FERNANDO MILLÁN ROMERAL ocarm Letter from the Prior General to the Carmelite Family on the Spanish Carmelite martyrs of the 20 th century Fernando Millán Romeral was elected prior general of the Carmelite Order in 2007. He studied in Spain – his native country –, Rome and Ireland. He is a graduate in philosophy with a post-graduate qualification in theology and a doctorate in Dogmatic Theology He has taught theology at the Comillas Pontifical University of Madrid. EDIZIONI CARMELITANE – Curia Generalizia dei Carmelitani via Giovanni Lanza, 138 – 00184 Roma Perseverantes in caritate Perseverantes in caritate Carta del Prior General FERNANDO MILLÁN ROMERAL a toda la Familia Carmelita con motivo de la beatificación de los martires carmelitas españoles del siglo XX 2 de febrero de 2008 Presentación de Jesús en el Templo Published by EDIZIONI CARMELITANE for the CARMELITE GENERAL CURIA, ROME Via Giovanni Lanza, 138 00184 ROMA Italy Copyright © 2008 Edizioni Carmelitane Curia Generalizia dei Carmelitani All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording, or otherwise, without the prior written permission of the publisher. Per uso interno - Edizione fuori commercio Introducción E L PASADO DÍA 28 DE OCTUBRE, EN ROMA, FUERON BEATIFICADOS 498 mártires del siglo XX en España, entre los que se contaban dieciséis carmelitas de la Provincia de Cataluña (de los conventos de Olot, Tárrega y Tarrasa) y una monja de clausura del convento de Vic (Barcelona)1. Se trata de los beatos Angel M.ª Prat Hostench, Eliseo M.ª Maneus Besalduch, Anastasio M.ª Dorca Coromina, Eduardo M.ª Serrano Buj, Pedro M.ª Ferrer Marín, Andrés Corsino M.ª Solé Rovira, Miguel M.ª Soler Sala, Juan M.ª Puigmitjà Rubio, Pedro Tomás M.ª Prat Colldecarrera, Eliseo M.ª Fontdecava Quiroga, José M.ª Escoto Ruiz, Elías M.ª Garre Egea, Ludovico M.ª Ayet Canós, Ángel M.ª Presta Batlle, Fernando M.ª Llovera Puigsech, Eufrosino M.ª Raga Nadal y la Beata Sor María del Patrocinio de San José Badía Flaquer. A esta lista habría que añadir otros dieciséis carmelitas descalzos de Toledo, catorce de Barcelona y uno de Oviedo, cuatro carmelitas misioneras de Barcelona y una carmelita de la caridad (Vedruna), también de Barcelona 2. Es para nosotros, como carmelitas, un motivo de gozo y de gratitud a la Iglesia Universal por el reconocimiento del martirio (testimonio supremo de la fe) de estos hermanos nuestros. Constituye también una llamada a toda la Orden y a la gran familia carmelitana a seguir confirmando nuestra fe con humildad, con valentía y con autenticidad. Por ello, quiero compartir con vosotros una breve reflexión acerca de lo que supone el ejemplo de estos diecisiete carmelitas. 3 I. Martirio y Carmelo del siglo XX E PAPA JUAN PABLO II, EN SU CARTA APOSTÓLICA TERTIO Millennio Adveniente, de 1994, señalaba que “la Iglesia ha vuelto a ser Iglesia de los mártires” (n.º 37). En cierto modo, esta frase del Santo Padre, la podemos aplicar también a nuestra Orden y a la gran familia del Carmelo, ya que han sido muchos los ejemplos heroicos de carmelitas que, en el siglo XX, entregaron generosamente la vida por confesar su fe. Cómo no recordar la figura egregia del Beato Tito Brandsma, profesor de la Universidad Católica de Nimega (de la que llegaría a ser Rector en 1932), periodista, educador, el cual supo defender la postura oficial de la Iglesia holandesa, en materia de educación y medios de comunicación, frente a las medidas racistas del nacionalsocialismo. Fiel hasta el final en sus convicciones, y siempre lleno de esperanza, hasta en los momentos más duros del cautiverio en diversas cárceles y campos de concentración, entregó su vida, el 26 de julio de 1942, en Dachau. Memorable resulta, igualmente, la figura del Beato Hilario Januszewski, detenido siendo prior de Cracovia (se presentó voluntariamente en canje por el P. Knoba, fraile carmelita enfermo y de edad avanzada, que iba a ser arrestado por predicar en polaco). Tras varios años de cautiverio, se ofreció para cuidar a los enfermos de tifus en el campo de concentración, cuando ya se veía próximo el fin de la II Guerra