| Habitantes de Danzig saludan a Adolf Hitler (“Danzig saluda a su

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 | Habitantes de Danzig saludan a Adolf Hitler (“Danzig saluda a su Führer” se lee en la
pancarta), tras la incorporación a Alemania de la Ciudad Libre, localidad que había sido
internacionalizada tras la Primera Guerra Mundial.
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HACIA
LA GUERRA
Viernes, 1 de septiembre de 1939, 4:45 horas. Las tropas alemanas cruzan la frontera germano-polaca. A la misma hora, el acorazado Schleswig Holstein cañonea el puerto de Danzig;
son los primeros disparos de la guerra. Y el gobernador alemán de la ciudad, el Gauleiter
Forster, declara anexionada la ciudad al Reich. A las 6:00 horas los aviones bombardean
Varsovia, Cracovia, Poznań, Łódź, Katowice, Tomaszów, Płock, Grudzia̧dz, Radom, Lwów,
Grodno, Brest, Terespol... Infantería y carros de combate penetran en Polonia como una avalancha. Las hostilidades entre ambos países, cantadas desde hace tiempo, han estallado. Para
los alemanes, todavía, no es más que una “expedición de castigo”; como mucho, una pequeña guerra local más.
Ese primero de septiembre Europa asiste a lo que ya parece habitual en estos
años, una enésima agresión de las potencias fascistas. Primero fue la conquista de Etiopía por
Italia; luego, Alemania se anexionaba Chequia y Austria y también, en marzo de 1939, la lituana Memel; y en esa misma primavera, Italia ocupaba Albania. Sin olvidar la intervención
armada en la Guerra Civil española a favor de Franco. Y, ahora, Polonia.
Nadie va a reaccionar tampoco en esta ocasión, piensan confiados los dirigentes
fascistas. Lo mismo creen, más inquietas que irritadas, las democracias parlamentarias. Parar
los pies a alemanes e italianos, dicen en París y Londres, podría desencadenar otra guerra en
Europa. Hasta ahora, la presión diplomática apenas ha surtido efecto. Pero, ¿hasta dónde se
los va a dejar llegar? Los países fascistas no han ocultado nunca sus planes expansivos. Pero
Londres y París consideran que unos cuantos reajustes territoriales serían suficiente y que acabarían abandonando la política agresiva. Los horrores de la Gran Guerra de 1914 y los intereses nacionales paralizaban a los europeos, aunque muchos ya se habían mostrado preocupados desde la agresión a Etiopía en 1936.
Pero no sólo en Europa. En Asia sucede algo parecido. En Japón hay un régimen
militarista y chovinista, próximo a los fascismos europeos y aceptado por el emperador Hiro
Hito, que pretende expandirse por Asia oriental, a la que quiere incluir cínicamente con sus
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poblaciones y recursos en una Esfera de Co-Prosperidad en beneficio propio. Con ello viene
provocando situaciones de tensión desde hace años con Rusia, luego con la URSS y con
China; aquí, desde los años 1920-1930 está interviniendo en el caos civil en el que se combaten entre sí “señores de la guerra”, facciones, partidos, en particular los comunistas de Mao
Zedong, y el gobierno nacionalista del derechista Guomindang, de Chiang Kai-shek. En 1931
Japón ha arrebatado a China la provincia de Manchuria, convirtiéndola en un estado títere, y
ahora con un casus belli prefabricado, el “incidente del Puente de Marco Polo” (7 de julio de
1937), 200.000 soldados japoneses la invaden, ocupando en los primeros meses Pekín,
Shanghai, Nankín y Cantón. Pero infravaloran a los chinos, se enfangarán en este frente sin
lograr derrotarlos completamente y deberán emplear a más de un millón de soldados que no
podrán utilizar en otros frentes. En realidad aquí la guerra, que para los europeos va a ser
mundial desde 1939, ha empezado dos años antes. Pero pocos se ocupan en Europa de lo que
ocurre en la lejana Asia. Occidente se consideraba aún el centro del mundo y lo que ocurriera fuera de ella resultaba siempre marginal.
