ENTREVISTA Isabelle Chaquiriand Una CEO incómodamente inquieta Desde 2006, esta contadora y MBA ocupa el cargo de Directora Ejecutiva de Atma, la empresa líder en fabricación de productos plásticos en Uruguay [Por Patricia Madrid] [Fotos Denny Brechner] 46 ENERO 2013 47 ENTREVISTA ¿ Yo? ¿Por qué yo? Esa fue la pregunta que Isabelle me hizo cuando la llamé por teléfono para coordinar esta entrevista. Rara vez ocurre que un entrevistado pregunte sobre el motivo de su elección. Pero ella quería saber. Entonces le contesté: “No abundan en nuestro país las mujeres con un cargo de dirección como el tuyo, en una empresa del porte de Atma (tiene 160 empleados), y nos parece interesante contar tu experiencia”. Del otro lado del teléfono hubo solo silencio, no dijo nada, y aceptó el encuentro. Me quedé con la sensación de no haberla convencido del todo, de que ella quería saber más, y mi argumento le resultó escueto. “Mi marido dice que tengo ambición de conocimiento”, me dijo en un momento de la charla, y fue ahí que confirmé la sensación que me dejó esa conversación telefónica. Se sentó en el escritorio de su despacho ubicado en Ciudad Vieja, en el que la rodean portarretratos con fotos de sus hijos (Juan Diego de 6 años, Agustín de 4 y Valentina de 1), frente a una Mac con una pantalla en blanco. “Tengo que entregar un artículo para Café y Negocios, y solo tengo el título: Incómodamente inquietos”. Escribe sobre emprendeurismo, y me confió que para su última columna se inspiró en la charla que brindó Francisco De Narváez en la gala final de Endeavor, en la que el político y empresario argentino sostuvo que los emprendedores “precisan más adrenalina que el resto para vivir”. Según ella “es tal cual; uno tiene que nacer con cierta inquietud, pero mucho se hace sobre la marcha en un emprendedor”. Entonces le pregunto si ella se siente una emprendedora, a lo que contesta que sí y agrega: “El ser emprendedor es como Forlán, 80% transpiración y 20% inspiración”. ¿Pensabas que, indefectiblemente, iba a llegar la hora de trabajar en una de las compañías de tu familia? Soy la primera de mi familia en Atma que trabaja en la operativa de la empresa, mi abuelo y mi padre estuvieron en el directorio, pero no estuvieron en la línea funcional. Yo tenía claro que no quería arrancar y morir en la empresa familiar. Antes de llegar a Atma trabajé en Deloitte, y estaba encantada. Entré cuando estaba estudiando la carrera de Contador Público, y era la más chica (siempre fui la más chica, en mi casa también soy la más chica de cuatro hermanos). En los cinco años que estuve, trabajé en Auditoría y vi muchísimas empresas. Hacer las auditorias fue una escuela espectacular, era verlas “desde arriba” y ver toda la “foto” de las empresas. Entré a Deloitte para ser socia, nunca fue parte de mi estrategia para después venir acá y aplicarlo en la empresa familiar. Me acuerdo que el día de la entrevista en Deloitte con Diego Nelson Sosa, uno de los socios, me dijo: “¿Qué motivación tenés de venir a trabajar acá cuando tenés una empresa familiar?”. Y le dije: “Entro a ser socia”. Estaba convencida de dejar alma y vida en lo que hacía. Odio las cosas a medias: o hacés las cosas bien o no las hacés. Por eso el día que me fui me dio pila de dolor, y el último día de trabajo me acuerdo que lloré. Desde el punto de vista profesional, esa etapa fue como estar en Disneylandia. “Nosotros hablamos de negocios en la mesa desde siempre; mi padre desde chiquitos nos dejaba entrar a las reuniones en el hotel y nos decía: ‘Ustedes no tienen ni voz ni voto, solo orejas’” Resulta extraño pensar en ti como una emprendedora, dado que dirigís una empresa familiar con más de 60 años de funcionamiento… Hay distintos tipos de emprendimientos, el más conocido es el start-up que empieza de cero, pero hay distintas variantes de emprendimientos. Uno es el turnaround, dar vuelta una empresa que venía trabajando, 48 cambiar la estrategia, hacerle una reingeniería. Nosotros somos ese caso, y no nos consideramos una empresa familiar sino una familia de empresas. ¿Y cómo se dio tu llegada a Atma? En 2003, cuando me iba a ir de Deloitte, me ofrecieron trabajar en otra empresa pero mi padre me dijo que si me iba, él quería hacerme una contrapropuesta. Era un momento bastante particular de Atma porque la crisis de 2002 fue muy dura, casi todo el personal estaba en seguro de paro. Me acuerdo de caminar por la fábrica y sentir los pasos, con las máquinas apagadas. Fue un momento complicado. Pero en 2003 había una luz al final del túnel, se iba a incorporar el ENERO 2013 49 ENTREVISTA equipo de la antigua Niboplast, y era como que había materia prima para resurgir. El tema era si resurgíamos o no. Mi padre me dijo