Estado, laicización y educación Leticia Ruano Ruano* E l siglo veinte trajo consigo la polarización y la radicalización ideológica de la separación Iglesia católica y Estado mexicano. Las ideas liberales decimonónicas cobraron bríos entre las iniciativas y discursos del grupo en el poder. Las etapas revolucionaria y posrevolucionaria fueron los momentos históricos de mayor auge en la intransigencia de la aplicación de los principios jacobinos en la política de laicización del Estado. Uno de los campos en que se aplicaron fue precisamente el educativo, considerado como eje y motor del dominio de las conciencias. El trinomio Estado-laicización-educación es una vieja relación impregnada de historias y significados que han dado sentido a las formas concretas del Estado en las diferentes sociedades del mundo. Pero, ¿qué es laicización? ¿Qué medidas laicizantes se llevaron a cabo en nuestro país? ¿Por qué la educación socialista es un ejemplo de secularización? Un poco de historia del término Las políticas liberales y socialistas abanderadas por el Estado quedaban insertas en la perspectiva moderna al pretender rebasar los esquemas tradicionales de las sociedades regidas por los principios y valores religiosos. Para esto, las ideologías modernas fundamentaron la separación de las instituciones y la diferenciación de sus funciones en la sociedad —por ejemplo la política, la educación, la ciencia y la religión (Dobbelaere, 1981 y Casanova, 1994)—. Con el proceso de separación, cobraron forma la desacralización —lo sagrado era cada vez más restringido—, la diferenciación y la transposición de funciones. Con esto la religión fue empujada a la periferia en las sociedades modernas. Dichas ideologías pretendían modificar al sistema educativo, es decir, quitarles las escuelas a las iglesias y defender el principio de educación laica, fomentar el Estado laico y separar a la Iglesia del Estado. El caso mexicano integró rasgos anticlericales con matices antirreligiosos (González S., 1997: 39) hasta antes de 1992, a pesar del periodo de simulación. México es un ejemplo del anticlericalismo como una forma de laicización impuesta desde arriba. Este rasgo que caracterizó a nuestro país puede ser considerado el más radical en la política del Estado laico en América Latina y uno de los primeros que desplegó su lucha contra la Iglesia católica. El carácter anticlerical del Estado mexicano se entiende en su relación con una Iglesia católica fuerte, intransigente e ideologizante. El autoritarismo de ambos poderes —el temporal y el espiritual— condicionó las características particulares de la laicización mexicana. La relación Iglesia católica y Estado laico fue una vieja relación que se modificó por las ideas del mundo moderno liberal y socialista (Poulat, (s.a.): 101-109; y 1990: 31-42). Las realidades y contextos históricos y culturales orientaron la forma específica en que se presentó y la manera en que se denominó el proceso de laicización. En sociedades católicas como la francesa se llamó laicidad, en sociedades protestantes como Inglaterra se designó secularización. En países donde su formación como Estado-nación estuvo relacionada con *Catedrática de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Jalisco y de la Universidad de Guadalajara. 93 Abril-Junio 2005 un pluralismo religioso, como fue el caso de Estados Unidos, no hizo falta crear un nuevo vocablo en su constitución (laicidad) que orientara las prácticas secularizantes, pues ya había nacido religiosamente plural (Duran, 1998: 77). El hecho de que la laicización en México se impusiera desde el Estado —como una decisión de las autoridades mexicanas y no resultado de un consenso general del pueblo— produjo una disparidad acentuada entre la dimensión de la diferenciación institucional y la dimensión de la racionalización del comportamiento humano (Loaeza, 1985: 43-46). A diferencia de las sociedades del primer mundo —las europeas y la estadounidense—, en México se requirió de medidas secularizadoras verticales y, por tanto, de la coerción del poder público para su legislación y su aplicación. Rumbos hacia la