Recensión a A. TORRES GUTIÉRREZ, El derecho de libertad de conciencia en Austria (Ed. Dykinson S.L., Madrid, 2007, p. 494, € 30, ISBN 978-84-9772-974-1) El profesor Alejandro Torres nos presenta una obra que tiene por título la libertad de conciencia en Austria. El prólogo lo realiza el prof. Dionisio Llamazares Fernández que subraya la entidad y la calidad científica de esta monografía. Ciertamente, se trata de un estudio completo y minucioso del modelo de relación entre el Estado y las confesiones religiosas en Austria desde el siglo XVI hasta nuestros días. Esta obra ofrece una visión global del tratamiento jurídico que recibe la libertad de conciencia en sus diversos ámbitos de proyección; analiza en profundidad el estatuto jurídico de la libertad religiosa en su vertiente institucional e individual. Austria se caracteriza por la presencia de una pluralidad de minorías étnicas, culturales y religiosas que han convivido con una mayoría católica. Se trata de un país con herencia multinacional aunque con un claro predominio católico que en la actualidad vive un fuerte proceso de secularización. La construcción de la nueva Europa de los 25, nos muestra una diversidad de modelos en lo que concierne a las relaciones Estado-confesiones religiosas, así como en el tratamiento de la libertad de conciencia de los sujetos. Es interesante conocer cuáles han sido las vías que los Estados miembros de la Unión Europea han seguido en el camino del reconocimiento de la libertad de conciencia en un plano de igualdad para todos. En ese cometido, nos encontramos con una obra de referencia casi obligada para cualquier estudioso de las materias citadas. El autor dedica los tres primeros capítulos de su obra al devenir histórico de la libertad de conciencia en Austria. Comienza analizando la situación del país en el siglo XVI, entorno a la denominada cuestión religiosa. Surgen en este período los primeros movimientos reformadores en Austria que tendrían como respuesta un proceso de Contrarreforma, donde los jesuitas tuvieron un papel destacado. La restauración del catolicismo deberá ceder a la alianza de la nobleza protestante que reclamará su libertad de culto por haber contribuido no sólo a la guerra contra los turcos, siendo constante esta amenaza musulmana, sino también a la represión del descontento campesino (p. 35). Austria nunca ha sido un territorio absolutamente homogéneo desde el punto de vista religioso. Durante el siglo XVII se intensificó la política de Contrarreforma en Austria; se produce una inmigración masiva ante el temor de la intolerancia religiosa, lo que en determinados territorios se pudo dar por derrotado el protestantismo, y con ello la diversidad religiosa. Era objetivo de los monarcas de la época (Fernando II, Fernando III y Leopoldo II) la consecución de la uniformidad religiosa católica en Austria. Ahora bien, tras la derrota a los turcos en Viena en 1683 y la reconquista de Hungría en 1699, la política religiosa de los Habsburgo (p. 47) pasará por reconocer la paridad legal de los católicos, donde eran minoría, con los luteranos, calvinistas y unitarios, tolerando también la Iglesia Griega Ortodoxa. En este contexto la recatolización de Hungría se llevó por vías oblicuas, siguiendo métodos más civilizados (p. 54). Si bien puede sostenerse que a principios del siglo XVIII, la Contrarreforma ha desplegado con éxito su labor en la vertiente occidental del Impero de los Habsburgo, en su vertiente oriental, en las zonas más apartadas, el protestantismo permanecía intacto (p. 55) y se continúo atacando la Reforma. Se excluyó a los protestantes de los empleos públicos, y se forzaron desplazamientos de protestantes, primero hacia el este Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -1- Settembre 2008 y también obligando la emigración hacia Prusia y las colonias británicas de Georgia y Carolina del Norte, en Norteamérica (p. 56). El catolicismo jugó un papel clave en el Imperio austriaco, como elemento aglutinador; se establece una estrecha alianza entre el trono y el altar. El catolicismo agrupa una amplia comunidad que sin hablar la misma lengua, siguen los mismos oficios religiosos (p. 57). La confusión entre Iglesia Católica y Estado en ámbitos como el matrimonio o la educación era una realidad. En el siglo XVIII, durante el reinado de María Teresa la política respecto a la Iglesia Católica se caracteriza de un lado, por