EL Verdadero Medico y La Verdadera Medicina No Se Aprende en la Escuela Iván Figueroa Otero MD FACS FAAMA* Pasó mucho tiempo antes de que yo pudiera entender, el origen de la tristeza que me embargo el día que me entregaron mi diploma en el 1970. Este artículo explica el misterio de esa paradoja. Aunque la razón común aparente, que motiva usualmente al discípulo a estudiar medicina, es aprender a ayudar al ser humano a curar de sus enfermedades, nosotros que ya hemos pasado por esa experiencia, sabemos que las razones específicas individuales pueden ser mucho más variadas. Que pueden llegar, desde el extremo del idealismo irracional hasta el pragmatismo menos llamativo. Tales como tradición familiar, la búsqueda de la cura de alguna enfermedad que acabo con la vida de un ser querido, un libro motivacional de la vida de un médico, la búsqueda de mejorar el estilo de vida de su crianza, la búsqueda del reconocimiento profesional asociado a esta profesión, o un deseo de servir a las comunidades con condiciones económicas más desventajosas. Pensábamos en ese instante, ingenuamente, que a partir del momento que nos entregaran nuestro diploma y firmáramos con nuestro título, obtendríamos toda una gama de atributos especiales que nos asegurarían una vida plena que llenaría todas nuestras necesidades. Como he dicho en un artículo previo, el paciente responde más al arte de la medicina que a la ciencia, porque la relación o vinculo de respeto, credibilidad, confianza, empoderamiento y sensibilidad que establece el medico con su paciente, es el acto terapéutico más efectivo y tristemente, menos enseñado en nuestros recintos académicos. Muchos de nosotros sabemos cómo curar los síntomas de las enfermedades pero no podemos entender el proceso de enfermar, que incluye el proceso mental y emocional del impacto de la misma sobre el enfermo, tales como el miedo e inseguridad que vive el paciente ante una condición catastrófica, que puede incapacitarlo temporalmente o permanentemente. Siempre he dicho, que lo que más educa al médico sobre la enfermedad, es pasar por esa experiencia, o verla en un ser querido y sentirnos incapaces de asegurarnos nuestra recuperación y la de los nuestros. Por lo menos en mi caso, esas experiencias fueron mis mejores profesores de medicina. Luego siguen en ese orden de importancia, las experiencias de nuestros pacientes y la de sus padres con la valentía y gallardía que afrontaban sus vicisitudes y hasta a veces nos consolaban cuando nos sentíamos que les habíamos fallados. Fueron muchos los profesionales de la salud que tuvieron paciencia durante mis primeras guardias nocturnas, ayudaron y apoyaron ante mi falta de experiencia y mi inseguridad, y lo difícil que se me hacía tener que aceptar sus consejos. Fueron todos estos “profesores” que me hicieron realizar, durante los 41 años que he practicado, que el Medico no se hace en la Escuela, sino más bien que se hace, en el camino de aprender el arte de la medicina a través de toda una vida y que es un proceso infinito e incesante, que no depende tanto de cuantos libros leamos ni de cuantas educaciones medicas tomemos, sino más bien de nuestra apertura a seguir aprendiendo de todo ese intercambio incesante que es la relación médico paciente. Finalmente, cuando recordé el día de mi graduación, realice el origen de mi tristeza, porque me di cuenta, que cuando me dieron el diploma que solo estaba empezando a entender lo que realmente era un médico y que aún me faltaba mucho camino que recorrer. *Cirujano Pediátrico Retirado, Practica la Medicina Integral usando la Acupuntura Medica Tradicional China en adultos y niños. Oficinas Medicas del San Jorge Children’s Hospital 787-­‐728-­‐6032 ifiguero@prtc.net