ejército REVISTAILUSTRADADE LAS ARMASY SERVICIOS Año Xl • Núm. 123 • Abril 1950 SUMARIO La marchas Coñtraataques.—T. Coronel Alonso Alonso. de las Unidades de Infantería autotransportadas.—Coinandante mixtas Echevarría. Psicotecnia e instrucción: La atención.—Comandante Una línea de etapas española en el siglo XIII.—General La fortificación Fernández- Trapiella. García de Prunecla. permanente en el momento actual. Características ztnas fortificadas.—--Comandante Flores. Panorámicas Fotográficas y Fotogramétricas.—T. Información fundamentales de las Coronel Mexía. e Ideas y Reflexiones: Nueva organización de la División de Infantería norteamericana.—T. Staples. (Traducción.) Coronel Mc Cutchen y Comandante La bomba de hidrógeno.—Coronel Vich. Los/actores de la movilidad del combatiente.—Cororiel S. L. A. Marshall. (Traducción.) La cuestión religiosa en el Ejército británico.—Comandante Thomas. (Traducción.) Educación Fis ica.—Prueba de potencia.—Comandante Alamán. El bombardeo inestratégico y la ruina mundial.—General J. F. C. Fuller. (Traducción.) Pensamientos sobre la estrategia de nuestro tiempo.—Almirante Dickens. (Traducción.) La máquina de guerra rusa. Capitán Liddel Hart. (Traducción.) Estudios sobre la segunda guerra mundial. La invasión aijada en Europa en 1944 vista del lado alemán.—T. Genera Speidel. (Traducción.) Guía bibliográfica.—Redacción.;1] s ideas contenidas en los trabajos de esta Revista representan únicamen opinión del respectivo firmante y no la doctrina deilos organismosoficiale y Administración.Alcalá, 18, 30 - MADRID Teléf 22-52-54 Apartadode Correos 31 - - MINISTERIODELEJERCITO jerci re’niti iIoIriiqIq de Iu urin ycr’iirto, DIRECTOR: ALFONSO FERNANDEZ, Coronel de E. M. JEFE DE REDACCIÓN: Coronel de E. M. Excmo. Sr. D. José Díaz de Villegas, Director General de Marrueco y Colonias. REDACTORES: General de E. M. Excmo. Sr. D. Rafael Alvarez Serrano, Profesor de la Escuela Superior del Ejército. Coronel de Artillería, del Servicio de E. M., D. José Fernández Ferrer, de la Escuela Superior del Ejército. Coronel de Infantería D. Vicente Morales Morales, del Estado Mayor Central. Coronel de E. M. D. Miguel Martín Naranjo, del Estado Mayor Central. Coronel de E. M. D. Gregorio López Muiíiz, de la Escuela Superior del Ejército. Coronel de E. M. D. JuanPriego, del Servicio Histórico del Ejército. Teniente Coronel de Infanterfa, del Servicio de E. M., D. José Otaolaurruchi Tobía, del Estado Mayor Central. Teniente Coronel de Infantería, del Servicio de E. M., D. Felipe Saneliz Muñoz, del Estado Mayor Central. Teniente Coronel de Ingenieros D. Manuel Arias-Paz Guitián, Director de la Escuela de Auto movilismo. Teniente Coronel Interventor D. José Bercial Esteban, del Ministerio del Ejército. T. Coronel Ingeniero de Armamento D.Pdro Salvador Elizondo, de la Direc. Gral. de Industria. Comandante de Intendencia D. José Rey de Pablo, del Ministerio del Ejército. PUBLICACIÓN MENSUAL Redacción y Administración: MADRID, Alcalá., 1.8, 3.° Teléfono 22-52-54 * Correspondencia, Apartado de Correos 317 PRECIOS DE ADQUISICION Para militares, en suscripción colectiva por intermedio del Cuerpo4,50 EJar Para (poradelantados) trimestres adelantados) 5,00 Para militares, el públicoen en suscripción general (por directa semestres 6,00 Número suelto7,00 Extranjero8,00 Correspondencia para colaboración, al Director. Correspondencia para suscripciones, al Administrador, D. Francisco de MataDiez, Comandante de Infantería. e CONTRAATAQUES Coronel de Infantería, del Servicio de E. M., MARIANO ALONSO ALONSO,Jefe de estudioa de la Academia General Militar. • EL aumento evidente de la capacidad de penetra ción de los Ejércitos modernos en las pbicio nes defensivas reclama la adopción de sistemas ftefensivos profundos, para que ese ariete o punta de -lanza, que atravesaría fácilmente una línea del gada, quede embotado o detenido en el espesor de una zona ancha. A mayor capaciciad de perforación de un proyectil, es preciso oponer mayor grueso del blindaje. Por ello hoy se defienden zonas y no líneas, y las organizaciones defensivas—que albergan a los hombres para protegerles y permitir que- utilicen con la máxima eficacia las armas que han de des truir ál atacante impidiendo su avance—están di seminadas y escaqueadas en frente y fondo, flan flanqueándose mutuamente, en toda la superficie de la zona defensiva que corresponde a cada Uni dad. Para disminuir la vulnerabilidad hay que aumentar las dimensiones de estas zonas defensivas y, por tanto, la diseminación. Los preceptos reglamentarios asignan las siguien tes dimensiones a las zonas a defender por las dis tintas Unidades: - De 20 a 30 metros de anchura y otros tantos de profundidad, el Pelotón; 200 a 250 de frente por 50 ó Ion de profundidad, la Sección; 500 a 6oo de frente por 200 a 300 de fondo, la Compañía; 1.500 a i.8oo de frente por i.ooo a 1.200 de pro fundidad, el Batallón; y, por i’iltimo, 3.500 a 4.00Q de frente por 2.500 a 3.000, el Regimiento. - - -— - - - - Posiblemente, en la realidad, tendrán que ser más extensas. En estas zonas defensivas, a partir de la sección, los pelotones o células de la organización están dis tribuídos de tal modo, que, englobando en los sub elementos de resistencia que guarnecen las ametra lladoras, morteros y cañones contra carros, no exista ningún espacio en el interior de la zona ni - a 300 metros delante de su borde anterior que no esté batido por el mayor número posible de armas. Para que estas armas puedan actuar es necesario que eviten su destrucción por la artillería del ata cante; esta destrucción o neutralización es segura si el enemigo dispone de buena observación para corregir sus tiros, y por ello es primordial que los subelementos de resistencia estén ocultos a los ob servatorios artilleros énemigos. Con esto, las alam bradas rodeando las distintas organizaciones y la supresión de ramales y paralelas—que al comuni car entre sí los subelementos darían al atacante fa cilidades para progresar por la zona defensiva una vez ocupado alguno de éstos—, el sistema defensivo resulta extraordinariamente eficaz. Véase la diferencia entre esta inscripción en el terreno de un sistema de combate y la antigua po sición de resistencia derivada de la guerra de 1914-18 con frentes estrechos y -mayor densidad de ocu pación en líneas sucesivas: principal de resisten éia, de sostenes, de detención y las paralelas y ra males perpendiculares al frente, con asentamien tos fuera de las trincheras para las ametralladoras, morteros y cañones contracarros; este concepto an ticuado de organización defensiva debe deste rrarse. Lo que antecede, expuesto sólo como preám bulo, es de todos conocido, pues es el sistema de organización defensiva preconizado por nuestro Generalísimo y practicado con éxito en nuestra Cruzada. Ahora• bien; la defensiva excluye toda idea de-pasividad; el desarrollo de la defensa ha de tener carácter agresivo y es preciso aprovechar los errores y fracasos del enemigo, manteniendo la in tegridad de la zona defensiva mediante la combi nación del fuego y los contraataques. Nos conviene, pues, estudiar un aspecto importantísimo del com bate defensivo, que es la actuación por el movi miento, aclarando algunos extremos: ¿Qué influen cia puede ejercer, en la realización de los contra ataques la diseminación en el terreno de las uni dadés distribuídas en núcleos de pelotón amplia mente distanciados eintervalados-entre sí? ¿Cómo - 3 deben emplearse las reservas de batallón, egi miento y División? ¿Qué misiones convendrá fijar a cada una? Recordemos antes lo que es un contraataque y sus modalidades. Contraataques inmediatos y de conjunto. El contraataque es una acción ofensiva realizada con el fin de recuperar la parte de zona defensiva que haya caído en poder del enemigo, aniquilándolo o expulsándole del terreno ocupado. Nuestro R e g 1 a m e n t o Táctico de Infante ría (R. T. 1.) clasifica los contraataques en inme diatos y de conjunto; el Reglamento para el empleo táctico de las Grandes Unidades (R. G. U.) cita los parciales y de conjunto’. Es contraataque inmediato, según el R. T. 1., el que se ejecuta sin demora, es decir, antes de que el enemigo se haya afianzado en el terreno; para reali zar la acción ofensiva inmediatamente es preciso que las fuerzas que la lleven a cabo estén inmediatas al lugar que es preciso recuperar. Es indispensable, para el éxito de estos contraataques, que se lancen con oportunidad, en el mismo momento que el ene migo acabe de ocupar la organización defensiva, aprovechando los momentos de confusión y desor den que siguen a todo asalto; un pequeño retraso de minutos puede permitir al enemigo instalar sus armas y preparar los fuegos que hagan fracasar la reacción ofensiva. ¿Quiénes los realizan? El R. T. 1., en el núme ro 867, dice que las fracciones móviles de las reser vas de Compañía, Batallón, Regimiento o Brigada, escalonadas en el dispositivo y designadas de ante mano para tal fin. Será preciso analizar la posibili dad de cumplir esto en la moderna organización de fensiva. Si la fracción móvil de la reserva de un Ba tallón está situada a 8oo ó 1.000 metros del punto de la zona defensiva en que el enemigo haya puesto pie, caso muy posible dadas las dimensiones de di cha zona, no podrá realizarse el contraataque antes de que el enemigo se haya afianzado en el terreno, condición para que sea inmediato; seguramente llegará tarde y, por su falta de oportunidad y redu cida potencia del núcleo que lo ejeduta, fracasará. Contraataques de conjunto; según los define el R. T. 1., son los que, previa una preparación me tódica a cargo de la artillería, se realizan por las re servas de División o Cuerpo de Ejército, apoyadas por el fuego de dicha Arma y acompañadas de ca rros cuando de ellos se disponga; corresponde orde nar y dirigir su ejecución a los Generales de estas Grandes Unidades. DeFR. G. U. se deduce que los contraataques de conjunto son los ya definidos por el R. T. 1., si bien cuando la reserva de un Cuerpo de Ejército no es óua División, sino solamente algunos batallones, dicé que e,tas reservas podrían ejecutar algún con- 4 traataque parcial (núm. 200, apd. h.). Los contra ataques parciales en el cuadro de la División son los realizados por las reservas parciales de las Uni dades inferiores, Regimiento y Batallón (núme ro 205 b y 206). Por consiguiente, parece deducirse de los Regla mentos que contraataques parciales e inmediatos son una misma cosa; sin embargo, ya hemos visto que una reserva de Batallón o Regimiento no po drá normalmente realizar un contraataque inme diato con las cirndiciones de rapidez y oportunidad que esto exige, atendiendo a su definición tanto re glamentaria como gramatical. Si nos limitamos a llamar contraataque de con junto al que no es inmediato, puede definirse como lo hace con perfecta claridad el Coronel López Mu ñiz en el tomo XXX de “Estudios Tácticos”: “El que se realiza cuando ha transcurrido un cierto plazo de tiempo, mayor o menor, pero siempre sensible, desde que terminó la acción de movimiento del ene migo; concurren a él medios que pueden estar o no inmediatos al punto en que se aplican, formando un conjunto cuya intervención se prepara y coor dina previamente.” De acuerdo con este concepto, el contraataque que realiza un Batallón de reserva de un Regimiento, que deberá ser apoyado por las bases de fuegos, ar tillería y carros (si los hay), será calificado como de conjunto dentro del Regimiento, aunque en el marco de la División sea parcial. Lo que puede afir marse es que no es inmediato, pues su preparación requiere tiempo, si bien éste debe ser lo más corto posible. Según datos establecidos en la Escuela Su perior del Ejército, deducidos de la última guerra mundial, para contraataques previstos, el tiempo que só tarda en realizarlos desde que se da la orden es de cuarenta y cinco minutos para una Compañía y de dos a tres horas para un Batallón; no debe ol vidarse la gran dificultad de movimientos en un terreno sométido a fuegos intensos de artillería y aviación, que los prohibirán durante cierto tiempo y por determinadas zonas, así como el retraso en la transmisión de órdenes, con seguras averías en la red telefónica. Condiciones de ejecución de los contraataques inmediatos. Con las fuerzas de un Batallón diseminadas en la zona defensiva en núcleos de Pelotón, es evi dente que los contraataques inmediatos, tal como los define el R. T. 1., sólo pueden ser realizados por el pelotón o pelotones más próximos a aquel sub elemento de resistencia en el que haya puesto pie el enemigo. Vearnos ahora en qué condiciones deben llevarse a cabo estos contraataques inmediatos, y analicer mos después el empleo de la reserva de Bata,Uót, su situación en el terreno y si debe o no actuar, fi/ano del Campo de 4laniohras de 84/Y GRÉGORlO tycó’/a 7:15000 E9ii,di.s’tó’ncia ¡ata. Orgaaizac’o» defensiva (0i2) /7/6W /‘oego$de ¿‘u/7c9//O». SlJbe/emeflto dere$i8t eiicia con fa. (O l) J’eccio» (O.O) ¿‘ofn/Jañ/a “de ametra//ac’oPa 4J Haz de fusil araetna//ac/op, Concentracion de iaoi’teros 8! ,lrti//eria normalmente, por el movimiento ejecutando un contraataque de conjunto, dentro de la zona de fensiva del Batallón. Para ello vamos a estudiar el desarrollo de un combate defensivo de un Batallón, suponiéndole encuadrado en una División. La zona defensiva tiene las dimensiones normales ‘ reúne las condi ciones exigidas de estar toda ella a vanguardia de los observatorios artilleros propios, tener los asen tamientos de las armas de infantería ocultos, casi en su totalidad, a los observatorios enemigos y per mitir a todas las armas el fuego delante del-borde anterior. Para razonar sobre un ejemplo, consideremos la organización defensiva de un Batallón en el campo de maniobras de San Gregorio, que se publicó con el artículo “Idea de maniobra del Batallón en la defensiva”, en el número 114 de julio 1949 de EJERCITO, y que volvemos a reproducir aquí. La línea de observatorios es Loma Negra-Loma Artillera-San Genis. Iniciado el asalto de la infantería atacante, des pués de la correspondiente preparación artillera. supongamos que el enemigo consigue apoderarse de alguno o de varios subelementos de resistencia de los situados en el borde anterior y no continúa su avance con rapidez; los pequeños núcleos enemi gos que hayan llegado a los restos de las trincheras y pozos de tirador destruídos por lo embudos de los proyectiles de artillería, tendrán que cubrirse en aquéllos de los fuegos efectuados por las armas de los demás subelementos de la zona defensiva con posIbilidad de tiro sobre el subelemento perdido; no tendrán facilidad de progresión por carecer de ramales y estar batido el terreno inmediato, y ha brán perdido el apoyo artillero, pues si el subele mento estaba bien situado, esto es, oculto a la ar tillería atacajite, tampoco verá a sus propias tro pas en él refugiadas. En este momento de crisis para el enemigo es cuando el Oficial del elemento de resistencia que esté en otro subelemento próximo, o el Capitán de la Compañía, si fuera preciso, se lanzará al frente de uno o dos pelotones al contraataque inmediato, aniquilando al grupo enemigo con granadas de mano; pocos soldados, pues en los restos de organi zación defensiva del subelemento que se perdió no caben muchos, pero con elevada moral y arrastra dos por el ejemplo de su Oficial. Este. contraataque será apoyado por el fuego de los fusiles ametralla dores, ametralladoras y morteros de las organiza ciones más próximas. ¿Deben lanzarse siempre ‘stos contraataques in mediatos? En el caso que ienes expuesto creemos que sí, pues la iólC cl subelemento habrá sido por aniquilamiento de sus defensores o por un de caimiento de moral que haya hecho abandonar su puesto a su guarnición; en cualquiera de estos ca- 6 sos, conviene recuperarlo para elevar la moral, res catando los cadáveres de-los que murieron cum pliendo su deber y salvando a los heridos graves, o evitando que se propague el mal ejemplo que dn pequeño grupo pudo dar por pérdida de su coman dante o por cualquier otra causa. Por otra parte, la conservación de estos subele mentos del borde anteriór suele ser de sumá impor tancia por albergar en ‘ellos las ametralladoras en cargadas de la barrera de fuegos flanqueantes que cierra el paso a la zona defensiva, o por defender a su vez, con fuegos de flanco de su fusil ametralla dor, al subelemento donde están aquellas ametra lladoras. Para estos contraataques inmediatos de ben estar preparados pasos o puertas en las alam bradas que rodean a los subelementos. (Ion esta reacción por el movimiento y el fuego se da a la defensiva el carácter de agresividad que debe tener, eliminando el concepto de pasividad y aprovechando el fracaso, tal vez momentáneo, de un grupo o varios pequeños núcleos enemigos que no consiguen penetrar a fondo en nuestra zona de fensiva. No se olvide que esto último ha sido lo que hemos supuesto. Empleo de la reserva de Batallón. También puede ocurrir que el enemigo, por la potencia y eficacia de su preparación artillera, por la decisión de su infantería e incluso por el apoyo de carros de acompañamiento, irrumpa con rapi dez y violencia en nuestra zona defensiva y sin dar tiempo a los contraataques se apodere de todos o casi todos los subelementos de una de las Compa ñías del primer escalón, o, si se quiere, de las dos Compañías situadas a vanguardia. Estudiemos el empleo de lareserva de Batallón: ¿Debe actuar por el fuego? ¿Debe realizar un con traataque? ¿Dónde y cómo debç estar situada ini cialmente? Las misiones que los reglamentos ásignan a las reservas son: reforzar, o relevar a las unidades del escalón anterior; de.fender el terreno que ocupan, ampliando así en profundidad la organización de fensiva; contraatacar para recuperar el terreno per dido. En el caso expuesto no cabe otra misión que man tener la parte de zona defensiva que ocupe, impi diendo con sus fuegos que el enemigo continúe la penetración y procurando destruir a las fuerzas enemigas que la han efectuado, mediante la con centración de todos los fuegos de que disponga, que podrán estar previamente preparados, sobre los núcleos enemigos que busquen’ abrigo en los sub elementos perdidos.. No se olvide que esto es facti ble en la posición que se ha elegido para la defensa. Creemos que de este modo se tiende a conseguir el fin de la batalla defensiva, al que están obligadas a cooperar las reservas como parte que son de las fuerzas defensoras; el fin es destruir las fuerzas ata cantes con el menor desgaste propio posible. Con fuerzas bien fortificadas y planes de fuegos bien establecidos, se causarán más bajas al enemigo y se tendrán menos bajs propias, resistiendo en las posiciones y actuando por el fuego, que contraata canda. Y hastá. puede ocurrir que se expulse al ata cante del terreno que ocupa, sin necesidad de con traatacar, porque el fuego haga inhabitables sus posiciones. En la batalla de Teruel, el enemigo atacó en los últimos días de enero de 1938 las posiciones ocupa das por la División 13 en el sector de Caseta del Lobo y cota 1.205 al SE. de Celadas;, durante la noche, consiguió infiltrarse entre dos de las organizacio nes defensivas del 5.° Tabor de Regulares de Me lilla, que tenían perfectamente establecido su plan de fuegos, apoyándose mutuamente. En la ma liana del día del ataque hastó el fuego cruzado de nuestras armas, que suprimía los espacios desenfi lados, para árrojar al enemigo de las posiciones que ocupaba, sin necesidad de contraatacar; aquel grupo sufrió tantas bajas, que los que quedaron, con sus Oficiales, se entregaron prisioneros, pues resultaba imposible retroceder, por tener también batido el terreno a su retaguardia; ejemplo dé des trucción de fuerzas enemigas sin desgaste propio. En la batalla del Ebro se desarrollaron duros combates para apoderarnos de la cota 382, situada al N. de la carretera deCorbera a Venta de Camposines; nuestras Unida dés, en brioso ataque, la conquistaban una otra vez; pero la permanencia en ella se hacía imposible por el fuego de ametralladoras próximas, que no era po sible neutralizar por estar ocultas a rules tros Qbservatorios artilleros; los rojos, sin necesidad de contraatacar, conseguían por el fuego que nuestras fuerzas abandona sen dicha cota o causaban la baja de to-’ dos sus defensores. Fué preciso maniobrar por otros puntos para consolidar la pose sión de dicha cota y ocupar también el asentamiento de las ametralladoras que la. batían. El contraataque d.e la reserva de Bata llón en el caso expuesto debe rechazarse por varias rzofles: Lanzar una Compañía contra un ene migo que avanza .victorioso, tal vez apo yado por carros, y que es superior en número y en apoyo de fuegos—puesto que ha conquistado posiciones bien forti ficadas y defendidas en uno o dos kiló metros de frente—, es exponer la reserva a un fracaso segtiro, con el consiguiente desgaste material y moral. Es opuesto al fin de la defensa, pues sería, ofrecer al enemigo la fácil destrucción de un núdeo de fuerzas propias, con escaso o nulo des gaste por su parte. La recuperación de la parte de zona defensiva perdida no es absolutamente indispensable, pues si la posición está bien elegida, toda a vanguardia de los observatorios artilleros propios, mientras re sistan en sus posiciones la Compañía o Compañías del segundo escalón, el enemigo no tendrá obser vación sobre nuestra retáguardia en la zona donde se prepare el contraataque de las reservas de Regi miento o División, y sin ella no podrá progresar por carecer del apoyo de su artillería. La pérdida de las posiciones ocupadas., al dejar las para lanzarse a un ataque cuyo fracaso puede predecirse, privará al defensor de organizaciones defensivas y de fuerzas, indispensables para apo yar el con.traataque que debe ejecutarse con los batallones de reserva de Regimiento o División, para cuya preparación ha de proporcionar tiempo la resistencia de las reservas de Batallón. . , último, dada la diseminación de la reserva en pelotones rodeados de alambradas y distrihuídos en amplio frente y profundidad, resultará iinposi ble su concentración rápida para el contraataquc, pues los movimientos en campo libre ante un ene migo que avanza, tienen carácter casi prohjbitivo. La otra misión de la reserva, de ref3rzar o relev r r’ .7 7 las unidades ¿el primer escalón, queda descar tada en el caso que estamos estudiando; ni ha habido tiempo para ello ni hubiera sido posible ni conve niente. Quedan, pues, contestadas las preguntas plan teadas. En el caso que estudiamos, la reserva del Batallón debe actuar por el fuego, defendiendo la parte de zona defensiva que ocúpa; no realizará contraataque y su situación debe ser la adecuada para cumplir la misión expuesta, o sea la indicada en el croquis adjunto. estén situados dentro de los subelementos para re cibir de los pelotones calor y protección; si estos pe lotones de la Compañía de reserva no están disemi nados en el terreno, ¿cómo podrán actuar eficaz mente dichas armas pesadas, estando todas en las zonas de las Compañías de vanguardia? Y si el ba tallón tiene cuatro Compañías y tres desplegadas, se perderán posibilidades de actuar desde buenas posiciones de fuego en toda la superficie de la zona defensiva por falta de pelotones que den protección. La Compañía en reserva reunida en la contrapen diente priva a la zona defensiva de sus fuegos, man Situación inicial de la reserva de Batallón. teniendo inactivas muchas armas. Las reservas —dice nuestro Generalísimo—no están fuera del Una de las causas expuestas para razonar que la dispositivo de fuegos; tienen señalado un puesto reserva del Batallón, en el caso que estudiarnos, no en la batalla y deben tener su organización defen debe contraatacar, ha sido la dificultad de retinir siva que les dé resguardo contra los fuegos de arti a sus pelotones diseminados, y muchos podrán de llería y aviación y les permita contener el ataque cir, y seguramente pensarán, que esta situación ini que haya abierto brecha, constituyendo la base de cial de la reserva es un error, y que si estuviera re partida para el contraataque. unida previamente en abrigos en caverna en la con Vistos algunos inconvenientes de carácter gene trapendiente de la posición, para evitar los efectos ral, apliquemos al ejemplo del croquis el caso de dela preparación artillera, podría ser utilizada para mantener una Compañía reunida en reserva para el contraataque. el contraataque. Dada la zona defensiva asignada, Concretamente surge la pregunta: ¿Debe el Bata supongamos que el Batallón sitúa dos Compañías llón organizarse defensivamente en la forma indi de vanguardia o primer escalón en la forma indi cada en el croquis, o sólo debe diseminar en los sub cada, y la tercera la escalona en profundidad sobre elementos de resistencia dos Compañías (si el Ba la parte de más peligrosa penetración, que es la talión tiene tres), o tres (si tiene cuatro), mante pista del General Huertas; la Compañha desplegada niendo la reserva concentrada en abrigos? en el croquis al este de Loma Artillera y Loma Ne Creemos que siempre que el terreno lo permita gra, pasaría como reserva a concentrarse en refu —y en la defensiva premeditada debe buscarse una gios al oeste de las cotas 358 o de Loma Artillera. posición profunda de las condiciones expuestas, que Si el enemigo ataca por Balsete del Royo y ocupa son las reglamentarias—debe desplegar todo el Ba toda la organización defensiva de la Compañía de tallón, como se indica en el croquis. la derecha (sur), podrá continuar su avance hasta Ya hemos visto las ventajas de la organización las proximidades de Loma Negra o el collado que defensiva preconizada. Veamos los incon venientes la separa de Loma Artillera, en el caso de que, por de tener la reserva de Batallón concentrada. la rápida salida de sus refugios de la reserva o por Si el Batallón tiene tres Compañías y situamos el previo establecimiento de armas en dichas lomas, una en reserva, no es posible que con dos Compa no consiga llegar a la divisoria, que son los obser ñías desplegadas, una al lado de otra, se ocupe y vatorios, O sea, en el caso más favorable para el de defienda una zona de 1.500 a r.8oo metros de frente fensor, el atacante se instalará en la zona que en el y 1.000 a 1.200 de profundidad; las zonas defensi croquis ocupaba la Compañía que se ha retirado vas de cada Compañía sólo tienen 200 a 300 metros para constituir la reserva. Esta Compañía contrade fondo. Desaparecería, por tanto, la defensa en ataca y tiene éxito, recuperando estas posiciones; profundidad, hoy indispensable. cosa casi imposible, como hemos razonado, pero que Si el Batallón tiene cuatro Compañías, tampoco vamos a suponer. Pues bien. ¿No resulta absurdo podrá mantener una en reserva, porque la zona de que sea preciso combatir y sufrir bajas para arrojar fensiva podrá alcanzar la profundidad deseada si al enemigo de una posición, que sin ninguna difi tuando dos Compañías delante y una retrasada, cultad podíamos haber tenido previamente ocu pero solamente en una parte de la zona de unos pada? ¿No será siempre preferible asegurar la po 6oo metros que será el frente de esta Compañía re sesión de una zona de terreno que tener que recon trasada; el resto de la posición carecerá de la pro quistarla? fundidad necesaria. Es preceptivo, por razones psicológicas, que las ametralladoras, morteros, cañones de infantería y Empleo de las reservas de Regimiento y División. cañones contracarros—cuyo escalonamiento en pro Constituídas por un Batallón o varios, en el caso fundidad, especialmente de estos últimos, es in de la División, tienen ya efectivos adecuados para dispensable para el cumplimiento de su misión— un contraataque de conjunto y su empleo orml 8 - será este. Sin embargo, la resérva de Regimieñto, si el terreno lo permite y las circunstancias lo acon sejan, podrá también tener como misión bloquear o cerrar la penétración del enemigo en posiciones previamente preparadas, prolongando la defensa en profundidad, para dar tiempo con su resistencia y apoyar con sus fuegos,ia actuación por el movi miento de la reserva divisionaria. En el caso de que los carros enemigos dominen la zona en que se proyecta realizar el contraataque, no deberá lanzarse éste si no se cuenta con apoyo conveiiiente de carros propios o arfflas contracarros; será preferible resistir en las posiciones que se ocupan. han definido—o parciales, dentro del cuadro de la División, serán misión normal de las reservas de Regimiento y divisionarias. Pudiera pensarse -que estas consecuencias, dedu cidas del estudio de la actuación por el movimiento en el combate defensivo, se oponen a algún precepto reglamentario, al dejar como caso muy poco fre cuente o casi excepcional el contraataque de la re serva de Batallón. En el caso del párrafo segundo no actúa, porque siempre será más fácil arrojar al enemigo con el ataque violento y oportuno de uno o dos pelotones, antes de que se agarre al terreno;. que hacerlo media o una hora más tarde con una, Compañía que estará situada a distancia mínima de. 6oo a 8oo metros. En el caso del párrafo tercero Resumen. tampoco contraataca, por las razones expuestas. Muchos recordarán, por haberlos realizado, pre i.° Siempre que el terreno permita situar las zonas defensivas de los Batallones del primer esca senciado o vivido, en una palabra, varios casos en lón, con su profundidad normal, a vanguardia de que el contraataque decidido de una reserva de ba la línea de observatorios artilleros y del mando, y tallón, muchas veces muy inferior a una Compañía estas zonas reúñan las condiciones de ocultación de por estar constituída por unos cuantos soldados de las armas de infantería a la observación artillera la Plana Mayor, ha resuelto situaciones difíciles en enemiga, y permitir a todas ellas actuar delante la guerra al recuperar posiciones importantes mo del borde anterior, los Batallones situarán todas mentáneamente perdidas; al pensar en la experien sus Compañías desplegadas diseminando sus pelo cia propia, no compartirán ni admitirán esta idea tones escaqueados en frente y profundidad en toda de excepcional empleo de la reserva del Batallón la superficie de la zona defensiva. para contraatacar. 2.° Si el enemigo logra apoderarse de alguno o Ahor.a bien. Lo que se defendía en aquel caso, varios subelementos del borde anterior en distin ¿era una zona o una línea? ¿Existía profundidad tos puntos del frente, se le rechazará por contra en la organización defensiva? ¿Podía la reserva ac ataques inmediatos ejecutados sin demora, antes tuar por el fuego? Seguramente se trataba de una de que el adversario se haya afianzado en el te posición dominante en una cresta nilitar; natural rreno, realizados con el pelotón o pelotones más mente, perdida ésta se perdía el observatorio pro próximos, mandados personalmente por el Oficial pio, que pasaba a poder del enemigo, con las facili de la Sección o Capitán de la Compañía. 3.° Si el enemigo rom pe nuestro borde anterior en todo el frente de una Compañía o del Batallón y penetra con rapidez y violencia en la zona de fensiva, el mejor y más adecuado empleo de la re serva de éste será resistir en las posiciones que ocu pe, actuando con todos los fuegos de que disponga para destruir a las fuerzas que han realizado la penetración, retardando o de teniendo su progresión, para dar tiempo a la in tervenciÓn por el contraataque de las reservas de Regimiento o División. 4.° Los cQntraataques de conjunto—tal como se - - dades que esta posesión le daba para continuar su avance con vistas sobre nuestra retaguardia, apo yado por su artillería, y, por otra parte, el núcleo de reserva, pequeño .o no, estaba concentrado en la contrapendiente, sin posibilidad de actuar por el fuego delante ni sobre la posición que se perdió ni de defenderse fácilmente en su puesto, y no le que daba otro dilema que contraatacar o replegarse. Por ello era obligado el contraataque a toda costa, pues el objetivo resultaba punto vital para la defensa, y al no poder actuar la reserva por el fuego, como no iba a presenciar inactiva el éxito enemigo, se imponía la reacción ofensiva. En reali ciad se trataba de un contraataque inmediato, de los que con valor oportunidad se resuelven con un par de pelotones; si muchos de aquéllos han te nido éxito sin apoyo de fuegos, es evidente que po drán tenerlo en la organización defensiva preconi zada al contar con los fuegos de los subelementos próximos. N,o olvidamos que el R. G. U. dice que se contra o tacará con las tropas disponibles en todos los esca lones; pero este precepto está calificado de “vago y poco preciso” por nuestro Generalísimo. y tam bién el citado Reglamento marca al General de Di visión la obligación de fijar la misión y situación de todas las reservas (de División, Regimiento y Ba tallón), de regular el empleo de los contraataques parciales para evitar un usb poco meditado de és tos, exponiéndolcs al fracaso con el consiguiénte desgaste material y moral de las tropas. Por ello es timamos dentro de las normas reglamentarias, que se fije a la reserva de Batallón la misión normal y situación ya deducidas de nuestro estudio. Acerca del empleo poco meditado de los contra ataques, recordamos las órdenes dadas por los ro jos durante la batalla del Ebro; ante la baja moral 6 1_J 1c NJ de sus trops, en lós meses de agosto y septiembre de 1938, que en alguna ocasión perdían sus posicio nes sin extremar la resistencia, se dispuso que, de modo automático y sin excepción, el Jefe de la Unidad inmediatamente superior a la que había perdido una posición se lanzara al contraataque para recuperarla; en caso qontrario, sería fusilado. Estas reacciones ofensivas mal preparadas ocasio naban gran núrneto de bajas a las fuerzas rojas. y en algunos casos sirvieron para que llegaran a nuestras posiciones a entregarse corno prisioneros núcleos de fuerzas que avanzaban con señales de venir o rendirse. Y para terminar: ¿En qué casos conven’clra con traatacar con la reserva de Batallón? Si en la situa ción del párrafo tercero del resumen, el enemigo vacila y se detiene ante las bajas sufridas y fuegos que recibe, convendrá arrojarle de sus posiciones por una reacción ofensiva oportuna, sin esperar la intervención de la reserva de Regimiento, que tal vez pudiera tropezar más tarde con nuevos refuer zos enemigos. Ya se sabe que en Táctica son las cir cunstancias las que mandan, y en apreciarlas con exactitud aprovechándolas con valor y decisión es triba el arte deijefe. Cuando falta profundidad a la posición defen siva, por imponerlo la situación o por una mala elección, o sea, si en el ejemplo estudiado el borde anterior de la zona defensiva estuviera en la cresta militar de Loma Negra-Loma ArtilleraSan Genis, también sería preciso tener las reservas de Batallón reunidas en la contrapendiente al oeste y contra atacar con ellas. Como norma general, podemos decir que el em pico de todas las reservas será aquél con el cine me jor se consiga la mayor destrucción del enemigo, con el menor desgaste propio. REVISTA ILUSTRADA DE LOS MANDOSSUBALTERNOS DELEJERCITO Sumario del número de abril de 1950. La “fauna” artillera. Comandante Munilla Gómez.—E1 Suboficial en el desierto. T. Coronel Mu lero. —-Miscelánea topocartográfica. Algunas respuestas. Coronel Lombardero—Importancia de los i4iomas para el Suboficial aspirante a taquimecanógrafo de Embajada. Ayudante O. M. Cas tafíeda.—Cosas de Ayer, de Hoy y de Mañana. Comandante Ory.—Cómo se infiltra un Pelotón. Capitán Carrasco—Pequeña charla sobre el tiro. Subalterno periciaL Xirau Calvet.—La artillería en defensa C. C. (Traduccjón.)----Nuestros lectores preguntan. (Redacción.) REVISTA DE LA OFICIALIDAD DE COMPLEMENTO APENDICE DE LA REVISTA“EJERCITO” Sumario del número de abril de 1950. La Sección y el Pelotón, en el combate de! ensiz’o. Coronel Alonso Alonso—Perfil de conqnistadores. Te niente Fraile Ovejero—Síntesis de informació,, militar. (Redacción.)—--Ei arte de mandar ‘ de obe decer en el poema del Cid. Teniente Ruiz Ayúcar.—-Marruecos. Alférez Coro Prieto—Los aprovecha dos. (Traducción.)—éQué quiere usted saber? T. Coronel Otaolaurruchi.—Let’islacióii. ‘o LASMAItCIIAS MIXTAS ilELASUNIIJAIIES BEINFANTEfUA AUTUTIIANSPORTAIJA Comandante de infantería CARLOS DE ECHEVARRIA, del Regimiento Motorizado de Saboya ndmero 6 STE, género de marchas ha sido puesto en piáctica varias veces en mi Regimiento y ha dado siempre los más óptimos resultados. No pretendemos, en modo alguno, haber sido los inventores, pues, en honor a la verdad, es de notar que tales marchas las vimos en el Regla mento de campaña del Ejército de los Estados Unidos cuando ya nosotros teníamos de ellas una considerable experiencia; Las denominamos marchas mixtas motorizadas (M. M. M.). Como ya el nombre parece indicar, su mecanismo es triba sencillamente en que las distintas fraccio nes de fuerza que componen una Unidad deter minada marchán iínas veces a pie y otras mon tadas, en sus vehículos de transporte. En reali dad, y como ocurre frecuentémente, fué la mis ma necesidad la que nos obligó a su utilización, por no disponer en cierta ocasión del número de vehículos, suficientes para el transporte ur gente de una Unidad tipo Batallón. De ‘aquí se deduce que esta clase de marchas debe su apa rición a una causa principal: escasez de vehícu los. Por otra parte, aun disponiendo de los ve hículos suficienfes, consideramos muy convenien te su empleo por nuestra Infantería motorizada, ya que con ellas se logra: El adiestamiento mixto de la tropa, no per diéndose el hábito de marchar a pie, que es ‘sustancial en toda infantería, por motorizada que sea. — -— -— Practicar frecuentemente las maniobras de embarque y desembarque, consiguiéndose cón ello un máximo’ de disciplina y rapidez. Servir para completar el adiestramiei’to del personal conductor. PQner á prueba la capacidad de los mandos en el logro de la necesaria regularidad. Sentado, pues, que las marchas M. M. M. son originadas por la escasez de vehículos, podemos añadir que al mismo tiempo puede coincidir con la penuria de gasolina, lo que permite conside rar dos c’asos, según exista o no restricción de ca;’ bu;’antes, circunstancia ésta que sigue siendo hoy de palpitante actualidad. Consideremos el pri mer caso; HAY RESTRICCION DE CARBURANTES En este caso,’ la organización de la marcha se basa en lo siguiente: El efectivo total de la fuerza se divide por la capacidad que tengan los vehículos diponi bles (suma de las’capacidades de todos ellos). Las fracciones resultantes, a ser posible, de berán constitutirse a base de Unidades orgá nicas, nivelándolas, a ,este efecto, en la can tidad de personal que sea necesario. Seguidamente, con 1 .rnapa a la vista, se di- 111. MARCHAMIXTA durico i BOABI/LÁ — • Kn 4’ ¿‘,,wetePa ¿oa//a Capaa?c’e/ 1/Co La fuerza embarcada, al llegar al final de los tramos en que le corresponde ir monta da, desembarcará e iniciará inmediatamente, sin más indicaciones, la marcha a pie hasta el lugar que corresponda, en cuyo momento, si la marcha ha de proseguirse por el mismo sistema en nueva etapa, embarcarán de nue vo en los vehículos, los que deberán encon trarse ya dispuestos. Los vehículos, una vez desembarcada la fuerza, esperarán, debidamente protegidos, la llegada de la fracción a pie en cabeza, para embarcar a la cual conducirán al lugar elegido para echar pie a tierra. El director del ejercicio planeará la marcha de tal forma que toda la fuerza llegue al Lmismo tiempo al punto final. NO HAY RESTRICCIONES DE CARBURANTES La organización de la marcha en este caso es idéntica al anterior, diferenciándose tan sólo en LtC,INtS ¿O 40 ¿0 80 /00 100 que los vehículos, una vez desembarcada la UI OS fuerza, en lugar de quedar detenidos, vuelvan [,rna,co’os ,loze VIacait emDdrcao’O ¿O4’v/ a recoger la fracción de fuerza que marcha en a 7iOK,/fl cabeza para embarcar, cuyo lugar aproximado de encuentro puede, desde luego, calcularse re lacionando el tiempo que tarda el vehículo o vehículos en dar la vuelta, más el empleado en vidirá el itinerario en tantos espacios o tra mos como fracciones de fuerza hayan re el recorrido, con el tiempo empleado por la fracción a pie. A veces, la naturaleza de la sultado. obligará a qúe los puntos finales de Cuando la extensión del itinerario sea tal que carretera los tramos reúnan las necesarias condiciones los espacios o tramos resulten de considera ble extensión, inadecuados para marchar a para dar la vuelta. A esta necesidad habrá, muchas veces cualquiera pie, se dividirá aquél no por el número de pues, que subordinar otra condición, lo que se traduce, generalmente, fracciones obtenidas, sino por un múltiplo de éstas, el que convenga hasta conseguir en en despreciar alguna parte del recorrido para encontrar lugar apropiado para la maniobra. extensión unos tramos adecuados. Esta misma razón obligará, en el segundo caso Se organizará la marcha de tal forma que las considerado, a que los vehículos, al ir al en distintas fracciones marchen el mismo espa cuentro de la fuerza que deban recoger o em çio de tiempo a pie y embarcadas. barcar, no den tampoco la vuelta en el lugar Todas las fracciones, lo mismo las que va yan a pie que las embarcadas, saldrán al preciso en que aquel encuentro haya de verifi carse, que puede o no reunir las necesarias con mismo tiempo del punto inicial. Corrientemente se suele elegir aquí Para efectos de regularización y control se diciones. también un lugar apropiado lo más próximo po marcará exactamente, antes de salir, la me sible del lugar en que se presurna ha de verifi dia horaria de velocidad tanto para las Uni çarse el encuentro. dades a pie como para los calpioTies, / .2 7 ___________ — — — — — - 12 MARCHA MIXTA. JAr/co¿( Estas marchas mixtas ¿son privativas de la infantería motorizada? En modo alguno, ya que todo lo dicho puede, sin inconveniente, aplicarse a cualquiera otra fuerza que deba. ser auto trasportada y que, por una u otra causa, ca rezca del número de vehículos necesarios. Las ventajas de esta clase de marchas, aun dispo niendo de un efectivo escaso de vehículos, son a todas luces innegables, pues con ellas se logra siempre, por lo menos, una mayor comodidad y velocidad. Incluso la correspondiente a pie puede aumentarse, ya que, marchando la tropa más descansada, instintivamente tiende a ello al desembarcar, como claramente hemos podido observar en las marchas realizadas. Todo ello permite, además, realizar ciertos recorridos para los cuales, de querer hacerlos exclusivamente a pie, resultaría escaso el tiempo disponible o el crédito de tiempo concedido. Por lo que respecta a la Infantería motoriza da propiamente dicha, aun disponiendo de su material automóvil completó, debe practicar frecuentemente las M. M. M., a los fines que indicamos antes, para lograr un adiestramiento mixto verdad, pues aunque el ideal de estas fuerzas especiales es el marchar e incluso com batir sobre sus vehículos motorizados, lo cierto es que las circunstancias la obligarán, la ma yor parte de las veces, a desembarcar para actuar como tal infantería de línea. Conviene, por tanto, no abusar del concepto molorización y acudir frecuentemente a las marchas a pie, por propio interés. Para lograrlo, sin perder la especial característica, nada mejor, pues, que las M. M. M. que preconizamos. El único inconveniente podría ser la cuestión del transporte de las armas pesadas. Pero este iuconveniente no es tal en un Ejército moder no, ya que ni siquiera la Infantería de línea propiamente dicha emplea hoy la tracción hipo móvil, sino más bien vehículos a motor todo terreno, tipo oruga o semioruga. Incluso el mis mo “jeep”, tan conocido, sería ideal para este menester. Por consiguiente, en las marchas mixtas, las armas pesadas (con sus vehículos), o formarían un elemento de marcha indepen diente o quedarían permanentemente. afectas a la fracción que vaya embarcada. Claro es que en este último caso, y dentro del segundo su- ,fEO/?180. LL’GÁNÉS (roce de la ( o’’ f #dpt,n ile i’a/ile,g/e$/o cor /,7 ile fxtpe,nailora. , ile lo’ C de ,f Áfo’pl,/J il’ Y,o/de,’/ejyd8. (raep camino de Y,lZsr,e,osa. 8OÁD/LLÁ 5 /o’çro’oec I,o,e /‘/O 160 Veloc,o’oo’ e,iltcoo’as ‘2/e meo2a 2,2 Me/O i Kin/ñ O Mil/ñ puesto considerado (no restricción de carbu rantes), dichas armas, con sus vehículos, no tendrían necesidad de volver al encuentro de las fracciones a pie, por lo que quedarían dete nidas en el lugar de desembarco o continuarían la marcha a menor velocidad que la media calculada hasta ser rebasadas por la fracción embarcada, en cuyo momento seguirían tras ella a su misma velocidad. Por nuestra parte, nos inclinamos sinceramente a la primera solu ción; esto es, constituir con las armas pesadas, en sus vehículos, un elemento de marcha inde pendiente. Más claro: con las armas pesadas no cabe organizar marchas mixtas de ningún gé nero, toda vez que hay que partir del supuesto de que poseen el material completo y, por con siguiente, no es extensivo a ellas el concepto escasez de vehículos, que, como ya sabemos, ca racteriza aquellas marchas. .13 El control, a los solos efectos de regularidad, se puede establecer perfectamente con tina sola moto con carro tripulada por personal especia lizado. En realidad, no se necesitan más medios de transporte, ya que, una vez controlada la llegada, embarque y salida de la fracción de fuerza en un tramo determinado, puede ade lantarse rápidamente y verificar la misma ope ración en el siguiente. Por último, con las mar chas mixtas, aparte todo lo indicado, se logra alguna economía en carburantes y material, lo que ya por sí solo abona suficientemente, como se comprenderá, cuanto con este trabajo deja mos manifestado. Para fijar ideas, veamos el siguiente caso con creto, llevado a la práctica, entre otros, en nues tro Cuerpo en un circuito de escasa extensión. MARCHA CARToGRAFÍA: Mapa MODALIDAD: Mixta. Práctica OBJETO: itinerario. Escala (3) Compañías XEssícuLos: (3) camiones. 3íANrto: Una (i) CONTROL: En los lugares de embarque. En el punto final. Identificación: Un banderín ro) o. Medios: Una moto con carro. ITlNErcARIos: •14 Camión 3 H.C. Número vehículos Conun1e te Km. Grasas 3%EnI.) L50 4 Motos 0 1 15 0.501. PIE A 1< EJ ECUCION 1 DA.—Supti.esio: Lnidad . c. - Restricción de carburantes. EMBARCADA Km. Leganés-Cruce Carabanchel Alto con C. Pozuelo6 Cruce Carabanchefl Alto con C. Pozue-! lo-Boadilla 2. C.” Cruce anterior-Km; 4 C. Boadilla6 1°—Leganés - Crucci Carabanchel Alto! con E. Pozuelo. .{ 4 C. Boadilla-BoadillaII .a C. Leganés-Km. 4 ca-t rretera Boadilla.. hombres). C. Boadilla-, Boadilia6 Km. Inidad moto con carro. 3.5 Leganés Carabanchel Alto - Carrete ra de Pozuelo - Carretera de Extremadura (kilómetro 7). - Carretera de Boadilla del Monte - Boaclilla del Monte..—-Totol. 18 ki lómetros. De regreso: Boadilla del Monte - Villaviciosa de Odón - Carretera de Extremadura - Ca rretera de Extremadura a la de Andalucía Leganés—Total, 20 kilómetros. De ida. Litres gasolina por xoo Rut. REGRESO.—Supuesto: Tres (225 set, iculo 12 iisoo.ooo. regularidad. Tres FUERZA: ( aa MOTORIZADA militar y CARBURANTES C. b restricción ]1MBARCAD.A Boadilla-Krn.. rretera San de carburantes. Rus. caMartín PIE A 5 c. San Mar-. tín de Y-Leganés.. so Km. de Valdeiglesias. . .‘ so Vuelta cruce carretera Boadilla con la de 5. Martín de j C. Cruce anterior-Cru. ce . C. San Martín: de y. con la de Extremadura50,5 :1°302da-Crucd C. San Martín de Vi .2.°—crtlce C. San Martín de Y. con; Vuelta carretera SanKm. Martín... C. ExtremaduraJ Leganés C.