Seis décadas de viajes alucinantes

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Jueves, 1 de mayo de 2008. Año: XVIII. Numero: 6709.
CULTURA
ADIOS AL PADRE DEL LSD / Fallece a los 102 años Albert Hofmann, descubridor de
la droga de mayor influencia en la cultura popular / La música de los Beatles, los
poemas de Ginsberg o el final de '2001' no habrían sido posibles sin él
Seis décadas de viajes alucinantes
DARIO PRIETO
MADRID.- La muerte de Albert Hofmann deja huérfana a la generación psicodélica
y lisérgica, uno de los movimientos culturales más importantes de la segunda
mitad del siglo XX. El descubridor de la dielatamida de ácido lisérgico, más
conocida LSD, falleció ayer en su casa de Burg (en el cantón suizo de Basilea) a
los 102 años de edad, la misma con la que se despidió su amigo, y también gran
consumidor de la sustancia, Ernst Jünger.
Hoy, cuando resulta difícil encontrar LSD y las drogas que despiertan interés son
la cocaína, la heroína, el speed o el éxtasis, es también complicado pensar en
que, hace no mucho, unos pequeños pedacitos de papel secante
desencadenasen esta gran revolución. En 1968, apenas dos décadas después de
que Hofmann sintetizase la sustancia, el público se agolpaba en los cines de
Nueva York para flipar con el final de 2001: Una odisea del espacio, de Kubrick,
mientras Jimi Hendrix quemaba su guitarra en California empapado en LSD y los
beatniks predicaban la nueva religión en Harvard. Todo estaba impregnado de
ácido.
Frente a la imagen de hippie flaco, barbudo y colgado, el primer gran
consumidor de LSD fue un hombre alto, robusto y lúcido. Ken Kesey, el autor de
Alguien voló sobre el nido del cuco, trabajó a finales de los 50 en un hospital
psiquiátrico de donde se llevó dos cosas: las experiencias para el citado libro y
unas dosis de LSD, utilizado entonces para el tratamiento de la esquizofrenia.
Kesey decidió dar a conocer su hallazgo a través de los «tests de ácido» por
todo Estados Unidos, junto a su tribu, los Alegres Bromistas. Sus experiencias
fueron recogidas por Tom Wolfe en la crónica oficiosa de la generación: Ponche
de ácido lisérgico.
De forma paralela, el escritor y psicólogo Timothy Leary divulgó la sustancia en
el ambiente académico, repartiéndola entre los alumnos de las universidades de
Berkeley y Harvard, lo que le costó su puesto como profesor de este centro. Con
la ilegalización del LSD en 1965 (en puridad, la LSD, en femenino), Kesey y
Leary iniciaron un vía crucis por diversas cárceles, convirtiéndose en los
primeros mártires de la causa.
Pero tampoco hicieron falta muchos mártires para que el LSD crease un
entramado cultural extenso bajo el paraguas de la «psicodelia», palabra creada
específicamente para definir el hecho alucinatorio. Allen Ginsberg, el autor de
Aullido, alternó el peyote, con la mescalina y el LSD. Dice su biografía que, ciego
de esta última sustancia, quiso telefonear a Krushev y Kennedy para lograr la
paz mundial. Otro de los autores emblemáticos fue Hunter S. Thompson, el
creador del periodismo gonzo. En su libro Miedo y asco en Las Vegas (luego
llevado al cine por Terry Gillian, con Johnny Depp en el papel del escritor), contó
cómo se metió entre pecho y espalda el contenido de un botiquín compuesto por
varias sustancias alucinógenas.
También Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz, se internó por los caminos
de las sustancias psicodélicas o enteógenas. No sólo fue un consumidor de LSD
en el último tramo de su vida -le pidió a su mujer que le proporcionase una
elevada dosis de ácido en su lecho de muerte-, sino que escribió uno de los
títulos básicos de los viajes interiores a partir de la mescalina -la sustancia
activa del peyote-: Las puertas de la percepción. Prueba del impacto de este
volumen fue que Jim Morrison tomó del título el nombre para su grupo: The
Doors.
Y es que donde verdaderamente floreció la experiencia psicodélica fue en la
música. Casi todos los grupos de la segunda mitad de los 60 pasaron la prueba
del ácido, desde Os Mutantes hasta John Coltrane. Pero el caso paradigmático
estaría entre los grupos de rock progresivo, con los Pink Floyd de Syd Barret (el
primer disco The piper at the gates of dawn) a la cabeza, seguidos por King
Crimson y Soft Machine.
Otros himnos del viaje fueron White rabbit, del grupo de San Francisco Jefferson
Airplane, una reinterpretación de Alicia en el país de las maravillas con una
llamada a «alimentar la cabeza». Sin salir de su ciudad -la principal olla de
ebullición de la contracultura, hippismo y acidez-, los Grateful Dead propusieron
mezclas con marihuana. Un poco más al sur, Brian Wilson empezaba a hablar
con Dios en los discos de Beach Boys. Y, finalmente, los Beatles dieron carta de
naturaleza al fenómeno cuando en su disco Sgt. Pepper's... cantaron la gloria de
Lucy in the Sky with Diamonds.
Obituario en página 6
Las imágenes del ácido
Las puertas de la percepción abiertas por el ácido se materializaron en imágenes
como carteles de conciertos, portadas de discos o las explosiones de colorines
del final de '2001'.
Pero no todo fue éxtais. El LSD también proporcionaba torment y enfrentaba al
'viajero' con sus fantasmas. Por ejemplo, en un cementerio, que es donde los
moteros de 'Easy Rider' deciden explorar su yo más profundo. O en la selva,
como en 'Apocalypse Now', la epopeya de Coppola en la que el ácido se convirtió
en inspirador -la clásica escena final, con los Doors de fondo- y en combustible
durante el rodaje.
Y todo esto, a partir de una casualidad, como explicó Hofmann en una entrevista
con la revista 'Cáñamo' en su 100 cumpleaños. «Intentaba preparar un
medicamento y descubrí el LSD, esta sustancia con un efecto espiritual.
Tampoco era mi intención encontrarlo. Digamos que tuvo que ser un espíritu
generoso».
© Mundinteractivos, S.A.
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