En Europa, Varsovia se negó a hacer concesiones a Berlín, que deseaba anexionarse la ciudad “libre” polaco-alemana de Danzig, enclavada en Polonia y un corredor que la uniría a Alemania. Hitler pensaba que no iba a ocurrir nada por Polonia, “ese país de cuarta fila
que se cree una superpotencia” y que “no necesita Danzig para nada”. No muy diferentemente pensaron Francia y Gran Bretaña: ¿vale la pena una guerra por Polonia? Este país se consideraba víctima secular de sus vecinos, algunos de los cuales habían sido víctimas de los polacos en la Edad Media. Y se creía una “gran potencia”, ligada ahora a Francia y Gran Bretaña;
pero sus aliados estaban molestos por su política ambigua hacia Alemania, por sus medidas
antijudías, por su defensa de la agresión italiana a Etiopía… Ahora, sin embargo, el temor y la
irritación, la tensión acumulada, provocarían la reacción de París y Londres. Hitler cree que los
franco-británicos, como siempre, no van a intervenir e ignora su ultimátum. Pero esta vez se
equivoca. El día 3, Londres a las 12:00, París a las 17:00, declaran la guerra a Alemania que
durará más de seis años en Europa.
Y más de ocho en Asia. En China se combate ya en toda regla, donde el
Guomindang y sus enemigos comunistas se van a unir, aunque precariamente y con la boca
pequeña, para luchar contra los japoneses, que ya han perpetrado grandes matanzas e ingentes destrucciones a costa de los “inferiores” chinos para cuando empieza la guerra en Europa.
Desde ahora ambas guerras serán paralelas y poco a poco irán estableciendo vasos comunicantes, interconexiones: por el papel de Gran Bretaña en Asia, por la ayuda de Estados Unidos
a la China de Chiang Kai-shek, por los incidentes —verdaderas batallas— en el verano de
1938 y en septiembre de 1939 entre la URSS y Japón en los confines de Manchuria y Siberia,
y, finalmente, por la agresión japonesa contra Estados Unidos en Pearl Harbor en 1941.
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| Foto de propaganda que muestra a soldados alemanes en el momento de retirar la barrera
en la frontera con Polonia en la madrugada del 1 de septiembre de 1939. Alemania afirmó
falsamente que las hostilidades habían sido iniciadas por los polacos.
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| Bombardeo de Westerplatte, en las inmediaciones de Danzig (Polonia), por el
acorazado alemán Schleswig Holstein.
Atacada por tierra, mar y aire, la guarnición polaca resistió casi una semana. El jefe polaco, comandante
Henryk Sucharski, sólo capituló tras agotar las municiones. Los alemanes le rindieron honores militares.
Pero ésta no fue la regla de comportamiento del ejército polaco, que se opuso a los alemanes
desordenadamente; quizá era el sexto de Europa pero anticuado. Francia había aconsejado a Polonia
concluir una alianza con la URSS y aceptar eventualmente su ayuda militar. Pero los polacos preferían
perder territorios ante Alemania, pues “con los rusos perderíamos nuestra alma”. Rydz-Śmigły,
generalísimo polaco, dixit.
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| El general Graziani, uno de los conquistadores
de Etiopía.
La conquista italiana de Etiopía (llamada entonces Abisinia) en
1935-1936 enfrentó al gobierno de Mussolini con las
democracias; las sanciones impuestas por la Sociedad de
Naciones resultaron poco eficaces. Italia buscaba un imperio,
como Francia y Gran Bretaña, pero llegaba tarde, cuando ya la
mayor parte del mundo estaba repartida entre las grandes
potencias, que apenas moverán un dedo para “salvar a ese
hombrecillo rizoso con paraguas”, como definirían los británicos
al emperador etíope Haile Selassie. Se intentó formar unas
“brigadas internacionales” a favor de Etiopía, pero, salvo el
Partido Comunista italiano, nadie en Europa movió un dedo, al
contrario de lo que sucederá meses después a favor de la
Segunda República española. Etiopía fue liberada en 1941 por
los británicos y recuperó su independencia en 1944.
| La Guardia Real albanesa llega a la plaza del
Quirinal, en Roma, el 24 de noviembre de 1939.
Italia había mantenido un semiprotectorado sobre Albania desde
la Gran Guerra. En abril de 1939 decidió conquistarla sin más.
Albania se verá envuelta en la Segunda Guerra Mundial cuando
Italia invada Grecia en 1940; al mismo tiempo surgía una
Resistencia, encabezada por los comunistas, que poco a poco
se haría fuerte. Tras la caída de Mussolini y la derrota de Italia en
1943 ante los aliados, Albania será ocupada por los alemanes,
combatidos también por la Resistencia hasta su evacuación en
1944. Los Balcanes, desde Eslovenia y Croacia hasta Grecia,
formaban parte del área de expansión que Italia se había
asignado a sí misma, dentro de la política de reparto de Europa
con Hitler.