° Km. C. San Mar-. tín de Y-Leganés.. io Boadilia-Kin. carretera San Martín de Valdeiglesiaso Km. A ATFN[ION PSICOTECNIA E INSTIUJCCION Comandante Profesor de Infanterla FRANCISCO Jefe del Laboratorio Psicotécnico TODO HOMBRE DEBE SER EDUCADOR TODO MILITAR TIENE QUE SERLO Los fenómenos biológicos, la vida de cada ser, constituyen un proceso o evolución donde la inte ligencia humana pudo observar desde bien anti guo que se realizaba más fáciliente, alcanzando su óptima plenitud, cuando, al ser planta o animal, se encontraba en ambiente apropiado. Es más: se pudo comprobar que ese ambiente o medio se po día mejorar con ciertos artificios y aun crearlo arti ficialniente por completo, en circunstancias deter minadas. Cuando esto descubrió, el hombre dejó de ser nómada para convertirse en sedentario. Nació -entonces la agricultura, que haría brotar después los conocimientos, experimentos y éxitos que pon drían toda la materia viva bajo la varita mágica del “cultivo”, que no es ni más ni menos que la creación artificial del “medio ambiente” favorable para que los seres vivos, plantas o animales nazcan, crezcan y se reproduzcan en las condicioñes ópti mas. De este modo se fueron seleccionando semi llas; se descubrieron y dosificaron abonos; se crea ron especies y tipos nuevos, y s consiguieron nue vos prototipos animales con características deter niinadas. Tales éxitos dieron lugar a que se ampliase esta labor de “cultivo” a la especie humana, apare ciendo, desde remotos tiempos, el afán de perfec cionamiento en todos los órdenes, desde el moral Dibulos enviados por el assor. JAVIER F. TRAPIELLA, de la Escuela Militar de Montaüa. hasta el estético. Todo ello originó el empuje de la ciencia para vencer a la muerte y a la ignorancia, para exterminar las enfermedades del alma, y las del espíritu. Este cultivo, al ser aplicado al hombre, recibió el nombre de educación, habiendo adquirido un impulso cada Vez más arrollador, hasta llegar a invadir los campos de la vida individual y colec tiva del ser humano. En la actualidad, no se concibe a ningún indivi duo que pueda substraerse al dictado de esta terri ble disciplina. La educación física va llegando hasta los últimos rincones del planeta para vigori zar con sus prácticas, artifiéiales pero científicas, la fisiología del hombre y de la mujer; la educación moral utiliza los procedimientos más modernos y eficaces, como la revista, la radio y la televisión, para alcanzar todos los puntos de la Tierra, envol viendo a ésta en una red de mallas estrechas y ace radas, a pesar de ser invisibles para nuestros ojos. Por último, la educación intelectual ha llegado hasta la pretensión, en gran parte lograda, de orientar y seleccionar a los individuos por medio de procedimientos psicológicos, a fin de emplear a cada uno en aquella misión más de acuerdo con sus facultades, inyectándole después, a grau pre sión, los conocimientos, enseñanzas y prácticas que han de llevar al máximo el rendimiento de la má quina fisiopsíquica que el hombre constituye. En esta terrible voráginé que es la agitada y ac tual sociedad contemporánea, todo hombre debe ser educador, al menos, de sí mismo; en muchos casos, también debe serlo de sus seres más que ridos, si quiere marchar al compás del ritmo actual. Pero existen profesiones cuya finalidad especí fica es educar, y entre ellas surge, como cima cul minante, la profesión militar. Todo Jefe tiene la ineludible necesidad, la obligación reglamentaria de instruir y educar a sus hombres. Y no sólo en los detalles de lo que pudiéramos llamar instrucción profesional, sino en el campo total de la educación moral, física e intelectual, y precisamente, a nues tro juicio, en este orden; ya que las “fuerzas mora les” impulsan al hombre a la “acción física” y ésta produce posteriormente la ejecución técnica y pro fesional, que es inteligencia. La obligación reglamentaria para todo militar de instruir y educar a sus hombres en las tres ra mas indicadas, que constituyen la educáción inte gral, hace preciso que todo Mando, especialmente desde la categoría de Oficial, conozca, lo más a fondo posible, todos los resortes y palancas que le permitan esa acción educadora. Por lo tanto, debe conocer la máquina-hombre, no sólo en cuanto a su composición mecánica, sino lo que es más interesante, en cuanto a su funcio namiento normal. Para cada arma que el comba tiente ha de utilizar, se exige, como preliminar in dispensable, el estudio y conocimiento perfectos de sus piezas y el funcionamiento combinado de todos sus mecanismos. Le es preciso poseer, de esas ar mas, las características técnicas, tácticas y de ser vicio. ¿Cómo entonces sería posible descuidar el co nocimiento de esa otra máquina-hombre, que será precisamente la que ponga en función las otras armas? ¿Cómo se lograría la eficiencia de una Uni dad si se descuidase el estudio de la única máquina que piensa, siente y reaccionapor sí misma? Indudablemente, todo Mando debe conocer sus máquinas-hombre, no como un médico o un biólo go, sino como un psicólogo práctico. Debe poseer ciertos conocimientos del espíritu humano para aplicarlos en la forma más eficaz, con objeto de conseguir una rápida y perfecta instrucción y edu cación de sus subordinados, así como una utiliza ción de los mismos, que dé el máximo rendimiento. Estos conocimientos serán, por lo demás, de me pleo común a las tres ramas de la educación mili- 16 tar. Tendrán que aplicarse tanto en la educación física cuanto en la moral y técnica. La posesión de estos conocimientos mínimos del espíritu humano nos obliga a estudiar los fenóme nos psíquicos, comenzando por la atención y su compañera inseparable la conciencia. Pero como piedra básica de este superficial aná lisis queremos sentar el principio biológico que es fundamento de todo “cultivo” y de toda pedago gía: La máquina humana tiene la propiedad de per feccionarse por su propio funcionamiento. Bien entendido que este funcionamiento sea so metido a leyes biológicas, en cualquiera de sus as pectos moral, físico o intelectual. CONCIENCIAPSIQUICA SUBCONSCIENCIAE INCONSCIENCIA Las someras ideas que vamos a exponer, casi en forma esquemática,no tienen más objeto que obte ner conclusionesde orden práctico, aplicables inme diatamente a la instrucción y educación del hom bre en general y del combatiente en particular. Por ello sólo reflejaránnuestro punto de vista y experiencia personales, dejando aparte teorías y es cuelas que en nada nos aclararían la mayoría de los conceptos, ni nos ayudarían en nuestra misión educadora. Nos proponemos, en este y otros trabajos, anali zar las que podemos llamar aptitudes o manif esta ciones psicológicas (atención, memoria, imagina ción, etc.), observando su funcionamiento normal, los estímulos que pueden obrar para su desarrollo y perfeccionamiento, así como aquellas causas que pueden perturbarlas, con cuyo conocimiento se lo graría un empleo lógico de esos estímulos, en hene ficio del educando y facilidad y eficiencia del edu cador. Pero antes de comenzar el estudio analítico de la atención, “facultad primaria” del hecho psicológico, preciso es decir algo sobre el encadenamiento de las distintas fases de este último, así como de la función y capas o estratos de la conciencia. De todos es sabido que, de cuantos fenómenos se producen a nuestro alrededor, solamente capta mos una pequeñísima parte, mientras que otros Las ideas claras se forman por centrar sobre ellas la aten ción, lo que permite que la con ciencia perciba todos los de talles del hecho o “vivencia” psicológica. Las ideas difusas o margi nales son las que quedan fuera del eje de la atención, y por ello se perciben oscuras y de formadas. La percepción es débil, fugaz e irreal. Las ideas latentes son las que no llegan a entrar en el campo de la atención, y por ello tampoco en el de la con ciencia, dando lugar a percep ciones somáticas. Figura i. a—Las capas o estralos de la conciencia. Obsérvese que el campo de las ideas conscientes es muy limitado, mientras que las ideas latentes absorben una cantidad de hechos que, aunque no los percibamos normalmente, constituyen una fuerza poderosa no sólo por su cantidad, sino por la calidad básica de los mismos. Es la capa profunda que manda sobre toda nuestra vida y que sirve de apoyo y nutrición psicológica a la misma. 17 pasan inadvertidos en absoluto o, al menos, deján donos una idea vaga o deformada de los mismos. Esos hechos que captamos con toda nitidez y con toda la riqueza de detalles son los hechos conscien tes, y la facultad psíquica que los capta o registra, permitiéndonos contrastar la existencia y detalles del hecho, así como que el mismo es registrado por nuestro espíritu, califícase de concienciapsico lógica. Un ejemplo será más eficaz que todas las teo rías: Cuando caminamos por la calle, hablando con otra persona, suceden a nuestro alrededor multi tud de fenómenos que van siendo registrados en nuestra conciencia, tanto más débilmente cuanto más distantes están o menos potencia psicológica poseen. Toda la fisonomía y palabras de nuestro interlocutor son registradas maravillosamente en nuestra conciencia, mientras que de la gente que pasa a nuestro alrededor apenas si nos damos cuen ta, teniendo de ello ideas difusas y deformadas. Estos fenómenos son in/raconscientes,marginales o subconscientes. Por último, otros fenómenos no llegan a impre sionar nuestra conciencia, a pesar de influir en nuestra psicología y actos; tales son nuestra mar cha, los movimientos que hacemos a veces para esquivar un vehículo e incluso el itinerario segui do, sorprendiéndonos a veces de haber llegado al final del mismo. He aquí los hechos incons cientes. Si comparamos la cantidad de fenómenos o he chos de cada clase, convendremos que los conscien tes constitüyen una mínima parte del total; es de cir, que nuestra vida psicológica consciente es la capa o estrato de menor importancia cuantitativa, mientras que las otras dos se van perdiendo en la profundidad de nuestra personalidad y tienen un espesor e importancia cada vez más grande, como demuestran los modernos estudios psico analíticos. Ahora bien; donde la tarea educativa tiene su verdadera y precisa aplicación es dentro del campo de la conciencia,al menos en lo que a la educación del hombre normal se refiere. Por ello, muchos psi cólogos han denominado a la psicología como “la ciencia de los hechos de conciencia”, dejando el es tudio e investigación de los dos restantes estratos, subconsciencia e inconsciencia, a las ciencias que lindan con la patología psicológica. 18 EL HECHOPSICOLOGICO SU PROCESO Todo nuestro estudio y análisis psicológico, así como las consecuencias de orden pedagógico y di dáctico que de él podamos derivar, se limitarán al campo de los hechos psíquicos conscientes; pues si bien los subconscientes e inconscientes tienen un “valor” y un “poder” enormes e indiscutibles en nuestra vida, son aún poco conocidas sus leyes. Y para establecer a priori el camino a recorrer, así como las etapas que tenemos que salvar, consi deremos un hecho psicológico, desde su arranque en la sensación hasta su final en la fase o acto su perior de la inteligencia, el raciocinio. Supongamos al investigador en su laboratorio o al hombre vulgar en medio de la calle. Todo él está rodeado de fenómenos físicos (formas, colores, so nidos, radiaciones) que están impresionando los múltiples aparatos receptores de que está dotado el organismo humano. Pero su conciencia sólo es alcanzada por uno o varios (ordinariamente, uno solo) de estos fenómenos. Su atención, polarizada y dirigida por su voluntad, se orienta hacia lo que le interesa, rechaza todo lo demás y comienza el acto, hecho o “vivencia” psicológica. El aspecto de líquido hirviente contenido en una retorta (para el químico investigador) impresiona sus sentidos; la atención está concentrada en aquel objeto y enfoca sobre la conciencia el hecho obser vado; pero, al llegar a ésta, la atención ha selec cionado ciertos detalles, quitando o poniendo ma tices que, en realidad, no tiene el objeto de la aten ción de este hombre; en una palabra, sobre la con ciencia se proyecta una reproducción inexacta del líquido de la retorta que aparece quizá con las ca racterísticas deseadas por el investigador. A este fenómeno y a esta reproducción alterada de la rea lidad se la denomina percepción. En este momento, la conciencia refleja la percepción sobre el depó sito de nuestra memoria, a fin de compararla con las imágenes de hechos anteriores, y, en virtud de ello, se agita el contenido de dicha memoria, sa liendo a la superficie las imágenes semejantes, que van a servir de comparación. Esta nueva fase, lla mada imaginación, permitirá al sabio comparar el aspecto de su combinación química con las imáge nes de experiencias pasadas, y por ello juzgará el objeto de su atención. Nace la fase llamada juicio, por la cual el químico adjudicará a su míxtura, su poniéndole unas características más o menos con formes con su investigación. Por último, el enca denamiento de varios de estos juicios completará la fase final, el llamado raciocinio,del que resultará para el investigador el propósito de su análisis o el de arrojar al sumidero el contenido de su retorta. He aquí el proceso, complejo y delicadísimo, de todo hecho psicológico, desde el más sencillo de la vida corriente al más elevado fruto de la inteligen cia humana, en cualquiera de sus modalidades fi nales que pueden dar lugar a la inspiracióndel ar tista o del científico (proceso psicológico intuitivo); al descubrimientodel investigador (proceso psico lógico deductivo), o al invento del sabio (proceso psicológico inductivo). En todos y cada uno de es tos casos la cadena pasa por las mismas fases: Preparación de la voluntady de la concienciapara dirigir la atención;sensación(captación física); per cepción consciente (captación del hecho transfor mado); reflexión sobre la memoria y comparación del mismo con los hechos similares evocados por la imaginación;comparación del hecho actual con los pasados mediante el juicio y encadenamiento de estos juicios, constituyendo el raciocinio,del que arrancarán nuestros propósitos,decisionesy ac concibe el valor supertrascendente que la atencío’n debe tener en todo proceso educativo. De la inten sidad y concentración con que actúe nuestra aten ción sobre un hecho determinado; de la amplitud, fijeza y permanencia de la misma sobre el con junto y de detalles del fenómeno dependerá la ri queza de imágenes y veracidad de conceptos que asimilemos en la percepción consciente de dicho acto, y por ello, los recuerdos, juicios y raciocinios que desencadenen serán más justos y acertados. MODALIDADES LA ATENCION La facultad de orientar nuestra conciencia hacia un hecho determinádo, en función de la atención, puede realizarse espontáneao voluntariamente. Cuan do escribimos una carta a un amigo, la atenciónyo- ciones. Como se ve por todo ello, la atención ocupa el primer escalón del proceso, constituyendo el esla bón inicial de la cadena psicológica. LA ATENCION, FUNDAMENTO DE LOS PROCESOS INTELECTIVOS Como solamente llegarán a representarse en la conciencia aquellos hechos o fenómenos sobre los cuales se fija la atención, no creemos necesario re saltar la importancia de esta función primigenia de nuestra psicología. Existen tratadistas y psicólogos que asocian en gran medida la función y el contenido de la con ciencia, de la voluntady de la atención,creando so bre las tres todo el edificio complicado de nuestros fenómenos psíquicos y aun, en gran escala, casi to dos los biológicos. Por ello, y por la facultad de autoperfeccionamiento que la voluntad encierra, se Figura 2. — Atención Externa. Actitud hacia a/uera del individuo que dirige su atención forma extravertida. Todos los órganos sensoriales están abiertos para captar en función receptora. El individuo es todo ojos, todo oídos. Está dispuesto a coger sin destruir el objeto de su atención. Hasta la respiración se ha paralizado para no perturbar la caza del hecho psicológico. en 19 luntaria orienta nuestra conciencia hacia el trabajo en realización; pero si, mientras escribimos, suena un ruido insólito o brilla una luz desacostumbrada, nuestra atención es atraída rápidamente hacia este hecho, sin que en ello intervenga nuestra voluntad y aun a veces en contra de ella. La atención espontónea se realiza en forma mós ¡dcii, intensa y eficaz que la atenciónvoluntaria, pu diendo pasarse de una a otra modalidad en muchos casos. La intensidad de la atención en ambas modalida des depende del interés que el hecho tenga para nos otros. Este interés puede ser positivo, como sucede con el sediento ante un vaso de agua, o negativo, como ocurre con el individuo sorprendido por la presen cia de una serpiente. En ambos casos se presta una atención espontdnea, si bien en el primero el móvil es un interés positivo por lograr una satisfacción o una necesidad, mientras que en el segundo el inte rés negativo se debe al deseo de evitar un mal o peli gro inminente, y tanto en uno como en otro el in terés es tan intenso, porque está movido por el ins tinto de conservación, que es el más fuerte de todos los que esclavizan el espíritu humano. Si los instintos o sentimientos motores del interés son menos despóticos, cual ocurre con los deriva dos de la vida social, como el amor propio, la emu lación, la vanidad, etc., la atención espontánea pde presentar intensidades más o menos fuertes y pasar. a constituirse en atención voluntaria para lograr un placer o evitar un disgusto. De aquí se desprende ya una consecuencia peda gógica: Si queremosestimular la atenciónde nuestros educandos, despertemosen ellos el interés mcís vivo, para conseguir, y mantener si es posible, una mo dalidad de atención espontánea. Toda tarea que se inicie o desarrolle sin desper tar ese interés no estimulará la atención, y el edu cañdo, soldado o estudiante, obrará como un autó mata insensible; su atención estará en otro lado (pues la atención no puede estar inactiva). Es el caso del soldado que hace lo que ve ejecu tar a los que están a su lado, y por ello realiza los movimientos con retardo, con titubeos y con im perfecciones. Y ésta es la circunstancia menos des favorable, pues la necesidad de ejecutar algún mo vimiento o ejercicio le obliga a enfocar, fugaz e in 20 termitentemente, su atención sobre el hecho mo tivo de instrucción. Cuando la tarea a desarrollar es de enseñanza puramente teórica, los espíritus están ausentes, pese a la presencia corporal del auditorio. Toda labor educativa que no estimule la aten ción por medio del interés cae en la rutina más eno josa, no sólo para el educando, sino también para el seudoeducador. Sentado este principio, se plantea la imprescin dible pregunta: ¿Cómo estimular el interés? Infinitos y conocidísimos son los recursos de que se puede echar mano en todos los casos, y si no se emplean, será por absurda negligencia o por cómo da y detestable rutina. ESTIMULANTES DE LA ATENCIONVOLUNTARIA Numerosísimos son los “reactivos” que se pue den y deben aplicar para despertar la atención del educando: desde el timbre de voz del educador hasta la promesa del premio o la amenaza del castigo. Imposible sería hacer un análisis de todos ellos con la minuciosidad que el tema requiere sin ex tendernos ampliamente en tan trascendental asun to, por lo que tocaremos algunos puntos de los más destacados. La atención es atraída por todo lo que interesa momentánea o permanentemente en sentido posi tivo (agrado) o negativo (desagrado). Sin embargo, todo lo desagradable ejerce sobre el espíritu una acción de depresiva repulsión, y nos alejamos de ello en cúanto nos es posible. De aquí se deduce que, para atraer la atención, hay que provocar en el educando una impresión agradable, atractiva, que le inteese y mantenga su atención polarizada en la dirección conveniente. En una palabra, hay que crear una incipiente co rriente de simpatía entre el educador y el edu cando. El Oficial que se presente ante su tropa, o el Profesor ante sus alumnos, con cara arrugada, hos til y malhumorada, quizá con aire sombrío y de dis gusto, a veces poco cuidado en el aseo de su per sona y en su presentación, olvidando aquel tan co- Figura . “—Atención Interna. Actitud hacia adentro del individuo que dirige su aten ción en forma introvertida. Actitud “en-sí-mismada”. Todos los órganos sensoriales están cerrados para impe dir la entrada de fenómenos externos y evitar la fuga de los internos. Hasta el cuerpo se repliega sobre sí mismo, tomando una actitud agrupada que quizá favorece la gestación de la idea o hecho sobre el que está fijada la atención en su modalidad de reflexión. Cada estado del espíritu tiene un gesto fisioló gico concomitante que se influyen recíprocamente. nocido precepto, dado para el soldado y que sube de punto para el educador, “en todo su porte y aire marcial...”, ese educador es inútil y perjudi cial. Ha logrado desde el primer momento ser re pulsivo para sus educandos. Por interesante que sea el tema a tratar, él ha destruido el interés antes de empezar. Si, por añadidura, no se preocupa de decir dos palabras de entusiasmo sobre el asunto a estudiar o las prácticas de instrucción a realizar para “preparar” a su auditorio; si empieza su ta rea con voz monótona, “por obligación”, quizá le yendo lo que él no ha hecho, tratando de salir del paso cuanto antes; si no se preocupa de observar a sus alumnos o soldados para comprobar, en su fi sonomía y actitud, el estado de su atención, de su conciencia y de su pensamiento fatigará a sus alum nos, los aburrirá y la tarea pedagógica será inútil. El propio educador tendrá la impresión de que “aquello no sirve para nada”, ya que la soberbia humana no le dejará reconocer que quien no sir ve es él. ¡Cuán diferente obra el educador que conoce la trascendencia de su labor y los estímulos que la facilitan! Aparece ante sus soldados o sus alumnos éon aspecto correcto y amable, sin olvidar su jerar quía; su cara pulcra y sonriente, así como toda su persona, “atraen” al educando desde el primer mo mento. Sus preocupaciones personales han queda do aparte y, convencido de la trascendencia de su labor, se muestra erguido sin vanidad y elevado sin jactancia ante sus subordinados. Su presencia des pierta un sentimiento de mando, de superioridad y de afecto armónicamente conjugados. Poseído de vocación y espíritu profesional, sabe transmitirlo a su auditorio con voz clara, precisa, pausada, que explica los conceptos sin necesidad de lecturas, pues su preparación profesional no necesita de apo yos ni muletas. Mientras habla a su tropa o alum nos, se coloca en un punto desde el cual j3ueda ver a todos y ser visto por ellos; cambia de actitud y de lugar con prudente frecuencia para “tirar” de la atención de sus más distraídos. Observa a su audi torio con detenimiento para deducir quién nece sita despertarse de alguna pasajera distracción; sus palabras se acompañan de una mímica o gesticu lación acorde con sus conceptos, con lo cual re fuerza sus ideas y argumentos; su voz cambia de entonación para aprovechar la riqueza de matices que dan variedad a la formación humana. Por últi mo, para reforzar el interés, excita la emulación en tre sus alumnos, a los que recompensa inmediata mente o promete un premio más lejano, lo que sirve de acicate al espíritu humano para superarse en toda clase de tareas. Desde el simple elogio por un acierto, que eleva al individuo ante los demás, hasta la promesa de un premio, todos son alicien tes para mantener viva la atención y conseguir una eficacia que animará e impulsará por igual al Ofi cial y a sus soldados, manteniendo además entre ellos una corriente de simpatía, de atracción espi ritual y de afecto que les hará sentirse solidarios de una común tarea. Si el educador obra así, pocas veces tendrá que emplear el castigo como estimulante del interés ne gativo de la atención. Nos queda solamente por considerar cómo pue de comprobar el educador si sus alumnos o sus sol dados están o no atentos a sus explicaciones y en señanzas, lo que analizaremos en el epígrafe si guiente. - 21 DIRECCIONES DE LA ATENCION La atención puede orientarse o dirigirse hacia un hecho exteriora nuestro ser, que es el caso que hasta ahora hemos considerado (atención exter na), o bien reflejarse sobre la propia conciencia, para atender a una percepción interior (atención in terna), desarrollando un proceso mental que ha re cibido el nombre de reflexión. CONCOMITANTES FISIOLOGICOS Y AFECTIVOSDE LA ATENCION Tanto la atención externa como,la reflexión van acompañadas de fenómenos fisiológicos que son co munes a ambas en ciertos casos, mientras que en otros son distintos y aun opuestos. La atención, en general, va acompañada de un estado afectivo que es agradable o espera serlo en lo que hemos llamado interés positivo, ejerciendo una atracción (el sediento ante la visión del agua), mientras que es de desagrado y dolor, o espera su frirlo, en los estados de interés negativo (caso del vértigo, ante la vista de un precipicio) y que pro duce una ‘repulsión. En ambos casos se produce un estado de tensión más o menos intensa, pero siem pre desagradable, hasta que se satisface el deseo o desaparece el peligro. Este estado afectivo (tensión, angustia, placer o desagrado) va acompañado de ciertas perturbacio nes emotivas y fisiológicas, que son también positi vas o negativas, beneficiosas o perjudiciales, según su intensidad y sentido. De todos es conocido el efecto saludable de las emociones gratas y el ne fasto de las noticias desagradables, ya que, cuando la intensidad de ambas llega a cierto grado, puede producir perturbaciones fisiológicas y psíquicas pe ligrosas, sobre todo en individuos de constitución o equilibrio orgánico débil. Esta emoción siempre se traduce en gestos y ac titudes que exteriorizan todos estos estados afec tivos de nuestro espíritu y pueden ser leídos mate rialmente en nuestra fisonomía (estupor, asombro, miedo, alegría, etc.). Sin llegar a esos estados emotivos fuertes, todo 22 acto de atención lleva en sí una impresión ligera mente grata o desagradable. Cuando un individuo atiende a un hecho exte rior a él, abre todas las puertas de entradade su ser psíquico; sus órganos sensoriales se dirigen hacia el hecho óbservado, tratando de captar todas las ra diaciones (sonoras, luminosas, térmicas, etc.) que emite. Su ser se expansiona, se extiende, para re coger todas las emanaciones. La fisonomía se llena de rasgos que son’ los síntomas de la atención; los ojos se abren a veces desmesuradamente; la frente se frunce en arrugas; la boca se queda entreabierta, mientras que la respiración se paraliza o realiza a ritmo muy lento y todos los movimientos quedan suspensos. Si, por el contrario, el individuo atiende a un hecho interior, se concentra sobre sí mismo; todo su cuerpo se cierra, replegándose sobre sí, como rechazando los estímulos exteriores; los miembros se flexionan sobre el tronco, los ojos se cierran más o menos, se frunce el entrecejo y se aprieta la boca. Estas actitudes duran mientras la atención se mantiene; cuando cesa, el organismo se recupera y reanuda sus funciones normales. Entonces apare ce, entre otros detalles, el bostezo, acción automá tica con que el pulmón vuelve a inspirar y reponer el déficit de oxígeno que tiene. He aquí los síntomas externos, que puede com probar el educador para saber con qué intensidad es atendida su explicación y en qué momentos debe dar un pequeño “respiro” a sus alumnos para evi tar el agotamiento y la fatiga mental. E XTENSION DE LA ATENCION Tanto en el tiempo como en el espacio, la aten ción es una función poco amplia; puede captar u observar pocos fenómenos a la vez (en realidad, uno solo), y además se fatiga con rapidez, especial mnte en los niños y en los ancianos. La atención puede “recorrer” diversos hechos u observar ‘sucesivamente” varios fenómenos; pero es inéapaz de posarse y captar “simultáneamente” varios objetos. De ello se deducen trascendentales consecuencias pedagógicas. Es equivocado, por ejemplo, enseñar varios ejer cicios a un tiempo; es erróneo pretender que se .aprenda un ejercicio, complicado o una materia compleja si no sedescompone en partes o tiempos. Es absurdo tratar de que los alumnos tomen apun .tes sobre la materia objeto de enseñanza, priván dolos de todo libro de consulta u orientación. Apar Figura nía de palabra o de acción, a fin de satisfacer’esa apetenciade Variaciónque la atención tiene. La va riación de sus gestos, actitudes, tono, timbre y volumen de su voz, facetas por las. que presenta el mismo asunto, cambio en los ejercicios realizados, etcétera, dará a la clase o a la instrucción las “va- 4. a_E xzensión. de la atención. El campo de la atención es muy reducido. Prácticamente, sólo podemos fijar la atención y, con ella, la conciencia en un solo hecho psicológico. En el presente grabado, el reloj atrae nuestra atención y queda en focado en la zona central de la conciencia. Los demás objetos, hechos o “vivencias” se van oscureciendo y deformando a medida que se separan de dicho eje central, hasta quedar sumidos en la noche psicológica más allá de las zonas marginales. te de necesitarse una gran capacidad intelectual para sintetizar en pocas palabras la explicación del Profesor, es’preciso dejar de atender a éste mien fras. se escribe. Es decir, que hay una intermiten cia de. la atención entre oir y escribir que es ne fasta para ambas acciones. La rapidez con que la atención se fatiga sobre un hecho y espontáneamente “escapa” a nuestra yo¡untad para buscar otro, es causa también de que el Instructor o Profesor deben huir de la monoto naciones” sobre el mismo temá, necesarias para mantener cautivada la atención. Cuando, a pesar de sus. esfuerzos,.observe’eii sus,. educandos, síntomas de cansancio (bostezo, cam bios de postura, ligera agitación, etc.), debdar un pequeño descanso (breves segundos son. suficien tes), que servirán de “respiro” a su auditorio; Estos descansos, que, constituyen, aunque no haya fatiga, aparente,. un excelente “derivativo” mental y res—’ piratorio, deben ser empleados sistemáticamente.’ 23, FENOMENODE LA ATENCION EXPECTANTE Aunque ya hemos hablado anteriormente del es tado de tensión que la atención origina, queremos insistir sobre este fenómeno por la importancia que tiene y las repercusiones y peligros que puede arrastrar tras de sí. Cuando enfocamos nuestra atención voluntaria hacia un hecho que esperamos,se produce un estado de tensión que puede llegar a ser de ansiedad o de angustia, según la modalidad del hecho esperado. A ese estado se llama atenciónexpectantey se carac teriza por una serie de concomitantes fisiológicos y psíquicos del más alto interés, pero que únicamente podemos esbozar en un trabajo como el presente. En primer lugar, nuestro deseo o temor del acto esperado crea en el espíritu una representación fal sa y exagerada del hecho que se espera; lo estamos viendo; estamos oyendo y palpando, por así decir, todos los detalles del mismo. En consecuencia, nuestras ideas están influyendo sobre nuetro siste ma nervioso, nuestras palancas óseas y nuestros músculos. Todo nuestro ser está en potencial laten te, con todos sus mecanismos “cargados” y a punto de dispararse en cuanto aparezca el hecho esperado. Es el caso del estudiante que está “botando” en el asiento, esperando ser llamado por el Profesor; es el caso del individuo colocado a una altura determi nada sobre una barra oscilante; es el caso del sol dado que espera la voz ejecutiva de un movimien to o ejercicio cuya voz preventiva ha sido ya dada por el Oficial. Ese estado de atención expectanteno solamente se desagradable en sí, sino enormemente fatigante y agotador, debido a que todo el organismo está en intensísimo trabajo latente y por ello produce una depresión nerviosa muy fuerte. Debe, por tanto, ser evitado por todo educador tener a sus alum nos o tropa en atención expectante más allá del tiempo estrictamente indispensable, pues la rápi da fatiga que sobreviene es causa muchas veces de que el ejercicio, movimiento o respuesta del alum no sean equivocados. Así ocurre cuando el Oficial tarda más de lo necesario entre la voz preventiva y la ejecutiva. La misma causa de fatiga integral es motivo de que muchos examinandos olviden, en el momento del examen, materias que tienen per fectamente sabidas. 24 A estos peligros pedagógicos hay que añadir otros que pueden dar lugar a pasajeras perturba ciones mentales, tales como las “ilusiones” y las “alucinaciones”. Es el caso del niño que entra en una habitación oscura y ve fantasmas; el estu diante, que estciesperando ser llamado, oye su nom bre y se levanta, para sentarse de nuevo al com probar que ha sido una alucinación suya; el re cluta, que, esperando la voz ejecutiva, empieza el movimiento sin que el Oficial lo haya ordenado aún. El individuo que está en la barra, a cierta altura, se cae, mientras que no se hubiera caído si la barra estuviera colocada en el suelo. Todos son fenómenos psíquicos originados por la atención expectante, que crea un estado de acción latente, en virtud de lo que se ha denominado en psicología “poder dinamógeno de las ideas”, y que puede dar lugar a hechos desagradables, y hasta pe ligrosos en algunos casos, por desencadenar cierto género de ilusiones y alucinaciones. Citaré un hecho que quizá sea recordado por mis compañeros de promoción: Era allá por el año de 1925 ó 26; nos encontrába mos formados en la explanada de la Vega baja de Toledo, y cuando el Comandante que mandaba el Batallón de Alumnos había dado ya las voces de jrente sobre el hombro, en columna de honor, guías a la derecha,y nosotros, en virtud de ese “poder di namógeno de las ideas”, estábamos en tensión con secuente de la atención expectante,se le ocurrió pro ducir un cierto sonido a una vaca que se hallaba en las inmediaciones de un abrevadero situado. en dicha explanada. Inmediatamente todo el Bata llón, con banda y música a la cabeza, se lanzó en marcha. Esto demuestra la “potencia” irresistible que la atención expectante posee. Y con ello termino mi actual exposición psicoló gica, pues aunque todavía quedan aspectos muy importantes sobre el estudio de la atención, cuáles son la atención normal y patológica, la educación y perfeccionamiento de la atención y los procedi mientos de medida de la atención empleados en psisotecnia, quédense para otra ocasión. No quiero que mis lectores, si ¡os tengo, caigan víctimas de la fatiga mental y respiratoria, recom pensando mi humilde trabajo con desquiciantes bostezos de satisfacción. Retrato probablemente auténtico del Infante don Juan Manuel.—Del retablo de Santa Lucía, de la Catedral de Murcia, del cual fué donante. UNALINEA BEETA PAS ESPAÑOLA EN EL SIGLOXIJL General GARCIADEPRTJNEDA E Totrosi de la vuestra heredat podedes man escritos (i). Esta ilustre figura de las letras y tener cerca de mil caualleross in vien feého las armas españolas, hombre representativo de del Rey, et podedes yr del reyno de Navarra su época y fundador de la prosa castellana—al fasta el reyno de Granada que cada noche pase- decir de Cejador—, como e1Arcipreste de Hita lo des en villa cercada o en castiellos de los que yo fué del verso, nace en 1282 y muere en 1348. he.” Esta frase, bastante extraña, la escribía Por su linaje, su fortuna, los extensos territo don Juan Manuel, el famoso literato, en su libro rios ue poseía y, sobre todo, por sus personales “Castigos e consejos que dó a mi hijo don Fer condiones, ocupa lugar muy preferente en la nando, e son todas cosas que probé”. vida política española durante los reinados de Estudiar cuáles pudieran ser estas villas y cas Sancho “el Bravo”, de Fernando IV, de la regen tillos, situados a distancia máxima tal que podía cia cíe María de Molina y de Alfonso XI. Huér andarse en una jornada, es materia histórica fano muy niño, forma parte de la corte del rey que juzgo interesante y voy a desarrollar en es Sancho IV, y cuando tenía doce años, este mo tas páginas; pero antes de hacerlo parece indis narca le llama en su lecho de muerte para darle pensable un ensayo de biografía del personaje consejos y le hace grandes mercedes, que, cómo que la escribía. dice después don Juan Manuel en una de sus Este era el famoso literato don Juan Manuel, “hijo del infante don Fernando y nieto del rey (x) En España, los hijos de rey llevan el título de infantes, pero no los hijos de éstos. A pesar de ello, a Alfonso”; tal era el título que él mismo se con don Juan pedía, y con el que éncabezaba gran parte de sus infante...” Manuel se le ha llamado muchas veces “el 25 Fig. i.—Castillo de Peñajiel. obras: y con aquellos dineros fice yo este castillo mayor”, refiriéndose al de Pefíafiel. Casado tres veces, con descendencia escasa, pues sólo tuvo tres hijas y un hijo, con orgullo desmedido—convencido, sin duda, de su propio valer—, es personaje turbulento que ocupa el primer plano en la vida política castellana du rante cincuenta años. Riñe con unos y con otros, se desnatura del monarca Alfonso XI, domina gran parte de España y tiene como obsesión fun damental conseguir para su hija mayor, Cons tanza, una corona, ya que él no pudo o no quiso aspirar a ella. Fué adelantado del reino de Murcia y tenía extensísimas propiedades, de las cuales no tengo “... 26 detalle; pero tanto de la lectura de sus obras como, sobre todo, de su testamento, se sabe poseía enorme señorío en Escalona; otro im portante en la cuenca del Duero, en Peñafiel, y con seguridad, eran muchos en los obispados de Sigüenza, Cuenca y Murcia, hasta lindar con el reino de Granada, en Lorca. Como literato fué eximio y fecundo. No menos de doce son los libros que escribió, de los cuales, desgraciadamente, sólo han llegado ocho hasta nosotros. En el aspecto literario, su figura ha sido estudiada por to dos los que se han ocupado de la literatura española; como político y hombre de. acción, le han dedicado sus desvelos historiadores tan eximios como Jiménez Soler, que le de dicó un libro completo, y modernamente Cas tro y Calvo también han hecho un estudio. De los libros de ambos, y sobre todo del de Jiménez Soler, entresaco datos para este tra bajo. Su figura militar, en cambio, casi no se conoce. En ningún libro de historia militar se habla de él, y aun cuando no figura de modo decisivo en ninguna de las empresas bélicas en que tomó parte, sobre todo con tra los moros, hasta el cerco de Algeciras, ello puede estar justificado porque las cróni cas de la época sólo citan a los monarcas como figuras militares. Por ello, este ar tículo me parece es el primero que se le de dica en aspecto netamente bélico. Y vamos ya a entrar en el trabajo que dice el título. Como principio, debo confesar fracaso en el primer empeño, porque si la frase citada como encabezamiento dice “del reino de Navarra hasta el reino de Granada”, es lo cierto que en el primero de éstos no he encontrado hasta ahora dato alguno de que, a partir de los confines de este reino con el de Castilla, tuviera señorío alguno don Juan Manuel. Marchando de norte a sur, el primero que se encuentra es Peñafiel, so bre el Duero (fig. i). Todos los aficionados a la Historia conocen este castillo, que personifica “el castillo”, pues situado en la cumbre de elevado cerro que domina el pueblo, muy largo y muy es trecho, que casi asemeja un buque, domina el valle y se le ve desde lejos. Pefiafiel, señorío que debía de tener heredado de su padre, tenía gran importancia estratégica y debía de tenerla para él extraordinaria, no sólo por hacer allí su castillo mayor, como ha dicho, sino porque son numero sos los escritos suyos firmados allí. Debió posar con frecuencia, y hasta es tradición oral, con servada en el pueblo, que en una habitación de la torre del homenaje, orientada al mediodía, en cuya ventana hay un desgastado poyo de piedra era donde se sentaba para escribir. Este castillo, que es muy antiguo, tiene dos cercas: la primera, románica, y la segunda parece debió ser hecha por él; pero no se ve ningún escudo con sus ar mas. En el siglo XV sufrió restauración impor tante, y entonces pusieron en la torre blasones de los Villena, con la cimera de Manuel por des cendencia de don Fernando, su hijo. Como los Villena fueron sucesores de don Juan Manuel, la cosa es perfectamente verosímil (x). Y en Peñafiel precisamente escribe, entre otros, el famoso libro de los “Castigos”, donde al finál explica por qué se dedica a escribir, y con testando a observaciones que sin duda le hacía alguno de sus amigos, él, que era muy puntillo so, justifica su labor con la siguiente frase: “E pienso que es mejor pasar el tiempo en facer libros que en jugar los dados o facer otras cosas viles.” Era pueblo tan querido para él, que allí fun dó, entre otros, un convento de Predicadores, y además en este convento depositó el original de sus obras, corregidas de su propia mano, pues no se fiaba de la exactitud de los copistas, y dice en el prólogo de una de ellas que los “copistas, al copiar mal, dicen cosas que el autor rio dijo ni quiso decir”; en este mismo convento ordenó que lo enterrasen; allí ha estadó su tumba y un féretro de madera que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Valladolid. Tomando el castillo de Peñafiel como origen de esta línea de etapas, marchemos al sur hacia el reino de Granada, y precisamente en la pri mera etapa hay una solución de continuidad. El mapa (fig. 2) indica los castillos o villas pie como de su propiedad se hace referencia en va rias de sus obras, y a partir de Peñafiel, el pri ñiero que se encuentra es el de Galve de Sorbe (figura 3), ya en la actual provincia de Guda lajara. Este castillo era de su señorío, aunque tal vez el que hoy existe puede no sea el mismo que construyera don Juan Manuel, porque en las postrimerías de la vida de Alfonso’ Xi éste ordena demolerlo. La propiedad de Galve está demostrada, porque en la “Crónica de Alfon so XI” dice era suyo, y además que se compro metió a derribarlo. Ahora bien; de Peñafiel a Galve, la distancia es tal que no es posible fuera recorrida en una jornada, y necesario es buscar un punto inter medio. Este parece probable fuera Castillejo de Mesleón, antes de cruzar la sierra, pueblecillo de pequeña importancia; pero cuyo nombre indica que tuvo castillo, porque en la toponimia espa ñola no se da el caso de un pueblo que se llame Castillo, Castillejo o Castro que no. haya tenido (x) Francisco Antón: “Catálogo monumental de Va fladolid”, inédito. Fig. 2. alguna vez fortaleza. Hoy. no hay en este pueblo rastro alguno de castillo; pero en la cumbre de una colina que lo domina hay, si, unos cimien tos que en aquel sitio y en clima frío sólo pudie ron corresponder a. un castro. A partir de este pueblo, forzosamente ha de pasarse por Riaza y cruzar la Carpetovetónica hacia Galve. Precisamente en esta sierra y en la senda que une Riaza con Galve hay un. puer to que un viejo mapa del siglo XVII llama Puerto de los Infantes, y esto indica que por allí pasaban los próceres. Después .de Galve encon tramos ya, en el valle del Henares, Palazuelos, en el obispado de Sigüenza. Este pueblo, que to davía hoy conserva casi intactá su cerca, es cu riosisimo, porque esta muralla que rodea el pue blo tiene trazado rectangular, y el pueblo está formado principalmente por dos. calles que se cruzan casi en ángulo recto, datos que hacen pensar en un campamento romano, pues la es tructura es característica; y es más verosímil que fuera tal campamento, porque está en la vía romana que de Tarmantia iba a Sigüenza (i). La proximidad de Palazuelos a Sigüenza, que ya en la época romana existía como ciudad im portante, desconcierta un poco, pues parece raro hubiera una ciudad y un campamento a tan cór ta distancia; pero esto no era nuevo en la orga nización castrense romana: ocurre en Cáceres y Benavente. Es discutible que Palazuelos pudiera ser de (x) Tarmantia, hoy despoblado, era una ciudad ro mana importante, descubierta recientemente por Tara cena. (Historia de España, de Menéndez Pidal, tomo II. 27 Fig. 3.—Galve de Sorbe. Después de Palazuelos, la línea de etapas que estudio pasa a Cifuentes. Esta villa era de don Juan Manuel, según ha demostrado cumplida mente Layna en su obra (i). La “Crónica” dice que ya lo construía en 1324, y a mayor abunda miento, tiene escudo con sus armas. La masa que se conserva aún es ingente y demuestra el poder constructivo de este magnate, que em pleaba en hacer los castillos cuantiosos caudales y enorme energía (fig. 4). Cerca de Cifuentes, en las orillas del Tajo, está el pueblo de Trillo, importantísimo por sus aguas termales desde tiempo de los romanos. Que existió el castillo y que era de don Juan Manuel es indudable, aunque hoy no queden ni restos, pues la “Crónica” tan manoseada dice que lo construía en 1322; y después de Trillo es taba la villa de Salmerón, no de gran importan cia, pero que tuvo castillo y además le debía de tener mucho afecto don Juan Manuel, o sus con diciones climatológicas le interesaban, porque consta en la “Crónica” que lo recuperó en 1310. En los múltiples documentos suyos que ha exhu mado Jiménez Soler se refiere a él frecuente mente, firma allí muchas cartas y, por último, le dedica especial recuerdo en sti obra literaria cumbre “El Conde Lucanor”; en el prólogo de don Juan Manuel. El ilustre historiador Layna esta obra dice que allí le dió fin en 1335. Desde Salmerón, pasando por Castejón, que afirma que no, porque esta villa era del obis pado de Sigü€nza; pero me permito dudar no también era suyo, llegaba a Huete, villa muy importante desde tiempos antiguos, que ya Ma fuera de su jurisdicción, porque en aquella épo doz, en su “Diccionario Geográfico”, justifica ca los conceptos propiedad ysefiorío no estaban era suyo, pero de cuyo castillo no queda rastro claramente delimitados, como pasa hoy, en que alguno. Lo mismo ocurre con los de Zafra y el señorío, es decir, la jurisdicción civil, crimi nal y militar son del Estado, y la propiedad, de Montalvo, a poca distáncia; y ya muy cerca del los particulares. En los siglos medios, el señor 3 úcar se llega al castillo de Garcimuñoz, villa hoy de poca importancia, pero que en vida de podía tener la jurisdicción, mas no la propiedad, e inversamente. Más adelante, al tratar de Elche, don Juan Manuel la tuvo definitiva; tanto, que a encontraremos la demostración de esta tesis; su castillo le llama repetidas veces en sus escri tos, por antonomasia, “el castiello”, y debía de pero en el caso de Palazuelos hay un dato docu tener tal seguridad y tales medios de defensa, que mental, y es que una de sus obras, la “Crónica era allí donde guardaba sus tesoros. Abreviada”, afirma que en 1318 estaba haciendo Esto afirma en sus testamentos. Hasta la fe las murallas de Palazuelos. Esta “Crónica” ha cha se conocen dos otorgados por don Juan Ma figurado muchas veces como obra de don Juan Manuel, y. así la dió el padre Flórez en su obra nuel, ambos en Sevilla y con poca diferencia en “España Sagrada”, publicada en el siglo XVIII, el tiempo—dieciocho meses—; pero es curioso no donde copia una crónica en latín, que achaca a los custodiara allí, sino los depositó en Lisboa, donde hace pocos años ha dado con ellos la ilus don Juan Manuel. Jiménez Soler, el historiador Gaibrois de Ballesteros, que al que más ha profundizado en la figura de este tre investigadora prócer, ha demostrado cumplidamente que tal dedicar gran parte de sus afanes al estudio del crónica no puede ser de su mano; pero es más reinado de Sancho IV y su época, encuentra re probable fuera obra de algún clérigo suyo, como petidas veces a don Juan Manuel. No se limitaban al castillo las construcciones apuntamiento o guión para los libros que él es cribía, pues cuando hace referencias históricas es que allí tuvo don Juan Manuel; tenía un palacio tan puntual y preciso en los datos que cita, que, en el pueblo, que cedió después para fundar un comprobados éstos con otros documentos que se convento de San Agustín, cosa que dice en su y hoy no existe. Lamentable es que. han encontrado, nunca se le hallan errores, y testamento, para dar estos datos había de tener algún apun tamiento. (i) Castillos de la provincia de Guadalajara. 28 4.— Cifuentes. Fig. no quede nada del castillo, y es tal vez, de aque lbs muy importante que él construyó, el único del que no queda rastro. En el curso de este es tudio ya hemos hablado de Peñafiel y de Cifuen tes. Más adelante se publican fotografías recien tes de Alarcón, y también existe el de Lorca, que eran de los más importantes que construyó. Fig. 5. No lejos de Gacimuño está el pueblo de Alar cón, con sus fortificaciones casi intactas. Nece sario es, al llegar aquí, hacer un alto en el ca mino y pedir reposéis un momento la atención bien fatigada por la árida enumeración de loca lidades que llevo hecha, y fijarse un poco en esta extraordinaria villa fortificada, muy poco conocida, a pesar de estar cerca de la carretera Madrid-Valencia. Alarcón, villa muy antigua, ya fortificada en 1305, situada en un meandro del río Jucar, tiene la planta del dibujo (fig. 5), con el río, el caserío y un estrecho istmo que lo co munica con la llanura; pero este bucle del río no es en terreno llano—como podría ser, por ejemplo, la Vega toledana—, sino más bien pa recido a la cortadura que circunda a Toledo; la profundidad del tajo por donde el río corre está cerca de ioo metros debajo del pueblo. La otra fo tografía (fig. 6) es de la curiosa entrada, que para llegar a la villa era necesario atravesar con un triple orden de puertas, cosa no sé si única en España, pero desde luego la única que yo conoz co, y ya son muchos los castillos que, afortuna damente, he podido estudiar. Las tres puertas que todavía es preciso pasar para llegar al pue blo, se llamaban, y aún se llaman, “del Campo” la primera, “del Medio” la segunda y “del Cala bozo” la última, puerta ésta unida con la enor me torre del homenaje (fig. 7), donde estaría la prisión de que el señor del pueblo disponía con mero y mixto imperio. 29 Fig. 6.—Alarcón. La originalidad de la fortificación no se limita sólo a este extraordinario triple recinto, sino que está completada por las dos murallas que desde el castillo bajan al río, murallas cuyo objeto de fensivo es evitar que el enemigo pudiera atacar al recinto, corriéndose por las márgenes del río, y al limitar de tal manera la línea donde había que defenderse, se venía a conseguir una cosa de alta importancia en la fortificación de todos los tiempos, y que hoy se llama “compartimentar el terreno para encauzar los ataques”. El caso éste de las corachas de Alarcón es extraordinario, pues 30 no vacilo en afirmar son las más completas que hoy exis ten en España (fig. 8). Podrá llamar la atención este bien poco conocido nombre de co rachas, manejado sólo por los especialistas, y debo hacer honor al ilustre arqueólogo, fallecido hace pocos años, D. Manuel González Siman cas, que fué el que lo des cubrió (i). Después de Alarcón, siga mos nuestra línea de etapas con don Juan Manuel, rum bo hacia Granada (fig. 9). De Alarcón pasaba a Jor quera, villa fortificada que aún tiene importantes restos de murallas. De ahí a Chin chilla o Albacete; luego po día seguir dos caminos: o por Hellín, con otro pueblo, Ysso, que fortificaba en 1311, para bajar a Cieza y Moli na Seca—que fortificaba en la misma época—, o bien por Almansa a Yecla, villa que tenía en mucho, y a Elche o Villena. Vale la pena que nos de tengamos un poco en estas dos villas, que ocupan gran parte de su historia, y en la historia de la fortificación ocupan lugar muy preemi nente. Elche, propiedad del in fante don Manuel, su padre, constituía una de sus más pingües propiedades. Perdida con todo el reino de Murcia, pues don Alfonso de la Cer da, el nieto de Alfonso el Sa bio, se la donó al rey de Ara gón, luego consigue don Juan Manuel rescatarla. Elche es de los pueblos que más veces suena en los documentos de don Juan Manuel. Tenía dos castillos: uno muy antiguo, de origen ára be, que aún subsiste, llamado “La Calahorra”, y otro que también existe hoy y con verdadero aspecto de castillo (figs. io y u). Son notables las escaraguaitas, palabra que no está en el (u) Coracha en español. Coyraca en portugués. Voz en desuso hoy, de muy frecuente uso en la Edad Media. Su necesidad táctica sigue existiendo, y en nuestra gue rra de Liberación se ha hecho alguna, aunque, por igno rancia, no se le daba el nombre. Diccionario de la Lengua, pero entiendo debe acuerdo con el rey de Arag6n, su suegro, qué figurar. La palabra garita que de ordinario se quería recabar el reino de Murcia, o parte de él, como había hecho su padre, y en esta concordia usa, tiene acepción más precisa, que corresponde que don Juan Manuel a un puesto de centinela, pero móvil y, por lo llegaron al acuerdode perdiera la jurisdicción, pero conservando la pro tanto, de madera; algunas veces se construyen piedad; y en sus cartas es frecuente ver citar a también de ladrillo o mampostería, pero es ex cepción. Los puntos altos y fijos de vigilancia de Elche y los alrededores con motivo de cobro de un centinela, que también pueden servir como rentas y luchas con sus almojarifes, e incluso aplicación de estas rentas a mantener el castillo asentamiento de armas arrojadizas, primero ba de “La Calahorra” y rehacer o construir el de llestás y luego armas de fuego, y por tanto re Elche. Por esta razón creo que tal castillo es el quieren estar fijos en lo alto de un muro, tienen bastante amplitud y están bien defendidos de mismo que don Juan Manuel construía, pues la situación topográfica, dominando un barranco, los tiros enemigos; son los que se llaman escara ra excelente militarmente; pero hay además un guaitas. detalle constructivo que me incita a creer que es Consta en documentos publicados por Jimé nez Soler que don Juan Manuel construía un el mismo la doble serie de baquetones que sos tienen el cuerpo de la escaraguaita. Esto me castillo en Elche en 1297, es decir, dos años des lleva a hacer ;o un. estudio, sino una indica pués de la muerte de don Sancho, y casi al mis como mo tiempo que empezó a construir el de Peña- ción de la evolución de la escaraguaita elemento de fortificación desde las fortificacio fiel; pero se ofrece la duda de si este castillo ac nes árabes conocidas en España a partir del si tual será el mismo que llevantaba en aquella glo XII, y que hoy subsisten, hasta las últimas fecha. El análisis de esta materia es largo; pero, sin elevadas en tiempo de los Católicos, antes de que su cédula de 1474 impidiera la construcción de embargo, debo indicar brevemente que poco des pués de 1297, don Juan Manuel concluye un castillos o casas fuertes. . Fig. 7.