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NECESIDADES HUMANAS.
10.1. Base natural de estas necesidades.
10.2. El hombre como sujeto de necesidades y potencialidades.
10.3. Clases de necesidades humanas.
10.4. Bibliografía Básica.
Hemos convenido que el objeto material de los servicios sociales son las necesidades humanas, y ése es el
punto de partida sobre el que podemos elaborar el concepto de los servicios sociales y su sustancia o naturaleza.
Para ello, será necesario profundizar en el análisis del corazón de los servicios sociales: las necesidades1.
10.1. Base natural de estas necesidades.
Como veremos, no será fácil definir y perfilar este concepto, por lo que, en la búsqueda de una definición lo más
objetiva del mismo, puede parecer interesante analizar las necesidades desde su base natural. Esto quiere decir
que nosotros podemos afirmar que cuando un individuo sufre un decremento o privación de una sustancia o
elemento indispensable para su vida, tal privación o decremento provocará una necesidad. Así, por lo tanto, si
una persona no satisface sus necesidades de ingesta proteínica, calórica, etc., la necesidad aparecerá en forma
de hambre.
Más aún cuando el hombre, como tal, ha sido definido por filósofos y antropólogos como un “ser carencial” (Max
Scheler). ¿Qué significa esto?. Significa que el hombre, desde el momento en que nace, expresa todo tipo de
carencias. El recién nacido, una especie de embrión extrauterino, no puede sobrevivir sin el cuidado continuo y
atento de otros, que habitualmente son su familia y, más en concreto, la madre o quien desempeñe tal rol (Jean
Piaget). No estamos dotados de garras, fuerte pelaje y el sistema nervioso de otros animales, que, al poco de
nacer, ya se incorporan y huyen ante el peligro. Así, pues, somos seres carenciales desde el momento en que
nacemos, somos una manifestación continua de necesidades.
Pero las necesidades no son sólo necesidades fisiológicas, sabemos de la necesidad de formar parte del
grupo, de la sociedad, del afecto. Tales necesidades son más difíciles de explicar porque, aunque nos pertenecen
en naturaleza, son también producto de cada cultura. Así es más difícil identificarlas (por su variabilidad) y
enumerarlas. Pero, incluso en las más evidentes (por ejemplo, el hambre, la sed) tampoco todas las personas las
experimentan igual, ¿cómo explicaríamos entonces la anorexia ?. En este caso la persona puede no sentir
hambre en absoluto mientras que su cuerpo se deteriora. Comprobamos que con, o sin base natural de las
necesidades, es muy difícil poder perfilarlas.
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10.2. El hombre como sujeto de necesidades y potencialidades.
Pero no es menos verdad que, a pesar de nuestra característica afirmada de “seres carenciales”, somos
perfectamente capaces de solventar algunas de ellas en soledad y otras tantas sólo en compañía.
Esto significa que el hombre tiene, fisiológica y socialmente, la capacidad de satisfacer carencias individuales y
sociales. Pero si somos mujeres y hombres es porque vivimos en sociedad, porque el individuo es un zoon
politikon. Utilizamos esta concepto aristotélico porque en él se resume la naturaleza del hombre, que tiene mucho
que ver con la forma en que sobrevive en el mundo. El hombre es tal cosa porque suma a la naturaleza la cultura,
porque crea un “nido” en la naturaleza y, a partir de aquí, multiplica el mundo. El hombre es un ser, en este caso,
que se sobrepone a su carácter carencial, viviendo en sociedad. La sociedad, asimismo, es una necesidad del
hombre para poder vivir. En el contrato que establecen los hombres para vivir unidos, figuran una serie de
cláusulas que aprendemos en nuestra infancia. A partir de aquí, la necesidad de vivir en sociedad supone otras
necesidades: afecto, pertenencia, autorrealización (Maslow), que no tan propias de otros seres vivos. Por lo tanto,
el hombre es un ser carencial, pero tiene las capacidades y potencia para, en sociedad, solventar tales carencias
y sobrepasarlas.
