FC m A LA GLORIA D EL INSIGNE ESCULTOR MURCIANO í-tí> s'^ F = ^ Í5 i= X ¡h ^ 'iW ® 5 3 Y ALGARÁZ Y en recuerdo del primer centenario D E SU M U E E ^ E , DEDICA EL A YU N T A M IEN TO DE M URCIA E S T E LIBRO F O R M A D O C ON L A S C O M P O S I C I O N E S LEID A S EN L A V E L A D A LIT E R A R IA EN LA NOCHE DEL EL 3 CELEBRADA CASINO DE MARZO DE M URCIA, 1883. IMPRENTA DB cEL DIARIO>. 1883. En la sesión que el Exorno. Ayuntamiento de Murcia celebró el dia 5 de Marzo de 1883, presentó el Sr. Alcalde D. Eduardo Riquelme la siguiente proposición. «En el Gasino de esta ciudad ha tenido lugar en la noche del 3 del corriente una fiesta literaria y artística para honrar la memoria de un ilustre hijo de Murcia^ Don Francisco Salzillo y Alcaráz. Poco, muy poco ha hecho el Ayuntamiento para esta fiesta del Cen­ tenario de la muerte del insigne escultor murciano; pe­ ro ha cooperado con cuanto el iniciador, Sr. JD. Javier Fuentes y Ponte,le ha pedido. A él corresponde la glo­ ria de su iniciatwa, por lo cual merece híen de esta ciudad, y un voto de gracias de su representante él Ayuntamiento. ^Estas fiestas levantan él ánimo y honran como nin^ gima otra á los pueblos que las celebran. Sería conve­ niente perpetuarlas vivas, de cualquier modo digno que fuese, en la memoria de todos; y, á estefin, propongo al Ayuntamiento que acuerde hacer una edición de todas las producciones literarias leídas en la noche de la Ve­ lada del Casino, y remitir egemplares á sus autores, corporaciones de esta capital. Ayuntamientos de la pro­ vincia y principales de España. E d u a r d o R i q u e l m e . E l Ayuntamieiito, en sa vista, aprobó la preceden­ te proposición, acordando, de conformidad con la misma, autorizar al Sr. Alcalde para que disponga lo conveniente á su cumplimiento.:» Fueron presentes en esta sesión: el 8r. Alcalde, los señores tenientes de alcalde D. Victor Soler, don Juan Piqueras, D. José Lopez Cabezuelo, D. José María Solis y D. Andrés Sobejano, los concejales síndicos D. Abelino Salazar y D. Prudencio Soler, y el concejal D. Manuel Mata, ODA. Gloria! Bendito nombre que lauros brinda en lo futuro incierto; vaga Deidad en quién adora el hombre, si codicia vivir después de muerto; estrella hermosa y pura que entre apiñadas nubes escondida, deja pasar un rayo que ftilgura sobre el mar tormentoso de la vida; con entusiasmo ardiente contemplo absorto su preclaro brillo, pues entre luz creciente despliega ante los ojos de la mente l a eterna apoteosis de S a l c i l l o . Álzate, ilustre sombra, de la morada de la tumba fria, ornato á ser de tu nativo suelo, y hollarás rica alfombra de palmas y laureles que en ventiu’oso dia conquistaron tus hábiles cinceles. Alzate, porque el pueblo que dichoso meció la noble cuna donde dormiste el sueño de la infancia, hoy á su amor admiración aduna; y con justa arrogancia tu nombre vé cual don de su fortuna. Mas ¡ay! aunque del seno de la muerte 6 no pueda resurgir tu cuerpo inerte, el ahna tuya, libre de cadenas, se ostenta explendorosa en cada inspiración que al patrio suelo (perpetuo Eden de rosas y azu cenas) legar supiste con ardiente anlielo. Y siempre vives, pues tu insigne historia conservan con desvelo juntos el corazón y la memoria. ¡Oh fortunada Murcia, patria mia! Tú, reina antigua de siu par belleza, deleite de la humana fantasia; tú, cuyo escudo, timbre de nobleza, muestra siete coronas que grabaron perínclitos monarcas que tu firme lealtad galardonaron; con ufanía, cuando tanto vales, ves brillar à Saldilo en tus anales. ¡Noble historia la tuya, que cual áureos anillos eslabona nombres donde la gloria centellea; donde, entre ciento y ciento que pregona la Fama que al olvido los arranca, brillan junto á Cáscales y Romea el gi’an Fajardo, el gran Floridablanca! En esta patria de quien hijo fuiste y en que aspirar pudiste de floridos vergeles el aroma, el numen ¡oh Saldilo! recibiste que deben otros à Florencia y Roma. artista cristiano gozaste el misterioso de inspiración alimentó tu genio soberano; Como claro raudal sagrada que y al amparo de cielo cariñoso que resplandece en luz inmaculada, y al rumor de las aguas del Segura que mansas eorren, desparció tu msnte ios destellos de sol sin occidente. Tú lograste la palma de hacer brotar como de arcano oscuro los dolores del alma, cuando con el cincel al tronco duro, á obedecerte atento, dabas, con noble forma, ser y aliento. Y à par que en él vivificar sabias celestiales encantos de arcángeles y santos que en sueños creadores presentías, con fuego nunca visto ante los ojos de la fé pomas el gran dolor de la pasión de Cristo. Sí, ya con alma de ternura llena nos le mostraste en la sagrada Cena; ya de sangre cubierto, y ante el cáliz letal de la amargura, alentado del ángel en el Huerto; ora cuando el apóstata Iscariote por codicia perjm’a besaba su mejilla traicionero; ora cuando sufrió bárbaro azote de uno y otro sayón al golpe fiero; y á más cuando en angustia pavorosa, sucumbiendo al rigor que le abrumaba de la cruz ponderosa, en tierra sin vigor se desplomaba. Más ¡oh suprema inspiración del Arte que el cielo quiso darte! ¡Cómo el dolor del pecho destrozado revelaste eu el rostro de María, páhdo y moribundo y en amorosas lágrimas bañado! En memorable dia, tu espíritu vivaz del bajo mundo transpuso la región; en trono hermoso la vió ceñida de inmortal pureza; y tornando á la tierra presuroso, y á través de los siglos que salvaba, la siguió del Calvario en el camino cuando, en honda aflicción, así clamaba con muda voz á su Jesús divino: «¡Mi dulce amado, que á morir te ofraces! al suplicio te llevan, y sin mirar que lánguido falleces en tí de nuevo sus furores ceban. ¿Quién tornó melancóhco y sangriejtto aquel puro color de tu megilla? ¿Quién te puso tan triste y macilento que tu mirada celestial no brilla? ¿Cuáles manos traidoras ciñéronte por colmo de crueldades corona vil de espmas pxmzadoras? Perdona en tus piedades el pago que te dieron: Perdónalos, Jesús: tus hijos fueron!» Esta mortal angustia sorprendiste en la Virgen sin mancha de Judea, y en su celeste imagen la esculpiste sobre faz adorable, de su etérea beldad humana idea. Y pues copiar pudiste rasgos de perfección inenarrable, hubiera sido en vano que al cincel resistiese de tu mano cualquier terrena forma, cuando imitar quería la verdad natural, dechado y norma que en la senda del arte era tu guía. Tan grande fué tu genio y envidiado que con númen sublime y vivo anhelo reprodujo inspirado la belleza del mundo y la del cíelo. Tan grande, que en el vuelo de su fervor creyente logró salvar el límite sombrío que es noche de la mente. Aguila audaz de inmenso poderío, 9 que asciende al sol, erguida la cabeza, Dios, sólo Dios robusteció sus alas para elevarse á la mayor alteza. É l le prestó mirada escrutadora para que hallase luz y resplandores á través de tiniehla aterradora. Por esto son tus obras peregrinas poemas de dolores que piedades divinas en el humano corazón derraman; y al ver que en ellas por insigne suerte vago reflejo celestial se advierte, inspirado de Dios todos te llaman. * Así, pues, tu recuerdo esclarecido no morirá jamás, pese a la muerte en la insondable sima del olvido. A n t o n io ARNAO. Esta composición forma parte de un nuevo libro de poesías que su inspirado autor tiene dispuesto para la imprenta.— Invitados á contribuir de algún modo al Centenario de Salcmo, hemos logrado del Sr. Ariiao su hermosa oda al insigne artista murciano, y la imprimimos, y la enviamos como la mejor ex­ p r e s i ó n que pudiéramos, hallar para unir nuestro patriótico entusiasmo al que Murcia siente por el glorioso hijo que hoy con m em ora.-P . A. B e r e n g u k r . - R i c a r d o G i l . — J. d k g u e r .— G e r .^r d o V i c e n t e .— C . C a r l e s .