—Alarcón. 31 Fig. 8. Estos baquetones sosteniendo la base de las escaraguaitas constituyen una originalidad cons tructiva que, en mi sentir, aparece a finales del siglo XIII, en que también surgen escaraguaitas cilíndricas, sustituyendo a las anteriores rectan gulares del tipo califal, como hay tantas en Es pafía. Al aparecer las cilíndricas, surgen los ba quetones como elemento a la vez constructivo y decorativo, lo mismo en las de Elche que en las de Villena. El castillo de Villena (foto 12) fué también obra de don Juan Manuel en 1308, y tiene ba quetón que sostenía la escaraguaita; y al poner de manifiesto este castfllo de Villena con su do ble recinto, no puedo por menos de evocar la fi gura de aquella infanta de Aragón doña Cons tanza, desposada con don Juan Manuel a los cinco años, depositada en este castillo como sal vaguardia, hasta que a los doce consuma el ma trimonio con su novio, que era hombre turbu lento y ya tenía sus treinta años de edad. Numerosas son las escaraguaitas con baque tones en el siglo XIV; pero ya a finales de éste y principios del XV se sustituyen por otras más complicadas, ‘con mocárabes, de las que no. sería oportuno hablar aquí, pues corresponden a otra época. A partir de Elche, la línea va por Orihuela a Molina Seca o a Murcia; pero en ninguna de éstas hay rastro apreciable de fortaleza que pu diera ser de don Juan Manuel. Desde Murcia, la línea sigue por Librilla a Lorca, y en esta zona se desarrolló gran parte de su actividad políticomilitar, como Adelantado 32 que fué dos vee en el reíno de Murcia. Tuvó allí actividades muy variadas, pues el adelanta miento llevaba consigo facultades muy amplias, tanto en el orden jurídico, civil y penal como en el militar. En Librilla no queda rastro alguno de fortaleza, pero sí en Lorca. Este castillo de Lorca que hoy subsiste, enorme aunque no tan grande como Alarcón, ni quedan restos tan importantes de la cerca, sí tiene una gran mole y aún conser va los blasones de don Juan Manuel en el torreón del homenaje. Acabado el estudio de su línea de etapas, pa rece natural no terminar este trabajo sin dar no ticia de alguno de los libros que escribió don Juan Manuel, que por su carácter tienen gran interés militar. Estos libros son el ya citado de “Castigos e consejos” a su hijo; “El Conde Lu canor”, que en su intención pedagógica hay múl tiples consejos de aplicación psicológica militar, y, sobre todo, el “Libro de la caza”. Este “Libro de la caza”, que debía comprender casi toda España, pero del que sólo se conserva lo que se refiere ‘a una parte relativamente pequeña de ella, está clasificado por obispados, y tan sólo se han encontrado los que corresponden a los de Sigüenza, Cuenca y Cartagena-Murcia; pero con ellos ocupa casi toda la zona de la que hemos ha blado en este trabajo. Dos partes distintas tiene el “Libro de la caza”: una, dedicada a la. mismidad de la caza, que, como es natural, en su tiempo era sólo la de ce trería, y en ella describe no sólo las aves que caza, sino los animales, y otra que es una des cripción geográfica extraordinariamente intere sante, en la que examina con gran minuciosidad todos los accidentes del terreno, y, a pretexto de decir en qué lugares se encuentra más abun dante caza de pluma o de pelo, tiene muchísimos datos de tipo netamente geográfico y, por lo tan to, militar. Su clasificación es lo que hoy se llama por cuencas hidrográficas; describe con detalle la mayor parte de los arroyos y hace notar cerca de qué pueblos el río tiene márgenes escarpadas o es ancho, con terreno pantanoso, que en el cas ‘tellano de la época se llamaban almarjales, don de son fáciles de vadear ‘o no pueden cruzarse más que en barca, y otra porción de datos que hoy importan mucho para un estudio logístico. Su lectura, sobre todo en la parte donde perso nalmente he tenido ocasión de recorrer a pie o a caballo alguno de estos ríos, resulta prove chosa, y puede sacarse la ccisecuencia de que entonces la riqueza acuática de España era mu cho mayor que ahora, y los cursos de agua más caudalosos. Concretándome al valle del Tajuña, del Henares y parte del Júcar, que he podido recorrer, he encontrado algunos sitios en que hace notar no es vadeable el río, y por este mis mo paraje lo he pasado yo saltando depiedra en piedra, sin la menor dificultad. La consecuencia tiene interés. Lástima que este “Libro de la caza” sea difícil de leer, pues sólo hay una edición alemana de Baist, otra muy completa y cuidada que hace cerca de un siglo editó la Sociedad Española de Cazadores, y una muy reciente del Consejo de Investigaciones Científicas; pero que, por razo nes que no se me alcanzan, aunque publicada, no se ha puesto a la venta y no es fácil de con sulta. Como cólofón de este trabajo, seguramente se preguntará el lector—si alguno tengo—cómo se ría físicamente don Juan Manuel. Con grandes probabilidades de éxito, puede decirse que la figu ra que encabeza este artículo es su retrato. Está sacada del retablo de Santa Lucía, en la catedral de Murcia, en oue el donante varón es el repro ducido. El cuadro, obra de Bernabé de Módena, ha estado en la capilla de los Manueles de la ca tedral de Murcia desde principios del siglo XIV hasta mediados del actual. El año 35 viene al Museo del Prado pára ser restaurado; allí le coge la guerra; ya arreglado, sufre el éxodo tristísimo a Suiza; se le rescata el año 4o; se exhibe en el Prado con toda la colección de las obras de arte que la energía y decisión de nuestro Caudillo con siguió rescatar para España, y hoy vuelve a es tar en la catedral original. aúnque no expuesto al público todavía. Sería enojoso para el lector de EJERCITO conocer el ciclo que me ha llevado a afirmar que este retrato es de don Juan Manuel; el cu rioso puede encontrarlo en un artículo con el nombre de “El retablo de Santa Lucía en la ca tedral de Murcia. Quiénes fueron los donantes”, que, escrito por el autor, publicó el “Boletín de la Sociedad Española de Excursiones” el año 47. El interés del retrato es grande, porque a la importancia netamente pictórica añade el que, en opinión del eminente crítico Sánchez Cantón, es el retablo en tabla más antiguo que se conser va con identificación de la persona retratada. En esta larga línea estudiada de 560 kilóme tros, la distancia máxima entre puntos de etapa t Fig. 9.—Elche. 33 - es de 6o kilómetros, salvo en la solución de con tinuidad ya dicha de Pefiafiel a Galve de Sorbe. Estos 6o kilómetros entran perfectamente den tro de una jornada para un caballero que podía cambiar de caballo y tener relevo, y, por tanto, más bien parece corta. De.todos modos, me ha interesado conocer la longitud de la jornada que podía hacer un prócer en la Edad Media, y este asunto, que tengo un poco estudiado, puede ser materia de otro tra bajo, que prometo a los lectores de EJERCITO si entre ellos encuentra alguno éste. Fig. io.—Villena. 34 LA FORTIfICÁCION PERMANENTE ENELMOMENTO ACTUAL CARACTERISTICAS FUNDANtENTALES DELASZONASFORTIFICADAS Comandante de Ingenieros TRIVIÑO, de la Escuela E Nun trabajo anterior dedicado a este tema de la fortificaciÓnde los Estados, publicado en el núméro l2 de esta misma Revista, y al cual remitimos al lector, hemos estudiado la evolución histórica, los’factóres que intervienen en la defensa de los Estados, el papel asignado en ella a la fortifi cación y las formas que había de adoptar esta de fensa, según las características de sus fronteras, ya naturales, ya pojíticas, o bien que tengan un carác ter mixto. Hoy nos proponemos examinar aquí las caracterís ticas fundamentales de las zonas fortificadas. Es cosa sabida que, en la actualidad, la organiza ción defensiva ha de ser continua a lo largo de la fron tera, apoyando sus flancos en obstáculos, si no abso lutos, que no existen prácticamente para los medios modernos, si cuidadosamente elegidos y de la má xima importancia, y todo ello partiendo de la con dición fundamental de contar con las armas y per sonal necesarios para guarnecerla con eficacia. Si así no fuese y dejásemos soluciones de continuidad, por estos boquetes se produciría la penetración y, como condición inmediata, el envolvimientode toda la organización. Hoy día, la táctica y la industria proporcionan a los Ejércitos medios aptos para avan zar por terrenos hasta hace poco tiempo impracti cables, y por otra parte, la construcción de vías de comunicación se realiza en plazo brevísimo. Con medios apropiados y convenieñtemente dosificados puede producirse la infiltración por cualquier punto, y esto nos dice, por tanto, de la necesidad de orga nizar las fronteras en toda su longitud, o sea que hay que defender adecuadamente todo el perímetro de la nación. Ahora bien; lograr tal continuidad es cosa prácti ALBERTO Politécnica FLORES del Ejército. camente imposible, por razones d tipo económico, y, más aún, si lo llegásemos a lograr, obtendríamos como resultado un dispositivo lineal, precario, que, al no poderlo armar y guarnecer con la densidad que su eficacia requiere, sería débil entódos sus puntos y, por ello, fácilmente perforable; en resumen, in eficaz. Nos encontramos, pues, en una difícil/situación, ya que, por un lado, la continuidad es condición ab solutamente indispensable, y por otra parte, esto es prácticamente imposible de lograr. ¿Cómo salir de este atolladero? Una primera solución consiste en sustituir la continuidad material por la continuidad en el fuego, de mayor eficacia, y obtenida fácilmente por la conveniente ubicación de las obras en la zona a fortificar, en un “escaqueado” perfecto que con siga el cruce eficaz de fuegos de las distintas armas, tanto en el sentido del frente corno en profundidad. La organización así concebida será dontinua y pro funda, consiguiéndoseal mismo tiempo, de una ma nera automática, la compartimentación, tres carac terísticas tradicionalmente esenciales en toda orga nización defensiva. Pero fácilmente se comprende que aun así, a poco extensa que sea la frontera, el problema económico subsiste. ¿Es impotente la for tificación para aportar una solución al problema? El terreno nos brinda, en la mayoría de los casos, una solución inmediata. En efecto; en primer lugar, po demos dividir la zona que se trata de fortificar en sec tores en que es posible bi ataque con carros; sectores en que esto es imposible, y aquél se montará a base de infantería, siendo esto factible en grandes masas, y otros, en fin, en que el ataque sólo será posible em pleando pequefios contingentes de infantería o para caidistas, para los cuales todo terreno es apto. 35 desde el punto de vista de la resisten cia, lo que quiere decir que la forti ficación es homogénea, por lo que se refiere a la “capacidad de resistencia”, sin que ello suponga que todas las obras o grupos de obras sean igual mente resistentes, sino que en cada punto de la zona fortificada, si fuera posible comprobarlo, obtendríamos la misma resistencia, porque se cumple en cada uno de ellos la conocidaecua ción: TERRENO MENTO + + FORTIFICACIÓN+ ARMA GUARNICIÓN= CONSTANTE; o sea, que allí donde el terreno más se preste a la defensa, menor será el em pleo de la fortificación, y recíproca mente. Independientemente de esta clase de homogeneidad,base de la for De este modo, ya tenemos una primera causa de tificación, también ha de conseguirsela homogenei dosificación de la fortificación,organizando cada uno dad aparente”, a base de la intercalación de obras de los sectores en armonía con la clase de ataque que falsas que presten uniformidad al conjunto de la zona han de sufrir; algo análogo a lo que veremos se hace fortificada (enmascaramiento indirecto). en las costas, según las posibilidades de un desem Cuando el apoyo de los flancos de la zona fortifi barco. En consecuencia, se organizarán fuertemente cada sea el mar, es de suma importancia prestar aten las zonas en que el ataque con carros sea posible; ción máxima a los puntos de soldadura, puntos débi las que sólo puedan ser atacadas con infantería, pero les en toda organización, doblando además la forti en grandes masas, requieren una organización más ficación terrestre en corchetes hacia retaguardia. ligera, sin que ello quiera decir que la fortificación Para tener en cuenta la perfectibilidad, conviene sea exclusivamente de campaña; y las últimas pue aclarar que, al decir que la fortificación es perfec den organizarse a base de tropas móviles con misión tible, no sólo se debe entender que no debe darse de aniquilar los pequeños grupos que puedan infil nunca por terminada, cosa que fácilmente se com trarse, disponiendo estas reservas móviles de abrigos prende, y con mayor razón tratándose de fortifica y obras ligeras en misión de vigilancia. ción permanente, sino que hay que tener en cuenta Naturalmente, dentro del conjunto se organizarán una segunda interpretación de dicha palabra, siendo más concienzudamente aquellas zonas en que sean ésta de mayor importancia, y es que la perfectibili más importantes las consecuenciasque de su forza dad nunca debe implicar la renuncia al empleo efi miento puedan seguirse, en relación con el desarrollo caz de la fortificación, o, dicho de otro modo, que de la guerra, y aquellas otras en que, por sus objeti en todo momento la fortificación debe poder ser em vos inmediatos, sea más de temer el ataque, siendo de pleada con las máximas garantías de eficacia, lo cual la máxima importancia dentro del conjunto de obras nos dice claramente que habrá que establecer un los grupos de interdicción de las vías de comunica orden de urgencia en los trabajos, y ello nos puede ción que penetren en territorio propio. llevar a que, en ciertos casos, existan regiones o zo La continuidad así concebida lo será absoluta, por nas “fortificadas en potencia”—las menos peligro lo que se refiere a la vigilancia, al fuego y al obs sas—, en las cu1es sólo son realizados aquellos tra táculo. Este será continuo materialmente en toda bajos que requieran mucho tiempo, estando aparca la zona fortificada; doble, contra carros e infantería, dos a pie de obra los materiales necesarios para su en los trozos donde el ataque con carros sea posible, terminación definitiva. y contra infantería, en aqúellas zonas donde sólo Es fundamental para la seguridad y eficacia de la esta última clase de ataque sea de temer. El obs línea que la pérdida de una o varias obras no pro táculo estará siempre batido, con fuego de flanco duzca la brecha inmediata y, como consecuencia,la de armas contracarro y automáticas, en el primer clásica maniobra envolvente. Ello se consigue ha caso, y sólo con estas ültimas si el ataque con carros ciendo que la línea sea elástica, o sea que, si se pro no fuera posible. duce lo antedicho, la única consecuenciaque se de De lo expuesto parece deducirse que la línea for riva es que el borde exterior de la zona cambia de tificada no es homogénea, y, sin embargo, tal homo forma, se flexa; pero la zona fortificada no pierde geneidad existe y es necesaria, pero concibiéndola por ello la continuidad en frente y fondo, o sea que - 36 sigue siendo continua y profunda. Diremos, una vez más, que todo es consecuencia del empleo racional y constante del escaqueadode las obras, que, al con seguir también la solidaridad entre ellas, hace que las obras caídas en poder del enemigo se encuentren automáticamente sometidas al fuego convergente del mayor número posible de las demás, haciendo así incómoda y a veces imposible su conservación, a lo que contribuye eficazmente el “hermetismo”, que debe ser condición indispensable a todas ellas. Ya se comprende que todo lo dicho hasta ahora nos conduce a líneas profundas; pero conviene exa minar este punto, para precisar sobre tal profun didad. Es indudable que es ésta una de las cualidades más perfectibles de la fortificación y nunca puede decirse que una zona fortificada sea demasiado profunda. Pero, también ahora, consideraciones de tipo eco nómicó hacen que sea forzoso limitar tal profun didad. Esta se debe fijar en función de la penetra ción, y ésta, que muchcú consideran de 50 kilóme tros en un solo día y aun más, basados en casos de la última guerra, puede fijarse en unos 40 kilómetros como máximo. Los que opinan que las Unidades acorazadas han penetrado a distancias como las ci tadas anteriormente, olvidan que tan sólo de 6 a 8 ki lómetros estaban •fortificados. Puede considerarse, pues, como profundidad media la de 40 kilómetros; pero sin que ello pueda tomrse de un modo tajante, por depender de multitud de factores que pueden aconsejar aumentar la profundidad en puntos o zo nas determinadas. La línea Sigfrido tenía profundi dades que variaban entre los 42 y 40 kilómetros, según parece deducirse de algunos comentarios dig nos de crédito. Pasamos ahora a un punto interesante y discutido: ¿Es necesaria la línea de vigilancia en la fortifica ción permanente? La línea de vigilancia puede pre ceder a la de resistencia, y su cometido teórico será replegarse después de desgastar al máximo el ata que enemigo y canalizado hacia zonas favorables para la defensa. Su constitución será análoga a la principal de resistencia en cuaiito se refiere a orga nización general; pero aunque fuerte para desarro llar una resistencia apreciable, no tendrá la profun didad de la otra, ni sus obras tendrían la misma re sistencia. Pero, en realidad, esta línea de seguridad no es necesaria en la mayoría de los casos en fortifi cación permanente. La explicación va íntimamente ligada a la ubicación de la línea fortificada, y así entramos de lleno en la manoseada cuestión: ¿pen diente o contrapendiente? La línea de vigilancia tiene como misión principal “ver”, y como secunda ria, “resistir”. La línea de jesistencia tiene como misión única la de “detener” al -asaltante y hacer fracasar el ataque, valiéndose para ello de los fue gos desarrollados por las armas situadas en las obras. Ahora bien; en fortificación de campaña, es condición inexcusable substraer las posiciones a las vistas de los observatorios enemigos, y ello nos lleva a la contrapendiente y, como consecuencia,la línea de vigilancia es absolutamente necesaria para observar. Viene a ser algo así como los ojos avanza dos de la línea principal de resistencia. Pero en for tificación permanente no podemos pretender que el enemigo ignore nuestra posición; ante al contrario, sabrá al dedillo, por muchas precauciones que se hayan adoptado, la situación de las obras, y, por otra parte, éstas tendrán la resistencia adecuada para soportar los medios empleados por el ataque. En es tas condiciones, y teniendo en cuenta la misión de la zona de resistencia, lo que nos interesa es un buen campo de tiro, tratando de conseguir que en una zona profunda delante de la fortificación no haya un solo metro cuadrado de terreno que no esté batido por varias armas, siendo posible y necesario que haya ausencia de ángulos muertos y caminos des enfilados que permitan la aproximación a las obras. En tal sentido, las obras se ubicarán allí donde el fuego de las armas sea más eficaz, y así vemos en la línea Sigfrido que las obras se extienden, en general, en mesetas y pendientes, donde están en mejores condiciones para ver y batir. De todo lo expuesto, se podrá argüir, nada con creto se deduce para resolver el problema, toda vez que la ubicación de la línea será, según los casos, unas veces en pendiente y otras en contrapendiente, siendo sólo en este último caso necesaria la línea de vigilancia, convenientemente enlazada con la de re sistencia. En efecto, así es; pero vamos a concretar algo más valiéndonos de la importancia que actual mente tiene el obstáculo, que es tal, que puede de cirse que a su trazado se supedita todo. La existencia de un obstáculo natural contracarro impone ya la ubicación de la zona fortificada, y con ello nos ahorramos la famosa discusión sobre este tema tan debatido. Si no existe el obstáculo natural en ciertas zonas, hay que crearlo, y para su trazado se procurarán obtener grandes alineaciones y rasan tes que permitan el máximo rendimiento y economía de las anuas de flanqueo, llevándolo,siempre que sea posible, por el fondo de barrancadas amplias o lade ras tendidas, a fin de substraerlo, con sus órganos de flanqueo, de la observación enemiga,consiguiendo así, en ciertos casos, el efecto de sorpresa. Una vez fijado el obstáculo, vienen impuestos los órganos de flanqueo, y automáticamente, como con secuencia, las obras complementarias de la línea de resistencia, y asimismo se deducirá si es o no nece saria la línea de vigilancia. El obstáculo natural, si no es suficientementefuer te, será completado y reforzado con obstáculos arti ficiales, pero, bien entendido, que nunca se conse guirá una barrera infranqueable por si misma; se trata, como en todo obstáculo, de disminuir la pro gresión, deteniendo momentáneamente la marcha del elemento enemigocorrespondiente—hombreo carro— bajo un denso fuego flanqueante de cañón oametra 37 lladora. Cualquier obstáculo es útil, mas en grado diferente; y por la existencia de carros especialmente preparados para romper, franquear y neutralizar cada especie determinada de obstáculo, será conveniente multiplicar éstos en profundidad, en distintos tipos, sobre cada línea de obstáculo contracarro que se construya. El flanqueo de cada una de las obras debe confiarse a las colaterales, o, dicho de otra forma, el autoflanqueo no debe existir. Son muchos los autores de teorías, y hasta el propio Vauban era de esta opi nión, que creen no se debe fiar en el combate cuando la vida está en peligro y el egoísmose exacerba, en la ayuda que nos puedan prestar los demás, y en tal sentido opinan que harto tendrán que hacer los ocu pantes de las otras obras con defenderse a sí mismos para acudir en ayuda de los otros. Esto quizá pudiera aceptarse tratándose de un clásico “campo atrinche rado”, con una sola línea de defensa, la de los fuer tes, y donde, por su trazado circular alrededor del núcleo (plaza), era difícil para unas obras, y para otras imposible, la convergencia de fuegos. Pero en una fortificación como la que se preconiza, son mu chas las obras que pueden concentrar sus fuegos en un momento determinado sobre las demás, y aunque supongamos que algunas estén, por cualquier causa, imposibilitadas para hacerlo, siempre serán muchas las que estarán en condicionespara ello. Respecto al egoísmo, que no hemos de negar que existe, por des gracia, téngase en cuenta que, en general, el fuego de flanqueo de los intervalos es al propio tiempo defen sa próxima de las obras. En cuanto a las obras, no hay tipos que puedan aplicarse sistemáticamente en todos los casos. Baste decir que las obras son la consecuencia inmediata del plan de fuegos que se adopte. Situadas las armas allí donde puedan cumplir su misión con la máxima eficacia, es preciso asegurar la continuidad de su funcionamiento, y por ello hay que protegerlas. La importancia de las obras es función del armamento que hayan de proteger, y éste, a su vez, varía según los intervalos entre ellas y su misión, entre otras muchas causas. De ello se deduce que pueden adop tar muy variadas formas y ser de muy diferentes di mensiones. Estas vienen determinadas, además, por dos razones opuestas. De un lado, no pueden descen der de un mínimo de volumen, el suficiente para evitar la reversión del conjunto por explosión afor tunada de un proyectil a buena profundidad, y de otra parte, su superficie vulnerable debe ser mini tanto vertical como horizontalmente. En cuanto al “relieve”, las obras han de tener el mínimo indis pensable, haciendo para ello grandes movimientos de tierras, para colocarlas sin que sobresalgan en si lueta, procurando siempre una disimulación lo más perfecta posible. Siempre que elsector de fuego sea algo amplio y, por consiguiente, haya de destacarse 38 la cubierta, se acudirá, si ello es factible, al empleo de cúpulas. La protección de las obras no es posiblefundamen tarla en la oposición al proyectil de una coraza ade cuada. Hoy día, que los pesos de las bombas utiliza das por el bombardeo aéreo y los calibres de los pro yectiles de artillería han aumentado tan considerable mente, y que los explosivos empleadosson de efectos muy superiores a los hasta ahora conocidos, la pro tección directa y exclusiva de las obras es práctica mente imposible,y por ello la eficacia de esta protec ción se consigue sumando la protección directa, pro porcionada por los blindajes, y la indirecta, que nos proporcionan a su vez la diseminación y el enma caramiento al hacer más incierto e impreciso e! bom bardeo. Los espesores de los blindajes se deducen del cálculo, y éste se basa muy especialmente en los pro yectiles ue han de batir las obras calculadas; pero téngase en cuenta que nunca (salvoraras excepciones de obras con misiónfija y aisladas, de difícil enmasca ramiento) se calcularán para los máximos calibres y pesos conocidos. Se impone un estudio lógico de los pesos y calibres que han de emplearse para bombar dear las obras, para basar en ello el cálculo y obtener una solución.económica al par que eficaz. Es indu como sabemos, requiere armas automáticas y pie dable, por ejemplo, que las bombas de aviación de zas c/c, o sólo armas automáticas, si el obstáculo es 10.000 kilogramosno tendrán aplicaciónpráctica.para sólo contra infantería. Finalmente, el flanqueo del el bombardeo de las obras de fortificación, y síla tie intervalo y flanqueo de las obras próximas requerirá nen justificada para bombardear grandes núcleos ur armas automáticas y piezas de p/c, éste en función de banos o grandes aglomeracionesindustriales. En resu las distancias entre obras. Puede considerarse como men, para el cálculose tendrán en cuenta los calibres calibre máximo, en casos especiales, el de 150/29 y y pesos máximos que prácticamente tengan probabi similares. Como pieza muy empleada por los alema lidad de empleo, y no se olvidará nunca de afectar los nes, puede indicarse el 88/56, que tiene además la espesores obtenidos del “coeficiente de seguridad” a ventaja de poder ser empleada, con instalacionesade que se hizo alusión anteriormente. El material em cuadas para coadyuvar a la defensa antiaérea de la pleado casi exclusivamente en las obras de fortifica línea fortificada. ción es el hormigón armado o sin armar, pues ambos Características de todas las obras, consecuenciade tienen sus partidarios, y aún no se ha aclarado sufi la aparición y desarrollo creciente, durante la pasada cientemente cuál de ellos es preferible para obras de guerra, de las tropas aerotransportadas, será que la este tipo. defensa ha de ser circular, o sea que en todas ellas De los párrafos anteriores se deduce que el enmas hay que prever que puedan ser envueltas, lo oue quie caramiento es hoy más necesario que nunca. La zona re decir que la defensa ha de ser perimetral no sólo fortificada será en todos los casos, ya lo dijimos con en el conjunto de la línea, sino en cada una de las anterioridad, conocida del enemigo, que tiene múlti obras. pies medios de información, y de aquí que el enmas Complemento indispensable de todo lo expuesto caramiento absoluto sea imposible de conseguir;pero ha de ser una red de comunicacionesque enlace entre podremos conseguir un enmascarapiiento eficaz, a sí las distintas obras. Pero esta unión no puede ser base de disimular las obras dentro del conjunto me arbitraria, sino que ha de responder a un plan per diante la construcción de obras falsas intercaladas fectamente estudiado que tienda a acrecentar la se que presten uniformidad a toda la zona fortificada, o guridad y eficacia del conjunto. Las comunicaciones sea lo que hemos designado anteriormente “homoge han de permitir en todo momento el ejercicio del neidad aparente”. Es indudable que el enemigo po Mando en condiciones de la máxima seguridad, y de drá llevar a cabo sus bombardeos aéreos y artilleros aquí se deduce que han de estar “estructuradas como sobre un blanco conocido de antemano en su conjun el Mando”,haciendo posiblela acción y presencia del to; pero su tiro no será preciso ni fácilmente corregido, Jefe en cada una de las obras. Asimismo el funciona y esto le restará eficacia y aumentará notablemente miento de las armas ha de ser continuo, y hay que el consumo de municiones. La diseminacióny el blin lograr la continuidad del plan de fuegos, aun en el daje harán el resto, y así hemos conseguidoya lo que caso de sufrir un intenso bombardeo, lo que sólo se queríamos: restar eficacia a las armas del enemigo. conseguirá si el municionamiento está asegurado en todos los casos y las armas están perfectamente pro El armamento de las obras-será el adecuado para tegidas. Por ello, los “repuestos o depósitos de obras” la misión que se les asigna. Siguiendo las normas apli también han de estar enlazados con éstas por comu cadas en la construcción de las líneas fortificadas más seguras. Estas deben ser subterráneas, con modernas, desaparece en absoluto el fusil repetidor, nicaciones protección del mismo terreno, de espesores variables siendo ello una lógica aplicacióndel principio de eco según las características de aquél, y que serán calcu nomía de fuerzas. El armamento debe atender a las lados, como siempre, para los proyectiles de máxima defensas próxima e ihmediata, flanqueo del in’ter penetración que sean de probable empleo. El enlace valo y flanqueo del obstáculo. La “defensa inmedia de los “depósitos de sector” con los anteriores y de ta” está a cargo de las armas qrie para esta mIsión se “centrales” con los del sector se hará a base de han consagrado como de máxima eficacia en la pa los caminos desenfilados y enmascarados, haciendo los sada guerra: el lanzallamas con dispositivo giratorioy abastecimientos en momento de calma y, en todo el lanzagranadas. Como el autoflanqueO, ya lo iiji de noche. Las piezas de artillería pesada, y en mos, no existirá, el obstáculo particular de cada obra caso, general todas las Baterías con misión de defensa le se batirá de frente por dichas armas y el flanqueo pro jana, se asentarán al descubierto, confiando su pro piamente dicho lo harán las obras colaterales. El foso tección a la movilidad. Cada Batería tendrá múlti se empleará tan sólo delante de las aspilleras de las ples asentamientospreparados_corrientemente tres— obras y será batido con granadas lanzadas por desli y los observatorioscorrespondientes,y asimismoesta zaderas practicadas en la masa del hormigón de los rán previstos los accesos. Esto es evidentemente la muros. La “defensa-próxima”,a cargo de armas auto de la separación de las defensas próxi hiáticas, cañones de p/c y piezas c/c, por su misión, consagración ma y lejana. Falsos asentamientos nos proporciOna. deberá tratar de conseguir para estas armas sectores rán el enmascaramiento y, como consecuencia, una de tiro, a ser posible, de 3600, por lo que su instala cierta protección indirecta. Ciertas piezas o Baterías ción más adecuada será en cúpula y, a ser posible, con con misión fija obligarán a asentamientos también dispositivo en eclipse. El “flanqueo del obstáculo”, 39 fijos, y en este caso se impone una protección ade cuada y un esmerado enmascaramiento. rra ha tomado el desembarco aéreo. En el interior del país, este tipo de agresión será muy de temer en gran La defensa antiaérea adquiere cada día mayor im escala, y por ello hoy día no basta ya con la defensa portancia a medida que aumentan los progresos de perimetral de una nación, ya que habrá que atender la aviación. El bombardeo aéreo sobre fortificaciones al envolvimiento vertical, que podrá poner en cual puede ejecutarse sea en vuelo horizontal, sea en pi quier punto del país un contingente nada desprecia cado. El primer procedimiento permite utilizar bom ble de fuerzas enemigas. La fortificación hace más bas de gran peso, aunque ya dijimos anteriormente eficaz los medios de que se ha de valer la defensa que esto sólo supone ventaja en caso de bombardeo para evitarlo; pero de ello no nos ocuparemos en este sobre aglomeracionesurbanas, ya que sobre fortifica artículo, por falta de espacio. Por lo que se refiere a ciones no se arrojarán probablemeñte bombas de peso la fortificación de fronteras terrestres de que trata mayor de 2 a 3.000kilogramos.Otra ventaja del bom mos, son de temer desembarcosde paracaidistasy aun bardeoen horizontal es que aumenta la capacidad de los planeadores, y buen ejemplo, pleno de útiles en penetración de las bombas; pero la precisión es es señanzas, es el caso del fuerte Eben-Emael, única casa y esto hace que el tiro sea poco eficaz. El bom obra moderna de las fortificaciones belgas y que tan bardeo en “picado” soluciona el problema que plan poco airoso papel desempefió en la pasada guerra tea el caso anterior, que consiste en que casi puede mundial. Sus tan numerosos como inconcebiblesde asegurarse que con aquel procedimiento de tiro es fectos nos servirán para sacar como consecuencialas empresa poco menos que imrosible “prácticamente” normas a seguir para la defensa contra el tipo de abrir brecha a base de la destrucción de un grupo agresión que nos ocupa. Son imprescindibles las re determinado de obras. El bombardeo en picado, pese servas móviles encargadas del contraataque inmedia a cuanto se ha divagado sobre sus numerosas venta to, y asimismo las obras han de estar batidas por el jas, no tiene más que una esencial,si bien de enorme mayor número posible de las inmediatas; y así, los importancia, que es su precisiói, que es tal que pue elementos desembarcados no se hubieran podido pa de asegurarse que ahora ya es inevitable la destruc sear impunemente por la superestructura del fuerte. ción de una obra determinada, por lo que a precisión Faltó también en este caso la defensa antiaérea inme diata, y todo ello nos dice que se trata de un típico se refiere. caso de fortificación mal concebida y peor aplicada, La defensa antiaérea puede ser pasiva y activa, y no siendo de extrañar, en consecuencia,su ruidoso en una adecuada combinación de ambas estriba su fracaso. eficacia. La defensa pasiva, en todos los casos, se ob No es menos importante la defensa antigás, pues si tiene a base del enmascaramiento,disimulación,dise bien no es presumibleen el futuro este procedimiento minación y empequeñecimienfode los blancos (obras), de ataque, y no precisamente a causa de sentimien combinada con la resistencia de los blindajes, según tos humanitarios—ya que métodos y armas infinita sabemos. mente más inhumanos se han puesto en práctica en La defensa activa puede ser lejana, próxima o in la pasada contienda—, sino por el único freno que mediata, a cargo la primera de la aviación de caza aún existe para los hombres: el miedo a las represa propia; la segunda, de las Baterías antiaéreas coloca lias, absurdo y suicida sería no estar preparados para das en su zona de despliegue—unos5 a t5 kilómetros esta clase de lucha; pues si así fuese, roto el equili a retaguardia en la zona de desplieguede la artillería brio, sobrevendría lo inevitable... Por ello, todas las de defensa lejana—, y la defensa inmediata corre a obras han de estar acondicionadasmediante disposi cargo de las ametralladoras y cañones automáticos ciones de todos conocidasy que se encuentran perfec situados en las misn-as obras. tamente estudiadas en todos los libros de Defensa Con ello puede ccntrarrestarse muy eficazmente la pasiva. En términos generales, la solución consiste amenaza aérea enemiga; pero, refiriéndonosconcreta en crear una sobrepresión en los locales con aire to mente al bombardeo en picado, único de temer en mado del exterior, convenientemente filtrado. fortificaciones, la defensa es a base de las armas si tuadas en las obras mismas, precisamente la que faltó La guarnición.—Auor hay que preconizan la de en las fortificacionesbelgas y francesas y facilitó tan fensa de las líneas permanentes a base de unidades enormemente su catastrófico fin. tácticas normales, fundándose, tal vez, en que la for Los asentamientosde la artillería de la defensa pró tificación es “la inscripción en el terreno de un orden xima en su zona de despliegue Serán permanentes, de combate”. Pero esta definición, intachable si se pero sin olvidar por ello la preparación de otros más trata de fortificación de campaña, no responde exac ligeros, al objeto de proteger las Baterías por su mo tamente al caso de la fortificación permanenté, que vilidad, multiplicando así indirectamente el número trata, ante todo, de conservar el terreno. Pudiera de de piezas. finirse esta última como “la inscripciónen el terreno de un plan de fuegos que tiende a crear una barrera La defensa antiparacaidista es de primordial im continua, densa y profunda, desencadenadapor una portancia, dado el incremento que en la ültima gue observación continua y reforzada por un obstáculo 40 también continuo, emanando estos fuegos de armas protegidas, tirando preferentemente con fuego de flanco”. No olvidemos que la misión de la línea per manente será la detención del enemigo durante un tiempo determinado, y esto como mínimo,puesto que se debe procurar explotar el éxito defensivo, aprove chando el momento crítico de desmoralización de fuerzas desgastadas en la pugna, a base de tropas mó viles de toda clase, que tendrán, al efecto, itinerarios previstos a través de la zona fortificada. En conse cuencia, parece desprenderse que la guarnición de la línea es ajena a toda operación ofensiva que no sea local. La ‘guarniciónforma con las obras y su arma mento un todo estático con reaccionesdinámicas lo cales de pequeño radio de acción. Se trata, en defini tiva, de un obstáculo activo. Otras tropas, apoyadas y reforzadas en un principio con sus fuegos (y ello debió ser uno de los datos a considerar en la concep ción y construcción del conjunto fortificado), y en todo caso con la garantía de su protección, serán las que tendrán a su cargo las grandes operaciones ofen sivas (caso de la línea Sigfridoen el ataque a Francia). Tratemos, pues, en esta hipótesis de determinar y fijar la guarnición necesaria. Sabemos que la exis tencia del obstáculo natural contracarro impone la ubicación de la línea y, en consecuencia,quedan fija- dos los órganos de flanqueo y las obras complementa rías con el armamento necesario para cumplir sus mi siones características. Ahora, ya determinado el ar mamento, las guarniciones serán las que pidan las obras para su eficaz funcionamiento. A esta guarni ción mínima, necesaria para el funcionamiento de las armas, habrá que añadir un tanto por ciento pruden cial para cubrir bajas, ya que el fuego ha de ser con tinuo y la barrera no puede presentar disminuciones de densidad ni solucionesde continuidad (permanen cia del plan de fuegos), las tropas necesarias para el buen funcionamientode todos los servicios y las mó viles que requiera la maniobra local. Aun habrá de tenerse en cuenta la guarnición de la posición avan zada, si la hubiera, y la de la línea retrasada que se construya para apoyar la defensa de la principal y conservar el frente, caso de qe aquélla sea rebasada, si bien esto último supone superabundancia de me dios, cosa en total oposicióncon la normal utilización de la fortificación permanente. Esta red intrincada de obras que forma un con junto heterogéneo,por ser cada una de ellas de carac terísticas esi5eciales,según su misión, diferentes en su armamento, estructura, capacidad, protección, etc., sabemos que están unidas entre sí por comunicacio nes subterráneas estructuradas con el Mando, facili tándolo y asegurando al mismo tiempo la continui dad del fuego y evacuación de bajas. Ello sería muy fácil si se tratase de las Unidades tácticas normales; pero al no ser así, habrán de observarse ciertas reglas especiales. Las obras se agruparán formando lo que algunos autores llaman “Unidades de fortaleza”, com prendiendo cada una de estas agrupaciones elemen tales aquellas obras que former, por su misión y otras circunstancias,. un todo lógico y homogéneo,suscep tible de un mando único, y progresivamente se irán constituyendo Unidades superiores, análogamente a lo que ocurre con‘las Unidades normales. Cada agru pación elemental viene a ser, así concebida, a modo de fuerte de elementos dispersos, en que cada ele mento es una obra, con su abrigo y P. M. centrales, de donde partirán las comunicaciones subterráneas que, divergentes, desembocarán en cada una de las obras que componen la Unidad de fortaleza elemen tal, que podemo llamar Sección. Las obras serán herméticas, y las comunicaciones con el exterior, en las agrupaciones superiores, redu cidas al mínimo y desembocandoa retaguardia en lu gares desenfilados. Así, el enemigo podrá pasearse sobre las obras, pero no ocuparlas, y si la convergen cia de esfuerzos a que ya se hizo referencia es eficaz, la permanencia,por incómoda y onerosa, no será muy prolongada. Las Compañías de fortaleza estarán constituidas a bxse de dos Seccionesdel tipo indicado, y otra, mó vil, para los contraataques locales inmediatos, en abrigos especiales (activos). Las tres Seccionesesta rán unidas en forma conveniente (según lo pida el caso concreto) con el P. M. de la Compañía. Tres - 41 Compañías constituirán el Batallón, y así sucesiva mente. El Mando, en todos los escalones, dispondrá de buenos observatorios y estará enlazado por me dios telefónicos protegidos—engeneral, por las mis mas comunicacionessubterráneas—y radio hasta la Compañía y con todos los-mandos colaterales; todo ello tendiendo a asegurar la maniobra de fuegos. Las reservas.—Las que pudiéramos llamar locales con misión de conttaataque automático (los alema nes lo llamaban contrachoque para diferenciarlo del previsto) se alojarán en las mismas obras (terceras Secciones de las Compañías) o en abrigos centrales para cada cierto número de obras. Pero, a medida que avanzamos en profundidad, los abrigos aumen tan en capacidad y disminuyen racionalmente en su protección, buscando ésta en el mismo terreno (con trapendientes, etc.) y en el enmascaramiento. Así llegamos a las reservas tipo Batallón en adelante, que en la línea Sigfrido acampaban en bosques y puntos convenientemente elegidos, y que constituyen el re sorte más eficaz de que dispone el Mando,indispensa ble para la acción ofensiva, que es característica de una fortificación bien concebida, para evitar esa pa- 42 sividad absoluta, defecto de origen en la línea Magi not y causa fundamental de su fracaso. Resumiendo.—La zona fortificada, con las caracte rísticas que a grandes rasgos han quedado expuestas, se compone, del frente a retaguardia, de la zona de vigilancia y de la de resistencia, precedidas cada una de ellas del doble obstáculo contracarro y contra personal profundos y heterogéneo el primero, y pre cediendo a ambos en una profundidad variable, según los casos, la zona de destrucciones. Ambas líneas, de vigilancia o seguridad y resistencia, estarán enlazadas por grupos deobras y, caso de disponersedel tiempo necesario, llegarán a fundirse en una zona única, a base de obras intercaladas entre ambas. Sucesiva mente encontramos la zona de despliegue de la arti llería de gran alcance con asentamientos y observa torios múltiples (defensa lejana); la zona de desplie gue de la artillería antiaérea, solapada en algunos casos con la anterior, y, por último, la red nacional de carreteras y ferrocarriles, que permiten el transporte rápido de tropas y material y la alimentación del combate en general, con los medios de toda clase pro cedentes de la retaguardia. /“óftS Teniente E Coronel de Artillería FERNANDO NTRElos distintos medios de representación del terreno para fines militares destaca, por sus sen cillez y aplicación, el designado con el nombre de “croquis panorámico”, o simplemente panorámica. Puede decirse de él que constituye un excelente me dio de información, del que han de valerse todos los escalones del Mando en sus diversos cometidos y mi siones; pues lo mismo nos da en un ligero golpe de vista la más perfecta idea de la estructura y caracte rísticas del terreno, como puede ser utilizado en las distintas fa8es de un combate, tanto para el señala miento de objetivos como proporcionando determi nados datos de situación o de tiro, y constituyendo en todo momento el más valioso y perfecto comple mento del plano. Las panorámicas fotográficas o fotopanorámicas dan todavía, mejor que el plano, idea de la morfolo gía del terreno, por la exactitud y perfección de su perspectiva. Es verdad que pierden en parte las ca racterísticas de los croquis panorámicos de hacer re- MEXIA CARRILLO, del Regimiento 46. saltar los detalles de índole militar; pero esto puede conseguirse fácilmente, cuando así interese, transfor mando la fotopanorámica en el más acabado croquis panorámico. Es creencia algo generalizada que, para efectuar trabajos fotográficos, se precisa de personal especia lizado y que es necesario disponer de un tiempo mu cho mayor del que se requiere para dibujar una bue na panorámica, siendo ésta la causa de que las fotopanorámicas se consideren poco aptas para los usos militares; sin embargo, hoy día que las Unidades ne cesitan y disponen de personal especializado, aun dentro de las más pequeñas, no es difícil encontrar aficionad9s que, con una ligera preparación, se im pongan perfectamente en estos cometidos. En cuanto al tiempo de ejecución, depende principalmente de la extensión y de la exactitud que se precise, pues no hay que olvidar que las panorámicas dibujadas son lentas en su ejecución, si han de hacerse con algún detalle, mientras que, por el contrario, en las foto- 43 sos • a partir de la cual se toma rán las separa ciones angula res en sentido acimutal. Se trazará la línea de horizonte, previamente determinada en el terreno, por el procedimien to más indica do en cada ca so, dentro de los’ medios de que se dispon panorámicas, el trabajo de campo se reduce a esca ga, y análogamente a como se efectúa cuando se trata minutos y el revelado de las vistas puede lograrse de los croquis panorámicos. en un tiempo mínimo, empleando reveladores rápidos Y, por último, deberá deducirse la escala de la fo y efectuando el secado de clisés y pruebas en. alcohol, topanorámica, que, análogamente a la escala de un pudiendo realizarse todo ello sobre el propio terreno, planc y de igual manera que en el caso de los croquis si en las proximidades se dispone de un laboratorio de panorámicos, está representada por la relación exis campaña apropiado. tente entre una misma medida tomada sobre la fotoA mi juicio, no puede decirse que el procedimiento panorámica y sobre el terreno, con la única diferencia fotopanorámico sea mejor ni peor que el de los cro de que, tratándose de panorámicas o fotopanorámi quis panorámicos, puesto que cada uno, en su caso, cas, la primera medida ha de expresarse en unidades dará un rendimiento mayor que el otro; así, cuando, longitudinales, mientras la segunda se expresará en por ejemplo, se trate de representar rápidamente una unidades angulares, grados o milésimas, generalmente zona de terreno para dar una ligera idea del conjunto, en esta última. dentro de un período o fase de cierta movilidad, de En lo que respecta a la escala, hay una diferencia berá recurrirse preferentemente a la panorámica dibu esencial entre los croquis panorámicos y las fotopano jada; pero si, por el contrario, se trata de una repre rámicas; en ios primeros, la medición angular del sentación detallada, que pueda proporcionar deter frente de la panorámica y las correspondientes a los minados datos topográficos, para ser utilizada en un distintos puntos representados en ella ha de hacerse frente estabilizado o en una rotura del frente ene sobre el propio terreno, mientras que en las fotopano migo, bien para la designación de objetivos o para el rámicas se efectúa directamente sobre su imagen tiro de artillería, entonces la fotopanorámica podrá fotográfica en función dé la distancia focal de la má proporcionar lo que no puede pedirse al mejor croquis quina, siendo esta distancia focal la que, ligando las panorámico. dimensiones lineales con las angulares, nos propor Pero de igual manera que un croquis panorámico ciona la escala de la fotopanorámica, según la fórmula no es un dibujo de paisaje ejecutado desde el punto de vista artístico, tampoco por fotopanorámica debe L entenderse una fotografía, tomada hábilmente con arreglo a las normas generales del arte, en las que 2 tang únicamente interesan las condiciones de luz, tiempo de exposición, diafragma y cuantos elementos con en la que L es la longitud del lado mayor del cuadro tribuyen a lograr la mayor claridad y nitidez de la del clisé o película fotográfica; a, el ángulo abarcador imagen. del objetivo de la máquina, yf, la distancia focal del Para que una fotopanorámica pueda proporcionar mismo. toda su utilidad, deberá ejecutarse con sujeción a de Hasta ahora hemos supuesto que la amplitud an terminados principios topográficos y poniendo al ser gular del objetivo de lá máquina era suficiente para vicio de los mismos los de la óptica fotográfica. comprender en una sola vista toda la extensión de la Sobre toda fotopanoráinica se reseñarán: El punto panorámica; cuando esto no suceda, bastará sacar de vista y punto de estación, incluyendo las coorde dos o más vistas contiguas, girando la máquina en nadas de éste. El origen fotográfico, punto bien defi uno u otro sentido, el valor de este ángulo abarcador nido y lejano, centrado, si es posible, dentro de la disminuído en el recubrimiento o margen necesario zona de la panorámica y por el que pasará la vertical para la unión de las vistas y para eliminar a su principal, la que, a su vez, servirá de dirección origen, vez las aberraciones propias de las lentes, que dan 44 en los bordes de ls fotografías imágenes defectuosas. Es claro que cuando han de hacerse fotopanorámi cas de varias vistas se precisa montar la máquina fo tográfica sobre un trípode que permita la nivelación de la misma y que lleve su correspondiente tambor con dispositivo de medición de ángulos acimutales y” cenitales. PANORÁMICAS FOTOGRAMETRICÁS Ya hemos visto cómo las fotografías panorámicas pueden sustituir ventajosamente a los croquis pano rámicos, y, sobre todo, en aquellos casos en los que se desee la máxima exactitud; sin embargo, la aplica ción de estas fotopanorámicas, que podríamos llamar directas, está limitada a la representación del terreno en planos relativamente próximos o cuando no inte rese gran detalle en las lejanías, pues suponiendo que han de utilizarse máquinas fotográficas corrientes, su distancia focal, relativamente pequeña, y el formato más bien reducido las hace poco aptas para captar con detalle los términos lejanos. En la fotopanorá nuca directa número 1 podemos apreciar cómo a la distancia de 3.500 metros (punto A) se empiezan a distinguir con dificultad los caminos y caseríos, mien tras que a la de 10.000 metros (punto B) se hace to talmente imposible la identificación de un pueblo. Por otra parte, el campo de la fotografía permite muchas posibilidades y diversidad de aplicaciones. A la ciencia militar interesa grandemente el estudio del terreno en sus distintos aspectos, y recurre a la topografía para resolver los problemas relacionados con el mismo;, pero no puede hacerlo olvidándose de la táctica y arte militar, que obligan a ocultarse del enemigo y de sus fuegos, para no delatarse a él ni ex poner a los equipos topográficos, que tan necesarios son al Mando. Al incorporarse la fotografía a la topografía, es de cir, al crearse la fotogrametría, se presentan nuevos procedimientos, con los que se ‘obtienen ventajas con siderables en este aspecto; puesto que los trabajos to pográficos de esta clase se pueden ejecutar redu ciendo’ a un mínimo las sesiones de campo frente al - enemigo, pudiendo decirse que el terreno se traslada al gabinete, donde se continúan los trabajos a cu bierto, con la mayor seguridad y desenvoltura. Los fotográisetros, que son, como sabemos, los aparatos de que se vale la fotogrametría para estós ‘trabajos, permiten muchas posibilidades; pero son muy delicados, complicados y voluminosos, a la vez • que de gran coste, por lo que su aplicación solamente puede estar limitada, si acaso, a las planas mayores de las grandes Unidades. Comprendiendo la conveniencia de que ‘estos mé todos fotogramétricos fuesen empleados por los equi pos topográficos de Unidades más pequeñas, hacien do uso de los aparatos de la topografía militar co rriente, sacrificando la precisión a la de éstos, he es- tudiado una modalidad que, después de ensayada y practicada, creo responde plenamente al propósito deseado, viniendo a constituir un procedimiento fo togramétrico elemental, a la vez que a resolver la di ficultad anteriormente expuesta, al aumentar consi derablemente la distancia focal de la máquina. Fundamentalmente consiste el procedimiento en improvisar un fotográmetro acoplando uná máquina fotográfica a un anteojo topográfico de tipo militar, a través del cual se sacan las fotografías de la zona que interese; de esta manera, el objetivo de la máqui na fotográfica puede decirse que se transforma en un teleobjetivo, y el conjunto, máquina-anteojo, en un sencillo fotográmetro, que determina ios valores an Foto núm. 1. ‘1 4,5 MODELODE ESTADILLOQUE Ea SERVIDOPARA LA EJnDUOIONDE LA POTOPANOEAIICA N 2. Datosdesituaci5n Punto de estaoidn flto Zona fotografiada Valle Origea Vdrtioe fotográfico de Diaa de Indusi Urri E = 679801 Coordenadas Y = 943020 5 = 728 Amplitud 20OQ Ozientaoldri 56—91°2 Datosdeobtenoidn N5 del carrete Fecha Hora Visibilidad 13 25—7—1948 13 Despejado oon calina el fondo Ocular O Focp 1/4 Diafranna herpe de expcsioidn1/25 Datostopográficos N de la vista 1 2 3 4 5 6 7 8 Separacián con direco. origen 0 + 50 +100 +150 + 0 +50 +100 +150 Angulo de situscidn 35 35 —35 —35 —70 —70 —70 —70 — — OBSERVACIONES fotografía número 1 puede apreciarse el detalle de un soporte para anteojo de antena, y en la número 2, dicho soporte acoplando la máquina y anteojo, en disposición de ser utilizado. Como puede observarse en la fotografía, se com -pone el soporte de un brazo de unión con dispositivo de sujeción al anteojo y asiento para recibir la má quina. Ya provisto de sencillos mecanismos, con los que se consigue el movimiento de avance, translación lateral y giro para el centrado de la máquiná, tanto en el plano de horizonte como en plano inclinado. CONDICIONES DE OBTENCION DE LAS FOTOGRA FIAS A TRAVES DEL ANTEOJO Película Panatomio 1840 Din Aunque el campo visual de una máquina fotográ fica es, en general, lo suficientemente grande para abarcar en una sola vista el frente y profundidad de una panorámica corriente, no lo será ya en este caso, porque al tomar las fotografías a través del anteojo, queda reducido el campo por el aumento de éste, lo que obligará a tomar varias vistas, que, unidas con venientemente a modo de mosaico, compondrán la panorámica total. Antes de tratar de los detalles de ejecución, vamos a exponer ligeramente cuáles son los elementos que intervienen en la toma de vistas, guiares tanto en sentido acimutal como cenital, de una manera directa, por medio de la imagen de la es cala reticular en la fotografía. Para ejecutar el acoplamiento mecánico entre la máquina y el anteojo se precisa de un soporte de aco plamiento que, sirviendo de enlace entre dichos ele mentos, permita a la máquina seguir todos los móvimientos de aquél. Las condiciones que han de reunir la máquina, anteojo y soporte son las siguientes: Máquina fotográfica.