AÑO in.—NoM. 29. TOMO IV.—KNTREGA 7.' REVISTA J!f^ DB. HISPANO-AMERICANA POLÍTICA, ECONÓMICA, CIENTÍFICA, LITERARIA Y ARTÍSTICA. Abierta» las coinmnaa da aate perlidieo i loa mallcaa todoa de • opinión liberal, la Ririara ailo liaee avyas las apreciaciones que en ella aparezcan sin firnu particular, dejando integra la responsabilidad da los demás artículos á aus autores respectivos. MADRID Respetando U pureza doctrinal de loa remiUdos i «•te periódico, ta RRT(8TA. se reserva la apreciación decisiva de su conveniencia y oportunidad , sin obligarse en ningún caso á la devolución de manuscritos que lino se insertan serán luego inutiÜzadoa. 12 DE FEBRERO DE 1866. ¿CUÁL ES LA IDEA DEL GMDBIERNO ACBHCA DE LA REFORMA POLÍTICA EN NUESTRAS ANTILLAS? La cuestión de la reforma política de nuestras Antillas se ha resuello en principio: esto es, se ha resuelto que debe acometerse y verificarse. La manera en que se verifique, dependerá de la información solemne que se ha abierto acerca de ella; y el resultado de esa información no puede saberse sino calcularse, y dependerá también de la conducta que observe el Gobierno en el modo de realizar ó en la manera de preparar esa información; de suerte que lodo puede depender de esta conducta del Gobierno. Examinémosla, porque en ella tenemos que modelar la nuestra. Como siempre hemos notado vacilación, vaguedad ó incertidumbre en el Gobierno acerca de este punto, nuestra confianza no ha podido ser ilimitada en sus promesas: como después esa vaguedad se convirtió en una especie de dualidad ó contradicción en el decreto de 2b de Noviembre, nuestra poca confianza se convirtió en recelo; y como últimamente la conducta del Gobierno ó de su delegado en Cuba, y las explicaciones aquí en sus periódicos han sido más significativas, nuestro recelo se ha convertido en desconfianza, y casi llegamos á temer un nuevo y trascendental desengaño que influya desfavorablemente en el ánimo de aquellos- habitantes, y quizá en el porvenir de aquellas islas. El decreto de 28 de Noviembre tiene la gran significación de que el Gobierno al fin está resuelto á acometer la obra de la reforma de la legislación de nuestras Antillas, siempre ofrecida y siempre aplazada por todos los Gobiernos anteriores. Es más, en el preámbulo de ese decreto se indica bien cla- ramente que esas reformas han de ser políticas, en el régimen gubernativo; y según manifestamos al tiempo de su publicación, se da á entender, también con bastante claridad, que se elimina el sistema de asimilación, y se adopta el de leyes especiales constitutivas, que es el que conviene á aquellas islas, el que estaba en la mente y se indicó por los legisladores de 1837, y por consiguiente el que se ofrece en la actual Constitución del Estado, que tomó su prescripción del decreto de aquellas Cortes. Si estas indicaciones del preámbulo se hubieran confimado en la parte dispositiva del decreto, nada se hubiera dejado que desear en la iniciativa tomada por el Gobierno; pero no fue asi: la parte dispositiva parecía dejar abierta la puerta, ó bien á un aplazamiento indefinido, ó bien á justificar la negación de las bases asentadas en el preámbulo. No hablaremos del hecho de no llamar los diputados á Cortes de nuestras Antillas para que vinieran á sentarse en el Congreso español, donde debieran discutirse esas leyes especiales, reanudando así la legalidad constitucional rota en 1837, porque de esto nos hemos ocupado ya detenidamente en otra parte; y porque esta falla puede repararse y se reparará cuando el proyecto del Gobierno haya de discutirse en las Cortes, sin cuyo requisito no será legal su discusión y aprobación; y suponiendo que los diputados ó comisionados americanos que ahora se convocan sean suficientes para la preparación ó estudio de ese proyecto, nos contraeremos, como ya hemos dicho, á la conducta dal Gobierno en los preparativos ó en la manera de realizar esa información. El Gobierno, para ilustrar esa cuestión y proceder con el debido conocimiento , ha creído, y era justo y necesario, que debía oir á los habitantes de Uí Revista Hispauo-Americana. las Antillas, principales interesados, por medio de sus diputados ó representantes. Nosotros creeoios que esto hubiera sido suficiente, siendo' e$os diputados verdaderos representantes de la opinión de aquellos países; pero no censuraremos que se ensanche ese círculo de la manera que se ha hecho, eiÉtendiéndolo, no sólo á los senadores cubaoos, sino á todas las demás personas que el Gobierno tfenga por conveniente oír para ilustrarse. Como tenemos de nuestra parte todas las razones de conveniencia, de necesidad y de justicia, no nos ofende la luz, sino que por el contrario la pedimos y la deseamos. Pero, como pedimos luz para que se vea la verdad, ni una ni otra cosa puede conseguirse sin una recta y severa imparcialidad que haga desaparecer toda idea de un plan preconcebido. Si el Gobierno desea ilustrarse, bueno es que los oiga á todos; y sobre todo, si quiere saber lo que conviene á nuestras Antillas y cuál es la opinión de aquellos habitantes, es necesario que inquiera como debo inquirir cuál sea la opinión pública en aquellos países, acerca del punto cuestionable. Esto es absolutamente preciso, indispensable, y de no hacerlo se faltará á esa escrupulosa imparcialidad que debe presidir á toda información, y se dará lugar á sospechas de que se tiene preparado un plan de antemano. Hay opiniones distintas acerca de la reforma que convenga á aquellas posesiones; y como sus habitantes han estado siempre privados del sagrado derecho do emitir sus opiniones sobre ese punto y hasta de hacer llegar sus votos ó sus súplicas al Gobierno, y como la prensa de la Península se ha ocupado poco de esa cuestión, porque el Gobierno jamás se habla ocupado de ella, resulla que las opiniones no sólo son diferentes, sino que la cuestión está poco debatida. En esta situación la conducta del Gobierno está señalada imperiosamente. Su deber es oír ampliamente todas las opiniones, y muy especialmente la de los habitantes de las Antillas. El Gobierno ha abierto y ha entrado en ese camino; pero ¿cómo marcha, cómo debe marchar en él? El Gobierno ha convocado á veintidós diputados de las Antillas; se ha reservado el derecho de elegir otras tantas personas á quienes interrogar; oirá también á los senadores cubanos, álos altos empleados que son ó hayan sido en aquellas provincias, y á todos los demás que crea que con susconocimentos puedan ilustrarlo. El plan rectamente realizado puede ser aceptable; pero también puede no serlo, según la conducta que se observe para realizarlo. Si entre todos esos individuos que han de ser oidos se escogen de todas (12 Febrero, 18H6.) opiniones y de los mayores y mejores conocimientos: si se deja libre la elección de los diputados de las Antillas: íi sC pfermite á todos la amplia y completa explanación de sus ideas acerca del asunto que ha de debatirse, y si con pleno conocimiento de todo, se inspira el Gobierno en la opinión de los verdaderos inteiresados, qOc soB aquellos habitantes, y qae, como tales íDtoresados; son los niis atendibles, el Gobierno, cumpliendo cousu deber, podrá resolver con el debido acierto. Pero ¿tiende clara y decididamente á este objeto la conducta que hasta ahora se ha observado en los preparativos para la información? Para que el Gobierno pudiese inspirarse en la opinión de los habitantes de las Antillas, era absolutamente preciso que los diputados que se han convocado de aquellas provincias, representaran esa opinión, dejandocompletamente libre el voto de los electores, y ateniéndose á él, ya que el número de esos electores es por extremo insignificante y mezquino, puesto que en Cuba no llegan á doscientos, en una población de más de un millón de habitantes. Pues bien, estos electores no son tampoco los que han de elegir á los diputados ó comisionados convocados ahora por el Gobierno, sino los concejales de los Ayuntamientos elegidos por ellos. Y estos concejales, tampoco puede decirse que son elegidos por ellos; porque los electores sólo proponen al capitán general un número de candidatos doble de aquel que ha de elegirse, y el capitán general es el que escoge entre ellos á los que definitivamente han de ser concejales. Ya se conoce desde luego que estas no son elecciones populares, ni mucho menos; pero que sin embargo, si el capitán general designa para concejales á los que designa la mayoría de los electores, podrá decirse que los ayuntamientos y los diputados nombrados por ellos representaban al menos la opinión do la mayoría de los electores. Sin embargo, ni esto puede decirse en la actualidad, de las elecciones verificadas en la Habana de los concejales que han de elegir á los diputados convocados por el Gobierno. En esas elecciones los candidatos reformistas obtuvieron la gran mayoría de sufragios de los doctores, y el capitán general, escogiendo entre ellos, ha designado la mayoría de entre los antireformistas, elegiendo sólo tres reformistas entre los quince ó diez y seis concejales que habían de reponerse. De consiguiente, habiendo ganado la elección los candidatos reformistas, la perdieron en la designación que hizo el delegado del Gobierno. Y ¿cuál puede ser el resultado de esta conducta? Que esos concejales y los diputados que nombre no representen la opinión de la mayoría de los (12 Febrero, 1868.) Revista Hiápano-Americana. electores, sino la del delegado del Gobierno; y como el Gobierno es el que ha de nombrar ó designar á todos los demás que han de ser oidos en la información abierta, resultará ó podrá resultar que esa información no será el produelo ni de la opinión de aquellos países, ni de todas las opiniones, sino pura y simplemente de la del Gobierno; y que si la del Gobierno es contraria á la amplia reforma política que demandan aquellos habitantes, podrá decirles después: «ya lo veis, todos, inclusos vuestros mismos representantes, rechazan la reforma política.» No: contra esa eventualidad posible es contra la que venimos á protestar. La designación de los concejales que han de elegir los comisionados de la Habana no se ha hecho conforme á la mayoría de votos de los electores; y si esos diputados no son partidarios de la reforma política, no representan la opinión del país ni la de los electores. Nosotros también hemos abierto una información, no sólo acerca de la reforma que más convenga á nuestras Antillas, sino acerca de todo lo que se intente contra ella, para falsearla, desnaturalizarla ó combatirla. Observamos muy cuidadosamente al Gobierno y á nuestros adversarios; seguimos sin cesar todos sus pasos, sin abandonar jamás nuestro puesto, y levantamos acta de todo lo conducente, á fin de que, juntas después todas, formen el gran proceso que sirva para juzgar, como juzgaremos, el resultado de la otra información abierta por el Gobierno. No es nuestra la culpa, ni puramente gratuita esta cautela. La conducta del Gobierno hasta ahora no ha sido para nosotros completamente satisfactoria, ni siquiera tan clara y despejada como pudiera exigirse. Ya lo hemos indicado, cuando juzgamos el decreto de 28 de Noviembre. Su parte dispositiva parece hecha para aniquilar las esperanzas que pudiera hacer concebir el preámbulo, y después, mientras más lo estudiamos, más se despiertan y afirman nuestras desconfianzas. Dice el decreto que la información se abrirá: i ° Para tratar de las bases en que deban fundarse las leyes especiales que, al cumplir el art. 80 de la Constitución, deban presentarse á las Cortes para el gobierno de nuestras Antillas. 2.° Sobre la manera de reglamentar el trabajo de la población de color y asiática, y los medios de facilitarla inmigración que más convenga á aquellas provincias. Y 3.* Sobre los tratados de navegación y comercio que convenga celebrar con otras naciones, y las reformas que deban hacerse en el sistema arancelario y régimen de las aduahas. Antes dijimos que la información debia haberse abierto solamente acerca del primer punto, porque. UZ resuelto éste satisfactoriamente, se resolvían ó so abría el camino para resolver acertadamente los otros; y ahora aiíadimos, que la información abierta sobre los últimos, demuestra que la resolución del primero no ha de llenar los requisitos que indispensablemente debe llenar para ser aceptable. Las leyes especiales que demandan imperiosamente nuestras Antillas, y que se le han ofrecido en la Constitución del Estado, han de ser políticas, constitutivas, porque está declarado que la Constitución de la Península no es aplicable á aquellas provincias; y esas leyes políticas han de ser tales, que establezcan la debida descentralización, en virtud de la cual, las corporaciones coloniales puedan atender y decidir sus asuntos puramente locales que exijan conocimiento práctico de su modo de ser especial, y resoluciones acertadas y oportunas; y que al mismo tiempo dejen franca y expedita la vía para que dichas corporaciones puedan pedir é informar al Gobierno de la metrópoli acerca de todo lo demás. Con estas leyes especiales era inútil, completamente inútil, la información que se ha abierto acerca de los otros puntos; y la información abierta acerca de éstos, demuestra que las leyes especiales, según el ánimo del Gobierno, no han de serlo que deben ser. Porque, en efecto: ¿qué clase de leyes especiales son las que tiene en su mente el ministro, si no han de dar facultades á las corporaciones antillanas ni aun para reglamentar el trabajo de su población asiática y de color, que es cabalmente lo más local y especial que pueda señalarse? ¿Cuál es el objeto, ó deque servirán esas leyes especiales, si, como ahora, han de venir á confeccionarse aquí basta los simples reglamentos para el trabajo de sus negros y asiáticos; si ha de pertenecer á la metrópoli, no sólo el poder legislativo, sino hasta el mero reglamentario? ¿Y de qué manera piensa el ministro que haya de hacerse todo esto? ¿Con presencia y audiencia de los diputados á Cortes de nuestras Antillas? Pues ese es el sistema de afsimilacion: entonces una misma Constitución política debe rfcgir á la metrópoli y sus colonias, y las leyes especiales y la información abierta acerca de ellas están de más. ¿Ha de ser sin presencia ni audiencia de losdfpu^ tados á Cortes de nuestras Antillas? Pues entonces no hay derecho para legislar constitucionalméftie para unas provincias que no estén legalmente representadas en el Congreso español. ¿O es que el señor Ministro piensa abrir una nueva información acerca de cada una de las nuevas leyes que para aquellas Antillas hayan de darse en adelante, nombrando nuevas juhlas, y haciendo venir míevos comisionados con todas las demoras, erogacií»nes y perjuicios consiguientes? Íi4 Revista Hispano-Americana. Pues esto tampoco basta; porque estos comisionados, como los que ahora se convocan, no son diputados á Cortes; y aunque tengan voz, no tienen voto en los asuntos sobre lo que sólo han de ser simplemente interrogados, y las leyes para aquellas provincias, lo mismo que las que se hacen para el resto déla monarquía, deben confeccionarse con voz y voto de sus representantes legítimos. ¿Cuál es, pues, la idea, el proyecto, la elucubración del Gobierno ó del señor ministro de Ultramar? Nosotros confesamos ingenuamente que no lo habíamos comprendido, á pesar de que releíamos y estudiábamos el decreto de 2b de Noviembre, y todos los demás actos y palabras del ministro, de sus compañeros de ministerio, y de sus periódicos más ó menos ministeriales, para descifrar ese enigma incomprensible, y penetrar en el secreto de los signos cabalísticos en que se envuelve; hasta que, á fuerza de hojear, de observar y registrar, hemos encontrado por firi algo que pueda iluminar la espesa tiniebla de nuestra incerlidtimbre. La Patria, periódico que pasa por sfir el órgano del señor ministro de Ultramar, ó uno de sus más allegados, y que por tanto debe recibir sus inspiraciones é interpretar con más fidelidad los pensamientos de dicho señor, ha publicado á fines del mes anterior un artículo sobre la reforma de nuestras Antillas, de una significación tan trasparente como lamentable. Siempre dudamos, siempre desconfiamos de la obra que se emprendía, á pesar de pomposas promesas tantas veces fallidas: hoy, si el ministerio piensa como La Patria, no hay lugar á la duda. Dice este periódico, que el Gobierno' tieíie hecho un estudio vasto y profundo de las necesidades de aquellas provincias, y la voluntad de abrir á los es'pañoles de allende el Océano nuevos horizontes de prosperidad y de grandeza. Las mismas galanas promesas de siempre, aunque ya aquí se hace alarde de un estudio vasto y profundo que todos los demás antecesores del Sr. Cánovas confesaban, con una ingenuidad admirable, que habian desdeñado. Y ¿cuál es el resultado de esos prdfundos esludios? ¿De qué manera se pierisa verificttr eáa reforma? Desde luego se declara que no se puede ébmparar la manera sabia y previsora con qué procede el Gobierno español, con lo hecho por el inglés én la organización de sus colonias, porque las Antillas no son colonias, sino provincias españolas. Ya sabemos nosotros que no hay punto de comparacionentre los procedimientos coloniales de uno y otro Gobierno; pero si nuestras Antillas son y han sido siempre provincias españolas, ¿nos querrá decir La Patria por qué no se han gobernado siempre como las demás provincias de España, y por qué una vez (12 Febrero, 1M6.) que lo fueron hubo de declararse por unas Cortes constituyentes que era improcedente y fatal ese sistema? No aguardaremos la contestación y continuaremos. El resultado de los estudios del señor ministro parece ser, porque es el de su periódico, el de ir «asimilandoen loposible\9iS instituciones de las Antillas con las de la Península; es decir, avanzar en el camino de la asimilación, pues esta existe en principio, y hasta cierto punto de hecho, desde el momento en que allí como aquí se gobierna, se juzga y se administra en nombre de la Reina CONSTITUCIONAL Doña Isabel II.» En nombre de la Reina, pase; pero lo de Constitucional, pudo muy bien nuestro colega haberlo suprimido. Y en cuanto á la semejanza que supone ekistir entre el régimen de las Antillas y el de la Península, tanto valdría suponerla entre los subditos ingleses, por ejemplo, y los negros de Dahomey, porque unos y otros son regidos por monarcas. Pero dejemos estas licencias de la imaginación, y vengamos á lo más positivo. El sistema del Sr. Cánovas, aunque parece ser el de asimilabion, no ló es, porque, según parece, no se ha de plantear desde luego, sino con toda aquella parsimonia que tanto Combatieron los ministros de hoy en su antecesor el Sr. Seijas Lozano. Oigamos á La Patria'. «Así como se ha llevado recientemente á las Antillas la ley de enjuiciamiento civil, así también podrán ir, cndando el tiempo, el Código civil y otras leyes peninsulares. Después llegará naturalmente su turno á las leyes administrativas; y cuando organizados local y provintóialmente. aquellos territorios, á la usanza constitucional, tengan sus habitantes los hábitos de libertad que crea la realidad práctica de nuestro régimen, entonces habrá llegado el momento de que sean también unos sus derechos políticos.» Como avergonzado ó temeroso nuestro colega, no ha dicho hasta elfinla última palabra; p'ero está dicha: todo está comprendido, á pesar de la consabida gerigonza de no dar libertad á los habitantes de las Antillas hasta que adquieran hábitos de libertad. ¿Cómo se adquiere el hábito de tina cosa sin entrar en su ejercicio? Si no rige allí ninguna Gonstililcion, ¿cómo se han de organizar aquellas provincias d la usanza constitucional? Las mismas ideas con las mismas palabras de los eternos enemigos de la reforma y del porvenir de nuestras Antillas. Ya lo saben sus habitantes. Ahora; decimos raal, cuando la Junta y los comisionados y toda la nueva y costosa máquina del decreto de 23 de Noviembre pueda funcionar, se tratará de no sabemos qué leyes especiales, y entre ellas del reglamento del trabajo de los negros y asiáticos. Después, andando ei (12 Febrero, 186B.) Revista Hispano-Americana. 2i5 tiempo, así como ahora se les ha enviado la ley de repetidos y costosos desengaños: que esos desenenjuiciamiento civil, podrá ir el Código civil y otras gaños han comenzado á producir amargos frutos; leyes peninsulares: después llegará el turno á las le- que las nuevas, pomposas y solemnes promesas del yes administrativas, y después, cuando tengan hábU actual ministerio han hecho concebir nuevas y funtos de libertad, entonces y sólo entonces se les dará dadas esperanzas, y que si éstas vuelven á frustrarse, la libertad. ¿Entiendes,Fabio, loque voy diciendo?... debe meditarse muy seriamente sobre las conseNosotros por nuestra parte, lo comprendemos per- cuencias de una nueva y más amarga decepción, que no dejará quizá lugar á que nuevas é inútiles espefectamente. Se mantendrá á los habitantes de las Antillas en ranzas se conciban. C. B. la servidumbre, hasta que adquieran hábitos de libertad. Es decir, que á la injusticia se añadirá el sarcasmo. EL DERECHO INTERNACIONAL No se tratará de leyes especiales constitutivas para Y LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA. las Antillas ,y se legislará de aquí sin la presencia y audiencia de sus diputados á Cortes; es decir, con el mismo sistema vicioso, ilegal ó inconstitucional Decia no há mucho tiempo, y con ocasión de que se ha venido practicando hasta ahora, con la celebrar el triunfo de los federales anglo-americaañadidura de que en lugar de diputados á Cortes, nos, uno délos escritores más sentidos y reputados se crearán Juntas y se convocarán comisionados á de la vecina Francia, que si algún pueblo en el quienes interrogarse íolamente, cuando, andando el mundo había cuyas bondades más pronto y más á tiempo, lo plazca á algún ministro introducir esta despecho de sus enemigos evidenciase el tiempo, y variante costosa é ineficaz. cuyos errores y defectos se corrigiesen on corlo Se continuará el mismo sistema desacertado é in- plazo, ese pueblo no era otro que la República feotínstilucional, y la única variación que se hará ha deral de la América del Norte. Época hubo en que de consistir en las crecidas erogaciones de nuevos al verla salir casi de la nada y en medio de una empleados y comisionados; viniendo asi á reducirse cruda guerra, tan ufana, viva y pretenciosa, sus las llamadas reformas de ahora, á lo que se han re- enemigos la señalaron una corta existencia, como ducido casi siempre las llamadas reformas en nues- la de casi todos los seres precoces; y sin embargo, tras Antillas, á aumento de sueldos y de empleados. los días y los años pasaron aumentando incesanSi tal es, como tal parece ser, el plan del actual temente en fortaleza y poderío. Hubo ocasión en ministro de Ultramar, desde luego le advertimos que advirtiendo el amor vivo al trabajo, la activique procederá sin derecho por una senda inconsti- dad comercial sorprendente, el espíritu asombroso tucional. De lo primero que debe tratarse es de la de empresa que por donde quiera en los Estados Constitución que haya de regir en nuestras Antillas. Unidos sé evidenciaba, sus calumniadores dieron en Si lia de ser la de la Península, desde luego debe señalarlos como pueblo entregado al demonio de la declararse y convocar sus diputados: y si ha de ser avaricia, avasallado por los intereses materiales, otifa especial, de ella, y sólo de ella, habrá de tra- incapaz de puras y levantadas aspiraciones; y esto tarse primero con la debida audiencia é interven- no obstante, en aquel país fuese difundiendo la ención de sus representantes legítimos; y mientras señanza, alzáronse academias, la prensa apareció esto no se verifique, mientras no entren aquellos con un brío y un esplendor inmejorables, y las sahabitantes en el pleno ejercicio de sus derechos po- nas ideas del deber moral, de la responsabilidad, líticos, en virtud de los cuales puedan intervenir del derecho, y el sentimiento profundo de la reliefieazmenté en la formación de las leyes que hayan gión y de la libertad se extendieron por todas parde regirlos, no se puede ;legislar con derecho para tes dando positivos frutos, abasteciendo al mundo moderno de caracteres enérgicos y tipos de ciudaaquellas provincias. i , • danos. Díjose más tarde que todas estas excelencias Éstog son los principios del,derecho constitución se osoufecerian el dia en que un grave conflicto nal de España, que debe abracar á todas las provinconmoviésie el mal cimentado y peor sostenido edicia^ de la,monarquía, y del que no pueden separarse cio de aquella sociedad, y el conflicto vino; llegó la sus ministros consí¿íMC¿ona/es, sin iacurrir en el vitremenda guerra que ha ocupado cuatro años de la cio de una nulidad insaciable. ' vida de aquel gran pueblo, y aunque herido aquel La conducta del Gobierno podrá ser la quesea; país, hoy se levanta ante el mundo contemporáneo pero esta es la verdad, este es el derecho. enseñándole sus inmensos recursos, declarando que y,por último, no podemos dejar de recordar al allí la libertad no peligra, que allí no impera la eterseñor ministro, para concluir, que los habitantes de na bancarota de los gobiernos impopulares, que no las Antillas vienen bace tiempo siendo victimas de S46 Revista Hispano-Americana. queda allí el cáncer del pretorianismo, y que todas las bondades de la antigua República ahora se exaltan con la corrección de muchos de sus primitivos defectos, de la esclavitud por ejemplo, de la vida irregular de los Estados, con lo que aquella sociedad demuestra que'está hoy más que nunca dispuesta á seguir su antiguo camino , continuando su obra magnífica de progreso y bienandanza. Y á la hora de esta, una voz enemiga de nuevo se alza, y cuando la República norte-americana, que sin llegar al optimismo absoluto, ofrece condiciones de organización y modos de ser pohtico y social incomparables, promete, por lo que hasta aquí ha hecho, grandes dias á la causa de la civilización, nos la señala como poscida, cual nunca, de aquella ambición de atrás tan criticada, y que hoy se levanta bajo la influencia de sus últimas glorias, y alucinada con sus pretenciosas fuerzas y la consideración que la han otorgado de poco acá las grandes naciones de Europa. Y el conflicto, á oir á estos detractores de la República americana, es grave. Trátase nada menos de una lucha intercontinental, que hoy en el papel y en las cancillerías se ventila, que mañana nos conducirá al campo de la materialidad bruta, ala realidad tangible, al hecho consumado. Trátase de saber quién en sus manos toma la bandera de la civilización, quién lleva la voz en el mundo del porvenir, pero del porvenir próximo inmediato; si á los Estados Unidos toca dirigir al mundo moderno á las conquistas del progreso, y á la Europa el pobre papel de narrador de glorias pasadas, ó si por el contrario el cetro en las manos de esta vieja civilizada se afianza. Y esto, dicen, no hay que dudarlo, en breve tiempo ha de decidirse, porque un paso hoy dado, por pequeño que parezca y á la altura de las circunstancias, es de una trascendencia admirable; y las concesiones á la hora de esta hechas arrastrarán mañana á compromisos ineludibles, y que darán la supremacía á uno ú otro de los grandes grupos que en el orbe civilizado, hoy se interesan en asunto tan trascendental é inmenso. Que Europa despierte; que Europa se avise, y ante las pretensiones insensatas de la orguUosa República norte-americana y las ridiculas vanidades de sus hermanas meridionales, á quienes aquella intenta dar el tono, se levante la fuerte, la sabia, la incontrastable liga europea. Importa á los derechos de la historia, á los intereses del pueblo, al porvenir del orbe • • • . . . . . . . . (12 Febrero, 18«í.) postre, más que contra el pueblo norte-americano, va contra la república de allende los mares. Y el caso es, que no há dos meses todavía que el ilustre presidente de los Estados-Unidos, en el mensaje acostumbrado á fin de año, levantó su voz para dar cuenta al Congreso soberano de la vida y situación del pueblo á sus desvelos encomendado. No seré yo quien en este instante ponga en relieve los méritos de aquel escrito, aplaudido, por varios conceptos, de todos los hombres liberales, y en las columnas de esta misma REVISTA perfectamente expuesto á sus habituales lectores: bastaráme sólo llamar la atención hacia la que Mr. Johnson dedicó á las relaciones del gobierno norte-americano con las potencias extrañas, á quienes, «no ligándole embarazosas alianzas, mira con la simpatía y el ánimo entero que impone á las naciones que sintiéndose fuertes se olvidan del derecho.»—Con China eran amistosas por demás, y el comercio de entrambos pueblos adquiere cada dia más incremento: con Rusia son muy buenas, y aun se extremarán con la instalación de proyectadas lineas telegráficas que por Asia atraviesen y junten por tan altas regiones á Europa y América: una línea de vapores acercarán más á los Estados Unidos y al Brasil, cuyo emperador acogió con la generosidad que era de esperar á una comisioR de sabios allí idos desde el Norte, y en el Mediterráneo acrecerá el comercio americano, por la simpatía de los gobiernos en sus playas fundados, y entre los que se distingue el de Túnez, que á América euvió un representante á dar el pésame por la muerte del gran Lincoln; y en fin, con propósito el presidente «de promover la paz y la amistad con todas las naciones extranjeras, había sobrados motivos para creer que todas ellas, sin excepción alguna, correspondían con idéntico deseo.» Sin embargo, esto no estorbaba á que ciertas discusiones se sostuvieran con dos grandes potencias. Inglaterra era una de ellas. Si el lector hace memoria, recordará que muy á los principios de la guerra civil americana, la Europa y el mundo todo se preocupó de la manera con que debían ser mirados aquellos putíbiós de la república que habían dado el grito de rebelión. La prensa y los políticos lo discutieron largamente, según su determinado color; y los gobiernos aun lo discutieroh más, aunque no todos con igual espacio. Así que Y ¿qué es ello? dirán nuestros lectores -Pues la Inglaterra, con una precipitación ó un apresuramiencosa no merece tanto, ni hay nada que justifique ese to—llámesele como se quiera—extraordinario, se aparato con que la gente conservadora de Europa— decidió á reconocer como beligerantes á los confedeporque en Europa es sólo donde lógicamente puede rados, obligándose empero á una estricta neutrahaber conservadores—dé esa voz de alarma^ y pre- lidad. El acuerdo fué gravísimo, y tanto, que á él dique una tan tremenda cruzada... que al fin y á !a puede decirse que se debió en una gran parte, en la (II Febrero, I88S.) Revista Hispano-Americana. 247 mayor tal vez, el alza que la causa confederada al-' tir desdé el momento en que por aquella se dejaba canzó. Ya desdo tal instante no eran los buques del fuera de la competencia de la comisión el particular gobierno de Richmond piratas; ya podían detenerse de las depredaciones'cometidas por los corsarios. y repararse cómodamente en puertos ingleses, y los «Y los Estados Unidos—dice el mcnsaje-Jorihson— intereses de aquél en cualquiera ocasión serian per- no promovieron el asunto con la mira de atacar la fectamente cotizables en las ciudades y en el comer- buena fe de una potencia que á la sazón se decia cio de la poderosa Albion. —Cierto es que para se- animada de muy amistosos sentimientos, sino pormejante actitud, la Inglaterra significó entonces, y que implica cuestiones de derecho público cuya soluego ha repetido, la explicación del carácter singu- lución es esencial para la paz de las naciones. Aunque lar que esta lucha americana ofrecía, y lo perjudi- es cierto que en el caso de que el fallo hubie-se sido cial que habria sido para su comercio el desconocer adverso á la Gran Bretaña, habria quedado ésta inel derecho de beligerantes á los buques confedera- cidentalmente comprometida á indemnizar pecuniados, que se hubieran si nó tornado, para daño de to- riamente los daños y perjuicios sufridos por nuesdos, en terribles piratas. Mas, por fortuna, conside- tros ciudadanos, el obtener esta compensación no raciones de tal peso no obraron en el ánimo de los fué el objeto primordial de los Estados Unidos. Tedemás gobiernos, y los confederados no fueron re- nían un motivo más elevado: el deseo de establecer, en pro de los intereses de la paz y la justicia, imporconocidos, para bien de la causa de la libertad. Pero desde el instante en que Inglaterra dejó de tantes principios de derecho internacional.» ¿Y era esto cierto? Es necesario confesar que si. En mirar con malos ojos al Sud-americano, los puertos ingleses fueron el lugar de descanso, de aprovisio- la cuestión presente debatíase un grave problema de namiento, y hasta el verdadero arsenal de los bu- derecho internacional: las leyes de la neutralidad las ques confederados; y de alli salieron, burlando fija cada nación de por si; ¿y á ella se sujetan frente vigilancias oficiales, para perdición del comercio á las naciones beligerantes y sean cuales fueren, las federal, y á la postre de la república entera, el Flo- condiciones de eficacia de aquellas, y las reclamaciorida, el A labama, el Georgia y el Shenandoah, y nes de estas?