BIENESTAR ESTUDIANTIL UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA PASANTES NUTRICIÓN Y DIETÉTICA TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN Signos de alarma para el reconocimiento de los trastornos de la alimentación Estimado padre de familia, el presente documento tiene por objetivo proporcionarle información acerca de los trastornos de la alimentación cuya prevalencia ha presentado un aumento importante en la población joven. Para ello se desarrollará una conceptualización del problema, se presentará la clasificación de los trastornos, los factores de riesgo para su desarrollo y la identificación de ciertos comportamientos que pueden alertar sobre su existencia en sus hijos. Lo invitamos a leer con actitud reflexiva, a informar al colegio si usted sospecha que su hijo padece un trastorno de la alimentación y a consultar prontamente profesionales médicos, nutricionistas y psicólogos que puedan ayudar a su hijo. ¿Qué son los trastornos de la conducta alimentaria TCA? Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades mentales serias que pueden poner en riesgo la vida en forma muy significativa, independientemente del peso del individuo. La principal característica de los TCA es una “alteración grave de la conducta alimentaria”, acompañada de “alteraciones en la percepción de la forma y el peso corporales”. Clasificación de los trastornos de la conducta alimentaria Anorexia nerviosa (AN) Caracterizada fundamentalmente por el rechazo a mantener el peso corporal dentro de los valores mínimos normales y la distorsión de la imagen corporal. Se manifiesta por un miedo intenso a ganar peso que no desaparece aunque el individuo lo pierda (de hecho, dicho miedo aumenta con el tiempo aunque el peso vaya disminuyendo); y por una alteración significativa de la percepción de la forma o tamaño del cuerpo de manera que el individuo puede sentirse más gordo de lo que es o sentirse delgado pero rechazar excesivamente la apariencia de alguna parte de su cuerpo como abdomen, muslos o nalgas. Además, en el caso de las mujeres afectadas por este trastorno, aunque hayan pasado la menarquía, sufren amenorrea (ausencia de menstruación). La persona con anorexia mantiene un peso corporal por debajo del nivel normal mínimo para su edad y su talla (Menor al 85% del peso ideal). Si la anorexia nerviosa se inicia en la niñez o en las primeras etapas de la adolescencia, en lugar de pérdida puede haber falta de aumento de peso. Pueden emplear una amplia variedad de técnicas para estimar el tamaño y el peso de su cuerpo, como son el pesarse constantemente en una báscula, la medida de las diferentes partes del cuerpo de manera obsesiva o el mirarse repetidamente al espejo para observar las zonas consideradas «obesas». El nivel de autoestima de las personas que sufren este trastorno depende en gran medida de la forma y el peso del cuerpo. Consideran un logro perder peso y un signo de extraordinaria autodisciplina; en cambio, ven el aumento de peso como un fracaso inaceptable de su autocontrol. Algunas personas son conscientes de su delgadez, pero niegan que ésta pueda tener implicaciones clínicas graves. Generalmente, la pérdida de peso se consigue mediante una disminución de la ingesta total de alimentos. A pesar de que los individuos empiezan por excluir de su dieta todos los alimentos con alto contenido calórico, la mayoría de ellos acaban con una dieta muy restringida, limitada a unos pocos alimentos. Existen otras formas de perder peso como la utilización de purgas (vómitos provocados y uso inadecuado de laxantes y diuréticos) o el ejercicio excesivo. La anorexia nerviosa parece ser mucho más prevalente en las sociedades industriales, en las que abunda la comida y en las que estar delgado se relaciona estrechamente con la belleza. Rara vez inicia antes de la pubertad; sin embargo, algunos datos sugieren que la gravedad de los trastornos mentales asociados puede ser mayor en los casos prepuberales. En cambio, otros datos indican que cuando la enfermedad se inicia en la primera adolescencia (entre 13 y 18 años) el pronóstico es mucho más favorable. Más del 90% de los casos de anorexia nerviosa se observa en mujeres. La edad promedio de inicio de la anorexia nerviosa es 17 años. El comienzo de la enfermedad se asocia muy a menudo a un acontecimiento estresante como, por ejemplo, el abandono del hogar. El curso y el desenlace del trastorno son muy variables: algunas personas se recuperan totalmente después de un único episodio, otras presentan un patrón fluctuante de ganancia