— A n t o n i o G. A u x . A. B aquero A lm ansa. ...;v :#5* -VA' EL ARTE. Cuando allá en el principio de las cosas al soplo omnipotente de la divina voluntad, brotaron los mundos en el éter; cuando Dios les marcó fija y segura carrera, en que pudiesen girar en unas líneas invisibles los centros de sus ejes; formò del arte la creación primera, y un númen prepotente que inspirara lo bello, y que en lo bell® su espíritu viviese. Su aliento le infundió, y en los espacios infinitos se extiende, domina el unVerso, y las ideas en él hallan su germen. Y en carrera invisible veloz gira á regiones celestes, en donde la verdad y la belleza sufirme asiento tienen. Allí se postra ante estos fuegos sacros, y prolifica vierte su inspiración sobre las dulces liras, les estros, los pinceles. 12 Su genio á las edades les infunde, y en la huella indeleble de su paso, después otras edades inspíranse fervientes. La llama de su númen es al orbe, como es el sol naciente cuando envia su luz do las tinieblas sus densas capas tienden. El conduce lo bello á todas partes; su lenguaje solemne es espresion del corazón, y todos los hombres le comprenden. Este es elgénio creador, el Arte, que nacido enlámente de Dios Eterno, basta los hombres llega y en su cerebro hierve. Dichoso el que en su clara inteligencia le adivina y presiente, que más cerca vé á Dios, si el pensamiento hacia lo bello tiende. Númen inspirador, numen divino, llega hasta mí; desciende de la altura infinita, que mí lábio humilde hablarte quiere. Tú que á los hijos de mi patria has dado tu inspiración potente, haz que mi lira cante las grandezas de Dios y el A rte siempre. JOSÉ M a r ía GARCIA. En el primer Centenario de Salzillo (3 de Marzo de 1883 ) ¡Un siglo ya!... En polvo inerte yace el héroe convertido, mas su nombre no ha podido borrar la inflexible muerte. H oy su memoria inmortal llena los fastos gloriosa y alza la fúnebre losa tomando forma real. Del tiempo al rápido Amelo mas se crece y agiganta... si en tierra posa su planta, toca su frente en el cielo. Y de su grandeza al brillo que cual estrella fulgiu'a, vá resonando en la altura el nombre del gran Salzillo. ¡Salzillo!... artista fecrmdo, maravilla de altos dones, que dió á su pàtria blasones para estremecer el mundo. Aguila que allá en la cumbre del arte batió sus alas, tejiendo sus ricas galas en orlas de viva lumbre. Torrente de inspiración que de Dios muestra el reflejo, cual puro y luciente espejo 14 que retrata la creación. Coloso, en fin, que en raudal#« de celestial armonía, dió á su ardiente fantasía nuevos campos ideales. ¿Quién, hoy, al ver de su memte cuanto brotó prodigioso, no se estremece gozoso T al suelo inclina su frente? Ved... su cincel soberano basta el portento se eleva y á lo sublime nos lleva «u firme y potente mano. Y allí, rasgando anhelante de la grandeza los velos, còpia con luz de los cielos del mismo Dios el semblante. Y alh, en su eterno palacio, la faz del querub retrata, mientras su fé se dilata por las ondas del espacio. Ai al descender á la tierra, su dulce melancolía muestra el dolor de María con todo el amor que encierra: amor de infinita esencia que sólo en lo inmenso cabe, que la razón no lo sabe, mas lo siente la conciencia. Sólo á su mimen dÍA-mo fué el secreto revelado cuando por génios guiado corrio del arte el camino. Y así, abarcando en un punto cielo y tierra, muerte y vida, mostró al alma sorprendida el mas gi’anclioso conjunto, ¡Oh! cuán hermoso es cantar »1 hombre, que en nuestra historia nos dió páginas de gloria 15 donde poderle admirar. Que, de virtudes ejemplo, •upo forjar su diadema, y hoy brilla cual noble emblema de lo inmortal en el templo. Alh la alígera fama •u nombre orgullosa escribe, y en su seno lo recibe y su alto valor proclama. Y al par que el tiempo derrumba pueblos, tronos y naciones, •e abrillantan los florones que adornan su helada tumba. Andrés BLANCO Y GARCIA. SALZILLO. Una ciudad cercada de montañas; un fértil valle y im risueño cielo; un taller de escultor en casa humilde, un padre laborioso, honrado y bueno, esto fué lo que viera el gran Salzillo cuando sns ojos á la luz se abrieron, des la modesta cuna que su madre amante perfumaba con sus beso*. Y la ciudad, la vega, el cielo hermoso que AÜó en su infancia, su cariño fueron; Murcia era su amor, Murcia su vida, Y Murcia su ambición, Murcia su anhelo. De este radiante sol, la viva llama en su mente smtió, y en su cerebro brota la inspiración, como del cráter del ftirioso volcan, lavas y fuego. Y esclavo del trabajo, adivinando los recursos del arte y lo» secretos, estudiando en sus obras solamente y realizando sns grandiosos sueños, sin que el oro le ciegue con su brillo, no ambicionando mas que los modestos aplausos de su patria, ni otros lauros que los que aquí lograba su talento; produciendo sus obras admirables; pensando acaso que llegara el tiempo que la fama su nombre repitiera, y que en sus alas lo llevara el viento; 18 ^\ , y qu# cle«pué* de un sigio, «n 1» olvidada tumba, do yacen s u b preciados restos, depositara Murcia mia corona de las mas bellas flores de su suelo; bajo bóveda azul y trasparente, contemplando los mágicos efectos del sol poniente, que las nubes tiñe de colores tan varios y tan bellos. Aumentaba su fé, que trasmitiéndola duro tronco que desbasta, presto surge de un santo la acabada imágen que le obliga á pensar al mas incrédulo. El semblante de Cristo, cuando Judas imprime con afan el torpe beso; la espresion de Jesiis cuando rendido al peso de la cruz cayó en el suelo; El ángel que sostiene dulcemente del divino Señor el débil cuerpo, y le señala con temor el cáliz que ha de apurar en su dolor inmenso; E l rostro hermoso de la Virgen Madre que corre tras el hijo; el llanto tierno que brota de sus ojos, y el perfume que parece escaparse de su aliento: todos esos prodijios ¿quien los crea? la fe, solo la fé; y basta yo creo que sin la fé Salzillo hubiera sido un oscuro escultor y nunca un gènio. Y si, és un gènio, sí, ni busca á Fidias para estudiar el arte entre los giegos, ni en Roma estudia las preciosas joyas que se ven hacinadas en sus templos, ni tiene mas escuela que la suya, ni sigile de un maestro los consejos, y fiado en su fé, nada le arredra, si tiene que luchar, triunfa el talento; lo que no puede hallar entre los hombres, su rica fantasia, en el silencio del humilde taller, le proporciona fácil y pronto los seguros medios. 19 ¿Es el dolor tranquilo? ¿Es la ferviente plegaria de los mártir«« que al eielo »e eleA'a dulcemente como nube blanca y suave de quemado inciemso? ¿Es la traición artera del malvado? ¿Son las iras y furias dcl averno? ¿Es la espresion sublime de la Virgen que tiene fijo en Dios el pensamiento? Pues él encuentra forma delicada, adecuada y sencilla, el trage, el gesto, la apropiada espresion para los ojos, j la actitud mas propia al sentimiento. ¡Gran Salzillo! si Dios te ha concedido, como premio á tu fé, en los eternos lugares destinados á la dicha, para gozar sin fin, seguro puesto; si tu espíritu habita en las regiones de la gloria, también el mundo entero celebra tu memoria, y cada dia es tu gloria mayor aquí en el suelo. V ir g il io GUIEAO. A N T E LA DOLOROSA DE SALZILLO. Madres, que sin consuelo lloráis perdido un ángel que á otro mundo tendió su vuelo, calmad ante esa imágen vuestro gemido, que en ella el gran Salzillo dejó esculpido el dolor de la reina de tierra y cielo. Él, él solo, las huellas de la amargura sui)o imprinñr en esa pálida frente; él, inmortal Murillo de la escultura, al copiar de la Virgen la desventura ciñó á su sien corona resplandeciente. Cuando, al ver ese rostro que anubla el duelo, de pena gime el alma desfallecida, á la par que á la Virgen pide consuelo, sus feridentes plegarias eleva al cielo por el gènio enñnente que le dió vida. Bien hayas, Murcia, que alzas á la memoria de Salzillo tus cantos en este dia, pues, al cantar de tu hijo la egregia