boletín Número 32 abuelo en la crianza del siglo XXI La función del Por: Lic. Gabriela Anduaga Una hora con tus nietos puede hacerte sentir joven otra vez. Más tiempo que ese te hará sentir que envejeciste rápidamente. Gene Perret. Cuando yo era niña (hace ya más de 20 años), visitaba a los abuelos los fines de semana, bueno, en realidad mis padres nos llevaban con los abuelos, mi papá prefería ir con sus papás y por supuesto mi mamá sugería ir con los suyos, al final, las distancias tomaban las decisiones y los abuelos maternos “ganaban”, pues eran ellos los más cercanos en domicilio. Mi madre y padre se encargaron de nuestra educación y crianza, mi papá trabajando y mi mamá en casa pendiente de nuestras necesidades básicas de cuidado y protección. Mis abuelos eran figuras respetadas e importantes para la familia en general; para mí, eran algo serios, muuuy grandes y en realidad poco afectivos, con una excepción, tuve la fortuna de conocer a los cuatro, pero sólo mi abuela materna, “mi abuelita”, parecía en realidad cumplir con todo el papel y la figura de un ABUELO; fue gracias a ella que pude experimentar, conocer y sentir el vínculo “abuelo – nieto”. La experiencia duro toda mi infancia, en la adolescencia los horarios escolares de mis hermanas mayores y las circunstancias de vida de algunos de mis tíos, nos alejaron y las visitas a la casa de los abuelos comenzaron a ser menos frecuentes y por lo tanto la convivencia y la relación en general se perdió poco a poco. Por supuesto, hoy día sigo conservando el cariño, algunas buenas enseñanzas, mensajes y actitudes de los cuatro, pero más… De “mi abuelita”. Los abuelos: más necesarios que nunca En la actualidad, a poco más de una década de vivir el siglo XXI, la relación y la necesidad de esta figura familiar, la de los abuelos, es más importante que nunca, la estructura de las familias se ha ido modificado con tanta rapidez y en muchos casos con dolor, que sus formas y funciones han dejado de tener la estructura estable de las generaciones anteriores, que los abuelos, con su sabiduría y amor incondicional, han tenido -más que nunca- que involucrarse en la vida familiar y su presencia es, en muchos casos, sostén de su vínculo y continuidad. Los abuelos, en muchos casos, cuidan a los nietos, algunos lo hacen desde proporcionarles techo, alimentación y hasta inculcarles hábitos de salud e higiene y deberes escolares, funciones, claro, que son de responsabilidad y autoridad parental. Debido a la fragilidad marital, necesidades de consumo, preferencias laborales y desarrollo personal, los padres y madres han delegado su papel y deber a los que ya en su momento cumplieron con tiempo, dinero y esfuerzo a la tarea de educar, guiar y disciplinar hijos. Es por ello que en esta situación los que hoy somos padres y madres debemos generar consciencia y agradecimiento sobre la labor de nuestros padres, hoy abuelos de nuestros hijos; y responder con madurez, desde nuestro papel de adultos, a las demandas de nuestra vida diaria y nuestras responsabilidades para con nuestros hijos, dialogando, preguntando y acordando junto con nuestros padres su participación, apoyo, ayuda y presencia en la vida de nuestros hijos: sus nietos. Es lo mínimo indispensable que podemos hacer si queremos armonía, respeto y permanencia del vínculo familiar. Amamos a los abuelos La función, el papel o el rol, es decir, lo que se espera de los abuelos no es tan diferente hoy de ayer, aún siguen teniendo una importancia indispensable en la jerarquía, cadena generacional y creación de la identidad de los nietos, también se espera de ellos que muestren su amor incondicional, consintiendo, “mimando” y apapachando a los nietos, por supuesto, esta es una de las actitudes actuales que genera incertidumbre, confusión y enojo en la relación abuelo-hijo, pero aún así, es parte de las actitudes más importantes para generar el vínculo abuelo – nieto. Tenemos que aceptar que hoy día los abuelos, cuando aparecen para dar solución a los conflictos en el entono familiar nuclear (padres e hijos, es decir, sus hijos y sus nietos), no dudan en defender la armonía, proteger el vínculo, apoyar con tiempo y dinero, dar consejos, soportar el problema, resguardar a los nietos, etc., pues en la dinámica del sistema familiar, su experiencia de vida es valiosa e invaluable. Otra función, aún esperada, es la de ser puente entre las generaciones, en muchas ocasiones los abuelos, con tiempo y serenidad, hacen de “oreja” con los nietos y de “boca” con