La conquista de México Las once naves bordearon la costa mexicana durante unos días, buscando un lugar propicio para el desembarco. El 21 de abril de 1519 a la altura de San Juan de Ulúa, Hernán Cortés, general del ejército expedicionario, ordenó establecer allí el primer punto de operaciones. Ante una muchedumbre de asombrados nativos, los españoles comenzaron a llegar a tierra. Se desembarcaron cañones, víveres, caballos, y pronto el ejército se dedicó a una serie de trabajos bajo las órdenes directas de los oficiales. Se construyó un campamento de chozas y se fijaron, en la arena, las baterías de defensa. Los indígenas no tardaron en intercambiar regalos con los españoles. Manifestaron que eran súbditos de un importante monarca, llamado Moctezuma, el cual tenía su residencia en el interior, a unos trescientos kilómetros de la costa. Dos días después, Cortés comprobó que Moctezuma había sido ya advertido por sus súbditos de la presencia española. Aquel día apareció un noble azteca, llamado Teutile, acompañado de su séquito. Cortés no dudó en recibir en su tienda al embajador y, mediante los intérpretes, cambiaron diversas frases. Teutile quiso saber de dónde procedían los extranjeros y qué se proponían con su viaje. Cortés respondió que él era vasallo de un rey muy poderoso que disponía de un inmenso imperio. Aquel rey le había confiado un mensaje para entregárselo personalmente a Moctezuma. Teutile quedó conforme en transmitir a su monarca el deseo de Cortés de celebrar una entrevista. Al salir de la tienda, Cortés advirtió que uno de los aztecas del séquito se dedicaba a dibujar, sobre una especie de pergamino, las características del campamento y las figuras de los soldados. El general español quedó satisfecho de los dibujos, pero dijo que no reflejaban el verdadero poder de sus hombres. Y, para impresionar a los nativos, ordenó que se disparasen los cañones y que iniciara la caballería una carga. Los aztecas, al escuchar el estruendo de la artillería y las evoluciones de los caballos no lograron disimular su terror. Tras ocho días de espera regresó Teutile. La respuesta de Moctezuma era muy amable, pero rehusaba entrevistarse con Cortés y, con gran diplomacia, rogaba a los españoles que abandonaran su territorio. Pero el general español no estaba dispuesto a cumplir tales ruegos. Por medio de los aztecas transmitió un nuevo mensaje a Moctezuma insistiendo en la necesidad de una entrevista. Entre tanto, comenzaban a circular rumores desalentadores en el ejército español. Los expedicionarios no esperaban encontrarse con un imperio tan poderoso como el azteca. Cortés ordenó levantar el campo y embarcar hacia un lugar más propicio. Así, descubrieron más al Norte un buen puerto natural y fundaron allí la primera colonia, bautizada con el nombre de Villa Rica de la Vera Cruz. Al mismo tiempo, Cortés hizo detener a los cabecillas españoles que proponían renunciar a la conquista. De nuevo Moctezuma se opuso a la entrevista. Pero Cortés estaba decidido a imponer su presencia al monarca. En ayuda de Cortés vinieron a aliarse los totonacas. Este pueblo, como otros varios del extenso territorio dominado por Moctezuma, había sido sometido por los aztecas, obligándole a pagar tributos. Con la llegada de los españoles, los totonacas vieron la posibilidad de unirse a los extranjeros para librarse de la esclavitud a que los sometían los aztecas. Desde entonces, los expedicionarios no se verían nunca solos, sino que dispondrían de valiosos aliados dispuestos a luchar a su lado. El 15 de agosto de 1519, Cortés había decidido la marcha hacia Tenochtitlán, capital del imperio azteca. Pero aquel día, un suceso extraordinario iba a demostrar la audacia sin límites del general español, este acontecimiento advertía a los que aún tenían la esperanza de abandonar la empresa que su única opción se limitaba a conquistar México o morir. Ante los ojos atónitos de españoles e indígenas, las naves que habían transportado al ejército desde Cuba comenzaban a hundirse. En secreto, Cortés acababa de ordenar la destrucción de los buques. Con ello no sólo conseguía