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¿Quién es el fascista?, por Oscar Marcano
Oscar Marcano · Saturday, February 15th, 2014
En 1919 un ex-dirigente socialista truculento y patético, que había llegado a lo más
alto de la estructura del partido y editado el diario Avanti, su órgano oficial, quiso
capitalizar la desazón y el descontento originados por la pobreza que asolaba la Italia
de la primera posguerra mundial, y fundó un partido en Milán: el Fasci Italiani di
Combattimento. Su nombre: Benito Mussolini.
En 1921 lo transforma en el Partido Nacional Fascista y se hace llamar Il Duce (el
guía, el líder). Tenía la potestad de nombrar al Secretario General y a todos los cargos
inferiores. Cuando alcanza el poder, tras la marcha hasta Roma al frente de sus
40.000 camisas negras, su partido se conforma como un estado dentro del estado:
organiza su propia milicia, instituye sus grupos de choque (Principi), controla los
medios y los convierte en propagandistas de un solo discurso, el suyo; dirige la policía
política (OVRA, Organización de Vigilancia y Represión del Antifascismo) y llena las
cárceles de prisioneros políticos. Su dinámica se centra en no pretender convencer al
contrario sino en eliminarlo. En no apelar a la razón para lanzar sus consignas, sino a
la emoción. En utilizar la “mística”, la fe irracional, la propaganda y la demagogia más
ramplona, para manipular a la masa.
A través de sus grupos armados, arrebata la vida a millares de opositores sin que la
policía intervenga ni los órganos de la justicia investiguen. La persecución contra la
prensa independiente es implacable, encarcelando periodistas disidentes. La política
económica se hace cada vez más intervencionista. La corrupción se hace exponencial.
Es el principal aliado de Hitler. Pero los fracasos militares del Duce en Yugoslavia,
Grecia y norte de África durante la II Guerra Mundial anuncian su fin. Mussolini trata
de huir, pero es capturado, juzgado y ejecutado en abril del ’45. Su desaparición no
acaba con el fascismo; la implementación de sus métodos persiste en muchos
regímenes dictatoriales o autoritarios de derecha e izquierda en América Latina. No
en balde dijo el inefable Lenin a una delegación de socialistas italianos en el Moscú de
1922: “Qué desperdicio que hayamos perdido a Mussolini. Él es un hombre de primera
clase que hubiera llevado a nuestro partido al poder en Italia”.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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