emanar una intensa legislación intervencionista que afecta a los asuntos internos de la Iglesia, y de otro, por el hecho de que el Estado trata de recuperar el control de aquellos ámbitos tradicionalmente controlados por la Iglesia Católica. La política religiosa de la época se caracteriza por querer restringir la actuación y la influencia de la Iglesia al ámbito meramente espiritual. Ello no obstante, la religión católica era la predominante y la seguida por la monarquía, gozando de una situación privilegiada. La soberana Maria Teresa pensaba que “sin una religión dominante, el estado sería incapaz de controlar a sus súbditos, salvo con los expeditivos métodos de la horca y la rueda de tortura” (p. 94). En este contexto se disuelve la Compañía de Jesús en 1773 (p. 63), expandidos y consolidados en el Impero de los Habsburgo al amparo de la Contrarreforma; tenían un papel predominante en el campo educativo controlando la práctica totalidad de las grandes universidades, así como la enseñanza en niveles inferiores. La confiscación de sus bienes se destinó a la formación de un fondo para la educación, ya que la soberana puso en marcha una reforma educativa (p. 64). Se pretendía sustraer a los Jesuitas su papel preponderante en la enseñanza, dotarle de un contenido laico y transformarla en una escuela de estado, donde el Estado asumiera en este ámbito competencias que hasta entonces estaban en manos de la Iglesia. En lo que respecta a la política respecto a las minorías religiosas, se limitaron los derechos de los protestantes y judíos y se persiguió a los apóstatas (p. 67). Durante el reinado de Maria Teresa, comenzó a desarrollarse en la Universidad austriaca un movimiento científico que elaboró una interesante construcción doctrinal sobre la idea de tolerancia entre cultivadores del Derecho Eclesiástico del Estado y de Derecho Natural. Se cita a Paul Joseph von Riegger, nombrado en 1733 profesor de Derecho Natural en la Universidad de Innsbruck, introduciendo el legado cultural jurídico germánico en Austria; ocupa la cátedra de Derecho Eclesiástico del Estado entre 1753 y 1775 en la Universidad de Viena. Su libro Instituciones iurisprudentiae ecclesiaticae, “excluye el uso de la fuerza en materias de conciencia, rechazando la posibilidad de forzar a los heterodoxos a participar en actos de culto contrarios a sus convicciones, a partir de enunciados elaborados en base al Nuevo Testamento y a las tesis sostenidas por los Padres de la Iglesia, así como en la razón natural”. Sostuvo que “nadie puede ser forzado en sus convicciones religiosas y que ninguna autoridad humana es superior a la Ley de la razón y que la tolerancia de las iglesias herodoxas debía practicarse no sólo en casos de inevitable necesidad, sino también siempre que ello sirviera al interés público”. Esta idea de tolerancia irá fraguando a partir de otras corrientes ideológicas procedentes del extranjero (p. 69). José II, hijo de Maria Teresa, continúo con la política de fuerte intervencionismo estatal en asuntos religiosos (p. 76), y el jurisdiccionalismo llegó a sus máximas consecuencias. El Estado asumió competencias en materia de matrimonio, educación y censura; se produce una intensa legislación sobre materias eclesiásticas como la liturgia o el ceremonial de culto. El modelo de relaciones Iglesia-estado construido durante el denominado Josefinismo se ha llegado a calificar como una Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -2- Settembre 2008 variante del cesaropapismo, “por entender que con motivo del mismo se produjo una completa integración de la Iglesia dentro del Estado, quedando al mismo unida y por el mismo dominada” (p. 77). Guiado por una peculiar concepción josefinista del utilitarismo, se suprimieron las órdenes religiosas contemplativas dedicadas al rezo y la oración; su consideración de reducto de ociosos, carentes de fuerza de utilidad llevó al Estado a incautar sus bienes y asumir la obligación de formar y retribuir al clero (p. 81). En la misma línea de pensamiento jurisdiccionalista, intervino en el nombramiento de los cargos eclesiásticos. Se trataba de controlar el clero en todos los estratos. José II puso todo su empeño en asumir el control y la dirección de la formación del clero; el Estado controlaba también los concursos parroquiales de acceso a los cargos eclesiásticos (p. 86). El objetivo final era crear una Iglesia nacional