de peso seguido de recaída y otras sufren un deterioro crónico a lo largo de los años. Subtipos de anorexia nerviosa Pueden usarse los siguientes subtipos para especificar la presencia o la ausencia de atracones o purgas durante los episodios de anorexia nerviosa: Tipo restrictivo: Describe cuadros clínicos en los que la pérdida de peso se consigue haciendo dieta, ayunando o realizando ejercicio intenso. Durante los episodios de anorexia nerviosa, estos individuos no recurren a atracones ni a purgas. Tipo compulsivo/purgativo. Este subtipo se utiliza cuando el individuo recurre regularmente a atracones o purgas (o ambos), provocándose el vómito o utilizando diuréticos, laxantes o enemas de una manera excesiva. Existen algunos casos incluidos en este subtipo que no presentan atracones, pero que suelen recurrir a purgas, incluso después de ingerir pequeñas cantidades de comida. Parece ser que la mayoría de las personas pertenecientes a este subtipo recurren a conductas de esta clase al menos semanalmente, pero no hay suficiente información para poder determinar una frecuencia mínima. Bulimia nerviosa (BN) Caracterizada por episodios recurrentes de voracidad (consumo en un período corto de tiempo de una cantidad de comida muy superior a la que la mayoría de los individuos comerían (atracones); a pesar de que el tipo de comida que se consume en los atracones puede ser variada, generalmente se trata de dulces y alimentos de alto contenido calórico como helados o pasteles, los individuos mantienen una sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (ejemplo: sensación de no poder parar de comer o no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo), seguidos de conductas compensatorias inapropiadas para evitar la ganancia de peso como el vómito provocado, el abuso de fármacos laxantes y diuréticos u otros medicamentos, el ayuno durante uno más días y el ejercicio excesivo que se realiza en horarios poco habituales, lugares poco apropiados o que continua realizándose aun después de lesiones o enfermedades. Para identificar este trastorno estas conductas deben producirse al menos un promedio de dos veces a la semana durante un período de 3 meses Es un trastorno similar a la anorexia por cuanto quien la padece tiene miedo a ganar peso, deseo de adelgazar y un alto nivel de insatisfacción respecto a su cuerpo de manera que su autoevaluación se encuentra muy influida por la silueta y el peso corporal. Los individuos con este trastorno se sienten generalmente muy avergonzados de su conducta e intentan ocultar los síntomas; la cual a su vez puede desencadenarse por estados de ánimo disfóricos (emociones desagradables o molestas), situaciones interpersonales estresantes, el hambre intensa secundaria a una dieta severa o los sentimientos relacionados con el peso, la silueta y los alimentos. La bulimia nerviosa se inicia generalmente al final de la adolescencia o al principio de la vida adulta y al menos un 90 % de las personas que padecen este trastorno son mujeres y los atracones suelen empezar después o durante un período de régimen dietético. En cuanto al curso, este puede ser crónico o intermitente desconociéndose su evolución en el largo plazo. La alteración de la conducta alimentaria persiste al menos durante varios años. Subtipos de bulimia nerviosa Se pueden emplear los siguientes subtipos para determinar la presencia o ausencia del uso regular de métodos de purga con el fin de compensar la ingestión de alimento durante los atracones: Tipo purgativo: describe cuadros clínicos en los que el enfermo se ha provocado el vómito y ha hecho un mal uso de laxantes, diuréticos y enemas durante el episodio. Este método de purga lo emplean el 80-90 % de los sujetos que padecen el trastorno. Tipo no purgativo: describe cuadros clínicos en los que el enfermo ha empleado otras técnicas compensatorias inapropiadas, como ayunar o practicar ejercicio intenso. Ortorexia En este trastorno existe una preocupación u obsesión patológica por la comida sana por la cual el individuo busca consumir exclusivamente alimentos procedentes de la agricultura ecológica, es decir, que estén libres de componentes transgénicos, sustancias artificiales, pesticidas o herbicidas, además de aquellas sustancias que hayan sufrido alguna clase de “condena” respecto a sus propiedades para alterar la salud. Esta práctica puede conducir que se supriman la carne, la grasa y algunos grupos de alimentos que, en ocasiones, no se reemplazan correctamente por otros que puedan aportarle los nutrientes necesarios. De