historia, serán tus notas himnos, himnos de gloria, que eleves á la dulce Virgen Maria. CÁELOS CANO. i ■ 'V- 'Ä . ' •;' fe .. h '1 ^ m ;* ib . A w iiÉ M É iiÉ iii La Procesión del Viernes-Santo, EN LA MAÑANA. Toca la noche á su ocaso; algimo que otro farol con luz triste y moribimcla alumbra la población, y en la Catedral, con cahna las cuatro anuncia el reloj. Tranquilo duerme el murciano, pero el estridente son de bocinas y tambores le quita el torpe sopor y le recuerda que en breve vá á salir la procesión. Entonces, abandonando el suavísimo calor que el lecho le proporciona, sale á la calle veloz y á San Agustín camina con más ó menos fervor. Sobre el muro de la iglesia se apoyan con profusión cruce» que los penitentes han de abrazar con amor; y, en efecto, revestidos con túnicas de algodón, y descalzos, van llegando los que ofrecieron á Dios hacer santa penitencia 24 en tocia la procesión. Mientras dá muerte á la nocho el día que amaneció, ante la sagrada iglesia aumenta la confusion; las plantas de las macetas exhiben su j)ura flor, y el ambiente matutino, besándolas juguetón, se difunde por la plaza y anima al expectador. Las músicas nos recuerdan con armónica expresión las creaciones inmortales de BeUini ó de Gounod. En cornisas y terrados, el parlero gorrión, con su rutinario canto, hace el murmullo mayor: la Imia en el Occidente, débil, mas no se ocultó, y al mismo tiempo en Oriente, con vanguardia de arrebol, ai'anza el astro del dia á presidir la reunión. Cuando la impaciencia agita á todo el que madrugó, ábrese la arcada j)uerta de Jesús, que es la mansion donde liay varias esculturas % eme el gran Salzillo esculpió: y aparecen, entre esencia de fresa, poma y limon, trece estátuas, que recuerdan la Cena que el Eedentor, dió á sus doce predilectos al empezar la Pasión. Ante ese cuadro, la gente, y todo cuanto acudió á aquel sitio, se deleita 25 ensalzando al escultor. ¡Qué orgullo para la cuna que al artífice meció! Hoy á admirar sus trabajo» acuden en pelotón hombres, niños, aves, flores, auras, notas, luna y sol, Marchemos, por un momento, con la santa procesión, y sabremos lo que dice el mortal admirador. Uno;— ¡Qué belleza encierra el grupo de la Oración del Huerto! ¡La fantasía no sueña un Angel mejor! Otros: —¡Mira el Prendimiento! ¡Es digno de admiración! De un tronco formó Salzillo á Judas y al Redentor. —Qué ropajes y qué bueno es todo, pero no hay dos brazos como el de San Pedro: de fijo que ni Sansón dió á sus brazos tanta fuerza cuando el templo derribó, como le ha dado á este solo el inmortal escultor. Una mujer de la huerta: —La Caida! ¡Miraló! Ese en los pu^-os infiernos se estará haciendo carbón: (se refiere á aquel judio que con ademan feroz vá tirando de la cuerda que lleva al cuello el Señor.) Estos y otros mil elogios se mezclan con la oración que el católico cristiano de continuo eleva á Dios. En el portal de una casa, 26 con indiferencia atroz, un hombre se halla cubierto mirando la procesión. Jamás en segunda vida el desgraciado creyó, y, por recrear la vista, es allí un expectador. Admira tan sólo el arte, que en su impío corazón no hacen meUa las palabras da los ministros de Dios. A cada efigie que pasa esclama: «¡Gran escultor fué Salzillo!» Mas no reza, que aunque á rezar aprendió siendo niño, hoy que es hombre, ciego lo tiene el error. De pronto, fija la vista en la sublime creación del arte, en la Dolorosa, y ante el tipo del dolor, de la belleza y la angustia, se le oprime el corazón, y descubriéndose, humilde, pronuncia el «Yo pecador». Más ligero ó mas despacio, recorre el negro pendón, las mismas calles y plazas que otros años recorrió. El pueblo torna á reunirse ante la casa de Dios, que ha de guardar por im año. las glorias del escultor, y álas diez, ó diez y media, que llega la procesión á Jesús, el claro dia, le permite al alto sol que con sus rubios cabellos almnbre la población, principalmente la plaza 27 donde él pueblo se reunió. Si mil almas acudieron al empezar la función, centuplicada la cifra sufre el rayo abrasador de Febo, por el capricho de estar en la conclusión. Entre la gente que empuja, y el rendido pecador que suelta el duro madero que sobre el hombro llevó, van llegando las efigies, y con sin igual fervor, se oyen tiernas despedidas que brotan del corazón. Todo es bello y agradable allí, menos el olor que dan las rojas pavesas del cirio que se apagó. El aire ha sido el primero en notarlo, y previsor, ligero, cual acostumbra, á la vega se marchó, y ya torna embalsamado con perfume embriagador de azahar, jacinto, violeta rosa, jazmin, ababol, eliotropo, nadreselva, diamela, nardo, alazor, y todo cuanto el Segura con sus aguas sustentó. De pronto el pueblo se humilla, gime, y con doliente voz, de rodillas sobre el polvo hace santa contrición, ante la que representa á la Madre del Señor, que con su entrada en el templo termina la procesión. De lo dicho, yo deduzco, 28 que juzgando con rigor los hecho«, el gran Salzillo, dos cosas hizo de pró: al arte le dió modelos, y muchas almas á Dios. J. A. SORIANO HERNANDEZ. Murcia 3 de Marzo de 1883. DE SALZILLO. Desde las altas cimas en que el Arte tiene asentado su soberbio t emplo, el ilustre Salzillo, á Murcia hermosa, así dirige*su inmortal acento: «Yo bendigo de Diosla amada diestra que hizo arder en mi sien del almo ñiego la chispa ardiente, la invisible llama con que á la Humanidad alumbra el genio. Plúgole á É l, que inspiración me diera, que aquel Angel gallardo, gran portento de humana forma y celestial encanto, al cumplir Sus altísimos decretos, esculpiera mi nombre en el Alcázar do la inmortalidad tiene su centro. Mas tan subhme inspiración ¡ob Miu’cia! fecunda fué bajo tu limpio cielo, en que brillan inmimeras estrellas como en él tus encantos escribiendo. Penetra el sol con sus ardientes rayos en las profundidades de tu seno, y de él Naturaleza hasta ser pródiga hace brotar las flores á su aliento. De sus dulces, suavísimas esencias, mensagero feliz es blando céfiro, y bí á partir á otra región llegara á Murcia llamaría jardín eterno. Sí, pues, cielos y luz y auras y flores únense en tan gratísimo concierto, 30 ¿qué mucho que produzca el que recibe del Soberano Dios, chispa del gènio? Así, sabe, mi pàtria bendecida, pues que tan vivo guardas mi recuerdo, que si la inspiración Dios me otorgara también á tí mis concepciones debo.» R odolfo CÁRLES. SALZILLO. No ha muerto, vive en los bellos pensamientos tlel poeta, en las creaciones del artista, en el sentimiento de un pueblo, en el tributo que la sociedad reimida le ofrece entusiasmada. Este prodigio misterioso, es el poder del genio, el poder dé su nombre, desús obras mas acabadas y períectas. Las dos figuras mas bellas, mas esplendorosas del mistianismo, frieron la fuente délos mayores prodigios de Salcillo, de las grandes concepciones de su mente, de las divinas ins­ piraciones de su ahna; para mostrarnos, dando vida con el cincel á la materia inerte, á Jesús y Maria, con toda la verdad, con todo el sufrimiento de la tragedia triste del Gòlgota. Pre­ guntad sinó, á uno por uno de los (pie demandan lenitivo á sus penas, qué es lo que sienten ante la mirada de tristeza proñmda, de ternísimo amor, de Jesús en la calle de la Amaiv gura, y os dirán poseídos de fervor sacrosanto, cpie allí está la reahdad de sus creencias, el venero mas fecundo de la vida moral, la esperanza mas consoladora del espíritu. Preguntad sinó, á uno por uno de los que aman y creen(pié es^'lo (pie sienten ante la imágen de la Dolorosa, con sus amarguras, con sns lágrimas, con su rostro inspirado en au­ ras invisibles de la Divinidad, y os dirán cpie allí está la vida, el amor brotando raudales de puras emociones, de dulcísimas alegrías, mas puras, mas dulces que el cauto del ruiseñor sobre su nido, (pie el suspiro suave de la brisa, (pie las armonías universales de la creación. ¡Oh! que misión tan grata, tan tierna, tan consoladora la de Salzillo, despertar el corazón á la vida del espíritu, para hacer menos pesado, menos tormentoso, el camino sobre la tierra. 