MUJERES Las voces desobedientes de nuestra historia: notas para

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MUJERES
Las voces desobedientes de nuestra historia: notas para develar la potencialidad de
los estudios de género en el ámbito contable1
María Alejandra Rodríguez Triana
Estudiante de Contaduría Pública
Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid
maria.rtriana@gmail.com
Resumen: En el teatro de la vida, las mujeres han tenido, en gran parte de la historia de la
humanidad, un papel relegado, violentado, oprimido. Nos duelen todas las mujeres a las que
este sistema por medio del patriarcado ha condenado al silencio, por eso alzamos las voces
desobedientes e insumisas para poner en discusión un asunto que nos atañe a la sociedad en
general. Ubicamos la condición femenina en el espectro del debate como una forma de
liberación, aun cuando la lucha de clases sigue intacta.
Este texto busca dilucidar cómo la estructura dominante en todas sus formas –esclavista,
feudal, capitalista, imperialista- ha sido la principal gestora de las opresiones femeninas y
sociales. Del mismo modo, hacer un análisis del sistema, la formación de la familia como
núcleo social opresor, las discriminaciones y violencias sufridas sólo por ser mujer; resaltando
que éstas hacen parte del recorrido que quiero compartirles, con la firme intención de calar en
sus cabezas un discurso tan tocado y sensible, como revolucionario y transformador. La
relación sistema dominante y patriarcado configura un acápite de fuertes tensiones, lo que me
permitirá ahondar en una serie de estereotipos impuestos para el proyecto de mujer que
permean todas las esferas sociales donde nos movemos las féminas, en tanto, busco derivar la
discusión en el escenario contable, donde las mujeres padecemos una explotación al cubo.
Llamarles a problematizar, entender, estudiar y combatir el sistema en clave femenina, es el
grito que lanzo desde mi propia vida.
Palabras clave: Mujer, patriarcado, estereotipo, ejercicio contable, estudios de género.
1. Exordio
La historia de todos los tiempos, y la de hoy
especialmente, nos enseña que... las mujeres serán
olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre sí mismas.
Louise Otto-Peters
1
Documento clasificado para exposición en el Sexto Encuentro Nacional y Primer Encuentro Latinoamericano de
Ensayo Contable. 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 2014. Universidad de Antioquia.
Por todo el mundo recorren noticias sobre mujeres quemadas con ácido, tráfico de niñas para
la prostitución en diversas latitudes, novias o esposas que son golpeadas o asesinadas por sus
maridos o parejas sentimentales, mujeres consideradas como objetos de uso y consumo para
los hombres, mujeres violadas, que se mueren o desfiguran su cuerpo para mantener la figura
corporal diseñada por los medios de comunicación y el gran capital, jóvenes que fallecen día a
día por abortos ilegales, mujeres obligadas a casarse o entregadas en matrimonio por dinero,
mujeres que parecen un apéndice de la cocina y las labores domésticas, condiciones salariales
inferiores y menores oportunidades de trabajo, entre muchas otras iniquidades.
En este sentido, se podría afirmar, sin temor a equívocos, que ser mujer, una condición
incólume ante el trasegar del tiempo y la evolución de la sociedad, es estar atada a una serie
de elementos políticos, económicos y sociales que, hoy en día, deben repensarse y suscitar la
posibilidad de una nueva sociedad por construir, en el entendido de que por décadas las
mujeres han sido relegadas y estigmatizadas solo por su condición. Es importante comprender
que las mujeres han sido los objetos y herramientas, las víctimas y hasta victimarias, ocultadas
y dignificadas; pero siempre actrices de este circo gestado, no solo en el capitalismo
explotador, sino versado desde los cimientos del sistema esclavista y feudal, lo cual pone en
contexto que la historia de invisibilización de la mujer no es reciente, sino que se ha construido
desde tiempos inmemorables.
Del mismo modo, reconocer que la realidad subyugadora y opresiva a la que me refiero, no es
propia ni única hacia las mujeres, sino que ha venido sumiendo en un estado descarnado y vil,
a la sociedad misma, hombres, mujeres, niños y niñas; no distingue entre sexo o edad, aquí el
asunto es de clases profundamente determinadas desde otrora. Por tanto, es importante
reconocer que históricamente el significado de ser mujer se vale de una opresión consumada
en la explotación de una clase sobre otra por medio, además de otras tantas, de la fuerza de
trabajo.
Este tema suscita un sinfín de análisis que involucra a la mujer y su relación con la sociedad, la
educación, la economía, la política, la ciencia, entre otras. Mujer doblemente oprimida y
sumisa, condenada a una posición oculta entre los devenires del mundo construido sobre las
avasalladoras bases de la explotación, la violencia y diversas aristas que suponen una taxativa
reflexión. En este sentido, resulta insuficiente un estudio de género y de reivindicaciones
femeninas como si fuese un sistema binario y único, y es de esta concepción que se desata una
confusión provocadora; allí, el caos y la fuga.
Recrear el rol de las mujeres en sociedad, trasciende lo doméstico, lo maternal o la etiqueta
del sexo débil, para ubicarnos en un primer concepto que camina desde la noción de
propiedad privada, la explotación, la sumisión política, la castración social y sentí-pensante. La
macro estructura social perversa en todas sus versiones (esclavista, feudal, capitalista,
imperialista), ha naturalizado la utilización del patriarcado como herramienta para la
acumulación y valoración del capital, reconocido eje en torno al cual gira la sociedad, en una
estrecha e indisoluble relación que debe ser vista con lupa y en conjunto para la compresión
de la realidad de las mujeres.
El propósito principal de este ensayo es precisamente analizar el rol de las mujeres en la
construcción de sociedades, a su vez que reviste una necesidad puntual de comprender, o al
menos intentar, el acercamiento a un estudio profundo y crítico sobre el papel que han
desempeñado las mujeres en todos los espectros, asimismo, el estudio se desplaza por las
conceptualizaciones que ponen sobre la mesa los elementos necesarios para ubicar las
paradojas problemáticas en clave femenina y en términos del ejercicio profesional contable.
Por tanto, este constructo busca dilucidar en un primer momento, la acción del patriarcado
como herramienta de control social particularmente dirigida hacia las mujeres, a través de un
barrido histórico-conceptual que de luces sobre las lógicas dominantes arraigadas en la
sociedad hace siglos. Del mismo modo, buscaré ahondar en los imaginarios estereotipados
gestados al interior de las entrañas opresoras que han dibujado un proyecto de mujer
predefinido y único. Decantando la discusión en un análisis de los roles identitarios femeninos
en la profesión contable, vislumbrando desde la formación académica propia de esta área de
conocimiento, una serie de elementos para seguir debatiendo sobre el papel de la mujer en
escenarios investigativos, profesionales, ejecutivos, decisorios y transformadores.