esta manera, muchos individuos pueden presentar una dedicación excesiva a las dietas estrictas, que pueden impedir que el cuerpo se beneficie de una nutrición básica. Ahora bien, la diferencia de la ortorexia con respecto a otros TCA como la Anorexia y Bulimia Nerviosas, en las cuales el problema gira en torno a la cantidad de comida, es que esta gira en torno a la calidad, la persona que sufre ortorexia no está preocupada por el sobrepeso ni tiene una percepción errónea de su aspecto físico, su preocupación se centra en mantener una dieta equilibrada y sana llevada al límite. Las personas que padecen este trastorno tienen ciertos comportamientos o características de riesgo dentro de los que se cuenta el ser muy estrictas, controladas y exigentes consigo mismas y con los demás o tener comportamientos obsesivo – compulsivos. Las mujeres, la adolescencia y quienes se dedican a deportes, son más vulnerables ya que en general son muy sensibles frente al valor nutritivo de los alimentos y su repercusión sobre la figura o imagen corporal; de igual modo, se ha observado también, que muchos pacientes que han sufrido anorexia nerviosa, al recuperarse optan por introducir en su dieta sólo alimentos de origen natural, cultivados ecológicamente, sin grasa o sin sustancias artificiales que puedan causarles algún daño. Suele afectar a las clases sociales más altas, ya que éste tipo de comida es mucho más cara que la tradicional y, en algunos casos, más difícil de conseguir. Algunas características que permiten identificar si el trastorno está presente incluyen: dedicar más de 3 horas al día a pensar en su dieta sana, preocuparse más por la calidad de los alimentos que por el placer de consumirlos; disminución de su calidad de vida conforme aumenta lo que ellos llaman “calidad” de su alimentación, sentimientos de culpabilidad cuando no se cumple con sus convicciones dietéticas, planificación excesiva de lo que comerá al día siguiente, y aislamiento social. Dentro de las consecuencias que pueden originarse se cuentan las mismas que resultan de una inadecuada alimentación: desnutrición, anemia, hipervitaminosis, hipovitaminosis, deficiencia de oligoelementos, hipotensión, osteoporosis, etc. Además puede causar malestares psicológicos tales como depresión, ansiedad e hipocondriasis. Vigorexia Los individuos con este trastorno tienen un deseo intenso de ganar masa magra (tipo musculo), no grasa, y una alteración de la imagen corporal por la cual se ven pequeños y débiles aun cuando son grandes y musculosos, tienen pensamientos obsesivos sobre cómo mejorar su cuerpo y realizan práctica de ejercicio físico compulsiva para agrandarlo así como una dieta estricta que en general se encuentra acompañada del consumo abusivo y/o innecesario de productos anabólicos y suplementos proteicos. Por la incapacidad que tienen estas personas de ver con objetividad el propio cuerpo, usualmente presentan exagerada auto - observación en el espejo para comprobar el tamaño de sus músculos, pudiendo presentar adicionalmente estados de ansiedad o depresión por sus sentimientos negativos de modo que se ve afectada su autoestima. Hay casos de vigorexia en los que la alimentación es extrema en cantidad y reducida en variedad (dieta basada en consumo de proteínas y nada de grasa), pero no ha sido comprobado de forma sistemática que los sujetos con vigorexia tengan una conducta alimentaria patológica, y ningún autor ha propuesto este aspecto como criterio definitorio. Sin embargo la anorexia, bulimia y vigorexia comparten una alteración de la imagen corporal pues en los tres trastornos los afectados no ven el tamaño y la forma de su cuerpo tal y como es. Por otra parte, la vida social se ve afectada puesto que por el padecimiento las personas evitaran situaciones en las cuales los demás puedan ver lo poco musculosos que están o bien afrontaran dicha situación con un alto grado de ansiedad o estrés y porque dejarán de realizar importantes actividades sociales, laborales o recreativas para priorizar el cuidado del cuerpo con el entrenamiento en un gimnasio. Trastornos alimentarios no especificados (TANE) Son aquellos que presentan síntomas de trastorno alimentario pero no alcanzan a cumplir los criterios de algún trastorno específico Algunos ejemplos son: 1. Mujeres que presentan características de anorexia nerviosa y cuya menstruación sigue presentándose de manera regular. 2. Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa excepto que, a pesar de existir una pérdida de peso significativa, el peso del individuo se encuentra dentro de los límites de la normalidad. 3. Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa, con la excepción de que los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas aparecen menos de 2 veces por semana o durante menos de 3 meses. 4. Empleo regular de conductas compensatorias inapropiadas después de ingerir pequeñas cantidades de comida por parte de un individuo de peso normal (p. ej., provocación del vómito después de haber comido dos galletas). 5. Masticar y expulsar, pero no tragar, cantidades importantes de comida. 6. Atracones recurrentes en ausencia de la conducta compensatoria inapropiada típica de la bulimia nerviosa (trastorno por atracón) Etiología de los trastornos de la conducta alimentaria A pesar de que los cambios biológicos marcan el inicio de la adolescencia, esta etapa no se reduce a ellos, sino que se caracteriza además por significativas transformaciones psicológicas y sociales. Estas variaciones determinan que la adolescencia sea la fase del desarrollo donde se produce un incremento notable de la insatisfacción corporal y que, por tanto, sea considerada como de alto riesgo para el inicio de alteraciones y trastornos alimentarios. En la actualidad, la causa de los Trastornos de la Conducta Alimentaria es desconocida; sin embargo, se reconocen factores de riesgo en las esferas biológica, genética, psicológica, cultural y social de los seres humanos por lo que son considerados un trastorno biopsicosocial en el cual confluyen distintas situaciones que pueden actuar como factores predisponentes, desencadenantes o de mantenimiento de la enfermedad, de manera que este tipo de trastornos son multicausales. Tomado de: Moraleda M. Aspectos cognitivos y emocionales en los trastornos de Alimentación Factores biológicos relacionados con el desarrollo de TCA: Herencia: el componente hereditario influye sobre todo en un tipo de personalidad predispuesta a sufrir preocupaciones ansiosas y a buscar la autovaloración a través de la imagen corporal. Aunque no hay evidencia científica consistente algunos genes se han relacionado con la predisposición a este tipo de padecimiento, no se ha identificado un marcador genético específico, los estudios se centran en análisis de polimorfismos de genes, relacionados con el control del peso corporal, con vías serotoninérgicas y dopaminérgicas alteradas en estos pacientes. Cambios en la distribución de la grasa corporal que se dan en las mujeres adolescentes, así como la obesidad pre - mórbida, que conducen o se han asociado con la insatisfacción corporal. Factores familiares relacionados con el desarrollo de TCA: Las actitudes y comentarios de los miembros de la familia, sobre todo de las madres, son variables frecuentemente citadas como precipitantes de la conducta de dieta y preocupación con la figura corporal. La obesidad de los progenitores. El estilo de alimentación (por ejemplo, usar la alimentación para calmar sus emociones o como un premio). El funcionamiento familiar, (familias rígidas y sobreprotectoras), aunque no está claro si ejerce una influencia directa sobre las preocupaciones acerca del peso y la figura corporal. Los acontecimientos vitales adversos Abusos sexuales o experiencia de rechazo por parte de los compañeros de colegio, pueden ejercer cierto efecto sobre la preocupación con la imagen corporal mediado por la baja autoestima. No obstante, se trata de elementos inespecíficos que se relacionan igualmente con otros trastornos psiquiátricos. Los factores socioculturales relacionados con TCA: Las preocupaciones acerca del peso y la imagen corporal La clase social La cultura de la delgadez preconizada por los medios de comunicación en la sociedad occidental. En definitiva, la preocupación por la imagen corporal, hecho extremadamente frecuente en la adolescencia, tiene un origen multifactorial que en ocasiones desemboca en una conducta de dieta y subsecuentemente en un trastorno de la conducta alimentaria. Los estudios que intentan clarificar la importancia relativa de los diversos factores sobre la insatisfacción con la imagen corporal son, en algunos casos, controvertidos. Prevalencia y características de la población más vulnerable de padecer trastornos de la conducta alimentaria Los trastornos de la conducta alimentaria eran antiguamente una rareza, hoy en día, tienen una enorme importancia en los países industrializados y su frecuencia se encuentra en aumento en los países en vías de desarrollo, constituyendo un auténtico problema social. Son las mujeres las que poseen el mayor riesgo