—O en otros términos: ¿los principios tantos otros de piratesca memoria, que en gravísimo de la neutralidad no deben constituir un cuerpo leaprieto pusieron la neulraUdad de Inglaterra—que gal exento de las variaciones que cada nación quieno ya como amiga, sino como imparcial, debia es- ra introducir por sí, y perfectamente universal y loribar sus salidas.—Y aquí de las reclamaciones del eficaz en sus mandatos?—Inglaterra^, comprometida representante de los Estados Unidos en Londres; re- por su conducta en ese conflicto, y por la elasticidad clamaciones que nunca tuvieron éxito , ora por no de sus leyes de neutralidad, que permitieron á cierto estar bastantemente fundadas, ora por llegar tarde, pueblo algodonero y comerciante demostrar práctiora por cualquiera razón semejante al juicio de los ca é impunemente sus conocidas simpatías á la cautribunales ó las autoridades de Inglaterra, cuyos sa del Sur, sostenía la primera opinión, diciendo usos y leyes particulares, por lo visto, no eran bas- «que la ley municipal de una nación, y la manera tante para asegurar la eficacia de la prometida neu- como la misma la interpreta, dan la medida de sus tralidad. Pero los corsarios en el mar estaban, y la deberes en calidad de neutral;» y los Estados Unimarina mercante americana padecía tanto, que una dos, que en su favor ten ian su conducta allá en 1817, gran parle tuvo que pasar á manos de subditos in- cuando Portugal en guerra con sus colonias del gleses, cambiando de pabellón.—Y naturalmente la Brasil reclamó urta modificación, introducida al fin república no pudo dejar abandonado este asunto. en la ley americana, sostenían los principios opuesApurando mucho la cuestión , veía que legalmente tos, denunciando ante «el Senado y el Congreso de Inglaterra no podia ser vencida; mas por un prin- Washington y ante lodo el mundo que esa opinión incipio do equidad, cuando las transgresiones del de- glesa es insostenible ante el tribunal de las naciones.» Y véase, recapacítese, y dígase con severa imparber de los neutrales eran tan evidentes, los Estados Unidos reclaniaban del gobierno inglés ciertas modi- cialidad si aquí la causa que defiende la república ficaciones en la ley de neutralidad que la hiciesen americana, no es la del progreso, la de la civilizaefectiva, cosa á que aquél constantemente se negó, ción, la del derecho general, la del concierto de las dejando que los asuntos continuaran engrosándose, naciones en estos asuntos en que la bandera nada aumentándose las pérdidas y subiendo las recla- significa, ni influye la latitud, ni el temperamento maciones, hasta el momento del triunfo de los fede- campea. Dígase si la idea por que abogan esos amrales. Y aquí ya se hizo punto serio el resolver la biciosos de América no es la más expansiva, la más cuestioo. Los Estados Unidos propusieron el arbi- racional, la más fecunda, la más incompatible con traje, é Inglaterra lo rechazó: apuntó ésta la idea de toda política de egoísmo, de dominación, de privileuna comisión mista, pero la Republicano pudo asen- gio, de tiranía... Un Código internacional; un ver- US Revista Hispano-Americana, dadero Código, en que ahora se sienten las bases de la neutralidad, y en que continuando las cosas, y en medio de la paz, otros principios y reglas se consignen : vé aquí lo que sostiene la república americana; vé aquí la razón de esa lucha que en el papel y en las cancillerías sostiene con el gobierno inglés, y sirve para que sus detractores la señalen como poseída de un fatal empeño de pelear, como dominada de un orgullo satánico que la lleva á querer imponerse nada menos que á la vieja y civilizada Europa. Seamos justos, y no nos dejemos llevar de la pasión de la aldea y el asombro de la palabrota. La repúblicaamericana defiende eneste conflicto la buena causa; y como si no fuera bastante la bondad de su empeño para enaltecerla y glorificarla, allí estásu ilustre presidente diciendo al propio tiempo que presenta la correspondencia habida sobre el particular á los representantes de aquel gran pueblo, tan justa y poderosamente sobrexcitado; «no os recomiendo, sin embargo, que expidáis ahora leyes encaminadas á obtener reparación. En lo sucesivo, la amistad entre los dos países debe tener por base la justicia reciproca.» ¡Nobilísimas palabras a que recientemente ha correspondido el Senado de Washington rechazando una proposición de ruptura con la Gran Bretaña! ¡Abra el pueblo inglés los ojos! ¡Repare en el compromiso la opinión pública!—¡De una vez hagan justicia al derecho universal otros que no las cancillerías y las exquisiteces y los subterfugios de la vieja diplomacia! El otro país con quien ha sostenido y sostiene la República discusiones, es la Francia. El motivo es claro: su intervención en Méjico. Escuchando á los diplomáticos franceses, la obra que han acometido en Méjico es todo menos una reprensible intervención. Trátase sólo de asegurar los intereses de sus nacionales y de dar á su país una prenda de q^ie los tratados serán cumplidos. Y sin embargo, se echa en olvido que si con este solo fin, en la apariencia oficial, los aliados fueron allende el Atlántico en 1862, la desaprobación del convenio de la Soledad, en que se reconocía la independencia del gobierno mejicano, las luchas de Puebla y la entrada de las (ropas francesas en Méjico, donde se verifica la reunión de los notables, fuera de la Constitución del país, y que por sí y ante sí vota el Imperio, y nombra los comisionados que habían de venir á Miramar; y en fin, la ruda campaña que las gentes napoleónicas han tenido y tienen que sostener á la hora esta en el Nuevo Mundo por la causa del Imperio contra la República; todo da á la actitud de Francia en este asunto el carácter verdadero de (12 Febrero, 1866-) una escandalosa intervención. Así el público todo de entrambos continentes la califica, así casi todas las naciones, y con ellas el pueblo mismo de la Francia la cen.sura, sin que no obstante en medio de este gravísimo conflicto en que la república mejicana sola, inspirándose únicamente en el sentimiento de su derecho, y sin desmayar ante revés alguno, pelea incesantemente por su soberanía, las simpatías de los demás pueblos independientes y civilizados le hayan valido, como há tiempo decía un diario de Méjico (El Siglo XIX), ni un peso ni un soldado. ¡Injuria gravísima que recibe la causa de la justicia: testimonio incontestable de lo que aun hoy es el derecho de las naciones! Pero la intervención francesa en Méjico se verificó en la época aquella en que los Estados Unidos estaban despedazados por su guerra de los cuatro años. De no, otra hubiera sido su actitud, como lo demuestran los pasos que ahora está dando. Porque esa intervención hiere á la república norte-americana por dos conceplos: de un lado porque significa un grave peligro para sus intereses politicos y sociales interiores; de otro, porque marcha abiertamente en contrario de su tradicional política exterior. Uno de los hombres más populares de la República ha explicado el primer punto de la cuestión. No há mucho que el general Grant lo decía bástanle bien en un meeting de New-York: «El nuevo imperio mejicano nunca podrá ser más que un imperio militar que necesitará un poderoso ejército, compuesto en su mayor parte de extranjeros soldados de profesión y poco simpáticos al pueblo mejicano. La presencia de tales hombres y tal institución en la vecindad forzará á los Estados Unidos á concentrar tropas sobre la frontera, con lo que en América se introducirá ese sistema de amenazas recíprocas que tan en boga está en Europa á despecho de los más altos intereses económicos y políticos de los pueblos, implantando los gustos miüfares y el militarismo en la Union americana como resultado de esa permanencia de un grueso cuerpo de ejército dispuesto á la ofensiva como á la defensa, en el territorio de su república. Y de aquí ¡cuántas perturbaciones no vendrán á la constitución y modo de ser de aquel libre país, donde el mundo civil todo lo hace y significa todo, y cuya justa supremacía defiende y precave el mismo general Grant, un hombre que todo lo debe al ejercicio de las armas!» Pues aquí está uno de los graves motivos que aquel hombre público hoy expone y la opiílíon general denuncia, para que los Estados de América miren con pésima voluntad la intervención francesa en el vecino Méjico. Mas de esto aparte hay la violación flagrante de la (lí Febrero, 1866.) Revista Hispano-Americana. política exterior que viene sosteniendo y practicando amigo del gran congreso internacional que avan casi desde su origen la república norle-americaga. todo andar, y que quizá sea una conquista indestrucY sobre esto es sobre lo que ha dedicado Mr. Jonli- tible de nuestro siglo xix. son algunas palabras llenas de cordura y de simPero Mr. Jonhson evocando la política tradicional patía por la causa del derecho de las naciones y los de los Estados Unidos lo ha dado oficialmente la inintereses de la libertad. Y en mi sentir son de tanta terpretación más equitativa y más fecunda que pomayor importancia los párrafos del mensaje refe- día dársele, identificando la existencia de su país rentes á este asunto, cuanto que con tacto exquisito, con el republicanismo, que intenta propagarlo por la ánimo generoso y pensamiento altamente fecundo, sola fuerza del ejemplo y mostrando el afán de las en ellos se ha quitado la dureza y la estrechez de potencias monárquicas de Europa de implantar su aquella política americana, sostenida por más de sistema, sus instituciones, por el ejemplo y las peruna autoridad, y aclamada diariamente en las taber- suaciones de la fuerza, «Desde el momento—escribe nas de Broadway, que en Europa no bien conocida —en que se estableció nuestra libre Constitución, el ha corrido con el nombre de Política Monroe. mundo civilizado ha estado agitado por revolucioPorque es evidente: si proclamando este inconcuso nes en favor de la democracia ó de la monarquía; principio de que «•América es de los americanos» pero se durante todas esas revoluciones,' los Estados ha querido sostener que ningún pueblo extraño á Unidos han tenido la firmeza y la sabiduría de neaquel continente puede en derecho influir y domi- garse á ser propagandistas del republicanismo. Es el nar violentamente á aquellas independientes nacio- único gobierno adaptable á nuestra condición; pero nes del Nuevo Mundo, la cosa no puede obtener más jamás hemos tratado de imponérselo á los demás, y que aplausos de todos los corazones que laten al siempre hemos seguidofielmenteel consejo de Wascompás de los progresos de la libertad y la justicia: hington de recomendarlo sólo por nuestro esmero pero por la razón misma, idénticamente la misma, en conservarlo como un gran bien del cual se debe que rige para condenar la inmistion de alguna po- hacer prudente uso. En ese período la política de tencia americana en los asuntos de otros pueblos las potencias europeas y la de los Estados Unidos del propio continente. En este sentido la doctrina armonizaron por lo general. Cierto es que en dos popular de los Estados Unidos se ha aceptado y pro- épocas diferentes circularon rumores de que algunas clamado por todos los pueblos de América, y sobre partes de América iban á ser invadidas para promotodo por Nicaragua en sus conflictos de 1854, por ver los intereses de la monarquía; dos veces tuvieejemplo. Esto quiere d^cir, que aquí á lo que se ron mis predecesores ocasión de hacer públicas las paga tributo es al principio de ia autonomía nacional. opiniones de esta nación respecto de semejante inPero hay más, y es que cierta opinión popular de tervención, y en ambos casos fueron respetadas las los Estados Unidos acentúa más sus pretensiones representaciones de los Estados Unidos por la procuando se trata de las relaciones de Europa y América, funda convicción de las potencias europeas, de que el sosteniendo implícitamente que aun cuando ésta lo sistema de no intervención y de mutua abstención desee y con toda libertad lo decrete, no es lícito al de toda propaganda, era la regla que debían seguir viejo mundo poner el pié y plantar la bandera en el los dos hemisferios. De entonces acá hemos ganado nuevo. Y aquí la doctrina peca ya de estrecha, en mucho en riqueza y poder, pero insistimos en nuescuanto que subordinando la autonomía de las nacio- tro propósito de dejar que las naciones de Europa nes á un principio más alto, lo cual es justo, y día se escojan sus dinastías y adopten sus sistemas de llegará en que los progresos del derecho de gentes gobierno. Esta constante moderación por parte nueslo sancionen promoviendo el congreso internacional tra nos dá justo derecho á esperar una moderación que de estas cosas se ocupe, no pone éste en el de- correspondiente. Consideraríamos como una gran recho del mundo civilizado, sino en los intereses de calamidad para nosotros, para la causa del buen gouno solo de los continentes. Y aquí brota una exci- bierno y para la paz del mundo, que alguna potensión, una línea divisoria que más que todo la pasión cia extranjera reíase, por decirlo así, al pueblo amesostiene entre ambos mundos, fecunda en desastres ricano á defender el republicanismo contra la interá aceptarse sin reserva, pero que sabiamente no ha vención extranjera.» proclamado el ilustre Jonhson en su último mensaje. De modo, que no la unión de los destinos de EuEnemigo soy de toda intervención por aceptada y ropa y América es lo que combate el ilustre presideseada que sea, de la Europa en América; mas para dente Jonhson, sino la invasión propagandista, la contrarestar el empuje de la autonomía nacional, intervención extranjera en beneficio de instituciones no' alcanzo otro derecho que el concierto de los pue- contrarias á las que con la república norte-americablos libres; y en este sentido, tan contrario soy á la na, proclaman por su voluntad soberana otros pueliga americana frente á la unión europea, como blos del Nuevo Mundo, u 250 Revista Hispano-Americana. (12 Febrero, 1866.) Y en esto los Estados Unidos toman una actitud dos Unidos hánse abstenido de mezclarse en las reque no puede menos de alcanzar aplausos. Se re- laciones internacionales de las potencias europeas, chaza el principio de la intervención del poderoso, y en esto han tenido razón, porque su voz no hay se proclama la soberanía de las naciones; pero no bria conseguido la misma autoridad en el consejo de ese modo pasivo, infecundo y tan ridiculo que de las naciones de Europa, que la de las potencias hasta aquí se ha practicado, no impidiendo el des- que por su posición geográfica aquí, tienen un intecuartizamiento de Polonia, el martirio de Italia, la rés más directo. Esta regla de conducta sufrirá, sin repartición de los Ducados... Se combale la inter- duda, modificaciones con el tiempo, cuando las vías vención de un modo positivo, real, valedero, ha- de comunicación se hayan aumentado entre ambos ciendo entender al trasgresor que un pueblo dueño continentes, y sus intereses comerciales y políticos de sus actos y sabedor de sus derechos y deberes se encuentren más mezclados.» Pues bien, esta disno tolerará que impunemente se cometan estos es- creta consideración de H. Wheaton (Histoire du cándalos, repeliendo con la fuerza lo que con la Droitde Gens, t. n), ¿quién puede afirmar que no enfuerza se impone, y llevando al oi)rimido algo más tre en breve tiempo en la esfera de la realidad? que sus simpatías estériles.—Y tanto es esto, que no ¿Quién se atreverá con firmeza á dudar que dentro se pronuncia Mr. Jonhson contra la monarquía esta- de poco los Estados Unidos, rompiendo el estrecho blecida volúntate propria en el suelo americano: el círculo continental que á su política las circunstanBrasil por ejemplo; sino que se alza contra la pro- cias han trazado, deje de presentarse á los ojos del paganda armada de aquel principio, hasta ahora aco- mundo, defendiendo en todas partes la causa del metida tan sólo por los gobiernos conservadores de progreso y de la libertad? Y entonces ¿dónde estarán Europa. los intereses de la civilización? ¿Nos dejaremos lleY no se diga que aun en este sentido es estrecha var de huecas palabras y prevenciones necias? Allá en los años blancos de 1821, 1822 y 1823, la política proclamada por el presidente americano, toda vez que se lleva más allá del nuevo continente: cuando los absolutistas europeos se reunían en Laylo que significa que sus miras raquíticas no se po- bach y Verona con aquellas piadosas intenciones nen en los altos intereses de las naciones, en los que dieron por resultado la intervención en Ñapóles desinteresados principios del derecho. No: lo que y en España, y la muerte de las franquicias constiesto quiere decir es, que nó pudiendo hoy todavía tucionales de entrambos pueblos, los omnipotentes llevar á otras partes el respeto del principio de la de la época declararon la política de las invasiones no intervención, de la soberanía de los pueblos, la y de la propaganda armada. Asi que Melternich esrepública americana lo defiende allí cerca, donde cribía á Madrid: «Fiel al sistema de conservación y cabe su afianzamiento, donde para el caso de un de paz, para cuyo sostenimiento el emperador ha conflicto es probable que el tiempo corone sus es- contraído con sus augustos aliados compromisos fuerzos. A más que la simpatía en favor de estos inviolables, S. M. no cesará de mirar el desorden y principios generalizados y sostenidos en todo el los trastornos, cualquiera parte de Europa que pueda mundo, no es nueva en los Estados-Unidos, y de ser la victima, como un objeto de viva solicitud para ello se convencerá el que recuerde la excitación todos los gobiernos; y cada vez que el Emperador que en apoyo de Polonia y de la causa de las nacio- pueda hacerse oir en el tumulto de estas crisis denalidades se produjo en las calles, los meetings, y plorables, creerá haber llenado un deber del que las Cámaras norte-americanas, allá hacia el año de ninguna consideración sería bastante á dispensarle.» 52, con motivo del viaje de Kossuth á los Estados (A la legación austríaca, 1822.) —Con tales anteceanglo-americaoos. Entonces dominó el prudente dentes estaba ya trazada la conducta de los que sutemperamento de no comprometer la causa viniendo frían privaciones de su autoridad tradicional, por la á defenderla á lejanas tierras. ¡Quién dice que ma- revuelia de sus subditos: y en este caso se hallaba ñana, facilitadas las comunicaciones, intimadas las el gobierno español absolutista, que luchaba por dovidas do entrambos continentes, la repiiblica ameri- meñar á los insurgentes de América. Así que el rey cana no presto su apoyo activo y eficaz á los que Fernando no titubeó en dar sus pasos cerca de los en Europa sostengan el incontrastable derecho de soberanos de Verona, solicitando su intervención en la soberanía de las naciones! — No há mucho que los asuntos de sus agitadas colonias, á lo que aqueun ilustre escritor de derecho internacional, que en llos mostraban particulares disposiciones. Dos acuerlas escuelas y las legaciones ha sustituido completa- dos, sin embargo, produjo esta actitud en dos puemente al famoso Watel y al decantado Martens y al blos libres. Inglaterra, separada ya de los aliados, viejo Wolf, escribía á propósito do las gestiones protestó que toda medida adoptada por éstos en el de 4817 sobre el derecho de visita, pero que puede asunto de las colonias españolas; «toda intervención muy bien extenderse á todo: «Hasta ahora los Esta- —decia Canning,—sea por fuerza, sea por amenaza. (lí Febrero, 18f.6.) Revista Hispano-Americana. en la disputa entre España y sus colonias, sería considerada por Inglalerra como un motivo para reconocer á éstas sin detención alguna.» — Los Estados Unidos, por boca de Monroe—uno de los partidarios más constantes y decididos de la política Jefferson,— decían en 1823: «Debemos á nuestra buena fe, á las relaciones amistosas que existen entre los Estados Unidos y estas potencias, declarar que consideraríamos toda tentativa de su parle de extender su sistema á alguna porción de este hemisferio, como peligrosa para nuestra tranquilidad y nuestra seguridad. En cuanto á las colonias y á las dependencias actuales de las potencias europeas, no hemos intervenido ni intervendremos en sus asuntos; pero en cuanto á los gobiernos que han declarado su independencia, que la han mantenido, reconociéndola nosotros después de maduras reflexiones y conforme á los principios de la justicia, no podríamos mirar la intervención de un poder cualquiera, con el fin de oprimirlas ó de marcar en alguna manera sus destinos, sino como la manifestación de disposiciones hacia los Estados Unidos La política que hemos seguido respecto de Europa, desde el principio de las guerras que han agitado tanto tiempo á aquella parle del globo, ha sido invariable; consiste en no interponernos jamás en los negocios de sus diversos Estados: en considerar el gobierno de facto como el gobierno legitimo relativamente á nosotros: en restablecer con este gobierno las relaciones amistosas y conservarlas por una política franca, firme y animosa: en admitir en toda ocasión las justas reclamaciones de todas las potencias y no sufrir las injurias de ninguna La verdadera política de los Estados Unidos es dejar á las partes contendientes á si mismas, en la esperanza de que las demás potencias seguirán el mismo sistema.» Y hé aquí el origen, la procedencia histórica de esadoctrina Monroe, que yo bien creo que no fué Verdadera y enérgica parte á que dejase los asuntos de América la Sania Alianza, harto más preocupada con la actitud de Inglalerra, pero que ha servido de base documental para la política exterior de los Estados Unidos, y en sí es una protesta de la república americana en favor de la soberanía de los pueblos y la causa de la libertad y del progreso. Cierto que hay en el mensaje ese toque de particularidad, ese empeño de mirar la intervención en América por lo que á los Estados anglo-americanos pueda importar; pero nótese que esta recabacion del derecho individual de los pueblos nunca podría hacerse, cuando no existía lun derecho internacional universalmente reconocido, y que estatuyese la autonomía de las naciones y laño intervención, sino al amparo de un príncipio de propia defensa, de conservación propia que alegaba el pueblo norle-americano, creyenc firmemente en él, y sólo en él quizás, lo mismo que con idéntico criterio habia dispuesto sus intervenciones en Europa y América la Santa Alianza. Para salvar esta contradicción de criterio vino de molde la inmensidad del Océano, y la diversidad de continentes. Pero nótese que por arle dichoso, mientras los absolutistas de Laybach y de Verona habían convenido con la míeri^encion en un ataque alas nociones más sencillas de derecho, los Estados Unidos pagaban con la no intervención un tributo excelentísimo á un gran principio del derecho internacional, que hoy por todas parles se acepta y proclama, aun por los mismos que evadiéndole le quebrantan. De entonces acá la doctrina Monroe mucho se ha exagerado por cierta pasión popular, llegando hasta el punto de hacerla significar á las veces casi una incompatibilidad abierta de los destinos de Europa y América; y en este sentido, que prescinde de la ilustración de la historia, y de la doctrina de la razón, la política exterior de los Estados Unidos no fuera aceptable. Felizmente así no se ha explicado en documento alguno oficial, ni siquiera á propósito de la violación de la integridad de Nicaragua acometida por Inglalerra en 1848, y salvada por los tratados de Clayton Webster en 18S2, que ofrecían para esta declaración oportunidad soberbia—y ahora Mr. Johnson la ha expuesto con exquisita prudencia y generoso ánimo. La no intervención: vé ahí la política proclamada desde Monroe á Johnson. Sí esta política cuadra á los intereses particulares de la república americana, bendita ella que así hermana loques de su conveniencia con las prescripciones de la justicia: La no invervencion: hé ahí lo que en América se proclama hoy, allí donde puede hacerse obedecer por una nación fuerte este principio de derecho de gentes, y que mañana cuando el Atlántico no sea un obstáculo, y las relaciones continentales se estrechen, y se evidencie la intimidad de intereses de los pueblos civilizados de entrambos mundos, y llegue la hora de "las influencias mutuas, rápidas y normales, se extenderá por lodo el mundo, amparado y sostenido por esta vieja Europa , cargada de gloria, de ciencia y de siglos, y esa joven América, á que ha dado condensados los frutos todos de su larga y trabajosa vida para que acometa nuevos y más altos destinos. La conquista del derecho: vé ahí la obra última del viejo mundo y la primera del nuevo. Vé ahí el empeño á que de consuno están llamados la Europa y la América antes de que comiencen los dias del porvenir. Tales son los resultados que para el derecho in- 252 Revista Hispano-Americana. (i2 Febrero, 1866.) lernacional de si dá el último mensaje del presidente el cuerpo humano por los padecimientos fisicos y morales; americano. De un lado la afirmación de que las le- la guerra ha gustado de percibir el estruendo de ios combates en contraste con los acordes llenos de vida y regocijo de yes internacionales, ni en su formación ni en su varios instrumentos labrados con el mismo metal con que fainteligencia, penden exclusivamente del buen que- brica sus armas destructoras. El amor, joh! icuánto no le derer de un pueblo determinado: la idea, en fin, del berá el amor cuando el odio le merece muchol Código internacional; y por tanto, la relación posi- ¿Qué guerra, qué enfermedad, qué amor, qué odio, qué ditiva y fecunda de los pueblos para estos asuntos que cha ó qué desgracia, qué nueva vida ó qué nueva terrible doprivan sobre la particularidad de cada uno. — De lencia es la que boy pide al divino arte su protección invisible como la caridad ó como la Providencia? otro lado el principio de no intervención, sostenido, La enfermedad de hoy, el gran contagio universal que nos practicado y defendido si fuese menester con las domina, es el infinito amor al infinito Eterno. Es imposible armas en la mano: es decir, la doctrina de la inde- vivir en el presente sin experimentar los rigores de esta grave pendencia de las nacionalidades: en una palabra, é incomprensible dolencia. No hay alma vigorosa, elevada ó la soberanía de los pueblos y el concierto de las profunda que no exclame con el gran poeta de nuestros dias:/ lo atormenta y anonada!—¡,Qüé nuevo misterio es este? naciones. No caben resultados más admirables ni infiíntome —La más alta y sublime vitalidad del siglo está en su enfermemás fecundos para la causa del Derecho. dad más incurable, nuestra vida superior es la que se sostiene Y vé ahi dónde catán esos inmensos peligros que muriéndose por el infinito adorable. El siglo tiene su fiebre para los intereses del mundo, y los derechos de la como el león, y no de una hora, sino de dias, de todos los dias historia, y la vida del porvenir significa la actitud y de todas las noches, y ruge sin cesar buscando el agua de arrogante y ambiciosa de los Estados Unidos y su una vida eterna en el desierto de los misterios impenetrables. He ahi nuestra enfermedad; hé ahi el objeto de nuestro propaganda endemoniada en las demás repúblicas amor; la causa de nuestros odios. Ya no es el hombre sólo, americanas. Vé ahi dónde están esos abismos que se son las sociedades en masa, las quefijasen el porvenir fecundo ofrecen en su camino á la Europa: vé dónde vamos en esperanzas que corona el Infinito, exclaman con todos los ayes lodosa dar, renegando de nuestras afecciones, nues- y suspiros de un dolor desesperaJo:/9uotif/i(; mortur/—|no8 es-itamos muriendo de amor á la vida fulural tros intereses y nuestras esperanzas el dolor más grande que la humanidad ha conocido. ToConcluyamos. Mientras la República norte-ameri- dosEslos progresos déla historia, todos los primores, todas las cana por este camino siga, no demos paz á nuestros maravillas, todos los mila;,'ros de ciencia, de arte, de indusaplausos; y fiemos en esa propaganda quieta, racio- tria que han enriquecido á las sociedades, embelleciendo el nal, que todo lo espera de la voluntad de los ))ue- globo, templando los rigores de las estaciones, disminuyendo blos, del asenso do los interesados, y nada de los la oscuridad aterradora de la noche, eran amorosas preparaprocedimientos de fuerza. Asi ese pueblo que ha ciones de la Providencia que mullia el gran lecho del dolor en que habia de agitarse el sublime enfermo. abolido la esclavitud, y emancipado en lo político ¿Qué remedio hay para este enfermo?