32 Si posible fuera animar con un solo soplo sus cenizas, y que nos mostrara lo que pensó, lo que sintió, sus secretos mas Ín­ timos, sus mas recónditas ideas; tal vez se abrirían á su vista los libros de la fisolofía y de la ciencia, para enriquecer con elevados pensamientos alguno de sus huecos, alguna de las páginas que todavía restan para llenar. Salzillo fué un gènio su mente sentía las ideas luminosas de los sabios, inspiración emanada de los cielos para asombrar la tierra, y, entre los bri­ llantes reflejos de su imaginación portentosa, dió realidad á las ambiciones de su abna. Su siglo, de decadencia para las artes bellas, no le dió lau­ reles para adornar su frente, no otorgó á su mérito el premio merecido; pero nueva luz fulguró en los horizontes de la civi­ lización, y desprendiendo rayo luminoso sobre ciudad privi­ legiada, cuna de Salcillo, tocó oculto misterioso resorte, vago rumor repetido en los espacios infinitos, y apareció esiiléndida la natiu'aleza, con bellísimas y proftisas galas, doradas por re­ fulgente sol, y brotaron ideas en la mente de los artistas del pensamiento, y notas celestiales arrancadas al arte de Mozart y de Belliiii, que formando amoroso concierto con la hermo­ sura de la naturaleza, cantan las glorias, cantan al gènio del inmortal Salzillo. T omás GALIANA. SISTE M A ARTISTICO DE SALZILLO. «El arte—decía el famosísimo pintor del Vaticano— es un enviado de Dios. Debo, pues, consagrarme al arte para servir á. Dios.» Palabras que encierran una teoría estética tan trascenden­ tal como verdadera. Pues, con efecto, siendo la belleza expresada en el arte ima perfección y armonía relatVas, ó sea, una semejanza de lo fi­ nito con Dios, el arte bello no puede ni debe nunca prescindir en sus concepciones del principio revelador de la esencia divi­ na, arquetipo de toda belleza, de todo bien y de toda verdad, y único inspirador modelo por quien le es dado al verdadero artista engendrar mundos enteros de verdad, de bien y de belleza. El arte no debe nunca perder de vista su objeto esencial que no es por cierto el de producir una simple sorpresa, ó una viva emoeion, resultado muchas veces de un pueril artificio por parte del obrero, ó de una debilidad liumana por la del contemplador, sino fínicamente el de expresar en formas ade­ cuadas la perfección armónica, ó la belleza, que es también la bondad, imágen de la virtud infinita del Eterno. El arte, se dice, tiene por fin inmediato la expresión de la belleza. ¿Pero las notas esenciales de la belleza, no son las mismas esenciales notas de Dios? ¿Y Dios, al mismo tiempo que es la belleza absoluta, no es también la verdad absoluta y la absoluta bondad? ¿Cómo puede llamarse arte bello al arte separado de esta belleza, al arte separado de la virtud, al arte separado de Dios? Dios no ha podido legar á los hombres el don precioso de 34 *V , # ' las beUas aa-tes para que ensalcen el vicio, sino para que lo co­ rrijan. Verdad perfectamente comprendida y pregonada por el preceptista gidego, cuando dijo; «La Tragedia tiene por objeto purgar al hombre de sus pasiones.» Es, pues, obügacion ineludible el utilizar en provecho del verdadejo progreso y de la verdadera civilización, esto es, del eterno bien y de la eterna felicidad, aquello mismo que las be­ llas artes tienen de sorprendente y de mágico para la huma­ na fantasia. Es necesario pues, para que tal sorpresa no sea estéril, producir algo mas que una simple ficción fundada mu­ chas veces en los caprichos de una imaginación estraviada. Es necesario aprovecharse de esa sorpresa, como de un auxiliar poderoso concedido por Dios al humano linaje, para la ense­ ñanza moral de sus perfecciones, esto es, de su caridad, de sus bondades, de sus gi-acias infinitas, de su religión sublime y aun de su culto espléndido. Si el arte es necesario, lo es únicamente para dirijir la ima­ ginación liácia lo bello, es decir, hácia la virtud. Separado de ella el arte, ya no es arte, sino artificio, mone­ da falsa, ñ’asco dorado de esencias venenosas, perla del Evan­ gelio arrojada á los pies de los puercos, imágen de Vesta m o­ delada con barro de muladar, metal precioso convertido por la industria en arma homicida, cosa, en fin, opuesta ¿ su esen­ cia, una monstruosidad, en una palabra. No hay arte sin belleza, se dice; y debemos añadir nosotros: ni belleza sin Dios. Por eso el arte religioso ha sido siempre el arte por exce­ lencia. El pueblo griego, que ha sido el pueblo más artista del mundo, decia que la poesía era el lenguaje de los dioses. La divinidad más simpática del Olimpo, el dios de la luz y de la vida, Apolo, era también el dios de la poesía y de la música: Mercurio, el de la gimnástica, ó de la escultura; y Minerva» diosa de la sabiduría, presidia también á las bellas artes. Todos los grandes artistas, todos los grandes génios se han distinguido siempre por sus tendencias elevadas y su afan acendradísimo de hacer mejores á los hombres por medio de maravillas religiosas expuestas en sus últimas concepcio­ nes. Así Homero, Virgilio, Dante, Fidias, Rafael y Miguel An- las 35 gel, han desempeñado en el mundo la misión de verdaderoj sacerdotes. No lo dudemos. El arte, para ser adecuado y perfecto, tie: por necesidad que ser religioso. Pues, como dice el insi autor del «Tratado completo de la pintura.»—«Si la Eeligio: «tiene por base el amor de Dios, que es el centro de lo bello «y de la perfección, centro por consiguiente de toda felicidad, «solo al fuego de este amor divino, han podido las artes encen«der la llama, origen de su luz sagrada, que deben conservar «y poner siempre á la cabeza de la civilización.» Mas, si la perfección en el arte no puede ser profana, por­ que suponer lo contrario seria lo mismo que afirmar la posi’ bilidad de un espíritu material ó de una fealdad bella, ¿no se­ rá entonces tanto mas excelente y tanto ma» perfecto el arte cuanto mas directamente se inspire en las excelencias y per» fecciones de la verdadera Religión, ó, por lo menos,— y hablo ahora con aquellos que no admiten ninguna verdad absoluta en esta materia,— de la religión mas bella, mas amable, mas sábia y mas pi'ofimdamente patética de todas las conocidas hasta el presente? Y ai para orientales no hubo mas belleza que el panteismo, ni otra inspiración para griegos que el naturalismo, ¿por que ha de haber para nosotros mayor excelencia, mejor inspira­ ción, ni arte mas bello, que el verdadero arte romántico ó del espíritu, que el arte cristiano, fuente inagotable de ideas su­ blimes, de sentimientos purísimos, de dulces armonías y de infinitas virtudes? Todo el arte clásico está inspirado en un hecho llevado á cabo ante los muros de Troya, por causa de rivalidades y en­ vidias entre los dioses, ¿por qué no ha de inspirarse todo el arte moderno en la divina epopeya reahzada en el Calvario por el Dios que todo es bondad, todo virtud y todo belleza? Jesucristo vino al mundo á enseñar el amor de Dios, ori­ gen de la caridad. Inspiradas las obras del arte moderno en Jesucristo, vienen á ser como otros tantos medios de propa­ gación de este mismo amor y caridad, fínico bálsamo que pue­ de aliviar las heridas de nuestros corazones ulcerados por los embates sociales. No p u e d e , no, concebh’se un elemento artístico superior al elemento religioso, ni arte religioso superior al arte cristiano. 36 Díganlo sino las maravillas de nuestras catedrales, los arre­ batos sublimes de la mistica, el drama calderoniano, los can­ tos del vate Florentino y las divinas concepciones del pintor de Urbino. Ahora bien: entre todos los artistas murcianos, ninguno mejor que Salzillo ha sabido inspirarse en las bellezas del cris­ tianismo, para dar forma adecuada y animación sensible á sus misterios mas sublimes y sacrosantos.