MUJERES Las voces desobedientes de nuestra historia: notas para develar la potencialidad de los estudios de género en el ámbito contable1 María Alejandra Rodríguez Triana Estudiante de Contaduría Pública Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid maria.rtriana@gmail.com Resumen: En el teatro de la vida, las mujeres han tenido, en gran parte de la historia de la humanidad, un papel relegado, violentado, oprimido. Nos duelen todas las mujeres a las que este sistema por medio del patriarcado ha condenado al silencio, por eso alzamos las voces desobedientes e insumisas para poner en discusión un asunto que nos atañe a la sociedad en general. Ubicamos la condición femenina en el espectro del debate como una forma de liberación, aun cuando la lucha de clases sigue intacta. Este texto busca dilucidar cómo la estructura dominante en todas sus formas –esclavista, feudal, capitalista, imperialista- ha sido la principal gestora de las opresiones femeninas y sociales. Del mismo modo, hacer un análisis del sistema, la formación de la familia como núcleo social opresor, las discriminaciones y violencias sufridas sólo por ser mujer; resaltando que éstas hacen parte del recorrido que quiero compartirles, con la firme intención de calar en sus cabezas un discurso tan tocado y sensible, como revolucionario y transformador. La relación sistema dominante y patriarcado configura un acápite de fuertes tensiones, lo que me permitirá ahondar en una serie de estereotipos impuestos para el proyecto de mujer que permean todas las esferas sociales donde nos movemos las féminas, en tanto, busco derivar la discusión en el escenario contable, donde las mujeres padecemos una explotación al cubo. Llamarles a problematizar, entender, estudiar y combatir el sistema en clave femenina, es el grito que lanzo desde mi propia vida. Palabras clave: Mujer, patriarcado, estereotipo, ejercicio contable, estudios de género. 1. Exordio La historia de todos los tiempos, y la de hoy especialmente, nos enseña que... las mujeres serán olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre sí mismas. Louise Otto-Peters 1 Documento clasificado para exposición en el Sexto Encuentro Nacional y Primer Encuentro Latinoamericano de Ensayo Contable. 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 2014. Universidad de Antioquia. Por todo el mundo recorren noticias sobre mujeres quemadas con ácido, tráfico de niñas para la prostitución en diversas latitudes, novias o esposas que son golpeadas o asesinadas por sus maridos o parejas sentimentales, mujeres consideradas como objetos de uso y consumo para los hombres, mujeres violadas, que se mueren o desfiguran su cuerpo para mantener la figura corporal diseñada por los medios de comunicación y el gran capital, jóvenes que fallecen día a día por abortos ilegales, mujeres obligadas a casarse o entregadas en matrimonio por dinero, mujeres que parecen un apéndice de la cocina y las labores domésticas, condiciones salariales inferiores y menores oportunidades de trabajo, entre muchas otras iniquidades. En este sentido, se podría afirmar, sin temor a equívocos, que ser mujer, una condición incólume ante el trasegar del tiempo y la evolución de la sociedad, es estar atada a una serie de elementos políticos, económicos y sociales que, hoy en día, deben repensarse y suscitar la posibilidad de una nueva sociedad por construir, en el entendido de que por décadas las mujeres han sido relegadas y estigmatizadas solo por su condición. Es importante comprender que las mujeres han sido los objetos y herramientas, las víctimas y hasta victimarias, ocultadas y dignificadas; pero siempre actrices de este circo gestado, no solo en el capitalismo explotador, sino versado desde los cimientos del sistema esclavista y feudal, lo cual pone en contexto que la historia de invisibilización de la mujer no es reciente, sino que se ha construido desde tiempos inmemorables. Del mismo modo, reconocer que la realidad subyugadora y opresiva a la que me refiero, no es propia ni única hacia las mujeres, sino que ha venido sumiendo en un estado descarnado y vil, a la sociedad misma, hombres, mujeres, niños y niñas; no distingue entre sexo o edad, aquí el asunto es de clases profundamente determinadas desde otrora. Por tanto, es importante reconocer que históricamente el significado de ser mujer se vale de una opresión consumada en la explotación de una clase sobre otra por medio, además de otras tantas, de la fuerza de trabajo. Este tema suscita un sinfín de análisis que involucra a la mujer y su relación con la sociedad, la educación, la economía, la política, la ciencia, entre otras. Mujer doblemente oprimida y sumisa, condenada a una posición oculta entre los devenires del mundo construido sobre las avasalladoras bases de la explotación, la violencia y diversas aristas que suponen una taxativa reflexión. En este sentido, resulta insuficiente un estudio de género y de reivindicaciones femeninas como si fuese un sistema binario y único, y es de esta concepción que se desata una confusión provocadora; allí, el caos y la fuga. Recrear el rol de las mujeres en sociedad, trasciende lo doméstico, lo maternal o la etiqueta del sexo débil, para ubicarnos en un primer concepto que camina desde la noción de propiedad privada, la explotación, la sumisión política, la castración social y sentí-pensante. La macro estructura social perversa en todas sus versiones (esclavista, feudal, capitalista, imperialista), ha naturalizado la utilización del patriarcado como herramienta para la acumulación y valoración del capital, reconocido eje en torno al cual gira la sociedad, en una estrecha e indisoluble relación que debe ser vista con lupa y en conjunto para la compresión de la realidad de las mujeres. El propósito principal de este ensayo es precisamente analizar el rol de las mujeres en la construcción de sociedades, a su vez que reviste una necesidad puntual de comprender, o al menos intentar, el acercamiento a un estudio profundo y crítico sobre el papel que han desempeñado las mujeres en todos los espectros, asimismo, el estudio se desplaza por las conceptualizaciones que ponen sobre la mesa los elementos necesarios para ubicar las paradojas problemáticas en clave femenina y en términos del ejercicio profesional contable. Por tanto, este constructo busca dilucidar en un primer momento, la acción del patriarcado como herramienta de control social particularmente dirigida hacia las mujeres, a través de un barrido histórico-conceptual que de luces sobre las lógicas dominantes arraigadas en la sociedad hace siglos. Del mismo modo, buscaré ahondar en los imaginarios estereotipados gestados al interior de las entrañas opresoras que han dibujado un proyecto de mujer predefinido y único. Decantando la discusión en un análisis de los roles identitarios femeninos en la profesión contable, vislumbrando desde la formación académica propia de esta área de conocimiento, una serie de elementos