Mundial. Murió el 26 de marzo de 1945, un mes antes de la liberación como verdadero mártir de la caridad en el infierno de Dachau. Merece ser destacado, del mismo modo, el sencillo pero sobrecogedor testimonio del Beato Isidoro Bakanja, primer beato laico africano, que murió en 1909, salvajemente golpeado, por negarse a quitar el escapulario que había recibido el día de su bautismo. A este grupo de testigos, reconocidos ya oficialmente por la Iglesia, esperamos poder ver incorporados los nombres de los demás carmelitas que murieron en la persecución religiosa, desatada en España, en tiempos de la Guerra Civil (1936-1939). Se trata de tres grupos más, correspondientes a las Provincias de Castilla, L 4 Bética y Arago-valentina. A estos habría que unir también dos monjas de clausura del Monasterio de la Encarnación de Valencia (Sor Trinidad Martínez Gil y Sor María Josefa Ricart Casabant). Cada grupo se encuentra en diversas fases del correspondiente proceso de beatificación, que se lleva a cabo junto a varias diócesis de España y junto a otros grupos de religiosos de diferentes regiones. Juntos componen, indudablemente, una verdadera sinfonía de fidelidad al Señor y al Evangelio, a la Iglesia y a la Orden. Revelan la dimensión martirial inherente a la fe, así como la dimensión martirial del Carmelo que, ya desde sus orígenes, en la Tierra Santa, siempre buscó la entrega fiel de la vida al Señor, y, en no pocas ocasiones, la rubricó con la sangre del martirio3. II. El martirio, bautismo de sangre E N PRIMER LUGAR, CONVIENE DESTACAR QUE EL TESTIMONIO DE los mártires apunta a lo central de la fe, a lo esencial, al corazón mismo del Evangelio. En la Iglesia primitiva sucedía que, en ocasiones, una comunidad cristiana era perseguida y morían no solamente los fieles cristianos ya bautizados que se negaban a apostatar, a renegar de su fe, sino también los catecúmenos que se preparaban para el bautismo a través de un largo y exigente proceso catecumenal, jalonado de exorcismos (en los que se plasmaba, de forma simbólica y ritual, el cambio de padrinazgo: del dominio del mal, al del Señor) y de escrutinios (en los que se discernía la autenticidad de la conversión del candidato). En esos casos, los cristianos se preguntaban qué ocurría con aquellos catecúmenos, pues, por una parte, morían sin el bautismo, que es la incorporación a Cristo y a la Iglesia, el camino para la salvación, pero, por otra, habían muerto, precisamente, por dar testimonio de Cristo y de su fe. La respuesta de los Padres fue clara: habían recibido el bautismo de sangre. Se habían incorporado a Cristo de otro modo. El martirio considerado una forma de bautismo y, para algunos Padres de la Iglesia, era incluso más valioso que el bautismo sacramental, porque conformaba de manera más directa, más visible, más cercana, a Cristo mismo, por la entrega de la propia existencia. 5 Por lo tanto, si el bautismo apunta al misterio central de nuestra fe (la salvación en Cristo muerto y resucitado al que nos incorporamos), el martirio debe apuntar en la misma dirección. Si el bautismo nos conforma a Cristo en su proceso pascual (con Él morimos al hombre viejo y renacemos al hombre nuevo), el martirio, entonces, muestra de forma expresiva, total y real esa “cristificación”. Por consiguiente, para nosotros, el testimonio de los mártires debe ser un acicate para profundizar en el misterio de la fe, en el Evangelio, en la Buena Noticia de la salvación. De igual manera, debe ser semilla de todo lo que el Evangelio significa: amor, perdón, reconciliación, servicio, etc. Hacia estos valores apunta el testimonio de nuestros mártires y hacia ellos nos deben animar a caminar. Conviene recordar que “martirio” significa “testimonio”. Los mártires no son suicidas, ni masoquistas, ni políticos, ni fanáticos, sino creyentes que, en un momento determinado, confesaron su fe. Nosotros, del mismo modo, somos interpelados, por su ejemplo, a dar testimonio. Probablemente, no tendremos que hacerlo en situaciones tan dramáticas como aquellas, pero sí en medio de la vida de cada día. Con sencillez, con humildad, con