FLOR GARCÍA POR UN NUEVO MODELO DE PRÁCTICA DOCENTE El sistema educativo adolece de ciertos defectos importantes: se transmite el saber sin contemplar otras dimensiones intelectuales, no existe una herramienta válida para configurar procesos de aprendizaje y la distribución de tiempos y espacios es demasiado rígida. Pero, según el autor, este modelo encorsetado dejará paso a un nuevo sistema que formará a los ciudadanos para intervenir en un mundo cada vez más complejo y sofisticado. ANTONIO JOSÉ GIL PADILLA Catedrático de Enseñanza Secundaria Correo-e: agil20@mimosa.pntic.mec.es 84 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº382 SEPTIEMBRE 2008 } Nº IDENTIFICADOR: 382.023 opinión A pesar de ser una práctica tan extendida y una dimensión tan importante para el desarrollo humano, la actividad educativa está cargada de malos entendidos, de errores en su diseño y aplicación, y de ambigüedad en su tratamiento social. No es difícil comprobar que, por lo general, las actuales formas de abordar la educación formal están basadas única y exclusivamente en la transmisión del saber, a pesar de que el bagaje de conocimientos que actualmente se exponen en las aulas ha quedado reducido a la mínima expresión en un contexto mundial en el que es posible acceder a una extensa información por múltiples vías: radio, TV, medios de comunicación escritos, Internet, etc., etc. Sin embargo, esta práctica educativa -carente ahora de normas, reglas y técnica adecuadas para su diseño y aplicación- está plenamente asumida por las administraciones, por los docentes y por la sociedad en su conjunto. Tanto en las manifestaciones como en las reivindicaciones nadie va más allá del conocimiento neto como si éste fuera el núcleo fundamental y la meta de un verdadero y eficaz aprendizaje, ignorando que existen otras dimensiones en el terreno intelectual, mucho más potentes, que podrían ser desarrolladas en las aulas con una visión y unas estrategias muy diferentes a las que se llevan a cabo hoy día. No cabe duda de que, en el marco de un pensamiento avanzado en materia educativa, el hecho de limitar la capacidad intelectual al mero conocimiento, excluyendo lo fundamental: el desarrollo de habilidades del pensamiento y de habilidades de relación social, es una tremenda equivocación con una evidente carga de intencionalidad, tal como justificaremos a continuación, provocada por el sistema de producción vigente. ¿Cuáles son las razones por las que existe un marcado desajuste entre el actual modelo educativo y el elevado desarrollo tecnológico, con una inevitable proyección social? Otra pregunta, más matizada, se podría formular en los siguientes términos: en el marco de un sistema socioeconómico como el que padecemos, ¿es posible la implantación de un modelo educativo, y una práctica escolar, que permitan el completo desarrollo intelectual, emocional y social de los ciudadanos? Para encontrar algunas respuestas y entender lo que acontece hemos de recurrir a E. Fromm que ya en la década de los años 50, en el marco del sistema ca- pitalista, se preguntaba: ¿Qué clase de hombres necesita nuestra sociedad? Necesita –respondía– hombres que cooperen, sin razonamientos, en grandes grupos, que deseen consumir cada vez más, personas que quieran ser mandados, hacer lo que se espera de ellos y adaptarse sin fricciones al mecanismo social. Por lo tanto esta es la razón fundamental por la cual el modelo no ha cambiado, porque hasta ahora la escuela y la universidad han jugado el papel que de ellas se esperaba: formar a personas que no piensen, que sean maleables, obedientes, que respondan a las pautas que se les marcan desde los ámbitos de poder. En el actual modelo educativo se conjuga exclusivamente la memoria con la obediencia. En consecuencia, parece que esta forma de abordar lo educativo es inherente y necesaria a un sistema económico y social en el que la clase trabajadora es simple fuerza de trabajo y masa consumista, por eso, ni se ha cuestionado ni se ha intervenido para mejorar la educación, aun sabiendo que con esta forma de enseñar se ha sacrificado potencial científico y técnico aplicable a la producción. La relación entre la actual estructura educativa y el sistema socioeconómico global de los países de nuestra esfera es múltiple y entre ambos existe una dinámica que, a modo de círculo vicioso, permite la subsistencia de ambos, aunque a veces sea agónica. En el actual