2 Glorieta de prólogos y epílogos en los patios fantásticos de Shakespeare Manuel Palazón Blasco 3 © Texto: Manuel Palazón Blasco © Edición: OBRAPROPIA, S.L. C/ Puerto Rico, 40-bajo 46006 VALENCIA Primera edición: Diciembre 2013 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de un delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal) www.obrapropia.com 5 6 Índice Glorieta de prólogos y epílogos en los patios de Shakespeare • Portal de la Glorieta…9 • Ruzafa de prólogos…11 o o o o o Prólogos cabales…13 Prólogos sucedáneos…39 Tres usos figurados de la voz…43 Dos prólogos a lo ridículo…47 Teoría (ridícula) del prólogo…51 • Jardín de epílogos…53 o o o o o o o o o o o Quién los dice…55 Cajón de títulos…57 en pocas…59 que continuará…61 “Señoras (y señores, pero luego)”…65 Entre dos aguas…67 Propósitos…69 “Docere”…69 “Ethos”…70 “Ridiculum”…73 “Pathos”…74 manifestar humildades…75 solicitar paciencias…79 tratar trueques…80 ganar aplausos…81 Vinoso…83 Sombras, y soñadas…85 Adiós…87 El caso de Próspero…89 • Bibliografía…95 7 8 Portal de la Glorieta ¡Buzzz! Me he entrado zumbón en esta glorieta de prólogos y epílogos que criaba William Shakespeare en sus patios fantásticos, me he puesto pringado de polen. Sacudo luego las quebradizas alas, meneo las antenas, estornudo, llueven diversiones. Éstas, decía. 9 10 Ruzafa de prólogos 11 12 Prólogos cabales Prólogo a los prólogos cabales El Prólogo es, si descomponemos la voz, lo que precede a la palabra. Pero en el teatro es ya palabra (está hecho de palabras), y rigurosamente viene antes, más bien, de la acción, y es su suplemento (“la parte que se agrega o añade a algún todo, para perfeccionarla y suplir la falta que tenía” [Aut.]). Shakespeare no lo usó mucho. Un Prólogo abre Romeo y Julieta; otro, La segunda Parte de El Rey Enrique IV; otro, Troilo y Crésida; otro, Los dos nobles parientes; otro, El Rey Enrique VIII. Tienen prólogo los cinco actos de La vida del Rey Enrique V (obra que también tiene epílogo). Cinco prólogos comienzan asimismo los cinco actos de Pericles, y en medio del cuarto y del quinto otras dos escenas cumplen parecida función (IV, IV y V, II). El romance lo cierra un Epílogo. “El Tiempo, de Coro”, dice la primera escena del cuarto acto del Cuento de invierno, que vale como prólogo. Y, en fin, La ratonera (El asesinato de Gonzago corregido, la breve tragedia con la que el príncipe quiere atrapar “la conciencia del Rey” (II, II, 601) tiene su brevísimo prólogo. “El Prólogo” dice el prólogo de La ratonera, y el de El Rey Enrique VIII. “El Portavoz [Speaker] del Prólogo” dice los de Troilo y Crésida (vestido éste de armadura) y Los dos nobles parientes. Dice los prólogos de los cinco actos de La vida del rey Enrique V, y su epílogo, un Coro. Un Coro dice el prólogo de Romeo y Julieta. El Rumor dice el de La segunda Parte de El Rey Enrique IV. “El Tiempo, de Coro”, presenta el cuarto acto del Cuento de invierno. Gower (el poeta resucitado) prologa los cinco actos de Pericles, y dice su epílogo, y dice otras dos escenas además (IV, IV y V, II). Cuando el poeta se apoya en un prólogo para decir su historia, reconoce el fracaso de su Arte: continuamente nos pide que, adonde no alcanza su teatro, lo alleguemos nosotros con nuestra fe, con nuestra imaginación. 13 En La vida del Rey Enrique V El Coro prologa los cinco actos de La vida del Rey Enrique V y dice su epílogo. Acto I, Prólogo --¡Oh! ¡Por una Musa de fuego, que ascendiese Hasta el cielo más brillante de la invención! ¡Tener, por teatro [for a stage], un reino, y príncipes que actuasen en ella [princes to act], Y monarcas contemplando la soberbia escena! Entonces Enrique, bélico, en persona, Asumiría el porte de Marte, y, tras sus talones, Atados como sabuesos, el hambre, la espada y el fuego Pedirían empleo. Perdonad, pues, gentiles espectadores, A los espíritus llanos, no invocados, que han osado Representar sobre este pobre andamio Un objeto tan magnífico. ¿Puede este corral de gallos de pelea contener Los vastos campos de Francia? Y ¿cabrán Dentro de esta O de palo los yelmos Que llenaron de terror el aire en Agincourt? (1 – 15) Desde sus primeras palabras, y una y otra vez, lamenta el Coro las faltas de la dramaturgia, que sirve mal para decir esta historia, “so great an object” (11). Necesitaría, para lograrlo, que este escenario repitiese el mundo, “tener, por teatro, un reino, y príncipes actores, / y monarcas contemplando la soberbia escena” (3 – 4). “Espíritus llanos, no invocados” (“flat unraised spirits” [10]) llama el Coro a los cómicos, adelantando a los espíritus de la compañía de Ariel. La “O de palo” es, claro, el Teatro del Globo, en la orilla viciosa del Támesis. La compara, además, con un “pobre andamio”, y con un “corral de gallos de pelea”. ¿Puede, allí, re-presentarse la historia, la realidad? Sí, con el socorro del “gentil” espectador. --¡Oh, perdón! Y, puesto que un número encogido puede Dar testimonio, en un pequeño espacio, de millones, Dejad que nosotros, que ciframos este gran relato, Aprovechemos vuestra facultad imaginativa. 14 Suponed que, dentro del cinturón de estas paredes Se hallan ahora confinadas dos poderosas monarquías Cuyas altas y rompientes proas Separan el peligroso y estrecho océano. Recomponed nuestras imperfecciones con vuestro pensamiento: Dividid un hombre en mil partes, Y emplead el poder de vuestra imaginación. Creed, cuando hablamos de caballos, que los veis Hollando con sus orgullosas pezuñas la tierra que los recibe, Pues son vuestros pensamientos los que deben ahora vestir a nuestros reyes, Transportarlos aquí y allá, saltando sobre el tiempo, Embotellando los logros de muchos años En un reloj de arena. Y, para facilitar esto, Admitid que haga al Coro en esta historia. Yo, como Prólogo, ruego vuestra humilde paciencia, Para que oigáis gentilmente, y juzguéis amablemente, nuestra obra. (15 – 34) El Coro explica la función del Prólogo (correr las leguas y los años mágicamente), y la del Público, que con su fe, con la “suspensión de su incredulidad” y con su imaginación transforma el teatro en realidad. 15 Acto II, Prólogo El Coro describe cómo Inglaterra se prepara para atacar a Francia. Ésta “busca estorbar los propósitos ingleses / con una pálida política”, ayudándose de “tres hombres corruptos” confabulados para matar al rey Enrique a traición, en Southampton. --Alargad vuestra paciencia, y digerid bien El abuso de la distancia mientras armamos, forzándola, una obra. La suma ha sido pagada, los traidores se han puesto de acuerdo, El rey ha salido de Londres, y la escena Se transporta ahora, gentiles espectadores, hasta Southampton. Allí se levanta ahora nuestro teatro [the playhouse], allí debéis ahora sentaros, Y desde allí os llevaremos, seguros, hasta Francia, Y os traeremos de vuelta, hechizando los estrechos mares Para daros un paso amable, que, si podemos, No revolveremos ningún estómago con nuestra obra. Y ahora, hasta que venga el rey, y no antes, A Southampton mudamos nuestra escena. (31 – 42) El Coro hace de gozne entre los dos primeros actos, resumiendo hechos que tienen lugar fuera, abreviando los días en minutos. Todavía pide “paciencia” al público, por el “abuso de la distancia”, la Unidad de Lugar rota una y otra vez. 16 Acto III, Prólogo “Así, con alas imaginarias, nuestra veloz escena vuela / con movimientos no menos rápidos / que los del pensamiento” (1 – 3). --…Suponed que habéis visto Al rey legítimo en los muelles de Hampton Embarcando su realeza, y a su brava flota Abanicando con banderas de seda al joven Febo. Jugad con vuestra fantasía, y contemplad en ella… (3 – 7) Es nuestro trabajo imaginar primero a la armada inglesa cruzando el mar (“¡Seguid, seguid! / Guiad con vuestras mentes las popas de nuestras naves…” [17 – 18]), y luego el cerco de la villa de Harfleur (“Que trabaje, que trabaje vuestra inteligencia, y en ella observad un sitio…” [25]), y la embajada del rey de Francia, que daría a su hija a Enrique, “y, con ella, como dote, / un puñado de ducados insignificantes, poco provechosos” (30 – 31). “Sed amables aún, / y suplid las faltas de nuestra representación [performance] con vuestras mentes” (8 – 35). 17 Acto IV, Prólogo “Ahora conjeturad la hora / en que un horroroso murmullo y la porosa oscuridad / llenan el ancho navío del universo” (1 – 3). El Coro nos sitúa en la víspera de la batalla, de noche, en el campamento inglés. El rey anima a sus tropas, visitando las tiendas. Se dirige a los hijos de mucho y a los de poco, y nos pide de nuevo: “Sentaos todavía y mirad, / entendiendo como verdaderas cosas de las cuales sólo damos sus engañosas apariencias [by what their mockeries be]” (52 – 53). 18 Acto V, Prólogo --Concededme que cuente esto a aquéllos Que no han leído la historia; y a los que lo hubieran hecho Les ruego humildemente que admitan la excusa Del tiempo, de los números, y del curso debido de las cosas, Todo lo cual no puede, en su justa y enorme vida Ser presentado aquí. Ahora llevamos al rey Hacia Calais: admitidlo allí, y miradlo, Y cruzadlo con vuestros alados pensamientos Al otro lado del mar. (1 – 9) Ruega el Coro que acompañemos al rey hasta Londres, y que omitamos “todos los acontecimientos, todo lo que pueda haber ocurrido / hasta el regreso de Enrique a Francia”. --Hasta aquí lo traemos. Yo, por mi parte, he representado El interludio [the interim], recordándoos que ya ha pasado. Así que tolerad la abreviación, y seguid con los ojos Vuestro pensamiento, de vuelta, de nuevo, a Francia. (39 – 45) Todo lo contemplamos “en la rápida forja y en el taller de nuestra inteligencia” (23). 19 Entra (quiere decir sale) Gower Acerca de Gower Shakespeare ensayaba, con Pericles, el género del romance. Es su primer experimento. Por ahora sólo sabrá contar la historia ayudándose de Gower. En La Tempestad, su obra más perfecta dramáticamente, no usará ya muletas. John Gower (ha. 1327 – 1408) vivió en el priorato de San Salvador, en Southwark, muy cerca de donde se levantaría después El Globo. Su tumba, con su efigie, recostada, puede visitarse en la iglesia, y también una vidriera en la que pintan, muy iluminados, Shakespeare y otros poetas ilustres, y la lápida que tapa a Edmundo, el hermano del Cisne del Avon, que vino a Londres a ser actor. En su Confessio Amantis (1393) John Gower1, amador malamado, se confiesa a Genio, sacerdote de Venus. En el Libro VIII el genio arrima los labios a la rejilla de la garita y se sale con el “ejemplo” de Apolino (será aquí Pericles), que ilustra los peligros del amor que no es de ley. El Confesor advierte a su “hijo” (v. 251) apostólico que “todo hombre” (“every man”: v. 260) es como aula en la que los demás pueden aprender a “tomar esto” y “dejar aquello” (vv. 264 – 265). En el poema se insiste en la antigüedad de la historia, y en su propósito recordatorio: es “un cuento en memoria”, y “para la memoria” (“a tale in remembrance”) (v. 272), que el poeta ha leído en “una crónica de días pasados, / la cual se llama Panteone” (vv. 280 -281), citando la obra de Godofredo de Viterbo. La “vida” (la vida) de Apolonio la ha escrito como ejemplo (“in esample”) (v. 2007) de buen amor, oponiéndola al “mirabile exemplum” (entre los vv. 278 y 279) del mal amor, incestuoso, de Antíoco. Pues este Gower fantasmal hará al Coro en el Pericles de Shakespeare. Es ajeno al drama, y a lo dramático: es el elemento discursivo/narrativo de la pieza: funciona en apartes, inaugura los actos, despide la obra. Comprime la acción, la anticipa, explica las escenas mudas, lleva en volandas, de puerto en puerto, a los personajes (y a nosotros), ahorra años y leguas. 