para seguir debatiendo sobre el papel de la mujer en escenarios investigativos, profesionales, ejecutivos, decisorios y transformadores. Es menester reivindicar la necesidad de romper las fuertes cadenas que arrastra la sociedad que habitan las mujeres, las realidades y el contexto de explotación, así como el modelo de mujer impuesto, donde hay que servir a los hombres, al patrón y a la iglesia, ser devotas, sumisas, “bellas”, perfectas, el reflejo de estereotipos, madres y putas. De profundizar la brecha patriarcal se ha encargado la religión, la política, la historia y hasta la semántica, en tanto, poner en tensión algunos elementos histórico-conceptuales que parten de la experiencia misma y la condición de quien escribe estas letras, apela al hecho de despertar todos los días en un mundo donde las mujeres somos objeto inanimado y violentado, pero donde también somos hoy, las llamadas a la emancipación y construcción de una nueva sociedad. La invitación se abre para explorar y reconocer desde una perspectiva crítica temas sobre la opresión de la mujer y su manifestación en el ámbito profesional inequitativo y expreso de manera singular en el capitalismo, y el existir social dentro de las diversas esferas de la vida femenina. Teniendo en cuenta la sugerencia de algunos puntos teóricos emergentes y necesarios para el estudio de género desde diversas disciplinas a la que hoy debe sumarse la contabilidad y la investigación contable, siempre entendiendo que en la opresión femenina se solidifican mixturas competentes al ejercicio profesional. 2. El patriarcado como determinante del proyecto de mujer Una de las ideas más absurdas que nos dejó la filosofía del siglo XVIII es la opinión de que en el origen de la sociedad la mujer fue la esclava del hombre. Federico Engels La sociedad de hoy, tomando como punto de partida la frase de Federico Engels (1971), impone una división del trabajo basada en los papeles sexuales originados en la diferencia biológica, desde allí, la maternidad cruza todas esas tareas como un acto impreso en la genética femenina, elemento coyuntural y hoy herramienta patriarcal. Sin embargo, no siempre los sujetos y sujetas de la sociedad se relacionaron así. Un análisis en clave femenina se remite al inicio de la vida en comunidad (común-unidad), en el más remoto de los tiempos, en el comienzo de la vida en sociedad desde la (involución) evolución del primate al homo;2 2 De allí que los análisis se sitúen no sólo en el proceso evolutivo del ser humano, sino en las potentes comparaciones con la organización animal que dan luces sobre el desempeño sexual y social que van decantando en donde las mujeres por su condición natural y biológica desempeñaban diversos roles que no eran desde ninguna perspectiva de opresión. Hombres y mujeres debían trabajar en conjunto por el sostenimiento de las aldeas y lugares de asentamiento humano que se empezaban a organizar. Esos roles, tanto femeninos como masculinos, no trascendían ni subyugaban a unos y unas, por otros y otras; se trataba de una vida en conjunto donde todos y todas tenían una función vital para la comunidad. Los hombres se encargaban, como una simple tarea, de cazar, conseguir leña y hacer las herramientas sin que esto significase que algunas mujeres no lo hicieran; las mujeres tenían una tarea importante, ser las guardianas de las semillas, del alimento de la comunidad, “las mujeres constituían una gran fuerza dentro de los clanes (gens), lo mismo que en todas partes” (Engels, 1971, p. 65)3. Por su condición fisiológica natural relacionada con la maternidad, eran ellas quienes cuidaban y criaban a niños y niñas sin prestar mayor atención a los lazos de consanguineidad. Este ejercicio comienza a deteriorarse cuando las comunidades adoptan la noción de propiedad privada, cuando el excedente, el intercambio y otras aristas entran al campo de juego, promocionando un modelo que empieza a provocar incomodidad y disociación, donde se transforman las masculinidades4 y femineidades. Toda vez que el acceso a la propiedad recae netamente sobre los hombres y genera la apertura a una relación sesgada por la monogamia en la comunidad, donde los lazos sanguíneos cobran fuerza en la lógica de perpetuar la acumulación de esa nueva riqueza valiéndose de todo tipo de herramientas, El uso de cinturones de castidad, los complejos dispositivos de contabilización para registrar la regulación exacta de los encuentros sexuales, la castración de los hombres para servir como eunucos confiables guardianes de los harenes; la extendida práctica de la “clitorictomía” (extirpación del clítoris a las niñas) para disminuir o eliminar el placer sexual, con el fin de impedir a la mujer “descarriarse” con otros hombres diferentes a su marido asignado: todos estos eran –y son, todavía- medios para garantizar que el patrimonio no fuera desperdiciado en los hijos de algún otro (Comité Romper Las Cadenas, 2009, p. 35). lo que se conoce como las primeras formas asociativas y establecidas de la vida humana. Ampliar en los análisis de Lewis Henry Morgan sobre la familia desde Engels. 3 Para ampliar la concepción desde las propuestas teóricas planteadas por Federico Engels (1971) en su constructo se puede consultar su texto: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; esto como sustento para determinar desde los diferentes estadios prehistóricos de la cultura, las nociones de roles en comunidad y avances sociales que permiten derivar el análisis en la plena figura familiar que será abordada con mayor exactitud más adelante. 4 Si se centra la atención en el asunto de género, es importante acotar que no sólo se refiere al sexo femenino como tal, hombres y mujeres han sido sometidos a estándares de comportamiento y relación tan gaseosa como tensionantes. Jose Olavarría, hace un análisis profundo y detallado de las identidades sexuales puestas en juego a la luz de los intereses de una estructura sustentada en la figura de familia nuclear y propiedad privada. Ampliar los conceptos en el texto: De la identidad a la política: masculinidades y Políticas públicas. Auge y ocaso de la familia Nuclear patriarcal en el siglo xx, incluido en el libro Masculinidad/es: Identidad, sexualidad y familia de Jose Olavarría y Rodrigo Parrini. El surgimiento de la propiedad privada (lo mío) de los medios de producción, las delimitaciones de terrenos, cultivos y hasta la formación de la figura de familia que se sostiene impenetrable en el tiempo, son el inicio de esta opresión sexista determinada básicamente, por el nivel particular de las fuerzas productivas y el nivel de relaciones de producción, incluso mediada por la destrucción de las tradiciones equitativas y comunitarias que son dejadas de lado en la génesis de una clase explotadora y una explotada. Es en la familia, donde la propiedad también se inserta y con ella, todo lo que le configura: madre, padre, hijos e hijas. Según Engels (1971), la familia ha sufrido diversas variaciones