Untitled - Asociación Cultural Amigos de Ribadesella

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Ribadesella en el Camino de Santiago
Ventura Ramos
© Del autor
Edita:
Imprime:
Fotomecánica:
D.L.:
I.S.B.N.:
Asociación Cultural Amigos de Ribadesella
Gráficas Covadonga
Milenium
AS-1.991/2011
978-84-933966-6-4
Prólogo
CHARO FERNÁNDEZ ROMÁN
Alcaldesa de Ribadesella
Cuando Amigos de Ribadesella me pide que escriba un pequeño texto a modo de prólogo de un libro sobre el Camino de
Santiago, lo primero que me pregunto es el enfoque del escrito:
histórico, cultural, místico, turístico… ¿cuántos puntos de vista
hay? ¿Cuántos Caminos de Santiago existen? Quienes han tenido la suerte de hacer el camino, hablan de una experiencia individual única, irrepetible, por tanto se podría concluir que hay
tantos Caminos como peregrinos.
El que se trate de un libro de pinturas de paisajes del recorrido, hace la tarea quizá más compleja, pero precisamente me
lleva a la conclusión de que al referirse al arte, el punto de vista
debería desplazarse hacia otro lado, fuera de las clasificaciones
típicas, centrándose en los sentidos y las emociones, en lo que
podríamos denominar un “Camino del corazón”, con permiso
de Fernando Sánchez Dragó.
El Camino de la Costa, como se denomina a este trayecto
que atraviesa nuestro litoral del Oriente a Occidente, es uno de
los más antiguos, bellos y emocionantes Caminos de Santiago.
Su recorrido entre el Cantábrico y las montañas, le proporciona
una combinación de colores que van de los intensos verdes a las
más amplia gama de azules en inigualables panorámicas. Aldeas y pueblos marineros jalonan el Camino y junto con el carácter abierto y hospitalario de sus habitantes, convierten la
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experiencia del peregrino en inolvidable; año tras año podemos
ver cómo más personas disfrutan de ella y atraviesan nuestra comarca dirección a Santiago de Compostela, dejándonos historias, anécdotas, conocimientos y llevándose lo que deseamos sea
un conjunto de sensaciones agradables y singulares que les lleve
a volver y sobre todo a comunicarlas y difundirlas.
En este libro de pinturas de paisajes del Camino de Santiago, el autor comparte sus percepciones, sensaciones y emociones reflejadas en la obra, con todos los que quieran disfrutar
del libro. Una vez más, la Asociación Amigos de Ribadesella
acierta con la publicación de un libro que estoy convencida que
no dejará indiferente a quienes lo disfruten, por su temática tan
actual como imperecedera y por su originalidad.
“¡Ultreyá!”, ese era el grito que lanzaban los peregrinos
cuando avistaban desde la lejanía las torres de la catedral de
Santiago. Mirar más allá, eso es lo que sugiere una obra como
esta; más allá de las pinturas, más allá de los paisajes, en nuestro interior y comprobar las sensaciones que despierta en cada
uno de nosotros.
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Prólogo
JOSÉ ALEJANDRO CRIADO FERNÁNDEZ
Presidente de ACAR
La Asociación Amigos de Ribadesella tuvo conocimiento el
pasado verano, a través de sus canales de información, de que un
señor de Zaragoza, tras realizar un periplo por varias villas del
Cantábrico en busca de un veraneo agradable junto a otros amigos aragoneses, habían decidido montar su cuartel general en
nuestra villa, y que éste disponía de una interesante colección de
acuarelas en las que plasmaba distintos paisajes riosellanos. No
tardamos en ponernos en contacto con él y tras una primera
reunión en Casa Sebas en la que comprobamos que las referencias que nos habían dado respondían a la realidad, no hubo más
que hablar y tomamos el acuerdo de encargarle un libro relativo
al paso del Camino de Santiago por el concejo de Ribadesella.
Su autor es Ventura Ramos, ingeniero industrial, cuya trayectoria profesional se desarrolló en compañías multinacionales sobre todo en fábricas de automóviles, entre las que cabe
destacar sus trabajos en Crysler España /Barreiros Diesel durante nueve años. Al llegar su edad de jubilación, continuó como
director de proyectos en la entidad de voluntariado SECOT
(Seniors Españoles para la Cooperación) que tiene su sede en
Zaragoza, donde sigue en contacto con las nuevas generaciones de emprendedores, al tiempo que a través del estudio del
acuarelista Juan Carmaniu mantiene su vocación de artista plástico, cuya sensibilidad queda plenamente de manifiesto en los
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paisajes que ilustran este libro con el que trata de mostrar el Camino de Santiago riosellano desde la perspectiva de un peregrino y también de cualquier paseante que recorra nuestro
concejo desde el Aguamía hasta La Caleyona.