—Aún no se conoce, las clases proletarias, y sostenido la libertad del ni podrá descubrirse nunca, porque la humanidad ama su dopensamiento, y fortificado el principio de autoridad, lencia, está orgullosa de un dolor supremo, pudiendo oponerse y preparado el despejo de la cuestión económica á la muerte de un Dios que se anonada por los hombres, la eny social, y exaltado el trabajo, y que hoy mismo fermedad del alma, que puede gritar en un arrebuto de amor y alirma con energía y decisión dos de los más gran- gratitud: ¡Si mi bajeza te ha herido, tu infinito, oh Dios, empieza á atormentarme! des y de atrás acari<:iádoseinconlrastables princiNo hay remedio, pero hay un bálsamo. El universo entero pios del derecho internacional, augurando así una es el cáliz que lo derrama. Un bálsamo suavísimo que hace época de progresos en este particular importantí- que duerman el paciente y el dolor, y produce ensueños celessimo de la vida del mundo civilizado, ese pueblo tiales, en los que se logra al menos ver el fantasma, perseguir será la desesperación de los conservadores y la losa la sombra de aquella realidad, cobrar la imágeivde aquel infinito por que suspiramos en nuestras larcas vigilias. de los absolutistas; mas por lo mismo debe ser saEste bálsamo es la música. saludado con efusión por los que en todas partes, y Todas las artes viven del dolor. Los dolores huicanos los sobre todo en la vieja Europa, nos preciamos de engendraron. La arquitectura nos abrigó, protegió nuestros ensueños y nuestra salud, fué como el sacramento del espíritu sinceros efectivos liberales. de familia, que es el alma de las sociedades. La escultura magnificó la divina figura humana que todas las fuerzas exteriores tienden á descomponer y afear. Lá pintura es el auxiliar de nuestra memoria, el eco mil veces repetido de EL ARTE DEL SIGLO. pasadas impresiones, la enemiga del olvido que pone una esperanza en los dolores de la ausencia, y como cristal poderoso Symphonhlii est ánina, que alcanza á descubrir astros lejanos y nebulosos nunca perOinsoK. cibidos, nos deja ver al través de los espacios sombríos é inLa música es el arte de nuestro siglo. Las religiones anti- comensurables de la muerte, en un cielo de imperturbable seguas le pidieron sonidos mágicos para evocar ángeles y sera- renidad, brillando como una estrella qu« nos contempla sin fines; la medicina presintió en sus armonías secretos pode rosos cesar, al ser idolatrado que ayer nos dio el increíble ¡adiós para recuperar el equilibrio perdido de las fuerzas vitales en parammprel RAFAEL M. DE LABBA. Revista Hispano-Americana. (12 Febrero, 1868.) La música corresponde ó los dolores más espirituales de nuestra vida, á lo más intimo, á lo más individual, á lo más subjetivo del ser humano. Mientras que la pintura se encuentra todavia después de la arquitectura y de la escultura, encadenada á la tierra aunque con cadena de flores brillantísimas, y no puede representar sino las cosas que existen simultáneamente en el espacio, sin lograrpor completo launidad, no siéndole posibletampocoapoderarse de un solo elemento, de una sola alma aislada de la vida externa, de una belleza escogida entre las muchas que se confunden en el panorama terrestre, no siéndole posible copiar lo bello únicamente de la luz, ó del agua, ó del cielo; la música puede ser exclusiva y copiar aisladamente una sola unidad de la vida y trasportarnos por otra parte á una esfera puramente interior y profunda á que no llega el poder de los otros artes. Revela el sentimiento por el sonido, sin forma precisa, sin figura convencional, es la voz de una pasión, de un deseo, de un éxtasis, de una vida, expresando no lo claro y terminante de aquellos movimientos ó actitudes del espíritu, sino lo que hay más bello y sublime y vital en semejantes fenómenos internos, esto es, lo indecible, lo vago, lo oscuro, lo que no tiene vida adecuada, ni expresión análoga, ni imagen simpática, en el mundo que nos rodea. Hemos pretendido dar una deTinicion de la música. Búsquela ol que guste entre las vaguedades y arpegios de cuanto llevamos dicho, porque no es posible dar la definición de este arte, el más etéreo de todos, sino en el mismo género estricto ó fugado de Handel ó de Bach, sus genios inmortales. II. El arte de la antigüedad y la escultura griega, en la cual la belleza puramente geométrica, brilla por la asombrosa armonía de las rectas y la» curvas, por la manera misteriosa inexplicable con que la recta va incluida en la curva y la curva en la recta, ó para ponderar más esto, por la gracia inconcebible con que á veces la recta se esconde en la curva cual la osamenta bajo la carne y la epidermis, y aun la curva se esconde en la recta como el espíritu detrás de toda carne, en el fondo de toda existencia supereminente. Pero lo esencial en las obras maestras del arte antiguo es el predominio de la belleza sensible, y escondidas, acobardadas, en humillación perpetua detrás de la belleza corporal, la verdad, la virtud y los más elevados sentimientos del corazón humano. La estatua, como la pirámide, como el laberint», tiende á ocultar una grandeza más alta , á encadenar un movimiento augusta del espíritu. Es un vaso precioso cuyo licor embriaga y adormece para impedir el arrebato de nuestro ser á las regiones libres de una vida divina. La escultura griega es sublime y perfecta, nos encanta á nosotros hombres de otros tiempos y de otras ideas, porque percibimos en ella el eco fiel de la vida que imitó, nos revela el carácter, el ideal, la naturaleza de las sociedades, de las costumbres, de las filosofías y de las antiguas civilizaciones. Grecia fué el coronamiento de aquellas civilizaciones primitivps, y su arte predilecto no hizo más que petrificar en obras maestras la vida única, exclusiva, inmóvil, estática, religiosa de la antigüedad pagana. La majestad del inmovilismo, el silencio nocturno del alma, el miedo al misterio que paraliza las fuerzas que obran sobre las cosas de arriba, fueron las inspiraciones de los genios de la escultura. El ideal de Fidias fué la indiferencia solemne imperturbable del hombre ante los atractivos de la naturaleza, y ante los 253 dolores sin remedio conocido que asediaban entonces al linaje humano. El ideal de Praxileles fué la palpitación de la carne durante el sueño del alma, palpitación ocasionada por móviles sumamente externos y provocaciones fatales en que para nada influía la libre voluntad del hombre. Eran uno y otro ideal un extremo opuesto al anonadamiento cristiano, porque aquel significaba el anonadamiento como último término de la vida, y el ideal de Cristo nos lo presenta como una preparación para nuevas vidas é interminables encumbramientos del espíritu que nos alienta. Pero el ideal artístico de la Grecia, que fué de un modo inconsciente la sombra profética del anonadamiento cristiano y del éxtasis divino, ó del arrobamiento del hombre en posesión del soberano bien, fué conscientemente la repetición ó reproducción por la estética del ideal exclusivo, predominante en las ciencias, en las leyes, en las costumbres de los siglos griegos, y de los que le precedieron en Egipto y Persia. Porque todas las razas que vivían, como viven muchas todavía en el fondo del Asia, de una civilización puramente oriental, siempre infantil y primitiva, ofrecen en el rostro, en el traje, en las maneras, en los signos y en las obras todas de sus fragmentos, por no decir de sus individuos, la regularidad más asombrosa de las lineas, la simetría invariable, la majestad inexorable, severa, regular, geométrica, impasible de la estatua griega, esto es, la noción de orden enclavada en la inercia individual, como la suprema grandeza de la especie humana, como la ortodoxia patriótica y divina de su civilización. Aquella estatua era insoportable é infernal aun para los espíritus más acostumbrados á la servidumbre, en la noche de pasadas tiranías; por eso, como un recurso del genio que se revela contra todo lo que es antitético á nuestro ser racional y libre, se dedicó exclusivamente á amar y enaltecer la e s tática aparente, que esconde algunos movimientos y palpitaciones de nuestra vida, la estática del éxtasis por la belleza y la inmovilidad del amor en los brazos del placer sensual, la majestad de la admiración producida por la armonía y la unidad. Hemos dicho que no solamente en el carácter y en las costumbres de las generaciones antiguas, sino también en la esfera de la ciencia predominaba como ideal de insuperable alteza la majestad de lo inmóvil, y nada nos demuestra esta verdad más palpablemente que el retrato de Pericles trazado por el diestro pincel del gran Plutarco. Aquella severidad tan ponderada de tos rasgos del semblante en el cual nunca divagó la más ligera sonrisa, aquella falta de movimiento con que movía los ojos, los labios y los brazos al hablar, el sonido de la voz siempre el mismo sin que declinase un semitono, sostenido como no lo es nunca el sonido sino el rudo y seco golpe, la sencillez del porte, del ademan, del vestido, cuyo número de pliegues no variaba jamás cualesquiera que fuesen las pasiones que le agitaban; todo en semejante retrato nos dice cuál dra en la brillante época de Perieles, el ideal en que debían fijarse las miradas de los que aspiraban al aplauso y á la admiración universales. Tal exageración de gravedad impuesta al hombre de estado y al orador que mereció al hombre ilustre el título de Olímpico, debían ser con doble motivo, como nota Ronchaud en su libro de Fidias, el patrimonio esencial de los dioses en sus simulacros y representaciones artísticas. Las razas primitivas se componían de individuos perfectamente iguales por el rigor geométrico. Ver á uno de aquellos hombres era ver á todos los demás, como sucede hoy con los chinos, con los animales de orden inferior y con los muertos que son perfectamente idénticos los uoos á los otros. 254 Revista Hispano-Americana. Las diferencias individuales, subjetivas, espontáneas, eran imposibles y heterodojas. La rotura de aquella simetría sólo podía proceder de un arrebato de ira, de las contorsiones de un dolor físico, de impulsos da venganza, de pasiones deprimentes que rebajan la parte moral del hombre. La estatuaria nos ofrece también la imagen de esta excepción de la regla general; pero siempre por motivos puramente externos y fatales, siempre expresando un arrebato de pasión vulgar en el que tomaba muy poca parte la vida superior del alma. Las estatuas de esta clase son por consiguiente escasísimas y no representan con propiedad sino movimientos instínticos, exclusivamente físicos, sin que se sienta correr por ellos la chispa intelectual. El Filoctetes de Pitágoras de Regium, la Amazona herida de Crésiles, las Nióbides de Scopas, el Apolo de Belvedere y el grupo del Laccoon, son acaso los únicos tipos excepcionales, las únicas bellezas que se pueden citar en este género de protesta contra el rigorismo ortodoxo de aquellas civilizaciones. No se conservan las estatuas que ocasionaron el destierro de Fidias, por haberse retratado á si mismo en el escudo de las Minervas y en las conchas de las Venus. Tan terrible fué el asombro que produjo en sus compatriotas la espía ei^ mármol de su semblante sumamente móvil y vivo, pues tal habia de ser por necesidad el del genio más divino del arte griego, que las estatuas fueron pulverizadas, a no dudarlo, como una horrible profanación de la cual no debia quedar memoria. La última obra maestra, la noche de la estatuaria, está representada en la Noche, de Miguel Ángel. Miguel Ángel es en escultura, lo mismo que en arquitectura, el que pone término á un arte para dejar libre el espacio á una nueva vida artística, elemento esencial de una nueva civilización. En todas la* estatuas '.de Miguel Ángel hay ya movimiento espiritual, revelación del alma, oleajes de fuego celeste que se sobrepone 'L los valladares de las antiguas reglas. Herido en su conciencia por la tiranía de los déspotas de Italia, revelándose como artista contra el poder que obligaba á apreciarla vida como una gracia, no de Dios, sino de los condes, esos asesinos del cuerpo y del alma, verdugos de los grandes patriotas italianos, lleno de indignación ante la injusticia de una parte del pueblo, y el envilecimiento, la cobardía, el oprobio de otra parte; Miguel Ángel dejó en la capilla funeraria de los Médicis la protesta de su alma generosa lanzada al corazón de los tiranos de su pitría envilecida con este objeto, ó dominado por el espíritu noblemente rebelde que movía su diestra creadora, cambió en las estatuas las proporciones ordinarias del cuerpo humano, prolongó el tronco y los miembros, surcó las órbitas, grabó en las frentes el fruncimiento amenazador de las ñeras del desierto, y marcó intencionadamente sobre las anchas espaldas el relieve de los músculos que representan los esfuerzos supremos. Aquellas figuras son todas las imágenes de la ira, de la indignación, del gigantesco desprecio de las almas elevadas. Pero la e s tatua que más enérgicamente pregona el desesperado enojo del artista, la que rompe al propio tiempo el molde antiguo para expresar una idea nueva, asi como la inteligencia innovadora de San Agustín habia roto las palabras, dilatado los monosílabos de la lengua en que se explicaban al pueblo para poder expresar el nuevo dogma libre y civilizador, es aquella estatua de la Noche áe que hemos hablado antes, en la cual el mármol duerme; pero escondiendo un alma qne se agita bajo el imperio de una pesadilla horrenda. (11 Febrero, 189».) Las palabras estampadas por el mismo artista en el pedestal, no son más que el palíndromo leído en sentido contrario al que indica el primer texto. «Dulce es cosa es dormir, y mil veces más dulce ser de piedra, mientras duran entre los hombres el oprobio y la bajeza. En estos tiempos, no ver nada, no comprender, no velar, es la bienaventuranza única. No me despiertes, pues; habla bajo. |Aht |no interrumpas mi sueño de mármol!» Este sueño es el hermoso eterno sueño del arte de la antigüedad. in. La escultura no nos pertenece. Nuestro arte es la música, cuya vitalidad adecuada á la del siglo en que vivimos, hemos deseado poner de manifiesto en contraposición con el carácter esencialmente inmóvil del arte supremo de la culta Grecia. La música es sobre todo movimiento, oscilación, flujo y reflujo, espansion, variedad, cambios de actitudes y de formas, vida palpitante. Nace del temblor de las moléculas internas y esternas de todos los cuerpos. Es el trémolo de la creación. Las otras artes son sentimientos, este es el océano que las circunda. Tubal-Cain le vio nacer en su fragua á los golpes de su martillo, que despedía chispas como estrellas, cada una de las cuales era una nota de fuego, una ola de vida del océano sin limites. La estatuaria disminuía el espíritu bajo el peso de la materia. La música, por el contrarío, dilata el alma, y supone una alma con todas las partes grandes y pequeñas, móviles ó inmóviles de la naturaleza. Nuestra arte es sobre todo sucesiva como nuestra vida, pinta, enseña, halaga, haciendo que la creación, ó una faz, ó una idea de la creación, vaya pasando ante los ojos de nuestra alma, gire en derredor del hombre como ante la majestad de su Dios. La antigüedad exclusiva, tiránica, enemiga del hombre, habia presentido en este arte una propensión á realzar y redimir al monarca de la creación. Para contener sus fuerzas y destrozar sus alas le aplicó las mismas leyes coercitivas que imperaban en la escultura, aunque de una manera más exagerada. Olimpio y Therpandro, los músicos sinj-ivales de la Grecia, no podían emplear más que tres notas eil sus cantos. Una nota más hubiera sido la caída del ángel, la condenación del genio. Hubo un momento de protesta desesperada; pero á pesar del esfuerzo, el sistema de la música griega permaneció restringido, pobre, inútil, comparado con la extensión del nuestro. Las tablas de Alipius que representan aquella queja, aquella prolongación de los ayes y suspiros del alma, no comprenden más que tres octavas y un tono para las voces é instrumentos indistintamente. Y aun se aconsejaba por los maestros que se emplease muy poco la última octava. Era la destinada á los movimientos subversivos de la voluntad. El dyagramma de Platón, que todavía es tímido, era con todo la utopia del arte. Según el sabio autor, prometía un género de música sinfónica no destinado á oídos mortales. Era, en concepto del mismo genio'que le habia concebido, un ideal demasiado recóndito sin aplicación posible. Pero lo que demuestra más claramente la opresión que hacia llorar al canto en la antigüedad, es la división del arte en tres modos distintos, para contener más bien que expresar en (11 Febrero, 18(16.) 255 Revista Hispano-Americana. cada uno de estos modos cierto orden de sentimientos y pasiones que no podia encontrar expresión en los otros dos. Tales eran el modo lydio, el dórico y el frygio. El modo lydio estaba destinado exclusivamente al dolor y al miedo. Aristóteles extrajo de este modo una quinta esencia y fundó el mixolydio de sonidos siempre graves y tristes, por ser los mas á propósito para el coro, según deciael gran filósofo, como que representa al pueblo esencialmente débil, pasivo y cobarde. El modo frygio era el de los entusiasmos, las iras y las amenazas. Atheneo nos dice que los clarines y otros instrumentos músicos de la guerra seguían las leyes del modo frygio. Esta armonía corresponda á nuestro modo mayor, asi como la lydia corresponde al modo menor de la música moderna. El dórico expresaba la serenidad, la calma, la prudencia, el éxtasis de los dioses. Platón le ensalza como el único digno de los griegos. Júpiter y los dioses mayores no podían expresar más que era en los limites de la armonía dórica. Todo era presión, cadena, ignominia para el arte alado, ascendente y puro. Los tiples de la capilla Sixtina son los últimos representantes, las últimas estatuas, la última ignominia de aquella música á que tuvo tanto miedo la cobarde antigüedad. iQué diferencia en el arte moderno t Nosotros elevamos á cinco octavas la extensión total dé las voces, y hacemos recorrer á una misma voz dos octavas y a veces algo más. Esto es asombroso si recordamos la utopia del dyagramma platónico y la imposibilidad artística en que se creían los griegos de ir más allá del empleo de una quinta. Antes era la música la expresión del orden contenido y meticuloso. Hoy es la expresión de la libertad desencadenada. Hoy es más que otro alguno arle redentor y sacerdotal, que perdona al culpable setenta veces siete veces y otras tantas octavas más, y resalta al que está humillado, arrebatándole á la exaltitud de lo invisible. La escultura griega no había inspirado más que la redención de la belleza sensual. Pero aquella redención se verificaba en menoscabo de la ley, de la justicia, del pudor y de la más alta dignidad del hombre. Recordad el recurso á que apeló el abogado defensor de Fryné para salvar á la acusada. Con aconsejarla que rasgara un vestido y expusiera á la admiración de los jueces la extraordinaria belleza de su cuerpo, se logró el perdón, vanamente pedido con la elocuencia de la palabra. La Venus de Guido de Praxíteles y la Venus Anadyomedes de Apeles son los retratos de Fryné que perpetúan el perdón acordado por la Grecia á la prostitución, en gracia de la regularidad de las formas corporales. Pero la redención de la belleza por la escultura se manchó con crímenes horribles, entre ellos el infanticidio. Aspasia, afeada por hallarse en cinta, abortó por orden del Areópago, para devolver á su cuerpo los ideales, divinos contornos que la patria adoraba en aquella reina de la hermosura. De muy distinta manera, más augusta y majestuosamente ha comprendido y practicado la pintura la misión de redimir. En las etéreas Concepciones de Murillo ha hecho de la figura humana una oración explícita y radiante. En los alegres cuadros de Teniers ha declarado la belleza de los animales. En los borrachos de Velazquez, en sus retratos de María de Barbóla y Nioolasillo Perturano, los enanos ridiculos de las Meninas, ha puesto una belleza, una gracia, una vida superior que se adivina en el fondo de las tinieblas, detras de lo feo y repugnante de los defectos físicos y morales. Claudio Gelée, entre otros paisajistas de primer orden, tiene adoraciones al Dios de la luz elevada por la naturaleza en cuadros que irradian los cálidos resplandores del mediodía. Van-der-Neer, derramando sóbrelas hojas de frondosos árboles y sobre aguas dormidas que sueñan con el cielo la luz argentada del astro de la noche, dá ala naturaleza un alma para que eleve plegarias melancólicas al Dios de la tranquilidad, del silencio y de la paz benéfica. Hobbema, abriendo en dilatadísimos senderos que terminan en horizontes de luz las profundidades de los bosques más sombríos, dá voces á la naturaleza para aconsejar al hombre que dilate asimismo las soledades y secretos de su alma hasta los horizontes de la eternidad. En estos cuadros del filósofo artista late algo más que el sentimiento estético. Allí percibimos al primer golpe de vista un sueño panteístico que al fin se convierte ó despierta convertido en adoración al infinito Dios. Pero todas estas redenciones son menos cristianas que las de la música en las obras maestras de Mozart, Haydn, Beethowen, Gounod, Rossini, Meyerbeer, Bellini y Donizetti. El arte fué él mismo redimido, primeramente por Palestrina. Después por una trinidad omnipotente compuesta de Haydn, el autor de la creación; de Mozart, el autor de la Flauta Mágica, La Clemenzadi, Tito, Dun Juan y el Réquiem; de Beethowen, el genio de la sinfonía, el autor de un nuevo génesis del arte superior á todo lo conocido por la Grecia, á todo lo soñado por Platón. La redención humana por el arte divino está iniciada en el Don Juan de Juan Wofgham Mozart. El libreto de Lorenzo d'Aponte, escrito entre una botella de Tocay y tres locuelas muchachas de Viena, y un himno al amor lioencioso, al vino del deleite, á la prostitución desenfrenada. El personaje que eleva este himno á la vida impura es repugnante é indigno de la vida; es D. Juan mereciendo la muerte sin esperanzas.—Pero la música e» la contradicción délas palabras, condena al libreto, disculpa á D. Juan, es una oración á todos lo que puede y debe perdonar, es un poder que promete un paraíso inmortal mientras el comendador anuncia la venganza eterna. Allí la estatua miente. La música es la que dice la verdad y salva revelando lo infinito, á pesar de todas las miserias y degradaciones de la humanidad. TBISTAN MEDINA. LO QUE ERAN LAS ANTIGUAS CURTES DE CASTILLA. <" IL Compoalclon de laa Corte*.— Cacrpo eleetoral.—Niimero de eludadea y villa* de voto e n Corte*.—Método do dlae a s l o n j votaelone*. Aun cuando por circunstancias especiales de nuestra historia , no hubo país alguno en Europa de régimen más democrático que la España, muy especialmente en la Corona de Castilla, fué sin embargo la composición de sus Cortes un tanto privilegiada, revistiéndose del carácter feudal, que á la sazón dominaba en Europa. (1) Vú*«« <l núm. 28 de U REVUTA, 256 Revista Hispano-Americana. Y no será fuera de propósito delinear aquí á grandes rasgos el régimen municipal de la Península, puesto que los ayuntamientos de las ciudades y villas principales fueron la única corporación que gozó del derecho de nombrar y enviar procuradores á sus Cortes de Castilla. Había existido en España durante la dominación romana, el régimen municipal en toda su pujanza y esplendor. Cádiz era la segunda ciudad del imperio romano; rivalizaba por su comercio y su riqueza con Marsella y con Rodas, y era lo que se llamaba entre los romanos una ciudad libre y confederada, amiga y auxiliar de los romanos, de la cual salió la rica y poderosa familia de los Balboa, uno de cuyos individuos se honró con la amistad de Cicerón, y fué cónsul de Roma bajo la dictadura df Julio César. Estas ciudades libres ó confederadas se gobernaban por sus propias leyes, y tenían un municipio independiente, modelado de ordinario sobre el régimen aristocrático del Senado de Roma, habiendo sido generalmente estas ciudades la palanca más poderosa de civilización y dominación de parte de Roma, que las dispensaba por lo general todo su apoyo y protección. Venían en el orden de importancia política lo que se llamaban colonias romanas, es decir, sus ciudades fundadas y pobladas por las legiones romanas, porque Roma fué un pueblo esencialmente militar, y en esta gran república en que todos los ciudadanos eran soldados y estaban obligados á las diez campañas, es decir, al servicio militar por diez años, las legiones fueron el gran elemento de civilización y señorío. Organizadas las legiones, ó regimientos romanos, cuyo número varió desde dos á seis mil hombres, por compañías ó centurias, poblaba generalmente una centuria una ciudad, y esta centuria elegía el cuerpo municipal ó gobernante en unión de diez individuos, de donde salió el nombre de decuriones, ó regidores, como ahora diriamos, de los ayuntamientos. Estos decuriones eran perpetuos, y sus honores como sus cargas se trasmitían á sus hijos: se ve, pues, que la elección reconocía un origen puramente democrático, puesto que nada había más democrático que la legión romana, compuesta de la plebe, aunque mandada generalmente por las grandes familias patricias de la antigua Roma. Pero si su origen era democrático, una vez hecha la primitiva elección de decuriones por sus centurias ó compañías de su legión, su organización era aristocrática, puesto que los decurionatos eran unas cargas hereditarias, y los decuriones nombraban de entre su propio cuerpo anualmente los decenriros y todos los funcionarios públicos. Las colonias eran soberanas en su territorio como los municipios y las ciudades confederadas, y distinguíanse sólo de estas en que se gobernaban por las leyes romanas; sus habitantes eran ciudadanos romanos, gozando plenamente de todos sus derechos de tales, incluso el de asistir á las Asambleas de Roma y de votar sus magistraturas; de suerte que siendo soberanas é Independientes en su colonia, intervenían también, si se tomaban la molestia de ir á Roma, en todo el gobierno y administración de esla ciudad. ^Singular condición de este régimen militar, el más sabio y liberal que se ha conocido en el mundo! Eran las más notables colonias romanas en España Córdoba, fundada por Marcelo; Tarragona, Mérída, Itálica, Zaragoza. Venían en tercer lugar los municipios ó ciudades independientes, qué tenían su régimen propio, aunque modelado por el régimen municipal romano por la irradiación ó influencia de su civilización. Y venían en cuarto y último lugar las ciudades estipendiarías , es decir, las gobernadas desde Roma como la gran Gápua por prefectos especiales nombrados por el Senado. Habían sido geueralmente sus habitantes hostiles á la república. (12 Febrero, 1866.) y conquistadas por las armas, sufrían la ley de los vencidos. AI recordar esta sabia política del Senado, ocurren involuntariamente á la menta los inmortales versos de la Eneida de Virgilio: Tu regere imperio popuUs, Plomone memento Hw tibí erunt artes; pacisque imponere mores, Parcere suhjeclis, et debellare superbos. Mis lectores no llevarán á mal esta rápida reseña del régimen provincial de Roma, puesto que en España fué vivaz y vigorosísimo el régimen municipal romano, y sólo las exacciones y la rapacidad de los emperadores romanos, con la terrible suerte de los decuriones, responsables solidarios del cobro de las contribuciones y victimas de la tiranía imperial, mataron este poderoso régimen, cuyas cenizas arrojaron á los vientos los vándalos, suevos, alanos y godos, últimos conquistadores déla España romana. Guando, pues, Leovigildo y Recaredo consolidaron en nuestro país la monarquía goda, fundada por Ataúlfo y por Eurico, el régimen colonial romano se puede decir que había muerto; y aun cuando se hallan algunos vestigios ó reminiscencias; y aun cuando los célebres prelados, San Isidoro y San Leandro, fundadores verdaderos de las instituciones políticas hispano-roraano-góticas, eran hijos, según los recuerdos de la historia, de un senador romano, las curias habían desaparecido como elemento principal de administración y de gobierno, no pudiendo nosotros asentir á la opinión más favorable á sus curias, que, siguiéndolas huellas del alemán Savigny en su preciosa Historia del derecho romaru) en Occidente, han defendido en nuestros días los respetables eruditos Marqués de Pídal y D. Manuel Colmeíro. No hubo, pues, bajo la monarquía goda verdadero régimen municipal en España, y por eso vemos sustituidos como gobernadores de las provincias, en lugar de los decenviros y decuriones, á los duques y condes, y al defensor civilatit, remedo pálido del tribunal romano, y nombrado en esta época de decadencia y tiranía por los obispos y por la plebe. Durante los cuatro siglos que siguieron á la reconquista, introdújose entre nosotros el régimen feudal, y quien era el señor del suelo, era señor de la justicia y del gobierno, según la gráfica expresión de Pedro López de Ayala, al hablar de las Behetrías, ó Benefactoras, último reflejo de los clientes y patronos de la Roma republicana. Hasta tal punto se conservan, aunque trasforraándose, las más antiguas instituciones, cuando se hallan fundadas en la naturaleza, ó sancionadas por la necesidad de las circunstancias. Una súbita y trascendental revolución sufrió el orgasmo, por decirlo así, polilico de la España cristiana, cuando al estingulrse en la persona del imbécil Hexera la poderosa dinastía de los Ben-Omeyas de Córdoba, y al eclipsarse y desaparecer el gran astro de Almanzor, la más brillante personificación de la España árabe, Fernando I reconquistó á León, Santiago y el territorio de Galicia y de Portugal. Entonces cambió fundamentalmente la política de los reyes de España, y el xégimen feudal recibió el más terrible de sus golpes. En lugar de repartir los reyes de León y Castilla las tierras conquistadas entre sus principales magnates, confiriéndoles el gobierno de las mismas, lo que las leyes de Partida, de acuerdo con lo que sucedía de inmemorial en Aragón, llaman honores, introdujeron la loable y democrática costumbre de aforar las villas y ciudades, es decir, de hacerlas independientes y soberanas. Los fueros ó cartas-pueblas, todavía diminutos y groseros en los de León y Sepúlveda, que son de' los más antiguos de España, formaron una legislación completa en los fueros de Cuenca, de Molina, de Cáceres y de Soria, tal vez los más notables de todos los fueros españoles. (12 Pobrero, 1866.) Revista Hispano-Americana. Donde se habían conservado los mozárabes, ó sean los antiguos cristianos, que se habian regido durante su esclavitud por las leyes godas, como en Córdoba y en Toledo, los reyes les daban por ley el fuero juzgo, es decir, la legislación á que estaban acostumbrados; y donde esto no sucedía, les otorgaban los fueros que creían más convenientes á su felicidad. Pero este régimen municipal era la antitesis del régimen municipal romano. El tipo aristocrático era el carácter de éste, y 61 tipo democrático y aun socialista fué el carácter más pronunciado del régimen municipal de España desde el siglo xi hasta el xiv, es decir, hasta el sistema de los corregidores y regidores perpetuos introducidos respectivamente por Alfonso el Sabio y Alfonso XI, el más grande rey de Castilla, como Jaime I lo fué de Aragón. Intervinieron en su origen en la elección del alcalde y regidores todos los vecinos de casa abierta. Las elecciones se verificaban generalmeute por colaciones ó parroquias; había en muchos fueros disposiciones que concedían la impunidad completa á todo ladrón ó esclavo que viniese á poblar; prohibían algunos fueros, como ios de Baeía, donar ni legar nada á corporacioites eclesiásticas, y todos los pueblos tenían grandes montes, vastas dehesas é inmensos territorios, cuyo disfrute era completamente comunal y socialista. El espigar, el entrar en las viñas á recoger el racimo olvidado, el pastar en los rastrojos, todo esto era derecho del primer venido. Teníase por infame prohibir á los pobres el uso de esta especie de derechos naturales, como que todo esto debía su origen y tenia su sanción en las instituciones mosaicas y en las costumbres del pueblo judaico. Tan grande era la omnipotencia de los concejos, que tenían el privilegio de horca y cuchillo, que todos los habitantes eran convocados á campana tañida, y entendían on la elección de oficios municipales y en todo lo relativo á abastos, y habla villas, como la.de Llanes, cuyo fuero autorizaba ai alcalde á conocer de todas las demandas de divorcio. ; Así no a« de extrañar que el pueblo español sea el pueblo más bravo y democrático del mundo. La plebe y los concejos ayudaron poderosamente á la reconquista y se hallaron con sus pendones, calderas y capitanes en las batallas de las Navas y del Salado, y los nobles no fueron los únicos que manejaron en España la lanza y la espada. Existia además otra disposición en todos los fueros importantes, en virtud de la cual todo el que mantenía caballo para la hueste y cabalgaba, gozaba los fueros y preeminencias de caballero. Estos caballeros eran los verdaderos gobernadores de los pueblos, constituían la mesocracia ó clase media de aquella época, y eran tan bravos y pundonorofos, que la nobleza de primer orden jamás perdonó al vencedor de las Navas, Alfonso VIII, el que dijese una vez en su corte, que los caballeros de Asturias y Extremadura eran tan bravos y buenos caballeros, como los más poderosos magnates. No es pues de extrañar que Alfonso VIII llamase ya alguna vez á los procuradores de las ciudades y villas notables á consultarles sobre asuntos graves, y que esta práctica se reprodujese por Fernando III, hasta quedar por decirlo así constituidas las Cortes de una manera periódica y regular bajo el reinado de su hijo Alfonso el Sabio. Las conquistas de Córdoba, de Murcia y de Sevilla habían destruido el poder de los moros, y acrecentando la seguridad, la riqueza y el con9,erc¡o, objeto constante de la protección del rey sabio, habian dado un gran empuje á la fuerza é influencia del estado llano. Así el rey D. Sancho obtuvo principalmente el triunfo de su usurpación sobre su padre el rey don Alfonso X, y sobre los infantes de la Cerda, con el apoyo de los concejos; asi se formaron las poderosas hermandades de 2S7 León y Castilla en las borrascosas minorías de Fernando y Alfonso XI, y así se estableció bajo el último como ley fundamental del reino, que no se pusiesen nuevos tributos sin ser llamadas las Cortes del reino y votados por las mismas. En este periodo el núinero de villas y ciudades de voto en Cortes era ilimitado, y dependía exclusivamente de su convocatoria del soberano. Algunas veces se reunían aparte las Cortes de León, de las de Castilla y Extremadura, y los prelados y los grandes, que como exentos personalmente de tributos tuvieron siempre escasa intervención en nuestro régimen parlamentario, se reunían y deliberaban aparte, ó por Estamentos; llevando la voz por los grandes la casa poderosa de Lara, descendiente de los antiguos condes de Castilla, y poseedora generalmente de los importantes señoríos de Molina y Albarraciu, y presidiendo al clero el arzobispo de Toledo, primado y gran canciller del reino. Había desaparecido completamente por estos tiempos la antigua forma conciliar de los godos, y todas las clases se hallaban constituidas aparte y con sus respectivos privilegios. Las Cortes eran convocadas casi todos los años, ó cada dos ó tres años lo más tarde, y lo eran para asistir al rey con subsidios, que eran votados con el nombre de servicios; impuesto directo que consistía en una cantidad fija de maravedís, hasta que en el reinado de Carlos Y se introdujeron la sisa y los millones, es decir, los impuestos sobre consumos agregados á la contribución de la alcabala, introducida por Alfonso XI. Los ayuntamientos elegían dos procuradores, á quienes pagaban sus dietas, durante su residencia en la corte, y los cuales obtuvieron la inviolabilidad bajo el reinado de Pedro el Cruel, tan calumniado por el cronista Pedro López de Ayala; sus poderes eran examinados de orden del rey por sus altos dignatarios judiciales, y desde los Reyes Católicos se observa sin interrupción la práctica de que el rey nombraba el presidente y asistentes de Cortes, que eran generalmente el presidente y dos consejeros del Consejo Real, que eran letrados. Las Cortes tenían por secretarios á dos escribanos nombrados igualmente por el rey, los cuales eran los verdaderos espías y agentes del presidente de las Cortes, asistían á sus deliberaciones, redactaban las actas, tomaban los votos y daban cuenta de su resultado; teniendo siempre los libros de actas á disposición del presidente, jamás á la de los procuradores, que se quejaron muchas veces de esta irritante costumbre. Pero al hablar de las Cortes, no se crea que su presidente tenia punto alguno de contacto con los presidentes do las Asambleas modernas. El presidente del Consejo, que lo era de las COI tes; reunía por primera vez en su casa los procuradores, examinaba sus poderes, les tomaba el juramento de guardar secreto (las sesiones no oran públicas, y se verificaban en palacio) y de que no tenían coartadas sus facultades por instrucciones secretas de sus respectivas vülas ó ciudades, los presentaba al rey al inaugurarse y cerrarse las Cortes, y ejercía una inspección continua sobre todas las operaciones de las Cortes,, por medio de sus dos espías, llamados escribanos de Cortes, que cobraban sin embargo sus sueldos de los fondos del reino. Pero el presidente del Consejo no asistía ni intervenía on las discusiones de los procuradores. Estos deliberaban solos en la sala especial del reino que había en palacio, y deliberaban y votaban por el orden riguroso de precedencia de sus respectivas villas y ciudades. No habia reglamento interior; un procurador hablaba cuantas veces quería, no se formulaban los acuerdos, ó seponia« las cuestiones de una manera concreta; y ocurría muchas veces, que al recogerse los votos resultaban tres ó cuatro resoluciones distintas sobro una misma cuestión, vicio que debía hacer pesadas las funciones de los dos escribanos ó secretarios al reís Revista Hispano-Americana. 