—No se predisa que sea de características especiales, pudiendo servir cualquier máquina de uso corriente cuya lumi25 — nosidad no sea inferior a 1/4,5 de objetivo anas tigmático y dispositivo de obturación con velo—30— cidades de exposición lentas. En razón de su — poco peso y volumen, así como por su formato y gran número de vistas, son recomendables las -4c — de tipo película “universal” de 24 x 36 mm. Auteojo.—Puedeu emplearse tanto de tipo 45 — terrestre como astronómico, de campo no infe rior a 50 milésimas, siendo muy indicados los - O — anteojos de antena o similares; incluso pueden utilizarse anteojos prismáticos de campaña, — montados sobre un tambor con mecanismo de — medición de ángulos. Soporte de acoplamiento (Fotopanógrafo (1)).— 65 — Siendo su misión la de enlazar la máquina al anteojo, no sólo mecánica, ino ópticamente, 70 es conveniente que el eje óptico de la primera coincida en lo posible con el del ocular del an-7 — teojo y que el objetivo de aquélla pueda apro ximárse suficientemente a aquél, adaptándose 8o— con facilidad, a la vez que permitiendo al con junto una gran amplitud de movimiento. En la (i) Nombre dado por la Escuela de Aplicación y Tito de Artillería. -90 46 Qaa& ci cpzcicb .- &c cfr JÁ’c 1r67. deduciendo las condiciones más favorables pará la obtención de éstas. Campo.—El valor del campo en una máquina foto gráfica se calcula por la fórmula anteriormente ex puesta: L Tang drá expresado por la relación = En el caso de la fotografía a través del anteojo, las imágenes vienen ampliadas en el aumento del mis mo, y, por tanto, el eamo del anteojo queda dismi nuído en la misma proporción; esto equivale a susti tuir el sistema óptico máquina-anteojo por otro re sultante equivalente, de distancia focal, producto de la distancia focal de la máquina por el aumento del anteojo; es decir, que si la máquina tiene una focal de 50 mm. y el anteojo 10 anmentos, el sistema equi valente será de focal de 500 mm., y este valor sería el que habría de darse a f en la fórmula anterior para calcular el del campo resultante del acoplamiento. Luminosidad.—Como sabemos, la luminosidad de una máquina de fotografía está representada y se mide por la relación ferior al diámetro útil del objetivo de la máquina, aquél será el que habrá de tenerse en cuenta al apli car la fórmula, considerándolo como el de la abertura máxima utilizable en el sistema máquina-anteojo; en consecuencia, el valor de la fórmüla en este caso ven -y-,en la que d es el diámetro útil máximo del objetivo, yf, la distancia focal del mismo. Siendo el diámetro de la pupila interior del anteojo de salida de los rayos por el ocular generalmente in -Ç,en la que D repre senta el diámetro de la referida pupila interior del anteojo, y F, la distancia focal del sistema. También deberían incluirse las pérdidas de luz por refracción y absorción a través de los prismas y len tes del anteojo; pero siendo éstas de un valor muy pequeño en relación con las anteriores, pueden des preciarse y tomar como valor de la luminosidad el ya expresado. Foco.—En cuanto al enfoque, es de la mayor im portancia que el objetivo de la máquina pueda acer carse lo necesario al ocular del anteojo para que la imagen del terreno a través de aquél cubra la totali dad del campo del clisé; esto podrá comprobarse sa cando unas fotos de prueba o valiéndose de un cris tal esmerilado para el enfoque. Como se trata de obtener fotografías a larga distan cia, la máquina se enfocará a infinito; pues si bien el anteojo acerca las imágenes, generalmente se encon trarán dentro de este foco. De utilizarse para foto grafías más cercanas, es aconsejable enfocar a tra 1 azaOflCz7Qlca za2 2 — LS.’ —-25 — -30 —-35 —-40 _-5 — -50 — -55 — —-‘o —a — — dPa&dt!Qc/aia%raflrdilarltjo 9ø&e1QdaIogrd/za. flf»,flfly,pfl J,j,., -Q/O - O t2er/ice %*‘pj/: 676.824y Ñ655Yc: ¡SS? - -85 -yo vés del vidrio esmerilado. Tiene también influencia en el foco la escala de dioptrias del ocular del anteo jo, la que deberá graduarse a O, puesto que el obje tivo de la máquina puede considerarse como un ojo perfecto. fotográfica, sirva de origen de graduaciones en sen tido acimutal; se nivela el anteojo, se llevan los índi ces del mismo a sus graduaciones origen y se orienta en dirección a la referencia fotográfica. Se coloca la máquina una vez cargada y preparada sobre el so porte; se efectúa su acoplamiento con el anteojo, y Diafragiua.—El diafragma utilizable estará com prendido entre el que permita la pupila de salida del después de comprobar y rectificar la dirección ori anteojo, como abertura mayor, y el más inferior de gen, se pasa a tomar la primera vista. Impresionada ésta, se gira el añteojo en uno u otro sentido, por me la máquina, que no llegue a producir una reducción dio del tornillo de medición de ángulos acimutales, en el campo. un valor igual al campo útil; hecho esto, se toma una Velocidad de exposición.—Como consecuencia de la segunda vista, repitiéndose esta operación hasta cu disminución de la luminosidad, las velocidades de brir el frente de la panorámica en el referido sentido, exposición habrán de ser forzosamente inferiores a volviéndose nuevamente a la dirección origen para, las utilizadas corrientemente en fotografía, y debe de una manera análoga, sacar todas las vistas en el rán calcularse teniendo en cuenta la distancia focal sentido opuesto, cubriendo con ello el frente total de del sistema anteojo-máquina, así como las condicio la fotopanorámica. nes de luz, diafragma y sensibilidad de la placa o pe Cuando la profundidad de la zona a abarcar sea lícula utilizada, siendo también, como en aquel caso, mayor que el valor del campo útil en sentido verti la técnica y práctica fotográfica las que mejor pue cal, se repetirán las operaciones anteriores después de den aconsejar en cada momento los valores más con hacer tomar a la máquina un nuevo ángulo de situa venientes de los distintos elementos que intervieuen ción, resultante de girar el anteojo, un valor angular en la fotografía. igual al del referido campo en sentido positivo o ne gativo, según convenga, y repitiendo cuantas veces Condiciones del material fotográfico utilizado.—Las de la placa o película a utilizar dependerán de la luz, sea preciso esta operación, hasta llegar a cubrir el campo total de la fotopanorámiea en sentido cenital. condiciones atmosféricas y de las particulares del te Para facilitar el trabajo y evitar errores es conve rreno a fotografiar: deberán ser anti-halo, de bastante en el que, además sensibilidad y pancromáticas, siendo aconsejable el niente llevar un estadillo-registro, de los datos de situación y fotográficos, se anotarán empleo de filtros adecuados al sacar las fotografías los de obtención de vistas, separaciones angulares, para reproducir con la mayor fidelidad las tonalida ángulos de situación, etc. Estos estadillos constitui des del terreno; muy especialmente se usarán el ana ranjado o rojo para conseguir la mayor nitidez en las rán posteriormente un excelente auxiliar para la iden tificación de las vistas durante los trabajos de gabi lejanías. El papel empleado en las pruebas estará, como es nete. Se incluye el estadillo que ha servido para la lógico, en urmonía con el resultado obtenido en el ejecución de la fotopanorámica número 2, de la que negativo; generalmente se recurrirá a papeles con se tratará más adelante. trastados y preferiblemente brillantes. El revelado se efectuará normalmente, de acuerdo TRABAJOS DE LABORATORIO Y DE CA BI1NETE.—Con la toma de vistas puede darse por con las reglas generales de fotografía. En la toma de vistas deberá hacerse uso del dispa terminado todo el trabajo de campo y solamente rador de cable para evitar la vibración del anteojo, lo queda completarlo con los de laboratorio y gabinete. que podría dar lugar a imágenes dobles. El primero es el propio de la fotografía general: reve lado, fijado y el secado. Este último, en razón de una TRABAJOS DE CAMPO.—Designado el punto de mayor rapidez, puede hacerse en alcohol, tanto para el negativo como positivas. vista y punto de estación desde el que ha de tomarse El tiempo de exposición de las positivas se igua la fotopanoránaica, se medirá con el anteojo, en su lará’ cuanto sea posible para conseguir la mayor uni forma de empleo corriente, el sector que aquélla haya de abarcar, tanto en sentido acimutal como cenital y formidad de tono en todas ellas, conservándose in variable la altura del objetivo de la ampliadora con dividiendo el valor de cada uno de ellos por el campo respecto al papel sensible, para evitar modificacio útil de la máquina a través del anteojo (1); tomando nes en la escala de la fotografía que dificultaría la el cociente por exceso de no ser exacto, obtendremos unión de las vistas. el número de vistas en cada uno de los sentidos. El trabajo de gabinete comienza con la identifica Se elige a continuación un punto del terreno que, ción y superposición de las vistas fotográficas. La pri- cumpliendo con buenas condiciones para referencia mera no ofrece dificultad alguna, si se ha seguido un orden conveniente en la toma de vistas, anotán (i) El valer ótil del campo es, en este caso, el que re sulta de disminuir a so valor total el correspondiente al dose cuantos datos interesan en el registro correspon halo marginal y aberraciones ópticas, más el necesario para diente. la superposición de las vistas. La superposición, o más propiamente el solapado, 48 j/cQZQOPOfl2/fl Q9j s•e efectuará montando una fotografía sóbre otra, con En cuanto a la fotopanorámica número 3 (fotogra arreglo a la ordenación establecida al hacer su iden fía reducida de la original), la exponemos como ejem tificación; la manera más conveniente de lograrlo es plo para efectuar sobre la miima los cálculos inicia cortando cada vista por uno de sus extremos según les de su ejecnción, partiendo de les datos siguientes: una vertical, distanciada de la cruz reticular fotogra Se dispone de una máquina de tipo “Leica”, for. fiada en las mismas, un valor angular igual a la mi mato universal, de 24 >< 36 mm., de foco = 50 mm., tad del campo útil, dejando el otro extremo libre y de un anteojo de antena de 10 aumentos. para recibir a igual distancia de dicha cruz, por el Cálculo del campo útil.—Por la fórmula repetida sentido opuesto, la fotografía contigua, cortada en mente expuesta deduciremos: idéntica forma. De esta manera en cada vista queda rá visible un frente que corresponderá al campo útil, Tang o“° = 7400 con la imagen de la cruz reticular en su centro. Aná logamente se unirán todas las demás vistas hasta completar la fotopanorámica. y puesto que, como se dijo anteriormente, hay que Cuando conste de varios pisos o lechos, mejor que tener en cuenta el recubrimiento lateral y aberracio solapar las vistas dentro de cada uno de ellos y mon nes, tomaremos como campo útil, redondeando para tarlos después entre sí es unir primeramente las vis que resulte un número más fácil, el valor de 50 roilé tas fotográficas de una misma vertical, formando simas. una serie de tiras verticales que se solaparán a conti De igual manera, el campo útil en sentiho vertical nuación, uniéndolas lateralmente en la forma ya se obtendrá: expuesta. Tang = « = 48°°, Para pegar las vistas puede utilizarse bien la goma arábiga o bien la pasta blanca, consiguiéndose un buen resultado utilizando estos dos ingredientes mez que por las mismas razones reduciremos al valor de clados. 40 milésimas. Formada ya la fotopanorámica con la unión de to Cálculo del uúmero de vistas.—Como medido el das sus vistas, se procede a su graduación, tanto en frente de la panorámica resultan un total de 500°° sentido acimutal como cenital, marcando los trazos en sentido horizóntal y 110 en el vertical, tendremos: marginales extremos, prolongación de las cruces re Número de vistas por lecho para cubrir el frente, ticulares de las fotografías y numerándolas con la graduación correspondiente. A continuación se ins 500 50 cribe su leyenda con los datos de situación y obten ción más característicos, quedando así terminada y dispuesta para su empleo. Números de lechos para cubrir la altura, En las fotopanorámicas números 2 y 3 se muestra el resultado conseguido por este procedimiento; en la = 2,75. primera de ellas se observará con la mayor claridad y detalle los puntos Á y B, señalados anteriormente en la fotopanorámica directa, pudiendo apreciarse con Tomaremos, por tanto, 10 vistas por lecho y tres le facilidad puntos a distancia de 20.000 metros, y aun chos, con lo que se formará un mosaico de un total más en días claros y despejados. de treinta vistas. —j-- - 49 cida una imagen limpia de la escala reticular, que, re cortada convenientemente, constituye un coordina tógrafo de gran utilidad (fotografía núm. 3). * - * * Como resumen de cuanto se ha expuesto se deduce que las fotopanorámicas ejecutadas por este procedi miento pueden considerarse como perfectas panorá micas hechas a escala, que cumplen ampliamente con las condiciones exigidas por la topografía para los croquis panorámicos; pero además, por su exactitud y por su representación fotográfica, permiten nuevas posibilidades, que dan lugar a las más diversas apli caciones, como son: La designación de objetivos; que se realiza con la mayor exactitud por coordenadas fotográficas, efec tuándose más fácilmente su identificación que en los croquis panorámicos, muy especialmente cuando ha Como vemos por la panorámica, y según ya hemos de recurrirse a panorámicas conjugadas tomadas des indicado al principio, todos los puntos del terreno de distintos puntos de vista. tienen en ella su representación, observándose de la Reconocimientos sobre el campo enemigo; que in misma manera y bajo las mismas reglas de perspec cluso pueden efectuarse sobre fotografías estereos tiva que si los contemplanos desde el propio terreno, cópicas tomadas por este procedimiento. están registrados por sus coordenadas, que pudiéra Identificación de puntos en el terreno cuando son conocidos en el plano y recíprocamente; haciendo po mos llamar fotogrílficas, referidas a la línea de situa sible localizar en la fotopanorámica, y por tanto en ción cero y a la vertical principal, los valores angula res de los infinitos puntos del terreno que cubren la el terreno, puntos señalados en ci plano, y la situación misma, sin necesidad de tener que hacer nuevamente de nuevos puntos en éste, cuando son identificados en estación con el anteojo para determinarlos. Como se aquélla. observará, estas coordenadas no son otra cosa sino Transformación de coordenadas fotográficas en top ográficas; deduciendo, analítica o gráficamente las los ángulos de situación (ordenadas) y las separacio nes angulares con respecto a la dirección fotográfica coordenadas de los puntos que interesen de las coor (abscisas); éstas pueden transformarse en ángulos de denadas fotográficas en fotopanorámicas conjugadas. orientación si previamente se determina el corres Preparación y corrección- del ti-ro de artillería; lo que pondiente a dicha dirección. Se considerarán como permite el que pueda ejecutar-se el tiro, aun cuando no se hayan realizado previamente los trabajos topo positivas las abscisas de los puntos situados a la de gráficos preparatorios de la zona de observatorios y recha de la vertical principal, y negativas, las que co rrespondan a puntos situados a su izquierda; en cuan objetivos, con sólo conocer la situación de las piezas y disponer de fótopanorámicas conjuga to a las ordenadas, serán positivas o negativas según directrices que correspondan a ángulos de situación positivos o das de la zona de objetivos. Enlace entre Infantería-A rtiilería;realizado en las me negativos. jores condiciones con el auxilio de las fotopanorámicas. Para hallar las coordenadas de un punto cualquiera En cuanto a la posibilidad de transformar una fo se determinará primeramente las coordenadas de la topanorámica en panorámica dibujada, no se tro cruz reticular de la vista, con respecto al sistema pieza con ninguna dificultad, y en las obtenidas por coordenado general de la panorámica, y después es tas coordenadas serán afectadas por el incremento de nosotros, hemos podido apreciar la exactitud y deta coordenadas del punto con respecto a la referida cruz. lle que puede conseguirse por este sistema. Todas éstas aplicaciones han sido ya ensayadas y Así, por ejemplo, el punto B (fotopanorámica núme con buen resultado (1), no tratándose ro 2) téndrá por coordenadas fotográficas: X ± 112,, practicadas de ellas en este artículo tanto por no ser ésta la fina Y = — 61; suma de las coordenadas de la cruz re lidad del mismo como por salirse de su conveniente ticular, x = + 100,, y = — 70, y de las del punto extensión. — con respecto a ésta, x = + 12,, y = + 9. Coordinatógrafo.Para medir los incrementos de coordenadas sobre las vistas con respecto a la cruz reticular puede hacerse uso de un sencillo coordina tógrafo de fácil construcción: basta con tomar una -vista a través del anteojo sobre el cielo o sobre un fondo blanco; de esta manera se obtendrá reprodu 50 (i) Ha sido empleado este procedimiento fotopanorá mico en diversos trabajos ejecutados por su autor, tanto para la Jefatura de Artillería- del C. _E. VI como para las Divisiones 6x y 62, y muy especialmente por los Regi mientos de Artillería números 46 y 24, en las diferentes apli caciones ya citadas, con ocasión de los ejercicios y manio bras realizados por los mismos. . 1as, 1?íirriiiís Nueva organización de la División de Infantería norteamericana. Teniente Coronel Mc Cutchen y Comandante Stopies. De la publicación norte americana The Field Arfi!iery iournai. (Traducción del Comandante Rocafort.) Introducción.—Lasegunda guerra mundial puso de mani fiesto las deficiencias existentes en la organización de las Di visiones de Infantería. La aparición y sucesivo mejoramiento cte armas completamente nuevas, empleadas en acciones hasta entonces impensadas y a veces en situaciones en que su empleo táctico difería fundamentalmente, obligaron a efectuar los cambios que la consecución de una máxima efectividad exigía. La necesidad de incrementar la flexibilidad, aun dentro de las distintas Unidades integrantes de la División, obligaron al establecimiento de nuevas bases sobre las que. asentar una or ganización que permitiese a las diferentes Unidades llenar a satisfacción cuantas. vicisitudes o cometidos se viesen precisa das a resolver o cumplir, amoldándose siempre a las cambian tes condiciones del combate moderno. En general, la flexibilidad exigida, dentro de las distintas Unidades, se ha logrado, al proporcionar a us respectivos Mandos cuantos elementos son precisos para llevar a buen tér mino todas aquellas acciones que razonablemente se les pue dan presentar a lo largo de un combate. Por ejemplo, las Di- [J’9UMI _____ #uevaj’Unidades íl’ visiones de Infantería durante la ‘segunda guerra mundial, contaron, como Unidades agregadas, con un Batallón de Carros ligeros, un Batallón de Carros destructores, un Grupo A. A. de Cañones automáticos, y una Unidad de agresivos químicos equipada con morteros de 4”,2. En la nueva organización, es tas Unidades, o bien sus equivalentes, han entrado a formar parte de la División com9 Unidades orgánicas. Modificaciones de cáráctergeneraL—Los principales cambios operados en la organización de la antigua División de Infan tería han sido los que a continuación exponemos en detalle: Cuartel General.—La Plana Mayor del Cpartel General de la. División cuenta ahora con una Sección aérea, integrada por ocho aparatos del tipo de avión-enlace, para su empleo en mi-’. siones de reconocimiento, enlace y correos. Servicios de Orden y Policía.—Se han visto incrementados, de la primitiva Sección, antes parte integrante de la Plana Ma yor del, Cuartel General; a una Compañía de Orden y Policía. Servicios de Artillería y Transnisiongs.—Han sufrido tani 8! 14 III! I’Á 1M611#/ZIt’/flI 0 =Jefesg of,’cia/es 01= of’2’’/es as,rniaotu T Sutofi’ci’/&’g tropa 51 bin modificacón a ver incrementados sus dectvos en la cuantía precisa exigida por un mayor servicio, como consecuen cia del aumento dado a esta gran Unidad. Servicios de Intendencia.—Se han creado las Secciones de la vado, de vestimenta, de higiene corporal y la de control de de funciones, responsable de la identificación de fallecidos, así como de su enterramiento y conservación de las zonas dedica das a estos menesteres. Depónto de Reemplazos.—Com puesto de seis Oficiales, un Oficial asimilado y 34 individuos de tropa, es un elemento de nueva creación dentro de la División. Su cometido es el de ser vir como centro receptor de aquellos individuos destinados por vez primera a la G. U. Es misión asimismo de este nuevo ele mento el de la administración e instrucción inicial de esos nue vos divisionarios pendientes de posterior destino a las distin tas Unidades orgánicas. Compañía de Exploración y Reconocimiento.—Los carros de ella hasta ahora del tipo “M-8” han sido reemplazados por los más ligeros “M-24”, consiguiendo con ello una mayor movili dad y potencia de fuego, de indudable ventaja en las misiones específicas de la Unidad, como son el reconocimiento y la segu ridad. Servicio Sanitario.—Ha sufrido una notable reducción. Sus efectivos pasan a quedar constituidos por un Grupo, con tres Unidades, de cometidos distintos; una Plana Mayor de Grupo, una Compañía de ambulancias y una Compañía de evacua ción, de las que las dos últimas cuentan con tres Secciones cada ‘una. Las Compañías de Sanidad, dedicadas a la recogida y transporte de heridos, pasan ahora a integrar el Servicio Sani tario de los Regimientos de Infantería, quedando a su respon sabilidad la evacuación de bajas desde la primera línea a los puestos de ‘recepción regimentales. Servicio de Ingenieros.—Durante la segunda guerra mundial era frecuente el que las Divisiones tuviesen a sus tres Regi mientos embebidos en la acción; ello exigía el que cada uno, con absoluta independencia, contase con una Compañía de In genieros que facilitase el esfuerzo a realizar. Situaciones como éstas privaban al Mando de elemento tan necesario como lo eran las Compañías de Ingenieros, para la realización de traba jos en las zonas de retaguardia de la División; como consecuen cia, en la nueva organización se ha incrementado el número de éstas a cuatro, permitiendo así al Grupo de Ingenieros de la División salvar la deficiencia apuntada. A la Unidad de Servi cios ‘y Plana Mayor del Grupo se han aumentado: i.°, una Sec ción de pontoneros capaz de establecer, con rapidez puentes fi. jos o flotantes que faciliten el paso de las Unidades divisiona rias a través de aquellos obstáculos que requieran tales tendi dos; 2.°, una Sección de material y entretenimiento equipada con tres grúas automóviles, dos “bulldozers” y dos niveladoras mecánicas de pistas y carreteras, y 30, una Sección de asalto que ‘cuenta con cinco vehículos blindados (por el momento carros medios del tipo “M4A3”, a los que se han adaptado algu nos dispositivos que aumentan su eficacia en este especial co metido), al objeto de proporcionar la necesaria protección al material y personal de trabajo, en aquellos casos en que su labor haya de ser realizada bajo la acción del fuego enemigo. La creación de estas nuevas Unidades de Ingenieros benefi ciará grandemente a la División, ya que al mismo tiempo que ha visto aumentado este importante apoyo, ha experimen tado, en cónsecuencia, un notable incremento en su flexibili lidad táctica. Dotación de Carros.—En la nueva organización figura como elemento nuevo un Batallón de Carros pesados, integrado por una Unidad de Servicios y Plana Mayor; una Sección Sanita ria y tres Compañías de Carros. La Compañía de Carros la com ponen: una Plana Mayor, equipada con dos carros “M-45”, ar mados con obuses de ro5 mm., y cuatro Secciones de cinco ca rros cada una, que montan piezas de 90 mm. La creación de este Batallón permitirá al Jefe de la División el contar con una Unidad de enorme movilidad y grán potencia de fuego, la que podrá utilizar como elemento para la explotación del éxito o como fuerza de contraataque a ser lanzada en el mo mento preciso. Esta Unidad puede también ser empleada con los Regimientos de Infantería, bien en su totalidad o bien fraccionada, al objeto de proporcionar a ústos una mayor po tencia de acción. La Infantería.—Los tres Regimientos de Infantería están constituídos por una Plana Mayor; tres Batallones, integrados por una Plana Mayór, tres Compañías dé fusiles y una Compa ñía de armas pesadas; una Compañía de Carros pesados; una Compañía ‘de Morteros de 4”,2, que cuenta con doce de éstos; E2 un Servicio anitaro, con efectivos de una Compaa, y uná Compañía de Servicios. Las Compañías de Carros y la de Mor teros reemplazan a las de Cañones contracarros y de Cañones de Infantería de la organización anterior, así como la Compañía Sanitaria de la nueva organización en los Regimientos viene a reemplazar a la antigua Compañía de Evacuación, que antes del cambio de organización era Unidad orgánica de los Grupos de Sanidad divisionarios. Dentro de los mismos Batallones de Infantería se han efec tuado cambios de importancia, a fin de incrementar su poten cia de fuego y flexibilidad. Tres nuevas armas de 57 mm. sin retroceso han sustituído en las Secciones a los fusiles ametra lladores, los que, por otra parte, aparecen ahora en una nueva cuarta Escuadra de cada una de las Secciones de las Compa ñías de fusiles. La Escuadra de fusileros-granaderos ha sido re ducida de doce a nueve hombres, lo que permite al Jefe de esta pequeña Unidad un más perfecto control sobre sus hombres a lo largo de una acción. Y, por último, en la Compañía de ar mas pesadas, una de las dos Secciones de ametralladoras ha sido reemplazada por otra de cuatro armas sin retroceso de 75 mm. PLA1iTILLASDE MATERIAL DE LA DIVISIóR Avtones de enlace Remol7ue, transporte carburante Carabinas, calibreO “,30 Vehículos con Cha. AteS.moutaje multiple Vehículos con cha. Aut. montaje doble Anetralladoras calibre 0”, 50 Pistolas ametralladoras, calibre O”,45 Obuses de 105 m/m Obuses de 155 a/a lanza—cohetes, calibro 2”,36 Lanza—cohetes, calibre 3”,50 Morteres de 60 a/ea Pistolas automt_icas, calibre 0”, 45 Trartores, tipo medio M—5 Tractores alta velocidad, 13 toneladas 8emclques de municiones ST—lo Remolques de municiones53—21 ‘Remolques de 1/4 toneladas Remolques de 1 ‘toneladas Remolques ele 1 toneladas(munición) Remolques de 1 toneladas, tanques agua, 250 gal. Csenion de 1/4 toneladas OAsionee de 3/4 toneladas, erabulsucias Orejones de 3/4 ion, mando, transporto Samas. CamioneS de 2 1/2 toneladas,carga Camiones de 2 1/2 ton. chasis corto Camiones de 4 toneladas,carga Camiones de 4 toneladas, recuperaoión Ceeniohes para recuperación material pesado Vehículo.para recuperación tanques Vehículcb para uso general, acorazados 10 1 2934 32 32 106 151 54 18 o 193 3 522 O 22 87 O 165 110 32 26 210 5 45 141 121 9 3 2 1 17 Artillería divisionaria.—Losdos cambios ‘de mayor impor tancia dentro de la Artillería divisionaria han sido: La creación de un nuevo Grupo de armas automáticas autopropulsadas, ahora Unidad orgánica de la Artillería divisionaria, y el incre mento a seis de las cuatro piezas, hasta ahora número clásico de las bocas de fuego de una Batería. El nuevo Grupo de Cañones automáticos (autopropulsadós) es capaz para la realización de fuegos rápidos desde su posición de marcha, contando al mismo tiempo con una excelente mo vilidad en sus desplazamientos sobre cualquier clase de terre nos. Va equipado con 64 vehículos, de ellos 32 del tipo “M-i6”, que disponen de piezas en montaje múltiple (cuatro de o’ ,5o) y otros 32 del tipo “M-19” con piezas de 40 mm. en montaje doble. El Grupo está integrado poruna Unidad de Plana Ma yor y cuatro Baterías. La idea llevada a la práctica con la nueva organización adop tada, de que las Baterías cuenten con seis piezas, en lugar de las cuatro con que hasta ahora contaban, no es, en realidad, de una gran novedad, ya que ha sido materia de continua discu sión desde los ya olvidados días de la guerra de secesión. Creen no pocos p.rtilleros que la adición de una nueva Bate ría con sus clásicas cuatro piezas proporcionaría al Grupo una mayor flexibilidad que la que pueda obtenerse con el incre mento dado de dos nuevas piezas por cada una de las Baterías del Grupo. Sin embargo, el criterio sustentado por el gran nú mero de seguidores de la solución adoptada ha prevalecido. Entre otras, fundamentan su decisión en el convencimiento de que, al no incrementar el número de Unidades, quedan dismi nuídos los incontables quebraderos de cabeza que el aumento de una nueva Batería llevaría consigo, considerando, por otro lado, el que el aumento en flexibilidad alegado por los de la solución desechada se consigue con un adecuado empleo del’ puesto central de tiro con que cuenta cda Grupo, y que tan excelentes resultados viene proporcionando. Los efectivos de la Artillería divisionaria, bajo la nueva or ganización ascienden a 240. Oficiales, i i Oficiales asimilados y 3.417 hombres, entre Suboficiales y personal de tropa, cuya distribución entre las distintas, Unidades aparece con detalle sobre el esquema adjunto. En relación con los cambios operados en cuanto a efectivós se refiere, presentan importancia destacada el aumento de once Oficiales dado a cada uno de los Grupos de 105, entre los que figuran: un Oficial jefe de transmisiones del Grupo, un Oficial encargado de la Sección de personal de la Plana Ma yor del Grupo, un Oficial ayudante del Capitán jefe de la Pla na Mayor del Grupo, y dos Oficiales, observadores avanzados, por cada una de las Baterías que componen el Grupo. Los seis Oficiales en que aparece incrementado el Grupo de 155 se distribuyen así: un Oficial encargado de la Sección de personal de la Plana Mayor del Grupo, un observador avanzado, un Ofi cial jefe de transmisiones del Grupo y un Oficial más por cada una de las Planas Mayores de las Baterías del Grupo. El Servicio Sanitario de la Artillería queda. organizado en seis destacamentos: uno asignado a la Plana Mayor de la Je fatura de Artillería, y los cinco restantes, uno a cada uno de los cinco Grupos que integran los efectivos de la Artillería di visionaria. Los siete Oficiales qúe figuran en el Servicio Sani tarjo quedan bajo el mando de un Comandante. La misión de éstos destacamentos sanitarios es la de proporcionar a las Unidades ayuda médica, realizar curas de emergencia, correr cón el entretenimiento de los puestos de socorro, realizar la evacuación de bajas si ello es posible y controlar, por último, el estado sanitario de las Unidades a ellos afectas. Los cambios llevados a cabo en la organización, el avance técnico alcanzado con posterioridad a la terminación de la pa sada guerra y la aplicación práctica de cuantas enseñanzas fueron deducidas sobre los mismos campos de lucha se han re flejado en los cambios operados sobre las plantillas de mate rial y equipo, que en lo relativo a la Artillería divisionario dejamos expuesto, aunque sólo sea para poner de manifiesta las modificaciones de mayor importancia. Labombadehidrógeno. Coronel de Ingenieros Antonio Vich, Director de la Academia Recientemente se ha publicado la noticia de que Estados Unidos estudia la construcción de una bomba atómica a base de hidrógeno, que .podrá desarrollar una potencia mil veces mayor que la alcanzada con la ya clásica de uranio que de modo tan decisivo contribuyó a poner fin a la segunda guerra mundial. Cómo en física nuclear cabe perfectamente esta rea lización, vamos a estudiar ligeramente sus fundamentos, em pezando por recordar, en forma esquemática, algunos princi pios fundamentales. de Ingenieros del EjórcÍto. cantidad de neutrones, estamos en presencia de dos isótopos. Por ejemplo, en el uranio podemos escribir como isótopos el ,,U” y el ,,U’’. Notación nuclear.—Cada núcleo de un elemento se repre senta por su símbolo químico con un índice y un subíndice. El índice representa el número total de partículas, y el subíndice, el número de cargas eléctricas. En núcleo de helio, que se com pone de dos protones y dos neutrones, se representará por ,He’. En general, un elemento estará representado por zXA. Composición del átomo.—Yano es la entidad simple que se Energía de enlace.—El átomo, en sí, es neutro; en realidad, concibió en un principio. El átomo se compone de un núcleo tiene órbitas eléctricas, sino, estados estacionarios de ener ceñtral, en donde reside la casi totalidad de la masa, y está no gía. Su núcleo no es un conglomerado estático, más bien es un cercado por uno o varios estratos, en donde radican los elec trones qué en el antiguo modelo de Bohr, muy útil todavía,. estado energético potente, en el que las partículas constitu describían órbitas, alrededor de aquél. El núcleo se compone yentes están ligadas por fuerzas no muy bien conocidas toda de partículas, unas con carga eléctrica y otras sin ella. Las. vía. Esta energía de enlace es equivalente a un defecto de masa, concepto que aclararemos con un ejemplo. Como ya hemos di primeras se llaman protones; llevan la unidad de carga posi cho, el núcleo del átomo de helio ,He’ está formado por cua tiva (igual pero de signo contrario al electrón), y su marcha absoluta vale 1,67 X I0_24 g., mil ochocientas veces más que tro partículas, dos protones y dos neutrones, de las que cono la masa del electrón. En el átomo neutro hay tantas como cemos sus masas individuales. Pues bien, la masa del ,He’ no es igual a la suma de las masas absolutas de las cuatró partícu electrones; si no es así, el átomo resulta ionizado. A este nú las que lo componen, sino sensiblemente menor. Ha.y un de mero entero de pártículas positivas lo llamamos número ató mico; lo representamos por Z y caracteriza a cada elemento fecto de masa que, según la ley de Einstein, equivale a una can químico de un modo unívoco. Así, en el hidrógeno vale i; en tidad de energía que responde a la fórmula E = mc’. En ella, si m se expresa en gramos y c (velocidad de la luz) en centíme el carbono, x6, y en el uranio, 92. tros, E viene expresado en ergios. Las propiedades químicas de los elementos vienen regula das por los electrones más exteriores y de ellas no nos ocupa En el caso que hemos planteado, el saldo es el siguiente: remos. En cambio, en el núcleo es donde reside la energía uti lizada en la bomba, y este núcleo es el que tomamos como ob Masa de dos neutrones2 X i,o8oi = 2,0178 jeto de nuestro estudio. Idem de dos protones2 >< 1,0089 = 2,0162 El neutrón.—Las partículas nucleares sin carga eléctrica se Suma4,0340 llaman neutrones. El neutrón se descubrió en el año 1932 por Masa del núcleo de hielo4,0028 el físico inglés Chadwiek, al bombardear el berilio con partícu las (núcleos de helio ,He’). Defecto de masa0,0312 Si tomamos como unidad la masa del átomo del oxígeno, asignándole el valor I6 la masa del neutrón estará represen que desaparece en la reacción y que tiene un valor de cierta tada por el número 1,0089, y la del protón (núcleo de hidró consideración, pues supone el i por ioo, aproximadamente, a geno), por x,oo8x, ligeramente iiiferior. El número entero que indica los neutrones contenidos en el la masa atómica del helio. La comprobación experimental de este principio la encon núcleo lo designamos con el símbolo N. tró Mr. Cockcroft en 1932, bombardeando el litio (Li) con pro tones (1H’) acelerados, a 700.000 vol, de energía, en la siguiente lsótopos.—La suma Z + N = A es el número total de par tículas que constituyen el núcleo. Z representará también el reacción: ,Li’ + ,H’ + ,He’ ,He’ número de electrones exteriores del núcleo, y como en ellos es donde residen las propiedades químicas de los elementos, que quiere decir: un núcleo de Li bombardeado por protón, da todos aquellos que tengan igual Z pertenecerán a la misma es dos núcleos de helio (partículas ). Observemos de pasada que pecie química. Si difieren en el número A por tener distinta 53. ---u en ambos miembros de la ecuación suman la misma cantidad los índices y los subíndices. Computando la totalidad de la masa y energía en ambos miembros, debemos encontrar la misma cantidad. Las masas las conocemos por medio del espectrógrafo de masas, y son: (Li7 + H’) = 8,024! u. m. (*), (0He + 2He4) = 8,oo6 u. m. Ó sea que en la reacción ha desaparecido la diferencia, que es 0,0185 u. m. Cada una de las dos partículas emitidas lo han sido con una energía cinética de 8,5 mega-electrón-voltios, me dida obtenida experimentalmente, y como la energía del pro tón incidente es despreciable, las o,or8 ti. m. desaparecidas deben ser equivalentes a las 17 mega. e. y. observadas. En efecto: 0,0187 u. m. son iguales a 3,07 X xo— gramos. 17 M. E. V. equivalen a 27,2 )< 1o6 ergios, y C es igual a 3 )< 1010 centímetros. Sustituyendo estos valores en la fórmula E = mc2, vemos que la satisfacen. Digamos de paso que un electrón-voltio es una unidad de energía muy usada en física nuclear, y se define como la ener gía cinética adquirida por un electrón cuando es acelerado en un campo eléctrico producido por una diferencia de potencial de i voltio. Es igual a i,6 x ro_lI ergios. Hemos obtenido 27,6 x io ergios de energía como con secuencia de bombardear con un protón un átomo de litio, y podemos esperar que si rompemos igualmente todos los áto mos de litio contenidos en un átomo gramo, obtendremos medio millón de kilovatios hora. La dificultad está en produ cir estos proyectiles (protones) acelerados y en controlar la energía producida. Todas las experiencias del laboratorio se han hecho con cantidades pequeñísimas de materia (aunque con gran número de átomos), cantidades del orden de una fracción de micro gramo. En la tabla número x figura una lista de elementos con los - l a pesado) 2,35 7,57 34,31 5,7? 31i7 (litio) 42,01 6,00 4Be9 (berilio) lo (boro) 62,3 6,92 ? (boro) (oarono) 6013 (carbono) (nitrógeno) (nitrógeno) y’4 : 6,92 81,4 7,40 98,6 8,22 103,8 7,95 112,0 8,01 123,5 8,20 8,53 5016(oxfgeno) 136,6 141,1 8,30 368 9,20 22Ti48 (titanio) 446 26 (hierro) 523 9,30 935 36K (Eripton) (estado) 753 9,30 1b24 (gadoJ.i.o) (plomo) u. m. - = unidades - ioso 9,15 1190 9,00 1390 5,50 1700 8,35 J92 2!L 54 69,2 6017 (oxigeno) 15A4 (sygon) 541e132 (xenon) (*) l,lr 21! (helio) 31i6 (litio) 30,29 de masa. Reacciones en cadena.—Ya hemos indicado cómo se des prende energía en la formación del helio resultante de la reac ción hidrógeno-litio; pero, desgraciadamente, no puede fun darse en ella un proceso industrial. Cualquier combustible puede utilizarse en la práctica para obtener energía calorífica, no solamente a causa de la que se desprende en la combustión, sino porque se verifica su autoentretenimiento. ¿Podríamos utilizar la energía del carbón, por ejemplo, si fuera preciso emplear trabajo para mantener la combustión al ritmo de unos cuantos miles de pesetas por tonelada? Ciertamente que no. Pues bien, una cosa análoga ocurrió al tratar de aprovechar la energía desprendida en la reacción litio-hidrógeno. Para hacer reaccionar los átomos de hidrógeno fué preciso ionizarlos primeramente, convirtién do los en protones, y acelerarlos después en máquinas especiales de alto voltaje. De esta corriente acelerada de partículas sola mente un pequeño número de ellas penetraron en el litio para proyocar la reacción. La energía gastada para acelerar las res tantes se empleó en pura pérdida, y el resultado fué un gasto de energía superioi a la que se pudo liberar. Lo mismo ocurre si del hidrógeno llegamos al litio por medio de las reacciones que siguen, todas las cuales desprenden energías y se han producido en el laboratorio: 1/1 0re 60 7/ji’ 1 C 14 7iY 14 15 711 14 ,11’ 4 ,/11 ,L ______ 4,11’ DABLk 1.— DEpECTODE MASAY PSAccIoç DE coI,ncnD DE Los LAS flñPOPfll4Tss }DEpENTOD. ============:e Defecto de masa Tracción de fleaentos enU-a(unidades conpaoids.d — masa) x 10—3 en U—zs a lo 152 (hidrógeno defectos de masa resultantes en su formación, partiendo de protones y neutrones libres. TambiS figura en ella una canti dad muy ititersante llamada fracción de compacidad, y que es igual al defecto de tríasa dividido por el número de partículas del núbleo, proporcionando asimismo una medida de la ener gía de enlace por partícula. - “ C #,lle 4 74’e’ #4e° El carbono hace de catalizador, y la reacción principal es for mar helio a partir del hidrógeno, con desprendimiento de 30 mega e. y. de energía y 2 positrones. En el interior de los astros lucientes existe un horno reactivo en el que el hidrógeno se transforma en helio, y para esta sín tesis se precisan unos 20 millones de grados de temperatura, que son los que reinan en el centro del sol. Esta reacción, es pontánea en los astros, se ha conseguido forzada en los labo ratorios; pero no resuelve un problema industrial ni práctico, como ya hemos indicado. Consideremos otra reacción muy interesante también: la ro tura de un núcleo de uranio. Cuando un neutrón percute co rrectamente en un núcleo de uranio, lo rompe en dos fragmen tos próximamente iguales, liberando unos 200 mega e. y. por átomo escindido. Esta energía es enorme, pero menor, a igual dad de peso, que la estudiada a base de hidrógeno y litio. En cambio, hay una cosa esencial en este proceso, y es que, al separarse en dos trozos los átomos de uranio, se liberan, ade más, varios neutrones, y estos neutrones son los que, inci diendo sobre nuevos núcleos en condiciones determinadas, man tienen el autoentrétenimiento de la reacción, análogamente al de la combustión ordinaria. Si el proceso es rapidísimo, obten dremos la bomba atómica, y si es más lento y regulable a vo luntad, el reactor o pila nuclear. Todavía en secreto.—No conocemos aún cuál es el camino emprendido para obtener la bomba de helio. Vemos que la realización es científicamente posible, que lá energía que po día obtenerse sería muy superior a la que desarrolla la ya clá sica del uranio. Esta puede producir temperaturas del orden de los 20 millones de grados, mayores que las que presiden las reacciones espontáneas del hidrógéno en el sol y en las estrellas. ¿Intervendrá la reacción en cadena del uranio en la produc ción de la superbomba de hidrógeno? No tardaremos mucho en penetrar en este “Secreto de Estado”. (E) 1e° representa el electrdn. Los factores de la movilidad del combatiente. Coronel S. L. A. Marshall. De la publicación norteamericana Infantry Journal. (Traducción de la 8.