En este recorrido por parajes rurales y rincones urbanos riosellanos, las acuarelas de Ventura Ramos van acompañadas de
textos que nos deleitan con la visión histórica del Camino. Esta
labor la ha asumido una persona que lo conoce a la perfección,
que lo va describiendo y analizando con su acostumbrado rigor,
y a quien me atrevo a denominar el alma de ACAR, Juan J.
Pérez Valle. Aprovecho esta ocasión para mostrar nuestro reconocimiento a su tarea siempre callada y discreta, pero en todo
caso fundamental para el devenir de esta asociación que ahora
cumple sus bodas de plata.
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Prólogo
MARÍA DEL PILAR GONZÁLEZ BULNES
Presidenta del Camino de Santiago en Ribadesella
Cuando el pasado verano desde la Asociación Cultural
Amigos de Ribadesella se empezó a gestar la publicación de un
libro sobre El Camino de Santiago a su paso por el concejo, me
pareció una buena idea, ya que no disponemos de una extensa
bibliografía que trate este tema en lo que a nuestro concejo se
refiere, y menos todavía con la forma y contenido que se quería
dar a esta obra. Casi un año después, disponemos de un magnífico libro de valiosos textos, a los que hay que añadir los vistosos dibujos que ilustran sus páginas. Creo que ambos
elementos constituyen una invitación para que todos aquellos
que aún no conocen el Camino se inicien en su andadura.
Muchas gracias a Ventura y Juan ( Juanito para los amigos)
y mis felicitaciones.
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l Camino del Norte, es la variante más natural, fresca y agradable de todos los caminos
que llevan a Compostela; ciertamente no es tan monumental como el camino francés,
pero es la mejor alternativa para realizar el recorrido en las épocas de calor.
Este camino entra en España por Irún, pasando por las ciudades de San Sebastián, Bilbao,
Santander, Oviedo y Lugo, hasta llegar a Santiago de Compostela.
El recorrido en el concejo de Ribadesella comprende parte de las etapas formales 16 y 17, la primera desde Llanes
a Ribadesella y la segunda de Ribadesella a Sebrayo, aunque en este recorrido sería conveniente no tener en
cuenta demasiado las etapas y emplear más tiempo en cada lugar, disfrutando del mar, playas, bellísimos
paisajes y pintorescas poblaciones.
Desde Pría, en el concejo de Llanes, el camino entra en el de Ribadesella por Cuerrres, y, atravesando después
terrenos de Toriellu, Camangu, Meluerda y Collera, llega a la villa de Ribadesella, pasando después por San
Pedro, San Esteban de Leces, Abéu, Vega y Berbes, abandonando el concejo para entrar después en el de
Caravia.
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l límite municipal está enmarcado por el río Aguamía, o Guadamía, cuya playa, en su desembocadura y como se puede observar, ha
desaparecido con la marea alta. El agua de lluvia ha disuelto la roca caliza de los acantilados, formando grutas que se conectan con
las creadas por el agua del mar. Cuando las olas del embravecido Cantábrico se adentran en el interior de estas cavernas, el agua
pulverizada y el aire a presión salen con fuerza por los respiraderos formando llamativos géiseres que aquí llaman “bufones”.
uando el Camino de Santiago se adentra en el concejo riosellano, lo hace
por un puente, puente de piedra de nombre propio –Bocarreru-1, que
permite al caminante salvar el río Aguamía para dirigirse directamente
hacia la iglesia de San Mamés. Éste siempre fue un puente de singular
importancia en las comunicaciones norteñas, puesto que formaba parte
de lo que desde el siglo XVII se conocía como Camino Real de la Costa. Junto a
este añejo puente, se encuentra otro mucho más moderno, el del ferrocarril,
construido éste a comienzo del siglo XX cuando el trazado de la vía férrea abrió
caminos inéditos a la industrialización comarcal, todo un símbolo de progreso en
aquella época.