laicización y al anticlericalismo en México La laicización ha sido un largo proceso en nuestro país, que va del siglo XIX al XX. En virtud de que las primeras iniciativas de separación de las esferas tuvieron lugar en los años 1830, pero no fue sino hasta 1992, con las reformas constitucionales en materia de culto, que se reconoció jurídicamente a las instituciones religiosas. La laicización impuesta desde arriba en nuestra sociedad cobró forma legal con la Constitución de 1857, con las Leyes de Reforma y con la Constitución de 1917. El periodo posrevolucionario en México redefinió la historia de la lucha entre la laicización impuesta por el Estado y el catolicismo social defendido por la Iglesia. Como ejemplos están la expulsión del delegado apostólico Ernesto Filippi (1923), la creación de la Iglesia católica “cismática” (1925), el decreto sobre el número de ministros (1926), el Código Penal Federal, la rebelión cristera (1926-1929), el agrarismo revolucionario (1917-1940), el socialismo educativo (1934-1940) y la educación sexual (1974). La rebelión cristera fue una expresión de violencia entre las facciones que defendían la laicización versus la religiosidad. En el periodo posterior a la Cristiada, la Acción Católica Mexicana (ACM) impulsó al catolicismo en su lucha contra la secularización. En el ámbito estatal, en Jalisco se presenciaron conflictos originados por ejemplo por los decretos 1913 y 1927 sobre el número de ministros de culto (1918), la legislación en materia laboral (1923), la clausura del seminario mayor y menor (1924), los inventarios de los templos y las casas curales (1925), el decreto 2801 sobre el número de sacerdotes (1926) y el socialismo educativo (1934-1940). En 1923, Álvaro Obregón difundió un discurso que criticaba irónicamente a la Iglesia católica mexicana (Restauración, 1923). En este documento el ejecutivo señalaba que si la institución religiosa velaba por el bien de todos en la sociedad, no tendría problema en reconocer que los postulados sociales de la revolución pretendían precisamente el beneficio social terrenal. Cada poder podría trabajar en su campo —sin “fanatismos”—, ya que el Estado moderno buscaba ...encauzar a todos los hijos de México por el sendero de la Moral, de la Virtud y de la Confraternidad, en la más amplia acepción de la palabra, tratando de encontrar en estos postulados un mayor bienestar para la vida terrenal, y si los dos programas llegaran a realizarse, sería la conquista máxima de bienestar para todos lo que habitamos la Tierra, porque la ventura y el bienestar quedarían definitivamente conquistados para todos en esta y en la otra vida (Restauración, 1923). Obregón criticó las exigencias de la religión católica y las acciones de la clerecía. Cuestionaba las situaciones de injusticia y ausencia de un espíritu de confraternidad en que habían vivido las clases oprimidas. Frente a esta realidad, Obregón se preguntaba por qué miembros Abril-Junio 2005 94 Ideas y reflexiones para el maestro del clero pugnaban por remarcar las diferencias entre los dos programas, el católico y el revolucionario. Desde su punto de vista, las conciencias de los individuos no podían ser alimentadas sólo por la doctrina afectiva y abstracta, sino que se requería de nutrirles el estómago, el cerebro y el espíritu y éstas eran las intenciones de la perspectiva social de la revolución. Un ejemplo de política educativa secularizante No obstante que el presidente Cárdenas llegó a utilizar expresiones como lucha de clases y colectivización, no definió el sentido de ambos términos ni clarificó lo que entendía por socialismo en general, agrario y educativo, pero sí reconoció que existía una lucha ideológica en México (Meneses, 1988: 59). El cardenismo aplicó tres elementos pragmáticos del socialismo mexicano: la economía centrada en el ejido colectivo, la unidad social junto con la movilización política de campesinos y obreros, y la implantación de un programa educativo activo y cívico (Meneses, 1988: 50). La educación socialista estuvo relacionada con los planteamientos de la revolución mexicana, puesto que se pretendía el