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1? Noviembre, 1909
JO céntimos
Colección ARIEL
Yol. 3
—
N<? 9
DIRECCION: Casilla 533, San José, Costa Rica.
El sentimiento por los muertos
La tumba es el santuario del cariño puro. Es
allí donde la divina pasión del alma manifiesta
cuán superior es al impulso instintivo del mero
afecto animal. Este debe renovarse y sostenerse
continuamente vivo con la presencia del objeto
amado, pero el amor que se anida en el alma
puede vivir en prolongado, eterno recuerdo.
Las simples afecciones del sentimiento languidecen y declinan con los encantos que las excitan,
y huyen disgustadas del recinto espantoso de la
tumba; pero es de ahí de donde la verdadera
afección surge, purificada de todo deseo sensual,
y vuelve, como llama divina, á iluminar y santificar el corazón del sobreviviente.
El sentimiento por los muertos es el único del
que rehusamos divorciarnos. Toda otra herida
procuramos sanar, olvidar cualquiera otra aflicción, pero esta herida consideramos un deber
conservarla abierta, esta aflicción la alentamos
y sobre ella concentramos nuestro espíritu en la
soledad.
Cuál es la madre que de grado pudiera olvidar
al niño que pereció como una flor en sus brazos,
siendo ese recuerdo un dolor acerbo, continuo?
A dónde está el niño que pudiera olvidar á la más
afectuosa madre, aunque el recuerdo sea sufrir?
Quién, aún en el momento de la agonía, puede
olvidar al amigo por quien sufre? Quién, aunque
la tumba se cierre sobre aquella á quien más
amara, cuando se siente el corazón despedazado
ante su clausura, aceptaría el consuelo que debe
traer el olvido?
No, el amor que sobrevive á la tumba es uno
de los más nobles atributos del alma. Si tiene sus
agudos dolores, también tiene sus delicias; y
cuando desbordado el dolor, se calma y desciende
á una lágrima de triste recuerdo,... cuando la
agonía violenta y convulsiva ante el cadáver de
lo que más amáramos en el mundo, se ha amortiguado un tanto, al influjo de la meditación reflexiva de todo cuanto fué en los días felices de alegría,
quién podría estraer la raíz de tal tristeza del corazón? Aunque á veces arroje una nube fugaz en
horas festivas de regocijo ó derrame una tristeza
más sombría en las horas de pena, quién, acasó,
la cambiaría, ni siquiera por la canción del placer ó la del entusiasmo sin límites?
No, no hay canto más dulce y melodioso que
la voz de la tumba. Hay en ella semejanza de la
muerte, á donde nos dirigimos aún en medio de
los encantos de los vivos. Oh! la tumba! la tumba!
sepulta todo error, cubre todo defecto, estingue
todo resentimiento! De su apacible seno solo
brota dulce perdón y tiernas, íntimas remembrazas! Quién puede contemplar la tumba, de un
enemigo que sea, sin exhalar un suspiro inconciente, cuando reflexiona sobre el hecho ruin de
haber entrado en lucha con el puñado de tierra,
ahora silenciosa, ahí, á sus pies?
Id al santuario donde reposa vuestro amor y
meditad, registrad vuestra conciencia y recordad
todas las ternezas prodigadas, desapercibidas, de
aquel ser querido, que no puede ya jamás volver
para ser acariciado por vuestra contrición! Si eres
un niño y has añadido una tristeza al alma, ó una
arruga en la frente de un padre afectuoso ó de
una amorosa madre; si eres esposo y has provocado alguna vez la duda, por un momento, de tu
generosidad ó de tu amor, al delicado y sensible
ser que aventuró su dicha en vuestros brazos; si
eres un amigo y álguna vez hicistéis daño de
pensamiento ó de hecho al espíritu que generosamente confiara en tí; si eres amante é inferiste
alguna vez sufrimiento inmerecido al corazón
verdadero que ahora reposa inmóvil y frío a ttré
— 227 —
pies, tened seguridad, entonces, que toda mirada
desdeñosa, toda palabra ruin, toda acción innoble
se os presentará en forma de remordimiento á tu
memoria, acusando con tristeza á tu corazón;
tened certeza de que bajaréis pesaroso y afligido á
la tumba, y allí exhalaréis el quejido silencioso y
verteréis la estéril lágrima, más lastimoso, más
amarga, por no ser ya oída ni oportuna.
Entonces tejed vuestra corona de flores, y sobre
la tumba regad las bellezas de la naturaleza;
consuela vuestro mancillado espíritu, si puedes,
con estos débiles y tiernos tributos de arrepentimiento; pero tened muy en cuenta la amargura
de esta contrita aflicción por los muertos, y en
adelante, sé más fiel y amoroso en el cumplimiento de tus deberes para con los vivos.
W. Irving
(Trad. del inglés y envío de don Teófilo Borbón F.)
L a primera llave de la sabiduría es la duda, mediante la cual uno llega
al examen y por éste, á la investigación y conocimiento de la verdad.
—Pierrc Abailard,
Cuyeos y Majafierros
Muy poco hace caminaba yo para mi casa por un sendero pedregoso y polvoriento, á tranco torpe, con el
ánimo oprimido por hondas melancolías que llevaba yo
clavadas en el corazón como un manojo de agudas espinas. Iban conmigo agradables compañeros: el pensativo Silencio, la divina Noche y la Ivuna creciente, que
abrigada en un tenue manto acolchado de nubes, hacía
su viaje de reina por el cielo difundiendo sobre el mundo una triste media luz. Tal vez nunca como entonces
sentí con más gusto la apacible hermandad del Silencio,
que sin abandonarme un instante, se deslizaba de puntillas por encima de las cosas, como para no despertar
á su paso las alimañas de la tierra. Solamente los grillos en vigilia, con el único ritmo sosegado y metálico
que ellos producen, interrumpían el blando avance del
Silencio. E} 1 fresco aliento de la divina Noche, como un
ala de seda, de cuando en cuando me acariciaba el rostro encendido; esta caricia me producía una emoción
intensa, agradable y estraña.
A ambos lados de la carretera, frente á frente, se es-
tendía una línea irregular de árboles inmóviles, tronchados por la poda y cubiertos de polvo, como soldados
mudos que miraran imperturbables el desfile cotidiano
de muchos hombres, mujeres y animales que silenciosos y sufridos, iban del campo á la ciudad y de ésta al
campo, en busca de pan y de trabajo.
Hasta entonces avanzaba yo á tranco torpe, indiferente, con los ojos clavados en el suelo. Pero llegó un
momento en que fijé la vista en la calle larga como
un ceniciento cinturón y de lejos, me llegaron con claridad las notas uniformes y agudas que entonaba un
fatídico Cuyeo. Esto que oía me entristeció mucho más.
Conforme adelanté, distinguí mejor el canto de aquel
Cuyeo. Sinceramente llegué á creer que no era yo quien
avanzaba, sino el pájaro nocturno quien venía en brinquitos á mi encuentro, con toda malicia, como lo hace
con algunos de los viajeros que caminamos en la noche.
Por fin llegó un momento en que lo distinguí á mu3r
poca distancia de mi persona. Entonces dispuso acompañarme y saltando siempre por delante de mí, de un
lado al otro del sendero, como una gran mariposa negra,
siguió conmigo. Saltaba en cuclillas y al caer emitía
un grito lúgubre, como si fuera un pájaro de hule que
hiciese ruido al comprimirlo. Era una ave que vestía
un traje de color café-oscuro, con una franja blanca en
las alas. Confieso que lo oí con gusto varios minutos.
Pero luego sentí la ausencia de mi pensativo hermano
el Silencio, que tanto necesitaba mi espíritu enfermo
para vivir y ya no pude soportar más el canto del Cuyeo. Alcé una piedrecilla de las innumerables que había regadas por el camino, y le hice un disparo. En
vano fué! El ave siguió su canto como una provocación á mi furiosa impaciencia. Ee disparé otra piedrecilla. En vano siempre! Cantaba con más fuerza, bien
como asustado, bien como burlándose de mí. Semejante
compañero no podía ser más importuno. Verlo y oirlo
era un sufrimiento para mí. Ee disparé una piedrecilla más y otra y otra, pero todo en vano! El pajarraco
seguía cantando á pocos pasos de mi persona; saltaba
en cuclillas y caía, sin el más mínimo ruido, con la
suavidad de una hoja que se desprendiera de un árbol.
Aburrido de apuntarle sin éxito, y resignado, seguí con
él mi camino.
De pronto y no muy lejos, oí con sorpresa otro grito
de pájaro, corto, tenaz y muy semejante al que traía
enganchado á mis orejas: era otro Cuyeo huraño y solitario que cantaba su canción fatídica en el cementerio
de la aldea. Este otro Cuyeo me pareció más original
é interesante que el que me venía acompañando. Hallé
cierta afinidad entre él y yo. Su gusto estraño de cantar entre los muertos bastante me satisfizo.
Como un bulto sospechoso, me detuve en mi marcha
y avancé hasta el portón de rejas que cerraba la entra-
— 229 —
da del cementerio de la aldea, sin preocuparme }ra más
del C u j e o que me acompañaba, el cual, como me detuve, se detuvo también, pero yo no supe adonde, porque
ya no cantaba más.
L,a Luna creciente, arropada siempre en su colcha de
nubes, seguía difundiendo una triste media luz sobre
la tierra dormida.
El Cuyeo del cementerio proseguía con entusiasmo
sti monólogo, que en aquela hora y en aquel sitio no
podía ser más lúgubre. Cantando, saltaba en cuclillas
de una tumba á la otra, ó de las tumbas al suelo. Yo
lo escuchaba y lo veía con gusto desde la reja.
Escuchándolo, comprendí que era un horrible mensajero enviado para despertar á los muertos en sus nichos, á fin de celebrar en esa noche una asamblea de
esqueletos, presidida por la mismísima Muerte. De
pronto distinguí que la Muerte, vestida de blanco y
apoyada en su guadaña voraz, se paseaba triunfal por
entre las sepulturas cubiertas de malezas; y vi, además, que el Cuyeo le salía al encuentro, como el otro
lo hiciera conmigo, ó como lo hiciera un perro gruñón
y bravo con algún ser estraño que se metiera á la casa
que cuida; tal vez por esto sus gritos eran tan agudos
y tenaces. X la Muerte impasible, de tiempo en tiempo se
detenía á contemplar no más su campo de víctimas, su
obra saludable y purificante. Entonces los recuerdos,
como pájaros negros que aletearan muy cerca de mis
ojos, acudieron á mi memoria. Allí, entre aquellas innumerables víctimas, descansaban muchos seres queridos sobre el blando regazo de la tierra. Yo no compadecí á ninguno y los envidié á todos. Recordé las palabras del antiguo Job: Allí descansan los de cansadas
fuerzas y nunca como entonces las sentí más bellas y
justas. También sentía yo mis fuerzas cansadas, ya no
tenía ningún deseo de vivir y solo deseaba un reposo
absoluto para mis frágiles restos.
