Charles Stanley - Iglesia Jesucristo Rey

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Charles Stanley. Serie: Cómo triunfar ante la Adversidad
Jueves 25/8: Capítulo 2
Introducción:
Lo que Dios se propone en nuestra vida por medio de las adversidades es elevarnos para
hacernos conformes a la imagen de su Hijo con el fin de capacitarnos y prepararnos para la obra
que Él tiene para cada uno de nosotros.
Dice en Hechos 9 que Saulo de Tarso respiraba amenazas de muerte contra los seguidores de
Cristo y su deseo era acabar a toda costa con el cristianismo: “Saulo aún respirando amenazas
contra los discípulos del Señor vino al sumo Sacerdote y le pidió cartas para la sinagoga de
Damasco a fin de que si hallase algunos hombres y mujeres de este camino los trajese presos a
Jerusalén, más yendo por el camino aconteció que al llegar cerca de Damasco repentinamente
le rodeó un resplandor de luz del cielo y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿quién eres Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús a quien tú
persigues. Dura cosa te es dar coses contra el aguijón. Él temblando y temeroso dijo: Señor
¿que quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad y se te dirá lo que
debes hacer”. Hechos 9:1-6
La conversión de Pablo
Saulo estuvo presente cuando Esteban estaba siendo apedreado y vio cuando este se puso de
rodillas y clamó a gran voz pidiendo al Padre Celestial que perdonara a sus enemigos. Saulo oyó
a Esteban pedir al Señor que perdonara a los que lo estaban apedreando. Saulo había oído
hablara de Jesús, había oído hablara de sus enseñanzas, de sus milagros y de las personas que
había levantado de los muertos. Sin embrago, en su orgullo, arrogancia y soberbia estaba
decidido a terminar con la fe cristiana. Pero cuando iba camino a Damasco, este hombre
arrogante soberbio y orgulloso de ser un fariseo, de ser muy religioso y de creerse un gran
israelita, repentinamente lo rodeó una gran luz que lo cegó y fue a dar a tierra. Me imagino que
en ese momento Saulo creyó que hasta ahí había llegado su vida, pero, ¿qué fue lo que él dijo
cuando estaba en el suelo?: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” En ese momento y en presencia
de todos los que lo acompañaban, para ir en esta travesía a Damasco a encarcelar a los cristianos,
Saulo se convirtió a Jesucristo el Señor. Me imagino que él pensó que se había quedado ciego
para siempre y que allí su carrera se había terminado, había llegado a su fin. Pero recordemos las
innumerables adversidades por las que el Señor hizo pasar a Pablo. Fue una adversidad tras otra.
Es más, Pablo nació de nuevo en el reino de Dios, y, por y en la adversidad, al quedar ciego
cuando iba camino a Damasco. Pero sabemos lo que Dios hizo de la vida de Saulo de Tarso, sus
adversidades lo llevaron a la cumbre de ser un misionero para Cristo. Pablo llegó a ser uno de
los mejores predicadores de todos los tiempos y uno que ha tenido una gran influencia en la
Iglesia de nuestro Señor Jesucristo, no sólo aquí, sino por la eternidad. El apóstol Pablo fue un
hombre nacido y formado en la adversidad. Sin embargo, lo que pareció ser el final de su carrera
se convirtió en el inicio de uno de los más grandes siervos del Señor Jesucristo.
Los tres propósitos de Dios al permitir la adversidad
1) A veces el Señor tiene que hacer algo en nuestra vida para que le prestemos atención.
Humanamente hablando, tal vez creamos que fue algo que pasó por accidente o que fue el
resultado lógico de las circunstancias, pero, en la vida de Pablo, Dios utilizó todas las
adversidades para ascenderlo, para bendecirlo y para hacerlo crecer. Lo que Dios se propone
en nuestra vida, por medio de las adversidades, es levantarnos para hacernos conformes a la
imagen de su Hijo, con el fin de capacitarnos y prepararnos para la obra que Él tiene para
cada uno de nosotros, ya sea en el trabajo, en la iglesia, en el negocio, en la empresa, en la
fábrica, en los estudios o en lo que sea. Todo lo que nosotros consideramos adversidad
forma parte del grandioso plan de Dios para nuestra vida. Por esa razón Santiago dice: “que
tengamos por sumo gozo cuando nos hallemos en pruebas, dificultades y adversidades”.
Eso quiere decir que cuando veamos que no podemos más, cuando todo parezca venírsenos
encima, es cuando debemos alabar al Señor y bendecir su nombre porque Él tiene un
propósito para nosotros al permitir la adversidad en nuestra vida, y tal vez ese propósito
sea que el este tratando de llamar nuestra atención.
2) Dios utiliza la adversidad para hacernos ver su gran amor por nosotros.