bienestar social con la disminución de las desigualdades sociales (Yankelevich, 1985: 45-74). El propósito educativo era llegar a las masas, con el objeto de desfanatizarlas religiosamente e influirlas del nacionalismo estatal. Los temas recurrentes en los textos eran el sindicato, la huelga, el campesino, los explotadores y la guerra imperialista (Meneses, 1988). La orientación más social de la enseñanza buscaba generar una nación más justa, aspiración de la revolución (Martínez y Moreno, 1988: 195-196 y 213-216). El carácter social de los planes y programas de estudio, el énfasis puesto en la participación de los maestros en la lucha agraria, la ayuda al obrero contra la explotación patronal y la denuncia de la alianza clero-burguesía, fueron elementos centrales que motivaron la reacción de los sectores conservadores de la sociedad. Entre los sectores sociales que se sintieron amenazados por la educación socialista estaban la jerarquía de la Iglesia católica, sus asociaciones, grupos de intelectuales y universitarios, sociedades de padres de familia, la derecha laica (Partido Acción Nacional y Unión Nacional Sinarquista) y la oposición norteamericana (Meneses, 1988: 183-203). La jerarquía eclesiástica apoyó una campaña para alertar al pueblo sobre la “nueva calamidad” que amenazaba (Meneses, 1988: 183-188), es decir, la educación socialista. Los laicos católicos se sumaron a las acciones de protesta de los eclesiásticos, lanzaron una campaña en pro de los niños de México en la que participaron las 122 organizaciones religiosas existentes entonces (Meneses, 1988: 183-188). La ACM fue una de las protagonistas, abanderada de su objetivo de restaurar el cristianismo en la sociedad. Como apoyo central en las parroquias, la ACM desplegó esfuerzos en la creación de centros catequísticos, escuelas en casas particulares, fundaciones caritativas para obreros, comedores públicos, dispensarios médicos, cooperativas, centros hogar, círculos de estudio y folletos. Asimismo, apoyó la labor de la asociación de padres de familia. La atmósfera de los años treinta fue la ofensiva estatal en el campo educativo y en la desfanatización religiosa. De hecho, la Iglesia prohibió que los católicos asistieran a las escuelas oficiales. En este contexto se desplegó la iniciativa de los Centros Hogar apoyados por la jerarquía y en conjunción con esta acción se formó la Unión de Padres de Familia (Negrete, 1993: 174-175). La obligatoriedad legal de la educación socialista causó revuelo entre la población católica. Idealmente, el programa estatal de la educación socialista era la vía para concientizar sobre 95 Abril-Junio 2005 las desigualdades sociales, luchar por flagelarlas y lograr el bienestar social. Para esto se consideró necesario llevar la educación a los diferentes estratos sociales, con el objeto de eliminar prácticas “fanáticas” como la religiosa. Reflexión final La respuesta a las tres preguntas realizadas al inicio de este artículo están circunscritas al conocimiento sobre los intentos de subordinación de la Iglesia hacia los mandatos del Estado mexicano que contextualizaron al proceso laicizante en el país. De aquí que la separación y la diferenciación de las esferas seculares de las religiosas se condicionó por la lucha del poder temporal para constituirse en una fuerza importante, con el objetivo de debilitar el dominio sociocultural que la Iglesia católica había tenido durante siglos. En el periodo posrevolucionario, nuestra sociedad fue el escenario de una disputa entre los poderes. Por lo tanto los ideales de laicidad —surgidos en el siglo XIX y XX— que fueron implantados constitucionalmente en otros países sobre la autonomía entre los poderes y el derecho a la libertad religiosa, en México tuvieron el rasgo anticlerical por la falta de neutralidad del Estado y por la tradición de control de la Iglesia católica. Todavía durante los años treinta el gobierno civil defendió, abiertamente, la necesaria secularización del país por medio de su política revolucionaria, sobre todo en lo que se refiere a la educación. 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