258 coger los votos, y dar después cuenta del resultado de la votación. Esta se resolvía por mayoría de votos: hablaban primero y votaban los procuradores de Burgos, y los últimos los de Toledo, que disputaban á los primeros la preeminencia en las recepciones y despedidas oflciales del monarca y en todos los actos públicos, habiendo venido á las manos bajo Felipe II en palacio y á presencia del mismo rey, que condenó á prisión por el desacato á los procuradores de Toledo, que armaban esta pesada y fastidiosa broma en todas las Cortes y en todos los actos oficiales ante el rey. El número de ciudades y villas de voto en Cortes, ilimitado antes, se fijó en el reinado de Fernando Y é Isabel en el de 18, que eran las siguientes por el número de su antigüedad y preferencia, asi en la discusión y votación, como en todos los actos oficiales. Primer voto i.o 3.** 4.» B." 6.' 7." 8" 9." .... .... .... .... .... .... .... .... Burgos. León. Granada. Sevilla. Córdoba. Murcia. Jaén. Toro. Segovia. 10. . . . . . Guadalajara, 11 Zamora. 12 Avila. 15 ValladoUd. 14 Soria. 15 Cuenca. 16 Salamanca. 17 Madrid. 18 Toledo. No 86 crea que estas ciudades y villas representaban sólo sus municipios: sus procuradores, que eran dos por cada una, se creian los representantes de su respectiva provincia ó comarca, porque á la sazón habia reinos; pero no había propiamente una división de provincias. Este orden permaneció inalterable desde el siglo xiu hasta 1713, en que abolidos los fueros de la Corona de Aragón, se dio representación y voto á las capitales de este reino, concediéndose bajo Carlos IV igual privilegio á Asturias y Galicia, que habian carecido hasta entonces de representación, no obstante haber sido la cuna de la monarquía. Tales son las ideas que me convenia exponer sobre el objeto especial de este capitulo, dejando para el inmediato tratar de las importantes facultades de las Cortes de Castilla. FlRMIN G. MOROK. ESTUDIOS ESTADÍSTICOS. POBLACIÓN DE LAS ISLAS DE CUBA Y PUERTO-RICO. Entre los estudios estadísticos, pocos ofrecen el interés que el dirigido á conocer el número y condiciones de los habitantes de un país. Los censos de población son monumentos históricos donde se van escribiendo por sí mismos cuantos sucesos influyen en la vida y desarrollo de un Estado, sus guerras, sus revoluciones, sus hambres y epidemias. Ellos son el espejo fiel donde se refleja entera la situación presente de los pueblos, el resultado de sus instituciones, la influencia de sus condiciones físicas, los principales rasgos de su estado moral é intelectual, su riqueza ó malestar, su prosperidad ó decadencia. Ellos, por último, constituyen uno de los indicios más seguros para augurar sobre la suerte reservada á las naciones en el porvenir, pues dan á conocer las generaciones que crecen, las que forma sus esperanzas, las que más adelante explotarán sus riquezas y defenderán su independencia. Los censos responden además á fines científicos de grandísima importancia, puesto que con su auxilio alcanza el demógrafo el conocimiento de numerosas leyes á que están sujetos hechos realizados al parecer caprichosamente y sin medida alguna, leyes constantes que suministran una prueba más de que nada en el mundo se halla abandonado al acaso, y (12 Febrero, 1866.) todo por el contrario obedece á una voluntad suprema y anterior que ha señalado su marcha al mismo tiempo que ha fijado sus destinos. Pero cuando los países cuya población deseamos conocer, son comarcas más ó menos extensas erigidas por la conquista en colonias, el interés que su estudio ofrece es indudablemente mucho mayor. Situados generalmente estos países á largas distancias de la metrópoli, expuestos á la acción de climas las más veces funestos para los que arriban á sus costas procedentes de extranjeras tierras, sometidos á instituciones especiales, producto de su diversa historia y de miras egoístas, poblados por habitantes de todas razas y condiciones, inquietos y afligidos bajo el peso de un gran número de cuestiones sin resolver todavía á pesar de su grande importancia y de lo avanzado de los tiempos, no es posible desconocer el interés grande que para el sabio, lo mismo que para el hombre de gobierno, tienen unas cifras que, poniendo de manifiesto todos estos diversos y especiales elementos, tanto pueden facilitar la solución de las muchas cuestiones en que se halla interesado el presente y el porvenir de las colonias. Es cierto que los censos de esta clase de países tienen que arrojar forzosamente cifras muy excepcionales y hechos que difieran sobremanera de los registrados en la generalidad de las naciones europeas, puesto que también es excepcional la vida y desarrollo de las regiones cuya población dan á conocer. Pero esto, lejos de rebajar la utilidad de semejantes documentos, puede contribuir á hacerlos más estimables, tanto por el atractivo que toda novedad lleva consigo, como por las nuevas demostraciones que sus cifras puedan ofrecer á las observaciones recogidas. De antiguo se dice que las excepciones confirman la regla general, y el demógrafo debe complacerse mucho á la vista de ejemplos contrarios á los heehos observados en la generalidad de los países, si puede demostrar que son producto de causas igualmente contrarias á las que en estos rigen, porque ellos serán la demostración más cumplida de las leyes registradas. Por otra parte, el censo de un país, no tanto se dirige á suministrar á la ciencia cifras con que pueda confirmar sus verdades y corregir sus errores, como á revelar la situación de un país, bajo el punto de vista fundamental de la población, con el fin de emprender las reformas que su estudio aconseje. Aquel es el objeto científico, muy importante sin duda alguna, pero tardío. Este es el objeto práctico é inmediato que si puede lograrse con el auxilio de las cifras estadísticas , justifica cumplidamente los afanes de los gobiernos celosos del bien de su pais por averiguar el-número y condición de los habitantes de las colonias, Asi seguramente lo ha comprendido también nuestro gobierno respecto á las provincias de Ultramar, cuando con tanta frecuencia ha procedido al recuento de sus habitantes, y á continuación se encuentran los resultados de los últimos censos practicados en las Antillas españolas. Isla de Ouba. No creemos disputable la preferencia que damos á la isla de Cuba tratando de nuestras provincias de Ultramar. Cuba, cuyo territorio excede al de la mayor parte de las naciones europeas (1), cuya situación entre ambas Américas hace de sus puertos los más frecuentados del mundo, y cuyos productos agrícolas ascienden á 120 millones de duros anuales; (1) 118.833 kilómetro! cuadrados, eito ••, 18.799 más que el vecino reino de Portugf»!. Revista Hispano-Americana. (IJ Febrero, 1888.) Cuba, con presupuestos que importan 600 millones de reales, con exportaciones anuales de productos indígenas por valor de 800 millones, y con sobrantes para el Tesoro español que ascienden á 60 millones, constituye á no dudar la primera de nuestras provincias ultramarinas y una de las posesiones más codiciadas que la Europa conserva en el nuevo continente. Mas para que el lector pueda apreciar debidamente el valor de las cifras que manifiestan la población actual de la isla de Cuba, juzgamos indispensable darle á conocer al mismo tiempo las recogidas en épocas anteriores. Hé aquí en su consecuencia el resumen de los censos practicados en la isla de Cuba durante el siglo pasado y el actual: POBLACIÓN Afios. 1774 1792 1817 1827 1841 1846 1849 1860 1861 1862(1) Libre. 127.187 187 711 353.888 417.545 571.129 674 993 621.543 812.345 i.025.977 990 688 ; Esclava. Total. 44.453 84.590 199.145 286.942 436.495 323.759 323 897 367.368 570.883 368.550 Í71.620 272.301 853.033 704.487 1.007.624 898.782 945.440 1.179.713 1.396.550 1.359.238 La población libre de la isla de Cuba se hallaba distribuida en la forma siguiente: Blanca. De color. 1774 1792 ASoi. 96.340 133.859 50.847 «4.182 1817 1827 1841 1846 i849 1860 1861 1862 239 830 311.031 418.291 425.767 457.133 622.497 793.484 764.750 114.058 106.494 152.838 149.226 164.410 189.848 232.493 225.958 De suerte que desde 1774 á 1862, esto es, en un periodo de 88 años, la población total de Cuba ha aumentado en 1.187.618 habitantes, ó sea n eun 792 por 100, que equivale á un 9 por 100 anual. Es un aumento excepcional, que sin embargo se explica teniendo en cuenta la escasa densidad de la población cubana, que luego veremos cuan reducida es, y sobre todo las constantes y numerosas inmigraciones que ha recibido la isla en épocas recientes. Pero ya habrán advertido nuestros lectores que no todas las clases de habitantes han aumentado en la misma proporción. Asi es que los esclavos que representaban en 1774 el 26 por 100 de la población total, y el 51 en 1792, se elevaron al 43 durante el periodo 1817-41, y han disminuido en los siguientes hasta el punto de no representar más que el 56, el 54, el 51, el 27 y los mismos 27, en los años de 1846, 49, 60, 61 y 62 respectivamente. Semejante resultado, que debe atribuirse á la mayor eficacia empleada durante este último periodo en la represión de la trata, es lisonjero por la buena voluntad que prueba de parte de las autoridades de la isla; pero lo cierto es que el número absoluto de esclavos ha aumentado desde 1774 en un 754 por 100; y si la cifra proporcional nos parece algún tanto favorable, es sólo porque la comparamos con la correspondiente al periodo 1817-41, pues en realidad resulta que estamos en este punto peor que en el siglo pasado. En vano la ciencia, de acuerdo con el senti(1) 1.» de Junio. 259 miento humano, ha demostrado la injusticia é inconvenientes de la esclavitud; en vano también se han convencido las naciones cultas de que no podian merecer esta calificación mientras existiera un sólo esclavo en sus dominios, y han abolido en su consecuencia tan negra institución; en vano, finalmente, es España un pueblo eminentemente católico y fué el cristianismo el primero que declaró iguales á todos los hombres. En la isla de Cuba se cuenta todavía un esclavo por cada 4 habitantes. De los 1.359.238 habitantes que componen la población to. tal de Cuba, 769.442 son varones, esto es, el 87 por 100; las hembras 589.796 ó sea el 45 por 100. Si descendemos á averiguar la proporción en que se encuentran ambos sexos en cada uno de los tres grupos en que hemos considerado dividida la población cubana, resulta que los blancos se dividen en 437.869 varones y 326.881 hembras' de suerte que el sexo masculino representa entre los habitantes de esta raza el 67 por 100; el sexo femenino el 43. En la población de color, pero libre, se cuentan 111.268 varones, ó sea el 49 por 100, y 114.670 hembras, esto es, el 81 por 100. Por fin, existen en Cuba, según el último recuento, 220.508 esclavos varones, y 148.245 esclavas, que representan el 60 y 40 por 100 respectivamente de la población total esclava. Analicemos estas cifras. El notable predominio que resulta á favor del sexo masculino en la totaliilad de la población cubana, es uno de los resultados más e&nepeionales que ofrece el censo de la isla respecto á lo observado en las diferentes naciones europeas. A excepción de Grecia Bélgica, é Italia, el predominio de las hembras en la población es un hecho constante que, á pesar de nacer más varones que mujeres (105 de los primeros por 100 de las segundas), se explica de una manera concluyente por la mayor mortalidad á que se halla expuesto el sexo masculino, y por las emigraciones compuestas de varones cuasi exclusivamente. Por otra parte, aun en esos países donde se observa el hecho contrario, la proporción en que so halla el sexo masculino respecto á la población total, no llega al 52 por 100. En Cuba, según hemos visto, los varones blancos representan el 87 por 100, los varones esclavos el 60' y solo la población do color, pero libre, presenta en este punto cifras análogas á las recogidas en Europa. Pero todos estos resultados se explican satisfactoriamente. En la población blanca se encuentra el ejército y los emigrados europeosi pertenecientes cuasi todos al sexo masculino. Asimismo se hallan comprendidos en ella los colonos asiáticos que formando un total de 34.046 habitantes, sólo 24 pertenecen al sexo femenino. Entre los esclavos deben predominar también los varones, porque son los más útiles. Traficantes y compradores los consideran simplemente como un instrumento de trabajo, como una mercancía, y naturalmente dan la preferencia en sus respectivas compras, aquellos á los que más fácil salida tienen, éstos á los que pueden darles mayor producto. En cuanto á la población de color, pero libre, componiéndose principalmente de los indígenas, reúne condiciones más normales, y obedece naturalmente en su existencia y desarrollo á la» tnismas causas que dominan en toda población regularizada. Estas observaciones nos parecen tanto más exac> tas, cuanto que los censos anteriores al de 1862 ofrecen iguales ó análogos resultados. Clasificada la población cubana según su» castas y naturaleza, y comparados sus diferentes grupos con los correspondientes al censo de 1860, resulta notable aumento en todos ellos, excepto en la población esclava, que apenas ha crecido, y en los colonos yucatecos, que sobre ser muy pocos á pesar de la corta distancia que media entre la isla de Cuba y el terri- Revista Hispano-Americana. 260 torio mejicano, han disminuido del uno al otro recuento. En efecto, el censo de 18.0 arrojaba 604.610 blancos, 786 yucatecos ó mejicanos, 17.101 asiáticos ó chinos, 189.848 de color, pero libres, y 367.568 esclavos. En el de 1862 resultan 729.966 blancos 717.819 nacionales y 12.147 extranjeros), 34.046 asiáticos, 738 yucatecos, 225.938 de color y 368.550 esclavos. Por lo demás, estos resultados son en extremo lisonjeros para la isla de Cuba, porque prueban su creciente prosperidad, y son además una garantía del desarrollo grande -que recibirá en lo sucesivo su riqueza, puesto que lo que hace fecundo el suelo es el trabajo del hombre, sobre todo el trabajo del hombre libre , que lleva constantemente sobre si el aguijón de la propia responsabilidad. La disminución qne se observa en ei número de colonos yucatecos no es ciertamente un resultado de que deban lamentarse los productores cubanos, puesto que su fuerza muscular dista mucho de ser la de los africanos, asi como su destreza é inteligencia tampoco puede compararse con la de los chinos, cuyo número crece, según ya hemos visto. La publicación oficial de donde hemos tomado las noticias que sirven de fundamento al presente artículo (1), presenta detallada una clasiflcacion de la población blanca según la nacionalidad de sus individuos, dalo interesante á cuya reproducción no podemos renunciar, y que se encuentra en el cuadro puesto á continuación: PAÍSES. Vorones. Hembras. Total. Isla de Cuba 303.128 298.032 601.160 Península 68.293 9.269 67.862 Canarias 32.082 16.470 48.652 Pnerto-Rico 339 160 499 Filipinas 43 3 46 China 54.022 24 34.046 Rep. hisp.-amer... 2.498 922 3.420 Francia 2.067 B39 2.606 Estados Unidos.... 1.801 «93 2.496 Inglaterra... i.012 232 1.244 Yucatán 509 229 738 Italia 398 84 482 Alemania 306 112 418 Santo Domingo 132 81 213 Portugal 139 20 159 Bélgica ;... 19 8 27 Brasil 16 9 25 Dinamarca 15 3 18 Prusia 14 > 14 Suiza 12 1 13 Rusia 12 » 12 Suecia 3 » 3 Austria 2 > 2 Grecia 1 i i La clasificación de los habitantes cubanos, por razón de su edad, ofrece resultados muy diversos: unos que difieren mucho de lo observado en la generalidad de los países; otros conformes en un todo con las observaciones recogidas en éstos. Los primeros son comunes á la población blanca y á la población esclava; los segundos corresponden exclusivamente á la población de color, pero libre. Consisten aquellos: l.°en que la superioridad numérica corresponde en todas las edades al sexo masculino, contra lo observado en los estados europeos, donde al llegar la población á la edad adulta, el (1) ^olicia• eiUdlatlcaii do la isla da Cuba en 1862 , dispuesla» j publicada! por el Centro de £9tadÍ8tica, conrorme & órdenes ó inslriicciones del exrelonllsirao «eBor Intendente de Hacienda, conde Armildez de Toledo. Habana, Imprenta del Gobierno, 1S(;4. (12 F«brero, 1808.) predominio es de las hembras; 2.*, que en vez de disminuir la población á medida que se consultan edades más avanzadas, aparecen las mayores cifras en el periodo medio de la vida. Pero ambos hechos, por extraños que parezcan, se explican satisfactoriamente teniendo en cuenta las grandes inmigraciones de blancos y de esclavos que recibe la isla, inmigraciones compuestas principalmente de varones, y varones ya adultos. Los resultados referentes á la población de color, pero libre, son, por el contrario, los mismos que ofrecen los censos europeos, y esto prueba lo que antes decíamos de ser esta clase de población la que ofrece en la isla condiciones más normales. En ella conservan los varones hasta los diez y seis años la superioridad numérica que les corresponde á causa del predominio del sexo masculino en los nacimientos; pero después de aquella edad, las mayores cifras corresponden al femenino, cual debía esperarse de la mayor mortalidad que producen entre los varones las profesiones á que éstos se hallan dedicados, sus pasiones, sus vicios y desórdenes, aparte de otras causas congénitas cuya existencia parece revelar, entre otros hechos, la mayor proporción en que se encuentra el sexo masculino entre los nacidos muertos. Sólo al llegar á los ochenta y un años aparecen en mayor número los varones de color libres q(ie las hembras de igual raza y condición; pero las cifras correspondientes á este último periodo de la vida son tan reducidas en el último censo de Cuba, que no podemos desecharlas por inadmisibles, á pesar de hallarse desmentidas por el hecho generalmente observado de vivir más las mujeres que los hombres. También se observa en la población de color libre que el número de sus individuos va disminuyendo á medida que las edades avanzan, cual sucede generalmente en todos los países y dicta además el simple raciocinio. Sólo al llegar á las edades medias de la vida recibe algún aumento respecto á los periodos anteriores; pero esto aun en los países europeos se observa, como reciban alguna inmigración, por componerse ésta principalmente de individuos de aquellas edades. Clasiflcados los habitantes blancos cubanos segnn su estado civil, resultan 546.174 solteros, 185.569 casados y 33.086 viudos. Entre los solteros figuran 3S8.395 varones y 217.779 hembras. Entre los casados se registraron 96.088 pertenecientes al sexo masculino, y 89.481 al femenino. Finalmente, los viudos ascienden á 13 457, las viudas á 19 629. Nada de extraño tiene el predominiodelsexomasculinoenla clase de solteros. Es un hecho observado en todos los países, y que se explica por el doble resultado del exceso de los va' roñes sobre las hembras en los nacimientos, y de la época más avanzada á que suelen contraer matrimonio los primeros. Es cierto que en los estados europeos la superioridad numérica . del sexo masculino en la clase de solteros no es tan considerable como en la isla de Cuba; pero no podía menos de suceder asi en un pais de tanta inmigración y en que tanto excede el número de varones al de las hembras en la población total. En Europa son menos los casados que las casadas; pero como esto es debido a la emigración, en la que siempre están en mayoría los primeros, es evidente que la causa contraria, esto es, la inmigración, debe producir resultados igualmente contrarios. A Cuba llegan, en efecto, muchas personas que dejan á sus esposas en el país de su procedencia, por no exponerlas á los accidentes del viaje y á los peligros de un clima fatal muchas veces para el extranjero. Aunque el número de viudas es superior en Cuba al de viudos, como sucede en todos los países, el exceso no es tan considerable como suele serlo en los estados europeos, donde las (12 Febrero, 1806.) 261 Revista Hispano-Americana. primeras llegan á representar el doble de los segundos; pero es necesario tener siempre en cuenta, para no extrañar estos resultados, el hecho de la inmigración y la extraordinaria superioridad numérica de la población masculina sobre la femenina. Por lo demás, todos nuestros lectores comprenden que el predominio de las hembras en la clase de viudos es efecto de la mayor facilidad con que contraen segundas nupcias los varones, y de morir estos antas que sus esposas, generalment« hablando, tanto por las causas generales de mortalidad que otu-an sobre el sexo masculino con preferencia «I femenino, como por la edad más avanzada á que los mismos suelen contraer matrimonio. La población de color, pero libre,,se clasifica según su estado civil, deja maner.i siguiente: solteros, 174.129; casados, 4i.4S9;y viudos, 10.330. Los solteros se subdividen en 85.569 varones y 88.560 hembras; los casados en 21.106 de lo» primeros y 20.383 de las segundas; los viudos en 4.593 pertenecientes al sexo masculino, y 5.7S7 al femenino. Si recuerdan nuestros lectores que el predominio del sexo masculino en la clase de solteros es un hecho general y constante, extrañarán seguramente que en la población de color libre da la Isla de Cuba estén en minoría los varones célibes. Tambiennosolros lo hemos extrañado, y no encontramos la explicación. Hay, sin embargo, que aceptar como cierto este fenómeno, por incomprensible que sea, por cuanto igual resultado se obtuvo en el censo de 1860. Las demás cifras que arroja la clasificación de los habitantes de color libre, según su estado civil, están en un todo conformes con las observaciones que quedan consignadas, y otro tanto sucede con las correspondientes á la población esclava, que se divide por tal concepto en 344,769 solteros, 208.088 varones y 136.681 hembras; 19.265 casados, 10.004 varones y 9.261 hembras; y finalmente, 4.515 viudos, 2.213 pertenecientes al sexo masculino, y 2.302 al femenino. Késtanos, sin embargo, llamar la atención de nuesaros lectores sobre un hecho extremadamente significativo que arroja el censo de 1862 en orden á la clasificación de los habitantes según su estado civil, y es el reducido número de casados que existen en la Isla de Cuba. A 246.293 ascienden únicamente entre blancos y de color, los casados CO-T] prendidos en el citado recuento, que representan el 18 por 100 d« la población total. Es una cifra que difiere mucho de las recogidas en la generalidad de los estados europeos, donde los casados componen por término medio el 33 por 100 del total de habitantes, y que revelan un mal para la isla de Cuba. Las fuerzas productoras del hombre son muy superiores á las de la mujer; asi es que, discuriiendo en absoluto, debe considerarse como un grande beneficio el notable predominio del sexo masculino en la población total de aquella comarca; pero el espíritu de ahorro y el afán én el trabajo regularmente sólo lo inspira la familia, y no puede ser este muy intenso en un país donde tan reducido es el número de casados. El que desde Europa llega á las costas de Cuba en busca de recursos que le niega el suelo patrio, hace un grande beneficio al pais que le da hospitalidad, por cuanto le consagra su trabajo y su inteligencia; pero sin lazos que le unan á él, y con recuerdos que nunca se extinguen en su alma, no tarda en regresar á su patria con los ahorros que, de haber contraído matrimonio en Cuba, en Cuba probablemente hubiera empleado. El matrimonio es además garantía de orden y de moralidad para los Estados, por las sagradas obligaciones que impone, y por los ordenados hábitos que crea. El censo de 1862 no presenta la clasificación de los habitantes de Cuba según su instrucción; apartándose en esto del método seguido en el correspondiente i 1861» Pero es un he'- cho demasiado interesante para omitirlo, y á falta de cifras más recientes, daremos á conocer á nuestros lectores las recogidas en el penúltimo recuento, que son las siguientes: POR 100. Saben leer. No saben le«r. 33 30 67 74 70 4 8 4 96 95 96 Blancos. De color. Total Las precedentes cifras nos revelan un grado bastante satisfactorio de instrucción entre los habitantes blancos de la isla de Cuba, atendido el abandono en que generalmente se tiene todavía la educación intelectual de las clases poco acomodadas. Sobre todo, las mujeres presentan cifras muy superiores á las registradas en el último censo de España. En la Península las mujeres que no saben leer, representan el 85 por 100, y el total de habitantes que se encuentran en este caso, el 75. De suerte, que si bien los varones que carecen de esta primera instrucción en España, son menos que en Cuba (el 64 pol' 100), en cuanto á las mujeres y al total de habitantes, aparece la Península en condiciones más desventajosas. Mas para que puedan apreciarse en su verdadero valor las diferencias que resultan en este punto entre ambos países, conviene tener en cuenta que la población blanca de Cuba se compone en su mayor parte de personas que por su profesión y medios de fortuna todas han recibido aquellos primeros conocimientos, al paso que las cifras relativas & España comprenden la población total, es decir, todas las clases de la sociedad y todas las provincias del reino. Englobadas las cifras correspondientes á la población blanca y á la de color, resultan en Cuba los habitantes que no saben leer en la proporción de un 82 por 100. En la Península ya hemos dicho que sólo representan el 75. Por lo demás, no debe sorprendernos, á pesar dt su magnitud, las cifrüs que dan á conocer el número de habitantes de color que no saben leer, porque no son las ocupaciones de éstos ni sus recursos los más á propósito para cuidarse del cultivo de su inteligencia. Mas de extrañar es que resulten entre ellos menos mujeres que hombres en aquel caso; pero tratándose de cifras tan pequeñas como son las expresivas de los habitantes de color que saben leer, y de una diferencia tan corta, es aventurado calificarlas de inadmisibles. üefectuosa es la clasificación que se encuentra en el censo de 1862 acerca de las profesiones á que se halbn dedicados los habitantes de la isla de Cuba. Debiendo comprender toda la población, así la libre como la esclava, las cifras recogidas se refieren sólo á los habitantes libres, y tampoco los comprendía todos, porque, según hemos visto, ascienden éstos á 990.668, y los individuos clasificados según sus profesiones sólo llegan á 576.021. Han quedado por clasificar cerca de la mitad de la población libre, más los esclavos. Por otra parte, se han omitido en la citada clasificación clases tan numerosas é importantes como los militares, marineros, etc.; se han empleado denominaciones tan oscuras como las de achhhmlradores de sus bienes, p.irederos, etc.;figuranen ella como clases diferentes individuos que tienen una misma posición social, por ejemplo, hacendacbs y propietarios; en cambio se han confun-^ dido en un solo grupo clases que debieran aparecer perfectamente deslindadas, como son los jornaleros de los campos, y los jornaleros de fábricas y talleres, que figuran bajo el epígrafe común de jornaleros; y de no haber hecho Revista Hispano-Americana. m una clasificación que comprendiera todos los elementos de la población cubana y todas las profesiones de sus diversos habitantes , debieran haberse presentado las cifras recogidas en grandes agrupaciones. Creemos, sin embargo, conveniente dar á conocer á nuestros lectores los resultados obtenidos en este punto por la estadística oficial, aunque condensándolos todo lo posible para no hacer demasiado enojosa su consulla. Hé aquí las cifraa relativas á los habitantes varones libres: BUneos. De color. Tol«l. > 540 Eclesiásticos 640 39 Asistentes al culto 35 4 2.406 14 Empleados 2.392 22.546 2.778 Propietarios 19.768 8.529 2.271 Dedicadosá prof.liberales.. 6.058 2.694 446 Estudiantes 2 2i9 Labradores 154.779 48.159 202.938 59.780 Industriales 13.230 24.315 18.334 1.176 Comerciantes 17.158 40 15.325 Dependientes de comercio.. 15.285 2.668 6.691 Porteadores 4.025 124 579 Pescadores 255 6.962 21.741 Jornaleros lí .779 Sirvientes 3.618 3.717 99 263 Mendigos 131 132 En los establ. de beneficencia 261 189 450 (1) De las anteriores cifras resulta, que la ocupación dominante en Cuba es la agricultura. Así debía esperarse de las privilegiadas condiciones de su suelo y de la universal estimación que tienen sus productos. La industria es después la clase de trabajo que emplea mayor número de individuos. El comercio presta ocupación inmediata á 33.659 personas. País que dispone de tantos productos para ofrecer en cambio, y que ocupa situación tan ventajosa en el globo, se presta fácilmente á un comercio activo é importante. Los pobres de solemnidad son muy pocos en Cuba. Solamente se ha registrado uno por cada 3.767 habitantes. Mas no nos inspira confianza esta cifra, porque en época no muy lejana, en 1861, resultó un mendigo por cada 600 habitantes. Las mujeres libres ofrecen la clasificación siguiente, bajo el punto de vista de sus profesiones y oficios: Blancas. Costureras 19.620 Lavanderas 10.151 5.840 Tejedoras de sombreros.. 558 Cigarreras y tabaqueras. 245 Modistas 52 Preceptoras Parteras 11 Sirvientas 121.650 Mendigas , 90 En los establ. de beneficencia 119 Be color. Total. Cárdenas Gienfuegos Colon Guanabacoa Guanajay Güines Habana Isla de Pinos Jaruco Matanzas (12 Febrero, 186B. 60.463 54 034 64.217 26.213 39.843 62.462 190.332 2.067 37.671 79.913 Puerto-Principe... Remedios Sagua la Grande... San Antonio Santa Clara San Cristóbal Sla.M.