que había que rearmar el equipo, y como no le tengo miedo a los desafíos, acepté. Yo le dije que aceptaba que me contratara si él necesitaba a alguien de mi perfil, pero no por ser “la hija de”. Siempre tuve claro que iba a hacer algo por el lado de los negocios, lo que cambió fue el camino que tomé. Cuando tenía 18 años me presenté a una escuela de negocios en Francia, pero las clases empezaban en setiembre. Para que no pasaran los meses sin hacer nada, me anoté en Ciencias Económicas. La idea era hacer el primer semestre de primer año, y después irme a Francia. Pero a mitad de camino ya estaba con algunas dudas, e internamente dije: “No me quiero ir”. Había algo en el estómago por lo cual no me quería ir. Yo soy muy racional, pero cuando el estómago manda… Así que me quedé, y seguí la carrera en la Universidad de la República. La llegada a Atma fue muy dura para mí a nivel personal. Desde los 12 años había estado metida en el hotel (sus padres son propietarios del Hotel Nirvana, en el departamento de Colonia). Pasé por todas las tareas: fui moza, mucama, recepcionista, hice todo lo que había para hacer. A los primeros que saludaba en las fiestas de fin de año, por ejemplo, era a la gente de la cocina, porque mis padres estaban junto a los clientes del hotel. Entonces era como estar en familia, muchos de ellos me cambiaron los pañales, me vieron crecer y ahora ven crecer a mis hijos. Cuando llegué a Atma lo hice con esa escuela de saber todo de la vida de todos, de tener un trato muy personal, y más de la mitad de los empelados de la fábrica estaban en el seguro. Había mucha gente que quería hablar directamente conmigo porque era Chaquiriand, y venían con el recibo de luz y me decían: “Por favor, me van a cortar la luz, tengo cuatro hijos, no tengo para comer”. Fue duro, ahí sentí por primera vez la cercanía con los problemas de verdad. Una noticia inesperada La realidad que debió afrontar Isabelle en el año 2003 cuando llegó a la fábrica fue la antesala a otra dura realidad que debió encarar 50 cuatro años más tarde, pero esta vez de carácter personal. Cursando su segundo embarazo, detectaron que el bebé que estaba gestando, Agustín, padecía una cardiopatía congénita conocida como ventrículo izquierdo hipoplásico. “Para mí una cardiopatía congénita era chino mandarín. Nosotros fuimos a hacernos la ecografía estructural, y el ecografista nos dijo: ‘No veo las cuatro cavidades del corazón, hay algo que no está bien’. Pasaron tres semanas de agonía hasta que hicimos una ecocardiografía –a esa altura ya iba por el quinto mes de embarazo– y es cuando nos dan el diagnóstico. En una de las charlas con mi padre, le dije que la forma en la que ellos nos educaron toda la vida –con esa concepción de pelearla siempre, de hacerse uno mismo sin esperar que te regalen nada– me daba la sensación que había sido el camino de preparación para enfrentar esto, para estar embarazada y enterarme que mi hijo tenía medio corazón. Mi padre se asustó mucho cuando le dije eso, y me dijo: ‘Si lo de Agustín tiene una mala salida, tu vida no se acaba acá’. Me acuerdo de la mirada de Roberto Canessa [el cardiólogo infantil a cargo de su caso] hasta el día de hoy, cuando nos dijo: ‘Creo que tienen que ir a Boston’. Ahí es donde están los mejores técnicos del mundo, y en donde realizan las técnicas más avanzadas para tratar esta patología. Con mi marido preparamos todo y nos fuimos, y el día que llegamos –el 5 de marzo de 2008– empecé con contracciones y a las pocas horas nació Agustín. Fue prematuro. En ese momento empezaron las operaciones; en total fueron cuatro. Fue de las experiencias más duras de mi vida, pero siempre dijimos con mi marido que si le tenía que tocar a alguien, menos mal que nos tocó a nosotros, porque tuvimos la claridad mental para poder hacer frente a la situación.” Te sumaste al proyecto Corazoncitos, de la Fundación Viven, que trabaja en actividades de promoción y apoyo en los casos de niños con cardiopatías congénitas. ¿Por qué? Cuando volvimos de Boston con Agustín, me llamó nuestro pediatra por teléfono y me dijo: “Mirá, yo sé que acabás de llegar, pero tengo a la madre de un paciente con la misma patología, y me dijo si “Mis padres jamás nos consintieron en nada, nos hicieron muy nietos de inmigrantes. La tenés que sufrir, la tenés que sacar por ti” ENTREVISTA A 65 años del inicio Atma SA fue fundada en 1948 por la familia argentina Masjuán, que desarrolló una cadena de fábricas de productos plásticos en Argentina, Brasil, Venezuela, Perú y Uruguay. El abuelo de Isabelle, Víctor Chaquiriand, tomó contacto con la firma en 1965 cuando la sede de Atma en Uruguay fue vendida al grupo Bakirgian. “Mi abuelo con 14 años se fue de Armenia a