El humo blanco de las chimeneas, indica al caminante que se acerca al lugar de
Cuerres, aldea de habitat disperso, cuya porticada iglesia, de San Mamés, se
encuentra a la vera del Camino y parece invitar al peregrino a realizar un merecido
descanso. De la capilla de San Mamés, epicentro del mundo religioso y festivo del
pueblo, se desconoce la fecha de su fundación, erigida probablemente en la segunda
mitad del siglo XVI para servicio del vecindario. En la documentación antigua
siempre se la encuentra unida a la Feria de San Lorenzo, única durante siglos del
concejo, que se celebraba todos los años en el mes de agosto en los alrededores del
templo, con gran éxito hasta que a comienzo del siglo XX la feria comenzó a
declinar; a ella acudían gentes de todas partes, aunque las que más se hacían notar
eran las mujeres cabraliegas porque con sus quesos aromatizaban todo el campo de
la capilla, feria que ha llegando hasta nuestros días, en un espectáculo que hoy
protagonizan comerciantes, vecinos y veraneantes.
Frente a la capilla, no podemos dejar de asomarnos a la Fuente de los Peregrinos,
de artística factura del siglo XVIII, con moldurado frontón, cruz de malta y en la
que todavía se puede advertir la inscripción AVE JHS MARIA.
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El Camino de Santiago ha quedado definido a grandes rasgos en su recorrido por el Decreto 63/2006 de 22 de
junio, sin embargo, su entrada en el concejo de Ribadesella, haciéndole pasar por un puente reconstruido hace
bien pocos años y por el lugar de La Cereceda, no se sostiene desde el punto de vista histórico.
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iguiendo por el camino que serpentea paralelo a la vía del ferrocarril, dejamos Cuerres y nos adentramos en
términos de Toriellu, pueblo de casas dispersas que, si tuvo algún reconocimiento en la Historia, ha sido porque
en el lugar existía, al menos desde el siglo XVI y hasta el XIX una venta para refugio y atención de
caminantes que recorrían el Camino Real.
El Camino discurre por las inmediaciones de la ermita de San Martín, situada frente a la adornada plaza del pueblo. Se
trata de una diminuta capilla que luce con especial adorno en las dos fiestas principales del pueblo, la de San Martín (12 de
noviembre) y en la de Ntra. Sra. de Fátima (13 de mayo), advocación entronizada en 1954.
Después de dejar atrás el pueblo de Toriellu, el camino abandona el firme asfaltado y se vuelve rural y solitario,
serpenteando entre campos de cultivo, sólo alterado el silencio por el amortiguado sonido de los cencerros de algunas vacas
que miran curiosas el paso del peregrino. Llegados al lugar de Los Pozos, tenemos que cruzar la vía del ferrocarril que, si
antes nos acompañaba a nuestra derecha, ahora pasa a nuestra izquierda, para perderse siguiendo las sinuosidades de su
recorrido.
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ejando atrás el Pozu de la Arena, el Camino
continúa entre Sobores y La Jigar hasta llegar a
un pequeño altozano conocido como el Cuetu de la
Barca. Allí una amplia extensión de terreno,
salpicada por
algunos cuetos, aparece ante nuestros ojos para perderse
después en la lejanía; y hasta nos permite ver el monte Sueve,
a quien Júpiter le dio nombre, en adecuada época con su
cumbre nevada recortado el horizonte.
Al Sur del Camino se encuentra la sierra de Las Pandas y a
sus pies los pueblos de Camangu, Meluerda y Collera, por los
que discurría el antiguo y viejo Camino en dirección al vado
del Sella y centro de la región. En este último lugar hubo un
monasterio (siglo XI), bajo la advocación de San Martín,
origen de la actual parroquial.
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Al Norte del Camino se deja sentir, más bien se intuye, la presencia del cambiante Cantábrico, que no podemos dejar de visitar, aunque los
caminos que llevan a él no sean fáciles, habitualmente recorridos por solitarios pescadores de lubinas o xáragos. A lo largo de los siglos, las
olas al romper contra el acantilado calizo, lo han ido moldeando, regalando hoy al visitante imágenes de impresionante belleza, parajes
conocidos como Palu Verde, Tomasón, El Infiernu o Arra, en los que nidifican infinidad de gaviotas que, revoloteando, nos reciben siempre
con curiosidad y sonoros graznidos.
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a entrada a la villa de Ribadesella se hace por la calle dedicada al cronista Guillermo
González, en el barrio del Portiellu. Hoy tiene escaleras, pero hasta su remodelación era una
empinada rampa por la que subían y bajaban caballerías, carros, carretas y todo tipo de personas,
y que llevaba directamente al antiguo puerto pesquero y comercial.