desde su conformación y concepción – familia consanguínea, punalúa, sindiásmica, monogámica-. Es así como transita entre los lazos de consanguineidad, la vida en comunidad, la promiscuidad y las nociones de propiedad privada; en tanto es importante reconocer que ese trasegar de esta institución sustenta una sólida base necesaria para el análisis de género y la opresión femenina, de cara a una serie de elementos que ubican el rol de hombres y mujeres a través de la historia en escenarios valiosos para comprender la evolución de las relaciones humanas asociativas. Si se observa con detenimiento la familia nuclear en las diferentes formaciones sociales (esclavista, feudal, capitalista, imperialista) no es la misma a la familia nativa que según Engels, desde un análisis de Morgan, se establecían en la América primitiva o la antigua Grecia, y cuyos rezagos hoy son inexistentes. Desde el nacimiento de las clases, se identifican los primeros estadios de opresión contra la mujer, sin desconocer que se ratificó con esto, la opresión de la sociedad en sí misma. Sin embargo, es importante asociar las prohibiciones y el aprovechamiento de éstas en términos de la instauración de un mismo fin: explotar, de cara al tránsito hacia la monogamia y la relación exclusivista que utiliza a la mujer como objeto de posesión. El patrón y las tierras son tan privados como las mujeres y la descendencia. Las sociedades avanzan (o no) y se configuran nuevos dispositivos de control y acumulación en un primario sistema esclavista que adopta las relaciones humanas restringidas y las sexualidades sesgadas para sostener con mayor potencia la figura familiar monogámica y patriarcal. En tanto, la instauración de este discurso se produjo a la par que se implantaba un sistema económico basado en la escisión entre los ámbitos público/privado-doméstico y que tiene en el contrato sexual la base oculta del cacareado contrato social; un sistema atravesado por la división sexual del trabajo, sumamente resistente, si bien con articulaciones cambiantes; y que impone un modelo constreñido de familia nuclear y unos roles económicos injustos (hombre ganador del pan y cabeza de familia autosuficiente / mujer ama de casa dependiente). (Pérez, 2014, p. 38) La perversa paradoja de privatización se argumenta en la relación de las comunidades con la tierra, en tanto, los diversos trabajos relacionados en esos términos (agricultura o ganadería por ejemplo) se configuran como funciones sociales que las familias asumían dentro de sus lógicas y a la luz de una división del trabajo de cara a la producción de mercancías. Los primeros asentamientos humanos requerían una organización y la definición de roles para la manutención de los mismos, lo que encarnaba una relación sustentada en las primitivas formas de esclavitud y el trato hacia quienes se consideraban esclavos, es decir, (…) al introducirse la cría de ganado, la elaboración de los metales, el arte del tejido y, por último, la agricultura, las cosas tomaron otro aspecto. Sobre todo desde que los rebaños pasaron definitivamente a ser propiedad de la familia, con la fuerza de trabajo pasó lo mismo que había pasado con las mujeres, tan fáciles de adquirir y que ahora tenían ya su valor de cambio y se compraban. (Engels, 1971, p. 37) Lo mío trasciende y se gestan los primeros desencantos de esta estructura establecida que hoy mantiene vivos sus intereses, mutando las formas y las herramientas. Es por esto, que para el caso femenino, “(…) la realidad sexuada está históricamente situada en órdenes simbólicos que estamos reelaborando desde nuestras palabras y geográficamente ubicada en nuestro cuerpo y en nuestras sexualidades de mujeres”. (Gargallo, 2006, p. 12) El punto de partida de los análisis sobre género y la incidencia de las concepciones históricas, ponen en tensión y divergencia las realidades actuales que derivan en el poder de dominación existente en todas las formas y mutaciones de los sistemas, que deben incluir las posiciones adoptadas por hombres y mujeres en términos de la concentración de propiedad, es decir, cómo se ubicaron ante la posibilidad de determinar lo propio. Cabe reconocer que este análisis sienta sus percepciones en construcciones teóricas existentes y refuta la idea de patriarcado y matriarcado como elementos de dominación de ciertas formas jerarquizadas, uno sobre otro, lo cual pretende ahondar en la sugerencia crítica de erradicar las relaciones, tal y como se encuentran hoy, y construir un nuevo mundo posible donde las nociones de lo privado converjan en el todos y todas. Resulta insuficiente determinar la acción de lo mío en el imaginario humano, su fuerza se intensifica y decanta en las relaciones de poder mercantilizadas donde la mujer y el hombre se ubican en esferas diferentes y se supeditan las acciones a la revelación dominante más notoria. La familia y la propiedad privada devienen en el surgimiento de una sociedad oprimida indiferente a la estructura y al momento histórico que le soporte, con ella, la sacralización de la mujer como parte de esas privatizaciones se hace necesaria para el mantenimiento de las dominaciones en los sistemas socio-económicos. “Finalmente, éste es el mundo de la propiedad privada, no de la propiedad común” (Bernal, 2010, p. 16), pues amos y esclavos se configuraron junto a la opresión femenina, dando lugar a una división social tan viva y agreste que continua cebándose en los yugos deliberados de inequidad. Esta estructura se entiende en una sociedad donde se ha generalizado la producción de mercancías,5 toda vez que los bienes de consumo no se producen para el uso de quien produce sino para ser intercambiadas por dinero, aquí entra en juego el trabajo como elemento dinamizador y objeto de análisis, pero también y más sobresalientemente, por ser una mercancía. De ello se deriva el concepto de división sexual del trabajo, que es el núcleo central de las desigualdades en todos los ámbitos entre hombres y mujeres (Bianchi, 2008, p. 2). Ahí está la clave. El trabajo es una mercancía, las mujeres son una mercancía transable, con valor, intercambiable, controlada, y mía. La opresión de género trasciende las diferentes épocas de la historia y se manifiesta de maneras diversas, adquiriendo, según los contextos formas nuevas y a veces ingeniosas para la 5 Marx (1959) define la mercancía en relación con las necesidades sociales y pasa a ocuparse de la apariencia del valor que en ella se expresa, para tipificar la contradicción entre dicho término con el valor de cambio que se le atribuye al objeto mercancía como su más destacada virtud. Ampliar las discusiones en la teoría del mismo autor sobre economía-política: El Capital de Carlos Marx. opresión de la mujer. Pero el sistema (en la actualidad) capitalista, se las ha ingeniado para crear y fortalecer dispositivos y herramientas que le han de dar luces y apoyo en la acumulación de capital, su fin. El patriarcado se configura como una