Y en voz alta, solemnemente, me dirigí á la Muerte
en éstos términos: Oh Muerte! He aquí la reja que me
separa de tus dominios. Y o ven^o de la Vida en busca
tuya. Soy joven, y sin embargo deseo morir! Atrás han
quedado los hombres y para vivir entre ellos hay que
luchar y esto lo saben hacer bien los que son fuertes y
malvados. Iya vida es lucha y es mal. Quien no desea
la lucha y quiere vivir como bueno, está perdido: la ola
de los perversos lo hundirá sin misericordia. El único
bien de la Vida es la soledad voluntaria que ciertos espíritus valientes se han creado para sí; sólo en el aislamiento se goza de la verdadera libertad. El servilismo
comienza cuando uno tiene que codearse con los demás.
Por esto ya no quiero vivir entre los hombres.
Ansio la soledad de tus dominios. Me figuro tu reino
como una vasta pradera silenciosa cruzada oor hileras
de cipreses blancos, cuyas copas se juntan y forman
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galerías interminables por donde puede pasearse á gusto, sin que nada importuno fastidie. Allí no se oirá ni
un canto de pájaro, ni el gorjeo de una fuente alegre;
habrá flores blancas y todo será blanco allí. Tú misma
eres blanca, tus manos lo son también. T e lo ruego,
estiéndemelas y condúceme á tus dominios. Seré tu
leal amante: juntos viviremos sin querellas, amándonos mucho Dicen que tú eres fea, pero la imaginación
mía se complace en revestirte de los más adorables encantos. Oh muerte! Sonríeme con sonrisas de novia.
Tiende tu mano descarnada y llévame blandamente.
Pero bah!... no te rías así, y á mi súplica no respondas
con ese gesto cruel, porque es afilado y cortante como
tu voraz guadaña. Te inclinas y tu blanca túnica, como
un lienzo que se asoleara sobre estacas, cubre tu amarilla osamenta y sin embargo te hallo sensual, atractiva. Yo deseo vivir con tigo; con un poco de trato nos
entenderemos los dos. Ven por mí, yo quiero seguir
gustoso tus huellas. Me figuro que tu compañía no puede ser más grata. Ven, alarga tu mano huesosa y llévame contigo; yo te lo exijo; observa que es sólo una
reja la que nos separa. Tú eres antigua para los demás,
•pero yo siento ahora que tu vida ha sido una juventud inalterable, que tú has sido una princesa encantada sobre la cual los años no han dejado su huella de
arrugas y canas, su racimo de tristezas y desengaños.
Tú has visto tanto en el mundo y en lo que cuentes hay
mucho que gustar y aprender! Ea historia de tus aventuras á través de los años y del espacio será un encanto
para mi espíritu que ansia saber cosas raras. Oyéndote,
estaría prendido de tus labios, y tus palabras serían un
collar encantado que me ataría para siempre á tu corazón. Oh, cuanto te deseo, primorosa Muerte! Yo quiero vivir con tigo! Ven, ven, yo te amo tanto! Oh
Muerte...!
Concluida esta invocación á la Muerte, oí con sorpresa que estrañas voces, en coro, también concluían
de repetir las palabras que yo acababa de pronunciar,
yendo unas adelante, otras quedándose atrás, como sucede cuando varias personas rezan. Espantado, abrí
los ojos bien y vi que muchas gentes ignoradas y oscuras habían venido hasta las rejas del portón que cerraba la entrada del cementerio de la aldea.
—Quiénes sóis vosotros, gentes importunas, que venis
á interrumpirme en mis meditaciones? les grité enfurecido. No visteis que estaba solo, bien solo, que hablaba
en alta voz algo que sentía de corazón y que vosotros
no erais capaces de comprender, y que no era oportuno
que irrespetuosos, vinierais á interrumpirme? Sois unos
atrevidos, porque hasta mis palabras habéis repetido.
Quiénes sois vosotros? grité más alto. Quiero que lo
digáis al instante!
En seguida no tuve más respuesta que el llanto tris-
— 231 —
tísimo de un niño enfermo, estrujado á los pies de aquella concurrencia iuesperada. A ese llanto se unieron
otros y otros, siempre de niños que sufrían.
Qué pasa?—pregunté angustiado, quiénes sóis vosotros?—repito.
—Somos fracasados de la Vida y venimos en busca
de la Muerte, me repusieron casi todos con una doliente y entristecida conformidad.
—Yo soy un orate y un cojo, me gritó uno que apenas
sí podía matenerse de pie.
—Yo un ciego hambriento, dijo otro.
—Yo un alcohólico, habló uno de rubicunda faz.
—Yo un infeliz á quien destruyen los males venéreos.
—Yo un esplotado sin fuerzas, que no puede seguir la
espantosa jornada, me dijo un obrero haraposo y triste.
—Yo una jovencita tísica, me dijo con mucha pena
una voz apagada.
—Yo una vieja muy achacosa.
—Estos niñitos que gimen á nuestros pies son criaturas abandonadas, hambrientas y enfermas.
—Yo...
—Callad! le interrumpí desesperado al que iba hablar,
no quiero saber más quienes sois. Ya lo comprendo,
ya lo comprendo todo!
Un silencio aterrador siguió después.
Y con asco miré aquel numeroso grupo de fracasados,
aquella onda de impotencia y degeneración que venía
del mar humano á las playas de la Muerte, en busca de
un lecho de arena en donde reposar para siempre.
—A qué horas llegaron tantos?—pregunté angustiado.
A qué horas?
—Mientras hablabas fuimos llegando uno á uno.
Fragmentos de tu invocación nos parecieron justos,
espresaban lo que nosotros sentíamos y por eso vinimos
á repetirlos, en coro contigo. Más tarde llegarán otros
inválidos!; el mundo está lleno de fracasados é inútiles
que desean morir y ese terreno y otros semejantes no
bastarán para tragar tanta víctima! me respondió la voz
ahuecada de un viejo paralítico.
Sentí horror oyendo aquello. Inquieto me moví de un
estremo al otro de la puerta de rejas, como una fiera
enjaulada. Adentro, por entre las tumbas cubiertas de
malezas, la Muerte continuaba paseándose. De tiempo
en tiempo se detenía para mirarnos compasivamente,
sobre todo cuando los que estábamos en la reja gruñíamos como pordioseros que á la puerta de un asilo de
caridad esperan impacientes un poco de pan y caldo
para aplacar las exigencias de la entraña famélica. Esta
situación humillante y miserable me angustió deveras
y quise huir.
—Callarse!—grité rabioso á la muchedumbre de miserables que me envolvía y continuaba gruñendo en
confusión. Callarse!
— 232 —
E invocando de nuevo á la Muerte, antes de partir, le
grité con todos mis pulmones:
—Oh Muerte! cuán miserable y cobarde me pareces
ahora! Está bien que purifiques el mundo, destruyendo
todos los seres indignos de vivir. Pero no tienes por
qué envanecerte de tus triunfos! Quiénes son tus presas? Esto que veis aquí: los débiles, los niñitos tiernos
como una hoja, todas las víctimas del vicio y de las
enfermedades. Sólo impotentes y enfermos desean morirse. Yo soy joven y debo vivir. Ni los vicios, ni las
enfermedades han hecho de mí una ruina. Ven, ven y
cébate en estas tus pobres víctimas: un hospital improvisado de vencidos te aguarda ansioso junto á estas
rejas. Pero yo no te quiero más, te odio mil veces; huyo,
huyo presuroso y me voy en busca de la radiante Vida,
del cielo, de los crepúsculos, de las fuentes, del mar,
de los colores, me voy en busca de mi dulce novia para
vivir con ella el intenso amor y con ella luchar por los
ideales más altos y más nobles entre los hombres. Y
abriéndome campo con ambos brazos, le grité amenazante á la muchedumbre de vencidos que me envolvía:
—Apartaos, apartaos, al que me detenga lo ahogo: y
empujando sin piedad á los que me estorbaban el paso,
eché á correr enloquecido por el camino pedregoso y
polvoriento.
Y corrí mucho, mucho, hasta que fatigado llegué á
la encrucijada de un camino. Ya no pude avanzar más
y allí me senté, á la orilla del sendero. Entonces otro
pájaro nocturno, un Majafierro, comenzó también, desde
un cafetal no muy cercano, á entonar su monótona
canción, que oída de lejos concluía por parecerse al
golpe tenaz de un martillito de plata sobre un yunque
pequeño y sonoro. El metálico canto del Majafierro me
entristeció de nuevo. Con ambas manos me cubrí la cabeza, encendida como una ascua, y me puse á llorar
como un niño. Recordé á mi novia ausente y disgustada y como si la tuviese á mi lado, en son de reproche le dije con ternura estas palabras:—«Compañera, aquí me hallas en la encrucijada del camino en
donde tu desdén me dejó. Te aguardaba para que
juntos siguiéramos la ruta emprendida en mejores
días. Dame esa manecita blanca y fina y vente conmigo. Ea Vida nos aguarda placentera. Es preciso que la
vivamos lo mejor posible, amándonos mucho y luchando por los ideales más nobles y más altos. Tú eres
buena, pero mal hiciste en abandonarme. En esta lucha por los ideales no debiéramos habernos detenido
un instante. Quedar sentado á la orilla del camino y
ver con la indolencia del caimán, cómo se desbandan
los ideales que se creyeron más puros y sólidos, es
hacer una obra perjudicial 3r confesar impotencia. Y
esto no debe ser así! En esta vida ha}7 vacilaciones que
son caídas y hay caídas irremediables. Ven, dame esa
manecita blanca y sigamos adelante. Ahora caminamos de noche, con mil obstáculos, pero debemos ser los
primeros en llegar al tope del Alba. Vente conmigo,
pues. Me escuchas? Ven, mi companera, ven».—Y no
hablé más. Un reloj cercano dió la una de la mañana.
