UNA PRUEBA CON PROPÓSITO Por Elena Morales Aponte Barrio Vallejo, Estaca Lindavista México Durante nuestro primer año de matrimonio, mi esposo y yo supimos que seríamos padres. Sólo contábamos los días para conocer a nuestro hijo Mosiah. Durante los nueve meses todo transcurrió bien y ansiaba el día en que tendría a mi bebé en brazos. La última semana mis consultas médicas eran cada 48 horas; sin embargo en la penúltima el médico me indicó que debía presentarme en 24 horas, lo cual me sorprendió. Cuando me revisaron, el corazón de mi bebé latía más rápido e inmediatamente muy lento. Ese cambio tan brusco me asustó mucho. Me sentía muy inquieta y desconcertada. Observaron que mi bebé tenía sufrimiento fetal, pues el cordón umbilical estaba enredado en el cuello; me explicaron que tenían que intervenirme lo más pronto posible para que él pudiese nacer, así que me llevaron a la sala de emergencias. Previo a la operación, mi corazón, mente y alma estaban en oración; le rogaba al Señor que bendijera a mi hijo y le preservara; le pedí fortaleza, que me llenara de valor. Respiré profundo y confié plenamente en el Señor, recordé la bendición de salud que mi esposo me había dado una noche anterior; entonces se aclaró mi mente y pude saber que las cosas saldrían bien y que realmente estaba protegida. Cuando por fin nació mi hijo y lo escuché llorar, me sentí plena y pude comprender un poco el amor que Dios tiene hacia todos Sus hijos. Más tarde pude ver a mi esposo con una mirada llena de amor, derramando lágrimas de alegría y también de dolor por nuestro bebé. Me dio una bendición de salud y me ungió con aceite consagrado, fue uno de los momentos más El pequeño Mosiah solemnes que he vivido, pude sentir la presencia del Espíritu Santo tan fuerte que me llenó de fortaleza para continuar luchando con firmeza y confianza en mi Padre Celestial. Los siguientes días el pequeño estuvo en incubadora por su delicado estado, me guardaba el dolor de no tenerle en mis brazos en ningún momento desde que había nacido, sólo quedaba esperar. Estuvo con nosotros en casa diez felices días, pero tuvo una infección. La primera noche de su reingreso al hospital fue terrible, la fiebre no cedía. Cada día que transcurría estaba lleno de pruebas de fe, me preguntaba qué era lo que el Señor deseaba que aprendiéramos de esos momentos tan difíciles. Uno de esos días mi esposo y yo estábamos en los jardines del hospital cuando nos miramos fijamente y comenzamos a llorar; acordamos que teníamos que aceptar la voluntad del Señor, cualquiera que esta fuese. A partir de ese momento, nuestra visión cambió; pues comprendimos que habíamos hecho convenios en el sagrado templo, que estábamos sellados por este tiempo y por la eternidad y que si seguíamos fieles aun cuando el Señor decidiera llevarse a nuestro angelito, estábamos dispuestos. Leyendo el Libro de Mormón llegué al pasaje de Mosiah 24:10-17, y verdaderamente comprendí que lo único que el Señor quería es que aprendiera a ser paciente, a confiar en Él, a cumplir con mi parte y dejar el resto en Sus manos; supe con certeza que Él estaba ahí para mí, para mi familia y que pasara lo que pasara, que la duración de esta prueba sería el tiempo que Él consideraba prudente para nosotros. La familia Bernal Morales En mi corazón sentí y confirmé que había llegado el momento en que -tal y como dice el versículo 13- debíamos "alzar nuestra cabeza y animarnos”, pues con el Señor no teníamos nada que perder, por el contrario al vivir cerca de Él siempre tenemos todo por ganar. En agosto de 2014 nuestro hijo cumplió 2 años y cada día damos gracias a Nuestro Padre Celestial por la misericordia que tuvo con nosotros al preservar su vida, por permitirnos acercarnos más a Él con humildad; también pudimos experimentar el amor de nuestro Salvador Jesucristo al haber tenido la certeza de que gracias a Su sacrificio expiatorio nuestro hijo estaría bien pues “de los niños es el reino de los cielos” (Mateo 19:14). Siempre recuerdo que no estamos solos y que todos tenemos un propósito en esta tierra, por eso el Padre permitió que nuestro pequeño nos acompañe en nuestros días de probación. Sé que siempre es posible tener la certeza y la esperanza de un mundo mejor (Éter 12:4), si nos mantenemos en este sendero estrecho y angosto que conduce a la vida eterna.