de esas herramientas y, (…) puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurada por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva, y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia. (Gamba, Susana citado por Bianchi, 2008, p. 3) Y ha sido tan efectivo, que las mujeres y hasta los mismos hombres son hoy víctimas de éste, atados y atadas con cadenas inmersas dentro de las relaciones más primitivas, invisibles e indetectables en sociedad. Hay un malestar de grandes proporciones que todos y todas hemos vivido de cerca, es claro que la mujer está subordinada a los intereses del patriarcado que, a su vez, se convierte en la mano derecha de quienes dominan bajo el capitalismo. En este sentido, el llamado siempre ha sido el mismo y cada vez más revolucionario, pues, Es necesario luchar contra las relaciones de poder que se establecen desde el punto de vista histórico, cultural, económico, sexual, social y político. Por lo tanto, los sujetos y sujetas que hacen parte de esta configuración de espacio-mundo, deben formarse para emancipar a la sociedad y responder a la consolidación de determinadas representaciones y prácticas sociales que impiden el ejercicio pleno de nuestros derechos y deseos. (Longo, 2007, p. 39). El patriarcado es el sistema de dominación más antiguo, tratándose de una estructura soportada en la dominación femenina (hombre sobre mujer) y que responde a la firme necesidad histórica de las relaciones de poder dominantes y esclavizadas, como se ha nombrado en ocasiones anteriores, tiene su origen, según estudios sociológicos y psicológicos, en la figura nuclear de familia que desde los estadios de la vida humana se engendraron, toda vez que se vale de la supuesta inferioridad femenina, tan implantada en el imaginario social, determinando que el padre lidera el orden establecido. Dentro de las representaciones patriarcales, las instituciones de control social –iglesia y escuela- por tan solo nombrar algunas, han profundizado la brecha de iniquidad entre los géneros, articulándose a estos intereses dominantes y “(…) que determina que las mujeres como categoría social siempre estarán subordinadas a los hombres”. (Facio y Fries, 1999, p. 23) El patriarcado sumió en un estado de aletargamiento naturalizado, todas las percepciones y luchas que desde las mujeres se fueron conformando. Responder a un modelo de mujer, comprender desde una perspectiva crítica lo que significa ser mujer en un mundo como el nuestro, decanta en una pregunta que deambula y sigue intacta en el tiempo alrededor del rol femenino en la sociedad, pues existen diversas aseveraciones que han jugado en contra de quienes por siglos, se situaron como las más afectadas. Cobra especial relevancia subrayar que el patriarcado no sólo aliena mujeres, de nuevo, y en mayúsculas, los hombres también se han incrustado en esas relaciones capitalistas que lo han convertido en victimario inconsciente de las cadenas invisibles que le sumergen en esa condición. Suscita hacer fuerte énfasis en la encarnación del patriarcado desde las más indisolubles e irreconocibles aristas que subyacen en el “todo” y que mantienen la desencantadora prolongación de la inequidad en las relaciones: hombre-mujer y mujer-mercancía. Sin embargo, en medio de esas relaciones de poder arbitrarias, prepotentes y estereotipadas en cuanto al género, surten efecto las acciones que desde las mujeres se han constituido para arrebatarle al sistema, como el acceso a la educación y la ciencia, el voto, la participación política, las oportunidades laborales y hasta las formas de vestir. Es así como se entiende que “(…) falocrático o patriarcal era el orden global que abarcaba desde la experiencia religiosa hasta las reglas económicas, desde la dimensión binaria del yin y el yan hasta la cliterectomía, desde la explotación de clases hasta el racismo, el colonialismo y las hambrunas”. (Bianchi, 2008, p. 16) Y como toda una naturalización de aristas incomprendidas pero igualmente insertadas en el diario vivir, el patriarcado ha de implantar herramientas tan fuertes como sutiles para concretar sus fines: dominar. El estudio de la sociedad ha de develar los fenómenos que rodean el rol de la mujer en la historia, a veces escrita bajo el sesgo de algunos, donde las mujeres no fueron las protagonistas por ser invisibilizadas. De allí que los lazos estén ocultos y se conviertan en el objeto a revelar y atacar. El panorama no es menos desalentador, habitamos este mundo y nos enfrentamos a una lucha de clases que mantiene efervescente el deseo de transformación y emancipación. En tanto la violencia estructural, los dispositivos de control sobre las mujeres y la sociedad en general, la castración de libertades femeninas, la precaria participación política y pública de ellas, la preocupación por erradicar el patriarcado que mutila y asesina a millones de mujeres diariamente en el mundo, los tantos gritos que lanzamos por todas nuestras muertas; se van dibujando como luchas por la liberación que guardan estrecha relación con las luchas de los pueblos, de las comunidades afrodescendientes, campesinas e indígenas. Los oprimidos, tal como los denomina Simone de Beauvoir (1949, p. 5) tienen aristas comunes, tradiciones, religiones, una cultura y un pasado; decantando en la necesidad urgente de visibilizar y reivindicar sus luchas que no son un fin en sí mismas, sino que por el contrario, se complementan. 3. De imaginarios estereotipados En el teatro de la vida... Una mujer en el centro de la escena, repite sin fin, el siguiente texto: Tengo que... hacer el desayuno, llevar a lxs chicxs al colegio, lavar, limpiar, barrer, cocinar, fregar, escurrir, secar, colgar, tender, cortar, regar, doblar, guardar, planchar, ventilar, trapear, baldear, secar, tender las camas, plumerear, coser, encerar, comprar, preparar, acompañar, procrear, cuidar, alimentar, estimular, arropar, acunar, sostener, amamantar, ir al trabajo, ir a buscar a lxs chicxs al colegio, ayudar a lxs chicxs con las tareas, preparar la cena, acostar a lxs chicxs, agradar, escuchar, ayudar, comprender, conquistar, seducir... (Y vuelve a comenzar la letanía sin fin...) Lucía Forneri Mujer, una serie de hilos invisibles y cadenas has arrastrado históricamente, en una condición doblemente explotada, respondiste a un proyecto, unos intereses y una opresión que de forma indiscriminada han controlado y dominado a la sociedad. Desde las mismas creencias religiosas con Eva ubicada del lado oscuro del pedestal y un Dios patriarcal; hasta la semántica que nos ha condenado a la sombra del otro género.6 La figura femenina ha sido objeto de un sinfín de estándares insertos en las más invisibles relaciones humanas, de allí que los diversos escenarios donde habitamos las mujeres, los moldes y plantillas destinadas a determinar nuestro diario vivir, estén en el ojo de la crítica absoluta y el rechazo permanente. Toda vez que se extrapolen dichos estereotipos a esferas más