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| Combates en Varsovia.
| Guernica bombardeada por italianos y alemanes de
la Legión Cóndor.
El 23 de agosto de 1939 se firmó el Pacto de No Agresión
germano-soviético, que ofrecía garantías a la Alemania nazi y
daba a la URSS la sensación de un alejamiento de la temida
agresión alemana. Pero el Pacto incluía un reparto de Polonia
entre ambos países. Así, el 17 de septiembre los soviéticos
invadían Polonia por el éste, lo que daba la puntilla al ejército
polaco. La décima parte de este consiguió huir a Rumania y
durante el resto de la guerra combatió, como unidades
independientes, en el marco del Ejército británico.
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La experiencia adquirida por su intervención en la Guerra Civil
española ayudó a perfeccionar y completar la maquinaria de
guerra alemana, ya que le permitió probar sus armas y adiestrar a
sus pilotos y tanquistas en condiciones reales de combate, así
como ensayar tácticas innovadoras. La intervención italiana, de
mayor entidad, redujo demasiado los capitales y el armamento,
que no se habían repuesto para cuando Italia intervino en la
Segunda Guerra Mundial. El bombardeo de Guernica (Vizcaya), el
26 de abril de 1937, no fue el más destructivo, pero sí el más
utilizado por la propaganda republicana; en Francia y Gran Bretaña
contribuyó a acelerar el rearme frente a Alemania. El ataque fue
ejecutado por bombarderos italianos en un primer momento y en
una segunda oleada por aviones de la Legión Cóndor.
| Tropas japonesas en Shānxı̄ , en 1939, ocupado tras la derrota china en Taiyuan.
Los japoneses querían incluir en su esfera a toda el Asia oriental, pero se trataba de un mero pretexto expansionista. En 1937 ya poseía Corea,
anexionada en 1910, y la provincia china de Manchuria, estado satélite a cuya cabeza habían colocado al último emperador de China, Puyi, en
1932. Pero su objetivo era ocupar toda China: en septiembre de 1937, 200.000 soldados japoneses la invaden. Se enfrentan a las tropas de
Chiang Kai-shek y a las guerrillas comunistas de Mao Zedong. La actuación japonesa en China es especialmente despiadada; en los primeros
meses arrasan ciudades y matan a 250.000 chinos. A pesar de sus recursos y población, las divisiones internas y la ineficacia organizativa y
militar impidieron a China hacer frente al disciplinado ejército japonés durante los dos primeros años.
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| La Gran Muralla durante la
ocupación japonesa.
Mientras japoneses y chinos combatían,
se produjeron diversos incidentes entre
tropas soviético-mongolas y sinomanchúes en la frontera entre
Manchuria, URSS y Mongolia, en zonas
disputadas por ambas potencias. El
primero fue el llamado incidente
Zhānggŭfēng en 1938, seguido del
enfrentamiento y breve guerra de Halhin
Gol, en Mongolia, en agosto y
septiembre de 1939, en el que aparece
ya el general Gueórguii Zhúkov, uno de
los vencedores de Alemania en 1945.
Pero en abril de 1941 Japón y la URSS
firman un Pacto de Neutralidad.
| Soldados japoneses en
Shanghai.
Aquí empezaron los combates entre
chinos y japoneses el 13 de agosto de
1937, tras el llamado “incidente del
puente de Marco Polo”, en las afueras
de Pekín, que fue el pretexto de Japón
para la invasión de China. En la zona de
Shanghai medio millón de soldados
chinos se enfrentaron a 200.000
japoneses, que ocupan la ciudad el 12
de noviembre; se estima que las bajas
chinas fueron de unos 300.000
hombres. El 13 de diciembre cae en
manos japonesas la capital del gobierno
de Chiang Kai-shek, Nankín, sometida a
meses de saqueos y matanzas, que
provocaron indignación en Occidente. El
generalísimo chino se retiró a Chónqing
y se vio forzado a pactar con su
enemigo Mao. La entrada de los Estados
Unidos en la guerra le permitió disponer
de medios para combatir
adecuadamente a los japoneses.
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