° Sección del E. M. C.) (II) (Véase el artículo publicado con el mismo título en el mes pasado.) El despilfarro de equipo. Para refrescar nuestra memoria sobre algunos de los presa gios de la segunda guerra mundial, podríamos recordar las pla yas de desembarco. ¿Cuál es la impresión que nos dejaron? La de una escena de desorden, en que el despilfarro era más patente aún que la confusión. El desorden aumentaba con la presencia de los cadáveres y de los heridos en espera de ser evacuados; los descargaderos de abastecimientos dan en los primeros momentos la impresión de que un tifón acaba de pa sar sobre el lugar. Pero quien está acostumbrado a ver en ese caos aparente el comienzo de una labor sistemática, sabe que ese desorden es inevitable y que existirá en toda operación de constituir acumulaciones de materiales frente al enemigo. El espectáculo más deprimente es el despilfarro de equipo personal, la gran cantidad de mochilas, armas y municiones que dejan aban donadas los soldados que se adentran en tierra en busca del enemigo. Tales escenas no han sido ninguna novedad. El mismo des pilfarro se vió en los campos de batalla de la primera guerra mundial, especialmente en el Argona, donde la lucha fué casi incesante. Testigos presenciales comentaron el panorama que se ofreció después de la batalla de Gettygsburh, diciendo que de los millares de fusiles que tiraron los soldados, la mayor parte no habían disparado un solo tiro. De Cold Harbor na rraba un testigo: “Viendo lo que se había abandonado, me preguntaba con qué armas se había disputado la batalla.” Muy probablemente no hay ninguna otra característica más común a todos los campos de batalla que el despilfarro inex plicable de equipo esencial. Es, sin embargo, un hecho sorprendente que, a pesar de co mentarse mucho lo que ocurre, nadie ha tratado de evitarlo. Quizá ello se deba, en parte, a que nos convencemos dema siado fácilmente de que no podemos remediarlo. En las altu ras, donde hay relativamente pocos hombres que hayan lle vado a la espalda 30 Kg. al combate, hay tendencia a justifi car este despilfarro, diciendo que es parte de la guerra y que se debe principalmente a la naturaleza del hombre, que elude en cuanto puede el cumplimiento de sus obligaciones. Aunque eso es cierto en parte, sólo es una faceta de una ver dad más importante e inquietante. En tanto continuemos di ciendo al soldado que la movilidad es indispensable para lograr la victoria y en tanto le sigamos predicando que “la seguridad está en el avance”, hasta el soldado más cumplidor de su obli gación se desembarazará de un peso que comprenda no puede llevar cuando está sujeto a la extraordinaria tensión del com bate. Si además de ser cumplidor es también inteligente, to mará esa decisión tan pronto llegue el momento en que la única alternativa que se le ofrezca sea hacerlo o rendirse a su debilidad física y abandonar la lucha. Pero ésta es una de las decisiones más duras que un soldado cumplidor se verá precisado a tomar. Lo es así porque cuando le llegue el momento de tomarla, su estado físico será probable mente tal que no podrá pensar con claridad. Ya sé que muchos dirán, teniendo en cuenta su propia experiencia de combate, que los soldados aprenden automáticamente a desembarazarse de las cosas que no necesitan, y que, por lo tanto, no hay pro blema. Puede que sea verdad; pero ese aprendizaje sólo se hace mediante la dura experiencia e invariablemente el mayor perjuicio se sufre en el bautismo de fuego. Aproximadamente, tres cuartas partes de nuestras baj as por fatiga de combate se han producido cuando los afectados entraban en fuego por primera vez. Quienes hayan observado a fondo la naturaleza del campo de batalla, habrán de reconocer que la deficiencia está en la re taguardia, o sea que los soldados son victimas de una carga inadecuada y de una apreciación errónea de la relación entre la carga y las posibilidades tácticas. Cuando las tropas no actúan como se esperaba, siempre existe una razén para ello, y el achacarlo a la desidia humana es pecar de pereza mental. Sólo puede haber verdadera economía de las posibilidades del soldado cuando el Mando base sus cálculos valorando al hombre en lo que es y no en lo que quisiera qu fuera. Esta es, pues, la verdadera dificultad. En las esferas encar gadas del planeamiento ha habido siempre una ignorancia ge neral de las limitaciones logísticas del porteador humano cuan do actúa bajo el fuego enemigo y de la rémora que para su actuación táctica supone el cargarle con exceso. Historia del problema. Lo que se necesita es una resolución moderna para un pro blema tan antiguo como la misma guerra. Los antecedentes históricos de este problema fueron expuestos con claridad por la Comisión asesora sobre Higiene del Ejército británico, que en 1920 investigó cómo ha sido cargado el soldado a través de los siglos en su Memoria titulada La Carga del Soldado. J. F. C. Fuller formó parte de esa Comisión, y hablando con él sobre el particular durante los días en que nuestras fuerzas desembarcaron en Normandía, fué cuando por primera vez el problema atrajo poderosamente mi atención. La Memoria era docta, pero poco brillante. Aparte de esta blecer la estrecha relación que existe entre la carga excesiva del soldado y la abundancia de enfermedades del corazón, del riñón, del sistema circulatorio, del pulmón y la hipertensión entre los veteranos, no estableció conclusiones médicas. Tam poco señaló relación alguna entre el exceso de carga y el ago tamiento físico y mental del soldado en el campo de batalla. La Memoria no contenía datos de la primera guerra mundial que pudieran haber contribuído a poner en claro las alteracio nes psicoorgánicas que sufren los hombres en el combate a consecuencia del exceso de carga. Es probable que el Ejército británico no dispusiese por entonces de esa información ni de ninguna otra. Hay muchos aspectos del combate que apenas si hemos empezado a explorar, y de lo que menos informados estamos es de la naturaleza de la línea de fuego. Pero lo que la Comisión demostró claramente es que los Generales de todos los tiempos no han sentido gran respeto por las limitaciones logísticas del hombre, tanto dentro como fuera del combate; en esto hay coincidencia desde Marco Aurelio hasta Montgómery. El legionario romano, reclutado generalmente a los veinte años entre la gente de campo, aten diendo más a su robustez que a su estatura, llevaba sobre sí unos 36 Kg. cuando marchaba sobre las lisas calzadas del Imperio. Aunque parezca brutal, debemos, al menos, hacer la apostilla de que veinte siglos después de las legiones, los sol dados nortéamericanos que atravesaron las traidoras arenas de Normandía iban más cargados que él. El soldado francés de la guerra de Crimea llevaba un equipo que pesaba poco menos de 33 Kg. Los “levitas-rojas” briti.ni cos llevaban 36 Kg. cuando asaltaron nuestro Bunker Hill, y el infante inglés, con 30 Kg. a cuestas, se enfrentó en Water loo con el francés, cuyo equipo pesaba 25 Kg. Durante la primera guerra mundial, nuestros infantes lle varon pesos parecidos.- Por entonces, uno de los requerlaueia tos de la instrucción era acostumbrar al sldad a msr1ar cargado con su equipo pesado (unos 27 Kg.), y lo mLlo era 5 que, al entrar en combate, se añadían a éste más raciones y más municiones, descartándose, en cambio, al menos oficial mente, sólo una parte muy pequeña de la carga de instruc ción. La Comisión halló que, con pocas excepciones, en los tiem pos pasados no se había tenido en cuenta el principio de que cuanto más ligero vaya el soldado, en mejores condiciones está para el ataque. Una excepción notable la constituyó Filipo de Macedonia, que con sus “Hypaspitas” consiguió una magní fica infantería ligera. Otra, Oliverio Cromwell, que consiguió una genial movilidad para sus “Cabezas Redondas”, alige rando el peso de su equipo hasta dejarlo en unos x8 Kg. Jakson creó una infantería ligera, cuyo equipo era el míni mo indispensable, pues no llevaba mochila, capote ni pren das de repuesto. Lo único que cada soldado llevaba, era su ar mamento, municiones, provisiones para ir tirando y una man ta o cobertura impermeable. Los soldados dormían de dos en dos, y entre todos los de una Unidad llevaban el utensilio de cocina, para lo cual los mangos de cacerolas y sartenes eran ta les, que podían meterse en los cañones de los fusiles. Según decía el informe, el término medio de la carga del sol dado en los Ejércitos de los treinta últimos siglos oscila entre los 25 y los 27 Kg., habiendo sido práctica general en ellos el acostumbrarle a llevarla mediante largas marchas de entrena miento. Finalmente, la Comisión llegó a la conclusión de que la car ga máxima tolerable para un hombre corriente en marcha por carretera es de diecioco a veinte kilos. Más concretamente, dic taminó que la carga óptima durante las marchas de instruc ción es la de un tercio de su peso, incluyendo en ella las ropas y efectos personales del soldado. Pasado ese límite, el consumo de energía necesaria para el transporte aumenta desproporcio nadamente al del peso que se añade. Tales eran los puntos principales del informe. Sin embargo, sugería también tímidamente que podría haber una diferen cia radical entre las posibilidades de transporte en una mar cha, en la que el soldado sólo se preocupa de “pedalear”, y en combate, durante el cual su vida depende de la rapidez de sus reflejos. Censuraba a los pensadores militares por no haber de-. dicado nunca su atención a esta última contingencia. Forzosamente, pues, debemós agotar el asunto más que la Comisión, si hemos de llegar a una conclusión más aceptable para la solución actual del problema, que ha de ser buena para nosotros, ya que lo fué para los “Hoplitas” y los romanos. Los temoresdel EstadoMayor. Si un joven y bisoño Jefe de Compañía sin experiencia car gara a sus hombres hasta tal punto que casi no pudiesen moverse durante el combate, no causaría un gran perjuicio al Ejército y hasta es probable que ni siquiera a su Unidad, por que seguramente algún superior, con más cordura, le haría rectificar. Pero cuando el Estado Mayor se equivoca en este aspecto, nadie le rectificará, y las consecuencias serán catastróficas para las tropas del frente. Tal ha sucedido durante la segunda guerra mundial, en la que un enfoque erróneo del problema nos ha costado innecesariamente muchas bajas. El E. M. tendía siempre a cargar al combatiente según su propia visión de todas las incidencias imaginables que pudie ra ocurrir. De ese modo, con todos los componentes de un Estado Mayor anticipándose celosamente a cualquier contingen cia y nadie que se preocupase de imponer un límite de peso para defender la espalda del soldado, las cargas llegaban a ser frecuentemente insoportables. ¿Y con qué resultados? El sol dado no llevaba sencillamente adelante la carga que juzgaba excesiva, pero la potencia de fuego se evaporaba. Las fuerzas de primera línea flaqueaban y a veces fracasa ban, agobiadas por el peso de torpedos “bangalore” que nun ca se disparaban, equipo contra gas que no se utilizaba y cuer das de escalada que sólo hubieran sido útiles si el Batallón hu biera desembarcado ante un acantilado. Estos males podían haber sido remediados; nuestras posibi lidades tácticas y nuestra eficiencia general en el combate habrían sido mayores si: 1.0 Hubiésemos fijado un límite para la carga del comba tiente, y 2.° Si lo hubiéramos hecho observar a raja tabla. No hicimos ninguna de ambas cosas. A este respecto, obra- 56 mos menos prudentemente que los antiguos escoceses, quienes en Bnnockburn fueron al combate tan ligeros como el viento, pues cada combatiente dispusó de un porteador que llevaba sus armas. Y por cierto que la Historia nos dice que ese detalle decidió la batalla, pues los ingleses, al ver en la lejanía a la tro pa de porteadores que avanzaba sobre Gillies Hill, creyeron que se trataba de la llegada de refuerzos enemigos y abandona ron el campo. Lección de Omaha. En las primeras oleadas de asalto que se lanzaron sobre la cabeza de puente de la playa de Omaha hubo Compañías cuyos hombres se lanzaron al agua llevando cuatro cartones de ciga rrillos, como si el objeto de las operaciones fuese el comerciar con los franceses. Algunos de ellos no llegaron jamás a la orilla por los dichosos cigarrillos, pues o se metieron en algún pozo traidor o cayeron abatidos por un balazo, y, embarazados después al empaparse su equipo, no pudieron volver a levantarse y se ahogaron. No hay estadísticas definitivas sobre las bajas sufridas en Omaha, y si alguna vez se publican, sólo serán, en el mejor caso, aproximadas. Nadie puede decir con certeza si murieron más hombres a consecuencia del fuego enemigo que a causa del excéso de carga que los hizo presa fácil del agua. Pero cuando concluí mi investigación con los supervivientes de las Compañías que tomaron parte en el asalto inicial, quedé bajo la impresión de que directa o indirectamente el peso y el agua nos causaron la mayor parte de las bajas. Convencido de que ésta fué la gran lección de Omaha y de que era más instructiva que ninguna otra deducida de cual quier otro desembarco de la segunda guerra mundial, por la. importancia de la operación y por lo decisiva que fué, opino que sus detalles tácticos merecen un estudio más profundo que las cuestiones de alta estrategia. El error fundamental fué uno muy sencillo. Valoramos exce sivamente la fuerza física del soldado en las circunstancias del combate, y ello casi nos costó la operación. Como quiera que éste es el mismo error que los Ejércitos y los Comandantes han venido cometiendo durante siglos, es de temer que se seguirá cometiendo en el futuro. El E. M. sólo puede ser considerado parcialmente responsa ble de esa equivocación. La solución que durante una guerra se da a cualquier problema esencial refleja en gran parte nues tra doctrina sobre él en tiempo de paz, y eso es precisamente lo que ocurrió en este caso; las rectificaciones de orden gene ral que se precisaban sólo podrían haberse hecho si con ante rioridad a la guerra se hubiera visto claro el asunto. El origen de la dificultad está en que sólo reconocemos “de boquilla” el principio de que el objetivo de la Logística no es meramente el apoyar y abastecer al combatiente, sino evi tarle toda fatiga y tensión innecesarias. Nos resistimos a convencernos de que 5.ooo combatientes relativamente descansados derrotaron siempre a 15.ooo enemi gos fatigados. En la hora decisiva, la fuerza de un Ejército no puede me dirse por el número de cuerpos humanos que lo forman, sino por el de sus soldados con moral ofensiva y con facultades fí sicas para atacar. En la playa de Omaha contamos con una cantidad pequeñí sima de soldados en estas condiciones. Verdad es que el miedo a la muerte contribuyó a la paralización de parte de los hom bres que no pudieron avanzar más allá de las playas; pero no haríamos justicia a nuestra gente y pecaríamos nuevamente de una ignorancia crasa acerca de las causas de pánico entre los combatientes, si diésemos por supuesto que la única razón por la cual muchos hombres fracasaron en Omaha fué la de que entraron bajo el fuego artillero y de fusil enemigo tan pronto llegaron a tierra. No tendría sentido alguno el decir que todos lo hubieran hecho bien si el dsembarco hubiera sido un ejercicio de en trenamiento. Relato de un testigopresencial. El Capitán Richard F. Busch desembarcó en Omaha con las primeras oleeadas de asalto. Se trata de un artillero que lle vaba la misma misión que el difunto Teniente Coronel Mu! lins, uno de los inmortales de la gran empresa, misión que con- sistía en preparar el desembarco de sus propios cañones. Pero los cañones no llegaron; nuevamente el exceso de precauciones de alguien impidió el logro de un objetivo. Los cañones iban a ser transportados en vehículos de carga anfibios y ese alguien, convencido de que el vehículo y su carga tendrían que expo nerse demasiado al fuego de la costa, hizo poner en cada uno un parapeto de dieciocho sacos de arena, con el resultado de que entre este peso y la mar gruesa se hundieron todos los ca ñones menos uno. Ya sin misión propia, Bush y Mulliris se dedicaron toda la mañana a persuadir a los desmoralizados infantes para que reanudasen el cumplimiento dé su deber: Mullins fué muerto cuando trataba de dirigir los carros propios contra unas casa-matas alemanas que castigaban nuestro flanco, y es en nuestra historia un hecho muy glorioso la actuación de aquel hombre en la mañana que citamos. Su compañero Bush enjuició así a los hombres entre los cua les se encontrába: “Estaban inmóviles y mirando fijamente al espacio y en un estado de postración nerviosa tal, que no, se daban cuenta de lo quç, estaba ocurriendo; muchos habían ol vidado que tenían armas para disparar; otros, que las habían perdido, parecían no ver que podían coger las que había tira das en sus inmediaciones. Algunos no podían sostener el arma que poníamos entre sus manos; otros se quedaban mirándonos sin entendemos cuando les decíamos que limpiasen su fusil. Sus nervios estaban deshechos y no podíamos hacer carrera de ellos; el fuego continuaba su obra, y cuando eran tocados, se desplómaban en la arena sin ni siquiera pedir que se los reco giera.” Palabras casi idénticas fueron escritas por el Capitán Hoe nig tiempo atrás durante la guerra francoprusiana. Había, pre senciado la derrota de la 38.’ Brigada prusiana en Mars-le Tours, en la que esta Unidad perdió el 53 por xoo de sus efec tivos en unas pocas horas. Observó que los süpervivientes mi raban fijamente, pero que no veían nada, y que sus oídos no hacían- llegar mensaje alguno a sus cerebros. Dijo uno de ellos: “Vi la locura retratada en sus semblantes, la locura que’ pro viene del agotamiento físico unido al terror más abyecto.” Desgraciadamente, tales escenas bélicas no se comprenden por completo. Los profesionales tradicionalmente acostum bran a juzgar que tan completa impresión nerviosa sólo se da en una colectividad militar después de una terrible derrota, cuando ya no hay esperanza alguná. De juicio tan superficial no se puede sacar otra moraleja que en la guerra, como en to das partes, lo que importa es estar en el bando que gana. Como creo que se pueden sacar lecciones más provechosas; vuelvo a mis notas originales sobre la operación de Omaha para reflejar acontecimientos que sólo han sido citados de pa sada en el relato oficial que se ha publicado, aunque tal relato está también basado’ en mis notas originales. El siguiente pasaje cuenta una pequeña parte de lo que ie ocurrió a una Compañía del x6.° Regimiento de Infantería la mañana del 6 de junio de ¡944. La Compañía perdió durante el día un total de 505 hom bres; pero de éstos, sólo uno- fué muerto en el avance desde el final de la playa hacia el interior. La mayoría de los •demás murieron en el agua. Muchos de los que resultaron heridos al abandonar las lanchas de desembarco pudieron llegar hasta la misma orilla, donde se desplomaron y fueron arrastrádos y ahogados por la marea, que subía a la velocidad del paso lento de un hombre. Otros soldados que intentaron salvar a algunós de estos hombres fueron al5anzados por el fuego ‘ene migo, y posteriormente se ahogaron también a causa de la marea. En general, quien caía en la orilla, podía darse por muerto. Después de lanzarse al agua la Unidad en sú conjunto, avan zó hasta rebasar la orilla e hizo alto; los soldados se echaron inmediatamente a tierra. Los sargentos Fitzsimons, Ellis y Toth, entre otros, trataron de reunir la Unidad para seguir avanzando; se daban cuenta, dijeron, de que estaban -en un matadero y de que el único modo de salvar a la Compañía era hacerla cruzar la playa. - Por ello, los Mandos dieron a gritos, las órdenes correspon dientes; pero al- tratar de ponerse en pie, su propia- ‘debilidad física se lo impedía. Los tres sargentos dijeron que, después de arrastrarse unos pasos, tenían que volver a tenderse, por que sus piernas se negaban a sostenerlos, y añadieron que ellos y los demás hubieran seguido inertes si la marea no les hubiera obligado a avanzar para no ahogarse. - Fitzsimons vió a dos de sus hombres, los soldados Walch y Spencer, tirarse a la arena y saltar deshechos por la explo sión de una mina. Pero los incidentes de esta clase no influ yeron en el paso de la Compañía, que continuó avanzando a la misma velocidad que la marea hasta que llegó al límite de la pleamar e hizo allí alto por algún tiempo. Aunque la Compañía tuvó más pérdidas por la marea que por el fuego enemigo, empleó luna hora para, recorrer menos de 250 metros de playal Los hechos relatados - fueron contrastados en una crítica co lectiva de la Compañía, a la que asistieron todos los supervi vientes, y cuanto se escribió en ella fué leído a toda la Uni dad por si había errores. Se trata, por consiguiente, de un relato todo lo verídico que es humanamente posible. He de añadir que muchos de los supervivientes eran veteranos acos tumbrados a las escenas y ruidos del combate. Indudable mente, la’ depresión nerviosa que las extremadamente eleva das bajas sufridas al comienzo de la acción produjeron originó, en parte, la semiparalización del avance. Con esto llegamos al punto principal de nuestro alegato. Mediante las investigaciones llevadas a cabo por nuestro Cuerpo de Sanidad durante la segunda guerra mundial, los facultativos saben hoy más que nunca acerca de la depresión nerviosa que el combate produce y algo más que antes de sus causas. Pero debo señalar que estos conocimientos no serán jamás de utilidad general para el Ejército, en tanto sean con siderados como interesantes sólo para los psiquiatras. Lo que hace falta es que los Oficiales de las armas estén también bien informados de las causas de esa depresión, en lugar de confor marse simplemente con la mezquina idea de -que ataca a algu nos -hombres “porque no están a la altura de las circunstan cias”. Sólo así podremos aplicar a esa depresión un tratamiento preventivo. El “busilis” del asunto es que todo el mundo sufre esa depre sión -en uno y otro grado y que su exteriorización varía de un hombre, a otro según la intensidad del miedo de cada uno, y de una situación a otra en la medida que el éxito o el fracaso se hagan sentir en la mayoría de la gente afectada. Pero sus consecuencias no varían en un aspecto importante: Un hombre se fatiga físicamente en proporción a la depresión nerviosa que sufra y al grado en que el miedo se apodere de él. La fatiga se traduce en pérdida de vigor muscular y de coordina ción mental. Por estas razones, cada libra que lleve de más sobre sí re duce sus posibilidades tácticas. Si éste es el caso, nos encontramos en-la infancia del mando cuando - hablamos de que una fuerza llega a estar “clavada mentalmente” a consecuencia de una moral de combate baja, si no estamos dispuestos a aceptar la otra premisa; es decir, que esa fuerza puede también llegar a estar “clavada moral mente” como resultado de un enfoque logístico erróneo de sus superiores. La debilidadde los fuertes. No puede existir una verdadera economía de las posibilidades del soldado en el campo de batalla, si no se respetan las limita ciones físicas -naturales -del hombre corriente. Pero desde el mo mento que esto parece peligroso, porque desacredita la -creen cia tradicional de que podemos estimular al soldado a la rea lización de- hazañas que casi no puede imaginar, instilándole el deseo del heroísmo, debo ilustrar mi aserto con algún otro ejemplo. Me lo proporciona la actuación de una Compañía del rió Regimiento de Infantería en la playa de Omaha, el mismo día y en la misma fase del desembarco que la del i6.° Regi miento antes citada. Esta Compañía tuvo un éxito extraordinario. Empezó el día sin grandes pérdidas y con la hazaña sin par de situar a todos sus supervivientes y material más allá de la playa. Cuando digo “sin par”, - lo- digo en su sentido literal, porque ninguna otrá Compañía hizo tanto en la playa de Omaha. Para el anochecer, la Compañía había logrado el avance más profundo en su sector regimental. Así consta en el relato oficial de la operación, y la Compañía no necesita un apologis ta, pues los hechos cantan. Las lanchas de desembarco que llevaban a la Compañía te nian -instrucciones para hacerla desembarcar en un lugar ya defendido por otra Compañía de fusileros; pero no ocurrió 57 así, y las lanchas atracaron en un trozo de costa que aún do minaba el enemigo y que desde las alturas cercanas defendía vigorosamente. Sin embargo, los pelotones desembarcaron bas.. tante cerca unos de otros, pues sus lanchas respectivas atra caron casi al mismo tiempo. También esta suerte fué única entre las fuerzas asaltantes de Omaha y operó como un tónico para la moral de la Compa ñía, neutralizando la impresión que produjo el que se encon trase ante una situación táctica inesperada. La Compañía hizo una breve pausa al llegar a la orilla, pausa que no se debió ni a indecisión ni a la necesidad de hacer que los hombres des cansaran. Se hizo para organizar el avance y para que la gente eligiese sus líneas de avance por entre los obstáculos que de lante se presentaban y evitase las zonas batidas por las seis ametrallddoras enemigas que tenían delante. El Jéfe de la Compañía dió la orden: “;Llevadlo todo alas rocas!” Su orden f-ué transmitida de hombre a hombre y todos avanzaron para intentarlo, y lo lograron. Perdiendo sólo pocos hombres, la Compañía cruzó la playa y llegó al acantilado que tenía delante. La manera como avanzó fué muy interesante. Los soldados avanzaron reptando y les costó exactamente diezminutos el cruzar la misma playa que, a pequeños saltos de pocos pasos, había costado cruzar una hora a la Compañía del i6.° Regimiento de Infantería. La comparación es, sin embargo, improcedente, porque las circunstancias morales, físicas y tácticas eran totalmente dis tintas. Pero precisamente por el hecho de que nuestra Compa ñía del iió tuviera una actuación relativamente afortunada en su bautismo de fuego, y de que continuase siendo, desde entonces hasta que terminó la guerra, una Unidad excepcio nalmente agresiva, por lo que dijeron los componentes de su primer avance, resulta un rayo de luz en el sombrío panorama general de toda la acción. El soldado de primera Hugo de Santis manifestó: “Todos sa bíamos que llevábamos demasiado peso encima y que nos es taba inmovilizando precisamente cuando la situación nos exi gía que avanzásemos. Hubiéramos abandonado nuestro equipo personal o no nos hubiéramos movido de donde estábamos, si no. se nos hubiera mandado con energía.” Y el Teniente John 5. Cooper: “Unos pocos de mis hombres estaban tan débiles a consecuencia del miedo, que les era físi camente imposible el mover más que su propia persona. Por ello, los más fuertes afrontaron el doble riesgo de volver y ayudar a los más débiles. a transportar su equipo a través de la playa.” Dijo el sargento Bruce Heisley: “Todos estábamos sobresal tados y débiles. Yo lo estaba a pesar de que no me había ma reado en el mar, como de costumbre. No me di cuenta de que me faltaban las fuerzas hasta que pisé la playa; llevaba parte de una ametralladora, cargado con la cual puedo correr nor malmente. Quise hacerlo entonces, pero me encontré con que no podía ni marchar al paso con ella; apenas si podía arras trarla. Por ello empecé a arrastrarme tirando de ella. Me sen tía avergonzado de mi debilidad; pero cuando miré alrededor, vi que los demás hacían lo mismo que yo.” Finalmente, éstas fueron las palabras del sargento Tho mas B. Turner: “A todos nos sorprendió el encontrarnos débi les de repente y también la cantidad de fuego que se puede aguantar sin que le den a uno. Bajo el fuego aprendimos algo que no se nos había enseñado: que el miedo y la fatiga influen cian parecidamente en un avance. Estas fueron las declaraciores corrientes entre las muchas que hicieron los asaltantes de Omaha. Ellas ayudan a com prender el espectáculo de centenares de infantes paralizados en la orilla, mientras la acción era decidida por unos cuantos hombres, relativamente poco numerosos, que continuaban su avance hacia las alturas del interior. Decidieron el combate ún pequeño tanto por ciento de los presentes arrastrados por unos pocos,, pero muy inspirados, Jefes, entre los que destaca el General de Brigada Cota, quieh, para cuando sus Compa ñías de Infantería llegaron al terreno elevado, estaba explo rando ya por su cuenta una zona muy alejada. Los corresponsales de la Prensa describieron muy generosa mente a quienes no llegaron a “arrancar” como “hombres que luchaban ferozmente en una estrecha faja de la costa”; pero, según sus propias declaraciones, no estuvieron “luchando feroz mente”, sino completamente agotados, y sus Unidades, para lizadas. Su testimonio prueba que les faltó el vigor físico que la situación exigía. 58 El miedoequivalea la fatiga. Al leer estas notas tácticas, habrá quien diga que lo único que prueban es que no habíamos endurecido a nuestros sol dados suficientemente para la guerra. Pero el aceptar esta conclusión haría inútil todo el estudio del problema, porque las tropas que participaron en el asalto a la playa de Omaha estaban tan bien instruídas y acondicionadas para el com bate como puedán estarlo las mejores en el futuro. Además, como ya he indicado anteriormente, la instrucción tiene sus límites y jamás podrá acondicionar al soldado para el cumpli miento de unas misiones de combate que excedan su capaci dad física. La verdadera lección de lo ocurrido en Omaha que debemos deducir es la que tan claramente expuso el Sargento Turner: “El miedo y la fatiga tienen una influencia parecida en un avance.” A esta declaración no se le puede añadir ni quitar una letra, pues es una exposición objetiva de una de las ver dades más elementales de la guerra. Sin embargo, había es tado olvidada durante siglos y correspondió a un movilizado norteamericano el expresarla por primera vez de un modo inequívoco. Bien examinemos la cuestión desde un punto de vista tác tico o la enfoquemos desde un punto de vista médico, la con clusión será la misma: el soldado, cuando está cansado o des moralizado, sufre una merma de su vigor físico y se apodera de él una sensación de debilidad. La reducción de su capaci dad muscular a consecuencia del miedo es, por lo tanto, aná loga a la que sufre a causa de la fatiga física. Estos hechos, que hubieron de ser descubiertos mediante la observación de lo que ocurre en el campo de batalla, han sido confirmados después en el laboratorio. Se ha demostrado que en un organismo hu mano sujeto a una tensión originada por el miedo que se man tiene durante un período de tiempo considerable, los cambios fisiológicos que se siguen son comparables a los que produce la fatiga. En ambos casos ocurren descargas excesivas de adre-. nal y alteraciones en el torrente circulatorio y en los músculos. Durante las campañas del Pacífico central, dos Generales de División, Archibald V. Arnold y Ralph C. Smith, quedaron impresionados por un fenómeno que observaron en sus fuer zas. Si duranté un ataque, alguna de las Compañías que tornahan parte en él era détenida dos o tres veces por un fuego enemigo repentino, se hacía después imposible emplearla pro vechosamente. En vista de ello me pidieron que determinase la cáusa. La explicación (que por entonces no pude ver con claridad) era que los sorprendidos atacantes perdían su vigor muscular por la acción repetida de un miedo súbito; su reserva muscular de glucógeno se quemaba tan efectivamente, aunque con menos provecho, como cuando se agotaban cavando trin cheras. Ninguna apelación a fuerzas espirituales puede neutralizar esos procesos sino en la medida que contribuya a mitigar el miedo. Es tan inútil pensar otra cosa como el pensar que los mortales puedan ser preparados para permanecer absoluta mente impávidos ante la muerte. En el combate, lo que desgasta el vigor muscular influye en el cerebro, y cuanto ataque al cerebro merma el vigor físico. Un hombre cansado se asusta más fácilmente y un hombre asustado se fatiga rápidamente. La neutralización del miedo es tan indispensable para la recuperación del vigor físico humano como el descanso lo es para un organismo agotado por largas marchas o un duro trabajo. Estamos tratando, pues, de una reacción en cadena. La mi tad de una buena dirección en combate consiste en que el Jefe evite un gasto innecesario de los recursos físicos de sus hom bres y tome al mismo tiempo las medidas adecuadas para que el miedo no. se apodere de sus hombres. La otra mitad de pende de que su Unidad esté debidamente instruída de ante mano. Si se envía a un hombre al combate cargado de tal modo que le duelan los hombros tiemblen sus rodillas, perderá la posi bilidad principal de dominar su impresión inicial de miedo, que es normalmente la peor. Al perderla, disminuyen las pro babilidades de que pueda llegar a un pronto equilibrio men tal y convertirse en un tirador eficiente, aumentando, en cam bio, las de que se convierta en un “caso” mental o en un in útil. De la erróiiea apreciación de las posibilidades logísticas del hombre provienen la pérdida de oportunidades tácticas y el despilfarro de efectivos, pues es evidente que nada contri buye tanto a fomentar la confianza del soldado en sí mismo como una experiencia afortunada en su bautismo de fuego. acuestiónreligiosaenetEjércitobritánico. Comandante Thomas, del The Queen’s Own Roycil West Regiment. De la publicación inglesa The Army Quarte!y. (Traducido por el Comandante Arenas Ramos,del Grupo Zapadores de-la División Acorazada) cambio muy notable. En las grandes zonas militares de Ingla terra se llevan todavía a cabo por parte de los capellanes gran des -esfuerzos para intentar persuadir a los soldados que asis tan a la iglesia. Pero el éxito-obtenido es muy pobre: la suerte no está de su parte. Las estadísticas confirman que sólo un sol dado de cada veinte asiste los domingos a la iglesia. Como con secuencia de esto, los capellanes de las iglesias del Ejército de Su Majestad celebran las ceremonias religiosas solamente para unos pocos y en una atmósfera deprimente y embarazosa para todos, y esto de ningún modo inspira a un joven soldado - el deseo de -una continuada asistencia. ¿Quién tiene la culpa - de que los soldados, como generalmente - ocurre siempre, no traten de volver a la iglesia? La abolición de esas formaciones reglamentarias ofrece tam bién otras consécuencias de importancia. Antes de la guerra, los capellanes del Ejército eranuna parte esencial en las (Jalda des, .y los -actos religiosos que periódicamente se celebraban todas lassemanas constituían la mejor oportunidad para con solidar el trabajo que durante el resto de la semana habían llevado a cabo dentro de la Unidad. Hoy, el- capellán del Ejér cito está en peligro de perder el contacto con el soldado. Es una situación lamentable; pero no puede negarse el hecho de que sus llamadas urgentes a los hombres para que vayan a la iglesia virtualmente son ignoradas. El problema que sigue es la cuestión llamada “la hora del padre”. Al abolirse dichas for maciones, se dieron nuevas normas para que los soldados pudie ran tener semanalmente una hora de instrucción religiosa con el capellán de su secta. Ese tiempo, durante las horas normales de trabajo, en el cual los hómbres reciben instrucción religiosa sin celebrarse verdaderamente ceremonia alguna, se considera ahora como un acto de servicio. Este sistema no carece de va lor; pero el hecho es que los capellanes se encuentran frente a la ardua labor de enseñar religión teórica sin el fondo de los senci llos actos religiosos. El que los hombres puedan recibir frecuen temente esa instrucción entremezclada con una formación de ordenanza y una lección sobre el mecanismo del cañón Bren no da al capellán ninguna facilidad. En estas condiciones, segura mente, sólo de un milagro se podría esperar que algún hombre, inspirado por el capellán, asistiese voluntariamente a la cere monia religiosa del domingo. - Desde el final de la segunda guerra mundial, diversas per sonalidades han realizado tenaces esfuerzos para popularizar el Ejército como una carrera profesional. Con este objeto se hi cieron desaparecer un gran número de limitaciones que pesa ban sobre la libertad individual del soldado. Así, a nadie sor prendió en 1946 la enmienda hecha a las Reales Ordenanzas aboliendo toda clase de formaciones obligatorias para actos religiosos, a no ser que fueran autorizados especialmente p or el General en Jefe con motivo de algunaceremonia eventual de importancia local o nacional. El problema de la formación obligatoria para actos religio sos en el Ejército siempre fué motivo de controversia y exposi ción de opiniones contrarias por parte de las autoridades de la Iglesia, de los miembros del Parlamento y demás figuras de la vida pública del país. La prensa popular también llevó a cabo periódicas campañas, unas en favor y otras en contra del Ejército, por tener éste autoridad para ordenar -a un soldado su asistencia a ceremonias religiosas. Hoy, las formaciones reglamentarias para actos religiosos han sido abolidas en el Ejército, y la gente no demuestra gran interés sobre el desarro llo de dicho asunto. Pero nosotros nos encontramos ahora frente a una situación que no sólo podría despertar el interés de las autóridades del Ejército, sinó también las de toda la Nación. - La formación obligatoria para actos religiosos.—Antesde intentar discutir la actitud presente del soldado hacia la reli gión, es interesante estudiar la situación existente en el Ejér cito con anterioridad a la abolición de dichas formaciones. En casi todas las Unidades era costumbre que por lo menos parte de la misma asistiera los domingos a las ceremonias religiosas, bien dentro de sus cuarteles, o una especial para la guarnición, o a la iglesia pública. Los individuos nombrados para tal asis tencia lo eran nominalmente, correspondiéñdoles el turno cada dos o tres semanas. Los domingos, los soldados, formados con sus Oficiales, como para cualquier otra formación, iban a la iglesia, frecuentemente con la banda de la Unidad a la cábeza, que tocaba durante la ceremonia. El actó religioso era extra ordinariamente sencillo: consistía en el canto de los himnos, • la lectura del Evangelio por uno de los Oficiales, tinas oracio nes y un corto sermón- a cargo del capellán. La ceremonia ter- minaba con el canto del himno nacional. Después, los soldados, formando fuera de la iglesia, desfilaban con el Jefe al frente, para romper filas en su acuartelamiento. Todo lo anterior no duraba más de una hora, y no es exagerado afirmar que a la mayor parte de la tropa le gustaba la tranquila pomposidad del desfile y la sencillez de la ceremonia. Además, disfrutaban con la oportunidad que se les presentaba, tanto a los Oficiales y soldados como a - sus- familias y amigos, de en• contrarse juntos durante unos momentos en la mañana del domingo. No es el propósito discutir el -aspecto religioso de la forma ción y sus detalles; esto es materia más adecuada a las prerro gativas del capellán castrense que a las de un seglar. Sin em bargo, es interesante la observación apreciada modernamente en la sociedad según la cual la generalidad de la- génte siente una extraordinaria timidez para manifestar públicamente su fe. Esta timidez, frecuentemente, conduce á una falta de estí mulo, y es necesario realizar un verdadero esfuerzo a fin de no perder la costumbre de -asistencia a la iglesia. Aunque actual mente la formación. reglamentária para -actos religiosos se considera - de una manera explícita como - una incomodidad para algunos soldados, en otros producía un efecto de ayuda para vencer su timidez- y confesar así -püblicamente la fe, esa fe que de corazón sienten la mayor parte de los hombres. Las dificultades del capellán.—No hay duda de que, con la abolición - de las formaciones reglamentarias para actos reli giosos, la influencia de la religión en el Ejército ha sufrido un - Otros resultados de la abolición.—En el Ejército de hoy, como nó existe formación reglamentaria para actos religiosos, la mayor parte de los hombres se marchan del cuartel el sábado al mediodía y no regresan hasta la diana del lunes. Aparte de la cuestión religiosa, este régimen ofrece el grave incónveniente, - a. los Oficiales encargados -de deportes, de no poder organizar los equipos propios de la Unidad para celebrar encuentros con equipos civiles, ya que éstos juegan sus parti dos en sábado. Esto se opone a la idea de fomentar un fuerte “espíritu de Cuerpo”, que tantó valor representa para las Uni dades y que tan espléndidamente se consigue mediante los juegos deportivos. Otra consecuencia más es que esa libertad para ausentarse del cuartel -todos los fines de semana origina en la mayor parte de los soldados un problema económico, ya que tienen que gastar mucho dinero en billetes ferroviarios. Conclusiones.—No sepuede menos de reconocer que la deci sión de abolir las formacionés reglamentarias para ceremonias religiosas fué en parte impuesta a las a toridades militares por una pequeña y vocinglera opinión pública, que siempre había demostrado hostilidad a esa costumbre del Ejército. La razón de esa hostilidad no es difícil de comprender, dado el hechode que el número de gente que en este país asiste a la iglesia• decrece rápidamente; cualquier sistema, aunque drástico, que sirviera para enseñar a los hombres á perseverar en su asisten cia a los actos religiosos, sería probablemente bien recibido por aquella parte de la opinión pública que aún practica la religión. - 59 No obstante, el hecho de que la asistencia obligatoria a la iglesia en el Ejército es ahora algo que ya pertenece al pasado, la posición que la religión ocupa hoy en el mismo puede resu mirse como sigue: Sin obligación, sólo un soldado de cada veinte asiste en domingo a la iglesia. 2.° Los actos religiosos voluntarios entre semana y durante las horas de trabajo ofrecen muy poco interés para la mayor parte de soldados. religiosa dada. durante “la hora del 3,0 Lalosinstrucción Así es que nosotros estamos obligados a manifestar el hecho de que el poder de la Religión en el Ejército hoy día es muy pequeño. Este estado de cosas se ha desarrollado ahora, cuando el Ejército se encuentra empeñado en la dura tarea de tener a su cargo y vigilar un gran número de jóvenes que cumplen el servicio militar, los cuales están en una edad peligrosa. Si se acepta el hecho de que es un deber del Ejército tratar de influir en esa juventud para que adquiera un recto sentido reli gioso, el sistema de asistencia voluntaria a la iglesia debe con siderarse como una equivocación, y no como un método prác tico para lograr dicho objeto. La actitud del Ejército hacia la Religión no puede ser otra sino la de considerarla como algo que importa mucho a la Nación, pues el soldado de hoy será el ciudadano de mañana. Muchos, altos Jefes deberían felicitar y asegurar a las autori dades, que hace dos años abolieron las formaciones reglamenta rias para actos religiosos, que están perfectamente enterados de la situación presente y satisfechos porque no hay motivo de intranquilidad o para cambio en la política de este asunto. padre” es una solución de compromiso poco satisfactoria, y de dicho acto los soldados procuran zafarse siempre que pueden. 4.° La influencia de los capellanes castrenses decrece rápi damente a causa de su impotencia pará establecer contacto con el soldado dentro de la iglesia. 5•0 La falta de influencia religiosa en la vida del soldado puede muy bien ser una de las causas indirectas .de la relajación del nivel medio de disciplina y moralidad en el Ejército de hoy. EducaciónFísica.—Pruebadepotencia. Comandante Luis Alamán, ayudante del General Hidalgo de Cisneros. Como sabemos por el Reglamento de Educación Físicá, la prueba física consta de cinco ejercicios. Cada uno, de estos ejer cicios tiene su escala de notaciones, y la nota media de todas ellas determina el concepto del individuo, que es la demosta - PESOS DESDE 43 Kgs. A 62 Kgs,’’ . 0 ft 0 ción de su valor puramente físico y sirve para catalogarlo con arreglo a los datos que dan los diversos ejerciçios a que se le somete. Para hacer la ficha del soldado es preciso, además, efectuar Pesos 43 44 ‘ 0 Pesos 145 _______ 46 0) 31 Pesos 47 _______ Pesos 4831 ‘49 0 ______ 0) 5031 Pesos 51 52 _______ 0) 31 Pesos 53 54 ‘ Pesos 55 56 ______ Pesos 5758 O) ft Peoo Pesos 61 60 62 30 5,73 5,82 30 5,91 6,22 30’6,31 6,40 30 6,48 6,57 30 6,88 6,9? 30 7,06 7,15 30 7,24 7,5 30 7,64 7,73 307,82 7,9]. 30 8,22 8,31 30 31 .5,54 5,6331 5,72 6,02 31 6,10 6,19 -31 6,27 6,36 31 6,66 6,75 31 6,83 6,92 31 7,01 -7,31317,139 7,48 317,57 765 31 7,95 8,04 31 325,37 5,45325,545,83 325,916,0032 6,0,,6,1632 6,45 6,54326,62 6,70 326,79 7,08 32 7,16 7,25 327,33 7,4O32 7,70 7,79 32 33 5,21 5,29 33’ 5,17 5,65 33 5,72 5,81 33 5,89 5,98 33 6,26 6,34 33 6,42 6,50 33 6,5816,86 33 6,94 7,03 7.9 33 7,47 7,57 33 34 5,05 5,13 34 5,21 5,49 34 5,56 5,64 34 5,72 5,80 34 6,07 6,15 34 6,23.6,31 34.6,39 .6,6634 6,74 6,82 346,90 6,97 34 7,25 ‘7,33 34. 35_4491 499 35 5,06 5,33 355,40 5,48 35 5,56 5,6335 5,90 5,98 35 6,05 6,13 35 6,21,6,47 35 6,55 6,62.35 6,70 6,78 35 ‘7,047,12 35 36 477 4,85 36 5,11 5,18 36 5,25 533 36 5,40 5,48 36 574 5,81 36 5,88 5,96 36 6,03 6,29 36 6,37 6,47 366,51 6,59 36 o,85 6,92 36 374,644,72374,795,04 37_U 5,18375,265,33375,585,65 375,735,8037 5,8’!6,12 376,206,27 376,346,42376,666,7437 38 4,52 4,5938 4,66 4,91 384,985,05.38 5,12’5,19 385,435,50-385,575,64 38 5,71 5,96 38 6,03 6,10 38 6,17 6,24 38 6,49 6,56 38 39 4,41 4,47 39 4,54 4,78 39 4,85 4,9139 4,99 5,05 39 5,29 5,36 39 5,43 5,50 39 5,57 5,81 39 5,8 5,94 39.6,016,08 39 6,32 6,39 39 40 4,30 4,38 404,434,66404,734,80404,864,93405,165,23405,305,36405,435,6640 5,73 5,80 405,865,93406,166,23 0 414,194,26414,324,55414,614,68414,744,81415,04 5,10415,175,23415,305,52415,595,65 415,725,78416,036,0841 424,094,15424,224,44424,514,57424,634,6942 4,92 4,98425,04 5,11 425,175,3442 5,44 5,52 42 5,58 5,65425,875,9342 43 4,00 4,06 43 4,12 4,34 .43 4,40-4,46 43 4,52 4,6043 4,80 4,86 43 4,93 4,99 43 5,05 5,2743 5,33 5,39 43547 5,5143 5,73 5,90 43 44 3,90’3,96444,034,2444 4,304,3644 4,424,48444,654,75444,814,87444,935,1544 5,21 5,27 5,39 445,60 56G 44 45 3,823,8845 3,944,14434,204,26454,324,38454,604,6545 4,714,77454,835,03455,095,15 455,215,2745 45 ‘4546 434. 46 3,733,7946 47 3,65 3,71 48 49 53 51 3,58 3,51 4,44 3,37 3,63 3,56 3,49 3,42 52 53 3,30 3, 4 , 4748 4950 5152 5354 5556 ‘ 5758 3,85 4,05 46 4,11 4,17464,234,28464,494,55 47 3,77 3,97 47 4,02 4,08 47 4,10 47 4,39 4,45 47 4,51 4,56 47 4,62 4,82 47 4,87 48 49 50 51 1,69 3,61 3,54 3,4? 3,883,80 3,73 3,65 48 49 50 .51 3,94 3,86 3,78 3,71 4,0048 3,91 -3,84 3,76 49 50 51 4,05 4,1148 3,97-4,02 3,89 ‘3,95 3,81 3,86 49 50 51 4,30 4,21 4,13 4,05 4,38 4,27 4,18 4,10 48 49 50 51 4,414,4748 4,32 4,38 4,24 4,29 4,15 4,20 49 50 51 4,52 4,43 4,34 4,26 4,72 4,62 4,53 4,44 48 49 50 51 4,77 4,68 4,58 449 3,35 3,29 52 53 3,41 ,34 3,5852 3,52 53 3,64 3,57 3,6952 .3,62 53 3?4 ,67 3,79 3,72 52 53 3,97 3,09 4,02524,074,12524,174,35 3,94 53 4,00 4,05 53 4,10 4,2? 524,414,46 53 4,32 54 ‘3,1 3,23 55 3,123,1753 563,073,11 54 3,45 3,3955 3,3356 3,50 3,44 3,38 3,55 3,4955 3,4256 3,60 3,65 3,53-3,8855 3,473,5256 54 56 3,28 3,22 3,16 3,82 3,75 3,69 3,87 3,8055 3,73. 54 54 464,604,66464,724,92464,98 4,20 54 5960 6162 5,02 3,97 3,9055 3,83 54 55 3,92 3,85 3,78 56 4,02 4,19 3,95 4,1255 3,884,0456 54 46 5,10 t 49 2; 4,78 5,15 5,04 4,94 4,86 46 47 48 5,36 5,24 5,13 5,42 5,30 5,19 46 47 48 49 5703 5,03 49 50 4,69. 4,74 50 4,93 4,98 50 4,37 514,604,63 52 4,51 4,56 514,83 52 4,74 4,88 4,79 51 52 4,2 4,16 4,09 4,29 4,21’ 4,14 53 4,42 544,344,39 55 564.194,26 4,47 4,31 4,23 53 4,65 544,56 55 4,48 564,404,45 4,70 4,62 4,53 53 54 53 56 483 ,,77 4,64 57 3,01 3,06 57 3,11 3,27 57 3,32 3,36 57 3,41 3,46 57 3,62 3,67 57 3,71 3,76 57 3,81 3,97 57 4,02 4,07 57 4,11 4,16 57 4,32 4,39 57 58 59 2,96 2,91 3,01 2,96 58 59 3,05 3,00 3,23. 3,16 58 59 3,26 3,20 3,31 3,25 58 59 3,35 3,29 3,40 3,34 58 59 3,56 3,50 3,60 3,54 58 59 3,65 3,59 3,70 3,63 58 59 3,7 3,68 3,90 3,84 53 59 3,95 3,87 4,00 3,93 58 59 4,04 3,97 4,09 4,02 58 59 4,25 4,18 4,29 4,22 58 59 60 61 2,862,9060 z,12 2,86 61 2,95 2,190 3,1160 3,06 61 3,15 3,10 3,20603,24 ‘3,14 61 3,19 3,29 3,2 60 61 3,44 3,38 3,49 3,43 60 61 3,533,5760 3,47 3,52 61 3,62 3,56 3,77 3,71.61 603,82 3,75 3,86 3,80 60 61 62 3,90 3,84 3,78 3,95 3,89 3,82 604,114,15 62 61 4,04 3,97 4,08 4,02 60 61 62 62 63 64 2,77 2,73 2,6 2,83. 2,77 2,73 62 63 64 2,86 2,81 2,77 3,03. 2,96 2,91 62 63 64 3,05 3,00 2,96 3,09 3,04 3,00 62 63 64 3,1 3,0° 3,04 3I862 3,13 3,08 63 64 3,33 3,2e 3,22 3,35 3,32 3,27 62 63 64 3,41 3,36 3,31 3,46 3,40 3,35 62 63 64 3,50 3,44 3,39 3,65 3,59 3,5 62 63 64 3,69 3,64 3,58 3,68 3,62 63 64 65 3,72 3,66 3,61 3,76 3,.70 3,63 63 54 65 3,95 3,89 3,83 63 64 65 63 2,64 2,68 65 2,72 2,87 65 2,93. 2,95 65 2,96 3,03 65 3,18 3,22 65 3,26 3,30 65 3,34 3,48 65 3,55 3,56 4344 4546 4748 490 5152 ‘ 5354 5556 5758 5960 , 3,91 3,85 3,74 6162 tina serie de operaciones de caráter médico y posteriormente anotar los resultados cuidadosamente en Unión de los ante riores. Si se quiere que estas fichas reflejen con exactitud el valor físico de un individuo, es preciso no solamente efectuar las pruebas con el mayor detalle y cuidado, sino hacer la nota co rrespondiente a cada una de ellas, así como su vaciado en la ficha sin el menor error. Ahora bien; todas estas operaciones requieren mucho tiempo, y como al profesor de Educación Física no se le exime de los demás deberes profesionales, hay ocasiones en que el trabajo, si se hace con escrupulosidad, resulta agotador. Es preciso, pues, facilitar esta labor, hacerla más sencilla. Circunscribiéndonos a la prueba de Potencia, se observa que, para obtener la nota parcial correspondiente, es necesario su mar el peso del individuo y el del saco que transporta. Multi plicar esta suma por la distancia recorrida. Dividir este resul tado por el tiempo empleado y, por último, dividir nuevamente este cociente por 75. Es decir, que, prescindiendo de la ficha médica y de las res tantes pruebas de la física, solamente para la de potencia se requieren cuatrr operaciones, de las cuales dos son divisiones. Si se tiene en cuenta que a cada soldado hay que repetirle la prueba dentro de los cortos períodos que el Reglamento mar ca, se ve fácilmente que habrá ocasiones en que deberán cu brirse más de tres mil fichas. No es absurdo pensar que, si sola mente para la prueba de potencia es preciso efectuar doce mil operaciones—de ellas, seis mil divisiones—, al ser material mente imposible para el profesor de Educación Física hacerlas y anotarlas personalmente, tendrá que valerse de auxiliares que en tan. gran porcentaje de operaciones se equivocarán fa talmente, sin que el profesor pueda comprobar estos erróres, puesto que para ello sería preciso efectuar dichas operaciones por su cuenta, cosa que, como hemos dicho, es casi impo sible. Para évitar estos inconvenientes y simplificar la obtención de la marca de modo que pueda hacerse de una manera auto mática, expresamos en una fórmula las operaciones anterior- mente indicadas y tendremos: llaman do P al peso del indivi duo, S al del saco que transporta y T al tiempo que emplea en. la carrera: (P+S).200 fórmula que podemos poner bajo la forma (P+S).200 U) o Pesos 63 64 65 O) U) o oo o ‘ Pesos , Peeoe Pesos 66j 47 68 69 , 70 o •T 75 en la que la fracción que forma el dividendo es constante para cada valor de P . T, en el divisor, es la única variable que tiene la fórmula. Dando, pues, a P los valores desde 41 a 90, tendremos en cada caso los de la fracción: (P+S).200 75 - Sólo nos restaría buscar en la tabla que podríamos formar el coeficiente que corresponda al peso del individuo y dividirlo por T, tiempo empleado en la carrera. Con lo cual reducimos a una las cuatro operaciones que antes era preciso efectuar, con la consiguiente ventaja de ahorro de tiempo y mayor seguri dad en la exactitud de la nóta. Pero aún podemos simplificar más la cuestión confeccio-. nando una tabla de doble entrada, en la que rápidamente obtengamos la marca que corresponde a cada peso y a cada. tiempo empleado. En la que a continuación se expone figuran los tiempos en columnas y los pesos en la primera fila. Para su manejo bas— tará buscar en dicha fila el peso del individuo, ‘y en la cólumna, el tiempo empleado. La intersección de ambas nos ‘dará la marca correspondiente a la prueba de potencia. La simple inspección de la tabla basta para darse cuenta de su manejo. En ella se repiten las columnas de los tiempos, al objeto de hacer más cómodo su empleo. A 82 i<gs. PESOS DESDE63 Ks. O 75: = marca, T O PO Pesos Pesos 71 72 73 O) o O) O 74-i Pesos 75 . Po Po 76 j 30 8,40 5,48 0 3 8,57 8,85 8,97 0 9,06 03 9,15 9,25 03 9,55 9,64 0 3 9,73 9,82 30 9,91 10,22 0 3 31 8,12 8,23.1 3 8,30 5,60 8,68 1 8,77 13 8,89 9,94 1 3 9,24 9,33 1 3 9,41 C50 31 9,59 9,89 31 32 7,87 7,92 2 3 8,04 8,3 328,41 8,50 23 8,56 8,66 32 8,95 9,04 2 3 9,29 9,582 3 9,12 9,20 2 3 337,637,713 37,798,0 8,178,243 38,328,403 38,688,763 38,848,923 39,01 9,2933 34 7,41 7,48 4 3 7,56 7,8. 