“Y aquellos ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía (nuestros
padres), pero este, Jesucristo, para lo que nos es provechoso, para que participemos de su
santidad. En verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de
tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”
Hebreos 12: 10-11. Aquí dice que nuestros padres terrenales nos disciplinaban por un
tiempo, como a ellos les parecía. Pero Dios nos disciplina en amor, para lo que es
provechoso y para que participemos de su santidad. Luego dice que ninguna disciplina es
agradable en el momento de recibirla, y creo que todos estamos de acuerdo con eso, sino que
es dolorosa. Pero si uno aprende la lección, si uno ha sido disciplinado por la adversidad, el
resultado es una vida de paz y de justicia. Uno de los propósitos Dios al permitir la
adversidad en nuestra vida es para recordarnos cuánto él nos ama. Si nos desviáramos
de su voluntad viviendo en pecado, y Dios nos dejara y no hiciera nada para
corregirnos, ¿cree usted que eso sería amor? Desde luego que no. Por eso Dios en su
amor hará algo para conseguir nuestra atención y una manera de hacerlo es permitiendo la
adversidad en nuestra vida. Dios nos dice: “Eso es lo que me haz forzado a hacer para poder
mostrarte cuánto te amo”. Y precisamente eso es lo que hacemos, lo forzamos a que haga
ciertas cosas porque Él, por su gran amor por nosotros no permitirá que vivamos
alejados de su voluntad ni en el pecado.
3) A veces queremos hacer la voluntad de Dios, andar en sus caminos, y que Él cumpla su
propósito en nuestra vida pero, inesperadamente, la adversidad nos golpea y no nos
explicamos por qué y nos preguntamos: “Señor, ¿qué he hecho?”. Y el este es el tercer
propósito de Dios para permitir la adversidad en nuestras vidas; que Él quiere que nos
examinemos a nosotros mismos, que reflexionemos sobre nuestra vida y nos
examinemos a nosotros mismos. Por ejemplo, cuando el apóstol Pablo tuvo la experiencia
con el aguijón en la carne, él oró 3 veces pidiendo al Señor que se lo quitara. Yo creo que
fueron tres veces en que él de veraz buscó al Señor en oración y ayuno. Y sabemos que una
de las cosas que Pablo hacía era pedirle al Señor que examinara y escudriñara su corazón y
su mente. Y cuando nosotros nos hallemos en pruebas, dificultades y adversidades, una de
las cosas que debemos hacer es examinarnos a nosotros mismos y preguntarnos: “¿estoy
haciendo lo que el Señor quiere que haga? ¿Estoy andando en sus caminos? ¿Puede Dios
manifestar su poder en mi vida en la condición en que estoy? Ahora, supongamos que usted
ha confesado sus pecados, y que no hay nada que tenga que confesar, sin embargo, la
adversidad sigue siendo parte de su vida. Entonces lo que debe hacer es decir; “Señor, si
el pecado no es la causa, ¿cuál es? ¿qué estás tratando de decirme? ¿Qué estás tratando
de enseñarme? Mire, quiero que se de cuenta de algo: ¿De qué manera puede Dios hacernos
crecer, madurar y llegar a ser lo que Él quiere que seamos si primero no trata no sólo con el
pecado, sino con cosas en nuestra vida que hemos adquirido o nos han inculcado a través de
los años, cosas tales como actitudes, hábitos, costumbres, ideas y otras cosas que afectan
nuestros sentimientos, nuestra forma de pensar y de ver la vida y nuestra relación con Dios y
con los demás? Entonces, Dios primero tiene que tratar con esos aspectos de nuestra vida, no
basta con reconocer y confesar nuestros pecados para superara esas cosas. Lo que el Señor
hace es permitir más y más adversidad para que nos pongamos a reflexionar y a
examinara no sólo las cosas superficiales, sino también sino las que están en lo profundo
de nuestro ser, cosas como hábitos, costumbres, creencias, temores, sentimientos y
actitudes que adquirimos y nos inculcaron en la niñez y que de alguna manera nos han
perjudicado. En este caso, el propósito de la adversidad es que nos examinemos a
nosotros mismos y que veamos el efecto que esas cosas han tenido en nuestra vida.