globales, el género femenino seguirá representando la mayor de las dobles explotaciones en el entramado de una sociedad dominada que sigue subyugando a sujetos y sujetas con las más irreconocibles conductas y dispositivos de control. En tanto, no cabe afirmar que el patriarcado en su expresión machista y opresora, se trate de un asunto biológico o del mismo género, de hecho, este constructo social debe encarar nuevas nociones que le estudien tal y como es: una poderosa herramienta de control y dominación SOCIAL. Me inclino hacia el punto de vista del movimiento de liberación de la mujer que sostiene que la “anatomía no es el destino”, dando a entender que las diferencias sexuales innatas no pueden explicar la distribución desigual de privilegios y poderes entre hombres y mujeres en las esferas doméstica, económica y política. Los movimientos de liberación de la mujer no niegan que la posesión de ovarios en vez de testículos conduce necesariamente a formas diferentes de experimentar la vida. Niegan que haya algo en la naturaleza biológica de los hombres y de las mujeres que por sí solo destine a los varones a gozar de privilegios sexuales, económicos y políticos mayores que los de las mujeres. (Harris, 1990, p. 59) Son los imaginarios estereotipados las armas más agrestes utilizadas por el patriarcado, la intención no es menos adversa: la estandarización de la vida, el fortalecimiento del pensamiento único, la precaria respuesta crítica a las realidades concretas y los estilos de vida cero divergentes, son solo algunas de sus principales premisas. Hombres y mujeres mantienen una férrea lucha contra los estereotipos, sin embargo, las mujeres merecen especial atención en estos términos porque las violencias efectuadas contra ellas han devastado su capacidad de emanciparse. Es así como la mujer nace con un código. Ser expulsadas a un mundo particularmente complejo como el que vivimos, es desde el primer respiro, una batalla campal. Cuando se nace hembra, la familia (monogámica y nuclear) genera el primer malestar, lo que se traduce en la previa existencia de estándares de conducta tan fuertemente insertos en la cultura, que sabremos cómo debería ser esa pequeña por el resto de sus días. Desde allí se abren ante los ojos expectantes de quien contempla la vida, una serie de proyectos imaginados por otros para ella y su caminar, que le abstraen de un verdadero reconocimiento como sujeta en la sociedad y suprimen la capacidad de criticar el modelo establecido, a fin de cuentas, es el interés de la estructura dominante. 6 Simone de Beauvoir (1949) ha hecho análisis mucho más profundos sobre el asunto de género, de tal manera que sea a la luz de sus construcciones teóricas y el análisis que antecede los avances de este trabajo; ubicamos el concepto de género. En el escenario de la vida, esa mujer que recién siente el mundo que le rodea, está destinada a ser madre (así no lo eligiese), ser dócil y servicial con los hombres que le atraviesen el mundo, a no hablar si papá no lo permite, a no vestirse con los colores que desea porque en la familia la cohíben, a no explorar su sexualidad y su cuerpo porque ni eso le pertenece, a jugar con muñecas y ser ágil en la cocina, a dedicar sus días al hogar, a no opinar abiertamente porque esas cosas no son de “señoritas”, a ser botín de guerra, a ser un elemento pasivo e inferior en la sociedad, a aceptar con sumisión el control sobre su actividad reproductora, a callar, a frustrar, a asesinarse a sí misma aunque nunca se conociera, a incluirse en el “todos”,7 porque si hablamos de “todas”, los hombres no se incluyen, pues “(…) su extensión a las mujeres exige de éstas que lleguen a ser <<hombres>>, luchen por llegar a ser sus iguales y encuadrarse así en un genérico que posiblemente no contempla su especificidad, su diferencia, si la hay”. (Elejaibeitia, 1987, p. 36) Las fuertes tensiones que rodean a la mujer y su rol en sociedad, versan sobre cimientos culturales, económicos, políticos y sociales; en tanto, aristas como la música o los medios de comunicación, representan un hito dentro de la “formación de mujeres”, constantemente la imposición reproduce esa alienación por la que tanto propende el sistema capitalistaimperialista, desde las formas de vestir y actuar hasta el manual para ser la mujer de moda. Los estereotipos no se agotan aquí y han profundizado la tortuosa brecha de iniquidad, discriminación y violencias contra la mujer, suscitando la necesidad de repensar unas nuevas formas de detallar la opresión femenina y ligar su liberación, a la liberación misma de la sociedad presa de la homogenización y estandarización de contenidos que continuamente reproducen las lógicas patriarcales, jerárquicas y funcionales a la tradición capitalista moderna. Ahora bien, los imaginarios estereotipados permiten la naturalización de esa asimetría social que transversaliza todas las esferas. La sumisión e inferioridad como conductos de comportamiento establecidos para nosotras, han configurado sólo una mínima parte de lo que significa la opresión femenina. El sometimiento de nuestros cuerpos a los estándares sociales – medidas, tallas, etiquetas, moldes, modas y pensamientos- ha internado a la mujer en un estado de ceguera que no le ha permitido reconocerse como sujeta política y activa en la sociedad, aportando a la construcción de un mundo nuevo del tamaño de nuestras utopías “(…) la conciencia que la mujer adquiere de sí misma no está definida por su sola sexualidad: refleja una situación que depende de la estructura económica de la sociedad” (Beauvoir, 1949, p. 23). En este sentido, las mujeres han sido formadas bajo las lógicas de dominación soportadas en el control psicológico y sexual, la violencia y la castración pensante. El proyecto de mujer patriarcal especifica dónde y cómo debe participar en la sociedad, si es que le podemos llamar participación, de tal forma que las funciones sociales están regidas por imaginarios estigmatizados: naces, creces, buscas un hombre que pueda mantenerte económicamente, te casas, tienes hijos, envejeces y mueres. Sin embargo, el proyecto ha ido mutando a la par con la estructura social y hoy se han ido desvirtuando algunas de las 7 Carmen Elejaibeitia en su libro: Liberalismo, Marxismo y Feminismo, señala desde los más profundos análisis categoriales marxistas, cómo a la luz de los constructos burgueses, el todo se representa en el Hombre incluyendo dentro de este genérico a hombres y mujeres activos para la sociedad. Y es el Obrero, quien desde las lógicas marxistas encara el genérico que les incluye a ambos sexos. Sin embargo, está claro que ambas categorías están construidas bajo una lógica que suprime y abstrae a la mujer en términos de su reconocimiento como sujeta social y política. acepciones del mismo, lo que no significa que el patriarcado haya cedido en la consecución de sus objetivos, sino que las herramientas de control y opresión se han vuelto mucho más invisibles y