modelo educativo se conjuga exclusivamente la memoria con la obediencia Sin embargo, el encorsetamiento del actual modelo no puede resistir por mucho más tiempo. La necesidad de formar a los ciudadanos para que intervengan en un mundo cada vez más complejo y sofisticado en cuanto a la producción, al consumo y a la interrelación social; la falta de interés del alumnado en un medio que cada vez les resulta más distante y extraño respecto del resto de sus actividades; el creciente desencanto y desmotivación del profesorado y el desencuentro entre las familias de los alumnos y los docentes ponen en evidencia las contradicciones del sistema. Por lo tanto, es necesario abordar nuevas formas y nuevas prácticas que permitan un mejor y más completo desarrollo intelectual. Desde organismos no institucionales comienzan a oírse voces que reclaman cambios sustanciales. Son múltiples las jornadas y los ciclos de conferencias que cuestionan el actual “modelo pedagógico” ante un mundo cada vez más complejo. En algunos casos surgen preguntas de este estilo: “¿en qué fracasa el sistema educativo español? Y, en consecuencia, se buscan vías para su “diagnóstico” y “propuestas de soluciones”. Noción de modelo educativo: la necesidad de cambio En el complejo mundo de la educación es posible distinguir cuatro dimensiones, de diferente naturaleza, a saber: la organizativa, la social, la normativa o legal y la técnica. Nuestro análisis y nuestras aportaciones ahora se centran única y exclusivamente en lo netamente técnico, es decir, en lo que consideramos el modelo educativo. Es imprescindible un modelo educativo alternativo al actual que permita –a su paso por las aulas de cualquier etapa, nivel o modalidad– mejorar la adquisición o desarrollo de capacidades que hagan de hombres y mujeres personas intelectualmente más analíticas, más creativas, en suma, más racionales y socialmente más críticas, más humanas y más libres. La nueva fórmula debería permitir que el profesorado adquiriera la profesionalidad de la que hoy carece, eliminar el intrusismo y las nefastas costumbres de asistir a “clases particulares” en centros y academias que se aprovechan de una imperfecta forma de enseñar y aprender. En las últimas décadas se han promulgado importantes leyes que modifican la estructura, añadiendo o quitando etapas, modificando o renovando los contenidos, cambiando el nombre a los niveles o materias, etc., pero lo que es el modelo en sí mismo permanece prácticamente inalterable, resistiendo el paso de todas esas reformas. ¿Qué debemos entender por modelo? En términos generales podemos señalar que es un estilo, una forma de plantearse las acciones educativas/formativas, que impregna todos los aspectos o elementos que intervienen en esta actividad y que afecta, directa o indirectamente, a todas las personas y entidades que constituyen el sistema, es decir, al profesorado, al alumnado, a las instituciones que definen, ges- { Nº382 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 85 tionan o imparten formación e, incluso, a todas las empresas que producen recursos para el proceso de aprendizaje. Modelo, método, sistema y proceso de aprendizaje. Si tuviéramos que relacionar, de manera sintética, estos cuatro términos diríamos que el modelo es el crisol o referente, formado por un conjunto de técnicas o métodos que permiten definir, aplicar y evaluar los procesos de aprendizaje que se llevan a cabo en todos los grados y etapas que componen el complejo sistema educativo. Atribuyendo dimensiones físicas o estados a estos conceptos, modelo se puede asociar a modo o manera, proceso a tiempo y sistema a espacio o extensión. Cualquier empresa de tamaño medio que trabaje con tecnología propia dispone de un departamento de I+D (ahora I+D+i); sin embargo, ni el MEC, ni las CCAA, ni las universidades disponen de servicios estables para analizar y transformar el modelo o para elaborar propuestas de mejora, por lo que queda limitada esta responsabilidad al estudio de tratadistas o expertos que, a título particular, publican o exponen sus teorías, pero que, a nuestro juicio, no constituyen herramientas precisas de aplicación directa. Los principales defectos del modelo actual Desde la óptica netamente técnica, las principales deficiencias de la actual práctica educativa se pueden expresar de forma esquemática como sigue: - El modelo se limita exclusivamente a transmitir el “saber”, no