Francia y llegó con una mano adelante y otra atrás. Empezó a trabajar para el grupo Bakirgian, y ellos fueron quienes lo mandaron como su representante a América Latina a trabajar, y él se terminó quedando en Uruguay”. Después de Víctor Chaquiriand, quien asumió la tarea de dirección de Atma fue Armando Chaquiriand, padre de Isabelle. Atma tiene dos líneas de productos: la línea hogar y la línea industrial (con la que se genera el 80% de la facturación de la compañía). “A nosotros nos gusta decir que somos una industria proveedora de la industria uruguaya”, sostiene Isabelle. podías hablar con ella”. De ahí en adelante me empezó a sonar el teléfono a cada rato, con casos de otros papás. Entonces le consulté a Canessa cómo era esto de verdad en el país. Una investigación que ellos estaban haciendo dio por resultado que en Uruguay nacen al año 450 niños con cardiopatías congénitas. Lo que me había pasado a mí era un caso muy atípico, porque la detección durante el embarazo es muy poco común. El 90% de las cardiopatías se pueden detectar en el embarazo, pero acá se detecta menos del 10%. Ahí hablamos con la Sociedad de Ecografistas para ver si no se los podía ayudar en la capacitación, y ellos estaban deseosos de recibir capacitación. El otro momento crítico para detectar este tipo de patologías es al momento de nacer. Por eso en Corazoncitos empezamos a trabajar en dos líneas: capacitación para los ecografistas y detección neonatal, para lo cual se donaron oxímetros al hospital Pereira Rossell y a una decena más de hospitales públicos en el interior del país. Con este instrumento es posible medir el nivel de oxígeno en sangre en los bebés, y permite detectar antes que el niño se vaya para su casa si está todo bien o si se le deben hacer más análisis. ¿Hablar con otros padres no te remueve la experiencia que pasaste con tu hijo? Los primeros años estaba con una caparazón que no me entraban ni las balas. Y hablaba con los padres, y después con el tiempo como que la piel te va volviendo a la sensibilidad normal, y a veces te vienen como fantasmitas. Sin embargo fuiste mamá nuevamente… ¿no apareció el miedo de que pudiera ocurrir lo mismo ante la llegada de un nuevo hijo? Tuvimos miedo, pero también creíamos mucho en nuestro proyecto de familia. Todo depende de cómo encares la vida. Nosotros con esto aprendimos que la vida es así, la foto de familia Ingalls perfecta no es la vida. La vida es que te pasen estas cosas, momentos feos y lindos, y los lindos valorarlos. Y esos momentos duros son los que nos hacen ver la vida ahora y disfrutarla de una forma diferente. 52 Busy woman Se define a sí misma como “muy metódica y muy ordenadita”, y dice tener todos los “procesos aceitados” y “trabajar en equipo” con su marido para llevar el día a día. Y no es para menos. Además de ser la Directora Ejecutiva de Atma, madre de tres niños y escribir para El Observador, es docente en el IEMM (Universidad de Montevideo), en donde años atrás realizó su MBA. ¿Por qué elegiste ser docente? La verdad, porque me gusta. Es de esas cosas que me dice el estómago. Me encanta estudiar y lo que más me gusta es el desafío de las cosas muy complejas, lograr hacerlas simples y explicárselas a otras personas. Ojalá pueda influir alguna vez en alguien como a mí me pasó con profesores que tuve, que fueron espectaculares. ¿Cómo definirías tu estilo de conducción? ¿Sos de delegar, te gusta tener todo bajo control? El estilo de Atma en estos últimos años es el trabajo en equipo, que sacamos todo adelante. Al final del día la que toma las decisiones lindas o feas soy yo, pero acá hay gente que hace 40 años que está trabajando en la empresa, hay otros que llevan menos tiempo, entonces es un trabajo en equipo. Soy muy perfeccionista y delego mucho, me parece que es un estimulo bárbaro, pero soy de elegir bien en quién delego. A mí me gusta que confíen en mí y ser dueña de un problema para solucionarlo. Todas las semanas voy a la planta [ubicada en La Paz, Canelones]. Soy muy fierrera; ahora están llegando las máquinas nuevas y me gusta ir porque además es ahí donde entiendo que se juega el partido. No soy oficinista. El ingeniero de la fábrica me dice: “Contigo nunca puedo estar en régimen”. Y es que siempre tengo alguna idea nueva. Si tenés que contratar a un nuevo empleado ¿qué no le puede faltar? Que sea incómodamente inquieto. Que sea ambicioso, en el buen sentido de la palabra. Me parece que la formación se adquiere, nosotros hemos ayudado a muchos de nuestros empleados para que se perfeccionen en sus estudios, pero las ganas… eso se trae de la casa. Si una persona no tiene ganas, es difícil que una empresa se lo pueda inculcar. Para mí esa es la materia prima ideal. ENERO 2013 53