emancipada del Papa, al que sólo se quedaban meras prerrogativas honoríficas (p. 83). Se busca el reforzamiento del poder temporal, debilitando a la Iglesia Católica como entidad supranacional que podía hacer sombra al Imperio (p. 77). Todo esto era compatible con una manifiesta catolicidad de la Monarquía austriaca. En lo que respecta a la situación de las minorías en Austria, con la prudencia debida al hablar de cifras en estos momentos históricos, se sostiene que en 1770 los no católicos (protestantes –luteranos, calvinistas-, judíos, ortodoxos griegos, la Iglesia Griega Uniata, cristianos armenios) representaban en el Imperio austriaco una minoría aproximada de 3.400.000 personas sobre una población de 20.000.000; el reparto de estas minorías no era homogéneo (p. 88). Con José II se pone fin a la política de traslados forzosos de protestantes desde el lado oeste del Imperio, donde sus prácticas eran ilegales, hacia el este, donde eran meramente tolerados, siempre con una fuerte misión de evangelización llegando incluso a medidas de conversiones forzadas. Ya en el siglo XVIII, las expulsiones masivas de protestantes causaron una impresión profunda de injusticia en la sociedad y consecuencias negativas para la economía. Ante la evidencia, en este período se avanza en la renuncia a la homogeneización religiosa y en la aplicación de una política de discreta tolerancia, aunque con casos de condenas a heréticos a expulsiones, trabajos forzosos, alistamiento forzoso en el ejército o deportaciones (p. 95). En 1781 José II declara que la herejía no constituye delito civil y reitera la prohibición de traslados forzosos de personas acusadas de tales prácticas, ordena también, el cese de búsqueda de literatura heterodoxa; se adoptan medidas beneficiosas para los protestantes en el ejercicio de su culto. Muerta Maria Teresa, en octubre de 1781 su hijo José II firmó el Edicto de Tolerancia que garantizaba a los protestantes un generoso estatuto; detrás de este Edicto se encontraban motivos económicos, religiosofilosóficos y políticos. Se prevé un régimen de tolerancia para los luteranos, calvinistas, ortodoxos griegos, y para las minorías husitas y menonistas. El Edicto sabía a poco a los protestantes que aspiraban a la equiparación de derecho con los católicos, que continuaban gozando de un estatuto privilegiado en un Estado que se reconoce confesionalmente católico. En lo que respecta a la cuestión judía (p. 103), superando el marcado talante antisemita de Maria Teresa –tradicionalmente los judíos habían vivido separados de los cristianos, en comunidades donde se guardaba una alta ortodoxia y apartados de muchos empleos, así como del acceso a la propiedad de la tierra-, promulgó diversas disposiciones tendentes a mejorar su situación. La política josefinista tratará de hacerlos útiles al Estado. A cambio de la apertura del gueto, la comunidad judía debió condescender frente a la política de germanización de José II. La política josefinista fue vista por el sector más conservador de la sociedad judía con gran desconfianza; Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -3- Settembre 2008 entendían que en el fondo se quería alejarles de su religión y cultura para acercarles al cristianismo. La población cristiana, por su parte, veía con rechazo la asistencia a clase con niños judíos, por temor a perder la fe cristiana; la competencia judía en la economía levantó protestas de los artesanos y de los gremios. Ya entrado el siglo XIX, se detecta un importante esfuerzo integrador desde los sectores intelectuales tanto cristianos como judíos, atendiendo a ideas de igualdad, hermandad y libertad. Ahora bien, la cuestión judía acabará convirtiéndose en un problema social, al aparecer un antisemitismo enfermizante generalizado, a menudo atizado por el clero (p. 108). A la muerte de José II, su sucesores – Leopoldo II, Francisco II, Fernando I, Francisco José I- irán introduciendo cambios significativos en la legislación eclesiástica de su predecesor, dirigida a limitar el intervencionismo estatal en cuestiones eclesiásticas. Se mantienen, no obstante, en pié las disposiciones dictadas en materia de tolerancia religiosa. Tras la ocupación y caída de Napoleón, los Habsburgo abanderan el conservadurismo reaccionario en el centro de Europa; la Iglesia Católica recupera buena parte de su influencia: en 1814 se aprueba el regreso de la Compañía de Jesús, y