de presentar estos trastornos, posiblemente, debido al efecto que sobre ellas ejercen los ideales de belleza de extrema delgadez instituidos socialmente y porque ellas poseen rasgos, actitudes y conductas alimentarias que las hacen más propensas a desarrollar esos trastornos. En algunos estudios la edad de mayor riesgo, parece ser entre los 10 y 24 años, estimándose que el 85% desarrollan la anorexia entre los 13 y los 20 años, además el 80% de los casos coincide con el inicio de la adolescencia. La Asociación Americana de Psiquiatría estima que la prevalencia en mujeres jóvenes y adolescentes de países desarrollados o en vías de desarrollo es de: Mujeres adolescentes Anorexia 0.5% a 1% Bulimia 1% a 3% TCA no especificados 3% En cambio, la prevalencia de trastorno alimentario en los varones es nueve veces menor ya que sólo un 3 al 10% de los pacientes con anorexia son varones, mientras que en la bulimia corresponde del 2 al 20%. En el mundo occidental las alteraciones dela conducta alimentaria constituyen la tercera causa de enfermedad crónica en niños y adolescentes. La Anorexia Nerviosa (AN) en particular, tiene el rango de mortalidad más alto que cualquier trastorno psiquiátrico. El riesgo de muerte es de 6 a 12 veces mayor en mujeres con AN comparadas con la población general, en edades tempranas. En nuestro país, las alteraciones nutricionales asociadas con la imagen corporal como los TCA no tienen una alta prevalencia, los diferentes sectores de la sociedad han mostrado preocupación por el incremento en comportamientos de riesgo como dietas restrictivas, conductas de purga y preocupación excesiva por la delgadez que en presencia de otros factores aumentan la probabilidad de padecer estas enfermedades. No existen estadísticas oficiales sobre el tema, sin embargo importantes investigaciones científicas en el ámbito de la salud pública, hospitales, centros médicos, y otras de las iniciativas particulares de organizaciones y asociaciones que luchan en la prevención y mitigación de los trastornos de la alimentación, arrojaron como resultado que el 2.8% de la población tiene anorexia, que el 3.5% tiene bulimia, que 14.7% son pacientes subclínicos y que un 33% de los jóvenes está en riesgo de sufrir trastornos alimenticios. De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional de Colombia, se calcula que al menos 2 de cada 100 adolescentes, que tienen suficiente comida, sufren anorexia o bulimia. Este estudio también concluyó que cerca de 80.000 jóvenes entre 14 y 19 años padecen una de las dos enfermedades en el país. En Medellín, la Universidad de Antioquia descubrió que el 17.7% de las niñas del grupo de riesgo, entre 12 y 21 años, padecen la enfermedad, porcentaje tres veces superior a la media mundial. Signos de alarma para la identificación de trastornos de la conducta alimentaria En los casos en que los niños o los jóvenes desarrollan trastornos de la conducta alimentaria o se encuentran con predisposición a desarrollarlos la detección precoz es un factor determinante para la intervención temprana, puesto que cuanto más tiempo pasa la persona con las ideas y conductas perjudiciales, más se arraigan, y por tanto, son más difíciles de eliminar y resulta más complicado evitar las recaídas. En primera instancia, es posible que el adolescente realice algunos comentarios negativos sobre su aspecto físico, o desee bajar algunos kilos esta situación es en parte normal por la importancia que en la adolescencia se le da a los estereotipos físicos, ¿cuándo hay que alarmarse realmente?. Algunos de los signos preocupantes que permiten reconocer un trastorno alimentario son: Come cada vez menos y se salta comidas con excusas variadas. Se queja con frecuencia de su imagen corporal, se considera gordo. Realiza comentarios de autodesprecio. Comienza a desarrollar rituales a la hora de comer: corta la comida en trozos pequeños, los mueve por el plato, come muy despacio, dice que no tiene más hambre. Come mucho a escondidas (desaparecen cantidades importantes de comida de la nevera o de la alacena). Siempre va al baño después de las comidas. Consume laxantes o bebe demasiada agua. Realiza excesivo ejercicio físico. Su estado de ánimo es irritable o deprimido. Se le retrasa o retira la menstruación. ¿Cómo intervenir cuando nuestros hijos presentan estos signos de alarma? Los padres de familia cuyos hijos tienen varios de los signos anteriores deben en primer lugar comunicarse con ellos para profundizar en su intención de adelgazar para lo cual será fundamental hacerse preguntas