347,92 8,00 34 8O7 8,15 43 8,42 6,4 4 3 8,58 8,66 4 3 8,74 9,0143 357,207,273 57,35 7,oi.357,697,773 57,847,923 58,138,2 58,348,413 3 8,763 5 36 7,00 7,07 6 3 7,1 7,40 6 3 7,48 7,55 63 6,63 7,70 36 7,96 8,03 36 8,11 8,18 358,49 6 8,25 8,516 3 37 6,81 6,88 37 6,95 7,20 7 3 7,277,35 7 3 7,42 7,49 73 7,767,82 77,89 3 7,96 3 ,03 8,2873 30 6,63 6,70 38 6,77 7,00 38 7,08 7,15 38 722’ 7,29 38 7,54 7,61 3 7,68 7,75 387 7,82 8,06 3 8 396,466,523 96,606,833 96,906,973 97,047,113 9 735 7,4239 748 7,55 397,62 7,86 39 40 6,30 6,38 0 4 6,43 6,66 406,73 6,8004 6,86 6,94 0 4 7,16 7,23 0 4 7,30 7,36 0 4 7,43 7,66 0 4 416,146,214 16,276,5041 6,61 6,63416,696,764 16,997,054 17,127,184 17,25 7,474 1 42 6,00 6,06 2 4 6,12 6,34 426,41 6,47 2 4 6,53 6,60 2 4 6,’826,88 2 4 6,95 7,01 2 4 7,07 7,30 2 4 435,865,924 35,986,2043 6,266,324 36,386,444 36,666,734 36,796,854 36,91 7,134 3 445,725,784 45,846,0644 6,126,184 46,246,304 46,51 6,574 46,636,694 46,75 6,964 4 45 5,60 5,64 5 4 5,71 5,92 455,98 6,04 5 4 6,10 6,16 456,37 6,4254 6,48 6,54 5 4 6,60 6,8]. 5 4 Pesos 77 . 0. 78 0,3110,40 0 3 9,97 10,06 31 9,66 9,812 3 9,37 9,45 9,09 9,17 34 8,83 8,913 5 8,59 8,6663 8,36 8,43 37 8,14 8,21 38 7,93 8,003 9 7,73 7,8004 7,54 7,614 1 7,36 7,42 24 7,19 7,254 3 7,03 7,094 4 6,87 6,935 4 63 64 — 65 66— 67 68 — . O 0. .980 • PO 81 82 10,48 10,5730 L0,88 10,97’0 10,15 10,2331 LO,53 10,6231 32 LO,20 10,29 3 9,83 9,91 ‘68 34 9,25 9, 35 8,99 9,06 35 9,33 9,14 36 9,07 36 8,74 8,81 37 8,82 8,90 31 8,50 8,57 8,66 38 8,28 .8,33 38 8,59 39 8,37 8,44 39 8,06 8h13 7,86 7,93 40 8,16 8,23 40 41 7,96 8,03 7,67 7,73 4]. 42 7,77 7,84 42 7,49 7,55 7,65 43 7,31 7,3843 7,59 7,68 44 7,15 7,2144 7,42 45 45 7,25 7,31 6,99 7,05 63 64 6566 67 68 69 70 71 74 72 73 75 76 77 ‘78 , 79 80 46 5,475,5346 5,59 5,79465,85 5,9146 5,97 6,02 466,25 6,28 6 6,34 6,40 6 6,46 6,666 46 4 6,72 6,784 6 6,84 6,89 475,365,414 75,475,6747 5,735,784 75,845,904 76,096,154 76,216,264 76,32 47 6,524 7 6,58 6,634 7.6,69 6,75 485,255,304 85,365,5548 5,615,664 85,725,7748 5,976,024 86,086,134 8 6,19 6,384 48 8 6,44 6,504 8 6,55 6,61 49 5,14 5,19 9 4 5,255,44 495,49 5,55 9 4 5,60 5,65495,85 5,9094 5,95 6,01 9 49 4 6,06 6,g59 4 6,31 6,369 4 6,42 6,47 505,045,095 05,145,335 05,385,445 05,495,5550 5,735,785 05,845,895 05,94 6,135 0 6,18 6,245 0 6,29 514,944,995 15,045,2251 5,285,335 15,385,4351 5,605,575 15,725,775 15,83 6,015 1 6,06 6,115 1 6,17 610 524,844,895 2 ,,94 5,3.252 5,175,235 25,285,33 25,53.5,565 25,615,665 25,71 5,895 2 6,005 2 6,05 6’82 53 4,75 4,80 3 5 4,85 5,03 535,07 5,13 35 5,18 5,23 535,40 5,45 3 5 5,50 5,55 3 5 5,61 5,783 5 5,3 5,883 5 5,93 ‘9 53 544,66 4,73. 54 4,76 4,93 544,98 5,03 45 5,08 5,13 545,30 5,3545 5,40 5,45 4 54 5 5,50 5,674 5 5,72 5,77 54 5,82 5,87 554,584,635 54,674,8455 4,894,945 54,995,0455 5,215,265 55,305,355 55,40 5,575 5 5,62 5,675 5 5,72 ‘6 6 565,504,545 64,594,7656 4,804,855 64,904,9556 5,125,165 65,215,265 65,30 5,475 6 5,52 4,575 6 5,61 6 574,424,465 74,53.4,6757 4,744,775 74,814,8657 5,025,075 75,125,165 75,21 7 5,5 5,2 5,385 7 5,42 5,475 584,344,395 84,434,5958 4,644,685 84,734,7850 4,944,985 85,035,085 85,12 5,285 8 5,33 5,375 8 5,42 594,274,315 94,364,5259 4,564,63.594,654,7059 4,85 490 94,944,995 5 95,03 5,195 9 5,24 5,285 60 4,20 4,24 60 4,29 4,44 60 4,49 4,53 60 4,57 4,62 60 4,77 4,82 60 4,86 ,91 60 4,95 5,11 0 5,15 5,20 60 5,24 5,29 60 61 4,1 4,17 61. 4,25 4,36 61 4,41 4,45 61 4,50 4,55 61 4,69 4,74 6]. 4,78 4,83 61 4,87 5,02 61 5,07 5,11 61 5,15 5,20 61 62 4,0 4,13.6 2 4,15 4,30624,344,386 24,434,4762 4,624,666 24,704,756 24,79 62 4,946 2 4,98 5,036 2 5,07 5,12 634,004,046 34,00 4,3 634,274,316 34,354,4063 4,554,596 34,634,676 34,71 4,86 63 4,91 4,95 63 4,99 5,03 63 64 3,93 3,97 4 6 4,02 4,16 644,20 4,25 4 6 4,29 4,33 644,47 4,52 4 6 4,56 4,60 644,64 4,79 ‘6 4 4,83 4,8746 4,9]. 4’ 65 3,873,916 5 3,974,1065 4,3.44,186 54,224,2865 4,41 4,45 654,494,5365 4,57 4,716 5 4,75 4,8.06 5 4,84 ‘ — J— 51 O O 81 7,10 6,95 6,81 6,66 82 . ‘ 715 46. 7,0047 6,8648 6,7249 6’ 6’28 6’lG 6’04 6’51 6’33 52 53 6’21 6’09 ‘8 54 55 ‘8 5’88 56 ‘77 57 ‘67 58 ‘ 59 8 60 5,44 61 5,35 5,39 62 5,26 5,31 63 5,18 5,22 65 ‘ ‘ Elbombardeoinestratégicoylaruinamundial. General inglés J. F. C. Fuller. De la publicaciÓn norte americana Ordnance. (Traducción del Coronel Priego.) - Después de cuarenta años de defender causas militares im populares, estoy ya acostumbrado a que se tergiversen mis • opiniones; pero rara vez he sido peor interpretado que por el Mayor John J. Driscoli, en su artículo El alcance del poder aéreo, que apareció en el número de mayo-junio de Ordnance. Tal vez se sorprenda (aunque no debiera, porque he expuesto claramente mis opiniones al respecto en mi libro La segunda guerra mundial), al enterarse de que creo firmemente en la eficacia del bombardeo estratégico, cuando verdaderamente lo es. Pero me opongo al bombardeo “inestratégico”, que casi ha monopolizado el esfuerzo conjunto angloamericano durante la pasada guerra. Si recurriéramos en la próxima guerra a esa clase de bom bardeo, en la misma escala que lo hicimos en la última, aun que llegáramos a derrotar al enemigo, Europa quedaría des truída económicamente y América moralmente, porque los altos ideales que ella defiende en el campo del espíritu queda rían por completo desvirtuados. Para comprenderlo es necesario pasar por alto las enormes posibilidades del poder aéreo para decidir la guerra y enfren tarse con la esencia del problema de la guerra misma, tal como ahora se nos plantea. Si lo hacemos así, se nos revelará clara mente la forma en que el poder aéreo debe ser empleado. Las basesmoralesde la guerra. El Mayor Driscoil termina su artículo con un argumento tan fútil, que estoy seguro de que se dará cuenta de su escasa consistencia si reflexiona detenidamente. Dice así:” Cuando nuestro adversario nos ataca a traición, ¿debemos seguir com portándonos con él caballerosamente? Mi respuesta es: Si combatimos precisamente en defensa de la “caballerosidad”, es decir, de ciertos valores morales que apreciamos más que la propia vida, aunque nuestro enemigo falte a ella, nosotros no debemos imitarle; porque si lo hicié ramos, nuestra lucha quedaría desprovista de justificación moral. Si obramos de acuerdo con dichos valores, demostrare mos al mundo que somos moralmente superiores a nuestros enemigos; de lo contrario, daremos a entender que no somos mejores que ellos. No debemos perder de vista que sólo una victoria moral tiene probabilidades de subsistir. “Si plantáis un árbol bueno, obtendréis buenos frutos, y si lo plantáis malo, también los frutos serán malos, porque según es el ár bol, así son sus frutos.” Toda infracción de las normas que ri gen la recta conducta equivale a dar un paso hacia la derrota moral. En cambio, cada vez que nos adherimos a ellas, nos aproximamos a la única victoria que realmente importa. Hoy más que nunca conviene recordarlo, porque el mundo se halla dividido en dos ideologías o modos de entender la vida, absolutamente incompatibles: la cristiana u occidental, fundada en la creencia en Dios, en la primacía del espíritu y en ciertas reglas inviolables de conducta, y la comunista u oriental, basada en el ateísmo, en la primacía de la economía y en el oportunismo. Pero mientras podamos sostener que nuestras reglas son justas, debemos adherirnos a ellas, tanto en guerra como en paz. Se me argüirá que, en ese caso, nos arriesgamos a perder la guerra; pero yo sostengo que, aunque despreciando tales re glas pudiéramos estar más seguros de ganarla materialmente, quedaríamos derrotados moralmente y, por haber aceptado una guerra irregular, terminaríamos por establecer una paz también irregular. Las baseseconómicasde la guerra. Incurriríanios en un lugar común muy socorrido al afirmar que las bases físicas de la guerra actual son industriales. Sin embargo, aunque se trata de algo igualmente obvio, se suele olvidar que la razón de ello reside en que nuestra civilización es también industrial y se halla fundada no sólo en las facto 62 rías, sino también en las ciudades, centros de invención, admi nistración, distribución y cambio. La principal diferencia en tre ella y sus predecesoras, basadas principalmente en la agri cultura, estriba en la creciente interdependencia de las nacio nes. Aunque todavía políticamente dividido, el mundo tiende cada vez más a integrarse en un conjunto económico, y, por consiguiente, todo daño infligido a la economía de una nación enemiga en guerra, si es considerable, puede llegar a constituir a la larga un serio perjuicio para la propia. Aquí nos enfrentamos con un dilema: no solamente es la guerra físicamente dependiente de la potencia industrial y de la vida ciudadana, sino que nuestra civilización depende asi mismo de ellas. Destruid las factorías, y las ciudades no serán más que cáscaras vacías; destruíd las ciudades, y los rodajes de la industria dejarán de funcionar; destruíd ambas, y la civi lización retrocederá a la barbarie y, a través de la barbarie, a una economía puramente agraria. ¿Cómo podremos hacer la guerra sin detrimento grave de nuestra común civilización? Problema insoluble si—conside rando la guerra tan sólo en su aspecto físico—insistimos en preconizar la destrucción económica del adversario. En el pasado, cuando los campos quedaban devastados, no tarda ban mucho tiempo en ser puestos de nuevo en cultivo; pero las ciudades exigen para su reconstrucción de un tiempo incompa rablemente mayor. El mundo se encuentra sembrado de res tos de ciudades muertas, donde quedaron sepultadas las ante riores civilizaciones destruidas por la guerra. «Estamos expuestos a perecer.» Cierto es que en la guerra podemos dañar a nuestra civiliza ción; pero si llegáramos a dañarla mortalmente, todos sucum biríamos con ella. Por lo tanto, al intentar privar al enemigo de su potencia industrial de guerra, debemos evitar, en lo posi ble, infligir un daño mortal a nuestra común civilización. “La destrucción de las ciudades, de los centros de integra ción de la vida civilizada—escribe el profesor E. L. Woodward en Algunas consecuencias políticas de la bomba atómica—, se ha producido ya en otros tiempos, y siempre se ha derivado de ella la anarquía y el atraso. El proceso de decadencia fué, ge neralmente, lento, y, debido a ello, las posibilidades de recu peración nunca se agotaron por completo. El peligro es actual mente mucho mayor, porque nos veríamos inmediatamente sumidos en la anarquía, y nos sería tan difícil reorganizar nuestra vida como a un perrito mimado, perdido en la selva, subsistir largo tiempo abandonado a sí mismo.” El objetivo político de una guerra depende de que sus cau sas sean biológicas o sociológicas; esto es, que se halle relacio nado con la lucha por la vida de un pueblo o con la lucha en tre dos o más asociaciones de pueblos. Por ejemplo: un país puede llegar a estar tan poblado, que sus habitantes no puedan subsistir de los productos de su propio suelo y de su comercio, viéndose por ello obligado a invadir el país vecino. Y si este último se encuentra en las mismas condiciones, la guerra to mará caracteres dé lucha de exterminio, en la que uno de los dos tendrá que perecer. El otro caso se da cuando entre dos o más asociaciones de pueblos surge alguna diferencia vital que no puede ser resuelta diplomáticamente. Entonces habrá que recurrir a la guerra; pero el objetivó de ésta no consistirá ya en exterminar al ene migo, sino en obligarle por la fuerza de las armas a someterse a la política del vencedor. En el primer caso, el objetivo político es el exterminio del enemigo; en el segundo, la solución de la disputa con las me nores pérdidas posibles para ambos bandos, porque cuanto más posibilidades de civilización se malgastan en la guerra, peor será la situación del vencedor y del vencido al terminarse aquélla. Este último caso se ha dado ya por dos veces en la vida de una misma generación: en 1918 y 1945. En fin de cuentas, como dijo el General Sherman: “El único objetivo legítimo de una guerra es una paz más perfecta.” Y tal paz será imposible ‘si durante la guerra arrojamos por la borda los verdaderos principios en favor de los cuales pretendemos combatir y hacemos zozobrar la civilización, a la que tanto nosotros como nuestros enemigos pertenecemos. Por lo tanto, para que el objetivo político sea provechoso, la victoria ensí misma no es suficiente, porque vencer para ser arrastrado en la ruina común constituye una locura. La finalidad estratégica dela guerra. La finalidad de la estrategia es crear una situación militar que permita alcanzar el objetivo político en las mejores con diciones posibles. Por ello la estrategia se halla ‘íntimamente relacionada con la política. Así, en los tiempos pasados, cuando las guerras se hacían frecuentemente para obtener esclavos, exterminar al enemigo no resolvía el problema. Y tampoco hoy, cuando las guerras se hacen para obtener ventajas co rnerciales, constituye una solución convertir el territorio ene migo en un desierto. Menos adecuado todavía sería tal método en el caso de un objetivo de carácter ideológico, como la extirpación de una herejía o de un credo político, pues las ideas no se-combaten con proyectiles y sólo se puede intentar crear una situación en la que el objetivo político sea logrado ventajosamente, de mostrando una gran superioridad moral sobre el enemigo en la dirección de la guerra. Aunque- él combata deslealmente, ya nos sea materialmente ventajoso o no, nosotros debemos com portarnos caballerosamente, y si desde el principio no tene mos intención de hacerlo, más valdrá que no nos disculpemos con pretextos hipócritas. En la época actual, de ideologías contrapuestas e irreconci liable, la cuestión se ha - complicado extraordinariamente. Tanto más cuanto que la radio permite a un beligerante ac tuar sobre la mentalidad del enemigo con la misma celeridad que los aviones lo hacen sobre su cuerpo y sobre sus propie dades. En las guerras sociológicas del pasado reciente, la lucha se hallaba restringida a las fuerzas armadas y se presuponía ge neralmente que una derrota decisiva sobre el campo de batalla obligaría al enemigo a avenirse a la paz, toda vez que, al enta blarse las negociaciones preliminares para ella, el vencido se vería privado temporalmente de respaldar sus argumentos con la fuerza.. En tales guerras, el objetivo se reducía a eliminar las fuerzas combatientes del enemigo o, por lo menos, a redu cir tanto su potencialidad, que se viera obligado a cambiar su política. Completamente opuesta es la teoría moderna, que, basán dose en que las fuerzas combatientes del enemigo dependen moral y materialmente de la entereza y de los recursos indus triales de su población civil, preconizan actuar sin contempla - ciones sobre ésta para reducir & la impotencia al combatiente. Esta fué la teoría que, bajo el nombre desorientador de “bombardeo estratégico”, fué puesta en práctica durañte la - última guerra con la intención de crear una situación militar favorable al triunfo del objetivo político aliado: la extirpación del hitlerismo. ¿Cuál fué el resultado? Aunque Alemania haya sido vencida y el nacionalsocialismo derrocado, Rusia y el sta/mismo han ocupado su puesto. La Gran Bretaña se halla en bancarrota y su Imperio en vías de disolución, mientras América se ve obligada a emplear anualmente - billones de - dólares para contener la riada comunista. Políticainente, este “valioso expenimento”—como lo llamó Churchill—ha resultado un fracaso catastrófico. - fines del bombardeo estratégico serían “la destrucción del po derío militar, industrial y económico de Alemania y el derrum ‘bamniento moral de su población”. Esta política fué desarrollada ulteriormente por Churchill en su declaración al Congresó de mayo de 1943, en la que pre conizaba “una devastación sin precedentes”. Tal política, sub rayada por la de “rendición incondicional”, que estimuló la voluntad de resistencia hasta el fin, significa el restablecimiento de las condiciones que prevalecieron en la guerra de los Trein ta Años. Son casi las mismas palabras de Fernando II “Pre fiero un desierto, que una comarca regida por herejes.” ¿Cómo fué practicada esa política de devastación?- Se redac tó una lista, por orden de prioridad, de las ciudades alemanas, grandes y medianas, cada una de las cuales tenía señalado su turnó para ser arrasada. ¿Cuál fué el método de destrucción empleado? Sir Arthur Harris, a quien fué encomendado el bombardeo - estratégico, lo describe con las siguientes pa labras: “Pero debo subrayar que en ningún caso, excepto en Essen (donde las factorías se hallaban situadas en el centro de la ciudad), atacamos especialmente ninguna factoría durante la batalla del Ruhr; la destrucción de factorías, que se efectuó, no obstañte, en gran escala, debe considerarse como una es pecie de propina. Los objetivos fueron usualmente escogidos en el centro de la ciudad, que estaba, naturalmente, más den samente edificado que los suburbios, y era, por consiguiente, más vulnerable al ataque con bombas incendiarias.” - «Justamente enél centro.» En seguida, después de enumerar una serie de ciudades ale manas, añade después Harris: “... todas fueron seriamente atacadas y, en la mayoría de los casos, seriamente dañadas. Las áreas devastadas ascendían a centenares y aun a millares de héctáreas, casi siempre en el mismo centro de la ciudad.” Por- lo tanto, fueron atacados los centros •de la civilización y no los objetivos militares. No puedo asegurar qué las fuerzas americanas de bombar deo estratégico hayan utilizado el’ mismo método. Sin embar go, aunque el Mayor General Edward P. Curtis, Jefe de Es tado Mayor del General Carl Spaatz, en una carta publicada en -el mismo número de, Ordnance en que apareció el artículo del Mayor Driscoll, dice que “puede testimoniar, sin temor a contradicción, que sólo se efectuarón ataques contra objetivos militares vitales”, quisiera preguntarle qué objetivo vital mi litar existía en Dresden cuando fué tan cruelmente bombar deado por los aviones americanos e ingleses en febrero de 1945. Se ha pretendido que la ciudad constituía un importante nudo de comunicaciones y que había que evitar a toda costa que los alemanes lo utilizasen para tratar de detener el avance ruso; de ser así, hubiera bastado con someter sus accesos a con tinuos bombardeos aéreos. Un casó todavía peor, débido a pura-estupidez o a vanda lismo, ocurrió un mes después, cuando hubiera podido espe rarse, que, estando la guerra próxima a su fin, todos los es fuerzos tenderían- a limitar las destrucciones en lo posible. Hildesheim, uña de las más perféctas ciudades medievales que aún se conservaban en Europa, sin ninguna importancia mili tar (el empalme ferroviario se hallaba situado en las afueras de la ciudad), fué arrasada por la U. S. Air Force. ¿Por-qué? Pues simplemente porque le había llegado el turno. ¡Porque su número había llegado a figurar al principio de la lista! Estaba condenada a la destrucción, y por eso fué destruída. Sostengo que este tipo de bombardeo es inestratégico, y de ello, el Mayor Driscoll deduce, sin más, que soy partidario de “Bombardeo estratégico. reducir a las Fuerzas aéreas a un simple papel de apoyo tático. A continuación llega a decir: “El bombardeo estratégico ha Si la finalidad de la estrategia es crear una situación militar demostrado su capacidad para desempeñar las siguientes mi que permita a los hombres de Estado alcanzar su objetivo po siones, además del limitado papel táctico que le asigna el Ge lítico, y si éste consiste en establecer una paz de acuerdo con neral Fuller: defensa aérea, superioridad aérea; reconocimien las normas de la moral occidental y en la que nuestra civiliza to; transporte armado de tropas y de municiones; preparación ción pueda prosperar, resulta claro, después de lo que hemos de desembarcos; cobertura de las operaciones terrestres y anfidicho, que el bombardeo estratégico que se practicó en la re bias; lucha -antisubmarina (incluyendo reconocimiento, bom ciente guerra no reulta adecuado a la finalidad propuesta. bardeo y minado); seguridad contra la invasión; apoyo a las Los responsables de su adopción no fueron lós aviadores, sino operaciones de largo alcance; lanzamiento de saboteadores y los políticos, y especialmente Mr. Churchill, que, -aunque en agentes; destrucción de las fuerzas aéreas enemigas.” Se trata de una falsa interpretación, porque yo preconizo tiempo de paz preconiz3 una política “azul”, en tiempo de- guerra ve invariablemente “rojo”. Fué su -política sanguina también esas operaciones, aunque no las considero todas como ria la que prevaleció en la Conferencia de Casablanca en ene- - estratégicas. No’ me opongo a esas operaciones sensatas, sino al bom ro de 1943, donde quedó categóricamente establecido que los 63 - - bardeo meramente destructivo—ya sea de corto o de largo radio de acción—, sin referencia a eventuales movimientos de tropas o al objetivo político propuesto. Por lo que se refiere al bombardeo estratégico propiamente dicho, nunca he ne gado su utilidad, como pretenden algunos, y cuando el Mayor Driscoli escribe: “La teoría fundamental de las operaciones aéreas consiste en localizar y destruir los eslabones esenciales de la producción enemiga”, suscribo este aserto de todo cora zón. Pero ¿cuáles son esos “eslabones esenciales”? Dos Objetivosprincipales. Ya en los primeros días de la guerra opinaba- yo que exis tían dos grandes categorías de objetivos: las - fuentes de ener gía industriales y militares y los medios de transporte de esa energía. En otras palabras: el carbón, el petróleo y los medios de transporte. Y añadía que si el primero de estos dos objeti vos pudiera ser averiado permanentemente, la mayoría de las factorías, ferrocarriles, máquinas y vehículos propulsados a base de gasolina del enemigo se verían paralizados. Pero todo ello requeriría tiempo, y la efectiva parálisis sólo se produciría al faltar por completo el carbón y el petróleo. Por eso he sostenido que los centros importantes de comuni caéiones ferroviarias o por carretera, así como las zonas ex tensas de aparcamiento y los puentes principales eran obje tivos legítimos, en sentido estratégico. La selección de estos objetivos ofrece la ventaja de poder concentrarse sobre ellos los bombardeos; pero tiene el inconveniente de permitir tam bién al enemigo concentrar su defensa. Cuando, en mayo de 1944, se ordenó concentrar los bombardeos sobre las comu nicaciones ferroviarias alemanas con Francia y sobre las fá bricas enemigas de petróleo sintético, escribí en mi The Secoad World War: “Al fin, “el bombardeo estratégico” llegó a ser —por aquel tiempo, al menos—verdaderamente estratégico.” Finalmente, estoy de acuerdo con el paladín del bombardeo estratégico cuando afirma que “la supremacía aérea aijada fué decisiva en el desarrollo de la guerra en la Europa occiden tal”. Pero disiento cuando añade seguidamente: “Resulta muy cómodo afirmar a posteriori que el bombardeo estratégico se hubiera podido realizar de manera diferente o mejor en algu nos aspectos.” No se trata de opinar a posteriori o a priori, sino de simple sentido común. Porque si ha sido necesario llevar a cabo, de manera tan costosa y devastadora, un experimento de bombardeo -inestratégico, para descubrir que las factorías y los Ejércitos no pueden funcionar sin carbón, sin, petróleo y sin transportes, entonces—j que el Cielo nos ayude!—debemos ser una raza de imbéciles. Esto me lleva a tratar del último punto, que, aunque de ca rácter político, se halla íntimamente relacionado con el bom bardeo inestratégico. Nosotros los europeos constituímos un conjunto de turbulentas naciones que llevan combatiendo entre sí desde hace dos mil años y que aborrecen toda- ajena injerencia. En 1917, los americanos intervinieron en -la guerra a favor de uno de los bandos, y sea lo que fuere lo que enton ces pidiéramos como ingleses o como franceses, como euro peos no necesitábamos ser salvados por ningún poder no europeo; lo que verdaderamente nos convenía era que nos dejaran dirimir nuestras ..querellas, de acuerdo con nuestro sistema, tradicional. Si los americanos no hubiesen interve nido, nosotros habríamos llegado a un acuerdo, como en oca siones anteriores. Sin la ayuda americana, los europeos ha bríamos puesto fin a la primera guerra mundial, pro bablemente, en 1917, mediante una paz negociada, que no hubiera sida peor que la que llegó a establecerse. Todavía en la última guerra, con su “préstamo y arriendo”, los americanos vinieron a inmiscuirse en el embrollo europeo, y entre 1942 y 1945, respaldados por su enorme potencia in dustrial, arrasaron la mayor parte de la Europa Central. Pero, a falta del “préstamo y arriendo”, la guerra no podía haber durado largo tiempo. Todavía hubiera sido posible una paz negociada, que no habría sido tan mala como lo que hoy cali ficamos de tal. Aunque seguramente hubiera sido seguida (si no precedida) de una guerra entre Alemania y Rusia, nada habría sido más beneficioso a la larga para el mundo, porque de ese modo los dos poderes dictatoriales que amenazaban el porvenir de Occidente se hubieran desangrado mutuamente. Pensar que Hítier, aunque hubiera conquistado la Rusia euro pea, podría conservarla en su poder largo tiempo, es una ilusión. No se necesitaba que ocurriera todo lo que ha ocurrido para que se vieran claras todas estas cosas, que hubieran podido preverse fácilmente; pero, por desgracia, ninguno de nuestros personajes responsables fué capaz de ello. Europa no puede hoy vivir en paz ni hacer la guerra por sí sola, y depende, para todo, de la ayuda americana. Si se la abandona, será presa fácil de comunismo, y si se la sigue ayudando, se producirá, con toda probabilidad, una nueva guerra. Y en este último caso, se plantea la siguiente cuestión: ¿Volverán a recurrir los ameri canos al bombardeo inestratégico? Si lo hacen así, Europa que daría convertida en un inmenso cementerio. De’ este modo volvemos a enfrentarnos con las cuestiones que planteábamos al principio de este artículo. ¿Cuáles son nuestros principios morales? ¿Cuál es nuestro objetivo polí tico? ¿Vamos a combatir de acuerdo con las reglas caballeres cas ,o estamos decididos a conseguir otra “victoria total”? Pensamientossob’relaestrategiadenuestrotiempo. Almirante Sir Gerald Dickens. De la publicación inglesa The Fighting Forces. (Traducción del Comandante de Infantería del 5. de E. M. Rafael Cremades Cepa.) Introducción. Aunque en este estudio me ocupo ampliamenitede la aplica ción de ciertos principios estratégicos en relación con nuestro país y con el Imperio, no quiere ello decir que dichos principios sean aplicables solamente a nuestro caso, si una vez más lu chamos solos. Estoy convencido de que pueden aplicarse igual mente a los países del Pacto del Atlántico considerados como un todo y, ciertamente, a aquellos que pudieran luchar contra ellos. En una palabra, son universales. Conviene que exprese mos nuestros propios puntos de vista con firmeza en una época en que mis hallamos demasiado dispuestos a subordinar nues tras opiniones a las de los demás y a denigrar frecuentemente nuestra potencialidad estratégica y combativa. Nuestro vasto Imperio marítimo, con sus bases estratégicas en todos los ma res, su Marina mercante, grande en número y calidad; su genio 64 en estrategia naval; sus combativas razas, que han producido insuperables soldados, marinos y aviadores; su riqueza (sola mente temporalmente eclipsada); su capacidad productiva; su amplio y civilizado modo de pensar, y sus grandes tradiciones, juntamente con otras muchas cualidades y atributos, le man tienen como una de las grandes potencias mundiales, cuyas exigencias estratégicas merecen un cuidadoso estudio y atención. *** La estrategia dependede la política. Por eso, antes de idear un plan de campaña estratégico, el estadista debe dar a cono cer a todos los interesados el objetivo político que persigue. Naturalmente, también el estadista tendrá que pensar mucho en la naturaleza de la probable paz resultante de las diversas afternatf’as que pu-edarr preseritarse a su país si se empeia en una guerra. En primer lugar, buscará una paz que ofrezca seguridad futura a los vencedores; deseará la máxima com pensación económica al esfuerzo de guerra hecho por su país y la rehabilitación más tápida posible de los territorios aliados, neutrales y aun enemigos que hayan sufrido a consecuencia de la guerra. También le preocupará -la idea de reducir al mínimo la inevitable amargura que anidará en los corazones del pue blo enemigo tras los daños que la guerra lleva consigo, res tringiendo tales daños en lo que no perjudique al esfuerzo mi litar de su país. Parece que se ha llegado hoy a un punto en la historia de las naciones en que éstas creen fatalmente que las guerras en tre grandes potencias han -de ser totales, no solamente por lo que respecta a su objetivo, sino también en cuanto al procedi miento; que el arte de gobernar no puede dulcificar sus con secuencias, y que la destrucción limitada es incompatible con las exigencias militares de hoy en día. Solamente el futuro -dirá si veremos nuevamente guerras entre naciones con un obje tivo limitado; pero existe fundamento suficiente para que ha gamos caso de aquellos que sostienen que la gran destrúcción causada por los bombardeos en la pasada guerra total fué in necesaria desde el punto de vista militar, y que, ciertamente, la guerra se hübiera llevado con más eficiencia y la victoria conseguida más rápidamente, si los ataques aéreos contra las ciudades y los centros de producción no hubieran absor bido una parte tan grande de nuestro esfuerzo de guerra. Además, las “mieles de la victoria” hubieran sido mucho más dulces. Esta cuestión ha levantado una viva controversia en .las fuerzas armadas y en otros círculos, - y como la solución que se dé ha de tener importancia decisiva en nuestra existencia futura, conviene que este asunto sea comprendido y discutido en círculos aún más amplios. En esta controversia vemos dos opiniones opuestas. Por un lado, la que sostiene que el principal esfuerzo aéreo de la gue rra no debe, como regla general, combinarse estrechamente con el terrestre y el naval, y que no ha de tener necesariamente como objetivo primordial la destrucción de las fuerzas armadas enemigas, sino que debe dirigirse contra los centros de pro ducción y la población en general. Aún es- más: sostienen los partidarios de esta teoría que, en esta manera de hacer la gue rra, el poder aéreo puede actuar (y de manera decisiva si le dan medios) sin esperar a que los Ejércitos de tierra y las Ma rinas progresen -en -sus operaciones específicas. Los de la opinión -opuesta- sostienen que- las fuerzas armadas enemigas siguen siendo (como han dic-ho los grandes generales a través de los tiempos) el objetivo más.fructífero, y que ape nas puede concebirse la idea de un plan de acción doble, que no constituye la mejor estrategia a seguir por una gran po tencia marítima, sobre todo hasta que no se haya asegurado el dominio del mar. Aparte de que puedan tener o no razón desde el punto de vista puramente- militar, los partidarios de esta última teoría sostienen que los procedimientos de hacer la guerra defendi dos por ellos son los que mejor se avienen a las exigencias polí ticas y humanitarias. Dicen que si la derrota del enemigo ha de conseguirse principalmente a costa de machacar sus ciuda --des, fábricas y población, la destrucción será tan grande que • la paz subsiguiente ya no merecérá la pena y los vencedores sufrirán las consecuencias de la destruccióh general tanto • como los vencidos. Fundan este aserto en la situación en que hoy nos encontramos, profetizando que, con los nuevos pro yectiles, el resultado de otra guerra será el de reducir el mun do al caos. El argumento más convincente en una controversia - como de la que se trata en este artículo será aquel que se -base en la verdadera experiencia de la guerra. Esta experiencia la hemos tenido en gran escala y, según puedo apreciar, nos muestra que perdimos.más que ganamos al probar una forma de estrate gia que se aparta de los principios de la guerra, y que si puede • ser conveniente para un poder continental, no lo es de ninguna manera para iino marítimo. iCuál fué él resultado de esta ma nera de obrar? Al estallar la guerra, había un número peligro samente pequeño de aviones para la defensa del Reino Unido y no existía una defensa aérea seria en nuestras bases estraté gicas vitales, tales como Malta, Singapur y Hong- Kong. Nues tros Ejércitos, muy pequeños en los primeros tiempos de la guerra y que necesitaban del máximo apoyo aéreo, tuvieron muy poco, y en algunos casos, prácticamente, ninguno. Sufrie ron la cnTaecuencis- dé ello en Bélgiéa, Francia, Nbruega, Grecia, Creta, etc. Pero el resultado más serio fué el abandono en que se dejó a nuestras comunicaciones marítimas: todo - refuerzo aéreo potencial (de gran importancia, cualquiera que. fuera su entidad) no fué empleado en la lucha- por el dominio del mar, y además, en los años inmediatamente anteriores a la guerra, la Aviacian costera, parte esencial de nuestras defen sas marítimas, fué separada del control naval, siendo -en cual quier caso completamente inadecuada para cumplir su misión cuando llegó la guerra. Apenas es necesario decir que la labor desarrollada por la Aviación, tanto costera como de- bombar deo y de caza (cuando se le permitió actuar en la guerra civil), fué magnífica y de inapreciable valor. Hay muchas cosas en la conducción de la guerra cuya crí tica actual pudiera parecer fuera de lugar; pero es necesario ocuparse de ciertos hechos que demuestran dos errores estra tégicos que, si no se les comprende bien (y en ciertos círculos responsables aún no lo han sido completamente), pudieran re petirse en una guerra futura. El primer error consistió en no conseguir dar la debida seguridad a nuestras comunicaciones marítimas. Habíamos olvidado una vez más en nuestra Histo ria que dependemos completamente del mar. El segundo error fué que intentamos desarrollar un plan de acción doble coir fuerzas demasiado pequeñas ni aun para asegurar la ejecución de uno solo. El daño ocasionado a Alemania por nuestros bom bardeos no fué nada comparado con el que sufrimos a conse cuencia de los ataques cóntra nuestra navegación, efectuados por submarinos, aviones y otros medios. Nuestras graves pér didas de barcos retr-asaron la ofensiva final por lo - menos en un año. Si admitiéramás, únicamente a efectos de argumentación en la discusión empeñada, que el bombardeo de un país enemigo constituye la mejor forma de ofensiva estratégica, no podría mos menos de observar que ni esa ni otra cualquier form3 de ofensiva fué posible durante un considerable período de tiem po después de estallar la guerra. Hubo que tomar primero cier tas seguridades vitales y, como consecuencia de ello, dispersar nuestras pequeñas fuerzas, parte en débiles y espasmódicas medidas defensivas y parte en una ofensiva parcial y de muy poco efecto. Esto constituyó un error estratégico, que ya había - nacido en tiempo de paz y que es extraño subsistiera durante la guerra, siendo así que, en sus comienzos, se nos puso bien de manifiesto que la seguridad que buscábamos no la podíamos encontrar bombardeando Alemania. Veamos lo que hubo de manifestar Mr. Churchill acerca de la trascendental necesidad dela seguridad en el mar. En su famosa carta al Presidente Roosevelt, en diciembre de 1940, decía: “... la decisión en el año 1941 está en el mar. Como no seamos capaces de alimen tar esta Isla, importar las municiones de todas clases que pre cisamos; transportar nuestros Ejércitos a los diferentes tea tros de la guerra en que haya que enfrentarse con Hítler y su aliado Mussolini, y hacer esto con la- seguridad de poder con tinuar hasta que se destruya -la moral de los Dictadores con tinentales, podemos fracasar, y el tiempo que necesiten los Estados Unidos para completar sus preparaciones defensivas puede llegar a ser grande. Por eso, la conducción de la guerta en 1941 depende de- la navegación y de la capacidad dé transporte a través de los océanos, en particular del Atlái tico...” Dejando a un lado, de momento, los reparos que pudieran oponerse a una victoria lograda a costa de la gran destrucción ocasionada por bombardeos en gran escala, el único argumento en favor de esta clase de ofensiva,- y que podría satisfacer posi blemente a las -necesidades defensivas, se daría en el caso de que dispusiéramos al empezar la guerra de unas fuerzas aéreas que, por su enorme entidad, pudieran asestar al enemigo un golpe definitiva. Pero es muy difíçil en nuestra época llegar a cumplir tales condiciones. No siendo nación agresora, todas nuestras fuerzas armadas disponibles al comenzar la guerra (aun incluyendo las de nuestros posibles aliados) no bastárían para lograr ese resultado definitivo. La pasada guerra nos ha mostrado que la reducción de un enemigo por el - bombardeo de sus ciudades y fábricas es, en el mejor de los casos, un pro ceso lento y costoso, aun disponiendo de las grandes flotas aéreas con que se contó al final. La U. S. Strategic Bombing Survey muestra cuán limitado fué- el efecto del bombardeo sobre la producción de guerra. Libros como La Segunda guerra mundial, del General Fuller, y Consecuencias militares y políticas de la energía atómica, del profesor Elacket, también arrojan luz sobre esta cuestión. 65 Es un hecho cierto que en el año último mismo de la lucha producía Alemania tanques más potentes que los nuestros; un número de cañones, aviones, municiones, etc., tan elevado como antes, y además aún fué capaz de atacarnos con armas tan peligrosas como’ el “V-i” y el “V-2”, llevándonos la delantera por lo que respecta a aviones de reacción. Los que se muestran partidarios del bombardeo a ultranza conceden mucha impor tancia a las conocidas advertencias de Speer a Hítler en la fase final de la guerra, y en las que dijo que los bombarderos aliados estaban haciendo imposible la resistencia alemana. Speer tenía razón; pero hay que hacer constar que su ansiedad estaba motivada principalmente por la destrucción de una gran cantidad de gasolina: un objetivo muy propio para el bombardeo estratégico y algo muy diferente de los inútiles y costosos esfuerzos hechos para hacer desaparecer fábricas y ciudades. Siendo magnífica, como fué, esta contribución para lograr el colapso de Alemania, es evidente que se hizo posible, de una manera efectiva, por la terrible presión militar y econó mica ejercida por los Ejércitos aliados convergiendo sobre Ale mania desde el este y el oeste, así como, desde luego, por los efectos acumulados del poder marítimo, cosa ésta de la mayor importancia, aunque no sea muy reconocida. Si no hacemos caso de estas lecciónes y, en una guerra futura, esperamos de rrotar al enemigo principalmente por el bombardeo de sus ciu .dades y población, tendremos que crear una Fuerza aérea “es tratégica” tan tremenda, que ya no nos quedarán hombres, municiones ni dinero para emplear en las otras Fuerzas aéreas, terrestres y navales. ¿Podemos correr tal riesgo? Evidentemente que no. Más que estrategia, sería eso un juego de azar. Y aun lo sería más todavía si tomáramos la iniciativa de lanzar la bomba atómica. Después me ocuparé de eso. Si este razonamiento es perfecto y no podemos conseguir una inmediata victoria con el bombardeo estratégico, debemos atender a nuestra seguridad, esto es, a la de nuestro territorio y comunicaciones marítimas. El control de nuestras comuni caciones marítimas ha de ser siempre una empresa muy vasta en caso de guerra con cualquier gran nación que tenga acceso al mar, aunque las fuerzas de esa nación sean predominantemente terrestres y aéreas. Es de presumir que tal nación (des de luego, estamos pensando en Rusia en este momento), si quiere atacarnos, poseerá una cierta Marina que incluirá pro bablemente una masa de submarinos y numerosos minadores. Una Marina de esta clase, junto con grandes fuerzas terrestres y aéreas, podría constituir una seria amenaza para nuestras bases y navegación. Pero nuestros barcos de carga deben pa sar, pues nos traerán la mayor parte de nuestros alimentos; prácticamente, todas las materias primas que necesitamos para fabricar -armas y municiones, muchas clases de artículos manu facturados, armas y otras cosas esenciales. Deben también transportar las fuerzas de tierra y gran parte de las aéreas del Imperio, y sobre todo el petróleo y aceite, sin los cuales nues tros barcos de guerra y la mayoría de los mercantes no pueden navegar, nuestros aviones volar y el Ejército de tierra se en cuentra anclado. En otras palabras: dependemos del mar día tras día, y toda interrupción en el ir y venir del tráfico marí timo, toda pérdida de barcos y de cargamentos, tendrá rápi das repercusiones en nuestra vida física y económica y sobre cada una de nuestras operaciones navales, terrestres y aéreas. Cuantos menos barcos y cargamentos perdamos, más rápida mente podremos armar y concentrar las fuerzas de todo el Imperio y convertirlas en la potente arma ofensiva que nece sitaremos para poner fin a la obra. Cuanto más grande sea la seguridad al principio, antes podrá hacerse la ofensiva combi nada y definitiva. Tal ofensiva hubiera podido tener lugar en 1942 5 no hubiéramos perdido tantos barcos y si hubiéra mos enfocado más nuestra producción de guerra hacia la ob tención de la seguridad marítima y de medios de invasión, tanto navales (lanchas de desembarco) como terrestres y aéreos. El Mariscal del Aire lord Tedder dice en su libro La potencia aérea en - la guerra que una ofensiva pasiva sería un suicidio inevitable y doloroso, y que debemos tener dientes capaces de morder rápida y fuertemente. Todos debemos mostramos con formes con esta sana idea, aúnque podamos discrepar acerca de qué es lo que deba ser mordido.- Hay una gran diferencia entre defensiva pasiva y defensiva estratégica, pues esta úl tima puede y debe llevar consigo una intensa acción ofensiva. Así, por ejemplo, en el caso del aire y en lo que se refiere al do minio del mar, exigiría constantes ataques contra los aeró 66 dromos y bases desde los cuales los aviones enemigos pudieran atacar nuestros puertos y navegación, contra el tráfico marí timo enemigo y contra los submarinos y otros buqués de gue rra que efectuaran incursiones contra el nuestro. La acción del Ejército del aire incluiría también minados ofensivos, ataques combinados con fuerzas terrestres y navales contra bases ene migas; invasiones aerotransportadas de zonas enemigas desde las cuales pudieran efectuarse ataques contra la navegación, y además una- ofensiva continua contra aquellas zonas desde las que el enemigo atacara territorios o líneas de comunica ción vitales para nosotros, y contra las líneas de comunicación aéreas y marítimas y depósitos de repuestos y combustible utilizados por el adversario para tales ataques. Nuestros dien tes tendrían mucho que morder dentro del marco de una de fensiva estratégica. Nuestras guerras pasadas confirman esto claramente. Cuando nuestra estrategia marítima estuvo bien concebida—y no ocurrió siempre así—, la acción ofensiva fué principalísima, aun cuando dicha estrategia fuera esencial mente defensiva. La misión principal de la Marina fué (y es) buscar y destruir a las fuerzas del -enemigo que amenazan el tráfico o el territorio propio, y después de esto, impedir el trá fico adversario. Incidentalmente, el control de las comunica ciones marítimas supone su prohibición para el enemigo, que se ve así apretado por un lazo que terminará por ahogarle. Hemos de recordar que ese control nos posibilitará asestar con libertad desde el mar golpes contra diversos puntos estra tégicos del perímetro del territorio enemigo; en verdad, sola mente desde el mar pueden llevarse a cabo operaciones que impliquen el empleo de todos nuestros Ejércitos. Pero debe mos recordar esto: las fuerzas aéreas, lo mismo que las terres tres y las navales, son solamente medios para conseguir un fin. El fin remoto es, desde luego, derrotar al enemigo; pero uno de los fines próximos es el control de las comunicaciones marítimas, sin el cual no podremos conseguir esa derrota, a no ser que nos enfrentemos con injustificables riesgos. Pero podrá decirse, con razón, que el dominio del aire es también uno de los fines próximas y uno que será necesario para complementar aquel que tiende a asegurarnos las comu nicaciones marítimas. El proceso para obtener ese dominio debe ser gradual en cualquier caso: primero local y después ge neral. No hay, sin embargo, ninguna razón particular que se oponga a que esas dos exigencias puedan ser satisfechas simul táneamente, teniendo en cuenta que el proceso de abatir el po derío aéreo enemigo puede tener lugar tanto en las batallas libradas para disputar al enemigo las comunicaciones maríti mas (y, desde luego, en aquellas sostenidas para defender te rritorios vitales) como en otra clase de actividad aérea. Si el enemigo no acierta a comprender la avasalladora importancia que tienen para nosotros las comunicaciones marítimas y de dica pocas fuerzas aéreas para entorpecerlas, mucho mejor; y• así podrá encontrar nuestra fuerza aérea principal otros sitios en donde buscar el dominio del aire. Una vez asegurada razonablemente nuestra seguridad, ¿se ría posible la ejecución del bombardeo estratégico? ¿No sería conveniente en ese caso efectuar una vigorosa ofensiva contra los centros enemigos de producción y población? Dejando a un lado las preocupaciones acerca de la situación en la post guerra, como consecuencia de la gran destrucción, y las consi deraciones morales sobre la ciega matanza de no combatien tes, únicamente se puede responder que todo dependerá de las circunstancias. ¿Puede ser obtenida la victoria más rápida y seguramente y de forma más satisfactoria por medio de los bombardeos o por la invasión? Si se recurre a la última, todo bombardeo que de bilite el esfuerzo combinado conducente a la invasión final debe ser proscrito. Pero el verdadero bombardeo estratégico, es de cir, aquel que contribuya más directamente a favorecer el es fuerzo concentrado hacia adelante, debe ser una parte princi pal importañte de la campaña. Los objetivos habrán de ser predominantemente militares. Hay siempre una gran canti dad de ellos, como más arriba se ha dicho. Los objetivos mili tares son, á veces, difíciles de definir y siempre se darán casos de duda; pero, evidentemente, no perderíamos tiempo tratan do de hallar una fórmula rígida. El destrozo causado por las Fuerzas aéreas aIjadas antes de la invasión de Normandía en los puentes y ferrocarriles de Francia y en los suministros de combustible que necesitaban los alemanes para la lucha que se avecinaba, es un ejemplo clásico de bombardeo estratégico, en su más -alto grado. Fué un factor decisivo y estaba com prendido dentro del marco de una operación definida y com binada; no era meramente parte de un vago plan aislado de destrucción en gran escala y a largo plazo. Con todo, sería ab surdo prohibir el bombardeo de ciertas instalaciones produc toras de primera importancia, que constituyen un objetivo por sí mismas. En este aspecto, como en todos, hay excepcio-. nes. No es posible establecer una regla rígida. Sugiero que todo lo que se puede hacer es no perder de vista los fines militares y políticos en cada una de las fases de todas las campañas y operaciones. Hay otra razón, y muy fuerte, por la cual no puede hablarse mucho de bombardeos “estratégicos” de ciudades en la forma que se hicieron en la pasada guerra. La guerra ha sido siempre, con mucho, cuestión de posiciones. ¿Y no sigue siendo así? Aun cuando el indicado tipo de bombardeo figure entre los diversos medios a emplear para presionar al enemigo y domi narlo, siempre será necesario mejorar las posiciones de ataque propias, pues es apenas concebible que la base de partida ini cial, por buena que sea, siga siéndolo a través de las cambian tes circunstancias de la guerra. Las nuevas posiciones, a su vez, llegará un momento en que no servirán y habrá que bus car otras. De esta manera, la necesidad de nuevas posiciones llegará a imponer el movimiento constante. Cada salto exigirá la intervención de dos o de los tres Ejércitos, y la participa ción de la R. A. F. será esencial en todas las operaciones más importantes. Sobre la Aviación caerán constantes peticiones y deberá hacer planes de operaciones, reajustes de fuerzas, mo dificaciones de armamento, nuevos tipos de aeronave y sabe Dios cuántas cosas más. ¿Podrán ser completamente satisfe chas estas demandas en plena guerra de movimiento, teniendo que atender además a efectuar sin interrupción una ofensiva independiente de bombardeo en gran escala contra centros de producción? La guerra es todavía un arte, y que se basa en la adecuada elección de posiciones estratégicas y tácticas desde las que el enemigo pueda ser atacado mejor, así como en saber escoger el mejor momento para atacar. El poder atacar con éxito y en el momento oportuno implica la necesidad de concentración y movilidad. La sorpresa es a menudo un factor dominante. Estas condi ciones no podrán darse, a menos que las fuerzas propias estén permanentemente dispuestas y estrechamente integradás estraté gica y tácticamente, y a no ser que exista un plan estratégico coherente y coordinado. La bombaatómica. Si ambos beligerantes o grupos de beligerantes usan sin res tricción la bomba atómica contra ciudades y centros de pro ducción, podemos descartar los principios de guerra u otros cualesquiera. El resultado será el caos, y el vencedor, si se le puede reconocer como a tal, se encontrará tan abrumado por problemas económicos, sociales y humanos, no sólo en su pro pio país, sino en el mundo que haya conquistado, que com prenderá que ha logrado la victoria a un precio que no puede pagar. Estas ideas deben tenerlas presentes los estadistas de aquellos países expuestos a verse envueltos en una guerra en un próximo futuro, y de esta forma, aunque pueda ser impo sible establecer acuerdo alguno sobre el control internaciona de la energía -atómica, cabrá esperar que, si la guerra llega, ninguno de los bandos se atreverá a usar un arma de -dos filos. Un notable ejemplo de esta forma de conducta, inspirando las acciones de los beligerantes, lo tenemos en la pasada guerra por lo que se refiere a los gases tóxicos. Supongamos que en una guerra futura disponga la nación