Me levanté y seguí para mi casa á tranco torpe y vacilante. Ya no se oían Cuyeos, ni Majafierros; probablemente habían suspendido, piadosos, sus cantos agoreros
que me hacían tanto daño. Otra vez sentí la presencia
de mis agradables companeros: el pensativo Silencio, la
divina Noche y la Luna creciente, arropada siempre en
su colcha de nubes y difundiendo por el mundo una
triste media luz.
Al fin llegué á mi casa. Le di vuelta á la perilla de la
puerta, abrí con cuidado y entré con la suavidad de un
gato para no despertar á los demás que dormían. A pesar de todo, sentí que de la oscuridad salía la voz entristecida de mi madre que me llamaba.
—Joaquín?
—Señora, le respondí dulcemente. Han entrado ya
todos mis hermanos?
—Sí, tranca la puerta, me dijo y no habló más.
Encendí entonces la vela y antes de acostarme, como
de costumbre, abrí bien las ventanas de mi dormitorio.
El aliento fresco de la Noche, como una ala de seda,
me acarició el rostro encendido: yo le agradecí á la Noche esta amable caricia. Desnudo ya, me metí entre
las sábanas. Derrepente, interrumpió el silencio un
carraspeo que salió de la oscuridad. Era mi madre, que
aun despierta, carraspeaba como otras veces, antes de
dormirse. Entonces fijé mi pensamiento en la dulce
madre mía y me dije á solas:—«Buena madrecita esta
mía! Cuánta ternura me infunde el ejemplo de su vida
constantemente cariñosa para conmigo! Estoy fuera de
la casa, y no duerme, pensando en que aun no he regresado. Amante, siempre me aguarda con el mayor
desinterés del mundo. Cuán buena es la madre mía!
En estos veinticinco años que llevo ya de vivir entre
los hombres, no he visto un carino más puro, más leal
y más permanente que el de ella, cariño por encima
siempre de todas las injusticias y desapegos y olvidos.
Es el único ser en quien he hallado un amor firme como
una lámina del oro más fino, siempre inalterable, siempre fuerte. Cuán distinto es el cariño de los demás, el
de la novia, del amigo, de la amiga!; este otro cariño
es una frágil lámina de porcelana que con el más leve
choque se hace trizas»...
Hundido en estas y otras reflexiones, me dormí, no
se á qué horas. Más tarde, la fresca y bien oliente MaIrugada ya se paseaba por las campiñas en espera del
vol, como una lozana doncella que del baño saliera á
ncoger flores para su amado. En el cafetal vecino un
ftajafierro monologaba la única nota de su pentagrama,
— 234 —
parecida al ruido de un martillo de plata que golpeara
tenazmente en un yunque pequeño y muy sonoro, En
el velador, la luz de la vela que no apagué al acostarme,
parpadeaba en un pocito de esperma fundida. Ea Euna
creciente, ya en el ocaso, tendía una sábana de blanca
luz sobre la Tierra al despertar. Esta luz, entrándose
por la ventana abierta de mi dormitorio y la luz agonizante de la vela teñían la estancia de un color amarillo, dándole un aspecto funeral, como si en realidad
aquella noche, silenciosamente, un muerto hubiese dormido allí.
/. García Monje
Los dos resultados más seguros de toda violencia son la revuelta y el
odio.—P. Flourens.
Preludio
Hila tu rueca, arana, que hace sol, que es verano; hilos de seda blanca, hilos de luz, tejed vuestra maraña en la zarza; hila tu canción, fuente,
hila tu canción, que el aire abrasa, que la tierra
quema, que es verano; hila tu cristal que es verano, arroyo que cantas, arroyo que corres, arroyo
que vas sobre el prado verde, bajo el cielo azul;
hila tus trinos, ruiseñor, que es verano; deja la
noche, deja la luna, deja la dulce canción melancólica, sé alondra, sé alondra; y tú alondra, refila
tu cantar sobre los trigos bien tostados, sobre las
amapolas, sobre el rojo pezón de las moras que
tienen prisa por estar maduras. Canta el río? Que
cante el río, que canten sobre el riólas mimbreras,
que canten más allá de las mimbreras los chopos,
y más allá los robles que trepan por la loma, y
más allá los pinos, los pinos negros, los pinos
azules, los pinos violetas sobre el monte, con
su voz profunda, confidencial y amiga, que canten! y los maizales, con su quedo incesante murmullo, agiten sus plumeros de plata blanca; y la
plata de sus hojas los álamos blancos, y los ála
mos negros digan con voz metálica su gozo, r
canten codornices en el rastrojo, y cigarras en ;1
— 235 —
polvo de los caminos, y grillos en las eras. Porque
es verano, porque la luz es buena, y el calor generoso, y el oro del sol es como vino de alegría;
porque es verano, y salta la sangre, y la carne
palpita, y el alma tiene ganas de cantar y de besar los labios. Oh, el agua fresca sobre la carne
blanca, los pies desnudos en los arroyos, en el río
el ámbar y el rosa de los cuerpos jóvenes, y el
chapoteo que suscitan las manos impacientes, y
la espuma que salta y brilla al sol, y las risas locas, y las batallas de agua, y la perlería de las
palabras incoherentes! Oh el aire tibio sobre las
frentes húmedas, sobre las cabelleras empapadas,
sobre las manos un poco pálidas al saltar del baño!
Oh el dulce y misterioso sopor de la siesta! El
portal encalado, los sillones de mimbre, los geráneos rojos junto á la cancela, la cortina de lona
que se agita quedo, los ojos que se entornan y
siguen aquel rayo de luz, donde baila el polvo de
oro? Y en el polvo de oro la trama de los sueños?
No, no, la alegre trama de las historias reales, de
la vida gozosa, del amor alegre, de los labios rojos; la risa que está en la vida, porque es verano,
porque las abejas zumban y trabajan, porque los
girasoles cabecean, porque el romero tiene flores
azules, porque las adelfas balancean en el viento
cálido su coral y su nieve, porque huele á tormenta, á tierra, á búcaro; caen los chaparrones sobre
las parras, y en las hojas peludas de las higueras
rebota el agua haciendo ruido, y luego sale el sol,
y el jardín se ríe, recien lavado y fresco, y ríen
los niños que estaban guarecidos en los pórticos,
y que ahora corren por las sendas, buscando las
frutas que se han caído; porque es verano, porque
es la estación de oro, de luz, de rojo, de claveles
y nardos y rosas de cien hojas. Hila tu rueca,
araña; hila tu trino, alondra; arroyo, fuente, río,
agua que corres, hila tu canción!
Gregoi'io Martínez Sierra
(Envío de don Mario Sancho Jiménez.)
— 236 —
Lucía
Plantad, amigos, cuando yo muera,
un triste sauce en el cementerio;
pláceme un árbol tan funeral,
y ha tiempo aguardo que en el misterio
será su sombra,' sombra ligera
para mi humilde lecho mortal.
Estábamos sentados juntos: ella
inclinaba su frente, y sobre el piano
dejaba en tanto, pensativa y bella,
al capricho vagar su blanca mano.
No era más que un murmullo: parecía
la ténue voz de un céfiro distante
que al ave implume despertar temía,
y entre los juncos revolaba errante.
Eos delirios, las ansias voluptuosas
que en horas melancólicas brotaron,
salieron del capullo de las rosas
y á fuego lento el corazón quemaron.
Meció su rama mustia el roble añoso,
la estrella del pesar rasgó su velo,
y al gemir de la noche, en el reposo,
nos pareció que nos hablaba el cielo.
Entraba por las rejas entreabiertas
el olor virginal de los collados,
estaban las praderas ya desiertas,
y estábamos los dos enamorados.
Estábamos así meditabundos,
solos y tristes, y en la edad florida
en que se van las almas á otros mundos,
y aspiran lo inmortal en otra vida.
Yo me puse á mirarla: era Eucía
en lo infinito del dolor un astro:
era rubia, y el rostro le cubría
la suave palidez del alabastro.
Nunca otros ojos, en mayores duelos,
buscaron más la luz en lo futuro,
sondearon más lo inmenso de los cielos,
ni reflejaron un azul más puro:
yo me embriagaba en su hermosura, y tanto
la castidad solemnizó sus gracias,
que en ella halló por fin mi afecto santo
una hermana de dichas y desgracias.
Pasaban en silencio los momentos;
y viendo yo que su semblante ardía
en la llama de ocultos pensamientos,
cogí su mano y la estreché en la mía.
Y entonces comprendí que en los enojos
de la fortuna, sólo dan la calma
la juventud de unos hermosos ojos
— 237 —
y la apacible juventud del alma,
levantóse la luna en el Oriente
en medio de la atmósfera serena;
y ella, al sentir la luz sobre su frente,
sonrió cual ángel y cantó su pena.
Oh Diosa del dolor! Dulce Armonía!
idioma del amor y del consuelo,
que Italia nos prestó con la poesía,
y que la Italia recibió del cielo!
Lengua del corazón, sublime acento,
idealidad, que va en la nube esbelta,
espacio en que no teme el pensamiento
pasar cual virgen en su velo envuelta!
Oh! quién puede saber cuántos halagos
siente la joven que infeliz delira,
y lo que dice en los suspiros vagos
que nacen en el aire que respira?
Quién lo puede saber? Uno sorprende
una mirada, y lo demás lo ignora
la multitud, como jamás entiende
lo que en la noche y en los bosques llora.
Ivos dos á contemplarnos nos pusimos,
y estrechó su horizonte la esperanza,
y dentro el pecho retemblar sentimos
el eco angelical de su romanza.
Ella inclinó en mi seno su cabeza
y comenzó á gemir, oh mi querida!
Sentiste dentro el alma, en tu tristeza,
sollozar á Desdémona afligida?
Tú llorabas, mi bien! Tu boca mustia
mi boca comprimió; su duro peso
sobre tu cuello descargó la angustia
y fue el dolor quien recibió mi beso.
Así yo te besé pálida y yerta:
así dos meses después, oh nina mía!
estabas ya bajo la tierra, muerta,
y yerba vil sobre mi amor crecía!
No fue muy duro tu existir: al verte,
te protegió risueña la fortuna;
y una mañana, al despertar, la muerte
voló hacia Dios y te llevó en la cuna.
Oh dulce hogar que hospeda á la inocencia!
Cantos, sueños de paz, glorias doradas!
Oh augusta soledad, santa creencia,
sonrisas de placer, tristes miradas!