*del Rosario. Santiago Sancti-Spíritus Trinidad 62.527 47.247 61.986 35.886 52.644 28.977 8.046 15.850 46.707 37.509 Departamento oriental: 255.919 hdbilanles. Baracoa Bayamo Cuba Guantánamo 10.800 31.356 91.351 19.421 Holguin. .. Jiguani Manzanillo. Tunas..,.. 62.123 17.572 26.493 6.823 No basta, según ya hemos indicado, conocer la población absoluta de la isla de Cuba, sino que es preciso determinar además su densidad, ó sea la población específica. El verdadero valor de las cifras es su valor relativo, y la población de un país únicamente puede calificarse de numerosa ó reducida, relacionándola con el territorio. Este procedimiento sirve además de poderoso auxilio para calcular el aumento que en lo sucesivo puede recibir esa población, y aun la mayor ó menor rapidez con que debe verificarse ese aumento, si causas extraordinarias no interrumpen su marcha natural. Sabido es quelá población crece en razón inversa de su densidad. Ahora bien, la población específica de la isla de Cuba es sumamente desfavorable, tanto que sólo resultan 11 habitantes por kilómetro cuadrado. En Europa, únicamente Suecia presenta una cifra más baja. A excepción de este país de clima tan rigoroso y de tanto terreno improductivo, la población menos densa se encuentra en Grecia (23 habitantes por kilómetro cuadrado). La cifra más alta corresponde á Bélgica [154 habitantes por kilómetro). De suerte que la isla de Cuba, tan abundante en medios de subsistencia y bajo la acción de un clima tan favorable para la reproducción, tiene que caminar aún mucho en este terreno, y eólo cuando su población se halle en armonía con su vasto y fecundo territorio, será cuando alcance esa prosperidad extraordinaria que le aseguran las ventajas de su privilegiada situación y los grandes recursos de su suelo. 25.513 18.969 n. 5.561 Puerto-Bíeo. 756 304 A 683.181 habitantes asciende la población de la isla de 83 1 Puerto-Rico, según el último censo oficial, que es el practi53 22 cado en el año 1860. El que se formó en 1864 con las noticias 56.871 168.421 suministradas por los jueces territoriales de la isla, dio por 108 198 resultado 492.121 habitantes. Resulta, pues, á favor del úl122 241 (2) timo recuento una diferencia de 91.060 habitantes, que reRéstanos, para completar nuestra exposición, dar á cono- presentan un aumento de un 18,60 por 100 durante todo el cer á nuestros lectores el número de habitantes que compren- periodo, y de un 3,08 por 100 anual. den las varias jurisdicciones en que se hallan divididos los dos Nuestros lectores observarán que es muy inferior este audepartamentos de la isla, y determinar luego la densidad de la mento al que ha recibido la isla de Cuba. Puerto-Rico no ofrece población total. Hé aquí la población délas jurisdicciones: los recursos que esta, y su inmigración es por lo mismo muDepartmiento occidental: 1.103.319 haintantes. cho menor. Su población es además muchísimo más densa. Bahía Honda 12.773 Nuovitas 6.376 Aun así aventaja en este punto á todas las naciones de EuroBejucal 23.748 Pinar del Rio 68.926 pa, entre las cuales, la más privilegiadji, Inglaterra, presenta sólo un aumento en la población de 2,42 por 100 anual. (1) Esta cifra so de«compono de la manera siguiente : 64 «ordo-mudos, 227 Pero no han aumentado en igual proporción ios varios eleciegos, 68 dementes y Si laiarinos. mentos de que se compone la población de Puerto-Rico, se(2) En eslt cifra >e hallan comprendidas ¡3 sordo-mtidas, 142 cle^i, 43 d«mcntcl y 33 latarinast gún demuestran las siguientes cifras: 6.893 8.818 1.521 198 69 263 Revista Hispano-Americana. (11 Ftbraro, 1806.) Población de color.—Esclavos. Año 185&. Número *<«olato. Blancos. Libres... De color. Esclavos. Por 100. 236.676 208.627 46.918 48 296.417 100 300.406 241.037 41.738 82 41 7 42 10 Año 1860. BUneos... Libres... De color.! Bsclavos. 100 K83.181 El mayor aumento lo ha recibido la población blanca. La de color, pero libre, ha crecido en absoluto, mas con relación al número total de habitantes ha disminuido. La población esclava felizmente ha decrecido en ambos conceptos. Igual resultado hubiéramos querido encontrar en la isla de Cuba, donde los esclavos representan todavía el 27 por 100 de la población total. Un aumento en la población libre significa también un aumento en capitales, en brazos y en inteligencia. La disminución en el número de esclavos es un bien para la isla, fuertemente interesada en encomendar la explotación de su riqueza al trabajo libre, que es el verdaderamente fecundo, y un bien al mismo tiempo bajo el punto de vista de la moral, porque nada mas injusto é inhumano que la esclavitud. La población de Puerto-Rico se distribuye entre sus nueve departamentos, de la manera siguiente: Capital de la Isla Bayamon Areeibo Aguadilla Mayagüei Ponce Guayama Humacat Isla de Vieques 18.132 77.781 80.427 70.629 107.710 98.116 68.891 88.516 2.979 Total 685.181 Clasificados los habitantes de Puerto-Rico según el sexo, resulta haber en aquella isla 164.328 blancos y 146.078 blancas; 120.423 varones de color y libres, y 120.614 hembras de igual raza^ condición; últimamente, 21.666 esclavos y 20.072 esclavas. De suerte, que la superioridad numérica en la población blanca y en la esclava, corresponde á los varones, quienes representan el 81 por 100 en la primera, y el 82 en la segunda. Entre los habitantes de color, libres, dominan las mujeres, aunque en escaso número, puesto que sólo representan el 50,1 por 100 del total de habitantes de su raza y condición. Análogos resultados ofrece, según vimos, esta clasificación en la isla de Cuba. Iguales causas deben produ-' cir iguales efectos. Hé aqui las cifras proporcionales relativas á la clasificación de los habitantes de Puerto-Rico, según su estado civil: Poblaoim blanca. POR 100. Varones, Solteros Casados Viudos Población de Solteros,. Casados Viudos Hembras. 53.0 47,0 50,4 49,6 31,0 69,0 color.—Libres. 80,8 49,2 80,1 49,9 54,0 66,0 Solteros. Casados. Viudos.. 81.8 87,1 60.0 48,2 42,9 50,0 De las precedentes cifras resulta que el sexo masculino se halla constantemente en mayoría en las dos clases de solteros y casados, si bien esta superioridad es muy insignificante entre los casados de la población blanca y de color libre, lo cual prueba que la inmigración es menor en Puerto-Rico que en Cuba. Los viudos de estas mismas dos clases de habitantes presentan cifras análogas á las registradas en los censos europeos. Entre los esclavos viudos resultan los mismos varones que hembras, lo cual constituye un hecho sumamente excepcional, si bien no debe inspirarnos absoluta desconfianza, por la irregularidad de las condiciones en que se encuentra esta ciase de población. Comparados entre si, y sin distinción de sexos, los solteros, casados y viudos de las tres clases de habitantes que venimos distinguiendo en la población de Puerto-Rico, resulta que, entre los blancos, los solteros representan el 69,8 por 100; entre los de color libres el 75.3. y entre los esclavos el 98,5. Los casados forman el 26,0 de la población total entre los blancos, el 20,3 entre los de color libres, y el 1,4 entre los esclavos. Finalmente, los viudos representan respectivamente en estas tres clases de población , el 8,2 por 100, el 4,4 y el 0.3. De suerte, que la isla de Puerto-Rico lucha también con la gran desventaja que lleva consigo en un país, el escaso número de matrimonios. Pero es un inconveniente que no podrá evitarse mientras la población de nuestras provincias ultramarinas obedezca en su existencia y desenvolvimiento á condiciones tan anormales como son las que en ellas rigen por causas tanto naturales como históricas. Al examinar la población de la isla de Puerto-Rico con relación á su edad, se la vé disminuir á medida que las edades avanzan entre los habitantes blancos y de color libres, al paso que los esclavos de 26 á 40 años son más en número que los de 16 á 25. Lo primero es lo que se observa generalmente en todos los países; lo segundo, por extraño que parezca, puede encontrar su explicación en el hecho de que los esclavos introducidos en la isla son , por regla general, hombres en su completo desarrollo , cual exigen los duros trabajos á que suelen ser destinados. Lo mismo se observa entre los esclavos de la isla de Cuba. También se advierte que en la población blanca y en la de color libre, el predominio que presenta el sexo masculino en las primeras edades, desaparece al llegar al periodo 16-20 años; se presenta de nuevo en el 31-40, y no vuelve á perderse hasta los 71. Es el hecho que se observa en todos los países de alguna inmigración. Lo mismo se advierte en la población esclava, sin más diferencia que la de no perder ya los varones esa superioridad en las edades sucesivas, después de recobrada al llegar á los 31 años. También nos dá á conocer el censo de 1860 ol grado de instrucción de los habitantes de la isla de Puerto-Rico. Según dicho documento, no saben leer, entre los blancos, el 85 por 100; entre los de color el 98, y poca es la diferencia que en este punto presentan el sexo masculino y el fomejiino, pues los varones que no saben leer representan el 83 (por ICO entre los blancos y el 97 por lOJ entre los habitantes de color, mientras que las hembras que se hallan en aquel caso son respectivamente el 88 y el 98 por 100. De modo que la instrucción se halla mucho menos extendida en Puerto-Rico que en Cuba, sin distinción de habitantes. Es un hecho que merece muy particularmente la atención de cuantos deseen sincera- Ul Revista Hispano-Americana. mente el progreso moral y material de aquella isla. Sólo la instrucción puede prestar perfección al trabajo y moralidad al trabajador. La última de las clasificaciones que contiene el censo de la población de Puerto-Rico, es el que dá á conocer las profesiones y ofícios de sus habitantes, clasificación que , incompleta y todo, por cuanto no comprende los esclavos ni las mujeres, y ni siquiera figuran en ella todos los varones Ubres, es de poderoso auxilio, como todas las de su clase, para formar juicio de los elementos y recursos con que cuenta aquella isla. Hé aqui el resumen de las cifras recogidas sobre el particular : Blkiicos. Eclesiásticos Empleados activos — cesantes y jubilado."». Militares activos — retirados Propietarios Labradores Comerciantes Fabricantes Industriales.... Profesores..,.. Jornaleros Pobres de solemnidad.... No contribuyentes l)e color. (12 Febrero, JS8».) busca de recursos que le ofrecen abundantemente las comar" cas explotadas hasta el dia. Si conociéramos exactamente la extensión del territorio que ocupa la población actual, es seguro que nos resultaría una densidad tan grande como corresponde á su portentosa riqueza y manifiesta prosperidad; pero distribuidos los habitantes de la isla entre todo el territo' rio cubano, cuál el cálculo exige, siendo mucho todavía el que permanece por explotar y desierto, por fuerza debe ser sumamente desfavorable la relación obtenida. Por lo demás, Cuba no alcanzará la población específica de Puerto-Rico, mientras el espíritu dé empresa no rompa, con el aux^io de los medios de comunicación, las barreras que á si misma parece haberse levantado la población actual. Total. 159 > 159 874 » 874 49 » 49 11.133 44 11.177 117 12 129 8.835 4.563 15.418 17.393 9.642 27.037 3.091 521 3.412 26 6 32 871 512 1.585 454 15 469 18.833 21.775 40.608 835 672 1.525 17.995 17.?86 35.279 De suerte, qué el mayor número de brazos los emplea la agricultura, á cuyos trabajos se dedican indistintamente blancos y de color. Poca es la afición que estos últimos muestran por el comercio, abandonado casi exclusivamente i la población blanca; insignificantes las cifras relativas á fabricantes é ihdustriales, reducidos al parecer á satisfacer las exigencias ordinarias del país; limitado por último el número de pobres (í por cada 582 habitantes), entre los cuales es de notar que figuran más blancos que de color, siendo asi que los habitantes de ambas razas son casi los mismos. Siguiendo el método que hemos seguido al ocuparnos de la isla de Cuba, vamos á concluir también nuestras observaeionás Bobre la población de Puerto-Rico, manifestando su densidad. Es la de 63 habitantes por kilómetro cuadrado (1). Hecho notable, si no con relación á lo observado en los países europeos, porque Francia, Suiza y Baviera ofrecen cifras análogas, por lo que se aparta de la población específica do la isla de Uuba, donde no resultan más que H habitantes por kilómetro cuadrado. La prosperidad de esta última provincia es evidentemente superior á la de Puerto-Rico; ¿á qué, pues, atribuir tan notable diferencia? A nuestro modo de ver, la explica satisfactoriamente la rnanCra como se halla distribuida la población en ambas islas, y aqui resulta de la manera más evidente una de las muchas dificultades con que tiene que luchar la estadística comparativa. La falta de conocimientos exactos sobre las condiciones naturales y sociales de los países comparados, suele conducir á resultados contradichos á un tiempo por la observación y el raciocinio. En Puerto-Rico la población se halla esparcida por toda la isla; las comarcas incultas é' inhabitadas son muy pocas, y como su clima es begnino, y sus recursos naturales muchos, fácilmente se explica tan notable densidad. Las condiciones naturales de Cuba son verdaderameíite privilegiadas; pero esta misma riqueza de su suelo es causa de que la población que la habita, nó necesite penetrar en el interior de su dilatado territorio en (I) t a iuiierficio lU la Isla do Puerto-Rico c« do 9.314 kilómetroí cuadradoi. J. JiMKNO A G I U S . EL PERSONALISMO ABSOLUTÍSIMO DE CAMPOAMOK. ARTICULO PRIMERO. L Voy á escribir el juicio de una obra que le tiene por extremo singular, y en alto grado peregrino. Su autor la intituló LO ABSOLUTO, y yo pretendo criticarla bajo el epígrafe que á estas lineas sirve de cabeza, por razonas que verá todo el que con atención y diligencia lea. Espero que los prudentes y avisados han de preferir como más propio, el apellido de confirmación al nombre de bautismo de un libro verdaderamente raro, de todo punto nuevo, y merecedor sin duda de examen cabal y de crítica severa. Asi lo reclaman de consuno el honor de lafilosofíay el interés de la ciencia. El instante decisivo por que atraviesa el movimiento intelectual de España, también lo pide. Menester es, por tanto, que cedan ante exigencias de tamaha índole las que solo pueden sostenerse por gustoso caprichos individuales. Si yo les consultara y atendiese, no habría encomio de que no hiciera mérito, ni alabanza que no publicase, ni loa que no expusiera, ni ponderación de que no fuese pregonero tratando de LO ABSOLUTO. Mas el criterio que me ha de servir de guia en estos someros apuntes, procuraré que sea más alto y superior que esas livianas y tornadizas impresiones que insinúa el instinto, apadrina el sentimiento, tolera la costumbre, disculpa el habito y abona el uso; pero que la razón no aprueba, ni la filosofía debe respetar sino en lo que tengan de científicas, que ordinariamente suele ser bien poco. Las críticas que de la obra del Su. CAUPOAMOR se han publicado hasta el dia (al menos las que conozco), pecan en su mayor parle, ó de escesiva laxitud, ó' de sobrado rigorismo; rigorismo y laxitud que no arguyen sino compromisos de amistad ú obligaciones de escuela en los que han escrito con la mejor buena fe y con la inloncion más pura. No ha estado en su mano sobreponerse al orden de naturaleza, según la cual, ew abundancia cordis hquilur os. Que no puede menos de hablar siem* pre el amigo como amigo, y como sectario el sectario. Ni lo uno ni lo otro puede acaecerme á mí, ya que no estoy obligado al autor por cariño, ni desobligado por desvies y malquerencia. Ni le conozco, ni rae conoce. Y en cuanto al rutinario espíritu de escuela, tengo la dicha (ó la desgracia, si asi place) de no haber encontrado maestro en cuyas palabras jure verbo el opere, absolviendo ó condenando al tenor de ellas y en su autoridad fiado, como en concilio ecuménico, oportuna é importunamente. |Ohl y quién pudiera relatar, sin riesgos de cierto linaje, los males que infieren á lafilosofíay el gravísimo daño que la hacen cuantos á ella se dedican por via Revista Hispano-Americana. (12 Febrero, ISOS.) de diversión y pasatiempo,sin curarse del cultiro y ejercicio de su propia razón, dándose por satisfechos con repetir frases tomadas al vuelo, y con exponer doctrinas que no entienden, pero que estiman buenas por haberlas aprendido de memoria. No envidio, ciertamente, las glorias, ni anhelo la fama ni de Galón censorino, ni de Zoilo mordaz, ni de Aristarco descontentadizo; empero se me ha de permitir que diga sin ambajes lo que pienso, y que rebata sincero una opinión en cuya virtud afirman muchos, que esto de filosofar es cosa llana y facilísima, y asequible á todos. |Cual si la suerte hubiera dotado á los hombres de igual poder intelectivo, y cual si todos pusieran cuanto en ellos es para desenvolver y aumentar el que tuviesenl No, no están patentes los arcanos de la sabiduría sino para el que se llega á ellos con celo reverente y con circunspecta curiosidad; ni participará de la vivísima luz que brilla en las cumbres más eminentes de la ciencia, sino el que al trepar por la escabrosa vereda del saber, todo lo examine y lo estudie todo, y todo lo mide y cuenta y pesa y excudriña y aquilata con gran esmero, tacto delicado y prudencia suma, teniendo por indubitable que non omnia ómnibus, sed in ómnibus labor et opus. Pluguiese al cielo que no confundiéramos y trocáramos con tunta frecuencia como hoy lo hacemos, lo que es propio de la fantasía con lo que es propio de la razón, asi como lo que al ingenio pertenece, con lo que tan sólo atañe y corresponde al verdadero talento. Que entonces á bien poco se habría de reducir mi trabajo de censor, toda vez que bastaría á mi propósito demostrar de un modo llano, que no es lo mismo escribir una dolora conceptuosa para entretenimiento de gente baldía, que un tratado ontológico para enseñanza de personas doctas y en achaques metafisicos experimentadas. 265 de agudo matemático y que no sea, al menos de cierta mane! . devoto de fantasía. Por donde es fácil comprender qué ra/KS^^Jlv'j^.. media para que el ontologismo termine siempre en duda 1 ^ ;|'»'^Í:ÍÍ?Í sófica y en desabrimiento social, fruto desapacible de tcÍ|w^¡*^''{¿i^.:;: sistema panteislico-idealista. ^^'/'«í'Oí^ Uno, igual é idéntico es el canon esencial y constitutivo de esta filosofía desdePITÁQORASáGiOBERTí, á saber: la propiedad innata del entendimiento humano para ver y contemplar y penetrar lo verdadero absoluto en una sola idea primaria, capital y luminosísima. Para los ontólogos no hay inducción, ni experiencia, ni progreso, ni más funciones mentales que la visión estática del alma seducida por la bondad, cautivada por la verdad y enamorada de la belleza perfectisima que en si propia ve, contempla y goza en inefable y dulce arrobamiento. En esto se cifran las enseñanzas de PÍTÁGORAS. A esto se reduce lo más subido y excelso de las teorías de PLATÓN y de sus cien glosadores. A esto propenden SAN AGUSTÍN y SAN ANSELMO en la Edad media, y BBSSARION y FÍCINO en el Re- nacimiento. Esta fué una de las principales tendencias originadas en el sistema de DKSCARTES, que representaron SPINOZA y MALLBBRANCHE, reproducida luego por SCHBLLINO, al uso alemán, y después por ROSMINI y por GIOBERTI con formas escolásticas, y últimamente por el abate HUGONIM, filósofo de talento, eruditosin par, de fácilestilo y tan discreto al raciocinar, que, por no caer en lo absurdo, peca de ilógico á sabiendas. Tales son el abolengo y la prosapia con que cuentan las teorías que el Sa. DE GAMPOAHOH propugna en el libro de LO ABSOLUTO, en el cual, si resplandecen dotes y excelencias que dan honor al poeta, se vierten proposiciones de tal índole que privan al filósofo de autoridad. III. H. El motivo ocasional de la obra no puede ser más liviano, según confiesa con laudable ingenuidad su propio autor. Habíasele admitido como socio en la Academia española (ignoro por qué merecimientos), y al recibir el diploma de tal, vínole en deseo disertar sobre Que la metafisica limpia, fija y da esplendor al lenguaje. Y como si un discurso no fuera bastante para desenvolver á maravilla tema tan recóndito y abstruso, parecióle conveniente al Sa. DB GAMPOAMOR alargar su desenvolvimiento nada menos que en un libro, sin mirar que los donaires tienen también su limite, fuera del cual pueden trode ridículo á DBSCARTBS, de impío á BOSSUBT, á KANT de vacío y á PROÜDHON de necio, no seré yo quien le califique; antes carse en desvariada impertinencia. me contentaré con mandar copia sencilla del proceso para ¿De qué trata la obra del SR. DE GAHPOAMOB? La respuesta ante el jurado del sentido común, que es inamovible conse- es sencillísima. Trata de todo y de nada. Pero he dicho mal: jero de la especulativa, á la cual alienta cuando teme, aplau- trata de todo, menos de lo que tratar debiera. Lo ABSOLUTO no de cuando acierta y corrige cuando se equivoca y extravia, es una exposición didáctica, ni racional, ni científica, ni sissirviendo, en suma, de uno como termómetro que señala sin temática, ni lógica, ni de sentido común siquiera, bajo el punto discrepancia los grados de bondad ó de nsalicia de todo sis- de vista de la filosofía; no es sino una mera exhibición pertema filosófico y de toda teoría metafísica. sonal (entretenida, amena y grata, si se quiere) de ciertas Viniendo ahora al SH. CAKPOAMOR y su libro, conviene que ideas que el autor guarda en su memoria, y que fecundiza, averigüemos cuál pretexto sugetivo y qué causa objetiva han engalana y atavia con su imaginación al reproducirlas con dad(^. origen á la exposición de las dectrinas (si doctrinas son) soltura y gracia, bien así como rapsoda diestrísimo que, desque en LO ABSOLUTO se contienen. De esta manera, poniendo pués de cavilaciones mil y en fuerza de hilvanar una y cien la vista en lo que llaman antecedentes históricos y personales veces retazos varios en color y origen, zurce y compone una de la obra que he de examinar, podrá ser el juicio que emita pieza vistosa, pero arlequinada, en la acepción inofensiva del más completo y acertado. Digamos primero de los ontólogos vocablo. en general, y después diremos del nuestro particular y privaTengo para mi que el padre de LO ABSOLUTO no ha conocido tivamente. su hechura al verla en manos de algunos de sus padrinos. La donosa pretensión de los ontólogos no data de ayer, iTan donosamente la han desfigurado! A semejanza del persoseguramente, sino que viene tan de antiguo como el misticis- naje cómico de MOLIERE, le acaece, sin duda, al SR. DE CAMmo oriental, de que emana, y como la cabalística de los nú- POAMOB el hallarse hecho, como por via de encantamiento y meros, en que siempre busco, sí bien con éxito desdichado, como por arte de milagro, todo un filósofo trascendente sin fundamento, apoyo y base. No hay ontóiogo que no presuma que lo hubiera sospechado, ni aun en sueños. Presentadme un escritor dado al retruécano, aun tratándose de asuntos graves, y sin temor á engaño, le calificaré de frivolo. Dadme otro que rebusque á cada punto desdenes afectados, que hiera, pero no arguya; que se burle y no discuta; que ría y no razone, y, sin más deliberaciones, propondré que se le destierre de la república de las letras como á revoltoso de encrucijada y bullanguero de esquina. Y si me dijeren: tal autorcillo de supuesta filosofía trata de ignaro á PLATÓN, 34 266 Revista Hispano*Americana. • Hagamos por reducir á polvo tantos castilletes como se han levantado sobre arena, á propósito de LO ABSOLUTO, y por convertir á la nada la inmensa y aparatosa cohorte de raciocinios de embeleco que ha podido ser parte á realzarlo y sublimarlo hasta más allá del olimpo de la metafísica, con mengua no escasa délo razonable y con perjuicio notorio de lo que álos fueros de la verdad se debe. Lo JiBaoLUTO abraza dos partes, después de una introducción. De ésta me ocuparé hoy, dejando cada una de las otras para un articulo especial. (12 Febrero, 1866.) raba yo {inocente de mil que el SH. DE CAMPOAUOR hubiera dado en su libro con el verdadero norte de la filosofía, concertando todo lo disgregado délos sistemas anteriores, y dando clave segura para todos los sistemas de lo porvenir. Lejos de esto, paréceme que el autor de LO ABSOLUTO no ha comprendido ni penetrado en lo principal y sustantivo de las e s cuelas antiguas, ni aun ha logrado orientarse entre la muchedumbre de las que hoy aspiran á regir soberanamente los destinos gloriosos del pensamiento de la humanidad en larga extensión de siglos y generaciones. Abónale razón sobrada, por tanto, al decir, en la primera página de su libro, que no IV. intenta sino exponer teorías antiquísimas y envejecidas, pues Si el valor da LO ABSOLUTO hubiera de medirse por las pro- todas las de que hace mérito, ligerisima y desconcertadamente, mesas que en cada página de él se enuncian, no habría de prueban á porfía que sabe practicar la cómoda doctrina que seguro obra de mayores quilates ni de precio más subido, ni informa este singular proverbio; quod non inlelligo, negó. Asi, en las bibliotecas de los sabios que fueron, ni en la mente de los lectores de LO ABSOLUTO que anhelen saber por medio de los filósofos que existan en cuanto el mundo dure. Entonces la introducción qué intenta demostrar y por cuales medios el se podría satisfacer de buen grado aquel desaforado antojo SH. DGCAMPOAMOR, perderán el tiempo vanamente. El proemio del autor, en cuya virtud hubieran de reducirse á pavesa guarda, no obstante, analogía perfecta con el cuerpo de la cuantos libros se han escrito hasta hoy, salvo trece, á saber: obra, pues en aquél y en ésta campean á placer negaciones (seís filósofos, tres poetas, dos historiadores, algún sabio, un gratuitas, afirmaciones sin datos, elogios sin pruebas, estigmas novelista,! y este que examinamos.que es (según CAHPOAUOR) sin razón y proposiciones que flotan al aire á merced de los el mejor de todos los libros, el libro típico, el libro sin par, el antojos de la potencia imaginativa de quien escribe inconsilibro príncipe, el libro necesario, cifra clara y resumen breví- derado y veleidoso, ora destruya con piqueta de demoledor simo del saber, puesto al alcance del más rudo con evidencia audaz, ora edifique con trastornado cuadrante de arquitecto nunca antes vista y con certidumbre que nadie será osado á de fantasmagoría. desmentir en lo futuro. Descartando innumerables incongruencias que constan en Mas |oh dolorl este cariño de padre es, como casi todos los la introducción á LO ABSOLUTO, conviene reflexionar sobre lo cariños, extremado y ciego. ¿Lo dudáis? Pues oíd tan solo quefilosóficamentepueden valer tres aseveraciones que en ella emite su autor, la primera sobre la idea del progreso, la seuna reflexión llanísima. Es notorio que el vicio capital de la filosofía, ó mejor, la gunda sobre el carácter unísono de la ciencia, y la postrera dificultad suprema con que ha tropezado en el decurso de la sobre el método para llegar á lo absoluto. historia al convertirse de teórica en positiva y de gimnasio mental en ley de vida (que es su perpetuo anhelo), consiste en una especie de divergencia ó de dualismo que ha obligado, aun ¿Qué entiende por progreso el SB. DR GAMPOAMOR? NO lo á pensadores eminentes, á echar por una de estas dos veredas, dice. iPor qué lo niega tocante á religión y metafísica? Por samillero de gravísimos errores una y otra, conviene á saber: que así le place. ¿De qué manera? Veámoslo. declararse inhábiles para discernir y comprender lo más sa«Zaherir á la religión y á la metafísica (dice en la página 19) grado del pensamiento y lo más excelso de la razón, ó decla- por BU falta de progreso, es una insensatez propia de los que rarlo y explicarlo por medio de rodeos ajenos, y quizás con- ignoran por completo los fundamentos de la metafísica y de trarios, al criterio que ha de presidir en toda especulación ver- la religión. Ni Dios, ni el espíritu, se forman parte por parte, daderamente racional. De donde era que, bajando de suele- nidia por día. Dios es lo perfecto; y el hombre, hecho á su vado puesto de honor, la inteligencia del hombre oscilaba á imagen y semejanza, es lo perfectible. El progreso es lo perimpulso de empirismo torpe unas veces, y de oscurp idealis- fectible que se adelanta hacia la perfección. De las dos partes mo otras, hasta dar en el despeñadero de dudas estériles y de en que se divide la filosofía, la ciencia y la moral, la ciencia absurdas negaciones. ó el hombre es lo perfectible; y la moral ó Dios, es lo perfecto. La metafísica y la religión son invariables, no-tienen progreso. Prosiguiendo este razonamiento, no hay quien no vea, así en el umbral como en la cúpula de la filosofía, oposición de Si fuesen progresivas, serian movibles; y si la verdad fuese sistema á sistema, de método á método, de lo absoluto á lo móvil, ¿hacia dónde se habia de progresar? ¿Podrá haber concreto, de lo ideal á lo real. Y aun dentro de escuelas y sis- ciencia sin una verdad especulativa invariable, á la cual ajustemas, contradicciones lógicas, y psicológicas, y cosmológicas tásemos, progresando, nuestras innumerables verdades de y ortológicas, toda vez que existen divergencias entre el su- hecho? ¿Qué sería la moral sin un tipo de justicia eterno á geto que conoce y el objeto cognoscible, entre la dialéctica que referir todas las acciones de la vida? ¿Sería posible la naformal y la dialéctica racional, entre el espíritu y la materia vegación sin lafijezade la estrella polar?» Hasta aquí el señor en la persona humana, entre Dios y el mundo, entre lo per- de CAMPOAMOR, en cuyas palabras no sé qué admire más, si manente y lo variable, lo necesario y lo contigente, loldéntico las contradicciones que encierran, los absurdos que contienen, y lo diverso, lo finito y lo infinito, y entre lo uno y lo vario. ó la ignorancia supina que revelan, si ya no fuese que trata de Y como no han sido parte á poner en armonía estas diferen- recrearse y de recrear á los candidos para quienes un sofiscias, negaciones y contradicciones (que según todo buen discurso ma especioso vale tanto como un argumento incontestable, deben de ser nada más que sugetivas y aparentes), ni la crítica Lo primero que se nota, leyendo el párrafo trascrito, es que noscitiva de KANT, ni la sustancialidad activa del sugeto de su autor confunde lastimosamente la identidad con la unidad, FicHTB, ni el rítmico moverse de objeto y sugeto de SCHK- y hasta la unidad numérica con la unidad ontológica. De otro LLiNo, ni la acordada marcha dialéctica de absoluto y concreto modo comprendería que en metafísica y en religión, con ser de HEOBL, ni el racionalismo sincrético de KHAÜSE, con ser unisonas é idénticas, se da progreso y cabe variedad. ¿Por uno de los filósofos más agudos de que hay memoria, espe- eaál modo? Por el mismo que el Sn. D I GAMPOAMOR es uno y (11 Febrero, 18S8.) Revista Hispano-Amerícana. 