el clero recupera el derecho a inspeccionar las escuelas primarias. La censura se intensifica (p. 112). Tras la revolución de marzo de 1848 se dicta la Constitución de Puillersdorf donde se reconoce la libertad religiosa y de conciencia, pero sin poner en peligro la situación de dominio de la Iglesia Católica. La Patente de 4 marzo de 1849 relativa a los derechos públicos garantizados por el derecho constitucional del Estado, supone un avance en pro de la posición jurídica de los no católicos; se otorga a todas las Confesiones religiosas reconocidas el carácter de corporación, la garantía del ejercicio público del culto y su autonomía interna. Consolidados los conservadores en el poder, tras los acontecimientos revolucionarios, se reelabora la relación con la Iglesia sobre parámetros utilitaristas. Tras poner fin a lo que quedaba del josefinismo, Francisco José I otorga concesiones a la Iglesia católica; en 1855 se firmará el Concordato sobre la idea de contemporización de intereses medios y objetivos entre el Estado y la Iglesia. Todo ello se enmarca en un contexto de eclosión del neoabsolutismo en Austria. Esta política de concesiones a la Iglesia se verá revisada como consecuencia de la política liberal de la década de los 60 y 70. A finales del siglo XIX, y aunque el Estado se reconoce como confesionalmente católico, el Imperio no es religiosamente homogéneo; una parte importante de la población es católica pero existen importantes minorías religiosas protestantes, ortodoxas, judías y musulmanas. En este período, derrotas militares y problemas económicos dan lugar a una legislación secularizadora liberal. En 1867 se aprueba la Ley Fundamental del Estado sobre los Derechos Fundamentales del Ciudadano. Esta ley sigue hoy vigente, al no llegarse un acuerdo en la elaboración de un catálogo de derechos fundamentales en la Constitución Federal de la República de Austria de 1920. Entre las grandes reformas liberales en materia eclesiástica se encuentran la Ley de Matrimonio que restituye al Estado la jurisdicción matrimonial al adoptar un sistema de matrimonio civil subsidiario; se restablece en control estatal sobre la instrucción pública, poniendo en marcha una profunda reforma educativa en la enseñanza primaria. La Ley de 25 de mayo de 1868, vigente en la actualidad, donde se regulan las situaciones de interconfesionalidad de los ciudadanos: reconoce el derecho a la libre elección de confesión a los 14 años; la apostasía deja de ser delito y causa de desheredación; se reconoce el derecho de las Confesiones a recaudar cuotas Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -4- Settembre 2008 entre sus afiliados; se regula el régimen de funerales y cementerios, no pudiendo negar digna sepultura por motivos religiosos; atendiendo al régimen de festividades religiosas, nadie podrá ser obligado a abstenerse de trabajar en festividades religiosas ajenas. Las reformas en materia religiosa se extendieron a la vertiente oriental del imperio, donde la presencia de judíos en Hungría era especialmente importante; en 1878 se anexionan Bosnia y Herzegovina donde convivían musulmanes, ortodoxos y católicos. En Checoslovaquia, tras la I Guerra Mundial, aplicando la Ley de 20 de mayo de 1874 sobre reconocimiento estatal de las Confesiones Religiosas, se reconocerá a: la Iglesia Evangélica de los Hermanos Bohemios, la Iglesia Checoslovaca, la Iglesia Evangélica Alemana, la Iglesia Evangélica de la Confesión de Augsburgo, la Sociedad religiosa de los Unitarios Checoslovacos. Los Testigos de Jehová y la Misión de los Mormones, desarrollaron su actividad bajo la citada normativa austríaca. En la transición del siglo XIX al XX, la heterogeneidad étnica y religiosa era patente en ambas partes del Imperio; en Hungría las catorce nacionalidades más significativas compartían siete credos religiosos diferentes (p. 138). Tras el colapso del Imperio, el 12 de noviembre de 1918 se proclama la I República; el Acuerdo de Saint Germain de 10 de septiembre de 1919 pone fin a la I Guerra Mundial, y recoge disposiciones importantes para la tutela de las minorías. “Austria asume el compromiso de otorgar a todos sus habitantes la entera y completa protección de su vida y libertad, si distinción de nacimiento, nacionalidad, lengua, raza o religión, teniendo derecho a ejercer libremente en público o en privado, cada forma de creencia, religión o confesión, siempre que