Es menester reivindicar la necesidad de romper las fuertes cadenas que arrastra la sociedad
que habitan las mujeres, las realidades y el contexto de explotación, así como el modelo de
mujer impuesto, donde hay que servir a los hombres, al patrón y a la iglesia, ser devotas,
sumisas, “bellas”, perfectas, el reflejo de estereotipos, madres y putas. De profundizar la
brecha patriarcal se ha encargado la religión, la política, la historia y hasta la semántica, en
tanto, poner en tensión algunos elementos histórico-conceptuales que parten de la
experiencia misma y la condición de quien escribe estas letras, apela al hecho de despertar
todos los días en un mundo donde las mujeres somos objeto inanimado y violentado, pero
donde también somos hoy, las llamadas a la emancipación y construcción de una nueva
sociedad.
La invitación se abre para explorar y reconocer desde una perspectiva crítica temas sobre la
opresión de la mujer y su manifestación en el ámbito profesional inequitativo y expreso de
manera singular en el capitalismo, y el existir social dentro de las diversas esferas de la vida
femenina. Teniendo en cuenta la sugerencia de algunos puntos teóricos emergentes y
necesarios para el estudio de género desde diversas disciplinas a la que hoy debe sumarse la
contabilidad y la investigación contable, siempre entendiendo que en la opresión femenina se
solidifican mixturas competentes al ejercicio profesional.
2. El patriarcado como determinante del proyecto de mujer
Una de las ideas más absurdas que nos dejó la filosofía
del siglo XVIII es la opinión de que en el origen de la
sociedad la mujer fue la esclava del hombre.
Federico Engels
La sociedad de hoy, tomando como punto de partida la frase de Federico Engels (1971),
impone una división del trabajo basada en los papeles sexuales originados en la diferencia
biológica, desde allí, la maternidad cruza todas esas tareas como un acto impreso en la
genética femenina, elemento coyuntural y hoy herramienta patriarcal. Sin embargo, no
siempre los sujetos y sujetas de la sociedad se relacionaron así. Un análisis en clave femenina
se remite al inicio de la vida en comunidad (común-unidad), en el más remoto de los tiempos,
en el comienzo de la vida en sociedad desde la (involución) evolución del primate al homo;2
2
De allí que los análisis se sitúen no sólo en el proceso evolutivo del ser humano, sino en las potentes
comparaciones con la organización animal que dan luces sobre el desempeño sexual y social que van decantando en
donde las mujeres por su condición natural y biológica desempeñaban diversos roles que no
eran desde ninguna perspectiva de opresión. Hombres y mujeres debían trabajar en conjunto
por el sostenimiento de las aldeas y lugares de asentamiento humano que se empezaban a
organizar. Esos roles, tanto femeninos como masculinos, no trascendían ni subyugaban a unos
y unas, por otros y otras; se trataba de una vida en conjunto donde todos y todas tenían una
función vital para la comunidad.
Los hombres se encargaban, como una simple tarea, de cazar, conseguir leña y hacer las
herramientas sin que esto significase que algunas mujeres no lo hicieran; las mujeres tenían
una tarea importante, ser las guardianas de las semillas, del alimento de la comunidad, “las
mujeres constituían una gran fuerza dentro de los clanes (gens), lo mismo que en todas
partes” (Engels, 1971, p. 65)3. Por su condición fisiológica natural relacionada con la
maternidad, eran ellas quienes cuidaban y criaban a niños y niñas sin prestar mayor atención a
los lazos de consanguineidad. Este ejercicio comienza a deteriorarse cuando las comunidades
adoptan la noción de propiedad privada, cuando el excedente, el intercambio y otras aristas
entran al campo de juego, promocionando un modelo que empieza a provocar incomodidad y
disociación, donde se transforman las masculinidades4 y femineidades. Toda vez que el acceso
a la propiedad recae netamente sobre los hombres y genera la apertura a una relación sesgada
por la monogamia en la comunidad, donde los lazos sanguíneos cobran fuerza en la lógica de
perpetuar la acumulación de esa nueva riqueza valiéndose de todo tipo de herramientas,
El uso de cinturones de castidad, los complejos dispositivos de contabilización para
registrar la regulación exacta de los encuentros sexuales, la castración de los hombres
para servir como eunucos confiables guardianes de los harenes; la extendida práctica
de la “clitorictomía” (extirpación del clítoris a las niñas) para disminuir o eliminar el
placer sexual, con el fin de impedir a la mujer “descarriarse” con otros hombres
diferentes a su marido asignado: todos estos eran –y son, todavía- medios para
garantizar que el patrimonio no fuera desperdiciado en los hijos de algún otro (Comité
Romper Las Cadenas, 2009, p. 35).
lo que se conoce como las primeras formas asociativas y establecidas de la vida humana. Ampliar en los análisis de
Lewis Henry Morgan sobre la familia desde Engels.
3
Para ampliar la concepción desde las propuestas teóricas planteadas por Federico Engels (1971) en su constructo se
puede consultar su texto: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; esto como sustento para
determinar desde los diferentes estadios prehistóricos de la cultura, las nociones de roles en comunidad y avances
sociales que permiten derivar el análisis en la plena figura familiar que será abordada con mayor exactitud más
adelante.
4 Si se centra la atención en el asunto de género, es importante acotar que no sólo se refiere al sexo femenino como
tal, hombres y mujeres han sido sometidos a estándares de comportamiento y relación tan gaseosa como
tensionantes. Jose Olavarría, hace un análisis profundo y detallado de las identidades sexuales puestas en juego a la
luz de los intereses de una estructura sustentada en la figura de familia nuclear y propiedad privada. Ampliar los
conceptos en el texto: De la identidad a la política: masculinidades y Políticas públicas. Auge y ocaso de la familia
Nuclear patriarcal en el siglo xx, incluido en el libro Masculinidad/es: Identidad, sexualidad y familia de Jose
Olavarría y Rodrigo Parrini.
El surgimiento de la propiedad privada (lo mío) de los medios de producción, las delimitaciones
de terrenos, cultivos y hasta la formación de la figura de familia que se sostiene impenetrable
en el tiempo, son el inicio de esta opresión sexista determinada básicamente, por el nivel
particular de las fuerzas productivas y el nivel de relaciones de producción, incluso mediada
por la destrucción de las tradiciones equitativas y comunitarias que son dejadas de lado en la
génesis de una clase explotadora y una explotada. Es en la familia, donde la propiedad
también se inserta y con ella, todo lo que le configura: madre, padre, hijos e hijas. Según
Engels (1971), la familia ha sufrido diversas variaciones desde su conformación y concepción –
familia consanguínea, punalúa, sindiásmica, monogámica-. Es así como transita entre los lazos
de consanguineidad, la vida en comunidad, la promiscuidad y las nociones de propiedad
privada; en tanto es importante reconocer que ese trasegar de esta institución sustenta una
sólida base necesaria para el análisis de género y la opresión femenina, de cara a una serie de
elementos que ubican el rol de hombres y mujeres a través de la historia en escenarios
valiosos para comprender la evolución de las relaciones humanas asociativas.