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ormando ángulo con ella se encuentra la calle Oscura, cruce de vías donde nació la
antigua villa riosellana. La calle Oscura es una calle estrecha, poco soleada y escasamente
concurrida, pero en la que el caminante que pasa por ella puede sentir el sabor de la
historia en las fachadas de piedra de las casas que la conforman, en los cortafuegos de
ellas, en las sinuosas líneas de algún vano, en el añejo pasadizo…; aunque en otro tiempo
no fue tan sombría como su nombre indica, sino más bien soleada en los atardeceres,
reflejándose a las aguas del puerto las casas de los pescadores.
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l peregrino continúa su marcha por la calle del Infante, en una de cuyas viviendas adornada en
bajorrelieve con cruces en el dintel de su puerta y en uno de los cortafuegos que la enmarcan, la
tradición asegura estuvo situado el antiguo convento de frailes de La Victoria, convento en el que se
hospedó el príncipe Carlos, futuro Carlos I de España y V de Alemania, cuando llegó a la villa en 1517. Calle a
la que le han puesto y quitado infinidad de nombres, el que ahora conserva, le viene por el que habría de ser rey,
Alfonso XII. Fue siempre una calle muy comercial, aunque hoy no lo sea tanto, y muy transitada por llevar a la
plaza del pueblo y por haber estado situada en una de sus casas la estafeta de Correos. De abigarradas casuchas,
todas con su huerta trasera, muestra un tipismo al que el caminante no se puede sustraer a su paso por ella.
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n la plaza de la Reina María Cristina, el peregrino se topa con el antiguo edificio perteneciente a la familia González
Prieto Cutre (siglo XVI), hoy Casa Consistorial, uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil renacentista en
Asturias. La plaza ha sido remodelada en varias ocasiones; fue conocida en otro tiempo como “Plaza del Progreso” y
popularmente como “Plaza de la Leña” por la venta que en ella se hacía los días de mercado del combustible imprescindible en los
hogares. Hoy, desaparecidos los jardines que la ocupaban, se ha convertido en una plaza muy transitada, lugar céntrico y de
paso para la realización de todo tipo de gestiones administrativas, actividades culturales y recreativas dada su proximidad con la
Casa de la Cultura. Rodeada de establecimientos comerciales, ha mudado en espacio de recreo y solaz para vecinos y turistas,
lugar de encuentro, de juegos infantiles y escenario para todo tipo de actuaciones veraniegas.
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a irregular plaza de la Iglesia, con sus añejos soportales que
dirigían hasta el viejo templo parroquial, era en la antigüedad
una plaza abierta que daba a la ría; corazón del villorrio y lugar donde
se celebraba el mercado semanal. A ella se asomaba también el
hospital de San Sebastián, más tarde de San Roque, hospital y
albergue para peregrinos mandado construir en tiempos de los Reyes
Católicos, a finales del siglo XV (1486), cuyo edificio servía también
como Casa Consistorial y cárcel.
De la vieja iglesia, de la fuente que manaba junto a ella formando en
época de lluvia un riachuelo que iba a morir a la playa hoy sepultada
bajo el moderno casco urbano, y del antiguo hospital, nada queda en la
actualidad, aunque en la plaza todavía se puede admirar la casona de
la familia Ardines con escudo de armas, y el añejo reloj de sol que nos
señala la hora desde una esquina de ella.
El peregrino ha de hacer aquí un alto en su camino, adentrarse en la
moderna iglesia cuya construcción comenzó en 1924 y no finalizó
hasta más de una década después, y donde puede admirar los
magníficos frescos de los pintores riosellanos, hermanos Uría-Aza;
también tomar un refrigerio en alguna de las concurridas terrazas de
los bares que abren sus puertas a la añeja plaza cuando llega el buen
tiempo, y conocer y solazarse con la parte moderna de esta coqueta
villa. La afluencia de capitales americanos, el comercio de su activo
puerto y la conversión de Ribadesella en un centro balneario y turístico
de primer orden, hicieron que la pequeña y recoleta villa medieval fuese
creciendo, en extensión y número de habitantes, hasta conformar la
población de hoy día.
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l peregrino ha de continuar su camino, por la calle dedicada a Fernández Juncos,
antigua Calle Mayor, y a su paso puede admirar las fachadas blasonadas de las
antiguas casonas pertenecientes a las familias Prieto y Collado –esta última casa natal que
fue del pintor impresionista Darío de Regoyos Valdés-. A su padre, el ingeniero de
Caminos Darío de Regoyos Molenillo, debe esta coqueta villa el trazado de su ensanche
decimonónico, con calles rectas y espaciosas que conforman el moderno casco urbano.