^ Su carácter mas predominante como artista, se distingue por su amor entrañable hacia el Dios de Nazaret, crucificado en el Gòlgota por los pecados de los hombres. Este es el latido de su corazón, el norte de su camino, la llama de su fantasía y el blanco linico de su inspiración. Tómalo, sienc|p niño, casi recien nacido, y no le abandona ya hasta dejarlo, después de la sangrienta catástrofe, deposi­ tado en les brazos de su amantísima Madre inmaculada. Mas de entre todos los hechos reahzados por el Eedentor, ningunos, en verdad, como los de su pasión tristísima, se pre­ sentan á los ojos del artista mas profundamente conmovedo­ res; de tal manera, que bien podrían aplicársele aquellas her­ mosas frases de la mística doctora: «Til me mueves, mi Dios, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme el ver tu cuerpo tan herido, mnévenme tus angustias y tu muerte.» Circunstancia que, sin duda, hubo de ponerlo á la altura en que boy lo contemplamos, y á la cual nunca por otro camino hubiera, acaso, llegado. Salzillo —¿Por qué callarlo cuando todos lo sabemos?—no disponía de un cincel perfectamente amaestrado, ni recibió una educación artistica esmerada, ni tuvo por profesores á verdaderos maestros,ni pudo contemplar modelos clásicos. Pe­ ro supo, por intuición, seguir directamente el camino que con­ duce á la gloria. Su inspiracio» lo suple todo; y su amor acen­ drado y su afición vehemente por los misterios de la sagrada pasión del Redentor del mundo, le hacen á veces encontrar Lineas de una pureza é ideahdad tales,que bien podrían poner­ se, al lado de las mas correctas debidas á los mas célebres esciütorea. 37 En la Oración del Huerto, por ejemplo, y merced á e»ta misma inspiración, logró Salzillo realizar, dentro del género romántico más puro, un poema entero de amor divino, de mansedumbre infinita y aun de amargura lieróica. Lo huma­ no y lo divino están alli mezclados con admirable composición armónica. Los Apóstoles duermen con el sueño que á su fia- ^ queza infunde la seguridad de sus buenos deseos. En el sem­ blante de Jesús vénse retratados, á la vez que la firmeza de un propósito irrevocable, la inmensa amargura que experi­ menta al acudir en tropel á su divino entendimiento todos los pecados é mgratitudes de la humanidad por quien vá á sacri­ ficarse. El Angel, complemento peri'ectísimo de este cuadro insinrado, ha bajado allí por mandato del Padre para mostrar al Hijo la copa de su pasión, y lo hace con la apacible tranquihdad, la inocente sonrisa y la inefable dulzura propias de quien, libre completamente de las mortales cadenas y como espíritu seráfico, solo se complace en las divinas complacen­ cias decretadas desde un jmincipio en las mansiones celes­ tiales. ¡Cuánta poesía, cuánta grandeza y cuánta sublünidad en estos prodigios! ¡Cuánto talento en Salzillo por haberlos ex­ presado de la manera con que consiguió expresarlos! Decían los griegos que el mismo Jiipiter olímpico se le ha-, bia aparecido á Fidias. Alguna aparición celeste hubo tam­ bién de inspirarle á Salcillo la concepción de su ángel mis­ terioso. De otra manera no era posible que hubiera llegado mmca al grado de conveniencia y de acierto que resplandece en esta obra cuasi perfecta. Sus conocimientos anatómicos, su apli­ cación constante, su vocación decidida por el arte estatuario, no bastan á esplicarnos, dada su humilde educación artistica, el encanto admirable de sus producciones. Pero Salzillo abrigaba en su pecho un alma llena de senti­ mientos proñmdamente religiosos, tenia creencias y fé inque. brantahles, amaba tiernamente los misterios de la sagrada pasión de Jesucristo, la inspiración cristiana enardecía todo sit espíritu; sentía, en mía palabra, el arte que ejecutaba, y este es todo el secreto de su habilidad sorprendente. Yo, en verdad, no comprendo cómo pueda tenerse amor al arte sin el amor de su eterno principio; así como tampoco en» 38 tiendo cómo pueda amarse la moral y practicarse la AÚrtud prescindiendo del amor de Dios, que es la misma moral ab­ soluta y el ñmdamento de toda virtud. Salzillo no amaba el arte por el arte mismo, como ahora se dice, sino por lo que en él liabia de ser expresado. Pruébalo el carácter unigénito de todas sus obras. Y la D o ­ lorosa, la Oración del Huerto, el Prendimiento j la Caida, son otros tantos testimonios elocuentes de que su autor ha podido decir, como el dVino Rafael: «Quiero consagrarme al arte sólo por servir á Dios.» Y, con efecto, si es seindr á Dios propagar los fundamentos de su religión.enseñando n Tas gentes su evangelio, ninguno como Salzillo, entre todos los murcianos, ha sabido cumplir mejor con esta misión apostólica. Sns admirables Pasos han servido mas que todos los ser­ mones y pláticas doctrinales pronimciadas desde los púlpitos de nuestras iglesias, para promover entre los habitantes de esta ciudad cristianísima la piedad mas fervorosa, la devoción mas acendrada y el mas ardiente celo. Tal es y debe ser el triunfo mas elevado del arte. Lo demás no es mas que vanidad y afan pueril de aplauso cuyo ruido suele á veces extinguirse con la misma prontitud con que se limpia el cristal empañado en presencia de los rayos solares, «A imitación de Dios eterno, infinito y supremo artista— dice el autor á que antes liemos aludido— debe el artista hu­ mano trabajar en corregir, reparar y mejorar todo lo que pue­ de santificar á nuestro ser y ennoblecer á la humanidad. Y es evidente que la asistencia iiroviclencial del Eterno que ha que­ rido alumbrar al mundo con la divina antorcha de las bellas artes, obliga á todos los misioneros de esta voluntad á cum­ plir con un deber sagrado. »¡Cuan ingi'atos serian aquellos, —añade— cuya voluntad quisiera sólo que las bellas artes sirvieran á su vanidad y á su egoismo!» Nunca tales imperfecciones afearon el carácter del escultor murciano, ni como hombre, ni como artista. Nunca le movió el deseo de una ganancia egoista. Todas sus obras obedecen á un mismo plan y á un pensamiento único; la excitación de la piedad cristiana! Y tenemos noticias perfeotaments auténticas de que á esta sola idea sacrificó «iempre todo otro interés ó 39 miramiento humano; Salzillo, ni en la concepción ni en la ejecución de ninguna de sus obras, conoció otro móvil que el amor ardiente del arte sagrado que cultivaba. No es el talento sofístico ni el genio Arenal que se adecúa fácilmente á las cir­ cunstancias ó al gusto predominante de la época; es el artista que siento profundamente las grandezas de su religión henno. sa, y desea, por medio de la manifestación artística de .BUS misterios mas sublimes, conmover todas las almas, encen­ diendo en ellas el mismo apasionado fuego que enj sus entra­ ñas arde, como el tínico que puede guiarlas por el sendero qne conduce al término donde todo es perfección, y donde na­ da es obstáculo. Es, en fin, artista cristiano, artista de creen­ cias positi\’as sin mezcla de vacilaciones, artista de rumbo fijo y certero. Amaba á Jesucristo, y puso, como Rafael, toda su habili­ dad al servicio de este Señor. El cielo lo premió inspirándole eternos ideales. ¡Bendiga el cielo también á todos los que saben inspirarse en el Dios verdadero! J osé PIO TEJERA. 1 A SALZILLO, en el centenario de su muerte. (Murcia 3 de Ma/rzo de 1883.) Luz vacilante que al nacer espira, breve sonido que arrebata el viento, gemido de tristeza y suJfiimiento, que lanza al aire la doliente lira, es la existencia: su mezquino aliento dura un instante, con tan triste suerte. que este instante lo pasa en el tormento. Nada se escapa bajo el golpe fuerte de la segur; ¡la muerte despiadada encuentra en el matar sn propia muerte! Solo un punto se muere: después.....¡nada! ¿Tiniebla ó luz?.....