los hijos, fomentan el diálogo y resultan mediadores de la comunicación entre sus hijos y sus nietos. Además, tienen el gran privilegio afectivo de obtener y recibir el amor de sus nietos sin los deberes y responsabilidades de ser padres. Por último, y de lo más trascendente de ser abuelo, es seguir siendo ejemplo y modelo de vida en el envejecer para sus hijos y sus nietos; sus actitudes y elecciones de una u otra manera de relacionarse con su entorno, de manejar y distribuir su tiempo y sus mensajes de vivir con “calidad de vida” y por supuesto con “dignidad”, “moral” y “fe”, explícitos o implícitos en sus comportamientos y palabras; dejan un recuerdo, un sentir y un pensar imborrable en la mente y el corazón de los miembros de su familia, dejando así un sello de un muy particular “estilo”, el suyo, de transitar por esta última etapa de la vida. ¿Dónde están los abuelos? Si la naturaleza respeta los tiempos cronológicos y continúa ratificando el periodo de vida hasta los 80 años; nos permitirá llegar a los 60, de tal forma que todos, o la mayoría de nosotros, seremos viejos algún día y si nos dejamos sorprender por la vida podremos experimentar la abuelidad, este concepto acuñado por la Dra. Paulina Redler en 1980, y que lo significa como “la relación y función del abuelo con respecto al nieto y los efectos psicológicos del vínculo”, término que es paralelo al significado de paternidad (la relación y el vínculo entre un padre y su hijo), estaremos otorgando a la sociedad un significado positivo a los años de vida en la tercera edad. Es decisión del abuelo ser viejo o sentirse viejo, ser apoyo o carga, seguir dando o quitando, mostrarnos la vida o recordarnos la muerte. Y digo un significado, porque es nuestro compromiso social retomar el lugar y la posición de orgullo y respeto que los años y la experiencia por la vida dan a los que son viejos, teniendo como obligación re significar, con poder y autoridad, el concepto de ser viejo y por lo tanto el de ser abuelo para que los que lo son, sientan entusiasmo, motivación y dignidad al ocupar y exigir su lugar, y con ello, dejarse mostrar y comportarse desde la autorrealización de haber conseguido ser abuelos, para ello, los que hoy son abuelos deben trabajar en su propia aceptación de la vejez, o de los últimos años de la madurez, y ser conscientes de sus elecciones de vida, de las actitudes que muestran, de las ideas que transmiten con sus expresiones, palabras o mensajes, ya sea a los hijos o a sus nietos. Es necesario que experimenten esta etapa de la vida con la satisfacción de haber dado vida a ya por lo menos dos generaciones y por supuesto, de haber conservado su vínculo y relación. Y paralelamente saber que siguen siendo importantes, incluso indispensables para el sostén emocional de ambas generaciones, cuidando y jugando con la herencia humana, contando historias, desempolvando la historia familiar, compartiendo dulces, travesuras y anécdotas. Mantener todo en orden Mi “abuelita” decía: “Hay que poner cada cosa en su lugar”, y me parece que es sabiduría pura, el desorden trae caos, el caos genera ansiedad, la ansiedad produce estrés y el estrés deja salir de forma constante el enojo, emoción que suele presentarse constantemente en las relaciones familiares. Las explicaciones pueden venir de muchos sitios, pero la esencia es que, si no ocupamos el lugar y no cumplimos con la función que nos corresponde y es debida, la armonía familiar está en peligro. Los nietos que pasan a ser “hijos” de los abuelos, se pierden de todo lo que un abuelo debe dar y ser; los padres que siguen siendo hijos, no se permiten maduran y continuar su desarrollo, en consecuencia, no transmiten los mensajes adecuados de pertenencia, identidad y amor a sus hijos; y los abuelos que se convierten en padres por segunda ocasión (obligados o por decisión, reciclando su ya elaborada parentalidad) se pierden de la energía y legado que su posición jerárquica otorgada por el universo les da. Si en la cotidianidad, que es nuestro presente, permitimos, valoramos y aceptamos el lugar que en la jerarquía generacional nos corresponde y los padres nos dedicamos y ocupamos de ser padres, los hijos podrán ocuparse y dedicarse en su desarrollo y crecimiento, y por lo tanto, los abuelos podrán disfrutar y seguir dando vida. * Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor. www.iskalti.com 5342 2203, 5343 5898, 5342 4194 Clavería Av. Clavería No. 81 Col. 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