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ontinuando por la calle de Fernández Juncos, calle a la que abren sus
puertas varios establecimientos comerciales y hosteleros, se llega a la
hoy conocida como plaza del Mercado del Ganado, espacio donde se solían
celebrar tales eventos y hoy transformada en parque de recreo y juegos
infantiles, plaza en una de cuyas casas, hoy desaparecida, nació otro ilustre
riosellano, Agustín Argüelles, uno de los padres de la constitución de 1812.
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esde la Plaza del Mercado del Ganado, al peregrino se le abren varias posibilidades;
puede recorrer el Camino de Guía, un camino enmarcado en sus primeros pasos por la alta torre almenada tapizada por
la hiedra, y que al seguir la senda se da cuenta de que se cumple la máxima de que al ascender se pierden los detalles pero se
entiende mejor el conjunto, y que le llevará hasta la capilla erigida en el siglo XVI, en otro tiempo formando parte de un recinto
militar con su batería de cañones para defensa del puerto, desde donde puede disfrutar de una de las mejores vistas que ofrece el
Cantábrico. La capilla guarda la imagen de la Virgen de Guía, patrona de los marineros riosellanos, cuya festividad se celebra con
gran pompa todos los años a comienzo del mes de julio.
O bien, desde la plaza, puede asomarse a La Atalaya, recoleta playa de guijo y pedral, lugar de baños desde mediados del XIX,
muy apreciada por los vecinos. Sus acantilados rocosos han inspirado a todos los pintores y artistas que a ella se han acercado.
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ambién puede continuar por la calle del Sol en dirección al antiguo embarcadero de la Rambla de la Barca,
lugar utilizado desde tiempo inmemorial para cruzar la ría hasta que en 1869 se construyó el primer puente de
que dispuso la villa, el de madera, situado a escasos metros del actual. De paso, puede visitar la capilla de Santa Ana,
probablemente del siglo XVII, hace pocos años restaurada.
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l peregrino puede continuar hasta el final del paseo –Paseo de La Grúa-, recreándose en la historia de la villa
inmortalizada por el genial Mingote, en la Fuentina, en los personajes de la mitología asturiana, en la entrada y
salida de embarcaciones por la barra portuaria, y en el deslumbrante entorno.
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oy ya no hay paso desde la Rambla de la Barca para cruzar la ría, así que el caminante no tiene otra opción
que volver atrás, recorrer los muelles del puerto, pasar por delante de la Lonja del Pescado y llegar hasta el
puente para cruzar la ría. El puente sobre el Sella constituye la meta de la famosa Fiesta de las Piraguas que se
celebra anualmente en el mes de agosto, la festividad más importante de esta marinera villa.
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legados al final del puente sobre el Sella, un cruce de caminos invita al caminante a detenerse unos instantes junto al
hórreo –más bien panera-, sede de los Amigos de Ribadesella. A la izquierda, una carretera lleva después de corto
recorrido, hasta la Cueva de Tito Bustillo, bien conocida por sus pinturas rupestres, uno de los principales
santuarios del arte paleolítico mundial. Poco más adelante, llama la atención por su colorida fachada el Centro de Arte
Rupestre, construido con la intención de preservar el legado pictórico de la cueva.
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ás lejos y continuando por la misma carretera, el peregrino se topa con el Palacio de La Piconera, llamativa casona
de factura indiana. También puede acercarse a la iglesia románica de Junco, del siglo XIII, y aún si lo desea,
recorrer las ruinas de otra iglesia románica, la de San Salvador de Moro, que todavía conserva pinturas murales del XVI,
actualmente en pleno proceso de restauración. Pero si el caminante también se siente atraído por las bellezas naturales, no
puede dejar de visitar el lugar de Cuevas, al que se llega sólo después de atravesar una espectacular e impresionante gruta.
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l Camino Jacobeo continúa por la calle Coronel Bravo, a la vera del puerto deportivo, hasta llegar a la Punta del Arenal de
Santa Marina, lugar donde desembarcaban los viajeros que en otro tiempo, ante la inexistencia de puentes, debían cruzar la
ría en barca. Aquí comienza el paseo que bordea la extensa playa de Santa Marina, una magnífica avenida que invita a la
ensoñación, y al peregrino a recrearse con los magníficos palacetes que se asoman a él, chalets en los que destaca la huella indiana,
algunos mudados en establecimientos hoteleros. El paseo se transforma en época veraniega, permitiendo al peregrino que lo recorre
mezclarse con variopintos paseantes de toda edad y condición, bañistas, peatones y hasta ciclistas.
