“ESTÉTICA CRISTOLÓGICA”: LENGUAJE DE DIOS Cristus semper maior. En el presente trabajo mostraremos que la “estética cristológica”, categoría que hemos creado para expresar el núcleo de nuestra investigación, es un lenguaje de Dios. Tomamos la expresión en el doble sentido del genitivo: lenguaje con el que Dios nos habla, lenguaje con el que nosotros podemos hablar sobre Dios en el siglo XXI.1 Centraremos nuestra investigación en la obra del teólogo español Olegario González de Cardedal, quien nos ha abierto a la reflexión en estas jornadas con sus decires y pensares, y sobre cuyos textos y vida hemos realizado nuestras búsquedas, las cuales presentamos brevemente en esta instancia de encuentro y de diálogo. 1. ¿Qué es la estética cristológica? Podemos hablar de estética cristológica como resultado de la manifestación de Cristo en todo su misterio, en una epifanía de su propio ser, de su “figura”, con una dinámica que le da a esta estética unas notas propias y peculiares.2 Es el amor extático de Jesucristo en la manifestación de su misterio más íntimo, obrando en todos los aspectos de su existencia, sobre todo en el misterio de la encarnación, la transfiguración, la cruz, la resurrección y la ascensión. Esta mirada estética de la cristología no es en Cardedal una categoría más entre otras desde las que fuera posible abarcar el misterio de Cristo, sino un Sitz-im-Leben propio del autor, un punto de mira, desde el que enfoca su producción cristológica. No se trata de decir de modo bonito lo mismo que se ha dicho desde otras perspectivas o lógicas, sino que consiste en organizar la cristología desde las mismas categorías estéticas. 1 Esta estética es objetiva y subjetiva, de modo que ambas vertientes de la realidad quedan incluidas en la arquitectura de esta búsqueda. Es objetiva porque brota del objeto del cual se trata; es también subjetiva, porque el autor queda involucrado en lo que dice y en lo que hace. Esto excluye toda construcción subjetivista, de modo que apareciera sólo como un capricho del autor o de la época de turno. De este modo se genera un doble movimiento: presencia de Cristo en el hombre y del hombre en Cristo, que produce una interpenetración mutua, una especie de perijóresis cristológica.3 El resultado es lo que llamamos estética cristológica.4 En la estética cristológica quedan incorporados no sólo los poetas (literatos) sino también los músicos, los pintores y los escultores. Sus libros son abundantes en estas referencias, y Cardedal apela a ellas continuamente. 2. ¿Por qué no hablamos de una cristología estética? ¿Por qué hablamos de estética cristológica y no de cristología estética? Porque no son los cánones de la estética filosófica los que diseñan el camino de la cristología, sino la cristología la que demarca la vertiente de la estética. No construimos una cristología desde saberes extra teológicos y/o mundanos, sino que la estética es diseñada desde la cristología. Es ésta la que pone los parámetros y no aquella, entendida como desgajada del edificio teológico.5 En efecto, una mera y simple cristología estética (por ejemplo, como la que pregonaba Oscar Wilde antes de su experiencia en la cárcel), termina siendo una superficial deformación de la estética cristológica.6 En cambio, González de 2 Cardedal presenta hitos para desarrollar una teología sobre Cristo (cristología) a la luz del tercer trascendental.7 3. ¿Quiénes son los hacedores de esta estética cristológica? No sólo integra González de Cardedal a los poetas y escritores en su mirada estético-cristológica, hablando explícitamente de una “cristología poética”.8 Continuamente recurre a pintores, que con sus obras reflejan lo que él mismo viene planteando. Lo mismo hace con los músicos, y también con los místicos, a quienes consideramos aquí bajo la perspectiva de “artistas del Espíritu”. Por este motivo queremos dejar asentado que además de poetas, encontramos en su obra la convocatoria a otros artistas y estetas. Una sinfonía de “voces” sobre Cristo: así es la estética cristológica que propone González de Cardedal. Cardedal ha intentado unir lo que estaba separado, siempre teniendo en cuenta que las diversas teologías “son formas expresivas del Misterio inabarcable”.9 Y que “cada una de ellas es un nuevo acceso a la totalidad del Misterio; un intento de decir de nuevo toda la revelación de Dios en Cristo y de conferir palabra a la realidad humana