el lenguaje de las obras, con un gran respeto por otras formas de pensar y por otras creencias, su ejemplo nos urge a nosotros proclamar la fe, siendo mártires-testigos de la verdad que da sentido a nuestra vida. III. Martirio, perdón y alegría Q UISIERA DESTACAR DOS RASGOS QUE CONSIDERO ESENCIALES – y especialmente ejemplares para nuestra realidad actual – del testimonio de nuestros mártires. El primero es el perdón. Una característica común a todos los beatificados es que, de un modo u otro, mostraron su abierta disposición a perdonar a sus verdugos. No se encuentra en ellos ningún tipo de odio, de resentimiento, de agresividad verbal o física hacia los que les iban a quitar la vida. En un mundo tan castigado por la violencia y el odio, su ejemplo resulta, sin duda, relevante, provocador y, ciertamente, valiosísimo. 6 No es necesario insistir en la larga lista de males y violencias que se ciernen por doquier: violencias que, a veces, a fuerza de ser repetidas por los medios de comunicación, nos pasan casi desapercibidas. Nosotros, carmelitas ya del siglo XXI, no podemos convertirnos en cómplices activos o pasivos de la violencia, del rencor, de la opresión, de lo que destruye a nuestro mundo. Ya nuestra Regla, siguiendo la inspiración del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos ofrece un modelo de comunidad reconciliada en el Señor y, por ello, una comunidad que se convierte en signo y en testimonio de reconciliación. La comunidad carmelita es un signo profético en medio del mundo de que es posible superar las barreras (ideológicas, raciales, generacionales) y de que es posible vivir la comunión en Cristo Resucitado. Los mártires, a los que recordamos y celebramos, supieron romper el último muro, el que parece más infranqueable, el del odio, y supieron entregar la vida perdonando a los que se la iban a arrebatar. Supieron permanecer, en definitiva, perseverantes in caritate… Me permito citar en este sentido el testimonio del P. Tirso de Jesús María, carmelita descalzo de Toledo, que, en las horas previas a su ejecución, escribió a sus familiares una carta en la que afirmaba: “Sean todos muy buenos. Perdonen y bendigan y amen a todos, como yo les amo y perdono y bendigo”4. Asimismo, el P. Fernando M.ª Llovera, del convento de Olot, hizo pasar al Gobernador y a los que formaban el pelotón de fusilamiento a la habitación de los detenidos para escuchar de sus labios que no les tenían rencor y que les perdonaban, lo que causó estupor en todos ellos. El segundo rasgo que sorprende del testimonio de nuestros mártires es que, muchos de ellos, vivieron ese trágico momento, así como las terribles horas que precedieron al mismo, con una impresionante serenidad e, incluso, alegría. Estos hermanos nuestros, sin fanatismos de ninguna clase, conscientes de lo dramático y terrible de los momentos que estaban viviendo, pero con la calma propia de quien vive en la esperanza cristiana y en la plena confianza en Dios, exhiben una altura de miras y una visión trascendente de la vida que supone un maravilloso modelo para nuestro tiempo, en el que somos tan esclavos de lo inmediato, de nuestros pequeños y, a veces, mezquinos intereses, de lo que 7 produce, de lo rentable. En ellos se cumplió lo que nos dice el libro del Apocalipsis: “…y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (Ap 12, 11). Sor María Patrocinio de San José, la carmelita mártir del convento de Vic, solía repetir a las hermanas de comunidad, incluso en los momentos más dramáticos, en los que se intuía el peligro que las acechaba: “No hay que tener miedo. Pasará lo que el Señor quiera. Estamos en sus manos…” 5 Esa confianza total en la voluntad de Dios, y una esperanza irreducible, les llevó a mostrar su alegría hasta en los momentos más dolorosos. Los mártires supieron no sólo entregar su vida con serenidad y gozo, sino también animar a los compañeros de presidio, a aquellos a los que les faltaban las fuerzas o caían en el desánimo y en la desesperación. Juan Pablo II, en su Exhortación Postsinodal, Ecclesia in Europa (n.