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ntiguamente el Camino, desde la Punta del Arenal, seguía por las calles de Ricardo Cangas y Dionisio
Ruisánchez, hoy modernas calles y ayer espacio abierto entre las dunas del lugar. A la vera de esta
última y en un lugar que hoy ocupan las zonas ajardinadas del Instituto de Enseñanza Secundaria, se
encontraba una capilla, la de Santa Marina, del siglo XVI, derruida en 1934 después de un intento de
restauración desde los mismos cimientos, capilla en cuyo campo solían enterrarse personas sin filiación conocida y
entre ellos los que la mar arrojaba a nuestras costas. En otro tiempo y próxima a la capilla, el peregrino también
pasaba junto a la denominada Casa del Pilar, edificio donde se guardaban los instrumentos para descuartizar las
ballenas utilizados por los marineros que se dedicaban a la caza de estos cetáceos. Junto al hoy conocido puente
del Pilar estaba situada, en lugar estratégico de cruce de caminos, una venta.
Toda la zona situada al sur del antiguo camino y aledaña al río San Pedro ha sido ocupada por modernos
chalets, paseo ribereño, y un apacible parque cuya tranquilidad sólo se ve alterada durante la Fiesta de Las
Piraguas cuando toda la zona es tomada por un variopinto y estridente campamento juvenil.
Al final de la playa, si el peregrino desea recorrer todo el paseo marítimo, alcanzará la Punta del Pozu, lugar
desde el que se pueden observar magníficas vistas, y a los pies del faro o en el propio acantilado, tratar de
descubrir las numerosas icnitas –huellas de dinosaurio-, que se encuentran impresas en la roca.
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l peregrino continúa su marcha por la Carretera de San Pedro,
dejando a su derecha el Monte Somos plantado de eucaliptos y al que
lamentablemente le han construido abigarrados adosados.
Tras dejar atrás las últimas urbanizaciones construidas en el entorno de la
playa de Santa Marina, el peregrino se topa con una glorieta adornada con un
barco de pesca, cada vez más marcado por el tiempo, y una bifurcación de
caminos que le ha de llevar hasta el pueblo de San Pedro. Pero si tiene
oportunidad, puede acercarse a Tereñes, pueblo en el que todavía lucen
numerosos hórreos, si bien cada vez más constreñidos entre modernas
construcciones, pueblo con vistas al cambiante Cantábrico, de magníficos
atardeceres y llamativos acantilados. En sus pedrales se pueden distinguir las
huellas de dinosaurios que en otro tiempo poblaron la zona y si tiene suerte, a
lo mejor puede coincidir con la Fiesta del Pez; a buen seguro que le permitirán
mezclarse con los vecinos en este singular festejo.
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esde la glorieta, que dejamos atrás, la carretera discurre ahora entre prados, ascendiendo en suave
pendiente; no suele tener demasiado tráfico por lo que es muy utilizada por cualquiera a quien le agrade el
paseo y sepa admirar el paisaje que la enmarca.
San Pedro es un pueblo cuanto menos pintoresco, no en vano ha recibido varios premios gracias al afán de sus
vecinos por embellecerlo. Se encuentra situado en un soleado valle del mismo nombre, y a pesar de su proximidad
a la capital municipal, mantiene todavía su carácter rural, pudiéndose ver todavía el maíz o fabes en el hórreo o
corredor, o participar de la tertulia vecinal a la puerta de la casa.
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an Pedro siempre fue un pueblo pequeño en todos los sentidos, pequeño en
cuanto a su extensión, pequeño en el número de sus habitantes, pequeño es el río
que lo riega; hasta pequeña su capilla, aunque curiosamente fue iglesia parroquial
durante siglos y hasta finales del XIX, si bien de las más pobres del concejo, y
parroquia de la que todos sus vecinos varones emigraban temporalmente cuando llegaba
el buen tiempo para trabajar como canteros, ya dentro o fuera de la región. El pueblo
tiene apellido, es San Pedro de la Llama, que hace alusión al terreno pantanoso de sus
términos originados en el riachuelo que discurre por el lugar, y cuyas aguas daban vida
a un molino hoy desaparecido.
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ejamos San Pedro atrás. La carretera, después de atravesar un paraje frondoso
que permite recrearnos con el murmullo del agua del riachuelo que serpentea a su
lado, asciende por pronunciada pendiente hasta Abéu, uno de los pocos lugares
riosellanos desde donde se pueden admirar los Picos de Europa y donde se encuentra el
palacio y capilla de los Argüelles, del siglo XVII.