agresora de la bomba atómica. Supongamos también que nos otros y nuestros aliados estemos asimismo bien provistos de esta clase de bombas; ¿seríamos los primeros en usarlas? ¿Nos compensaría hacerlo? ¿Podríamos asestar un golpe definitivo contra un país, por ejemplo, como Rusia? Hay muchos entendidos que no lo creen posible. Indudable mente, podríamos infligir terribes daños al país enemigo; pero ¿nos compensarían de los causados a nuéstras congestionadas islas por-las bombas enemigas? Aún hay un aspecto a consi derar en esta estrategia. Como prácticamente todas las nacio nes europeas se verían envueltas en la lucha, habremos de es perar si se recurre a la guerra atómica, que caigan bombas por todo el Continente. Nos podemos ver obligados a bombardear países ocupados por el enemigo y a destruir ciudades de Aus tria, Hungría, los Balcanes, Alemania, Escandinavia, Países Bajos y Francia. ¡Qué cuadro de desolación veríamos, con ruinas por todas partes, media Europa radiactiva, incontables supervivientes condenados a una muerte lenta, y la vida económica y, desde luego, la civilización destruídas! Sea o no inevitable el uso de bombas atómicas, de la guerra bacteriológica o de otros horribles medios de destrucción que podamos inventar, la potencia marítima sigue siendo tan im portante como siempre. Luchamos formando Commonwealth, y por ello, si el Reino Unido llega a verse seriamente debilitado por el bombardeo atómico, el centro del esfuerzo debe trasla darse a otra parye del Commonwealth. La potencia marítima nos permitirá hacer esto. Debemos desterrar la idea de que la Marina ha quedado relegada a una posición secundaria, cualquiera que sea el arma nueva que haya surgido. En cual quier caso, los barcos no son más vulnerables a las armas ató micas que cualquier otro elemento. Son muy movibles, pueden dispersarse, y una Flota moderna puede mantenerse en el mar más tiempo y operar desde bases más lejanas de lo que le era posible antes de la pasada guerra. Es formidable el arma mento defensivo de una fuerza naval, su artillería y su avia ción de caza. En la Aviación Naval hemos de ver no sólo una punta de lanza, sino un escudo para la Flota. No estará fuera de lugar un comentario más en este asunto. No hay nada nuevo en esto de la guerra total. Era bastante corriente en los tiempos antiguos y en todos ha sido practi cada por las tribus salvajes. El pillaje, el incendio, la viola ción, la matanza deliberada de hombres inermes, mujeres y niños, de viejos y jóvenes por todo el país han sido bastante totales en las guerras del pasado. Pero, conforme las naciones se iban civilizando más, tales orgías fueron impedidas por los Generales, estadistas y simples ciudadanos. El General se daba cuenta de que tales excesos no sólo eran nocivos para la moral y la disciplina, sino que interrumpían, debilitaban y di lataban la concentración contra las fuerzas enemigas. El es tadista veía los inconvenientes que se derivaban del resenti miento producido y el simple ciudadano protestaba movido por sus sentimientos humanitarios. De esta manera, aunque todos se daban cuenta de que la guerra tenía que ser por fuer za una cosa sangrienta, hacían lo que podían para mitigar al gunos de sus males, estableciendo convenciones por las que los no combatientes eran protegidos todo lo posible, los pozos no debían ser envenenados, los prisioneros de guerra se veían tra tados misericordiosamente, la Cruz Roja respetada y conside rados los derechos y seguridad de los neutrales. Algunas de estas convenciones se rompían de vez en cuando; pero cuando esto ocurría, la opinión general deseaba que fueran nueva mente restablecidas y observadas. Pero ahora las naciones del-mundo han vuelto a los métodos de los godos y de los hunos. Hay algunos excesos en los que, sin duda, aún no hemos incurrido; pero se puede afirmar justificadamente que eso ha quedado más que compensado por hechos como el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, populosas ciu dades - de un país prácticamente derrotado. Debemos esperar un renacimiento, en el que, si las guerras no pueden ser evita das, los estadistas y - Generales no encuentren lugar en sú es trategia para el confuso machaqueo a que recurrimos en la pasada contienda. Y esto no es un romántico idealismo: obrar así, a la larga, compensa. Escuchemos de nuevo a Mr. Churchill. Hablando en La Se gunda guerra mundial de los ataques aéreos contra nuestras bases de la Aviación de caza en el verano de 1940, dice: “Fuí a visitar algunas de estas bases; particularmente la de Man ston (28 de agosto) y la de Biggin Hill. Estaban encajando golpes terribles y las pistas de despegue se veían destrozadas por los embudos. Por eso, el Mando de la Aviación de caza vió con alivio que el de septiembre los alemanes dirigían sus ataques contra Londres, cambiando, por tanto, su plan. Goering debía de haber insistido contra los aeródromos, de cuya organización y coordinación dependía entonces todo el poder combativo de nuestras Fuerzas aéreas. Por haberse des viado de los principios de la guerra clásicos y de las normas humanitarias hasta entonces aceptadas, cometió una estúpida equivocación.” ¡Qué cierta es esta última frase! Por consiguiente, tanto nos otros como las demás naciones del Pacto del Atlántico no de bemos apartarnos de esos principios clásicos y de esos impera tivos humanitarios. Lancemos, de acuerdo con ellos, nuestras bombas, sean atómicas o no. La máquina de. guerra rusa. Capitón 8. H. Liddel Hart. Traducidoy publicado por la Revista Militar Argentina. En el mes de mayo de 1949, antes de que la crisis del verano de combate y poderosos camiones, mezclados con carros tira apareciera sobre Berlín, el Ministerio de Defensa británico de dos por un animal. Pródigamente equipados, los occidentales no podían com claró que Rusia tenía entre 3.600.000 y 4.000.000 de hombres bajo las armas en su presente período de paz. Tenía 3 millones prender cómo un Ejército podía ser conducido sin tantas cosas en el tiempo en que Hítler invadió a Rusia. La apreciación de como ellos se habían acostumbrado a considerar necesarias. Encontraron difícil creer que tal Ejército pudiese ser eficiente, Z. V. Alexander coincide con la publicada en marzo por Han son Baldwin, el eminente corresponsal de The New York Times porque tenía una modalidad distinta de la suya. Les parecía que en detalle apreció el número de las Divisiones existentes que sería fácil barrer a lo que miraban como una chusma mal armada. La reacción fué notable, porque la propia propaganda en el Ejército rojo entre 175 y 195. En círculos autorizados franceses las apreciaron entre 175 y i8o. del tiempo de guerra había cimentado una alta estima por el Parece haber un estrecho acuerdo en valorar como muy Ejército ruso. grandes las fuerzas de Rusia. Más importante es la pregunta: -Estos vistazos superficiales afectaron considerablemente a ¿De qué calidad son sus fuerzas? Sobre esto, los puntos de los puntos de vista anglonorteamericanos, y de ahí la baja es vista difieren completamente. Una opinión que prevalece tan timación que tuvieron de la eficacia de las fuerzas rusas. Pero tan bajo concepto es difícil de conciliar con el papel que des to en los círculos militares británicos como norteamericanos, es que la calidad de las fuerzas rusas es muy baja, técnica y empeñaron frente al Ejército alemán, especialmente sus gran des avances en 1944-1945. Tuvimos mucha dificultad en ven tácticamente. Parece que los Gobiernos se inclinan a aceptar esa opinión, pues de otra manera no podrían estar satisfechos cer a las fuerzas alemanas aun con tan gran superioridad de todo, mientras los rusos tenían una considerable superioridad con las mezquinas medidas de defensa que tomaron. Es fundamental examinar la pregunta tan a fondo como sea en poderío humano sobre los alemanes; pero no una gran su perioridad en potencia de fuego y nada de la inmensa superio posible. Hace sólo siete años que la opinión militar autorizada, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, estaba tan ridad aérea que teníamos nosotros. No es razonable y es peli equivocada como Hitler en la apreciación de la capacidad de groso explicar los éxitos rusos como debidos meramente a la Rusia para enfrentarse con un Ejército tipo occidental. Los superioridad numérica del personal. La verdad reside en un Generales británicos más importantes por sus cargos espera justo término medio. ban que Rusia sería vencida en un plazo de seis semanas, y los Los únicos soldados europeos que tienen un verdadero co Jefes norteamericanos estimaban que en menor tiempo. Este nocimiento del Ejércuto ruso son los alemanes, habiendo lle error de apreciación era algo disparatado, aunque el análisis gado a conocerse en cuatro años de fuerte lucha. Es a ellos a quienes uno debe acudir de primera intención para cualquier de la campaña de Rusia de 1941 muestra que no era tan erróneo, testimonio. Así lo hice yo, en una larga serie de discusiones con como los hechos demostraron a su tiempo. El poder militar Generales alemanes y otros combatientes durante la guerra. ruso fué casi destrozado, y los alemanes hubiesen podido acer carse a la victoria definitiva, a pesar de sus errores y cálculo Resumiendo sus informes, se puede tener un cuadro claro y inicial equivocado. Ahora bien, el error en la apreciación mi completo del armamento y táctica, carácter y calidad de las litar de ambas partes y de todos los círculos no fué bastante fuerzas rusas. Primeramente veamos el asunto del material: ha habido, por considerado para tomarlo como una advertencia general en el futuro. Pero demostró la tendencia de los militares a entre supuesto, cambios y evolución desde la guerra; pero una idea garse a suposiciones y la necesidad en- que nos encontramos de exacta de la calidad del armamento y equipo al comienzo de la guerra y de las mejoras que lograron durante ella puede ser un análisis más científico de los hechos. En general, los soldados se inclinan menos que los civiles a un claro indicio del progreso similar correspondiente desde la menospreciar las fuerzas que se les oponen; pero en el caso de terminación de la contienda. El estimonio general es que las armas rusas, en su mayoría, las fuerzas rusas, el rótulo “rojo” los ha incitado como el pro eran muy buenas en 1941, cuando empezó la invasión alemana. verbial “trapo rojo para el toro”, y por esto han sido a me Los fusiles rusos eran más modernos que los alemanes y tenían nudo equivocados sus juicios de los hechos. Ellos no podían imaginar que el Ejército rojo tuviera disciplina, y estaban dis un mayor alcance eficaz. Sus ametralladoras eran igualmente buenas. Sus morteros puestos a notar defectos o fallas particulares, como una prue eran tan sencillos en su construcción y toscamente termina ba de su incapacidad general. dos, que parecían la obra de un herrero de aldea, aunque eran De un modo similar, el juicio ruso sobre las otras naciones de los más eficaces. Su aparente imperfección fué sobrepasada ha sufrido el efecto engañoso de la palabra “capitalismo”. Esto ha engañado varias veces a los Jefes rusos, que creyeron en mucho por la ventaja de una rápida producción. que solamente hacía falta empujar a sus adversarios para que izasen la bandera blanca. Ventaja de los carros. Los engaños mutuos se multiplicaron por el aislamiento de Fué en los carros donde los rusos gozaron de mayor prepon Rusia y la consecuente falta de información. Aun durante la guerra, las potencias occidentales sabían mucho menos de la derancia. Esta ventaja fué una de las que ellos más necesitaban, por situación y fuerzas de su aliado ruso que de su enemigo ale que las esperanzas del invasor estaban basadas principalmente mán. Mientras eran capaces de discutir detalladamente la orga en el efecto decisivo de sus carros. Desgraciadamente para los nización de las fuerzas alemanas y podían situar las Unidades con notable exactitud, conocían sólo los más vagos esbozos rusos, esta preponderancia técnica entró en acción muy tarde. Es una historia aún no -revelada, pero de gran significación, lo de cómo sus aliados soviéticos estaban organizados y dispues tos. Solamente una vez, en 5942, fué permitido a las misiones que sucedió en 5945. Cuando se inició la invasión alemana, los carros rusos eran militares aliadas una oportonidad breve y limitada para ver todavía de modelos producidos durante el segundo Plan quin el frente de batalla. Después de esto fueron puestos en cuaren quenal. Se estaban volviendo anticuados, aunque no más. que tena. Es natural que las ideas de los militares occidentales fue los qie estaban usando los alemanes (en su mayoría, de. la pro sen grandemente influenciadas por las impresiones que mu ducción 1933-1937). Los carros rusos eran también más nume chos de ellos adquirieron del vistazo que echaron a las tropas rusas cuando los Ejércitos establecieron contacto al final de la rosos que los alemanes. Pero el Ejército rojo desperdició la oc’asión de esta ventaja numérica por la forma en que dispersó guerra y antes de que bajasen el telón de acero. Ese fué un pe ríodo de caos y de descanso después del prolongado esfuerzo. sus carros, en vez de concentrarlos como hacían los alemanes, y por una torpe dirección de los mismos. Como resultado, fue ron destruídos por las Divisiones Panzer, hábilmente conduci Impresiones desavorabIes. das, y el Ejército rojo quedó despojado de la mayor parte de sus carros al finalizar el verano. Predominaban las impresiones dedesorden, desaliño,necedad Pero nuevos modelos, creados mientras Alemania invadía y atraso. Lo imperfecto de la mayoría del equipo ruso les llamó la atención, así como la extraña variedad de transportes, carros el Oeste, empezaron a fabricarse; el carro mediano “T. 34” y r a el tanque pesado “K. V. i” demostraron sér superiores a cual quiera de los que tenía el invasor, y frenaron su acción ma nio brera. El “T. 34” apareció en el verano, cuando los alemanes reali zaron el último salto antes del avance sobre Moscú, y los que estaban disponibles fueron usados como reservas estratégicas para cerrar las penetraciones. en el frente. En 1942, los nuevos modelos fueron fabricados en grandes cantidades. En 1920, los primeros carros creados en Rusia copiaron mo delos franceses, con algunas modificaciones. Después compraron modelos “Vickers” a Inglaterra y los perfeccionaron. El “T. 26” (basado en el “Vickers” de 6 tone ladas) se convirtió en el principal carro ligero, y aunque sus limitaciones fueron puestas de manifiesto en la guerra civil es pañola, gran cantidad de ellos estaban todavía en uso en 1941. En esta cuestión se nota una influencia alemana predomi nante. Mientras Alemania no podía aún fabricar carros, por el Tratado de Versalles, el Gobierno soviético le dió facilidades para establecer centros experimentales en Voronezh y Kazan. Los alemanes aprovecharon esta ayuda, desarrollando sus mo delos ligeros “Panzer 1” y “Panzer II”, empleados en las inva siones de Polonia y Francia. Los rusos también se aprovecharon, pues el “T. 37” era si milar al “Panzer 1”, y su sucesor el “T. 6o” era también simi lar al “Panzer II”. Asimismo crearon un carro pesado, el “T. 35”, similar al “Borsig”, que los alemanes ensayaron, y del que algunos ejemplares fueron empleados en la invasión de Noruega. Ninguno de los dos dió resultado satisfactorio, y en 1941 los rusos debieron confiar principalmente en el “T. 28” hasta que pudieroñ reemplazarlo por el nuevo modelo “K. y.”, que también evidencia influencia alemana, y era algo más pesado que el “Panzer III” y el “Panzer IV” que los mismos alemanes perfeccionaron. El “K. V.” condujo al carro “Stalin”, que hace su imponente entrada en el escenario a principios de 1944. gre”. Sólo mediante tácticas hábiles pudieron los alemanes combatir la superioridad del “Stalin”, que permaneció hasta el fin de la guerra como el más poderoso carro del mundo. Es valioso contar en detalle esta historia de la “carrera del carro” como una advertencia, porque muestra cómo los rusos lograron el progreso del arma más importante. Al mismo tiem po fabricaron armas mayores de otras clases. Parecen particularmente aptos en la fabricación de armas “a prueba de torpes”. Esto puede ser una necesidad especial para los rusos, debido a su bajo nivel cultural; pero es una ventaja muy conveniente en cualquier país, teniendo en cuen ta que las condiciones bélicas son muy duras. Desde la guerra han contado con técnicos alemanes en com binación con los suyos, y con el conocimiento de muchas nue vas armas y modelos mejorados que estaban siendo perfeccio nados en Alemania. Es prudente reconocer que los rusos han conservado, por lo menos, su antigua contribución al progreso de los inventos. El «T. 34» inclinóla balanza. Mientras tanto, la balanza se inclinó gracias al “T. 34”, que proviene de fuente americana. Un inventor privado, Walter Christie, creó a principios de 1930 un carro muy rápido, de nuevo diseño, que hacía entrever una gran promesa. Los rusos adquirieron un modelo, lo perfeccionaron y produ jeron un carro mediano (crucero), el “B. T.”, que fabricaron en cantidad en 1936, como la máquina principal de sus fuerzas blindadas. Era mucho menos digno de confianza que el proto tipo importado, porque su blindaje era débil, y por eso los ru sos tuvieron que pagar un elevado tributo en las batallas de 1941. Sin embargo, partiendo de éste, fabricaron el “T. 34”, que tenía un blindaje mayor (52 mm.), un cañón más poten te (76 mm.) y era más rápido (54 Km. por hora) que culaquier otro carro de los alemanes y de otro Ejército en ese tiempo. Otras ventajas de esta máquina de 28 toneladas eran su es tructura baja y sus raramente anchas orugas. Los rusos fabri caron sus carros pensando en el suelo ruso, terreno arenoso que muy a menudo se transforma en un barro espeso después de las lluvias, lo que les daba una ventaja mucho más amplia. La producción de los “T. 34” ascendió constantemente en el año 1942, a pesar de todos los trastornos causados por Ale mania. Mientras corrían los meses en que la batalla de Stalingrado estaba en todo su furor, una fábrica de carros de com bate de la ciudad pasó a fabricar de diez a quince “T. al día. Los sitiadores alemanes, operando lejos de sus bases y casi a 3.200 Km. de sus fábricas, no podían reponer sus pérdi das en los constantes combates. Sus vehículos medianos de 20 toneladas, de una velocidad de 32 Km. por hora, el “Pan zer III” y el “Panzer IV”, eran anticuados, como los Generales alemanes admitían tristemente. En 1943, los alemanes fabricaron el carro “Tigre” de 6o to neladas, con un blindaje de 6o mm. en el frontis y un gran cañón de 88 mm. Este carro hizo pagar un alto precio a los bri tánicos y a los norteamericanos, débilmente armados y blinda dos, en los cerrados terrenos de Sicilia, Italia y Norman día. Pero en los abiertos espacios de Rusia, el relativamente len to “Tigre” estaba en desventaja mayor para combatir con los veloces “T. 4”. Los alemanes llamaban jocosamente a sus “Tigres” “carromatos de mudanza”. Luego, en 1944, los rusos introdujeron su nuevo carro pe sado, el “Stalin”, con un blindaje de xo mm. en el frontis y un cañón de 122 mm.; no obstante, con una estructura más baja y ofrecieñdo de este modo un blanco menor que el “Ti- La tuerza aérea. La prueba de esta fuerza ha sido vista en el aire, donde es más difícil ocultar las cosas. En la guerra, la fuerza aérea roja no fué tan poderosa como su fuerza blindada, aunque cierta mente no despreciable. Ha sido equipada para un estrecho apoyo a las fuerzas terrestres, especialmente por ataques a vuelo bajo, excluyendo las operaciones de largo alcance y más complicadas. En esta limitada misión, los rusos fueron muy efi caces, sin llegar a los occidentales. Sus “Yaks” de combate, sus bombarderos de combate “Lavotchkin” y sus bombarderos de motores gemelos “Tupolev” (T. U. 2) dieron buen resultado. Los críticos occidentales se inclinaron excesivamente a basar sus opiniones en los defectos de la fuerza aérea, técnicos yope rativos, fuera de los límites para los cuales la habían organi zado. El sistema de navegación es pobre y sus métodos pri mitivos. No está equipada con instrumentos para vuelo a ciegas y localización por radar. La producción rusa total de aviáción es mucho mayor que la de cualquier otro país; pero es, en su mayor parte, de tipos ligeros de cooperación terrestre o de entrenamiento. La pro ducción cuantitativa es favorecida por la simplicidad en la construcción, y la mayoría tienen todavía fuselajes de madera. Esta es una razón pór lacual los rusos se han dedicado con gran energía a la propulsón a chorro. El desarrollo de éstos se vió facilitado porque compraron un número considerable de “Rolls-Royce Nene” y otros motores a chorro, antes de que tales convenios fueran controlados. Varios nuevos tipos de combate con propulsión a chorro han sido vistos por observa dores extranjeros, y uno de aquéllos ha sobrepasado los 960 Km. por hora. Como los aparatos de combate y bombarderos de combate con propulsión a chorro son demasiado veloces para cooperar en operaciones terrestres, parece que los rusos se están vol cando ahora sobre el problema de interceptar a los bombarde ros atóinicos. Ha habido también un desarrollo significativo de los nuevos bombarderos de largo radio de acción, similares a los “B. 29” 0 superfortalezas, al mismo tiempo que ha apa recido un bombardero de cuatro motores de propulsión a chorro. Todo esto sugiere que existe un creciente interés en el bom • bardeo estratégico por parte de los rusos. De igual modo, la producción de aviones de transporte de largo radio de acción puede ser una inclinación a proyectadas operaciones aerotransportadas. Uno de los misterios de la úl tima guerra es el de por qué los rusos, que fueron los invento res de las tropas paracaidistas, nunca trataron de emplearlas durante la guerra, en contraste con los países occidentales, que se iniciaron más tarde en esta nueva esfera. Pero mientras Rusia tenía un número mucho mayor de paracaidistas instruídos que cualquier otro país, tenían escasos transportes aéreos, lo mismo que estaban atrasados en la técnica de navegación. De ahí hay dos razones obvias, aunque pueden existir otras, no registradas en la historia de las hazañas rusas de la guerra. La Marina roja. Mientras importante eficaz, con los tiempos que la fuerza aérea roja ha sido hasta ahora menos que el Ejército rojo, la Marina roja ha sido la menos mucho, de las Fuerzas armadas, no mejor que en zaristas. Fracasó aun para dominar el mar Negro 69 durante la última guerra y todavía más en el mar Báltico. taban pintadas. Su diseño evidenciaba poca preocupación por Tiene 3 acorazados, unos 9 cruceros y quizá 6o destructores; la comodidad de la tripulación. Carecían de los refinamientos pero la mayoría son anticuados. Ha contruído recientemente sus primeros dos portaaviones, buques de 22.000 toneladas, e instrumentos que los expertos occidentales consideraban necesarios para el tiro y conducción. Hasta 1943, sólo los Jefes capaces de transportar 6o aviones. Su principal potencia re tenían radio. side en su fuerza submarina, la mayor del mundo, con un to Por otra parte, los carros tenían un buen espesor y forma tal de 250 unidades. Tal número produce una impresión falsa, en el blindaje, un potente cañón, alta velocidad y seguridad; ya que una gran parte es anticuada. Sin embargo, importantes progresos se deben esperar de los los cuatro factores fundamentales. La comodidad de su tri pulación fué de menor importancia, especialmente porque los rusos, que están ahora en posesión de los submarinos alema nes provistos de “schnorkel” y de las piezas componentes para soldados rusos son más resistentes que los de otros países. construir una cantidad más de este tipo, como así también de La comodidad y el deseo de una mayor ayuda instrumental el aumento de peso y complicaciones en la fabrica expertos en su fabricación. Una gran fuerza submarina de este implicaba ción. Tales deseos han entorpecido repetidamente el desarrollo tipo, que no tenga que subir a la superficie y combine la velo cidad con un radio de acción inmensamente largo, puede ser de y hecho fracasar el empleo de nuestros carros. Así pasó con los un gran efecto potencial en otra guerra, especialmente para un alemanes, cuya producción sufrió por buscar la perfección. Los principios sobre los cuales trabajaron en su programa más estrecho bloqueo de la Gran Bretaña, y como una invisi de mecanización pueden ser discernidos claramente. Ellos re ble “cortina de hierro” para detener barcos con abastecimien cogieron ideas de muchos tipos extranjeros diferentes y adap tos y tropas de América a Europa. taron los rasgos que creían valiosos. Luego perfeccionaron la También existe la posibilidad de desarrollar los transportes amalgama en un modelo y se volcaron con la producción en submarinos de tropas. Estos pueden contribuir a la solución del problema de una invasión a través del mar por una fuerza masa de sólo uno o dos tipos, que trataron de hacer lo más simples posibles de fabricación. terrestre, particularmente para la conquista de un objetivo re Esto fué una gran ayuda para la rápida producción en gran lativamente pequeño. Mientras el transporte aéreo es una so lución, el submarino es otra. Parece, sin embargo, la más escala. Pero no todo fueron ventajas; también hubo inconvenientes remota, teniendo en cuenta las dificultades técnicas, especial que las redujeron. Mientras que las tripulaciones podían per mente para un país que no tiene experiencia de las operacio manecer en posición incómoda, todo iba bien; pero empezaban nes anfibias. las dificultades cuando se les entumecía el cuerpo en los ve hículos. La Fuerzablindada. La deficiencia de sus instrumentos ópticos disminuyó las posibilidades de batir el blanco cuando abrían el fuego. Care Al parecer, el poder de las fuerzas rusas descansa principal cer de estos lujos fué un inconveniene en el movimieno. mente en su Ejército, sobre todo en su punta de lanza blindada. Los Ejércitos occidentales pusieron de manifiesto su apti Es una arma formidable y sería disparatado menospreciar su amenaza. Al mismo tiempo tiene limitaciones que deben tud para perder movilidad y flexibilidad por tener demasiados medios, su variedad de especialidades y su esmerada organiza ser notadas al valorizar su poder. Esta fuerza rusa, aunque ción, y comenzaron a enredarse en los muchos hilos de este fué el mejor elemento de sus efectivos, no resultó tan potente ovillo. Pero los rusos se veían dificulatdos en su acción por te como debía haberlo sido por la superioridad de sus máquinas. ner demasiados pocos medios con relación a aquéllos. Esto se debió tanto a limitaciones técnicas como a las tácticas. Una excesiva complejidad y una excesiva simplicidad mo Las máquinas eran toscas interior y exteriormente y no es- tivan falta de elasticidad. NORMAS SO BRE pontánea EJERCITO se forma con los trabajos de colaboración es de los Oficiales. C O LA BO RA C 1O N suPuede enviar sus trabajos toda la Oficialidad, sea cualquiera ___________________________________ empleo, escala y situación. EJERCITO publica también trabajos de escritores civiles cuando el tema y su desarrollo interesa que sea difundido en el Ejército. Invariablemente se remullera todo trabajo publicado con una cantidad no menor de 400 pesetas, que puede elevarse basta 750 cuando su mérito lo justifique. Se exceptúan de la norma anterior los trabajos que se utilizan fragmentariamente o se in cluyan en la sección Información, Ideas y Reflexiones, cuya remuneración mínima es de 200 pesetas, aunque ésta también puede ser elevada según el caso. Admitimos fotos, composiciones y dibujos en negro o en color que no vengan acompañando trabajos literarios y que sean de carácter adecuado a la Revista. Pagamos su publicación según convenio con el autor. Es muy conveniente enviar con los artículos fotos a propósito y dibujos explicativos, eje cutados con la mayor limpieza y claridad; mas ello no es indispensable. Los trabajos deben enviarse certificados; acusamos recibo siempre. Solicitamos la colaboración de la Oficialidad para GUIÓN, Revista ilustrada de los Mandos sulbalternos del Ejército. Su tirada, 25.000 ejemplares, hace de esta Revista una tribuna resonante donde el Oficial puede darse la inmensa satisfacción de ampliar su labor diaria de instrucción y educación de los Suboficiales. Pagamos los trabajos destinados a GUIÓN con zoo a 500 pesetas. Admitimos igualmente trabajos de la Oficialidad para la publicación titulada REVISTA DE LA OFICIALIDAD DE COMPLEMENTO.—APÉNDIcE DE EJÉRCITO, en iguales condiciones que para GUIÓN, siendo la remuneración mínima la de 250 pesetas, y la máxima hasta 6oo. ESTUDIOSSOBRELASEGUNDAGUERRAMUNDIAL LainvasiónaliadaenEuropaen1944vistadelladoalemán. Teniente General alemán Hans Speidel. De la revistasuiza Militir Zeifschriff. (Traducción del Comandante Wilhelmi.) Hasta ahora, sólo existían sobre la invasión del Norte de Francia, que comenzó el 6 de junio de 1944, bajo el mando del General Eisenhower, informaciones aliadas. Los Generales Marshall y Eisenhower y el Mariscal Montgómery han plas mado en informes estratégicos y tácticos los preparativos y el desarrollo de los combates de la invasión. La historia de las • Divisiones y Regimientos que en ella tomaron parte comple tan la información táctica. Pero faltaba información de lado alemán. Ahora estamos en condiciones de dar a la publicidad un am plio informe de fuente alemana. Se trata de una exposición del Teniente General Hans Speidel, Jefe del E. M. del Mariscal Rommel, Comandante del Grupo de Ejércitos “B”, del frente del Oeste. Después de una larga permanencia en el frente del Este, el General Speidel asumió el cargo de Jefe de E. M. de Rommel en el Oeste, el i de abril de 1944, y en ese puesto continuó también con el sucesor de Rommel, Mariscal General von Kluge. El General Speidel está, por consiguiente, en las mejo res condiciones para exponer los preparativos realizados por parte alemana con miras a la inminente invasión, y las medi das adoptadas inmediatamente después del desembarco, así como también los acontecimientos durante la marcha aliada hacia el Este; y todo ello deducido de fuentes de información auténticas. Vamos a publicar a continuación tal informe, ex cluyendo únicamente el capítulo que trata de las circunstancias políticas y preparativos que determinaron el atentado contra Hítler de 20 de julio de 1944. (La Redacción de “Militar Zeit schrift”) 1 La situaciónde losaliadosen los primeros mesesde 1944. El día i de abril de 1944 preguntó el Mando Supremo ale mán al recién nombrado Jefe de E. M. del Grupo de Ejérci tos “B”, si los aliados occidentales llevarían realmente a cabo una operación de invasión de gran envergadura. Ni el Jefe supremo de dicho Grupo de Ejércitos ni su E. M. dudaron ja más que tal invasión, como operación decisiva, era de esperar en plazo breve. En Gran Bretaña había fuerzas equivalentes a unas 75 Di visiones, de las cuales, según apreciación del mencionado Gru po de Ejércitos, 6 eran de personal elegido, tanto en los mandos como en la tropa, y estaban dispuestas, después de varios años de instrucción, a ser empleadas inmediatamente en una operación de desembarco. Se trataba de unas 40 a 45 Divisiones británicas y otras 20 a 25 norteamericanas (i). Todas las Unidades estaban ampliamente motorizadas o me canizadas (Divisiones acorazadas); además había entre ellas 7 Divisiones aerotransportadas. Este conjunto de Divisiones estaban divididas, bajo el mando del General de. los Estados Unidos Dwight D. Eisenhower, entre los 12.° y 21.0 Grupos de Ejército. El primero, norteamericano, a las órdenes del Gene ral Omar N. Bradley, comprendía los Ejércitos 1.0 y 3.° de los Estados Unidos, de los Generales Hodges y Patton; el se gtsndo, británico, a las órdenes del Mariscal Montgómery, se componía del 1er Ejército canadiense del General Grevar y el 2.° británico del General Dempsey. Si alguna duda hubiera existido sobre la futura invasión, habría quedado disipada en virtud de las noticias recibidas en (i) invasión vadir el das y 4 tas más Según los datos del General Eisenhower, en su libro “De la a la Victoria”, el día del ataque había preparadas para in Oeste de Europa 37 divisiones: 23 de infantería, ro blinda aerotransportadas. Para las fases posteriores había previs divisiones. marzo de 1944. Valiosas Unidades británicas y norteamerica nas (r,’ y 7. Divisiones blindadas inglesas, División in glesa aerotransportada, 51. a División de Infantería inglesa, a y a Divisiones dc Infantería americanas), una Unidad es pecial de desembarco y sus correspondientes embarcaciones habían sido llevadas a Inglaterra desde el Mediterráneo y el sur de Italia. Con ello, el centro de gravedad se había trasladado del Me diterráneo a las Islas Británicas. Italia pasó a ser teatro se cundario de operaciones. El armamento y equipo de las Divisiones aliadas eran mag níficos. En ninguna de ellas faltaban los adelantos de la téc nica moderna: puertos artificiales permitían a las formaciones de desembarco independizarse de lós existentes; rollos de tela metálica serían empleados en crear rápidamente pistas de aterrizaje; una “pipe-line” enviaría el combustible en canti dades suficientes a través del Canal, con lo que este vital pro blema del abastecimiento quedó resuelto; puentes de acero de moderna construcción permitirían salvar corrientes de agua y otros obstáculos con seguridad y rapidez. Las Marinas de guerra de los Estados Unidos e Inglaterra se encontraban reunidas en los puertos y bahías de las islas bri tánicas. Las embarcaciones de desembarco eran capaces para transportar simultáneamente 20 Divisiones, y era de presumir que serían fáciles los viajes de ida y vuelta, dada la corta dis tancia a recorrer y la buena protección aérea. La flota aérea aliada, cón 17.000 aparatos aproximadamente en primera línea, disponía de suficiente fuerza para llevar a cabo simultáneamente las operaciones sobre la retaguardia del frente, sobre Alemania, y para apoyar además los des embarcos. Los aliados disponían de una extensa red de espionaje, es tablecida ya desde tiempo de paz, y a la cual engrosó y dió im pulso el movimiento de resistencia francés. Dicho movimiento de resistencia, cuya actividad había aumentado a partir del invierno de 1943-44, no desempeñó, sin embargo, un papel demasiado importante en Francia al norte del Loira. Hasta la primavera de 1944 no tuvieron lugar actos de sabotaje de envergadura. Todos los síntomas de una próxima invasión fueron cuidado samente registrados y observados por el E. M. del Grupo de Ejércitos “B”, especialmente después del comienzo de las grandes ofensivas aéreas entre abril y mayo de 1944. Los vuelos de reconocimiento, los- ataques de los bombar deros, los golpes de mano con fuerzas ligeras marítimas y el sembrado de minas o rastreamiento de las mismas, así como los actos de sabotaje del Movimiento de resistencia, todos los síntomas indicaban como más probable la zona comprendida entre el Somme y la línea St. Malo-Orleáns. La apreciación del potencial enemigo quedó debilitada por que las bases necesarias, para dicha apreciación llegaban ya “elaboradas” al E. M. del Grupo de Ejércitos “B”, proceden tes de los siguientes sitios: del Jefe del frente Oeste; del Alto Mando del Ejército de tierra (OKH) y de la Jefatura de la Werhmacht. Por una orden- expresa del Jefe del frente del Oeste se prohibió al Alto Mando del Grupo de Ejércitos en trar en contacto directo con el Departamento llamado “Abwehr” (defensa), que era el encargado de la información sobre el ene migo. Así, por ejemplo, el Grupo de Ejércitos no tenía datos ningunos concretos sobre el Movimiento de resistencia en Francia, ni sobre .su relación con las fuerzas aliadas en caso de invasión, sino que recibía los informes ya “de segunda mano”. El Mando dél Grupo de Ejércitos no disponía en su E. M. de ningún Oficial especializado del “Abwehr”. Las noticias, tanto militares como políticas, había que in quirirlas de una forma confidencial. El Mariscal Rommel tampoco fué informado oficialmente del desarrollo de las ope raciones en el Este ni en Italia. Sólo, gracias a sus “buenas” re- ‘71 laciones, pudo mantenerse informado. Los teléfonos y demás medios de comunicación habían de ser empleados con sumo cuidado. La falta de información se hizo ostensible más tarde, cuan do hubo que enjuiciar la posibilidad de un segundo desem barco. En el terreno de los armamentos también faltó la in formación, ya fuera sobre el estado y posibilidades de acción de las armas “y”, sobre el desarrollo de las armas atómicas, sobre el armamento ligero de la Marina o sobre los cazas a reacción. Cuando parecía que la preparación de las fuerzas de la in el comienzo de la invasión y preparaba a sus tropas de acuer do con esta idea. Pero se alegraba, sin embargo, de cada día, de retraso, en interés de los prepartivos políticos y operativos,. así como del aumento de la capacidad defensiva de sus tropas. Constantemente proponía realizar operaciones ofensivas con tra las tropas enemigas preparadas para la invasión, tanto con misiones de información como para destruirlas. Esta de bía realizarse por medio de escuadrillas de submarinos, ac tuando contra los puertos ingleses, por nuevas minas espe ciales, cuya construcción prohibió Hitler; por medio de ata ques aéreos sobre los puntos de reunión, y por medio, final-. 2 .oI1en &9raev -2 o Chorti-e 8 RE 7.4 ÑA iençon Renne5 Le Mans e o OrleanS ojra. /iá’zai2’e D!SEMBARcO YAMiV’[ 14’ÁSTA !L J!IV4 o 10 ao 40 60 80 t. vasión en las “tres dimensiones” estaba ya ultimada en Gran Bretaña a finales de abril, el presunto instante de comenzar la misma adquirió el mayor interés. La limitación de viajes a las Islas Británicas, la llamada a filas de la “Honie-Guard”, las repercusiones en la economía británica y, sobre todo, el aumento de la ofensiva aérea inicaban un inmediato comienzo del combate, que dependía, de todas formas, de las condicio nes atmosféricas. El Alto Mando de las fuerzas armadas ale manas (O KW) señaló, según unas informaciones de la Marina de guerra, el día i8 de mayo como “seguro” comienzo de la invasión. Después que transcurrió esta fecha sin que dicha invasión se produjera, la Escuadra alemana del Oeste ya no esperaba el ataque hasta el mes de agosto. El Mariscal Rommel contaba todos los días con que sería 72 Km mente, de empleo de armas “V-i”, cuya cosntrucción cada vez iba más lenta. Como zonas de desembarco, presumía el Mariscal en abril de 1944 que serían las desembocaduras del Somrne, Bresle, Arques y Sena, con los puertos de Ahbeville y el Havre, la costa de Calvados y la península de Cotentin con Cherbourg. En aquella época, Rommel consideraba vital para los Ejércitos invasores el apoderarse inmediatamente de un puerto suficien temente amplio. La importañcia de un “puerto artificial” tal como el que se estableció por los aliados en junio frente a la costa de Calvados, no la sospechaba entonces dicho Mariscal. La supremacía aérea aliada estab,a asegurada en cualquier caso. La hipótesis de un desembarco en la desembocadura del embarco alemán en Inglaterra, después de su derrota en tierra Sena o a lo largo de la costa de Calvados estaba en contrapo firme, en la zona de Dunkerque, en junio de 1940. De allí sición con la opinión de la Marina de guerra, que consideraba improbable dicho desembarco, sobre todo en la costa de Cal emanaron las directrices de Winston Churchill. El excesivo destiembramiento en el Oeste no respondía ni a vados, a causa de los arrecifes que existen frente a esta zona. las condiciones del momento ni a las leyes de dirección de la Por esta misma razón, las instalaciones defensivas en esta par guerra. Hitler creía poder aplicar también a la guerra el sis te de Normandía eran de poca importancia. tema revolucionario por él constantemente empleado de divi Cuando las noticias sobre el enemigo confirmaron la impor tancia de Normandía como zona de desembarco, el Mariscal dir las masas y luego conjugarlas unas con otras en su propio Rommel solicitó (principios de mayo) la puesta en- línea en su beneficio. Esto había de conducir no sólo a dificultades en el sector del tercer Cuerpo de Ejército antiaéreo, que estaba a mando, sino incluso al caos en las órdenes. Del General en la sazón diseminado por el Centro y Norte de Francia, y que con jefe de las fuerzas del Oeste (Mariscal von Rundstedt) depen día el Grupo de Ejércitos “B” (Mariscal Rommel), en el sector sus cuatro Regimientos antiaéreos y 24 Baterías antiaéreas de ls Países Bajos-desembocadura del Loira; y el Grupo de de los últimos modelos podían constituir una notable poten cia de fuego para la defensa antiaérea y contracarro en el Ejércitos “G” (Coronel General Blaskowitz), en el sector des del Loira-frontera española-Mediterráneo-Alpes. sector comprendido entre el Orne y el Vire. Goering se lo negó. embocadura El Mando de las fuerzas navales del Oeste (Almirante Kran La Marina de guerra envió al final de mayo algunas embar ke) recibía las órdenes directamente -de la Jefatura de Marina, caciones ligeras improvisadas, portadoras de piezas de artille y la tercera Flota aérea las recibía directamente también de ría, a las aguas de la desembocadura del Vire. Rommel creía poco en la posibilidad esperada por Hítier de Goering. De esta manera, las operaciones navales o aéreas no un desembarco enemigo en la zona del cabo Gris Nez. El creía podían ser dirigidas, ni• siquiera coordinadas, por el Jefe de las que el enemigo, a pesar de la mayor proximidad a sus bases fuerzas del frente del Oeste, ni tampoco por el Jefe del Grupo de partida de esta zona, no iría a chocar precisamente con la de Ejércitos “B”. Los Mandos sólo estaban informados parcial zona más fortificada por los alemanes. En la Bretaña, a pesar mente, y a veces demasiado tarde, de las intenciones de aque llas dos armas. Asíse daba a veces el caso de hacer propuestas de las favorables condiciones portuarias, tampoco pareció pro sobre ellas sin saber si se contaba con la autorización corres bable un desembarco, en atención a lo limitado de las posibi pondiente. lidades operativas una vez ya en tierra. La noticia procedente El Mariscal Rommel había recibido el encargo especial de de la 0KW de que el enemigo desembarcaría con fuerzas -más potentes en la costa de Bélgica y en la desembocadura del Es- Hítler de inspeccionar la capacidad de -defensa de todo el calda fué tomada con reserva por parte del Alto Mando del frente Oeste, desde Dinamarca, pasando por el golfo de Vizca ya y los Pirineos, hasta la frontera de los Alpes, y esto hasta Grupo de Ejércitos: En contra de tal punto de vista hablaba claramente la concentración en masa de las embarcaciones de en sus más mínimos detalles. En realidad, no se le investía de desembarco en los puertos del sur y el oeste de Inglaterra y la suficiente autoridad; pero tenía, en cambio, la obligación de informar inmediatamente a Hítler o al Alto Mando de las en el País de Gales, así como también el cuadro de la actividad fuerzas armadas. En realidad, esto era dar una lección al Ge aérea enemiga. neral en jéfe del frente Oeste. El Mariscal - Rommel creía que podían producirse varios des El Jefe del territorio de Francia (General de Infantería embarcos parciales simultáneamente, o bien escalonados én el K. Heinrich von Stülpnagel), el de Bélgica y Norte de Fran tiempo, pero en estrecha dependencia entre sí, y que además había que contar con operaciones fingidas. Consideraba al cia (General de Infantería Alexander von Falkenhausen) y el trozo de costa comprendido entre el Somme y la rada de de los Países Bajos (General de Aviación Christiansen) depen dían militarmente del Jefe del frente Oeste; pero para todos St. Malo como especialmente peligrosos. los asuntos relacionados con la ocupación y utilización del te Fuera de la zona del Grupo de -Ejércitos se anunciaban sínto mas de invasión a ambos lados del estuario del Gironda y en la rritorio dependían directamente del Alto Mando de las fuer costa del Mediterráneo. La posibilidad de un desembarco en zas armadas. La parte “ejecutiva” en los países ocupados la ejer cían desde 1942 los altos Jefes de las S. S. y de la Policía, por la zona de Burdeos fué desechada como improbable. En cam bio, una invasión por las costas del Mediterráneo, seguida de medio del Servicio de seguridad; dichos Jefes recibían las ór denes directamente de Himmler, sin que las autoridades mili operaciones a ambos lados del Ródano, con objeto de distraer tares tuvieran conocimiento de las mismas. Así, por ejemplo, fuerzas del frente Atlántico, fué considerada como segunda sucedía, con las cuestiones de las deportaciones y ejecuciones, posibilidad y se tuvo en cuenta para los estudios de defensa. Las demás probabilidades sobre las directrices del Mando que el Jefe supremo del Oeste se encontraba ante hechos con aliado las enjuiciaba así el Mariscal. Después de conseguido el sumados la mayoría de las veces. Además, los altos Jefes de las S. S. y de la Policía vigilaban desembarco (ya fuera al norte o al sur del Sena) y de haber estrangulado la Bretaña, se intentaría alcanzar, como primer por medio de agentes el Servicio de seguridad de la Wehrmacht. La Organización Todt trabajaba igualmente, amparándose objetivo, la zona de París, para desde ella, y una vez recibidos refuerzos, marchar sobre Alemania. La conquista de París y en que recibía órdenes directas de Hítler, según las indicacio sus alrededores parecía decisiva para los aliados, en opinión de nes del ministro de Armamentos y Municiones o del Alto Mando de las fuerzas armadas (0KW); El Jefe supremo del Rommel, desde el punto de vista operativo, político o psico Oeste tampoco podía, en este caso, más que dar indicaciones, lógico pero no órdenes. Una muestra de esto es la poca eficacia que tuvieron las fortificaciones de la costa y de las islas del Canal de la Mancha. El Mandoy las fuerzasalemanasen el Oeste. El Grupo de Ej5rcitos “B” no podía ordenar nada sobre las La “Orden de campaña” de Hítler para el frente Oeste decía: fortificaciones a realizar a lo largo de su frente defensivo de más de 2.000 Km., siño que tenía que recurrir a solicitarlo de La batalla decisiva se dará en el “Atlantikwall” (muro atlán tico), o sea que la defensa deberá organizarse a lo largo de la la Organización Todt, la cual estaba “superorganizada” y so bresaturada de gente, y realizaba las obras pensando sólo en costa, como línea principal de resistencia, la cual hay que con servar a todo trance. Los intentos enemigos de invasión deben la construcción en sí y despreciando, en cambio, las exigencias hacerse abortar antes y durante el desembarco, y las fuerzas militares. El ministro del Reich Speer intentó demasiado tarde -pedir ayuda. que logren tomar tierra en puntos aislados deberán ser auto En la retirada de Francia, muchas veces los Mandos supe máticamente contraatacadas y destruidas. riores de las S. S. y de la Aviación se retiraban a posiciones En el frente Oeste se prohibió toda libertad operativa: se ordenó mantener a toda costa cada metro de terreno. Los planes muy a retaguardia o ya. en Alemania, sin tener en cuenta la situación de las Unidades, y de esta manera se tenía la sensa operativos que fueran consecuencia de un supuesto éxito ene ción de una verdadera fuga, que únicameñte los Mandos di migo en el desembarco y estuvieran encaminados, por consi guiente, a interceptar sus planes en el suelo de Francia, fueron rectos de las tropas intentaban detener. Bajo estas desgra - ciadas condiciones de mando, muchas veces no podían Ile también prohibidos. varse a la práctica las órdenes dadas tal vez en el último mo De esta forma, toda expansión de la imaginación fué pros crita. La experiencia de los restantes teatros de operaciones mento por el Jefe de las fuerzas del Oeste. El Mariscal Romrnel insistió repetidas veces, por escrito y mostró - claramente que sólo con daño propio podía renunciarse de palabra, cerca de los tres Ejércitos de su sector, para ver de a la libertad operativa. llegar definitivamente a un esfuerzo común’ en la defensa de El mando de las fuerzas armadas inglesas tuvo planes mu cho más maduros sobre la defensa contra un hipotético des- aquella parte del frente y para que estas tres mencionadas fúerzas y la Organización Todt estuvieran directamente a sus ordenes. Estas indicaciones, después de muchas evasivas, fue ron rechazadas de una manera terminante. Hitler quería man tener inestables las condiciones de los Mandos; no quería de ninguna manera poner demasiada autoridad ni demasiadas fuerzas en una sola mano, y menos aún en las manos de Rom mel. La defensa fué sacrificada a la desconfianea del Führer. En virtud de este divide et impera, perdió también el Oeste la unidad de mando y se dió paso a la disgregación de las fuerzas. r. Las fuerzas armadas de los Países Bajos, con i Mando general (LXXXVIII), 2 Divisiones de Infantería (347 y 709) y x División de Campaña del aire (la x6). El Jefe, General de Aviación Christiansen, llamado por las tropas “Krischan”, se distinguió en la primera guerra mundial como Comandante de un crucero auxiliar y consiguió la conde coración “Pour le Mérite”; más tarde se hizo aviador naval. Después de 1933 pasó de nuevo a activo como Mayor General y se le empleó en altos puestos de la Luftwaffe. Era franca mente un buen marino, pero no tenía la formación ni el espi ritu de un Jefe de Ejército; por tanto, no podía entender la II conducción de la guerra en tierra. Su nombramiento para ese El MariscalRommely el E. M. del Grupode Ejércitos«3». cargo lo hizo Goering, sin tener en cuenta para nada las exi gencias militares, con objeto de tener un enlace por interme dio de uno de los procónsules de su confianza. Su Jefe de E. M., El puesto de mando del Grupo de Ejércitos “B” estaba muy Teniente General Wühlisch, procedente del arma de Caballe cerca del frente, en el castillo La Roche Guijon, que se en cuentra en un gran recodo del Sena, entre Mantes y Vernan, a ría, trataba de compensar aquella falta de conocimientos. El 6o Km. aguas arriba de París. El castillo de los duques de La Comandante en jefe le dejaba amplia libertad de acción. 