Si se observa con detenimiento la familia nuclear en las diferentes formaciones sociales
(esclavista, feudal, capitalista, imperialista) no es la misma a la familia nativa que según Engels,
desde un análisis de Morgan, se establecían en la América primitiva o la antigua Grecia, y
cuyos rezagos hoy son inexistentes. Desde el nacimiento de las clases, se identifican los
primeros estadios de opresión contra la mujer, sin desconocer que se ratificó con esto, la
opresión de la sociedad en sí misma. Sin embargo, es importante asociar las prohibiciones y el
aprovechamiento de éstas en términos de la instauración de un mismo fin: explotar, de cara al
tránsito hacia la monogamia y la relación exclusivista que utiliza a la mujer como objeto de
posesión.
El patrón y las tierras son tan privados como las mujeres y la descendencia. Las sociedades
avanzan (o no) y se configuran nuevos dispositivos de control y acumulación en un primario
sistema esclavista que adopta las relaciones humanas restringidas y las sexualidades sesgadas
para sostener con mayor potencia la figura familiar monogámica y patriarcal. En tanto,
la instauración de este discurso se produjo a la par que se implantaba un sistema
económico basado en la escisión entre los ámbitos público/privado-doméstico y que
tiene en el contrato sexual la base oculta del cacareado contrato social; un sistema
atravesado por la división sexual del trabajo, sumamente resistente, si bien con
articulaciones cambiantes; y que impone un modelo constreñido de familia nuclear y
unos roles económicos injustos (hombre ganador del pan y cabeza de familia
autosuficiente / mujer ama de casa dependiente). (Pérez, 2014, p. 38)
La perversa paradoja de privatización se argumenta en la relación de las comunidades con la
tierra, en tanto, los diversos trabajos relacionados en esos términos (agricultura o ganadería
por ejemplo) se configuran como funciones sociales que las familias asumían dentro de sus
lógicas y a la luz de una división del trabajo de cara a la producción de mercancías. Los
primeros asentamientos humanos requerían una organización y la definición de roles para la
manutención de los mismos, lo que encarnaba una relación sustentada en las primitivas
formas de esclavitud y el trato hacia quienes se consideraban esclavos, es decir,
(…) al introducirse la cría de ganado, la elaboración de los metales, el arte del tejido y,
por último, la agricultura, las cosas tomaron otro aspecto. Sobre todo desde que los
rebaños pasaron definitivamente a ser propiedad de la familia, con la fuerza de
trabajo pasó lo mismo que había pasado con las mujeres, tan fáciles de adquirir y que
ahora tenían ya su valor de cambio y se compraban. (Engels, 1971, p. 37)
Lo mío trasciende y se gestan los primeros desencantos de esta estructura establecida que hoy
mantiene vivos sus intereses, mutando las formas y las herramientas. Es por esto, que para el
caso femenino, “(…) la realidad sexuada está históricamente situada en órdenes simbólicos
que estamos reelaborando desde nuestras palabras y geográficamente ubicada en nuestro
cuerpo y en nuestras sexualidades de mujeres”. (Gargallo, 2006, p. 12)
El punto de partida de los análisis sobre género y la incidencia de las concepciones históricas,
ponen en tensión y divergencia las realidades actuales que derivan en el poder de dominación
existente en todas las formas y mutaciones de los sistemas, que deben incluir las posiciones
adoptadas por hombres y mujeres en términos de la concentración de propiedad, es decir,
cómo se ubicaron ante la posibilidad de determinar lo propio. Cabe reconocer que este análisis
sienta sus percepciones en construcciones teóricas existentes y refuta la idea de patriarcado y
matriarcado como elementos de dominación de ciertas formas jerarquizadas, uno sobre otro,
lo cual pretende ahondar en la sugerencia crítica de erradicar las relaciones, tal y como se
encuentran hoy, y construir un nuevo mundo posible donde las nociones de lo privado
converjan en el todos y todas.
Resulta insuficiente determinar la acción de lo mío en el imaginario humano, su fuerza se
intensifica y decanta en las relaciones de poder mercantilizadas donde la mujer y el hombre se
ubican en esferas diferentes y se supeditan las acciones a la revelación dominante más
notoria. La familia y la propiedad privada devienen en el surgimiento de una sociedad oprimida
indiferente a la estructura y al momento histórico que le soporte, con ella, la sacralización de
la mujer como parte de esas privatizaciones se hace necesaria para el mantenimiento de las
dominaciones en los sistemas socio-económicos. “Finalmente, éste es el mundo de la
propiedad privada, no de la propiedad común” (Bernal, 2010, p. 16), pues amos y esclavos se
configuraron junto a la opresión femenina, dando lugar a una división social tan viva y agreste
que continua cebándose en los yugos deliberados de inequidad.
Esta estructura se entiende en una sociedad donde se ha generalizado la producción de
mercancías,5 toda vez que los bienes de consumo no se producen para el uso de quien produce
sino para ser intercambiadas por dinero, aquí entra en juego el trabajo como elemento
dinamizador y objeto de análisis, pero también y más sobresalientemente, por ser una
mercancía. De ello se deriva el concepto de división sexual del trabajo, que es el núcleo central
de las desigualdades en todos los ámbitos entre hombres y mujeres (Bianchi, 2008, p. 2). Ahí
está la clave. El trabajo es una mercancía, las mujeres son una mercancía transable, con valor,
intercambiable, controlada, y mía.
La opresión de género trasciende las diferentes épocas de la historia y se manifiesta de
maneras diversas, adquiriendo, según los contextos formas nuevas y a veces ingeniosas para la
5
Marx (1959) define la mercancía en relación con las necesidades sociales y pasa a ocuparse de la apariencia del
valor que en ella se expresa, para tipificar la contradicción entre dicho término con el valor de cambio que se le
atribuye al objeto mercancía como su más destacada virtud. Ampliar las discusiones en la teoría del mismo autor
sobre economía-política: El Capital de Carlos Marx.
opresión de la mujer. Pero el sistema (en la actualidad) capitalista, se las ha ingeniado para
crear y fortalecer dispositivos y herramientas que le han de dar luces y apoyo en la
acumulación de capital, su fin. El patriarcado se configura como una de esas herramientas y,
(…) puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en
diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero
instaurada por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva
oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva, y se apropian de su
fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, sea con medios
pacíficos o mediante el uso de la violencia. (Gamba, Susana citado por Bianchi, 2008, p.