1 En Bullough, 1975: vol. VIII. 20 I, Prólogo “Oh, Gower moral…” Chaucer lo saludaba así en su Troilo y Crésida. Quiere decir moralista, que profesa la “facultad que trata de las acciones humanas en orden a lo lícito o ilícito de ellas” (Aut). Gower surge “de cenizas antiguas” (I, Pról., 2) (un pájaro fénix parlero), “a cantar una canción que antaño se cantaba” (I, Pról., 1). El hecho de que la historia sea añosa (y esto lo comenta en latín) la mejora (I, Pról., 10). Ha “asumido las enfermedades del hombre” (I, Pról., 3) (“man’s infirmities”: también, sus debilidades, desórdenes y vicios), o sea, se ha hecho carne (o, mejor, máscara), para alegrarnos el oído y los ojos (que es teatro) (I, Pról., 4). “Os cuento lo que mis autores dicen” (I, Pról., 20). Aquí Gower rebaja su autoridad. Él viene con una historia que no es suya (nos la hemos dicho, puede decirse, siempre). EXEMPLO. Caso, suceso o hecho que se propone y refiere o para que se imite y siga, siendo bueno y honesto, o para que se huya y evite, siendo malo (Aut). En su Confessio Amantis (entre los vv. 278 y 279, p. 376) John Gower introduce la parte de la historia que cuenta lo de Antíoco y su hija así: “Hic loquitur adhuc contra incestuosos amantum coitus, Et narrat mirabile exemplum de magno rege Antiocho, qui Uxore mortua propria filiam violavit”. Es un “ejemplo admirable”, que extraña y maravilla, metido aquí (y servirá a Apolonio), como castigo (enseñanza) con moralina, como aviso para navegantes (todos lo somos metafóricamente, Apolonio lo será a la letra). Cuidado, viene a repetir (que está dicho, y escrito, desde el principio de los tiempos), y no toques, ni siquiera desees, a los de tu Casa. Éstas son sus intenciones declaradas. --La han cantado en festivales, En las noches de cuaresma y en los días cereales, Y damas y caballeros, en sus vidas, La han leído como reconstituyente… (I, Pról., 5 – 8) Es cuento entretenido, y encima medicinal: amargo o dulzón da salud, te devuelve a tu estado original, y hasta te sube a la gloria (I, Pról., 9). 21 En el Epílogo (1 – 16) Gower repasará lo que hemos aprendido en los ejemplos de los personajes principales de la obra, y cómo sus suertes finales recompensan a los buenos y castigan a los malos. Si nos creyésemos a su vocero, pensaríamos que Shakespeare hizo Pericles como mero ejemplo, esto no, esto sí. Hizo mucho más, y muchas otras cosas. En el Prólogo al primer acto (17 – 40) Gower resume la (mala y placentera) vida de Antíoco y de su hija hasta el momento en que llega el príncipe. Haciendo que Gower la cuente, el autor evita su representación. Ahora bien, sus “rimas” perderán toda su virtud si no las “aceptas” (I, Pról., 12), o sea, las tienes como verdaderas. Lo mismo nos rogará Próspero, al final de su Tempestad. -- Si vosotros, nacidos en estos últimos tiempos, Cuando el ingenio está más maduro, aceptáis mis rimas… (I, Pról., 11 – 12) No se fía mucho de la ingenuidad de su público, demasiado listo y moderno para admitir las inverosímiles peripecias de su historia. Es que Gower llega del otro lado, moribundo, y, si acaso respira, lo hace de mentirijillas, en la ficción. Gower es cirio encendido: su cera, consumida, da aliento a la llama hecha de palabras. Gower vive del cuento: es cuento, texto, escritura: acabado uno, el otro se esfuma (I, Pról., 11 – 16). “Mi causa, que sigue ahora, al juicio de vuestros ojos / la someto, pues mejor que nadie podéis justificarla” (I, Pról., 41 – 42). Su causa es la obra de teatro que está empezando. Esa causa, “pleito contestado entre las partes ante el Juez” (Aut), la dará el público por buena, o sea, por no fingida, o por lo menos posible. 22 II, Prólogo “Aquí habéis visto…” (II, Pról., 1) Va a comenzar el segundo acto. “Callad, entonces, como deben hacer los hombres, / hasta que han pasado necesidades” (II, Pról., 5 - 6), nos ruega Gower. “Yo os mostraré…” (II, Pról., 7) Dice cuánto estiman en Tarso a Pericles (II, Pról., 9 – 14). Inmediatamente duda de su parte (la de un narrador en una obra de teatro): “Pero cosas muy contrarias / se ponen ante vuestros ojos; ¿qué necesidad tengo yo de hablar?” (II, Pról., 15 – 16) De todos modos habla: comenta una escena muda (II, Pról, 17 - 39) en la que Pericles recibe una carta. Y explica cómo el príncipe, avisado de que Taliardo lo busca, para asesinarlo, se ha hecho a la mar, y ha naufragado. En los dos últimos versos confunde lo teatral y lo textual: el “texto” es la representación: --Y aquí viene él. Lo que sigue ahora, Perdonad al viejo Gower, pues pertenece al texto. (II, Pról., 39 – 40) 23 III, Prólogo Sale Gower a prologar el tercer acto. Ahora, nos dice, ronca el palacio con el ruido de su pesada digestión, que han sido las bodas de Pericles y Thaisa. “Himeneo ha llevado a la novia a la cama y, / con la pérdida de su doncellez / un niño es moldeado” (III, Pról, 8 – 10). -...Prestad atención, Y este rato que pasa con tanta brevedad Alargadlo con la industria de vuestra fina fantasía. Esta escena muda os la allanaré con mi palabra. (III, Pról., 11 – 14) En la pantomima (“dumb show”) que sigue Pericles recibe otra carta, que muestra a su suegro, Simónides. Salen entonces Thaisa, “embarazada”, y Licórida, “ama de leche”. Thaisa lee la carta con alegría. Ella y Pericles se despiden de su padre. Se entran todos. Gower, entonces, explica lo que ha ocurrido. En la carta se daba noticia de la muerte de Antíoco, y se apremiaba a Pericles para que regresase a Tiro, para gobernarla. Pericles abandona Pentápolis con su mujer y Licórida. Y otra tempestad menea su nave (III, Pról., 15 – 52). El Coro defiende de nuevo la mayor eficacia del teatro para contar la historia. Y otra vez nos pide que demos cuerpo a sus fantasmas con nuestra imaginación: --Y lo que sigue en esta tormenta terrible, Se representará solo, por su cuenta [shall for itself itself perform]. Yo nada relato, la acción podrá Transmitir convenientemente el resto, Cosa que yo, con lo que os cuento, no sabría hacer. En vuestra imaginación haced De este escenario una nave, en cuya cubierta Pericles, a quien los mares llevan de un sitio a otro, aparece para hablar. (III, Pról., 53 – 60) 24 IV, Prólogo “Imaginad…” (IV, Pról., 1) Que Pericles ha llegado a Tiro. “A su triste reina la dejamos en Éfeso, / sacerdotisa de Diana” (IV, Pról., 1 – 4). “Ahora inclinad vuestro pensamiento hacia Marina, / a quien nuestra rápida escena debe encontrar / en Tarso…”, nos ruega Gower (IV, Pról., 5 – 7). Allí, dice, la muchacha muestra tantos talentos que su madrastra, celosa (que su hija vale mucho menos que ella) la mataría (IV, Pról., 7 – 45). Y repite que, si nosotros no nos fiamos (de él, a él, de su cuento, a su cuento), no habrá representación que valga: --El suceso, nonato, Lo encomiendo a vuestro placer. Yo sólo llevo el tiempo alado Amarrado a los versos cojos de mi rima; Algo que nunca podría lograr A menos que vuestros pensamientos me sigan adonde yo vaya. (IV, Pról., 45 – 50) Nuestro placer [“content”], tan poderoso, quiere decir nuestra satisfacción, nuestra aprobación. 25 Acto IV, Escena IV Sale otra vez Gower animándonos a prestar nuestra fe (vale nuestro “perdón”) a los actores: --Así hacemos que pase el tiempo, y acortamos las leguas más largas, Surcamos los mares montados en conchas de berberechos, si nos viene en gana, Cruzando, en nuestra imaginación, Fronteras y regiones. Con vuestro perdón no cometemos ningún crimen Si utilizamos un mismo idioma en los distintos climas Que parecen acoger nuestras escenas. Os suplico Que aprendáis de mí; yo me asomo en los huecos [i’ th’ gaps] para mostraros Los estadios de nuestra historia. (IV, IV, 1 – 9) Gower cuenta cómo “los bondadosos vientos” llevan a Pericles hacia Tarso. Quiere traer a su hija a casa (IV, IV, 9 – 20). --…pensad que le sirve de piloto el pensamiento; Así, vuestros pensamientos se dejarán gobernar por su timón. (IV, IV, 18 – 19) En la escena muda que sigue Cleón y Dionisa conducen a Pericles hasta la orilla de la tumba de Marina. Pericles llora, y viste un saco. Salen todos, y Gower ironiza, amargo: --¡Mira que padecen las creederas en el teatro! Aquí, esta pasión de prestado reemplaza a la verdadera pena. (IV, IV, 23 – 24) La sepultura de Marina está vacía, pero el rey de Tiro la cree llena, por el duelo fingido de sus anfitriones. Pero vale, claro, que es comedia. Pericles ha jurado, nos dice Gower, que ya nunca se lavará el rostro, ni usará barbero. Pasa, cuenta, otra tempestad. Luego lee el epitafio que la torcida Dionisa ha inscrito en el monumento de Marina (IV, IV, 25 – 45). 26 --Dejad que Pericles crea que su hija está muerta, Y soportad que ordene su curso Doña Fortuna; mientras, debemos representar Los pesares y trabajos continuos de Marina En su sacrílego servicio. Paciencia, entonces, Y pensad que estáis ahora en Mitilene. (IV, IV, 45 – 51) Una y otra vez somos nosotros los que autorizamos el cuento, y la obra, desde nuestra paciencia, con nuestra fantasía. 27 V, Prólogo Marina ha esquivado el burdel, y ha dado en una “casa honesta”, donde gana, con sus talentos más virtuosos, para el chulo. Eso “dice nuestra historia” (V, Pról., 2). ¿Es plural humilde, o nos hace con él sus coautores necesarios? -A ella la colocamos aquí, Y volvemos de nuevo nuestros pensamientos hacia su padre, A quien dejamos en el mar. Allí lo perdimos. (…) …y en esta costa Suponed que ha anclado. (…) En vuestras suposiciones ved de nuevo Al desgraciado Pericles, pensad que ésta es su barca, Y lo que vaya a ocurrir la acción, si puede, Lo descubrirá; por favor, sentaos y escuchad. (V, Pról., 11 – 13, 15, 21 - 24) Suponer es “dar por sentada, y existente alguna cosa, para pasar a otra” (Aut.). Sólo si suponemos, si damos por asentado lo que nos cuenta Gower, podemos seguir adelante. 