El Camino de Santiago a su paso por Ribadesella suele ser llano en casi toda su extensión, pero en otro tiempo éste debía ser
uno de los lugares en los que los viajeros tenían que apearse e ir a pie para que carros y diligencias pudieran subir la dura
pendiente sin problemas, al igual que hoy suelen hacer los que recorren el camino en bicicleta. Llegados arriba, es preciso
desviarse del Camino hasta San Esteban, lugar situado en un pequeño altozano en el que se ubica la iglesia y el albergue de
peregrinos.
La iglesia de San Esteban de Leces es de los pocos templos en Ribadesella que todavía conserva estructuras románicas.
Amplia, porticada, fue cabecera de una extensa parroquia que probablemente hunde sus raíces en la romanización del lugar.
No hace falta caminar mucho para acercarnos a la antigua escuela, hoy Albergue de Peregrinos. Desde su apertura en el año
1999, no ha dejado de crecer el número de personas que han pernoctado en él, normalmente durante el verano y provenientes
de todo el mundo; los más habituales son españoles, franceses, italianos, belgas y alemanes, aunque no faltan de otros países,
e incluso de otros continentes.
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tiro de piedra del templo parroquial se encuentra la Torre de Junco, torre
blasonada medieval perteneciente a la familia Ruiz de Junco y más tarde, desde el
siglo XVIII, a los Bernaldo de Quirós.
De planta cuadrada y de tres pisos, destaca en ella la puerta adintelada y vanos de su
fachada y que denotan su antigua factura.
Volviendo sobre nuestros pasos y retomando el Camino que habíamos dejado en Abéu, el peregrino llega a un pequeño
altozano. En este lugar conocido como El Manso, hoy inhabitado, existió una venta en el siglo XVIII para atención
de transeúntes y peregrinos, de la que hoy ni siquiera queda el rescoldo de sus ruinas. Estaba muy bien situada, pues
ocupaba la parte más alta del empinado trayecto que comenzamos tras dejar atrás el lugar de San Pedro. Enfrente, se
pueden apreciar las ruinas de la instalación frigorífica de manzana de mesa cuando en los años cincuenta del siglo XX
Ribadesella era un centro productor y exportador de esta apreciada fruta a los mercados nacionales.
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espués, el camino va descendiendo en suave pendiente entre
robles y castaños que asoman de vez en cuando a su vera para
dar sombra al caminante.
Se hace solitario por El Calerón, lo que permite recrearnos con el silencio
del valle por el que discurre hasta que, poco a poco, se van dejando oír los cadenciosos sonidos originados en la
instalación industrial de concentrado de minerales de espato flúor de Torre-Barréu que podemos ver a lo lejos.
Pocos metros más adelante, y desde un altozano, el paisaje cambia bruscamente. La franja litoral, las colinas de
verdes prados, la extensa playa y el azul del mar Cantábrico aparecen ante nuestros ojos con todo su esplendor;
Lastres en la lejanía...
El camino que seguimos, ahora empedrado, desciende en dirección al pueblo de Vega.
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l barrio de La Sertal recibe al caminante con cumplida bienvenida, siguiendo luego
el Camino serpenteando entre el caserío hasta desembocar en la RS-4, donde una
fuente inaugurada en 1931 permite saciar la sed del peregrino.
Vega siempre fue un pueblo cuyas casas se han distribuido a lo largo del viejo camino que
lo recorría; allí, a su vera, también se encuentra la capilla de La Magdalena, reconstruida
en 1922 sobre otra más antigua, y las casas que se construyeron con capital indiano como bien se denota por su
factura y las palmeras que las adornan. Hoy, la distribución del caserío sigue igual, aunque la nueva vía que se
dio al pueblo para comunicarlo con la N-632 y el desarrollo turístico de los últimos años, le han permitido también
crecer siguiendo el eje Norte-Sur, lo que no ha impedido que Vega continúe siendo un pueblo con encanto, de típicos
rincones cargados todavía de ruralidad.
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a pantanosa aliseda en la desembocadura del río Acebo,
las icnitas que se pueden ver en su acantilado, el sistema
dunar que enmarca su extensa playa, de gran interés
botánico por la presencia de una planta única, la mosquita dorada, han permitido incluir a Vega dentro de los
Espacios Protegidos de la región. El nombrado río Acebo riega su vega, yendo a morir a la misma playa, que
suele regalar al visitante con impresionantes atardeceres y ocasos de película. Hoy ya no es necesario cruzar el río
saltando de piedra en piedra como antaño tuvieron que hacer los peregrinos que recorrían el lugar. El Camino
Jacobeo atraviesa el río por un puente de factura moderna, después de que el antiguo, del siglo XIX, fuese
arrasado por la impresionante riada de agosto de 1988.
