Sociedad Aumenta el protagonismo femenino en cine [40] ESPECTACULOS Corte frena plan climático de Obama FOTO: WIKICOMMONS [42] TENDENCIAS RR Así luce por fuera la nueva estación de tránsito entre Manhattan y New Jersey, diseñada por Calatrava y ubicada en la Zona Cero, que se inaugura en marzo. Luces y sombras del arquitecto Santiago Calatrava Pasó de ser la figura dorada de la arquitectura española en los 90 a recibir críticas y demandas por errores en sus construcciones. En marzo se abre su controvertida estación de trenes en el World Trade Center de Nueva York, que ha demorado 10 años y una fortuna: US$ 4 mil millones. Por Denisse Espinoza A. C uando en 2005, Santiago Calatrava (1951) puso la primera piedra para la construcción de la nueva plataforma de trenes en Manhattan, ubicada en el World Trade Center, el lugar donde las Torres Gemelas se derrumbaron en 2001, el arquitecto español no escatimó en metáforas. Acompañado de su hija menor, Ana Sofía, y de las autoridades de la ciudad de entonces, Calatrava soltó al aire dos palomas blancas que simbolizaban el origen de su inspiración estética y el espíritu que quería impregnarle a la obra: Oculus, la estación de 30 mil metros cuadrados que conectará la red de metro entre Nueva York y New Jersey, simularía a un ave con sus alas abiertas, como a punto de emprender el vuelo, ligera y armoniosa. En más de una década, el edificio que tiene fecha de inauguración para un mes más, ha recibido todo tipo de críticas, que van desde la demora en su construcción hasta el re- sultado final de su fachada, que ya ha sido rebautizada como el “Calatrasaurio”: más que un ave, la obra parece el esqueleto gigante de alguna especie en extinción. Sin embargo, lo que más ha molestado a la prensa estadounidense ha sido el exagerado incremento del costo de la obra, que con US$ 4 mil millones gastados, ya dobla el presupuesto inicial. The Wall Street Journal calificó la obra de “una verdadera vergüenza de las obras públicas”; mientras el columnista Steve Couzzo de The New York Post la tachó simplemente como una “horrible pérdida de dinero” y, como varios, se preguntó: ¿Qué pasó con el pájaro en vuelo que nos prometieron?, recordando también que en el diseño original, el edificio tenía un techo móvil que permitía abrir hacia el cielo “las alas” que coronaban la estación. Paradójicamente, ese detalle fue eliminado para evitar el sobrecosto. Lo cierto es que los contratiempos en las obras y el alza del presupuesto no han sido del todo culpa de Calatrava. En 2008 la autoridad por- tuaria admitió que los plazos y precios originales no habían sido del todo realistas, además de que la obra ha debido lidiar con los constantes cambios de liderazgos: cuatro gobernadores de Nueva York y cinco de New Jersey, que cambiaron cinco veces al director ejecutivo de las obras. A eso se suman los diferentes proyectos que simultáneamente se han desarrollado en la llamada Zona Cero y que la han mantenido por mucho tiempo cubierta en plástico. Así y todo algo de responsabilidad recae en el arquitecto español, quien en los últimos 15 años ha visto cómo su prestigio se ha ido desmoronando producto de un número no despreciable de obras mal diseñadas y ejecutadas. Sin ir más lejos, en 2014 Calatrava fue sentenciado a pagar US$ 3 millones en multas por el diseño defectuoso y la mala dirección en la construcción del Palacio de Congresos de Oviedo: en 2006 una de las estructuras del edificio se SIGUE EN PAG. 38 R