¡Impenetrable dula!: y la Esfinge que guarda aqneUa entrada, no dice su secreto, sigue muda. E l bárbaro tirano, que hizo al mundo temblar ante su faz, fiera y sañuda. el surco que su látigo, profundo. en la cara del hombre señalando. es hoy ceniza, tierra, polvo inmundo. que el huracán de muerte vá aventando. El templo colosal, que el hombre fuere. •n rendimiento por su Dios, alzando. vacila en su cimiento, rueda y muero. La juventud, el fausto, la belleza. el codiciado bien, que el alma quiere. . . 1 42' la posición ansiada, la riqueza, •el goce ambicionado y conseguido, el poder, el dominio, la grandeza, son sombra nada mas, sombra y olvido. Nada resiste; todo rueda inerte, y en abismo sin fin queda perdido; que es la ley de la vida ley de muerto. El suspirar del beso enamorado, qiie la amante pasión al lábio vierte, es mentira quizás, quizás pecado, sonido nada más que lleva el viento •con perjuras blasfemias enlazado, Ò con ayes de pena y de tormento. La flor de la pradera, pura y roja, abre en la aurora todo su portento; AÚve nn instante, su perfume arroja, muestra las galas que le dió fortuna, dobla su tallo, mustiase y deshoja, y el viento la sepulta en la laguna. Todo en el mundo muere: diferencia de la vida á la muerte no hay ninguna, ¿Pero nada se escluye en la sentencia que al mundo puso Dios? ¿Hay poderío .. que resista del tiempo ála inclemencia? ¿Todo es pasado, tierra, polvo frió? El Hacedor supremo. Omnipotente, ; ^ j por propia voluntad de sn albedrio, dióle al genio la vida eternamente: siempre muestra su luz, su claro brillo; no tiene el genio ayer, AÚve en presente. Por eso. Murcia entera, el don sencillo sobre tn tiunba deja en este dia, y vierte á tu memoria, gran Salcillo, sus lágrimas de amor la pàtria mia. Tu fuiste genio, sí; tn levantaste, por la potencia qne tn ser sentía, la frente sobre mundo, y la sibílica cifra de la gloria, del Dios infinito la heredaste: tienes tabla aparte en miestra Nacer del polvo; aparecer sin nombre; el que tu enseñaste Historia. 43 de la masa social ser vil escoria, y salir á la luz; hacer que asombre el fruto de tu ingènio portentoso en sus obras magníficas al hombre, es ser gènio inmortal, es ser coloso. Tu sentiste cruzaba por tu mente la aspiración de gloria, y afanoso vida le diste á la materia inerte: vibró tu inspiración; sopló su aliento, y en estátuas de luz, la masa fuerte de la'encina trocaste en nn momento. Del Gòlgota subiste hasta la cumbre, por tn fé dirigido, y el tormento viste de Dios por fiera muchedumbre. Jimto á la cruz hallábas® Maria, muerta en sus ojos del placer la lumbre, pálido el rostro, sin aliento, fria, el pecho compungido, y angustiada, y la doliente lágrima caia por la pura megilla resbalada. ¿.Qué mucho, qne una madre, de esta suerte sufra y padezca por la AÚda amada del hijo que batalla con la muerte? ¡Cuando el Hijo suspira atormentado, ni aun la Madre de Dios sabe ser fuerte! A la Virgen robaste el angustiado rostro divhio, y de sn taz llorosa modelo hiciste, que el cincel, grabado dejó en la lufiaa bruta, perezosa. La luz del gènio iluminó tu frante, y á la vida brotó la Dolorosa. Ambicionando mas, al refulgente cielo subiste, y la forma pura del ángel consiguiendo, diligente bajas al suelo, tallas la escultura, forma y color le das, brilla sn encanto, y es nn Angel de luz y de hermosura. Mas quién sabe? quizás amargo llanto, regó el sendero de tu triste vida; tal vez de las angustias el quebranto gozaste nada mas, en la perdida 44 «xistencia del mundo: que la suerte quiere que la palabra dolorida del genio entiendan cuando vive en muerte. H oy que reposas en la tumba fria, •1 mandato de Dios supremo y fuerte, ordena, por justicia, en este dia, que esculpamos tu nombre en nuestra Historia. Recibe, gran Salzillo, á tu valia, las honras qne te dá la patria mia: Que al Gènio paga Dios, paga con Gloria. T omás M AESTRE PEREZ. 7f¿^ ....... V - ■ \ % A SALZILLO EN SU CENTENARIO. Hoy que orgullosa de tu nombre y gloria la noble Murcia á coronarte aspira, y recordando con placer tu historia en ella el genio y la virtud admira, permite que también á tu memoria dulces vibren las cuerdas de mi lira: atrevida, tal vez, ella ambiciona añadir ima flor á tu corona. No es mi flor, por desgracia, tan hermosa como mi dulce admhacion desea; no tiene la belleza de la rosa, en que la vista ansiosa se recrea; no es la violeta tímida y graciosa; no es clavel que el ambiente perfumea; •8 del campo la pobre florecilla que al lado de otras flores nunca brilla. Pobre es mi flor y humilde. ¡Oh, si pudiera de tus obras robar tanta poesía! ¡cuan bella! ¡cuan valiosa yo la hiciera! ¡ninguna ofrenda entonces cual la mia! ¡mas todo es ilusión! ¡vana quimera! ¡mi soñadora mente desvaría! ¡tener aquel encanto irresistible! ¡llegar hasta tus obras! ¡Imposible! Tú eres el gènio. Al cielo plugo darte UnTrifl, sagrada, inspiración divina. En las regiones mágicas del arte t i eres el sol que todo lo ilumina. I k 4'^ 46 ¿Qué ha de hacer el mortal sino admirarte? ¿Qué mucho si ante tí su frente inclina? Gloria de Mm’cia, sin rival Salcillo, á tu genio inmortal mi lira humiUo! Hoy el murciano que en su pecho siente latir el corazón con noble orgullo, pulsa la lira con cariño ardiente y se eleva su canto en loor tuyo. Dichoso él, porque al ceñir tu frente, al unir á tu nombre el nombre suyo, sigue la voz de inspiración sagrada canta glorias de su patria amada. H oy quiere darte Murcia agradecida una pequeña prueba de su amor. H oy renne á sn pléyade escogida, y dando fiesta artística en tn honor, se pregunta á sí misma envanecida: cual será de tus obras la mejor. ¡Que al contemplar las muchas que dejast« no «abe en cuaj mas diestro te mostraste! Ora es Jesús con su inirar doliente, resignado, sublime, mdescriptible; ora el sayón que en su malvada frente demuestra que al dolor es insensible, ya es Longinos, que mira al Inocente con expresión de tinte indefinibls, ya es el dolor inmenso que rebosa «n Maria, la Madre dolorosa. Su indefinible pena comprendiste al trazar en tn mente esa figura, y al modelarla con amor, supiste dar a sn rostro, de sin par dulzura, la j)ena inmensa de la Madre triste que anegada en un lago de amargura llora al pie de la Cruz à su Hijo amado, y en él, al Dios, señor de lo creado. Mas de tus obras, el mayor portento es la Oración del huerto: allí se achnira la grandiosa expresión de tu talento, en el dolor del Angel que suspira y 47 vencido por supremo sentimiento. Misticismo sublime alli se aspira. No exagero, si digo que es tu joya el Angel bello dó Jesús se apoya. ¡Cuanta tristeza en su mirar amante! ¡Qué encanto tiene su piedad sublime! Al contemplarlo, el ánimo anhelante siente dolor intenso que le oprime! ¿Y qué mucho que el pecho se quebrante, si el ángel, que es de piedra, trist« gime? En la verdad suprema te inspiraste cuando el Angel del Huerto modelaste. Bien hace Murcia hoy en coronarte rodeando tu trono de esplendor, bien hacen sus poetas en cantarte gozándose en tu gloria con amor; que á Murcia, á España y al diAuno arte tu buril inmortal siempre hizo honor, ,y justo es que eternice tu memoria aquella á quien cubriste tú de gloria. Perdona si también mi mente loca con tu brillanta gloria deslumbrada, al eacusliar el eco que convoca á cantarte, sintióse arrebatada, y sin pensar que su destreza es poca soñó cantar tu gènio; ya hmniHada conoce que es mentira siempre el sueño y más, mientras más dulce y halagüeño. M Murcia Marzo 3]88. a r ía d e YARMOUTH. SALZILLO, A R T IS T A M URCIANO. Á. no mentir fehacientes datos, Salzillo era de origen ita­ liano: su padre, nacido habia en la patria del Arte. Sin duda, esto ha motivado á algunos escritores, para que, ocupándose del inmortal artista, hayan consignado sin empa­ cho, y siguiendo rutinarias costumbres, que si Salzillo fué grande, y supo dar á sus esculturas inspiración y fantasia, fué debido á que su