3)
Y ha sido tan efectivo, que las mujeres y hasta los mismos hombres son hoy víctimas de éste,
atados y atadas con cadenas inmersas dentro de las relaciones más primitivas, invisibles e
indetectables en sociedad. Hay un malestar de grandes proporciones que todos y todas hemos
vivido de cerca, es claro que la mujer está subordinada a los intereses del patriarcado que, a su
vez, se convierte en la mano derecha de quienes dominan bajo el capitalismo. En este sentido,
el llamado siempre ha sido el mismo y cada vez más revolucionario, pues,
Es necesario luchar contra las relaciones de poder que se establecen desde el punto de
vista histórico, cultural, económico, sexual, social y político. Por lo tanto, los sujetos y
sujetas que hacen parte de esta configuración de espacio-mundo, deben formarse
para emancipar a la sociedad y responder a la consolidación de determinadas
representaciones y prácticas sociales que impiden el ejercicio pleno de nuestros
derechos y deseos. (Longo, 2007, p. 39).
El patriarcado es el sistema de dominación más antiguo, tratándose de una estructura
soportada en la dominación femenina (hombre sobre mujer) y que responde a la firme
necesidad histórica de las relaciones de poder dominantes y esclavizadas, como se ha
nombrado en ocasiones anteriores, tiene su origen, según estudios sociológicos y psicológicos,
en la figura nuclear de familia que desde los estadios de la vida humana se engendraron, toda
vez que se vale de la supuesta inferioridad femenina, tan implantada en el imaginario social,
determinando que el padre lidera el orden establecido. Dentro de las representaciones
patriarcales, las instituciones de control social –iglesia y escuela- por tan solo nombrar algunas,
han profundizado la brecha de iniquidad entre los géneros, articulándose a estos intereses
dominantes y “(…) que determina que las mujeres como categoría social siempre estarán
subordinadas a los hombres”. (Facio y Fries, 1999, p. 23)
El patriarcado sumió en un estado de aletargamiento naturalizado, todas las percepciones y
luchas que desde las mujeres se fueron conformando. Responder a un modelo de mujer,
comprender desde una perspectiva crítica lo que significa ser mujer en un mundo como el
nuestro, decanta en una pregunta que deambula y sigue intacta en el tiempo alrededor del rol
femenino en la sociedad, pues existen diversas aseveraciones que han jugado en contra de
quienes por siglos, se situaron como las más afectadas. Cobra especial relevancia subrayar que
el patriarcado no sólo aliena mujeres, de nuevo, y en mayúsculas, los hombres también se han
incrustado en esas relaciones capitalistas que lo han convertido en victimario inconsciente de
las cadenas invisibles que le sumergen en esa condición.
Suscita hacer fuerte énfasis en la encarnación del patriarcado desde las más indisolubles e
irreconocibles aristas que subyacen en el “todo” y que mantienen la desencantadora
prolongación de la inequidad en las relaciones: hombre-mujer y mujer-mercancía. Sin
embargo, en medio de esas relaciones de poder arbitrarias, prepotentes y estereotipadas en
cuanto al género, surten efecto las acciones que desde las mujeres se han constituido para
arrebatarle al sistema, como el acceso a la educación y la ciencia, el voto, la participación
política, las oportunidades laborales y hasta las formas de vestir. Es así como se entiende que
“(…) falocrático o patriarcal era el orden global que abarcaba desde la experiencia religiosa
hasta las reglas económicas, desde la dimensión binaria del yin y el yan hasta la cliterectomía,
desde la explotación de clases hasta el racismo, el colonialismo y las hambrunas”. (Bianchi,
2008, p. 16)
Y como toda una naturalización de aristas incomprendidas pero igualmente insertadas en el
diario vivir, el patriarcado ha de implantar herramientas tan fuertes como sutiles para
concretar sus fines: dominar. El estudio de la sociedad ha de develar los fenómenos que
rodean el rol de la mujer en la historia, a veces escrita bajo el sesgo de algunos, donde las
mujeres no fueron las protagonistas por ser invisibilizadas. De allí que los lazos estén ocultos y
se conviertan en el objeto a revelar y atacar. El panorama no es menos desalentador,
habitamos este mundo y nos enfrentamos a una lucha de clases que mantiene efervescente el
deseo de transformación y emancipación. En tanto la violencia estructural, los dispositivos de
control sobre las mujeres y la sociedad en general, la castración de libertades femeninas, la
precaria participación política y pública de ellas, la preocupación por erradicar el patriarcado
que mutila y asesina a millones de mujeres diariamente en el mundo, los tantos gritos que
lanzamos por todas nuestras muertas; se van dibujando como luchas por la liberación que
guardan estrecha relación con las luchas de los pueblos, de las comunidades
afrodescendientes, campesinas e indígenas. Los oprimidos, tal como los denomina Simone de
Beauvoir (1949, p. 5) tienen aristas comunes, tradiciones, religiones, una cultura y un pasado;
decantando en la necesidad urgente de visibilizar y reivindicar sus luchas que no son un fin en
sí mismas, sino que por el contrario, se complementan.
3. De imaginarios estereotipados
En el teatro de la vida...
Una mujer en el centro de la escena, repite sin fin, el siguiente
texto: Tengo que... hacer el desayuno, llevar a lxs chicxs al colegio,
lavar, limpiar, barrer, cocinar, fregar, escurrir, secar, colgar, tender,
cortar, regar, doblar, guardar, planchar, ventilar, trapear, baldear,
secar, tender las camas, plumerear, coser, encerar, comprar,
preparar, acompañar, procrear, cuidar, alimentar, estimular,
arropar, acunar, sostener, amamantar, ir al trabajo, ir a buscar a lxs
chicxs al colegio, ayudar a lxs chicxs con las tareas, preparar la
cena, acostar a lxs chicxs, agradar, escuchar, ayudar, comprender,
conquistar, seducir...
(Y vuelve a comenzar la letanía sin fin...)