º 13), proclamaba que “el martirio es la encarnación suprema del Evangelio de la esperanza”. Resulta estremecedora, en este sentido, la carta que manda uno de nuestros mártires (el P. Fernando M.ª Llovera Puigsech, al que hacíamos referencia anteriormente) en la víspera de su ejecución en el Castillo de Montjuich, en Barcelona. Se trata de una carta dirigida a su familia en la que nos ha dejado esta maravillosa declaración: Luis, Mercedes, Asunción, todos amadísimos hermanos: Ahora mismo me acabo de enterar que mañana a primera hora iré al cielo. Sí, hermanos: esta es la justicia humana. Dios N.S. me hará mejor justicia, a la que me entrego de todo corazón. No sufráis por mí, porque estoy animadísimo y nada temo. He pasado estos días contentísimo junto con otros compañeros de desgracia, que para nosotros es dicha. Os envío una visita que os explicará mi buen estado de ánimo. Me alegro que en estos momentos, como buen sacerdote, he llevado almas al cielo. Ahora me confesaré y recibiré al Buen Jesús. Rogaré por vosotros desde el cielo; hacedlo vosotros por mí desde la tierra. Estoy contentísimo; siento en mí una gran fortaleza de ánimo. Si me vierais no conoceríais que estoy condenado a muerte, para resucitar a la Vida. 8 Recuerdos y abrazos a todos, hermanos, tías y sobrinos. Adiós, hasta el cielo. 21 de noviembre de 1936 Mañana al cielo. ¡Qué felicidad! Fernando Llovera.6 No olvidemos que el martirio de nuestros hermanos -en definitiva, todo martirio- si bien es cierto que se dio en unas circunstancias históricas concretas, no es menos cierto que trasciende totalmente cualquier circunstancia histórica. La ceremonia de beatificación fue ejemplar en este sentido. Fueron años difíciles en la España y en la Europa de los años treinta: tensiones de diversa índole, violencia indiscriminada, represión, incultura, desempleo y pobreza (siempre un buen caldo de cultivo para la violencia), radicalismos políticos de diverso signo. Una combinación de elementos que culminó en la Guerra Civil española y, posteriormente, en la II Guerra Mundial, ambas acompañadas de todo un cortejo de muertes, desgracias, destrucción y miseria. Nosotros celebramos que en ese contexto (sin duda complejo y difícil7) estos carmelitas proclamaron su fe, entregando sus vidas con amor y con valentía. Esta celebración no supone en absoluto negar que hubiera otras muertes terribles e injustas en el mismo contexto, y que otras personas (muchas de ellas de forma honesta y noble) dieran su vida por unos ideales que consideraban justos, fueran estos los que fueran. Tanto la celebración eucarística del domingo 28 de octubre de 2007, presidida por el Cardenal Saraiva Martins (Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos), como la Eucaristía de acción de gracias por los nuevos beatos, celebrada por el Cardenal Bertone (Secretario de Estado Vaticano) el lunes 29 de octubre, estuvieron impregnadas en todo momento de un espíritu de reconciliación, de perdón, de gozo, de paz, lejos de todo maniqueísmo de buenos y malos, de cuestiones políticas o de otras identificaciones peligrosas y, fácilmente, manipulables8. El Cardenal Bertone insistió en su homilía en lo siguiente: 9 Estos mártires no han sido propuestos al pueblo de Dios por su implicación política, ni por luchar contra nadie, sino por ofrecer sus vidas como testimonio de amor a Cristo y con la plena conciencia de sentirse miembros de la Iglesia. Por eso, en el momento de la muerte, todos coincidían en dirigirse a quienes les mataban con palabras de perdón y de misericordia. Ningún creyente, por tanto, debe sentirse alejado o excluido de esta celebración, sea cual fuere su afinidad política; ningún creyente debe tampoco utilizar esta celebración para defender unas ideas políticas y, menos aún, para despreciar o atacar otras. Quien así lo hiciere, no habrá entendido la significación última de lo que celebramos, ni estará en sintonía con el espíritu de perdón y reconciliación que estos mártires sembraron y regaron con su sangre. Que sus virtudes e intercesión nos ayuden a crear un ambiente político y social de respeto, de diálogo, de servicio desinteresado al