28 Acto V, Escena II --Ahora nuestra arena ha corrido su curso, casi, Un poquito más, y enmudeceré. Dadme aún una última limosna, Y luego aliviadme de mis trabajos, sed buenos, Y figuraos… (1 – 5) Gower ha salido con reloj. La representación se está acabando. Pronto callará. Nos pide, antes, un último favor, que sigamos prestando fe a su palabra. En Mitelene, nos dice, ha prometido Pericles a Lisímaco que le dará a su hija, después de cumplir con Diana, en Éfeso (V, II, 6 – 13). Una vez más nos suplica que acortemos, volando: --Lo que pasa entre una cosa y otra, os lo ruego, confundidlo, La plumada brevedad hincha las velas, Y la voluntad logra que los deseos se hagan realidad. Ved en el templo de Éfeso A nuestro rey con toda su compañía. Que haya conseguido llegar tan pronto Se lo debemos al juicio de vuestra fantasía. (V, II, 14 – 20) 29 En Romeo y Julieta El Coro dice el Prólogo de la Tragedia, resumiendo la historia de “una pareja de amantes con estrellas contrarias” (Pról., 6). Da el lugar: “En la hermosa Verona, donde situamos nuestra escena…” (Pról., 2) Describe su oficio como “tráfico”, o sea, “comercio, o trato” (Aut.), que se dijo también tráfago, “el ruido que se hace, mudando algunas cosas de una parte a otra” (Cov.), tráfico que aquí es de palabras y acciones. Mide la duración de la obra (dos horas). Pide al público atención paciente y promete, con su trabajo, contar más por menudo la suerte de aquel “amor marcado por la muerte” (Pról., 9). --…Forma ahora el tráfico de dos horas que mareará nuestro escenario [stage]. Si atendéis a él con oídos pacientes, Lo que aquí os hayáis perdido, lo intentará remediar nuestro trabajo [toil]. (Pról., 12 – 14) El Prólogo al Acto Segundo, pronunciado de nuevo por el Coro, recuerda la mudanza de la pasión de Romeo, que quiso a Rosalinda y quiere ahora a Julieta, y explica los obstáculos que tendrán que vencer los nuevos amigos para verse. Adopta la forma del soneto. Falta en la primera edición en cuarto de la tragedia. 30 En La segunda Parte de El Rey Enrique IV Dice el Prólogo el Rumor, “pintado lleno de lenguas”. Primero “hace anatomía” de su “bien sabido cuerpo” (1 – 22), y luego anuncia su razón de estar aquí (22): engañar al “padre de Espuela Caliente, el viejo Northumberland”, asegurándole la gloria de su hijo en Shrewsbury, y la derrota del rey Enrique, y la muerte del Príncipe de Gales (22 ss.). El Rumor, con eso, nos remonta al final de La primera Parte de El Rey Enrique IV y prepara la primera escena de la Segunda. 31 En La ratonera Ya ha comenzado La ratonera, con una pantomima que repite el envenenamiento del Viejo Hamlet, el cortísimo duelo de su viuda, y su rápida rendición amorosa al asesino de su marido. Ofelia: ¿Qué significa esto, mi señor? Hamlet: Por la Virgen, que ha habido una alevosa traición: significa villanía. Ofelia: Seguramente el mimo ha resumido el argumento de la obra [the play]. [Sale el Prólogo.] Hamlet: Lo sabremos por este amigo: los actores no saben guardar un secreto: todo lo cuentan. Ofelia: ¿Nos dirá qué han representado estas partes mudas? Hamlet: Sí, y cualquier otra parte que le enseñéis. Enseñadle las partes sin vergüenza, que él no tendrá vergüenza en dibujároslas. Ofelia: Sois un gamberro, un gamberro. Miraré la obra [the play]. (III, II, 134 – 143) Prólogo: Por amor a nosotros y a nuestra tragedia, Aquí, inclinándonos ante vuestra clemencia, Rogamos que nos oigáis con paciencia. Hamlet aprovecha el pie para regresar a su misoginia nueva: Hamlet: Ofelia: Hamlet: ¿Esto es un prólogo, o el grabado de una sortija? Sí que ha sido breve, mi señor. Como el amor de una mujer. (III, II, 144 – 149) Este Prólogo entra en segundo lugar, detrás de la Pantomima, pero no la explica, como querían Hamlet y Ofelia. Sólo saludan a los hijos de mucho que hacen el público, con una reverencia, y les piden, rimándolas, clemencia y paciencia. 32 En Troilo y Crésida Sale el “Portavoz del Prólogo” “con armadura” porque “la escena tiene lugar en Troya” (1). Cuenta brevemente cómo sesenta y nueve “príncipes orgullosos” (2) han puesto sitio a Troya, para romperla, porque Paris ha robado a Helena. Todo está indeciso. --…Y aquí vengo yo, Un Prólogo armado, pero no de la confianza De la pluma del autor o la voz del actor, sino vestido Con el traje que exige nuestro argumento, Para deciros, justos espectadores, que nuestra obra [play] Salta sobre la vanguardia y los principios de estos follones, Para comenzar por el medio, alcanzando, desde ahí, Lo que pueda ser digerido en una comedia [play]. Gustad de ella, o encontradle faltas, seguid vuestro placer, Os parecerá buena o mala: no es otra la suerte de la guerra. (22 – 31) El Prólogo nos sitúa en el cerco de Troya, justifica su traje marcial, que casa con el asunto de la obra, explica que ésta empieza in media res, y da al público libertad para gozarse con ella o censurarla. 33 En Cuento de invierno “El Tiempo, de Coro”, tiene la misma función que John Gower en Pericles, facilitar que pasen los años muy deprisa, y llevarnos de un país a otro en un instante: --…Ahora encargadme, en nombre del Tiempo, Que use mis alas. No me imputéis el crimen A mí, ni a mi veloz pasaje, si salto Dieciséis años, y dejo vacío Este ancho espacio, pues está en mi poder Derrotar las leyes y, en una hora que se ha parido a sí misma, Plantar y terminar una costumbre. (IV, I, 3 – 9) Pero el Tiempo, para ejercer su oficio, necesita nuestro apoyo: nuestra paciencia y gentileza: -…Si lo permite vuestra paciencia, Volcaré el reloj de arena, y las horas pasarán Como si en medio os hubieseis dormido… (…) …Imaginad, Gentiles espectadores, que pueda hallarme ahora En la hermosa Bohemia… (IV, I, 15 – 17; 19 – 21) Además el Tiempo “hace y deshace el error” (IV, I, 2) y, aquí, corrige en lo que puede esta tragedia de equivocaciones. 34 En Los dos nobles parientes El Prólogo compara primero las comedias nuevas y los virgos: --Las comedias nuevas [new plays] y los virgos son parientes cercanos: Síguenlas mucho, y dan mucho dinero por ellas, Si se conservan sanas y salvas. Y una buena comedia [play], Cuyas modestas escenas se sonrojan el día de su boda, Y tiembla cuando va a perder su honra, es como la novia Que, después de su santa unión y del jaleo de la primera noche, Es todavía doña Modestia, y retiene aún Más de la doncella, a la vista, que de los trabajos del marido. Quisiéramos que nuestra comedia [play] fuera así… (Prólogo, 1 – 9) El “escritor” de esta “tragicomedia” se acoge a la autoridad de Chaucer, que engendró “la historia”. Sabe que, si reciben a su hijo con silbidos, “los huesos de aquel buen hombre” se querellarán y, “desde debajo de la tierra” dirán: “¡Ay, aventad / mis campos, para separar la paja de este escritor / que destruye mis laureles y vuelve mis afamadas obras más ligeras / que el cuento de Robin Hood! (Prólogo, 9 – 20). --…Éste es el miedo que traemos, Pues, a decir verdad, sería algo inalcanzable, Y demasiado ambicioso, aspirar a él y, Débiles como somos, y casi sin aliento, navegar En estas aguas profundas. Pero si sacáis Vuestras manos y nos socorréis con ellas, buscaremos el viento en la popa Y haremos por salvarnos. (Prólogo, 21 – 27) Otra vez (como en La Tempestad) la compañía es una nave, y los espectadores, con sus palmas, hinchan sus velas, y la llevan a puerto seguro. También se repite la idea de “salvación” o redención. 35 Dice luego su propósito, que es divertir: --…Oiréis Escenas que, aunque por debajo de su arte, tal vez parezcan Merecer dos horas de trabajos. Que sus huesos duerman dulcemente Y vosotros quedéis contentos. Si esta comedia [play] no nos quita El aburrimiento un rato, percibiremos Que nuestras pérdidas serán tan grandes que tendremos a la fuerza que marcharnos. (Prólogo, 27 – 32) Las “dos horas de trabajos” (“two hours’ travel”) repiten “el tráfico de dos horas” (“the two hours’ traffic”) de Romeo y Julieta (Pról., 12). 36 En El Rey Enrique VIII El Prólogo dice primero (1 – 7) su género, que es la tragedia: --No vengo ya a haceros reír; presentamos ahora Cosas que muestran un ceño serio y pesaroso, Triste, altivo y conmovedor, lleno de gravedad y pena, Nobles escenas que llevan a los ojos a fluir. Aquéllos capaces de sentir compasión pueden aquí (Si les parece bien) dejar caer una lágrima: El asunto lo merecerá. (1 – 7) La historia que se cuenta es, asegura, verdadera, y podemos creerla: --…Aquéllos que dan Su dinero con la esperanza de poder creer Pueden aquí también hallar la verdad. (7 – 9) Además, entretiene: --…Aquéllos que vienen a ver Nada más una escena o dos, y piensen Que la obra puede pasar, si permanecen callados y se muestran bien dispuestos, Me ocuparé de que se despidan de su chelín Y les rinda buenos intereses estas dos horas cortas. (9 – 13) Ahora el Prólogo hace alusión, posiblemente, a Cuando me veas: la famosa Crónica Histórica del Rey Enrique VIII, una comedia de 1605 de Rowley, que volvió a representarse en 1613, donde salía el célebre bufón del rey Enrique VIII, Will Summers, con su traje, y el Rey peleaba con “el Negro Guillermo” (Black Will), un bandolero notable: 37 --…Sólo aquéllos Que vienen a oír una alegre y picante comedia, Con ruido de escudos, o a ver a un tipo Con su traje largo de arlequín, con flecos amarillos, Se sentirán decepcionados, porque, gentiles espectadores, debéis saber Separar nuestra verdad, que hemos escogido, de una representación Llena de bufones y riñas, pues si echáramos a perder Nuestras inteligencias y y la reputación que traemos De buscar sólo la verdad, Nos quedaríamos sin amigos entre los mosqueteros. (13 – 22) Insiste entonces en la cualidad trágica y verdadera de la obra, alabando la inteligencia de los espectadores, y dice su tema principal (cómo te derriba la Fortuna): --Así pues, por lo que más queráis, ya que sois vosotros Los espectadores primeros, y los más favorables a nosotros, de la ciudad, Mostraos tristes, que así os queremos nosotros hoy. Imaginad que veis A las personas de nuestra noble historia Tal y como fueron en vida: imaginad que las veis engrandecidas, Y seguidas por el empuje general y el sudor De un millar de amigos; luego, un momento después, ved Qué pronto su poder conoce la miseria, Y, si todavía lográis parecer alegres, diré Que uno puede llorar el día de su boda. (23 ss.) 38 Prólogos sucedáneos Prólogo a los Prólogos sucedáneos No son prólogos propiamente, pero sirven como tales, las primeras escenas de algunas de las obras de Shakespeare. Van tres. 39 En Antonio y Cleopatra Demetrio y Filo hacen de Coro de romanos, y de disimulado prólogo, censurando a Marco Antonio: Su “chochera” “desborda la medida”. Sus ojos, que refulgían en la guerra “como Marte blindado, ahora se doblan, ahora vuelven / el oficio y la devoción de su contemplación / sobre un frente moreno”. “Su corazón de capitán” (…) “reniega de toda templanza, / y se ha mudado en el fuelle y abanico / con los que enfría la lujuria de una gitana” (I, I, 1 – 10). -Mirad, por ahí vienen: Tomad buena nota, y veréis en él A la tercera columna del mundo transformada En el bufón de una ramera: atended y ved. (I, I, 10 – 13) Espían entonces a Marco Antonio y Cleopatra, y, terminada la escena de los amigos, confirman vicioso al antiguo héroe (I, I, 56 ss.). 40 En Cymbelino En la primera escena el Primer Caballero dice una especie de Prólogo que el Segundo Caballero puntúa con sus preguntas y breves comentarios. ¿Sabéis? Cymbelino, el Rey, frunce el ceño, porque su hija se ha casado con Póstumo Leonato, que tiene poco y vale mucho, y no con quien él mandaba, el hijo de su segunda esposa, un idiota. Ahora ha desterrado al novio, y encierra a la novia. El Primer Caballero nos entera además de que Cymbelino tuvo dos hijos varones que le robaron cuando eran muy pequeños. Con todo eso introduce la acción. 