Lucía Forneri
Mujer, una serie de hilos invisibles y cadenas has arrastrado históricamente, en una condición
doblemente explotada, respondiste a un proyecto, unos intereses y una opresión que de
forma indiscriminada han controlado y dominado a la sociedad. Desde las mismas creencias
religiosas con Eva ubicada del lado oscuro del pedestal y un Dios patriarcal; hasta la semántica
que nos ha condenado a la sombra del otro género.6
La figura femenina ha sido objeto de un sinfín de estándares insertos en las más invisibles
relaciones humanas, de allí que los diversos escenarios donde habitamos las mujeres, los
moldes y plantillas destinadas a determinar nuestro diario vivir, estén en el ojo de la crítica
absoluta y el rechazo permanente. Toda vez que se extrapolen dichos estereotipos a esferas
más globales, el género femenino seguirá representando la mayor de las dobles explotaciones
en el entramado de una sociedad dominada que sigue subyugando a sujetos y sujetas con las
más irreconocibles conductas y dispositivos de control. En tanto, no cabe afirmar que el
patriarcado en su expresión machista y opresora, se trate de un asunto biológico o del mismo
género, de hecho, este constructo social debe encarar nuevas nociones que le estudien tal y
como es: una poderosa herramienta de control y dominación SOCIAL.
Me inclino hacia el punto de vista del movimiento de liberación de la mujer que
sostiene que la “anatomía no es el destino”, dando a entender que las diferencias
sexuales innatas no pueden explicar la distribución desigual de privilegios y poderes
entre hombres y mujeres en las esferas doméstica, económica y política. Los
movimientos de liberación de la mujer no niegan que la posesión de ovarios en vez de
testículos conduce necesariamente a formas diferentes de experimentar la vida.
Niegan que haya algo en la naturaleza biológica de los hombres y de las mujeres que
por sí solo destine a los varones a gozar de privilegios sexuales, económicos y políticos
mayores que los de las mujeres. (Harris, 1990, p. 59)
Son los imaginarios estereotipados las armas más agrestes utilizadas por el patriarcado, la
intención no es menos adversa: la estandarización de la vida, el fortalecimiento del
pensamiento único, la precaria respuesta crítica a las realidades concretas y los estilos de vida
cero divergentes, son solo algunas de sus principales premisas. Hombres y mujeres mantienen
una férrea lucha contra los estereotipos, sin embargo, las mujeres merecen especial atención
en estos términos porque las violencias efectuadas contra ellas han devastado su capacidad de
emanciparse.
Es así como la mujer nace con un código. Ser expulsadas a un mundo particularmente
complejo como el que vivimos, es desde el primer respiro, una batalla campal. Cuando se nace
hembra, la familia (monogámica y nuclear) genera el primer malestar, lo que se traduce en la
previa existencia de estándares de conducta tan fuertemente insertos en la cultura, que
sabremos cómo debería ser esa pequeña por el resto de sus días. Desde allí se abren ante los
ojos expectantes de quien contempla la vida, una serie de proyectos imaginados por otros
para ella y su caminar, que le abstraen de un verdadero reconocimiento como sujeta en la
sociedad y suprimen la capacidad de criticar el modelo establecido, a fin de cuentas, es el
interés de la estructura dominante.
6
Simone de Beauvoir (1949) ha hecho análisis mucho más profundos sobre el asunto de género, de tal manera
que sea a la luz de sus construcciones teóricas y el análisis que antecede los avances de este trabajo; ubicamos el
concepto de género.
En el escenario de la vida, esa mujer que recién siente el mundo que le rodea, está destinada a
ser madre (así no lo eligiese), ser dócil y servicial con los hombres que le atraviesen el mundo,
a no hablar si papá no lo permite, a no vestirse con los colores que desea porque en la familia
la cohíben, a no explorar su sexualidad y su cuerpo porque ni eso le pertenece, a jugar con
muñecas y ser ágil en la cocina, a dedicar sus días al hogar, a no opinar abiertamente porque
esas cosas no son de “señoritas”, a ser botín de guerra, a ser un elemento pasivo e inferior en
la sociedad, a aceptar con sumisión el control sobre su actividad reproductora, a callar, a
frustrar, a asesinarse a sí misma aunque nunca se conociera, a incluirse en el “todos”,7 porque
si hablamos de “todas”, los hombres no se incluyen, pues “(…) su extensión a las mujeres exige
de éstas que lleguen a ser <<hombres>>, luchen por llegar a ser sus iguales y encuadrarse así
en un genérico que posiblemente no contempla su especificidad, su diferencia, si la hay”.
(Elejaibeitia, 1987, p. 36)
Las fuertes tensiones que rodean a la mujer y su rol en sociedad, versan sobre cimientos
culturales, económicos, políticos y sociales; en tanto, aristas como la música o los medios de
comunicación, representan un hito dentro de la “formación de mujeres”, constantemente la
imposición reproduce esa alienación por la que tanto propende el sistema capitalistaimperialista, desde las formas de vestir y actuar hasta el manual para ser la mujer de moda.
Los estereotipos no se agotan aquí y han profundizado la tortuosa brecha de iniquidad,
discriminación y violencias contra la mujer, suscitando la necesidad de repensar unas nuevas
formas de detallar la opresión femenina y ligar su liberación, a la liberación misma de la
sociedad presa de la homogenización y estandarización de contenidos que continuamente
reproducen las lógicas patriarcales, jerárquicas y funcionales a la tradición capitalista moderna.
Ahora bien, los imaginarios estereotipados permiten la naturalización de esa asimetría social
que transversaliza todas las esferas. La sumisión e inferioridad como conductos de
comportamiento establecidos para nosotras, han configurado sólo una mínima parte de lo que
significa la opresión femenina. El sometimiento de nuestros cuerpos a los estándares sociales –
medidas, tallas, etiquetas, moldes, modas y pensamientos- ha internado a la mujer en un
estado de ceguera que no le ha permitido reconocerse como sujeta política y activa en la
sociedad, aportando a la construcción de un mundo nuevo del tamaño de nuestras utopías
“(…) la conciencia que la mujer adquiere de sí misma no está definida por su sola sexualidad:
refleja una situación que depende de la estructura económica de la sociedad” (Beauvoir, 1949,
p. 23). En este sentido, las mujeres han sido formadas bajo las lógicas de dominación
soportadas en el control psicológico y sexual, la violencia y la castración pensante.