Y tú también, pasión conmovedora,
que en el umbral de Margarita hacías
temblar á Fausto!... á dónde estáis ahora,
dulce candor de los primeros días?...
Duerme por fin en paz! Duerme, ángel mío!
Paz profunda á tu alma! Adiós! Tu mano
ya no más en las noches del estío
podrá vagar sobre el marfil del piano...
Plantad, amigos, cuando yo muera,
un triste sauce en el cementerio;
pláceme un árbol tan funeral,
y ha tiempo aguardo que en el misterio
será su sombra, sombra ligera
para mi humilde lecho mortal.
Alfredo de Musset (*)
(Arreglo de Juan C. Zenea).
E l verdadero espíritu de rebelión está en buscar la dicha en esta
vida.—Ibsen.
Las hormigas y sus costumbres
(Concluye. Véanse los números ó y 7)
Iva lucha por la existencia es siempre feroz entre
animales de la misma especie. Comunidades vecinas
son belicosas, durando las guerras semanas y aun meses 3r terminando generalmente con el aniquilamiento
de la comunidad más débil.
Todas las hormigas son más ó menos peleadoras y
en los largos intervalos de paz se divierten entre sí con
simulacros de batallas, luchando empinadas sobre las
patillas traseras, agarrándose ambas de las mandíbulas, antenas ó patas, encaramándose sobre las espaldas
y rodando una y otra vez, etc. Ningún daño se hacen
en estos combates.
Algunas de las relaciones que existen entre las hormigas y las plantas ya se han mencionado, pero no por
eso el tema se agota.
En Europa, los daños ocasionados á las plantas por
las hormigas se limitan á los trabajos de las perforadoras de madera y á la destrucción ocasional de yemas y
frutos, pero en los trópicos si hacen grandes perjuicios,
especialmente las cortadoras de hojas que casi imposibilitan en ciertas regiones el cultivo de los naranjos,
los granados y otros árboles. Pero en general las hormigas benefician las plantas destruyendo otros insectos
dañinos. Un grupo de colinas de hormigas proteje efectivamente á un bosque, pues una colonia estensa puede destruir 100,000 insectos por día. Ivos chinos y japoneses utilizan mucho las hormigas para protejer los
(*) Uno de los tres grandes poetas franceses del siglo xix.
— 239 —
jardines de los insectos y la misma práctica muy bien
podría adoptarse en todas partes.
Muchas plantas viven en simbiosis ó asociación para
la mutua ayuda, con las hormigas. En cambio de abrigo y comida, las hormigas protegen á sus hoteleros de
los insectos enemigos. Las viviendas ofrecidas son hojas de una formación especial ó cavidades en los tallos;
el alimento consiste en miel y en minúsculas excresencias que contienen mucha albúmina y que son conocidas con el nombre de «corpúsculos de Mueller».
No se sabe todavía si estas cavidades y corpúsculos
son directamente útiles á la planta ó el resultado de
adaptación á las necesidades de las hormigas.
La compleja organización de las viviendas comunes
de las hormigas y la armoniosa cooperación de todas
las ciudadanas, han sido citadas como pruebas de inteligencia en alto grado, pero esta teoría puede ahora ser
clasificada entre las estravagancias de la ciencia del
siglo diecinueve. Las acciones de las hormigas están
gobernadas casi en su totalidad por el sentido del olfato,
el cual está localizado en las antenas. La pérdida de
estos órganos produce completa incapacidad; la amputación de las antenas á toda una colonia de hormigas
destruye todo instinto social, y el estado se hace pedazos. La esperiencia ha probado que las hormigas no
poseen ni un rasgo de inteligencia superior ni conocimiento de la conexión entre causa y efecto. Ellas son
incapaces de deducir la más sencilla y clara inferencia
y no se las puede llevar á hacer nada que no sea de sus
hábitos é instintos normales.
Por ejemplo; un pedazo de lata cubierto de miel fué
puesto en un camino de hormigas muy frecuentado,
arreglado de tal modo que podía elevarse poco á poco.
Mientras la lata estuvo á su alcance las hormigas chuparon la miel con avidez pero después, en vano trataban de alcanzarla empinándose sobre las patas traseras;
pero no fueron capaces de amontonar un poquito de
tierra y subirse á él á pesar de que ellas ejecutan trabajos parecidos en la fabricación de sus casas. La esperiencia ha demostrado también que los puentes de tierra
que ellas levantan sobre barreras de brea ó melazas no
son hechos para que sirvan como tales, sino obedeciendo á su instinto de limpieza que las lleva á cubrir con
tierra toda materia ofensiva que no pueden remover.
El mismo instinto de limpieza esplica los así llamados
«funerales» de las hormigas. Las acciones más complejas y en apariencia más inteligentes de las hormigas
están basadas no en la razón sino en el instinto heredado. La amazona guerrera es maravillosamente estratégica pero tan incapaz de alimentarse á sí misma como
de cambiar sus tácticas militares de acuerdo con las diversas condiciones.
Estos ejemplos y muchos otros que demuestran que,
— 240 —
I.
1
si concedemos á las hormigas, el grado de inteligencia
que Buechner y otros les atribuyen, su vida aparecerá
llena de estranos absurdos y sus restricciones serán
más notables aun que sus habilidades. El desarrollo
mental de las hormigas cesa tan luego como termina su
estado de ninfa. Ellas todo lo hacen con la misma perfección el primer día de la vida adulta como el último
y siempre de la misma manera. Pueden aprender algo
pero muy poco. Los seres humanos al contrario son capaces de un desenvolvimiento continuo. Un cambio en
los instintos de una especie dada de hormigas, sólo se
puede obtener por la alteración de las condiciones esternas y selecciones naturales continuadas á través de
muchas generaciones.
En una palabra, el cerebro del hombre es plástico y
puede hacer muchas cosas, mientras que el de las hormigas es automático y debe hacer determinadas cosas.
Las comunidades de hormigas y las de los hombres
descansan sobre bases muy diferentes y las semejanzas
entre ellas son superficiales ó casuales. La inmensa diferencia en la proporción del peso del cerebro con el
peso total, en ambas especies prueba esto más claramente que volúmenes de especulaciones teóricas.
Prof. K.
Escherich
(Del Scientiñc American Suilement Junio 26, 1909).
L a Francia es un país en donde se siembran empleados públicos y se
cosechan impuestos.—E. y J. de Goncourt.
Hablad quedo
En el último instante, la vida eterna se refleja
en nuestra memoria, y de todos los rincones
olvidados surgen cuadro tras cuadro y acontecimiento tras otro. El cerebro moribundo deja
libre la memoria con un fuerte y supremo impulso,
y la memoria restablece fielmente cada una de
las impresiones que le habían sido confiadas durante el periodo de la actividad cerebral.
Aquellas impresiones y aquellos pensamientos
que eran los más fuertes, entonces resultan naturalmente los más vividos, y sobreviven, por decirlo así, á todos los demás, que en aquel momento
se desvanecen y desaparecen para siempre. Ningún hombre muere falto de razón ó inconsciente,
— 241 —
como algunos fisiólogos pretenden. Hasta los
locos ó las víctimas de un ataque de delirium
tremens tienen su instante de perfecta lucidez, en
el trance de la muerte, por más que les sea imposible comunicarlo á las personas que se hallen
presentes. El hombre puede muchas veces parecer
muerto, y sin embargo, desde su última pulsación,
desde el último latido de su corazón, hasta el
momento en que la última chispa de calor animal
abandona su cuerpo, el cerebro piensa, y el yo
vive en estos breves segundos, su vida total.
Hablad quedo, los que estáis frente al lecho de
un moribundo, y os halláis en la solemne presencia de la muerte; y especialmente debéis permanecer tranquilos en el momento mismo en que
la muerte acaba de poner su viscosa mano sobre
el cuerpo. Hablad quedo, repito, no sea que
perturbéis la tranquila ondulación del pensamiento, é interrumpáis la activa tarea del pasado, al
echar su reflejo sobre el velo del porvenir.
(Del libro El Hombre).
Todo lo que está fundado sobre la opresión es frágil y denota la ausencia de genio.—Charles Fourier.
El problema acerca de Shakespeare
i
Es para meditar sobre la autenticidad de la
Historia y sobre las palmas y las rosas de la gloria. El más grande de los poetas del mundo de
Occidente ha llevado el nombre de William Shakespeare y al cabo de cerca de tres centurias se
descubre que el autor de las obras que la Humanidad pensante ha venerado como divinas, no es
aquel cuya biografía hacía pensar en esos avataras prodigiosos de un dios oculto en el miserable
cuerpo del vagabundo ó del mendigo,
Dícese que nació Shakespeare en Stratford sur
Avon, «un rincón oscuro y disgustante del Reino».
Había allí una escuela y en ninguno de todos los
— 242 —
registros, que se han conservado íntegros, aparece el nombre de Guillermo Shakespeare, con ninguna de las ortografías conocidas. No asistió,
pues, á la escuela de Stratford y su padre, que según la leyenda era muy pobre, no le envió de seguro á las Universidades. El Shakespeare de
la leyenda casó con Ana
Hathaway en 1 5 8 2 ,
cuando él tenía dieciocho años. Seis meses
después nació Susana,
la primogénita del Willie de la fábula. Dos
anos más tarde, tras el
nacimiento de sus gemelos Hemmet y Judith,
abandonóelhogar adonde no volvió sino muchos años después.
Cuéntase que se enroló en una compañía
de comediantes en LonW. Shakespeare
dres, en donde hizo algún dinero que le permitió volver á Stratford para vivir descansadamente con los suyos, hasta su muerte, el día aniversario de su nacimiento, 23 de abril de 1616.
Pudo tal hombre, en esas condiciones, con semejante estrechez, adquirirla erudición vastísima
que revelan las obras shakesperianas?
Consideraciones de esta índole han conducido
al crítico Jorge Greenwood á la conclusión de que
ha habido dos Shakepeares: el uno, ignorante, el
de la leyenda, incapaz de las creaciones que nos
sorprenden; y otro, erudito, hombre de genio, bien
relacionado, sería el verdadero autor de las grandes obras del teatro inglés.
2
Hijo de Nicolás Bacon, estadista de la Reina
Isabel de Inglaterra, fué Francisco Bacon, nacido
— 243 —
en 1561. Su madre fué una lingüista distinguida
que leía por igual el griego, el latín y el inglés.