10.3. Clases de necesidades humanas.
Así, pues, en sociología, economía, filosofía y, por supuesto, trabajo social y servicios sociales, la búsqueda de
una taxonomía o clasificación de necesidades humanas es uno de los campos más recurrentes y complejos
dentro del pensamiento social. También hay que tener muy presente que si nosotros somos capaces de
establecer una taxonomía correcta y objetiva de las necesidades, la disciplina que estudiamos - servicios
sociales- tendrá mayor razón de ser, pues habremos justificado su existencia y pervivencia por la objetividad de
las necesidades que procuramos satisfacer. De lo contrario, en nuestro trabajo cotidiano, deberemos redefinir las
necesidades, provocando confusión y pérdida del horizonte. La tarea de cualquier disciplina es siempre
establecer qué tipo de antropología, qué tipo de hombre imaginamos para que éste no aparezca, según cada
cuál, a lo largo de nuestras tareas.
Decimos esto porque cada clasificación de necesidades refleja una forma de ver el hombre de cada autor
que las realiza (a su vez perteneciente a una u otra escuela de pensamiento). Es importante tenerlo en cuenta
para así comprender el debate que existe sobre las necesidades, para entender las mediaciones corporativas e
ideológicas subyacentes a cada política social y para también saber nuestra propia orientación.
Recogeremos las clasificaciones más habituales. Por lo tanto, será necesario comenzar con la conocidísima
pirámide de Maslow.
Maslow agrupa las necesidades humanas en cinco categorías:
-Necesidades fisiológicas: respirar, comer, dormir, beber, etc.
-Necesidades de seguridad: protección frente a amenazas de tipo físico, económico y psicosocial.
-Necesidad de afecto y de pertenencia: amistad, amor, vinculación a entidades identificadoras, grupos.
-Necesidad de autoestima: impulsos en pos del prestigio, del poder.
-Necesidad de autorrealización: de desarrollo de sus capacidades, de sus potencialidades.
Maslow ubica el orden de los grupos según una gradación funcional (si se quiere, en forma de pirámide, véase
figura 4.3.1). Esto significa que nadie puede llegar a autorrealizarse (meta de desarrollo humano) si no se han
satisfecho los estratos anteriores. Sin una satisfacción de la primera necesidad no se alcanzarán las demás,
puesto que el individuo experimenta una grave amenaza para su supervivencia.
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Figura 4.3.1. Clasificación de Maslow de las necesidades humanas.
(“Pirámide de Maslow”)
No es Maslow el único que ha presentado una clasificación de necesidades. Por ejemplo, Bradshaw, en
conexión con la visión etnometodológica, expone la suya:
-Necesidad normativa: la define el experto, el profesional, el administrador. Los que responden a la norma
establecida, son considerados en estado de necesidad. Así vista, la necesidad refleja los conocimientos y valores
de aquéllos que las determinan.
-Necesidad sentida: es la que se construye en la percepción que tiene la gente de sus problemas o a lo
que desean que se les responda.
-Necesidad expresada: equivale a la demanda. Evolución desde la necesidad sentida a la búsqueda de
servicios para satisfacerla. Esto es así porque hay personas que sienten la necesidad y no acuden a ningún
servicio. Otros no perciben que tienen una necesidad aunque la poseen, y otros la expresan aunque no la ven
satisfecha, o por lo menos, en la medida que ellos esperaban.
-Necesidad comparativa: aquéllas que un individuo, o grupo, debiera tener, pues presenta similares
características de otro individuo o grupo que sí se ha identificado con una necesidad.
La virtud del análisis de Bradshaw estriba en la utilización de estos argumentos para aquilatar del
concepto económico de demanda. Las necesidades, por sí solas, no generan su respuesta. Por otro lado, tal
clasificación indica cómo las necesidades se construyen desde diferentes mediaciones. Es decir, por los actores
que intervienen en ellas.