sutiles para mujeres y hombres, y es que sólo es posible imaginar que “después de la liberación de los oprimidos, tal vez podríamos pensar en la emancipación de las oprimidas”. (Korol, 2007, p. 10) En la esfera de lo doméstico, la mujer se vio atravesada por la predeterminación de su rol como madre, hija y esposa; de alguna manera, su rol se situó en la manutención del hogar y la formación de sus hijos, lo que se articula a la necesidad de servir al hombre, atender al amo. En esa relación dispar, la toma de decisiones sigue siendo un asunto de gran envergadura en el seno de la familia nuclear, el dinero era manejado por el hombre, pero era ella quien de una u otra forma registraba fielmente los hechos económicos del hogar. La organización social que atribuye a las mujeres la responsabilidad del trabajo doméstico y las coloca fuera de la esfera de producción de mercancías favorece su dependencia económica y limita sus oportunidades de participar en el trabajo pagado y en otras esferas de la vida que le permitan su propio crecimiento. (Pedrero Nieto, 2004, pág. 421) Así como el accionar doméstico, lo maternal le relegó al escondido rincón del que se han venido liberando millones de mujeres en el mundo. Si bien las decisiones sobre nuestro cuerpo requieren de un reconocimiento profundo como sujetas, la maternidad sigue constituyendo un álgido punto a tratar. Ser madres implicó para las mujeres sostener una responsabilidad para toda la vida, en tanto, los imaginarios estereotipados se valieron de estas condiciones naturales y fisiológicas para vigorizar el proyecto de mujer ama de casa, subordinada al hogar y fortalecer las brechas de discriminación en todas las esferas. Los estándares han determinado arbitrariamente que las mujeres padecen de una inferioridad física, mental y social (insostenible) en comparación con los hombres, de allí que se comprendan como objeto y no sujeto. Por nuestra condición de mujeres, el precario acceso a la educación y la discriminación social, han consumado los objetivos de las estructuras dominantes patriarcales. Los derechos laborales y los escenarios donde las mujeres son violentadas y discriminadas, representan egoístas comparaciones donde el papel de la mujer ha sido violentamente subvalorado y relegado y, de una u otra forma, las afectaciones en ámbitos como el laboral o el académico se hacen más contundentes, toda vez que esta sociedad no concibe la equidad de géneros y de capacidades en cualquier escenario. Cabe resaltar que las luchas de género desde una perspectiva emancipadora representan un campo de tensión en el cual falta mucho por decir y construir, si bien hay una realidad asfixiante para las mujeres, el campo de lo posible puede florecer en el ámbito de la construcción consiente y sentí-pensante de un mundo diferente construido a pulso por hombres y mujeres que en la conjugación de sus solidaridades construyan una praxis que trastoque todas las cadenas de opresión que hoy existen, y una de esas fuertes cadenas es sobre todo la de la opresión de la mujer. 4. Las contables, un rol identitario por construir Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres Rosa Luxemburgo Si partimos del precario reconocimiento que han conseguido las mujeres a pulso sobre sus subjetividades y el cuerpo, atravesamos la delgada línea que agudiza o no, la condición sumisa y hasta devota de las mujeres impuesta por la macro estructura. Los diferentes tipos de violencias y discriminaciones perpetuadas hacia nosotras, no son fenómenos sin antecedentes ni se originaron en la más arraigada ósmosis, por el contrario, son las consecuencias lógicas de un injusto sistema dispar. Es así como los análisis deben gestarse en lo político, lo económico, lo ideológico, lo cultural, lo académico y lo social. En este sentido, las mujeres nos enfrentamos a una suerte de predestinaciones sociales que nos ubican según las capacidades para las que hemos sido educadas. De allí que cobren substancial importancia los análisis sobre imaginarios estereotipados y guíen el diálogo a la deconstrucción de fetiches que atañen nuestro rol en diferentes esferas. Los diversos ejercicios de poder a través del patriarcado como columna vertebral del proyecto dominante, configuran los elementos que determinan quién es y para qué sirve una mujer, perfeccionando día a día todas las estructuras mentales de percibir las formas, las personas y las ideas. La academia no se escapa a estos fenómenos opresores. El acceso a la educación es un asunto relativamente nuevo en el universo femenino y conforma parte de esas luchas que le hemos arrebatado a la macro estructura, sin embargo, es particularmente necesario dilucidar que la educación también ha respondido a unas lógicas subordinadoras para la sociedad, de hecho, me atrevo a destacar que es ésta, un dispositivo de control social tan potente y alienador, como perverso e invisible, en tiempos de otrora, Los rudimentos mínimos de la educación, consistentes en aprender a leer, a escribir y a contar no podían ser logrados debido a impedimentos tales como la necesidad del trabajo de las niñas para la subsistencia de la familia, el papel asignado a la mujer, que la limitaba al entorno doméstico, donde no parecían necesarios estos conocimientos (Méndez, 2010, p. 2) Ahora bien, las construcciones teóricas desde una perspectiva de género en el entramado contable, resultan escasas, algunas han identificado en ciertos escenarios del ejercicio profesional y académico aristas de importante reconocimiento, no obstante, los análisis sobre las verdaderas razones de la situación de la mujer en sociedad no han sido profundos. Gracias a la experiencia propia, encontramos que las mujeres constituimos gran parte del estudiantado contable y las razones pueden ser tan variadas como insulsas. Hoy en día, las mujeres seguimos sometidas a una serie de cadenas que han de suprimir diversas capacidades de acción política y social. El precario reconocimiento de nuestro papel, ha demostrado una vez más, que es necesario problematizar alrededor de este asunto y al interior de un escenario académico contable. Ahora, nuestro ejercicio profesional y académico está atravesado por lo doméstico, lo biológico, lo político, lo económico y lo social; en tanto, es necesario aclarar que, Aunque actualmente se acepta que la mujer debe tener las mismas posibilidades educativas que el hombre, el contenido de la educación primaria y media continúa reforzando un estereotipo femenino subordinado que tampoco está siendo puesto en cuestión en las aulas universitarias, organizadas en torno a la transmisión neutra y objetiva de un conocimiento científico producto de un quehacer dominado por el hombre y una visión masculina del mundo. (Bonilla, 1993, p. 5) En cierto sentido, la contabilidad ha sido una disciplina8 que determina estándares, roles y funcionalidades mecanicistas propias de la tradición capitalista-imperialista en la actualidad, de tal manera que los