Hizo Bacon tres años de estudios en Cambridge
que le procuraron un profundo disgusto de la
filosofía aristotélica. A los 16 años pasó á París
en donde, alojado en casa del Ministro inglés
Paulet, tuvo la oportunidad de frecuentarla corte
francesa. En París estudió Letras y Ciencias y á
su regreso á Londres estudió el Derecho. En
1590 la Reina le llamó
á su Real Consejo, y fue
Procurador del Reino
en 1612 y Canciller del
Estado en 1620. Una
acusación ante las cámaras le arrebató el poder y murió en 1626.
Shakespeare y Bacon,
aunque de diferentes
nacimientos, pudieron
tener un mismo genio;
pero no han podido adLord B a c o n
quirir una misma erudición. Tuvo el uno la holgura, una madre de esmerada educación en cuya sola compañía ha
podido y debido aprender el griego y el latín y
familiarizarse con las literaturas clásicas; un padre relacionado con los grandes del reino y él mismo en su juventud sólo alternó con los hijos de esos
grandes. Tuvo el otro una niñez mezquina, no
concurre á la escuela del distrito, se hace un
cazador furtivo á quien los propietarios sorprenden
y azotan, más tarde es un palafrenero á la puerta de un teatro y este hombre que dudosamente
sabe leer y difícilmente escribe, aparece como autor de obras históricas y de distinguida erudición
dos y tres años después de ser palafrenero.
Repito que si solo se tratase de obras de inspiración, el asunto poco tendría de extraño, no así
de poemas y tragedias que exigen, aun para su
perfecta inteligencia, el conocimiento de escritores clásicos.
— 244 —
3
A primera vista puede parecer chocante que en
nuestra época se aduzca, como un argumento en
favor de la paternidad de un conjunto de obras el
nacimiento de un autor; no obstante, á medida
que se analiza la cuestión, en armonía con otras
observaciones, desaparece lo chocante y se halla
el argumento más robusto.
En la mayoría de las obras shakesperianas los
personajes son gentes de alta alcurnia: Rey Lear,
Hamlet, Macbeth, Othelo, Romeo y Julieta, el Rey
Juan, Ricardo II, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI, Ricardo III, Enrique VIII, La Tem-pestad, Los dos caballeros de Verona, Las alegres
comadres de Windsor, Medida -por medida, La
co7nedia délos Errores, Mucho ruido fiara nada,
Penas de amor perdidas, Sueño en una noche de
verano, el Mercader de Venecia, Como gustéis,
Todo acaba bien etc., Lo que gustéis, Cuento de
invierno. Si añadimos las clásicas tendremos todas las obras shakesperianas. Este hombre que se
dice nacido en la pobreza, que ha vivido con gentes de humilde procedencia, no escribe una sola
obra destinada á despertar la simpatía por ellas,
ni siquiera á describir su vida. En cambio, emplea
con la mayor corrección y facilidad todos los títulos y distinciones de la Corte. Cual de los dos
se hallaba en mejores circunstancias para hacerlo? Indudablemente, Bacon.
Hay en la vida de la Corte detalles, giros de
conversación que sólo quien vive en ella puede
conocer y emplear con propiedad y oportunidad,
tal es el caso de Shakespeare.
Por la biografía de la leyenda estamos seguros
de que á la hora de la publicación de las primeras obras, Shakespeare no ha aprendido la lengua latina. Pues bien, en las comedias hay más
de 500 palabras de ese origen, con su sentido clásico propio y como veremos adelante, en Penas
— 245 —
de amor perdidas hay frases enteras en latín,
con un sentido interno que sólo una persona muy
familiarizada con esa lengua pudiera concebir.
Más de cinco mil palabras de origen antiguo se
emplean en las obras shakesperianas con un sentido nuevo. Esto no es solamente obra de genio,
sino de hombre ilustrado. Por otra parte el estilo
Shakespeare es único. La vida y la novedad de
las imágenes son sólo suyas, con una excepción,
la de Bacon, en cuyas obras en prosa emplea el
98.5 por ciento de las palabras usadas en las
obras dramáticas y buena porción de imágenes
igualmente nuevas, con el mismo sello de las de
Shakespeare.
No paran aquí las semejanzas. Los giros y las
frases de cierta novedad en la lengua inglesa son
comunes á los dos escritores, y los críticos las
han extractado por centenares.
En Penas de amor -perdidas el autor aparece
como un hombre versado en Humanidades y lector asiduo de Horacio. En el Mercader de Venecia, en la Tempestad y otras obras se manifiesta
la afición por Lucrecio, Cicerón y Virgilio, que
son los autores favoritos de Bacon. En Penas de
amor perdidas los personajes hablan de filosofía
experimental de la cual se considera á Bacon como fundador.
Los Ensayos de Bacon que estudian la verdad,
la muerte, el amor, la envidia, la adversidad, la
venganza, y las obras dramáticas que exhiben
esos mismos sentimientos y pasiones tienen un
mismo punto de vista para juzgarlos. Ambos
grupos de obras caminan paralelamente en una
misma dirección, sin contradicciones, como que
han nacido en una misma fuente.
El poema de Venus y Adonis escrito probablemente antes de que el Shakespeare de la leyenda
hubiera salido de Stratford está dedicado á su
amigo el Conde de Southampton. Cómo el hijo
del carnicero, que no ha salido de su aldea, puede
llamar amigo al Conde que no le ha prestado protección alguna, que no le conoce siquiera? Agreguemos que antes de la publicación del poema
— 246 —
tuvo que pasar por la aprobación de una comisión
especial elegida por la Reina Isabel y que lleva
una apostilla del Arzobispo de Cantorbery. El
oscuro cazador furtivo no puede tener tanta influencia. En cambio, sabemos que Bacon vive en
la Corte codeándose con el Conde de Southampton
y muchos otros más y que es discípulo del Arzobispo de Cantorbery. Cómo dudar entre los dos?
Bacon y Shakespeare viven en Londres, tienen
unos mismos amigos en la corte, ambos son
eminentes escritores, tienen un estilo semejante,
leen unas mismas obras, tienen unas mismas
opiniones sobre la vida y la filosofía y sin embargo
no se conocen, no se tratan. Shakespeare no cita
á Bacon y este no cita á aquel. Y son treinta años
de vivir en una misma ciudad de unas ciento
cincuenta mil almas. Quedan de Bacon cartas
y manuscritos; de Shakespeare nada que nos de
noticias del hombre.
No sabemos que Shakespeare haya viajado
fuera de Inglaterra, pero en cambio sabemos que
Bacon ha recorrido los principales escenarios de
los dramas shakesperianos.
Entre estos y los sucesos de la vida de Shakespeare no hay relación y sí existe entre ellos y
los acontecimientos de la agitada vida de Bacon.
Fue un amor en una corte extranjera lo que le
inspiró su Romeo y Julieta. Por qué no aparece
Stratford-sur-Avon como escenario de alguno de
sus dramas, siendo ese el lugar de su nacimiento
y de sus recuerdos de juventud?
Saben los juristas que han estudiado las obras
de Shakespeare que el empleo de los términos jurídicos en ellas es estrictamente correcto, así
como los detalles del procedimiento. El Shakespeare de la leyenda no ha estudiado leyes, Bacon
sí, y aun llega á ser Procurador del Reino. No
cabe duda, pues, de que Bacon ha escrito las
obras dramáticas que han recorrido el mundo con
el nombre de Shakespeare.
Finalmente, he de citar la criptografía á que
en diversos pasajes de las obras de Bacon se hace
referencia. Por ejemplo, en la página 361 (de la
— 247 —
edición de Newnes, de 1909). Se lee: «En cuanto
á las cifras, las hay comúnmente en letras ó alfabetos, pero también las hay en palabras. Las
clases de cifras, al lado de las simples cifras, con
cambios é interpolaciones de ceros y signos no
significativos, son muchas, gegún la naturaleza
ó regla de lo contenido... Pero las cualidades por
las cuales ellas pueden ser preferidas, son tres:
que no sean dificultosas para leer y escribir; que
sea imposible descifrarlas, y en algunos casos,
que no puedan inspirar sospecha». Las «cifras en
palabras» es espresión que alude á los anagramas. Ahora bien, las cifras en letras y los anagramas han sido empleados por Bacon para afirmar la propiedad de sus obras dramáticas. En la
primera edición de algunas de sus obras (1623)
hay un prefacio que leído con la clave que Bacon
suministra, da una interesantísima información
acerca de su nacimiento, de su viaje á París, en
donde un acontecimiento de su vida le inspiró la
tragedia de Romeo y Julieta.
En Penas de Amor Pejdidas se encuentra un
anagrama que parece concluyente. Búsquese el
quinto acto de esta comedia. Holofeones, uno de
les personajes, se introduce con una frase latina
y en el curso del diálogo se emplean hasta cinco
en esa misma lengua. Luego el personaje Costard
en medio de una respuesta en inglés, intercala esta palabra: honorificabilitudinitatibas. Este
vocablo no es latino, pero está construido conforme á la estructura de la lengua latina. Por su
rareza llama la atención. A continuación, otro
personaje, Moth, pregunta: «Qué es ¿z, b, con un
cuerno á la cabeza? Holofeones: Ba, niñería, con
un cuerno añadido». Pero Ba con un cuerno (cornu) añadido es Bacornu, palabra destinada á
sugerir el nombre de Bacon. El autor de la Comedia ha sugerido un nombre y también el medio
de^ encontrarlo en acuella rara palabra latina.
Búsquese la b de bi; esta" precedida de a, que á
su vez lo está de s, con lo que se obtiene Bacono,
un dativo ó un (Colativo de Baconus, el nombre
latino de BaconTIEntre l?.s sílabas ca JJio están
— 248 —
una f j una r que son las dos primeras letras de
Francis con que solía firmar el Canciller. Del
resto de la palabra se obtiene «Hi ludi tuiti sibi
nati», lo que con el ablativo anterior se nos
produce la siguiente frase: Hi ludi, tuiti sibi, Fr.
Bacono, nati. Lo que traducido dice: Estas Comedias, confiadas asi mismas,-procedende Fr. Bacon„
Obsérvese que no falta una sola letra; ni sobra
tampoco. La palabra ha sido pues, perfecta é
intencionalmente construida.