¿Estamos siendo dominados por ellas, qué nos impulsa en la vida a hacer las cosas, por qué
nos sentimos inferiores o que no merecemos esto y lo otro, estamos enojados internamente
con Dios, por qué nos sentimos menospreciados o que nadie nos quiere? Hay muchos
cristianos que aunque es cierto que aman al Señor, sin embargo por dentro, tal vez
inconscientemente estén enojados con Dios. Posiblemente por algo que pasó en sus vidas
cuando se criaban o por algo que les enseñaron o les metieron en la mente. Entonces el
Señor en su amor deja que las dificultades nos golpeen para que nos pongamos a
reflexionar y a examinar nuestra vida a un nivel más profundo y así podamos darnos
cuenta de las cosas que nos están perjudicando y destruyendo. Cosas tales como vicios,
malos hábitos, costumbres, ideas, creencias, actitudes, sentimientos y cosas que nos han
tenido atados por años y años y no nos dejan desarrollarnos en la clase de hombre o mujer
que Dios quiere que seamos. Así que, la única manera en que Dios puede conseguir captar
nuestra atención y hacernos tratar con esas cosas es sacándola a la luz por medio de la
adversidad y las dificultades. Y Él hace que la adversidad sea mayor hasta que nos
pongamos a reflexionar y a examinar nuestra vida a un nivel más profundo y comencemos a
tratar con esas cosas que no sabíamos que estaban ahí ocultas, pero que de otra manera
nunca nos habríamos dado cuenta de ellas. Y cuando el Señor comienza a sacar todas
esas cosas negativas a la luz, empezamos a darnos cuenta de que no fue nuestra decisión
creerlas y aceptarlas. Por ejemplo, tal vez se nos dijo una y otra vez que no merecíamos
nada, que no servíamos para nada, que nunca lograríamos nada en la vida, que éramos esto,
que éramos lo otro, y cuando uno se criaba con esa clase de mentalidad negativa, desde luego
que tendrá razón para sentirse menospreciado, aislado y rechazado y por eso es que el enojo,
la amargura y sentimientos de esa clase lo dominan a uno inconscientemente. Entonces, ¿qué
hace el Señor para sacar todas esas cosas a la luz? Lo hace permitiendo la adversidad y las
dificultades para ponernos a reflexionar y a examinar nuestra vida a un nivel más profundo.
Para reflexionar
Deje que el Señor trate con su vida a ese nivel, y aunque usted se enoje, llore, clame, zapatee y
grite, sin embargo, cuando el proceso termine, usted quedará inmensamente agradecido con Él y
le alabará por haber permitido la adversidad, las pruebas y la dificultades en su vida para hacer
que se diera cuenta de esas cosas. Y la verdad es que si el Señor no lo hiciera de esa manera,
nosotros nunca rectificaríamos o cambiaríamos nuestra conducta y nuestra forma de ser.
La adversidad y la aflicción revelan lo que hay dentro de nosotros. Cuando las cosas
marchan bien, cuando todo nos sale a pedir de boca, cuando no hay dificultades ni pruebas, ¿qué
nos puede revelar eso en cuanto a nosotros? No nos revela nada, pero cuando hacemos frente a
una adversidad tras otra, y a una dificultad tras otra, cuando sentimos que todo se nos viene
encima, ¿qué nos revela eso?
Pues si nuestra actitud es la correcta, eso nos prueba que el Señor está cumpliendo su
propósito en nosotros en nuestra vida, nos está limpiando, nos está fortaleciendo y nos está
edificando. Y esto quiere decir que Él nos está en definitiva, purificando, santificando.
Pero no nos está purificando de algún pecado que haya en nuestra vida, sino de esas cosas que
están en lo profundo de nuestro ser y de las cuales muchas veces no estamos concientes. Nos
está purificando de cosas que nos impiden crecer espiritualmente y hacer su voluntad. Y a veces
el Señor permite que la adversidad se intensifique más y más hasta el punto que decimos: “no
podré vivir un día más así”. Pero entonces el Señor hace algo maravilloso, y este es otro
principio que debe notar: Dios no permitirá que la adversidad se intensifique más de lo que
podemos soportar. Dios nunca dejará que la intensidad de la adversidad quebrante nuestro
espíritu ni que ella nos destruya. Claro que si no tenemos la actitud correcta, nosotros mismos
podemos destruirnos, pero ese no es el propósito de Dios jamás. Su propósito es siempre
bendecirnos, fortalecernos, edificarnos, animarnos y beneficiarnos para que alcancemos
todas las posibilidades que Él tiene para nuestra vida. Esto implica por qué las adversidades
y las dificultades pueden convertirse en la herramienta más hermosa que Dios utiliza para
cumplir sus propósitos y planes en nuestra vida.
Si usted no se explica por qué está teniendo tantos problemas y dificultades en la vida, puede ser
que usted ande en desobediencia o en el pecado o tal vez sea porque aun no se ha convertido a
Cristo. O puede ser que a pesar de andar en obediencia y en los caminos del Señor y quiere
hacer su voluntad, sin embargo usted sigue teniendo dificultades y adversidades.
En los próximos estudios hablaremos de los otros propósitos de Dios al permitir la adversidad y
dificultades en nuestra vida.
¿Está usted dispuesto a decir: “haz lo que quieras de mí Señor, tú el alfarero, yo el barro
soy”? El alfarero lo pone sobre la rueda, lo aprieta, lo estira, lo retuerce y le da forma.
“Dócil y humilde anhelo ser, cúmplase siempre en mí tu querer.” ¿Es eso lo que usted está
haciendo o está tratando de huir de la adversidad? Le aconsejo que no lo haga.
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