción, a modo de
guión de nuestras preocupaciones, una serie
de preguntas. Son también atalayas desde los
que miramos esta realidad del trabajo fluido en
la sociedad de la información. Pero, asimismo,
queríamos darles indicaciones precisas de los
intereses intelectuales y de la política de aplicación de los resultados científicos de la realidad
que nos rodea y que ha movido nuestro trabajo,
al lector y a la lectora. Pero también, claro está,
información de las preguntas que otros investigadores e investigadoras han planteado, y en
algún modo han conseguido responder, aunque
sea parcialmente, con sus estudios.
Su núcleo fundamental está vinculado a la
exploración de los tipos de trabajo trasladados,
de las posibilidades para los lugares donde se
desplazan o crean estas nuevas factorías, del
papel que pueden jugar en el fomento o la crea-
ción misma de círculos virtuosos de creación de
riqueza y de trabajo decente y cualificado. En
fin, de posibilidades para los territorios sociales en los que se implantan, y de los eventuales
futuros de esperanza para los miles de jóvenes
que ponen en esos puestos de trabajo sus ilusiones y sus saberes, su riqueza, sus personas.
Lo que hemos puesto en evidencia –matizada, como decíamos– es que la tendencia a separar concepción de ejecución, con una reiteración renovada de la división del trabajo entre
empresas (o entre centros de trabajo de la misma empresa), es una marca fuerte de los desarrollos en curso. La parte más “noble” –y que
condiciona el resto del proceso de trabajo–, la
toma de requisitos, el análisis, el contacto directo con el cliente final que queda a un lado. En
el otro, en las factorías, tendencialmente acaba
llevándose a cabo tan sólo (!) el “desarrollo puro
y duro”, como se nos ha dicho.
A la vez, una tendencia absolutamente imperante es que los estándares, que parecen implantarse como una forma de organización del trabajo inevitable, marcan las pautas de la división
del trabajo en las empresas o centros de trabajo
concretos como un paradigma que limita las posibilidades de “nuevas formas de organización”.
Pero también –como han destacado otros autores, aunque nosotros no hayamos encontrado
trazas consistentes en nuestros estudios de casos–, como posibilidad de ampliación del objeto
de trabajo, de mayor socialización de los trabajadores, de mayor interrelación entre ellos, etc.
La tendencia hacia la simplificación del
trabajo que se traslada a las factorías, que se
desplaza de los grandes centros, parece afirmarse incluso en las tendencias a contratar a
programadores junior y a técnicos medios, más
que a superiores, o a personas con formación
profesional frente a diplomados o licenciados
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44
45
46
Martins et al, 2004, p. 805: “Virtual teams, in which members use tecnology to interact with one another across geographic,
organisational, and other boundaries, are becoming common place in organisations”. Ver también p. 807. Su parti pris les
lleva a despreciar la comparación con los equipos face to face “puesto que estos últimos desaparecen…. Y en p. 823, “with rare
exceptions all organizational teams are virtual to some extent”.
Pyöriä, 2003, p. 167. Que puede completarse con la aportación de Kraan, 2006, que busca una definición de equipo que
permita un trabajo de “high performance and low stress”, como un grupo que, por supuesto usando las tecnologías de la
información para superar barreras geográficas, etc., sea un “group of people who cooperate to attain a common goal” (p. 4).
El argumento lo despliega coherentemente Pruijt, 2003, p. 89, entre otros lugares. Hamde, 2002, por su parte, ha reflexionado, con un recurso excelente a la obra de Simmel, sobre cómo una forma de organizar el trabajo que se impone como moda,
inevitable, acaba siendo una institución cuando se toma por la única manera de hacer las cosas, sin discusión.