bienestar de la sociedad y, especialmente, de los más necesitados. IV. Martirio y comunión E N LOS PRIMEROS CAPÍTULOS PROVINCIALES QUE HE PRESIDIDO como Prior General de la Orden, he insistido mucho en el espíritu de comunión que, por encima de diferencias de cualquier índole (inevitables y, en cierto modo, positivas), debe prevalecer en nuestras comunidades y provincias. En la liturgia de la Iglesia, desde tiempo inmemorial, el altar en el que se celebraba la Eucaristía se emplazaba sobre el sepulcro de un mártir. En muchos casos, la basílica o iglesia que se construía posteriormente recibía el nombre de ese mártir, como ocurre en el caso de San Pedro o San Pablo, en Roma. Con ello, se manifestaba, de forma muy expresiva, la profunda relación de los mártires con el sacrificio de Cristo mismo. La muerte y resurrección de Cristo, el Misterio de Salvación, nos incorpora y nos convierte en un pueblo, en un cuerpo, en una comunión, en una asamblea santa. Comunión y martirio aparecen así, profundamente entrelazados, a través del sacrificio único de Cristo. 10 La sangre de los mártires no es solamente semilla de nuevos cristianos, utilizando la célebre frase de Tertuliano (Apol. 50, 13: CCL 1, 171), sino también semilla de Iglesia y de comunidad. El Cardenal Bertone insistió en este aspecto en su homilía de la misa de acción de gracias cuando pedía que la confesión de los mártires sea una vigorosa llamada a reavivar la fe y a intensificar la comunión eclesial. En este sentido, y aunque todos pertenecían al entonces Comisariado de Cataluña, los mártires recientemente beatificados evidencian también la internacionalidad de la Orden, su carácter misionero y su apertura a diversas culturas y ámbitos geográficos. Reflejan, en definitiva, que la comunión que nace del misterio de Cristo, al que ellos se han unido de forma tan íntima y especial por el martirio, no tiene barreras, ni fronteras. Así, muchos de ellos pertenecieron a la Provincia Arago-valentina y en ella se formaron, antes de que se creara, en 1932, el Comisariado de Cataluña; algunos dedicaron varios años de su vida a las nuevas fundaciones de Puerto Rico, como el P. Ludovico M.ª Ayet Canós (que trabajó incesantemente en la isla de Vieques y, luego, se trasladó a Isla Margarita, en Venezuela) y el P. Fernando M.ª Llovera Puigsech (que ejerció de párroco en Ciales). El P. Eliseo M.ª Maneus Besalduch, vivió varios años en Brasil (en Recife y en Goyana, en el Estado de Pernambuco) y Fr. J. M.ª Escoto Ruiz era mejicano, si bien ingresó en el Carmelo en España, tras una conversación con el P. Bartolomé F. M.ª Xiberta en nuestra Iglesia de Traspontina, en Roma. Todo ello nos habla de la internacionalidad del Carmelo, de la verdadera comunión que no se reduce a lo ideológico, a lo nacional, o a lo afín, sino que va más allá de las barreras y divisiones humanas. Frente a los sembradores de discordias y divisiones -que no faltan-, el testimonio de los mártires nos recuerda que la comunión, la koinonía de la Iglesia primitiva, no es algo opcional en la vida cristiana, sino que forma parte de su misma esencia. De aquí que, lo que crea división -aún en nombre de un mayor compromiso, de una mayor radicalidad de vida, de una mayor piedad o vida de oración, o de los más altos ideales- no es verdaderamente cristiano, no viene del Espíritu de Dios, no responde a la voluntad del Dios de Jesucristo. 11 Conclusión L OS MÁRTIRES CONSTITUYEN EN LA IGLESIA UN TESTIMONIO Y un verdadero signo profético para todos nosotros. Nos animan con su carrera (cf. 2 Tm 4,6-8) y con su fidelidad al Evangelio y a Cristo; nos interpelan y nos invitan a dar testimonio, también nosotros, en nuestros contextos sociales; nos recuerdan que sólo con el bien se puede vencer al mal y que no podemos ser cómplices activos o pasivos de éste. Sor María del Patrocinio de San José, poco antes de morir, defendiendo su pureza, gritó en su lengua catalana: ¡Aixó, no! ¡Abans morir que fer aixó! (¡Eso, no! ¡Antes morir que hacer eso!)9. Ojalá que también nosotros, carmelitas ya del siglo XXI (tanto monjas, como religiosos, religiosas o