Demuéstrase que no ha habido ni casualidad
ni coincidencia con la observación hecha por el
Dr. Platt. En un manuscrito de propiedad de Bacon hallado en la casa de Northumberland se lee
esta palabra: Honorijicabilitudino que encierra
otro anagrama: «Initio hi ludi Fr. Bacono» que no
encierra un pensamiento completo sino que lo sugiere apenas. Traducido dice: «En un principio
estas Comedias de Fr. Bacon».
La palabra que se halla en Penas de amor perdidas es más completa. De esta suerte se tiene la
historia de su génesis; con lo que á mí me parece
que no puede caber duda acerca de la paternidad
de las obras shakesperianas.
Su autor ha sido Francisco Bacon y no Guillermo Shakespeare.
4
Qué poderosos motivos tuvo para ocultar su
nombre en una clase de obras y para exhibirlo en
otras?
Tres hipótesis son probables. La filosofía era
ocupación de un gentil hombre, pero el teatro no.
Los actores eran gente mal considerada; los autores de comedias, como los de misterios solían quedar en la oscuridad porque con frecuencia eran
actores también, como sucede con Lope de Rueda
y con Moliere y con muchos más. Bacon no quería figurar como autor dramático, aunque comprendiendo el alto valor de sus obras las firmó
con declaraciones en cifra.
La segunda hipótesis se refiere á sus angustias
— 249 —
de dinero. Es sabido que Bacon las tuvo. Y se
juzga que para dar satisfacción á sus compromisos hizo alianza con el actor Shakespeare que
aparecía también como autor, razón por la cual
secretamente y en el cuerpo de la misma comedia Bacon firmaba sus obras.
La tercera hipótesis tiene relación con el Homo
dúplex que es cada uno de nosotros. Pero el desarrollo de la cuestión, que á su vez implica un problema, quedará para otro número de A E I E I , .
Roberto Brenes Mesen
Octubre 1909.
T o d o ciudadano debe llevar escrito sobre su frente lo que piensa de
la cosa pública.—Cicerón.
La mentira de la Historia
3
(Véanse los dos números precedentes).
Puede haber libros sin Arte. Los hay tantos!
Pero libros sin alma, he ahí lo que no acepta la
Historia, ni en los narradoressin genio, como Hesiodo;
su alma, es decir, su Conciencia, he ahí lo que
debe mostrar el Historiador, desnuda y palpitante en las páginas de sus libros;
su alma llena de pasiones nobles: la Cólera, la
Justicia, la Verdad, todo loque revele ese Infinito
latente y tormentoso, que es el corazón de un
hombre: marem umbía.
Quién habla de suprimir la pasión en Historia?
Tanto valdría suprimir el alma del Historiador.
La Impasibilidad, en Arte como en Historia,
no es sino la Impotencia; la impotencia absoluta
de sentir;
el alma del hombre es naturalmente estremecida, y estremecible, como el mar; la pasión es el
viento divino que la agita; viene de lo alto y la
hace cantar ó la hace rugir según el encanto ó el
— 250 —
horror que traiga entre los pliegues desús alas;
La imparcialidad no es sino la máscara cobarde de la Hipocresía;
el espíritu humano es, naturalmente, apasionado; hay en él un fondo innato de honradez, que
lo hace sensible á las oscilaciones del Bien y del
Mal, subiendo ó bajando en la conciencia humana; todo hombre honrado es un hombre apasionado;
la impasibilidad ante el crimen no es sino la
complicidad con el crimen; la complicidad que
no obra y añade á la bajeza de su actitud la bajeza de su cobardía;
sin pasión no hay virtud, como sin emoción no
hay arte; un hombre que no se siente apasionado
por el Bien no será nunca un hombre virtuoso,
como un hombre que no se siente emocionado ante lo Bello no será nunca un artista;
la pasión del bien, eso es la Virtud;
la pasión de lo bello, eso es el Arte.
Cómo creeríais en la honradez de un hombre,
que teniendo en sus manos el poder de inclinar
la balanza del Bien y del Mal hacia uno ú otro
lado, permaneciese indiferente, en nombre de la
Imparcialidad?
Qué diríais de aquel que colocado entre Caín y
Abel, no supiera decidirse por el Asesinato ó la
Inocencia; que puesto entre Jesús y Barrabás le
fuera indiferente la vida del Ladrón ó la del
Apóstol; que entre Sócrates y los jueces de Atenas, le fueran indiferentes el Filósofo ó los verdugos; que entre Nerón y los cristianos, le fuera
igual el grito del loco y el del mártir; que colocado entre la Libertad y el Despotismo, entre el
Pueblo y el Tirano, permaneciera indiferente y
sin acción, en nombre de la Imparcialidad, es decir, de todas las impotencias, cuando no lo es de
todas las corrupciones?
Y esa es la virtud que se pide al historiador?
Dejádmela maldecir en nombre del honor!
Un hombre que permanece indiferente, sin indignarse ante el crimen, es un criminal, cualesquiera que sean el gesto que esboce ó el bocablo
— 251 —
que busque para escusar su miserable actitud!
Qué diríais de la ultrajante serenidad de aquel
historiador que llegando al desfiladero de las Termopilas os contara sin comentarios la muerte de
los trecientos esparciatas, sin deciros si era
aquello un sacrificio de patriotismo ó una locura
sin genio? Si aquel glorioso desfiladero debía ser
cubierto por todas las flores del entusiasmo ó entregado á las zarzas ó jaramagos del olvido?
Qué alma de hombre libre no llega jadeante de
emoción, desbordante de inquietud, á esa confluencia de razas, á esa gran vertiente de la historia que se llama la batalla de Salamina, que hizo reflorecer, en florescencia de victorias, el divino rosal del genio griego?
Qué corazón no acompaña con un coro de deseos, y el movimiento apasionado de sus ruegos,
la Oración de Milciades en la mañana de Platea?^
Cómo no estremecerse hasta en el fondo del
alma, ante aquel duelo formidable en que el helenismo, es decir, toda el alma del mundo antiguo,
estuvo amenazada de perecer, bajo la ola de los
bárbaros que Xerxes desencadenó sobre el Atica?
Qué hubiera sido del mundo si el Asia hubiese
obtenido la victoria sobre la Hélade? Un mundo
medo! Un mundo persa! El puente sobre el Helesponto hecho el camino de la barbarie! La Grecia esclava! Y el mundo temblando bajo el azote
de Xerxes!
No sentís el horror, subiéndoos en el corazón,
como una marea, al solo"pensamiento de esta
muerte moral del mundo?
Pues los partidarios de la Impasibilidad y de
la Imparcialidad os prohibirán entusiasmaros;
debéis ser indiferentes entre Xerxes y Milciades;
apasionaros por Atenas sería un crimen; la causa
de la civilización no os toca de cerca ni de lejos;
la imparcialidad histórica no debe saber si la
Persia era bárbara, ni qué cantidad de sombras
habría traído sobre el mundo el triunfo de los
medos, eso no os debe interesar; la Historia no
tiene alma! Fuera la pasión! Es decir, fuera la
— 252 —
pasión de la Verdad, la pasión de la Justicia, la
pasión de la Libertad! La Historia debe contar,
no debe comentar; debe tener memoria, no debe
tener criterio; gloria á los narradores; muerte á
los historiadores! Viva Suetonio! Muera Tácito!
J. M. Vargas Vila
Si mis soldados comenzaran á pensar, ni uno de ellos me quedaría en
lasfilas.—Federico II.
Contra el asesinato de los vencidos ( * )
Las leyes no conocen más que los actos. Los
delitos de opinión ya no existen legalmente, y no
basta para poder resucitarlos impunemente inventar falsas declaraciones que no convencen á nadie.
Si se les condena (*) será en nombre de la simple
justicia burguesa (2) y esto será, por lo que toca
al gobierno español, un puro y cobarde asesinato.
Pero los otros? Aquellos que alzándose sobre
las armas y arriesgando su vida, han tratado de
arrancar á sus hermanos de la muerte y á su país
de la vergüenza, cuando vieron á los hijos del
pueblo enviados á Melilla para defender las minas del casi-millonario marqués de Comillas, el
fidei-comisario ó el protector de los Jesuítas? Son
aquellos los verdaderos héroes y la muerte de semejantes hombres sería un crimen de lesa humanidad.
(*) L o s fragmentos que con este título ofrecemos ahora pertenecen á
un valiente artículo de Alfredo Naquet, publicado en La Guerre Sociale
del 21 de Setiembre de igog. E l eminente publicista francés—con motivo
de las represalias crueles y bárbaras que viene practicando la monarquía
jesuítica española contra los vencidos revolucionarios barceloneses—ha
tomado la defensa de estos últimos, con el propósito de despertar, en
favor de ellos, la simpatía protectora de los que en Europa piensan y
trabajan.
í 1 ) Se refiere Naquet á los qiíe sin haber tomado parte en la insurrección catalana de Julio de 1903, han sido, sin embargo, denunciados al
Concejo de G u e r r a como sospechosos por sus opiniones. E s t e el caso de
Francisco Ferrer, el fundador de la Escuela Moderna de Barcelona, víctima nuevamente de los odios clericales y monárquicos de sus encarniza
dos enemigos.
('-) E s decir, justicia al servicio esclusivo de los intereses de las clases
acomodadas.
— 253 —
La monarquía española está en lucha abierta
con los revolucionarios de todas clases. En tanto
que la batalla duró, no podría negársele el derecho que tuvo para defenderse. Es la ley de la
guerra: ojo por ojo, diente por diente, pecho contra pecho.
Pero concluida la guerra, el derecho de gentes
prohibe matar á los prisioneros y en este sentido,
filosóficamente no podría establecerse distinción
alguna entre las guerras internacionales y las
civiles.
Toda condena posterior de los vencedores á los
vencidos no es más que una parodia de justicia,
un bofetón á la conciencia universal, un crimen.
Los Gallifet (*) franceses ó españoles, son malhechores que conviene clavar en la picota de la
historia.
Todos los prisioneros deben quedar libres: los
escombatientes, porque la lucha armada ya terminó y ninguna moral autoriza el asesinato de
los vencidos y á Ferrer porque no ha cometido
ningún delito, salvo que se juzgue un crimen, como lo ha dicho Anatolio France, el haber fundado
escuelas ó el haber querido, como tantos otros,
arrancar á la España de la ignorancia en que sistemáticamente la tienen sumida los gobernantes
y los frailes.
He aquí lo que hemos gritado desde el primer
día al mundo culto; he aquí lo que no cesaremos
de gritar hasta tanto quede un solo cautivo en
las prisiones catalanas.