cimientos académicos que le soportan en su ejercicio, se configuran como una suerte de registros técnicos y repetitivos propios de las estrategias de subordinación castradoras de pensamiento crítico. Sin embargo, “la relación de las mujeres con los registros contables surge de su papel en la sociedad y está enraizada en su formación y en el desempeño posterior de su trabajo a cargo de la hacienda doméstica” (Méndez, 2010, p. 2). La mujer en su condición de propiedad privada y facilitadora biológica de la reproducción sexual y humana, tuvo diversos acercamientos con el quehacer contable desde su ubicación al interior de la familia “el papel tradicional de la mujer al frente del hogar llevaba aparejado en la mayoría de las ocasiones la teneduría de las cuentas como parte importante de la administración doméstica” (Méndez, 2010, p. 4) A medida que las mujeres se incorporaron a las prácticas contables de manera expresa en la academia, “fue aumentando la oferta de formación, mediante la creación de escuelas y centros que ofrecían programas de contabilidad y cuyo alumnado estaba constituido en parte por mujeres.” (Méndez, 2010, p. 8). De acuerdo a la labor práctica y operativa de la contabilidad en un contexto como el nuestro, latinoamericano y sublevado, las mujeres siguen siendo fuertes en el ejercicio que desde siempre, les ha sido destinado. Pero, en la realidad concreta que nos atañe, los escenarios de formación académica contable están conformados por mujeres, mayoritariamente, en este tipo de profesiones tan serviles a la acumulación de capital, los fetiches saltan a la luz y danzan con los estereotipos. Los registros contables requieren de una atención minuciosa, sutil, práctica; la organización al momento de plasmar los hechos económicos es el elemento principal y transversal; la fidelidad en la información y el reconocimiento de todas las transacciones económicas deben ser seguros y confiables. Es así como la mujer se ubica en el principio del abismo, una mujer pulcra, organizada, perfecta, fiel, disciplinada y delicada, el modelo que necesita la contabilidad. No obstante, pese a los esfuerzos por ubicar a la mujer en un escenario propicio para el quehacer contable, son los hombres quienes en la esfera profesional y laboral, han desempeñado los roles de poder más explícitos. Los contadores lograron posicionarse y reconocerse en las lógicas contables gracias a esa zona de confort9 donde se hallan ubicados, lo que les ha permitido ser protagonistas en los escenarios de toma de decisiones empresariales, la investigación académica contable y el acceso a altos cargos laborales. Se puede decir que a pesar del aumento de mujeres contadoras, aún persisten estereotipos acerca de la “menor capacidad, preparación y experiencia” de la mujer para ocupar puestos en la alta dirección, los cuales hacen más difícil el acceso y la 8 Para mayor amplitud en términos de la contabilidad y su objeto de estudio, revisar los constructos teóricos de Carlos Luis García Casella, de tal manera que se aclaren algunos conceptos sobre la discusión científica de la contabilidad 9 La zona de confort en el imaginario social y político, representa todas las acepciones que como hombres han ocupado a lo largo de la historia, está claro que este sistema ha suprimido todas las capacidades de reconocimiento propio para las mujeres, encarando en una brecha inequitativa entre los sexos tan ferviente como podrida. La condición de hombres que el patriarcado les ha atribuido, permite de una u otra forma que sean éstos quienes tomen posición sobre los asuntos coyunturales del diario vivir. Las mujeres debemos servirle a los hombres, atarnos a ellos, dedicar nuestros días a ellos, según los preceptos dominadores sobre el proyecto femenino; lo cual les ha permitido establecerse en un pedestal profundamente cómodo. permanencia de ésta en el mercado laboral contable. El incremento del género femenino en la profesión contable, no obedece, a una evolución en el pensamiento de la sociedad frente al rol de la mujer, sino más bien, a un cambio de mentalidad en ella, puesto que, ahora se siente con los suficientes conocimientos, habilidades, actitudes para afrontar de la mejor manera cualquier situación que se presente dentro del entorno organizacional y que le exija el desarrollo de todos sus potenciales, logrando así, ser valorada por los grandes aportes que puede brindar a la empresa y a la sociedad (Giraldo, Gómez, Jaramillo y Torres, 2011, p. 211) El asunto de género camina sobre diversas esferas, el reconocimiento sobre nuestras vidas y el papel que cumplimos en la sociedad, transversaliza este análisis que encarna una necesidad latente de continuar los esfuerzos para la visibilización de una aclamada transformación social. Relacionar el patriarcado, la estructura dominante capitalista, los estereotipos y la formación femenina; representa la apertura de variados ángulos de mirada sobre la condición sometida de las mujeres, en tanto, ubicar esta discusión en el ámbito contable permitiría en un primer momento, esbozar la cruenta situación dispar que vivimos mujeres y hombres. Es menester destacar que las mujeres no sólo padecen de una doble explotación. Las mujeres contadoras vislumbran una fuerte tensión en términos de cómo se conciben las relaciones de poder en el seno de la profesión y su ejercicio, toda vez que la contabilidad tal como la conocemos y se mantiene, representa los intereses de una tradición sustentada en la acumulación de capital y la explotación del ser humano, mantiene firmes los objetivos del proyecto dominante y forja las vías para la consecución de los objetivos capitalistas, se convirtió sin más, en el circo del sistema para traducir los números y cifras, para tomar decisiones que le beneficien al amo y no a la sociedad. Si la contabilidad es una herramienta del sistema, las mujeres contadoras quedamos insertas en una dicotomía aún más perversa. Por nuestra condición de ser humano inmerso en esta sociedad, soportamos el peso de una explotación y opresión que deriva en el sostenimiento desigual del mundo y el restringido acceso a la riqueza, esa es nuestra primera explotación. Por nuestra condición de mujeres, estamos sometidas y encadenadas a los preceptos que desde el patriarcado se gestaron para controlar a esta parte de la sociedad, esa es nuestra segunda explotación. Y, por nuestra condición de contadoras, teniendo en cuenta los intereses del sistema en el ejercicio contable, servimos no sólo a los hombres como la estructura lo indica, sino al mismo sistema desde nuestro saber. La paradoja provoca desaliento: contabilidad al servicio del capital, capitalismo a favor del patriarcado, patriarcado en contra de la mujer. 