41 En Cuento de invierno Camilo de Sicilia y Arquidamo de Bohemia hacen el Coro, y dicen una primera escena que hace las veces de Prólogo (I, I). Cuentan cómo sus señores, los Reyes de Sicilia y Bohemia, amigos desde la infancia, que, separados por sus oficios, “se abrazaban, de alguna manera, desde los extremos de vientos opuestos” (I, I, 30 – 31), pueden, ahora que Polixenes visita a Leontes, gozarse, y alaban las gracias de Mamilio, el principito (I, I, 34 ss.). 42 Tres usos figurados de la voz En La Segunda Parte de El Rey Enrique VI Acusaron a Gloucester la Reina, Suffolk, el Cardenal, York. El Rey lo defendió todavía. El Duque sabía que se habían confabulado para acabar con él, y afirmó que, si su muerte pudiese traer la felicidad a “esta isla”, con gusto se daría a ella. --Pero mi muerte es el prólogo de su obra: Las de otros miles, que no sospechan aún peligro alguno, No concluirán la tragedia que ellos han armado. (III, I, 151 – 153) 43 En Las alegres comadres de Windsor Interrumpieron la “comedia” (“our comedy”) que Falstaff, burlador a lo ridículo, estaba a punto de representar con la señora Ford, cuando sólo habían terminado su “prólogo” (compuesto de abrazos, besos y protestas de amor) (III, V, 64 – 71). 44 En Macbeth Macbeth supo que era ya Señor de Glamis y de Cawdor. La profecía de las tres brujas se iba cumpliendo. Faltaba la tercera parte de su predicción: la corona de Escocia. Aparte, murmura: -Dos verdades han dicho, Felices prólogos del soberbio acto [happy prologues to the swelling act] Del tema imperial. (I, III, 127 – 129) 45 46 Dos prólogos a lo ridículo Prologuillo a los dos prólogos a lo ridículo Son, estos dos prólogos, carnavalescos, prólogos al revés, que hacen mofa de su género. 47 En El sueño de una noche de San Juan Membrillo dice el Prólogo a La lamentabilísima comedia y muerte muy cruel de Píramo y Tisbe que la menestralía de Atenas va a representar para festejar las bodas de Teseo e Hipólita: Membrillo: Si ofendemos, lo hacemos de buena voluntad. Eso debéis creer, que no venimos a ofender, Como no sea de buena voluntad. Mostrar nuestras simples habilidades: He ahí el verdadero principio de nuestro fin. Considerad, entonces, que venimos sólo para despreciaros, Que no venimos buscando vuestro placer, Son ésas nuestras intenciones. No estamos aquí Para alegraros. Si queréis arrepentiros, Tenéis a los actores a mano y, a través de su representación, Sabréis todo lo que podéis llegar a saber. Teseo: Este hombre no se detiene en los puntos. Lisandro: Ha montado su prólogo como si fuera un potro salvaje, que no conoce la brida. Buena moraleja, mi señor: no basta hablar, si no se dice la verdad. Hipólita: Desde luego ha interpretado su prólogo como haría un niño con una flauta dulce: sonándolo, pero sin ningún gobierno. Teseo: Su discurso ha sido como una cadena liada, con sus eslabones perfectos, pero todos desordenados. (V, I, 108 – 125) 48 En Los dos nobles parientes Maese Gerardo, el Maestro de Escuela, va a decir el Prólogo del “pasatiempo rústico” (III, V, 96) con que observaban lo que debían a Mayo (II, V, 48 – 51) delante de Teseo e Hipólita, los Duques de Atenas, y su séquito. Maestro de Escuela: Entonces, valiente Duque, ave a todos. Ave a todas, dulces damas… Teseo: Un comienzo algo frío. Maestro de Escuela: Si nos prestáis vuestro favor, tenemos armado nuestro rústico pasatiempo. Somos, estos pocos que nos reunimos aquí, Lo que las lenguas más rudas distinguen como “villanos”. Y, a decir verdad, y por no fabular, Somos una alegre junta, o bien la chusma, O una compañía, o, utilizando una figura retórica, el Coro, Y delante de tu Dignidad bailaremos una Danza Morisca. Y yo, su corregidor, Con el título de pedagogus, que dejo caer La vara de abedul sobre los calzones de los pequeños Y enseño humildad a los más altos con la férula, Presento aquí esta máquina, o este aparato, Así que, estupendo Duque, cuya fama, triste y valiente, Vuela de Dis a Dédalo, y se asienta lo mismo en postes como en pilares, Ayuda a este pobre hombre que te desea lo mejor, Y con tus brillantes ojos contempla A este poderoso “Moro” de mucho peso. Sale ahora “Isca” y, los dos encolados juntos, Forman la Danza “Morisca”, la causa de que hayamos venido hasta aquí, El cuerpo de nuestro pasatiempo, de no poco estudio. Aparezco yo primero, aunque rudo, y crudo, y turbio, Para pronunciar delante de tu noble gracia algo de este tenor, Y ofrecer ante tus magníficos pies mi portaplumas. Saldrán a continuación el Señor y la Señora de Mayo, espléndidos, La Camarera y el Copero, que se buscan, a la noche, Detrás de nuestras silenciosas cortinas; luego mi Tabernero Con su gorda Esposa, que reciben, pelándolo, Al escocido viajero con unas señas, Informan al bodeguero de que hinche la cuenta. 49 Viene luego el Bufón, que gusta las primicias de la vaca recién parida, y detrás de él el Bobo, Y el Mono Babuino, con su largo rabo, y su larguísima herramienta, Cum multis aliis que completan la danza. Decid ‘Vale’ y al instante saldrán. Teseo: Vale, vale, desde luego, querido Domine. Pirítoo: Produce. Maestro de Escuela: Intrate filii! Salid, y bailad. (III, V, 99 – 136) Terminada la Danza, Emilia sentencia: “And, for a preface, I never heard a better.” “Y, como prefacio, nunca he oído uno mejor” (III, V, 149). 50 Teoría (ridícula) del prólogo “Hay cosas en esta Comedia [comedy] de Píramo y Tisbe que nunca gustarán” (III, I, 8 - 9). Decía la espada (pringada de muerte) y el león. Para que no horrorizasen al público Fondillo pidió que le escribiesen un prólogo. En él se afirmaría que la espada era de pega, y que Píramo no muere. “Y, para mejor asegurarlos, dirá que yo, Píramo, no soy Píramo, sino Fondillo el tejedor…” (III, I, 18 – 20) Otro prólogo descubrirá que el león no es tal, o, mejor aún, habrá una abertura que dejará ver la mitad del rostro del actor que lo interpreta, el cual se dirigirá a las damas, tranquilizándolas, diciendo, “‘Si pensarais que vengo aquí como león, me apenaría mucho: no, no soy yo tal cosa, soy un hombre como otro cualquiera’, y ahí que revele su nombre, diciéndoles llanamente que es Lengüeta, el carpintero” (III, I, 40 – 44). Fondillo busca, con este prólogo, advertir que su representación es teatro, mentirijillas. En lugar de perseguir la fe poética, y que animemos, con ella, a los personajes, quiere que quede manifiesta desde el principio su naturaleza falsa, mentirosa, y que sepamos, en todo momento, que un actor de carne y hueso lleva la máscara. (En El sueño de una Noche de San Juan) 51 52 Jardín de epílogos 53 54 Quién los dice El último acto de La tercera parte de El Rey Enrique VI ejerce algunas de las funciones del epílogo. Lo pronuncia el nuevo rey, Eduardo, aunque puntean sus parlamentos su esposa y sus hermanos. Tampoco es exactamente un epílogo, pero el Príncipe de Verona dice unas últimas palabras que hacen sus veces en Romeo y Julieta. El Coro, en nombre de su autor, o el autor en persona, inclinándose ante nosotros (“our bending author” [V, II, 404]), dice el epílogo de La vida del rey Enrique V2. La segunda parte de El Rey Enrique IV tiene, tal vez, dos epílogos. Uno (1 – 17) lo dice el autor, o, en su nombre, o en el de toda la compañía, el actor que los solía decir. Afirma, de hecho, la autoridad de la letra: “Si buscáis ahora un buen parlamento, me hacéis mucho daño, pues lo que tengo que decir es de mi fábrica [of mine own making]” (3 – 5). Y sigue: “Sabed, y está bien que lo sepáis, que yo estuve aquí mismo, hace algún tiempo, al final de una obra que no gustó, rezando para lograr vuestra paciencia y prometiéndoos una mejor. Y, así, he querido pagaros aquélla con ésta…” (7 – 11) El otro (18 – ss.), un Bailarín, que obsequia al público con un pequeño baile. Ambos terminarían con el Epílogo puesto de rodillas ante nosotros (pero para rezar a la Reina). El “Epílogo” dice el epílogo de El Rey Enrique VIII. El Rey se adelanta para decir el epílogo en Bien está lo que bien acaba, y sólo cuando lo termina “se entran todos”. En Como gustéis hay un baile y, acabado éste, “queda Rosalinda sola, para decir el Epílogo”. Puck, “el bueno de Robin, bufón y teniente de Oberón”3, dice el epílogo de El sueño de una noche de San Juan. El “Portavoz del Epílogo” (“Speaker of the Epilogue”) dice el de Los dos nobles parientes. 2 3 V, II, 403 ss. Así lo describe en los Dramatis Personae. 55 Gower, que ha dicho los prólogos de todos los actos y de algunas escenas además, se ocupa también del epílogo en Pericles. Dentro de El sueño de una noche de san Juan han representado a lo ridículo Píramo y Tisbe, y Fondillo (Bottom) habría dicho su epílogo, si Teseo no se lo hubiese estorbado (V, I, 338 – 348). En Los dos nobles parientes el Maestro de Escuela epiloga la Danza Morisca que ha dirigido (III, V, 137 – 146). Y Próspero, en fin (tiene que venir el último), dice el estupendo epílogo de La Tempestad. Algunos han visto en el Rey Mago la máscara de Shakespeare, quitándose del teatro, y de la poesía. 56 Cajón de títulos Varios epílogos aprovechan el título de la comedia, jugando con él, recordándolo. En As You Like It (Como gustéis) Rosalinda dice: “Os exhorto, ¡oh mujeres!, por el amor que guardáis a los hombres, a que os guste tanto de esta comedia como os plazca.” “I charge you, O women, for the love you bear to men, to like as much of this play as please you” (Epílogo, 209 – 211). Se está terminando All’s Well that Ends Well (Bien está lo que bien acaba). Helena es casada acabada, feliz y preñada: ha ganado el difícil amor de su marido. El Rey casará bien a Diana, con el chico que ella quiera, dotándola además, si conserva su flor: “Todo parece todavía bien, y si hemos llegado a un final feliz, / con un pasado tan amargo, con mayor placer recibiremos las dulzuras presentes.” “All yet seems well, and if it end so meet, / the bitter past, more welcome is the sweet” (V, III, 327 – 328). Suenan ahí la fanfarria. El Rey se adelanta y dice el Epílogo: “Y por bien acabado lo doy todo, si gano este pleito, / que expreséis vuestro contento…” “All is well ended if this suit be won, / that you express content…” (Epílogo, 2 – 3) El Puck cierra El sueño de una noche de San Juan (A Midsummer Night’s Dream) avisándonos. Son, los personajes, “sombras” (1), y todo este teatro no ha sido “sino un sueño” (“but a dream” [6]). La excelentísima y lamentabilísima tragedia de Romeo y Julieta termina con estos dos versos que corrigen su género (es “historia”) y desordenan los nombres de los novios: “Pues nunca ha habido una historia más triste / que ésta de Julieta y su Romeo.” “For never was a story of more woe, / than this of Juliet and her Romeo” (V, III, 309 – 310). 