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universitarios. Y como un reflejo de esas tendencias hacia la separación del trabajo de concepción del de ejecución, y hacia la rutinización
y simplificación, en un contexto de organización
estandarizada y muy formalizada, las empresas acaban enfrentándose a los problemas de
rotación y abandono de trabajo. Para algunas
de las que hemos estudiado en profundidad, las
políticas de gestión de recursos humanos tienen
como preocupación fundamental el ser capaces
de construir un itinerario profesional para sus
trabajadores, de modo que las altas tasas de
rotación se reduzcan. Es más, como se nos ha
explicado en detalle, las empresas se plantean
también llevar a sus fábricas de software productos y líneas de trabajo más sofisticados, que
permitan construir esos itinerarios de carrera
con fundamentos reales.
También hemos dado cuenta de algunas reflexiones de más hondo calado que abren problemáticas de fondo en la sociología del trabajo.
Aunque sólo hayamos podido ahora esbozar argumentos, generan interrogantes para futuras
investigaciones. En efecto, en este estudio de los
procesos de creación, producción, fabricación o
desarrollo del software hemos abordado necesariamente (esto es, porque lo impone el objeto teórico) el trabajo inmaterial, cualificado, y el referente empírico, algunos de los problemas clásicos
de la organización del trabajo, aunque sea sólo de
forma tentativa en esta primera aproximación:
la implicación de los trabajadores, las formas de
colaboración y constitución del trabajador colectivo y de su coordinación, la constitución de
equipos de trabajo o del trabajo en equipo y de
la vinculación entre ellos, los llamados “equipos
virtuales” y los problemas de coordinación e integración en sistemas de trabajo complejo.
Los edificios pueden ser de nueva planta,
diseñados específicamente para organizar el
desarrollo de software “en cadena”. Aunque
la metáfora no sea descripción muy adecuada
de la disposición y encadenamiento de la producción, sí cabe decir que, en todos los casos,
la disposición espacial e incluso el diseño arquitectónico han sido pensados ex profeso con
mayor rigor, conciencia y propósito de lo que es
47
habitual en otros sectores productivos. Por ello,
sin excepción, en cada caso se nos ha enfatizado que se diseñó específicamente para ese fin.
Que son una estructura especialmente pensada
para una determinada organización y división
del trabajo que tiende hacia la cadena productiva, hacia la fragmentación.
Como se ha dicho en más de una ocasión con
referencia a los greenfields, localizaciones de este
tipo sirven, además, para aislar la planta, el proceso productivo desgajado de la producción global, de las otras plantas productivas de la misma
empresa o de la misma “industria” o “sector”47.
Pero, sobre todo, estas deslocalizaciones internas dentro del territorio español, que ya gustan
de llamar los responsables nearshore, atraen
nuestra atención hacia la influencia que han podido tener en su ubicación espacial y social las
facilidades otorgadas por los gobiernos, nacionales, regionales o locales, o todos ellos simultáneamente; los incentivos fiscales o las subvenciones
directas o indirectas a la contratación; las políticas de fijación de los y las jóvenes cualificados a
su territorio de origen; la (mayor) baratura del
coste de la mano de obra y la falta de experiencia
reivindicativa y sindical; la existencia de infraestructuras tecnológicas avanzadas, en nuestro
caso, de fácil uso y ofrecidas a precios muy por
debajo de los de mercado. Auténticas autopistas de la información sin peaje. Instituciones de
formación prácticamente gratuitas. Institutos
tecnológicos o de desarrollo económico prontos a
solventar estudios de viabilidad o de marketing.
Un conjunto, en fin, de tramas sociales que construyen las posibilidades económicas, desde los
ya lejanos tiempos de los distritos industriales,
los medios innovadores o los sistemas locales de
desarrollo endógeno.
■ El trabajo fluido en la sociedad de la
información
El mundo cambia deprisa, y la producción de interpretaciones sobre esos cambios es también, a
veces, apresurada. Dar cuenta de los profundos
movimientos que lo alteran es un reto perma-
Véase Newell, “Training in greenfield sites”, en Rainbird, 2000, pp. 101-125.
El trabajo fluido en la sociedad de la información: organización y división del trabajo en las fábricas del software
nente para las ciencias sociales. Para aquellas y
aquellos que no quieren tener que cambiar sus
diagnósticos cada mañana, la reflexión sociológica, profunda y comprometida es nuevamente
el enfrentarse a esos “escarpados caminos de la
ciencia” que Marx recordaba a su editor francés.