Aún así, la ciencia económica continua investigando sobre este campo procurando perfilar mejor el
concepto. Conviene recordar, de todas maneras, que el debate sobre las necesidades transita desde quienes
defienden la objetividad de las mismas y, por lo tanto, su fuerza normativa, y quienes las equiparan a los deseos.
Sobre la primera idea se garantizaría la construcción y pervivencia de un sistema de bienestar de corte público,
cómo no, apoyado en Servicios Sociales. Sobre la segunda se erosionaría el mismo, quedando nuestros
protagonistas sujetos a la iniciativa privada.
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Así, hay otras formas de clasificar las necesidades. Caso de los economistas preocupados en atacar el fenómeno
considerando que “necesidad” es un término demasiado fluido, ambiguo, ininteligible y que, por lo tanto, no son
las necesidades objetivas o absolutas (falsas necesidades); y aquéllos otros que las entienden como un concepto
demasiado rígido.
Siguiendo con Martínez de Pisón, una estrategia para aproximarse correctamente a las necesidades sería si las
precisásemos desde las consecuencias de su negación, su no satisfacción. Si bien esto es cierto, no lo es menos
que las carencias, privaciones o negaciones, vienen precedidas de la necesidad. Son una de sus posibles
manifestaciones puesto que existen necesidades que nunca llegarán a manifestarse en forma de privación. Es el
caso de las necesidades satisfechas: siguen siendo necesidades ya que si no fuesen colmadas (alimentación
cotidiana de un infante), se podría producir una pérdida en las condiciones de vida.
Llegados a este punto, podemos recapitular sobre las necesidades afirmando que existen unas, fundamentales
para la supervivencia (básicas) y otras, que no teniendo ése objetivo, no dejan de ser bien importantes pues
sirven para alcanzar ciertos fines (instrumentales) indispensables, a su vez, para realizar una vida plena. Las
primeras se encuadran directamente con el cuerpo de los Servicios Sociales, pues se ubican en lo que podíamos
llamar también como necesidades “naturales”, puramente objetivas. El origen de las segundas, llamadas también
“derivadas”, proviene de reglas y acuerdos sociales, por lo que su carga objetiva y moral se atenúa. Así, pues, en
la necesidad de establecer un mínimo de bienestar para la ciudadanía, deben ser aseguradas las primeras, pues
no dejan de garantizar la pervivencia de las personas, como la posibilidad de alcanzar los fines que buscan las
segundas, ya que sin vida no hay materialización posible de las aspiraciones legítimas de los hombres (la parte
superior de las necesidades establecidas por el propio Maslow).
Llegados a este punto, aparece de forma reiterada otro problema: ¿cuáles son las necesidades básicas?. Ni
siquiera los mismos organismos supranacionales llegan a un acuerdo sobre este asunto. Se establecen
jerarquizaciones continuas que pretenden delimitar estos campos. Incluso a la hora de medir las mismas y
establecer indicadores para saber cuándo aparecen, siguen existiendo, o son satisfechas. Martínez de Pisón
propone la siguiente taxonomía:
-Necesidades básicas: Como hemos dicho, este tipo de necesidades son las que garantizarían un
sistema de Servicios Sociales (y, por ende, de bienestar) en toda sociedad. Son las que si no son satisfechas
ningún individuo podría llevar una vida digna (esto es, humana) o, incluso, podría perderla. Son aquéllas sujetas a
las condiciones mínimas del carácter moral de las personas (sujetos de derechos) y que se refieren a la provisión
de alimento, vestido, vivienda digna, salud y las prestaciones mínimas para alcanzar estos bienes materiales sin
los cuales queda uno abocado a la vida infrahumana o a la desaparición. También debemos incluir en este tipo de
necesidades otra serie de bienes –inmateriales- como son la educación o la igualdad de oportunidades que
permiten a cada uno elaborar su plan de vida y no caer en la dependencia y la pobreza. Así, la libertad y la
autonomía individual serían otra expresión del mismo concepto. Por lo tanto, en esta aproximación al concepto de
necesidad, vemos como se legitiman, asimismo, los derechos sociales.