El proyecto de mujer patriarcal especifica dónde y cómo debe participar en la sociedad, si es
que le podemos llamar participación, de tal forma que las funciones sociales están regidas por
imaginarios estigmatizados: naces, creces, buscas un hombre que pueda mantenerte
económicamente, te casas, tienes hijos, envejeces y mueres. Sin embargo, el proyecto ha ido
mutando a la par con la estructura social y hoy se han ido desvirtuando algunas de las
7
Carmen Elejaibeitia en su libro: Liberalismo, Marxismo y Feminismo, señala desde los más profundos análisis
categoriales marxistas, cómo a la luz de los constructos burgueses, el todo se representa en el Hombre incluyendo
dentro de este genérico a hombres y mujeres activos para la sociedad. Y es el Obrero, quien desde las lógicas
marxistas encara el genérico que les incluye a ambos sexos. Sin embargo, está claro que ambas categorías están
construidas bajo una lógica que suprime y abstrae a la mujer en términos de su reconocimiento como sujeta social y
política.
acepciones del mismo, lo que no significa que el patriarcado haya cedido en la consecución de
sus objetivos, sino que las herramientas de control y opresión se han vuelto mucho más
invisibles y sutiles para mujeres y hombres, y es que sólo es posible imaginar que “después de
la liberación de los oprimidos, tal vez podríamos pensar en la emancipación de las oprimidas”.
(Korol, 2007, p. 10)
En la esfera de lo doméstico, la mujer se vio atravesada por la predeterminación de su rol
como madre, hija y esposa; de alguna manera, su rol se situó en la manutención del hogar y la
formación de sus hijos, lo que se articula a la necesidad de servir al hombre, atender al amo.
En esa relación dispar, la toma de decisiones sigue siendo un asunto de gran envergadura en el
seno de la familia nuclear, el dinero era manejado por el hombre, pero era ella quien de una u
otra forma registraba fielmente los hechos económicos del hogar.
La organización social que atribuye a las mujeres la responsabilidad del trabajo
doméstico y las coloca fuera de la esfera de producción de mercancías favorece su
dependencia económica y limita sus oportunidades de participar en el trabajo pagado
y en otras esferas de la vida que le permitan su propio crecimiento. (Pedrero Nieto,
2004, pág. 421)
Así como el accionar doméstico, lo maternal le relegó al escondido rincón del que se han
venido liberando millones de mujeres en el mundo. Si bien las decisiones sobre nuestro cuerpo
requieren de un reconocimiento profundo como sujetas, la maternidad sigue constituyendo un
álgido punto a tratar. Ser madres implicó para las mujeres sostener una responsabilidad para
toda la vida, en tanto, los imaginarios estereotipados se valieron de estas condiciones
naturales y fisiológicas para vigorizar el proyecto de mujer ama de casa, subordinada al hogar y
fortalecer las brechas de discriminación en todas las esferas.
Los estándares han determinado arbitrariamente que las mujeres padecen de una inferioridad
física, mental y social (insostenible) en comparación con los hombres, de allí que se
comprendan como objeto y no sujeto. Por nuestra condición de mujeres, el precario acceso a
la educación y la discriminación social, han consumado los objetivos de las estructuras
dominantes patriarcales. Los derechos laborales y los escenarios donde las mujeres son
violentadas y discriminadas, representan egoístas comparaciones donde el papel de la mujer
ha sido violentamente subvalorado y relegado y, de una u otra forma, las afectaciones en
ámbitos como el laboral o el académico se hacen más contundentes, toda vez que esta
sociedad no concibe la equidad de géneros y de capacidades en cualquier escenario.
Cabe resaltar que las luchas de género desde una perspectiva emancipadora representan un
campo de tensión en el cual falta mucho por decir y construir, si bien hay una realidad
asfixiante para las mujeres, el campo de lo posible puede florecer en el ámbito de la
construcción consiente y sentí-pensante de un mundo diferente construido a pulso por
hombres y mujeres que en la conjugación de sus solidaridades construyan una praxis que
trastoque todas las cadenas de opresión que hoy existen, y una de esas fuertes cadenas es
sobre todo la de la opresión de la mujer.
4. Las contables, un rol identitario por construir
Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente
diferentes y totalmente libres
Rosa Luxemburgo
Si partimos del precario reconocimiento que han conseguido las mujeres a pulso sobre sus
subjetividades y el cuerpo, atravesamos la delgada línea que agudiza o no, la condición sumisa
y hasta devota de las mujeres impuesta por la macro estructura. Los diferentes tipos de
violencias y discriminaciones perpetuadas hacia nosotras, no son fenómenos sin antecedentes
ni se originaron en la más arraigada ósmosis, por el contrario, son las consecuencias lógicas de
un injusto sistema dispar. Es así como los análisis deben gestarse en lo político, lo económico,
lo ideológico, lo cultural, lo académico y lo social.
En este sentido, las mujeres nos enfrentamos a una suerte de predestinaciones sociales que
nos ubican según las capacidades para las que hemos sido educadas. De allí que cobren
substancial importancia los análisis sobre imaginarios estereotipados y guíen el diálogo a la deconstrucción de fetiches que atañen nuestro rol en diferentes esferas. Los diversos ejercicios
de poder a través del patriarcado como columna vertebral del proyecto dominante, configuran
los elementos que determinan quién es y para qué sirve una mujer, perfeccionando día a día
todas las estructuras mentales de percibir las formas, las personas y las ideas.
La academia no se escapa a estos fenómenos opresores. El acceso a la educación es un asunto
relativamente nuevo en el universo femenino y conforma parte de esas luchas que le hemos
arrebatado a la macro estructura, sin embargo, es particularmente necesario dilucidar que la
educación también ha respondido a unas lógicas subordinadoras para la sociedad, de hecho,
me atrevo a destacar que es ésta, un dispositivo de control social tan potente y alienador,
como perverso e invisible, en tiempos de otrora,
Los rudimentos mínimos de la educación, consistentes en aprender a leer, a escribir y
a contar no podían ser logrados debido a impedimentos tales como la necesidad del
trabajo de las niñas para la subsistencia de la familia, el papel asignado a la mujer, que
la limitaba al entorno doméstico, donde no parecían necesarios estos conocimientos
(Méndez, 2010, p. 2)
Ahora bien, las construcciones teóricas desde una perspectiva de género en el entramado
contable, resultan escasas, algunas han identificado en ciertos escenarios del ejercicio
profesional y académico aristas de importante reconocimiento, no obstante, los análisis sobre
las verdaderas razones de la situación de la mujer en sociedad no han sido profundos. Gracias
a la experiencia propia, encontramos que las mujeres constituimos gran parte del
estudiantado contable y las razones pueden ser tan variadas como insulsas.