alma, trasmitida por su jiadre, destello era tan solo de la artística Italia. No soy yo de esos patriotas esclusVista# que ponen ante todas su ciudad natal, y después, en grado descendente, su provincia, su nación y la humanidad entera: por el contrario, he condenado alguna vez las estravagancias en que determi­ nadas personas caen cuando hablan de su pàtria; y pienso y sostengo que el hombre à la primera colectividad que debe sentir amor esá toda la humanidad, mas aún, al universo en­ tero; sin que esto quite para que tenga un afecto especial y marcadísimo hacia la primera tierra que le sostuvo al nacer. Mas, en lo que á la esfera del arte consierne, sin olvidar que en el arte de todo el orbe hay un punto de partida y á la vez otro de llegada, —que ambos áuna son la belleza— ha sido siempre mi sentir, que esta belleza ss manifiesta de muy dis­ tinta manera, obstentando diversas formas, según la localidad en que el artista se encuentre colocado, el medio-ambiente en que tenga que vivir. ¿Y cómo nó, si la naturaleza, arsenal de la belleza, obsten* 50 ta diferencias esenaialisimas de zona á zona, de región á re­ gión? ¿Será posible que un genio artístico, colocado en las es­ tepas de la helada Siberia, entre los bosques frondosísimos de la India, en las accidentadas montañas de Suiza,ó en la región meridional de nuestra España, pueda modelar una es­ cultura, pintar un lienzo, que no respondan á las influencias de la A'ária naturaleza que le rodea? Seguramente nó. Y hay mas todavía: sabido es de todos, que la mujer en la tierra es, de los seres animados, el mas perfecto, mas armó­ nico, de mayor belleza, y, por consiguiente, el mejor modelo para un artista. Y este ser mujer, que en todas partes es be­ llo, tiene especiales diferencias por la raza, por el clima en que nace, basta por el modo de vivir que tiene. No be de esforzarme para demostrar lo que vengo soste­ niendo; solo añadir quiero en su apoyo, que la perfecta, abso­ luta é invariable belleza, esa solo Dios la tiene; nada en la creación la encierra, mas de Él hacia abajo, todas las belle­ zas, como relativas que son, varian y se cambian. Aiín los mismos soles resplandecientes que alumbran tanta y tanta porción del Universo, que permanecen con la misma belleza por mucho tiempo; sus rayos, en los mundos á que alumbran, se manifiestan bien distintamente: aqui en la tier­ ra, nubes y reflejos quitan á su belleza gran parte en mu­ chos puntos: allá, en la bóveda celeste, en otras esferas, tam­ bién palidecerán los soles, y no se reflejarán del mismo modo* sus rayos en todos los puntos de sus respectivos meridianos. Pues bien, si Salzillo nació en Murcia y en Murcia vivió, si en la reina del Segura se dedicó á tallar sus innumerables esculturas, ¿quien se atreverá á sostener que fué artista, sola­ mente por que venia de Italia? Cierto es, que su padre era italiano; mas esto mismo es otro fundamento de mi aserto. Quiero convenir, por un momento, en que las almas pue­ dan trasplantarse; admito que solo en Italia nacen los artis­ tas, á despecho de toda nuestra pléyade. Siendo esto asi, es lògico que D. Nicolás Salzillo, padre del artista murciano, es­ cultor también, debería ser un gran gènio, un hombre que formara escuela; y, sin embargo, las noticias que de él nos han quedado, atestiguan si su mucho valimiento, pero de esto 51 á poder«« eompamr con el autor de la Dolorosa, vá una enor­ me diferencia. Salzillo, como todo artista, debería tener un alma nacida del seno de la belleza: en su manifestación fué un artista mur­ ciano. Díganlo sinó los finos contornos de todas sus vírgenes, el delicado talle, d^ sus formas la concreta morbidez, las magis­ trales posturas; y fijaos eu los ojos de ellas, hermosos todos, todos negros y rasgados y con sin igual espresion: acordaos del Ángel, y sobre todo de su brazo inestimable, que parece un brazo de mujer murciana, abrillantado, hecho divino, por el destello de algo sobrenatural que se siente,aun que no se esplique; recordad también el brazo férreo del San Pedro, sus musculares formas, la apostura de la figura toda del Santo; ved ese Prendimiento, joya preciosa, donde haj^ mucho de divino, pero donde se ven también rostros y figuras sacadas de las gentes de la vega; admirad, ba,jando la cabeza ante magestad tanta, los sublimes Cristos, donde la materia se la vé retorcerse sobre aquel leño, á la par que la espresion mas propia del dolor asoma al rostro de la celestial figura; hacién­ donos recordar, aparte el sentimiento religioso, algún rostro real que habéis visto en las angustias de la agonía. Pero, por encima de todas las xuiiebas presentadas, hay •una última, decisiva, concluyente: esta és la obra mejor del escultor inimitable. Mi plmna i’á á atrei^erse á hablar de la Dolorosa de Vier­ nes Santo; evocad su recuerdo; conmoveos. Las manos de la Virgen, cárdenas y suplicantes, se alzan al cielo; su boca entreabierta, deja adivinar un sollozo; sus pá­ lidas megillas, sus ojos divinos, soberanos, como faltándole apoj^o aquí en la tierra, elevados liácia el Supremo Hacedor; y de su órbita ráuda lágrima que en el párpado vacila, ma­ nifiestan su dolor inmenso. —¡Ali! de seguro, al recuerdo de ella, á alguna de mis paisanas que me escuchan, cristalina perla habrá rodado por su cara. Si yo la viera, una vez mas me aferraría, á mi opinion; ]iuee recuerdo que en Semana Santa no lejana, cuando pasaba la excelsa Escultura ante mi vista, contemplaba también á una 52 mujer de «ata tierra que, conmovida, no podia contener uua lági-ima incipiente; y que, á ella viendo y la escultura admi­ rando, me dije: ¡La mujer de Murcia, llora de igual modo que la Virgen de Salzülo! Salzillo, pues, que murciano ftié por haber nacido aquí, l'ué murciano también por su arte; y así es que yo me imagino el alma^ de Salzillo, teniendo por cuna el Cielo, manifestándose, tomando vida y carácteres, en las ricas fuentes de belleza qne en nuestra hermosa ciudad existen. J u l iá n LACTEIiVA. i: :M "ÀÎ ■tí«;; ÊÈM , t'.'iTSiM m im m I I SALZILLO. SN EL CENTENARIO DE SU M UERTE. SONETO. Hecho está jiolvo el que del polvo fuera; dormida la cabeza pensadora; yerta, inmóvil la mano creadora’ que forma y vida á la materia diera. El genio, que en su frente Dios pusiera, la muerte loa]iagó, ¡muerte traidora! y solo queda de SalziUo ahora la nada de la nada do saliera. Mas, si el sepulcro guarda en lo proftmdo solo polvo y miseria y desconsuelo; El, artista y cristiano sin segundo, Alzando audaz sobre la muerte el vuelo, dejó un nombre inmortal en este mundo, y un alma inmarcesible allá en el cielo. M K aitma 8 d* Marzo de 1883. ig u e l CtAZQUEZ LLOPIS. DE AQUI AL CIELO. No tengo ni mas sueños, ni mas anhelo, que este valle y su hermoso sereno cielo, •us huertos, sus pahneras, sus morerale« y las rosas eternas de sus rosales. Vivir no es ser el àtomo de un torbellino, ni ir á donde lo lleven y sin cambio; es procurarse dulce, tranquila calma, y dar creencias y amores y fé al alma. Quien ha tenido tanta, tan gi'an fortuna de que Dios le haya dado para su cuna, dulce nido formado entre azahares, donde ni silvan vientos ni rugen mares; debe, no una, mil veces, si es bien nacido, adorar á los cielos reconocido. Vale aqui el pan sabroso, de trigo de oro, más que en cualquiera parte todo im tesoro, más el sueño tranquilo dulce y profundo que todos los honores que ofrece el mimdo. ¿Por qué dejar la dicha que ahora poseo para ir luego viviendo con su deseo? No ahrh’é yo en mi pecho tamaña herida; quiero ser siempre tuyo. Murcia querida. Lo que no sea tu cielo se me figura interminable caUe de la amargura; fuera de ti, mi esph'itu no se concibe, ¡por ahi se sufre mucho, aqui se vive! Los rayo* que aqui bajan del sol radiante no llevan solo lumbre vÍAÚficant§ 50 para cuajar el grano d* la# espiga# y resarcir la tierra de sus fatiga#; llevan en el invierno