su práctica no fuese contraria al orden público o las buenas costumbres” (p. 142). A principios del siglo XX la Iglesia Católica desarrolló una actitud de recelo ante el sistema de partidos; perseguía contrarrestar la posible difusión de doctrinas socialistas y liberales, y mostraba simpatía por modelos de corte autoritario, basándose en la idea de una armónica sociedad libre de conflicto de clases. Desde esta perspectiva ideológica, la lucha de partidos de la sociedad democrática, aportaba muy poco, era algo de lo que había que liberar al Estado (p. 146). Detentando el Gobierno el partido CSP (partido cristianosocial), con la figura de Dollfuss, en 1933 se suprimen los partidos políticos y se instaura un régimen de partido único. Se erigió el Estado Corporativo Cristiano, con una nueva Constitución en 1934 y el Concordato firmado en 1933. Este Concordato, uno de los más amplios y más beneficioso para la Iglesia del siglo XX, se configuraba como uno de los pilares fundamentales del nuevo orden (p. 147). La nueva Constitución en su preámbulo establece que en nombre de Dios, Omnipotente, fuente de toda Ley, el pueblo austriaco recibe esta Constitución, basada en el principio corporativo de su Estado federal, cristiano y alemán. Esta Constitución, marcadamente autoritaria, concentraba los poderes en el ejecutivo y reducía a su mínima esencia las instituciones elegidas democráticamente. En 1934 tras un intento de golpe de Estado Dollfuss es asesinado. Se sostiene que bajo su gobierno Austria se convirtió en una dictadura de partido único, con notas de inspiración fascista que tiene que soportar las pretensiones anexionistas alemanas. En 1938, el mismo gobierno austriaco, tras una entrevista con Hitler, planeaba la celebración de un plebiscito por una Austria libre y alemana, independiente y social, cristiana y unida que podría suponer un serio obstáculo para las pretensiones anexionistas nazis. No hubo opción, ya que el ejército de la Alemania nazi invadió Austria. Se sostiene que la llegada de los alemanes fue bienvenida por buena parte de los austriacos. El partido nazi caló hondo entre las víctimas de la crisis económica de la postguerra, entre obreros en paro y pequeños burgueses arruinados. Encontró rechazo Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -5- Settembre 2008 entre el sector sindicalista, los cuadros socialdemócratas y comunistas así como en el clero a pesar de la actitud poco clara de la jerarquía en el primer momento. Buena parte de la Iglesia Católica apoyó la anexión con motivo del plebiscito celebrado por los nazis al efecto; la jerarquía trató de buscar formas de colaboración con las nuevas autoridades legalmente establecidas (p. 154). Sin embargo los nazis vieron con recelo la influencia de la Iglesia Católica en la sociedad austriaca y diseñaron medidas tendentes a contrarrestarla; así, declararon extinguido el Concordato de 1933, se cerraron instituciones educativas católicas, se disolvieron asociaciones religiosas, se tomó en control de la importante prensa católica austriaca; se promulgó una ley sobre unificación del derecho a celebrar matrimonio y el divorcio, y otra sobre exacción de impuestos eclesiásticos. La jerarquía católica rompe con el régimen tras el verano de 1938, pero tampoco puede afirmarse que la Iglesia Católica, como tal, rompa radicalmente con el régimen. Un sector importante de la misma sigue una política de pragmatismo, y ante la guerra contra la Unión Soviética y el bolchevismo, se configura ésta como una guerra santa. Esta meta común justifica, para ciertos sectores, la reconstrucción de las relaciones mutuas entre la Iglesia y el nacionalsocialismo. Sin embargo muchos sacerdotes y laicos dieron comienzo a una política de resistencia. La represión se extendió a una parte del clero católico y protestante, y entre las minorías religiosas el régimen nazi se ensañó con los judíos, que fueron prácticamente aniquilados, y los Testigos de Jehová por su oposición frontal al nuevo Estado (p. 157). La persecución se hizo extensiva a las minorías eslavas, los gitanos, los homosexuales, así como a los discrepantes de sus ideas políticas que fueron enviados a campos de concentración (p. 164). Tras la II Guerra Mundial, la Ley de Transición Constitucional de 1945 restaura la Constitución de 1920 en su redacción de 1929 (p. 165). Vigente la II República, se promulga en 1947 una legislación tendente