La oración de San Egidio 08/05/2005 - 22/05/2005 http://www.santegidio.org/cast/preghiera 08/05/2005 Liturgia del domingo Domingo de la Ascensión Recuerdo de la virgen María, venerada como nuestra Señora de Luján en Argentina. Primera Lectura Hechos de los Apóstoles 1,1-11 El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días». Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» El les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.» Salmo responsorial Salmo 46 (47) ¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría! Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la tierra toda. El somete a nuestro yugo los pueblos, y a las gentes bajo nuestros pies; él nos escoge nuestra herencia, orgullo de Jacob, su amado. Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la trompeta: ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad! Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con destreza! Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado trono. Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham. 1 Pues de Dios son los escudos de la tierra, él, inmensamente excelso. Segunda Lectura Efesios 1,17-23 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero. Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 28,16-20 Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» Homilía «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?» La pregunta de los dos hombres vestidos de blanco sorprende a los discípulos, que están oprimidos por un sentimiento de vacío, flotando entre la nostalgia del pasado y el desánimo del presente. Están pensando en ellos y no en Jesús. Su cielo está cerrado porque sólo se miran a ellos mismos. La voz de Dios no proviene de aquel cielo, ni tampoco los ángeles suben y bajan de él. Y aun así, insisten en fijar su mirada en este cielo. Pero la Palabra de Dios, verdadero ángel del cielo, se presenta a nosotros para sacarnos de nuestro horizonte limitado. Y nos invita a mirar al Señor. Aquel cielo, que ya no está cerrado ni vacío, se convierte en el lugar del que se puede esperar algo, el retorno «un día» de Jesús «tal como le habéis visto subir al cielo». Esperar eso significa creer que él fue «ocultado a sus ojos» y aún está vivo. Si ya no está entre nosotros no es porque ha desaparecido; al contrario, su presencia se ha difundido por todo el mundo. Por tanto, Jesús más que alejarse del mundo, para el que se ha hecho inaprensible, se ha sustraído de estar de un modo limitado entre los hombres. Se ha sustraído quizás a nuestra posesión, que es el motivo por el que el cielo se nos muestra vacío y no logramos siquiera verle. Pero el mensaje de la Ascensión es otro. Es la invitación a seguir a Jesús que se hace presente en todo el mundo, sabiendo que él nos acompaña por todas partes. Hay momentos en los que el cielo parece estar cerrado y vacío por nuestro pecado. Pero hay muchos hombres y muchas mujeres para los que el cielo está realmente cerrado y vacío por nuestro pecado. Son las muchedumbres a las que nunca se aparecen hombres vestidos de blanco para anunciar que «Jesús vendrá». Nosotros no les vemos, al igual que no vemos al Hijo del hombre que ha ascendido al cielo, pero ellos están ahí. Son los que viven fuera de nuestro país, de nuestra ciudad, de nuestros Estados. A veces hablan nuestra lengua, otras veces, su color de piel es distinto. Pero 2 Jesús subió al cielo también para ellos, para que pudieran formar parte de aquella familia de discípulos que él había convocado. ***** 09/05/2005 Memoria de los pobres Canto de los Salmos Psaume 83 (84) ¡Qué amables tus moradas, oh Yahveh Sebaot! Anhela mi alma y languidece tras de los atrios de Yahveh, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo. Hasta el pajarillo ha encontrado una casa, y para sí la golondrina un nido donde poner a sus polluelos: ¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot, rey mío y Dios mío! Pausa. Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre. Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, y las subidas en su corazón. Al pasar por el valle del Bálsamo, lo hacen un hontanar, y la lluvia primera lo cubre de bendiciones. De altura en altura marchan, y Dios se les muestra en Sión. ¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria, tiende tu oído, oh Dios de Jacob! Oh Dios, escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido. Pausa. Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, estar en el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en las tiendas de impiedad. Porque Yahveh Dios es almena y escudo, él da gracia y gloria; Yahveh no niega la ventura a los que caminan en la perfección." ¡Oh Yahveh Sebaot, dichoso el hombre que confía en ti! 3 Lectura de la Palabra de Dios Génesis 45,1-15 Ya no pudo José contenerse delante de todos los que en pie le asistían y exclamó: "Echad a todo el mundo de mi lado." Y no quedó nadie con él mientras se daba a conocer José a sus hermanos. (Y se echó a llorar a gritos, y lo oyeron los egipcios, y lo oyó hasta la casa de Faraón.) José dijo a sus hermanos: "Yo soy José. ¿Vive aún mi padre?" Sus hermanos no podían contestarle, porque se habían quedado atónitos ante él. José dijo a sus hermanos: "Vamos, acercaos a mí." Se acercaron, y él continuó: "Yo soy vuestro hermano José, a quien vendisteis a los egipcios. Ahora bien, no os pese mal, ni os dé enojo el haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros. Porque con éste van dos años de hambre por la tierra, y aún quedan cinco años en que no habrá arada ni siega. Dios me ha enviado delante de vosotros para que podáis sobrevivir en la tierra y para salvaros la vida mediante una feliz liberación. O sea, que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios, y él me ha convertido en padre de Faraón, en dueño de toda su casa y amo de todo Egipto. Subid de prisa a donde mi padre, y decidle: "Así, dice tu hijo José: Dios me ha hecho dueño de todo Egipto; baja a mí sin demora. Vivirás en el país de Gosen, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos y nietos, tus ovejas y tus vacadas y todo cuanto tienes. Yo te sustentaré allí, pues todavía faltan cinco años de hambre, no sea que quedéis en la miseria tú y tu casa