Los océanos de hoy en día siguen siendo lugares mucho más naturales que la tierra. A tan solo unas calles de Hollywood Boulevard, uno puede equiparse con máscara y snorkel y nadar entre meros gigantes de ciento treinta kilos o a poca distancia de ballenas grises de una tonelada—todo esto a la vista de los rascacielos de Los Ángeles. Nadar con tiburones ballenas en Yucatán, bucear en los bosques de algas de Monterey, observar miles de tortugas marinas arribar a las playas de Costa Rica- en general la vida silvestre en los océanos está en mejor condición que la vida silvestre en tierra. Sin embargo, al mismo tiempo la mayoría de los atunes y tiburones han desaparecido, las poblaciones de bacalao han colapsado, y las ballenas hasta ahora se están recuperando del límite de la extinción. Un artículo nuevo en la revista Science esta semana explora estas perspectivas aparentemente contradictorias de que los océanos son simultáneamente naturales y fuertemente impactados. Los autores de este artículo reportan que las mismas tendencias que llevaron al colapso de poblaciones de vida silvestre en tierra ahora están ocurriendo en el mar, pero la explotación permanece siglos o incluso milenios atrasada en los océanos. Los próximos cien años, precaucionan, prometen presentar retos mayores para la salud de la fauna marina. Oficialmente reconocemos aproximadamente 500 extinciones de animales terrestres causadas por humanos en los últimos 500 años, tantas que la tasa terrestre de extinciones actual es una de las mayores extinciones registradas desde el inicio del planeta. Pero este nuevo estudio señala que solamente han habido aproximadamente 15 extinciones de animales causadas por los humanos en hábitats marinos. Las contracciones en las distribuciones geográficas de la fauna también han sido menos severos que en los océanos. Los tigres asiáticos, por ejemplo, han perdido aproximadamente el 93% de su rango original y enfrentan la extinción eminente, pero los tiburones tigre aún están presentes a través de los océanos del mundo. Los autores del estudio sugieren, sin embargo, que lo que se está ocultando en estas comparaciones son cambios importantes en la manera en la que estamos usando los océanos y lo que esto significa para el futuro de la vida silvestre marina. Como señala el primer autor Douglas McCauley, ecólogo en la Universidad de California, Santa Barbara, “el uso cada vez más industrial de los océanos y la globalización de la explotación de recursos marinos amenazan con dañar la salud de las poblaciones marinas, causando que la situación en ellas sea más similar al estado degradado de la vida terrestre”. La cacería de los tiburones, los lobos del océano, ha aumentado dramáticamente porque sus aletas son ingredientes en sopas caras. Como resultado, 100 millones de tiburones mueren al año alrededor del mundo. Y aunque no hemos causado la extinción completa de ninguna especie de tiburón, hemos reducido sus abundancias hasta niveles tan bajos que, en muchos casos, es como si estuvieran extintos. McCauley explica, “Imagine que la población global de recolectores de desechos cayera hasta llegar a solamente 100 individuos. Realmente no sería un gran consuelo, mientras caminaríamos en calles llenas de basura, saber que en alguna parte del mundo los recolectores de basura todavía existieran – porque los servicios sumamente importantes estarían funcionalmente extintos. Es lo mismo en el caso de animales marinos. Realizan procesos que son importantes para los humanos e importantes para sus propios ecosistemas”. ¿Las extinciones de los océanos han sido minimizados por la incertidumbre? “Es difícil detectar cuándo una especie marina se extingue” dice McCauley. “La ciencia duró 73 años para encontrar el Titanic después de que se hundió — y este fue un barco de 50 mil toneladas. Uno sólo se puede imaginar que tan difícil sería estar seguro que un pez o camarón poco común ha sido extinguido globalmente”. Este artículo compara el progreso de la Revolución Industrial en la tierra y en los océanos. Durante el siglo diecinueve, tractos vastos de terrenos cultivados y fábricas avanzaron contra los bosques, causaron la extinción de muchas especies terrestres, y consumieron recursos que fueron minados y extraídos de la tierra. Pero al mismo tiempo en el océano, la pesca todavía utilizaba veleros y estaba concentrada en una extensión relativamente pequeña de océano costero. Mucho ha cambiado en los últimos 200 años. Nuestro equipo de pesca se ha industrializado. Ahora pescamos con helicópteros, “súper arrastreros” guiados por satélite, robots que matan peces, y palangres que podrían extenderse desde Nueva York hasta Philadelphia. Dice McCauley, “Todas las señales indican que podríamos estar iniciando una Revolución Industrial Marina. Estamos creando las condiciones en los océanos para repetir el proceso de Armagedón para la vida silvestre que construimos en el ámbito terrestre”. Co-autor Steve Palumbi de la Universidad Stanford enumera las amenazas emergentes para los océanos: “Hay ‘granjas industriales’ en el mar y corrales de engorde al estilo de la ganadería para atún. Los criaderos para camarones están consumiendo los manglares con el mismo apetito con la cual la agricultura terrestre consumió las praderas nativas y el bosque. Los contratos para la exploración de minería submarina están siendo perseguidos como si fuera una fiebre de oro. Máquinas mineras submarinas de 300 toneladas y barcos pesqueros de 200 metros están siendo fabricados para realizar este trabajo”. Además de todo esto, el cambio climático también está degradando severamente el hábitat restante para la vida silvestre marina. Los investigadores concluyen que los animales marinos pueden estar aún más en riesgo por el cambio climático que la fauna terrestre. Los autores del estudio destacan tres importantes áreas donde la acción será necesaria para reducir o detener las pérdidas de fauna marina. Primero, no podemos permitir que nos tomen por sorpresa con la Revolución Industrial Marina. McCauley reflexiona que, “Una parte del desarrollo marino será necesario en un mundo superpoblado” pero que necesitamos monitorear y planearlo cuidadosamente. Segundo, necesitamos proteger más sitios y de mayor tamaño en el océano del desarrollo industrial y de la pesca, y tenemos que diseñar estas áreas protegidas específicamente con el cambio climático en mente. Co-autor Robert Warner (UC Santa Barbara) precauciona, “Las reservas por sí mismas, sin embargo, no son suficientes. Urgen políticas creativas y efectivas para manejar el daño a la vida marina en los espacios vastos entre las áreas protegidas marinas”. Tercero, tenemos que reducir la velocidad del cambio climático para evitar convertir los océanos en un lugar cada vez más hostil para muchos tipos de fauna marina. “Todos los que han cuidado peces en un acuario saben que si uno sube la temperatura del calentador y echa ácido al agua — sus peces estarán en problemas” advierte co-autor Malin Pinsky, un ecólogo en la Universidad Rutgers. “Esto es lo que el cambio climático está haciendo a los océanos”. El mensaje en este artículo es uno de optimismo tenue: las cosas están mal en los océanos pero no tan mal como en la tierra. Y esta diferencia es importante. “Ya que han habido muchas menos extinciones en los océanos,” dice McCauley, “todavía tenemos las materias primas que necesitamos para la recuperación. Hay esperanza para los tiburones y atunes, pero no existe la misma esperanza para los dodos, los mamuts, los moas, las palomas pasajeras, y cientos de otras especies de animales terrestres que han cruzado el umbral de la extinción” La naturaleza no siempre nos da una segunda oportunidad para comportarnos con mayor responsabilidad, pero como comenta Warner, “La salud persistente de los océanos presenta una oportunidad única — podemos meter la pata y repetir los errores en el mar que cometimos en la tierra, o podemos colectivamente trazar un futuro diferente y mejor para nuestros océanos. FIN