Discurso del Ministro Ricardo Patiño

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Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores y Movilidad
Humana, Ricardo Patiño
El 19 de junio de 2012, hace exactamente dos años, el periodista
Julian Assange se presentó en la Embajada del Ecuador en Londres,
y solicitó la protección del Estado ecuatoriano. Declaró entonces
ser un perseguido político, como consecuencia del ejercicio de su
derecho a informar al público sobre hechos relevantes,
relacionados con graves violaciones de los derechos humanos en
Irak, y en otras partes del mundo.
A través de un estudio pormenorizado del caso, se determinó que
existía un temor fundado de persecución política motivada por sus
actividades como periodista. Ecuador es signatario de varios
instrumentos internacionales de carácter vinculante, entre los que
cabe citar el Estatuto de los Refugiados de 1951, y su Protocolo
Adicional de 1967, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de 1967, la Convención contra la Tortura de 1984, así
como la Convención Americana de Derechos Humanos de 1969, y la
Convención de Caracas sobre Asilo Diplomático de 1954. Esto
compromete a nuestro país a defender los derechos humanos de
las personas; a protegerlos frente a la persecución política de la que
son objeto, independientemente del poderío que tengan los
perseguidores. No es una opción la nuestra; es un deber. Pero
también es un derecho que nos asiste como país, en función de
todos los instrumentos internacionales reconocidos por los países.
Sobre la base de nuestros principios y nuestras responsabilidades
para con el Derecho Internacional, leales a la tradición
orgullosamente protectora del derecho de asilo de nuestro país y
de nuestra América Latina, el Gobierno ecuatoriano tomó la
decisión soberana -y legal- de conceder asilo político al
ciudadano Julian Assange. Consecuentemente, solicitamos el
salvoconducto, que debe permitir a Assange desplazarse de
forma segura hasta territorio ecuatoriano.
Por otro lado, y desde el comienzo, este Gobierno ha querido ser
también fiel al espíritu de cooperación judicial entre países, por lo
que ha mantenido las puertas abiertas a la fiscalía de Suecia, para
que pueda continuar con la investigación preliminar, entrevistando
a Assange; bien a través de video conferencia, bien a través de la
presencia física en nuestra Embajada de funcionarios suecos. La
posibilidad de colaborar con las autoridades
suecas
se
extendería
a
territorio
ecuatoriano, llegado el caso. La
entrevista a distancia está perfectamente contemplada, tanto en el
Convenio Europeo relativo a la Asistencia judicial en materia penal
del año 2000, como en la propia Ley de Enjuiciamiento Criminal
Sueca, que abre esta opción, siempre que el otro Estado lo permita.
De hecho, autoridades suecas viajaron recientemente a
Polonia para realizar una investigación relativa a la muerte de 69
vacas en la población sueca de Stjarnhov.
La legislación sueca, como el resto de las legislaciones del mundo
respetuosas con los derechos humanos, establece un principio
universal, que es el de la Tutela Judicial Efectiva. Este principio,
consagrado en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de las Naciones Unidas, está claramente reconocido en la misma
Ley de Enjuiciamiento Criminal Sueca, que establece la obligación
del Ministerio Fiscal de instruir un proceso sin dilaciones indebidas.
De esta forma, se busca garantizar el acceso de los
demandantes a la Justicia, pero también fue diseñado para evitar
que las personas permanezcan demasiado tiempo en un estado de
incertidumbre sobre su destino. Y, en caso de que se encuentren en
situación privativa de libertad, para garantizar que dicha privación
no dure más de lo necesario.
Dos años después, la investigación preliminar está estancada, sin
que la Fiscalía de Suecia haya adoptado ninguno de los mecanismos
que, conforme a la legislación, tiene a su disposición para proseguir
la investigación.
-------------------Por su parte, el Gobierno del Reino Unido ha reiterado su
intención de cumplir con los compromisos derivados de la Orden de
Detención Europea, dictada contra Assange. Igualmente, ha
insistido en que su país no es firmante de la Convención de
Caracas sobre Asilo Diplomático, a la que, sin embargo, sí está
obligada el Ecuador.