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ntes de abandonar Vega, el peregrino no puede dejar de visitar el roquedo cuarcítico de Entrepeñas, estrecho
desfiladero excavado por las aguas del río Acebo durante siglos, que ha dado origen a caprichosas formaciones
conformando un espacio de gran belleza y espectacularidad. Tanto este agreste roquedo, como la playa de Vega, han
sido catalogados como Monumento Natural.
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iguiendo el Camino, dejamos atrás Vega por senda empedrada que, sinuosa, va tomando altura entre prados. A veces es
preciso detenerse pues no podemos sustraernos de volver la vista y admirar el paisaje que vamos dejando atrás; a nuestra
derecha, siempre el majestuoso y bronco Cantábrico. Atravesamos ahora un paraje sometido durante muchos años a la
explotación minera, de fluorita, que a pesar del manto verde que lo cubre todo, aún se pueden advertir sus descarnadas huellas
llegando hasta el mismo mar. Estas explotaciones, subterráneas y a cielo abierto, dieron vida desde los años 30 del siglo XX y
durante varias décadas a toda la comarca, exportándose el mineral por el puerto de Ribadesella a otros puertos españoles y al
extranjero; de aquí también salieron magníficas formaciones cristalinas que hoy guardan prestigiosos museos y coleccionistas de
medio mundo.
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B
erbes es la última aldea del concejo. Pueblo dedicado tradicionalmente a la agricultura y ganadería,
la emigración temporal de sus vecinos en el ejercicio del oficio de cantería, fue habitual durante siglos,
al igual que otros pueblos del municipio. En 1678, el cura Alonso
Covián Ganancia fundó en el pueblo un hospital. Era una casa y huerta destinada a servir de hospedería a
los peregrinos que pasasen por el lugar y en la que se les diese agua, lumbre y leña, y en ella se conservasen
dos camas con ropa para sus huéspedes. Para su mantenimiento, había dejado también algún capital, pero los
vecinos de Berbes no mostraron mucho interés en asumir el cargo de hospitalero y a todo lo más que se
brindaron fue a abrir la puerta a los peregrinos que quisieran pernoctar en él “de lo cual tengo experimentado
–decía el patrono de la fundación algunos años después- graves daños como son el que los peregrinos,
viéndose con toda libertad, han llevado la ropa de dichas camas sin que se haya podido hallar remedio para
evitar este daño y asimismo arrancar las tablas de la casa y quemarlas” Aquel hospital perduró durante
pocos años y fue clausurado en 1702.
Berbes, distante de la capital municipal, siempre se consideró un pueblo un tanto abandonado, de ahí que
cuando pudo decidir, no dudó en unirse al vecino concejo de Caravia, si bien durante poco tiempo (en el siglo
XIX durante el Trienio Liberal). Dispone de buenos ejemplares de arquitectura indiana, alguno situado a la
vera del Camino y en su economía tuvo durante el siglo XX mucha importancia la minería del espato flúor.
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E
l paso de la autovía del Cantábrico
por el lugar ha sacado a la luz
restos fósiles del periodo Ordovícico
y la huella humana prehistórica ha quedado
de manifiesto en una cueva, la cueva
Carmona (epipaleolítico) y en los túmulos
del Fabar. En sus términos, un tanto
alejado del pueblo, se encuentra un campo
de golf desde el que se pueden observar magníficas vistas sobre el Cantábrico. Su iglesia, con
la advocación de Santa Marina, es de factura moderna, habiendo sido inaugurada en el año
1957.
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A
punto de dejar Berbes, el Camino lleva a encontrarnos con la CN-632 que
a su paso divide al pueblo. Cruzándola, el peregrino se adentra en un
tramo de unos 100 m. muy llamativo: La Caleyona, un paso abierto en
roca caliza y base empedrada con atarjeas oblicuas de buena factura. Finalizado
este pequeño tramo, nos encontramos de nuevo con la carretera N-632. Todavía se
puede seguir por el viejo camino aunque con dificultad, por El Sollaríu, un corto
tramo de unos 250 m. hasta encontrarnos de nuevo con la citada carretera;
siguiendo por ella, se pasa el puente sobre el río Cerracín y poco más adelante en
Antuervos otro pequeño puente sobre el río Llocu, afluente del anterior, límite con el
vecino concejo de Caravia, que pone fin a nuestro recorrido por el municipio
riosellano.
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