Hoy en día, las mujeres seguimos sometidas a una serie de cadenas que han de suprimir
diversas capacidades de acción política y social. El precario reconocimiento de nuestro papel,
ha demostrado una vez más, que es necesario problematizar alrededor de este asunto y al
interior de un escenario académico contable. Ahora, nuestro ejercicio profesional y académico
está atravesado por lo doméstico, lo biológico, lo político, lo económico y lo social; en tanto, es
necesario aclarar que,
Aunque actualmente se acepta que la mujer debe tener las mismas posibilidades
educativas que el hombre, el contenido de la educación primaria y media continúa
reforzando un estereotipo femenino subordinado que tampoco está siendo puesto en
cuestión en las aulas universitarias, organizadas en torno a la transmisión neutra y
objetiva de un conocimiento científico producto de un quehacer dominado por el
hombre y una visión masculina del mundo. (Bonilla, 1993, p. 5)
En cierto sentido, la contabilidad ha sido una disciplina8 que determina estándares, roles y
funcionalidades mecanicistas propias de la tradición capitalista-imperialista en la actualidad,
de tal manera que los cimientos académicos que le soportan en su ejercicio, se configuran
como una suerte de registros técnicos y repetitivos propios de las estrategias de subordinación
castradoras de pensamiento crítico. Sin embargo, “la relación de las mujeres con los registros
contables surge de su papel en la sociedad y está enraizada en su formación y en el desempeño
posterior de su trabajo a cargo de la hacienda doméstica” (Méndez, 2010, p. 2). La mujer en su
condición de propiedad privada y facilitadora biológica de la reproducción sexual y humana,
tuvo diversos acercamientos con el quehacer contable desde su ubicación al interior de la
familia “el papel tradicional de la mujer al frente del hogar llevaba aparejado en la mayoría de
las ocasiones la teneduría de las cuentas como parte importante de la administración
doméstica” (Méndez, 2010, p. 4)
A medida que las mujeres se incorporaron a las prácticas contables de manera expresa en la
academia, “fue aumentando la oferta de formación, mediante la creación de escuelas y centros
que ofrecían programas de contabilidad y cuyo alumnado estaba constituido en parte por
mujeres.” (Méndez, 2010, p. 8). De acuerdo a la labor práctica y operativa de la contabilidad en
un contexto como el nuestro, latinoamericano y sublevado, las mujeres siguen siendo fuertes
en el ejercicio que desde siempre, les ha sido destinado. Pero, en la realidad concreta que nos
atañe, los escenarios de formación académica contable están conformados por mujeres,
mayoritariamente, en este tipo de profesiones tan serviles a la acumulación de capital, los
fetiches saltan a la luz y danzan con los estereotipos. Los registros contables requieren de una
atención minuciosa, sutil, práctica; la organización al momento de plasmar los hechos
económicos es el elemento principal y transversal; la fidelidad en la información y el
reconocimiento de todas las transacciones económicas deben ser seguros y confiables. Es así
como la mujer se ubica en el principio del abismo, una mujer pulcra, organizada, perfecta, fiel,
disciplinada y delicada, el modelo que necesita la contabilidad.
No obstante, pese a los esfuerzos por ubicar a la mujer en un escenario propicio para el
quehacer contable, son los hombres quienes en la esfera profesional y laboral, han
desempeñado los roles de poder más explícitos. Los contadores lograron posicionarse y
reconocerse en las lógicas contables gracias a esa zona de confort9 donde se hallan ubicados, lo
que les ha permitido ser protagonistas en los escenarios de toma de decisiones empresariales,
la investigación académica contable y el acceso a altos cargos laborales.
Se puede decir que a pesar del aumento de mujeres contadoras, aún persisten
estereotipos acerca de la “menor capacidad, preparación y experiencia” de la mujer
para ocupar puestos en la alta dirección, los cuales hacen más difícil el acceso y la
8
Para mayor amplitud en términos de la contabilidad y su objeto de estudio, revisar los constructos teóricos de Carlos
Luis García Casella, de tal manera que se aclaren algunos conceptos sobre la discusión científica de la contabilidad
9
La zona de confort en el imaginario social y político, representa todas las acepciones que como hombres han
ocupado a lo largo de la historia, está claro que este sistema ha suprimido todas las capacidades de reconocimiento
propio para las mujeres, encarando en una brecha inequitativa entre los sexos tan ferviente como podrida. La
condición de hombres que el patriarcado les ha atribuido, permite de una u otra forma que sean éstos quienes tomen
posición sobre los asuntos coyunturales del diario vivir. Las mujeres debemos servirle a los hombres, atarnos a ellos,
dedicar nuestros días a ellos, según los preceptos dominadores sobre el proyecto femenino; lo cual les ha permitido
establecerse en un pedestal profundamente cómodo.
permanencia de ésta en el mercado laboral contable. El incremento del género
femenino en la profesión contable, no obedece, a una evolución en el pensamiento de
la sociedad frente al rol de la mujer, sino más bien, a un cambio de mentalidad en ella,
puesto que, ahora se siente con los suficientes conocimientos, habilidades, actitudes
para afrontar de la mejor manera cualquier situación que se presente dentro del
entorno organizacional y que le exija el desarrollo de todos sus potenciales, logrando
así, ser valorada por los grandes aportes que puede brindar a la empresa y a la
sociedad (Giraldo, Gómez, Jaramillo y Torres, 2011, p. 211)
El asunto de género camina sobre diversas esferas, el reconocimiento sobre nuestras vidas y el
papel que cumplimos en la sociedad, transversaliza este análisis que encarna una necesidad
latente de continuar los esfuerzos para la visibilización de una aclamada transformación social.
Relacionar el patriarcado, la estructura dominante capitalista, los estereotipos y la formación
femenina; representa la apertura de variados ángulos de mirada sobre la condición sometida
de las mujeres, en tanto, ubicar esta discusión en el ámbito contable permitiría en un primer
momento, esbozar la cruenta situación dispar que vivimos mujeres y hombres.
Es menester destacar que las mujeres no sólo padecen de una doble explotación. Las mujeres
contadoras vislumbran una fuerte tensión en términos de cómo se conciben las relaciones de
poder en el seno de la profesión y su ejercicio, toda vez que la contabilidad tal como la
conocemos y se mantiene, representa los intereses de una tradición sustentada en la
acumulación de capital y la explotación del ser humano, mantiene firmes los objetivos del
proyecto dominante y forja las vías para la consecución de los objetivos capitalistas, se
convirtió sin más, en el circo del sistema para traducir los números y cifras, para tomar
decisiones que le beneficien al amo y no a la sociedad. Si la contabilidad es una herramienta
del sistema, las mujeres contadoras quedamos insertas en una dicotomía aún más perversa.
Por nuestra condición de ser humano inmerso en esta sociedad, soportamos el peso de una
explotación y opresión que deriva en el sostenimiento desigual del mundo y el restringido
acceso a la riqueza, esa es nuestra primera explotación. Por nuestra condición de mujeres,
estamos sometidas y encadenadas a los preceptos que desde el patriarcado se gestaron para
controlar a esta parte de la sociedad, esa es nuestra segunda explotación. Y, por nuestra
condición de contadoras, teniendo en cuenta los intereses del sistema en el ejercicio contable,
servimos no sólo a los hombres como la estructura lo indica, sino al mismo sistema desde
nuestro saber. La paradoja provoca desaliento: contabilidad al servicio del capital, capitalismo
a favor del patriarcado, patriarcado en contra de la mujer.