267 vario, toda vez que sin dejar de ser el mismo, ha llegado á la sentido intimo, cuya importancia no ha sido disputada jamás, virilidad pasando por la infancia, por la niñez ; por la ju« puesto que todos sefianplenamente en la conciencia. De donde se ventud. La razón del SR. DB CAiiPOAiioa no me dirá que se le sigue que el autor de LO ABSOLUTO confunde y trueca de lleno haya nudado y trastrocado por otra desde que tenga memoria el criterio con el método, además de aseverar, con increíble de li. A pesar de esto, jqué diferencias y mudanzas, qué va- descuido, en quien tanto presume de sí, que cuantas verdades riaciones y progresos entre la razón que dicta semblamos y en- forman el patrimonio del saber son verdades de conciencia. tre la que dicta ternezas y flores, entre la que dicta tratados deEsto no há menester comentarios ni observaciones. leyes y la que dicta dolaras, entre la que dicta fábulas y la que En el párrafofinalde la introducción se lee: «En cuanto á la división de la obra, en mí no ha sido voluntaria. Dado el dicta polémicas, y entre la que dicta personalismos y la que sistema, su división era inevitable.» <La metafísica, ciencia de dicta absolutos I Demás de que veo gravísimo yerro en suponer que la filo- la cantidad, ciencia de las ciencias, legislación de las legislasofía puede dividirse, no ya por modo de análisis, 8Íno de una ciones, la he dividido en dos partes: primera: De las leyes d» la manera intrinseca, en moral de un lado y en ciencia de otro. inteligencia de Dios; segunda: De las leyes de la bondad de Dios.t OelSa. OB GAUPOAMOR padece eclipses de entendimiento y ¿No repara CAUPOAMOR en que se compadece mal esto aserto con aquel otro suyo en que declara, que las ideas son, no sólo memoria, ó no alcanzo qué tienen que ver esas leyes de la necesarias, sino que también imprescindiblemente generado- inteligencia y de la bondad de Dios con el peregrino axioma ras de los hechos? ¿Y qué es la ciencia sino ideaT ¿Qué la sobre la cantidad. Da todas maneras, sospecho con motivo moral sino hechos? ¿Por ventura ha olvidado el autor de LO fundado que, leyendo esta división de la obra, no habrá quien ABSOLUTO que entendimiento y razón mandan como soberanos, no espere un tratadoraislico-dogmático-teológico-moral,en vez de un tratado de ontología ó de pura metafísica. A pesar de y que voluntad y albedrio les prestan culto de obediencia? No se diga tampoco que la moral es Dios, y la ciencia el esto, aún abriga el autor de LO ADSOLÜTO lafirmísimaespehombre; porque esto seria añadir absurdo sobre absurdo y ranza deque, á virtud de su libro (pág. 43), vendrá algunpencontradicción sobre contradicción, toda vez que ni la una ni la sador á convertir la torre de Babel de la filosofía en el fuerte ineay otra son personas, sino relación con datos seguros, con regla pugnable de la verdad absoluta. jQué candidez! |Guánta ilusión! fija, en buen hora, pero relación al cabo variable y perfectible JULIÁN SÁNCHEZ RUANO. con respecto á uno de sus términos, la inteligencia humana. Fuera de lo dicho, probar que el progreso ei ley de vida en todas sus esferas, cuan múltiples y dilatadas son, no es cosa EL CORREO DE ALQUIFE (t) sino de mirar y ver: que e* patente que no ven todos los que miran. En un capftulo intitulado La unilogia (pág. 23), asienta el SEOTTNDO AVISO SH. DE CAMPOAMOR que la ciencia, ó es una, ó no es ciencia. Admitido: pero que la ciencia sea una, ¿se opone á que sea D E C I D A S A M - O U Z A D B E N E N J E L I . varia? De ningún modo; y esto es lo que aparenta no comprender el autor de LO ABSOLUTO , con ser un concepto rudiIII. mentario y llanísimo. Bs, por consiguiente, falsa de toda falEn las pruebas auténticas que voy á presentar de la signisedad la especie que de aqui deduce nuestro buen ontólogo diciendo (pág. 26) que la unidad de la ciencia exige, como in- ficación del bachiller Carrasco, el buen método exige que dispensable requisito, la reunión de todas las direcciones es- procedamos de las generales á las particulares, y lo primero es parcidas del espíritu humano en una idea numéricamente sola. considerar cuál es el carácter y papel que Gervantes le asigna Cuál sea esta, no lo ha descubierto, ni es dable que descubra en el dramatis personce. Fuera de Don Quijote y Sancho, Sansón es uno de los perotro que el SR. DR GAUPOAMOR, de lo cual se engrie sin tasa, asi como de haber forjado, con auxilio de troquel tan exce- sonajes más principales de la fábula, y lo es bajo tres aslente, un libro que no tiene par. Aquí estriba, por cierto, al pectos: 1.° En ser instigador y móbil de su continuación. error capitalísimo de LO ABSOLDTO, esparcido y disgregado del El bachiller es el único en la historia caballeresca que principio alfinde la obra, como más por extenso y á la larga aprueba las salidas del hidalgo, y le estimula á que vuelva de se verá después. En el tercero y último capitulo del proemio (pág. 55), ase- nuevo á sus caballerías. gura su autor que trata del método, y dice asi: «¿Cuál es el 2.0 En ser materia y sugeto de la misma acción cabamétodo que he seguido en la composición de este libro? Uno lleresca. Sabido es que Don Quijote nunca tuvo una batalla verdamuy fácil: he estudiado una idea, la he desarrollado, y luego la ha formulado de la manera siguiente: La esencia de las cosas dera y formal de estilo andantesco, sino cuando pelea con el son las ideas, y la esencia de las ideas es la idea de cantidad.bachiller en Sierra Morena y en Barcelona. 3." En ser el instrumento de su desenlace. Tal es el principio y elfinde este libro. Podrá no ser bueno; Gon su victoria y condiciones acaba realmente la acción del pero es claro y sencillo: no será cierto; pero por lo menos es lógico. 1 {Válanos Dios por tanta bataholal No se trata al pre- personaje protagonista. La importancia que quiso dar Gervantes á estafigura,ha sente, SR. OB CAMPOAMOR, de averiguar si Y. ha desenvuelto y formulado sus ideas fácil, clara, lógica y sencillamente; sino de corresponder en buena lógica a una importancia análoga de saber de cuál método se ha servido para llegar á esa facilidad, en su carácter moral. Si la locura del honrado Quijano era claridad, lógica y sencillez envidiables de sus doctrinas y en- considerada y sentida por cuantos le conocían como una gran señanza. A vuelta de unos cuantos discreteos y desahogos calamidad, juzgúese cual debe de ser el carácter moral de so contra BACOK, DESCARTES, GONDILLAC y HBGEL, afirma resuel- médico, del hombre generoso que movido de compasión y ex* tamente el Sa. DE CAMPOAUOR que enfilosofíano puede se- poniéndose á grave peligo, acomete la empresa de curarle y guirse otro método que el sintético. ¿Por qué? Por que ((admírese el lector!) la certidumbre metafhiea se apoya en nuestro(1) Ve»n»c los números 25 y 27 do la R«VI»T». 268 Revista Hispano-Americana. reducirle al sosiego de su vida privada. En el orden de los caracteres, la alteza moral del asignado al bachiller es notoria, descuella entre todos. No lo hay más noble, más heroico entre los personajes secundarios. El discreto cura j el buen barbero sienten el mal de su vecino, pero se divierten con él al mismo tiempo; mientras que Sansón, recien llegado, de mano armada y en un punto forma la resolución de curarle tan eficaz como peligrosamente, pues es á riesgo de su vida. jGeneroso intento propio de un alma noble! ¿Por qué no es el bachiller el personaje acabado de la historia, el verdadero representante delbuensentido, el retrato del verdadero hombre de bien? ¿Qué es á su lado D. Diego de Miranda, ese perfecto caballero honrado, sino un hombre indiferente y egoísta? Si la idea de personificar en Sansón á su enemigo no hubiese existido en Cervantes, no habria en la novela del Quijote figura más simpática que la del bachiller. Los lectores no verian en él más que rectitud de miras, nobleza de corazón. Cervantes no tenia necesidad de elogiarle; sus hechos mismos formarían su elogio. Y sin embar^^o, ¿sucede esto? ¿Aparece Sansón á los lectores en tan elevado concepto? ¿Aparece siquiera recomen(ia6{e? jCasorarol Sucede todo lo contrario. Bl bachiller es unactor, que, á pesar de su buen intento no logra cautivar del todo, una figura sospechosa desde el momento en que sale á la escena, un personaje antipático. No hay proporción ni correspondencia entre el concepto que forma el lector de su carácter y el papel elevado y nobilísimo que tiene en el poema. ¿En qué consiste esto? Desde luego puede responderse, que los lectores no pueden formar otra idea del carácter de un personaje, sino aquella que el autor quiso que formasen. Cuando vemos que el hidalgo, á pesar de sus sandeces y locura, á pesar de cuanto acumula el autor para presentarlo en ridiculo, es una figura sublime y simpática, débese creer, que no obstante el papel que reserva á Sansón Carrasco, quiso rebajar su carácter moral y hacerlo antipático y sospechoso;|y la razón es, que es personaje de dos faces: uno en el nentido literal de la fábula, y otro en el alegórico; y como Cervantes atiende á estas dos personalidades, no se puede evitar que el reflejo de la maldad de la una empañe el brillo de la bondad de la otra, y que se vislumbre la hipocresia entre la sinceridad, la intención dañada en su aparente sana intención, al envidioso en el caritativo, y al enemigo pérfido en el amigo leal y sincero. Y cuenta, que siendo Cervantes un gran maestro en delinear caracteres y siendo libre su fantasía para imaginarlos, no se ha de decir que hizo una cosa creyendo hacer otra, que pintó como Orbaneja, á salga lo que saliere. Los toques que desfiguran al bachiller son bien deliberados en la mente del pintor que supo delinear á un D. Diego de Miranda, que en medio de los defectos de amo y mozo figuró en ellos dos caracteres eminentemente interesantes y simpáticos. ¿Por qué no se imagina ua carácter noble? ¿Por qué ha de ser un bellaco el personaje que destina para esa acción? ¿Qué misterio es este? Es que Cervantes se sujeta á lafidelidadde un retrato más bien que sigue las inspiraciones de su fantasía. Obsérvese la excepción que hace de este personaje describiendo sus señas personales, método que no siguió con otros de constante aparición en la escena. El licenciado Pérez y Maese Nicolás, que aparecen desde el comienzo de ella, no están descritos. El mismo Sancho, es introducido sin filiación. Fácilmente se echa de ver que en el cura y el barbero, como en otros actores de la fábula, Cervantes quiso representar tipos generales, pero que en el bachiller quiso representar un tipo determinado. En el cura presenta el cura de aldea en España, y en el barbero, el barbero español; esto es: figuras en que acumula rasgos dis- (1-2 Febrer», 186«.) tintivos de profesión ó clase. Por el contrario, la del bachiller es eminentemente individual, fotografía de un personaje, copia de un original. Sansón, en condición yfisonomía,es uno y solo diferente de la concepción de caracteres en Cervantes, quemiraba siempre á representar gremios, clases, muchedumbres. Ya veremos más adelante, que hay hasta oposición en los rasgosfisionómicosdel bachiller con los caracteres generales de los de su profesión ó clase. Por lo demás, materia de curiosidad es que veamos á los compadres el cura y el barbero tomando parte en las disputas sobre caballeros andantes, actores en el excrutiuio, huéspedes en la venta, de continuo sobre la escena, sin saber qué fisonomía tuviesen el uno niel otro, y que un bachiller que sólo aparece en tres ocasiones, y en dos de ellas cubierto el rostro con visera, haya de estar descrito minuciosamente como si necesitara pasaporte para viajar por el fantástico campo de la novela. Para armarse caballero y pelear con Don Quijote no se necesita saber que tenia la color macilenta, la nariz chata y la boca grande, minuciosidad que no empleó eu todo el discurso de la fábula con respecto ala descripción física del hidalgo ni del escudero. La introducción de este personaje á cuento y con motivo de saber qué se dccia, qué opinión tenían las gentes de Don Quijote, es también muy significativa en el sentido alegórico puesto que por boca del bachiller Blanco se extendió la opinión que tanto perjudicó á Cervantes. Dé bese observar asimismo, que Sansón es introducido en el cuento fantástico, cuando ya el hidalgo es famoso por «us hechos. En el cuento verdadero sucede lo mismo. Blanco se introduce cuando ya el hidalgo Cervantes ha comenzado sus hazañas en el cautiverio, cuando ya tenia o/JJ/uon y nombre entre las gentes. (1) El ser bachiller, Blanco, y bachiller, Sansón, no pueda achacarse a casualidad. ¿Hay necesidad absoluta de que quien salga á pelear con Don Quijote sea bachiller? Al barbero que decía haber sido soldado en su mocedad venia justificada esa hazaña. La palabra misma bachiller denota el propósito de presentar á este actor á mala luz. Cervantes nunca estuvo bien con los bachilleres, sobre quienes carga la mano donde quiera que los introduce. En resolución , la empresa de Sansón viene á ser derribar á Don Quijote, como lo pretendió en Sierra Morena; acabar con sus empresas, como lo hizo en Barcelona; acibarar su vida, como lo logró con su entredicho; llenarle de melancolías, como lo consiguió en su retiro; y causarle la muerte de sus ilusiones y de su vida, como tuvo efecto á manos del desabrimiento. La empresa de Blanco de Paz fué destruir la fama de nuestro soldado valiente, acabar con sus empresas, acibarar su vida, llenarle de melancolías y causar su muerte civil, que no fué otra cosa el estado á que le redujo. ¿Será también esta analogía efecto del acaso? Pero vengamos á un orden de pruebas más concreto. En cuatro ocasiones distintas introduce Cervantes en sus obras á un bachiller, invariablemente postor, falsario, reo de suplantación de estado civil. En la novela de ranero aparece como licenciado, no siéndolo: es un simple bachiller. En la de Soipion y Berganza aparece Pasillas ó Pazillas, que (t) Sionilo numeroMi IM prueba» aulúnlicas quo he de presentar par* evidenciar su peraonificacion en el Quijote, no daró mucha Importancia á la siguiente extraña coincidencia. Cada una do las tres palabra», Bachiller, Sansón, Ctttraico, contienen en rif oroso ¿rden de colocación j proporción do» letra* de las seis de que consta el nombre Blanco. La O 7 /, en bachiller: la a y «, en Sansón; la c y o, en Carrasco. ¿Será coincidencia casual? Muy elaborada parece para ser fruto del acaso. Vuelvo i decir que no emplearé esto como argumento; lo noto sólo como materia de curiosidad. ( U Fíbrero, 1868.) Revista Hispano-Americana. 269 se decía licenciado, y no tenia las órdenes. Es un simple ba- intencional, la pincelada gráfica del retrato del enemigo, el chiller. rasgo que, como rótulo en la frente, nos está diciendo: «Este En la primera parte del Quijote aparece el López, de Alco- es Blanco de Paz: este es mi injusto adversario, mi calumniabendas, que se dice licenciado, y luego confiesa que no tiene dor, el generador de todas mis desventuras, el genio malélas órdenes mayores. Queda reducido á simple bachiller. volo, el Briares ó Sansón que por todas partes me atajó en En la segunda parte del Quijote, tras del nombre bachiller, mi carrera y deshizo el horizonte de mi porvenir.» viene invariablemente la misma mención de grado ú órdenes Verdaderamente, nada justificaría en Cervantes el poner este en la gerarquía eclesiástica, que son sólo las cuatro primeras. lunar en el remediador de la locura de Don Quijote. El papel Esta prima tonsura, daba derecho á usar el hábito de San Pe- que en lo literal representa rechaza esa cualidad. Sí para algo dro, llamado así el vestido del clero secular que llevaba San- sirve la mención de esta tacha con relación á su papel en la son Carrasco. novela, es para desvirtuar el valor de su intento, para supoLa analogía de estos cuatro bachilleres revela cuan jnten- ner que no había sinceridad ni buena fe en su proyecto de samente estaba grabada en la memoria de Cervantes la figura salir contra Don Quijote. ¿Qué significa condición ihclinadaal del tipo original, del bachiller, su encarnizado enemigo. Ese mal, en el personaje que pretende hacer un bim , y que para tipo original que así se reproduce es el falso doctor Blanco sólo esto se introduce en el poema? ¿No se esta vislumbrando de Paz. En la información de Argel están los colores y los que Cervantes aquí no inventa, sino copia? lineamentos característicos que produce esta analogía en las Pero tomemos en conjunto la descripción. La cara redonda, diversas figuras. Blanco no era doctor ni licenciado. Era un la nariz chata y la boca grande son rasgos que unidos constisimple iiachiller que se arrogó el nombre de doctor, como el tuyen una fisonomía especial, marcada, de recuerdo indelede comisario, de que nunca pudo presentar los títulos. ble; una individualidad visible y perceptible entre la generaEn profesión y categoría Sansón y Blanco son uno. lidad. No son estos los caracteres fisionómicos prominentes ó Hay más: ambos tienen el titulo ó grado de bachiller por típicos de la profesión de las letras que se asigna á Carrasco, institutos de Salamanca. niel influjo que la actitud contemplativa, los efectos de la Blanco de Paz estudió en el colegio de dominicos de San- aplicación al estudio y de la tensión constante del cerebro, tistebau de esta ciudad. pueden y suelen ocasionar en lo físico. El tipo de la clase esSansón Carrasco estudió en Salamanca. No se dice que en tudiosa, de los hombres de letras, es muy opuesto al del bala Universidad, cosa que debía sonarle mucho en una aldea. chiller, para que concedamos á su figura ese clasicismo, esa Probablemente hasta en esto quiso Cervantes ser fiel, ó por universalidad y abstracción á que lendia Cervantes en la pinlo menos no introducir una variante ociosa. Veamos ahora su tura de caracteres. El rostro de Cervantes, el de Voltaire y los de otros muchos genios cuyos retratos revelan la actitud conidentidad en lo físico. tEra, dice el texto, el bachiller, aunque se llamaba Sansón, templativa y espiritual, son el tipo de la profesión de las leno muy grande de cuerpo, aunque muy gran socarrón; de co- tras. La fisonomía de Carrasco era expresión de defectos molor macilento, pero de muy buen entendimiento. Tendría rales; nada tiene de espiritual, ni común á la clase: es una hasta veinticuatro años, cariredondo, de nariz chata y de figura creada ad hoc, un actor que corresponde á un fin partiboca grande, señales todas de ser de condición maliciosa j amigocular del autor. 4e donaires y de burlas.» Por último, la edad de veinticuatro años que le asigna, Aquí tenemos la descripción de las señas personales y par- debe llamar no menor atención. Para la parte que toma y la ticulares de nuestro actor. Entremos en su análisis. importancia que tiene este personaje en la historia del hidalgo, «Aunque se llamaba Sansón, no era muy grande de cuerpo.» Cervantes no hubiera sido censurado por representarle hom¿Por qué esta antítesis entre el nombre significativo de gi- bre maduro, de treinta y cinco ó cuarenta años. En edades gantes, y el sugeto sobre que recae, pequeño de estatura? el bachiller asaz de joven; pero Cervantes, ya lo hemos visto, Cervantes no estaba obligado á llamarle precisamente Sansón. no inventa, sino retrata. ¿Tendría Blanco veinticuatro años Podía haber escogido otro nombre cualquiera. ¿Es mero juego cuando llegó á Argel? Si la pintura moral es de su enemigo de palabras? Y en ese caso, ¿por qué lo emplea sólo en esta en un todo, ¿no puede serlo también la física? ocasión? Desde luego se percibe, que ya empieza la alegoría Vamos ahora á entrar en el análisis de la escena y diálogo que se propone. Aunque pequeño, fué un Sansón para derri- en que actúan frente á fronte el noble hidalgo y el malicioso bar su fama, porque no era su fuerza individual la que empleó, bachiller; diálogo admirable, bajo cuyas frases corre otra sensino la colectiva y temible del instrumento de que se valió. tido misterioso mucho más importante en lo figurado que en Presunción foriísima existe de que las señas personales de lo llano y literal, y en el que la mayor parte de los conceptos Carrasco son las de Blanco de Paz. Cervantes apellida á éste son aplicables tanto á la historia fabulosa como á la verdacon el diminutivo de Pazillas, que cuadra á un hombre de pe- dera; tanto á Don Quijote y Carrasco como á Cervantes y el queña estatura. No hay razo.i aparente para la mención de la dominico. estatura, considerado el papel que Sansón representa en la Una de las cosas que tal vez hacen antipático al bachiller, fábula. es que desde su primera palabra hasta la última que pronuncia Lo de gran socarrón es asimismo supérfluo. ó mejor dicho, junto al lecho del moribundo Quíjano, llevan el sello de la hies perjudicial al concepto que de tal personaje debía formarse pocresía, la mentira y la adulación. ¿Se necesitaba esto para el concepto é intervención del personaje? Indudablemente no. si no existiese la trasparencia del otro. El buen entendimiento que le concede, es otra de las seña- El bachiller podía formar y llevar á cabo su propósito sin les por donde podemos distinguir al bachiller Blanco. No emplear esos reprobados medios. Al lado de una figura como debió ser hombre común quien tanto logró influir sobre la la de Quijano el Bueno, ejemplo de sencillez de corazón, sienta suerte de hombre extraordinario. Vése en él la malicia de co- muy mal, ofrece un contraste muy repugnante el bachiller: razón, vése el desastroso efecto de la envidia; pero esto no contraste que no tiene paralelo sino en la bondad de Cervanestá, reñido con el buen entendimiento, porque hay buenas ca- tes opuesta á la maldad de su adversario, entre la sencillez del uno y la astucia hipócrita del otro. bezas encima de malos corazones. El representarle de c<jmlicion maliciosa es el verdadero toque Digno es también de notarse, que cuínlas veces entrañen 270 Revista Hispano-Americana. escena y en diálogo los dos antagonistas, disminuye y baja de punto la locura de Don Quijote, no obstante que el tema de ellos es el que constituye el tema de locura del hidalgo, bien asi como si el sentido alegórico tuviese más fuerza que el literal, y más importancia y seriedad para Cervantes que los disparates con que en otras ocasiones los salpica. Esto tendré ocasión de notar en muchos pasajes y actitudes del hidalgo. Pero fuera de las pruebas auténticas que verá el lector á continuación examinando el lenguaje de doble sentido de que usa Cervantes, me ocuparé primero de otra irrecusable que ofrecen el plan mismo y contextura de la escena en casa del hidalgo y la Índole del género de composición. Sabido es que uno de los grandes méritos de la obra de Cervantes es el sello de vitalidad y de relieve que dio á los personajes principales de su fábula, hasta el punto de parecer que han existido. El más ingenioso de los autores de este género caballeresco, á lo más que llegó fué á hacer creer que la historia habia sido hallada en archivos antiguos y traducida por ellos fielmente, recurso de que también se vale Cervantes, y ya veremos con qué fin especial lo empleó también; pero esto sólo no daba autenticidad á ninguna obra escrita de caballerías, ni la hubiera dado al Quijote si los gérmenes de esa vitalidad y los resortes mágicos productores de ese relieve no consistieran en otras cosas más sustanciales. Consisten en que, aparte de is incongruencia de medios que colocan al hidalgo en la linea divisoria entre lo sublime y lo ridiculo, entre la razón y la locura, Quijano y Cervantes fueron uno en dotes morales y calidades do ánimo. Consisten en que, en gran parte, la verdad fué anterior á la fábula, y la verdad es más maravillosa que la ficción. «Cuanto más se acercare á la imitación, tanto más perfecta será la obra,» decía el discreto amigo del prólogo, y hasta cierto punto, sí algún modelo tenía Cervantes que imitar en su nueva forma y nuevo estilo de historia, era su vida misma y sus aspiraciones. Quitad á Quijano la locura, que es la elección del medio incongruente, y queda en lo moral el tipo moral de Cervantes. Mientras más adelante llevaba esta imitación, más firme era el terreno escogido, más perfecta su obra, y mayor el relieve y la vitalidad que daba á los personajes. Ahora bien, en la escena que vamos á analizar se trataba de formar juicio sobre los hechos de Don Quijote, que él creia famosos. A ningún autor de libros de caballerías se le ocurrió que á su héroe se le pusiesen caloñas, como dice Sancho. Ni i Ariosto, Feliciano, Martorell, Moraes, Alamanni, Pulci ni otros muchos les pasó por las mientes el nombre de calumnias contra sus modelos de caballeros, ni menos pudiera ocurrirse á Cervantes la ¡dea de una residencia y juicio del mejor y más perfecto de los héroes, como pretendía ser su Don Quijote, si el empleo de este mágico relieve que tanta vida y verosimilitud presta y añade al retrato de su personaje, no lo sacara de la verdad y de la imitación de sus propios sucesos. Una vez dada por esta imitación la sugestión de la idea, veamos cuan fácilmente pudo Cervantes transfigurarse y relatar un caso análogo bajo el caso de Don Quijote. Se trata de los hechos de un personaje de admirables dotes morales, amante del bien, caballero hasta lo sumo, valiente hasta lo temerario, despreciador de peligros, de nobles intenciones. Y ¿quién es el autor de la concepción de este carácter? Un hombre asimismo amante del bien, caballero hasta lo sumo, valiente hasta lo temerario, despreciador de peligros, y de nobles intentos animado. En este temple moral y caballeresco, Quijano y Cervantes son uno. Pero hay más: el hidalgo está enamorado de Dulcinea, para ¿1 origen de toda luz, verdad, y elevados pensamientos, único, ( l í Febrero, 186«.) noble y alto objeto por el cual se sacrificará confesando su alteza y hermosura. Cervantes asimismo como poeta, es antes que Don Quijote amante de ese ideal, que puede llamarse, razón, sabiduría, verdad ó belleza moral. En este ideal, Quijano y Cervantes son también uno. Más aún: El caballero fantástico se creia perseguido por enemigos invisibles poderosos que le impiden y estorban realizar sus nobles desees. El caballero real, sabe de cierto que es perseguido por enemisos invisibles poderosos que le impiden y estorban la realización de los.suyos. La paridad de circunstancias no puede extenderse á más: no puede ir más lejos. ¿Dejarla escapar el penetrante y vivo ingenio del autor una coyuntura tan favorable? La tentación era irremisible. El escritor podía dejar entrever su figura y juzgar su causa propia sin peligro, gracias á la analogía de situación. Don Quijote frente al bachiller Sansón para juzgar de sus hechos, ocultan á Cervantes frente al bachiller Blanco juzgando de los suyos. No puede darse alusión más clara á este intento que la ocasión y el motivo de la mención primera que en la historia se hace de Sansón. Si quiere sabor las caloñas que le ponen, dice Sancho, yo iré por Sansón Carrasco, que se las dirá todas. El nombre del bachiller junto á la expresión calumnia es por demás intencionado, como el bachiller Blanco fué el autor de las levantadas á Cervantes. Bien podía él, decirlas todas. Y llega por fin el bachiller, y lo primero que hace el autor es peñeren sus labios la alabanza justa que le debía, la alabanza que más tarde salió de sus labios al encontrarse Cervantes á las puertas de la muerte con el mismo bachiller, y cuyo encuentro relata en el prólogo del Persiles. Ese encomio, pronunciado de rodillas á los pies del hidalgo, es el que le debía al hidalgo Cervantes, y con él, á más de apología á su víctima en el sentido alegórico, confirma la hipocresía del personaje, que intentando desviarle de su creencia, le afirma en ella con sus alabanzas. No era necesario para el propósito de la fábula este elogio hiperbólico; pero Blanco en Argel síguió la conducta que siguen todos los hipócritas. Comenzó por venderse por amigo de Cervantes, para entrar en intimidad y conocer sus pensamientos y proyectos. En la información aparecen haber sido amigos hasta la traición que hizo, después de la cual le negó la palabra á Cervantes. Durante aquel tiempo en que la envidia y mala voluntad aún estaban comprimidas, el bachiller Blanco no dejaría de unir sus elogios á los que todos hacían en Argel del joven cautivo, y aun le estimularía á ponerse en peligro aventurando la libertad para derribarle en la empresa. Por eso, nada más lógico que comience Sansón alabando y estimulando al hidalgo á quien pensaba derribar y atajar en sus aventuras. NICOLÁS DÍAZ DE BBNIÜMBA. EL LALÁLO Ó LALALÁ. El cantar de loa ^allafoa, E« canlar que no M acaba: Comienza por ataiálo, V acaba por {lalála I Canlar ailurtané. Achaque de vecinos, que, por buenos que sean, siempre se inclinan un tanto á la maledicencia y á poner de manifiesto las faltas ajenas, aun inventándolas, si necesario fuere. Pero como todos solemos caer en semejante pecado, tengo por lo (lí Febrero, 1866.) Revista Hispano-Americana. mejor y más conveniente perdonar á los asturianos su copla; no desprovista de gracia, si en cierto sentido se mira, y que del todo nos parecerá desatinada, cuando sepamos el lamentable origen del Lalálo, del cual daré también antes breve idea, para los que por primera vez le oyen nombrar. Aunque soy no poco curioso, y siempre he tenido grandísimos deseos de conocer su origen, conTieso desde ahora humildemente que no me ha sido licito ir muy allá por el campo de las averiguaciones, ni mucho menos trasponer las fronteras de la duda. Con todo eso, no pienso dejar de la mano el estudio de tan extraordinario canto, y ¿quién sabe si el mejor dia hallaremos—como me lo sospecho—que el Lalalo le cantaban ya en el riñon de Asia las primitivas tribus IndoEuropeas, trayéndole á Occidente los hijos de ellas, que, con el nombre de Iberos ó Celtas, señorearon vuestra tierra? [Tarea, en verdad, erudita y digna de ocupar á más de una Academia! Ni se crea digo esto por broma, antes bien, si yo fuera principe ó banquero; que hoy dia es ser mucho más; prometido estaba ya importantísimo premio, al sabio que tuviera á bien poner el dedo en el verdadero origen y fuente genuina del Lalálo. No se asuste, á pesar de esto, el lector, temiendo hallarse mano á mano con algún erudito á la alemanisca, empedrado de citas y aborrascado de notas, con el-solo objeto de zaherir honradas reputaciones literarias: mansa es mi intención y humildísimo mi propósito, con lo cual no hay para qué advertir que, si me propongo dar con el origen del Lalálo, lo he de intentar, valiéndome de cuantos medios pacíficos estén á mí alcance; no sin dar también antes razón, como acabo de prometer, de lo que significa hoy dia en Galicia la palabra puesta á la cabeza de los presentes renglones. El sol acaba de sumergirse en el n)ar, la sombra del crepúsculo vespertino sube desde los peñascos donde se estrellan las olas, corre por encima de los prados de la ladera del monte, y se esparce por los castaños que le coronan, sobre cuyas copadas ramas descuella la blanca fachada del santuario. Era este sitio, en tiempos de paganismo, lugar sagrado, en que se reunían de noche los primitivos habitantes á adorar á su Criador, conocido por ellos con diferentes nombres y atributos, lo cual les llevaba frecuentemente á la idolatría. Aquí halló el cristianismo altares de piedra no labrada y manchados de sangre humana: él les purificó elevando en su lugar un templo, trocando el horror del bosque sagrado en mansión de plegarias y de solaz, á donde acuden los labradores comarcanos en dias señalado»'. Huyeron lo» falsos dioses, y con ellos los sacrificios sangrientos; pero la tradición, poderosísima en Galicia, y no interrumpida por estirpe del todo extraña á la que há infinitos siglo» la puebla, lleva al Gallego al mismo sitio á donde acudían hace miles de años sus padres. Misa y oraciones por la mañana, baile y merienda por la tarde, tienen en perpetua ocupación y movimiento á la muchedumbre. Mas los ecos de la gaita se van con el último rayo de sol; y en el lugar donde antes se bailaba, á la sombra de árboles seculares, entonan las mujeres sentadas en el suelo, con triste ademan y lastimero acento, lamentable melodía, cuya solemnidad aumentan el silencio de la noche y los tumbos y resaca del Atlántico. La canción no tiene palabras: empiezan algunas mujeres cantando con lentitud suma y repitiendo siempre la sílaba, «lálá-lá,-» y siguen todas las otras con admirable compás, pue» merece advertirse, que apenas se halla, entre tantas, una sola cantora que desafine. Asi pasan horas, y desde luego puede afirmarse, que, á oír Meyerbeer cantar de esa manera el Lalálo á las mujeres de 271 Galicia, seguramente le habría servido para escribir un hermoso coro, que llenara de admiración y sorpresa á todos los aficionados de la tierra. Tal es, pues, el Lalálo, y tal la manera de cantarle, con lo que, volviendo de nuevo á mis investlgacione.s histórico-tradicíonales, diré que, de cierto, su origen se oculta en la noche de los tiempos; y no digo, en verdad, gran cosa; mas antes de acabar, he de referir una leyenda, traída á mi mente no sé cómo ni de qué manera—la verdad es, que no lo quiero decir—y que viene aquí como de molde. n. Eurico, el Kírabri, era señor de valles y montañas, extendiéndose sus estados hasta las orillas del Océano. Años hacia que los hijos de Galicia habían visto llegar, por diferentes partes á la vez, bandas de hombres de alta estatura, color blanco y rubia cabellera: venían los guerreros á caballo, á pié los siervos, y en carro» tirados por bueyes las mujeres y los niños. Maravilla cómo pudieron llegar hasta las costas del Atlántico tan pesados carruajes, que más bien parecían casas puestas en movimiento. En paz vivían; ocupados éstos en sus faenas agrícolas y aquellos en la