57 58 en pocas ***** Llamamos epílogo a “la conclusión del razonamiento repitiendo o recapitulando lo dicho con razones sucintas para refrescar la memoria de los oyentes” (Cov.). Epilogar vale, entonces, también, “resumir” (Cov.). ***** La última escena (V, VII) de La tercera parte de El Rey Enrique VI funciona, en cierto modo, como epílogo. Eduardo, de la Casa de York, es el nuevo rey. En un largo parlamento cuenta cómo otra vez ocupa, seguro (eso piensa), su alta silla. La ha recomprado con la sangre de sus bravos enemigos (y dice sus apellidos, y cuánto valían). Besa (bendice) a su “chico”, Ed, el principito (15 – 16), cuya suerte han defendido, y pide a su esposa y a sus hermanos que hagan lo mismo (pero el beso del torcido Ricardo es el de Judas [33 – 34]). Se ocupa de Margarita, devolviéndosela, muy estropeada, a su padre, que había empeñado, para rescatarla, “las Sicilias y Jerusalén” (37 – 41). ***** La vida del Rey Enrique V concluye con la boda de Enrique, el rey de Inglaterra, con Catalina, que heredará Francia. Enrique ha demostrado su valentía, y su fuerza, y hará más (en otra). El Coro lo resume como Gran Capitán: --…Poco tiempo tuvo, pero ese poco lo vivió con toda grandeza Esta estrella de Inglaterra: Fortuna forjó su espada, Con la cual ganó el jardín más rico del mundo, Dejando como señor imperial del mismo a su hijo. (V, II, 407 – 410) ***** En Romeo y Julieta las palabras del Príncipe de Verona sirven de Epílogo a un final desastrado que reparaba algo la paz nueva de Capuletos y Montescos: --Una paz sombría trae consigo esta mañana: El sol, entristecido, no quiere asomar la cabeza. Marchaos de aquí a seguir hablando de estas cosas que tanto nos pesan. Algunos recibirán su perdón, otros, su castigo, Pues nunca ha habido una historia más triste Que ésta de Julieta y su Romeo. (V, III, 304 ss.) 59 ***** Gower trae, en el epílogo de Pericles, la moraleja del ejemplo que ha contado, cómo podemos “descubrir”, “en Helícano”, “una figura de verdad, de fe, de lealtad”, y cómo “los cielos” han “coronado con alegrías, al final” (6), a los buenos (dice a Pericles, con “su reina y su hija” [4]), y castigado a los malos (dice el “deseo monstruoso” de Antíoco, y de su hija (1 – 2), y los celos de Cleonte y su esposa [11 – 16]). ***** Próspero, en el Epílogo a La Tempestad, la resume muy mezquino (que han pasado otras cosas, otras cosas): Ha ganado su ducado, y perdonado al traidor (6 – 7). 60 que continuará ***** En nombre de la compañía el Epílogo promete que seguirán buscando entretener al público con comedias nuevas. En algún caso anuncia su continuación particular. Otras veces alude a otras obras, viejas, que precedieron a ésta, y gustaron o no. ***** En Bien está lo que bien acaba El Rey, vuelto mendigo, dice el Epílogo, y promete que nos pagarán, si expresamos nuestro contento, esforzándose por agradarnos cada día más (Epílogo, 3 – 4). ***** En La segunda parte de El Rey Enrique IV El epílogo a La segunda parte de El rey Enrique IV mezcla con las cortesías de siempre la alusión a una obra anterior. Porque aquélla no gustó, la compañía había prometido “una mejor”, ésta. Y ahora, además, ponía en cartelera una continuación: --Sabed, y está bien que lo sepáis, que yo estuve aquí mismo, hace algún tiempo, al final de una obra que no gustó, rezando para lograr vuestra paciencia y prometiéndoos una mejor. Y, así, he querido pagaros aquélla con ésta, con lo cual, si la nave se ha desgraciado, y regresa a puerto sin suerte, yo me arruino y vosotros, mis generosos acreedores, perdéis. Yo prometí que estaría aquí, y aquí pongo mi persona a vuestra merced: rebajadme algo la deuda, y algo os pagaré, y luego, como hacen la mayoría de los deudores, os haré infinitas promesas. (…) (…) Unas palabras más, os lo ruego. Si no estáis demasiado empachados con toda la grosura que os habéis metido entre pecho y espalda nuestro humilde autor continuará la historia, con Sir John4 en ella, y os alegrará con la hermosa Catalina de Francia: y en la misma, por lo que yo sé, Falstaff morirá de unos sudores, a menos que no lo hayáis matado antes con vuestra mala opinión; pues Viejocastillo murió mártir, y éste no es el mismo que aquél… (Epílogo, 7 – 16; 26 – 32) 4 Sir John Falstaff, que es distinto de otro Falstaff, aquel Oldcastle (Viejocastillo). 61 ***** En La vida del Rey Enrique V El Coro canta al rey Enrique V, que ha dejado a su hijo “como señor imperial” del “jardín más rico del mundo” (por Francia lo decía) (V, II, 409 – 410). Y ahora hace el epítome del reinado desgraciado de su heredero, recordando otras historias que, aunque siguen en el tiempo a ésta, han representado ya sus hombres (los de su Compañía) en los teatros ingleses, las tres partes de El Rey Enrique VI: --Enrique VI, coronado rey en pañales, Sucedió a su padre como rey de Francia e Inglaterra, En cuyos negocios tantos metieron mano, Que perdieron Francia y sangraron a Inglaterra, Cosa que nuestros teatros han mostrado a menudo... (V, II, 411 – 415) ***** En La tercera parte de El Rey Enrique VI Eduardo, rey nuevo, ha derrotado a los enemigos de la Casa de York. Besa al pequeño Ned, su hijo y heredero. Él cosechará, le asegura, “la ganancia” de las “labores” de sus tíos y de su padre (V, VII, 16 – 20). Pero Ricardo (será el tercero de Inglaterra), en un aparte, frotándose la chepa, anuncia que arrasará sus sembrados, y descabezará su trigo (V, VII, 21 – 25), y en otro compara el beso que ha dado al infante con el de Judas (V, VII, 31 – 34). Eduardo ha ordenado celebrar con variadas alegrías su victoria, y cierra la obra con éstas: “¡Adiós, amargos desazones, / que aquí, según espero, comienza nuestra larga dicha!” (V, VII, 45 – 46) Pero estas palabras, que valen como epílogo a la trilogía, y que aprovecha Ricardo (de alma jorobada) para comenzar la tragedia que titula (“Ahora el invierno de nuestro descontento / se ha vuelto glorioso verano con este hijo soleado de York” [Ricardo III, I, I, 1 – 2]), las oímos con una sonrisa amarga, puesto que conocemos las desgracias que la historia reserva para el rey Eduardo y su hijo. 62 ***** En El sueño de una noche de San Juan El Puck promete que, si perdonan a su compañía, se corregirán: “If you pardon, we will mend” (V, I, 416). Pero el verbo “to mend” significó lo mismo que “make amends for”, reparar a otro de algún daño. Y más abajo asegura el genio que, si escapan a la lengua de la serpiente, darán al público un galardón: “Bien pronto os recompensaremos; / y, si no, llamad mentiroso al Puck.” “We will make amends ere long; / Else the Pluck a liar call” (V, I, 420 – 421). Y dice aún: “Dadme las manos, si quedamos amigos, / y Robin reparará vuestras pérdidas [“shall restore amends”].” La restauración, el premio, la recompensa que el Puck nos promete, no es otra, claro, que otra comedia nueva. ***** En Pericles Gower agradece nuestra paciencia (Epílogo, 17 ). Y sigue: “¡Ojalá entren a serviros nuevas alegrías!” “New joy wait on you!” (Epílogo, 18) Dos de los significados del verbo “to wait on / upon” valen. Uno, servir, significa “hacer los ministerios pertenecientes a la persona, casa, o hacienda de alguno, como criado, o siervo suyo”, y “vale asimismo obsequiar y divertir” (Aut.). El otro, “seguirse como consecuencia”. Porque hemos mirado (y oído) con paciencia la comedia que aquí acaba (Epílogo, 18), Gower, en nombre de la compañía, promete otras nuevas, que darán tanto gozo como ésta. ***** En Los dos nobles parientes Han bailado delante de los grandes de Atenas una Danza Morisca, y Maese Gerardo, el Maestro de Escuela, que la ha dirigido, promete que, si ha gustado, y el Duque les da “un árbol o dos / para que sirvan de tálamo a la Niña Maya”, “de nuevo, antes de que se acabe otro año, / te haremos reír a ti y a toda tu tropa” (III, V, 141 – 146). Mayo viene todos los años, puntual, y con él las Mayas y demás teatros que lo celebran. Es teatro, casi, religioso, mítico. 63 ***** En Los dos nobles parientes El Epílogo anuncia que, si ha gustado su “cuento” (Epílogo, 12)… --…tendréis, antes de mucho, Me atrevo a decir, muchos mejores, con los cuales prolongar El viejo amor que nos mostráis. Nosotros, con todas nuestras fuerzas, Quedamos a vuestro servicio… (Epílogo, 15 – 18) 64 “Señoras (y señores, pero luego)” ***** ¿Sería cosa de cajón, cumplido acostumbrado, convención de marras, muy usada en el género, o fue manía particular de Shakespeare? Cuatro veces, en el epílogo, busca arrimarse al mujerío y servirse de su socorro para ganarse la paciencia, o el entusiasmo si se puede, de los bigotudos. Tampoco vas tú derecho a Él, tan seriote, tieso en su alta silla, sino que te encomiendas a algunas de las Marías, tu favorita, para que le acuda con el recado. Del mismo modo, cuando sale el personaje de turno a despedirse, procura primero ablandar a doña Mercedes con humildades y piropos y luego, una vez ganada, le pide que pellizque ella a don Antón, o se lo camele para el aplauso final, propina de amor que te echa el público. Mira y verás: ***** Rosalinda, “la dama” de esta comedia, contradiciendo “la moda”, dice “el epílogo”: --…Yo obraré a mi manera, conjurándoos; y empezaré con las mujeres. Os exhorto, ¡oh mujeres!, por el amor que guardáis a los hombres, a que os guste tanto de esta comedia como os plazca: y a vosotros os exhorto, ¡oh, hombres!, por el amor que guardáis a las mujeres (y por vuestras tontas sonrisas percibo que ninguno las aborrece), a lo mismo, y ojalá os agrade la obra a unos como a otras. Si fuera mujer besaría a todos cuantos tuvieseis barbas que fueran de mi agrado, colores de cara a mi gusto, y alientos que no me desafiaran; con lo cual, de esto estoy segura, todos cuantos lucís buenas barbas, o una cara bonita, o el aliento fresco, pagaréis mi generosa oferta, después de que os haga la zalema, diciéndome adiós. (Como gustéis, V, IV, 208 - 220) ***** El bailarín que dice el Epílogo en La segunda parte de El Rey Enrique IV también se acoge al favor de las damas, o “gentilesmujeres” (“gentlewomen”), que intercederán por su compañía delante de los caballeros, o “gentileshombres” (“gentlemen”): --Todas las damas [gentlewomen] de aquí me han perdonado: si los caballeros [gentlemen] no quisiesen, entonces los caballeros [gentlemen] no estarían de acuerdo con las damas [gentlewomen], cosa nunca vista antes en una asamblea como ésta. (Epílogo, 22 – 25) 65 ***** En El Rey Enrique VIII el Epílogo se encoge de hombros. Sabe que no puede contar con el aplauso general, pero cree que, con el favor de las mujeres, ganarán mucho: --…y me temo Que, ahora mismo, toda la buena opinión que podamos esperar oír Favorable a esta obra, salga sólo De la misericordiosa interpretación de las buenas mujeres, Ya que una tal les hemos mostrado: si ellas sonríen, Y dicen que vale, sé que al poco Todos los hombres mejores son nuestros, pues mala cosa sería Si ellos se frenan cuando sus damas [ladies] les pidan que aplaudan. (Epílogo, 7 ss.) ***** En Los dos nobles parientes Maese Gerardo, el Maestro de Escuela, hizo el Epílogo de la Danza Morisca que la ciudad de Atenas ha representado para sus príncipes, y se dirige primero a la alcaldesa, Hipólita, reina derrotada de las Amazonas, a Emilia, su hermana, y a sus damas compañeras, y después a Teseo, su patrón: Maestro: Damas [Ladies], si hemos sido alegres, Y os hemos agradado con nuestras ábalas, ábalas, hala Y aba la frol y la gala, Decid que el maestro no es ningún bufón. Duque, si también te hemos gustado a ti… (III, V, 137 – 141) ***** Sólo