-Necesidades objetivas: Las necesidades no son estados de ánimo (aunque puedan provocarlos), no son
deseos ni intereses pero, lo que es más importante, si se priva a los individuos de su satisfacción, tal negación
genera efectos visibles. Se convierten las necesidades, de esta forma, en hechos no sólo objetivos, sino
empíricos, cuantificables. Por otro lado, estas necesidades no se expresan como actos intencionales, no las
elegimos, sino que surgen resultado de privaciones o deficiencias en su provisión como el hambre, la sed, el frío,
el miedo, etc. Como dirían Bobbio, Veca y Pontara, al preguntarse si los derechos humanos existen, podemos
comprobar que las personas prefieren estar alimentadas que muriendo de hambre, vestidas que congeladas,
libres que oprimidas.
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Pero el hecho de que estas necesidades posean carácter empírico, positivo, supone otro problema aún por
solucionar y que nos devuelve al inicio del debate sobre ¿cuáles son las necesidades básicas?. Las necesidades
no aparecen aisladas, como objetos –hechos sociales- claramente perceptibles a nuestro ojo. Se mezclan con
tantos otros fenómenos, diversos según el entorno social donde se manifiestan. Los valores personales y
colectivos ejercen una influencia decisiva sobre este problema. Por ejemplo, si pensamos en cómo comprende la
educación de su hijo un ciudadano del tercer mundo frente a otro de un país desarrollado de la metrópoli, aunque
ambos amen al mismo, las valoraciones serán diferentes. En este caso, la educación de un infante y su
posibilidad de alcanzar un desarrollo individual acorde con la propia persona y las limitaciones que impone su
sociedad no son iguales en un sitio que en otro. No podemos olvidar tampoco que las necesidades pueden ser
creadas, falsas necesidades. Aún así, debemos continuar por la senda de establecer unos mínimos.
-Necesidades universales: Esto nos sirve para plantear que, obviando tanto las diferencias sociales como
culturales, existen una serie de necesidades que están presentes en todos los hombres y mujeres,
independientemente del espacio y el tiempo. Volveríamos por este camino a la serie de necesidades
concentradas en la provisión de alimentos, salud, cobijo o, si lo queremos, a las necesidades que se satisfacen
bajo el cuadro de los Derechos Humanos, que siempre debemos recordar, por incumplidos tantas veces.
Consiste tal esfuerzo en potenciar la necesidad de dotar de carácter objetivo a esta discusión y no reforzar la
perspectiva contraria, la que afirma que la humanidad se define desde la desigualdad y la existencia, inevitable y
natural, de la pobreza.
-Necesidades históricas: si sumamos la historicidad a las necesidades humanas podemos debilitar el
discurso sobre su universalidad. Esto se debe a que en el pasado, presente y futuro, surgen y surgirán, lo mismo
que desaparecen y desaparecerán ciertas necesidades. Se convierten así en necesidades tan variables como lo
son la naturaleza y sociedad en las que viven y construyen los hombres. De todas formas, si las necesidades son
históricas, puede quedar reducido el número de ellas por su variabilidad, así que permanecen las “básicas” y se
anula su supuesta relatividad moral al desprender de ellas las que quedan sujetas a la variabilidad indicada.
10.4. Bibliografía Básica.
CASADO, D. y GUILLÉN, E. (2001) Manual de Servicios Sociales. Madrid: CCS.
ALEMÁN, M. C. Y GARCÉS, J. (Dirs.) Administración social: Servicios de bienestar social. Madrid: s. XIX
MARTÍNEZ DE PISÓN (1999) Políticas de Bienestar. Madrid: Tecnos
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