Frente a este aparente impasse jurídico, nuestro Gobierno ha
buscado desde el primer momento, una solución compatible con
los intereses de las personas involucradas, y coherente con las
normas y principios jurídicos del Derecho Internacional que
conciernen a todos los países involucrados.
En primer lugar, el Gobierno de Ecuador entiende perfectamente
que la decisión de entregar al señor Assange al Reino de Suecia se
enmarca en el concepto de cooperación judicial en materia penal
que rige entre los países miembros de la Unión Europea. Pero no es
menos cierto que el numeral 12 de la Decisión Marco del Consejo
Europeo, de 13 de junio de 2002, relativa a la orden de detención
europea y a los procedimientos de entrega entre Estados
miembros, establece que “la presente Decisión Marco respeta los
derechos fundamentales y observa los principios reconocidos en el
artículo 6 del Tratado de la Unión Europea, y reflejados en la Carta
de los derechos fundamentales de la Unión Europea”, añadiendo
que no procede “la entrega de una persona contra la que se ha
dictado una orden detención europea cuando existan razones
objetivas para suponer que dicha orden de detención ha sido
dictada con fines de persecución o sanción a una persona por razón
de […] opiniones políticas […] o que la situación de dicha persona
pueda quedar perjudicada por cualquiera de estas razones”.
De esto, se desprenden dos importantes consecuencias de orden
jurídico:
La primera, que por encima de la Decisión Marco, se encuentra el
deber de respetar y proteger los derechos fundamentales y los
principios reconocidos en el Tratado de la Unión Europea y la Carta
de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Es más, a la
Carta de Derechos Fundamentales se le atribuye el mismo valor
jurídico que los tratados, lo cual refuerza el carácter jurídicamente
vinculante que se quiere conferir a la Carta, la consiguiente
preponderancia que estos instrumentos otorgan a los derechos
humanos, y el carácter imperativo de las obligaciones erga omnes
(es decir, “frente a todos”) que se derivan de dicho instrumento.
La segunda, que reconoce la plena vigencia del principio de no
devolución, cuando existan razones objetivas de que la orden de
entrega podría encontrarse motivada por un afán persecutorio o
punitivo causado por las opiniones políticas, o si, por las mismas
causas, la entrega puede agravar la situación de la persona
reclamada.
Como ven, ambas conclusiones son concomitantes con la posición
de principios que sostiene el Ecuador en la esfera de los derechos
humanos.
---------------En junio de 2013, hace un año, tuve la ocasión de entrevistarme
con el Secretario de Asuntos Exteriores del Gobierno británico, el
señor William Hague. En aquel encuentro, propuse la creación de
un grupo de trabajo conjunto entre ambos países -al que podrían
sumarse representantes del Gobierno sueco-, para alcanzar una
solución político-diplomática, sobre la base de la confianza mutua,
y las normas jurídicas internacionales, de las que todos somos
parte. Pese al entendimiento inicial con el Secretario Hague, la
dificultad en establecer los términos y objetivos concretos del
grupo, han impedido que el mismo se haya siquiera constituido
hasta el momento.
Mientras tanto, ha pasado otro año.
El artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948 establece que “toda persona tiene derecho a buscar asilo,
y a disfrutar de él”. Tras dos años del confinamiento de Julian
Assange en una pequeña Embajada, en pleno centro de Londres,
resulta irónico que fuera el Reino Unido el que sugiriera el verbo
“disfrutar” en los históricos debates que llevaron a la redacción
final de la Declaración del 48.
“No solo recibir asilo”, decían entonces los delegados británicos.
“Disfrutar del asilo”, insistieron que se pusiera en el texto. Cuán
enfadados estarían hoy esos representantes británicos si
supieran lo que su país está haciendo con Julian Assange.