2. El i Ejército, con 4 Mandos generales (LXXXIX, Rochefaucauld es una estancia señorial normanda que se re monta al año iooo, y cuya fachada posterior se apoya en la LXXXII, LXVII, LXXXI). En el frente tenía 6 Divisiones de Infantería (la 70, que se componía de soldados enfermos del roca viva. estómago, pero que a pesar de sus dolencias se batieron valien En dicho castillo se instaló únicamente lo más indispensa ble del E. M., ya que el Mariscal no lo mandó desalojar, y la temente, y las 47, 49, 344, 348 y 711); 2 Divisiones de campaña de la Luftwaffe (x7 y i8). A retaguardia contaba con 8 Divi familia de los duques siguió habitándolo. siones de Infantería (64, 712, 182 de reserva, 326, 331, 85, 89 El Mariscal ocupaba un modesto departamento a ras del sue lo, que daba a una terraza con rosales. El E. M. del Grupo de y 346) y i División de campaña de la Luftwaffe (la i9). El Jefe del 15 Ejército, Coronel General von Salmuth, había Ejércitos se había constituído únicamente como un pequeño grupo de trabajo. Se componía del Jefe del E. M., Teniente Ge acumulado, tanto en paz como en guerra, una gran experien cia táctica y operativa. Había sido Jefe del E. M. del Mariscal neral Hans Speidel; los Coroneles von Tempelhoff, Stanbwas von Bock en la campaña occideñtal de 1940; en 1941 estuvo al ser, Freyberg; los Generales de las Armas Latlmann (Artille ría), Meise (Zapadores), Gehrke (Transmisiones); el Asesor de la frente del XXX Cuerpo de Ejército, en la campaña de Crimea, Marina Vicealmirante F. Ruge, y además, un Oficial de E. M. de y en el invierno crítico 1942-43 mandó el segundo Ejército en Aviación, los Ayudantes y el Oficial encargado del Diario de el sector de Kursk. Allí fué relevado del mando por ponerse en Operaciones. En contra de lo ordenado, el Grupo de Ejércitos no duda injustamente su “energía y carácter”. Era enemigo del Nacionalsocialismo y preveía la catástrofe que se avecinaba. tenía en su E. M. ningún alto Jefe nacionalsocialista. Por este 3. El 7.° Ejército, con 3 Mandos generales (LXXXIV, hecho fué también inculpado más tarde el Jefe del E. M. du LXXV, XL) y teniendo en el frente el 2.° Cuerpo de para rante el juicio seguido por la Gestapo. El Mariscal Model introdujo inmediatamente después de su caidistas y 8 Divisiones de Infantería (716, 352, 243 incomple toma de posesión del Mando este “órgano de inspección”, que ta, 319 en las islas del Canal, 266, 343, 265). En retaguardia tenía la misión de tener constantemente informados a Himmler tenía 2 Divisiones de Infantería (84, 353); la 91 División, aero transportada, y más tarde 2 Divisiones de paracaidistas. El Co y Borman. El trabajo en el seno del E. M. se realizaba lleno de armonía mandante en jefe, General Dollmann, procedía del arma de y de mutua simpatía y comprensión; a los colaboradores se les Artillería. Estaba bien impuesto en todas las cuestiones del Mando y los EE. MM; pero no tenía más experiencia opera dejaba la mayor libertad de acción posible. La jornada del Ma tiva que la del paso del Rin superior en la campaña de 1940. riscal en las “tranquilas” semanas que precedieron a la inva Estaba muy delicado de salud. Los métodos de Hítler le ha sión era de un trabajo sin punto de reposo. Casi diariamente visitaba a sus tropas, apenas sin escolta, bían afectado hondamente como persona y como soldado. Murió el 29 de junio de 1944, de un ataque al corazón, en su acompañado únicamente, por regla general, de su ayudante, Capitán Langs, y a veces también por el Vicealmirante Ruge. puesto de mando. Unos días antes, Hítler había ordenado su relevo, orden que el Mariscal Rommel no atendió. Partía a las cinco o seis de la mañana, después de haber des Como Unidades blindadas, contaba el Grupo de Ejércitos en ayunado, sólo con su Jefe de E. M., y haber tratado entrambos su sector con el “Ejército de las tropas acorazadas del Oeste”, de los problemas más acuciantes. Con una corta pausa, en al con un Mando general (r.er Cuerpo acorazado de las 5. 5.) y gún sector de sus tropas continuaba su recorrido hasta la no Divisiones acorazadas (r 5. 5., 12 5. 5., 21 y iró). En Fran che. Después de su regreso empezaban las conferencias hasta su frugal cena, que realizaba igualmente en la intimidad de cia, al sur del Loira, se encontraban el LXIII Cuerpo acora su E. M. El Mariscal comía diariamente en el círculo de sus zado con las Divisiones 9 y ir, y las 2 y 17 Divisiones acoraza más íntimos colaboradores, en general, de io a 12 Oficiales, a das de las 5. 5., que estaban en parte en período de reorgani los que se solían unir algunos invitados. Era muy parco en la zación. El Jefe de las tropas acorazadas del Oeste, General Geyr von comida, bebía poco y no fumaba jamás. En la mesa no man Schweppenburg, se encontraba en París con un E. M. de ins tenía conversación alguna. Después de comer daba un paseo trucción que más tarde estaba previsto que pasara al E. M. Tác nocturno y, después de sostener nuevas conferencias, se entre tico. Para las cuestiones de instrucción y organización depen gaba temprano al descanso. Durante sus visitas al frente explicaba a los Oficiales y a día del General inspector de las tropas acorazadas, Coronel las tropas la situación y disponibilidades propias, y tenía la General Guderian, y para las cuestiones de empleo, del Coman dante en jefe del frente del Oeste. virtud de saber mantener el justo término medio entre la ala El General Geyr von Schweppenburg tenía una personali banza y la crítica. Daba especial importancia al comportamiento de la tropa dad que se salía de lo corriente, y cuya fuerza radicaba en sus con la población civil. Repetidamente insistía sobre las leyes conocimientos políticos y castrenses, asi como en la experien de humanidad, tanto en guerra como en la paz, y defendía el cia sobre los modernos medios de combate. Como agregado mantenimiento de los derechos de los habitantes del país, así militar en Londres, había informado siempre con valentía so como la caballerosidad, conceptos que se habían hecho algo bre el aislamiento cada vez mayor en que se iba dejando a Alemania. Sus advertencias produjeron el que fuera llamado extraños en nuestros tiempos y que incluso, para la mentali de Londres. dad de Hitler, eran considerados como síntomas de debilidad. En la totalidad del frente atlántico, de unos 4.000 Km. de longitud, había unas 6o Divisiones de Infantería “de posición”. Se componían de reemplazos viejos y con muy poca experien Ejército de tierra. cia de campaña. Su instrucción, a cargo muchas veces de ins Del Jefe del Grupo de Ejércitos “B”, Mariscal Rommel, de tructores anticuados, no correspondía a los cometidos que les pendían en abril de 1944 2 Ejércitos con 8 Mandos generales, esperaban. El equipo era muy precario y estas Divisiones se 24 Divisiones de Infantería y 5 Divisiones de campaña de la asemejaban al tipo de División de Infantería de finales de la Luftwaffe. En detalle: anterior guerra mundial. Con un material hipomóvil insufi ‘74 ciente, apenas si podían atendera sus ne cesidades de aprovisionamiento. No esta ban en condiciones, en una palabra, de enfrentarse con un enemigo que era de suponer estuviera motorizado, si la ba talla se desarrollaba en forma de guerra de movimiento. El Mariscal Rommel ha bía informado répetidamente al 0KW so bre esta cuestión, y a Hítler, personal mente, tampoco le había ocultado nunca la inutilidad de estas Divisiones en una guerra moderna. Todas sus indicaciones fueron desoídas. Hítler sostenía que a las tropas .e posición lo único que incumbía era “dejarse matar en sus puestos” y que, por tanto, no tenían necesidad alguna de “movilidad”. Las Unidades acorazadas no estaban suficientemente formadas: les faltaban Mandos instruídos y su material era tam bién deficiente. A pesar de todo, el valor combativo de estas Divisiones acorazadas era superior al de las tropas “de posición” y podía contarse con que su valor era, al menos, un 30 por roo del de las antiguas formaciones acorazadas de 1940-41. En su instrucción se notaba, sobre todo, la falta de colaboración, tan necesaria, con la Avia ción; cosa que, en cambio, había desarro llado el enemigo de una forma notable. Los mandos de la Luftwaffe mostraron en esta ocasión tener muy poco sentido. Al faltar la unidad de mando de las fuerzas armadas, no fué posible la realización de la acción de conjunto entre el Ejército de tie rra y la aviación, y faltó la cooperación incluso en un terreno en donde es tan ne cesaria como en el de las transmisiones. La Marinadeguerra. La Armada alemana se encontró du rante toda la guerra ante el trágico dilema del quiero y no puedo. Con arreglo a su fuerza y condiciones estratégicas, sólo podía ser un arma auxiliar. Pero, al prolon garse la guerra, recayeron sobre ella misiones que sobrepasaban los primitivos cometidos previstos por Hitler. Después de la marcha del gran Almirante Raeder, el cual se había mantenido adrede al margen de toda política, le faltó a Hítier el suficiente contrapeso técnico. Más que el Ejército de tierra, la Marina de guerra alemana acusó desfavorablemente la influencia de las ideas políticas -de sus mandos. Esto se puso bien de manifiesto al ser nombrado más adelante el gran Almirante Doenitz como sucesor de Rae der, en contra del deseo y opinión de este último. La sobrestimación de que era objeto la Marina tenía sus profundas raíces en el hecho 4e que desde la marcha de Biom berg ya no había, en realidad, ninguna coordinación en la di rección de las fuerzas armadas y, con ello, ningún puesto des de donde se señalaran claramente, a cada uno de los tres Ejér citos, sus cometidos. La falta de unidad de criterio en los pro blemas de la dirección de la guerra tenía que conducir fatal mente a consecuencias peligrosas. La Marina de guerra, igual que la Aviación, vivía su propia vida y no siempre era suficien temente comprensiva respecto a la necesidad de una dirección única para las tres fuerzas armadas. El Jefe de las fuerzas navales del Oeste, Almirante Krancke (cuyo Jefe de E.. M. era el Contraalmirante Hoffmann), siguien do las indicaciones de Doenitz, era muy celoso de su indepen dencia y no se decidió a prestar una ayuda de envergadura cuando sonó la hora de la desgracia. En lugar de poner sus tropas del servicio de vigilancia de París (alrededor de 5.oOo hombres) a disposición del frente en peligro, el Almirante Krancke las ofreció el 20 de julio de 1944 para relevar a las del servicio de seguridad y ocupación de Francia. Las fuerzas navales del Oeste se componían de algunos destructores, ro a 1-5 torpederos, algunas flotillas de lanchas rápidas, un cierto número de dragaminas, patrulleros, buques cisterna y biuques taller. En caso de invasión, 40 submarinos deberían partir de al costa atlántica. En su momento, sólo seis de ellos se hicieron a lamar, sin que lograran tener éxito, bajo la aplastante su perioridad aérea y naval del enemigo. El esfuerzo y el rendi miento de los submarinos no podía ya compararse con sus pérdidas. Ya hacía mucho tiempo que no se podía realizar exploración alguna, ni naval ni aérea, en el océano. Con objeto de tomar la delantera, los aliados realizaron un fuerte ataque aéreo en la noche del 14 de junio de 1944. Durante el mismo, fueron destruidos en Pier y en los “bunker” de subma rinos de El Havre 38 unidades de superficie, entre las cuales se encontraban 4 torpederos. Casi la totalidad de los torpederos y las lanchas rápidas fueron puestas fuera de combate en el mismo ataque. Las fuerzas aéreas enemigas que llevaron a cabo este ataque lo hicieron volando a baja altura y in que fueran estorbadas en su labor de destrucción. El 29 de junio, según datos del gran Almirante Doenitz, fa cilitados al Mando supremo, la Marina de guerra disponía, en el Oeste, de i torpedero, 12 lanchas rápidas y 8 submarinos equipados con “schnorkel” (el aparato más reciente de aquella época contra la localización por radar). El gran número de Jefes de la Marina, que no correspondían en forma alguna ni a la fuerza ni a las misiones reales de esta Arma, había de con ducir indefectiblemente a grandes diferencias entre los diferen tes Mandos. Un ejemplo de esto es la cuestión de la dirección de los fuegos de la artillería de costa. La Marina de guerra asu mía el mando y dirección de fuegos de artillería, en tanto que el enemigo se encontraba en el mar. Pero tan pronto como se conocía que aquél había logrado desembarcar, dicha dirección de fuegos pasaba al Ejército de tierra. Este sistema conducía, durante el período de preparación, a irregularidades e incerti dumbres entre las artillerías de ambos Ejércitos: tierra y mar (elección de las posiciones de fuego, de los observatorios, del municionamiento, etc.). El Grupo de Ejércitos “B” había intentado repetidamente derogar este sistema, pero Rommel fué uiempre desoído por Hítler. El Grupo de Marina del Oeste estaba completamente equivo oBre,7,ea < ØP&404 o 0Rei)r PAA/8 ñatison’ o 24 A5RJL. Or/eów$ / — /0/11’1 o, 0Hiiaic» ¿ai7gP&50 :‘ Dij’’ñ0 •• ‘i’MAYQ 5UDAPtS e ) EL TERGM TRENTt ¿be& tís /a ret,2’ao’a germ72 (Jep’izare %94) 0 ¿9017 o 4 Toji/0!jse o cado respecto a los alcances de la artillería de los barcos ene migos disparando contra tierra. Los datos que poseía dicho Grupo de Marina expresaban que, con costas acantiladas, los alcances serían de unos 15 Km. tierra adentro, y que cuando se trataba de costas suaves, dicho alcance sería de alrededor de 20 Km. La realidad hizo conocer, sin embargó, que los verda deros alcances estaban entre los 35 a 40 Km. Los combatien tes del sector de Caen saben bastante sobre esto. La Aviaciónalemana. Su empleo y posibilidades de acción se habían convertido, tanto en el Oeste como en el propio Reich, en el problema más candente. No era posible obtener del Alto Mando de la Luf t waffe (OKL) ninguna información clara de sus posibilidades, de su fortaleza o de sus misiones. El Mariscal Goering eludía toda declaración. En los meses decisivos no adquirió ninguna impresión personal directa, sino que intentó dirigir toda la Aviación desde Prusia Oriental. Tampoco podía realmente ha cer declaraciones claras, ya que, al parecer, no estaba suficien temente orientado sobre su propia Arma. La tercera Flota aérea (Mariscal Sperrle) estaba directamente a las órdenes de Goering. El 0KW (Alto Mando de las fuerzas armadas) sólo tenía sobre ella un mando condicionado. El Ma riscal Sperrle era una personalidad de vitalidad poco común; pero a medida que iba comprobando las malas condiciones del Mando, iba cayendo cada vez más en un amargo sarcasmo. Procuraba ayudar, como buen camarada, allí donde le era po sible, pues compartía las ideas políticas de Rommel. El i8 de agosto fué depuesto por Hitler, haciendo de “cabeza de turco” entre éste y Goering. Por parte alemana, y según informes autorizados de la ter cera Flota aérea, de los oo aviones que había en total en el Oeste, sólo estaban en vuelo unos 90 bombarderos y 70 cazas. Estos aparatos, por otra parte, no servían para nada, dada la superioridad aérea enemiga. La promesa hecha por Hítier al Jefe del Grupo de Ejércitos “B” el 1 de abril de 1944 sobre en vío de oo cazas a reacción no llegó a realizarse. 76 Z,’e& eo ‘ze o;x L,»&’ 7 m&Y/.x’o6 /frpzo oo 1.95 U,W7»O° /?u$oLryIng/o-$aj7,7e$ Los aliados apoyaron el 6 de junio sus operaciones de des embarco con unos 25.000 vuelos. Las Aviaciones de Gran Bretaña y de los Estados Unidos dominaban el espacio desde la primavera de 1944 y hacían imposible toda actividad aérea por parte de los alemanes. Ya no había que pensar en obtener una información aérea sa tisfactoria volando sobre las Islas Británicas, sobre sus puer tos o sobre la vecina costa atlántica enemiga. Tampoco se dis ponía de fuerzas aéreas de combate suficientes para oponerse a las ininterrumpidas incursiones enemigas, ni para obtener la menor información, aunque fuera momentánea. Los cazabombarderos enemigos, bien equipados de personal y con muy buena técnica, interceptaban todo tráfico durante el día y originaban elevadas pérdidas. Las formaciones de bombarde ros destruían los nudos de comunicaciones por ferrocarril o carretera, así como las defensas costeras, tan fundamental mente, que el problema del abastecimiento, en caso de inva sión, había de ser fatalmente insoluble. Las destrucciones de las estaciones ferroviarias, al oeste de la línea Bruselas-ParísOrleáns, hacían imposible ya, a partir de mayo, el suministro regular por vía férrea. Para sustituir este tráfico, a base de convoyes por carretera, no se disponía ni de espacio suficiente ni de combustible. Esta falta de abastecimientos fué ya una de las causas de la catástrofe en las campañas de 1942 en Africa y Rusia, así como también, más tarde, en la guerra de movi miento en el Oeste. Todos los pasos del Sena aguas abajo de París, así como to dos los puentes del Loira por debajo de Orleáns, habían sido destruídos antes del 6 de junio por ataques aéreos. No se habían podido sustituir estos puentes, a pesar de todos los es fuerzos, ni se disponía tampoco de suficiente material de pon toneros. La Aviación enemiga aumentaba sus ataques de día en día contra la Metrópoli y países ocupados. Pero es necesario hacer constar que, pese a la aplastante su perioridad enemiga, los pocos aviadores alemanes disponibles estaban siempre en sus puestos y despegaban de sus bases, aun sin ninguna perspectiva de éxito, tanto como se lo permi tían los destrozos causados en las pistas de aterrizaje por las bombas aliadas. El Mariscal Rommel no dejó jamás de advertir repetidamen te a Hitler, en sus informes verbales o escritos, la importancia de los combates en las tres dimensiones y la inferioridad en que nuestra Aviación se encontraba. Al mismo tiempo hacía comparaciones con la experiencia de las operaciones y abaste cimientos en Africa. Expuso a Hítler “que en el quinto año de guerra debían darse clara cuenta también progresivamente las más altas jerarquías de la Wehrmacht de que la colaboración de la Lugtwaffe con el Ejército de tierra era cosa decisiva no sólo para los combates, sino para la totalidad de la guerra”. Todos los ruegos y advertencias fueron desoídos. Se le contes taba siempre con promesas sobre nuevas armas y sobre sumi nistro de miles de aparatos de caza por reacción. Romrnel no se satisfacía con las alusiones a las “armas mi lagrosas” y demandaba constantemente del ministro Speer información sobre el estado de los inventos o desarrollos, así como sobre el probable momento de su puesta en acción. Con ocasión de esto fué advertido de que, respecto a la bomba ató mica, una cosa eran los desarrollos de los científicos y otra su fabricación. El profesor doctor Otto Hahn había conseguido desarrollar, ciertamente, el método científico; pero para llevarlo a la práctica le faltaba a Alemania el gigantesco potencial in dustrial que, como se sabe, empleó Norteamérica. Las instala ciones de electrólisis, establecidas en Noruega, fueron destrui das en sus comienzos, en la primavera de 1943, por tropas de zapadores inglesas y noruegas, y después de reparadas lo fue ron nuevamente, y ya de una manera definitiva, en octubre de 5943, por ataques aéreos. El profesor doctor Werner Heisen berg, de Góttingen, dijo: “Se nos ha preguntado, por parte de ingleses y americanos, por qué razón no se intentó también en aquella época en Alemania producir bombas atómicas. La sen cilla respuesta que puede darse, a esto es la siguiente: Porque, durante la guerra, eso era irrealizable.” Hay que tener en cuenta además la falta de dominio aéreo. Según la experiencia del primer lanzamiento de bomba ató mica, en agosto de 1945, por las fuerzas aéreas norteamerica nas, era necesario disponer de una gran fuerza en el aire para poder llevar la bomba a su objetivo. Rommel protestaba también constantemente, de palabra y por escrito, contra el gran dispendio de personal de la Luft waffe, que en el Oeste, por ejemplo, mantenía una desmesu rada red especial de transmisiones, con más de 50.000 hom bres. Los servicios de retaguardia de la Aviación, que conta ban en el Oeste con un total de 300.000 hombres, no represen taba, como es corriente en estos casos, diez veces el personal en vuelo, sino• cien veces dicho personal. Esto se explica úni camente por la exigencia de Goering, que, al igual que Himmler, quería crearse un patrimonio propio; tendencia ésta a la que se sienten siempre inclinados los magnatés de toda re volución. El tercer Cuerpo de Artillería antiaérea estaba a las órdenes de la Luftwaffe, en contra de toda razón de sen tido común y de las necesidades del Grupo de Ejércitos, y re cibía las órdenes directamente de París (tercera Flota aérea) o de Goering (desde Prusia Oriental). El Cuerpo de Ejército de Artillería antiaérea estaba en posición desfavorable al ini ciarse la invasión, y no pudo moverse con suficiente rapidez. El empleo en masa de su considerable potencia de fuegos hu biera sido de gran importancia en los primeros días de la in vasión. Pero en aquellas condiciones no fué posible disponer de esta arma tan importante, con dirección de fuegos única, tanto en misiones terrestres como antiaéreas, y en los pun tos neurálgicos del combate. El Comandante en jefe del tercer C. de E. Antiaéreo fué llamado junto a Goering durante los éombates de Normandía, sin que el Grupo de Ejércitos tuviera conocimiento de ello, y estuvo muchos días ausente. En el aire se repitieron, aún en mayor escala, los mismos cuadros de Africa e Italia. El enemigo dominaba el espacio, sobre el frente, sobre los países ocupados y sobre Alemania. Los aviadores alemanes habían desaparecido del cielo. A causa de los errores en los planes, en la organización y en la dirección, la Luftwaffe estaba ya vencida, antes de la ba talla decisiva. Todas las empresas autónomas de la “guerra aérea operativa” tan diversas fracasaron. La guerra aérea so bre Inglaterra después de la evacuación de las tropas es(pedi cionarias en Dunkerque en 1940; la “eliminación de la Ar mada británica”; la batalla sobre el Atlántico; la defensa con tra las incursiones anglonorteamericanas -sobre la Metrópoli; los abastecimientos por vía aérea de Stalingrado, Tscherkassy, Crimea y Africa, son otros tantos tristes eslabones de este proceso histórico. La aviación anglosajona, por el contarrio, aceleró ac tivamente en el Oeste y en Alemania la decisión de la guerra. II El murodel Atiéntico. El “Atlantikwall” era una fortificación lineal costera de dis tintos valores defensivos. En aquellos puntos en donde el 0KW suponía podrían .realizarse los desembarcos y ser los cen tros de gravedad de los combates (a lo largo del Canal, sobre todo junto al cabo Gris Nez, en la desembocadura del Sena, en el bastión septentrional de la península de Cotentin, en el grupo de islas ante St. Malo, en Brest y en Lorient), las obras eran buenas. Por el contrario, al hacerse cargo Rommel del mando, la costa de Calvados, y sobre todo el terreno delante de Bayeux, estaban casi sin fortificar. Hítler, en 1941, había señalado las playas como línea princi pal de resistencia. Sin embargo, dada la longitud de la costa, sólo podía realizarse en ellas la construcción de un sistema de puntos de apoyo. La costa del Canal y el grupo de islas ante St. Malo (Jersey, Guernesey y Sark) debían convertirse, con arreglo a un plan de ocho años, en las “más formidables forti ficaciones”. Esta era la voluntad de Hítler. Así nacieron los “grupos ofensivos de Baterías”, en el cabo Gris Nez, con las Baterías: Lindemann (3 cañones de 406 mm.), Gran Kur fürst (4 cañones de 280 mm.), Todt (4 cañones de 380 mm.) y Federico Augusto (3 cañoneS de 303 mm.), como apoyo del frente del Canal. En las pequeñas islas antes mencionadas del Canal había en la primavera de 1944 II Baterías pesadas con 38 piezas, en tanto que en esa misma época, en todo el frente que se ex tiende desde Dieppe a St. Nazaire, o sea más de 5.000 Km., sólo había otras tantas Baterías con un total de 37 piezas. Como guarnición se había previsto una División, reforzada con un Regimiento acorazado y otro antiaéreo. No se construye ron aeródromos en las islas, a pesar de que éstas sólo hubie ran podido tener importancia como bases aéreas. Rommel era un enemigo enconado de la fortificación de estas islas, y pre conizaba la retirada de la guarnición, que estaba inútilmente “jugándose la cara”. Todas las obras de las fortificaciones adolecían de la falta de una idea directriz, de escasez de materiales; pero, sobre todo, sufrían las consecuencias del confusionismo existente por la competencia entre los Mandos. En 1944, sobre las costas abiertas sólo existían algunas for tificaciones en forma de puntos de apoyo, con estaciones de radar, puestos de mando y emplazamiento de Bat€rías. Los abrigos estaban construidos en plan de fortificaciones ligeras de campaña, y, a causa de la escasez de materiales, rara vez estaban reforzados con hormigón. Los espacios entre dichos puntos de apoyo eran a veces de varios kilómetros. La Marina de guerra había clasificado la costa comprendida entre el Orne y el Vire, a causa de su constitución geológica (acantilados y escollos) como no peligrosa para un desembarco. Ese sector, de cerca de 50 Km. de extensión, sólo estaba guar necido por una División y media. Rommel quedó desilusionado después de su primera visita de inspección a todas las fortificaciones del Atlantikwall, en el invierno 5943-44, y procuró recuperar lo perdido por medio de trabajos de zapa con las tropas, particularmente en las cos tas de Normandia. Pensaba constantemente en crear medios para dificultar el desembarco enemigo. Todas las medidas para la defensa de las costas, esto es, los planes y la ejecución de las fortificaciones, fueron dejadas en manos de un ingeniero, que no tenía ni instrucción táctica ni estratégica, ni poseía tampoco la necesaria visión de conjunto sobre la situación total de la guerra, y al que faltaban, por úl timo, la experiencia y la colaboración con las fuerzas armadas. En los años 1945 a 1943 no se llegó a un plan único de forti ficación, a causa de las encontradas opiniones de la Marina, del Ejército y la Organización Todt, sobre todo en lo concer niente a la colocación y empleo de las Baterías. Rommel consiguió imprimir una conipleta transformación en torno a es tos problemas. El no sólo se interesaba profundamente por esta cuestión, sino que tenía además unos amplios conocimien tos técnicos sobre la materia que creaban alguna intranquili dad en los profesionales. Sus órdenes iban acompañadas de di seños de su propia mano; se hicieron toda suerte de innova ciones y sugerencias. Se establecieron obstáculos delante de las playas, con objeto de estorbar los desembarcos, colocando una especie de “arrecifes coralíferos” artificiales. Los accesos probables, por aguas poco profundas, fueron minados y se preparó también la destrucción de los puertos. 77 La línea de marea alta de las playas se convirtió en la línea principal de resistencia con una serie de puntos de apoyo mi nados a lo largo de la costa. La potencia de fuegos artilleros rio se podía reforzar mucho, sobre todo a causa de la falta de ele mentos de dirección, y por cada i8 6 20 Km. sólo había una Batería. Pero también en este terreno procuró el Mariscal me jorar en lo posible las condiciones, y aceptó la iniciativa, par tida de la tropa (21 División acorazada), de disponer lanza cohetes improvisados (“Organos de Stalin”) con acción sobre el mar. Pero la ejecución de esto llegó demasiado tarde. El peligro creciente, originado por los ataques en masa de la aviación enemiga, se procuraba compensar con un mayor escaqueamiento de las tropas y de sus alojamientos. Contra los desembarcos aéreos que eran de esperar se creó el llamado “frente terrestre”, que completaba la defensa costera en una profundidad de 3 a Km. según el terreno. Con esto se pre tendía eliminar el peligro de que se sumaran los esfuerzos de una posible tropa desembarcada con las procedentes de tierra, llegadas por vía aérea. Como medios antiparacaidistas y con tra los planeadores pesados, el Mariscal Rominel hizo colocar ramas de árboles unidas con cables de alambre y a veces ar madas con minas. Pero los trabajos habían de hacerse en los períodos en que lo permitía la aviación enemiga. Rommel tenía una clara visión de las posibilidades de des embarco u operaciones aéreas, incluso con mal tiempo, e ins truía a sus tropas de acuerdo con ello. De la Marina exigía el minado del mar; pero aquélla se dedicó a minar el estuario del Gironda, en lugar de la desembocadura del Sena. El verda dero minado del mar abierto estaba previsto en forma de “ba rreras relámpago”, que se deberían establecer inmediata’oente antes de una in-vasión. Pero cuando se realizó la invasión de Normandía, dichas barreras faltaron. El empleo ofensivo de las minas, que deberían ser lanzadas desde aviones, fué recha zado por el Alto Mando de las fuerzas armadas. Las posibilidades de realizar inundaciones para la detención de las tropas en tierra estaba condicionado a la naturaleza del terreno. Unicamente en el frente terrestre de El Havre, en el valle de Dives y en la costa oriental de la península de Coten tin era posible la realización de obras para el embalse de agua dulce y estaban en vías de construcción. La inundación a bas de agua del mar era una operación que, según las experiencia de la primera guerra mundial, exigiría más de diez años, y por consiguiente, había de ser evitada por todos los medios. La “propaganda de la muralla del Atlántico” empezó en 1942. cuando se realizó el desembarco de Dieppe, y sé presentó esta operación como un “extraordinario éxito de la defensa”. Fuer zas inglesas del Ejército, de la Marina y de la Aviación lleva ron a cabo una operación de “commandos” de gran enverga dura a ambos lados de Dieppe, con la cual obtuvieron una gran cantidad de información, fijaron las fuerzas alemanas y reunieron una serie de datos necesarios para las ulteriores ope raciones combinadas de desembarco. Las órdenes cogidas al enemigo demostraron claramente la limitación en tiempo y en espacio de este gran golpe de mano británico; pero, desgracia damente, los Mandos del frente del Oeste se hicieron también partícipes de la exagerada propaganda a este respecto, con objeto de desviar la atención de los acontecimientos que se desarrollaban en el frente oriental. Para enmascarar el estado incompleto de las fortificaciones y para despistar al enemigo, Goebbels lanzó al final del verano de 5943 una “ola de propaganda” alrededor de la muralla del Atlántico, tanto dentro como fuera de Alemania. Tomaba como ejemplo el “grupo de Baterías ofensivas” del cabo Gris Mex, con objeto de engañar al pueblo y que creyera que toda la defensa del Atlantikwall respondía a la fortaleza de este sector. Çomo medidas para “despistar” se hizo uso de la propala ción de noticias sobre llegada de nuevas Unidades ficticias; la aparición de Oficiales de E. M. que hacían ver a los diferentes departamentos, incluso a las autoridades francesas de ferroca rriles, que se preparaba la llegada de nuevas Unidades por vía férrea, así como movimiento de columnas de camiones por carretera. Rommel no se hacía ilusiones sobre la eficacia de estas me didas de propaganda, pero consideraba ventajosa toda ganan cia de tiempo. Pero lo que no se comprendía era cómo iban luego a poderse aprovechar o cómo se saldría adelante con los arbitrarios y desenfrenados métodos del ministro de Propa ganda del Reich. GuíabbIiográfica. Máquinasde combustión interna(motores de reacción), por don José Fernández de Bobadilla y Mantilla de los Ríos, ingeniero aeronáutico.—Editorial Dossat, plaza de Santa Ana, 9; dos volúmenes de 6oo páginas aproximadamente cada uno, de 20 X 28; tela; primera edición. Los dos volúmenes, 320 pe setas. Los libros modernos con frecuencia adolecen de uno de estos inconvenientes: o son tratados muy superficiales o, por el con trario, se ciñen a exponer teoría pura; en la mayoría de los ca sos, con unas complicaciones de cálculo de interés relativo, no sólo para el público en general, sino para muchos técnicos. La obra que hoy criticamos huye de ambos extremos, pues aunque él autor desarrolla el cálculo completo de todas las máquinas de combustión interna y aborda problemas de la ma yor importancia y dificultad relacionados con las mismas, lo hace exponiendo las teorías en forma tan sistemática y orde nada, que, aun abordando los problemas más complejos, el lector se adentra sin dificultad en la teoría pura, necesaria no sólo para el cálculo de los motores, sino para su mejor ma nejo y utilización. completísima y siempre con su criterio general de permitir la máxima comprensión de sus explicaciones. Por último, la tercera. parte, que titula Máquinas rotativas, merece comentario aparte, no sólo por su amplitud, sino prin cipalmente por lo que en la misma se estudia. Comienza por hacer una exposición completa de las turbinas de gas, para des pués estudiar con todo detalle los nuevos motores de reacción. De estos modernísimos motores, que posiblemente sean los propulsores del futuro puede decirse que es poco lo escrito sobre ellos, y sobre todo en la forma que se hace en esta obra. En ella se estudian los distintos tipos de reactores desde el punto de vista teórico y práctico, incluyendo las descripcio nes de aquellos que han tenido realisación práctica, en forma tal que, después de estudiados, queda el lector con el conveti cimiento absoluto de quedar impuesto en la materia. Por úl timo, se incluye en esta parte una exposición interesantísima de las máquinas Compound, con las que se consiguen tan ele vados rendimientos, y que es indudable sean los únicos moto res industriales del futuro. Hoy día, en que la motorización de los Ejércitos es obligada el concepto Conocimientos generales, estudia las teorías termo dinámicas más necesarias para el desarrollo de la obra. En la segunda, Motores alternativos o de émbolos, estudia con todo de y que, por lo tanto, el manejo de los motores concierne a todas las Armas y Cuerpos, creemos que el libro de que tratamos es de sumo interés, y, en resumen, constituye una aportación valiosí sima a la necesaria tarea de iniciar en las cuestiones motorísticas a todos los que han de manejarlos o estén interesados por ellos. talle los motores clásicos de biela y manivela en sus distintos tipos; es decir, de explosión, de combustión, de inyección y de gas. A pesar de cuanto se sabe de estos motores, hay mucho Es realmente una satisfacción para esta revista el hacer la crítica de esta obra, no sólo por su importancia, ya que es, sin duda, el primer libro escrito en España en sentido tan am Divide nuevo el autor su libro en tres partes: en esta obra. Especialmente En la primera, bajo los rendimientos, que tan destacado papel desempeñan en el cálculo de un motor, los es tudia el autor de forma tan clara y explicando las diferencias entre cada uno de ellos, que, después de leída la obra, queda bien patente la importancia de los mismos. En general, en toda esta parte expone el autor las distintas materias en forma 78 plio, y posiblemente en el mundo, sino por ser su autor inge niero aeronáutico y prestigioso Jefe del Ejército del Aire, pro cedente del Cuerpo de Artillería de nuestro Ejército, al cual damos nuestra felicitación sincera al par que le deseamos el mayor éxito en la primera edición de su obra y en las que suce sivamente hemos de ver aparecer. Los Pirineos, teatrode guerra. He aquí las cosas pesando en la vida de los hombres. Una gigantesca mole rocosa, al semiaislar un pais del resto del Con tinente a que pertenece, influye de tal modo en la suerte de sus Lijos, que canaliza las invasiones, detiene en parte las corrien tes culturales extranjeras y particulariza las mutuas influen cias, adquiriendo, como consecuencia, una fisonomia especial los hombres acogidos tierras abajo de la cadena montañosa. Ya Michelet dijo: •“Los Alpes, en su espesor, hacen insensible el paso de Italia a Pro venza; pero si se sale de Tolosa, atravesando el Pirineo, al llegar a Zaragoza puede decirse que se ha franqueado un mundo.” Los Pirineos han sido así nuestra ley, nuestro sino, nuestro tajón de Aquiles y nuestro ba luarte. Para bien o para mal, siempre es tán presentes en nos otros. Sin ellos, España hubiera cobrado otra fisonomía, y Europa también. La Historia debe a estos montes muchas páginas, y es que, aunque no se acepte el determinismo geográfico, no se puede ignorar, al estudiar la vida de un hombre, el contorno y la dimen sión de la casa en que habita. Barrera singular, cuyas dos vertientes, muy distintas, pres tan un especial valor defensivo a la meridional. La vertiente española abarca una serie de extensos y profundos contra fuertes, de cadenas paralelas a la principal, de pliegues y siste mas secundarios; laberíntico racimo que es todo un verdadero campo fuerte, con su foso natural—el Ebro—extendido de cabo a rabo. Nada de esto puede decirse del lado francés; aquí, la inclinación rápida de la pendiente es de un 3 por loo, frente a un 7 por ioo del campo español. Así, los Pirineos presentan desde Las Landas francesas un aspecto mucho más majestuoso y erguido que desde las parameras..ibéricas. Ahora parece que estas hoscas montañas, que nos hacían semiafricanos y semieuropeos, según intenciones despectivas, han saltado a escena. El mundo sin paz ha recordado de súbito que existen; pero al hacerlo ha tenido forzosamente que topar con el pueblo español, que bajo ellas habita. ¿Dónde se con tendrá al enemigo oriental en una posible guerra futura? ¡He aquí a los Pirineos! Y es curioso que su actualidad militar adquiera un tinte casi totalmente inédito. Los campos de Flandes, por ejemplo, sa ben bien del ruido de la guerra. En ellos pueden planearse mu chas acciones y siempre habrá la lección de uti pasado cuajado de experienias. En cambio, sobre los Pirineos se combatió poco. En rigor, con un estilo moderno, sólo hubo sobre ellos una gue rra: la de 1793 a 1793. Ahora, el Servicio Histórico Militar la studia, y al hacerlo, y aunque no lo dice, puntúa la actualidad del tema, hace contemporánea una página de la Historia (x). Guerras de España frente a la Revolución francesa, un poco olvidadas. Historiadores galos, inclusive, se duelen de ello. Fervel delata la absorbente atención dada a las luchas de esta época enel Norte y Este, con detrimento de las tenidas en los Alpes y los Pirineos. Pero el mismo pondera la categoría de la campaña, al establecer que, sin los esfuerzos desarrollados en la zona pirenaica, la Revolución hubiera fracasado. Militarmente, la importancia del tema resulta indudable. “La táctica y la estrategia—señala la hora—, premiosa .y com plicada la primera y de escaso campo de acción la segunda, tan características del siglo XVIII, parecen iniciar su franca des (x) Estado Mayor Central del Ejército. tar: Camatice en. los Pisisjeos (1793-1795). (Declarada de Utilidad.)—Madrid, ciones; 57 centímetros; rústióa. Servicio Histórico Mili Tomo 1: Antecedentes. ‘949; 342 páginas, con ilustra aparición, y hay por parte de nuestros ilustres Generales un concepto de la acción militar mucho más amplio, más rápido que el que hasta entonces había podido imperar en el cerebro de los Mandos éuperiores, manifestándose la actividad de nues tro Ejército de un modo mucho más suelto y movido.” Y en cuanto a su influencia moral, basta considerar que “no es posible poder interpretar acertadamente la causa de las va riaciones radicales experimentadas por el alma española a tra vés del siglo XIX, sin conocer afondo y estimar como es de bido la naturaleza y las características del desarrollo de esta guerra”, que, como todas, trajo prendidas de las bayonetas in visibles hojas de propaganda de las ideas entonces en f’or. El primer tomo del estudio abarca el panorama de una épo ca y el escenario de un drama. Los “Antecedentes” se refieren al horizonte político, al mundo militar, a los planes de campa ña y al estudio del terreno, y basta decir que cada detalle está dosificado en la justa medida para que, sin deslumbrar ni ma tar la visión del conjunto, adquiera el relieve debido. Trabajo éste que llena un vacío indudable en nuestra literatura militar y que promete en sus póximos tomos magníficas enseñanzas. Sobrela importancia de la equitación militar. Henos aquí otra vez ante el noble bruto, pleno de memoria y ayuno de inteligencia. La afición al caballo es la base de la Equitación militar; pero ésta, según nuestro Reglamento, “tie ne por objeto adiestrar al soldado en el empleo del caballo como arma de guerra”. Por donde se ve que, par aquél, el Arte Ecuestre no pueda ser considerado frívolamente, cual mera distracción o afición deportiva, sino como un medio de lucha. El auge extraordinario de la mecánica no ha podido despla zar al caballo en el panorama militar. Imposible olvidar las exigencias de la rea lidad, que obligan a convertirse en buen jinete al Oficial pre ocupado desu perfec cionamiento profe sional. El terreno —frente al cual bien poco puede el hom bre—impone en mu chos casos tales ser vidumbres a los me dios mecanizados, que los convierte poco menos que en inútiles, siendo pre ciso acudir entonces al ganado, caballo y mulo. El primero es el animal sempiterno de la guerra, cuya historia sería muy di fícil hacer si ólvidá semos su nombre. La realidad, viva en experiencias, de la reciente contienda mundial aconseja no rebajar la importancia del caballo, insus tituible en determinados servicios y en muchas ocasiones una verdadera “arma” de combate. Todo lo cual exige su conoci miento y una afición indispensable a la Equitación militar. El Comandante Kirkpatrick, huyendo de farragosas teorías y dejándose guiar por su práctica larga en la doma y alta es cuela, establece en un reciente libro (i), como primera regla del Arte ecuestre, el estudio detenido del caballo, su comprensión y su cariño; sin una ancha y vigorosa corriente de simpatía hacia aquél nada es posible, quedando entonces todo groseramente reducido a un violento, antipático e inútil forcejeo, y “montar no es luchar”. La obra está centrada sobre la necesidad de la doma. “En un caballo perfecto, la armonía entre el peso y la fuerza está siempre en su grado máximo; pero en los que tienen algún de fecto de conformación (la mayoría) variará en mayor o menor escala, según sea éste, y la falta de aquella armonía se tradu (i) Carlos Kirkpatrick y O’Donnell: ElArte Ecuestre—Editorial Gran Capitán: Madrid, 1950; 226 páginas, con ilustraciones; CI cen tímetros; tela. 79 cirá en la imperfección o dificultades en los movimientos; y si, a su vez, le aumentamos el peso del jinete, le pondremos en peores condiciones de equilibrio para el trabajo; la misión de la doma consiste, pues, en vencer estas dificultades, dando mayor movilidad y musculatura a las partes débiles, mode rando las más vigorósas y restableciendo la justa repartición del peso y de las fuerzas.” Esto es no ya sólo hacerse dueño de la voluntad del animal, sino modificar, en lo posible, su es tructura atómica. Y la doma no resabia nunca al caballo si el que la ejecuta es inteligente y posee facultades idóneas. “Todo caballo que desde el principio ha recibido una buena doma y no le han pe dido trabajos superiores a sus fuerzas, es muy difícil conozca algún vicio o defensa.” Se trata de un libro claro, preciso, lleno de magníficas ense fianzas; práctico, porque el Arte ecuestre es arte ante todo, y como tal, modo de hacer. RESEÑAS BREVES • • - Angel Ruiz Martín, Comandante de Ingenieros y del S. E. M.: Puentes metodizaos (Cálculo rápido).—Declarada de utili lidad.—Ediciones “Ejército”. Madrid, s. a.; 130 páginas, con ilustraciones; 57 centímetros; rústica. Entre los puentes de material reglamentario, ante los que el Oficial de Ingenieros no tiene que calcular nada, y los puen tes de circunstancias, frente a los que ha de calcularlo todo, están los puentes metodizados. “Se llaman así aquellos en que se han fijado de antemano las características posibles: número de pies de apoyo, número de viguetas por tramo, anchura libre del tablero, gama de cargas, etc.” La elección se limita en ellos a una gama de alturas de rasante y luces de tramos y a unos cuantos tipos de sección para los pies, cumbreras, viguetas y tablero, “los cuales pueden llevarse calculados ya en el bolsillo”. La importancia de los transportes en las guerras actuales queda combatida a vida o muerte por la acción destructora de la Aviación, que penátra audaz hasta la propia retaguardia enemiga, obligandó a numerosas reconstrucciones. Las exis tencias de los materiales reglamentarios de pontoneros, por grande que sea la potencia industrial de un país, se verá así siempre limitada, siendo entonces preciso acudir a los puen tes metodizados. También estarán estos indicados tratándose de frentes estabilizados o al final de períodos de intensa acti vidad, para recuperar el material reglamentario puesto ante riormente en obra. La guerra pondera, por su clima poco propicio a los cálculos farragosos, la conveniencia de manuales que alivien a la mente ¿e las pesadas fórmulas y las largas y complicadas operaciones numéricas. El Comandante Ruiz Martín presenta ahora, reco pilados en un fácil y manejable libro, un conjunto de cuadros y tablas para la construcción de puentes metodizados, del ma yor valor práctico. La obra es ordenada y rigurosa, y su utili dad resulta indiscutible. de Lavedán: Gente de bronce.Legiónde paz.—Prólogo Ramón García Díaz.—Madrid, 1949; 184 páginas; 59 centímetros; rústica. El Real decreto de 28 de enero de 1920 dispuso la creación de un “Tercio de Extranjeros”, formado por hombres de todos los países, que voluntariamente se enrolasen, al objeto de dismi nuir los contingentes de reclutamiento en nuestra Zoná de Protectorado marroquí. El Tercio habría de emplearse táctica mente como unidad de primera línea y, “en todo servicio”, sin otro límite que el de la utilidad militar. Gloriosa fué la historia de los viejos Tercios españoles. Durante dos siglos mantuvieron nuestra razón de Estado, y si conocieron la gloria de los mejores días, supieron también del ocaso lastimoso, de las postrimerías del poder español. En 5920 renacen y puede ‘decirse que ya curtidos por la veteranía. Su jefatura, la selección de la Oficialidad y el mejor adiestra miento hacen del Tercio, desde el primer momento, la Unidad indispensable: en Africa o frente al marxismo. Ahora, un periodista dinámico, viajéio, lleva a las cuartillas su estusiasmo por la Legión. Lo hace con aire deportivo, re suelto. Y con esa admiración ciega que no necesita retóricas y que provocan los números escritos con su sangre en nuestra Cruzada: los 7.665 muertos, 29.931 heridos y 4.586 mutilados. “Gente de bronce. Legión de paz no es más que un reportaje vi vido en el día-a día de los legionarios del Tercio. De los legio narios, de cómo son y viven, de dónde llegan y a lo que van. Quiere que el lector vea el ambiente que les rodea; que sienta sus penas, amarguras y dolores, alegrías y esperanzas; que con temple la palpitación de su quehacer militar.” Eugenio Montes: Elegíaseuropeas.—Prólogo de Jesús Suevos.— Afrodisio Aguado, S. A. (Colección “Más allá”). Madrid, 5949; 226 páginas; 12 centímetros; rústica. Hay un punto en lo ancho del mundo que es—o al menos lo ha sido siempre hasta ahora—su centro, su corazón y su mente. Pero Europa es demasiado grata para que no sufra el peligro constante de su innata debilidad, esa debilidad que nace de todo refinamiento de vida. Ya no manda ni guía de una manera directa, y son los ex traños los que la tratan como un enfermo desahuciado, al que ofrecen su brazo, que muchas veces es garra. Varios Ejércitos han acampado en su suelo y sus vivaques marcan las posibles fronteras futuras de la civilización. Mas “una existencia histó rica requiere la iniciativa”. Eugenio Montes señala así la gravedad que para todos re presenta el problema de la vigencia europea. “No es éste pre cisamente un problema artificioso, inventado o académico, sino algo que las tremendas vicisitudes que vivimos nos han plan teado a todos con apremio y hondura. En él está incluida, que ramos o no queramos, nuestra suerte. Y pues en ello nos va la vida, conviene que sepamos a qué atenernos y que alcance mos en algo tan decisivo completa claridad y nítido vigor.” Son páginas escritas en los momentos cruciales de 1942 a 5945, cuando el viejo mundo se devoraba a sí mismo, para dejar luego a merced del extranjero bárbaro, y como botín de guerra, parte de su propio ser. Austria, en el capítulo final de la obra, se ofrece como símbolo de algo frágil en peligro de muerte. “ESe dejará que en la máxima encrucijada del Mun do, en vez de la cruz, se ponga un poste ateo con el retrato de Lenin y un letrero que diga: Por aquí pasó Europa?” Juan Mercader Riba: Barcelona durantela ocupación francesa. Consejó Superior de Investigaciones Científicas (Instituto “Jerónimo Zurita”).—Madrid, 5949; 527 páginas; 21 centí metros; rústica. La guerra de la Independencia en las provincias catalanas tuvo dos aspectos bien marcados: la lucha a sangre y fuego y el propósito de Napoleón de anexionarse el antiguo Principado, plantando ante sus hijos y autoridades halagos maquiavélicos. La diplomacia europea, guiada por Inglaterra, advirtió enton ces al Emperador que no toleraría la anexión, por oponerse a ello la Çonstitución de Bayona; contúvose aquél, esperando una definitiva victoria, y en el ínterin, Wéllington, vencedor de Massena en Portugal, arrojó a los franceses de Castilla, obli gando luego al orgulloso Suchet, al desembarcar la Escuadra inglesa un Cuerpo anglosiciliano cerca de Valencia, a evacuar Cataluña., El libro es, aparte de su valor estrictamente militar, un cua dro vivo de aquella época, cuya dinamicidad se prolongó luego en mil aspectos de la vida nacional, no siempre para bien. Alberto de José INDICE GENERAL Fernández Palacios y Fernández de Bobadilla: La gue rra naval en el Pacifico.—Tomo 1. Editorial Naval.—Ma drid, s. a.; 238 páginas con ilustraciones; 24 centímetros; rústica. José María Samaniego: La Electrichíaden automóviles y avio nes.—Aguilar, S. A. de Ediciones.—Madrid, 1949; 391 pá ginas con ilustraciones; 25 centímetros; rústica. Florentino del Arco Valverde: Aspirante a Guardia CiviI.—Ma drid, 1949; 344 páginas; 20 centímetros; rústica. Juan de Alfarache: Berenguer.—Editorial Purcalla (Colección “Medio siglo de historia”).—Madrid, 5949; 194 páginas con ilustraciones; 20 centímetros; cartoné. Laureano García Anaya: El Ejército, factor ponderable en el Pedro desenvolvimiento económico, socialy políticoda la Nación.— Buenos Aires, 5949; 48 páginas con gráficos; 26 centímetros; rústica. Consejo Superior Geográfico: Memoriacorrespondiente al año 1948.—Madrid, 1949; 104 páginas con gráficos; 27 centíme tros; rústica. Luis Diego Cuscoy: Del Ifni a caboBlanco.—Seix y Barral. Barcelona, 1949; 126 páginas; 18 centímetros. Blass, S. A. Tipográfica, Núñez de Balboa, 27.—Madrid.