Mucho de lo que hoy se presenta como nueva
interpretación está anclado, limitado y potenciado a la vez por lo que fue la corriente dominante, el mainstream de las ciencias sociales.
Con maquillajes más preocupados por hacerse
con una marca, un label, en los casilleros de las
ciencias sociales respetables que de interpretar
la realidad. Así, se dirá –como en los manuales
irrelevantes– que las empresas no utilizan la
“división internacional del trabajo”, sino que se
convierten en “empresas manufactureras sin
manufacturas”: detentan únicamente la marca,
y todo lo que antes se llamaba trabajo productivo, ahora se hace en lugares recónditos, allende
los mares, en China, o en algún perdido polígono industrial de una zona no desarrollada de
Europa.
Se llame como se llamare, los cambios de
palabras sólo pueden ocultar la realidad. No se
avanza mucho cambiando el nombre de trabajo
precario por “contingente”. Y, bajo esa nueva división internacional del trabajo, bajo esa nueva
forma fluida que toma el trabajo cualificado, lo
que importa hoy en día, a las ciencias sociales
y a los ciudadanos –y más aún, a los responsables de tomar decisiones y orientar la política
de desarrollo–, es el ser capaces de discernir las
tendencias en curso.
Porque hoy tenemos que constatar que, aún
perpetuándose la tendencia a la dispersión y
externalización de los trabajos “tradicionales”,
industriales o de servicios, también se desplazan los trabajos muy cualificados y, en mucho
casos, los más emblemáticos, como puede ser
la fabricación de programas informáticos. Se
dispersa, por todo el ancho mundo, cambiando procesos de trabajo, situaciones sociales locales, composiciones del trabajador colectivo,
desregulaciones, nuevas formas de control y de
posibilidades del trabajo y de los trabajadores
y trabajadoras. No descubrimos una novedad,
48
pues, como muestra la literatura científica, especialmente en este punto, para el objetivo de
nuestra investigación ésta no es una tendencia surgida de pronto, sino que lleva muchos
años gestándose. Por ello, al revisar la literatura más actual no hemos descuidado el volver a algunos clásicos como La nueva división
internacional del trabajo, el impresionante
libro de Fröbel y colaboradores de finales de
los setenta, de gran contraste e inspiración y
fuente de debate de los abordajes actuales sobre el trabajador colectivo de la producción de
software.
Hasta ahora, una de las formas de enfocar,
desde Europa, por ejemplo, estos caminos bifurcados que abría la división internacional
del trabajo, había sido la de propugnar una
“vía alta” de desarrollo, en la que los buenos
trabajos, la parte del proceso de trabajo más
cualificada, fuera la que quedara en nuestras
fronteras nacionales, o como mucho europeas.
Ahora, las cosas son más difíciles de formular
tan simplemente. Porque los trabajos cualificados sí, pero pagados con salarios mucho más
bajos, que necesitan altas dosis de saber, conocimiento, técnica y experiencia, están acabando
en esos polos lejanos de la “nueva” división internacional del trabajo.
Y, siendo así, ¿qué políticas desarrollar en
Europa? ¿Qué políticas desarrollar en la escena internacional con relación a esos lugares?
El estudio de la producción de software es un
terreno específicamente indicado para poner
a prueba estos desafíos. Como es bien sabido,
un amplio conjunto de países, integrados hoy a
la cadena mundial de la producción de programas informáticos, de servicios a las empresas,
de atención a distancia, etc., o aspirantes a ello,
dan una idea precisa de la gran cantidad de
trabajadores cualificados que pueden, gracias,
es cierto, a los desarrollos tecnológicos y de comunicación a distancia, integrarse como un trabajador colectivo de la producción del software.
Y, desde luego, no parece que los sueños de la
sociedad de la información sean el horizonte
más probable de ese nuevo mundo feliz de la
economía de los servicios.48
Sayer y Walker, 1992. El estudio clásico de estos autores se remite al “Brave new world” de Aldous Huxley.
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