y todo lo tuyo." Con vuestros propios ojos estáis viendo, y también mi hermano Benjamín con los suyos, que es mi boca la que os habla. Notificad, pues, a mi padre toda mi autoridad en Egipto y todo lo que habéis visto, y en seguida bajad a mi padre acá." Y echándose al cuello de su hermano Benjamín, lloró; también Benjamín lloraba sobre el cuello de José. Luego besó a todos sus hermanos, llorando sobre ellos; después de lo cual sus hermanos estuvieron conversando con él. «Yo soy vuestro hermano José.» Es la afirmación de un hombre vendido y convertido en esclavo que no ha hecho de la venganza y del odio el motivo de su vida. José ha vivido para llegar a revelar a aquel pueblo la realidad más verdadera y más bella de la vida: reconocerse corno hermanos. Su sueño ha seguido una historia que parecía estar marcada para siempre por la enemistad hasta hacer posible y comprensible esta afirmación. Los hermanos lo reconocieron como tal cuando comenzaron a «conversar con él». La «palabra» es la fuerza y la expresión de la fraternidad. Así deberíamos presentarnos a un mundo con frecuencia dividido por las diversidades y por los conflictos. «Yo soy vuestro hermano José» es la palabra con la que ir al encuentro de todos. El sueño de José, que es el sueño de Dios, se convierte entonces en el nuestro: ser hombres y mujeres que saben atraer a todos hacia un espíritu de concordia y de comunión. ***** 4 10/05/2005 Memoria de la Madre del Señor Canto de los Salmos Psaume 84 (85) Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra, has hecho volver a los cautivos de Jacob; has quitado la culpa de tu pueblo, has cubierto todos sus pecados, Pausa. has retirado todo tu furor, has desistido del ardor de tu cólera. ¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación, cesa en tu irritación contra nosotros! ¿Vas a estar siempre airado con nosotros? ¿Prolongarás tu cólera de edad en edad? ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije? ¡Muéstranos tu amor, Yahveh, y danos tu salvación! Voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, Yahveh habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen. Ya está cerca su salvación para quienes le temen, y la Gloria morará en nuestra tierra. Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan; " la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia. El mismo Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará; La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino. Lectura de la Palabra de Dios Génesis 50,15-25 Vieron los hermanos de José que había muerto su padre y dijeron: "A ver si José nos guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos." Por eso mandaron a José este recado: "Tu padre encargó antes de su muerte: Así diréis a José: Por favor, perdona el crimen de tus hermanos y su pecado. Cierto que te hicieron daño, pero ahora tú perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre." Y José lloró mientras le hablaban. Fueron entonces sus hermanos personalmente y cayendo delante de él dijeron: "Henos aquí, esclavos tuyos somos." Replicóles José: "No temáis, ¿estoy yo acaso en vez de Dios? Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. Así que no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros pequeñuelos." Y les consoló y les 5 habló con afecto. José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre, y alcanzó José la edad de 110 años. José vio a los biznietos de Efraím; asimismo los hijos de Makir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José. Por último, José dijo a sus hermanos: "Yo muero, pero Dios se ocupará sin falta de vosotros y os hará subir de este país al país que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob." José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: "Dios os visitará sin falta, y entonces os llevaréis mis huesos de aquí." No todas las sombras han desaparecido de aquel pueblo de hermanos. Quien vive en el miedo y en el rencor tiene siempre motivos para temer a los demás, aunque reciba el bien, aunque sea amado, como hizo José con sus hermanos. Eso es lo que les ocurrió a aquellos hermanos que no se fían de José. Pero él les revela el secreto de aquella historia difícil: Dios mismo ha guiado misteriosamente aquella historia para que venciese el bien, no el mal. José tranquiliza a sus hermanos y les invita a tener confianza en su futuro. La fraternidad de aquel pueblo, guiada por el Señor, no engaña, es una realidad que hay que vivir con alegría y hay que comunicar sin temor a perderse a uno mismo. En la fraternidad no se pierde nada de cuanto se tiene, más bien al contrario, el don de cada uno se multiplica y va en beneficio de todos. Es lo que contestará Jesús a Pedro cuando éste le preguntó qué recibirían ellos que habían dejado todo para seguirle. Jesús les dijo que recibirían el ciento por uno de lo que habían dejado. No hay motivo para tener miedo. Dios ha preparado para aquellos hermanos y para cada uno de nosotros un futuro hermoso y gozoso; él proveerá nuestra vida. A nosotros se nos pide tener fe. ***** 11/05/2005 Memoria de los santos y de los profetas Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 1,8-22 Se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía de José; y que dijo a su pueblo: "Mirad, los israelitas son un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no sea que en caso de guerra se una también él a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y salir del país." Les impusieron pues, capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos; y así edificaron para Faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés. Pero cuanto más les oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de modo que los egipcios llegaron a temer a los israelitas. Y redujeron a cruel servidumbre a los israelitas, les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del campo y toda clase de servidumbre que les imponían por crueldad. El rey de Egipto dio también orden a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá, y la otra Puá, diciéndoles: "Cuando asistáis a las hebreas, observad bien las dos piedras: si es niño, hacedle morir; si es niña dejadla con vida." Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños. Llamó el rey de Egipto a las parteras y les dijo: "¿ Por qué habéis hecho esto y dejáis con vida a los niños?" Respondieron las parteras a Faraón: "Es que las hebreas no son como las egipcias. Son más robustas, y antes que llegue la partera, ya han 6 dado a luz." Y Dios favoreció a las parteras. El pueblo se multiplicó y se hizo muy poderoso. Y por haber temido las parteras a Dios, les concedió numerosa prole. Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: "Todo niño que nazca lo echaréis al Río; pero a las niñas las dejaréis con vida." El faraón, rey de Egipto, ante el crecimiento numérico de los hijos de Israel tiene miedo. Por eso idea un diseño de muerte contra aquel pueblo extranjero. Se trata de oprimir y eliminar al pueblo de Israel, empezando por los niños, por los más débiles. Pero dos mujeres, que tienen «temor de Dios», principio de la sabiduría tal como dicen a menudo las Escrituras (Pr 1,7), son un instrumento de salvación para aquel pueblo. Incluso nosotros, a pesar de ser débiles como aquellas dos mujeres, si nos dejamos guiar por el temor del Señor, podemos ser principio de vida para los demás, signo de compasión para aquel que es distinto y extranjero en un mundo al que molesta su presencia. Dios bendice y hace fecunda la vida de aquellos que desde su temor sirven a los pobres y a los débiles. La historia de salvación de Israel de la esclavitud de Egipto empieza por la compasión de dos débiles mujeres que «temían a Dios» y no a los hombres. Y precisamente gracias a dos mujeres, Dios pudo reiniciar la historia con aquel pueblo cuyo destino parecía ya marcado por la muerte. ***** 12/05/2005 Memoria de la Iglesia Recuerdo de san Pancracio, mártir a los 14 años por amor del Evangelio. Oración por las jóvenes generaciones, para que encuentren el Evangelio y el Señor. Canto de los Salmos Psaume 85 (86) Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre, guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios, tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día; recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma. Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan; Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas. En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder; 7 entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas. Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre; pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú. Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad, concentra mi corazón en el temor de tu nombre. Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre, pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del fondo del seol. Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos. Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad, ¡vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva. Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas. Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 2,1-10 Un hombre de la casa de Leví fue a tomar por mujer una hija de Leví. Concibió la mujer y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo, tomó una cestilla de papiro, la calafateó con betún y pez, metió en ella al niño, y la puso entre los juncos, a la orilla del Río. La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que le pasaba. Bajó la hija de Faraón a bañarse en el Río y, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla del Río, divisó la cestilla entre los juncos, y envió una criada suya para que la cogiera. Al abrirla, vio que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: "Es uno de los niños hebreos." Entonces dijo la hermana a la hija de Faraón: "¿Quieres que yo vaya y llame una nodriza de entre las hebreas para que te críe este niño?" Vete, le contestó la hija de Faraón. Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. Y la hija de Faraón le dijo: "Toma este niño y críamelo que yo te pagaré." Tomó la mujer al niño y lo crió. El niño creció, y ella lo llevó entonces a la hija de Faraón, que lo tuvo por hijo, y le llamó Moisés, diciendo: "De las aguas lo he sacado." La narración del nacimiento de Moisés nos asombra. Moisés es de la tribu de Leví, que precisamente en Gn 49, 5-7 había sido maldecida por su violencia. Además él tiene un nombre egipcio y está totalmente integrado en la cultura egipcia. Crece en la casa del 8 faraón. Son elementos contradictorios que, sin embargo, no impiden a Dios elegir precisamente a Moisés para liberar al pueblo de Israel. Moisés se presenta como el «salvado de las aguas». Dios le ha salvado para indicar la tarea que confiará a Moisés con respecto al pueblo de esclavos: liberar a Israel de la esclavitud haciéndole pasar a través de las aguas del mar. De modo inesperado Dios se acerca a los hombres. La historia de Israel parecía una historia de la que no se podía escapar. Pero Dios no abandona a los hombres, no abandona a los pobres, a los esclavos, a los condenados. Él suscita a muchos Moisés para que puedan trazar un camino de libertad para todos, venciendo la resignación sobre la imposibilidad de la salvación. Realmente «todo es posible a quien tiene fe». ***** 13/05/2005 Memoria de Jesús crucificado Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 2,11-22 En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, fue a visitar a sus hermanos, y comprobó sus penosos trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. Miró a uno y a otro lado, y no viendo a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Salió al día siguiente y vio a dos hebreos que reñían. Y dijo al culpable: "¿Por qué pegas a tu compañero?" El respondió: "¿Quién te ha puesto de jefe y juez sobre nosotros? ¿Acaso estás pensando en matarme como mataste al egipcio?" Moisés, lleno de temor, se dijo: "La cosa ciertamente se sabe." Supo Faraón lo sucedido y buscaba a Moisés para matarle; pero él huyó de la presencia de Faraón, y se fue a vivir al país de Madián. Se sentó junto a un pozo. Tenía un sacerdote de Madián siete hijas, que fueron a sacar agua y llenar los pilones para abrevar las ovejas de su padre. Pero vinieron los pastores y las echaron. Entonces, levantándose Moisés, salió en su defensa y les abrevó el rebaño. Al volver ellas a donde su padre