El noble marqués de Castellane (2) nos niega
el derecho de ocuparnos de lo que pasa entre nuestros vecinos. Nuestra intervención sería, según
él, una falta contra los convenios internacionales. Con franqueza le declaramos aquí que cuando se trata de arrebatar nuestros hermanos á las
(!) E l General de Gallifet, fué quien reprimió del modo más salvaje el
movimiento insurreccional de la Comimmc, de París, en 1871.
(2) Boni de Castellane, escandaloso noble francés, y actualmente diputado á la C á m a r a francesa, es el que se ha encargado de defender en ella
la conducta de Maura.
— 254 —
patrullas del soldados asesinos, no nos detienen
las fórmulas de protocolo.
Por otra parte, bajo el régimen opresivo que
pesa sobre España, los españoles son los primeros en volver los ojos esperanzados hacia nosotros
que, por dicha, podemos hablar.
/
yi
El mundo que piensa y que trabaja es uno: y
allí donde se cometen ignominias y crímenes, él
se siente herido en su hoh^or y tiene el deber de
limpiar la mancha de vergüenza que los criminales arrojan sobre la civilización.
El gobierno español, por otra parte, en una
cosa se distingue del ruso. Los siervos del Zar
poseen el lirismo de su abyección y en tanto que
no podamos impedir que los capitalistas franceses
les presten dinero, nuestras protestas de las ahorcas y torturas seguirán siendo vanas.
En España, los políticos que dirigen las ejecuciones son tan hipócritas como crueles. Maura t1),
como antes Cánovas del Castillo, se parece á esas
mujeres galantes que según la espresión de Muset, «no tienen tiempo de ceñirse el traje entre el
amante del día y el de la noche», pero que alardean de virtuosas. Mucho les complace matar,
mucho arrancar las uñas á sus víctimas, para
obligarlas á confesar crímenes imaginarios; pero
á la vez se empeñan en conservar la consideración
de la Europa y de la América.
Pues bien! no! Les arrancaremos las máscaras.
Les recordaremos los inveterados suplicios de
Montjuich, las atrocidades de Alcalá del Valle,
y si no sueltan la presa que se resignen á ser
espuestos á la vergüenza de la humanidad. Los
hierros queman y les aplicaremos en la cara un
estigma que no se les borrará jamás. Ellos le
temen á este estigma. La vez primera (2) este
(!) E l actual Presidente del Concejo de Ministros de España, feroz y
siniestro reaccionario. Observando su conducta para con el pueblo catalán, no puede uno menos que recordar ; 1 otro Primer Ministro español,
Cánovas del Castillo, de odiosa memoria, entre la larga fila de los opresores de las libertades del pueblo. Cánovas murió asesinado por Angiolillo
en Agosto de 1897.
(2) Cuando la tentativa de Morral de asesinar al rey Alfonso X I I I ,
en 1906.
- 255 -
miedo al desprecio universal salvó á Perrer; lo
salvará también ahora y con él á las miles de víctimas sobre las cuales quiere encarnizarse la
crueldad de las fieras de Madrid... í1)
Que por doquiera sean boicoteadas las mercaderías españolas! Que la plutocracia (a) de allende
el Pirineo sienta el golpe en la Caja, la única herida que deveras leí duele, como á todas las plutocracias. Nuestros reyes y príncipes actuales no
pasan de ser poderes autónomos; no son más que
los siervos de la finanza: por consiguiente, azotar
esta última quizá sea el mejor medio de llamarlos
al orden.
Alfredo Naquet
Puede acaso el hombre ser libre si la mujer es esclava?—Shelley.
El Futurismo
Tenéis en las páginas que siguen el manifiesto
poético-revolucionario de Marinetti, (*'como representante de un grupo de jóvenes que más parecen
gladiadores inconmensurables que poetas venidos
en la aurora de una época fecunda en trasformaciones sociales, morales, científicas, industriales,
humanitarias en una palabra.
Pero qué váis á hacer con vuestro Futurismo si
cuanto váis á cantar es bárbaro y añejo? El peligro? Desde el Mahabharata que celebra la hermosa
(!) Ahora ya sabernos que las cosas no sucedieron como Naquet las
creía. E l gobierno español, para asombro é indignación de la humanidad
civilizada, asesinó cobardemente á F e r r e r el '4 de este mes de Octubre.
(2) P a l a b r a compuesta de dos* griegas : tintos, riqueza y kratos, gobierno, poder. E l poder, la influencia, el reinado de la plata.
(*) Y los españoles residentes en América - a ñ a d i m o s nosotros—que
deveras aman á sus desgraciados compatriotas de la Península, antes
que recolectar fondos para auxiliar á los heridos que regresan inválidos
del A f r i c a , debieran con su indiferencia crear las mayores dificultades
económicas á los dirigentes de España, á fin de que el pueblo ibero, exasperado en sus desventuras, sacuda su noble cólera de león paciente y
esplotado y de una vez para siempre destruya esa secular y odiosa monarquía de jesuítas que hoy y antes ha sido el verdugo de sus libertades,
de su dicha y de su progreso.
(*) F. T . Marinetti, un poeta franco-italiano contemporáneo.
— 256 —
y simbólica batalla de Kurushethra y de Esquilo
que canta la audacia de Prometeo hasta los
grandes poetas de nuestro tiempo el peligro ha
sido cantado ya. Queréis celebrar la guerra, la
violencia, la injusticia, la temeridad? Aguardad
el nacer de los nuevos sentimientos humanos
porque todos los existentes han sido glorificados
ya. Dignificáis la guerra, pero no váis á buscarla
en el Riff, ni fuisteis á los campos de Mukden y
de Puerto Arturo.
Las sangrientas y generosas revoluciones del
mundo se han hecho en nombre de la justicia y
la libertad, no en nombre de la guerra y de la
barbarie.
Incendiad los museos y las bibliotecas, quemad
toda obra de antigüedad, arrojad á las llamas
todas las páginas de Shakespeare y el gran Sol
de la Inteligencia se habrá puesto para la Humanidad.
Queréis cantar al hombre «que sostiene el
volante, cuyo eje ideal atraviesa la tierra, lanzada
con entusiasmo por los elementos primordiales».
Pero cuál es ese hombre y cuáles los «elementos
primordiales?» No decíais que el esplendor del
mundo se ha enriquecido con una nueva belleza,
la de la velocidad? La velocidad existe desde la
primera vibración del universo. Que es vuestro
vertiginoso automóvil, sino oruga que se arrastra
en comparación con este planeta incansable?
El arte es algo más que la violencia, la crueldad
y la injusticia, es un río de sol y de paz que lava
por instantes las injusticias de la tierra.
En el arte, como en todas las manifestaciones
de la evolución humana, el presente se yergue
sobre el pedestal del pasado. No es posible destruir de raíz.
Pero no hay que tomar el Futurismo en serio.
Las más grandes escuelas del arte han nacido por
las obras realizadas y no por los manifiestos incendiarios lanzados á la maravillada inocencia de
la juventud.—ARIEL.
1. Queremos cantar el amor del peligro, el hábito de
la energía y de la temeridad.
2. Los elementos esenciales de nuestra poesía serán
el valor, la audacia y la rebeldía.
3. Habiendo hasta ahora magnificado la literatura,
la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño, queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febriciente, el paso gimnástico, el salto peligroso, la bofetada y el puñetazo.
4. Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carrera, con su cofre adornado
de gruesos tubos, semejantes á serpientes de aliento
explosivo... un automóvil rugiente, que parece que
corre sobre metrallas, es más bello que la Victoria de
Samotracia.
5. Queremos cantar al hombre que tiene el volante,
cuyo tallo ideal traspasa la tierra, lanzada ella misma
sobre el circuito de su órbita.
6. Es preciso que el poeta se gaste con calor, brillo
y prodigalidad para aumentar el brillo entusiasta de
los elementos primordiales.
7. No hay belleza sino en la lucha. No hay obra maestra sin un carácter agresivo. L,a poesía debe ser un
asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para
imponerles la soberanía del hombre.
8. Estamos sobre el promontorio extremo de los
siglos!... Para qué mirar detrás de nosotros, puesto
que tenemos que descerrajar las puertas misteriosas de
lo imposible? El Tiempo y el Espacio han muerto ayer.
Vivimos ya en lo Absoluto, puesto que hemos ya creado la eterna rapidez omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra—sola higiene del
mundo—el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas Ideas que matan, y el
desprecio de la mujer.
10. Queremos demoler los museos, las bibliotecas,
combatir el moralismo, el feminismo y todas las cobardías oportunistas y utilitarias.
11. Cantaremos las grandes muchedumbres agitadas
por el trabajo, el placer ó la revuelta; las resacas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; la vibración nocturna de los arsenales
y de los astilleros, bajo sus violentas lunas eléctricas:
las estaciones glotonas tragadoras de serpientes que
humean; los puentes de saltos de gimnasta lanzados
sobre la cuchillería diabólica de los ríos asoleados; las
fábricas suspendidas en las nubes por las cuerdas del
humo; los paquebots aventureros husmeando el horizonte; las locomotoras de gran pecho, que piafan sobre
los rieles, como enormes caballos de acero embridados
de largos tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos,
cuya hélice tiene chasqueos de bandera y de aplausos
de muchedumbre entusiasta.
Lanzamos desde Italia este manifiesto de violencia
— 258 —
revolucionante, por el cual fundamos hoy el Futurismo, porque queremos liberar á la Italia de su gangrena
de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Iva Italia ha sido demasiado largo tiempo el
gran mercado de los regateadores. Queremos desembarazarla de los museos innumerables que la cubren de
innumerables cementerios.
Museos, cementerios! Idénticos en su siniestro codeo
de cuerpos que no se conocen. Dormitorios públicos en
donde se duerme para siempre al lado de seres odiados
ó desconocidos. Ferocidad recíproca de pintores y de
escultores que se entrematan á golpes de líneas y de
colores en el mismo museo.
Que cada año se le haga una visita al museo como se
va á ver á sus muertos una vez por año! Eso podemos
aceptarlo. Aun concebimos que se depositen flores una
vez por año á los pies de la Gioconda. Pero que se vaya
á pasear todos los días en los museos nuestras tristezas, nuestros frágiles valores y nuestra inquietud, no
lo admitimos!... Acaso queréis envenenaros? Queréis
podriros?
Qué de bueno puede encontrarse en un viejo cuadro
si no es la contorsión penosa del artista que se esfuerza por romper las barreras infranqueables á su deseo
de espresar enteramente su ensueño.