en una ocasión, en el Epílogo a Los dos nobles parientes, quita hembras. “No man smile?” “¿Ningún hombre sonríe?” (Epílogo, 4) Y no lo dice en general, sino en particular del rabudo: --…Aquél que haya amado A una hermosa moza alguna vez, entonces, que asome su rostro (Sería extraño que no hubiese ninguno aquí) y, si lo desea, Que, contradiciendo a su conciencia, nos pite y arruine Nuestro mercado. (Epílogo, 5 – 9) Lo confirma su último verso: “¡Caballeros, buenas noches!” “Gentlemen, goodnight!” (Epílogo, 18) 66 Entre dos aguas “No se usa ver a la dama [the lady] de epílogo, pero ello no está más feo que ver al señor [the lord] de prólogo” (V, IV, 198 – 200). “Si fuera mujer…” (V, IV, 214 – 215) “Si fuera mujer…” Y ¿no lo es? Sale aún a hacer el Epílogo como Rosalinda, doncella, pero a mitad del discurso duda, se quita la máscara, cede la palabra al muchacho imberbe que la representaba. La perplejidad se alarga: el mozo, travestido, coquetea todavía con los caballeros. Y la mudanza es doble, que consigo trae otra desilusión peor: quita personaje, y pone actor. (En Como gustéis) 67 68 Propósitos “Docere” ***** Pensaban que era obligación de nuestros Ingenios “deleitar aprovechando, que es el fin para que Dios depositó tan preciosa habilidad en sus almas”5, o bien, “divirtiendo”, enseñar “para lo futuro”6. Tanto Gower, en Pericles, como el Rey Enrique, en la Segunda parte de su historia, buscan nuestra instrucción y enseñanza (docere). ***** En Pericles Gower manifiesta en el Epílogo la virtud ejemplar de la obra, espejo moral (y repite los casos, los premios y los castigos recibidos): “En Antíoco y en su hija habéis oído…” (1) “En Pericles, en su reina y en su hija habéis visto…” (3) No obstante, concluye deseando que nos gocemos de nuevo (como si nos hubiera divertido su comedia): “New joy wait on you!” “¡Ojalá entren a serviros nuevas alegrías!” (Epílogo, 18) ***** En La segunda parte de El Rey Enrique VI Ha muerto Gloucester en la Torre, y el Rey ordena que le cierren los ojos y que corran las cortinas, y quiere que todos, con él, se entren a meditar (“And let us all to meditation” [III, III, 33]) sobre aquella “sospechosa” “tragedia” (III, II, 193). Meditación “en lo Moral se toma por la consideración o discurso intelectual, sobre algún misterio de nuestra Santa Fe, o sobre alguna materia moral, para sacar de ella algún fruto para el alma” (Aut.). 5 Francisco Bances Candamo, Theatro de los Theatros de los passados y presentes siglos, tercera versión, 1692 – 1694, p. 105. 6 Francisco Bances Candamo, Theatro de los Theatros de los passados y presentes siglos, segunda versión, 1692 – 1694, p. 56. 69 “Ethos” ***** “El grado afectivo más débil (…) se llama ethos. El influjo afectivo, pretendido por el orador, sobre el que domina la situación con la finalidad de provocar el efecto suave favorable a la parte se llama delectare, delectatio, placere (esto especialmente del actor que gusta al público y cosecha aplausos). Este grado afectivo es aprovechable particularmente para el exordium con el fin de conseguir la benevolencia (benevolentia) y, además, aparece en el discurso como ornatus. (…) La delectatio se atribuye funcionalmente a la poesía en general, al considerar como fuente de la delectatio la inspectio comparativa de la realidad del ser y de su reproducción artística (mimema).”7 En la mayoría de los epílogos se afirma que el autor ha procurado, con su obra, deleitarnos, o sea, divertirnos, darnos placer, recreo, gusto especial, suavidad, dulzura, contento (Aut.). ***** En la Tercera parte de El rey Enrique VI Eduardo, que ha restaurado la Casa de York, se siente, después de pasar tantos trabajos, muy descansado: --¿Y ahora, qué resta sino entretener el tiempo Con solemnes triunfos, y alegres espectáculos cómicos, Tales que casen bien con los placeres de la Corte? ¡Que suenen tambores y trompetas! ¡Adiós, amargos desazones, Que aquí, según espero, comienza nuestra larga dicha! (V, VII, 42 ss.) Aquellos “alegres espectáculos cómicos” (“mirthful comic shows”) sirven, entonces, para “entretener [spend] el tiempo” y cebar “los placeres [the pleasure] de la Corte”. ***** Rosalinda dice cuál ha sido el propósito de Como gustéis (As You Like It), la comedia que está terminando, que era gustar (“to like”) a las mujeres (V, IV, 209 – 211), y que pueda “dar placer” a todos (“that between you and the women the play may please”). 7 Lausberg, 1975: 49 – 50. 70 ***** En El Rey Enrique VIII el Epílogo hace la anatomía de su público y deduce que es imposible, siendo éste tan variado, que la obra que han representado agrade a todos: --Diez contra uno que esta obra no podrá jamás gustar A todos cuantos están aquí: algunos vienen para descansar Y dormir una hora o dos, pero a éstos, nos tememos, Los hemos asustado con nuestras trompetas, así que está claro Que dirán que no vale un higo; otros quieren oír A los ciudadanos censurados en extremo, y exclamar, “¡qué ingenioso!”, Cosa que tampoco hemos hecho... (1 – 7) Sólo confía en “la misericordiosa interpretación” (“the merciful construction”) de las mujeres (10): su sonrisa y su vale (11 – 12) ganarán luego a los hombres para su bandera (10 ss.). En todo caso, revela la primera preocupación de la compañía: gustar (“please”). ***** En Los dos nobles parientes el Epílogo sale temblando: “Os preguntaría ahora si os ha gustado la comedia [how ye like the play], / pero, como les pasa a los colegiales, no puedo. / ¡Tengo muchísimo miedo!…” (1 – 3) Estudia a su público: “Ningún hombre sonríe? / Entonces la cosa va mal, según veo” (4 5). Y declara exactamente su “honrado propósito” (“honest purpose”): --…Si el cuento que hemos contado (Y no es otra cosa) os contenta [content ye] de alguna manera (Y para ese honrado propósito fue concebido) Sacamos lo que queríamos [we have our end]… (12 – 15) 71 ***** En Cuento de invierno En una especie de prólogo al cuarto acto, “el Tiempo, de Coro”, se despide con palabras propias de un Epílogo, deseando que el público no lo haya pasado demasiado mal: --…Todo esto toleradlo Si alguna vez habéis pasado un rato peor que éste, Y, si nunca os ha sucedido, el Tiempo mismo Os desea de todo corazón que nunca lleguéis a pasarlo. (IV, I, 29 – 32) ***** Próspero quería, escribiendo (representando) La Tempestad, mucho. Y aquí, creo, miente: “…Or else my project fails, / which was to please” (Epílogo, 12 – 13). ¿Era ése su “proyecto” (que, si no, fallaba): “agradar”? No, claro. ***** En Bien está lo que bien acaba el Rey, en el Epílogo, expresa qué perseguía la compañía con la comedia: nuestro “contento” (“content” [2]), y agradarnos (“to please you” [4]). Contento significa “alegría y gozo causado por alguna cosa gustosa y propicia al ánimo y a sus afectos” (Aut.). ***** En La segunda parte de El Rey Enrique IV el autor (o el actor que suele epilogar sus comedias) confiesa, “primero”, su “miedo”, haber merecido nuestro “displacer” (“your displeasure” [1 – 2]). Recuerda que, saliendo “al final de una obra que no gustó” (“in the end of a displeasing play” [8 – 9]), prometió otra “mejor” (10), que era ésta (10 – 11). Y anuncia, todavía, una segunda parte (27 – 28) en la cual saldrá Sir John Falstaff, y se acabará “de unos sudores” (28 – 30), y nos alegrará (“will (…) make you merry”) la “hermosa Catalina de Francia” (28 – 29). 72 “Ridiculum” “Una variante del ethos es lo ridiculum, que puede adherirse a la materia (por ejemplo, en la comedia) o se añade (festivitas, urbanitas) como ornatus del pensamiento.”8 En Los dos nobles parientes, terminada la Danza Morisca que ha dirigido, el Maestro de Escuela habla en primer lugar a las damas, y luego al Duque: con unas y con otro han intentado ser “alegres” (“merry”) y gustar: “Ladies, if we (…) have pleased ye…” (III, V, 137 – 138) “Duke, if we have pleased thee too…” (III, V, 141) Y, de hecho, prometen, cuando toca, dentro de otro año, hacerles “reír” (III, V, 146). Aquí se persigue, en lugar de la inteligente sonrisa, la carcajada. 8 Lausberg, 1975: 49 – 50. 73 “Pathos” “Go hence to have more talk of these sad things” (V, III, 306). El Príncipe de Verona dice a los apellidos enemigos que se entren a hablar todavía de “estas tristes cosas”. Pero nos lo dice, sobre todo, a nosotros, que, cuando salgamos del teatro, conversemos sobre esta “historia”, la más triste del mundo, la “de Julieta y su Romeo” (V, III, 308 – 309). Apela, pues, el Príncipe (en nombre de su Autor) al “grado afectivo más fuerte”, el pathos, y busca, con él, conmovernos. 9 (En Romeo y Julieta) 9 Lausberg, 1975: 49 – 50. 74 manifestar humildades ***** Quieren casi siempre, o eso dicen, divertir, dar gusto, regalar un rato, contentar. Nada más, y no es poco. Esta intención, que se repite casi ceremoniosamente en varios epílogos, sirve, de paso, para ahorrar al autor, y a su compañía, otras censuras. La obra, ¿ha parecido indecente, boba, mentirosa? ¿Y qué? Esto no es escuela, y tampoco iglesia. Entreteneros, con eso tenemos bastante. De todos modos, es oficio en el que se descara uno y queda, en el saludo final, arriba del tablado, muy expuesto. Y no sólo se arriesgaban los cómicos al abucheo. Si tu padrino te retiraba favores, se hundía la compañía. Si fastidiabas a la Ciudad, o al Rey (a la Reina), cerraban los teatros, y peor lo pasaban los autores, hubo lo de Thomas Kyd, que padeció la cárcel y el tormento, y lo de Christopher Marlowe, su compañero de cuarto, acuchillado en una taberna orillera del Támesis. Por eso la humildad buscada, el apocamiento, la sarta de disculpas. Y para muestra valgan estos botones. ***** En El sueño de una noche de San Juan Han representado, los oficiales mecánicos de Atenas, para celebrar la boda de su alcalde con Hipólita, la reina de las Amazonas, Píramo y Tisbe. Y Fondillo, el tejedor, se dirige a Teseo: Fondillo: ¿Gustaréis de ver el epílogo, o preferís oír una danza bergamasca con dos de nuestra compañía? Teseo: Epílogos no, os lo ruego, que vuestra obra no necesita excusas. No os excuséis jamás, puesto que cuando los cómicos estén todos muertos, no hará falta echarle la culpa a nadie. Por la Virgen, si quien la escribió hubiera interpretado a Píramo, y se hubiera ahorcado con la liga de Tisbe, habríamos tenido una tragedia perfecta…y verdaderamente lo es, representada de manera notable. Pero ¡venga vuestra bergamasca, y dejad en paz vuestro epílogo! [Bailan.] (V, I, 338 – 348) Piensa Teseo que los epílogos sirven sobre todo a los representantes para pedir “excusas” por sus faltas, y sobran. 