a la desnazificación de la sociedad austriaca. En 1955 se aprueba una Ley Constitucional que proclama la permanente neutralidad austriaca y el país ingresa en la ONU. El 1 de enero de 1995 Austria se incorporó a la Unión Europea. Las nefastas consecuencias de la participación de los católicos en la vida pública de país durante la I República, lleva al episcopado austriaco a inclinarse por una actitud de neutralidad en estas materias. En la segunda mitad del siglo XX la Iglesia Católica ha tenido buena sintonía con el partido conservador pero sin considerarlo como una fuerza política instrumental para el sostenimiento y defensa de sus intereses; los socialdemócratas han tendido a no ser excesivamente beligerantes en cuestiones que pudieran afectar a la Iglesia Católica. En todo caso, es preciso subrayar el importante proceso de secularización que ha experimentado la sociedad austriaca en los últimos 30 años, que afecta sobre todo a la Iglesia Católica y la Evangélica, también a los veterocatólicos y judíos (p. 171). En cambio, llama la atención el notable avance del Islam, debido a la fuerte presión de las corrientes migratorias procedentes del Este de Europa y de Turquía. Junto con una presencia considerable de ortodoxos, en estos momentos, la cuarta confesión religiosa en Austria, hay que tener presente el incremento de personas que manifiestan no pertenecer a confesión alguna. En Austria conviven también varios grupos étnicos minoritarios: croatas, húngaros, eslovenos, checos y eslovacos; a ellos se les unen la minoría gitana y judía. Son de tener en cuenta, también en contingente de trabajadores extranjeros que representan junto a sus familias el 10% de la población, en este contexto se sitúa la mayor presencia del Islam en la población austriaca. Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -6- Settembre 2008 En este contexto histórico y sociológico contemporáneo, el autor aborda el análisis del Derecho vigente en Austria en materia de libertad religiosa y de conciencia. Realiza un detallado paso por la mayoría de ámbitos del ordenamiento donde el derecho de libertad de conciencia tiene su proyección. Dedica el capítulo IV a las fuentes del ordenamiento en materia de libertad de conciencia. En lo que respecta al Derecho constitucional rige la citada Ley Fundamental del Estado sobre los Derechos Fundamentales del Ciudadano de 1867, declarada Ley Constitucional por la Constitución Federal de la República de Austria de 1920; es preciso atender, también, las prescripciones ya citadas del Tratado de Saint Germain de 1919 –relativas a la paz de Austria al final de la I Guerra Mundial- sobre la tutela de las minorías. Entre los tratados internacionales se destaca el Concordato de 1933 entre Austria y la Santa Sede y las peculiaridades en torno a vigencia; son de destacar los Convenios adicionales que han desarrollado el Concordato: sobre relaciones patrimoniales (1960); cuestiones educativas (1962), y varios sobre erección de diócesis. En lo que respecta a las fuentes relativas a la libertad religiosa, con carácter general son de destacar la Ley de 25 de mayo de 1868 que regula las situaciones de interconfesionalidad de los ciudadanos, y la Ley de 20 de mayo de 1874 relativa al reconocimiento legal de las confesiones religiosas, ambas citadas. Existe legislación de carácter especial aplicable a cada confesión religiosa en el caso de la Iglesia Católica, la Iglesia Evangélica, la Iglesia Veterocatólica, la Comunidad Israelita, la Comunidad islámica, la Iglesia Evangélica-metodista de Austria, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días (reconocida en 1956), la Iglesia Oriental Griega u ortodoxos, la Iglesia armenia Apostólica (reconocida en 1973), la Iglesia Neoapostólica (reconocida en 1975), la Comunidad religiosa budista de Austria (reconocida en 1983), la Iglesia Siria Ortodoxa (reconocida en 1988), la Iglesia de los Hermanos de Herrnhuter (p. 190). Se analiza también los principios inspiradores del sistema como el principio de libertad de conciencia y el de libertad religiosa; considera la vertiente jurídica y sociológica del derecho a cambiar de confesión religiosa. En lo que respecta al principio de neutralidad del Estado y la separación imperfecta entre el Estado y las confesiones religiosas el autor considera que “la Iglesia y el Estado se encuentran en una situación de mutuo reconocimiento, independencia