engrosar las tropas con pilotos y marineros, sino también quitar de las mentes la posibilidad de un retroceso. Al día siguiente, la columna expedicionaria se ponía en marcha. Iba compuesta por cuatrocientos infantes, quince jinetes, siete piezas de artillería y dos mil trescientos totonacas. El ejército cruzó los territorios cálidos e inició la ascensión hacia la zona templada. A medida que caminaban el clima se volvía más frío, y al avistar las cumbres nevadas, la nieve y el granizo castigaron a la tropa. Muchos totonacas, desprovistos de prendas de abrigo, perecieron víctimas del frío. Varios días después, el ejército entraba en la ciudad de Tlatlauquitepec, sin que se registraran incidentes bélicos. De allí Cortés dispuso marchar hacia Tlaxcala, ciudad tradicionalmente enemiga de los aztecas, aunque éstos la sometían por la fuerza. El general expedicionario pensó en valerse de esta enemistad para ganarse unos importantes aliados. Sin embargo, cuando los españoles entraron en territorio de Tlaxcala se vieron enfrentados a un numeroso ejército. El enemigo era tan compacto que la caballería española precisó dar varias cargas a fin de dejar espacio libre para emplazar la artillería. Cuando las piezas iniciaron el fuego, los tlaxcaltecas sufrieron terribles pérdidas y se vieron obligados a retroceder. Cortés, con gran habilidad, ordenó soltar a los innumerables prisioneros, comunicándoles que estaba dispuesto a establecer la paz. De este modo consiguió su propósito: la alianza con Tlaxcala, que el 23 de septiembre recibió a los conquistadores con grandes muestras de regocijo. El camino hacia Tenochtitlán aparecía despejado. Días después entraban en la ciudad de Cholula, y de allí, conseguidas ya las alianzas que ponían en grave aprieto a Moctezuma, se encaminaron a la capital del imperio. Sin duda el instante más emocionante del viaje se inició cuando, para evitar posibles emboscadas, Cortés ordenó a su ejército marchar por la ruta más difícil, atravesando dos impresionantes montañas: el Popocatépetl o Monte que Humea y el Iztaccihuatl o Mujer Blanca. A medida que los expedicionarios ascendían, un intenso resplandor recortaba sus figuras. Esta luz provenía del cráter del volcán, que se hallaba entonces en período de actividad. La hazaña fue considerada por los nativos como un acto glorioso, ya que la montaña humeante se hallaba rodeada de fantásticas leyendas. El ejército alcanzó el punto culminante de la ascensión, y, como una fabulosa escena, apareció de pronto el valle de México. A los pies de los españoles se abría un panorama de gran belleza, en el que resaltaban espléndidos jardines, templos majestuosos y apretados edificios rodeados de lagunas. El 8 de noviembre, Cortés se encontraba con Moctezuma. Esta entrevista, celebrada a la entrada de la capital azteca, revistió una opulenta magnificencia. El ejército español, ataviado con sus mejores galas, apretado en marcial formación, fue recibido por una muchedumbre ruidosa y alegre. Moctezuma llegó al encuentro de los extranjeros rodeado de un espléndido séquito, llevado por varios servidores en unas andas de oro bruñido. En seguida Cortés se apeó del caballo; también el monarca azteca descendió de sus andas. Ambos caminaron unos pasos hasta encontrarse. Con ello se encontraban también dos civilizaciones. Moctezuma trató a los españoles con deferencia y les proporcionó un magnífico alojamiento. No obstante, la situación era tensa y se iniciaron las hostilidades cuando Cortés ordenó apresar a Moctezuma. Algún tiempo después, el ejército expedicionario se vio obligado a abandonar de noche la ciudad, temeroso de la creciente presión azteca. Al ser descubierta la huida, los nativos se lanzaron sobre las tropas de Cortés y murieron muchos hombres en aquella “noche triste”, como la llamaron los españoles. Pero Cortés no renunciaría ya a la conquista de México. No tardaría en regresar con un fuerte ejército, que, tras un sangriento asedio, terminó con la resistencia azteca. Una vez pacificado el territorio, los exploradores españoles empezaron la colonización del extenso territorio de México.