en busca de salvación”.10 La teología no vive en una única alcoba, ni puede ser reducida a un solo enfoque: la teología vive en el templo, la academia y la plaza pública, tres “lugares” que le son propios. Su real complejidad, por ser la complejidad del objeto que aborda, es inabarcable desde una sola perspectiva. En esta sinfonía de voces sobre Cristo que nuestro autor se propone, no se deja a nadie afuera. Porque no es el autor el que decide quien toca en su “orquesta teológica”, sino que es Cristo quien se dice a sí mismo del modo que Él quiere. Y en 3 esta docilidad a las voces que se dicen en distintas mediaciones, Cardedal integra a todos los artistas posibles para que hagan sonar su música que, en definitiva, es la música de Cristo que resuena a través de todos ellos. Lenguajes abiertos que juntos puedan decir la plenitud de la gracia manifestada en Cristo Jesús. Así se forma el concierto de voces que dan ex-presión al inagotable misterio del Verbo hecho carne. Y podremos comprender “la anchura, la longitud, la altura y la profundidad”11 del misterio del amor de Dios revelado en Cristo. De este modo pintores, músicos y místicos, cada uno con su experiencia y su punto de mira, vienen a ensanchar y profundizar esta sinfonía de voces sobre Cristo, a aportar sus timbres sonoros y sus acordes, a estirar las posibilidades crísticas hasta los extremos, para que esta sinfonía de voces pueda ser audible para el hombre de hoy que a tientas busca a Dios manifestado en Cristo. 4. Estética cristológica: lenguaje de Dios. Proponemos la estética cristológica como un lenguaje de Dios para el siglo XXI, ya que “(...) a la luz de esta comprehensión estética de Jesús, es decir, de la posibilidad de sentir, ver y tocar a Dios mismo a través de él, se comprende la historia espiritual del cristianismo”.12 Y en esta dimensión estética de Jesucristo es comprensible la consigna lanzada por dos grandes hombres del siglo XX: “El siglo XXI será místico o no será”.13 No porque la Belleza haya de tiranizar y monopolizar, por así decirlo, a los otros dos 4 trascendentales, sino porque “la refulgencia de la Belleza emerge del ser mismo y manifiesta de él su bondad y verdad”.14 Esta es la dimensión estética de la realidad en su más profunda entraña. Y en esta dimensión los artistas son hacedores de primer orden, ya que “¿Qué otra cosa han querido hacer los artistas sino dar cuerpo y figura concretas, fraternas de cada cultura y tiempo, al rostro del Eterno que encontramos misericordioso y humano en la faz de Jesús?”.15 Esa faz de Jesús, ese rostro, no es otro que el rostro del Crucificado: desde la gloria de la cruz brota la estética cristológica que propone nuestro autor en su obra. Una estética que no tiene los cánones de la belleza mundana o filosófica, sino una belleza que se deja impregnar por la fascinación de la cruz. Belleza propia del orden de Dios, de la gracia, de la santidad, del amor, que incluye en sí misma, desbordándolas, todas las realidades del mundo, aún el pecado y la muerte. “Cristo es la figura personal del Dios personal supra personal y la presencia particular del Dios universal; figura de su majestad en la desfiguración de la cruz como expresión del amor que no exige sino que se entrega. Todo perdón y amor que no quieran ser violentos ni humillantes tienen que entregarse humillados. Por eso la «pasión de Dios» es la forma radical e incondicional de su afirmación del hombre. Su belleza es de otro orden, si la comparamos con la belleza apolínea, romántica, geométrica. Es la belleza propia del orden de la santidad, que subyace y abarca a los otros órdenes, dándoles consistencia en un sentido y mostrando en otro el hontanar divino del que brotan y el mar infinito hacia el que marchan”.16 5 González de Cardedal propone un camino estético que no pretende agotar el misterio de Cristo. Y esto por una opción del mismo autor ya que “hay muchas más cosas en la realidad que las que caben en la filosofía o teología de un tiempo concreto. El hombre es mayor que sus sistemas”.17 Estética cristológica significa que se construye la cristología a partir de la mismísima figura de Jesús, revelado tal cual es, y en este sentido, ipsissimus Christus, y desde esa figura que se nos manifiesta en toda su gratuidad y esplendor, se conforma una cristología, que en este caso llamamos estética cristológica, no aplicando categorías estéticas construidas a