navegación y la pesca; los hijos de la tierra, cuando Eurico llegó á la cabeza do los suyos. Llenóle de admiración y codicia tan hermosa comarca, y á poco la sojuzgó, tomando para sí lo mejor, ó lo que tal le parecía; esto es, las cumbres y laderas de los montes, para que en ellas pastaran numerosos rebaños, única riqueza que Eurico el KImbrí estimaba. Pero si los naturales, más hechos á las artes de la paz que á riñas y combates, habían fácilmente cedido al principio, no tardaron en acudir á las armas para rechazar la tiranía de Eurico. Vana empresa, pues éste, con sus guerreros, venció al cabo á los habitantes de ios valles, y aun les obligó á labrar en una cumbre sólido y amenazador castillo, verdadero nido de águila, en donde Eurico se encerró con los suyos, m sin salir cuando mejor le parecía á espaciarse por los valle» y tierras, que le rendían parias. Eurico era viudo y sólo tenia un hijo, á quien la nodriza había traído en mantillas á Galicia, y á la sazón era ya mozo de veinticinco años. Diferentes por extremo eran el rostro y apostura del hijo y el padre, no menos que los caracteres. Eurico parecía menos alto, á causa de sus anchísimos hombros y levantado pecho, viéndose sólo algunas canas en su roja cabellera; tenia el rostro ancho, de prominentes mejillas y cubierto de arremolinada barba , semejante en el color al pelo; pero lo que en verdad causaba espanto, eran sus pequeños ojos de verde y oscuro color, remedo de las olas del mar de Galicia en dias de tempestad. Lalo, su hijo, aunque de igual estatura, parecía más alto, por ser mejor proporcionado y más esbelto; tenia hermoso rostro, ojos azules y el cabello de color castaño tan claro, que por rubio le tuviera el moreno comerciante Fenicio de Malaca ó de Gades. Bien podía decirse que en los ojos tenían retratada el alma Lalo y Eurico: era éste de genio adusto, feroz, y por la menor cosa se encolerizaba, llegando aun a quitar la vida á sus más allegados servidores. Lalo, de blando carácter y apacibles costumbres, huía déla casa paterna, para vaguear por los hermosos valles que yacían al pié de las alturas en donde pastaban los rebaño» de su padre. Más de una moza, al verle con el arco en la mano y dispuesto siempre á herir con certera flecha á la primera alimaña que se presentara; después de saludarle al pasar, con voz temerosa y los ojos puestos en el suelo; se volvía á mirarle, diciendo: 272 Revista Hispano-Americana. I ¡Imposible parece que la paloma se haya criado en el nido del milanol » Diestro cazador era Lalo, pero sus pasos se dirigian siempre al mismo lugar, bien que, á la bajada del castillo, tuviese la costumbre de seguir cada dia por distinto camino. No lejos del mar, y en sitio por demás agradable, vivia Rauvena, hija de una antigua familia noble de aquella tierra, desposeída por los Kimbris de su primitivo poderío, y de casi todas sus riquezas. Muerto el padre de Rauvena en el último levantamiento contra Eurico, quedó la triste joven sin más amparo que su anciana madre, ciega y enferma, y un servidor que cultivaba el pequeño huerto que había en torno de la casa. A ella acudia Lalo, después de discurrir por valles y montañas en diversas direcciones, para que su feroz padre no cayese en sospechas, que bien podían causar la desgracia y ¿un la muerte de la desventurada Rauvena; en verdad desventurada, pues amaba á Lalo el Kimbri, esto es, al hijo de los enemigos de su estirpe, matadores de su p^dre. La madre ciega, fué al principio fácilmente engañada, pero el siervo miró siempre con torvos ojos á Lalo. Mas, como éste no sabia mentir, pronto se dio á conocer por quién era, perdonándole al cabo las mujeres su origen; que la lealtad en el alma y la verdad en los labios tienen irresistible fuerza para enseñorearse de los corazones francos y sencillos. Lalo, como siempre, llegó un día á casa de Rauvena sin a Jvertir el menor cansancio, el cual sólo le molestaba cuando no tenia otro remedio que volverse al castillo de su padre. Hermosa era Rauvena, bellisimos sus pardos ojos, rizado su cabello castaño. Sentada en un verde ribazo, á cuyos pies corrían las aguas de un arroyo que, á no muy larga distancia, se daban en humilde tributo al mar, parecía Rauvena la Elfa ó Fada de aquellos lugares, á los cuales y á los demás por el estilo, creían nuestros sencillos padres; antes de la venida del cristianismo; que estaban consagrados seres hermosos y benéficos. A los píes de Rauvena ponía Lalo arco y flechas, á su lado se sentaba, de sus labios oía blandas é inocentes palabras, y en sus ojos contemplaba de antemano la ventura sin mancha que en el Walhalla espera á los buenos y esforzados guerreros. Horas pasaban mirándose en silencio, mientras sus coraiones latían á la par y sus dos almas se trocaban en una. Hablábanse en voz baja, mas de pronto dijo Lalo, alzando la voz: «No hay nada imposible para un Kimbri. jYo lo soy, tú seras reina de Iberials «No prometas lo que nadie te pide, ni aun desea;» respondió Rauvena. • Me lo pide mi corazón y lo deseo yo.» «¿Ya te olvidas de que vive tu padre?» «Cierto;» repuso Lalo amargamente ; «mí padre, según él, tiene sobre mi derecho de vida y muerte, asi como sobre todos sus vasallos. —Rauvena, mi padre es tirano y debéis de aborrecerle.» «Nosotros no aborrecemos á nadie.» «Eres buena como una hija del cielo. Te agradezco tus palabras, poique ai cabo, Eurico el Kimbri es mi padre, y hasta ahora le he obedecido en todo... menos...» «¿Serás capaz de desobedecerle en algo?» «Si, Rauvena, pues te vengo á ver.» «¿No soy bastante noble para un Kimbri?» «Para mi padre, francamente, no, Rauvena. Ya sabes que lio conozco la mentira.» «Pues entonces, ¿á qué vienes á esta casa?» Repuso Rauvena con los ojos llenos de lágrimas. «Óyeme, amor de mi alma.—Há ya muchísimos días, que (11 Febrero, 1868.) mi padre me ha prohibido pisar el umbral de tu casa, amenazándome con la muerte, si le llegaba á desobedecer.» «Huye entonces de aqui cuanto antes, Lalo. No permita el Dios criador que yo sea causa de tu muerte.» «Ya no hay remedio: el Dios criador quiere sin duda que nuestras almas vivan eternamentti unidas, pues mi padre ha jurado matarte, si me sigues amando.» «¡Triste madre mía!» repuso Rauvena llorando. «¿Quién había de decir que tu hija moriría antes que tú?» «¿Qué dices?» «Que todo lo puedo intentar en este mundo menos dejar de amarte, y de esa manera tu padre habrá de cumplir su juramento, ó no ha de ser quien es.» «No rae hagas temblar, Rauvena. Ven, huye conmigo. Iremos á otras tierras á donde no alcance el brazo de un padre desalmado.» «Huyamos cuanto antes, Lalo.» «Bien, mañana vendré por vosotros y el siervo nos acompañará.» Ambos jóvenes se abrazaron para despedirse. «Lalo, La...» gritó á este tiempo un hombre, con voz semejante al rugido de hambrienta ñera. Con los gritos llegó una flecha á clavarse en un árbol á cortísima distancia de Lalo y Rauvena. «Aparta Lalo,» gritó Eurico, asestando de nuevo el arco; aparta, que voy á matar á esa maldita Fada que te tiene hechizado. Lalo, sin contestar palabra á su padre, se puso delante de Rauvena. «Acércate, señor,» decía el siervo á Eurico; «llégate á ellos y de más cerca les podrás matar.» «Tienes razón, siervo, los dos han de morir.» «Lo merecen,» repuso éste; el cual había ido á avisar á Eurico de que Lalo estaba en casa de su señora. Acaso el odio que el siervo tenia á los Kimbris llegaba de igual manera á Rauvena, por haber amado á uno de ellos: acaso el siervo contaba con poder salvar á su ama, logrando únicamente la muerte de un Kimbri á manos de su padre. Necio ó infame intento, que no pudieron ver cumplido sus ojos, pues Eurico, ciego de cólera, le abrió la cabeza de un hachazo, diciendo: «Toma, maldito seas, que me vienes obligando á matar á mi hijo.» «Huye, Lalo,» gritó de nuevo Eurico; «huye lejos de esa mujer.» Mas Lalo cubría siempre con el cuerpo á su adorada Rauve< na. Llegóse á ésta Eurico, y, alzando el hacha, la mantuvo un momento en el aire, como si fuerza superior le detuviera: cayó al cabo el arma terrible,—y á los pies del parricida quedó muerto el infeliz amante de Rauvena. Por la primera vez de su existencia tembló Eurico: miró al áuelo, y sobre el cadáver de su hijo vio á la joven, que con desesperado acento gritaba: «¡Lalol jLalol» in. Eurico tiró el hacha, huyendo sin tino por aquellos alrededores. Cuando volvió al castillo, halló á sus puertas infinitas mujeres, acompañando á otras que llevaban qn andas el cuerpo de Lalo. Todas pronunciaban á un tiempo el nombre del desventurado joven, á cuyo lado iba Rauvena. «Fuera de aquí,» gritó Eurico; «¡franca la puerta al señor del castillol» Soldados con lanzas y espadas salieron golpeando é hiriendo i las tristes mujeres, las cuales huyeron al valle, en donde 273 Revista Hispano-Americana. (i2 Febrera, 1866.) se quedaron rodeando el cadáver de Lalo, y sin acertará pronunciar más palabras que el nombre del muerto. En vano bajaban de vez en cuando los de Eurico á hacer Callar á las desconsoladas plañideras : todas huían, menos Rauvena; pero todas volvian luego á cantar, sentadas en derredor del sitio en que al cabo habían enterrado á Lalo. Así pasaron muchos días, sin que todo el miedo que Eurico causaba, las estorbase el pronunciar, al menos, la mitad del nom1>ré querido. En lo más callado de la noche, cuando losKímbris dormian, despertaba Eurico sobresaltado, al oír allá, en lo hondo del valle, una voz lastimera, que decía: cLalo,Lalo;> callándose de repente para empezar á poco de la misma nianera. Largas veladas pasó Eurico, temblando y creyendo que aquella voz era mentirosa ilusión, causada por el remordimiento. Mas, al cabo, en una noche de luna, el jefe Kimbri despertó á sus guerreros, yendo con ellos al sitio en que se oia la voz de siempre. Desierto parecía el valle, triste y solemne silencio habría puesto miedo á corazones que no latieran en pechos de Kimbris. Seguían éstos en silencio á Eurico, cuando de pronto se detuvieron todos al oír que una voz femenil y tristísima, decía entre suspiros y gemidos; <|Lalo, Lalo, Lalol» «Maldita seas;» gritó Eurico, disparando una flecha hacia donde se oía la voz,—la cual dejó de oírse para siempre. A la mañana siguiente hallaron las jóvenes del valle á Rauvena, herida de muerte, y sin fuerzas para hablar: tan sólo acertaba á decir de vez en cuando: La, La... Todo el día permanecieron ásu lado, cubriendo su cadáver de flores y repitiendo las amadas silabas, últimas que había pronunciado Rauvena. Eurico, no teniendo valor para bajar más al valle, dejó en la comarca á una parte délos suyos, por dueños de la tierra; señorío, cuyo indeleble recuerdo, refiere á las generaciones presentes y venideras el nombre de Canibre, más de una vez repetido en lo que hoy es provincia dé la Coruña. Eurico, siempre feroz y sanguinario, se puso en camino hacía el Sur, y siguiendo la costa: los Kimbris que con él iban, respondían á los habitantes que preguntaban por el nombre del jefe: «Antes se llamaba Eurico; hoy se llama Camhbaos (1), pues ha tenido ánimo para matar á su propio hijo.» Asi perdió Eurico el nombre, perpetuándose en cambio el que á su ferocidad debía, de lo cual es mudo testimonio el pueblo de Cambados, en cuya comarca halló al cabo la muerte el parricida. Dentás es decir que fué inútil remedio para aplacar sus remordimientos el cambio de lugares. El triste plañido de Rauvena cundió por toda Galicia, de tal modo, que aun las mujeres de los Kimbris le repetían. De igual manera, hoy, las hijas de los vencedores y de los vencidos, conocidas ya únicamente por el hermoso nombre de, thijas de Galicia,» repiten á una y con el propio lamentable acento, el tierno y tristísimo cantar que recuerda el sin igual amor de Rauvena y la misera desventura de Lalo. FCBNANDO FULGOSIO. (1) Camh, Fuerza.-.SMI, Dettruceion. DE COLONIA A ROMA. RECUERDOS DE VIAJE. IL Berlin.—Dresde.—Heidelberg. Ya saben mis lectores que no me he propuesto escribir un itinerario ni un estudio. Ni quiero fatigarlos con la prolija y enojosa narración de todos mis movimientos de viajero,'ni pOedo detenerme en minuciosas y completas descripciones, ajenas á la bravedad del rápido paseo de verano, cuyo recuerdo sirve de tema á este escrito. Por tanto, me limitaré á ocuparme de aquellas localidades más importantes, i que relativamente pude consagrar algún tiempo, siempre escaso, y por hoy me contentaré con hacer revivir, en lo posible, con ayuda de mis apuntes y de mi memoria, algo de lo que vi, pensé y senti en las tres ciudades notables cuyos nombres sirven dé epígrafe á este articulo. I. En Berlin pasé toda una semana: triste semana de lluvia, de soledad y de silencio. |Cuán extraña y desagradable impresión experimenta el que viaja por extrañas tierras, cuando en medio del tumulto de una capital populosa, se encuentra enteramente so!o, completamente aisladol... Yo tuve la desgracia de que estuviesen fuera de Berlin, veraneando, las diversas personas distinguidas para quienes llevaba alguna recomendación, y asi me pasé los días y la semana entera sin hablar más que las palabras indispensables con los mozos de la fonda, y los cocheros y porteros que habían de prestarme sus servicios. Entonces fué, cuando al caer la noche me veía solo en el cuarto del hotel que me tocara en suerte, y me sentía cansado de las excursiones del día y entristecido por las pasadas y presentes soledades; entonces fué cuando resolví acortar y precipitar mi viaje, decidiéndome á convertir en un paseo de dos meses, lo que debiera haber sido un provechoso viaje de un año. Aprenda el lector con mi ejemplo, y al hallarse en caso semejante, no olvide que un Viaje emprendido con el objeto de proporcionar al espíritu saludable espansion y grato alimento, no puede ser completamente útil y agradable sin un compañero de fatigas, de emociones y placeres, con quien puedan dulce y amistosamente compartirse los sentimientos del corazón y las observaciones de la inteligencia. No pudiendo, pues, hablar á mis lectores de los berlineses, algo les diré en cambio sobre lo que me pareció más notable en la hermosa capital de Prusia, aprovechando los breves apuntes que allí mismo diariamente escribí». Empecemos por el gran palacio que lleva el nombre de Castillo red. Es un hermoso edificio de grave aspecto, producido, asi por la severa sencillez de sus formas, como por el color oscuro de la piedra con que está construido. Su interior presenta magníficos salones, adornados con regio esplendor, y con multitud de retratos de miembros de la familia real de Prusia, y de generales distinguidos, comoBlücher, cuya marcada y vigorosa fisonomía no puede menos de llamar la atención del viajero. Las más notables salas de este palacio, no habitado actualmente por el rey, son: la dé «las pinturas,» donde se encuentran algunos grandes cuadros excelentes, y la < sala blanca, > destinada á fiestas, sostenida por preciosas columnas- de blanquisimo mármol, y adornada con exquisita elegancia. La nueva Capilla, con su suelo y paredes de már- N 274 Revista Hispano-Americana. (i2 Fobrero, 1866.) mol, es magnifica: sus paredes están realzadas por hermosos casa, que por todas partes presenta el mayor orden y aseo. cuadros al fresco que representan á los Evangelistas y otros Tiene salas para hombres, para mujeres, para niños de 7 á 14 personajes bíblicos, ó bien son retratos de principes piadosos. años, y para niños menores de 7 años, de los cuales vi muSon muy particularmente bellas las diez delgadas columnas de chos en ^us Camilas cariñosamente atendidos por algunas de mármol que sirven en ella de candelabros. las herittmas. La botica y la cocina son excelentes, el comedor Desde el Castillo hasta la puerta de Biandeburgo se exlien- espacioso, la capilla, dispuesta para el culto protestante, muy de la calle principal de Berlín, llamada «Unter den linden,* decente, Díjome la diaconisa que me guiaba, contestando á vaes decir, «Bajo los tilos,» por estar adornada con una doble rias preguntas mías, que había en el Hospital 230 enfermos y alameda de estos bonitos árboles. Es esta calle ancha y des- 60 hermanas; que la hermandad se ha extendido por toda la peja4a, pei:o »u extensión no es mucha en verdad, pues si no Alemania, y que existen Qlras casas como aquella en Prusia recuerdo mal se puede recorrer de un extremo á otro en unos y en los demás estados alemanes. La^ hermana» no se ligan Yeinte minutos. Su últjma parte, antes de llegar al Castillo, con votos de ninguna clase: el sentimiento caritativo de cada presenta un hermoso golpe de vista, por los varios notables una es lo único que las hace permanecer en la congregación edificiQs que pueden contemplarse casi al mismo tiempo: la después de haber entrado. Tal es, en resumen, esa bella y Universidad, la Academia, el Palacio del príncipe heredero, piadosa institución cuyos provechosos frutos fácilmente com^ el Museo, el Castillo y dos iglesias terminadas por cúpulas prenderán mis lectores. que las hacen resallar eiitre los demás. Volvamos al centro de Berlin y penetremos en el Museo, £n esle corto espacio se ven también simétricamente colo- que es en extremo interesante. Está dividido en dos grandes cadas varias hermosas estatuas, ya de mármol, ya de bronce, partes: el antiguo y el nuevo Museo, que son dos edificios dedicadas por los rayes de Prusia Federico II y III á sus distintos, unidos por una gran galería. Empecenios nuestro más distinguidos generales. Estas estatuas hacen juege con ligero eximen por el nuevo, magnifico edificio que présenla las que á cierta distancia adornan de cada lado el Sdüsz-brüike por do quiei'a preciosos suelos y techos, y bellísimas colum(el puente del Castillo, sobre el rio que baña á Berlin) produ- nas de mármol. ciendo entre unas y otras armonioso y bellísimo efecto. La sala de Antigüedades del Norte encierra, colocados bajo Peto el más notable de todos estos monumentos es la impo- vidrieras, numerosos objetos de todas clases usados por los nente estatua ecuestre da Federico el Grande, hecha en bronce primitivos germanos, y sus paredes están adornadas con bellas por Rauch. Sobre un triple pedestal se levanta la gran figura pinturas de divinidades de la mitología germánica. e.cuestre. La parte ta&i'i-i del pedestal pjresenta otras figuras El Museo Egipcio, que comprende tres salas, me pareció muy más pequeñas .también de bronce, opupandu los cuatro ángu- interesante é imponente. Sentía una extraña impresión al verlos oirás cuatro eitátuas ecuestres, que en proporciones meno. me en rnedio de tantos objetos que presentaban á mis ojos la res, pero en magniticas actitudes, representan principes y ge- vida del Egipto hace tres mil años. Alii miraba en torno mío, nerales. Los numerosos relieves á su vez representan, unos, esfinges, estatuas colosales de reyes cono Ramsés 11 y Serescenas de la vida del rey;, y otrqs, á ios principales de sus sursaten, estatuas de los dioses, multitud de hojas depa;)i/ruí contemporáneos, El conjunto es espléndido y grandioso, y escritas en geroglifioos, piedras de sacrificios, momias de homhace comprende!; aun i los profanos que no era vulgar tálenlo bres y de animales sagrados, utensilios diversos, y por fin las tumbas, entre las cuales se conservan un precioso sarcófago artístico ei del ¡tutpr de (an brillante monun>ento. Ninguna de las iglesias de B^^rlin me ha parecido notable: encontrado en Tebas. ^o pueíjeii raéiios de ser interesantes sou decentes, elegantes en la forma si acaso, y'nada más: sin esos elecuentes testimonios de una civilización antiquísima embargo, la de San Miguel, católica y enteramente nueva, es que tau gran iiiflujo ejerció en los orígenes primeros de la muy bonita. Después de haber admirado las grandes catedra- civilización europea. Infunden al viajero respeto y traen á les de España y, larai)gníficade Colonia, no extrañará el lec- la mente del observador estudioso recuerdos de la historia antor qué pase por alto las relativarncnle insigniücantes de Ber- tigua y comparaciones con la vida presente. En otras salas del Museo puede contemplarse, casi sin inlín. En punto á catedrales, ya nos desquitaremos cuando lleterrupción, el desarrollo y las vicisitudes del arle desdólas guemos á Italia. Diré, empero, algunas palabras sobre otro edificio consa- edades antiguas hasta los tiempos modernos. Asi, la sala grado á una obra altamente religiosa: el Hospital de Belhanien, AttmieuM encierra copias de varias porciones del templo de situado en las afueras de Berlin y confiado á los cuidados de Minerva en Egina y del Partessonda Atenag, y también del laí Diacoidsas, qjue son las hermanas de caridad del protestan- famoso grupo de Laoconte, cuyo magnífico original vi después tijiííío. (Jrato fué para ini aUma, ajena á mezquinas estreche- en Boma.—Én la sata de Apolo, lo más notable es: el gran ces, Qbservar¡qu^,e.»;ta inslitucioij excelente no es privilegio grupo del Toro de Farnestó, la Venus de Médicis y el Apolo exclusivo del catolicismo.. Como' institución e.-ninenlemente de Belveder; hábiles reproducciones de los preciosos origicristiana y evangélica, tan propia me parece de los católicos nales que se encuentran respectivamente en los Museos de como de los.protestantes, como de todos los que profesen la$ Ñapóles, Florencia y Bonía,—En la sigiiientesala, notable santas doctrinas de amor y caridad enseñadas por Jesucristo... por su hermosa cúpula, puede admirarse él rigoroso grupodé Perp recordenjos que «o estamos ahora eu Berlin, sino en Es- Ayax con el cadáver de Patroclo, y eii la de las Niovides el paiia, y que en estas tierras, por desgracia, son todavía peli- gran grupo de este noflibre, cuyo famoso original hallaremos grosas para el escritor independíanle (as consideraciones filo- después en una de las galerías de Florencia. sófico-religiosas, por más que sean tan bien intencionadas Vienen luego dos salas destinadas á dar una idea del arte corno inocentes y sinceras. Y por lo mismo, sin más digresio- romano, siendo en ellas lo más notable las preciosas copias de nes, entremos en el Hospital de Belhanien, los mosaicos de Pompeya de la primera, y las grandes pinEs un váslisimo edificio de forma cuadrangular, con dos turas murales de la segunda. eleyadaMorre8,lalej:ales sobr^ la puerta central de entrad^, En la sala de la Edad media es lo más interesante la tumba que Ití d?n uji.aspecto jjsrave é ínvponeute. Tiene al su alrede- de San Sebaldo; y en la del arte moderno los monumentos de dor un extenso nuérío, donía se velan jugar alegremeiiíei al- los Médicis por Miguel Ángel, cuyos originales se hallan tamgunos jiiños. Una de, las hér'mdnas'j^e ei^señó el ilijléj-ipr 4e, la bién en la incomparable Florencia. Revista Hispano-Americana. (12 Febr«ro, 1880.) Casi todas las salas que he mencionado están adornadas por bellas pinturas murales relativas á los países y épocas á que corresponden los objetos que encierran. Con esto y con la reproducción exacta de todas las más importantes obras de arte, desde la antigüedad hasta la época moderna, contempla el espectador en el Museo de Berlín la historia viviente por decirlo así de los progresos del espíritu en lá realización de uno de sus más altos flnes: la expresión y lá manifestación exterior de la belleza. ¡Qué enseñanza tan provechosa para todos los aficionados al artel |Qué educación tan saludable para el pueblo, que varias veces por semana encuentra de par en par abiertas las puertas del gran Museo! Al mismo pensamiento de vivificar la historia por medio del arte obedecen las grandes y magníficas pinturas murales de Kaulbach, que se ven á uno y otro lado de la escalera principal del edi&cio, y que constituyen, sin duda alguna, el más bello adorno del nuevo Museo. Hé aqui los asuntos de estos seis grandes cuadros: 1.' La calda de Babilonia; 2.«la edad dorada de la Grecia; 3." la destrucdion de Jerusalen; 4." la batalla de los campos Cátaláuníco's tAtiía); S." llegada de los Cruzados á Jerusalen; 6.*' la reforma rieligiosa ^le Lulero. ¡Cuántas y cuan delicada^ belleza^ encieran estas hermosas pinturas, y cüán poderosamente sirven para dar cuerpo, animación y vida á los muertos y fríos recUerdcís de los más grandíosY)s dratnas de la historial Más de una vez rípeti mis visitas al Museo con el principal objeto dé contemplar de nuevo esas admirables obras de Kaulbach, y aún gozo reproduciendo en mi imaginación los rasgos inolvidables de vigor y de energía, de ternura y sentimiento con que ha sabido pintar el grande artista aquella sublimé tragedia de ruina y desolación, dé llanto y de dolores que se Ilatna la Destrucción de Jerusalemt Y ya que dé pinturas habíanlos, recuerdo que en el viejo Museo llamároíi vivameiité tul atención unos precibsois cuadros de Van Dyc, qfue forñoabáiéi óh retablo en una iglesid de Gante: son muy notablek poi* la délkádezá de la tórtns jr la suavidad del colorido. También hay en el mismo edificio al¿uínos cuadros dé Rubens, cómo la «Cara del ciervo» y la tResurrecoión de Lázaro,* que inspiran la más espontánea admiración.—En cuanto á pinturas de artistas modernos, 9e encuentran muchas en la galería ¿el Castillo db Bélleune, dondfl hay algunos cuadros notables, entre los cuales sobresale para nii profano guato; uilb de Kóhler, que représenla él ^Triunfo de David.» Saliendo de Berlín por la puerta dé Brarideburgo, se entra en las frondosa! arboledas qiié conduden al heriiioso 'Jardín zoológico, y que luego se extienden hasta el veciiíb piíéblode Charlotteuburg, donde hay un real palacio, que como los demáisde la capital prusiana, á excepción del CastiUo, nada tiene da notable. Como estuve en' Berlín en los primeros días de Agosto, época en que tanto la Uhitersídad coího las principaleá escuelas se hallaban cerradas con Motivo dé las viícacíones, no puedo' hablar á mis lectores, ^ór 16 menos en hombre de mi perábhal experiencia, sobre la instrucción publica que tan adelantada se halla en Prusia, según pregona la fama con toda justicia. Además, éste grave asurtto río podría nunca ser dignamente tratado en estos ligeros apuntes, y portante pasaremos á consignar aquí bréVeoiente algunos recuerdos de la interesante y pintoresca Dresde. U. Muy pintoresca es, en efecto, la situación topográfica de Dresde, bañada por las corrientes del caudaloso Elba. Preciosa es la vista de que se goza desde el antigtio pUente construido 275 sobre aquel río. La ciudad con sus grandes edificios, el rio caprichosamente serpenteando sobre las verdes campiñas, y allá á lo lejos las graciosas y ondulantes colinas del país montañoso llamado la Suiza sajona. Todo esto forma un bello y risueño panorama que, sobre todo en las horas de la tarde, deleita al viajero con la variedad de sus formas y la riqueza de sus matices. Sin embargo, lo que en Desde hay de más notable, lo que desde el primer momento cautivó toda mi atención, fué su magnífica Galería de pinturas, que en cierto modo puede rivalizar dignamente con las mejores de Europa.—Apenas llegué i la ciudad me dirigí al Museo,—vasto y hermoso edificio,— y fui desde luego á buscar la célebre «Madona sixtina» de Rafael, que es la principal entre las glorias artísticas de Dresde. Es un cuadro admirable, en que se ha reunido la sublime e s piritualidad de Rafael con la naturalidad más bella y encantadora. En la Virgen, íncompaif^ble dulzura; el niño, está vivo; los angelitos son preciosos, inimitables. El conjunto produce nna impresión tan profunda cómo inefable de admiraCíoti respetuosa, de religioso y dulce recogimiento. Dos Veces traté de levantarme de la silla en que estaba, y dos veces volví á Sentarme para seguir contemplando tanta belleza. Y luego en cada uno de los tres diais que pasé én DrésÜe, COnSagré pbt lo menos una horaá recibirla délíCiosaí¡y sahldkble íWflilénCia que producía en lo íntimo de mi pecho aquella sublime obra del genio. ¡Bendito mil veées el arte que proporciona tan dulces goces y de tal manera enaltece y purifica nuestra almaf... Nunca me cansaba dé contemplar y admirar la «Madona sixtina;» y mientras más la cóntetnplaba, descubi'ía en ella mayores y más delicadas bellezas. Y este recuerdo, indeleble éh mi memoria, asociado con otros ño menos preciosos que me dejara después la encantadora Italia, de sobra cónipéilsan lás fatigas y tristezas de Ini precipitado f Solitario Viajé... Pero d'igainos al^o más sobre la éeUbré Galería de Dresde. Lá «Hádoha de Holbeín,» considerada cómo la segunda obra maestra del Museo, es muy bella, sin duda, pero está lejos de producir la impresión profunda que lá dé' Ráfkél des'pierta.— En Dresde vi por priftiera Té¿ grandes ctíidfós'del Correggío, j en verdad que son beirisimós: s^bre todo, el que representa lá «Adoración de loé (iaslOTes,))és delicioso. También por príníiera vez vi en esta Galería grandes cuadros de RembranJt, qtié me han parecido excelentes. De Rubená, los hay muy buenos: el retrato de SuS dos hijos, por ejemplo, es la vida misma. De Van Dyc, vi allí notabilísimos retratos, Como los de los tres hijos de Carlos I de Inglaterra. Los «Jugadores de cartas» de Garavag^ió, áón insuperables por la naturalidad de la expresión y la palpitante realidad de todas las figuras. De la escuela española hay en Dresde numerosos y buenos cuadros de Rivera, entre los cuales se distingue la «Santa Maria Egipciaca.» Original de Murillo sólo hay un gran cuadro dé un santo mártir, bien digno dé la merecida fama del inmortal artista serillano. • También «ncierra esta (ratería en núihéró considerable, éiiadritos de jenre holandeses, que son muy bellos, y éii Varios concepto», interesante», como fieles y vivas reproducciones de las costumbres del pueblo en Holanda. Por fin, lá colección de grabados antiguos encierra algunos muy notables de Lucas de Leiden y de Alberto Dürer. Esta sucinta y pálida enumeración de obras maestras, bastará para dar al lector alguha idea de la alta importancia artística déla Galería de pinturas de Dresde, qué eclipsa completamente á los ojos del viajero los demás objetos curiosos é interesantes que aquélla capital encíerrai'-Apuntemos, empero, para concluir esta parte de nuestro articulo, que también 276 Revista Hispano-Araericana. merece una rápida visiu la «Gruñes ge'wolbe» ó sea la «Bóveda verde.» Se designa con este nombre una serie de salas baja» del Palacio, donde hay cuidadosamente ordenados innumerables objetos de arte de todas clases de los siglos xvi, xvii y xviu, como mosaicos, vasos de cristal de roca, de oro y ágata, figuras de marfil, antiguas alhajas de la Corona con multitud de grandes diamantes; objetos entre los cuales son algunos muy bellos, muchos muy ricos, y casi todos muy curiosos. Y cou esto, haciendo un largo viaje-en imaginación—á través de la Alemania, trasladaré á mis lectores, con la brusquedad y rapidez propia» de los modernos ferro-carriles, al risueño valle del Neckar, que bañindo ios muros de Heidelberg, va á reforzar más adelante la gran corriente del Rhin, cuya» preciosas orillas sirvieron ya de tema á la primera parte de estos rápidos bosquejos. m. Cuatro dias pasé en Heidelberg, y ellos fueron, sin duda alguna, los más agradables de todo mi viaje. Allí cesaron por breve tiempo el forzado silencio y el triste aislamiento i que hasta entonce» me había visto condenado en mis excursiones. Babia salido de Madrid con una carta de introducción de mi respetado amigo D. Julián Sanz del Rio, catedrático eminente de nuestra Universidad central, para el Sr. Carlos David A. Roeder, distinguido profesor de la Universidad de Heidelberg, con quien el filósofo español había contraído, años atrás, estrecha amistad durante su residencia en Alemania. Además enviaba Sanz del Rio á Roeder, por mi conducto, los dos apreciablés libros sobre el sistema filosófico de Krause, que poco antes había publicado en Madrid. Tal fué el pasaporte á que debí la cordial acogida que hallé en Heidelberg, como verá el lector por lo» siguientes rápidos apuntes. Ea la inisma tarde de mi llegada me dirigí á casa del profe»or Roeder con la carta y lot libros del Sr. Sauz del Rio. Demostró aquél mucho guato en recibir ambas cosas, y entablamo» una larga y para mi interesaute conversacior*, ya en francés, ya en alemán, que era para mi basUnte inteligible oído de boca del profesor Roeder. Me hizo quedarme á tomar «I té con él y su familia, y pasé un rato agradabilísimo. Su señora y sus do» hijas me trataron desde luego con una afable franqueza, siempre muy grata para un extranjero. iCuánta naturalidad, qué completa ausencia de artificial cumplimiento! A poco tiempo de hallarme en tan amable sociedad, casi nie parecía que estaba entre antiguos amigos; y de tal manera me entretuvo nuestra animada y variada conversación, que eran ya las diez y media de la noche,—hora algo avanzada para Heidelberg,—cuando me separó de aquella interesante familia pata volver á « i hotel. (Cuánta sencillez, y al mismo tiempo, cuánta y ;cuán buena cultura intelectual! La señora me hablaba en francés y á vece» en alemán, mientra» que el profesor y sus dos hijas me hablaban con igual soltura en ingles y francés, contestándoles yo en estos dos idiomas, con que estaba mucho más familiarizado que con la difícil lengua germana. Aquella grata y larga conversación familiar en distintos idiomas, dejó en mi espíritu una honda impresión en extremo favorable á la educación moral y á la cultura intelectual de la mujer en Alemania; impresión confirmada después en otras conversaciones posteriores, y más tarde trasformada en firme convicción durante la provechosa temporada de algunas semanas, que pasé en otra ocasión en la casa respetable del señor Delffs, distinguido profesor de química en la misma Universidad de Heidelberg, á cuya amabilísima familia debo liibutar también aqui un recuerdo de gratitud y aprecio. Tanto (12 Febrero, 1806.) la joven hija del profesor Delffs como las dos igualmente jóvenes señoritas de Roedor (la mayor de las tres apenas pasaba de veinte años), conocían no sólo la literatura alemana, sino que estaban también familiarizadas con las mejores obras de los grandes poetas ingleses y franceses, y demostraban con sus sencillas palabras que habían leido con entusiasmo y con fruto en los originales á Racine y Corneille, á Shakspeare y Walter Scolt. .Mas no contentas con esto, y no habiendo tenido aún ocasión de aprender el español y el italiano, habían leido ya en traducciones alemanas los inmortales poemas del Dante y de Cervantes, y conocían las mejores piezas de Calderón, ad. mirablemente traducidas por Schiegel. Y de todo esto me hablaban, provocadas á ello por mis preguntas, con la misma naturalidad con que impulsadas por su curiosidad femenina querían adquirir ideas exactas sobre tas costumbres españolas, preguntándome por ejemplo, entre otras mil cosas análogas, si en España se tomaba mucho chocolate y si en Cuba son la» mujeres muy holgazanas.