terrible y crudo be#os de fuego al pobre que está desnudo. Emporio de bellezas, las terrenales pedían á un artista las celestiales; y im hijo de esta tierra privilegiada vió los cielos abiertos con b u mirada. De alh copió lo# ángeles y serafines; del fuego con que aman los querubines bebió el raudal divino, mimen glorioso, Y del hombre, del genio, brotó el coloso. Al calor de su mano, de las senciUas líneas de sus cinceles, las maravillas brotaban como nacen nimbos de estrellas, cuanto el cielo es mas negro, más y más bellas. Prometeo, del cielo baló aquel fiiego que en ceniza j pavesa ae acaba luego: pero Salzillo, en grato, dulce perfume, bajó el fuego sagrado que no consume. No hay lámpara bendita en los altares, no haj’ fulgor en los cielos, no hay en los mare# estrella mas fiilgente, no haj’ en 1» aurora rosicler mas preciado, el sol no dora ni astro, ni flor, ni cumbre, ni ola de espuma, ni rayo de diamante, ni blanca bruma, nada que tenga tanta, tanta poesía, como esa Dolorosa, la madi'e mia, que al Ajeria por la caUe, hombres, miijeres, niños, todos decimos: ¡bendita eres! Si yo no amara á Murcia, mi pàtria bella, ai yo no desease morir en eUa, y tener en su seno mi sepultura, siquiera,seapobre, triste y oscura... solo porque, apenado y dolorido, cuanto he amado en la vida, cuanto be creído, un Dios-hombre, portento que sufre y gime con una cruz à cuestas que me redime; la Virgen mas hermosa, la luz del cielo que con sua muchas penas nos dá consuelo; 57 los ángeles divinos de etéreas galas que siguen nuestros pasos con ténues a la s viendo todo ese mundo, yo me embeleso y le digo á mi alma: ¡la gloria es eso! ¿Dónde irás, almamia, que halles mejores dogmas para tus penas y tus dolores? ¿A dónde arte divino mejor se encierra? ¿Dónde la fé y las flores que dá esta tierra? Amemos, alma mia, siempre creamos; seamos siempre dignos de lo que amamos; y Jesús y la Virgen, escudo fuerte nos serán en la hora de nuestra muerte, y por eUos al cielo nos subiremos donde están tan hermosos como los vemos. J o sé M ARTINEZ TORNBL. " P — A^v ■ .tíKHtív' ; I EL ANGEL DE L A O R A C IO N D E L H U E R T O D B D I C A D O Á M I Q U E R ID O A M IG O P on J03É í Jl Q U E T A . En la falda del Gòlgota eminente y en la nocturna oscuridad sumida, con la fiebre del crimen que presiento, inquieta duerme la ciudad deicida. Toca á su fin el sacrosanto drama en que el amor divino nos redime, y ya Jesús en su ferviente Uama •e abrasa el pecho y, abrasado, gime. Gethsemani de la sublime escena es silencioso y único testigo. ¡Noche de amor y de misterios Uena: hijo fiel de la Cruz, yo te bendigo! No bastó de mis ojos á borrarte de veinte siglos la espesada sombra; al fondo de esos siglos bajó el Arte, y #n él revives con verdad que asombra. ¡Gloria al artista! Ved. Bajo mi oliy® que seco y duro pedregal sombrea. tíO 6l cuadro surge palpitante y vivo que en tristes horas afrentó á Judea* Duerme Pedro con sueño receloso, grave la faz y contraido el ceño; duerme Santiago con mayor reposo, y es de dulce candor de Juan el sueño. Sólo vela el Señor. Suspensa y muda póstrase y caUa la Creación entera; que habla asi de Jesús la pena ruda, y le oye el Padre desde la alta esfera: «Pase de mi este cáliz. Padre mió, «cuyo ingrato sabor no tiene nombre; •pues lo ha colmado, en su delirio impío, «de amarga hiel la ingratitud del hombre. «Pero si es mi martirio necesario, «si el temor de morir mi labio mueve, «yo resignado subiré al Calvario «mañana entre los gritos de la plebe.» Y en su flaqueza corporal le aterra fin cercano y la maldad humana; los vé, los pesa, y desplomado en tierra ¡sudor de sangre de su cuerpo mana! BU ¿Y solo se ha de hallar en duelo tanto? ¿No habrá algún lenitivo á su amargupa? ¿Es que á tanto clamor de tal quebranto tenaz silencio guardará la altura? No, que rasgando de la azul cortina, que oculta á Dios, el pabellón inmenso, desciende un ángel de beldad divina, huella dejando de fragante incienso. ¡Cpn qué noble adenián del bello brazo muestra el cáliz que cerca se aparecel 61 ¡Con qué solicitud en su regazo sostiene al Redentor que desfallece! Miradle cuán airoso se presenta, desceñido el cendal; la gallardía con que en su bella desnudez ostenta de eterna juventud la lozanía. Sus formas de suavísima elegancia tan indecisas son, tan ideales, que tienen del mancebo la arrogancia y las castas turgencias virginales. No con las rosas místicas del cielo su cuerpo alabastrino se colora; sobre él tendió el dolor pálido velo; pero.es su palidez la de la aurora. Rúbia guedeja coronar se mira la serena estension de su ancha frente, y su pecho parece que aún aspira de la etérea región el hbre ambiente. Sus ojos ¡Ah! ¿Quién sonda su mirada que allá en la azul inmensidad se anega? En ella la tristeza reflejada se pinta con que Dios su amparo niega. Y con las alas recamadas de oro cubre á Jesús como al hijuelo el ave, en las que de color dejó un tesoro el Iris preso en su plumón suave. ¡Celeste aparición encantadora! ¿quién en tu vaguedad no se extasía admirando la fuerza creadora de la más exaltada fantasía? Puede el hombre en los senos de su inent« imaginar al macerado asceta. 62 al apóstol, al mártir sonriente; porque el humano ser los interpreta. ¡Hasta á Maria, cuj^os ojos hieren los tormentos del Hijo en quien adoran: hay tantos hijos que inocentes mueren y tantas madres que á sus hijos lloran! Mas írener tal visión, acariciarla dentro del ahna con ardor fecundo, darle forma y color, y al fin mostrarla llena de vida al asombrado mundo; Es la linde salvar del pensamiento, ver del Empíreo el refulgente brillo, llamarse entre los hombres un portento, es sentirse escultor y ser Salzillo. Y uo es tan sólo la atracción del Arte de que eres á la par modelo y palma: impúlsanme también para cantarte recónditos misterios de mi ahna. Nodo son para tí. Desde que niño te presté adoración en mi memoria, que perfumada está con tu cariño del corazón la accidentada historia. ¡Cuántas noches, sufriendo los terrore» con que el miedo infantil nos acobarda, junto à mí te miraba entre esplendore» si aYAngel invocaba de mi Guarda! Lejos, luego, del valle delicioso que hoy te cubre de flores y laureles, alentaste mi paso tembloroso al trasponer del mundo los dinteles. Prepintiendo el amor, sus bellas flores quise brotasen á tu influjo amigo, 63 dando al ángel ideal de mis ainoref bajo tus alas protector abrigo. Crecí, sufrí, lloré, y en esas horas en que, por negras dudas combatida, mira el alma do quier sombras traidora» y amaga acaso maldecir la vida; En medio de mi loco desconcierto, cariñoso á mi lado te be sentido, he recordado la Oración del Huerto, y, coxno aUi á Jesús, me has sostenido; Que el ángel eres tú que al ahna esclaf» el límite señala con fijeza donde la muerte del vivir acaba, donde la vida del morir empieza. Emanación del cielo peregrina, cuanto emana de tí nos fortalece: abismo á que te asomas, se üumina; conciencia en que penetras, se engrandece. Tú mspíraste á Salzülo, tú le diste valor y fuerzas en el trance duro' de abandonar nuestra morada triste para volar al inmortal seguro. Tú, con rápido vuelo, á las alturas elevaste su espíritu cristiano, dó animadas verá las esculturas que aquí labrara su fecunda mano. Y tú inspiraste á Murcia este homenage á que entusiasta y sin valer acudo; pues en mi pequeñez tan sólo traje la humilde ofrenda de mi canto rudo. ¡Salzillo: duerme en paz! Pronto tu nombr«, por la ancha redondez que el sol alumbra, I: - : 64 tan alto sonará, que al mundo asombre dónde el aplauso imiversal lo encumbra. Y siempre fresco tu lamel, sus galas guardará enalteciendo tu memoria, mientras con tanto honor bajo sus alas cobije ¡E l Angel! tu preciada gloria. tí«R '> Ctí «■ V- g. i>- É M uM ic a r d o SA N C H gZM A D R IG A L . --«tí ,/títísvtí- .tíítí iP P ï' m \ XqT IT MIENTO : TURGIA CHIVO i c 2 -i