priori por una filosofía de la belleza, sino la misma Belleza de Cristo que aparece tanto cuando Jesús con simplicidad contempla los lirios del campo y las aves del cielo, como cuando con astucia discute con los fariseos y doctores de la ley; tanto cuando con ternura atrae a los niños hacia su regazo como cuando con furia expulsa a los vendedores del templo; tanto cuando conmovido en sus entrañas llora la muerte de su amigo Lázaro como cuando sereno y victorioso se alza de la muerte; tanto cuando felizmente proclama sobre un monte la bella-aventura de su bienaventurado mensaje central, como cuando aparentemente vencido y abandonado muere en la cruz.18 El punto de partida de esta estética cristológica es que “todo conocimiento verdaderamente teologal de Dios nace de esta misteriosa manifestación de sí mismo que Dios concede al hombre”.19 Y entonces, “el teólogo es un hombre mitad profeta, que oye la palabra de Dios, y mitad poeta, que se la recrea a los hombres”.20 Teólogos y poetas son hermanos y comparten la misma suerte, ya que viven en colinas cercanas. Tensados hacia la Belleza, comparten con su objeto el destino de fragilidad y kénosis propio de Aquel a quien desean alcanzar, y por quien son 6 arrebatados. “El teólogo lo mismo que los poetas y artistas verdaderos es un ser absolutamente indefenso, frágil y pobre”.21 El teólogo habla de Dios y del hombre, siendo teólogo en ambos casos. Refiriéndose a este aspecto, dice Cardedal acerca de un gran Padre de la Iglesia: “¿Dónde hace más teología San Agustín: en el tratado Sobre la Trinidad o en Las confesiones? El primero cuenta y sondea en la vida eterna e inefable de Dios; el segundo cuenta y lleva ante Dios el enigma temporal e insondable del hombre”.22 Hablar de Dios y del hombre y, por lo tanto, de Jesucristo, Dios-hombre: tarea que roza los límites de la existencia, los bordes de la vida, y por eso, tarea que emplea el símbolo y la poesía, dos modos de decir revelando y ocultando a la vez aquello que es inefable. “Allí donde la experiencia ha crecido hasta el límite, hasta el límite ha crecido la capacidad simbolizadora, poética de la palabra. Por ello San Juan de la Cruz es el místico y poeta supremo del cristianismo”.23 Cardedal puede decir de Cristo que “La Belleza es su propia forma de existencia, con aquella transparente cotidianidad abierta a todos, con una majestad hecha de sencillez, con la inserción en la naturaleza a la vez que en la sociedad, con la referencia a Dios explicitada en oración, en fidelidad y obediencia, con aquel estar en medio de todos como quien sirve, con su muerte, donde la degradación violenta que le es inflingida desde fuera acrecienta la expresión de su inocencia consciente, de su rendición en el perdón y de su entrega en la súplica 7 por todos (...) Cristo se ha convertido en fuente, fundamento y objeto de fe porque sumando grandeza y sencillez, inserción humana y referencia divina, fidelidad a su personal destino y realísima solidaridad con los hombres, ha aparecido como la expresión accesible y la encarnación humilde de esos tres órdenes de realidad: Verdad, Bondad y Belleza. Al final él será confesado como la Verdad, la Bondad y la Belleza, conjugadas y personalizadas”.24 Esa belleza que, recibida gratuitamente, suscita un entusiasmo (en el sentido etimológico de la palabra: “tener-a-Dios-adentro-de-sí-mismo”), que es la clave para adentrarse en el misterio de Cristo tal como él es. Cardedal dice que “Allí donde más se ha insistido en amar a Dios gratis, en corresponder sólo por amor al amor precedente, en la ineficacia de lo divino para lo humano en sus efectos primarios, justamente allí es donde han florecido el entusiasmo por la filosofía, el arte, la cultura, la santidad, la enseñanza, las bellas letras, y donde más construcciones se han elevado “para gloria de Dios y alegría de mis hermanos los hombres”, como firmaban sus partituras Bach y sus manuscritos Wittgenstein”.25 Amor, gratuidad, entusiasmo: estos son diversos modos de decirse el único Misterio en la vida de los hombres. Tres palabras primordiales que remiten al origen amoroso, gratuito y entusiasmante de la realidad: Jesucristo: es él el bello lenguaje de Dios a los hombres y es él el bello lenguaje de los hombres a Dios. Pbro. Lic. JUAN QUELAS 28 de agosto de 2007 8 BIBLIOGRAFÍA. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, OLEGARIO, Cuatro poetas desde la otra ladera. Unamuno, Jean Paul, Machado, Oscar Wilde. Prolegómenos para una cristología, Trotta, Madrid, 1996. –, “Dios al encuentro del hombre en Jesucristo”, en GALINDO, ÁNGEL. - SÁNCHEZ CARO, JOSÉ MANUEL, El hombre ante Dios. Entre la hipótesis y la certeza, Salamanca, 2003, 121-183. –, El lugar de la teología. Discurso leído el día 11 de marzo de 1986 en el acto de su recepción pública como Académico de Número por el Excelentísimo Señor Don Olegario González de Cardedal y Discurso de contestación del Académico Excmo. Sr. D. Mariano Yela Granizo, s/e, Salamanca, Madrid, 1986. –, Fundamentos de cristología. I. El Camino, BAC, Madrid, 2005. –, La teología española ante la nueva Europa, Universidad de Salamanca-Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1994. –, “Prólogo” en GESCHÉ, ADOLPHE, El sentido. Dios para pensar VII, Sígueme, Salamanca, 2004 BALTHASAR, HANS URS VON, Gloria. Una estética teológica, tomo I, Encuentro, Madrid, 1985. SALAMANCA BARRERA, LI MIZAR, La obra de arte, lugar de teofanía. (Trabajo de grado para obtener el título de Doctorado en Teología. Directora: Dra. Consuelo Vélez Caro), Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de teología, Bogotá, 2005. QUELAS, JUAN, “Belleza de Cristo”. Hitos para una estética cristológica en español con eros teológico y pathos literario: Olegario González de Cardedal», Tesis de Licenciatura, Facultad de Teología, UCA, Buenos Aires, 2007 (inédita). –, “Recensión” a LI MIZAR SALAMANCA BARRERA, La obra de arte, lugar de teofanía. (Trabajo de grado para obtener el título de Doctorado en Teología. Directora: Dra. Consuelo Vélez Caro), Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de teología, Bogotá, 2005; en Teología 88 (2005) 745-748. 9 NOTAS. Una ampliación de estas reflexiones se puede ver en mi disertación escrita para obtener la Licenciatura en Teología con especialización en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Católica Argentina: « “Belleza de Cristo”Hitos para una estética cristológica en español con eros teológico y pathos literario: Olegario González de Cardedal», Buenos Aires, 2007 (inédita). La misma fue realizada con la dirección del Pbro. Dr. Marcelo González y co-dirección de la Dra. Cecilia Avenatti de Palumbo. 2 “Lo primero en una vida humana verdadera no es la dominación del material que se nos ofrece a nuestros sentidos, descuartizando sus elementos y reduciéndolo a categorías previas, sino la percepción de la figura que el mundo real nos ofrece. La actitud primordial no es la captación, apropiación y reducción de lo otro a lo propio sino el encuentro, la interacción, la audición y el reconocimiento de la alteridad, no sólo en el caso de la persona sino también de las cosas”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas desde la otra ladera. Unamuno, Jean Paul, Machado, Oscar Wilde. Prolegómenos para una cristología, Trotta, Madrid, 1996, 576. 3 Para esto el autor recurre a la categoría de presencia: “Presencia de Cristo a cada hombre y presencia de cada hombre a Cristo”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas, 627. 4 Al proponer una estética cristológica no negamos ni ocultamos una teológica y una dramática, que también hace Cardedal, sino que ponemos la lupa en esta dimensión de su obra. “Cualquier intento de separar mística y estética, por un lado, de ética y teología, por otro, equivale a destruir la única realidad de Cristo arrancando del único canon del Nuevo Testamento bien a Pablo y a Juan, o bien a los Sinópticos”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas, 516. 5 “(...) lo racional realizado no agota toda la realidad que nos está destinada, nos pertenece y necesitamos. las grandes creaciones literarias, los relatos, símbolos y “visiones”, nos abren a ella. aquí radica la verdad, belleza y fecundidad de la Biblia, rica como ningún otro libro de bosques divinos y selvas humanas en los que podemos morar, pensar, soñar, y como hombres trascendernos hasta la gloria de Dios. Esos relatos y símbolos son el manadero de toda filosofía y poesía, porque no dejan de dar que pensar y amar, hacer y esperar”, ”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, “Prólogo” en A. GESCHÉ, El sentido. Dios para pensar VII, Sígueme, Salamanca, 2004, 12. 