como: ¿Por qué y para qué desea adelgazar? ¿En qué medida le preocupa este objetivo? Y ¿Qué conductas realiza para conseguirlo? Ahora bien, cuando se identifique que el o la joven no se está alimentando adecuadamente para cumplir con esos criterios de belleza que se muestran en los medios de comunicación, no hay que dejar pasar el tema como algo normal o de poca importancia, y tampoco caer en el otro extremo de sobre alarmarse, hay que tomar el tema con mucha seriedad y cuidado; regañar, castigar u obligar al adolescente puede tener efectos contraproducentes y poner una barrera que impedirá el acompañamiento y manejo del trastorno. El padre de familia debe tomar una actitud orientativa y no discriminatoria de manera que debe dejar en claro a su hijo que lo apoya y que por tanto lo llevará con un profesional que le indique cual es su estado nutricional y de ser requerido le prescriba un plan de alimentación adecuado, siendo el momento propicio para consultar con un NUTRICIONISTA. De igual manera, será fundamental si los signos persisten y hay evidencia clara de excesos en las conductas que se siguen para llegar a un modelo de cuerpo determinado complementar esta atención con apoyo médico y psicológico. Por otra parte, el padre de familia debe informar de la situación en otros entornos donde se desarrolla el adolescente, especialmente en el colegio, donde también puede recibir apoyo para dar atención oportuna y prevenir las complicaciones de estos trastornos al ser un lugar de fácil acceso para la promoción de la salud. ¿Qué hacer para evitar trastornos alimentarios en nuestros hijos? Los colegios pueden ser un recurso de valor a tener en cuenta, para alumnos y padres, relacionado con la divulgación de información sobre los trastornos de conducta alimentaria y también con la actitud de los profesores y compañeros ante la sospecha de un caso, lo cual puede ser determinante en la detección temprana de la enfermedad. Sin embargo, la prevención en casa debe ser la herramienta maestra de todos los padres familia, basándose primordialmente en una adecuada relación familiar y la promoción de un ambiente que favorezca el diálogo. Los especialistas del Hospital materno infantil Sant Joan de Déu, de Barcelona, mediante la plataforma digital FAROS, aconsejan una serie de medidas para prevenir los trastornos alimentarios en los hijos desde la infancia: Enseñar desde pequeños la importancia de seguir unos hábitos saludables: establecer horarios de comida regulares, repartir la comida en cuatro o cinco tomas al día, evitar saltarse las comidas y no picotear entre horas. Comer en familia siempre que sea posible, en un entorno apacible que facilite la conversación. La dieta debe ser sana, equilibrada y variada que incluya todos los alimentos necesarios, con limitación de dulces y postres industriales y comida rápida. Ofrecer verduras y frutas de forma variada. Fomentar la autoestima del hijo para que descubra sus capacidades y sus limitaciones, las acepte y aprenda a sentirse bien consigo mismo. Reforzar su autoestima y animarlo a que tenga sus propias opiniones. Esto lo reforzará frente a los mensajes sobre estética, cánones de belleza y alimentación (como dietas milagrosas y productos dietéticos) que lanzan algunos medios de comunicación y la publicidad. Conversar sobre estos mensajes, razonar las verdades y los mitos y enseñarle a valorar la salud por encima de todo. Animar a practicar ejercicio físico con regularidad porque, además de ser beneficioso para su salud, ayuda a mantenerse en forma. Facilitar sus relaciones sociales y su participación en actividades extraescolares. Establecer una buena comunicación dentro del entorno familiar ayuda a que los hijos se sientan seguros. Además, es importante adoptar y mantener unos hábitos saludables, no sólo con lo relativo a la alimentación, sino también a otros aspectos como la constancia en la práctica de actividad física, compartir en familia, el aseo personal y en el número de horas de sueño. Todo ello ayuda a llevar una vida saludable, evitando que la influencia de los medios de comunicación y los cánones de belleza afecten nuestros niños y jóvenes. Es importante alimentar su autoestima, autoconfianza, y ser un apoyo emocional como familiares. Todo empieza desde casa. Bibliografía 1. Alibes C, Benito P, Castillo A. et al. Guía práctica prevención de los trastornos alimentarios. Editorial Calidad Gráfica (España). 2002. 2. Díaz H. Trastornos de Conducta Alimentaria, un flagelo mundial. 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