75 ***** Sale “el Coro” (pero es su autor, dándose barato, humildísimo) al final de La vida del Rey Enrique V: “Hasta aquí, con la pluma basta y muy estropeada, / nuestro autor, inclinado ante vosotros, ha llegado con la historia…” (V, II, 403 – 404) ***** El Epílogo de El Rey Enrique VIII afirma, encogiéndose de hombros (y apuesta por ello “diez contra uno” [1]), que la obra que han representado “no podrá jamás gustar / a todos cuantos están aquí” (1 – 2), y sólo confía en la opinión favorable, y en “la misericordiosa interpretación de las buenas mujeres” (8 – 10) que ganarán luego, para su causa, “si sonríen, / y dicen que vale” (“if they smile, / and say ‘twill do” [11 – 12]), a los hombres, “pues mala cosa sería / si ellos se frenan cuando sus damas les pidan que aplaudan” (13 – 14). ***** En El sueño de una noche de San Juan El Puck teme que su compañía de “sombras” haya “ofendido” (V, I, 409) al público, y encuentra disculpa en el hecho de que “este tema, vano e insustancial” (“this weak and idle theme”) “no ha rendido otra cosa que un sueño” (V, I, 413 – 414). --Sed gentiles, y no nos riñáis: Si nos perdonáis, nos corregiremos. Y, como que soy un Puck honrado, Si tenemos la suerte inmerecida De escapar ahora a la lengua de la serpiente, Bien pronto os recompensaremos; Y, si no, llamad mentiroso al Puck. Conque buenas noches a todos vosotros. Dadme las manos, si quedamos amigos, Y Robin reparará vuestras pérdidas. (V, I, 415 ss.) ***** En Bien está lo que bien acaba, en el epílogo, “el Rey es mendigo” (1), y viene con un “pleito”, o con una “petición” (“suit”) (2), que expresemos nuestro “contento” (3). Pide luego paciencia, y que le prestemos nuestras “gentiles manos” (5 – 6). 76 ***** En Los dos nobles parientes Maese Gerardo, el Maestro de Escuela, que ha dirigido la Danza Morisca para los Duques de Atenas, ruega a las damas que lo defiendan (“Decid que el maestro no es ningún bufón” [III, V, 140]), y al Duque, si se han “portado como niños buenos” (III, V, 142), árboles para las Mayas. Teseo pagó al “domine” veinte monedas, y Pirítoo les dio propina para que pintasen el árbol mágico (III, V, 147 y 150 – 151). ***** En Los dos nobles parientes el Epílogo sale tímido y miedoso como un colegial (1 – 3). Examina a los caballeros del público: “¿Ningún hombre sonríe?” (4) Los desafía, que piten, y arruinen su “mercado”, dice (8 – 9). --…En vano, ya lo veo, os detengo: ¡Enfrentémonos, pues, a lo peor! Ahora ¿qué me decís? Y, sin embargo, no me malinterpretéis: yo no soy atrevido, Ni tenemos razón alguna para serlo. (9 – 12) Promete, si los ha contentado con ésta, otras comedias, “para prolongar / el viejo amor que nos mostráis” (16 – 17). “Nosotros, con todas nuestras fuerzas, / quedamos a vuestro servicio” (17 – 18). ***** En el epílogo a La segunda parte de El rey Enrique IV el autor sale diciendo su “miedo” a nuestro “displacer” (1 – 2), saludando (es “cortesía”, y su “deber”: “my curtsy, my duty” [2]), y procurando, con su “parlamento”, nuestros “perdones” (3). --…Si buscáis ahora un buen parlamento, me hacéis mucho daño [you undo me], pues lo que tengo que decir es de mi fábrica; y verdaderamente lo que debería decir resultaría en mi ruina [marring]. (3 – 6) Quiere más: nuestra absolución (“to acquit me”). Y, si no la tiene aún, usará los pies (18 – 19). Bailará, nos dará “las buenas noches”, y se arrodillará ante nosotros, “pero sólo, desde luego, con el fin de rezar por la Reina10” (16 – 17). 10 En la edición en cuarto, la oración se sitúa cuando termina el primer párrafo: en el Folio, al final del Epílogo. 77 ***** En Como gustéis “¡En menudo caso me hallo entonces, cuando ni soy un buen epílogo, ni puedo insinuarme con vosotros con el padrinazgo de una buena comedia!” (V, IV, 204 – 206) Insinuarse “es introducirse con maña, habilidad y dulzura con otro, en cualquier materia; pero especialmente se dice de la amistad, gracia o benevolencia de alguno” (Aut.). “No voy vestida de pordiosera, así que mendigar no me sentaría bien. Yo obraré a mi manera, conjurándoos…” (V, IV, 206 – 208) Sólo Rosalinda, que es, entre las heroínas de Shakespeare, la niña de los ojos de muchos, sale brava a su final, pudiéndonos. Lo suyo no es mendigar, alargar el plato. Viene a obligarnos, como si fuésemos sus demonios familiares, con un hechizo, y nos despedimos de ella encantados. 78 solicitar paciencias Paciencia significa “tolerancia y sufrimiento, o en los trabajos propios y adversidades o en las ocasiones que nos dan para perderla” (Cov.). Es virtud, “uno de los frutos del Espíritu Santo” (Aut.). Con ella, se dice, se gana el Cielo (Aut.). “Se usa también por espera y sosiego, en las cosas que se desean mucho” (Aut.). Con ella nos exhortan “a la conformidad en cualquier trabajo” (Aut.). “Se usa también por el sufrimiento y tolerancia indebida en materia de honra y pundonor” (Aut.), y, así, paciente vale el bujarrón, y el cornudo (Cov.). Los cómicos nos tientan la paciencia. El autor en persona, o alguno de los representantes, en su nombre, dice: “Sabed, y está bien que lo sepáis, que yo estuve aquí mismo, hace algún tiempo, al final de una obra que no gustó, rezando para lograr vuestra paciencia y prometiéndoos una mejor” (La segunda parte de El Rey Enrique IV, Epílogo, 7 – 10). En Bien está lo que bien acaba el Rey, traducido en mendigo, propone al público un trueque: “Sea nuestra, entonces, vuestra paciencia, y sean vuestras nuestras partes” (Epílogo, 5). En Pericles Gower se dirige, para cerrar el epílogo, al público: “Así que, atendiendo siempre a vuestra paciencia…” (Epílogo, 17 ) Atender aquí significa “cuidar, poner todo el estudio y desvelo en mirar, o entender lo que a sí o a otros conviene”, y también “mirar con agrado, con estimación y justificación a uno, haciendo aprecio de sus méritos y prendas para honrarle y premiarle” (Aut.). 79 tratar trueques --Sea nuestra, entonces, vuestra paciencia, y sean vuestras nuestras partes; Prestadnos vuestras gentiles manos, y llevaos nuestros corazones. (Epílogo, 5 - 6) El que hacía al Rey, de parte de la compañía, mendiga la paciencia del público y, si no es mucho, un aplauso. Los cómicos entregan, a cambio, el corazón, y ya han adelantado sus partes, o sea, sus máscaras, sus papeles. Sólo si acogemos a Ofelia, a Lear, a Julieta, damos suelta a los actores y pueden ir, aliviados de sus personajes, a la taberna, o a casa. De otro modo, tendrían que cargar con ellos como con una mala sombra. (En Bien está lo que bien acaba) 80 ganar aplausos ***** “Aplauso. La aprobación del pueblo y de todos en común, con semblante risueño y voz de alegría, y dando una palma con otra. (…) Por sólo esto hay quien sale a la plaza a esperar un toro, sin considerar el peligro a que se pone; y muchos buenos ingenios han dejado sus estudios y seguido la compañía de los comediantes, porque saliendo al teatro, los oyentes los reciben con señal de gusto y contento…” (Cov.) “Aplauso. Contento y complacencia general, manifestada con palabras, júbilos y otras demostraciones exteriores de saltos y palmadas, aprobando o alabando alguna cosa…” (Aut.) ***** Hay aplausos suaves, discretísimos. El autor de La vida del Rey Enrique V, quedándose solo al final de su obra, por amor (“for their sake” [V, II, 415]) de aquellos “hombres poderosos” que los cómicos han confinado “en muy poco espacio” (V, II, 405), pide de nuestras “imparciales opiniones” (“fair minds”) nuestra “aceptación” (“acceptance”) (V, II, 416), que vale “aprobación, acepción [y] aplauso” (Aut.). Acepción es “el acto de recibir, admitir y aceptar lo que es agradable y digno, o por su bondad y calidad, o por ser del gusto y aprobación de quien lo admite y estima” (Aut.). Es que la realidad de sus criaturas depende de que aceptemos su “historia” (V, II, 404), o su representación. ***** El Epílogo de El Rey Enrique VIII cree que si las mujeres sonríen, / y dicen que vale” (11 – 12), “todos los hombres mejores son nuestros, pues mala cosa sería / si ellos se frenan cuando sus damas les pidan que aplaudan [for ‘tis ill hap / If they hold, when their ladies bid them clap]” (13 – 14). 81 ***** En El sueño de una noche de San Juan El Puck pide primero nuestro perdón (V, I, 416), y que no los envenenemos con lenguas de serpiente (V, I, 419), y, después de darnos las buenas noches, quiere nuestro aplauso: “Give me your hands…” --Dadme las manos, si quedamos amigos, Y Robin reparará vuestras pérdidas. (V, I, 423 - 424) ***** En Bien está lo que bien acaba el Rey, pordioseando, concluye su epílogo solicitando nuestro aplauso, que cambiaría por los corazones de los comediantes: “Prestadnos vuestras gentiles manos, y llevaos nuestros corazones.” “Your gentle hands lend us and take our hearts” (6). ***** Ha terminado la representación de La Tempestad. Próspero será nuestro prisionero hechizado en aquella “isla vacía” (8) si no soltamos sus amarras con nuestro aplausos y empujamos las velas de la nave que lo llevará a Nápoles con nuestros bravos: --No, soltadme las cuerdas Con la ayuda de vuestras buenas manos: Vuestro gentil aliento mis velas Debe hinchar, si no, falla mi proyecto. (9 – 12) 82 Vinoso En Como gustéis --Si es verdad que el buen vino no necesita cepa, verdad será que una buena comedia no necesita de epílogo. Sin embargo, para criar el buen vino sí usan buenas cepas, y las comedias mejoran con la ayuda de buenos epílogos. (V, IV, 200 – 204). Una parra trepaba las puertas de las tabernas que servían vino, anunciándolo. En castellano decían a eso “vender al ramo”. Así, en la primera parte de la paradoja, se afirma que la cepa (el cartel de la bodega) no hace mejor el vino. Después se corrige. El epílogo es la cepa de la comedia, que es lo mismo que decir su madre, ¡ahí es nada!, y no un hijuelo suyo, como parece. 83 84 Sombras, y soñadas ***** En La vida del Rey Enrique V el Coro, fundido con el autor, alude brevemente a las dificultades del género (el mundo no cabe en el teatro, ni un reinado en dos horas de representación). --Hasta aquí, con la pluma basta y muy estropeada, Nuestro autor, inclinado ante vosotros, ha llegado con la historia, Confinando en muy pequeño espacio a hombres poderosos, Deformando con sus espasmos el curso pleno de su gloria. (Epílogo, 1 – 4) ***** En El sueño de una noche de San Juan Se han entrado los hombres (“es casi la hora de las hadas” [V, I, 350]), y luego los Reyes de las Hadas, Oberón y Titania, con todo su tren. Y se ha quedado solo Puck: --Si nosotros, que somos sombras, hemos ofendido, Pensad únicamente esto, y todo se arreglará: Que aquí no habéis hecho sino dormir Mientras estas visiones aparecían. Y en lo que toca a este tema, vano e insustancial, Que no ha rendido otra cosa que un sueño, Sed gentiles, y no nos riñáis… (V, I, 409 - 415) El mundo es un teatro y, el teatro, sueños. Son, los personajes, sombras, y sus cosas meros sueños. Según el Puck, “el bueno de Robin”, el geniecillo travieso de una noche de San Juan. Al final dan las luces y, despertando nosotros, recordando, los apagamos a ellos. 