5. Conclusiones inconclusas
Ser mujer para sostener la mitad del cielo
Las mujeres sostienen la mitad del cielo, porque con la otra mano
sostienen la mitad del mundo
Mao Tse-Tung
No me atrevo a concluir lo que se mantiene latente e inconcluso, no se pueden cerrar los
capítulos cuando día a día se abre la opresión en todas sus formas, esto es una voz
desobediente que no se puede sellar. La opresión femenina configura uno de los escenarios de
lucha más significativos, está claro que desde hace siglos, las mujeres hemos sido relegadas al
rincón oscuro manchado con sangre y la intención principal de este texto, es precisamente
contarles a todos y todas que una voz más se alza exigiendo nuestra liberación. Ahora, esa
libertad femenina que tanto aclamamos no es posible bajo los yugos y las lógicas de esta
estructura habitada. Nuestra liberación deriva de la liberación misma de un pueblo igualmente
oprimido y sometido a una lucha de clases que ha condenado a unos y unas a las más
aberrantes manifestaciones dominantes de poder.
Mi punto de vista se aleja de la visión feminista burguesa y europea que proclama una serie de
premisas propias para ese contexto. Latinoamérica, con sus realidades concretas, me permite
dilucidar una posición que examine la posibilidad de liberar a las mujeres, al mismo tiempo
que se entienda, se estudie y se combata el sistema capitalista-imperialista, tal como lo
conocemos hoy, de igual manera derrumbar los cimientos que el esclavismo y el feudalismo
han mantenido incólumes y efervescentes. Nuestra realidad encarna una serie de aristas de
importante revisión, somos un pueblo colonizado, de allí que ser mujer en Latinoamérica,
conserve una preocupación mucho más arraigada, sin desconocer que esta lucha es global y
quiere liberarlas a todas y todos.
Despertar del largo letargo en el que se yace sumida la sociedad tal como la conocemos,
encarna e incluye la necesidad de dignificar el ser mujer, y el llamado sigue siendo
revolucionario y alentador, “luchamos contra todas las formas de opresiones, desigualdades y
discriminaciones vividas por las mujeres. Nuestros valores y acciones apuntan hacia un cambio
social, cultural, económico y político” (Longo, 2007, p. 37). No fuimos educadas para
reconocernos como sujetas sociales y políticas, mucho menos para transformar la sociedad,
por el contrario el patriarcado se ha encargado (con las más indiscriminadas herramientas) de
sublevarnos y atar nuestros cuerpos a la guerra, la perversión, la explotación, la podredumbre.
Millones de mujeres en el mundo están sometidas a las violencias más aviesas, día a día, el
cuerpo de una de nosotras es enajenado como quien maltrata la vida, como quien cambia una
cosa; nuestra posesión sobre éste se redime a poco, en tanto seguimos respondiendo a las
dinámicas opresoras, todo lo que existe y nos rodea, está configurado plenamente para ello.
Llamo a romper las cadenas, a la emancipación, a recuperar nuestros cuerpos como medio
para contribuir en la de-construcción de una estructura económica y política fuerte (e
inservible), a ser conscientes de nuestro rol en sociedad, alejado del estereotipo femenino
impuesto –ser madres, perfectas, sumisas, devotas, delicadas, disciplinadas, dependientes,
incapaces, putas, objeto-, a levantarnos en contra de las violencias, de los golpes y maltratos,
de las violaciones y las aberraciones que día a día soportamos en todas sus formas. Llamo a
liberarnos y liberar.
Sin embargo, en ese camino de posibilidades y desdichas, de tragedias y absurdos, las mujeres
nos enfrentamos diariamente a la vida misma. Gracias a los estereotipos que promueve el
patriarcado como arma letal del sistema dominador para dominar, ser mujer reviste muchas
cosas, menos ser ellas mismas. Desde hace siglos nos han dicho qué debemos hacer, cómo lo
debemos hacer y quién debemos ser, toda vez que las ataduras son cada vez más fuertes e
invisibles y, pese a la materialización de la fuerza patriarcal en violencias. Estas formas
impuestas de ser, atraviesan lo económico, político, laboral, académico, cultural y social. De tal
manera que desde hace siglos, las mujeres tenemos unos roles ya definidos y poco liberadores
en la sociedad, que castran el pensamiento crítico y el reconocimiento del ser como elemento
transformador.
Alrededor de dichos estereotipos, se tejen las discriminaciones. En los escenarios académico y
laboral, encontramos que se dibujaron esas mismas especificidades para nosotras y nuestro
quehacer. Puntualmente por mi condición de mujer y contable, ubico la discusión sobre la
liberación femenina en el escenario propio de mi área de conocimiento, donde día a día
identifico aristas representativas de un patriarcado que desconoce edad, situación económica
o profesión. De allí la necesidad de traer a la esfera pública la necesidad de re-pensar este
asunto en clave femenina y transformadora.
Las mujeres contables estamos sometidas a una triple explotación: habitamos una sociedad
explotada y condenada a mantener los intereses de acumulación capitalista; somos mujeres y
hemos sido esa parte de la sociedad que enfrenta violencias, discriminaciones y un patriarcado
fuerte en sus lógicas; somos contadoras cuando la contabilidad responde y fortalece el sistema
económico dominante.
Así es como este inconcluso recorrido debe seguirse irguiendo en las voces de todos y todas,
en las voces de los oprimidos por el sistema. Rescatar a las mujeres de estas lógicas
estructurales tan potentes como asesinas, es la lucha que se mantiene viva aun cuando desde
hace siglos han pretendido callarla. Ser mujer para la transformación, ser mujer para sostener
la mitad del cielo.
En conclusión, estos trazos pretenden visibilizar en problema de la mujer desde una
perspectiva singular y adversa a diversos estudios sobre el tema, poniendo no sólo la discusión
en la simple desigualdad de géneros, sino en el marco de las contradicciones de la sociedad
misma como un todo, y cómo en las múltiples contradicciones sistémicas y sus formas de
opresión la de la mujer se entrelaza, conjuga y adquiere forma propia según los contextos y
trayectoria histórica de los pueblos, y por qué no, de las profesiones. Es así, que estas líneas
esperan gestar posibles caminos para seguir pensando la profesión desde una perspectiva
crítica y de cómo los problemas estructurales de la sociedad no son ajenos a la profesión sino
que le son transversales.
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