Admirar un viejo cuadro es derramar nuestra sensibilidad en una urna funeraria, en vez de lanzarla en
chorros violentos de creación y acción. Queréis, pues,
despilfarrar así nuestras mejores fuerzas en una admiración inútil del pasado de la que forzosamente salís
exhaustos, menguados y maltrechos?
En verdad, la diaria frecuentación de los museos, de
las bibliotecas y de las academias (cementerios de esfuerzos perdidos, calvarios de ensueños crucificados,
registros de rotos impulsos!.,.) es para los artistas lo
que la tutela prolongada de los padres para los jóvenes
inteligentes, ebrios de su propio talento y de su voluntad ambiciosa.
Para los moribundos, los inválidos y los prisioneros
pase todavía. Quizás sea un bálsamo para sus heridas
el admirable pasado, desde el momento en que se les
destierra del porvenir... Pero nosotros no le queremos,
nosotros los jóvenes, los fuertes, los vivientes futuristas.
Vengan, pues-, los buenos incendiarios de carbonizados dedos...! Aquí están! Aquí están...! Echad fuego en
los anaqueles de las bibliotecas! Desviad el curso de los
canales para inundar las bodegas de los museos! Que
naden á la deriva las telas gloriosas...! Empuñad los
picos y los martillos, demoled los fundamentos de las
ciudades memorables.
Ivos más viejos de entre nosotros no tienen todavía
treinta años; tenemos diez al menos para cumplir núes-
— 259 —
tra tarea. Cuando tengamos cuarenta, que otros más
jóvenes y más valientes que nosotros nos arrojen al
cesto como manuscritos inútiles...!
Vendrán contra nosotros de muy lejos, de todas partes, danzando sobre la cadencia alada de sus primeros
poemas, rasguñando el aire con sus dedos encorvados
y olfateando en las puertas de las academias el buen
olor de nuestros putrefactos espíritus ya prometidos á
las catacumbas de las bibliotecas.
Pero no estaremos allí... Al fin nos encontrarán en
una noche de invierno en pleno campo, bajo una triste
tienda techada por la lluvia monótona, en cuclillas cerca de nuestros aeroplanos temblorosos, en actitud >de
calentar nuestras manos al miserable fuego que harán
nuestros libros de hoy llameando alegremente bajo el
vuelo deslumbrador de sus imágenes.
Se amotinarán en torno nuestro, jadeantes de angustia y de despecho y exasperados por nuestro altivo valor infatigable, se lanzarán para matarnos con tanto
mayor odio cuanto su corazón estará ebrio de amor y de
admiración por nosotros. Y la fuerte y la sana injusticia estallará radiante en sus ojos. Pues el arte no puede
ser otra cosa que violencia, crueldad é injusticia.
Los más viejos de entre nosotros no tienen treinta
años todavía y no obstante ya hemos derrochado tesoros, tesoros de fuerza, de amor, de valor, de áspera
voluntad á prisa, en delirio, sin contar, sin vacilar, sin
respirar.
Miradnos, aun no estamos agotados... Nuestro corazón no tiene la menor fatiga! Pues se ha nutrido de
fuego, de odio y de velocidad! Os asombra eso? Es que
entonces no os acordáis de haber vivido! En pie sobre
la cima del mundo, lanzamos una vez más el desafío á
las estrellas!
Vuestras objeciones? Basta, basta, las conozco, estoy
entendido! Sabemos bien que nuestra bella y mentirosa
inteligencia nos asegura que sólo somos el compendio
y la prolongación de nuestros antecesores. Quizás...
Sea!... Qué importa? No queremos entender! Guardaos
de repetir esas palabras infames! Erguid más bien la
cabeza!...
De pie sobre la cima del mundo, lanzamos una vez
más el desafío á las estrellas.
F. T. Marinetti
Allí donde no hay igualdad, no hay sociedad.—John Milton.
Contra el Militarismo
Entre los esfuerzos que se hacen á favor de la
cultura moral hay uno, el más importante de to-
— 260 —
dos y el que más amenudo se descuida: el esfuerzo por suprimir el militarismo. Existen pruebas
abundantes de que con la guerra vienen todos los
vicios y con la paz todas las virtudes. Que sea
esta tesis el fundamento de toda ^uestra enseñanza y obtendréis muchas más ventajas que por
otro camino.
La supresión de los antagonismos internacionales es la única reforma que traerá consigo todas las otras reformas morales.
Tomada en conjunto, la clase terrateniente es
de hecho idéntica á la clase militarista y en consecuencia los oficiales del ejército y de la marina
pertenecen todos á aquella.
Jamás he perdido la oportunidad de reprobar
la guerra en todos mis libros y de denunciar las
actividades militares patentizadas por nosotros
los ingless en todos los rincones del mundo y
siempre he juzgado los actos agresivos de nuestras tropas—conducidas por esos miembros de la
clase propietaria del suelo—como actos de filibusterismo y latrocinio político. Tanto de los capitanes como de las tropas de la clase terrateniente siempre he hablado con desprecio, mucho
más que de otras cosas.
Herbert Spencer
Las tablas de la ley
El arte del negocio, si se quiere, es más nocivo que
el de la guerra. El trabajo, será risueño cuando no sea
pagado. El oro inicuo es el único que establece la desigualdad en los repartos. Mientras los hombres continúen siendo avaros y crueles, convertirán en crueles
las leyes más dulces y despojarán á sus hermanos con
palabras de amor. No opongáis las leyes á las leyes y
no erijáis tablas de mármol <5 de bronce á la vista de los
hombres. Pues todo lo que está escrito en las tablas de
la ley, con letis^ de sangre está escrito.
Anatole Ftance
Editor:
— GARCÍA MONJE
Imprenta, Encuademación y Fotograbado de A. Alsiná.—San José, C. R.
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A partir ele marzo próximo, con el simple nombre de
ARISX, este periódico saldrá CAI)^. 8 DIAS.
Vendrá en pliegos de 8 páginas, en papel satinado,
con ilustraciones amenüdo y en im formato mayor qué
el actual: página de 7 pulgadas de largo por 4 de ancho,
á doble columna; en tipo'pequeño para que contenga
m᧠lectura.
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Valdrá el número suelto 0 0.10; la serie mensual (4 números), 0 0.3Ó; la serie semestral (20 números), 0 1.50; la
serie anual (40 números), 0 3.00.
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Con este número termina y iérieüía^—10 Voli 3. En él
incluimos el índice de lo publicado durante el año, para .»
comodidad d<e los qu^( empastan el periódico. A estos últimos aconsejamos qite al empastar el volumen incluyan las cubiertas de los números 4, 5 y 6, porque contienen algunas cosas interesantes.
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Revista se enviará sólo á quien la
solicite acompañando el abono respectivo.
El propósito de
publicación será el mismo que ha
tenido hasta ahora; esponer las ideas y los ideales de
nuestro tiempo.
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Mucho agradecemos los envíos de recortes y seleccioneg que se nos hacen para publicarlos. Rogamos solamente Á nuestros colaboradores que siempre nos indiquen el libro ó periódico de donde seleccibnau y el número de la página elegida.
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Como de costumbre, en Enero y Febreró próximos, no
visitaremos á nuestros lectores y abonados.
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Para la vida de la COLECCION ARIEL
(Suscrición de auxilio)
Del 19 de Octubre al 1° de Diciembre.Naranjo:
Doctor Acosta, 0 1.00; don José MI. Peralta, 0 1.50; don Demetrio Cordero, 0 1.0Q.—Desamparados: don Tobías Retana A., 0 1.00.—Cartago: don Porfirio Brenes, 0 2.00.—
San José: don Mario Sancho J., 0 1.00; don Alberto
Brenes C., 0 1.00; Dr. Gustavo Michaud, 0 5.00; don
Franc? Jiménez N., 0 1.00; Srta. M. I. C., 0 1.25; don
Gerardo Echeverría A., 0 2.00; don Gerardo Castro S.,
0 1.00; don Ramiro Aguilar, 0 1.00; don Juan Arias R.,
0 1.00; don Rafael Castro
don
Nautilio Acosta, 0 0.65.
*
AVISOS
A COLECCION ARIEL, ofrece á 0 0.50 la obra reciente del compañero José Fabio Garnier, titulada:
Perfume de Belleza. Esta obra, editada por la casa Sempere y Cija, de Valencia (España), comprende el estudio
de la obra literaria de algunos autores hispanoamericanos: José Enrique Rodó, Aquileo J. Echeverría, Pedro
César Dominici, Vargas Vila, etc.
Desde hoy aceptamos, pues, pedidos de esta obra,
siempre que vengan acompañados del importe correspondiente.
L
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IBRERIA
AL AJUERENSE. —De
CARLOS
CAI,VO
FERNÁNDEZ, Alajuela (Costa Rica) Centro América.
Solicita catálogos y muestras de revistas y de libros;
cambia sellos de correo usados y tarjetas postales de
vistas reales.
EN PRENSA
Luigi
Molinari:
VIDA y OBRA DE FRANCISCO FERRER.
Primera parte: Su vida. Sus ideales. Como publicista.
Como fundador de la Escuela Moderna. Como Editor.—ESCRITOS DE FRANCISCO FERRER. S e g u n d a p a r t e :
L<a renovación de la escuela. Como conocí á Morral y
mis relaciones con él. Epistolario.
Precio: 60 céntimos de lira (fc 0.25 más ó menos).
La obra está en italiano y quien la quiera adquirir puede dirigirse á nosotros (Casilla 533) ó directamente al
editor de L9 Universitd Popolare, Vía Cario Poerio, 38.
Milano, Italia.
LIBROS RECIBIDOS
Rafael Maluenda: Escenas de la Vida Campesina,
Chile, 1909.
Francisco Ballesteros y Márquez: Pedagogía, Educación y Didáctica Pedagógica. Málaga (España) 1909.
Prince Kropotkine: The Terror in Russia, Mathuen
y C9, London.
Camilo Destrugue: Controversia Histórica sobre la iniciativa de la Independencia de América, Guayaquil, 1909.
J. Fernando Carbonell: Feminismo y Marimachismo,
Montevideo, 1909.
Amanda ^abarca Hubertson: Impresiones de Juventud, Santiago de Chile, 1909.
José de San Martin: Mis profetas locos. Ñ. Tommasi,
Editor. Buenos Aires, 1909.
Gracias, á todos sus autores.
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