5. Conclusiones inconclusas Ser mujer para sostener la mitad del cielo Las mujeres sostienen la mitad del cielo, porque con la otra mano sostienen la mitad del mundo Mao Tse-Tung No me atrevo a concluir lo que se mantiene latente e inconcluso, no se pueden cerrar los capítulos cuando día a día se abre la opresión en todas sus formas, esto es una voz desobediente que no se puede sellar. La opresión femenina configura uno de los escenarios de lucha más significativos, está claro que desde hace siglos, las mujeres hemos sido relegadas al rincón oscuro manchado con sangre y la intención principal de este texto, es precisamente contarles a todos y todas que una voz más se alza exigiendo nuestra liberación. Ahora, esa libertad femenina que tanto aclamamos no es posible bajo los yugos y las lógicas de esta estructura habitada. Nuestra liberación deriva de la liberación misma de un pueblo igualmente oprimido y sometido a una lucha de clases que ha condenado a unos y unas a las más aberrantes manifestaciones dominantes de poder. Mi punto de vista se aleja de la visión feminista burguesa y europea que proclama una serie de premisas propias para ese contexto. Latinoamérica, con sus realidades concretas, me permite dilucidar una posición que examine la posibilidad de liberar a las mujeres, al mismo tiempo que se entienda, se estudie y se combata el sistema capitalista-imperialista, tal como lo conocemos hoy, de igual manera derrumbar los cimientos que el esclavismo y el feudalismo han mantenido incólumes y efervescentes. Nuestra realidad encarna una serie de aristas de importante revisión, somos un pueblo colonizado, de allí que ser mujer en Latinoamérica, conserve una preocupación mucho más arraigada, sin desconocer que esta lucha es global y quiere liberarlas a todas y todos. Despertar del largo letargo en el que se yace sumida la sociedad tal como la conocemos, encarna e incluye la necesidad de dignificar el ser mujer, y el llamado sigue siendo revolucionario y alentador, “luchamos contra todas las formas de opresiones, desigualdades y discriminaciones vividas por las mujeres. Nuestros valores y acciones apuntan hacia un cambio social, cultural, económico y político” (Longo, 2007, p. 37). No fuimos educadas para reconocernos como sujetas sociales y políticas, mucho menos para transformar la sociedad, por el contrario el patriarcado se ha encargado (con las más indiscriminadas herramientas) de sublevarnos y atar nuestros cuerpos a la guerra, la perversión, la explotación, la podredumbre. Millones de mujeres en el mundo están sometidas a las violencias más aviesas, día a día, el cuerpo de una de nosotras es enajenado como quien maltrata la vida, como quien cambia una cosa; nuestra posesión sobre éste se redime a poco, en tanto seguimos respondiendo a las dinámicas opresoras, todo lo que existe y nos rodea, está configurado plenamente para ello. Llamo a romper las cadenas, a la emancipación, a recuperar nuestros cuerpos como medio para contribuir en la de-construcción de una estructura económica y política fuerte (e inservible), a ser conscientes de nuestro rol en sociedad, alejado del estereotipo femenino impuesto –ser madres, perfectas, sumisas, devotas, delicadas, disciplinadas, dependientes, incapaces, putas, objeto-, a levantarnos en contra de las violencias, de los golpes y maltratos, de las violaciones y las aberraciones que día a día soportamos en todas sus formas. Llamo a liberarnos y liberar. Sin embargo, en ese camino de posibilidades y desdichas, de tragedias y absurdos, las mujeres nos enfrentamos diariamente a la vida misma. Gracias a los estereotipos que promueve el patriarcado como arma letal del sistema dominador para dominar, ser mujer reviste muchas cosas, menos ser ellas mismas. Desde hace siglos nos han dicho qué debemos hacer, cómo lo debemos hacer y quién debemos ser, toda vez que las ataduras son cada vez más fuertes e invisibles y, pese a la materialización de la fuerza patriarcal en violencias. Estas formas impuestas de ser, atraviesan lo económico, político, laboral, académico, cultural y social. De tal manera que desde hace siglos, las mujeres tenemos unos roles ya definidos y poco liberadores en la sociedad, que castran el pensamiento crítico y el reconocimiento del ser como elemento transformador. Alrededor de dichos estereotipos, se tejen las discriminaciones. En los escenarios académico y laboral, encontramos que se dibujaron esas mismas especificidades para nosotras y nuestro quehacer. Puntualmente por mi condición de mujer y contable, ubico la discusión sobre la liberación femenina en el escenario propio de mi área de conocimiento, donde día a día identifico aristas representativas de un patriarcado que desconoce edad, situación económica o profesión. De allí la necesidad de traer a la esfera pública la necesidad de re-pensar este asunto en clave femenina y transformadora. Las mujeres contables estamos sometidas a una triple explotación: habitamos una sociedad explotada y condenada a mantener los intereses de acumulación capitalista; somos mujeres y hemos sido esa parte de la sociedad que enfrenta violencias, discriminaciones y un patriarcado fuerte en sus lógicas; somos contadoras cuando la contabilidad responde y fortalece el sistema económico dominante. Así es como este inconcluso recorrido debe seguirse irguiendo en las voces de todos y todas, en las voces de los oprimidos por el sistema. Rescatar a las mujeres de estas lógicas estructurales tan potentes como asesinas, es la lucha que se mantiene viva aun cuando desde hace siglos han pretendido callarla. Ser mujer para la transformación, ser mujer para sostener la mitad del cielo. En conclusión, estos trazos pretenden visibilizar en problema de la mujer desde una perspectiva singular y adversa a diversos estudios sobre el tema, poniendo no sólo la discusión en la simple desigualdad de géneros, sino en el marco de las contradicciones de la sociedad misma como un todo, y cómo en las múltiples contradicciones sistémicas y sus formas de opresión la de la mujer se entrelaza, conjuga y adquiere forma propia según los contextos y trayectoria histórica de los pueblos, y por qué no, de las profesiones. Es así, que estas líneas esperan gestar posibles caminos para seguir pensando la profesión desde una perspectiva crítica y de cómo los problemas estructurales de la sociedad no son ajenos a la profesión sino que le son transversales. Referencias Bibliográficas Beauvoir, S. d. (1977). Segundo Sexo. Argentina: Ediciones veinte Bernal Mora, H. (2010). La propiedad privada, la monogamia, el patriarcado, la esclavitud y el carácter de producción. Nómadas (25), 93-110. Bianchi, M. (2008). Patriarcado y Capitalismo: un contrato entre "fraters"...¿hasta cuándo? Quilombo(3), 2-4. Bonilla, E. (1993). La mujer Colombiana en la Universidad y en el mundo del trabajo. Bogotá: Universidad de los Andes. Comité Romper Las Cadenas. (2009). La opresión de la mujer: un enfoque Marxista. Medellin. Elejabeitia, C. (1987). Liberalismo, Marximo, Feminismo. Barcelona: ANTHROPOS. Engels, F. (1971). El origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado . Madrid: Editorial Fundamentos. 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