85 86 Adiós El Epílogo da por concluida la obra, baja el telón, y se despide de nosotros, o nos pide que nos despidamos de ellos. Gower cierra así Pericles: “Aquí tiene nuestra comedia su final.” “Here our play has ending” (Epílogo, 18). El Epílogo de Bien está lo que bien acaba comienza con éstas: “El rey es mendigo, ahora que la comedia ha terminado [now the play is done]” (1). Murió Gloucester en la Torre y hallaron “esta tragedia” “sospechosa” (III, II, 193). Y con razón, que lo habían asesinado. El rey dice su epílogo, las últimas palabras del tercer acto: “Cerrad sus ojos, y corred las cortinas, / y entrémonos todos a meditar” (III, III, 32 – 33). Esto, en La segunda parte de El Rey Enrique VI. Rosalinda pide a los hombres del público que paguen su “generosa oferta” (los besaría), después de que les haga la zalema (“when I make curtsy”). Entonces “decidme adiós” (“bid me farewell”) (Como gustéis, V, IV, 217 - 220). Nos dan las buenas noches el Epílogo, en Los dos nobles parientes (“¡Caballeros, buenas noches!” [18]), el Puck, en El sueño de una noche de San Juan (“Así que buenas noches a todos vosotros” [V, I, 422].), y el Bailarín que hace una parte del Epílogo en La segunda parte de El rey Enrique IV (“Se me ha fatigado la lengua; cuando tampoco pueda con las piernas, os daré las buenas noches [I will bid you good night] [32 – 34]). 87 88 El caso de Próspero ***** “Próspero no está seguro de su público”.11 O, más bien, no está seguro de la eficacia de la comedia que ha escrito. Desde muy temprano surge, en los estudiosos de La Tempestad, la cuestión de la fe poética que señorea el epílogo: “Soy consciente de que, en efecto, en esta obra, se aparta demasiado de la verosimilitud que debería ser observada en este tipo de textos; sin embargo, lo hace con tanta fineza que uno tiende fácilmente a tener más Fe, por él, de lo que la Razón permite. Su Magia tiene algo muy Solemne, muy Poético…”12 “El poeta ha invocado aquella fe poética, aquella convicción intelectual, que es necesaria para hacer que parezca verdad lo que de otro modo juzgaríamos casi fabuloso.”13 En el Epílogo es Próspero quien se nos acerca, no, como en otros, el actor que lo re-presenta.14 Viene a seducirnos (a engañarnos, a procurar que demos por verdadera su fábula), porque es menos de lo que era, y no puede terminar la obra sin nuestro socorro: “La mayoría de los epílogos dramáticos (…) forman una especie de segundo final, de final suplementario. En él, el actor que ha interpretado uno de los papeles principales (…) abandona su personaje y se acerca al público como actor (…) Así, el epílogo es un mero suplemento del cuerpo principal de la acción, un añadido convencional que se pega a la acción que ya ha concluido. Próspero, sin embargo, no se acerca al público como actor, sino como Próspero, pero desposeído, sin sus poderes mágicos. (…) [Además], puesto que el epílogo incluye al público dentro de la acción principal de la obra, para que la complete, el público se transforma, no en el espectador marginal, desplazado, de la obra, sino en su sujeto implícito, en su juez y, en cierta manera, en su creador.”15 11 Berger, Jr. (1988: 40). Rowe (1991: 31). 13 Coleridge (1991: 52 – 53). 14 Kiernan (2001: 100). 15 Patrick (1988: 83 – 84). 12 89 “La obra no deja a Próspero con el control absoluto, y resulta significativo que al final abandone el espacio que ha colonizado para ejercer su espectacular autor/idad en otra parte, fuera del escenario. En el epílogo, que dice Próspero, vuelve a sujetarse a las exigencias del teatro colaborativo.”16 Ahora bien, ¿podemos tanto? “Hemos de admitir (…) una perplejidad nerviosa, mezclada, francamente, con resentimiento. ¿Cómo podemos nosotros conceder la indulgencia que nos pide en su epílogo de una manera tan renqueante, tan dócil? Somos prisioneros suyos, y es él quien nos ha llenado de embarazosas dudas, de desasosiegos. Desde luego nosotros no estamos en condición de dar la libertad a nadie.”17 “Por primera vez vemos a Próspero en el mundo real, plantado más allá de los confines de su círculo mágico, preparándose para enfrentarse a la vida con los mismos medios ordinarios de cualquier hombre. (…) El epílogo es, así, otro prólogo; él sigue tentando, experimentando, indeciso, al borde del abismo…”18 ***** “Ahora mis encantamientos están todos arrimados…”19 “Now…” “Ahora….” Toca. Se han agotado los plazos, y no hay más demoras. Ahora, empezando de nuevo, como nuevo, si es que se puede. “my charms…” “Mis encantamientos…” La prosa es cosa común, que acerca. Pero si empleas rimas o aliteraciones, si repites acentos, si mides y agrupas las frases, te apartas de los demás, buscas, recogido, lo otro, lo que no entiendes, lo que habrá o no. La poesía primera fue mágica, religiosa, mester de hechicería. Charm viene de carmen, “verso brujo”, como se dijo encantar de los murmullos entonados con que el iluminado forzaba a sus angelicos. “…are all o’erthrown…” “Están todos arrimados…” Arrimar “vale también dejar para siempre, y como abandonar, y olvidar lo que antes se hacía, o el ejercicio, empleo y ministerio en que uno se ocupaba, entretenía y trataba: y así se dice Fulano arrimó los libros, arrimó las armas, &c.” (Aut.). El Diccionario de Autoridades trae más ejemplos: se arrima la guitarra, el cetro, el bastón de mando. 16 Masten (1997: 110). Auden (1991: 81). 18 Berger, Jr. (1988: 41). 19 Aquí no cuento sílabas, que me importa traducir el Epílogo exactamente. 17 90 Próspero, aquí, da por hecho lo que dijo atrás, a solas (cuando uno habla de veras), en monólogo famoso con acompañamiento de arpa. Próspero ha renunciado a las artes de las que se valía y, por si le tentase emplearlas luego, y con tal de que nosotros, que lo vigilamos, sepamos que va en serio, aparta el palo prodigioso y el Libro que guarda su ciencia donde no pueda alcanzarlo. ***** “Y todas las fuerzas que me quedan son las mías, Y escasísimas.” Se nos allega Próspero sin poderes, desasistido de Ariel, tan desayudado como cualquiera. ***** “…ahora, en verdad, Habré de verme confinado aquí por vosotros, O enviado a Nápoles.” Cuando recitas el epílogo, en teatro, te sales del cuento para pedir al público la venia y otras gracias. Aquí Próspero nos pone muy en alto, casi como a divinos. De nosotros depende, dice, nosotros le daremos cárcel o buen regreso. ***** “No dejéis, Ya que he ganado mi ducado, Y perdonado al traidor, que viva En esta isla vacía, bajo vuestro hechizo, No, soltadme las amarras Con la ayuda de vuestras buenas manos: Vuestro gentil aliento mis velas Debe hinchar, si no…” Ahora (eso, ahora, en sus penúltimas) gira la suerte, vuelcan los oficios, y hay mudanza de papeles: tú, que mirabas, tienes al antiguo mago cercado en el corral maravilloso de tu imaginación. Próspero, Miranda, Ariel, Calibán y los demás están o no, existen vagamente, son fantásticos aún. Animar sus figuras es tu faena. Incorpora sus cosas a las tuyas, dales bulto, luces y sombra, y vivirán. 91 Aplaudes (o te sonríes, o te estremeces callado, disimulando el lagrimón sentimental) y con eso el personaje se encarna, o sea, se hace carne, transciende la ficción, se concreta. La “fe poética”, decía Coleridge, obra cuando, adrede, y para ese momento, nos volvemos cándidos, bobos, y suspendemos nuestro descreimiento. Así, simples, idiotas, hacemos verdadero lo fabuloso: Próspero podrá casar muy bien a Miranda a la segunda (que las bodas del cuarto acto fueron teatrales), en Nápoles, y regresará a Milán a morirse, como debe, aburridísimo. ***** “…si no, falla mi proyecto, Que quería agradar.” La intención de gustar, pregonada al final, es formularia, cosa de época o de género. Shakespeare la ha usado bastante. Próspero “vacila entre las opciones del aplauso y de la oración, entre el oficio del cómico y el del pecador, entre la obligación de dar al público placer o provecho moral.”20 ***** “Ahora me faltan Espíritus a los que obligar, Arte con el que encantar, Y mi final es desesperado, A menos que me vea rescatado por la oración, Que con su máquina poderosa asalta A la merced misma, y nos libra de los pecados. Así como quisierais ser perdonados de vuestros crímenes, Dejad que vuestra indulgencia me dé la libertad.” En otros epílogos piden disculpas al público por cortesía, no sea que alguno se haya molestado o, peor aún, que no se haya entretenido. En éste no. Aquí el perdón que se busca es religioso, está en el tuétano de la obra. Es el Epílogo, en sus últimos versos, un padrenuestro rezado al cielo de butacas. Nosotros, endiosados, desde el gallinero (que por algo llaman también paraíso) desligaremos o no a los personajes, sacándolos de la comedia, haciéndoles sitio en el corazón. 20 Berger, Jr. (1988: 40). 92 ***** Epílogo: la última palabra. Tan seguro está de ello, de que, con eso, se termina (él, el mundo en el que se había quedado a solas con su hija), que “parece más reacio que nunca a abandonar” la isla, la representación. El Epílogo “es su acto final, el más revelador: no sólo intenta retrasar el adiós, está robando una [última] escena. (…) Uno tiene la impresión de que se está agotando, de que está, literalmente, desanimándose.”21 Y es que el final que ha escrito para sí mismo es tristísimo, espantoso: “La otra cara de su representación final es que es gratuita. Evita con ella regresar por ahora a Milán, abandonar el escenario; momentáneamente, no tiene que vivir su mezquina vida; y puede aún dirigirse a un público más allá de la isla, de la obra. Ha intentado trabajar las almas de los otros; ha proporcionado el final feliz que esperábamos; y ahora se vuelve hacia nosotros, como si no estuviese del todo seguro de sus logros.”22 ***** El galés valiente…, de George Purslowe23, termina con estas palabras del Bardo: --…Ahora os ruega el viejo Bardo que digáis Si nuestra historia ha sobresalido por buena o por mala. Si la juzgáis mala me encerraré yo en mi silenciosa tumba Y, metido en mi mortaja, dormiré en la tranquilidad del polvo, Aunque pretendía dar a luz por segunda vez. Pero si ha gustado, entonces el Bardo afinará su voz Para cantar de nuevo las alabanzas de este galés. Las campanadas son la música de los muertos: antes de irme, El sonido de vuestros aplausos me dirá si sí o si no.24 En las traducciones se pierde mucho; aquí, casi todo. En el original inglés, los últimos versos dicen: “Ere I goe, / Your Clappers sound will tell me I, or no.” “I, or no.” “Si yo [soy], o si no [soy].” Y suena igual que “aye or no” (“si sí o si no”).25 Próspero, como este “viejo Bardo” cambrio (de otro país mágico), será o no, según ordenen nuestros “aplausos”. Y su cuento, La Tempestad, será o no sólo si nos lo creemos. 21 Berger, Jr. (1988: 38 – 39). Berger, Jr. (1988: 40). 23 The valiant Welshman, 1615. 24 Masten (1997: 111). 25 Como subraya Masten (1997: 111). 22 93 ***** La Tempestad, “parece ser, no va a terminar nunca…”26 Próspero, que la ha escrito, que ha dirigido su representación para separarse de su hija, para sacarla de los humedales de sus sueños, vacila ahora. No sabe si servirá, su gastado cuento de invierno, todo aquel teatro. Si nos creeremos a este Viejo de comedia, que suelta a Miranda desapegado, generosamente. 26 Kiernan (2001: 100). 94 Bibliografía • SHAKESPEARE, William, • (1985), The Second Part of King Henry VI, Part Two, (1589 – 1592). Andrew S. Cairncross, ed., Londres y Nueva York, Arden. • (1981) The Third Part of King Henry VI, Part Three, (1589 – 1592). Norman Sanders, ed., Bungay, Suffolk, The New Penguin. • (2002), Romeo and Juliet (1594-95), Brian Gibbons, ed., Londres, Arden. • (1997), A Midsummer Night’s Dream (1595-96), Harold F. 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