laicos), sepamos mantener esa pureza de corazón (la puritas cordis, gran tesoro de nuestra tradición espiritual) ante cualquier presencia del mal: la violencia en todas sus formas, la injusticia, el egoísmo hedonista, los abusos de todo tipo, la degradación del planeta, las desigualdades flagrantes, el desprecio de la vida humana, etc. Ilusionarnos con el bien, no desanimarnos en nuestra fe y en nuestra vocación carmelita, ser fieles al Evangelio, convertirnos en sembradores de comunión y de reconciliación, entregarnos generosamente al anuncio de la Buena Noticia, profundizar en nuestro carisma carmelita… Una vida así se erige como el mejor homenaje que podemos rendir a nuestros mártires. Lejos de polémicas estériles y de manipulaciones de cualquier género, sus semblantes son una verdadera inyección de entusiasmo (vida donada con generosidad y en libertad) para toda la familia carmelita. A partir de ahora, cada año, podremos celebrar la memoria del Beato Angel M.ª Prat Hostench y compañeros mártires. Podemos invocarles, solicitar su intercesión y recordar con compromiso renovado su ejemplo de vida. Como dice el Evangelio Lucas, “sus nombres están escritos en los cielos” (Lc 10,20). Que los beatos Angel, Eliseo, Anastasio, Eduardo, Pedro, Andrés Corsino, Miguel, Juan, Pedro Tomás, Eliseo, José, Elías, Ludovico, Ángel, Fernando, 12 Eufrosino y la Beata Sor María del Patrocinio de San José intercedan por nosotros. Y que María, Reina de los Mártires, Patrona y Hermana nuestra, nos guíe y nos acompañe. Prior General 13 1 2 3 Cf. Positio super martyrio Angeli Mariae Prat Hostench et XVI sociorum (Congregatio de Causis Sanctorum, Romae). Para una biografía de divulgación, pueden consultarse en español: R. M.ª LÓPEZ MELÚS, Dieron razón de su fe. Diecisiete mártires del Carmelo de Cataluña (Amacar, Onda-Castellón 2007); y en inglés: R. M.ª VALABEK, Profiles in holiness I (Edizioni Carmelitane, Rome 1996) 81-111. Para la lista completa de los beatificados, su pertenencia religiosa, biografía, etc., cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo XX en España [M. E. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, ed.] (Edice, Madrid 2007). Para una síntesis de la presencia del martirio en la historia de la Orden, cf. I. MARTÍNEZ CARRETERO, Los Carmelitas. Historia de la Orden del Carmen VI (Figuras del Carmelo) (BAC, Madrid 1996) 279-404. 4 Cf. J. V. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, La dichosa ventura. 16 Carmelitas descalzos en Toledo (BAC, Madrid 2007) 382-383. 6 Positio super martyrio, Summarium, 347-348 (§ 127). Cf. R. M.ª LÓPEZ MELÚS, Dieron razón de su fe, 216. 5 7 8 14 Notas 9 Cf. R. M.ª LÓPEZ MELÚS, La azucena de Vic. Beata María del Patrocinio. Carmelita mártir de la pureza (Amacar, Onda-Castellón 2007) 141, 144. La visión más completa de dicha persecución puede encontrarse en: A. MONTERO MORENO, Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939 (BAC Madrid, 2000). Ambas homilías pueden consultarse, entre otros lugares, en L’Osservatore Romano (29-30 ottobre 2007) 6-7. Positio super martirio, Summarium, 21 (§ 796). Finito di stampare nel mese di marzo dalla Tipolitografia 2000 sas di De Magistris R. & C. Via Trento, 46 - Grottaferrata (Roma) Tel./Fax: 06.9410473 For more information about the Carmelite Order visit Per ulteriori informazioni sull’Ordine Carmelitano si veda Para más información sobre la Orden Carmelita visita Para obter mais informações sobre a Ordem do Carmo visite www.ocarm.org FERNANDO MILLÁN ROMERAL ocarm Carta del Prior General a toda la Famiglia Carmelitana con ocasion de la beatificación de los martires carmelitas españoles del siglo XX Fernando Millán Romeral fue elegido Prior General de la Orden de los Carmelitas en el año 2007. Realizó sus estudios en España – su país de origen –, Roma e Irlanda. Diplomado en Filosofía y Licenciado en Teología, se doctoró en Teología Dogmática. Ha sido profesor en la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid. EDIZIONI CARMELITANE – Curia Generalizia dei Carmelitani via Giovanni Lanza, 138 – 00184 Roma Perseverantes in caritate