MADRID - CULTURA Crítica teatral: Avaricia, lujuria y muerte: Valle desmadrado 01-05-2009 - - Antonio Castro - Fotografías: CDN El “Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte” se representa con frecuencia en nuestra escena. Son especialmente recordados dos montajes. El primero, dirigido por José Luis Alonso en el Maria Guerrero el año 1966. El segundo, de 1995, puesto en pie magistralmente por José Luis Gómez para inaugurar su Abadía. Ahora llegan al teatro Valle Inclán tres de las obras: Ligazon, La cabeza del bautista y La rosa de papel. Estarán hasta el 21 de junio. Ligazon: respetuosa Ana Zamora dirige “Ligazon” con bastante respeto al texto de Valle, aunque haga recitar a sus actores las acotaciones, tan hermosas como el diálogo. Intenta lograr un ambiente onírico de noche gallega para propiciar la ligazón de sangre que marcará la rebeldía de una hija a la que se quiere entregar por dinero. Tiene momentos de gran belleza merced a una lograda iluminación y a la corrección de los cuatro actores. Pero falla el resultado final, quizá porque la idea de sombras chinescas no terminar de resultar efectiva. Tal vez le falten ensayos. Pero es la pieza más cercana a lo que siempre hemos visto como Valle. La cabeza del Bautista: atrevida Alfredo Sanzol se atreve a más con “La cabeza del Bautista”. Trae la historia a los años sesenta, horteras, exagerados, chulescos y entrañables. Hasta se permite incluir una serie de cancioncillas de esa época que todos los adolescentes de entonces bailábamos en verbenas, bodas y guateques. Y le funcionan. La pieza se convierte en un cromo de colores chillones, divertido hasta cuando empieza a aparecer la tragedia. La visión del esperpento de este director bebe, posiblemente, del ambiente de su infancia. Un cuadro de intérpretes impecables hace reír con su pretendido pasotismo. El montaje crece cuando se quedan solos los dos protagonistas. Juan Codina y la, cada vez más, estupenda Lucía Quintana realizan un mano a mano espléndido. La rosa de papel: exagerada Pero el montaje aún da una vuelta de tuerca más gracias a “La rosa de papel” de Salva Bolta. Sí respeta escrupulosamente, me parece, hasta la última coma. Pero los personajes se mueven como en una mala representación de ópera provocando momentos descacharrantes. Excepcional la muerte de la Floriana y la siguiente aparición del coro de vecinos e hijos llorosos. Los figurines y la caracterización, solanescos, son un hallazgo y los actores bordan sus cometidos. El único pero desde mi punto de vista es que, con tantos elementos brillantes y excesivos, se roza la exageración en el conjunto de la interpretación, demasiado arriba y voceada desde el principio. Pero plásticamente es un chafarrinón de una desvergüenza que, posiblemente, haría reír a don Ramón. Acertadas las versiones musicales que van desde el Amami, Alfredo, de La Traviata, hasta el “funeral por la reina Mary”. Añadiré, finalmente, que es muy saludable que los directores que están tomando el relevo se enfrenten a nuestros clásicos con desenvoltura y sin complejos. Cuando hay talento, textos como los de Valle salen bien parados casi con cualquier protesta. Aunque me temo que les van a llover algunas críticas por su osadía. Es que no son, afortunadamente para ellos, Calixto Bieto.