contempla el desarrollo de otras importantes dimensiones intelectuales. - Los contenidos se aprenden de memoria sin que se integren ni resulten significativos, es decir, ni se comprenden, ni generan desarrollo intelectual a excepción de la memoria. - No existen referentes a partir de los cuales se segmente la formación en materias y niveles. La división disciplinar en matemáticas, física, etc., es artificial y ajena a los fenómenos globales de carácter natural, social o tecnológico. - No se dispone de una “herramienta” válida para el diseño o configuración de los procesos de aprendizaje, ni para su aplicación y evaluación. - El profesorado tiene evidentes carencias de carácter didáctico. Por lo general reproduce el modelo utilizado en su propio proceso educativo; en la práctica, sobre todo 86 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº382 } en los niveles de secundaria y universidad, esto se traduce en algo tan simple como exponer los contenidos y en realizar exámenes de carácter netamente teóricos. - La ubicación física del alumnado en clase y la distribución de tiempos, son absolutamente rígidas. Estas circunstancias se hacen cada vez más insostenible y son inapropiadas para un aprendizaje eficaz. El saber toma significado cuando se aprende para llevar a cabo una tarea concreta En suma, el modelo se centra, como hemos señalado, en la adquisición de conocimientos. El completo desarrollo intelectual es una tarea desconocida tanto para los profesores, como para alumnos, padres o administraciones. Por fortuna, el género humano tiene la facultad de progresar intelectualmente por el mero desarrollo biológico en combinación con su preocupación personal. La instrucción, para que sea eficaz, requiere de cuatro elementos fundamentales: un correcto diseño del proceso de aprendizaje; un entorno adecuado con los medios precisos para la realización permanente de actividades; una dirección constante del proceso de aprendizaje mediante un profesional especialista, y la convivencia activa de un grupo homogéneo de personas con los mismos intereses. Por estas razones, la mayor aberración en materia educativa se materializa en la educación a distancia. La UNED es una buena muestra de ello, es allí donde los más relevantes “vicios” del actual modelo se ponen de manifiesto por basarse la formación en una simple memorización de textos que se aprenden para luego acudir a exámenes netamente teóricos. Factores que demandan un cambio La intencionalidad política y, en segunda instancia, la complejidad de abordar con rigor y en profundidad la formación son dos factores que influyen considerablemente en el mantenimiento de un modelo educativo trasnochado como el que hemos dibujado. Un modelo útil para adquirir un convencional y falso nivel cultural, para participar en concursos y en tertulias huecas, pero inadecuado para desarrollar capacidades (como por ejemplo pensar) y valores que van más allá del mero conocimiento de las cosas e ineficaz, a todas luces, para formar profesionalmente a las personas. Desde el análisis de la actividad humana y laboral y de la rentabilidad de los recursos, varios son los factores que demandan la aplicación de un nuevo modelo educativo y la supresión del actual. Por una parte, la necesidad de potenciar el desarrollo intelectual de las personas para mantener o incrementar su dotación innata; la necesidad de dotar a la ciudadanía de elementos que le permitan analizar su entorno más o menos próximo, la saquen de su ensimismamiento y la doten de valores tales como la igualdad y la solidaridad; la necesidad de poseer una competencia profesional basada, en parte, en el desarrollo de capacidades intelectuales y/o manuales, es decir, en que la persona sepa hacer cosas y no sólo que posea el conocimiento, y la conveniencia de asociar la profesionalidad, fundamentalmente, a las realizaciones y no sólo a los conocimientos que, debido a los profundos y rápidos avances tecnológicos, se quedan obsoletos muy pronto. Por otro lado, la necesidad de diseñar y aplicar los procesos de aprendizaje tomando como referencia (según las etapas) la realidad natural y social o la actividad laboral, atribuyendo significado a los contenidos formativos, y la posibilidad de optimizar los recursos humanos y materiales disponibles para la formación, tanto en el ámbito público como privado. En resumen, por un lado, la necesidad de ajustar la oferta educativa a