6 Acerca de esta distinción, aboga Balthasar por una estética teológica que “no trabaje primariamente con las categorías extrateológicas de la estética filosófica mundana (...) sino que conquiste su doctrina de la belleza a partir de los datos de la revelación y sirviéndose de métodos genuinamente teológicos”, H. U. VON BALTHASAR, Gloria. Una estética teológica, tomo I, Encuentro, Madrid, 1985, 109. 7 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Gloria I, 15. 8 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro Poetas, 66-77. 9 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología. Discurso leído el día 11 de marzo de 1986 en el acto de su recepción pública como Académico de Número por el Excelentísimo Señor Don Olegario González de Cardedal y Discurso de contestación del Académico Excmo. Sr. D. Mariano Yela Granizo, s/e, Salamanca, Madrid, 1986, 36. 10 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología, 36. 11 Ef 3, 18. 12 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas, 513. 13 MALRAUX y RAHNER, citados en O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, La teología española ante la nueva Europa, Universidad de Salamanca-Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1994, 53. 14 L. M. SALAMANCA BARRERA, La obra de arte, lugar de teofanía. (Trabajo de grado para obtener el título de Doctorado en Teología. Directora: Dra. Consuelo Vélez Caro), Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología, Bogotá, 2005, 25. Cardedal asegura que “en Cristo son inseparables su aparición y figura personal (cristología de percepción o estética, en el sentido de Goethe), de su acción e implicación en la historia de la libertad humana (cristología dramática), de su palabra divina expresada en palabras humanas y de su ser Lógos traducido en existencia humana (cristología lógica)”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Fundamentos de cristología. I. El Camino, BAC, Madrid, 2005, 529 (cursivas nuestras). 15 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas, 591. 16 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas, 592-593. 17 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cuatro poetas, 603. En perspectiva de cristología fundamental, dice así: “La diversidad con que los autores del NT propusieron la persona y la salvación de Cristo sigue siendo ejemplar de la libertad con la que los teólogos pueden presentar a Cristo en cada generación y de la responsabilidad con que deben hacerlo ante cada cultura, de forma que todos los hombres y culturas encuentren anticipada, correspondida y corregida en el NT su peculiar sensibilidad ante la revelación. La fe implica unidad de realidad divina creída y de relación personal con ella, pero no de sistema conceptual interpretativo”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Fundamentos I, 442-443. 18 Haciendo un paralelismo con la obra de arte, Cardedal dice así: “La obra de arte es un don, que en gratuidad absoluta se da y en gratuidad absoluta exige ser contemplada. No son necesarias ni suficientes las introducciones técnicas e historiográficas para captar la esencia de la obra de arte. Hay que mirarla en paz y 1 10 sosiego, dejándose arrastrar hasta su fondo revelador. Ella no es deducible de nada anterior ni conduce a nada posterior. Una pintura o escultura de Fidias, Fray Angélico, Miguel Ángel, el Greco, Velázquez, Picasso, Rodin o Rouault están ahí desvalidas y frágiles en un sentido; potentes y reveladoras en otro. Se las descubre estando ante ellas. En gratuidad se dan y en gratuidad hay que acogerlas. Son realidad y revelación al mismo tiempo. No hay razones exteriores a la obra de arte. Así es Jesús figura de revelación. Y lo es tanto en los actos de majestad como en la pasión en la cruz”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Fundamentos I, 414 (cursivas en el autor). 19 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología, 86. 20 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología, 113. 21 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología, 129. 22 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología, 122. 23 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El lugar de la teología, 87. 24 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Fundamentos I, 722-723. 25 O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL–, “Dios al encuentro del hombre en Jesucristo”, en GALINDO, ÁNGEL. SÁNCHEZ CARO, JOSÉ MANUEL, El hombre ante Dios. Entre la hipótesis y la certeza, Salamanca, 2003, 121-183; 179. 11