El paso del tiempo no solo ha agravado la falta de acceso a una
tutela judicial efectiva, en la medida en que –como decía
anteriormente- cada vez es mayor la dilación de un caso que
mantiene a una persona sin libertad de movimientos. La
imposibilidad de salir de la Embajada está deteriorando la
calidad de vida y la salud física de Julian Assange. Imaginen ustedes,
por un momento, que son confinados durante una semana a un
espacio cerrado, sin posibilidad de estar al aire libre. Ahora,
multipliquen ese tiempo por cien, e imaginen la angustia del
confinado, de su familia, y de sus hijos.
Como consecuencia de esto, hay una responsabilidad ante la
vulneración del derecho de este periodista a gozar de libertad, y de
un nivel de vida adecuado, tal y como lo estipula el artículo 25 de
la Declaración Universal de Derechos Humanos (“Toda persona
tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como
a su familia, la salud y el bienestar, (…), la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios”). Es más; de necesitarse atención
médica compleja en una situación grave, Assange podría acabar
pagando con la vida el servicio prestado a la Humanidad; el
atrevimiento de abrir los ojos de todos nosotros, ante una
realidad –ante un delito- que nos fue escondido durante tanto
tiempo.
----------------Ahora, les pido que presten atención a esta información. Fíjense
ustedes; en 1998, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia y Ecuador
coincidimos plenamente para patrocinar una declaración a la que
hoy nos vemos obligados a apelar. Porque las declaraciones no son
solo para las fotos, o para los aplausos fáciles; las declaraciones se
acuerdan para cumplirlas. Veamos lo que dice esta Declaración
sobre los Defensores de los Derechos Humanos, aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas. Su artículo 9, 3, literal a)
estipula que toda persona tiene derecho a “denunciar las políticas y
acciones de los funcionarios y órganos gubernamentales en
relación con violaciones de los derechos humanos y las libertades
fundamentales…”. Igualmente, el artículo 12.3 establece que
“Toda persona tiene derecho a una protección eficaz de las leyes
nacionales al reaccionar u oponerse, por medios pacíficos, a
actividades y actos, con inclusión de las omisiones, imputables a los
Estados que causen violaciones de los derechos humanos y las
libertades fundamentales”.
----------------Llamo a los Estados involucrados en este caso; a sus principales
autoridades, para que actúen de acuerdo a los múltiples
instrumentos vinculantes que he citado anteriormente, y de los que
somos parte. Concretamente, llamo a que atiendan los principios
universales que los inspiraron.
Apelo también a las instancias de defensa de Derechos Humanos en
la ONU (Consejo de Ginebra, relatorías, etc.),
a todas las
organizaciones de derechos humanos, y a la opinión pública en
general, a que defiendan los derechos de Julian Assange. En
particular su derecho a difundir información relevante para el
público cuando se violen derechos humanos, en su calidad de
periodista, de defensor de los derechos humanos y de
ciudadano, así como su libertad.
Me dirijo también a los grandes medios de comunicación. En
especial, a los diarios El País, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel,
y The New York Times, que aprovecharon la información exclusiva
que la organización Wikileaks les proporcionó, para publicarla, y
obtener así réditos empresariales.
Pero sobre todo, me refiero al clamoroso silencio del que hemos
sido testigos por parte de la comunidad de periodistas, salvo
honrosas excepciones. Ustedes, periodistas, que reivindican -con
razón- la función social del periodismo; que subrayan precisamente
la importancia de hacer públicos los atentados y violaciones contra
los derechos humanos como medio para salvaguardarlos; ustedes,
que a menudo citan el artículo 19 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, el cual establece que “todo individuo
tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este
derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el
de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas,
sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Ustedes, periodistas, presencian hoy la persecución política contra
un militante de la causa por la libertad de información; y lo saben.
También saben que esta situación abre el paso a que, en el futuro,
las retaliaciones contra aquellos que hacen públicas estas
violaciones, se multipliquen. En su caso, no alertar sobre este
futuro evitable supone traicionar a aquellos compañeros suyos que
padecieron represión y muerte, como consecuencia de su
compromiso con la especie humana. Ustedes no pueden permitir –
todos nosotros, no podemos permitir- que estos sacrificios hayan
sido inútiles.
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