la posibilidad de un desarrollo intelectual que permita la toma de conciencia y la convivencia cívica y solidaria y, por otro, propiciar la participación de los individuos en el mundo productivo como agentes activos y no como simple fuerza de trabajo. Los cambios deben comenzar por la búsqueda de una nueva concepción y de un diseño que utilice unas técnicas para la definición de lo educativo, en suma, que su fundamentación se apoye en unos principios científicos y que se ajuste a una lógica que lo haga coherente. La aplicación en el aula es de vital importancia, pero el comportamiento de alumnos y profesor está condicionado por la definición previa del proceso de aprendizaje. Principios en los que apoyar la nueva propuesta El principio general para mejorar del sistema educativo consiste en transformar opinión el actual modelo educativo de corte transmisivo, basado en la imperfecta adquisición de conocimientos, en otro que permita el completo desarrollo intelectual de las personas. Desde la óptica del diseño y de su desarrollo o aplicación en el aula, son varios los principios básicos en los que la propuesta del nuevo modelo se sustenta. Por un lado, el desarrollo de habilidades y destrezas debe de ser el principal centro de interés de los procesos de aprendizaje; los conocimientos deben de ser complementarios a las habilidades y destrezas. Las habilidades, las destrezas y el conocimiento, es decir, la capacidad como aptitud universal, se adquieren únicamente ejecutando de forma adecuada y concreta los procedimientos en los cuales dichas capacidades están implicadas o integradas. El proceso de aprendizaje se formulará mediante el enunciado de un gran procedimiento comprensivo que se desarrollará a lo largo de, al menos, un curso escolar. Además hay que señalar que, según nuestra propuesta, el instrumento que permite el desarrollo de capacidades son las actividades de aprendizaje como concreción del procedimiento general, y no los contenidos. Para que una capacidad pueda ser considerada como tal es preciso que se dedique un tiempo considerable a su adquisición. Se descarta la segmentación en unidades que suponen compartimentos estancos. Las actividades en los procesos formativos han de ser objeto directo de aprendizaje y no meros elementos metodológicos. Para que una actividad pueda ser considerada como tal es necesario que contribuya de forma directa al desarrollo de las capacidades o del aprendizaje de un procedimiento. Los contenidos son un soporte íntimamente asociado a la realización de las actividades. De esta manera su aprendizaje adquiere significado porque el conocimiento puede ser utilizado en las circunstancias en que se necesita. El saber toma significado cuando se aprende para llevar a cabo una tarea, una actividad concreta. A modo de síntesis Los cambios más relevantes que han de llevarse a cabo afectan tanto al diseño de los procesos de aprendizaje como a su aplicación en el aula y a su evaluación. La medida más atrevida, como hemos señalado, pasa por reorganizar la distribución de materias en todos y cada uno de los niveles educativos, atendiendo a criterios diferentes a los netamente disciplinares. En el terreno del diseño se han de definir con nitidez y exactitud las metas, en forma de verdaderas capacidades, formular un gran procedimiento que determine el campo de acción de cada materia en el que se integren todas las capacidades que se han de poner en práctica a lo largo de un importante periodo de tiempo y establecer una verdadera secuencia, basada en las actividades, que permita el desarrollo de las capacidades enunciadas. Desde el punto de vista de la aplicación en el aula, es necesario redefinir los “roles” de profesorado y alumnado y la organización escolar para ocupar el tiempo en el aula en la ejecución de actividades de aprendizaje, en lugar de explicar contenidos, y utilizar los textos, material informático y demás equipos y documentación como soporte de las actividades. Los libros se convierten en material de trabajo para la realización de actividades, y para la investigación y la elaboración de informes y trabajos. Es fundamental flexibilizar los espacios, los tiempos y el número de alumnas(os) por grupo. Por último, desde la óptica de la evaluación hay que medir capacidades, y no simples conocimientos, a través de la evaluación permanente de las actividades, rompiendo con la ceremonia de los exámenes escritos.