y autonomía”, donde las áreas de intersección de sus actividades se regulan mediante acuerdos específicos. En lo que respecta al resto de confesiones religiosas, existen las legalmente reconocidas, lo que les “otorgar personalidad jurídica de derecho público”; las confesiones religiosas así reconocidas por el Estado, además de funciones estrictamente religiosas, pueden desempeñar otras funciones de interés público, actividades sociales, sociopolíticas y culturales, sostenidas por el Estado, por entender que contribuyen al bien común (p. 209). Se puede sostener, y así lo hace el autor, que el modelo austriaco presenta síntomas de una fuerte tendencia hacia la pluriconfesionalidad, de forma que las confesiones reconocidas por el Estado gozan de una serie de privilegios legales, económicos, y otros muchos relativos, en general, a la presencia de las Confesiones Religiosas en la vida pública, tal como la asistencia en centros públicos, el acceso al sistema educativo o a los medios de comunicación social públicos, tutela de los ministros y lugares de culto etc.” (p. 211). De todo ello deduce que este modelo dista de ser un modelo de separación perfecto. A ello hay que añadir la disparidad de trato que reciben las confesiones religiosas en función del grado de reconocimiento que reciben por parte del Estado, ya que podrían sistematizarse en tres estas situaciones: 1) Iglesias y confesiones plenamente reconocidas, 2) Comunidades de creencias de Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -7- Settembre 2008 carácter religioso surgidas al amparo de la nueva ley de 1998, 3) Colectivos no reconocidos por el derecho del Estado. El autor analiza el reconocimiento del las confesiones por parte del Estado en el Capítulo V. Esta diferencia de trato podría cuestionar el principio de igualdad y no discriminación. Es el denominado principio de paridad el que, de alguna manera, fundamenta la constitucionalidad de este sistema de pluralidad de reconocimientos; principio que encuentra su inspiración en el principio institucionalista que informa el modelo austriaco, planteando una fuerte tensión con el principio personalista presente, también, en el ordenamiento austriaco (p. 215). Sobre estas ideas centrales, que para el autor alejan al modelo austriaco de los modelos de plena separación, que son los que garantizan una igualdad de trato en el reconocimiento y desarrollo de la libertad religiosa y de conciencia de los ciudadanos, analiza en los capítulos posteriores temas clásicos en el ámbito del Derecho Eclesiástico del Estado como son el derecho a la educación (Capítulo VI), las objeciones de conciencia (Capítulo VII), el sistema matrimonial (Capítulo IX). Analiza también, el tema de la protección de datos (Capítulo VIII). Aborda temas más específicos relativos a la libertad religiosa como es el reconocimiento por el Estado de las confesiones religiosas (Capítulo V), su régimen patrimonial, financiero y fiscal (Capítulo X); la asistencia religiosa en los centros públicos y el régimen de los ministros de culto (Capítulo XI). Finalmente, analiza la protección penal de la libertad religiosa y de conciencia (Capítulo XII). Como hemos destacado al inicio, se trata de una obra básica para abordar el estudio de la libertad de conciencia en Austria. Tiene como soporte un sólido estudio histórico y sociológico de los hechos relacionados con la cuestión religiosa en Austria, lo que ayuda a comprender la evolución y el tratamiento jurídico que estas cuestiones reciben en el ordenamiento actual. Esta obra nos permite conocer cuál es el estado de la cuestión en temas íntimamente relacionados con la libertad de conciencia. Es preciso destacar también, la amplia bibliografía citada, así como el índice de recursos en Internet, muy útil para abordar búsquedas según el interés del usuario, así como el índice de materias siempre útil y valioso para una búsqueda rápida de los términos recogidos. El índice sistemático nos ayuda a ordenar y tener acceso rápido a todas las materias que el autor desarrolla en su obra. No quisiera finalizar sin recomendar la lectura y estudio de esta obra de obligada referencia, a toda persona interesada en el devenir histórico y situación actual de la libertad de conciencia en el país austriaco. Ana Leturia Navaroa Profesora de Derecho Eclesiástico del Estado Universidad del País Vasco Ana Leturia Navaroa per OLIR.it -8- Settembre 2008