—Excusado es decir á mis lectoras cubanas que defendí su causa con el calor que su justicia merece, y que sin hacer traición á la verdad, procuré presentar bajo el mejor aspecto posible los méritos de la» Antillas españolas y de su madre-patria ante los ojos de mis investigadoras amigas alemanas.—Pero lo que más me interesaba en estas modestas señoritas, no era su buena instrucción literaria, sino aquella saludable educación moral, que al mismo tiempo habia desarrollado su sentimiento y fortalecido su razón, poniéndolas en aptitud de formar por si mismas lo» más acertados juicios en las graves cuestiones morales y religiosas, que la libertad agita en los países afortunados donde no hay trabas artificiales para la discusión ni para las sinceras manifestaciones de la conciencia.,.—Basta de digresión: ya iba otra vez á olvidarme de que ahora no estamos en Alemania, sino en España; pero contengo mi pluma, y entro en Qtro terreno menos resbaladizo, haciendo de paso un voto ferviente porque algt^n dia conquiste al f)n sus sagrados derechos la libertad espiritual en eata desgraciada patria nuestra. Al siguiente dia me dirigí temprano al famoso castillo de Heidelberg, y lo visité «n todas su» partes^ coaducido por una mujer agradable é inteligente que alli sirve á los viajeros de guia, y que hablaba muy bien el iuglés. Vi el enorme y renombrado tonel destinado al vino; la sala de armas donde se conservan algunos de lo» instrumentos que emplearon los franceses para destruir el castillo; la antigua y nueva capilla; y subí á las semi-derruidas torres, desde las cuales se descubre una preciosa vista del Neckar, y de las dos montañas entre las cuales se extiende la ciudad de Heidelberg.—Muy interesante es este gran caatillo arruinado, de cuyo antiguo e»plendor quedan todavía visible» re»tos, cubiertos en mucha parte de esa hermosa y espesa yedra que parece abrazar afectuosamente las ruinas como para consolar su tristeza. Vi también la Galería de cuadros y antigüedades del castillo, que es muy rica en objetos curiosos y en buenos retratos de los principes y electores que lo han habitado. Alli se ve un cuadro que representa el castillo antes de su ruina, y en verdad que debió »er un magnifico edificio. Entre los retratos son notables dos originales de Lutero y Melanchton, hechos á mediados del siglo xvi, y que no pude mirar sin respeto. Cumpliendo lo que habíamos convenido el dia anterior, fui á las once á casa del profesor RcBder, que rae condujo á casa de Gervinus. ¡Cuánto placer tuve al saludara! escritor eminente que tanto me había hecho gozar con su excelente introducción á la historia del siglo xix, magnifica portada de su grande obra. Es Gervinus un hombre alto y robusto, de gwve y bondadoso aspecto, y de espaciosa frente, que bien revela su claro talento. Aunque posee casi todos lo» idiomas europeos. (12 Febrero, 1866). 277 Revista Hispano-Americana, se empeñó en usar sólo de su lengua materna, y así en alemán hablamos de varias cosas interesantes: de su ilntroduccion» y de las persecuciones que le produjo, de las traducciones de su obra, de la libertad politica relativa de que en España se goza, de las repúblicas sud-americanas, que parecían interesarle mucho, y de otros puntos que no recuerdo. No es esta ocasión oportuna para hablar á mis lectores de la alta importancia de Gervinus como historiador y literato, ni de la grande influencia que han ejercido sus obras en la vida intelectual y politica de la Alemania contemporánea. Esto exigirla un especial y detenido estudio que no cabe dentro de los limites de estos ligeros apuntes, pero que tal vez podamos ofrecer algún dia á nuestros lectores. Después me llevó Roeder á casa del historiador Weber, amigo también del Sr. Sanz del Rio, que ha vertido al castellano una de sus obras. Roeder iba comunicando á todos sus amigos como una grata é importante noticia, que habia recibido dos libros de Sanz del Rio sobre Krause, y todos admiraban la constancia y el entusiasmo con que trabajaba el digno cátedra* tico español por propagar las doctrinas filosóficas de cuya verdad está intimamente convencido.—Es Weber un hombre de aspecto meridional, cuyafisonomíarevela mucha bondad y dulzura, y «uya conversación es muy agradable. Era entonces director de una de las principales escuelas de Heidelberg, y tuvo conmigo las más benévolas y cordiales atenciones, que recuerdo con agradecimiento. Condújome más larde mi bondadoso ct'cerotie, el Dr. llceder, á la Universidad, donde tuve el gusto de escuchar una de sus lecciones sobre reforma penitenciaria, asunto en que se ocupaba entonces con empeño el ilustre profesor, y sobre el cual publicó más tarde un libro importante, algunas de cuyas pruebas le ayudé yo i corregir durante mi segunda estancia en Heidelberg. Después ie haber yisjt«4o la rica biblioteca de la Univexsidad> compuerta d,« u)4f de piea mil volúmenes, emprendimos juntos un Ui;gQ paseo, que fué para mí muy grato. Por loa corvos senderos que surcan las pintorescas montañas circjunvecinas, subimos hasta una altura conocida con el nombre de la Moickencour, desde doude se contempla en precioso panorama el valle del Neckar. viéndose á lo lejos blanquear nigu ñas ciudades y argentada la verde llanura por la gran corriente del Rhin.—Hay allí un café, donde nos detuvimos un largo rato que empleamos en una animada conversación, para mí interesantísima, en que el profesor Rreder rae explicó brevemente su teoría de derecho penal, y sus ideas sobre el sistema penitenciario, que me parecieron excelentes. Me complacía sobremanera ver cuánto amor tiene Roeder a estos estudios, y con cuánto entusiasmo trabaja por influir prácticamente en la reforma de las prisiones de su país.—Hablamos de otras varías cosas importantes, como de Francia y Alemania, y sus méritos respectivos, del catolicismo, el protestantismo y la libertad religiosa, y tuve un verdadero gusto al ver que mis antiguas ideas sobre todos estos puntos estaban perfectamente de acuerdo con las del distinguido profesor Roeder. Él piensa como yo, que la base de todas las libertades es la libertad interior del espíritu, y que poco ó nada valen las formas exteriores de la libertad cuando el espíritu no es verdaderamente libre, moral é ilustrado. A la vuelta de nuestro paseo, como alas seis de la tarde, nos dirigimos á casa del Sr. Schiiephacke, profesor defilosofíaen aquella Universidad. Tuve con él una interesante conversación sobre el estado de la filosofía en Alemania y sobre los progresos que hace en Madrid y otras, capitales de España la doctrina de Krause, de quien él y Roeder son discípulos. Infórmele, con grande admiración suya, de que en las lejanas playas de Cuba habia también un profesor defilosofía,un pensador independiente, D. José de la Luz, que tenia en grande estima la cienciafilosóficaalemana, y muy particularmente los profundos pensamientos del inspirado Krause.—[Cuan vivo y sincero interés manifiestan estos hombres, ajenos á mezquinas rivalidades nacionales, por los progresos intelectuales de todos los países dJl mundol Schiiephacke, como todos sus amigos, me dio varias muestras de la cordial benevolencia que en Heidelberg hallé por todas parfs, y que no olvidaré mientras viva. Durante el tercer dia di con el Sr. Roeder otro largo paseo hasta el pintoresco lugar llamado iWolfsbrunen.> ¡Qué deliciosos son los alrededores do Heidelberg I Por do quiera se ven verdes colinas y espesos bosquecillos, que forman paisajes encantadores. Entre tanto, el Dr. RoBder cada dia cautivaba más mi corazón por la claridad y viveza de su inteligencia, por la naturalidad de su carácter, por la bondad y pureza de sus sentimientos. En su casa y en medio de su amable familia pasé también toda aquella tarde y aquella noche hasta avanzada hora, con verdadero deleite de mi alma. Por fin, con el cuarto dia llegó el momento de la despedida y dije adiós, no sin emoción, al excelente profesor Roeder, de cuya bondad para conmigo conservaré siempre un vivo y gratísimo recuerdo. A. ÁNGULO HisaBOiA. EXTERIOR. REVISTA POLÍTICA GENEBAL. 1. La sesión legislativa dpi presente año ha sido iijaugurada en Francia por el discurso acostumbrado del Emperador. Lo qua con más ansiedad se esperaba era la expresión del pensamiento imperial sobre la cuestión francomejicana. El Emperador ha anunciado que el gobierno francés ha emprendido ya negociacionea coa el de Maximiliano con el objeto de señalar el término en q,ue puedan volver Á su patria las tropas francesas que hay todavía en Méjico. Al mismo tiempo dirige Napoleón III á los Estados Unidos de América palabras marcadamente afectuosas, que no estaban de moda por cierto hace dos años en las regiones oficíales de las Tullerías, pero que por lo menos demuestran el laudable propósito de no perturbar las relaciones de paz y amistad que hace largo tiempo existen entre el, pueblo francés j el pueblo norte-americano. Algunos de los párrafos en que el discurso imperial se refiere á la situación interior de la Francia merecen también general aprobación. Todo el mundo ha oído con gusto que el presupuesto antes de mucho dejará un saldo favorable á los ingresos; que el gobierno va á abrir una información sobre las necesidades de la agricultura; que reconoce la importancia de las sociedades cooperativas, y que está dispuesto á favorecer su desarrollo. Se promete también que se concederá autorización para reunirse á los que quieran hacerlo para deliberar sobre sus intereses industriales ó comerciales. Esto no es ni con mucho la libertad de reunión, sino más bien lo contrario; pero en la estrechez de la situación actual, no puede menos de concederse alguna importancia á la facilidad de las deliberaciones comunes y á los hábitos de la discusión pública. Pero en seguida el Emperador defrauda las esperanzas de algunos candidos liberales, diciendo que no pueden ha- m Revista Hiépano-Americana. cersé reformas intempestivas en las leyes fundamentales, y que sólo resultarán en su dia del general aplacamiento de las pasiones. De manera, que aunque el discurso de la Corona aflrma que la paz y tranquilidad interiores del imperio nada dejan que desear, y aunque muchos creían que por lo mismo ésta era la mejor oportunidad para realizar aquella famosa promesa del coronamiento del edificio, parece ahora que el monarca considera más oportuno que por tiempo indefinido permanezcan intactas las instituciones que de su sabiduría ha recibido humilde y sumisa la Francia. Singular es por extremo la situación en que teoloca el régimen imperial á los liberales franceses. Si V6tan á ñivor del gobierno, éste naturalmente deducirá que están contentos con lo existente y que no anhelan inejoras de ninguna especie; si por el contrario votan con la oposición liberal reclamando diver.sas reformas, dirá entonces el gobierno, como lo dice ahora, que todavía no Se han aplacado las pasiones de los partidos, y que mientras esto no se verifique no pueden alterarse eii nad« las instituciones hoy vigentes. De este inodo no queda á los liberales más recurso que poner todo su empeño y todas suk esperanzas en el triunfo de sus opiniones ante el sufragio universal en las elecciones generales que han de tener lu,gar dentro de tres años. Por haber insistido en esto, insinuando hábilmente que la Cámara de 1869 pudiera negar al gobierno la aprobación de sus proyectos, ha recibido una adveHenciá (avertiasement) el inteligente periódico La Presse. Véase, pues, que ni en hipótesis es lícito decií que ptede llegar el caso en que el gobierno imperial no tenga mayoría en el cuerpo legislativo. Hasta este extremo lamentable haidescendido la dignidad de la vida política en la Francia de nuestros dias. T sin etnbargo, el Emperador en algún párrafo de su discurso sostiene en son de elogio con admirable frescura, qué las actuales instituciones francesas tienen cietta analogia Con las de los Estados Ünidod. Toda la analogía sa irédviceáqüe en los Estados Unidos impera el sufragio universal y los ministros no constituyen un gabinete responsable ante las Cámaras, sino qu« dependen tan solo del presidente. Pero en todo lo demás no puede existir diferencia mayor quei la qué separa ál imperio francés, en realidad seml-absolutista, de la democracia libre é individualista que impera en la América del Norte. El presidente de los Estados Unidos no tiene ministros dependientes de las Cámaras, es cierto, y en la esfera que la Constitución le marca puede moverse con grande independencia; pero al mismo tiempo siendo amovible, responde cada cuatro años al pueblo de su conducta, y además si viola las léyeé puede Ser acusado y sometido á juicio por el Congreso. El circuló d«8ti áécion está perfectamente limitado y distinguido del cífculo en que se inueve el peder legislativo. El Congreso en su esfera es tan soberano como el presidente en la suya. Con respecto á los actos legislativos, el presidente sólo tiene un derecho de critica y un veto puramente suspensivo que no impide á las leyes formadas por el Congreso adquirir, bajo ciertas condiciones, completo vigor y plena fuerza. El presidente escoge los jefes de los departamentos ministeriales, pero somete su elección á la aprobación del Senado. Hace la paz, pero sólo el Congíeso tiene el derecho de declarar la guerra, de levantar y mantener los ejércitos, de establecer una marina, de expedir patentes de corso, de convocar las milicias y armarlas. Además ningún tratado os válido si no lo aprueba el Senado por una mayoría de las dos terceras partes de sus miembros; y cuando el tratado implica una cuestión (15 Febr«ro, 1888.) pecuniaria, el Congreso es quien vota los gastos necesarios. No hablamos de la libertad universal que las instituciones americanas están precisamente destinadas á garantizar, porque aquí faltan hasta los elementos de un paralelo con la Francia. Todo el mundo sabe que en punto á prensa, á meetings, á asociación, todo es lícito en los Estados Unidos, excepto los atentados contra las personas, contra la ley y contra el Estado, y que los americanos han establecido su Constitución cabalmente para la garantía de aquellas libertades. Las primeras sesiones del cuerpo legislativo han versado sobre las diversas cuestiones suscitadas por la verificación de los poderes de los nuevos diputados nombrados en varias elecciones parciales. Entre ellos se contaba el conde "Walewski, actual presidente de la Cámara, cuya presentación al cuerpo electoral cuando todavía era senador, y cuyo nombramiento para presidente antes de haber sido aprobada su elección por el Cuerpo legislativo, badado lugar aun debate curioso é interesante, cuyas consecuencias prácticas pueden ser favorables á la oposición liberal. Entre tanto Se publicaba el Libro Amarillo, 6 sea la colección de documentos diplomáticos relativos á la política exterior de Francia, con lo cual Se ha derramado nueva luz sobre la cuestión mejicana y sobre un punto importante de los asuntos italiano». Lft correspondencia entre el secretario de Estado norteamericano y M. Drouyn de Lhuys, viene á confirmar nuestra opinión de que afortunadamente se evitará un rompimiento belicoso entre Francia y los Estados-Unidos. Verdad es que Mr. Seward concluía sü despacho en 16 de Diciembre, manifestando un pesar profundo pÓr no poder esperar «que se realizase un acuerdo satisfactorio sobre ninguna de las bases hasta entonces presentadas;» pero esto sucedía porque el gobierno francés había indicado comb Condición dé nn arreglo el reconocitoiento del imperio mejicano por los Estados Unidos j á lo cual había respondido el gobierno de Washington que dicha condición era dé todo punto iifaprácticabie. Ahora bien, sea que el gobierno francés haya cambiado'de idea; 'seá que nunca Wayá pensado eiigií como condición imprescindible el reconocimiento del emperador Maximiliano, lo cierto es que de esa condición no se habla ya en el despacho del 9 de Enero de M. Drouyn de Lhuys. En este último documento el gobierno francés se contenta con pedir á los Estados Unidos el mantenimiento respecto á Méjico de tina neutralidad estricta; y sabido es que los Estados Unidos han profesado siempre la neutralidad como norma invariable de su conducta, á pesar de su antipatía no disimulada contra la forma monárquica en América. Pues bien , la seguridad reclamada á última fecha por M. Drouyn de Lhuys ha sido ya dada más de una Vé¿ espontáneamente por el gobierno norte-'ámericano, y por tanto es seguro que será renovada. ÍIé aquí, pues, naturalmente las bases de un arregló aniistoso que faltaban todavía en 16 de Diciembre, según el despacho de mister Seward, á que antes aludimos. La Fi-ancia ha prometido solemnemente retirar en breve sus tropas de Méjico; y resuelta á adoptar así el principio de no intervención, sólo pide álos Estados Unidos la aplicación rigurosa del mismo principio. Los Estados Unidos lo aplicarán desde luego, pues en ello no harán más que ser consecuen-tes con sus propias doctrinas y tradiciones. En cuanto á los asuntos italianos, nos enseñanlos documentos del Libro Amarillo de una manera auténtica y ofl- Revista Hispano-Amencaoa. (12 Febrero, 1808.) cial, que «el gobierno del Santo Padre acoge favorablemente el arreglo financiero que tendrá por resultado poner á cargo del reino de Italia la porción de la deuda correspondiente á las antiguas provincias pontificales,» que hoy forman parte integrante de ese monstruoso conjunto de iniquidades que se llama la monarquía italiana de Víctor Manuel., constituida por el procedimiento revolucionario de la soberanía del pueblo. Con esto por lo menos es indudaWe que el gobierno pontificio reconoce ya la eficacia práctica y positiva de aquel procedimiento anatematizado. Todas las protestas y todas las reservas del mundo son impotentes para anular este nuevo hecho consumado. II. Como saben nuestros lectores, cabalmente en los momentos en que se escribía nuestra anterior crónica, reanudaba el parlamento italiano sus sesiones interrumpidas por la última crisis ministerial, que dio por resultado un gabinete Lamármora-Scíaloja. Ksperába.se con grande ansiedad la exposición del plan financiero del nuevo ministerio, de que se encargó naturalmente el ministro de Hacienda. El Sr. Scialoja comenzó asegurando que se hallaba en actitud de satisfacer todas las obligaciones del Estado, hasta fines de 1866; pero que era preci.so pensar en el equilibrio definitivo del presupuesto. Fijó la totalidad de los gastos en 938 millones de francos, de cuya suma 443 millones son irreductibles, porque el Estado está comprometido á pagarlos. El ministro rechazó con gran energía el pensamiento de rehusar el cumplimiento de los compromisos contraidos, ni de hacer nada que pudiese redundar en menoscabo de la fe pública. Estas calorosas palabras destinadas á desvanecer ciertos rumores, fueron acogidas por el asentimiento de la Cámara y por algunos aplausos de laB tribunas. El ministerio se propone hacer una economía dé 30 millones eh el ramo de guerra, y otra de 25 millones en los diversos ramos de la administración civil. Mas para esto es indispensable el concurso del Parlamento, porque es necesario modificar el sistema administrativo y operar grandes reformas, como la supresión de las sub-prefecturas, la reducción del número de tribunales y de universidades. Realizadas estas ecoiiomías resultará todavía un déficit de 211 millones, y para salfarlo, el 8r. Scialoja intenta reformar todo el sistema de los impuestos directos en Italiai, con lo cual espera conseguir que el déficit quede reducido únicamente á 80 millones, y vaya luego desapareciendo poco á poco por el progreso natural délos impuestos y por el gradual perfeccionamiento de la administración. Insistió el ministro con empeño en la necesidad de no perder tiempo porque la situación exige prontos remedios.—Este plan ha sido acogido por la Cámara con frialdad, aunque no con ho.stilidad declarada, y desde luego el capítulo relativo á la creación de nuevos impuestos es el que ha de tropezar con mayores dificultades. Las comisioneá de It^ Cámara se ocupan actualmente en el estudio de un proyecto de ley en que pide el ministerio que se le conceda laiaqultad de cobrar desde luego las duodécimas partes del presupiueSto; y sobre esta ley se espera que ha de empeñarse un debate verdaderamente polítiPíC),j,fl^cifiyop£^r,a,^ gob;\erno.^Si el ministerio (jbtiene, como lo espera, una votación favorable, parece ser su propósito pedir por medio de una ley autorización para 279 operar las reformas y crear los impuestos enumerados en el discurso del ministro de Hacienda. La gran razón que se intenta hacer valer es la necesidad de colmar el déficit inmediatamente, porque de otra manera volvería á fbr-, marse sólo por la acumulación de los intereses que sería preciso ir pagando, y sucedería que después de establecidas las nuevas bases, jio se hallaría la hacienda mucho más adelantada que antes. A pesar de la fuerza de este argumento, parece hasta ahora poco probable que el ministerio obtenga la autorización que desea. La Cámara de los diputados ha enviado una comisión de su seno á los funerales celebrados en la iglesia de Santa Oroce, en honor de Máximo d" Azeglio , votando por unanimidad esta noble resolución. El Sr. Mordini declaró en nombre de la oposición liberal que todas las disidencias de partido debian borrarse ante la tumba de un gran ciudadano. ni. La impresión causada en Prusia por el discurso del trono, tanto en Berlín como en las provincias, ha sido tan desfavorable al gobierno como satisfactoria para los diputados de la oposición. El presidente de la Cámara popular^ Mr. Grabou, ha respondido á aquel discurso con una enérgica alocución que envuelve una reivindicación firme de los hollados derechos do la representación nacional. Y esta será la única respuesta que dé la Cámara al discurso de la corona, continuando en el silencio y absteniéndose de votar ningún mensaje al trono, según lo viene practicando hace ya algunos años, inspirada por el sentimiento de su dignidad herida. • La inmensa mayoría que elevó al presidente del Congreso á su alto puesto, lo autorizaba para colocarse CUT frente del gobierno como órgano legítimo de los sentimientos de aquella asamblea. Fácil le ha sido disipar en algunas viriles palabras la fantasmagoría ministerial, y mostrar ala representación del pueblo insultada diariamente por una prensa servil, al país humillado en lo interior , y en lo exterior aislado y amenazado por todos los desastres que puede traer consigo una política de aventuras. Después de este discurso tan firme y tan incisivo, la posibilidad de una conciliación entre el gabinete y la Cámara, con que se contaba en altas regiones, ha desaparecido como por encanto. Entre el sistema actual y la representación del pueblo no es ya realizable ningún acuerdo, y el mérito de Mr. Grabou consiste cabalmente en haber mostrado el abismo insuperable que separa á los representantes del derecho de los agentes de la fuerza bruta. Otro mérito de Mr. Grabou ha sido el protestar enérgicamente, en lo tocante á la cuestión de los Ducados, contra toda solución que no reapete el libre arbitrio de las poblaciones y los derechos de la Alemania. Esta declaración solemne ha puesto término á una situación falsa, creada por el silencio que habían guardado hasta ahora muchos progresistas prusianos sobre la audaz política de invasiones y conquistas practicadas por Mr. de Bísmark. En el espíritu de la mayoría se ha verificado una feliz trasformaeion durante los i'iltimos meses. El convenio de Gastein ha abierto' los ojos á los que se imaginaban que una política exterior verdaderamente nacional podía IÍT garse con un régimen desatentado que mantiene en Ip interior la opresión y la servidumbre. 2S0 Revista Hispano-Americana. IV. La apertura del Parlamento inglés tuvo lugar el dia 1." de Febrero tranquilamente y sin ruido, aplazándose para algunos dias más tarde el discurso regio, cuyos términos á la hora en que escribimos no han llegado aún á nuestra noticia. Entre tanto la Camarade los comunes se ha ocupado de las operaciones preliminai'es referentes á la constitución de toda asatoblea nuevamente elegida, empe-^' zando por nombrar presidente á Mr. Dénison, que por segunda vez merece una reelección tan honrosa. La legislatura inglesa se reúne este año en circunstancias bastante serias, y de Seguro no ha dé faltarle trabajo. La Situación precaria de la Irlanda inspira verdaderos cuidados á la Inglaterra, y la declaración de aquel país en e s tado de sitio prueba que no se tiene aún por calmado completamente el movimiento feniano. Se asegura que el gobierno pedirá la suspensión del Habeas-corpus oWenÚB el canal de San Jorge, y también que presentará algunos proyectos de ley con el objeto de modificar en Irlanda la situación actual de la propiedad y de la iglesia. ' Además, los asuntos de Jamaica provocarán sin duda, cuando venga el informe de la comisión investigadora. Ti vos debates en el seno del Parlamento. Este entre tanto podrá ocuparse de las medidas legislativas que se a n u n cian para combatir los estragos de la epizootia, que h a tomado en la Gran-Bretaña las proporciones de una c a laniidad pública y comienza á afectar cruelmente las condiciones materiales de la vida del pueblo. Por otra p a r t e , las dolorosas revelaciones hechas últimamente en un ilustrado periódico sobre las horribles y repugnantes escenas que se representan diariamente en algunos asilos destinados en Londres á los pobres, han producido en Inglaterra una agitación saludable, que en un país t a n práctico debe necesariamente dar lugar á profundas y eficaces reformas. Pero la gran cuestión del dia es la de reforma electoral, de cuyo éxito depende la existencia del gabinete liberal presidido por lord Eussell. La oposición Tory es fuerte y Compacta y se teme que crezca con la agregación de cierto número de miembros elegidos por la influencia personal de lord Palmerston, y poco simpáticos á un nuevo cambio de las leyes electorales. Todo anuncia que la lucha será ardiente, y que los conservadores aprovecharán esta ocasión para tratar de recobrar el poder que perdieron hace seis años al principio de la guerra de Italia. Pero si los lories se mueven, la opinión liberal no se duerme: el movimiento reformista se acentúa cada dia con más fuerza, y todo bien pesado, parece que las mejores probabilidades de victoria están en favor de lord Russell y Mr. Gladstone, es decir, en favor de la reforma. (12 Febrero, l8fl«.) tera mejicana, á orillas del Rio-Grande. Se ha confirmado el hecho de que un destacamento de soldados federales de color invadid el territorio mejicano, tomó á Bagdad y capturó la guarnición imperialista. A la primera noticia de estos sucesos el ministro francés en Washington M. de Montholon ha pedido explicaciones al gobierno federal. El secretario de Estado interino, por hallarse ausente mister Seward, respondió que no había recibido ningún aviso s o bre él asunto; pero según parece, se ordenó inmediatamente por telégrafo al gMieral Sheridan que averiguase los hechos y castigase los culpatjléS. Los últiiüos despachos añaden que el general impetialista Mejía, ha levantado entre Matamoros y Rio Grande, atrincheramientos que dominan la ciudad de BrownsvíUe, y que ha anunciado al general federal Weitzel que abrirá el fuego sobre la ribera americana á la primera demostración hostil. Conocida es la acritud que existe hace largo tiempo entre los generales Weitzel y Mejía, acritud que parece haberse acrecentado, según lo indican claramente las últimas comunicaciones que entre ellos han mediado, porque el general Weitzel habla en ellas como un hombre que sólo espera la orden de su superior para romper las hostilidades. La situación es, pues, delicada y peligrosa; y urge ya, que la conducta leal y previsora de los respectivos gobiernos desvanezca definitivamente todo temor de una colisión deplorable entre Francia y los Estados Unidos. E s peramos que evitándose una guerra desastrosa, y cumpliendo los dos gobiernos sus promesas de no intervención y neutralidad, triunfará en Méjico, hoy oprimido por b a yonetas extranjeras, la causa siempre justa de la soberanía del pueblo. A. A. H. La Época, en una de sus últimas horas, nos anuncia un nuevo decreto enalleciendo el poder civil en Ultramar, y organizando los gobiernos de Cuba y Puerto-Rico. Como el ministerio tiene la costumbre lamentable de no darnos noticia en la Península de los acuerdos tomados sobre Ultramar, hasta que el correo que los lleva ha salido, nada podemos decir en este respecto. El exceso de original nos obliga á retirar algunos comentarios que haciamos á los últimos decretos publicados sobre Ultramar, y nuestro acostumbrado articulo sobre política ultramarina con correspondencias de la Habana (Sr. M. H.) y de Puerto-Rico (de I. Azcano); lodo lo que saldrá en el próximo número. SUm&RIO D S t NÚmSRO AMTBRIOR. En los Estados Unidos continúa el presidente su laboriosa tarea de reconstrucción y pacificación, reemplazando el gobernador provisional de Florida por el que el mismo Pastado ha elegido; retirando todas las tropas que todavía quedaban en Virginia; y concluye la obra del desarme general, deshaciendo regimientos y despidiendo generales por docenas. El Congreso á su vez ha concedido por una ley el derecho de sufragio á todos los negros del distrito de Columbia, regido como saben nuestros lectores por las autoridades federales. Entretanto se acumulan algunas nubes allá por la fron- Advertencia.—Sistemas coloniales, por CALIXTO BEawAt.—El derecho y la Sociedad moderna, por JOSÉ DE ECHEGARAY.—El discurso de la Corona y las reformas ultramarinas, uor R. M. DK LABRA.—Miedos y amenazas, por AGÜEYNABA.—La Iglesia española, por FRANCISCO GINIR—LO que fueron las antiguas fortes de Castilla, por FERMÍN GONZALO MORÓN.—Un bello iileal (conclusión), por JULIO NOMBKLA.—Revista científica, por FELIPE PicATOSTE,—Política ultramarina, por L.—Exterior (revista po- lítica general), por AHTOHIO AHGOIO HERIDIA. El Secretario y Editor responsable, Julio L. TiaCcarrondo. IMP. DI T. WOMÁKn, LIBERTAD, 29.