Reuel, éste les dijo: "Cómo es que venís hoy tan pronto?" Respondieron: "Un egipcio nos libró de las manos de los pastores, y además sacó agua para nosotras y abrevó el rebaño." Preguntó entonces a sus hijas: "¿Y dónde está? ¿Cómo así habéis dejado a ese hombre? Llamadle para que coma." Aceptó Moisés morar con aquel hombre, que dio a Moisés su hija Séfora. Esta dio a luz un hijo y llamóle Guersom, pues dijo: "Forastero soy en tierra extraña." Moisés ve la esclavitud del pueblo de Israel y siente compasión, o mejor dicho, experimenta la indignación ante aquella profunda injusticia. Pero la respuesta violenta que da matando a un egipcio no soluciona el problema de la esclavitud. Debe alejarse de la mentalidad violenta que en cierto modo lo ponía en el mismo plano que el opresor. Huye hacia Madián buscando un refugio para su vida que está en peligro. Moisés, aun así, no pierde la conciencia de su vínculo con aquel pueblo de esclavos a los que había reconocido como hermanos suyos. Se siente un emigrante y sabe que no puede vivir por mucho tiempo en la tranquilidad mientras sus hermanos sufren. También hoy en día algunos emprenden el camino de la violencia y muchos se alejan del sufrimiento del mundo, resignados a la impotencia y viviendo una vida saciada y 9 tranquila. Los pobres y los que sufren son nuestros parientes, nuestros hermanos, parte de nuestra familia. No podemos desentendernos de ellos buscando una vida tranquila para nosotros. El Señor nos hace formar parte de su esperanza para lograr la salvación de todos, empezando por los más pobres. ***** 14/05/2005 Memoria de los apóstoles Recuerdo de san Matías apóstol Canto de los Salmos Psaume 86 (87) Su fundación sobre los santos montes ama Yahveh: las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob. Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios: Pausa. Yo cuento a Ráhab y Babel entre los que me conocen. Tiro, Filistea y Etiopía, fulano nació allí. Pero de Sión se ha de decir: "Todos han nacido en ella", y quien la funda es el propio Altísimo. Yahveh a los pueblos inscribe en el registro: "Fulano nació allí", Pausa. y los príncipes, lo mismo que los hijos, todos ponen su mansión en ti. Lectura de la Palabra de Dios Hechos de los Apóstoles 1,21-26 «Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección.» Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.» Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles. 10 Matías es elegido para recomponer el número de los doce, correspondiente a las doce tribus de Israel, es decir, el pueblo entero. Había en aquel número un ansia de totalidad, de universalidad que no podía ni atenuarse ni suprimirse. Era así entonces, y es así todavía hoy. Para Jesús, todos deben recibir el anuncio de la salvación. Por eso los apóstoles debían elegir al duodécimo apóstol porque ningún pueblo, ninguna nación, ninguna persona es extraña al Evangelio. El espíritu universal de Jesús es parte integrante de la misión de la comunidad cristiana. No había que elegir a uno cualquiera. El criterio se establece inmediatamente: el elegido tenía que haber vivido con Jesús, tenía que haberle escuchado, visto, tocado, seguido. En definitiva, tenía que ser un verdadero testigo. En cierto modo, eso es cierto también hoy. Quien está encargado del anuncio del Evangelio debe vivirlo él mismo, en primera persona. La elección del duodécimo indica que cada uno de nosotros puede y debe ser un testigo fiel de Jesús entre los hombres. ***** 15/05/2005 Liturgia del domingo Domingo de Pentecostés Primera Lectura Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.» Salmo responsorial Psaume 103 (104) ¡Alma mía, bendice a Yahveh! ¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad, arropado de luz como de un manto, tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda, 11 levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas; tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros. Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre jamás. Del océano, cual vestido, la cubriste, sobre los montes persistían las aguas; al increparlas tú, emprenden la huida, se precipitan al oír tu trueno, y saltan por los montes, descienden por los valles, hasta el lugar que tú les asignaste; un término les pones que no crucen, por que no vuelvan a cubrir la tierra. Haces manar las fuentes en los valles, entre los montes se deslizan; a todas las bestias de los campos abrevan, en ellas su sed apagan los onagros; sobre ellas habitan las aves de los cielos, dejan oír su voz entre la fronda. De tus altas moradas abrevas las montañas, del fruto de tus obras se satura la tierra; la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan, y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre. Se empapan bien los árboles de Yahveh, los cedros del Líbano que él plantó; allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña; los altos montes, para los rebecos, para los damanes, el cobijo de las rocas. Hizo la luna para marcar los tiempos, conoce el sol su ocaso; mandas tú las tinieblas, y es la noche, en ella rebullen todos los animales de la selva, los leoncillos rugen por la presa, y su alimento a Dios reclaman. Cuando el sol sale, se recogen, y van a echarse a sus guaridas; 12 el hombre sale a su trabajo, para hacer su faena hasta la tarde. ¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra. Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él el hervidero innumerable de animales, grandes y pequeños; por allí circulan los navíos, y Leviatán que tú formaste para jugar con él. Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento; tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes. Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo, y expiran y a su polvo retornan. Envías tu soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra. ¡Sea por siempre la gloria de Yahveh, en sus obras Yahveh se regocije! El que mira a la tierra y ella tiembla, toca los montes y echan humo. A Yahveh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios. ¡Oh, que mi poema le complazca! Yo en Yahveh tengo mi gozo. ¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los impíos! ¡Bendice a Yahveh, alma mía! Segunda Lectura Primera Corintios 12,3-7.12-13 Por eso os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede decir: «¡Anatema es Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el Espíritu Santo. Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. 13 Lectura de la Palabra de Dios Juan 20,19-23 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Homilía «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar» (Hch 2,1). Habían pasado cincuenta días desde la Pascua y ciento veinte seguidores de Jesús (los doce con el grupo de los discípulos junto con María y las demás mujeres) se encontraban juntos, como solían hacer, en el cenáculo. Tras la Pascua no habían dejado de reunirse para rezar, escuchar las Escrituras y vivir en fraternidad. Esta tradición apostólica no se ha interrumpido nunca hasta nuestros días. No sólo en Jerusalén sino en muchas otras ciudades del mundo, los cristianos continúan encontrándose «todos reunidos en un mismo lugar» para escuchar la Palabra de Dios, para alimentarse del pan de la vida y para continuar viviendo juntos en la memoria del Señor. Aquel día de Pentecostés fue decisivo para los discípulos a causa de los acontecimientos que tuvieron lugar tanto dentro como fuera del cenáculo. Narran los Hechos de los Apóstoles que «de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso» sobre la casa en la que se encontraban los discípulos; fue una especie de terremoto que se oyó en toda Jerusalén, hasta el punto que mucha gente acudió ante aquella puerta para ver qué sucedía. Rápidamente se dieron cuenta de que no se trataba de un terremoto normal. Se había apreciado una fuerte sacudida, pero no se había derrumbado nada. Desde fuera no se veían los «derrumbamientos» que se estaban produciendo en el interior. Dentro del cenáculo, efectivamente, los discípulos experimentaron un auténtico terremoto que, a pesar de ser fundamentalmente interior, les afectó visiblemente a todos ellos y al entorno. Vieron «unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas». Fue para todos ellos –desde los apóstoles hasta los discípulos y las mujeres– una experiencia que les cambió profundamente. Pero aquel terremoto interior que cambió el corazón de los discípulos tuvo reflejos también en el exterior. Aquella puerta cerrada se abrió y los discípulos empezaron a hablar a la multitud congregada. La larga y detallada enumeración de pueblos indica la presencia del mundo entero: estaban todos los pueblos. Y mientras los discípulos de Jesús hablan, todos ellos les entienden en su propia lengua: «Todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios», afirman estupefactos. Desde aquel día el Espíritu del Señor empezó a superar límites que parecían infranqueables. Pentecostés ponía fin a Babel. El Espíritu Santo daba inicio a un tiempo nuevo, el tiempo de la comunión y de la fraternidad. La Iglesia empieza en Jerusalén, entre el cenáculo y la plaza: los discípulos, llenos del Espíritu Santo superan su miedo y empiezan a predicar. Jesús les había dicho: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, 14 os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13). El Espíritu ha venido, y desde aquel día continúa guiando a los discípulos por los caminos del mundo. La soledad, la confusión, la incomprensión, la orfandad y la lucha fratricida ya no son ineludibles en la vida de los hombres, porque el Espíritu ha venido para «renovar la faz de la tierra» (Sal 104,30). El apóstol Pablo, en la Epístola a los Gálatas, exhorta a los creyentes a caminar «según el Espíritu» para no dar «satisfacción a las apetencias de la carne… Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes» (Ga 5,16-21). Y añade: «En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5,22). El mundo necesita esos frutos. Pentecostés es el inicio de la Iglesia. El Espíritu Santo se infunde también sobre nosotros para que salgamos de nuestras avaricias y de nuestras cerrazones y testimoniemos así el amor del Señor anunciando su Evangelio a todas las criaturas hasta los confines de la Tierra. ***** 16/05/2005 Memoria de los pobres Canto de los Salmos Psaume 87 (88) Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche; llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor. Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del seol; contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado: relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu mano. Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos; sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes. Pausa. Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho para ellos un horror, cerrado estoy y sin salida, mi ojo se consume por la pena. Yo te llamo, Yahveh, todo el día, tiendo mis manos hacia ti. Pausa. ¿Acaso para los muertos haces maravillas, o las sombras se alzan a alabarte? 15 ¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición? ¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas, o tu justicia en la tierra del olvido ?""" Mas yo grito hacia ti, Yahveh, de madrugada va a tu encuentro mi oración; " ¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas, lejos de mí tu rostro ocultas? Desdichado y agónico estoy desde mi infancia, he soportado tus terrores, y ya no puedo más; " han pasado tus iras sobre mí, tus espantos me han aniquilado. Me envuelven como el agua todo el día, se aprietan contra mí todos a una. Has alejado de mí compañeros y amigos, son mi compañía las tinieblas. Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 2,23-25 Durante este largo período murió el rey de Egipto; los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. Oyó Dios sus gemidos, y acordóse Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció... Parece que todo ha terminado para aquel pueblo de esclavos. Moisés, el hombre que había intentado ayudarles, está en Madián. ¿Quién oirá el gemido de los israelitas? ¿Quién escuchará su lamento? ¿Quién escucha el grito de muchos pobres de nuestro mundo, el gemido que se eleva en lugares lejanos, el lamento de los ancianos, de los niños asesinados o vendidos, de los condenados a muerte? El mundo se muestra a menudo insensible, indiferente. Está prisionero de sus quehaceres, de sus intereses, del miedo a perder lo que tiene. El grito de los pobres es un llamamiento de justicia y de misericordia que llega hasta Dios. Él lo escucha, al igual que escuchó el grito de Israel en Egipto. Cada creyente, cada comunidad cristiana debe acoger el lamento de los pobres y presentarlo a Dios en la oración incesante. Es una tarea importante de la que todo creyente debe responsabilizarse. La oración es el primer e indispensable modo de ocuparse de los pobres. De ese modo imitamos la misericordia divina que es la primera en darse cuenta de la esclavitud que vive su pueblo. Dios se percibe de su situación, se preocupa de ellos y no les abandona. Y nos pide a nosotros que le ayudemos en la obra de salvación. ***** 16 17/05/2005 Memoria de la Madre del Señor Canto de los Salmos Psaume 88 (89) El amor de Yahveh por siempre cantaré, de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad. Pues tú dijiste: "Cimentado está el amor por siempre, asentada en los cielos mi lealtad. Una alianza pacté con mi elegido, un juramento hice a mi siervo David: Para siempre jamás he fundado tu estirpe, de edad en edad he erigido tu trono." Pausa. Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas, y tu lealtad en la asamblea de los santos. Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh, quién a Yahveh se iguala entre los hijos de los dioses? Dios temible en el consejo de los santos, grande y terrible para toda su corte. Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?, poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te circunda. Tú domeñas el orgullo del mar, cuando sus olas se encrespan las reprimes; " tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver, a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo. Tuyo es el cielo, tuya también la tierra, el orbe y cuanto encierra tú fundaste; " tú creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre. Tuyo es el brazo y su bravura, poderosa tu mano, sublime tu derecha; " Justicia y Derecho, la base de tu trono, Amor y Verdad ante tu rostro marchan. Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh; " en tu nombre se alegran todo el día, en tu justicia se entusiasman. Pues tú eres el esplendor de su potencia, por tu favor exaltas nuestra frente; " sí, de Yahveh nuestro escudo; del Santo de Israel es nuestro rey." Antaño hablaste tú en visión a tus amigos, y dijiste: 17 ""He prestado mi asistencia a un bravo, he exaltado a un elegido de mi pueblo." He encontrado a David mi servidor, con mi óleo santo le he ungido; " mi mano será firme para él, y mi brazo le hará fuerte. No le ha de sorprender el enemigo, el hijo de iniquidad no le oprimirá; " yo aplastaré a sus adversarios ante él, heriré a los que le odian. Mi lealtad y mi amor irán con él, por mi nombre se exaltará su frente; " pondré su mano sobre el mar, sobre los ríos su derecha. El me invocará: ¡Tú, mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación! " Y yo haré de él el primogénito, el Altísimo entre los reyes de la tierra. Le guardaré mi amor por siempre, y mi alianza será leal con él; " estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos. Si sus hijos abandonan mi ley, y no siguen mis juicios, " si profanan mis preceptos, y mis mandamientos no observan, castigaré su rebelión con vara, y su culpa con azote, " mas no retiraré de él mi amor, en mi lealtad no fallaré. No violaré mi alianza, no cambiaré lo que sale de mis labios; " una vez he jurado por mi santidad: ¡a David no he de mentir! Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí, " por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo."" Pausa. " Pero tú has rechazado y despreciado, contra tu ungido te has enfurecido; " has desechado la alianza con tu siervo, has profanado por tierra su diadema. Has hecho brecha en todos sus vallados, sus plazas fuertes en ruina has convertido; " 18 le han saqueado todos los transeúntes, se ha hecho el baldón de sus vecinos. A sus adversarios la diestra has exaltado, a todos sus enemigos has llenado de gozo; " has embotado el filo de su espada, y no le has sostenido en el combate. Le has quitado su cetro de esplendor, y su trono por tierra has derribado; " has abreviado los días de su juventud, le has cubierto de ignominia. Pausa. ¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh? ¿arderá tu furor por siempre como fuego? Recuerda, Señor, qué es la existencia, para qué poco creaste a los hijos de Adán. ¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte, quién librará su alma de la garra del seol? Pausa. ¿Dónde están tus primeros amores, Señor, que juraste a David por tu lealtad? Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos: cómo recibo en mi seno todos los dardos de los pueblos; " así ultrajan tus enemigos, Yahveh, así ultrajan las huellas de tu ungido. ¡Bendito sea Yahveh por siempre! ¡Amén! ¡Amén! Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 3,1-6 Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yahveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: "Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza." Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!" El respondió: "Heme aquí." Le dijo: "No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada." Y añadió: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob." Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios. Moisés ha dejado aparte su indignación ante la injusticia y lleva una vida tranquila en su familia. Pero el Señor no se ha olvidado de la miseria de su pueblo. Como fuego ardiente irrumpe en la vida de Moisés. Es el fuego del amor de Dios, el fuego de su compasión que se le aparece de manera inesperada a un hombre olvidadizo y resignado, que sólo pretende apacentar su rebaño. El Señor se acerca y llama por su 19 nombre a Moisés, que responde prontamente y con confianza. El Señor se acerca a cada uno de nosotros desde la tierra santa de la comunidad cristiana, desde el lugar de la oración cuando se abre el libro de las sagradas Escrituras y Dios nos habla. El fuego de su palabra nos despierta de una vida atareada y distraída. Él es el Dios de la historia de hombres y mujeres de fe, que antes de nosotros han respondido con confianza: «Heme aquí». Por la fe de un solo hombre Dios salvó a un pueblo entero. No nos echemos atrás ante la llamada de Dios. Como Moisés, como Samuel (1 S 3), como el profeta Isaías (Is 6), como muchos otros profetas, respondamos con confianza: «Heme aquí». El Señor nos hará profetas de su amor para salvar al mundo. ***** 18/05/2005 Memoria de los santos y de los profetas Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 3,7-12 Dijo Yahveh: "Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos. Así pues, el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen. Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto." Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?" Respondió: "Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte ." Dios no está lejos de los hombres. Al contrario, se rebaja hasta tocar la miseria para liberarles. En el Éxodo Dios dice: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor». El Señor no es impasible. El grito de su pueblo le conmueve y decide bajar del cielo para liberarlo. Es el descendimiento de Dios que se hará aún más visible en Jesús, siervo que sufre, que ha cargado con el dolor del pueblo de Israel y del mundo entero. Dios no actúa solo, sino que involucra a Moisés y a cada uno de nosotros en su preocupación por la salvación y nos envía a los que sufren y a los pobres para que seamos signo concreto de su misericordia. La objeción de Moisés es a menudo también la nuestra: ¿«Quién soy yo» para ir a liberar a aquel pueblo de esclavos, para hacer frente a un hombre fuerte como el faraón? Es una objeción que esconde en realidad nuestra pereza. El Señor estará al lado de cada uno de nosotros. No estamos solos luchando contra el mal, no estamos solos cerca de los que sufren. Dios es nuestra fuerza. Por eso le servimos en la montaña donde se ha aparecido y nos ha hablado. ***** 20 19/05/2005 Memoria de la Iglesia Canto de los Salmos Salmo 89 (90) Señor, tú has sido para nosotros un refugio de edad en edad. Antes que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios. "Tú al polvo reduces a los hombres, diciendo: ""¡Tornad, hijos de Adán!"" " Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. Tú los sumerges en un sueño, a la mañana serán como hierba que brota; por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca. Pues por tu cólera somos consumidos, por tu furor anonadados. Has puesto nuestras culpas ante ti, a la luz de tu faz nuestras faltas secretas. Bajo tu enojo declinan todos nuestros días, como un suspiro consumimos nuestros años. Los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan presto y nosotros nos volamos. ¿Quién conoce la fuerza de tu cólera, y, temiéndote, tu indignación? ¡Enséñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón! ¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus siervos. Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida. Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste, los años en que desdicha conocimos. ¡Que se vea tu obra con tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos! ¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos! 21 Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 3,13-15 Contestó Moisés a Dios: "Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?" Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy." Y añadió: "Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros." Siguió Dios diciendo a Moisés: "Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación." Moisés todavía titubea y duda ante el deber que se le ha confiado. Pone a prueba a Dios pidiéndole su nombre. Dios no se niega a contestar, aunque su respuesta sea casi enigmática. Moisés oye: «Dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a vosotros». ¿Cuál es el significado de este nombre? La respuesta de Dios no es evasiva ni difícil. Tampoco es una definición abstracta o teórica. En un cierto sentido Dios no responde o, mejor dicho, manifiesta su proximidad a su pueblo: yo soy aquel que está contigo, que te acompañará a lo largo del camino de liberación, el que estará contigo en la tierra prometida. El nombre de Dios está íntimamente unido a la historia, a la relación personal con su pueblo. Se podría decir que Dios se revela mientras se pone en relación con las historias de quienes lo acogen, mientras se acerca a nosotros, hombres y mujeres del mundo. «El es el que es» mientras se acerca a nosotros. En efecto, es el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, un Dios que se ha revelado guiando la vida de hombres que han tenido fe en él, que le han escuchado y seguido. Sólo podemos conocer el nombre de Dios abandonándonos confiadamente en él en la historia de cada día. ***** 20/05/2005 Memoria de Jesús crucificado Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 4,1-9 Respondió Moisés y dijo: "No van a creerme, ni escucharán mi voz; pues dirán: "No se te ha aparecido Yahveh."" Díjole Yahveh: "¿Qué tienes en tu mano?" "Un cayado", respondió él. Yahveh le dijo: "Échalo a tierra." Lo echó a tierra y se convirtió en serpiente; y Moisés huyó de ella. Dijo Yahveh a Moisés: "Extiende tu mano y agárrala por la cola." Extendió la mano, la agarró, y volvió a ser cayado en su mano... Para que crean que se te ha aparecido Yahveh, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Y añadió Yahveh: "Mete tu mano en el pecho." Metió él la mano en su pecho y cuando la volvió a sacar estaba cubierta de lepra, blanca como la nieve. Y le dijo: "Vuelve a meter la mano en tu pecho." La volvió a meter y, cuando la sacó de nuevo, estaba ya como el resto de su carne. Así pues, si no te creen ni escuchan la voz por la primera señal, creerán por la segunda. Y si no creen tampoco por estas dos señales y no escuchan tu voz, tomarás agua del Río y la derramarás en el suelo; y el agua que saques del Río se convertirá en sangre sobre el suelo." 22 No es fácil para el Señor convencer a Moisés. Lo había atraído hasta él, en la montaña, le había revelado su nombre, pero Moisés desconfía de los demás, pensaba que no le iban a escuchar. Aún no había comprendido que su fuerza estaba sólo en el Señor. Se encontraba ante un país fuerte y poderoso. Egipto era una de las grandes potencias de la época. ¿El pueblo de Israel accedería a abandonar un país seguro –aunque opresor– para emprender un camino desconocido? ¿Emprendería aquel camino basándose sólo en la palabra de uno que, además, había huido? Dios muestra a Moisés los prodigios que puede hacer quien confía en su palabra. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no es menos fuerte que el faraón de Egipto. Hace que los que confían en él cumplan prodigios. Su palabra hace prodigios si se comunica con franqueza y sin temor. «Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo; y nada os podrá hacer daño», dirá Jesús a los discípulos que se alegraban de la fuerza de la palabra que habían comunicado. ***** 21/05/2005 Vigilia del domingo Lectura de la Palabra de Dios Éxodo 4,10-17 Dijo Moisés a Yahveh: "¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de lengua." Le respondió Yahveh: "¿Quién ha dado al hombre la boca? ¿? Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahveh? Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir." El replicó: "Por favor, envía a quien quieras." Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Moisés, y le dijo: "¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente ahora sale a tu encuentro, y al verte se alegrará su corazón. Tu le hablarás y pondrás las palabras en su boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. El hablará por ti al pueblo, él será tu boca y tú serás su dios. Toma también en tu mano este cayado, porque con él has de hacer las señales." Tampoco para Moisés la respuesta es inmediata. Moisés se siente inadecuado: nunca ha sabido hablar a los demás. ¿Cómo podrá ir a aquel pueblo del que había huido para hablarle de Dios? ¿Cómo comunicarle el Evangelio del éxodo, la buena noticia de una liberación que a todos les parecía imposible, y quizás no deseada? ¿Cómo podrá convencer a un hombre poderoso como el faraón? Moisés busca motivos para echarse atrás ante el deber que Dios le ha confiado. Su corazón aún titubea porque no cree en la compañía y en la fuerza del Señor. Pero cuando Dios llama, nunca deja de prestar la ayuda necesaria. La respuesta divina es doble: «Yo estaré contigo»; «Tienes a tu hermano Aarón». Dios está con nosotros, habla con nosotros y nos sostiene. Él no abandona a los discípulos en el mundo, especialmente les sostiene en las dificultades. Además nos ha enviado hermanos para ayudarnos a comunicar la palabra que nos ha 23 confiado. Todos nosotros hemos recibido el don de los hermanos –del mismo modo que Moisés tuvo a Aarón– que nos ayudan a comunicar la alegría del Evangelio. No hay nada que temer. El Señor no nos deja solos; y vemos que la compañía de los hermanos y de las hermanas que hemos recibido como don es dulce y fuerte. ***** 22/05/2005 Liturgia del domingo Fiesta de la Trinidad Primera Lectura Éxodo 34,4-6.8-9 Labró Moisés dos tablas de piedra como las primeras y, levantándose de mañana, subió al monte Sinaí como le había mandado Yahveh, llevando en su mano las dos tablas de piedra. Descendió Yahveh en forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés invocó el nombre de Yahveh. Yahveh pasó por delante de él y exclamó: "Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, Al instante, Moisés cayó en tierra de rodillas y se postró, diciendo: "Si en verdad he hallado gracia a tus ojos, oh Señor, dígnese mi Señor venir en medio de nosotros, aunque sea un pueblo de dura cerviz; perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya." Salmo responsorial Daniel 3, 52-56 Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito tu nombre, santo y glorioso: a él gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres en el templo de tu santa gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y alabanza por los siglos. Segunda Lectura Segunda Corintios 13,11-13 Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo. Todos los santos os saludan. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Lectura de la Palabra de Dios Juan 3,16-18 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, 24 sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Homilía Con la fiesta de la Trinidad se abre el tiempo litúrgico denominado «ordinario», porque no contiene ningún recuerdo especial de la vida de Jesús. Aun así, no es un tiempo menos significativo que el anterior. Es más, podríamos decir que la fiesta de la Santísima Trinidad proyecta su luz sobre toda la historia humana. De hecho, la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo está presente desde la creación: «la Palabra estaba con Dios» y «todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe», tal como escribe Juan en el prólogo de su Evangelio. Eso significa que ya el momento de la creación está radicalmente marcado por la comunión entre el Padre y el Hijo hasta el punto de poder afirmar que toda realidad humana está hecha de comunión y por la comunión. Dios, después de haber creado al hombre, dijo: «No es bueno que el hombre esté solo». Tampoco Dios está solo. El Dios de Jesús no es un ser solitario sino una «familia» de tres personas. Se podría decir que se aman tanto que son una sola cosa. Y no se han guardado su alegría sino que la han derramado sobre los hombres. Escribe Juan: «Dios ha amado tanto al mundo que ha dado su hijo unigénito, para quien crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). Enviar al hijo no nace de una obligación jurídica, sino de una superabundancia de amor. La Trinidad no es otra cosa que este misterio superabundante de amor, que desde el cielo se ha derramado sobre la Tierra superando fronteras, límites y creencias. Es como una energía irrefrenable para quien la acoge. El Espíritu Santo empuja, arrastra hacia Dios. La Trinidad, esta increíble «familia», ha optado por entrar en la historia de los hombres para llamarlos a todos a formar parte de ella. Este es el horizonte final que el misterio de la Trinidad nos abre hoy. Y este horizonte es, sin duda, el desafío más grande lanzado a todas las Iglesias cristianas, a todas las religiones, a todos los hombres. Es el desafío a vivir en el amor, justo cuando parece fortalecerse el camino de los particularismos y del individualismo. La Trinidad nos empuja a superar los límites, y siempre los relativiza hasta destruirlos. Donde hay amor, allí está Dios. 25